Crecer en el siglo XXI
por Dra. Graciela Kait
[email protected]
Trabajo presentado en las Jornadas Rosarinas de Salud
Mental “Prácticas en el campo de la salud mental”
organizados por el Colegio de Psicólogos y la Facultad de
Psicología de la UNR el 12 y 13 de junio de 2009.
Pensar la actualidad de la práctica psicoanalítica con niños y adolescentes, tal como
lo propone el título de esta plenaria[1], presupone una diferencia. La misma pasa por
interrogar qué de lo contemporáneo tiene tal incidencia que ha hecho surgir en la práctica
misma, algo novedoso, diverso.
El mundo humano no está, para cada ser que habla, dado de antemano. Por el
contrario, es el que se genera a partir del anudamiento real, simbólico, imaginario en tanto
que éstas son las tres dimensiones propias de lo humano. Este cruce RSI, puede ser relevado
en Freud cuando en Introducción del narcisismo[2] parte del autoerotismo para plantear
que una unidad comparable al yo no existe desde el comienzo y que dicha unidad requiere
de un nuevo acto psíquico que incluye una identificación. Lacan nombró a ese nuevo acto:
estadio del espejo que ajustó a medida que su enseñanza se ajustaba a lo real.
El dispositivo óptico muestra en la tópica de lo imaginario[3], cómo se genera
mundo, cómo el espacio humano se levanta a partir del cruce de los registros en el que
intervienen la mirada y la voz conformando: al espacio mismo, al cuerpo, a la realidad, al
semejante. Si la imagen unifica implica que antes no había ni Uno de la unidad imaginaria,
ni cuerpo, ni espacio con diferentes planos, ni alteridad. Es por esto que Lacan entiende que
el niño esta hecho para aprender algo, es decir, para que el nudo se haga[4] y del fracaso en
esta hechura dan cuenta, por ejemplo, los autistas en los que se constata ausencia de forma
humana por ausencia de efectuación de las operaciones que generan estructura.
Lo autoerótico, la mirada, la voz, objetos de la pulsión, revelan que lo libidinal está
en juego en esta dialéctica a tal punto, que la forma del cuerpo no es sin sus orificios -zonas
erógenas representadas por el borde del florero- ni sin los objetos que pasan por esos
orificios, -figurados en las flores que entran y salen del agujero.
Hablar de lo libidinal nos conduce a la deriva del factor económico que Freud llamó
pulsión, deriva del goce que nos evoca el Drang en su empuje constante que no tiene, a
diferencia del instinto, ni día ni noche, ni primavera ni otoño[5].
En Análisis terminable e interminable[6], el testamento de Freud dirá Lacan, éste se
disculpa en varias oportunidades por haber descuidado dicho factor a favor del tópico y del
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dinámico. Se pregunta allí por los obstáculos que durante el tratamiento se presentan en el
camino a la cura destacando el factor traumático, la intensidad de la pulsión y la alteración
del yo como consecuencia de la defensa contra lo pulsional que es la represión.
El factor traumático y la intensidad de la pulsión, dos caras de una misma moneda,
patentizan la irrupción de goce que en el cuerpo se hace sentir por un aumento de tensión
que produce malestar; displacer que nos lleva a ubicar a la pulsión operando desde un más
allá del principio del placer que desestabiliza. Así, la pulsión sella el cuerpo a lo sensible, a
la sensibilidad que afecta prestándose el cuerpo y sus orificios para el goce autoerótico,
goce de la pulsión parcial asexuado que hace posible para lo humano, salir del binarismo
cartesiano, el de la sustancia extensa -el cuerpo- y el de la sustancia pensante -la mente-
para introducir con Lacan la sustancia gozante[7].
Dicha sustancia es la que participa de lo que Freud llamó placer de órgano, la boca
que se besa a sí misma como modelo autoerótico de la pulsión, el hacerse de la pulsión.
Entonces, por la irrupción de goce en la contingencia, el camino del pathos, es
decir, del sufrimiento humano se abre con el trauma y su afecto concomitante: la angustia y
su señal, para continuar en la defensa contra lo pulsional: la represión que desemboca en el
síntoma que como satisfacción sustitutiva, implica la modalidad de goce elegida que se
plasma en el fantasma -y decimos modalidad de goce en tanto que la satisfacción es la meta
de la pulsión, fin que hace que toda pulsión parcial sea en el más allá, pulsión de muerte.
