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El Maestro Masón Frente La Conciencia

El documento discute la ética masónica y la relación entre la moralidad y la conciencia individual. Explica que la masonería induce a sus miembros a adoptar una conducta moral basada en la libre aceptación de valores éticos profundos en lugar de normas dictadas. También destaca que cada masón debe guiarse por la búsqueda de la verdad y valores éticos para lograr su propio perfeccionamiento a través del desarrollo de la conciencia.

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El Maestro Masón Frente La Conciencia

El documento discute la ética masónica y la relación entre la moralidad y la conciencia individual. Explica que la masonería induce a sus miembros a adoptar una conducta moral basada en la libre aceptación de valores éticos profundos en lugar de normas dictadas. También destaca que cada masón debe guiarse por la búsqueda de la verdad y valores éticos para lograr su propio perfeccionamiento a través del desarrollo de la conciencia.

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El Maestro Masón frente a la conciencia

Nuestros principios establecen que los masones se reconocen entre sí como hermanos
dondequiera que se encuentren. Sin embargo, más importante es que los demás puedan
reconocernos como seres más evolucionados tanto intelectual como moralmente en la sociedad.
Es decir, que se nos reconozca como seres que aman la verdad y la justicia y que se mantienen en
una posición de avanzada en el proceso evolutivo e integrador de la persona en la vida diaria. Los
masones hemos de ser una diversidad que, en general, resulta difícil: respetuosos de la opinión
ajena, defensores de la libertad de expresión, ansiosos de unir a todos los hombres en la práctica
de una moral universal que promueva la paz y el entendimiento, mientras se eliminan los
prejuicios de toda índole. Para lograrlo, es necesario mucho esfuerzo personal de cada miembro
de la Orden, porque el camino por seguir va a ser, sin duda, sólo aquél que nuestra comprensión y
esfuerzo sea capaz de trazar. La ética es aquella disciplina de la filosofía que corresponde a la
Filosofía o Ciencia Moral, es decir, la reflexión sobre las conductas humanas individuales y
colectivas y las normas morales en que se basan los diversos comportamientos. Tiene como
finalidad principal, lograr el desarrollo humano cautelando que este proceso, a menudo complejo,
se cumpla y culmine, alcanzando la plenitud, de acuerdo con las diferencias individuales, las
facultades, habilidades y destrezas de cada uno. Por esto, la masonería es, por esencia, una
entidad moral. La Orden Masónica, como institución iniciática, que exalta la práctica de las
virtudes en cada uno de sus miembros y el deber de proyectarlas hacia el mundo profano, induce
el proceder recto de cada hermano, orientándoles hacia la verdad, aunque ésta no tiene el
carácter de absoluta. La ética masónica es el código de moral humana más perfecto que existe,
porque crea en el individuo, la conciencia del bien por el bien mismo, sabiendo que los conceptos
de bien y mal no existen en forma absoluta. Ahora bien, desde nuestra perspectiva, ni la conducta
ética ni la conducta moral pueden tener lugar al margen de una mínima intervención
filosófica(«mundana») destinada a establecer incesantemente las conexiones entre los
comportamientos personales éticos y morales dentro de algún sistema de fines o de valores mejor
o peor definidos, a través de los cuales puedan “reabsorberse» los conflictos entre las normas de
diversos tipos que se entrechocan invariablemente en la vida real. En el uso ordinario del español
el término «moral» supone, de algún modo, la presión de unas normas vigentes en un grupo social
dado (mores = costumbres) como lo confirman los sintagmas: «moral burguesa», «moral
tradicional» o «moral y buenas costumbres»; mientras que quien declara: «esto lo he hecho por
motivos éticos», está aludiendo vagamente a un deber que supone que ha emanado de la «propia
intimidad», de su conciencia subjetiva, y no de la inercia y, menos aún, de alguna presión exterior.
Ahora bien, si los deberes morales fueran meramente normas sociales, no serían
transcendentales; si los deberes éticos fuesen dictados de la conciencia, tampoco serían
transcendentales a las más diversas acciones y operaciones de la persona, porque la conciencia, si
no va referida a una materia precisa, es una mera referencia confusa, asociada a una metafísica
mentalista (que podría elevar a la condición ética la conducta inspirada por la «íntima conciencia»
de un demente).No es posible referirse a un concepto tan profundo, sin tener en cuenta el
pensamiento de algunos filósofos de importancia como Hegel, Kant, Descartes... Hegel distingue
entre la moral objetiva, que es la que impone normas, leyes y costumbres y una moral subjetiva,
que se refiere al cumplimiento del deber como un acto voluntario, es decir, derivado del
pensamiento. Para Kant, son morales los actos que se asientan en la primaria voluntad de hacer el
bien. La moral es autónoma y depende sólo de la persona que la cumple, es decir, su razón de ser
no es externa, sino interna al individuo. Descartes planteaba que el Ser Humano, como parte de la
naturaleza, es un mecanismo que funciona de conformidad con las leyes naturales, obedeciendo
leyes físicas precisas que también le imponen su estructura moral. De acuerdo con su perspectiva,
toda persona está dotada de razón y basta que ésta actúe para que pueda distinguir el bien del
mal. Gandhi planteaba que “para nosotros, la virtud moral es la conformidad con nosotros
mismos”, mientras que Sócrates manifestaba que “la persona inteligente puede experimentar los
mismos impulsos violentos y antisociales que el ignorante, pero dominándolos mejor e
incurriendo, con menor frecuencia, en la imitación de los seres inferiores”. De acuerdo con lo
anterior, cada ser humano ha de ser capaz de distinguir entre el bien y el mal; sin embargo, no
existe acuerdo entre los diversos pensadores, acerca de si estos conceptos tienen su origen en
alguna condición interna del individuo o, en cambio, surgen desde alguna condición determinada
externamente. Karen Horney, psiquiatra norteamericana de gran prestigio, sostiene que la vida
está llena de “debes “y “no debes”, pero que nadie puede empujamos a ser alguien que cada uno,
como persona, no desea ser. Considerando todo lo aquí planteado, parecería que lo importante es
determinar cuáles son las normas que funcionan y cuales pueden olvidarse, sin perjudicar a
terceros y a uno mismo. Sólo quien es capaz de sumergirse en sí mismo, puede corregir sus errores
y alcanzar, en forma consciente, su comportamiento en el mundo. De acuerdo con lo expresado,
podríamos afirmar que la “Ética Masónica” es un compromiso entre cada individuo y la sociedad.
Nuestra

