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Soluciones Utópicas

Las utopías socialistas del siglo XIX proponían crear nuevos asentamientos urbanos basados en principios de cooperación e igualdad. Richard Owen diseñó un modelo de "paralelogramo" para estas comunidades, con viviendas y servicios comunales. Más tarde, Owen fundó la colonia New Harmony en Estados Unidos para aplicar sus ideas, pero fracasó debido a fuerzas centrífugas internas y la falta de un enfoque de alcance global. Las propuestas utópicas perdieron validez con el tiempo a medida que los g

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Soluciones Utópicas

Las utopías socialistas del siglo XIX proponían crear nuevos asentamientos urbanos basados en principios de cooperación e igualdad. Richard Owen diseñó un modelo de "paralelogramo" para estas comunidades, con viviendas y servicios comunales. Más tarde, Owen fundó la colonia New Harmony en Estados Unidos para aplicar sus ideas, pero fracasó debido a fuerzas centrífugas internas y la falta de un enfoque de alcance global. Las propuestas utópicas perdieron validez con el tiempo a medida que los g

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SOLUCIONES UTÓPICAS

La utopía social se sustentaba en un nuevo tipo de relaciones sociales. Pero esta nueva
sociedad no se debía crear en el seno de las ciudades industriales de Francia o Inglaterra
ya existentes, tal y como propugnaban Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895)2 , sino
que para que pudieran cristalizar, se debería crear un nuevo tipo de asentamiento
urbano, donde cohabitarían todas las funciones que harían a hombres y mujeres más
libres. Este nuevo tipo de asentamiento urbano sería producto de la transformación
antrópica del medio que la técnica constructiva del momento posibilitaba. Es en esta
vertiente técnica de las propuestas urbanísticas de los socialistas utópicos del siglo XIX
donde situamos uno de los pilares principales de sus propuestas.

Las utopías urbanas del siglo XIX


El principal fermento de las ideas socialistas durante el siglo XIX se sitúa en los países
más industrializados del momento; es de esta manera que sobre todo se pueden
destacar los owenianos en Inglaterra y los fourieristas y saintsimonianos en Francia.
El punto de partida de todos estos pensadores es el mismo: la convicción de que el
bienestar humano es inconciliable con la lucha social por la conquista de los medios de
subsistencia y de que el principio del interés colectivo, sustituyendo al individualismo,
debe ser el punto de apoyo para conseguir la transformación del mundo.
Las herencias filosóficas de los socialistas utópicos se sitúan sobre todo en el siglo XVIII:
Saint-Simon (1760-1825) vuelve a proponer el racionalismo y el utilitarismo de los
enciclopedistas, Fourier (1772-1837) parece haber recogido la difícil herencia de
Rousseau (1712-1778), mientras que Owen (1771-1851) hace gala de una fe sin reservas
en la perfectibilidad humana y en el vínculo “natural” entre ambiente y sociedad. A
pesar de estos posicionamientos, los utopistas tienen la habilidad, en diferentes grados
de conciencia y precisión, de captar algunos puntos importantes de la crisis urbana que
ellos sitúan sobre todo en el retraso del desarrollo de las técnicas aplicadas en el
ambiente social, respecto otro tipo de técnicas altamente desarrolladas, como las
militares y las productivas. Esta revolución técnica contrasta con los problemas
derivados de la oposición campo-ciudad, de la movilidad de la población residencia-
trabajo, la carencia de servicios sociales, o la segregación social dentro de las ciudades,
unas debilidades que los socialistas utópicos quieren resolver.
En este contexto radica una de las ideas clave de estos utopistas, y es que la mejor
sociedad futura se va a alcanzar a partir del equilibrio entre la propuesta social y la
innovación técnica que deberá permitir el nuevo orden espacial. El papel destacado de
la técnica para construir este nuevo orden espacial es un aspecto trascendental en las
propuestas de los utópicos. Una parte importante de las críticas a estos modelos
vinieron motivadas justamente por la nula concepción de alcance global que tenían sus
propuestas, tal y como dejaron claro Marx y Engels6 , y es que según estos autores la
innovación técnica según los socialistas utópicos debería permitir alcanzar una cierta
convergencia de intereses entre burgueses y proletariado. Pero en el fondo, a partir de
los acontecimientos de 1848, los movimientos políticos, el marxismo y el socialismo
especialmente, tendrían clara una estrategia general en las ciudades que se situaba
fuera de los nuevos órdenes técnico-espaciales, dado que la conexión entre las
“instancias políticas y urbanísticas” ya estaba totalmente al servicio de la burguesía.
