Cortes
Cortes
Bower, Lorena.
RESUMEN
La vida contemporánea discurre gobernada por la globalidad, el capitalismo salvaje, el neoliberalismo a
ultranza, la segregación, la repelencia y el desamparo del otro. Bajo estas coordenadas el sujeto se repliega
desde lo psíquico hacia el cuerpo, vía privilegiada de expresión de su malestar demostrando que el cuerpo
tampoco escapa a las prescripciones y las prerrogativas que hacen de la cultura un ejercicio pautado de normas.
Emergen así usos posmodernos del cuerpo entre los que se cuentan la tendencia a marcarlos, a cortarlos,
a perforarlos. La cisura se alza como retrato de una sociedad en la cual la crueldad hacia el otro es cada vez
más castigada y, en contrapartida, se ha multiplicado la tendencia a la autodestrucción. Tendencia que parece
arraigar con fuerza entre los jóvenes. Las autoinjurias constituyen un campo heterogéneo en el cual es posible
considerar que diferentes modalidades del mismo que se distinguen por su operación psíquica particular. En
este escrito se propone abordar el estatuto de aquellos casos en los cuales el corte posee una clara una
orientación, una direccionalidad y se inscribe como un modo especifico de relación al Otro.
Palabras clave
Cultura actual, Adolescente, Autolesión, Otro
La vida contemporánea discurre gobernada por la globalidad, el capitalismo salvaje, el neoliberalismo a
ultranza, la segregación, la repelencia y el desamparo del otro. La tecnología y la tecnociencia bombardean al
sujeto tanto como la política distorsionada y los discursos magnificentes erigiéndose como figuras de las
diversas dimensiones de lo real y conformando modos de subjetivación en los que destaca una aparente
“locura”.
En este contexto el sujeto se repliega desde lo psíquico hacia EL CUERPO, VÍA PRIVILEGIADA DE
EXPRESIÓN DE SU MALESTAR. EL CUERPO ADVIENE COMO LIENZO EN EL CUAL SE
PLASMAN LOS PADECERÁS.
El corpus, materia de la cual está hecho el hombre, cuerpo que en el curso de la historia se vio acompañado de
diversos adjetivos: “físico”; lo “somático” o lo “orgánico”. El cuerpo fue inicialmente concebido como:
principio de generación material (física); cómo dato -principio (somático) y por último, como disposición
articulada de órgano (organismo); esto deja claro que se trataba de una noción que reunía en su seno: physys
(naturaleza); soma (cuerpo) y organikos (órgano/instrumento).
Sin embargo, tampoco el cuerpo escapa a las prescripciones y las prerrogativas que hacen de la cultura un
ejercicio pautado de normas. Avanzando desde las culturas premodernas donde el cuerpo no podía disociarse de
la comunidad, la naturaleza y el cosmos hacia una modernidad en la cual el paradigma médico-biologista da
forma a un cuerpo-maquina, con funcionamiento mecánico, autónomo y factible de ser intervenido y
reformado; decir “lo orgánico” remite a ese cuerpo entendido como dispositivo instrumentado. Con esos
desarrollos el cuerpo real será aquel que responde a lo orgánico, que se agota en el organismo; deslizándose las
nociones de “físico” y “somático” a la metafísica primero y luego a la psicología. En este punto se halla la
consideración que ha dado sustento a la medicalización y biologización de las prácticas y los discursos sobre el
cuerpo, aquella que afirma: la organicidad es lo que constituye la corporeidad.
PUEDE SUCEDER, NO OBSTANTE, QUE DEBAJO DE ESE CUERPO SURJA ALGO, UN RESTO,
UN DOLOR INTEMPESTIVO SIN CAUSA APARENTE, UN GOCE INABORDABLE, QUE
PERMITE SOSPECHAR QUE EN ESE CUERPO TAMBIÉN LATE UNA VIDA QUE PARECE
DESAFIAR, EN PARTE, A LA “VIDA ORGÁNICA”, O DARLE OTRA SIGNIFICACIÓN.
De lo que se trata entonces es de fijar como punto de partida que el cuerpo no es la mera resultante de un
interjuego de órganos. La introducción de lo inconsciente por la pluma freudiana va a impugnar esa idea
organicista para abrir perspectivas clínicas decisivas que responden a la “doble vida” del cuerpo. Algo excede
la biología y es sobre ese otro cuerpo que se procura establecer alguna marca con el tatuaje o las cicatrices aún
cuando el sustrato sea la dermis.
La práctica de marcar los cuerpos es tan añeja como la cultura misma. Estas marcas han atestiguado las
relaciones de los sujetos con los dioses; han servido para vincularse y diferenciarse de otros; siendo prácticas
esencialmente simbólicas que daban cuenta de inscripciones en el sujeto. Conforme pasó el tiempo este estatuto
social comenzó a desvanecerse y la inscripción pasó a ser un estandarte de individuación e incluso de
reivindicación de algunos grupos sociales.
EN LA ACTUALIDAD SE EXTIENDE ENTRE LOS JÓVENES LA TENDENCIA A MARCAR SUS
CUERPOS, A CORTARLOS, PERFORARLOS HACIENDO DE ESE SUSTRATO BIOLÓGICO UN
MEDIO PARA DAR CUENTA DE LO QUE OCURRE EN SU COTIDIANEIDAD. Las intervenciones
sobre el cuerpo se alzan como retrato de una sociedad en la cual la crueldad hacia el otro es cada vez más
castigada y, en contrapartida, las autolesiones se propagan y generalizan con celeridad.
Se advierte que “la sociedad posmoderna al acentuar el individualismo, al modificar su carácter por la lógica
narcisista, ha multiplicado las tendencias a la autodestrucción” (Lipovetsky, 2002, p. 212).
Al decir del citado autor, el proceso de personalización engendra un tipo de personalidad incapaz de afrontar las
pruebas de lo real. Destaca que entre LOS JÓVENES, PRIVADOS DE REFERENCIAS Y ANCLAJE
SOCIAL, LA FRAGILIDAD Y LA VULNERABILIDAD AUMENTAN Y ES ESE ESTADO DE
ORFANDAD LO QUE LOS CONVIERTE EN SUELO FÉRTIL PARA LA EMERGENCIA DE
CONDUCTAS AUTODESTRUCTIVAS.
“Los jóvenes, hasta entonces relativamente preservados de los efectos autodestructivos del individualismo por
una educación y un enmarcamiento estables y autoritarios, sufren sin paliativos la desubstancialización
narcisista, son ellos quienes representan ahora la figura última del individuo desinsertado, desestabilizado por el
exceso de protección o de abandono” (Lipovetsky, 2002, p. 212). La práctica de las autolesiones evidencia uno
de los usos posmodernos del cuerpo, un cuerpo que al decir de Nasio (2006): “está como estallado; este cuerpo
no es el mismo que aquel de mil años atrás. Nuestro cuerpo no es el mismo, aunque tenga la misma forma” (p.
74).
Asimismo, el autor establece un nexo irrefutable entre las prácticas sobre el cuerpo y los discursos
contemporáneos al señalar que los modos actuales de lesión sobre el cuerpo no existían antes sino que
constituyen heridas propias de época. (p. 75).
Las autoinjurias aparecen como algo propio de la contemporaneidad, congruente con los axiomas que
promulgan la actitud de búsqueda de lo extremo, de poder hacerlo todo, todo el tiempo y en gran medida. Cada
milímetro de piel es explorado, auscultado y lacerado en un actuar solitario que busca mostrar el poderío
individual. Soslayar lo incontrolable, lo desbordante es la premisa.
Este fenómeno se ha instalado en el espacio social y ha adquirido un nombre y un sentido de masividad
indiscutible, particularmente entre los adolescentes franja etaria en la cual el fenómeno se propaga y difunde
con fuerza arrasadora e incluso con ribetes que, en ocasiones, recuerdan al contagio histérico freudiano. Así lo
informan las imágenes de facebook, instagram, twitter, plagadas desafíos del tipo: “quien se corta más”; “quien
más aguante, es el mejor” o bien con campañas en las redes en las cuales jóvenes ofrecen imágenes de sus
brazos lacerados como ofrenda para que un “ídolo teen” deje de consumir drogas[i].
Sin embargo y pese a la masividad de la práctica, resulta central la consideración respecto de que el campo de
los sujetos que se auto-lesionan no es un campo homogéneo, sino que por el contrario, se define por la
heterogeneidad.
Dartiguelongue (2010) es quien realiza el señalamiento anterior a la vez que indica que es posible hallar casos
en los cuales los cortes constituyen una operación sobre el goce en las psicosis; otros casos donde el cortarse se
configura al modo de un acting out; casos donde responden a una estructura perversa; otros donde el corte se
funda en una identificación histérica, etc.
En los relatos de quienes incurren en la práctica del CUTTING APARECE CON FRECUENCIA LA
REMISIÓN A QUE EL CORTE APARECE FRENTE A UN DOLOR/SITUACIÓN IMPOSIBLE DE
SOPORTAR. FRENTE A UN ALZA DE TENSIÓN QUE NO PUEDE SER TRAMITADA POR LA
PALABRA, EL CORTE ASOMA COMO UN MODO DE DESCARGA, PROVEE UN DOLOR
CONTROLADO, UN DOLOR (FÍSICO) QUE GOBIERNAN. El sujeto controla cuanto se hunde el filo
en la carne, cuánta sangre quiere que mane, cuánto dolor propinarse. En tal sentido Doctors (1981) precisa
que la incisión no conlleva intención suicida, sino que se trata de una operatoria que requiere de un minucioso y
milimétrico control de la cisura, lo cual no puede sino resultar paradójico en relación al descontrol impulsivo
que le dio origen.
