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Incesto Padre-Hija en Juicios Históricos

Este artículo analiza los casos de incesto entre padre e hija en el Nuevo Reino de Granada (1773-1828) a través de juicios criminales. El autor busca entender el contexto familiar en el que ocurrían estas relaciones, así como la percepción de las autoridades y la comunidad. El análisis revela aspectos de la composición y dinámica familiar de las víctimas, y cómo el incesto era visto como un pecado y delito.
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Incesto Padre-Hija en Juicios Históricos

Este artículo analiza los casos de incesto entre padre e hija en el Nuevo Reino de Granada (1773-1828) a través de juicios criminales. El autor busca entender el contexto familiar en el que ocurrían estas relaciones, así como la percepción de las autoridades y la comunidad. El análisis revela aspectos de la composición y dinámica familiar de las víctimas, y cómo el incesto era visto como un pecado y delito.
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MALAGÓN PINZÓN, JENNY YAMILE

El incesto padre e hija a través de los juicios criminales en el Nuevo Reino de Granada
(1773-1828)
Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Núm. 35, 2008, pp. 65-90
Universidad Nacional de Colombia
Colombia

Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=127112583002

Anuario Colombiano de Historia Social y de la


Cultura
ISSN (Versión impresa): 0120 2456
[email protected]
Universidad Nacional de Colombia
Colombia

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
El incesto padre e hija a través de
los juicios criminales en el Nuevo
Reino de Granada (1773-1828)
Incest between Father and Daughter
through the Criminal Judgments in New
Kingdom of Granada (1773-1828)

JENNY YAMILE MALAGÓN PINZÓN*


Universidad Nacional de Colombia
Bogotá, Colombia

* [email protected]
Recepción: 7 de marzo de 2008. Aprobación: 12 de agosto de 2008.

anuario colombiano de historia social y de la cultur a  *  n.º 35  *  2008  *  issn 0120-2456  *  bogotá - colombia  *  pags. 65-90
jenn y yamile malagón pinzón

r e su m e n
En este artículo se hace una aproximación al contexto en el que se
desarrollaron las relaciones incestuosas entre padre e hija, estudiadas a
través de los juicios criminales procesados en el Nuevo Reino de Granada
(1773-1828). El análisis revelará aspectos de la composición y la dinámica
familiar, así como la percepción de las comunidades y de las autoridades
[66] civiles y eclesiásticas en torno a esta práctica sexual y amorosa.

Palabras clave: incesto, familia, patriarcal, delito, pecado, víctima.

a b s t r ac t
This article approaches to the context in which incestuous relationships
between father and daughter took placer. The analysis of these cases
is performed through the criminal judgments processed in New
Kingdom of Granada (1773-1828). The latter will show important
aspects on the family composition and its habits and dynamics; and
on the other hand, the perception of the communities and civil and
ecclesiastic authorities toward this sexual and love practice.

Keywords: Incest, Family, Patriarchal, Crime, Sin, Victim.

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e l i n c e s t o pa d r e e h i j a a t r av é s d e l o s j u i c i o s c r i m i n a l e s . . .

E l t e m a de l incesto en la actualidad ha suscitado un interés social


e investigativo debido a la existencia de una mayor sensibilidad de la
sociedad colombiana contemporánea frente a los casos de abuso sexual
de un pariente hacia otro miembro del grupo familiar, especialmente de un
adulto contra un menor de edad. El delito de incesto comprende distintos
1
grados de consanguinidad y afinidad entre parientes próximos y lejanos.
Dentro del campo del derecho penal el incesto se halla tipificado como un [67]
delito y es considerado por el Código Civil colombiano como inhabilidad
2
o impedimento para contraer matrimonio.
El estudio del incesto ha sido abordado por disciplinas como la an-
tropología, la sociología, el derecho, la psicología y la psiquiatría, y con
3
menor frecuencia por la historia. De igual forma, los estudios históricos se
remontan a explicar el incesto como un problema cultural en los pueblos
de la antigüedad —Egipto, India e Israel—. Al parecer, el tema quedó sus-

1. Se entiende por consanguinidad la unión por parentesco natural de varias


personas que descienden de una misma raíz o tronco. La afinidad se define
como el parentesco, que mediante el matrimonio se establece entre cada
cónyuge y los deudos por consanguinidad del otro. Real Academia Española,
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 22ª ed. Recuperado
de: http://www.rae.es/rae.html. Otros conceptos trabajados en la investigación
son filiación y descendencia. La filiación es una categoría que se refiere al
reclutamiento de los miembros de un grupo. Descendencia es una categoría
relacionada con la transmisión de derechos y deberes de padres a hijos. Héctor
Vásquez, Del incesto en psicoanálisis y en antropología (México: fce, 1986)
116. El concepto de parentesco es definido por Lévi-Strauss, como el principio
cultural que explica el establecimiento de alianzas, “te casas, o te mueres”.
Condición determinante de la vida social. Claude Lévi-Strauss, Las estructuras
elementales de parentesco (Buenos Aires: Paidós, 1969) 80.
2. En el artículo 237 del Código Penal se considera delito la realización del acceso
carnal o de otro acto sexual con un ascendiente, descendiente, adoptante o
adoptivo, o con un hermano o hermana. Mientras que en él Código Civil
se hace expresa la prohibición del matrimonio estipulando que: no pueden
casarse entre sí, so pena de nulidad insubsanable, los consanguíneos legítimos o
ilegítimos en línea recta, o los hermanos. Ver: Jorge Castillo, Derecho de familia
(Bogotá: Leyer, 2004) 48.
3. Las discusiones presentadas, en Inbreeding, Incest, and the Incest Taboo:
the State of Knowledge at the Turn of the Century, eds. Arthur P. Wolf and
William H. Durham (Stanford: Stanford University Press, 2005). exploran la
endogamia y el incesto. Describiendo el estado actual de los aspectos biológicos,
antropológicos, psicológicos y de investigación en el área y examinando las
continuas preguntas y debates respecto al tema.

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pendido en el tiempo y su estudio solo ha sido posible en otras disciplinas.


En el caso concreto de los siglos xviii y xix no se presenta ninguna inves-
tigación que profundice sobre este objeto de estudio, convirtiéndose en un
tema inexplorado en la historiografía colombiana.
Aspectos significativos como las relaciones sociales, la vida de las per-
sonas, su cotidianidad y perspectivas fueron ocasionalmente reflejadas y
[68] registradas en los documentos judiciales, que servían para dar cuenta de
los procesos entablados en contra de vecinos, familiares y allegados. Los
estrados judiciales fueron escenarios de encuentro para contrastar las leyes,
los comportamientos, las creencias y las percepciones de instituciones e
individuos. La reconstrucción de los procesos posibilita el reconocimiento
del contexto propio de los pecados y delitos, como el de sus víctimas y vic-
timarios. En este sentido, las contravenciones sexuales ocuparon un lugar
importante en las causas judiciales por ser transgresiones en el orden divino
y en el profano. En consecuencia, a la naturaleza de la transgresión se le
4
atribuyó la categoría dicotómica entre pecado y delito.
El objetivo de este trabajo es configurar un relato sobre el incesto entre
padre e hija en el Nuevo Reino de Granada, a través de los juicios criminales
que se presentaron a finales del siglo xviii y en los primeros treinta años del
siglo xix. Los procesos judiciales sirven para identificar los comportamien-
tos del padre, las hijas, las madres y las autoridades durante este periodo.
Además, el texto busca reconocer la dinámica familiar y los aspectos coti-
dianos que rodearon a los protagonistas del hecho incestuoso.

El contexto familiar del incesto


La vida familiar durante los siglos xviii y xix sirve de contexto para
explicar las razones y las circunstancias que generaban el abuso, el concubi-
nato, el desfloramiento, entre otro tipo de relaciones y tratos prohibidos co-
metidos entre parientes y afines, castigados por las autoridades y censurados
socialmente. El incesto fue una práctica sexual y amorosa que se desarrolló
en el seno de familias campesinas y artesanas. Casi siempre conformadas
por mestizos, indígenas y blancos, cuyas condiciones de pobreza, ignorancia,

4. El incesto ha sido tipificado desde el discurso bíblico y eclesiástico como un


pecado, considerado como el quebramiento voluntario —por ende consciente—
de las reglas de conducta establecidas por la Iglesia, que tenía implicaciones de
tipo moral, civil y social. En: Asunción Lavrin, coord., Sexualidad y matrimonio
en la América Hispánica, siglos xvi-xviii (México: Grijalbo, 1999) 58.

