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Capítulo 4 El Mensaje Bíblico XXX

Este capítulo argumenta que los sermones deben basarse en un mensaje bíblico para ser eficaces. Explica que el texto bíblico es fundamental para proporcionar el tema del sermón y debe ser una unidad completa de pensamiento. También destaca que tener un texto bíblico para cada sermón ayuda a captar la atención de la congregación y a interpretar correctamente la Biblia.

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Capítulo 4 El Mensaje Bíblico XXX

Este capítulo argumenta que los sermones deben basarse en un mensaje bíblico para ser eficaces. Explica que el texto bíblico es fundamental para proporcionar el tema del sermón y debe ser una unidad completa de pensamiento. También destaca que tener un texto bíblico para cada sermón ayuda a captar la atención de la congregación y a interpretar correctamente la Biblia.

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CAPÍTULO 4.

EL SERMÓN EFICAZ DEMANDA UN MENSAJE BÍBLICO

Ya hemos definido el sermón eficaz como “aquel que logra su propósito”.f223 En

el capítulo que precede indicamos cuáles son los propósitos generales de que la

predicación cristiana se debe ocupar. Vimos que en el sentido más amplio

posible estos seis propósitos puedes ser reducidos a dos: el de ganar a los

perdidos para Cristo, y el de ayudar a los creyentes a crecer en el Señor.

Cuando el apóstol Pedro escribió acerca de la experiencia inicial de la vida

cristiana, la describió así: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de

incorruptible, por la palabra de Dios, que vive y permanece para siempre”.f224

Y cuando el apóstol Pablo quiso hacer hincapié sobre el desarrollo de la vida

espiritual de los discípulos, dijo: “Toda Escritura es inspirada divinamente y útil

para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el

hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruído para toda buena obra”.f225

Estos dos pasajes afirman de la manera más categórica que tanto la

evangelización de los inconversos como la edificación de los cristianos depende

en gran parte de la instrumentalidad de la Palabra de Dios. De ahí la tesis de

este capítulo presente, a saber: que el sermón eficaz demanda un mensaje

bíblico.

Un competente escritor contemporáneo ha hecho hincapié sobre esta verdad

de la siguiente manera:

Somos testigos en nuestros días de una nueva insistencia en que la

predicación debe ser bíblica. Nada caracteriza mejor las discusiones

contemporáneas de la predicación que este énfasis. El mensaje del

predicador debe ser derivado, no de los sucesos del día, ni de la

literatura contemporánea, ni de las tendencias populares de una u otra

clase; ni tampoco de filósofos, estadistas y poetas; ni siquiera, en último

caso, de las experiencias y reflexiones del propio predicador, sino de

las Escrituras. Por supuesto que no hay nada en todo esto que sea

realmente nuevo. El hecho de que sea necesario decirlo nuevamente y

con énfasis sólo significa que la predicación se ha apartado en este


respecto de su propia tradición. Lo que se está afirmando hoy en día

con tanto vigor es lo mismo que otros días se daba por sentado. La

predicación en los primeros siglos, así como en todos los periodos más

vitales y productivos en la historia de la iglesia, fue siempre una

predicación bíblica.f226

En otras palabras, la predicación, para que sea eficaz, ha menester de un

mensaje bíblico. ¿Qué, pues es lo que entendemos por un mensaje bíblico?

Creo que puede ser definido como sigue: Un mensaje bíblico es aquél que

está basado en la recta interpretación de un texto de la Biblia, tomando

del texto su tema, desarrollando el tema en conformidad con la enseñanza

general de las Escrituras, y aplicándolo a las necesidades actuales de los

oyentes. Se verá desde luego que esta definición hace que el concepto de un

mensaje bíblico gire en torno a dos consideraciones: el texto y el tema. A estos

dos puntos dedicaremos el presente capítulo.

1. EL TEXTO DEL MENSAJE BÍBLICO

(1) La función del texto. Podemos definir el texto como aquel pasaje de las

Escrituras, sea breve o extenso, del cual el predicador deriva el tema de su

sermón. De esta definición se desprende que el texto desempeña una función

indispensable, a saber: la de proporcionar el tema del sermón. Veremos en

párrafos subsiguientes algo acerca de las maneras en que el tema es derivado

del texto, pero aquí queremos dejar bien asentado el hecho de tal derivación. El

texto es la raíz del tema.

a. La función que el texto desempeña establece la necesidad absoluta de que

cada sermón tenga su texto. No es una cuestión de la forma de la predicación,

sino de la esencia misma. Si alguna vez el predicador piensa que ha encontrado

un tema para el cual no existe un texto apropiado, su situación se debe a una de

dos cosas. O es que no conoce suficientemente bien su Biblia, y por eso no

puede hallar un texto apropiado; o es que el tema que tiene en mente no vale la

pena de ser discutido.

Si el tema no está expresado en algún pasaje de las Escrituras; o si no

se encuentra en algún principio de las Escrituras; o si no queda


sobreentendido en relación con alguna narración, parábola, evento o

personaje de las Escrituras; o si ningún lenguaje escritural lo sugiere

mediante una legítima asociación de ideas, entonces es de dudarse que

el predicador cristiano deba perder el tiempo con la discusión de

semejante tema.f227

b. Además de establecer la necesidad del texto, la función que éste desempeña

determina también cuál ha de ser su extensión mínima. El texto debe constituir

una unidad completa de pensamiento. El predicador tiene que conocer el

significado exacto de su texto antes de poder derivar su tema de él. Un

pensamiento incompleto no puede ser interpretado satisfactoria y

correctamente sin ser ampliado a su forma completa. Así es que un

pensamiento incompleto nunca puede constituir un texto satisfactorio. El texto

puede ser una cláusula u oración gramatical completa, una serie de oraciones

gramaticales conexas (como, por ejemplo, un párrafo), o algún conjunto de

párrafos conexos. Pero las expresiones fragmentarias, es decir: expresiones que

dejan de presentar un pensamiento completo, nunca deben ser utilizados como

textos.

Esta demanda de que el texto sea un pensamiento completo puede ser ilustrada

con el siguiente ejemplo. Poco después de la entrada de los EE. UU. de N. A.,

en la Segunda Guerra Mundial, cierto pastor norteamericano, sintiendo la

necesidad de dar aliento a los miembros de su congregación, tomó como texto

para su sermón estas palabras: “...en las manos del Dios vivo” (<581031>Hebreos

10:31b). Su propósito fue el de fortalecer la fe de sus hermanos frente a los

temores que la guerra les inspiraba. “Nuestra vida”, decía en su sermón, “está

en las manos del Dios vivo. Confiemos, pues, en su amor y en su poder”.

Nadie podría criticar ni su propósito ni la verdad bíblica con que se esforzaba

en lograrlo. Pero esa verdad no tenía ninguna relación legítima con su texto.

Había tomado como texto una expresión fragmentaria. La única manera de

saber lo que esta expresión quiere decir es colocarla dentro del pensamiento

completo del que forma parte, a saber: “Horrenda cosa es caer en las manos

del Dios vivo”. Cuando examinamos la totalidad de este pensamiento,


descubrimos que no tiene absolutamente nada que ver con la idea central del

sermón aludido. Lejos de presentar un aliciente a la fe cristiana en sus horas de

prueba, constituye más bien una seria advertencia de las terribles consecuencias

de la rebelión y de la desobediencia.

Lo peor del caso es que existe un texto completamente apropiado, tanto para

el propósito que animaba al predicador, como para el tema que él mismo

quería discutir. Helo aquí: “En tu mano están mis tiempos” (<193115>Salmo 31:15a).

Aquí tenemos un pensamiento completo. Y cuando examinamos este

pensamiento a la luz de todo el salmo del que forma parte, descubrimos que su

recta interpretación presenta precisamente la idea que nuestro predicador quiso

dejar sembrada en el corazón de sus oyentes.

Todo texto, pues, debe constituir una unidad completa de pensamiento. Pero

fuera de esta estipulación ni es posible establecer ninguna regla respecto a la

extensión del texto. Phelps, con mucha razón, observa lo siguiente:

Hay argumentos buenos a favor tanto de los textos extensos como de

los breves. Los textos extensos están más de acuerdo con la teoría

original del texto. Promueven el conocimiento de la Biblia entre la

congregación y tienden a conservar la antigua reverencia por las

declaraciones inspiradas. Los textos extensos cultivan en el pueblo un

gusto por la exposición bíblica e invitan al predicador a ejercerse en el

discurso expositivo. Por otra parte, los textos breves tienen ventajas

que a veces aconsejan que se les dé la preferencia. Son más fácilmente

recordados; promueven la unidad del discurso; cada palabra del texto

puede recibir la atención que merece; no precisan ser introducidos con

mucha explicación; y tales textos pueden ser repetidos varias veces en

el curso del sermón por vía de énfasis.f228

(2) Las ventajas de tener un texto para cada sermón. Ya hemos visto que la

función del texto lo convierte en un elemento indispensable para el sermón. Hay

grande sabiduría en este arreglo. La práctica de basar cada mensaje en algún

trozo definido de las Sagradas Escrituras contribuye poderosamente a la

eficacia de la predicación.
a. En primer lugar, el texto ayuda a conseguir la atención de la congregación.

Esta cuestión de la atención de los oyentes está recibiendo un crecido énfasis

en la actualidad. Tampoco fue ignorada por nuestros antepasados. Spurgeon

dedicó un capítulo entero al asunto, diciendo, entre otras cosas, que

nos es menester una atención fija, despreocupada, despierta y continua

de parte de toda la congregación. Si están distraídos los ánimos de los

que nos escuchan, no pueden recibir la verdad... No es posible que les

sea quitado a los hombres el pecado, de la manera que Eva fue sacada

del costado de Adam, es decir, mientras están dormidos.f229

Es un hecho bien conocido el que los humanos prestamos atención a lo que nos

interesa. Por esta razón observamos que los predicadores apostólicos

acostumbraban tomar como punto de partida en sus mensajes algún interés que

se había apoderado ya de la mente de sus oyentes. Pero empezó su mensaje en

el Día de Pentecostés con una explicación de los fenómenos que habían

llamado la atención de los habitantes de Jerusalem.f230 En su discurso en la

puerta del templo llamada la Hermosa, aprovechó la excitación popular que

había sido motivada por la sanidad del hombre nacido cojo, ofreciendo al

principio de sus palabras una explicación de lo que había sido hecho.f231 Y

Esteban logró captar la atención de un auditorio hostil y predispuesto en su

contra cuando inició su defensa con una referencia a lo que más les interesaba,

a saber: su orgullo en las glorias de la historia patria.f232 Y es digno de notarse

que mientras mantenía sus comentarios estrictamente dentro de esa esfera de

interés, pudo sostener la atención así lograda.

Nuestras congregaciones, en su mayor parte, están compuestas de personas

que tienen interés en la Palabra de Dios. Blackwood dice que “el ministro no

puede ni empezar a comprender el encanto que las Escrituras arrojan sobre el

espíritu humano”.f233 Esto es especialmente cierto en lo que respecta a los

creyentes. Aun el más imperfecto comparte en algún grado el sentimiento

expresado por el salmista; “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más

que la miel a mi boca”f234. Su deseo por el alimento espiritual es mucho más

intenso de lo que el predicador a veces piensa. Los antiguos puritanos


comprendieron esta verdad. “No es posible”, decían, “darles a los hijos de

Dios demasiado del pan de su Padre”.f235 Así es que cuando el predicador

anuncia un texto bíblico como base para su sermón, cuenta (cuando menos en

ese momento) con el interés y la atención de la mayor parte de su

congregación.

b. En segundo lugar, la práctica de basar cada mensaje en alguna porción de la

revelación divina reviste el mensaje de autoridad. Cuando el predicador se para

delante de una congregación, sabiendo que viene a ellos, no con sus propias

especulaciones, sino con una palabra concisa y clara, procedente del propio

corazón de Dios, hablará con confianza y se dejará oír la nota de autoridad en

su voz. Dirá como Isaías: “Oid cielos, y escucha tú, tierra; porque habla

Jehová”.f236 Vimos en un capítulo anteriorf237 que la voz griega kerussoo,

traducida “predicar” cincuenta y cinco veces en la versión de Valera, significa

“proclamar públicamente como un heraldo con la sugestión siempre de

formalidad, gravedad y de una autoridad que demanda atención y

obediencia”. Pero esta nota autoritativa estriba precisamente en el hecho de

que la predicación verdadera es el pregón de lo que Dios ha dicho y hecho, y

no la elaboración de lo que el hombre ha pensado.