Por lo tanto, la formación del síntoma -y en esto seguimos a Freud en Inhibición, síntoma y
angustia[8]- responde a la necesidad de escapar de la angustia que genera el peligro
pulsional y entonces, la angustia acecha en el trasfondo del síntoma.
También, en Análisis terminable…, Freud precisa este camino del trauma al síntoma
diciendo que la defensa contra lo pulsional es una decisión inadecuada tempranamente
tomada, responsabilizando así a cada quien de aquello de lo que padece en un arreglo
sintomático con la pulsión que dejó en el umbral otro modo de hacer con eso. Una decisión
inadecuada tempranamente tomada, quiere decir que el niño es responsable de su neurosis
infantil y por lo tanto, el goce entendido como la relación que el ser hablante tiene con su
cuerpo, lo interroga desde siempre. La “solución” sintomática durará mientras no se
precipite algo que haga vacilar la pantalla del fantasma abriendo así, las esclusas a lo real
pulsional que irrumpirá desencadenando angustia en tanto que afecto de lo real.
Ahora bien, ¿cómo precisar aún más al trauma?, el trauma es el que se produce en el
encuentro del hombre con el lenguaje dado que allí hay una irreductible verdad, a saber: no
hay relación sexual que no quiere decir que no hay encuentros entre los sexos sino que hay
un real, un agujero inherente al lenguaje que lo simbólico no podrá cifrar y entonces, no
hay relación entre lo simbólico y la real. Este real inherente al lenguaje trae como
consecuencia la fuga del sentido y la pérdida del referente, fuga del sentido develada por
Freud hace más de un siglo en términos del ombligo del sueño y pérdida del referente dicha
en términos del objeto perdido, lo que no hay, hueco al que la pulsión parcial con su
gramática le da vueltas en su circuito.
Justamente, si no hay relación entre lo simbólico y lo real, es lo imaginario como
soporte de imagen lo que se agrega para que se produzca esa reunión -tal como lo
describimos sirviéndonos de la tópica de lo imaginario.
La latencia deja al cuerpo estabilizado en un primer arreglo entre los goces, es decir,
estabilidad que da cuentas de cómo el niño se las ha arreglado hasta el momento con lo que
no hay. De lo ajustado o no de ese arreglo, del objeto implicado en la fijeza pulsional en
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función de la pareja parental, dependerá la conformación del síntoma y es inherente a la
experiencia analítica abrirle, se tenga la edad que se tenga, nuevos caminos a la pulsión.
Freud no se sirvió de la palabra adolescencia para nombrar ese momento de cambios
hormonales sino que se refirió a la pubertad, a su metamorfosis. Pubertad viene de pubis
que quiere decir vello viril y adolescencia es un término de la psicología evolutiva, de la
sociología, que viene del verbo latino adolecére que significa crecer, de allí que
adolescente, es el que está creciendo.
Entonces, la pubertad es el nombre de esa desestabilización del cuerpo que se
produce por la irrupción de goce fálico, irrupción que afecta la consistencia del cuerpo,
momento de inflexión que requiere de una nueva respuesta a lo que no hay, requiere un
nuevo anudamiento RSI. Dice Freud en Tres ensayos…[9]
Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida
sexual infantil a su conformación normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces
predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto sexual. Hasta ese momento actuaba
partiendo de pulsiones y zonas erógenas singulares que, independientemente unas de
otras, buscaban un cierto placer en calidad de única meta sexual. Ahora es dada una
nueva meta sexual (…) Puesto que la nueva meta sexual asigna a los dos sexos funciones
muy diferentes, su desarrollo sexual se separa mucho en lo sucesivo (…) La normalidad de
la vida sexual es garantizada únicamente por la exacta coincidencia de las dos corrientes
dirigidas al objeto y a la meta sexuales: la tierna y la sensual. La primera de ellas reúne
en sí lo que resta del temprano florecimiento infantil de la sexualidad. Es como la
perforación de un túnel desde sus dos extremos.[10]
Freud subraya, entonces, que la pubertad introduce cambios que llevan de la pulsión
que era autoerótica a la elección de objeto en la exogamia y que en este trayecto que es
pensado con la metáfora del túnel perforado desde sus dos extermos -la infancia y la
adultez- cobra plena vigencia la diferencia de los sexos.