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e l i n c e s t o pa d r e e h i j a a t r av é s d e l o s j u i c i o s c r i m i n a l e s . . .

5
violencia y abandono eran una constante. Los casos revisados en la presente
investigación corresponden a esta realidad, sin embargo, no se descarta
la probabilidad de relaciones incestuosas entre algunos miembros de la
élite o de familias poderosas y reconocidas. Los casos revisados no relatan
algún incidente o delito incestuoso que involucre a estos sectores sociales.
6
La posibilidad de comprar y solicitar dispensas o ejercer alguna influencia
en la justicia para mantener el honor y evitar el escándalo pudo contribuir [69]
a que las relaciones incestuosas no fueran denunciadas o procesadas por
las autoridades.
En el Nuevo Reino de Granada se procesaron 29 casos de incesto entre
7
padre e hija, durante los siglos xvii y xix. La relación incestuosa entre padre
e hija casi siempre se iniciaba con un acto violento, cuando el progenitor abu-
saba de ella a través de la fuerza y las amenazas. Otro dato importante en los
casos es la descendencia de las familias campesinas y artesanas involucradas

5. Según Jean Chevalier, “el incesto parece corresponder no solo a la situación


de sociedades cerradas, sino también a psiquismos cerrados o estrechos,
incapaces de asimilar al otro. Por más que pueda resultar corriente en cierta
fase de la evolución de algunas sociedades, pone en evidencia un bloqueo y/o
retraso en el desarrollo moral y psíquico de una persona.” Jean Chevalier y
Alain Gheerbrant, Dictionnaire des symboles, vol. 3 (Paris: Seghers, 1974) 54.
Lèvi-Strauss, considera que lo endogámico hace referencia a aquellas reglas
que convierten en prescriptivo el matrimonio dentro del grupo y prohíben
el matrimonio fuera del grupo designado. Lévi-Strauss 82. Es decir que la
endogamia es un mecanismo de cohesión grupal, de mantenimiento de
los privilegios de determinados grupos sociales elevados, realezas, castas
superiores, etc., o un mecanismo de mantenimiento de las distancias sociales
—como se evidencia en las comunidades campesinas estudiadas, en donde los
grados de apertura hacía la sociedad son mínimos y limitados—.
6. La justicia eclesiástica ordinaria tuvo privilegios para conseguir dispensas.
En Hispanoamérica, durante los siglos xvii y xviii, los obispos obtuvieron
licencias “decenales” para conceder dispensas matrimoniales por
consanguinidad y afinidad. A partir de 1745 los vicarios superintendentes
recibieron el privilegio de dispensar matrimonios de esclavos e indígenas. Ver:
Pablo Rodríguez, Sentimientos y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada,
siglo xviii (Bogotá: Ariel, 1997) 205-219.
7. Revisión realizada en el Archivo General de la Nación (agn), Bogotá, en las
secciones Colonia y República (1648-1833). La temporalidad propuesta para el
artículo (1773-1828) se basa en el alto número de juicios registrados y procesados
durante la segunda mitad del siglo xviiii y el primer cuarto del siglo xix en el
Nuevo Reino de Granada. En su mayoría, los casos corresponden a la tipología
de incesto entre padre e hija.

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en los juicios, compuestas en su mayoría por hijas, siendo notable la ausencia


de hijos varones en estos hogares. Las labores de la casa eran distribuidas
y ordenadas por el padre, quien manejaba los tiempos y los espacios de los
miembros y así determinaba la permanencia de los hijos o hijas a su lado.
Igualmente, el deceso de la madre o la separación de los padres llevó a las
8
hijas a estar bajo la tutela del padre, ya sea por condiciones económicas, por
[70] el servicio que debían prestar a su progenitor o por obediencia.
La vida familiar de las comunidades campesinas o artesanas trascurría
conforme a las labores diarias que debían realizar sus miembros para subsis-
tir. Estas tareas cotidianas involucraban al grupo familiar, como acompañar
al padre a traer agua para la casa o para el lugar de trabajo, cocinar y arreglar
la vivienda, lavar la ropa, cuidar los animales y trasladar productos, mate-
riales e instrumentos necesarios para el trabajo, que en algunas ocasiones
9
implicaba largos desplazamientos.
Tomando en cuenta el origen y las condiciones socioeconómicas de los
incriminados y sus familias, “era frecuente —encontrar— entre los grupos
subalternos que la inestabilidad económica obligara a la emigración del
varón o que las condiciones de la esclavitud impidieran la cohesión de la
10
comunidad.”
En algunos de los testimonios de los incriminados y de sus vecinos,
la vida social también contaba con un espacio que disponía el padre para
compartir con sus compadres y allegados para tomar chicha o alguna otra
11
bebida, casi nunca especificada. De la misma forma, la participación en

8. En El malestar de la cultura, Freud afirma: “la estructura material (léase


económica) de la sociedad también ejerce una influencia sobre la medida de la
libertad sexual.” Sigmund Freud, El malestar en la cultura (Madrid: Alianza,
1999) 35.
9. Durante el siglo xix la parcela individual era tanto el ideal como la realidad
de la mayoría de los colombianos que habitaban en las zonas rurales. Michael
Jiménez, “La vida rural cotidiana en la República”, Historia de la vida cotidiana
en Colombia (Bogotá: Editorial Norma, 1996) 170.
10. Comunidades domésticas en la sociedad novohispana, Formas de unión y
transmisión cultural. Memoria del iv Simposio de Historia de las Mentalidades
(México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1994) 20.
11. En algunos casos, los incriminados adujeron que el acto incestuoso había sido
consumado bajo el efecto de alguna bebida. El psicoanalista colombiano Mauro
Torres plantea que el momento edípico no puede determinarse como el primer
incesto en la historia. Para demostrarlo recurre a las primeras evidencias
escritas de los sumerios en Mesopotamia hacía el siglo iii a.c. que relatan un

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eventos como ferias o fiestas podía involucrar a otros miembros de la familia.


El ocio y la vagancia, considerados pecados, eran mal vistos por la sociedad
y las autoridades. Aquellos hombres —pobres—, que eran acusados por
incesto o por otra causa similar y no tenían oficio estable, eran involucra-
dos fácilmente en otros delitos, como hurtos o cuatrería y se consideraban
personas lascivas, de poca honra y confianza, por lo que eran blanco de
incriminaciones. [71]
Incesto padre e hija
El delito sexual que comete el padre contra su hija tiene connotaciones
significativas en el contexto familiar, pero especialmente en la vida de la
hija. Como lo señala Eva Giberti: “en el incesto padre/hija se describe al
padre como un abusador y aún como un violador, pero sin registrar que este
abusador ocupa en la vida de la niña un lugar significativo por su origen, su
historia personal, el vínculo con su madre y sus hermanos y porque se trata
12
del adulto responsable por la existencia total de la niña.” Era inapropiado
que en los juicios los sentimientos y las emociones que experimentaban las
hijas estupradas y violentadas sexualmente por el padre afloraran. No obs-
tante, en algunos testimonios se hace evidente la noción de pecado por el

episodio mitológico significativo. Es la historia del Dios Enki y su hija “(…) el


dios Enki, señor de Dilmun, se une a la diosa Ningursag, después a la hija que
esta le da, y todavía, enseguida, a la hija de esta hija.” Según Torres “detrás del
Dios, está el hombre; detrás del incesto, el alcohol”; dicha afirmación se basa
en el consumo generalizado de cerveza que acostumbraban a ingerir los dioses
y los hombres, el cual altera la conducta humana y el orden social. El incesto
es por esta razón una compulsión, ya que proviene de una fuerza impelente,
que nace desde dentro del individuo y lo empuja con toda potencia irresistible
a conductas y comportamientos invertidos pero excitantes, placenteros y
destructores de la sociedad y de la persona misma. Ver: Mauro Torres, El incesto
y los genes (Bogotá: Tercer Mundo, 1997) 77-101.
12. Giberti plantea tres niveles de análisis sobre el incesto padre e hija: 1) la relación
biológica, en la que el adulto altera el orden biológico y la marcación con que la
especie había ordenado a la hija/niña en el lugar de la filiación para trasladarla
al lugar del amasijo de su cuerpo del cual el padre obtiene satisfacción; 2) la
velación de los derechos de la hija/niña, resulta del avance del padre sobre las
garantías de las que dispone la integridad física y psíquica de quienes están para
defenderse ante diversas formas de violencia; 3) la violencia contra el cuerpo y
la vida psíquica apunta a la subjetividad de la niña y altera la posterior inserción
en la vida de familia y en la convivencia social. Eva Giberti, Incesto paterno-
filial: una visión multidisciplinaria (Buenos Aires: Universidad, 1998) 24.