Por otro lado, también es importante destacar que esta pérdida de validez de las
propuestas de los socialistas utópicos se debe al papel que adquiere progresivamente el
gobierno y la administración en hacerse cargo de algunas problemáticas sociales.
Siempre desde un punto de vista eminentemente tecnicista y políticamente agnóstico,
pero al servicio de la burguesía, intentan incorporar los fermentos reformistas y
progresistas que sirven para construir el Estado laico-liberal que critica el laissez-faire de
la sociedad capitalista y que impulsa la intervención planificada en algunos sectores,
como por ejemplo la creación de parques públicos o dedicando esfuerzos a solucionar
“el problema de la vivienda”.
En Inglaterra destaca Richard Owen (1771-1858), quien gracias a un rico enlace
matrimonial pasó a ser copropietario de la fábrica escocesa de New Lanark en 1798,
organizando a su alrededor un nuevo concepto de colonia industrial. Gracias al
conocimiento en propia piel de las malas condiciones de vida de la clase trabajadora, ya
que desde los 10 años había trabajado en una fábrica de algodón, a partir del 1 de enero
de 1800 puede experimentar en esta fábrica de Irlanda el nuevo tipo de relaciones
sociales basadas en un replanteamiento de la planificación de la producción y la
distribución. Para Owen el trabajo humano es la medida de todos los intercambios,
motivo por el cual se tiene que crear un mercado interno dentro del propio aparato
productivo, junto con el aumento de la retribución de los trabajadores para convertirlos
en consumidores de los bienes producidos, y no sólo instrumentos de producción. Estos
cambios en las relaciones de producción también buscan armonizar el trabajo agrícola
con el industrial y superar la contradicción campo y ciudad, que buena parte de las
propuestas utópicas urbanas contemplan. Es a partir de esta nueva gestión en las
fábricas que se pueden conseguir los principales objetivos de Owen: reducción del
número de horas de trabajo, la mejora de las condiciones de la vivienda y una
escolarización obligatoria.
Especialmente importante es para Owen la escolarización de los más jóvenes, motivo
por el cual en 1816 crea en New Lanmark un centro singular denominado la Institución
para la Formación del Carácter11 . Dicha institución consistía en una especie de
guardería que debía servir para instruir a las crianzas en los buenos hábitos, con la
finalidad de apartarlos del circuito vicioso de la pobreza y que a la vez les incorporara en
mundo laboral con la máxima dignidad cuando fueran mayores. El éxito en el
funcionamiento de la Institución y de los otros servicios en New Lanmark le permitió
que en 1817 presentara su propuesta al Parlamento como una forma para solucionar el
problema de la pobreza en Inglaterra.
Para poder alcanzar todos estos objetivos sociales Owen propuso su modelo técnico
que aparece por primera vez el 9 de agosto de 1817 en el Times, y que consiste en un
asentamiento capaz de albergar, por término medio, a 1.200 personas sobre una
superficie comprendida entre los 1.000 y 1.500 acres: la planta del complejo está
constituida por una gran unidad edificatoria y tiene forma de cuadrilátero (el
“paralelogramo”), distribuida interiormente por espacios menores determinados por las
edificaciones precisas por los equipamientos públicos (entre los cuales se encuentran la
escuela, los refectorios, las cocinas, la biblioteca y los locales para los adultos). Tres
lados del cuadrilátero están formados por habitaciones, mientas que el cuarto está
constituido por un dormitorio destinado a los niños de edad superior a los tres años o
que pertenezcan a familias que cuentan con más de dos hijos. Alrededor de este edificio
se sitúan los huertos de autoabastecimiento y los jardines, y más lejos, ya en el campo,
los equipamientos agrícolas debidamente distribuidos.