La predicación autoritativa es eficaz. Hay algo en el corazón humano que

responde a lo que se proclama con convicción. Se cuenta de David Hume,

historiador, filósofo y escéptico del siglo dieciocho, que en cierta ocasión un

amigo lo detuvo en una de las calles de Londres para preguntarle a dónde iba

con tanta prisa. “Voy”, dijo Hume, “a oír predicar a Whitefield”. Tal noticia

causóle sorpresa al amigo y preguntó de nuevo al famoso escéptico, “Pero,

¿usted no cree en lo que Whitefield predica, verdad?” “No”, contestó Hume,

“pero él lo cree”.f238

c. Además, el uso de un texto bíblico como fundamento del sermón ayuda al

predicador en la preparación de su mensaje. Como mínimo la señala su tarea

inicial: la de interpretar rectamente el texto escogido. Y si su trabajo alcanza el

mejor nivel posible, el texto le proporcionará, no sólo el tema de su sermón,

sino también las consideraciones generales mediante las cuales el tema será
desarrollado.

d. Por otra parte, la práctica de basar cada sermón en algún texto de las

Escrituras evitará que el predicador se agote. Esta verdad fue ilustrada

admirablemente en la experiencia de James Black, eminente pastor

presbiteriano escocés de la primera mitad del presente siglo.f239 Black dijo que

cuando salió del seminario no poseía arriba de unos doce sermones. Al

encargarse de su primer pastorado, empezó con la predicación de “sermones

de asunto”. Es decir, preparaba cada sermón de acuerdo con algún tema

importante, como la tentación, la providencia, etc., desarrollándolo lo mejor

que podía, pero sin ningún texto bíblico como punto de partida. Terminada la

composición del sermón, buscaba un “texto” para anteponerle, a la manera de

una etiqueta, y estaba listo para predicar. Pero pronto descubrió que habiendo

predicado un solo sermón sobre un tema dado, ya no tenía más que decir en

relación con ese asunto. Y al fin de tres meses le parecía que no le quedaban

más asuntos que tratar ni recursos intelectuales con que tratarlos. ¡Se había

agotado! Cuando la situación le parecía más negra, y hasta sentía la tentación

de abandonar el ministerio por inepto, hizo “un descubrimiento maravilloso”.

Descubrió que si basaba cada mensaje en algún texto bíblico, podría predicar

un número indefinido de sermones sobre el mismo tema, porque cada texto

presentaba el asunto desde un punto de vista distinto, haciendo posible una

extensa variedad.

e. Por último, la costumbre de basar cada sermón en un texto de la Biblia

contribuye al crecimiento “en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y

Salvador Jesucristo”f240 tanto del predicador mismo como de su congregación.

En cuanto al primero, cada semana tiene que estudiar un mínimo de dos o tres

textos bíblicos juntamente con sus respectivos contextos. De esta manera, en el

curso de un año, tiene que hacer una investigación concienzuda en relación con

unos cien o ciento cincuenta pasajes de la Biblia. Tal esfuerzo requiere una

disciplina mental constante y un continuo espíritu de oración. Da por resultado

inevitable el desarrollo intelectual y espiritual del que lo hace. En lo que

respecta la congregación, el beneficio no es menos importante, aunque depende


en no pequeña parte de la capacidad del predicador para hacer que cada texto

brille con celestial fulgor.

(3) Sugestiones acerca de la selección del texto. Siendo el texto una parte

tan vital del sermón, conviene que el predicador ejerza sumo cuidado en su

selección. Por vía de orientación, y sin pretender haber agotado las

posibilidades del asunto, ofrecemos las siguientes sugestiones en la confianza de

que no dejarán de ser útiles al que las ponga en práctica sistemáticamente.

a. En primer lugar, el predicador debe escoger un texto que se apodere de su

propio corazón. Nunca debe predicar sobre un texto si éste primero no ha

puesto en vibración las cuerdas de su propia alma. El texto tiene que hablar al

predicador antes de que el predicador pueda hablar a su congregación. Como

decía cierto antiguo marinero, “Predicar significa sacar de tu corazón algo que

arde y luego meterlo en mi corazón”.f241 Este ardor santo es el producto de la

oración y de la meditación en la Palabra.

A veces el predicador tendrá la experiencia de que no es él quien escoge el

texto, sino que el texto lo escoge a él. Mientras lee las Escrituras, o en el

momento de estar intercediendo por su grey, súbitamente un trozo bíblico

parece levantarse y trabar de él, diciéndole con insistencia: “Tienes que

predicarme a mí”. Tales “ráfagas de iluminación” constituyen momentos de

dicha que inspiran al predicador con fervor profético. Son dones del Espíritu de

Dios, concedidos de acuerdo con su beneplácito y su soberana voluntad. Pero

aunque el ministro nunca deba predicar sobre un texto sin la seguridad de que

éste ha sido señalado por Dios como base para su mensaje, no debe esperar

que la indicación divina venga siempre en la forma de semejantes “ráfagas de

iluminación. Para evitar el peligro de demasiada subjetividad en la selección de

sus textos, tomará en cuenta algunos factores más.

b. En segundo lugar, pues, el texto escogido debe tener un mensaje que

contribuirá a satisfacción de la necesidad específica más apremiante de la

congregación. La meta de la predicación, como hemos repetido ya varias

veces, es la de “satisfacer las necesidades humanas”. Habiendo determinado el

propósito específico que su sermón debe lograr, el predicador buscará el texto


más apropiado para dicho fin. Para que tenga buen éxito en tan importante

pesquisa se precisan tres cosas; primera, un amplio conocimiento de la Palabra;

segunda, una buena dosis de sentido común; y tercera el constante desarrollo

del poder de discernir los puntos de correspondencia entre las circunstancias

de su propia congregación y la condición de las personas históricas a quienes el

pasaje bíblico en cuestión fue dirigido originalmente.

c. Una tercera consideración que debe influir en la selección del texto para

cualquier ocasión específica es la siguiente: el carácter de los mensajes

predicados recientemente ante la congregación de que se trate. El pueblo del

Señor ha menester de una ración equilibrada. Precisa para su salud espiritual

“todo el consejo de Dios”.f242 Para evitar tanto la monotonía como el

desequilibrio en su trabajo en el púlpito, el pastor sabio revisará sus sermones

con frecuencia para estar seguro de dos cosas. Por una parte, querrá saber si

está abarcando con suficiente regularidad todos los seis propósitos generales

de la predicación cristiana. Y por otra, querrá ver si está alimentando a su

congregación con mensajes tomados de todas partes de la Palabra de Dios.

“Toda escritura es inspirada divinamente y útil...”f243 No debe omitir, pues,

ninguna porción del Libro Santo en su programa de predicación. En una

palabra, debe haber una saludable variedad en los textos escogidos de semana

en semana.

d. Por regla general es de aconsejarse la selección de textos que sean claros en

su sentido. Los textos perspicuos tienen la ventaja de sugerir inmediatamente

los temas que de ellos se derivan. Ahorran tiempo, puesto que no precisan ser

explicados, y ayudan a los miembros de la congregación a comprender y

recordar el sermón.f244 Puede haber ocasiones, sin embargo, cuando será

prudente escoger un texto que no sea del todo claro a primera vista. Tales

textos pueden haber causado dificultades a los miembros de la congregación, y

es posible que tengan un positiva necesidad de que les sean explicados y un

vivo interés en que su pastor les saque de las dudas que la ambigüedad de esos

pasajes les haya ocasionado. Pero antes de emprender la tarea el predicador

debe estar bien seguro de que puede aclarar la dificultad que el texto ambiguo
presente.

e. Generalmente es mejor escoger un texto que hace hincapié sobre los

aspectos positivos de la religión cristiana. El predicador hará bien en considerar

el contraste marcado entre el Decálogo y el Sermón del Monte. Su modelo

debe ser el precepto positivo de éste y no la prohibición negativa de aquél.

Debe tomar a pecho este sabio consejo: “la refutación del error es una tarea

interminable. Sembrad la verdad y el error se marchitará”.f245

Si queremos sacar de un vaso “vacío” todo el aire que contiene, hay dos

maneras de acercarnos al problema. Podríamos obtener una bomba y tratar de

extraer del vaso todo el aire, dejando en su lugar un vació completo. O bien

podríamos llenar el vaso de algún líquido, dejando que el líquido expulse el aire

a medida que lo va reemplazando. El segundo procedimiento es a todas luces el

más fácil y el más seguro. De la misma manera el predicador debe saber que la

predicación positiva de la verdad es mil veces mejor que la refutación negativa

del error. Esta idea fue hecha famosa en la historia de la predicación por Tomás

Chalmers (1780-1847), predicador presbiteriano escocés. La tomó como tema

de su bien conocido sermón “El Poder Expulsivo de un Nuevo Afecto”. He

aquí las palabras introductorias de aquel sermón famoso:

Hay dos maneras en que el moralista práctico puede tratar de desalojar

del corazón humano su amor para el mundo: o por una demostración

de la vanidad del mundo, para que el corazón sea persuadido

simplemente a retirar su afecto de un objeto que le es indigno; o bien

por la presentación de otro objeto, de Dios mismo, como más digno de

su lealtad, para que el corazón sea persuadido, no a renunciar a un

afecto viejo que no tenga nada que lo reemplace, sino a trocar un

afecto antiguo por uno nuevo. Mi propósito es el de demostrar que en

virtud de la misma constitución de nuestra naturaleza, el primer método

es del todo inepto e ineficaz, y que únicamente el segundo bastará para

rescatar al corazón y librarlo del mal afecto que lo domina.f246

f. Podemos decir también que hay grande sabiduría en la selección de textos

que apelan a la imaginación, es decir: de textos que presentan “algo que ver,
algo que sentir o algo que hacer”.f247 En otras palabras, hay ventajas positivas

de parte de los textos que presentan la verdad en una forma concreta más bien

que abstracta. Estas ventajas fueron reconocidas por Cristo y por los profetas

del Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando alguien le hizo a Cristo la

pregunta, “¿Y quién es mi prójimo?”, el Señor no contestó con una definición

abstracta. Pintó más bien un cuadro. Y en ese cuadro puso actividad, conflicto,

contraste y seres humanos parecidos a nosotros.f248 Cuando el profeta Nathán

quiso redargüir la conciencia del rey David, no hizo un discurso sobre los

pecados del adulterio y del homicidio como tales. Pintó más bien un cuadro.

Apeló a la imaginación. Y cuando ésta hubo hecho su labor, atravesó el

corazón real con su “Tú eres aquel hombre”.f249 Estos dos ejemplos bastan

para dar realce a la necesidad de que haya un elemento gráfico en nuestra

predicación. ¡Cuánto mejor es, pues, que este elemento se halle en el mismo

texto del sermón. Aquí precisamente está la razón por qué el ministro debe

predicar con frecuencia sobre las porciones narrativas de las Escrituras. En

ellas las verdades eternas están presentadas en forma dramática. Dios nuestro

Señor lo quiso así porque sabe que sus criaturas comprenden mejor cuando

pueden ver la verdad al mismo tiempo que la escuchan. Y nosotros sus siervos

seremos prudentes si utilizamos este material que el Espíritu ha hecho abundar

en el Libro.

g. Finalmente, podemos decir que por regla general, y especialmente al

principio de su ministerio, el predicador hará bien en limitarse a un solo texto

para cada sermón.

Es posible en algunos casos utilizar textos múltiples, como a continuación

demostraremos. Pero antes de que el predicador lo intente, debe estar seguro

de que ha dominado la técnica del empleo de los textos solitarios. Pasa algo

parecido con el deporte de andar a caballo. Antes de que el jinete presuma de

montar dos caballos, al estilo de los acróbatas del circo, deberá estar seguro de

que puede montar bien a uno solo. En manos de un predicador inexperto, el

empleo de textos múltiples es casi seguro que dé por resultado una notable falta

de unidad en el sermón.
Sin embargo, cuando el predicador ha adquirido suficiente experiencia, podrá

atreverse de vez en cuando a emplear textos múltiples W. E. Sangster,

eminente predicador metodista inglés contemporáneo, ha sugerido los siguientes

usos para tales textos:

(a) Los textos múltiples pueden ser empleados para hacer y contestar

preguntas. “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria...?” (<190804>Salmo

8:4).

“...el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios”

(<450816>Romanos 8:16).

(b) Los textos múltiples pueden señalar contrastes. La Biblia sabe de dos

maneras en que uno puede estar muerto sin ser sepultado.

“...sois muertos con Cristo cuanto a los rudimentos del mundo”

(<510220>Colosenses 2:20).

“...muertos en vuestros delitos y pecados” (<490201>Efesios 2:1).

(c) Los textos múltiples pueden indicar un problema y apuntar su solución

“...en la tierra angustia de gentes por la confusión” (<422125>Lucas 21:25).

“...mi paz os doy...No se turbe vuestro corazón” (<431427>Juan 14:27).

(d) Los textos múltiples pueden obligarnos a ver varios aspectos de una

verdad.

“Porque cada cual llevará su carga” (<480605>Gálatas 6:5).

“Sobrellevad los unos las cargas de otros” (<480602>Gálatas 6:2).

“Echa sobre Jehová tu carga” (<195522>Salmo 55:22).

(e) Los textos múltiples pueden presentar gráficamente una progresión del

pensamiento.