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acto incestuoso como una forma de romper el orden social establecido. Allí
no hay una diferencia clara entre el abuso cometido contra una mujer adulta
(25 años), al cometido contra una niña de corta edad, por lo que se deduce
que la etapa etaria no era determinante para la aplicación de las sentencias.
13
La percepción de la sociedad sobre la niñez y la juventud es un concepto
tardío y la justicia no había avanzado para la época en el tratamiento médico
[72] de las víctimas. El auxilio que se brindaba a las hijas era aislarlas por un
tiempo prudente o de forma indefinida del padre, bien fuera en la casa de
14
divorcio o en los conventos. El único tratamiento posible era el espiritual,
procedimiento coherente con la doctrina eclesiástica y la mentalidad del
conjunto social de la época.

La familia y el incesto
Un aspecto que resulta bastante significativo en el contexto de las vícti-
mas es la composición de la familia a la que pertenecían, pues esta variaba de
manera sustancial por determinados factores. Algunos de estos consistían
en la separación de los padres, el fallecimiento de la madre o el distan-
ciamiento y repartición de los cónyuges a causa de las labores cotidianas.
Como se cita en párrafos anteriores, los oficios diarios que implicaban largos
desplazamientos y distanciamiento en las jornadas de trabajo generaban
condiciones propicias para que los padres ejercieran control sobre algunos

13. La infancia era una edad muy corta, únicamente duraba seis años, pues los
niños eran integrados al mundo de los adultos y a sus trabajos a temprana
edad. El cambio de mentalidad con relación a la infancia ocurrió a partir de
dos hechos: 1) en el momento en que la muerte de los niños no pudo seguir
siendo imputable a la fatalidad, los familiares y en especial las madres se
sintieron obligados a hacer todo lo posible por su vida; 2) cada vez se consideró
necesario para la formación de la persona y para la riqueza de la sociedad
que los niños fueran a la escuela (1880-1950). Pablo Rodríguez, En busca de
lo cotidiano:  honor, sexo, fiesta y sociedad en los siglos xvii al xix (Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 2002) 2-203.
14. Para finales del siglo xviii, en Santa Fe se incentivaron nuevas disciplinas
de control de los sectores populares y una nueva feminidad. Por un lado, se
emprendió la construcción de la cárcel de mujeres bajo el impulso reformador
de Antonio Moreno y Escandón; por otro, los conventos que son construidos
a finales del siglo xvi sirvieron como prisión preventiva y correctiva para
muchas mujeres acusadas de infidelidad conyugal, pecados públicos o rebeldía
familiar. María Himelda Ramírez, Las mujeres y la sociedad colonial de Santa
Fe de Bogotá (1750-1810) (Bogotá: icanh, 2000) 29 y 83.

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de sus hijos, especialmente de las mujeres encargadas de reemplazar a las


madres y esposas en las funciones del hogar.
La dinámica de trabajo podía generar ruptura de la relación entre los
cónyuges, pues se comunicaban muy poco y tenían escaso contacto. En
algunas ocasiones los hijos eran el único puente de enlace entre el padre y
su familia. Usualmente, la relación familiar se reducía al trato con una sola
hija que le colaboraba al padre en su trabajo y hacía los oficios de la casa en [73]
el monte o en la labranza donde él vivía.
En el juicio seguido a Juan Manuel Quiroz —de 50 años, de estado
casado, mulato libre y de oficio labrador— en Antioquia (1800), los testigos
declaran que lo único que saben es que padre e hija duermen juntos porque
los han visto, que él la lleva a todo lado y que la hija está embarazada, pero
no saben de quién; además, constatan que la mujer de Quiroz permanece
separada de ellos. Por estas razones, los vecinos deducen que padre e hija
tienen ilícita amistad.
En su declaración Micaela Quiroz y Cifuentes de 25 años ignora quien es
el padre de la criatura que lleva, pues esto sucedió en una noche que anduvo
calle arriba de la iglesia de nuestra señora de Chiquinquirá vendiendo cera
negra. Al encontrarse a un hombre desconocido en la calle, ella se paró allí
a ver si le compraba la cera, pero él la engañó. Es cierto que acompañaba a
su padre por todas partes, unas veces junto a su madre y otras veces sola,
además reconoce que dormían juntos en la misma cama y cada uno se
arropaba con una cobija. Afirma que cuando su padre traía algo a la casa,
corría a su cargo la distribución hasta para su misma madre, ya que ella es
desordenada y muy dejada para el gobierno del hogar.
Entre tanto, su padre Juan José Quiroz dice que el motivo de su prisión es
porque Micaela ha parido un hijo que le “achacan” a él. Niega las acusaciones
sobre la amistad ilícita con su hija y la paternidad de su prole; agrega que su
hija sirve mejor que su esposa porque esta es algo inútil y que efectivamente
15
él y su hija dormían juntos, pero cada uno con su cobija.
Según las declaraciones de los testigos y de los implicados, se deducen
dos situaciones: la primera, el distanciamiento entre los cónyuges, la segun-
da, la relación de pareja entre padre e hija. La razón básica de esta situación
es el trabajo que ejercía el padre en la labranza mientras su mujer se dedicaba

15. “Causa criminal contra Juan José Quiroz por incesto con su hija Micaela”,
Antioquia, 1800. agn, Bogotá, Sección Colonia, Fondo Juicios Criminales,
legajo 84, ff. 523v-526r.

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a los cuidados de la casa. Quien sale y se encuentra desplazándose con el


padre es la hija que ha suplantado el trabajo de la esposa, prestando los
servicios y las atenciones necesarias al padre. El grado de proximidad entre
padre e hija llega al punto de ser la hija quien comparte la cama con su padre,
independientemente del acto incestuoso por el que se les acusa.
Es evidente que la relación con la madre es mínima y que la hija es más
[74] próxima a su padre, porque tiene un mejor desempeño en las labores del
hogar. A pesar de la negativa de padre e hija de reconocer la relación inces-
tuosa, el hecho de su permanencia y cercanía genera desconfianza entre las
autoridades y los vecinos, quienes consideran que el embarazo de Micaela
es producto de esta ilícita amistad. Pues, si su padre permanece con ella,
duermen juntos y prefiere la compañía y los oficios de su hija que los de su
mujer, es porque su relación ha trascendido más allá de lo paternal y se ha
convertido en una relación marital. Por consiguiente, cabe anotar, como lo
afirmó Freud “cuanto más íntimos los vínculos de los miembros de la familia,
tanto mayor será muchas veces su inclinación a aislarse de los demás, tanto
16
más difícil les resultará ingresar en las esferas sociales más vastas”.
El engaño y la ingenuidad con los que Micaela explica el origen de su
embarazo no son evidencias contundentes. Las autoridades interpretan el
supuesto engaño, que aduce Micaela, como un acto de seducción y no de
abuso. La conducta reprochable de la joven la condena a priori por haber
sostenido trato carnal con un hombre anónimo de forma ocasional; ante-
cedente decisivo para que las autoridades impartan la sentencia.
En casos como el anteriormente descrito, la hija se convierte en la con-
cubina del padre. Tal como lo planteó Foucault, las mujeres desempeñaban
distintas funciones: “las cortesanas que existen para el placer, las concubi-
nas para los cuidados cotidianos, las esposas para tener una descendencia
17
legítima y una fiel guardiana en el hogar.” En muchos casos estos límites
se rompen y traspasan la norma social y natural, por lo que las hijas no
solo cumplen el papel de concubinas, sino también se desempeñan como
cortesanas y esposas.
En el siguiente caso contra Andrés Zapata —de 38 años, casado, mulato,
de oficio labrador y minero— en el Valle de Osos (1802), sus hijas Engracia
y Seferina lo denuncian, porque él pretende llevar a la primera a la mon-