Esta concepción cartesiana del tipo de asentamiento que debe permitir el desarrollo de
la nueva sociedad libre y socialista, es indicadora de la concepción que tiene Owen de la
técnica entendida como una habilidad con capacidad para solucionar problemas
sociales. Haciendo el símil con el sector industrial, Owen considera su paralelogramo
con una máquina: “Si la invención de tantas máquinas ha multiplicado el rendimiento
del trabajo en muchos terrenos, para beneficio inmediato de algunos hombres, a la vez
que empeoraba la situación de muchos otros, (el paralelogramo) es una máquina para
multiplicar la eficiencia física y el bienestar mental de toda la sociedad en forma
limitada, sin perjudicar a nadie por rápida que sea su difusión”. Esta proposición de
Owen constituye el primer plan urbanístico moderno desarrollado en todas sus partes,
desde las premisas político-económicas hasta el programa constructivo y el presupuesto
financiero.
Los planes de Owen recibieron mucha atención, tanto por lo que respecta a la opinión
pública como también en lo que se refiere a personajes del gobierno de aquellos
momentos. Es de esta manera que con el intento de pasar de la teoría a la práctica fue a
presentar sus proposiciones a grandes personajes de la época, como el futuro zar
Nicolás I o a Napoleón I, confinado en aquellos tiempos en la isla de Elba. En todos los
casos el fracaso fue estrepitoso, motivo por el cual si quería concretar su proyecto
utópico lo tendría que impulsar él mismo.
El lugar elegido fue Norteamérica, el Nuevo Mundo, un lugar que se consideraba como
repleto de oportunidades y, a la vez, una tabula rasa perfecta para empezar una
empresa como la que planteaba a la postre un campo abierto a las experiencias que
resultaban imposibles en Europa. Es de esta manera que Owen en 1825 funda la colonia
New Harmony en el Estado de Indiana de Estados Unidos, donde adquiere un terreno
de 30.000 acres por solo 190.000 dólares dónde desarrollar un nuevo concepto de
relaciones laborales industriales. De ellas surgiría el cooperativismo, que él pensaba
como alternativa al sistema capitalista. Rápidamente las fuerzas centrifugas dentro de la
colonia fueron lo suficientemente fuertes como para que Owen abandonara su misión
en América en 1828 y la colonia fracasara, una tónica que se repitió en todas las otras
colonias fundadas por él o sus seguidores: se deshizo la comunidad cooperativa de
Orbiston en Inglaterra, y también la de Rahaline, en Irlanda.
En Francia, las propuestas fueron más numerosas como consecuencia del desarrollo de
la Revolución Francesa (1789). Destaca, en primer lugar, aunque a nivel teórico, Henry
de Saint-Simon (1760-1825). Propugnaba una sociedad sin clases cuya organización
debía basarse en la Ciencia y en la Industria. Ni Saint-Simon ni sus seguidores llegaron al
terreno urbanístico con un mínimo de precisión técnica, pero transmitieron a la cultura
francesa una aspiración de actuar a gran escala y un énfasis moralista en las grandes
infraestructuras.
Contagiado por el universalismo del siglo XVII, lleva a considerar la unión entre el
universo de las ciencias y la vida humana y, por el otro lado, viene a considerar la
Revolución de 1779 como la definitiva divisoria entre la antigua sociedad feudal y la
nueva sociedad industrial. De la sociedad de su tiempo, Saint-Simon ve sobre todo la
oposición que se da entre quien produce y no consume y quien consume y no produce.
En segundo lugar, destaca Charles Fourier (1772-1837), a quien se debe una propuesta
utópica precisa y minuciosa, muy distinta de los planteamientos de Saint-Simon. Su
principal propuesta es la del Falansterio, edificio colectivo mixto de producción y
residencia, en el que se estructuraba una nueva sociedad sin el núcleo familiar
tradicional. Esta propuesta se inscribe dentro de una visión propia del progreso de la
humanidad a través de siete fases que conducen a una armonía definitiva. El periodo
actual –la fase de la civilización, caracterizado por la anarquía individual- es solo un
periodo de transición hacia los dos últimos estadios, el del garantismo (sexto periodo) y
el de la armonía.