“Demonio tiene, y está fuera de sí” (<431020>Juan 10:20).

“Bueno es” (<430712>Juan 7:12).

“Tú eres el Cristo” (<401616>Mateo 16:16).

“¡Señor mío, y Dos mío!” (Juan 20-28).

“La relación inteligente de una porción de las Escrituras con otra es cosa de

grande fascinación mental para el predicador y de enriquecimiento espiritual

para la congregación. El número asombroso de tales combinaciones


iluminadoras de textos bíblicos sorprenderá a uno que no haya cultivado el

hábito de buscarlas”.f250

(4) El semillero homilético”. Con la cuestión de la selección de los textos está

estrechamente relacionada la necesidad de que el predicador tenga algún plan

para conservar y archivar los textos bíblicos que lleguen a impresionarle con sus

posibilidades homiléticas.

Hemos dicho arriba que el predicador debe escoger un texto que se apodere

de su propio corazón. Si es alerta, y si está cultivando debidamente su propia

vida espiritual, no le faltarán vislumbres de inspiración respecto al uso que se

puede hacer de tal o cual texto bíblico para llenar las necesidades espirituales

de su congregación. Tales ráfagas de iluminación suelen presentársele mientras

medita en la Palabra, al estar leyendo algún libro o revista, en el curso de la

visitación pastoral, mientras escucha un buen sermón, y de otras muchas

maneras más. Pero si no se habitúa a anotarlas en el acto, pronto se esfumarán.

El conjunto de estas anotaciones constituye su “semillero homilético”.

En relación con el aspecto mecánico del “semillero homilético” las siguientes

sugestiones pueden ser de valor:

a. El predicador siempre debe andar provisto de lápiz o pluma y de algún

pedacito de papel en blanco en el cual puede anotar los textos o las ideas

iniciales para sermones que se le ocurran.

b. Debe formarse el hábito de anotar dichos textos o ideas en el mismo

momento en que se le presenten a la mente para evitar que se lo olviden.

c. En su primera oportunidad, debe pasar estas anotaciones a una hoja o tarjeta

de tamaño conveniente para ser guardada en una carpeta para hojas sueltas o

en un tarjetero. (En nuestro medio latinoamericano generalmente resulta más

económico lo primero).

d. La carpeta (o el tarjetero) debe ser arreglada con un índice para indicar los

distintos libros de la Biblia, y las hojas (o tarjetas) deben ser archivadas en

orden según libro, capítulo y versículo. De esta manera el predicador podrá

siempre localizar los apuntes que necesite en un momento dado.

e. Hasta que el predicador esté listo para elaborar el mensaje correspondiente


a un texto dado, debe dejar la hoja (o tarjeta) correspondiente en su lugar,

agregando de vez en cuando las ideas adicionales que se le ocurran en relación

con el texto o con el tema de él derivado.

f. Cuando los pensamientos anotados en relación con un texto dado hayan sido

elaborados en sermón, la hoja (o tarjeta) puede ser removida, puesto que ya

sirvió para su propósito y no se necesita más.

Uno de los grandes valores de tal sistema de anotación y conservación de

textos es que permite que las ideas germinales de los sermones tengan tiempo

para madurar en la mente y en el corazón del predicador. Bien se ha dicho que

...un concepto artístico suele vivir en el corazón de los hombres en

proporción directa al tiempo que ha necesitado para madurar en el

alma del artista. De la misma manera el valor de un sermón puede

depender del número de semanas, meses y aun años que ha necesitado

para crecer en el corazón del predicador.f251

(5) La recta interpretación del texto. El predicador tiene su texto. La agonía

espiritual inherente a su selección ha terminado. Su familiaridad con las

necesidades de su congregación, su meditación en la Palabra, su fidelidad en la

oración, la sinceridad de su anhelo de glorificar a Cristo y de ayudar a sus

oyentes — todo esto ha “subido en memoria a la presencia de Dios”f252 y el

Espíritu Santo ha llenado su corazón con la confianza de que en este texto está

el mensaje que debe entregar. Da gracias a Dios porque todavía está en su

principio la semana, pues gran camino le resta aún. Como primer paso, tiene

que hacer una recta interpretación del texto.

a. La recta interpretación de cualquier pasaje de las Escrituras envuelve dos

propósitos. El primero es el de descubrir el sentido exacto de lo que los

autores inspirados dijeron. El segundo es el de discernir la aplicación práctica

de su mensaje para nuestros días.

b. Para que el intérprete bíblico pueda lograr este doble propósito, tres

requisitos le son indispensables.

(a) El primer requisito es la posesión de las disposiciones espirituales que le

capacitarán para entender la mente del Señor. Estas disposiciones son cuatro, a
saber: un corazón regenerado;f253 amor a la verdad;f254 el espíritu de oración;f255

y la voluntad de obedecer a Dios.f256 Sin estas cuatro disposiciones espirituales

es absolutamente imposible que uno sepa interpretar a otros la Palabra de Dios,

no importa cuán erudito sea. Con ellas, muchos hombres de escasa

preparación intelectual han logrado una maravillosa comprensión de las

verdades divinas.

(b) El segundo requisito para la recta interpretación de las Escrituras es la

adopción y el empleo concienzudo de un método adecuado. Muchos son los

métodos que distintos intérpretes han seguido en el transcurso de los veinte

siglos de la historia cristiana.f257 No cabe dentro de los límites de esta obra sino

indicar cuál de ellos es el “que más se recomienda al criterio y a la conciencia

de los estudiantes cristianos”. Este método, aunque generalmente conocido por

el término “interpretación histórico-gramatical”, podría con mayor exactitud ser

denominado como la “interpretación histórico-literaria”, porque exige en su

segunda fase más que un simple análisis gramatical del pasaje bajo

consideración. Su propósito fundamental es el de “conseguir de las Escrituras

mismas el significado preciso que los escritores quisieron dar”. Para el efecto,

“aplica a los libros sagrados los mismos principios, el mismo proceso gramatical

y el mismo proceso de sentido común y de razón que aplicamos a otros

libros”.f258

i. La primera fase de este método de interpretación, pues, es el estudio

histórico del pasaje. La recta interpretación de cualquier pasaje bíblico es

imposible sin un estudio de la situación histórica de la cual brotó y a la cual fue

originalmente dirigido. Esta necesidad está expuesta con ejemplar claridad por

Terry como sigue:

Al interpretar un documento es de primordial importancia descubrir

quién fue su autor y determinar la época, el lugar y las circunstancias en

que escribió. Por consiguiente, el intérprete debe tratar de olvidar el

momento y circunstancias actuales y trasladarse a la posición histórica

del autor, mirar a través de sus ojos, darse cuenta del ambiente en que

actuó, sentir con su corazón y asir sus emociones. Aquí notamos el


alcance del término “interpretación HISTÓRICO-gramatical”.

Tenemos que apropiarnos no sólo la tendencia gramatical de las

palabras y frases sino, también, sentir la fuerza y la situación de las

circunstancias históricas que en alguna forma, pudieron afectar al

escritor. De ahí, también, puede deducirse cuán íntimamente

relacionado puede estar el objeto o designio de un escrito con la

ocasión que sugirió su producción. La individualidad del escritor, su

ambiente, sus necesidades y deseos, su relación con aquellos para

quienes escribió, su nacionalidad y la de ellos, el carácter de la época

en que escribió, — todas estas cosas son asuntos de la mayor

importancia para una perfecta interpretación de los varios libros de la

Biblia...

Vemos, pues, que un buen canon de interpretación debe tomar muy en

consideración la persona y las circunstancias del autor, la época y el

sitio en que escribió y la ocasión y los motivos que lo movieron a

escribir. Y no debemos omitir el hacer investigaciones análogas acerca

del carácter, condiciones e historia de aquellos para quienes se escribió

el libro que estudiamos y de aquellos a quienes el libro menciona.f259

ii. La segunda fase de este método de interpretación es el examen de todos

los detalles literarios del pasaje bajo consideración. En primer lugar, hay que

hacer un estudio lexicográfico, es decir, hay que precisar el significado de

cada palabra que el pasaje contiene. Para el efecto es necesario averiguar su

derivación etimológica, la historia de su significado, y el sentido que el uso

contemporáneo asignaba a la palabra en el tiempo en que el autor inspirado la

empleó. En segundo lugar, es indispensable un análisis gramatical del pasaje,

“descomponiéndolo en proposiciones para estudiar cada una de ellas,

señalando su naturaleza, el oficio que desempeñan y las propiedades de los

elementos más importantes que constituyen cada proposición”.f260 En tercer

lugar, es necesario hacer un examen retórico del pasaje, tomando nota del

género literario al cual pertenece (v. gr: histórico, poético, profético,

parabólico, epistolar o apocalíptico) y explicando todas las figuras de lenguaje


a la luz de las costumbres y prácticas de la época en que el autor vivió. En

seguida, es necesario establecer la relación del pasaje con su contexto, tanto

el “contexto inmediato”, consistente en la sección particular del libro en la cual

el pasaje se encuentra, como el “contexto remoto”, que abarca el argumento

total del libro en cuestión. Por último, es preciso hacer un cotejo con los

pasajes paralelos en que los mismos términos o las mismas ideas aparecen en

otros escritos del mismo autor y en los escritos de los demás autores

inspirados. Este cotejo de pasajes paralelos asegura que la interpretación que

se dé a un pasaje determinado estará de acuerdo con la enseñanza general de

las Escrituras sobre el asunto particular tratado por el pasaje bajo

consideración.

(c) El tercer y último requisito para la recta interpretación de las Escrituras es el

ejercicio de un agudo sentido de pertinencia. Por “sentido de pertinencia”

queremos decir el discernimiento de los puntos de correspondencia entre la

situación histórica a la cual el escritor bíblico se dirigió y la situación

contemporánea a la cual el predicador moderno tiene que dirigirse.

Hay dos hechos que garantizan que siempre habrá puntos de correspondencia

entre estas dos situaciones. Uno es el hecho de la inmutabilidad del carácter de

Dios. El otro es el hecho de la unidad de la raza humana. Dios no cambia.

“Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre

de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación”.f261 Tampoco

ha cambiado la naturaleza esencial del hombre. Al través de todas las edades y

en todos los lugares, sea cual haya sido su idioma, el color de su piel, el grado

de su cultura o la cuantía de sus posesiones materiales, la naturaleza del hombre

ha sido siempre la misma. Tenemos derecho, pues, de esperar que en los tratos

de Dios para con los hombres que vivieron en los tiempos bíblicos podamos

hallar algo que nos ayudará a entender cuál es la voluntad divina para con

nosotros, los que vivimos en la actualidad.

Quizá un ejemplo ayudará a esclarecer el punto. Consideremos la historia de

Elías que encontramos en <111901>1 Reyes 19:1-18. Los hechos históricos

narrados en este pasaje son bastante singulares. Aproximadamente 850 años a.


de J. C., una malvada reina oriental amenaza con la muerte al austero y asceta

profeta de Dios. Este echa a correr y no para sino hasta caer rendido bajo la

sombra de un enebro, y desea morir. Allí dos veces es alimentado por un ángel

y luego camina unos trescientos kilómetros a pie, tomando cuarenta días para el

viaje, llegando a la península sinaítica donde Moisés, hacía quinientos años,

había recibido la ley. En ese lugar, estando metido en una cueva y todavía

deseando morir, es interrogado por Dios, el cual le pregunta qué hace allí.

Responde con la queja de que sólo él ha quedado fiel a Jehová y que lo quieren

matar. En seguida Dios le manda salir de la cueva y le hace presenciar cuatro

cosas: “un viento grande y poderoso”, un terremoto, un fuego y “un silbo

apacible y delicado”. De nuevo escucha la pregunta que Dios le dirige: “¿Qué

haces aquí, Elías?”, y otra vez responde con el mismo lamento. En contestación

Dios le manda ungir a dos reyes y a un profeta, y le asegura que hay siete mil

almas en Israel que no han seguido a Baal.

Tales son los hechos históricos. Pero, ¿qué tienen que ver con personas que

viven dos mil ochocientos años después de ese tiempo y a más de doce mil

kilómetros de distancia del lugar en que aquellos eventos sucedieron? ¿Cuáles

son los puntos de correspondencia entre aquella situación histórica y la de

alguna de nuestras congregaciones latinoamericanas contemporáneas?

Para contestar tan importante pregunta tenemos que saber distinguir los

elementos locales y transitorios en la historia de los valores universales y

permanentes que contiene. Sabiendo que “Elías era hombre sujeto a semejantes

pasiones que nosotros”,f262 tenemos que buscar en su actuación los rasgos que

son comunes a todo el pueblo de Dios. ¿Cuáles son?