La pulsión sexual (…) se vuelve, por así decir, altruista. Para que esta
trasmudación se logre con éxito, es preciso contar con (…) todas las peculiaridades de las
pulsiones.[11]
Es decir, que la pubertad introduce la necesidad de un nuevo arreglo entre los goces
que desembocará en la posición sexuada, femenina o masculina. Así, dicha posición es un
punto de llegada, un punto a alcanzar que tal como el mundo humano, no está dada de
antemano, implica una elección de la que resulta la sexuación. Pasaje de lo puramente
autoerótico asexuado a un régimen de goce que incluye pasar por el cuerpo del otro, por la
elección de objeto para alcanzar placer.
Entonces, la llamada adolescencia es un momento paradigmático de confrontación
con lo traumático que como dijimos, demanda una nueva respuesta para lo que no hay,
dado que lo que no hay quiere decir además, que no hay nada preparado en el cuerpo del
otro que garantice nuestra satisfacción y por lo tanto, que el goce sexual como tal está
perdido y es a lo que se llama castración. Así, lo que viene a suplir al goce sexual perdido
es el goce fálico y cómo cada ser hablante se relaciona con él es la elección que desemboca
en la sexuación. Por otra parte, que no hay relación sexual dice también, que no hay saber
sobre lo que es ser hombre o mujer.
El real pulsional que irrumpe introduciendo importantes cambios corporales y por
lo tanto, cambios en la imagen del cuerpo que desestabilizan porque no hay un saber qué
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hacer con eso. Lacan se detuvo un par de veces en su enseñanza en la novela de Longo
Dafnis y Cloe que cuenta la historia de dos pastores que crecieron juntos hasta la pubertad
época en la que el cuerpo se les invade de goce fálico descubriendo sus sensaciones y en
definitiva, sus deseos sin saber qué hacer con ello hasta que un anciano les da explicaciones
y que una mujer inicia a Dafnis. Entendemos que lo que Lacan quiere destacar allí, es cómo
ese saber viene del Otro y cómo en la pubertad es necesario que ese nuevo goce, ese real
pulsional, se anude a lo simbólico para hacerse un cuerpo sexuado femenino o masculino.
Conjuntamente con la sexuación, se presenta en este momento de pasaje la cuestión
de la nominación, de hacerse un nombre a partir de la elección de una carrera u ocupación,
es decir, se plantea también, otro arreglo con lo pulsional y su destino en tanto que
sublimación que es la operación opuesta a la fijeza pulsional y a su repetición fantasmática.
La adolescencia es entonces, el nombre de un momento crucial en la vida, momento de
elecciones que marcarán un rumbo o un sin rumbo.
Para retomar nuestro inicio respecto de qué de lo contemporáneo introdujo
particularidades nuevas en la práctica con niños y adolescentes, diremos que a nuestro
entender, se trata de un extremarse de lo moderno, de lo moderno llevado hasta sus últimas
consecuencias.
Las características de nuestra actual modernidad tardía responden a una lógica que
arranca en el Siglo XVII; sus pilares fundamentales fueron el advenimiento de la ciencia
moderna, la Ilustración y su manifestación política: la Revoluciuón Francesa y el modo de
producción capitalista, pilares que han traído consecuencias para lo humano hasta nuestros
días, ¿cuáles son hoy en nuestro mundo globalizado dichas consecuencias?
La cartesiana ciencia moderna introduce en la historia del pensamiento un sujeto
que piensa, sujeto del cogito, el de la certeza en la razón conciente que puede ser
cualquiera. Pero, en el mismo acto que lo introduce lo forcluye, es decir, rechaza su
singularidad en nombre de leyes universales condenando al ser que habla al lenguaje
objetivado instaurando una forma fundamental y única de acceso al saber. La Ilustración se
caracterizó por su optimismo en el poder de la razón contando con un método de
pensamiento científico que colocaba al hombre como ser racional en un lugar privilegiado,
optimismo del que se desprendía una idea de progreso para la humanidad.
Así, la Ilustración fue el motor intelectual que desembocó en la Revolución
Francesa que introdujo cambios económicos y nuevos ideales para la humanidad: libertad,
igualdad, fraternidad que auspiciaban más aún un porvenir de progreso para todos los
hombres.