La ciudad del garantismo que propone Fourier deberá superar el desorden y la anarquía
de las ciudades contemporáneas, pero aún no serán perfectas por lo que respecta sobre
todo a la comunidad que la habita tal y como se verá. En el plan-visión de Fourier, la
ciudad del garantismo está constituida por tres coronas concéntricas: la primera
contiene la ciudad central, la segunda los suburbios y las grandes fábricas, la tercera los
paseos y la periferia. La densidad de las edificaciones es decreciente desde el centro
hacia el exterior (de hecho, el espacio no edificado es el doble del edificado en la
segunda corona, y el triple en la tercera), además toda la ciudad está regulada por un
minucioso código de la edificación que define distancias entre las unidades
habitacionales en relación con las alturas, la anchura de las calles y las formas de los
tejados.
Probablemente la contribución más importante de Fourier a los postulados del
urbanismo del siglo XIX, definida en esta fase transitoria hacia la séptima fase de la
armonía universal, es la prohibición de construir casas pequeñas, y la propuesta de
construir casas colectivas que favorecerán la concentración de los servicios, y por lo
tanto, las relaciones mutuas. En el último periodo, el de la harmonía, el problema del
ordenamiento será replanteado a partir de un grupo funcional racionalmente
compuesto, la falange, y de un dispositivo constructivo unitario, el Falansterio.
Las comunidades de Fourier son los Falansterios, término que procede del griego,
phalanx, que son grandes edificios colectivos, con servicios y equipamientos comunales,
como guarderías para niños dónde éstos son cuidados en comunidad. El phalanx hace
referencia a grandes organizaciones militares masivas de soldados de infantería durante
la Grecia clásica. Cada familia viviría en su propio apartamento, y utilizaría los
restaurantes y salones comunes. Los pisos tendrían dimensiones distintas dependiendo
de las necesidades y los gustos, así como diferencias económicas entre las distintas
familias. Se darían premios a las familias con mayor capacidad de gestión, y siempre
debería haber un capital que se irá reinvirtiendo en el falansterio. Los Falansterios se
financiarán a partir de la inversión voluntaria y no a partir del Estado o de las agencias
privadas.
A nivel social Fourier elabora de manera pionera temas relacionados con el tipo de
trabajo y la educación, aspectos que posteriormente atraerían a libertarios como
Kroptokin (1842-1921) o William Morris (1834-1896), y que probablemente fueron dos
de los aspectos que más repercusión tuvieron. Pensó que había descubierto una ley
para la distribución de los trabajos más apropiados de los hombres, y se dispuso a idear
una forma de organización social que la cumpliera. Las comunidades tenían que ser de
un tamaño y una estructura diseñada para satisfacer este requisito (organización social)
ni demasiado pequeñas para dar a cada miembro una gama suficiente de opciones de
ocupación, ni más grandes de lo necesario para satisfacer esta necesidad. Sus
comunidades deberían tener unas 1.600 personas y deberían cultivar alrededor de
5.000 acres (estas cifras no estaban destinadas a ser rígidas, tanto es así que en sus
últimos escritos su propuesta fue hasta las 1.800 personas). Es en la organización del
sistema educativo donde se encuentran fuertes similitudes entre Fourier y Owen, y es
que los dos creen que los niños deberían trabajar según sus deseos, guiándolos de
manera espontánea hacia sus propios anhelos, así como hacia el bien de la sociedad.
Su pensamiento no se nutre de otros escritores, sino que lo desarrolla solo, a partir de la
observación de la naturaleza y la comprensión de la felicidad. La agricultura sería la
ocupación principal de sus comunidades y las personas deberían consumir los productos
producidos por ellos mismos. De ello se desprende que el tipo de agricultura con la que
pensaba Fourier principalmente era la horticultura y la cría en pequeña escala de aves
de corral. En esta sociedad las personas podrían elegir libremente su trabajo, y si había
trabajos que nadie quisiera desarrollar, éstos serían ejercidos por los niños, una
propuesta que contrasta con la importancia que Fourier otorga a la educación.
Fourier, a diferencia de otros utópicos coetáneos como Saint Simon, piensa mucho más
en las cuestiones individuales y en los deseos del individuo que en las grandes
generalizaciones colectivas que tenían que permitir, según Saint Simon, la revolución a
partir de la unificación e integración de la sociedad. Las diferencias de escala en el
pensamiento de cada uno de estos dos pensadores también se detectan en la
concepción diferenciada de la técnica; mientras que a Fourier la revolución tecnológica
no le interesa, a Saint Simon sí, hecho que se traduce en una nula preocupación por la
producción agrícola a gran escala del primero. Del mismo modo, para Fourier la
propiedad privada no debería ser un título que se tuviera que suprimir, mientras que
para Saint Simon sí.