Sin pretender haber agotado todas las posibilidades, podemos señalar cuando

menos los siguientes: primero, Elías, a pesar de ser un gigante de la fe, se

abismó en el pantano del desaliento; segundo, esta amargura de alma se

apoderó de él muy poco tiempo después de haber tenido una experiencia de

grande exaltación espiritual que lo dejó físicamente agotado; tercero, Elías

recobró su ánimo de la siguiente manera: durmió y comió; se apartó del bullicio

mundanal a un sitio solitario donde pudo estar en íntima comunión con Dios; se
puso a trabajar nuevamente de acuerdo con la voluntad divina.

Se ve desde luego que en las consideraciones dadas arriba tenemos verdaderos

puntos de correspondencia entre la situación histórica de Elías y la situación

contemporánea de muchos de los hijos de Dios. Abunda el desaliento, y el

predicador cristiano sentirá frecuentemente la necesidad de presentar a sus

oyentes el remedio divino para tan infausto mal.

Así es que la tarea del intérprete bíblico no ha terminado sino hasta que distinga

los elementos de valor permanente y universal en un relato bíblico de los

elementos puramente transitorios y locales. Estos elementos de valor

permanente y universal constituyen precisamente los puntos de correspondencia

entre la situación histórica a la cual el escritor bíblico se dirigió y la situación

contemporánea a la cual el predicador de la actualidad tiene que dirigirse.

Pero sólo a la medida que el predicador tenga un conocimiento sólido, tanto del

fondo histórico de su pasaje como de la condición verdadera de su

congregación, será posible que discierna los puntos en que las dos situaciones

coinciden y sepa aplicar los valores permanentes de su pasaje a las necesidades

apremiantes de su congregación.

2. EL TEMA DEL MENSAJE BÍBLICO

La función del texto, como hemos visto ya, es la de proporcionar el tema del

sermón. El texto es la raíz del tema. Cuando el texto ha sido rectamente

interpretado (descubriendo el sentido exacto de lo que los autores inspirados

dijeron y discerniendo la aplicación práctica de su mensaje para nuestros días),

el siguiente paso es el de derivar del texto el tema del sermón.

(1) Definición de términos.

a. El tema. ¿Qué es lo que entendemos por la palabra “tema” en esta

conexión? Diferentes textos de homilética han asignado diversos valores a este

término, todos ellos legítimos en su lugar. Pero para evitar confusiones, en la

presente obra nos ceñiremos al siguiente significado. Definimos el tema, pues,

como la materia de que se trata en el sermón; la idea central del sermón;

el asunto presentado en el sermón.

Hay dos formas en que el tema puede hallar expresión en la preparación del
sermón, a saber: como título y como proposición.

b. El título es el nombre que se le da al sermón, o sea su encabezamiento. Por

regla general es una simple frase, es decir, un pensamiento incompleto. Su

propósito es el de sugerir la línea de pensamiento que va a ser seguida en el

sermón, haciéndolo en una forma que despierte el interés sin revelar los detalles

del tratamiento. Se emplea principalmente para anunciar el sermón en el boletín

o en cualquier otro medio de publicidad de que la iglesia disponga. Un buen

título será interesante sin incurrir en el delito de sensacionalismo. Los títulos

sensacionales acusan falta de sensatez de parte del predicador, pues rebajan la

dignidad del evangelio. Además, un buen título será breve. Por regla general no

debe contener más de 4 o 5 términos importantes. En esto debe asemejarse a

los buenos encabezamientos del arte periodístico. Podríamos agregar que el

título debe ser exacto, sin degenerar en pedantería. Por fin, el título del sermón

debe señalar hacia lo presente en vez de hacia lo pasado, y ser expresado en

una forma que enfoque la atención sobre los problemas religiosos prácticos de

nuestros días.f263

c. La proposición es una declaración en la forma más concisa posible y por

medio de una oración gramatical completa, del tema que ha de ser discutido en

el sermón. Informa a los oyentes de lo que se piensa decir acerca del tema.

Presenta lo que ha de ser explicado o probado, o la pregunta que ha de ser

contestada en el curso del sermón. La proposición es realmente una síntesis del

sermón. La proposición envuelve el plan (bosquejo) del sermón, y éste

desenvuelve la proposición. La proposición es el sermón en embrión porque

precisa el rumbo específico que ha de ser seguido en la discusión.f264

La formulación de la proposición constituye uno de los trabajos más

importantes en la preparación del sermón. Bien es cierto que muchas veces el

predicador no anuncia su proposición en el momento de presentar el mensaje.

Pero sea esto como fuere, nunca debe dejar de formular la proposición del

sermón como uno de los primeros pasos en la preparación del mismo. La

proposición bien podría llamarse la “oración clave” del sermón. La importancia

de esta oración clave ha sido señalada por un renombrado orador cristiano, de


la siguiente manera:

Tengo la convicción de que ningún sermón está en condiciones de ser

predicado, de que ningún sermón puede ser escrito totalmente, mientras

no podamos expresar su tema en una sola oración gramatical breve,

que sea a la vez vigorosa y tan clara como un cristal. Yo encuentro que

la formulación de esa oración constituye la labor más difícil, más

exigente y más fructífera de toda mi preparación. El hecho de obligarse

uno a formular es a oración, desechando cada palabra imprecisa,

áspera o ambigua, disciplinando el pensamiento hasta encontrar los

términos que definan el tema con escrupulosa exactitud, esto en verdad

constituye uno de los factores más vitales y esenciales en la hechura del

sermón: y yo no creo que ningún sermón debe ser predicado, ni aun

escrito, mientras esa oración no haya surgido con claridad luminosa de

una luna llena en noche despejada.f265

La distinción entre el título y la proposición puede ser ilustrada en términos

gramaticales como sigue: el título es simplemente un sujeto del cual nada se

afirma ni se niega; la proposición es sujeto, cópula y predicado. O en términos

lógicos, la proposición enuncia un juicio; el título presenta un concepto.

Para ejemplos que ilustrarán con mayor claridad la diferencia esencial entre la

formulación del tema como título y como proposición, el alumno puede

consultar los ejemplos consignados en el siguiente capítulo bajo la discusión de

los principios de división que deben regir en el plan del sermón (pp. 142-154).

(2) Las cualidades de un buen tema. Hay tres cualidades que son

indispensables en cualquier tema que sea digno de un púlpito cristiano.

a. La primera es que debe ser vital. Debe versar sobre alguna de las grandes

verdades de la fe cristiana. Nuestra oportunidad como predicadores es tan

breve, la necesidad de nuestros oyentes tan seria y el mandato de nuestro Dios

tan apremiante, que nunca debemos malgastar el tiempo con la discusión de

asuntos marginales, de asuntos que Brooks caracterizó como “las chucherías de

la teología”. Decía Brooks:

Supongo que todo predicador pasa alguna vez por un período en que
el amor a lo fantástico lo domina y cuando los textos extraños lo

fascinan; cuando se deleita en buscar material para hablar durante una

hora entera sobre algún tema tan insignificante que la mayoría de los

hombres no podrían dedicarle sino dos minutos: cuando anhela la

sutileza más que la fuerza, y la originalidad más que la verdad. Pero a

medida que el predicador vaya conceptuando el sermón como un

mensaje de Dios, va desenredándose de esas malezas. Sale al campo

abierto. Su trabajo se hace más despejado, más atrevido, más

comprensivo. Llega a amar los textos más sencillos y las grandes

verdades que son de valor perenne. La soberanía de Dios, la redención

que hay en Cristo, la esperanza del hombre en el Espíritu, el privilegio

del deber, el amor del hombre en el Salvador — estos son los temas

que producen la música que su alma se esfuerza en captar.f266

b. La segunda cualidad de un buen tema es que sea pertinente. Hemos

hablado ya de la necesidad de un agudo sentido de pertinencia como requisito

indispensable para la recta interpretación de las Escrituras. Cuando decimos

que los temas para el púlpito deben ser pertinentes, simplemente estamos

indicando que deben incorporar y dar expresión a los valores permanentes y

universales de sus respectivos textos. En otras palabras, el tema debe presentar

la verdad eterna que el predicador se propone aplicar a las necesidades

apremiantes de su congregación. A eso se refería un eminente predicador

evangélico alemán cuando insistía en que “un sermón verdadero tiene por padre

al cielo y por madre la tierra”.f267 El tema debe tener valor práctico para los que

escuchan el sermón. El siguiente incidente, narrado por un gran predicador

escocés servirá para hacer énfasis sobre nuestro punto.

Hace más de cuarenta años, un joven amigo mío salió del país para

trabajar como ingeniero en la construcción de la Gran Presa del Nilo

Superior. En aquel puesto incomunicado mi amigo y sus compañeros

pasaban meses enteros bajo un calor sofocante, rodeados de las

tentaciones terribles inherentes al aislamiento y al mal ejemplo, sin ver

casi nunca a un ministro de religión. En cierta ocasión llegó un capellán


para dirigir un culto de adoración, y como tema apropiado para

aquellos muchachos desterrados, habló sobre el deber de guardar

todos los días santos del calendario, como si su auditorio hubiese

estado compuesto de las mismas viudas y solteras beatas de su

acostumbrada congregación. En la siguiente carta que mi amigo escribió

a su familia, denunció en términos enérgicos la insensatez tanto de aquel

párroco como de la iglesia que lo mandó. Claro está que el referido

capellán mereció ser premiado por su idiotez... Pero no hemos de

pensar de él como una rareza excepcional. La estupidez criminal

manifestada en la elección de su tema se debió a algo que es

demasiado común en todas las iglesias: a la omisión de toda

consideración de las necesidades de los oyentes.f268

c. La tercera cualidad que debe caracterizar los temas del púlpito cristiano es

una legítima relación con las Escrituras. Aquí estamos hablando de la

manera en que el tema es derivado del texto. Hay sólo tres maneras legítimas

de hacer esta derivación: (a) el tema puede ser encontrado directamente en el

texto; (b) el tema puede ser inferido del texto por procedimientos lógicos; o (c)

el tema puede ser sugerido por el texto.f269

(a) Temas encontrados directamente en el texto. De las tres maneras

legítimas en que los temas del púlpito pueden ser derivados de las Escrituras,

ésta es indiscutiblemente la mejor. Lo es porque el tema corresponde con la

mayor exactitud posible a la verdad histórica del texto. El predicador, siguiendo

el método histórico - literario, descubre cuál fue el significado de su texto para

las personas a quines originalmente fue dirigido. Luego discierne que éste es

precisamente el mensaje que sus propios oyentes necesitan. Su tema, pues, es

idéntico al significado verdadero de su texto. Veamos algunos ejemplos:f270

Texto Tema

No os engañéis: Dios no puede ser burlado: que todo

lo que el hombre sembrare, eso también segará.

Porque el que siembra para su carne, de la carne

segará corrupción; mas el que siembra para el


Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (<480607>Gálatas

6:7, 8).

“La Ley de la

Cosecha

Espiritual”

“Respondióles Jesús: ¿Ahora creéis? He aquí, la hora

viene, y ha venido, que seréis esparcidos cada uno

por su parte, y me dejaréis solo: mas no estoy solo,

porque el Padre está conmigo” (<431631>Juan 16:31, 32)

“La soledad de

Jesús”

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará”

(<430832>Juan 8:32)

“Libertad por

Medio de la

Verdad”

“El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la

doctrina si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo”

(<430717>Juan 7:17).

“La Obediencia,

Órgano del

Conocimiento

Espiritual”

“Porque el dolor que es según Dios, obra

arrepentimiento saludable, de que no hay que

arrepentirse; mas el dolor del siglo obra muerte”

(<470701>2 Corintios 7:10)

“El Doble Poder

del Pesar”

En cada uno de los cinco ejemplos dados arriba, el tema abarca el significado

total del texto. Pero hay textos cuyo contenido es tan rico que presentan más
de un tema. El predicador puede escoger uno de ellos y omitir los demás. En

tales casos su tema se halla explícitamente en el texto, exactamente como en los

casos anteriores, pero no abarca todo el significado del texto. Por ejemplo,

Brooks tiene un sermón basado en <620216>1 Juan 2:16.f271 Su tema es “La

Soberbia de la Vida”. Este tema se encuentra claramente en el texto, pero

abarca sólo una porción del significado total del texto. Garvie sugiere que el

predicador podría encontrar en <430316>Juan 3:16 cuando menos cuatro temas

distintos: “El Amor de Dios”, “La Vida Eterna”, “El Don de Cristo”, y “La

Suficiencia de la Fe”f272 Cada tema es encontrado directamente en el texto,

pero ninguno de los cuatro temas abarca el significado total del texto.

(b) Temas inferidos del texto por procedimientos lógicos. La segunda

manera legítima en que el tema puede ser derivado del texto es por medio de la

inferencia lógica. El tema puede ser inferido del texto por deducción, por

inducción o por analogía. Vale la pena en esta conexión que refresquemos

nuestra memoria respecto a la distinción fundamental entre estos tres modos de

razonar.