El capitalismo es el modo de producción económica basado en la acumulación de un
excedente. Si para Marx, el capital no tiene fronteras, el mundo entero es un mercado
global y de esta manera el imperialismo, a partir de la Segunda Guerra Mundial, viró a la
forma actual del capitalismo tardío que es la globalización en la que todas las economías
participan del mismo mercado. Lacan entiende que el capitalismo forcluye la castración, es
decir, las cosas del amor; por su propia lógica interna promueve un empuje incesante al
consumo de mercancías, gadget tecnológico, objetos de todo tipo, incluidos seres humanos,
o sea, empuja a la adicción al consumo. Que el capitalismo forcluye las cosas del amor[12]
quiere decir que rechaza la castración entendida como pérdida de goce, como no hay. La
voracidad capitalista, se chupa el deseo humano, esa diferencia entre lo buscado y lo
encontrado y al promover el encuentro con el objeto desregula la pulsión promoviendo un
más y más en una impulsividad desenfrenada, excesos de los que nuestros adolescentes son
protagonistas privilegiados.
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También, el capitalismo y por lo antedicho, al forcluir la pérdida y propiciar el
retorno del goce al cuerpo, rompe el lazo social y lo mercantiliza. Además y tal como lo
plantea Lacan[13], ha hecho surgir una forma de poder nuevo, el poder liberal, un poder
más abusivo que políticamente hablando ha dado lugar a lo que Foucault[14] y otros han
llamado biopolítica, forma de ejercer la política que incluye a los cuerpos en sus cálculos,
forma funcional al capitalismo que según sus intereses económicos decide sobre la vida y la
muerte humana en el planeta.
Por último, agregaremos para caracterizar a nuestra actualidad, lo que en el campo
de la filosofía introdujo Nietzsche a finales del siglo XIX, el nihilismo como desenlace
lógico de la metafísica condensado en la frase: Dios ha muerto, frase que implica el
derrumbe de todos los valores superiores, la caída de los ideales supremos de Occidente
-los del Iluminismo, los de la Revolución Francesa , los del cristianismo, los de la
ontología- y entonces: todo es nada. Este derrumbe, entiende Heidegger[15], es el destino
de la metafísica en tanto que autoconciencia de sí.
Entonces, crecer en la hipermodernidad -para utilizar el término acuñado por G.
Lipovetsky[16]-, hacerse un cuerpo sexuado masculino o femenino que haga posible el
régimen del encuentro en el amor -dar lo que no se tiene y por lo tanto lo que reúne es lo
que no hay; hacerse un nombre propio singular, no prestar el cuerpo y la vida a la pulsión
de muerte, no es un camino sencillo cuando los discursos dominantes empujan al
aislamiento autoerótico. Así, nos sorprendió en nuestra práctica el estallido de anorexias,
bulimias, toxicomanías, angustia panicosa y otras impulsividades como la violencia y la
desvergüenza de nuestros jóvenes en la que la exhibición de los cuerpos da cuenta de que el
pudor como velo misterioso ha dejado de funcionar, la ficción se desvanece en la sociedad
del espectáculo -para no olvidar a G. Debord[17]- deificando a la imagen como mercancía
y entonces, el reality show es una consecuencia más.
A propósito de este derrumbe del decir que no que regula el goce, Lacan ya escribía
en el año 1938 en su texto La familia[18]:
Un gran número de efectos psicológicos, sin embargo, se origina, en nuestra
opinión, en una declinación social de la imago paterna. Declinación condicionada por (…)
efectos extremos del progreso social, declinación que se observa principalmente en la
actualidad en las colectividades más afectadas por estos efectos: concentración
económica, catástrofes políticas.
(…) Cualquiera que sea el futuro, esta declinación constituye una crisis
psicológica. Quizás la aparición misma del psicoanálisis debe relacionarse con esta crisis.
[19]
Entonces, declinación de la función del padre por efectos extremos del progreso
social, por la concentración económica -el capitalismo-, por las catástrofes políticas -la
biopolítica-, declinación que constituye una crisis y que quizás la aparición misma del
psicoanálisis deba relacionarse con ella. Sin duda que todos estos cambios económicos y
políticos han traído consecuencias para la estructura familiar que ya no es patriarcal y en
los últimos años hemos visto surgir nuevos nombres en relación a la familia como el de la
familia monoparental o el de las familias ensambladas.
Hay una solidaridad entre la decandencia de la función del padre y lo que Lacan
llamó en el año 1967 el niño generalizado, concepción que toma de un libro de A. Malraux
en la que éste afirma que ha llegado a creer en el ocaso de su vida, que no hay personas
mayores.
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El niño generalizado es el ser hablante tomado como un objeto y entonces,
desresponsabilizado y esto está a la orden del día. Lacan considera que esto tiene como
consecuencia la segregación, como consecuencia del progreso de la ciencia que ha puesto
en cuestión todas las estructuras sociales:
El factor del que se trata es el problema más candente en nuestra época, en la
medida en que es la primera que ha de sentir en sí misma que, a causa del progreso de la
ciencia se hayan puesto en cuestión todas las estructuras sociales. Aquello con lo que,
(…)tendremos que tener trato, una y otra vez, y siempre más acuciante, es: la segregación.