Para cernir algunas de las trazas esenciales del fenómeno del cutting y pensar su estatuto en primer lugar
debería señalarse que ESTAS CISURAS SE SITÚAN POR FUERA DEL CAMPO DE LAS
FORMACIONES DEL INCONSCIENTE. AQUÍ SE TRATA DE UNA LESIÓN QUE RECAE EN LO
REAL DEL ÓRGANO, EN LA EPIDERMIS Y AFECTA AL SUSTRATO BIOLÓGICO ANTES QUE
A LA IMAGEN DEL CUERPO.
Tampoco es posible considerarlas dentro del ámbito de las psicosomáticas aun cuando guarde algunas
similitudes con esas presentaciones, esto en tanto también en las autolesiones se evidencia una falla en el
intervalo entre los significantes, resultando una cadena sin intervalos, holofraseada.
Vale recordar brevemente que al decir lacaniano el significante no puede significarse a él mismo, representa a
un sujeto para otro significante. El sujeto neurótico es representado en la discontinuidad del significante. En la
holofrase, el sujeto ya no aparece más como equívoco sino que deviene inseparable de una especie de monolito
S1- S2. La solidificación significante se opone al efecto de metáfora y el sujeto no aparece como falta, como
discontinuidad, sino petrificado. En tal sentido, la holofrase es otro modo de dar cuenta de la forclusión cuando
no es el Nombre-del-Padre lo que está puesto en primer plano. Consecuentemente, en ambas presentaciones, se
advierte una dimisión en la operatividad de la función paterna.
LUEGO, LAS AUTOLESIONES NO CONSTITUYEN UN SÍNTOMA EN SENTIDO ESTRICTO SINO
QUE SE ADSCRIBEN, MÁS BIEN, A LAS PATOLOGÍAS DEL ACTO. Falta en ellas el ir y venir de las
lanzaderas que Freud proponía como funcionamiento prototípico del inconsciente y según el cual los síntomas
harían gala de una envoltura formal, simbólica que está ausente en estas presentaciones actuales. Aquí lo que
prima es lo pulsional que resiste todo atravesamiento simbólico.
LAS AUTOLESIONES CONSTITUYEN UNA PRÁCTICA AUTOERÓTICA, QUE CARECE DE LA
FUNCIÓN ESTÉTICA PRESENTE EN EL PIERCING O EN EL TATUAJE, GRAFÍAS QUE SE
OFRECEN A LA MIRADA DEL OTRO. IGUALMENTE, EN LOS CORTES LA ORIENTACIÓN
HACIA EL OTRO SÓLO SE COLIGE A POSTERIORI, REVELANDO QUE SU FIN NO ES LA
PRODUCCIÓN DE UNA MARCA, SINO SU EFECTO QUE AL SER TENIDO EN CUENTA POR EL
OTRO, O NO, ADQUIERE SU VALOR DE MOSTRACIÓN. En el Curso de su onceavo Seminario (1963-
1964), Lacan, teorizará la constitución del sujeto apelando a dos operaciones unidas un losange. En ese
interjuego operatorio establece que el sujeto se funda en el campo del Otro, que no hay nada semejante a un
sujeto causa-sui. “El Otro es el lugar donde se sitúa la cadena del significante que rige todo lo que, del sujeto,
podría hacerse presente, es en el campo de ese ser viviente donde el sujeto tiene que aparecer” (Lacan, 1992, p.
212).
Continúa señalando que:“Al producirse en el campo del Otro, el significante hace surgir el sujeto de su
significación. Pero sólo funciona como significante reduciendo al sujeto en última instancia a no ser más que un
significante, petrificándolo con el mismo movimiento con que lo llama a funcionar, a hablar, como sujeto”
(Lacan, 1992, p. 212).
El sujeto confrontado con los significantes que devienen del Otro se hace él mismo significante; en el curso de
este movimiento denominado alienación el sujeto encuentra su insignia, emerge en el Otro aún reducido a un
mero significante.
La acción del significante sobre el sujeto introduce el corte, de modo que toda relación con el Otro se engendra
en un proceso de hiancia surgido de la estructura del significante. El lenguaje recorta, esculpe, se trata del
“efecto de cizalla que entraña el lenguaje para el animal que habla” (Lacan, 2004, p. 40); hay sujeto en tanto el
significante cisura el cuerpo delimitando zonas erógenas y bordeando a la pulsión. El significante opera
produciendo cortes que son marca, inscripción.
Asimismo, Lacan, establece que la libido es un órgano “irreal” capaz de encarnar y que una de las formas más
antiguas de “encarnadura” lo constituye el tatuaje, la escarificación. Refiere que la incisión tiene, además de un
valor claramente erótico, la función de de ser para el Otro, de situar allí al Sujeto señalando su puesto en el
campo de las relaciones del grupo entre cada uno y todos los demás (1992, p. 214).
LA CISURA, YA SEA QUE ADOPTE LA FORMA DE UN CORTE; UN TATUAJE; UNA
ESCARIFICACIÓN, COMPORTA SIEMPRE UNA OPERATORIA LIBIDINAL POR MEDIO DE LA
CUAL EL SUJETO PROCURA ASILARSE EN EL OTRO. La marca permite emplazarse en relación al
Otro, surgir en él como algo que “es”, un significante que a la vez que permite existencia fija su puesto en el
Otro aún más que su falta. SER EN EL OTRO CONSTITUYE LA ÚNICA GARANTÍA DE “SER”
ENTRE LOS PARES, tal cual lo afirmaba Freud en “Psicología de las masas” (1930).
Se trata de una operatoria alienante, que puede ser claramente contrapuesta a aquella otra que se vislumbra tras
la pregunta por el deseo del Otro; el “Che vuoi?” inicia la separación y con ello la emergencia del propio deseo.
Desde esta operatoria de separación también es posible contemplar el valor de las marcaciones
corporales pero ya no como intento de alojarse en el Otro sino, por el contrario, CORTES QUE SE
REALIZAN CON EL ÚNICO FIN DE SEPARARSE DEL OTRO.
EL SUJETO CORTA SU CARNE CON EL OBJETIVO DE PARIRSE DEL OTRO, ES “UNA PASIÓN
QUE SE TRADUCE EN UNA REPETICIÓN OBSCENA DE LOS GESTOS DE CARÁCTER
MORTÍFERO: EL GESTO DE CORTARSE…DEL OTRO PERO TAMBIÉN EL DE (SE) DARLE
MUERTE” (Brocca, 2007, p.68). El sustrato de este accionar lo funda una identificación de tipo melancólica,
es la introyección del objeto la que se muestra en primer plano y suscita los derroteros posteriores en los que el
corte aparece como intento de separación (Dartiguelongue, 2010, p.31).
LA PROCURA DE DAÑAR AL OTRO SE EFECTIVIZA POR LA VÍA DE DAÑAR EL PROPIO
CUERPO, SE ATORMENTA EL PROPIO CUERPO PARA ALCANZAR EL CUERPO DEL OTRO,
ES AUTOMUTILACIÓN DIRIGIDA A OTRO AL QUE SE ANSÍA LACERAR. En tanto el Otro ha
engullido al sujeto, EL CORTE SOBRE EL CUERPO ES UN INTENTO DE RETRAERSE DEL OTRO;
EL SUJETO SE MORTIFICA EN SU CUERPO PARA MORTIFICAR AL OTRO. EL SUJETO SE
CORTA INTENTANDO CONMOVER AL OTRO Y HACERSE UN LUGAR EN ÉL.
Lo precedente deja entrever que hay detrás de estas prácticas un plus que trasciende el mero daño tisular. Se
trata de una dimensión ligada al valor de compensación que la estructura real-imaginaria del corte asume ante
los efectos asoladores de la falta (falla) de inscripción significante o simbólica. Se puede considerara las auto-
lesiones como un lenguaje que, anclado en lo somático, se utiliza el cuerpo en lugar de palabras; el acto sobre la
simbolización.
ENTONCES, SI LA FUNCIÓN DEL CORTE ES EMPLAZAR AL SUJETO EN EL OTRO ES
POSIBLE PENSAR QUE ESTA PRÁCTICA SE INSCRIBE TAMBIÉN COMO MENSAJE DADO AL
OTRO; CONFORMANDO UN ACTING OUT Y DIFERENCIÁNDOSE DEL PASAJE AL ACTO
PUESTO QUE SON ESCASAS LAS OPORTUNIDADES EN LAS QUE LA SAJADURA TIENE POR
OBJETO PROVOCARSE LA MUERTE. EL CORTE ES “LLAMADO” ANTES QUE “SALTO
(JUMP) IN-MUNDO”.
Se evidencia en estas prácticas la presencia del elemento visual, escópico sobre algo que se presenta
esencialmente en el plano de la imagen y, por consiguiente, en el plano del registro imaginario. Es algo, en la
conducta del sujeto, que se muestra; es la orientación hacia el Otro, el valor demostrativo lo que conforma el
sesgo distintivo del acting out y que se halla perfectamente visualizable en estos fenómenos.
EL CORTARSE ADVIENE COMO EL EMPLAZAMIENTO DE UNA ESCENA VELADA PARA EL
SUJETO Y DESTINADA AL OTRO, ES POR MEDIO DE LA SAJADURA QUE PROCURA HALLAR
UNA VÍA QUE LO EMPLACE EN EL DESEO DEL OTRO; ES TAMBIÉN EL RECURSO FINAL
PARA EVITAR CAER POR FUERA DEL OTRO (LO QUE CONSTITUIRÍA EL PASAJE AL ACTO) LO
QUE LE OTORGA, MÁS ALLÁ DE SU OPERATORIA A NIVEL IMAGINARIO, UNA FUNCIÓN
SIMBÓLICA.
Esto deja entrever que ya no se trata de la basculación del fantasma sino de su realización lo que provoca un
encuentro donde el sujeto no tiene lugar en el Otro sino como objeto de goce. “Si el otro sabe como gozarlo,
entonces no hay lugar en el Otro para el sujeto sino en tanto objeto del goce” (Buchanan, 2010, p.25).