Las inferencias mediatas... se dividen en dos clases principales, el

silogismo en sentido estricto... y la inducción.. El silogismo en sentido

estricto (razonamiento deductivo) es en sus formas capitales una

conclusión de lo universal a lo particular o a lo singular, y en todas sus

formas, una conclusión a partir de lo universal. La inducción es una

conclusión de lo singular o lo particular a lo universal. Una tercera

especie, la de la conclusión por analogía, que pasa de lo singular o

particular a lo singular o particular afín, debe distinguirse de las dos

anteriores, aunque se puede reducir a una combinación de ambas.f273

i. Cuando el texto presenta una verdad general y el tema una aplicación

particular de ella, decimos que el tema es inferido por deducción. Por ejemplo,

el predicador puede tomar por texto a <402819>Mateo 28:19, 20 y predicar un

sermón sobre el tema “Llevando a Cabo la Gran Comisión”, haciendo ver que

la obediencia al mandato de Cristo demanda de parte nuestra la oración, la

contribución de nuestro dinero y la dedicación de nuestra vida. Este tema no es


idéntico al significado histórico del texto. El texto no menciona nada acerca de

la manera en que la comisión de Cristo debe ser ejecutada. Pero el tema es una

legítima inferencia del texto, una inferencia por deducción.

Otro ejemplo se nos presenta en relación con <520522>1 Tesalonicenses 5:22:

“Apartaos de toda especie de mal”. Este texto inculca un deber ético general, a

saber: el de evitar toda clase de mala conducta. Si un pastor ve que las

presiones sociales que rodean a la juventud de su congregación están llevándola

hacia peligros morales, bien podría tomar este texto y de él inferir por

deducción el siguiente tema: “Los Peligros del Baile”.

Estos dos ejemplos bastan para indicar a qué nos referimos cuando decimos

que un tema puede ser derivado de su respectivo texto por el proceso lógico

de la deducción. Esta es una de las maneras legítimas de derivar temas para el

púlpito, pero debemos tener siempre presente que es superior el método que

encuentra el tema directamente en el texto.

ii. Un tema es derivado de su texto por inducción cuando el texto presenta un

caso particular del cual el predicador deriva un tema general. Este proceso se

emplea especialmente en relación con las porciones narrativas de las Escrituras.

Por ejemplo, F. W. Robertson tiene un sermón intitulado “Triunfo Sobre los

Impedimentos” basado en <421908>Lucas 19:8.f274 El texto, juntamente con sus

contexto, presenta un caso particular, el de Zaqueo. Este logró triunfar sobre

todos los impedimentos, tanto los circunstanciales como los personales, que

hacían difícil su llegada a Jesús. De este caso particular el predicador infirió un

tema general, tratando en su mensaje dos puntos principales: los obstáculos a

una vida religiosa y el triunfo cristiano sobre las dificultades.

Ejemplo parecido tenemos en la obra de Horacio Bushnell.f275 Este predicó un

sermón que se ha hecho famoso sobre <234505>Isaías 45:5b: “Yo te ceñiré, aunque

tú no me conociste”, palabras de Dios dirigidas originalmente a un individuo

particular, a Ciro de Persia. El significado histórico del texto es que Dios tenía

un plan para la vida de aquel potentado oriental. Dios lo iba a usar, aunque él

no lo sabía. De este caso particular el predicador, por inducción, infirió la

verdad general de que Dios tiene un plan para la vida de todo hombre. De ahí
su tema: “La Vida de todo Hombre un Plan de Dios”.

Bástenos un ejemplo más. En Éxodo 8:1-14 tenemos la historia de la segunda

de las diez plagas con que Dios afligió a Egipto, o sea la plaga de las ranas. Los

versículos 8 al 10 nos informan cómo Faraón, hastiado y molesto por tanto

animal repugnante, le pide a Moisés que ore porque las ranas sean quitadas.

“¿Cuándo oraré por ti... para que las ranas sean quitadas?” le pregunta Moisés.

Y la respuesta fue: “Mañana”. De este caso particular de una demora insensata

el predicador puede inferir por inducción el siguiente tema general: “La

Insensatez de la Demora”.

iii. Ahora nos resta ilustrar el último tipo de inferencia lógica que el predicador

puede emplear en la derivación de sus temas para el púlpito: la inferencia por

analogía. Al hacerlo, tengamos presente que la característica fundamental de la

analogía es la de un proceso mental que “pasa de lo singular o particular a lo

singular o particular afín”.

Por ejemplo, en Éxodo 12:1-13 tenemos la historia de la primera pascua en

Egipto. En el versículo 13 leemos estas palabras: “Y la sangre os será por señal

en las casas donde vosotros estéis”. La sangre a que el texto se refiere fue la

sangre del cordero pascual. Esa sangre fue una señal para los hebreos que se

hallaban a la sazón como esclavos en Egipto. Pero en el Nuevo Testamento

Cristo es llamado el Cordero de Dios y su sacrificio es considerado como un

complimiento del elemento típico que tuvo la pascua hebrea. Así es que el

predicador se pregunta si no existe alguna analogía entre la manera en que la

sangre del cordero pascual constituía una señal para los esclavos hebreos y la

manera en que la sangre de Cristo constituye una señal para nosotros. Toma,

pues, como tema “La Señal de la Sangre” y expresa su tema en la siguiente

proposición: “De la misma manera en que la sangre del cordero pascual

constituía una señal en la tierra de Egipto, así también la sangre de Cristo

constituye una señal para el mundo hoy en día”. En su mensaje desarrolla los

siguientes puntos: la sangre es una señal del juicio de Dios sobre el pecado; la

sangre es una señal del amor de Dios para el pecador; la sangre es una señal de

la prometida liberación de la esclavitud del pecado la sangre es una señal que


demanda fe de parte nuestra.

Alejandro McKenzie, ministro congregacional norteamericano del siglo pasado,

predicó un buen sermón sobre <111013>1 Reyes 10:13: “Por otra parte el rey

Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso, y cuanto pidió; fuera de

lo que Salomón le había dado “de su real munificencia “ (V. M.). f276 El texto

significa exactamente lo que dice, nada más y nada menos. Salomón dio a la

reina de Sabá todo lo que ésta le pidió y después, “de su real munificencia” le

agregó algunos donativos más. McKenzie vio en este incidente una analogía

con la manera en que Dios se deleita en tratar a sus hijos. Dios nos da más de

lo que necesitamos o de lo que le pedimos Nos da también “de su real

munificencia” bendiciones con que ni aun soñábamos. En el sermón el

predicador presenta ilustración tras ilustración de esta característica divina y

luego ruega por una disposición de parte nuestra a conformarnos de tal manera

con la voluntad de Dios que podamos estar en condiciones de recibir las

bendiciones que de su “real munificencia” el Señor nos quiera dar. “La Real

Munificencia”, pues, es un tema inferido del texto mencionado por el proceso

de la analogía.f277

(c) Temas derivados de sus respectivos textos por vía de una simple

sugestión. Es instructivo observar que aun aquellos escritores que abogan por

la legitimidad de este tipo de temas se ven obligados a llamar la atención a

ciertos peligros serios que están envueltos en el procedimiento. Garvie, por

ejemplo, dice lo siguiente:

Si la constitución mental de un individuo es caracterizada por una

tendencia fantástica, si su instrucción en las Sagradas Escrituras y en la

verdad divina ha sido imperfecta, le será sumamente peligrosa la

práctica de seguir las sugestiones de su texto, porque por lo general

éstas no serán sino fuegos fatuos que lo dejarán desencaminado en

algún pantano mental. Pero para el hombre de conocimientos

adecuados y de un criterio disciplinado, la sugestión aun cuando no

puede ser reducida a una forma lógica inflexible, puede ser un guía de

confianza.f278
Consideremos en seguida dos ejemplos, uno bueno y el otro malo, para ilustrar

la derivación de temas por el proceso de la sugestión.

Alejandro Maclaren, generalmente reconocido como “el príncipe de los

expositores bíblicos”, predicó en cierta ocasión un sermón basado en <431922>Juan

19:22 y cuyo tema fue: “El Pasado Irrevocable”.f279

El texto presenta los siguientes hechos. Pilato había escrito el título que tenía

que ser colgado sobre la cruz de Cristo. Los judíos objetaron a su redacción,

diciéndole: “No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los

Judíos”. Respondió el gobernador romano: “Lo que he escrito, he escrito”.

El significado verdadero del texto, como lo expresa Maclaren mismo en la

introducción de su mensaje, es que Pilato “habiendo prostituido su oficio en la

condenación de Jesús, vengó su debilidad con una terquedad inoportuna...

Había escrito su mofa, y todos los judíos del mundo entero no le harían

cambiar”. En este incidente el predicador ve una sugestión. “Lo tomo”, dice

Maclaren, “como expresando en una forma gráfica, sin referencia a la intención

de Pilato, el pensamiento de un pasado irrevocable”. Notemos las palabras “sin

referencia a la intención de Pilato”. El predicador está diciendo que su tema lo

ha derivado simplemente por sugestión. No pretende que el significado de su

texto sea idéntico a la idea de su tema ni que ha inferido su tema del texto. El

texto simplemente sugirió el tema.

Para dar una idea de los peligros de este método de derivación y de los abusos

a que puede dar lugar, consigno un ejemplo más. Hacia fines del siglo pasado

cierto pastor evangélico neoyorquino predicó un sermón en contra del tráfico

de licores. Tomó como texto las palabras de Jacob en <013733>Génesis 37:33. “La

ropa de mi hijo es; alguna mala bestia le devoró”. Su tema fue: “Un Monstruo

Sangriento”. El mensaje, en lo que se refiere a su propósito, la claridad de su

pensamiento y el vigor de su lenguaje es muy bueno. Pero la conexión entre el

texto y el tema es demasiado remota. La verdad es que no hay nada en el

discurso que haga necesario siquiera que tenga un texto bíblico, sea cual fuere,

y menos que tenga el texto que tiene.f280 El predicador debería haber hecho una

de dos cosas: o hablar sin texto alguno, presentado un discurso moral (una
simple conferencia) sobre el asunto ya mencionado; o (si quería que su discurso

fuese en realidad un sermón) escoger alguno de entre los muchos textos

bíblicos que hablan con claridad y acierto sobre el asunto de las bebidas

embriagantes, y derivar su tema de ese texto, de acuerdo con cualesquiera de

las dos primeras formas legítimas que hemos discutido ya.

Recapitulando lo dicho respecto a la necesidad de que los temas para el púlpito

tengan una legítima relación con las Escrituras, reiteramos que hay sólo tres

maneras válidas en que un tema puede ser derivado de su respectivo texto. (a)

El tema puede ser encontrado directamente en el texto. Lo ideal es que sea

idéntico con la idea central de texto. Hay mucho de verdad en la insistencia de

un competente escritor contemporáneo cuando dice que “uno de los principios

básicos de la verdadera predicación bíblica es que el tema del sermón debe ser

el tema del pasaje en que se funda”.f281 A veces, sin embargo, el tema puede

abarcar un solo aspecto de la verdad total presentada en el texto. (b) El tema

puede ser inferido del texto por procedimientos lógicos, a saber: por

deducción, por inducción o por analogía. Cuando el texto presenta una verdad

general y el tema una aplicación particular de esa misma verdad, decimos que el

tema fue inferido por deducción. Cuando el texto presenta algún caso particular

y el tema una generalización de la verdad del texto, decimos que el tema fue

inferido por inducción. Cuando el texto presenta una verdad particular y el tema

otra verdad particular afín, decimos que el tema fue inferido por analogía. (c) El

tema puede ser derivado por sugestión. Como este método se presta a abusos,

su empleo (que debe ser tan infrecuente como sea posible) exige que el

predicador posea tanto un conocimiento amplio de las Escrituras como una

buena dosis de sentido común.

(3) El desarrollo del tema. Hemos definido un mensaje bíblico como “aquel

que está basado en la recta interpretación de un texto de la Biblia, tomando del

texto su tema, desarrollando el tema en conformidad con la enseñanza general

de las Escrituras, y aplicándolo a las necesidades actuales de los oyentes”. De

esta definición se desprende que la calidad bíblica del mensaje exige que se

preste atención, no sólo a la derivación del tema sino a su desarrollo también.


En un sentido estricto, no hay más de dos maneras en que el tema puede ser

desarrollado, a saber: de acuerdo con el texto o de acuerdo con el tema

mismo. La manera más sencilla de distinguir entre estos dos métodos de

desarrollo es decir: (a) que cuando las divisiones principales del plan

(bosquejo) son tomadas del texto, tenemos un desarrollo textual; y (b) que

cuando las divisiones principales del plan son derivadas del tema, tenemos un

desarrollo temático. En el primer caso, clasificaríamos el mensaje como un

sermón de texto y en el segundo caso, como un sermón de asunto.

La distinción entre estos dos métodos de desarrollo es fundamental, aunque hay

que admitir que a veces coinciden.