Fourier no defiende la igualdad económica total, ni tampoco se opone a los ingresos no
derivados del trabajo que sean producto de la posesión de capital21. Al contrario, está
dispuesto a pagar premios especiales para la gente que tenga voluntad de invertir en los
Falansterios, porque el trabajador también es considerado como capitalista-propietario,
convirtiéndose en un inversor de los Falansterios. Incluso considera que, ya que los
Falansterios no se podían construir de manera inmediata, éstos podían ser dirigidos por
capitalistas a los que se intentaría modificar su forma de pensar.
Tal y como muy a menudo pasa con los intelectuales más importantes, es a partir de la
muerte de Fourier que las iniciativas fourerianas se difunden de manera más acelerada,
tanto en América como en Europa. Después del estrepitoso fracaso del único intento
que pudo impulsar en vida Fourier en Conde-sur-Vesgre (Francia) en 1832, fue durante
la década de 1840 cuando sus principales seguidores impulsaron numerosas iniciativas,
fundándose un total de 41 comunidades experimentales en EUA durante este periodo,
pero también en Rusia, Rumanía y España, dónde las tierras gaditanas acogieron una
experiencia entre 1841 y 184222. Entre los discípulos de Fourier el más activo es Victor
Considérant (1808-1893) que se estableció en Norteamérica dónde también terminaron
fracasando sus propuestas.
El modelo de falansterio de Fourier que nunca se materializó, tuvo como concreción
más parecida el familisterio de Guisé Jean-Baptiste André Godin (1817-1888) en 1877
que se construyó en Guise (Fráncia). Un edificio colectivo parecido a las «colonias»
owenianas de New Harmony (Estados Unidos, 1825) o de Harmony Hall (Gran Bretaña,
1840). Godin escribe sus planteamientos en el libro Solutiones sociales, donde adapta a
su propuesta los postulados de Fourier incorporando algunos cambios: la agricultura da
paso a la industria como sustento de la sociedad y se renuncia a la vida en común de
Falansterio para situar en la familia la principal forma de organización de la vivienda, un
hecho que lleva a definir el nuevo asentamiento como de Familisterio.
Finalmente, debemos destacar en Francia Etienne Cabet (1788-1856), quien después de
participar de manera activa en la revolución de 1830, formuló en 1840 una nueva
ciudad igualitaria en su novela utópica Viaje a Icaria. Esta obra fue publicada en Francia,
después de la amnistía que se había aplicado un año antes y que le había permitido
volver de Inglaterra donde conoció a Owen. El libro es una crítica a la monarquía de
Julio y describe un país imaginario, Icaria, y su capital, Icara. Esta ciudad es una gran
metrópolis que, contagiada por la utopía clásica, es circular y atravesada por un gran río
que, desdoblándose, rodea a una isla también de forma circular. La ciudad presenta una
clara organización funcional. A nivel social es regida por un comunismo integral y, tal
como aparece en su folleto Réalisation de la communauté d’Icarie, debería contar con
10.000 o 20.000 hombres para llevar a cabo el programa. Esta propuesta se intentó
implantar en Nauvoo, en Illinois, en Estados Unidos entre 1847 y 1858.
El conflicto con las realidades productivas y sociales contrarias, y la ingenua
subestimación de los obstáculos materiales que se interponen en el camino de la
construcción de una sociedad socialista planificada, llevaron al fracaso inevitable de
todas las tentativas de reforma puestas en práctica, en gran parte, en los espacios libres
del continente americano.
Los acontecimientos de Europa de 1848 borraron el valor ideológico de las propuestas
de los socialistas utópicos, al quedar desmantelada la posibilidad de la conexión entre
las instancias políticas y urbanísticas, permaneciendo únicamente los movimientos
políticos, el marxismo y el socialismo, ligados a una estrategia general, pero contrarios
(o no interesados) a plantear posibles ordenes espaciales diversos.
LAS PROPUESTAS URBANAS DE LOS DENOMINADOS SOCIALISTAS UTÓPICOS DE
FINALES DEL SIGLO XIX: Owen, Fourier y Cabet,

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