El corte, en tanto acting out, se instituye al modo de una reparación destinada a evitar la caída del sujeto por
fuera del Otro; es un modo de poner en escena la pregunta por el lugar en el deseo y restaurar el intervalo
cuando el fantasma ha fracasado en su función.
EN SUJETOS EN LOS QUE LA OPERATORIA DE LA IDENTIFICACIÓN SECUNDARIA
APARECE DEFICITARIA, EN BUENA MEDIDA POR LA FALTA DE INSIGNIAS SOBRE LAS QUE
APOYARLA, LAS INCISIONES SE INSTAURAN COMO UN MODO DE SOSTENER EL DESEO; la
propia carne es cortada para captar la mirada del Otro. Se trata de una operación real ejecutada sobre un cuerpo
entregado (sacrificialmente) a la mirada (gozosa) del Otro. En definitiva, lo que surge entre el sujeto y ese Otro
es el resto, a, la libra de carne.
NOTA
[i] En junio del 2014 el hastag #cutforbieber se convirtió en Trending Topic inundando la red Twitter de imágenes de jóvenes laceradas como pedido para que el cantante deje de consumir drogas, muchas de ellas rezaban: “cuando dejes de drogarte, dejare de cortarme”.
BIBLIOGRAFÍA
Brocca, C. (2007). Coloquio para el Laboratorio de Psicopatología y Psicoa- nálisis de Paris VII. Inédito.
Buchanan, V. (2010). Bordeando la histeria. En ANCLA. Encadenamientos y desencadenamientos II. Revista de Psicoanálisis y Psicopatología de la Cátedra de Psicopatología II, Facultad de Psicología, UBA, Vol. 3, Bue- nos Aires.
Dartiguelongue, J. (2010). El sujeto y los cortes en el cuerpo. Buenos Aires: Letra Viva.
Doctors, S. (1981). The symptom of delicate self-cutting in adolescent fe- males: a developmental view. Adolescent Psychiatry, 9.
Lacan, J. (1992). Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidos. Original de 1963-64.
Lacan, J. (2004). Psicoanálisis, radiofonía y televisión. Barcelona: Editorial Anagrama. Original de 1977.
Lacan, J. (2006). Seminario 10. La angustia. Buenos Aires: Paidos. Original de 1962-63.
Nasio, J. (2006). Los gritos del cuerpo, Psicosomática. Buenos Aires: Paidos.
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RESUMEN
El presente trabajo se basa en la distinción de un fenómeno clínico que se extiende en el espacio social y se
presenta repetidamente en varios dispositivos de atención en Salud Mental. Dicho fenómeno consiste en sujetos
que se realizan cortes en el cuerpo. Provocarse tajos en la piel se ha constituido como práctica y comprende al
discurso. Adquirió nombre propio “cutters” y habita en la realidad a través de innumerables páginas, foros y
blogs de, entre y sobre “cutters”. Sin embargo no se trata de un campo homogéneo. El objetivo del trabajo es
identificar diferentes modalidades de este uso del cuerpo que responden a distintas funciones y ope- raciones
psíquicas, partiendo, desde la dimensión de la estructura subjetiva, ya sea en su desencadenamiento o como
suplencia; su relación al goce, la forma de relación al Otro y la incidencia de lo social contemporáneo.
I- UN FENÓMEN EN GENERALIZACIÓN
El presente trabajo es parte de la investigación teórica-clínica, actualmente en curso, para la tesis de Maestría de
Psicoanálisis de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y se basa en la distinción de un
fenómeno clínico que se extiende en el espacio social.
Existen problemáticas de la clínica que por sus particularidades y por su generalización pueden llegar a
configurarse como problemáticas sociales. Y es de estricto interés su identificación y análisis desde la práctica
psicoanalítica para contribuir a su abordaje. En esta perspectiva, esta presentación se aboca a tomar en
consideración un fenómeno que insiste en la clínica y se presenta repetidamente en varios y distintos
dispositivos de atención en Salud Mental, tales como guardias psiquiátricas, servicios de internación, hospital
de día, consultorio, etc.
Dicho fenómeno consiste en sujetos que se realizan cortes en el propio cuerpo. Ahora bien, no se trata de
intervenciones en el cuerpo que impliquen incisiones como en el caso de los piercings, tatuajes, incrustaciones,
escarificaciones, etc, sino de la intervención que consiste pura y específicamente en realizarse tajos en la piel.
Se trata de la realización de tajos superficiales, medidos, calculados, que no requieren sutura ni atención médica
y localizados siempre en zonas que no conlleven riesgo vital.
Realizarse cortes en el cuerpo se ha constituido como práctica, con alarmante regularidad, y comprende al
discurso. Adquirió un nombre propio, los “cutters” y habita en la realidad a través de innumerables paginas,
blogs y foros de, entre y sobre cutters. Es decir, muestra la evidencia de su referencia al Otro social, parte de la
subjetividad contemporánea encarnada en los sujetos y alojado en lo social. Existen trabajos abocados a su
estudio, que en base a estadísticas, llegan incluso a concebir el fenómeno como una “epidemia” ([1]) o como el
“desorden mental del nuevo milenio” ([2]).
El objetivo del presente trabajo sobre esta vasta problemática apunta específicamente a analizar su delimitación,
es decir, ubicar el modo de reconocer y concebir este fenómeno desde la literatura psicoanalítica de orientación
lacaniana y con ello interrogar su estructura y sus dimensiones en la clínica.
LA HETEROGENIEDAD CLÍNICA
En principio, no es mucha la literatura al respecto, no existen libros o ensayos dedicados exclusivamente al
tema, sino sólo capítulos o artículos. Ahora bien, de ellos, lo que cabe destacar es que en general se realiza una
referencia a este fenómeno como si se tratara de “uno” y siempre el mismo. Frecuentemente cada publicación
aborda la práctica de propiciarse cortes en la piel como un fenómeno homogéneo, es decir, como una única y
misma situación clínica, generalizando sus fundamentaciones como si todos los casos de autoincisiones
respondieran a los mismos principios clínicos.
Sin embargo, la revisión bibliográfica sobre este fenómeno y su evidencia en la clínica indican que esta
problemática representa un área compleja y muy amplia. Se encuentran varios y distintos casos de sujetos que
se infligen cortes en el cuerpo. En otros términos, existen casos que si bien comparten como común
denominador la realización de autoincisiones presentan sin embargo diferencias en su fundamento clínico. Hay
casos clínicos dispares, con distintas categorías clínicas que los explican, diferencia que vuelve incompatible
que se refiera a una misma estructura del fenómeno.
De esta manera entendemos que se trata de un uso del cuerpo que puede responder a distintas funciones y
mecanismo psíquicos. Es decir que este fenómeno de sujetos que se realizan cortes en el cuerpo no representa
un campo homogéneo. Más bien, es característica su heterogeneidad clínica. En otras palabras, se pueden
ubicar distintos tipos de casos que cumplen distintas funciones en la dinámica psíquica.
Por lo tanto, entendiendo la diversidad clínica de este fenómeno, es posible considerar que existen diferentes
modalidades del mismo que se distinguen por su diversa operación psíquica. Estas se pueden reconocer en
primer lugar a partir de la revisión y análisis de los trabajos psicoanalíticos clínicos sobre el tema.
Para dar cuenta de ello, en adelante proponemos una sintética distinción de distintas modalidades clínicas de
este fenómeno, en virtud de las categorías clínicas con que se lo ha descripto y explicado en publicaciones al
respecto hasta el momento.
DIFERENCIACION DE OPERACIONES
En líneas generales y a partir de la literatura psicoanalítica al respecto y de los casos reportados y estudiados,
concebimos que los casos de cortes en el cuerpo se pueden ubicar fundamentalmente dentro de tres órdenes,
tres dimensiones de la clínica:
1. Cortes como producto de la estructura clínica, 2. Cortes como una forma de relación al Otro, 3. Cortes como
efecto de la incidencia de lo social contemporáneo.
Cortes como producto de la estructura clínica.
Algunos autores ubican a las autoincisiones como un fenómeno específico de una determinada estructura o
como la forma de tratamiento subjetivo propia del tipo clínico, es decir, ya sea en su dimensión de
desencadenamiento o como un intento de suplencia. De este modo se pueden ubicar distintos casos tributarios
de distintas estructuras:
Se encuentran casos de cortes como vaciamiento de goce en la psicosis. De los numerosos fenómenos de la
psicosis que recaen sobre la condición de estructura es el retorno de goce como intrusión en el cuerpo el que
concierne a este tema. Frente a ello, para tratar el retorno de lo real, existen en la psicosis soluciones que no
recurren a lo simbólico, sino que proceden de una operación real sobre lo real del goce. Existen casos de cortes
que se inscriben en esta función, donde el corte en el cuerpo no intenta inscribir la eficacia simbólica del padre,
sino que apunta a la extracción de un goce que se experimenta en exceso, y, busca paliar la falla de la castración
en lo real, es decir, intervenir el cuerpo para tratar de fijar el goce. En esta línea encontramos los postulados
sobre el trabajo de la psicosis y las mutilaciones de C. Soler ([3]) como los trabajos a propósito de casos
clínicos de Tendlarz ([4]), Donghi ([5]), Recalcati ([6]) y la Sección Clínica de Burdeos ([7]).
Se encuentran casos de cortes en el cuerpo como modalidad perversa. La posición del sujeto perverso es la
restitución del ob- jeto (a) al Otro. El sujeto se hace objeto para servir como “instrumento” al goce del Otro,
para satisfacer el goce del Otro y devolver ese ánimo de goce a un cuerpo que fue vaciado y hacerlo existir en el
Otro. Diferentes serán los cortes que se inscriben en este marco. Es Santiere ([8]) quién ubica casos de cortes
que pueden corresponder a estas coordenadas. Por un lado respecto del masoquismo, propone la realización de
cortes como signo sacrificial ofrecido al goce del Otro, en el cual el Otro gozador toma cuerpo. Y por otro lado
respecto del objeto mirada, donde los cortes cumplen la función de anzuelo para pescarla.