16. Freud, El malestar 34.


17. Michel Foucault, “El uso de los placeres”, Historia de la sexualidad, tomo 2
(México: Siglo xxi, 1993) 132.

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taña donde habita solo, paraje en donde carece de auxilios suficientes, sin
comunicación, separado de la vecindad y escaso de alimentos necesarios.
Engracia expone que igualmente no le conviene habitar con su padre en
aquel retiro, porque este, con violencia, ha intentado o ejecutado actos de
torpeza. Apercibiéndola a que si se sabía, tendría su sepultura en la punta
de una lanza, por cuyos motivos ha pedido la separación del lado de su
padre, para que se ponga en una parte donde pueda vivir honestamente. [75]
Además, Zapata tiene abandonada a su familia, viviendo hace más de cinco
años ausente del hogar, prófugo por recelos y temor a la justicia debido a
18
algunos delitos cometidos.
La separación de los padres y la distancia juegan un papel determinante
en la situación de los hijos. Al generarse la inhibición y la represión de impul-
sos sexuales entre los cónyuges, es probable que estos brotaran violentamente
en el padre con la presencia de la hija. Freud ha señalado la importancia del
impulso sexual como factor de cohesión indispensable para la convivencia,
pues si no existen suficientes ligas eróticas, libidinosas, sexuales, entre los
19
humanos, caminamos directamente hacia la destrucción.
En este caso, el padre quiere trasladar a su hija mayor, Engracia, con la
excusa de servirle en las labores de la casa y hacerle compañía. Sin embar-
go, con la denuncia en contra del padre, se trata de impedir el traslado de
Engracia a la labranza. El abandono del acusado a su familia por un periodo
considerable evidencia que el único contacto que ha sostenido con sus hijas
es el sexual, violentando a una y tratando de forzar a la otra. Los testigos
constatan las declaraciones de las victimas y su madre declara “reconocer
que su marido Andrés Zapata, ha cometido torpezas con su hija Seferina,
además, él se halla “relajado” con una prima hermana de la que tuvo prole,
20
razón por la que puso la queja y fue apresado por el juez.”
Los testigos dicen que Andrés Zapata —padre de Engracia y Seferina—
ha sostenido una relación paralela a su matrimonio con una prima hermana
y ha tenido otra hija de esta unión. Esta situación era una de las razones que

18. “Criminales contra Andrés Zapata por incesto con su hija Engracia Zapata”,
Valle de Santa Rosa de Osos, 1802. agn, Bogotá, S. Colonia, F. Juicios
Criminales, l. 205, f. 16.
19. Raúl Páramo, El psicoanálisis y lo social: ensayos trasversales (Valencia:
Universidad de Valencia, 2006) 275.
20. “Criminales contra Andrés Zapata por incesto con su hija Engracia Zapata”,
Valle de Santa Rosa de Osos, 1802. agn, Bogotá, S. Colonia, F. Juicios
Criminales, l. 205, f. 16.

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contribuía a la separación de los cónyuges. Pese a que no compartían vida


marital, los matrimonios que afrontaban dichas circunstancias continuaban
unidos bajo la ley, aunque su realidad fuera otra.
La causa criminal seguida contra Agustín Zorro —de 35 años, viudo y
jornalero— en Socorro (1827-1828), por estupro contra su hija, evidencia otra
situación traumática para la familia. El fallecimiento de la madre generaba
[76] en muchas ocasiones desprotección, abandono y excesos de los padres hacía
sus hijas. “La tía materna de la víctima que denuncia el incesto, relata que
la madre de Rosalía le confesó moribunda que su esposo había desflorado a
21
su hija desde que tenía cinco años.” Pese a que el incesto era conocido por
su madre, es curioso observar su pasividad frente al hecho, lo que la hace
cómplice, pues el delito se consumó durante ocho años y la progenitora solo
lo reveló en el momento de su muerte. Es probable que la necesidad de la
madre por descargar su culpa la haya llevado a confesar los excesos de su
esposo en este instante.
Aunque Agustín Zorro tuvo contacto sexual con su hija por espacio
de ocho años, cuando su mujer estaba viva, el fallecimiento de la madre
agrava la situación y los abusos cometidos por el padre se hacen más fre-
cuentes. La edad en que la hija empezó a ser violada por su progenitor es
un rasgo significativo en este análisis, pues es la víctima con menor edad en
los casos estudiados, ya que la mayoría de hijas desfloradas por su padre se
encontraban entre los 20 y 25 años. Las implicaciones por el fallecimiento
de la madre en este caso dejan entrever cierta dualidad, porque esto llevó a
prolongar el estupro incestuoso que cometía el padre con la hija y representó
el momento oportuno para hacer evidente la situación y detenerla a través
del denuncio.

Incesto y violencia
La violencia ejercida por el padre era un factor permanente que conducía
a las víctimas y a las personas que conocían el hecho —especialmente a la
madre— a silenciarlo por temor al maltrato que se podía generar, sumado al
que ya se ejercía. La definición de Domenech sobre la violencia nos sugiere
que es una libertad (real o supuesta) que quiere forzar a otra, y agrega, lo
terrible y fascinante de la violencia es que ofrece la posibilidad de instituir,
en beneficio del más fuerte, relaciones ventajosas economizando trabajo y

21. “Causa criminal contra Agustín Zorro por incesto”, Socorro, 1827-1828. agn,
Bogotá, S. República, F. Asuntos Criminales, l. 30, f. 937.

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palabras. En este sentido, el apogeo de la violencia no es el homicidio (que


suprime al objeto mismo de la violencia) sino la tortura, pues esta asocia a
22
la víctima, a pesar suyo, a su verdugo.
En este contexto el maltrato sexual, el maltrato físico y el verbal se con-
jugaban en el hecho incestuoso. Aunque las reacciones violentas y los mé-
todos de castigo utilizados por los padres eran cuestionados por la justicia,
el silencio de las víctimas permitía a las autoridades aplicar el beneficio de [77]
la duda frente a la verdadera actitud de la hija. Se consideraba que ella había
podido seducir al padre, razón que explica en buena medida la aplicación de
penas a las hijas estupradas o violadas, que eran trasladadas por un tiempo
a la casa de divorcio, a un convento o a servir en un hospital.
En el siguiente fragmento se desarrolla una situación que conjuga las tres
formas de maltrato anotadas anteriormente: “Josefa declara que su padre
José Cárdenas —de 47 años, casado, labrador y vecino de la población de San
Gil— la estupró. Aunque ella trató de resistir la primera vez y hacer ver a su
padre el error que iba a cometer, no le valió de nada, porque con violencia y
amenazas de quitarle la vida consiguió su pretensión, castigándola siempre
23
que iba a cometer el acto.”
Las acusaciones hechas por las esposas tienen como característica ser
muy distantes temporalmente de la consumación del incesto; podían tras-
currir meses o años para realizar la denuncia, pese a que la madre tuviese
24
pleno conocimiento de la situación y se lo hubiera informado a alguien. En
el caso señalado anteriormente, la víctima de 22 años cuenta que su padre
la ha usado por espacio de un año. La violencia ejercida conjuga la agresión
sexual y física junto a las amenazas que utiliza el padre para esconder su
delito, con lo que generaba la complicidad de la víctima para seguir llevando
a cabo la transgresión. Las palabras que utiliza el padre contienen un alto
grado de violencia, que amenaza con quitarle la vida a la víctima si advierte a
alguien de su delito. El espacio en el que se desarrollaba el hecho involucraba
elementos o materiales del contexto rural y utensilios propios del trabajo que

22. J. M. Domenech, La violencia (París: Unesco, 1981).


23. “Causa criminal contra José Cárdenas por incesto contra su hija Josefa”, San
Gil, 1818-1823. agn, Bogotá, S. República. F. Asuntos Criminales, l. 7, f. 326.
24. Cabe preguntarse acerca del silencio que, estructurado en formas de defensas
psicológicas denominadas negación o de desmentida, se produce alrededor de
la práctica del incesto. Ambos mecanismos que a veces se juegan mediante las
alianzas que entablan entre sí los miembros de la familia de la víctima dejan de
lado la indefensión en la que esta se encuentra. Giberti 83.