Augusta Orden induce a sus adeptos a la libre aceptación de una conducta moral, sin usar
procedimientos compasivos, punitivos ni fanatizantes. En la Masonería somos “armados” de
profundos conceptos éticos que nos capacitan para analizar y evaluar nuestras actuaciones
individuales, aquilatando nuestra propia institución y la humanidad toda. La fraternidad se
configura como un baluarte de la masonería... ¿Qué forma más elevada de Ética puede
encontrarse aparte de ésta que constituye la base de la solidaridad y la amistad? Por otro lado, no
debemos olvidar que una característica impuesta a cada uno de los candidatos propuestos para
ingresar a la Orden es que sean “personas libres y de buenas costumbres”, de manera que sólo
cabe esperar que los adeptos se comporten de acuerdo con esta condición. Se suele definir la
Francmasonería como la “asociación ética y libertaria de los constructores de un ser humano
mejor y, a través de este, de una humanidad redimida”. Sin embargo, la masonería no dicta
normas morales, ni señala listas de virtudes o de vicios. En ella no se conoce la palabra “pecado”.
Cada uno es soberano de sí mismo y debe disponer delos elementos de juicio que autorregulan su
conducta, entendiendo que cualquier procedimiento que se desvía del camino verdadero, resulta
igualmente incorrecto para cualquier persona de buenas costumbres. No obstante, no se debe
perder de vista que los seres humanos presentamos imperfecciones, flaquezas y debilidades, pero
el auto desafío de quienes se incorporan a nuestra Institución consiste en enfrentar estas
características y superarlas lo antes posible. Para la Francmasonería, la esencia del
perfeccionamiento radica en la libertad de la persona al disponer de la facultad de decidir la forma
de ir al encuentro consigo mismo, sin otra condición que la de concretar en sus actos los más
elevados valores. De acuerdo con esto, cabe destacar que no le impone a sus miembros meta
alguna, pues ésta la debe ir fijando descubriendo cada uno, pues no se le obliga a seguir un camino
trazado previamente. El problema aquí está en descubrir qué ha de entenderse por
perfeccionamiento, para lo cual el masón habrá de guiarse por dos tipos de valores que han de
orientar su trabajo, aquél conocido como intelectual o lógico, que está ligado al conocimiento y
que corresponde a la incesante Búsqueda de la Verdad, o sea, llegar al juicio verdadero y otro que
incluye todos los valores éticos y que se expresa en la conducta humana en el sentido de que ésta
puede ser moralmente “buena” o “mala”. ÉL MASÓN ENTRE LA DUDA Y LA CERTEZA” La búsqueda
de la verdad, tarea que debiera preocupar a todos los seres humanos, es el trabajo, es el afán
propio del masón. Su caminar por la Orden le debe llevar a descubrir los valores que dignifican la
vida y, junto a ellos, su encuentro con la verdad significará la cristalización de su esencia humana”.
Lo señalado en el párrafo precedente constituye uno de los fundamentos básicos de nuestro que
hacer como masones. La Orden nos

El estudio del pensamiento lleva a su lado el de la conciencia, por tal motivo la Conciencia
(Conciencia del latín) viene de conscire que significa " darse cuenta ", "percibir", "hacerse
consabido", adquirir conocimiento de algo, es entonces la facultad central y primordial de nuestro
ser, lo que llamamos nuestro yo y que es el fundamento permanente de todas nuestras
experiencias, es entonces el centro gravitacional de toda manifestación de nuestra personalidad

Retomemos a Descartes (Filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la


geometría analítica y de la filosofía moderna, así como uno de los nombres más destacados de la
revolución científica 1596-1650), expresa "cogito, ergo sum", en el fondo este postulado tiene una
inexactitud, en realidad no somos porque pensamos, sino más bien pensamos porque somos, el
hecho de ser es fundamental, siendo anterior a nuestra capacidad de pensar. En cuanto somos,
pensamos y adquirimos conciencia de nuestros pensamientos. Entonces la conciencia es la luz
interior que nos ilumina, "aquella que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, es decir a
la percepción de la realidad objetiva, el desarrollo de la conciencia es decir su liberación y
expresión se caracteriza en el desenvolvimiento de sus más elevadas posibilidades

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