……….
BIBLIOGRAFÍA
DELGADO, O., La subversión freudiana y sus consecuencias. JVE.
FREUD, S., Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico. Tomo XIV. O.C. Amorrortu Editores. 1992.
FREUD, S., Introducción del narcisismo. Tomo XIV. O.C. Amorrortu Editores. FREUD, S., Pegan a un niño. Tomo XVII.
FREUD, S., Más allá del principio del placer. Tomo XVIII. FREUD, S., El fetichismo. Tomo XXI.
FREUD, S., Moisés y la religión monoteísta. Tomo XXIII. LACAN, J., Seminario 10. Paidós.
MILLER, J-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica.Paidós.
NIETZSCHE, F., Así habló Zaratustra. Buenos Aires. Ed. Libertador, 2003
RABINOVICH, D., La teoría del yo en la obra de Jaques Lacan. Manantial.
EL CARTEL
El cuaderno de navegación
El tratamiento analítico con adolescentes es a mi modo de ver paradigmático de la clínica de la urgencia subjetiva en general, en tanto en la adolescencia se pone en juego una manera inédita de vivir la pulsión. Esto es así, si entendemos a la urgencia, tal como
la plantea Miller en Sutilezas analíticas, como urgencia de satisfacción, señalando que lo que preside el análisis como tal del inicio a su fin es la urgencia. Piensa a la urgencia como lo que urge, lo que empuja de la pulsión por satisfacerse. [1]
Lacan en "El despertar de la primavera" plantea a la pubertad como despertar a lo real. Despertar que alude a la irrupción de un goce éxtimo al cuerpo frente al cual el sujeto no sabe como responder. Lo que se vive en la pubertad, "el asunto de que es para los
muchachos hacer el amor con las muchachas" se malogra, de un modo diferente para cada ser hablante. Ese malogro es efecto del traumatismo que el lenguaje produce en cada parlêtre de un modo singular.
"Lo que Freud delimito de lo que llama sexualidad haga agujero en lo real, es lo que se palpa en el hecho de que al nadie zafarse bien del asunto, nadie se preocupa más por él". [2]
Lacan está aludiendo a que allí donde tendría que haber un objeto armónico para la satisfacción en el ser hablante, hay agujero, y el sujeto debe de alguna manera arreglárselas con eso. La pubertad es un momento privilegiado en tanto el sujeto intentará diferentes
arreglos frente al agujero que la sexualidad cava en lo real.
¿Ahora bien de que disponen, los jóvenes para poder arreglárselas con ese agujero? CON LO QUE CUENTAN EN EL MEJOR DE LOS CASOS ES CON EL FANTASMA SEXUAL INFANTIL, HEREDERO DEL COMPLEJO DE EDIPO Y LAS
IDENTIFICACIONES.
Eric Laurent en "El objeto en psicoanálisis con niños" [3] señala, que el uso del fantasma sexual infantil queda en suspenso hasta la pubertad. Si bien la elección de deseo se produce en la infancia, la elección de objeto y el consentimiento respecto a la posición de goce
en el fantasma se decide en la pubertad.
El fantasma sexual infantil, y la identificación imaginaria al falo son las respuestas que el niño encuentra frente a la inquietud que le presenta el deseo del Otro, en este caso el Otro materno . Frente a la falta materna que lo angustia, el niño sueña con ser el
falo que la completa. Mediante la conjunción provisoria entre el falo y el fantasma sexual infantil el sujeto responde a lo traumático del deseo del Otro. El interrogante que caracteriza a la neurosis infantil es: ¿Qué desea mi madre?
Ahora bien en el despertar de la pubertad un nuevo interrogante va a conmover al púber, tanto masculino como femenino, es la pregunta por la sexuación femenina: ¿que quiere una mujer? Interrogante que da cuenta de la neurosis adulta plenamente desplegada.
La pubertad pone en juego el despertar a una forma de goce, el femenino, frente al cual las respuestas infantiles no bastan. No hay significante en el Otro que pueda nombrar ese goce, que excede al goce fálico para ambos sexos.
Frente a ese goce que irrumpe como despertar, el púber en el mejor de los casos se responsabiliza y consciente a su posición de goce en el fantasma. Produciéndose una verificación y una soldadura entre la irrupción de goce del propio cuerpo y una representación de
deseo proveniente del ámbito del amor de objeto. Se anudan, así vía el fantasma, elección de deseo y elección de goce.
En muchas oportunidades no hay un consentimiento del joven a su posición de goce inconsciente en el fantasma (al objeto que el sujeto es en su fantasma). Al no responsabilizarse por su goce, se producen impasses.
Cuando el fantasma desfallece, el adolescente de hoy angustiado, no recurre en general al Otro sino a lo que tiene más a mano, su cuerpo.
En las consultas de los adolescentes de hoy, surgen distintos usos del cuerpo, que son ya un tratamiento de la urgencia. Sujetos inmovilizados y deprimidos, con cuerpos anoréxicos, cortados, golpeados, anestesiados por la tecnología, el tóxico o la adrenalina de
los actings, sujetos con miedo a los golpes y a los vómitos.
Estas diferentes formas de presentaciones, se pueden ordenar con una lógica que va del mínimo movimiento en el impedimento o la inhibición, al máximo movimiento del cuerpo, en actos y acciones descoordinados del saber inconsciente, en el acting out, el pasaje al
acto y otras acciones (sin escena y sin dirección mostrativa al Otro).
Estos usos del cuerpo en el adolescente, son arreglos que algunas veces se sostienen durante cierto tiempo, en forma solitaria (o solo en conexión con el grupo de pares, o internet) sin adquirir la forma de un llamado al Otro (acting out) y sin producir verdaderas salidas
de la escena (pasaje al acto). Pienso en fenómenos bastante comunes hoy en los adolescentes, tales como los cortes en el cuerpo o el bullying.
Cuando el sujeto adolescente no consiente a su posición de goce inconsciente en el fantasma, emerge la angustia. Ahora bien ¿como operar en la urgencia con estos modos de respuesta?
Lo que orienta en el tratamiento de la urgencia es lo real en tanto causa, apelar entonces en la dirección de la cura a que es lo que causó la emergencia de angustia, previa a la inhibición y las acciones. Detenerse en ese momento de urgencia, de emergencia pulsional, es
lo que nos permitirá como analistas producir la emergencia de un sujeto de la enunciación, y del inconsciente.
Como analistas debemos orientarnos a que el sujeto pueda darle un valor a su decir, y que a través de sus palabras, y con la brújula de la angustia que nunca miente, localice a través del significante, algo del objeto de goce, que lo habita singularmente.
En la medida en que pueda articularse el significante y el goce, algo del síntoma podrá constituirse, y de ese modo el sujeto podrá dirigir su satisfacción autista en algo a dirigir al Otro.
La vía del psicoanálisis es la vía del síntoma que permite anudar lo simbólico con el goce, implicando el decir.
NOTAS
Miller, J. A. Sutilezas analíticas, Paidós, Bs. As., 2011, p. 130.
Lacan, J. "El despertar de la primavera", en Intervenciones y textos 2, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1998, p. 110.
Laurent, E. "El objeto en el psicoanálisis con niños", en Hay un fin de análisis para los niños, Colección Diva, Buenos Aires, 1999.
Laurent, E. "Hemos transformado el cuerpo humano en un nuevo dios", en El goce sin rostro, Editorial Tres Haches, Buenos Aires, 2009, p. 18.
Freud, S. "El malestar en la cultura", en Obras Completas, Tomo XXI, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1989.
Eliade, Mircea, Iniciaciones místicas, Taurus Editores, Madrid, 1975. p. 10.
La ordalía o juicio de Dios era una institución vigente hasta fines de la Edad Media, mediante ella se dictaminaba, atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o culpabilidad de una persona acusada de pecar o quebrantar las normas. Consistía en pruebas
donde se obligaba al acusado a introducir las manos en una hoguera, o permanecer largo tiempo debajo del agua. Si sobrevivía se lo consideraba inocente y no debía recibir castigo alguno.
Le Breton, D. "Las conductas de riesgo de los jóvenes", en Conductas de riesgo, Editorial Topia, Buenos Aires, 2011, p. 84.
Tatuaje
La propuesta para este trabajo surge de mi práctica clínica con adolescentes. En los últimos tiempos, observo que tatuarse entre ellos, se ha transformado en una actividad frecuente, a diferencia de otras épocas en las que no se manifestaba con la asiduidad con que ahora
se evidencia.
Los tatuajes, no constituyen un motivo por el que los padres o el mismo adolescente consultan, a diferencia de otras prácticas de modificación corporal, como son los cortes en el cuerpo, que generalmente provocan la consulta con el analista, ni bien son detectados por
los padres.
Tatuarse aparece asociado a un concepto de complemento estético en el cuerpo, en la mayoría de los casos. Señal cada vez más importante de quién es ese adolescente o cómo quiere ser percibido. Muchos jóvenes eligen tatuajes inofensivos y/o irónicos, no como señal
de rebeldía o desafío, sino como señal que muestra sus preferencias estéticas y/o su sexualidad, su historia afectiva más o menos grabada en su cuerpo. Señal de autonomía, reiteración de un gesto que se inscribe sobre la piel misma, signo perdurable a través del tiempo.