Empezando con su tema, es posible que el predicador encuentre un

texto tan apropiado que todas las divisiones lógicas del tema serán

encontradas en el texto; o bien puede ser que empezando con su texto,

el predicador logre derivar del texto un tema que puede ser expresado

mediante una proposición tan feliz que las distintas divisiones del texto

constituirán también las divisiones lógicas de la proposición.f282

a. Iniciemos nuestra discusión con el desarrollo textual. Como se dijo arriba,

cuando las divisiones del plan (bosquejo) son tomadas del texto, tenemos un

desarrollo textual, y el sermón que resulta es clasificado como un sermón de

texto. Pero dentro del desarrollo textual hay que distinguir entre el análisis y la

síntesis.

(a) El desarrollo textual analítico. Este se caracteriza de la siguiente manera:

En primer lugar, el tema del sermón es idéntico a la idea central del texto. En

segundo lugar, las distintas partes del texto son empleadas en el sermón de la

misma manera y en el mismo orden en que se encuentran en el texto. Es decir,

las divisiones principales del sermón son formadas por las partes principales del

texto y presentadas en el mismo orden en que aparecen en el texto.f283 Los

siguientes ejemplos deben poner en claro el punto.

Texto: <402229>Mateo 22:29

Tema: Las Causas del Error Religioso

La primera causa consiste en la falta de conocimiento de las Escrituras.


La segunda causa consiste en la falta de una experiencia personal del

poder de Dios.

Texto: <053329>Deuteronomio 33:29

Tema: El Gozo del Pueblo de Dios

El pueblo de Dios tiene gozo por causa de su redención.

El pueblo de Dios tiene gozo por causa de su protección.

El pueblo de Dios tiene gozo por causa de su poder conquistador.

Texto: <620212>1 Juan 2:12, 13b

Tema: Características del Cristiano Verdadero

I. El cristiano verdadero ha experimentado el perdón de sus pecados.

II. El cristiano verdadero tiene un conocimiento íntimo y personal de

Dios.

III. El cristiano verdadero vive una vida de victoria sobre el maligno.

Texto: <402818>Mateo 28:18-20

Tema: La Gran Comisión

I. Encontramos aquí una autoridad inapelable.

II. Encontramos, además, una tarea comprensiva.

III. Encontramos también una promesa alentadora,

Texto: <421517>Lucas 15:17-24

Tema: El Retorno del Pródigo

I. Reconoció cuál era su condición.

II. Resolvió volver a su padre.

III. Confesó su pecado.

IV. Recibió un perdón completo.

V. Gozó de la abundancia de la casa paterna.

Texto: <243131>Jeremías 31:31-34f284

Tema: Las Bendiciones Superiores del Nuevo Pacto

I. El nuevo pacto efectúa santidad interna.

II. El nuevo pacto provee conocimiento personal para todos.

III. El nuevo pacto descansa sobre el perdón que Dios otorga.

En todos estos sermones se observa que el tema es idéntico a la idea central


del texto y que las divisiones del sermón son formadas por las partes

principales (coordinadas) del texto y que son presentadas en el mismo orden en

que aparecen en el texto.

(b) El desarrollo textual sintético. Exactamente como el desarrollo textual

analítico, el desarrollo sintético se ocupa única y exclusivamente con los

materiales del texto. Difiere del desarrollo analítico, sin embargo, en dos

particulares. En primer lugar, en cuanto al orden de las partes. En el desarrollo

textual analítico el orden de las partes del texto es seguido al pie de la letra en el

orden de las divisiones del sermón. Pero en el desarrollo textual sintético este

orden es cambiado por otro que al predicador le parece más conveniente para

su propósito. La segunda diferencia tiene que ver con el tema. En el desarrollo

textual analítico, el tema del sermón es siempre idéntico a la idea central del

texto. En el desarrollo textual sintético lo puede ser también, pero no es

indispensable que así sea. Una de las partes del texto puede ser elevada a la

categoría de tema y las demás subordinadas a aquélla para formar las divisiones

del sermón, o bien el tema puede ser inferido del texto por procedimientos

lógicos.

i. Síntesis elemental. Cuando el tema del sermón es idéntico a la idea central

del texto, pero el orden de las partes del texto es alterado en el orden de las

divisiones del sermón, tenemos un caso de síntesis elemental. Los siguientes

ejemplos deben aclarar lo que esto significa.

Texto: <243131>Jeremías 31:31-34f285

Tema: Las Bendiciones Superiores del Nuevo Pacto

El nuevo pacto nos bendice con un conocimiento personal de Dios.

El nuevo pacto nos bendice con un verdadero perdón de todos

nuestros pecados.

El nuevo pacto nos bendice con una santidad efectiva en nuestra vida

diaria.

En el texto, el orden de las partes es: (1) santidad; (2) conocimiento; y (3)

perdón. Se ha cambiado este orden por el que aparece en el sermón con el fin

de seguir el orden de la experiencia cristiana. Primero llegamos a tener


conocimiento, luego perdón, y por fin la santidad de vida.

Texto: <421511>Lucas 15:11-24

Tema: El Hijo Pródigo

I. Veámoslo en la pocilga

1. Su condición descrita

2. Su condición contrastada con su estado anterior.

II. Investiguemos las causas de su degradación

1. Se debió a su insensatez.

2. Se debió a su ingratitud.

3. Se debió a su rebeldía.

III. Conozcamos los pasos en su restauración

1. Reconoció su condición y su culpa.

2. Resolvió dejar la pocilga y volver a su padre

3. Recibió el perdón y la abundancia de todo lo necesario.

En el texto el orden de las partes es:

(1) la salida del pródigo;

(2) su degradación en la tierra lejana; y

(3) su retorno.

En el sermón se ha cambiado el orden con el fin de plantear al principio un

problema y luego investigar su origen y encontrar su solución. La razón del

cambio obedece al hecho de que en la opinión del predicador tal presentación

del asunto conviene mejor a la condición y necesidad de su congregación.

Texto: <195101>Salmo 51:1, 2

Tema: Culpa y Perdón.f286

I. Lo que David pensaba del pecado

1. Que es rebelión.

2. Que es apartamiento de lo recto.

3. Que es “perder o errar el blanco”.

II. Lo que David pensaba del perdón

1. Que significa “borrar”.

2. Que significa “lavar”.


3. Que significa “sanar”.

III. Dónde David cifraba su esperanza para pedir como pidió: en la

misericordia de Dios

1. La revelación de la misericordia de Dios inspira con fianza para pedir

el perdón.

2. La revelación de la misericordia de Dios mueve al arrepentimiento.

Este es un texto que no se presta para un tratamiento analítico por la sencilla

razón de que las partes que tratan del pecado están entrelazadas con las que

hablan del perdón. Además, el concepto de la misericordia es lo primero que el

texto presenta, y es evidente que desde el punto de vista homilético conviene

mucho mejor dejar esta consideración para el final del sermón, así como

Maclaren lo hizo.

ii. Síntesis avanzada. Este tipo de síntesis entraña más que un simple

trastrueque de partes. Envuelve nada menos que un cambio de tema. Ya no se

ciñe el predicador a la idea central de su texto. O eleva a una de las ideas

secundarias de su texto a la categoría de tema, o infiere su tema del texto por

procedimientos lógicos. En cualquiera de los dos casos, el procedimiento es

como sigue: Primero, se hace una lista de los diversos pensamientos que el

texto presenta. A la luz de las necesidades espirituales de la congregación se

medita sobre este conjunto de pensamientos hasta que alguno de ellos llegue a

resaltar en su mente, impresionándole con sus posibilidades como tema para el

sermón. Logrado el tema, se vuelven a examinar todos los pensamientos del

texto a la luz de este tema. Omitiendo lo que no viene al caso, toma los otros

materiales del texto y los arregla en torno al tema en la forma que le parece más

conveniente.

Veamos una ilustración. De la historia del hijo pródigo yo hemos derivado

ejemplos tanto del desarrollo textual analítico como de síntesis elemental. Ahora

nos serviremos del mismo pasaje para dar un ejemplo de síntesis avanzada.

Como se ha explicado ya, el tema del sermón no va a ser idéntico a la idea

central del texto. Se deriva más bien de algunas de las ideas secundarias del

pasaje. De entre las varias posibilidades que la historia presenta, nos llama la
atención la expresión, “Y volviendo en sí...” que encontramos en el versículo

17. En esta expresión, pues, hallamos el siguiente tema: “Cuando el Hombre

Vuelve en Sí”. Desarrollando el tema a la luz del contenido de todo el pasaje, el

resultado puede ser algo parecido a lo siguiente:

Texto: <421511>Lucas 15:11-24

Tema: Cuando el Hombre Vuelve en Sí

I. Cuando el hombre vuelve en sí comprende que el mundo siempre

decepciona

1. Sus riquezas son pasajeras.

2. Sus amistades son falsas.

3. Sus placeres son huecos

4. Su libertad es engañosa.

II. Cuando el hombre vuelve en sí comprende que sólo Dios satisface

1. Que en su disciplina hay sabiduría.

2. Que en su cuidado hay suficiencia.

3. Que en su amor hay perdón.

III. Cuando el hombre vuelve en sí comprende que su destino está en

sus propias manos

1. Que sólo él es culpable de su ruina.

2. Que debe arrepentirse y volver a Dios.

Veamos ahora en ejemplo en que el tema del sermón es inferido del texto por

uno de los tres procedimientos lógicos. Supongamos que el predicador quiere

preparar un mensaje sobre el capítulo 7 del libro de los Jueces. La idea central

de capítulo es la de la victoria de Gedeón sobre los madianitas. Pero semejante

tema meramente histórico sería de escaso interés y de poco provecho para una

congregación contemporánea. ¿Cómo sería posible utilizar el material de este

capítulo para elaborar un mensaje vital y pertinente?

El primer paso consiste en hacer una lista completa de todos los pensamientos

que se encuentran en el capítulo. La lista puede ser como sigue:

1. Gedeón asienta su campo frente a los madianitas, <070701>Jueces 7:1

2. Dios advierte a Gedeón que con tan numeroso ejército, si Israel llega
a triunfar, hay peligro de que no den la gloria a Dios, <070702>Jueces 7:2

3. Son eliminados del ejército de Israel los soldados cobardes,

<070703>Jueces 7:3

4. Son eliminados del ejército de Israel los soldados que pensaban más

en satisfacer sus propias necesidades que en defender la causa que

representaban, <070704>Jueces 7:4-6

5. Dios promete salvar a Israel con el pequeño grupo de 300 soldados

que queda, <070707>Jueces 7:7

6. Gedeón cree la promesa divina y despacha a los demás a sus casas,

<070708>Jueces 7:8

7. Dios manda a Gedeón descender al campo de Madián para recibir

una señal adicional que fortalecerá su fe, <070709>Jueces 7:9-11

8. El gran número de los madianitas es declarado, <070712>Jueces 7:12

9. Gedeón escucha el sueño que uno de los madianitas le cuenta a otro,

<070713>Jueces 7:13, 14

10. Gedeón adora a Dios y anima a sus soldados a confiar en que Dios

les dará la victoria, <070715>Jueces 7:15

11. Gedeón reparte a sus soldados en tres escuadrones y los provee de

“bocinas, cántaros vacíos y teas ardiendo dentro de los cántaros”,

<070716>Jueces 7:16

12. Gedeón manda a sus soldados a mirarlo a él y a hacer lo que le

vean a él hacer, <070717>Jueces 7:17, 18

13. Los soldados obedecen a Gedeón, <070719>Jueces 7:19, 20

14. Cada soldado ocupa precisamente el sitio que le corresponde

ocupar en derredor del campamento del enemigo, <070721>Jueces 7:21

15. Dios obra, confundiendo al enemigo y dando una sonada victoria a

Israel, <070722>Jueces 7:22

16. Otros de los israelitas se juntan con los 300 de Gedeón para

perseguir a los madianitas, <070723>Jueces 7:23

17. Gedeón manda a todos los de Efraín a unirse a la persecución de

Madián, <070724>Jueces 7:24


18. Los israelitas toman presos a los dos príncipes de Madián y los

matan, <070725>Jueces 7:25

El segundo paso consiste en meditar sobre estos pensamientos, teniendo

presentes siempre las necesidades de la congregación a la cual el mensaje va a

ser predicado, hasta que alguno de los pensamientos que aparecen en la lista (o

alguna combinación de ellos) llegue a resaltar como posible tema para el

sermón. Claro está que son varias las posibilidades que tan larga lista ofrece.

Sería posible, por ejemplo, tomar a Gedeón como dechado del obrero

cristiano fijándose en su fe, su obediencia, su valor y su persistencia para

acabar con la tarea que había empezado a hacer. El predicador toma nota de

esta posibilidad y sigue estudiando el pasaje.

De repente le llama la atención el gran contraste entre el número crecido de los

madianitas, mencionado en el versículo 12, y el número pequeño de los

soldados de Gedeón, mencionado en el versículo 7. Este contraste le recuerda

otro parecido, a saber: el contraste marcado entre el número pequeño de los

cristianos evangélicos en la América Latina y la gran mayoría de los que ignoran

o que se oponen al evangelio. Pero el pequeño ejército de Gedeón venció las

huestes innumerables de Madián. ¿A qué se debería tan sorprendente victoria?