[20]
Entonces, el niño generalizado señala la entrada de …un inmenso gentío en el
camino de la segregación[21], dado que el ser hablante entra como objeto en el mercado.
El niño generalizado es el lugar del $ en el discurso capitalista, todos consumidores
de las mismas mercancías, un mismo plus de gozar, no hay agujero ni diferencia.
Ese momento de crecimiento y de toma de decisiones que es la adolescencia, puede
verse problematizado al punto en el que el suicidio aparece como forma extrema de rechazo
a responsabilizarse de la propia vida, tal como se lee en la obra Despertar de primavera[22]
de Wedekind comentada por Lacan en El despertar de primavera[23]. Se trata de una obra
de teatro que data de 1891, el autor es un dramaturgo y periodista alemán que vivió entre
1864 y 1918. La obra da cuenta de muchas de las preguntas y angustias que se suscitan en
la adolescencia y de cómo éstas son tratadas entre ellos.
Trata particularmente de la relación entre dos jóvenes, Mauricio y Melchor.
Mauricio joven irresponsable en sus tareas escolares, conversando con su amigo Melchor
pregunta si ya ha sentido excitaciones sexuales. Melchor lo invita a su casa para explicarle
algunas tareas y luego hablar tranquilos sobre los misterios de la generación. Mauricio dice
no poder hablar con tranquilidad de estos temas, le pide a su amigo que se lo escriba y que
se lo ponga entres sus cosas para que lo encuentre por casualidad a lo que Melchor le
responde: Eres como una señorita![24], es decir, le dice que no es capaz de hablar del tema
como un hombre. En otra escena, Mauricio entra a la sala de profesores a escondidas y se
entera de que ha aprobado un examen lo que lo tranquiliza, afirmando que de no haber sido
así se hubiera pegado un tiro; más adelante, rechaza el encuentro con una joven mujer que
se le ofrece y se suicida pegándose un tiro en la cabeza.
Las autoridades del colegio deciden la expulsión de Melchor -a pesar de ser un
alumno brillante- porque entre las pertenencias de Mauricio encontraron su escrito sobre
cuestiones de sexo. Su padre decide mandarlo a un reformatorio, considera que su hijo debe
entrar en una férrea disciplina para sentir todo el peso de la ley sobre él.
En la escena final, Melchor escapando del correccional atraviesa un cementerio.
Allí, dice estar al borde del abismo, todo se desmorona, quisiera tener el valor de matarse.
Se le aparece Mauricio con la cabeza bajo su brazo y le habla, le explica que los muertos
vagan. Melchor le confiesa sentirse excluido, sin ambiciones nobles, la criatura más
despreciable del mundo, momento en el que se presenta en la escena el caballero
enmascarado quien le dice: Estas temblando de hambre! No eres capaz de juzgar[25] y lo
invita a confiar en él y en su porvenir; Mauricio desconfía, el enmascarado insiste que le
mostrará el mundo, que lo guiará y que no hay otra elección.
Finalmente aparece en la vida de Melchor un hombre que lo guiará, que le mostrará
el camino. Mauricio, entonces, es el joven que rehúsa hacerse hombre, a crecer. Es alguien
que no quiere hacerse responsable de lo que le toca, confrontar con su propio goce, su
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sexuación y por eso rechaza: las conversaciones sobre el sexo, el encuentro con la mujer -el
miedoso de siempre como le dice Melchor en el cementerio-, rechaza también sus
responsabilidades en el estudio y pierde el rumbo -cosa que está dicha en la obra: se
convierte en un muerto sin cabeza que vaga.
Por su parte, Lacan comienza su comentario de la obra titulado El despertar de
primavera diciendo que este dramaturgo trata de …qué es para los muchachos hacer el
amor con las muchachas marcando que no pensarían en ello sin el despertar de sus sueños
(…) hay una relación del sentido al goce[26].
Es decir que en la pubertad se produce un despertar de los sueños y que quizás la
latencia no era más que eso, un dormir en una cierta estabilización que procuró el fantasma.