Ahora bien, la época actual se caracteriza por la precariedad del orden simbólico y la promoción del goce al cenit de lo social. Si esta época se caracteriza por la forclusión generalizada, si es una época en la que las marcas simbólicas se fragilizan, ¿Qué valor adquiere
marcar el cuerpo? ¿Marcar el cuerpo por ausencia de otras marcas de orden simbólico? En este contexto, podríamos pensar que ciertas modificaciones producidas en el cuerpo por el sujeto, son manifestaciones sintomáticas, que configuran una solución posible en la
constitución y abordaje del cuerpo en la adolescencia. En ese caso, ¿de qué modo los cambios y las características de la época inciden sobre la proliferación del tatuarse de los adolescentes?
¿Qué es el tatuaje?
El tatuaje es una técnica de decoración del cuerpo mediante la inserción de sustancias colorantes bajo la epidermis, una vez que ésta ha sido perforada con un instrumento punzante, por ejemplo, una aguja eléctrica. Un tatuaje se vuelve un dibujo indeleble trazado en el
cuerpo y siempre tiene un relato detrás: el momento en que la persona decidió ser tatuada.
El origen de la palabra tatuaje, en castellano, proviene del inglés tattoo, que a su vez deriva del vocablo tatau, que usaban los indígenas de la isla de Tahití, en la Polinesia.
Siempre ha existido el tatuaje a lo largo de la historia de la humanidad. Es una práctica cuyo nacimiento se pierde en el tiempo y aparece en distintas culturas. Si hay algún origen que pueda imaginarse, está tal vez relacionado con la fascinación que produce el momento
en que el hombre descubre que puede dejar marcas permanentes sobre el cuerpo. La cualidad que distingue al tatuaje es la perdurabilidad. Es y ha sido siempre una marca en el cuerpo que se lleva para toda la vida. Es signo, signo en el cuerpo y es evidente.
Cuando un autor como Severo Sarduy en El Cristo de la rue Jacobcuestiona el papel de la memoria y la concepción convencional del tiempo, destaca como único relato autobiográfico posible, aquel basado en la discontinuidad temporal y en el olvido. Toma como
referente las huellas de la vida, que bien en forma de cicatrices han quedado sobre la piel o en forma de marcas numéricas, grabadas en la memoria.
Es entonces el propio cuerpo con sus marcas y heridas el que se convierte en un "esbozo de narración autobiográfica", que consiste precisamente en recorrer el itinerario de esas señales. Solo cuenta lo que queda escrito en el cuerpo, las marcas indelebles siguen
hablando y narrando el hecho que las provocó. Frente a la idea de la vida como continuidad, se levanta la imagen de la historia personal, hecha de rupturas y discontinuidades: cortes o marcas sobre la piel. En cada cicatriz, en cada tatuaje se puede leer como si de
estratos se tratase, la conformación del propio cuerpo y del sujeto con el discurso que los va soldando entre sí.
Más de una historia entonces sostiene el tatuaje. Arte y símbolo, construcción del propio cuerpo y palabra sagrada, impulso atávico y conmemoración vital. El tatuaje se vuelve un relato que transcurre en la piel del tatuado. El tatuaje es sentido pero para muchos es
también placer y diversión.
El cuerpo tatuado
El tatuaje da cuenta de algo, es un testimonio, remite a un momento o a un hecho particular. Siempre tiene un valor. El cuerpo tatuado inevitablemente está diciendo algo. El cuerpo que se tatúa ya no es el mismo: igual que un mojón permanece el tatuaje en la piel.
Si bien desde siempre el tatuarse ha ocupado un lugar en las culturas, muchas veces reducido a una práctica de grupos o minorías, en la actualidad cada vez es más frecuente en la clínica encontrarse con jóvenes que implementan distintas prácticas de modificación
corporal, piercings, escarificaciones, cortes, tatuajes. ¿Por qué estas prácticas han cobrado tanto impulso en esta época?
Frente a los violentos cambios culturales y a la falta de respuesta de la sociedad, las marcas en el cuerpo retornan como una referencia.
Cada vez son más los jóvenes que portan imágenes en su cuerpo. La proliferación de tatuajes en adolescentes ha dado lugar a múltiples estudios, en los que la pregunta gira en torno a si acaso esta forma de realizar las marcaciones corporales (aquellas que se llevan a
cabo mediante tintas, heridas, cortes, quemaduras y punzones en la piel) está poniendo en juego una nueva relación del sujeto contemporáneo con su cuerpo.
Como sujeto y cuerpo están separados en la constitución subjetiva y el ser humano ha recurrido a artificios para hacerse con su cuerpo, entre esos artificios se puede incluir el tatuaje
En nuestra disciplina que es clínica, la vida se presenta para nosotros bajo la forma del cuerpo individual. Hay una evidencia del cuerpo individual, del cuerpo en tanto que Uno, que es de orden imaginario.
Si bien es lícito para el animal, identificar el ser y el cuerpo, no lo es para la especie humana. El sujeto a partir del momento en que es sujeto del significante no puede identificarse a su cuerpo y precisamente de allí procede su afecto por la imagen de su cuerpo. Para el
ser hablante el estatuto del cuerpo no compete al ser sino al tener.
El cuerpo en la pubertad
En la pubertad son los planos del cuerpo como objeto pulsional y del cuerpo como imagen los que se vienen a trastocar, conmoviendo al sujeto. Ante el hecho de tener que abandonar su posición infantil, sus respuestas y los sentidos infantiles, al joven le queda la
solución de inventarse una salida que puede tomar distintas vías.
Para aquellos adolescentes a quienes el régimen del padre no les ha dado la función significante necesaria para acomodarse en la vida, se les hace más difícil encontrar la salida.
Lacan nos enseña que el Nombre del Padre, a pesar de ser solo un semblante, tiene su eficacia, que se verifica en poder transmitir un cierto saber hacer con las cosas del mundo y de la vida del sujeto, lo que implica la manera en que el goce y el lenguaje se enganchan,
se aparejan.
Miller en su conferencia [1] partiendo del principio de que "no se es un cuerpo, sino que se tiene un cuerpo", como dice Lacan, señala que hay una externalidad que concierne al Otro corporal, al cuerpo como Otro para el sujeto. El sujeto es llevado a inventarse lazos
artificiales para reapropiarse de su cuerpo, para "ceñirse" a su propio cuerpo. La dificultad para él reside en el hecho de que estos medios artificiales que parecían anormales hace unos años hoy son banaliza- dos. Los tatuajes están de moda y son una manera de ligarse a
su propio cuerpo. Puede ser así un Nombre del Padre en la relación que tiene el sujeto con su cuerpo.
Entonces, la práctica del tatuaje como marca corporal, puede adoptar tres modalidades diferentes, posibles modos de anudamiento:
La marca en su valor simbólico: como modo de inscribir en el cuerpo el rasgo de pertenencia de un sujeto a una comunidad.
La marca en su valor imaginario: como elemento de la vida erótica, como forma de atraer, de seducir y cautivar el deseo
La marca en su valor erógeno, ligado a la pulsión y al autoerotismo.
En una época de empuje a la indiferenciación, el tatuaje es un intento de diferenciación, un intento de configurar una nueva identidad, un nuevo nombre, velando así la primera identidad del sujeto o completándola imaginariamente.
Esta práctica adquiere una función si lo pensamos en relación a la dimensión de la mirada, en un mundo omnivoyeur y exhibicionista en el que los velos han caído. En ese contexto el tatuaje puede venir al lugar de la envoltura. Se vincula a la función de la mascarada,
pero como marca inalterable. A pesar de poder ser considerado como una moda de la época, a diferencia de aquella que es transitoria y modificable, el tatuaje se constituye en algo duradero e inalterable.
En algunos casos, se puede vincular con una dimensión del orden del trazo y la letra, en donde el tatuaje como marca que da a ver, no deja lugar a la metáfora, pero envuelve el cuerpo en su vertiente más real. Es desde esta última perspectiva que entronca con el trazo
en la caligrafía oriental
Para concluir, los tatuajes se constituyen en un modo de solución, entre otros, con el que el adolescente aborda y constituye el cuerpo. Que los adolescentes actualmente se realicen tatuajes con mayor frecuencia responde a una modificación en el régimen de las
identificaciones e inscripciones duraderas de orden simbólico.
Los tatuajes constituyen un modo de producir algo perenne que se inscribe en el cuerpo, que operaría como defensa frente a lo efímero, transitorio y cambiante del orden simbólico actual.
Según la función que el tatuaje cumpla (identificación, mensaje al Otro, marca de satisfacción, Cifrado, Objeto ofrecido a la mirada, insignia) se pueden producir distintas constituciones del cuerpo en el adolescente.
Los tatuajes son un modo de expresión, estético y creativo, de la singularidad del sujeto.
Los tatuajes como modo de expresión de lo singular operan como defensa frente a lo uniforme, anónimo y homogeneizante que propone la cultura actual.
BIBLIOGRAFÍA
Bauman, Z. (2006). Amor líquido. Bs. As. Fondo de cultura económica.
Blanco, L; Delgado, O; Goldemberg, M; Ons, S. (2001). Lecturas de lo nuevo. Una investigación sobre la época y la pulsión. Bs. As. Ed. Tres Haches
Dessal, G. (compilador) AA.VV (2009) Las ciencias inhumanas. Madrid. España. Ed. Gredos
Esposito, R. (2006) Bios. Biopolítica y filosofía. Bs. As, Ed. Amorrortu.
Foucault, M. (2008) Vigilar y castigar. Bs. As. Siglo XXI
Freud, S. (1905/ 1987). Tres ensayos de teoría sexual. En: Obras Completas. Bs As. Ed.Amorrortu
Freud, S. (1914/ 1987) Introducción al narcisismo. En Obras Completas. Bs As. Ed.Amorrortu
Freud, S. (1921) Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras Completas. Bs. As. Ed. Amorrortu.
Freud, S. (1925/1987) Inhibición, síntoma y angustia. En Obras Completas. Bs. As. Ed. Amorrortu.