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realizaban los transgresores y sus familias, tales como el rejo para el ganado,
las cuerdas para amarrar los animales, palos y cuchillos. La violencia no
afloraba con la consumación del incesto. El entorno familiar en el que se
desarrollaba presentaba antecedentes de agresión y maltrato.
En el siguiente caso se relata otra situación de violencia y abuso del
padre contra su hija:
[78] Paula Cotamo, en presencia de su tutor, declara que su padre está en
prisión porque la desfloró y la estupró durante un año. Paula le confesó
a su madre que su padre no la sacó en todo un año ni una sola vez a
misa y se vio atormentada y amenazada, pues si lo delataba, la volvería
pedazos.
Al comparecer Tomás Cotamo, indio natural del pueblo de Tasco,
casado, de 32 años y de oficio tejedor, niega el incesto. Dice haber desnu-
dado a su hija para azotarla muchas veces, pero que jamás ha tenido acto
con ella. Infiere que la virginidad de su hija todavía se conserva íntegra y
nunca le ha impedido ir a misa. Niega el expediente y aduce que su mujer
quiere desterrarlo, porque lo aborrece, prueba de ello es que su hija no
25
está en estado de poderla desflorar por ser demasiado tierna.

Otro factor de violencia que se sumaba a la situación de las hijas abusadas


era el desfloramiento a temprana edad —entre los 16 y 25 años—, que traía
como consecuencia la pérdida de la virginidad de las hijas. Esta condición
era determinante en los juicios, pues la importancia de la virginidad y el
título de “doncella” eran sinónimos de honor y pudor. En los testimonios
de las mujeres estupradas se hace referencia a la forma violenta con la que
el transgresor sostiene el acto sexual y, al mismo tiempo, es notoria la pre-
ocupación de los jueces por saber si las víctimas conservaban la virginidad
en el momento de la transgresión.

Desfloramiento o incesto ¿cuál es el delito?


Juan Castro, de 50 años y de estado casado —en la población de San Gil
(1801)—, declara que se encuentra en prisión por haber violado la virginidad
de su hija. La víctima le dijo que confesara su pecado y él respondió que solo
a Dios se le confiesan los pecados. Además, manifestó que ningún confe-
sor de la tierra salvaría a un pecador y que tuviera cuidado de relatar este

25. “Criminales contra Tomás Cotamo por incesto con su hija Paula Cotamo”,
Tasco, 1801. agn, Bogotá, S. Colonia, F. Juicios Criminales, l. 169, ff. 913v-915r.

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pecado, o si no estarían perdidos. Castro afirma que accedió carnalmente


a su hija con la excusa de estimarla y cuidarla. Bajo este supuesto, ella se
entregó sin experimentar violencia a la edad de 15 años y durante seis meses.
Él se enteró que su mujer sabía lo sucedido y que su hija estaba preñada el
26
mismo día que fue apresado.
Más adelante, su hija Ana Victoria Castro declara que “nunca se entregó
voluntariamente. Un día se quedo sola en el campo con su padre y este la [79]
cogió torpemente. Ella se negó, diciéndole que cómo podía confesar dicho
pecado y su padre respondió lo declarado anteriormente. Trancó las puertas,
la tomó por la fuerza y arrojándola a la cama, usó de ella carnalmente como
27
quiso, quitándole la virginidad.”
Las versiones encontradas y contradictorias entre el agresor y la víctima
sobre los hechos fueron constantes, no obstante, muy pocos transgresores
coincidían con la declaración de sus hijas abusadas. La violencia era propi-
cia en los lugares alejados y cuando los involucrados compartían espacios
comunes y solos. La causa del juicio por incesto correspondía, según las
víctimas y el transgresor, a “la violación de la virginidad”. Posiblemente, la
poca claridad de los infractores y las trasgredidas para definir los hechos
los condujo a denunciar o a denominar la situación de esta forma. O quizá,
realmente el delito —a pesar de haber sido consumado por largo tiempo—
radicaba en la pérdida de la virginidad y más aún si había sido de forma
violenta; pues la persuasión del padre le daba otra connotación al incesto y
una nueva interpretación a los hechos.
La comunicación de las víctimas con sus familiares u otras personas
cercanas preocupaba al transgresor, razón por la cual debían permanecer
apartadas. Algunos padres optaban por trasladarlas con ellos a sus labores
diarias e incluso a los lugares o eventos a los que asistían como ferias o
reuniones. Otras medidas de precaución consistían en prohibirles salir del
monte o de la labranza en la que vivían, como se anotaba en el caso anterior,
cuando el padre le impedía ir a la iglesia a su hija porque la víctima podría
contarle lo sucedido al cura en su confesión. De la misma forma, el contacto
de las hijas con algún hombre podía ser la coartada perfecta para que el

26. “Criminales contra Juan Castro por incesto con su hija Ana Victoria”, Juan José
Robada-San Gil, 1801. agn, Bogotá, S. Colonia. F. Juicios Criminales. l. 64. ff.
133v-136r.
27. “Criminales contra Juan Castro por incesto con su hija Ana Victoria”, Juan José
Robada-San Gil, 1801. agn, Bogotá, S. Colonia. F. Juicios Criminales. l. 64, ff.
133v-136r.

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transgresor se excusara en proteger a su hija y por este motivo impedir que


se relacionara con otras personas o salir a algún lugar.

El poder del padre


La estructura social facilitaba la imposición de la autoridad paterna,
siendo evidentes distintos mecanismos y dispositivos que la justificaban,
[80] como el trabajo, la educación y la vida pública. Eva Giberti afirma:
La educación que históricamente recibieron las niñas tendió a so-
meterlas a la autoridad parental específicamente al sujetamiento por
parte de los varones de la familia de origen y posteriormente a cargo
del marido y de sus hijos, según consta en la historia de la civilización.
La etapa niña inaugura la servidumbre destinada a producir placer al
varón desde su obediencia-sometimiento al cumplir con diversos traba-
jos destinados a los varones de la familia (…) las niñas garantizaron el
acatamiento del género, porque en ellas se hizo posible un entrenamiento
28
temprano y naturalizado de dicho sometimiento.

La posición del padre en el hogar llegaba a un control insospechado


en el que era imposible desobedecer sus órdenes. El poder que acumulaba
estaba basado en la legitimidad de su autoridad, por ser el miembro principal
y base del soporte económico del hogar. Freud sostiene que “ya sabemos
que la cultura obedece al imperio de la necesidad económica, pues se ve
obligada a sustraer a la sexualidad gran parte de la energía psíquica que
necesita para su propio consumo. Al hacerlo, adopta frente a la sexualidad
una conducta idéntica a la de un pueblo o una clase social que haya logrado
someter a otra a su explotación. El temor de la rebelión de los oprimidos
29
induce a tomar medidas de precaución más rigurosas.” Desde esta pers-
pectiva, es comprensible el ilimitado control sobre las mujeres de la familia,
por su tendencia al sometimiento, la capacidad de sacrificio por los hijos y
la tolerancia hacia abusos y situaciones aberrantes por largos periodos. La
afirmación se sustenta en la imposibilidad y abstención de hijas y esposas por
denunciar los casos de incesto, que frecuentemente estaban acompañados
de violencia y vejámenes.
El padre y esposo se apoyaba en mecanismos de represión y control para
coaccionar a la mujer. Aunque el poder en estos hogares también compren-

