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El Profetismo y La Sociedad

1) El documento es un resumen de un seminario teológico presbiteriano en Baja California sobre el tema de los profetas II. 2) La clase fue impartida por la profesora Josabeth Vázquez Velázquez y el estudiante Zacarías Santizo López presentó este resumen como trabajo. 3) El resumen cubre temas como la relación entre los profetas y la sociedad israelita, el apoyo y oposición que encontraban de diferentes grupos, y la actualidad del tema de la idolatría.
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El Profetismo y La Sociedad

1) El documento es un resumen de un seminario teológico presbiteriano en Baja California sobre el tema de los profetas II. 2) La clase fue impartida por la profesora Josabeth Vázquez Velázquez y el estudiante Zacarías Santizo López presentó este resumen como trabajo. 3) El resumen cubre temas como la relación entre los profetas y la sociedad israelita, el apoyo y oposición que encontraban de diferentes grupos, y la actualidad del tema de la idolatría.
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SEMINARIO TEOLOGICO PRESBITERIANO EN

BAJA CALIFORNIA

“HEME AQUÍ, ENVIAME A MI”. IS. 6:8

MATERIA: PROFETAS II

DOCENTE: JOSABETH VAZQUEZ VELAZQUEZ

TRABAJO: RESUMEN

ALUMNO: ZACARIAS SANTIZO LOPEZ

GRADO: SEGUNDO

MEXICALI, BAJA CALIFORNIA. A 23 DE FEBRERO DEL 2021.


El Profetismo y la Sociedad

Profetismo en Israel- Sicre Pág. 137-48

Una visión simplista del problema nos llevaría a pensar que la relación es
solo de oposición. Conocemos las muchas dificultades y persecuciones que
sufrieron a lo largo de su vida, provenientes de todos los sectores sociales. Sin
embargo, es falso pensar que el pensar que el profeta sólo encuentra la oposición
de la sociedad. También encuentra en ella, al menos en ciertos grupos, un punto
de apoyo que posibilita su misión. Como subrayan los estudios recientes sobre la
función social del profeta, para que exista un mediador tiene que haber un grupo,
amplio o reducido, que acepte su mediación.

La aportación de la sociedad al profeta

Ciertas presentaciones de los profetas, muy influidas por House, adolecen


de una insistencia exagerada en la experiencia sea personal de Dios, como si el
profeta partirse de cero y todo fuese fraguando en su intimidad. A propósito de
amos escribió Humbert: “Un día encontró en su conciencia una voluntad superior e
idéntica al bien, que se le rebeló ante todo como Dios de la justicia”. Lo anterior no
cuenta. Ni la educación recibida en la familia o el pueblo, ni el proverbio aprendido
de pequeño que exhorta a la justicia y la bondad coma ni el culto que exhorta a ser
fieles a Dios.

Pero, a través de las deformaciones, podría atreverse todavía la imagen


primitiva. Un Dios comprometido con la historia, amante de la justicia, padre de
huérfanos, protector de viudas, señor de la naturaleza, dueño de la vida y de la
muerte. Sin duda, la imagen bíblica de Dios sería mucho más pobre sin la
aportación de los profetas. Pero ellos no inventan a Jehová, redescubren soy
imagen o sacan las consecuencias adecuadas. Por eso, cuando Oseas critica a
los sacerdotes de su tiempo porque “roban al pueblo del conocimiento de Dios”, él
no se considera poseedor exclusivo de ese conocimiento, ni inventor del tema. Se
apoya en algo previo, que los sacerdotes conocen pero desprecian.
De hecho es imposible comprender vale a los profetas sin tener en cuenta
las tradiciones de Israel, que se transmitían por los diversos cauces del culto, la
sabiduría popular, las leyes. Amós defiende valores proclamados desde antiguo
por la sabiduría tribal y la legislación anterior como si comentas menciona tradición
del éxodo y alianza, aunque sea para refutarla en un enfoque inadecuado de la
misma.