Freud, S. (1930) El malestar en la cultura. En Obras Completas. Bs. As. Ed. Amorrortu
Lacan, J. (1949) El estadio del espejo como formador del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia analítica. En Escritos I. Bs. As. Siglo XXI
Lacan, J. (1974) Prefacio a El despertar de la primavera. En Otros Escritos. Bs. As. Paidós.
Lacan, J. (1977) Radiofonía y Televisión. Barcelona. Ed. Anagrama
Miller, J.A. (1998) Los signos del goce. Bs.As. Ed. Paidós
Miller, J.A. (2003) La experiencia de lo real en la cura analítica. Bs. As. Ed. Paidós.
Miller, J.A. (2005) El Otro que no existe y sus comités de ética. Bs. As. Ed. Paidós.
Wajman, G. (2011) El ojo absoluto. Bs. As. Ed. Manantial. Perniola, Mario. La sociedad de los simulacros. Ed. Amorrortu. Bs As- 2011
NOTAS
Miller, J.A. "Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria" pronunciada en el seminario anglófono "Psicosis ordinaria" en Bruselas. 2009.
14 de marzo de 2019
| Última actualización 15/03/2019 10:53 am
Silvia Ons estudia la problemática del cuerpo en el siglo XXI en toda su dimensión: desde cómo incide la pornografía virtual, el “ideal” que propone la industria publicitaria en torno a la representación corporal, las marcas que dejan los tatuajes, los cortes en el cuerpo,
hasta llegar al fenómeno de las fiestas electrónicas y las adicciones. Realiza un estudio minucioso en El cuerpo pornográfico. Marcas y adicciones (Editorial Paidós), el nuevo libro de esta psicoanalista, analista miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la
Asociación Mundial de Psicoanálisis. En su nuevo trabajo, Ons reflota desde la actualidad el análisis del por qué una misma persona puede amar a su cuerpo y, a la vez, torturarlo. “Eso lo explica Lacan en relación al goce. Hay un goce en los seres humanos que, a
veces, puede atentar contra la vida misma. Es también lo que Freud plantea en Más allá del principio del placer. Así que es una idea de Lacan que tiene mucho que ver con este descubrimiento de Freud que no sólo tiene que ver con la guerra (donde muestra claramente
el poder de la destrucción) sino con algo que él observa que les ocurre a los neuróticos. El siglo pasado ha tenido mucho que ver con la destrucción”, plantea Ons en la entrevista con PáginaI12.
–¿La industria publicitaria estimula el cuerpo-máquina?
–Exacto. Lo que desarrollo en el libro es un tema que tiene que ver con el síntoma que presentan muchos adolescentes que comienzan a ver cómo se produce el encuentro entre los sexos en sus diferentes variantes a partir de la pornografía. El tema es que esto los vuelve
muy adictos a la pornografía y uno podría pensar que esto podría estimular la relación sexual ulterior, pero lo que advertí es que justamente esto en lugar de estimular la relación sexual la obstaculiza.
–¿Por qué?
–Porque la pornografía da un modelo de un hombre-máquina que no tiene que ver con el cuerpo real, si bien asistimos en este momento a una identificación del hombre con la máquina. Uno puede pensar distintos momentos. Por ejemplo, en El capital Marx habla de la
rebelión del hombre contra la máquina. Los obreros que golpeaban a la máquina porque producía plusvalía y atentaba contra su trabajo. En el siglo XX, una película maravillosa de Charles Chaplin, Tiempos modernos, mostró cómo el hombre termina identificado con
la máquina. Y lo que yo he notado es esta cuestión de “trabajar como una máquina”, “rendir”. En los gimnasios aparece una publicidad que señala “Haz de tu cuerpo una máquina”, como si eso fuese un ideal. Esto se traslada al campo sexual, ya que la pornografía
muestra cuerpos que parecen estar trabajando, donde desaparece la dimensión erótica y donde se da un modelo de cuerpo que no tiene que ver con el cuerpo real porque en la realidad no hay hombres con esos penes siempre erectos y que no fallan ni esas mujeres que
están con orgasmos permanentes. Eso es una idea de la sexualidad que no tiene que ver con la sexualidad real.
–Y en relación al hombre-máquina también se puede señalar desde el lenguaje publicitario que promueve “la potencia” antes que el bienestar.
–Exactamente. Se ve muy bien en los mensajes publicitarios donde se trata no tanto de la felicidad sino del consumo, y de la energía de seguir un ritmo incesante todo el tiempo. En otro libro, esto lo pensé en relación al uso del Viagra porque lo notable es que no sólo
usan Viagra los adultos mayores (porque lo necesitan) sino también los adolescentes y los jóvenes. Uno puede preguntarse por qué en ese momento de vigor juvenil hay necesidad del Viagra. Estos mandatos en relación a una sexualidad sin freno, una sexualidad sin
fisuras hace que los jóvenes tengan necesidad del uso del Viagra como para responder también a una idea del hombre-máquina.
–¿La pornografía dejó, entonces, de ser un complemento del acto sexual para sustituirlo?
–Exacto. ¿Cuál es la característica de la pornografía actual? La pornografía existió siempre. Lo que pasa es que tuvo un auge a partir del cine, de toda la producción industrial y las imágenes. Anteriormente, para acceder a las películas porno o a las revistas había que
trazar un camino. No era inmediato. Se podía comprar en un kiosco pero había que atravesar la mirada del otro, esconderla. O en los hoteles se usaba como complemento de la relación con el partenaire. Mientras que ahora la pornografía es de fácil acceso: basta un
celular. Entonces, no hay ninguna barrera. Desaparece la vergüenza, el pudor. Y con esto también desaparece el erotismo porque el erotismo tiene mucho que ver con atravesar el pudor, con los velos; en fin, con el misterio.
–¿Por eso usted rescata una idea de Michela Marzano, quien señala que se produce un agotamiento del deseo como efecto de la pornografía?
–Exacto. Es muy interesante el libro de ella. El agotamiento del deseo es interesante porque la masturbación provoca un agotamiento. Freud hablaba de la masturbación. No me estoy refiriendo a la masturbación que es algo que se da, no es ese el punto sino cuando se
transforma en una adicción y sustituye a la relación con el partenaire. Por ejemplo, en el prólogo de mi libro, Gustavo Dessal marca que, por ejemplo, en Japón los varones prefieren el acto solitario antes que la relación con el otro. Produce un efecto de agotamiento.
Freud habla del hombre masturbador que aparece como agotado, con el rostro pálido, mientras que la relación sexual cuando está muy vinculada con el amor introduce una dimensión de vitalidad.
–Usted plantea que la pornografía es una forma de violencia hacia la mujer. ¿Tiene que ver con la cosificación del cuerpo femenino?
–Sí, hay varias cuestiones. Por un lado, es fundamentalmente un atentado al pudor. Y el pudor tiene mucho que ver con lo femenino. Y yo creo que es una forma de violencia a pesar de que no lo parezca. Creo que es una forma de violentar el cuerpo femenino porque se
violenta esa dimensión del misterio que ya los griegos la pensaban con el término “aidós”, que tiene que ver con misterio, vergüenza, pudor, velo. Y sí, creo que es una forma de violencia.
–Volviendo a la publicidad, el mensaje que se baja hoy parece ser: “Venga con el cuerpo que tiene y váyase con el que desea”. ¿Cómo incide esta desvalorización del cuerpo en las ansias de lograr la perfección corporal?
–Tengo muchas ganas de escribir otro libro porque pienso que este siglo es un siglo trans. No me estoy refiriendo específicamente a la transexualidad sino que considero lo siguiente: asistimos a una separación cada vez más grande entre las palabras y las cosas. Por
ejemplo, cuando escuchamos discursos, nos preguntamos si lo que dice es realmente lo verdadero o si tiene que ver con la conducta. Por eso, se habla de relatos y demás entre el discurso, las conductas y los hechos. También en el tema de género, sobre todo cuando se
lleva a ultranza, asistimos a un momento cada vez más grande de separación entre el cuerpo y la identidad. Cuando se dice: “Nací con un envase equivocado”, por ejemplo. En muchos aspectos es un siglo trans. Pero, por ejemplo, con el cuerpo femenino también. Es
decir: “Entre con el cuerpo que tiene, llévese el que quiere”. Con lo cual aquí hay un rechazo al cuerpo que se tiene, en todo sentido. El rechazo al cuerpo es un fenómeno de este siglo. Y también esto se ve en la pornografía porque lo que se ofrece ahí es un cuerpo que
no es el real. Por eso, después el sujeto tiene dificultades para la relación con el otro sexo: cree que tiene que implementar ese programa. Y la realidad es otra. O los chicos que consumen Viagra porque tienen que tener una performance permanente.
–¿Qué significación puede tener el tatuarse el cuerpo casi en su totalidad?
–En su totalidad es lo interesante. El tatuaje en la actualidad parece que es una moda que perdura. Uno puede decir que es una moda ya desde los 90, ahora con muchísima más intensidad, pero parece que se prolonga bastante en el tiempo. Vivimos en un mundo
cambiante, un mundo donde nada es lo que era. También hay un mandato de reinvención permanente, donde los sujetos tienen que reinventarse y sienten que si no se reinventan son desechados. Es un siglo bastante cruel. La violencia también tiene que ver con estos
operativos de cuerpos bellos y reinvenciones permanentes. Entonces, el tatuaje obedece a la necesidad de que algo perdure. Yo he notado, por ejemplo, el fenómeno de duelo.
–Cómo marcar la inscripción del nombre de un familiar...
–Exacto. Ahí donde todos los funerales y demás tienden a desaparecer. A veces, ni siquiera se hacen los velorios. El mandato es: “Viví tu vida. Da vuelta la página”, cuando se tiene que aceptar la pérdida de un amor. Frente a esta cuestión de “No tiene que haber
duelo”, el tatuaje obedece a la necesidad de una inscripción, de una permanencia.