Por supuesto que se debió fundamentalmente al poder divino. Pero ¿por qué

querría Dios obrar en la forma en que lo hizo? ¿Cuál sería el secreto del triunfo

de Gedeón y sus trescientos sobre las fuerzas superiores de Madián? Si este

secreto fuera descubierto y puesto en acción, ¿no tendríamos los cristianos

evangélicos de la América Latina esperanza de conquistar este continente para

el Señor Jesús? Ya se encontró el tema (inferido del texto por inducción): “El

Secreto del Triunfo”.

El tercer paso consiste en organizar los materiales del capítulo en torno al tema

escogido. Al volver a estudiar el pasaje desde este punto de vista, el

predicador no tiene un interés meramente histórico. Lo que busca es la verdad

eterna de su texto. Desea encontrar en la victoria de Gedeón ciertos principios

espirituales que son aplicables a las necesidades actuales de su propia

congregación. Y no tarda en llegar a la conclusión de que bajo Dios el secreto


del triunfo, tanto el de Gedeón como el nuestro, estriba en tres cosas

principales, a saber:

(1) en el carácter personal de los que luchan;

(2) en las armas que se empuñan; y

(3) en la táctica que se sigue al pelear.

Después de apuntar estas tres consideraciones observa que no ha utilizado

ningún material comprendido en los versículos del 9 al 15. Está bien. Esta es

una de las ventajas del desarrollo sintético, a saber: que el predicador no está

obligado a utilizar todo el material de su texto. El resultado, entonces, es como

sigue:

Texto: <070701>Jueces 7:1-25

Tema: El Secreto del Triunfo

Propósito General: De consagración

Propósito Específico: El de inspirar a los hermanos a esforzarse por desarrollar

en sus respectivas vidas las cualidades y las actitudes que les permitirán ser

usados por Dios en la conquista de la Patria para la fe del Señor Jesús.

Proposición: En la sonada victoria de Gedeón y sus trescientos soldados sobre

las innumerables huestes de Madián encontramos el secreto que puede darnos

el triunfo en nuestros esfuerzos por conquistar la Patria para Cristo el Señor.

Oración de transición: ¿En qué, pues, consiste el secreto del triunfo?

I. El secreto del triunfo consiste, ante todo, en el carácter personal de

los que luchan

1. Es menester ser humildes.

2. Es menester ser valientes.

3. Es menester estar totalmente dedicados a la tarea (indicado por la

manera cautelosa en que los trescientos tomaron el agua).

II. El secreto del triunfo consiste también en las armas que se esgriman.

1. Hay que dar un positivo testimonio verbal (sugerido por el sonido

estentóreo de las bocinas).

2. Hay que respaldar el testimonio verbal con un ejemplo luminoso

(sugerido por las teas que ardían dentro de los cántaros de barro).
III. El secreto del triunfo consiste finalmente en la táctica que se sigue

en la lucha.

1. Hay que mantener la vista clavada en el Jefe

2. Cada uno debe ocupar precisamente el sitio que el Jefe le asigne.

3. Es necesario estar dispuestos al sacrificio personal para adelantar los

intereses de la causa que seguimos (sugerido por la acción de romper

los cántaros para dejar que se viera la luz. Véase <470407>2 Corintios 4:7).

(c) Tipos especiales de desarrollo textual

Antes de dar fin a nuestra discusión del desarrollo textual, debemos prestar

alguna atención a dos tipos especiales del mismo. Me refiero al sermón

expositivo y a la homilía.

i. El sermón expositivo. No es cosa fácil formular una definición satisfactoria

de este término. Cuando examinamos las diferentes opiniones que existen sobre

el particular, confirmamos aquello de que “cada cabeza es un mundo”.

Un célebre predicador del siglo pasado dijo:

Al hablar de la predicación expositiva, me refiero a aquel método de

discurso en el púlpito que consiste en la interpretación consecutiva y la

aplicación práctica de algún libro del canon sagrado.f287

De acuerdo con esta definición queda descartada la posibilidad de predicar un

sermón expositivo sobre cualquier pasaje determinado, a no ser que dicho

sermón forme parte de un curso de mensajes consecutivos sobre el libro en el

cual el pasaje aparece.

Según un profesor de homilética a quien hemos citado en páginas anteriores,

La discusión que explica tiene su mejor corona y gloria en lo que

técnicamente es conocido con el nombre de predicación expositiva.

Esta clase de predicación se basa en un pasaje un poco extenso de la

Escritura. Aunque el objeto principal de esta predicación es explicar,

esta explicación es hecha con el fin de persuadir.f288

En esta declaración resaltan dos consideraciones, a saber: que la predicación

expositiva debe ser basada en un pasaje algo extenso; y que se caracteriza

especialmente por su índole explicativa.


La idea de que el sermón expositivo necesita estar basado en un pasaje algo

extenso ha sido sostenida por otro autor, como sigue:

Un sermón expositivo es aquel que brota de un pasaje que tiene más de

dos o tres versículos. En teoría tal sermón se distingue del sermón de

texto principalmente en relación con la extensión de sus respectivos

textos; en la práctica los términos a menudo coinciden. Considérese,

por ejemplo, un sermón que desenvuelve el significado y los valores

espirituales de <401128>Mateo 11:28-30. ¿Denominaríamos ese mensaje

como un sermón expositivo o como un sermón de texto?

Probablemente escogeríamos la primera clasificación, pero cualesquiera

de las dos podría servir. Por lo visto pues, concluimos que un sermón

expositivo es aquel que aplica un tratamiento textual a un pasaje más o

menos extenso, y que un sermón de texto es aquel que aplica un

tratamiento expositivo a un pasaje breve.f289

Otro escritor opina que la extensión de texto no es requisito indispensable para

un sermón expositivo, pero que un énfasis especial sobre la explicación sí lo es.

La palabra “exposición” ha sido empleada de diversas maneras en

relación con los sermones. Hubo tiempo en que era reservada para

aquellas ocasiones cuando el predicador no se limitaba a un texto

breve, sino que hacía comentarios sobre un pasaje más extenso. A tal

predicación se le aplicaba el calificativo de “expositiva” para distinguirla

de la anterior, la cual se llamaba “textual”. Pero tal uso del término era

indebido. La exposición significa simplemente “poner delante de”, o sea

“explicar”, y si el predicador está explicando un texto breve, o todo un

capítulo o aun un libro entero de la Biblia, en todo caso se debe

calificar su trabajo como exposición. La profundidad que puede

alcanzar, por supuesto, estará en proporción inversa a la extensión del

pasaje bajo consideración, pero no por eso dejará de tener un trabajo

de exposición.f290

En la opinión de todavía otra autoridad en la materia, cada ministro debe fijarse

la meta de ser un predicador expositivo,


No en el sentido estrecho de estar siempre explicando en detalle algún

pasaje de la Escritura, sino en el sentido amplio de que aun cuando

predique sobre algún asunto, éste será derivado de su texto, no por una

exégesis forzada, sino en virtud de la afinidad natural que existe entre

texto y asunto; y que el tratamiento de cada texto será determinado

siempre por el estudio histórico de su respectivo contexto.f291

Por último, un escritor contemporáneo sustenta esta tesis:

La predicación expositiva es un acto en el cual la verdad viva de alguna

porción de las Sagradas Escrituras, entendida a la luz de un sólido

estudio exegético e histórico y transformada por el Espíritu Santo en

realidad vital para el predicador mismo, es engendrada en el corazón

del oyente por el Espíritu Santo al confrontarlo con Dios en Cristo en

una experiencia de juicio y de redención.f292

En otras palabras, la opinión de este autor es que

Toda predicación verdadera es predicación expositiva, y aquella

predicación que no sea expositiva no es predicación.f293

Claro está que cualquiera definición que uno dé tiene que ser algo arbitrarla,

pues reflejará sus puntos de vista muy personales. El que esto escribe simpatiza

bastante con las ideas vertidas por los últimos autores citados. Tales conceptos

van de acuerdo con el significado básico de la exposición. Según el

Diccionario de la Lengua Española, la voz “exponer” significa “presentar una

cosa para que sea vista, ponerla de manifiesto; declarar, interpretar, explicar el

sentido genuino de una palabra, texto o doctrina que pueda tener varios

significados o es difícil de entender”. Y la palabra “expositivo” se define como

aquello “que expone, declara o interpreta”. Según estas definiciones se ve que

la explicación ocupa un lugar secundario en la exposición. La función primaria

de ésta es la de presentar a la vista, de poner de manifiesto, de declarar. Por

tanto parece justo concluir que aunque la explicación constituye un elemento

prominente y aun necesario en la predicación expositiva, ésta se caracteriza

principalmente por su función de manifestar o de declarar el mensaje de Dios.

Y esto equivale a decir que toda predicación verdadera es esencialmente


expositiva.

El predicador está exponiendo el mensaje de Dios cuando pone delante de su

congregación lo que Dios puso en las Escrituras. Si el tema de su sermón tiene

una legítima relación con su texto (siendo encontrado directamente en el texto o

inferido de él por procedimientos lógicos) y si dicho tema está desarrollado con

entera fidelidad a la enseñanza general de las Escrituras, el predicador está

haciendo un trabajo de exposición. Está poniendo delante de sus oyentes lo

que Dios puso en su Palabra. En realidad, nunca debe hacer otra cosa. En este

sentido, pues, el término “predicación expositiva” se equipara con “predicación

bíblica”.

Pero, ¿no cabe preguntar si la riqueza del contenido bíblico de un sermón no

queda afectada en algo por la forma en que su tema es desarrollado? En las

páginas que siguen hemos de insistir en que los sermones que tienen un

desarrollo temático pueden (y deben) ser bíblicos. Estamos plenamente

convencidos de lo justo de esta opinión. Sin embargo de ello, no hay que

ignorar que la predicación de sermones de asunto se presta para que el

predicador vaya alejándose cada vez más de la recta interpretación bíblica.

Una de las ventajas principales de la predicación de sermones de texto consiste

precisamente en la obligación que le impone al predicador, no sólo de derivar

su tema de la recta interpretación de su texto, sino también de desarrollar su

tema de acuerdo con el contenido de su texto. Si el tema está desarrollado en

conformidad con el recto sentido de un texto particular, se sigue que tiene que

ir de acuerdo también con la enseñanza general de las Escrituras. Esto

demuestra que el contenido bíblico del sermón encuentra su mayor garantía en

un desarrollo textual del tema. Así es que parecería conveniente reservar el

término “expositivo” para describir los sermones que se acerquen más a lo que

podríamos llamar un sermón de texto ideal. En atención a esta consideración,

formulo la siguiente definición: Un sermón expositivo es aquel cuyo tema es

encontrado directamente en el texto, siendo desarrollado con material

provisto por la recta interpretación del texto para lograr un propósito que

armonice con el significado original del texto. Ampliemos un poco esta


definición.

En primer lugar, el sermón expositivo es caracterizado por la manea en que su

tema es derivado. El tema tiene que ser encontrado directamente en el texto.

No puede ser un sermón expositivo aquel cuyo tema es derivado del texto por

inferencia lógica (por deducción, inducción o analogía), ni mucho menos aquel

cuyo tema es simplemente sugerido por el texto.

En segundo lugar, el sermón expositivo es caracterizado por la manera en que

su tema es desarrollado. El tema tiene que ser desarrollado con pensamientos

proporcionados por la recta interpretación del texto. Por esto quiero decir que

cuando menos las divisiones principales del sermón, así como las primeras

subdivisiones de éstas, serán provistas por la recta interpretación del texto.

Puede haber, por supuesto, materiales de apelación y de ilustración ajenos al

texto. Pero la organización misma del mensaje (su armazón estructural) tiene

que ser netamente textual (analítica o sintética).

Finalmente, el sermón expositivo es caracterizado por una correspondencia

justa entre el propósito del sermón y el significado original del texto. En otras

palabras, el propósito del sermón expositivo tiene que ser uno que armonice

con el propósito que vibraba en el corazón del autor inspirado cuando escribió

el texto.

Veamos unos ejemplos:

Texto: <490103>Efesios 1:3-14

Título: Una Declaración de Gratitud

Propósito General: De consagración

Propósito Específico: De presentar de tal manera la grandeza de las

bendiciones que tenemos en Cristo, que cada miembro de la iglesia se

sienta constreñido a mostrar su gratitud a Dios con una vida que le

glorifique.

Proposición: En esta declaración de gratitud hecha por el Apóstol

Pablo encontramos razones justas por qué nosotros también debemos

dar gracias a nuestro Dios.

I. Debemos dar gracias a Dios por su propósito de gracia:


1. Es un propósito eterno.

2. Es un propósito amoroso.

3. Es un propósito santo.

II. Debemos dar gracias a Dios por su plan de redención

1. Nos inspira gratitud lo que este plan de redención costó: la sangre de

su Hijo

2. Nos inspira gratitud lo que este plan de redención efectúa:

(1) Perdona nuestros pecados.