Apoyo social

Pero la sociedad no soporta a los profetas una serie de verdades y valores.


También les ofrece su apoyo, aunque muchas veces sea el homenaje póstumo de
poner flores en sus tumbas. Para que exista profetas es preciso que al menos
parte de la sociedad los acepte. El caso de Amós parece claro que existen unos
discípulos (al menos) que cuentan lo ocurrido al profeta en su conflicto con
Amasías. Isaías puede acudir en un momento determinado a dos testigos fieles: el
sacerdote Urías y Zacarías hijo de Baraquías (Is. 8:2).

Pero el testimonio más claro del apoyo social al profeta lo tenemos en la


existencia de los mismos libros, fruto de la labor paciente de discípulos y
redactores.

El enfrentamiento con la sociedad

Son muchos los casos en los que el profeta debe enfrentarse a diversos
sectores sociales, empezando por los más altos.

Profetas y reyes. Las relaciones entre profetas y reyes siempre fueron


difíciles. El monarca necesita el refrendo del profeta, que es más que un simple
respaldo moral. Por otra parte, el profeta, con capacidad de elegir reyes y
dinastías, no dispone de un poder político equivalente al rey.

Profetas y sacerdotes. Algo parecido a lo anterior ocurre en este caso.


Samuel denunciando al sacerdote Elí en nombre de Dios (1 Sam. 3), preludia lo
que será el enfrentamiento futuro de Amós con Amasías (Am. 7:10-17); de Oseas
con los sacerdotes de su tiempo, a los que causa de rechazar el conocimiento de
Dios (Os. 4:4) y asesinos (Os. 6:9); de Miqueas con sus contemporáneos, a los
que denuncia por su ambición (Miq. 3:11); de Jeremías con Pajsur, que mandará
azotarlo y encarcelarlo (Jr. 20), y con los demás sacerdotes, en los que solo ve
desinterés por Dios (Jr. 2:8), abuso de poder (Jr. 5:31), fraude (Jr. 6:13; 8:18)
impiedad (Jr. 23:11).

Otros grupos sociales. También los otros grupos sociales que detentan
cualquier tipo de poder político, económico o social son víctimas del ataque de los
profetas. Cuando denuncian la injusticia, encontramos mencionados a los jefes
políticos y militares (qesinim), a los oficiales reales (sarim) y “ancianos” (zeqenim),
a los jueces a veces bajo títulos que los engloban a todos ellos.

Profetas y falsos profetas. Pero el sector social con el que se enfrentan


más duramente es de los falsos profetas. Dentro del Antiguo Testamento se
distinguen dos grupos: el de los profetas de divinidades extrajeras (como Baal) y el
de los que pretenden hablar en nombre de Jehová. Al primero lo encontramos
especialmente en tiempos de Elías (1 R 18); para la historia del profetismo
carecen de importancia, a no ser por el influjo pernicioso que pudieron ejercer
sobre el pueblo. Más grave es el cado del segundo grupo, porque fundamentan su
postura en una pretendida revelación del Dios verdadero.

Por eso, el conflicto entre verdaderos y falsos profetas hay que enfocarlo en
espíritu social, o comunitario. No es el de simple enfrentamiento de dos teologías,
o de dos revelaciones divinas. Lo importante es que ofrecen medidas y actitudes
muy distintas para el bien de la sociedad y del país. Este se advierte con claridad
en los frecuentes conflictos, testimoniados por la abundancia de textos sobre el
tema, que alcanzan al máximo de tensión en los ataques de Miqueas (Miq. 2-3) y
en los enfrentamientos de Jeremías con Ananías (Jr. 28) y con los profetas
desterrados a Babilonia (Jr. 29).