28. Giberti 28.


29. Freud, El malestar 35.

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día el manejo de la sexualidad de las hijas y por ende su desfloramiento,


el intercambio de favores sexuales de la hija al padre no dejaba de ser una
posición desventajosa para la hija, teniendo en cuenta que su manutención,
supervivencia económica, edad y condición de mujer la obligaba a mantener
cierta obediencia y a considerar vehemente la autoridad del padre. La pre-
sunta inocencia con que niñas o jóvenes criadas acataban parámetros que
30
honraban la cultura patriarcal se caracterizaba por la legalidad unidirec- [81]
31
cional acerca de la idea de respeto. En consecuencia, las propuestas hechas
por el padre parecían inobjetables y se asumían como órdenes sustentadas
en el monopolio de la razón masculina.
Las manifestaciones que respaldan el desmedido poder del padre en las
familias analizadas en los juicios parecen en muchos casos mediadas por
la ignorancia, el sacrificio y la tolerancia por parte de las madres a ciertas
situaciones inusuales. Incluso “en las Siete Partidas se habla de cinco niveles
de autoridad, 1) el rey poseedor del ‘derecho claro y absoluto de juzgar y go-
bernar a sus compatriotas’, 2) los señores de las regiones, 3) los señores de las
tierras, 4) la ‘autoridad de los padres sobre sus hijos y esposa’, 5) los poderes
32
de los amos sobre los esclavos.” En las comunidades campesinas en donde
el padre era el señor de la tierra, la autoridad del hogar y el que podía someter

30. Patriarcado: desde una lectura que enfatiza el poder se lo define como la
dominación y subordinación de las mujeres por los hombres. El texto clásico
que defiende esta política es el Patriarcha, de R. Filmer (1640). Weber se refirió
al patriarcado como un estilo dentro de una teoría de la autoridad tradicional:
el poder personal de un superior sobre esposa, hijos y sirvientes. Según este
autor, el patriarcado fue la estructura política que se incorporó de forma
lógica a la base económica de la familia. J. Turner afirma: “El patriarcado es
una ideología defensiva y reactiva que subordina a las mujeres y a los niños; es
una estructura social objetiva que se conserva y se constituye a través de un
complejo sistema de regulaciones legales, organización política y ordenamientos
económicos”. Giberti 40.
31. Corsi agrega que este concepto de respeto no es entendido como una categoría
que requiere reciprocidad, sino que es definido a partir de una estructura de
poder, en la cual la dirección establecida es desde “abajo” hacia “arriba”. “La
aceptación estricta de esta ‘normatividad’ legitima diversas formas de abuso
intrafamiliar”. J. Corsi, “Una mirada abarcativa sobre la violencia familiar”,
Violencia familiar (Buenos Aires: Paidós, 1994).
32. Richard Boyer, “Las mujeres, la mala vida y la política del matrimonio”,
Sexualidad y matrimonio en la América Hispánica, siglos xvi-xviii, coord.
Asunción Lavrin (México: Grijalbo, 1999) 274.

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como esclavos en algunos casos a sus hijos y esposas, la concentración de


poder, además de legítima, representaba ciertos excesos.
En la causa criminal contra José Cárdenas en San Gil, la madre de la
víctima relata que en una ocasión “encontró a su marido acostado con su
hija, la cual tenía las nahuas levantadas encima en postura indecente. La de-
clarante, sin embargo, le pareció que era una mala acción; pero no dijo nada
[82] a su marido, por temor a que le diera maltrato como lo ha acostumbrado y
33
porque como padre quizá tenía la obligación de registrar a la hija.”
El incesto de Cárdenas contra su hija Josefa y la posición de su esposa
se explica de dos formas, “una de ellas que remite a la fijación de la niña
seleccionada a la madre y otra a la función paterna”. Se plantea una doble
legalidad: 1) el cuerpo del hijo le pertenece a los progenitores y no a la cultura,
sería de derecho privado que concierne a los padres; esta es la legalidad de
los cuerpos (circunscripción, por ejemplo), y 2) una relación con la cultura, o
sea, intramuros: “tengo mi propia ley que me autoriza a disponer del cuerpo
de mi hija, pero como a la vez tengo una relación con el mundo externo,
34
debo cuidarme que se sepa.” La anterior referencia puede aplicarse a la
totalidad de los casos analizados sobre incesto padre/hija, pues las madres
sugieren de forma implícita —casi siempre— la potestad del progenitor sobre
la existencia de la hija y por ende de su cuerpo. De otra parte, el padre se
identifica como portador de la ley en el hogar y su poder de decisión establece
los límites de relación entre la familia y el mundo externo.
Otra evidencia de esta sociedad patriarcal se manifiesta en los juicios,
pues, a pesar de la presunción de ignorancia, inocencia y rusticidad de las
víctimas por su edad y condición, la justicia consideraba que su silencio y
la tendencia natural de la mujer a las pasiones de la carne era la verdadera
razón de su indefensión. En el caso seguido a Agustín Zorro, su hija ha sido
estuprada desde la edad de cinco años, la sentencia determina que ella debe
ser confinada en un convento para evitar contra su padre más infundadas
sospechas, mientras su padre es puesto en libertad después de haber estado
35
en prisión ocho años.

33. “Causa criminal contra José Cárdenas por incesto contra su hija Josefa”, San
Gil, 1818-1823. agn, Bogotá, S. República. F. Asuntos Criminales, l. 7, f. 323.
34. Eva Giberti afirma que estas dos corrientes de análisis provienen de la teoría
psicoanalítica. Giberti 87.
35. “Causa criminal contra Agustín Zorro por incesto”, Socorro, 1827-1828. agn,
Bogotá, S. República, F. Asuntos Criminales, l. 30, f. 961.

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El sostenimiento económico del hogar por parte del padre como otro
factor de su indiscutible poder familiar es significativo para entender en
gran medida las condiciones en las que se desarrollaban prolongadas rela-
ciones incestuosas, incluso para comprender la pasividad de las esposas e
hijas y su tolerancia, que podía llegar al punto de pedir la absolución de las
sentencias y las vehementes súplicas a la justicia para dejar en libertad a los
infractores. Teniendo en cuenta, que: [83]
Desde los cuatro hasta los veinticinco años, cuando adquirían la
mayoría de edad, los niños y jóvenes de las parejas unidas en matrimonio
formal o informal estaban estrictamente subordinados al padre, quien
a su vez estaba obligado a proporcionar comida, vestido, vivienda a su
prole, a cambio de su sumisión y respeto. Dos derechos concretos ad-
quiría el padre, la aprobación matrimonial y el derecho a usufructuar
las ganancias salariales de sus hijos trabajadores, con lo que garantizaba
36
el control de sus hijos.

La justicia y la sociedad legitimaban la estructura patriarcal, que conver-


tía a la mujer-víctima en cómplice; ni su posición de indefensión o inocencia
eran considerados en su defensa. La costumbre de las autoridades y de la
sociedad en general para el periodo de estudio era considerar culpable de los
delitos sexuales a la hija, porque ella tenía la capacidad de seducir y provocar
la reacción del padre. En el contexto del siglo xix, según Vigarello, “la mujer
no es más que un ser subordinado al hombre por sus necesidades, sus deberes
y sobre todo su constitución física, debilidad muscular, pero principalmente
37
pequeñez de tamaño y de cerebro.” La sin razón e inferioridad moral e
intelectual fortalecen la figura y la imagen del hombre como portador del
control social en la familia y en la vida pública; este estereotipo resulta bas-
tante cuestionable y desventajoso para la figura femenina de la época.

Las razones del padre


En las justificaciones dadas a las autoridades por los padres transgresores
se evidencian aspectos anteriormente señalados, como su autoridad indis-
cutida, la violencia, la bebida, la ausencia de su esposa, etc. Otros factores
implícitos en los testimonios que afloran en el análisis del delito incestuoso

36. Guiomar Dueñas, Los hijos del pecado. Ilegitimidad y vida familiar en la Santafé
de Bogotá colonial (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1997) 192.
37. Georges Vigarello, Historia de la violación (Madrid: Cátedra, 1999) 89.

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jenn y yamile malagón pinzón

han sido tratados por Eva Giberti, quien dice que “las representaciones
psíquicas de los varones sobre el sujeto mujer se incluyen en un proceso de
generización, que no ha sido ajeno en la caracterización del delito de incesto:
ya fuese como inevitabilidad del deseo masculino irrestricto, sostenido por
la función paterna (al naturalizar el deseo masculino mediatizado por dicha
función disminuiría la gravedad del hecho), o bien debido al reconocimiento
[84] de la niña como “mujer en ciernes”, lo cual la alista en las servidoras sexuales
38
del varón.”
No obstante, una de las razones más frecuentes para cometer el incesto,
según los transgresores, era la sobreprotección de sus hijas. El estrecho lazo
que puede unir a los padres con sus hijas, por motivos afectivos, circuns-
tanciales o de dominio, generaba un estado de permanente compañía e
intercambio de cuidados y favores, que en ocasiones comenzaba a debilitarse
a raíz de los cambios biológicos y de actitud que se experimentaban en la
etapa de la adolescencia.
La necesidad de establecer vínculos afectivos o sexuales con un hombre
distinto a su progenitor generaba la ira y el rechazo de este, especialmente
cuando sus hijas habían sido objeto de su abuso, y por esta razón muchos de
los padres preferían mantenerlas confinadas, alejadas en un monte y some-
tidas a su servicio personal. La preocupación de perder a su hija o permitirle
el trato con personas ajenas al círculo familiar producía la desconfianza
del padre, pues podía ser la vía de escape de estas mujeres o representar la
39
posibilidad de hacer público el hecho incestuoso.