(2) Ilumina nuestro entendimiento.

(3) Ennoblece nuestra vida (véase el versículo 11, que según la nota

marginal, “fuimos hechos su herencia”).

III. Debemos dar gracias a Dios por su promesa de cumplimiento

1. Esta promesa es presentada bajo la figura del “sello del Espíritu”.

2. Esta promesa es presentada bajo la figura de “las arras del Espíritu.

Conclusión:

1. Observemos que todas estas bendiciones son “bendiciones

espirituales”.

2. Recordemos que la fuente de todas ellas es “en Cristo”.

3. Tengamos presente finalmente que el propósito de tanta bendición es

que “seamos para alabanza de su gloria”.

Texto: <490201>Efesios 2:1-10

Título: el Remedio Divino Para la Condición Humana

Propósito General: Evangelístico

Propósito Específico: De convencer al pecador cuán grave es su

condición espiritual para que se resuelva a tomar por la fe el remedio

adecuado que Dios le ofrece en Cristo Jesús.

Proposición: En nuestro texto el apóstol Pablo hace un diagnóstico

certero de la condición espiritual del hombre natural para luego indicar

cuán adecuado es el remedio que Dios ha provisto para su mal.

I. La condición espiritual del hombre natural está descrita en nuestro

texto bajo tres figuras


1. El hombre natural es un muerto — “muerto en delitos y pecados”.

2. El hombre natural es un cautivo — preso en el poder de “la trinidad

infernal”.

(1) Sigue el curso de este mundo.

(2) Vive en los deseos de la carne.

(3) Obedece al príncipe de la potestad del aire (el diablo).

3. El hombre natural es un reo condenado — es un “hijo de ira”.

II. Para esta terrible condición Dios ha provisto un remedio adecuado

que nuestro texto describe de tres maneras.

1. Es un remedio de amor

2. Es un remedio de poder.

(1) Nos resucita de la muerte espiritual.

(2) Nos hace sentarnos (ahora) en los lugares celestiales con Cristo,

victoriosos sobre “la trinidad infernal”

3. Es un remedio de gracia.

Conclusión:

1. Este remedio nos es ofrecido en Cristo solamente.

2. Este remedio puede ser nuestro por la fe.

3. Los resultados de la aplicación de este remedio serán motivo de

contemplación y de alabanza a Dios por toda la eternidad (véase el

versículo 7).

4. Con cuánta más razón, pues, debe usted aceptarlo ahora mismo.

El lector comprenderá que los dos bosquejos que acabamos de dar no

constituyen sermones terminados. Falta revestir el armazón estructural con los

materiales de apelación y de ilustración que sean más convenientes. Pero el

armazón estructural mismo está completo. Y todo ha sido provisto por la recta

interpretación de los respectivos textos. En esto consiste la excelencia peculiar

del sermón expositivo. De todos los tipos legítimos de sermón, éste es el más

bíblico, y por tanto el mejor. El deseo ferviente del que esto escribe es que

cada predicador que lea estas líneas se forme de una vez el ideal de dar la

preferencia en todo su ministerio a la predicación de sermones expositivos.


ii. La homilía. De los diferentes tipos del discurso cristiano, la homilía es el más

antiguo. De su historia sabemos lo siguiente:

Había prevalecido entre los judíos la práctica de explicar en forma

popular las lecciones de la Escritura que se leía en las sinagogas, y

desde una fecha muy temprana esta práctica fue adoptada por las

congregaciones cristianas. Los discursos que se empleaban para este

propósito fueron de un carácter muy sencillo; pero con la excepción de

los que se le atribuyen a Hipólito, no tenemos ningún ejemplo de este

tipo de composición que sea más antiguo que las homilías de Orígenes,

las cuales datan desde el siglo tercero. Tomando a éstas como modelo,

la homilía cristiana primitiva puede ser descrita como una exposición

popular de alguna porción de la Escritura, acompañada de reflexiones y

exhortaciones morales. Se distingue del sermón, cuya forma refleja la

influencia de la retórica de las escuelas, en que sigue el orden del texto

o de la narración bíblica en vez de tener un arreglo al estilo de un

discurso retórico o de un ensayo didáctico.f294

Otro escritor ha dicho que

La homilía... fue en la edad postapostólica una simple exposición, o sea

una explicación continua del pasaje de la Escritura leído en la santa

asamblea. Consistía casi por completo de explicación, teniendo muy

poco del carácter de un discurso retórico formal.f295

Hasta nuestros días la homilía sigue teniendo las mismas características

fundamentales que la distinguían en la edad postapostólica. Es decir, se funda

en un texto bíblico algo extenso del cual se da una explicación continua,

intercalando aplicaciones prácticas y exhortaciones adaptadas a las

necesidades espirituales de los oyentes. La homilía es en realidad una plática

religiosa informal cuya única unidad es la de su texto. En manos hábiles

constituye todavía un vehículo poderoso para la presentación de la verdad

divina, pero su aparente sencillez es engañosa. Para evitar que degenere en una

especie de comentario superficial en que el predicador “cuando es perseguido

en un versículo huye a otro”, se precisa una preparación concienzuda. El pasaje


escogido debe contener varias verdades que se relacionen estrechamente con

las necesidades espirituales de la congregación.f296 Estas serán presentadas en

el mismo orden en que aparecen en el texto, teniendo el predicador cuidado de

dar fin a su mensaje al llegar a la consideración que él estime ser de mayor

importancia para sus oyentes. El valor de una homilía descansa principalmente

en tres cosas, a saber: en la claridad de sus explicaciones; en la efectividad de

sus aplicaciones prácticas; y en la naturalidad con que se pasa de un

pensamiento a otro. Así es que su preparación exige que se dé especial

atención a la selección de buenas ilustraciones y a la formulación de transiciones

felices.

b. Pasemos ahora a una consideración del desarrollo temático. Bajo este punto

discutiremos dos cosas: el sermón de asunto y “la lectura bíblica”.

(a) El sermón de asunto. Como fue dicho arriba, cuando las divisiones

principales del plan (bosquejo) son derivadas del tema, tenemos un desarrollo

temático, y el mensaje que resulta es clasificado como un sermón de asunto. En

relación con esto es muy importante que recordemos nuestra definición del

mensaje bíblico, porque a menudo se ha objetado a los sermones de asunto,

alegando que no son tan bíblicos como debieran ser. Tal crítica es justa sólo

cuando el sermón de asunto “es secular en el espíritu o en la substancia”.f297

Pero cuando el tema es derivado en forma legítima de un texto que ha sido

rectamente interpretado, y cuando dicho tema es desarrollado en conformidad

con las enseñanzas generales de las Escrituras, el sermón que resulta es bíblico,

no importa si su desarrollo es temático o textual.

Aunque la opinión personal del que esto escribe es que cada predicador haría

bien en dar la preferencia en su ministerio a la preparación y predicación de

sermones de texto, no puede menos que reconocer que los sermones de asunto

tienen un lugar legitimo y aun necesario en todo repertorio homilético.

Blackwood observa que “en la historia de la predicación los sermones de

asunto han sobrepujado en número a todos los demás. Entre los sermones que

han llegado a ser famosos, casi todos pertenecen a esta clase”.f298 Presentemos,

pues, algunos ejemplos de esta manera de desarrollar el tema de un sermón.


Uno de los sermones más famosos de Spurgeon se intitula “Canciones en la

Noche”.f299 El texto es <183510>Job 35:10: “Y ninguno dice: ¿Dónde está Dios mi

Hacedor, que da canciones en la noche? El plan del sermón es como sigue:

I. ¿Quién es el autor de las canciones en la noche?

1. Dios es el autor de las canciones en la noche porque en la noche

todo lo que el cristiano tiene es su Dios.

2. Dios es el autor de las canciones en la noche porque sólo él puede

inspirar al cristiano a cantar bajo circunstancias tan desfavorables.

II. ¿Cuál es el tema de las canciones en la noche?

1. En la noche el cristiano puede cantar del día que ya terminó — de

sus beneficios y misericordias.

2. En la noche el cristiano puede cantar de la noche misma — de que

no es tan negra como pudiera ser.

3. En la noche el cristiano puede cantar del día que ha de venir — de

sus promesas y esperanza.

III ¿En qué consisten las excelencias de las canciones en la noche?

1. En que son sinceras.

2. En que demuestran verdadera fe en Dios.

3. En que manifiestan un valor real

4. En que exhiben un amor genuino para Cristo.

IV ¿De qué aprovechan las canciones en la noche?

1. Son útiles para alegrar nuestro propio corazón.

2. Sirven para regocijar el mismo corazón de Dios.

3. Animan a nuestros compañeros.

4. Convencen a los que aún no creen en Cristo.

El lector observará que aparte de la primera división del plan, ninguna de las

otras tiene base alguna en el texto del sermón. El tema es encontrado

directamente en el texto, pero su desarrollo es independiente del texto. En esto

consiste la índole esencial del sermón de asunto.

Consideremos un ejemplo más. Santiago S. Stewart, eminente predicador

presbiteriano escocés contemporáneo, tiene un sermón conmovedor basado en


el grito de la multitud celestial: “¡Aleluya! porque el Señor nuestro Dios

Todopoderoso reina”.f300 Su tema, encontrado directamente en el texto, es “El

Señor Dios Omnipotente Reina”. Después de una breve introducción en la cual

patentiza que para el Señor Jesús el hecho central de toda la vida fue

precisamente la convicción expresada en las palabras de su texto, el predicador

asienta esta proposición: “Si sondeamos el fondo de esta cardinal convicción,

descubriremos que conduce hacia tres resultados. Comprende tres tremendas

consecuencias, y como éstas nos interesan a todos de la manera más íntima,

suplicaría que pensáramos en ellas ahora”. El plan que desenvuelve esta

proposición es el siguiente:

I. Esta convicción significa la liberación de la vida

1. Liberación de las preocupaciones mezquinas.

2. Liberación de los temores de la vida

3. Liberación de un complejo de autocondenación.

II. Esta convicción significa la condenación del pecado — la derrota de

todo mal

1. Este es el mensaje central del libro del Apocalipsis.

2. Esta fue la convicción personal del Señor Jesús cuando estuvo aquí

en la tierra.

3. Esta ha sido la seguridad de los santos de todas las edades.

III. Esta convicción significa el consuelo de la aflicción

1. Esto fue comprendido por el salmista al hablar del gran diluvio

(Salmo 29).

2. Esto fue ilustrado en la experiencia de los apóstoles en la tempestad

que les sobrevino en la mar de Galilea.

3. Esto fue demostrado por la transformación de la cruz en el

instrumento de eterna salvación.

En este sermón, exactamente como en el anterior, el texto proporciona el tema,

pero el desarrollo del tema es completamente independiente del texto. En

ambos casos tenemos un mensaje bíblico con un desarrollo temático.

(b) La lectura bíblica. Tenemos en esta designación uno de los términos


técnicos de la homilética. Como tal exige alguna explicación. La “lectura

bíblica” es en realidad nada más que una especie informal de sermón de asunto.

Tiene con éste una relación parecida a la que existe entre el sermón de texto y

la homilía. La homilía tiene unidad de texto, pero varios asuntos. La lectura

bíblica en cambio tiene una estrecha unidad de tema, pero carece en lo

absoluto de unidad de texto.

El procedimiento ordinario consiste en tomar algún tema, como, por

ejemplo, “El poder de la Oración”, y buscar todas las referencias

bíblicas que tienen que ver con él. Luego, haciendo caso omiso de las

referencias de menor importancia, el predicador discute su asunto,

pasando de pasaje en pasaje, haciendo comentarios y dando

ilustraciones.f301

El tema escogido podría ser presentado tomando los pasajes principales que se

refieren a él en toda la Biblia, o el predicador podría limitarse al contenido de

un solo libro de la Biblia, a los escritos de un solo autor o aun a los confines de

un solo capítulo. Esta manera de predicar ofrece una ventaja especial para los

cultos más informales de la iglesia puesto que si el pastor quiere, puede

preparar sus referencias, escribiéndolas en pequeñas tiras de papel para

repartirlas entre la congregación, pidiendo que sean leídas en el momento

oportuno. Tal participación es muy útil en los estudios bíblicos de entre semana.

Y de cuando en cuando, aun en los cultos formales del Día del Señor, la lectura

bíblica puede hallar lugar. Si el pastor tiene cuidado en escoger las referencias

más importantes y en arreglarlas en un orden propio para conducir a un clímax;

si se esfuerza en dar la interpretación correcta de cada pasaje en el lenguaje

más claro y en la forma más breve posible; si se esmera en buscar las

ilustraciones más apropiadas, entonces, con la bendición de Dios, la lectura

bíblica será un instrumento poderoso para la presentación de la verdad divina

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