Actualidad de la Idolatría

Pág. 367-384

Es imposible hablar de los profetas sin hacer referencia al tema de la


idolatría. La tradición bíblica vincula ya a Samuel con la contra ella: “Si os
convertís al Señor de todo corazón, quitad de en medio los dioses extranjeros,
Baal y Astarté, permaneced constantes con el Señor, sirviéndoles solo a él, y él os
librará del poder filisteo” (1 S. 7:3). En tiempos posteriores, Elías se convertirá en
el principal protagonista de la oposición a Baal. Y la lucha contra los dioses y
cultos paganos del más diverso tipo (Marduk, Osiris, Reina del Cielo, etc.) seguirá
ocupando un puesto importantísimo en el mensaje de Oseas, Jeremías, Ezequiel y
Deuteroisaías, por citar solo los más importantes.

Ahora bien, si tenemos en cuenta que la idolatría abarca dos aspectos


fundamentales, los rivales de Dios (prohibidos por el primer mandamiento) y la
manipulación del Señor (condenada por el segundo), resulta difícil admitir que “ya
ha sido eliminada”. Siempre existirá el doble peligro de que surjan nuevos rivales
de Dios o de que intentemos rebajarlo a la categoría de un ídolo.

Los rivales de Dios

“No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20:3; Dt. 5:7), reza el primer
mandamiento. “¿Hasta cuándo vais a caminar con dos bastones? Si Jehová es el
Dios verdadero, seguidlo; y si lo es Baal, seguid a Baal”, grita Elías en el monte
Carmelo (1 R. 18:21). En definitiva, el primer mandamiento es un problema de
alternativas, de rivales que le van surgiendo a Dios a lo largo de la historia.

La divinización de la riqueza. Igual que en el caso de la política, la


relación entre la riqueza y la idolatría es muy diversa. A veces se trata de una
relación extrínseca, como muestra el ejemplo de las personas que fomentan cultos
paganos por interés económico. Dentro del Antiguo Testamento podemos citar el
caso de los sacerdotes de Bel, que han encontrado en este ídolo su medio de
subsistencia (cf. Dn. 14:1-22). Lo mismo ocurre con los orfebres de Éfeso que
fabrican las estatuillas de Artemis (Hch. 19: 24-27).

En otras ocasiones, los textos bíblicos hablan de una relación mucho más
íntima entre riqueza e idolatría, como entre causa y efecto. Se trata de aquellos
casos en los que la riqueza lleva al olvido de Dios y a las prácticas idolátricas. Es
lo que denuncia Os. 10:1:
“Israel era vid frondosa, daba fruto;
Cuantos más frutos, más altares,
cuanto mejor le iba al país, mejores estelas”.
Este es uno de los puntos capitales del mensaje de Oseas. Podríamos
definirlo como la condena del enriquecimiento dentro de una concepción sacral.
Porque sus contemporáneos, más que amar a Baal, aman los bienes materiales:
agua, lana, lino, pan, aceite. Si acuden a los dioses cananeos es porque los
consideran sus grandes dispensadores. El mensaje de Oseas tiene un gran
trasfondo económico, pero esta actividad de enriquecimiento y la preocupación por
los bienes terrenos se mueven dentro de una concepción sacral del mundo.

La manipulación de Dios

Hasta ahora nos hemos fijado en la vertiente de la idolatría que se orienta


contra el primer mandamiento (“no tendrás dioses ajenos frente a mí”). Ahora nos
detendremos en la que se refiere al segundo, la prohibición de fabricar imágenes a
Jehová. Aunque sea discutido mucho sobre el sentido de esta prohibición, la teoría
más aceptada es que intenta impedir la manipulación de Dios. Cuando uno
construye una imagen, corre siempre el peligro de manipular a la divinidad.

La manipulación por el dogma: el éxodo. Si existe una verdad capital en


la religión de Israel, y en su idea de la historia de la salvación en el éxodo. La
confesión de que “el Señor nos sacó de la tierra de Egipto” atraviesa todo el
Antiguo Testamento. Pero, como todas las verdades, también ésta se presenta a
interpretaciones erróneas, que provocan una falsa seguridad religiosa. Como si
Dios se hubiese comprometido de forma definitiva y exclusiva con Israel, y éste
pudiese abusar de dicho privilegio.

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