38. Giberti 28.


39. B. Cyrulnik aporta algunas características de la familia incestuosa: “Se puede
describir a las familias de transacciones incestuosas como familias cerradas
donde los roles, los gestos y los enunciados no están codificados. No se sabe
quién es quién, quién hace qué, y quién debe decir qué. No se ha organizado
ningún ritual de interacción: no hay salidas ni invitaciones de extraños a
la familia, no hay discusiones sobre la aventura social, ni fiestas familiares
(…) Familias confusas, sin categorías de comportamiento ni sentimentales,
viven permanentemente un drama sexual”. Boris Cyrulnik, “El sentimiento
incestuoso”, Del incesto, comp. F. Heritier et al. (Buenos Aires: Nueva Visión,
1994) 44. La descripción de Boris Cyrulnik, refleja algunos rasgos que coinciden
con las historias familiares de los incriminados en los juicios. La caracterización
no puede ser aplicada como una regla general para los casos analizados en
la presente investigación, porque existen elementos simbólicos y códigos
que desconocemos sobre los protagonistas, variables de comportamiento y

d e p a r t a m e n t o d e h i s t o r i a   *  f a c u l t a d d e c i e n c i a s h u m a n a s   *   u n i v e r s i d a d n a c i o n a l d e c o l o m b i a
e l i n c e s t o pa d r e e h i j a a t r av é s d e l o s j u i c i o s c r i m i n a l e s . . .

La idea de hacer públicos los abusos del padre y la pérdida de su dominio


sobre la hija resultaba aterradora, porque además de las implicaciones judi-
ciales y sociales, se sumaba la ruptura de su poder y control de los miembros
del hogar. La dependencia económica, los favores y servicios mutuos entre
padre e hija terminaban con la llegada de un tercero, que ocupaba el lugar
del padre en la relación, en la vida emotiva y sexual de su hija.
Al cambiar las condiciones de vida de las víctimas, por su nueva relación, [85]
cambio de residencia y el ejercicio de su rol como esposas, el distancia-
miento de estas con sus padres evidenciaba la necesidad de emanciparse de
la autoridad paterna y de transformar su situación. Las hijas buscaban de
forma desesperada o pasiva liberarse de la relación incestuosa que estaba
acompañada de violencia y condiciones serviles.
El juicio seguido contra Andrés Zapata demuestra la posición de recha-
zo del padre por el posible matrimonio de su hija Engracia, aunque niega
haber cometido el estupro a su hija, declara que “la castigó porque decía a
sus hermanos que se iba a casar y a él le decía que no, porque estaba ‘mo-
40
derna’ y no sabía ni hacer una arepa.” La negativa de su hija por contarle
a su padre sobre sus posibles nupcias muestra su necesidad de escapar a
la situación familiar y, especialmente, al control de su padre. El castigo se
convierte en el método más adecuado para coaccionar a la víctima, pues,
al producir dolor acompañado de amenazas, estas se sienten intimidadas
y evitan cometer alguna acción que cause la ira y desencadene la violencia
del padre. No obstante, la opción de cambiar su situación y salir del espacio
que él controla hace que las hijas prefieran arriesgarse a salir de su casa y
unirse a su pareja.
“La hija desobediente” es una coartada utilizada por el padre para jus-
tificar la necesidad de permanecer al lado de su hija, quien se ha convertido
en una trasgresora del orden y de su dominio. Al atentar contra la autoridad
paterna, por desafiarla y salir del espacio de supervisión que maneja, de-
muestra que la intervención del padre y sus reacciones son razonables dentro
de una lógica de conservación y protección de los miembros de la familia,
deber por el que todo padre por costumbre o por ley tiene que obrar.

particularidades familiares. No obstante, hay elementos significativos que


aparecen con frecuencia —enunciados por el autor— en los casos abordados.
40. “Criminales contra Andrés Zapata por incesto con su hija Engracia Zapata”,
Valle de Santa Rosa de Osos, 1802. agn, Bogotá, S. Colonia, F. Juicios
Criminales, l. 205, f. 16.

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En el proceso llevado contra Felipe Hortúa en la población de Honda


(1763-1764) por concubinato incestuoso con su hija Juana María, este niega
haberlo cometido y dice “que su hija resultó preñada pero no de él. Además,
no le consentía ir sola al río, ni a la quebrada, sin sus hermanos o su madre
por evitar que volviese a quedar embarazada (…). Niega haber prevenido a
su mujer e hijos para que no contaran lo sucedido; afirma, que trató de casar
[86] a Juana con un joven vecino, pero que este se arrepintió por el amanceba-
miento que tenía con su hija. Agrega no saber de quién es el hijo de Juana,
41
que nació muerto y no hay testigos que lo puedan constatar (…)”
En el caso anteriormente descrito se presentan varias situaciones, que se
conjugan para suponer el concubinato incestuoso del que se acusa a padre
e hija. No obstante, los hechos en los que se desarrolla el delito juegan un
papel importante en la interpretación de las evidencias, por la estrecha re-
lación entre padre e hija y el control que ejerce sobre ella. En consecuencia,
las circunstancias se pueden explicar de dos formas, la primera, el padre
trata de mantener a su hija alejada de cualquier persona ajena a sus fami-
liares más cercanos, buscando que no se conozca la situación particular del
hogar —la relación incestuosa y el posterior embarazo producto de ella—.
Condición que ratifica la orden del padre de no hacer público lo sucedido
con su hija Juana. En segunda instancia se encuentra la posibilidad de que
el padre intentara castigar a su hija, restringiéndole la relación con otras
personas, debido a su comportamiento inadecuado, que la ha llevado a tener
prole de un hombre desconocido y sin contraer matrimonio. Para no causar
la deshonra de su familia prohíbe comentar la situación públicamente y
consigue un pretendiente a su hija para contraer nupcias.
Posteriormente, el padre confiesa “que el niño fue ahogado por su hija
al nacer, pues apareció con señales en la cara, y Juana cuenta a su madre y
a su hermana que el embarazo fue producto de la violación de un hombre
desconocido, que la tomó cuando se encontraba sola en el río, lavando al-
42
gunas prendas.”
En este aparte se pueden inferir situaciones que provocaron el infan-
ticidio y que confirman la posibilidad del incesto, pero también justifican
la preocupación de la hija por la violación que ha sufrido y que la condujo

41. “Causa criminal contra Felipe Hortúa por concubinato incestuoso”, Villa de
Honda, 1773. agn, Bogotá, S. Colonia, F. Juicios Criminales, l. 26, f. 26.
42. “Causa criminal contra Felipe Hortúa por concubinato incestuoso”, Villa de
Honda, 1773. agn, Bogotá, S. Colonia, F. Juicios Criminales, l. 26, f. 28.