El renacer de lo pulsional despierta y dado que no se sabe, no hay saber sobre lo que es ser
hombre o mujer, pensar en ello, pensar en hacer el amor es una manera de procurarse el
saber que no se tiene y eso es encontrarle un sentido. El despertar a lo traumático -lo real
sexual-, impone un nuevo anudamiento RSI para encontrar respuestas y a eso es a lo que
Lacan se refiere cuando dice que haya una relación del sentido al goce que incluya al
cuerpo.
También, asevera que Wedekind anticipa a Freud y que Mauricio se exceptúa -es lo
que decíamos recién en relación a que rechaza hacerse hombre-, y porque se exceptúa su
amigo lo trata de señorita y tiene mucha razón afirma Lacan: Queda el hecho de que un
hombre se hace[27] y al hacerlo se incluye como hombre entre los hombres. En cambio
Mauricio, al rechazarlo, …se excluye en el más allá[28] y allí se cuenta entre los muertos y
no entre los vivos.
El caballero enmascarado dice, sirve para que Melchor no pierda la cabeza, para
resituársela …entre los Nombres del Padre existe el del Hombre enmascarado[29]; Lacan,
en su ajuste a la función del padre en el psicoanálisis multiplicó los Nombres del Padre, es
decir, no existe uno único y universal para todos, Nombres del Padre existen múltiples y
cada uno tiene que inventarse lo que le funcione como un decir que no respecto de lo que
no hay. El hombre enmascarado es el que dice no al goce, el que puede entusiasmar
respecto de la vida.
Pero aquí también, cuenta la decisión de cada ser hablante, si da su consentimiento
al no, a inventarse un Nombre del Padre que le haga del mundo un espacio habitable o si
insistirá en el rechazo, en exceptuarse.
Entonces y retomando para finalizar esos párrafos de La familia, diremos que si
quizás el psicoanálisis aparece como discurso en el mundo a partir de la declinación de la
función del padre que la ciencia y el capitalismo han generado, nuestra función sea la de
ofrecer el dispositivo analítico para que aquellos jóvenes que estén dispuestos a ese viaje
que es un psicoanálisis donde el cuerpo pulsional se pacifica, puedan usar sus recursos para
hacerse grandes con su singularidad, con su diferencia, para que cada uno encuentre su
caballero enmascarado y así, su espacio de ser hablante.
Graciela Kait
[1] Presentado en las Jornadas Rosarinas de Salud Mental “Prácticas en el campo de la salud mental”
organizados por el Colegio de Psicólogos y la Facultad de Psicología de la UNR el 12 y 13 de junio de 2009.
7
[2] Freud, S.: “Introducción del Narcisismo” en O. C.
[3] Lacan, J.: Seminario 1 Los escritos técnicos…
[4] Lacan, J.: Seminario 21 Los no incautos yerran.
[5] Lacan, J.: Seminario 11 Los cuatro conceptos…
[6] Freud, S.: “Análisis terminable e interminable” en O. C.
[7] Lacan, J.: Seminario 20 Aun.
[8] Freud, S.: “Inhibición, síntoma y angustia” en O. C.
[9] Freud, S.: “Tres ensayos…” en O. C.
[10] Op. cit., pág. 1216.
[11] Op. ct. pág. 1216
[12] Lacan, J.: Charlas El saber del psicoanalista.
[13] El capitalismo ha cambiado enteramente los hábitos del poder. Ellos han quizá, llegado a ser más
abusivos, pero, en fin, son cambiados. El capitalismo ha introducido algo que uno no había visto jamás: lo
que se llama el poder liberal. Seminario 16 De un Otro al otro, clase del 19-3-69.
[14] Foucault, M.: Nacimiento de la biopolítica y La voluntad de saber a los que se agregan los trabajos de G.
Agamben y R. Espósito sobre el tema.
[15] Heidegger, M.: “La frase de Nietzsche “Dios ha muerto”” en Caminos de bosque.
[16] Lipovetsky, G.: Los tiempos hipermodernos.
[17] Debord, G.: La sociedad del espectáculo.
[18] Lacan, J.: La familia.
[19] Op. cit., pág.112/113.
[20] Lacan, J.: Discurso de clausura de las jornadas sobre las psicosis en el niño; pág. 6/7.
[21] Op. cit.; pág. 13
[22] Wedekind, F.: Despertar de primavera. Ed. Quetzal.
[23] Lacan, J.: “El despertar de primavera” en Intervenciones y textos 2.
[24] Op. cit.; pág. 18.
[25] Op. cit.; pág. 77.
[26] Op. cit.; pág. 109.
[27] Op. cit.; pág. 111.
[28] Op. cit.; pág. 111.
[29] Op. cit.; pág. 112.