–El tatuaje le permite al sujeto una marca o una creencia que tiene el significado de un para siempre.
–Exacto, sobre todo cuando tiene que ver con símbolos. Hay que diferenciar los tatuajes que tienen que ver con símbolos de aquellos que solamente obedecen a una cuestión estética. En psicoanálisis es muy interesante leer los tatuajes porque, a partir de ahí, se pueden
pensar muchas cuestiones.
–En relación a los sujetos, esa marca simbólica no necesariamente representa la ideología o el pensar de esa persona, ¿no? Usted cita el ejemplo de un joven que se tatuó una imagen del Che Guevara y que es algo así como el “El rey del consumismo”.
–Claro, por eso es interesante leerlos para ver si los sujetos están de acuerdo con lo que tatuaron. Por ejemplo, en ese caso, era un paciente adicto a los autos cero kilómetro; o sea, el consumo máximo. Siempre se presentaba como “el de los faroles”, por sus ojos. Tenía
que ver con los autos. Sin embargo, se tatuaba las figuras del Che Guevara, de Cristo. Todos tatuajes que entraban en contradicción. Es interesante ese análisis porque eso fue lo que lo impactó: darse cuenta de la dispersión en la que vivía y en qué se ponía de acuerdo
en relación a esas marcas.
–¿Qué significados se les puede otorgar a los piercings y a la utilización de objetos que lastiman o cortajean el cuerpo?
–Lo de los piercings no lo estudié demasiado pero puedo decir a grandes rasgos que eso consiste en tratar al cuerpo como un objeto.
–¿Hay una representación corporal de un objeto?
–Claro. Por ejemplo, pensaba en la artista plástica Orlan. Ella está en desacuerdo con las imposiciones culturales, con lo que le impone la cultura al cuerpo. Entonces, se realiza toda una serie de operaciones estéticas en un quirófano. Ese quirófano está musicalizado,
tiene cuadros... Y ella pretende hacer de esas operaciones un hecho artístico. Le van realizando distintas. Ahora, lo interesante es que ella dice: “Con esto no sigo los mandatos culturales sobre el cuerpo”. Pero termina imponiéndole al cuerpo sus propios mandatos. Ese
es el punto interesante para pensar.
–En relación al cuerpo y las fiestas electrónicas, ¿se puede vincular la pérdida del yo en Psicología de las masas con el cuerpo en un lugar masivo?
–En las fiestas electrónicas se da una ilusión de mismidad. La música favorece una suerte de identificación grupal y de mismidad con todos los que están en la fiesta. Pero también lo interesante es que es un tipo de adicción donde el sujeto no la reconoce como síntoma.
Lo digo por pacientes que toman cristal, éxtasis en esas fiestas. Esa es otra cuestión: el tema del síntoma en la actualidad. Lleva a una reflexión: los que asisten a esas fiestas tienen un medio social de clase media-alta, aunque no todos. Y como todos lo hacen no se
reconoce el valor sintomático que puede tener esa adicción.
–Si en la era victoriana la represión jugaba un rol clave, ¿cuál es el concepto con el que se puede identificar al cuerpo en esta era?
–Freud caracterizaba su época, como usted dice, en términos de represión. El denunciaba una cultura hipócrita, una cultura que, en nombre de los ideales, rechazaba la sexualidad y la pulsión. Uno puede pensar en relación a esta época qué quedó de esa cultura. Yo creo
que vivimos una época hipócrita. De la misma manera que Freud hablaba de su cultura como una cultura hipócrita porque rechazaba la sexualidad, creo que hay nuevos imperativos. Estos imperativos pesan sobre el cuerpo. Y esta sociedad es también una sociedad
hipócrita, donde lo que impera es lo políticamente correcto. Entonces, ese cuidado en relación a no decir determinadas cuestiones y demás, lo políticamente correcto es también un nombre de la represión.
El objeto-fuera-del-cuerpo
El sujeto se queda sin forma corporal cuando el objeto esta deslocalizado de modo radical y en los agujeros del cuerpo no se produce una extracción.
Lacan presenta el objeto a como un objeto que se desprende del cuerpo, como un pedazo del cuerpo: "si lo que es de más existente en mí se encuentra del lado de afuera, no es tanto porque yo lo tenga proyetado, pero por haber sido cortado de mi los caminos en los
cuales seguiria para su recuperacion y que me ofrecerian una variedad enteramente diferente"[9]. Esa parte cortada del sujeto pasa a tener uma ex-istência[10], encuanto parte que vive afuera. Es una existencia paradójica, una existencia de lo que no hay. Por medio de la
acción de la palabra se produce una relación fundamental con el propio cuerpo que parte de la función de corte que instituye el objeto como resíduo separado, perdido del cuerpo, y son con esos objetos que el sujeto hace existir un cuerpo. El objeto pulsional,
denominado objeto a por Lacan, es siempre un objeto fuera del cuerpo, porque está separado y por eso mismo no tiene consistencia sin que esta sea imaginaria. Es en un agujero abierto por la extracción del objeto, donde toda la economía de goce del sujeto circulará. La
operación de extracción fija el goce y también lo circunscribe y delimita. Cuando esta operación esta obstruída, hay un exceso de excitación sin localización. La tentativa desesperada del sujeto es mantener con el objeto una relacion de re-localización sin pausa para
lograr situarse[11]. Es imposible una perdida, porque si eso ocurre el propio sujeto puede desaparecer.
La paciente tuvo la indicación de que le hicieran el eletrochoque con la intencion terapéutica de eliminar los síntomas de una depresión, refractaria a los medicamentos. Las manifestaciones sintomáticas en ese momento se refieren a una extremada agresividad frente a
los demás y prioritariamente contra ella misma, tales como heridas en la cabeza por golpearse contra la pared, pedazos de carne extraídos con los propios dientes, agresiones hacia personas. En otro momento rechazaba el alimento y no se levantava de la cama. Hacer
que esos episódios que se repetian sin parar hablen es tornar esos actos sin sentido como síntomas y no trastornos, buscando entender esos desórdenes como un modo de funcionamiento psíquico y esa fue la dirección clínica. En este caso, el síntoma no es una formación
del inconsciente y por lo tanto se opone al uso del desciframiento. Tocar el goce autístico del sujeto, tomando en consideración las formas de escritura en el cuerpo del sujeto psicótico fue la orientación.
Nuevos goces - La clínica
Frente a la caída de lo simbólico, la clínica analítica verifica que hoy en muchos sujetos esa brújula no opera. Es lo que produce un exceso de goce y como consecuencia no hay la constituición del cuerpo como superficie de la inscripción significante. Esos cambios
alteran los modos de organización pulsional, con consequência hacia a los cuerpos y pluralizan las formas de hacerse un cuerpo.
En el seminário sobre el sinthome, Lacan piensa el inconsciente desde el punto de vista del goce, y eso produce una inversión clinica, donde el objeto a no es más pensado como elemento de goce que parte del inconsciente.
El real en juego, en este momento hace ruptura con la relación de causa y efecto, dejando de lado ese enlace y agregando un agujero em el saber.
Cuando Lacan se encuentra con la escritura de Joyce, concluye que el goce mantiene un sin sentido en el sinthome.
En este punto es llevado a afirmar que el sinthome no puede ser interpretado más como antes. Un significante remite a otro, en cambio la letra remite a ella misma, y por eso resulta más conveniente para el abordaje del goce. La clasificación de los síntomas para el
psicoanálisis tiene que ver con un cierto arreglo de RSI, arreglo singular, que funciona como nuestra brújula.
La invitación a hablar pone en juego el saber contenido en ese parásito que atraviesa los cuerpos. Esa invitación no implica el uso del uno que habla de manera tradicional, sino incluye el silencio, el rejazo, la actuación y otras manifestaciones. La dimension del
significante aislado del significado se refiere a la letra y la escritura se encuentra en ese nivel.[12] Lo que incide del goce en el cuerpo es una escritura que no esta conectada a la palabra, pues se encuentra desconectada del sentido, hecha de rasgos, marcas y trozos.
La hipótesis de que la paciente no tenia cuerpo és problemática por la forma violenta con que hacía uso de su cuerpo, en una tentativa desesperada de localizar un agujero, haciéndolo.
En ese tipo de manifestación sintomática esta incluído un imposible de decir, no existe un diálogo, porque lo que se presenta es el objeto, que en este caso no descompleta ni se separa. La intervención propia al psicoanálisis es construir maneras de tratar al goce e
implantar algo que pueda ser circunscrito.
A lo largo del tratamiento, la paciente pasa a hacer uso de recursos tales como una sábana que se la ponía enroscada en cuerpo para bañarse, una silla de ruedas para andar, y una gasa para atar las muñecas a fin de evitar que se muerda.
Los objetos ofertados por el otro, utilizados por ella e interpretados por el equipe como síntomas, trozos de objetos-fuera-del-cuerpo, la ayudaram en la construcción de un cuerpo.
En un primer tiempo hacía uso de sus propios deshechos para producir una separación entre su cuerpo y el del otro. Construyó un muro de deshechos frente a la puerta de su cuarto para indicar un límite. Tomar en cuenta esos elementos esenciales en la historia del
sujeto, que se encontraban desarticulados, sin sentido, fue orientador. Ella fue institucionalizada a los 5 años y vive hasta hoy en un hospital psiquiátrico. Es hablada por el Otro como muy agresiva, un monstro. La hipótesis en el caso fue considerar la producción de un
cuerpo como un sinthome, como respuesta singular frente a una imposibilidad. El camino de la repetición sin parar, en el uso de su cuerpo hasta el límite de destruirlo, puso en evidencia la violencia de la pulsion de muerte que marchó hacia a actuar en otro registro, lo
que pues possibilito una tranquilización.