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a matar a su prole, con el fin de evitar la vergüenza y la deshonra pública y


así tener mayor probabilidad de contraer nupcias. Posteriormente, la hija
confiesa que su padre sí la amenazó con un cuchillo al saber de su embarazo
con un hombre desconocido y que ella efectivamente mató a su hijo. La decla-
ración de la hija sirve para mostrar la presunta inocencia del padre, aunque
las afirmaciones de los testigos generan dudas sobre el hecho y prolongan el
caso, que finaliza con el destierro del acusado y el embargo de sus bienes. [87]
Muchas situaciones provocaron la pérdida de confianza del padre hacia
sus hijas, en especial aquellos casos donde la hija perdía el honor, que como
baluarte de la familia para este periodo —siglos xviii y xix— representaba
la posibilidad de ascender socialmente y mejorar la calidad de vida de su
familia. Del mismo modo, la posición del padre dentro de la familia y el
contexto social donde estaba inmersa su autoridad se veían afectados por
la conducta inadecuada de su hija y la deshonra que causaba, por lo que re-
accionaba con violencia sometiéndola a castigos físicos y a permanecer con
él. Esta alteración en la dinámica familiar creaba sospechas entre vecinos y
allegados, quienes especulaban sobre la situación, pues la hija pasaba a estar
bajo la permanente vigilancia del padre.
Algunos padres ponían en tela de juicio la virginidad de las hijas cuando
las violentaban por primera vez, razón que justificaba el hecho incestuoso,
creando un aire de desconfianza hacia el supuesto pudor y “doncellez” que
las hijas alegaban haber perdido por el abuso del padre. Retomando el juicio
seguido a José Cárdenas, al ser interrogado, “el padre acepta que ha tenido
ilícito comercio con su hija y aunque ella tuvo prole, no sabe si es de él,
43
porque cuando la conoció carnalmente, ya no era doncella.”
En el desarrollo de los procesos, los defensores de los acusados reco-
nocían que aspectos como la pobreza, la rusticidad, la ignorancia y la poca
ilustración en los deberes cristianos eran razones suficientes para justificar
el incesto. En la defensa realizada al acusado Manuel Usme, su “Protector”,
compara al reo con un “menor de edad,” denominación que es determi-
nante en el sentido de considerar al infractor como una persona incapaz
de razonar sobre sus actos y pensamientos, por lo que es más susceptible a
44
las tentaciones de la carne.

43. “Causa criminal contra José Cárdenas por incesto contra su hija Josefa”, San
Gil, 1818-1823. agn, Bogotá, S. República. F. Asuntos Criminales, l. 7, f. 327.
44. La definición del defensor de Usme, al considerarlo como un menor de edad,
coincide en cierta medida con la perspectiva etnológica de gran parte del siglo

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Incluso, para demostrar el grado de complicidad y participación que te-


nía la hija en la consumación del delito, la defensa del trasgresor consideraba
que su indefensión y silencio ante el incesto se explicaba porque “al igual
que el padre, las hijas permanecían en un estado salvaje, que se debía a su
estilo de vida campesino, alejado de la vida civilizada, —que se interpreta
como la vida en sociedad o en la ciudad— y con una formación propia en
[88] valores cristianos que no se adquieren en estos lugares tan distantes de la
45
civilización.” Del mismo modo, el propósito de mostrar la ignorancia de la
hija por parte de la defensa podía ayudar a aseverar que en el hogar donde
se producía el incesto reinaba un total estado de ignorancia y rusticidad, lo
que claramente demostraba que tanto la hija como el padre eran igualmente
inocentes por su falta de ilustración; pero también servía para evidenciar la
culpabilidad de la hija y demostrar una aparente debilidad del padre, pro-

xx, en la que se considera que la raza humana ha pasado por una etapa de
salvajismo y barbarie que comprende, dentro de otros aspectos, la promiscuidad
sexual. Por lo tanto, esta tendencia de pensamiento plantea que el estudio de
ciertas sociedades o individuos insertos en dicho estadio de evolución se puede
asimilar con el estudio de la mente de un menor de edad.
45. La prohibición del incesto se ha convertido en una regla esencial de las
sociedades civilizadas. Al adquirir una connotación simbólica con elementos
civilizadores, la prohibición funciona como una especie de mito fundacional
de la vida social civilizada, ya que separa al hombre natural del ser social,
promoviendo su censura y sanción. Por ejemplo, Freud, desde el campo del
psicoanálisis, se refiere al mito griego de Edipo para explicar el comienzo de
la organización social humana, como la división más tajante entre el salvaje
y el hombre civilizado. Para Freud, la ley de la exogamia relacionada con el
tótem y el tabú implican la prohibición de matar al padre y sostener comercio
sexual con los miembros del sexo contrario al clan al que se pertenece. En su
análisis, Freud identifica al animal totémico con el padre, “los dos principales
mandamientos del totemismo, los dos preceptos-tabú que constituyen su
núcleo, el de no matar al tótem y no usar sexualmente a ninguna mujer que
pertenezca a él, coinciden por su contenido con los dos crímenes de Edipo,
quien mató a su padre y tomó por mujer a su madre (…)” Esta perspectiva
contribuyó a explicar el proceso de evolución humana definido por estadios,
en el que la prohibición del incesto y el principio de exogamia se convierte
en el paso decisivo para superar el estado salvaje, que se ha caracterizado por
la promiscuidad sexual, pero que al pasar por el canal del estado civilizado
adquiere una fuerte tendencia a la monogamia —en el caso de la mujer— y
al matrimonio exogámico. Sigmund Freud, Tótem y tabú (Buenos Aires:
Amorrou, 1988) 134.

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piciada por su “tosquedad”, al no advertirle a su progenitor sobre el pecado


o delito que cometía.
La defensa, que argumentaba la ignorancia como la causa principal de
la transgresión, tenía poca credibilidad para los fiscales y jueces, quienes
manifestaban “que no influye mérito alguno que sean rústicos, pues para no
infligir los preceptos del decálogo no es menester ilustración alguna, por lo
46
que puede el idiota, servir a Dios lo mismo que el más sabio adinerado.” [89]
Es decir, que cualquier persona estaba en capacidad de discernir sobre el
sentido moral de sus acciones, sin importar su condición mental y material,
pues el aspecto espiritual primaba sobre todas las cosas y, en algunos casos,
los transgresores manifestaron desconocer el incesto como delito, aunque
sí lo reconocían como pecado.

obras c i tadas

I. Fuentes primarias
Archivo General de la Nación (agn)
Secciones Colonia y República
Fondos Asuntos Criminales y Juicios Criminales

II. Fuentes secundarias


Libros y artículos
Boyer, Richard. “Las mujeres, la mala vida y la política del matrimonio”. Sexualidad
y matrimonio en la América Hispánica, siglos xvi-xviii. Coord. Asunción
Lavrin. México: Grijalbo, 1999.
Castillo, Jorge. Derecho de familia. Bogotá: Leyer, 2004.
Chevalier Jean y Alain Gheerbrant. Dictionnaire des symboles. Vol. 3. Paris: Seg-
hers, 1974.
Comunidades domésticas en la sociedad novohispana, Formas de unión y trans-
misión cultural. Memoria del iv Simposio de Historia de las Mentalidades.
México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1994.
Corsi, J. “Una mirada abarcativa sobre la violencia familiar”. Violencia familiar.
Buenos Aires: Paidós, 1994.

46. “Causa criminal contra Manuel Usme por incesto”, Peñol-Antioquia, 1821. agn,
Bogotá, S. Colonia, F. Asuntos Criminales, l. 57, f. 155.

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Cyrulnik, Boris. “El sentimiento incestuoso”. Del incesto. Comp. F. Heritier et al.
Buenos Aires: Nueva Visión, 1994.
Domenech, J. M. La violencia. París: Unesco, 1981.
Dueñas, Guiomar. Los hijos del pecado. Ilegitimidad y vida familiar en la Santafé
de Bogotá colonial. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1997.
Foucault, Michel. “El uso de los placeres”. Historia de la sexualidad. Tomo 2. Méxi-
[90] co: Siglo xxi, 1993.
Freud, Sigmund. El malestar en la cultura. Madrid: Alianza, 1999) 35.
Giberti, Eva. Incesto paterno-filial: una visión multidisciplinaria. Buenos Aires:
Universidad, 1998.
Jiménez, Michael. “La vida rural cotidiana en la República”. Historia de la vida
cotidiana en Colombia. Bogotá: Editorial Norma, 1996.
Lavrin, Asunción, Coord. Sexualidad y matrimonio en la América Hispánica, siglos
xvi-xviii. México: Grijalbo, 1999.
Lévi-Strauss, Claude. Las estructuras elementales de parentesco. Buenos Aires:
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siglos xvii al xix. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002.
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Vigarello, Georges. Historia de la violación. Madrid: Cátedra, 1999.
Wolf, Arthur P. and William H. Durham. Eds. Inbreeding, Incest, and the Incest
Taboo: the State of Knowledge at the Turn of the Century. Stanford: Stanford
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