De que forma podríamos llamar a la operación donde hay una circunscripción del goce pero no se localiza la extracción del objeto?
Seria un otro arreglo de goce, sin efectos de significación? El consentimiento del sujeto en deshacerse un poco de ese goce insoportable?
La dimensión de la singularidad en su radicalidad genera nuevos goces, porque es inédito y surge por medio de una invención que ahí no se encontraba. Esa invención tiene la exigencia que uno se arregle con su goce y las exposiciones de los AEs testemonian ese
recorrido haciéndo actual la teoria. Ese camino también se verifica en los sujetos de cuerpos sin rumbo que se estructuran con otra gramática. Deberíamos pues tratar la enunciación que se produce, sosteniendo el dispositivo y una escucha que valore lo que puede surgir.
Es nueva también la posibilidad de nuevos arreglos clínicos que se pueden hacer a titulo de actualizar nuestra clínica para estar a la altura de responder como analistas frente a los nuevos desafios,haciendo producir nuevas lecturas por medio de las brújulas que nos ha
dejado Lacan. Los nuevos usos del cuerpo y de sus objetos de goce y los efectos hacia el cuerpo afetado por ese cambio y como se puede leerlo hoy és ló que esa nueva enseñanza nos puede traer de nuevo.
La escritura de Joyce es el ejemplo donde mismo sin extración se hace un cuerpo por medio de una topologia singular. La escritura, la obra de un artista, es una forma de producir un artifício el cual por presentarse afuera del cuerpo, no se encuentra subtraído sino
acoplado. El objeto afuera del cuerpo es aquel que se integra por médio de una bricolaje.
La invención del sinthome, no tan espléndido como lo que produjo Joyce, puede ser una posibilidad de producir un cuerpo para esa paciente. Escribir un sinthome, como Lacan se refiere en el Seminario 23, no estaría referido a arreglárselas con lo que viene de un lugar
diferente del significante?
Este desarrollo se aproxima de la letra, que ressuena por las palabras y corta los efectos de sentido, escapando del desciframiento del inconsciente.
Podríamos pues pensar la escritura del sinthome como un objeto afuera del cuerpo, en un intento de escribir lo simbólico sin la extracción del objeto?
Lo que operó sin ser por la via de la extración, pero possibilito una estabilización se puede considerar encuanto nueva modalidad de goce. Esa dirección clínica es una apuesta para el tratamiento de goce en sujetos que no inventaron una obra pero que encuentran alguna
otra possibilidad. Para esas pequeñas invenciones, que se sirven de trozos de objeto, podriamos llamarlas sinthome?
Notas
Este desarollo es producto de un cartel hecho por: Ana Beatriz Zimmerman, Adriana LaPenã,Bruna Gauraná,Maria A. Tavares,Natasha Berdishvesky.Paula Legey,y encuanto mas-uno Paula Borsoi
Miller,JA, "Biologia Lacaniana" in Revista Opção lacaniana 41, Edições Eolia, São Paulo , 2004, p.18
Lacan,J ,"O lugar da Psicanálise na Medicina"in Revista Opção Lacaniana 32, Edições Eolia, São Paulo, 2001, p.12
Miller,J A, "Biologia Lacaniana"in Revista Opção Lacaniana 41, Edições Eolia, São Paulo ,2004
Lacan J , "Meu Ensino", Jorge Zahar Editor, Rio de janeiro, 2006, p 41
Idem ,p 42
Lacan, J "O Seminário 20, Mais Ainda, Jorge Zahar Editor, Rio de Janeiro ,1980, p 11
Se trata de un "Centro de Atención Psicosocial" . Lo que viene a ser un servicio público del municipio de Rio de Janeiro en Brasil, destinado al tratamiento en salud mental, y donde ocupo la función de supervisora clínico-institucional.
Lacan, J - O seminário Livro 10 ,"A Angústia "Jorge Zahar Editor, Rio de janeiro, 2005,p 246
Miller,JA , "A Ex-istência "in Revista Internacional de Psicanálise Opção Lacaniana 33, Edições Eolia , São Paulo, 2002,p10
Laurent,E "Reflexões sobre o Autismo" in A Sociedade do Sintoma, ContraCapa Editora, Rio de janeiro, 2007
Miller, J A "Peças Avulsas" aula de 1/12/2004 in Revista Opção Lacaniana 45, Edições Eolia,São Paulo, 2006, p14
«Traumas», «efectos traumáticos», «prevención del trauma», «estrés post-traumático» (DSM)… La explicación del trauma se pierde en la generalización de su definición y en sus modos de tratamiento.
¿Cómo negar el trauma en este tiempo que nos toca vivir con la irrupción de la pandemia del Covid19? Como analistas es urgente intervenir haciendo valer la política y la ética que nos competen para responder al uso de este concepto en el Otro social, en el Otro
sanitario o en el Otro político.
El término “trauma” está desde el comienzo vinculado a la historia del psicoanálisis. Acontecimientos similares a esta pandemia que se vivieron en el cambio del siglo XIX al XX fueron los que sirvieron a Freud para proseguir con su investigación sobre el trauma, que
ya había iniciado tiempo antes en relación con su origen sexual.
El trauma para el psicoanálisis es el nombre del encuentro con un real que irrumpe de manera inesperada. Es signo, es marca, es herida provocada por una lesión inevitable en el hablanteser: «Porque el cuerpo, si lo tomamos en serio, es el primero que puede llevar la
marca propia que lo ordena en una serie de significantes»1.
Así, las marcas del trauma han de hacerse valer como soporte de la relación del sujeto con el cuerpo, que las lleva pese al hecho de sustraerse a ellas. Dichas marcas, algunas veces, señalan un antes y un después en la vida de cada cual, porque quedarán inscritas para
siempre. Por esta razón, durante un análisis se convoca al sujeto a explorar las marcas a través de diferentes acontecimientos de la vida que podrían devenir en traumáticos o no. Y es que el efecto traumático se produce en la medida en que el acontecimiento actual toca
un real que es anterior.
La lectura y el tratamiento del trauma que hace el psicoanálisis de orientación lacaniana difiere por tanto de otras prácticas que encontramos en el discurso común y que pretenden eliminar, anestesiar, olvidar, prevenir, controlar, etcétera. Para el psicoanálisis, las marcas
del trauma tienen un valor inaugural y están relacionadas con la existencia.
Para Freud, el trauma remite a una primera experiencia de excitación sexual, enigmática, que queda reprimida y que en un segundo tiempo podría ser simbolizada. Sin embargo, tanto en Freud como en Lacan, el goce de un sujeto está siempre ligado a un primer
acontecimiento con valor traumático2.
Pero ¿cuál es el estatus del trauma? ¿De esa «herida sexual», puesto que eso es lo que significa trauma? 3 La línea clásica en el psicoanálisis consiste en buscar la herida antigua dentro del orden de lo que ya ocurrió. El enfoque de Lacan -que remite a Freud- hacia el
final de su enseñanza radica en tratar el trauma como un trouma, neologismo que unifica trauma y agujero. La última versión del trauma sexual es, según Lacan, que «no hay relación sexual». Este axioma dice que en cualquier caso siempre hay un punto traumático y
que la dimensión de la sexualidad del sujeto avanza «a tumbos»4.
Cuando Lacan consideraba el inconsciente estructurado como un lenguaje ponía de relieve la mordedura del significante sobre el viviente, un primer efecto de castración entendido como traumático. Con el concepto de rasgo Unario “einziger zug” como soporte de la
identificación primordial, Lacan hará de la relación del sujeto con el significante su marca fundamental. Más adelante, se producirá un viraje en su enseñanza con respecto a diferentes conceptos: del sujeto al parlêtre, del lenguaje a la lalangue, y formulará además el
axioma antes mencionado, «no hay relación sexual», brindando así la fórmula sincrónica del trauma5.
La inmersión del parlêtre en la lalangue, la percusión de la lalangue en el cuerpo, hunde ahí sus raíces del unosolo, que es significante, marca, trazo, corte6, y produce con ello un acontecimiento de cuerpo que corresponde al orden del traumatismo, del choque, de la
contingencia, del puro azar7. En el nuevo paradigma clínico nodal que inaugura el último período de la enseñanza de Lacan, el trauma y sus marcas son ese anudamiento entre lenguaje y cuerpo, a diferencia del trauma considerado desde el discurso común, que remite a
un hecho supuestamente traumático para todos.
Así, frente a los diferentes acontecimientos de la vida, el psicoanálisis ofrece explorar las marcas de cada cual y sus destinos, su troumatisme 8, es decir, aquello que hizo agujero ahí donde el sujeto no ha encontrado las palabras, y lo que cada uno pudo inventar con
esas marcas.
Ejes temáticos:
El trauma y sus escrituras.
Los traumas sexuales infantiles.
Los amores traumáticos.
El trauma y el arte, la literatura, el cine, etc.
El tratamiento psicoanalítico del trauma.
Comisión científica:
Lucía D´Angelo, Blanca Fernández, Eugenia Insúa, Silvia Nieto y Ruth Pinkasz.
Notas:
Lacan J., “Radiofonía” en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 432.
Miller, J.A., “El estatuto de lo real”, revista Freudiana nº 63, Barcelona, 2011, p. 28.
Miller, J.A., “Causa y consentimiento”, Los cursos psicoanalíticos de J.A. Miller, Paidós, Buenos Aires, 2019, p. 138 y sgtes.
Miller, J.A., “Causa y consentimiento”, op. cit., p. 139.
Miller, J.A., “Causa y consentimiento", op. cit., p. 138.
Lacan, J., El Sinthome, S. XXIII, El Seminario, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 209.
Miller, J.A., Curso de orientación lacaniana L´Un tout seul, clase 3, 2 febrero 2011. Inédito.
Lacan, J., Seminario XXI Los no incautos yerran, clase 8, 19 febrero 1974. Inédito.
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