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Ciudad de Territorialidades - Polémicas de Medellín

Este documento discute los conflictos por el uso del suelo en la ciudad de Medellín. Señala que la ciudad está experimentando un proceso de modernización y metropolización que entra en conflicto con las dinámicas existentes, lo que genera tensiones estéticas, éticas y políticas sobre el proyecto de ciudad. Identifica dos tipos de conflictos: los derivados de grandes proyectos urbanos como proyectos viales, y los derivados del proceso de urbanización, especialmente en las periferias.
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Este documento discute los conflictos por el uso del suelo en la ciudad de Medellín. Señala que la ciudad está experimentando un proceso de modernización y metropolización que entra en conflicto con las dinámicas existentes, lo que genera tensiones estéticas, éticas y políticas sobre el proyecto de ciudad. Identifica dos tipos de conflictos: los derivados de grandes proyectos urbanos como proyectos viales, y los derivados del proceso de urbanización, especialmente en las periferias.
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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Control y vigilancia
La demanda por mayor vigilancia es permanente, ligada tanto al estado real de
inseguridad como al imaginario del miedo. Se busca el control territorial mediante la
vigilancia y la seguridad pública o privada, siendo esta última más generalizada, la cual
se acompaña de restricciones en la circulación y encerramiento del espacio público
mediante las urbanizaciones cerradas.

3.2 Modernización y competitividad en el conflicto por usos del suelo


El conflicto por usos, por lo general confronta en esencia las distintas ideas de
ciudad que se tienen.
“...hay de entrada una relación muy conflictiva (...) porque siempre que hay un sentido
de desarrollo, en este caso de una ciudad, implica que quienes son los actores, en este
caso los activos, los que actúan y los que inciden, tienen que tocar callos. Es decir, tienen
que incidir en lo pudiéramos llamar los desarrollos naturales del vivir la ciudad y de la
ciudad, del crecimiento de la ciudad, de los cambios lentos y a largo plazo que da la
ciudad. En la medida en que hay una intervención racional que hace que los procesos se
aceleren, existe conflictividad”. (Entrevista 2, Hernán Henao, investigador social).
Medellín viene en un proceso de metropolización que se expresa no tanto en el
acelerado crecimiento poblacional y de su perímetro, ni en su inminente conurbación
con los otros nueve municipios del Valle de Aburrá, sino en la transformación de sus
costumbres, sus prácticas y sus funciones, que la integran ya a las dinámicas
socioculturales y económicas de la metrópoli contemporánea. En la ciudad concurren
expresiones y contradicciones de elementos muy diversos que la definen: un mundo
regido por las telecomunicaciones y la informática, una economía globalizada, una
profunda crisis política, ética y económica nacional, una región altamente convulsionada
por la guerra (sobre la que se ciernen múltiples intereses internacionales), un cambio en
los sistemas de producción, comercialización y consumo, y las diversas ondas culturales
e imaginarios contemporáneos. Así, sus formas políticas, productivas y comerciales ya
no se inscriben en las lógicas endógenas o regionales sino que se ven impactadas, y en
gran medida reguladas, por las lógicas internacionales.
Tales fenómenos alteran el orden preexistente y el supuesto equilibrio de una ciudad
estable e internamente coherente, afectando su territorio, ya que la multiplicidad de
fuerzas que abrazan la ciudad entran en contradicciones estéticas, éticas y políticas, y
expresan polémicas y contradicciones sobre el proyecto de ciudad que venía en
construcción.
Desde mediados del siglo pasado entra la planeación, regulando y orientando los
futuros desarrollos del espacio e involucrándola en una serie de obras que se imponen
sobre las dinámicas que traía su poblamiento. Allí comienza ese conflicto del orden
establecido (y del por establecer) cuando se plantean la tarea de ajustar a sus códigos las
demás dinámicas en curso. Tarea que se enfrenta a la inminencia de acelerado proceso
de urbanización que se expresa en la explosión de las periferias de la ciudad hacia las
laderas, originando formas de ocupación no previstas ni reguladas, como la
urbanización pirata y la toma de tierras. Desde allí se expresa ya y se agudiza la tensión
entre norma y realidad.
Muchos sectores con sentido propio, que le dieron consistencia a la ciudad como
territorio (Barrio Triste, Barrio Antioquia, Guayaquil, Naranjal, Niquitao, Belén, Prado,

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Boston, La América, Buenos Aires, etc.), que tuvieron gran cohesión y que por muchos
años se resistieron a los embates de la modernidad, pasan a ser mirados como
desestabilizantes o subversivos por ese orden modernizante. Hoy vienen siendo
duramente golpeados por fuerzas que buscan cambiarlos drásticamente, llegando a ser
hoy altamente vulnerables.
La ciudad se embarca en la tarea de ordenar lo que era visto como desordenado,
entre lo cual se propone invertir totalmente la lógica que traía el centro de la ciudad.
Desaparecen grandes sectores y lugares de la historia de la ciudad (Plaza de Mercado,
Terminal de Ferrocarril y Plaza de Cisneros), se construyen grandes proyectos viales
(Avenidas Oriental, San Juan, etc.) y obras de gran magnitud (Centro Administrativo La
Alpujarra50, Teatro Metropolitano, Palacio de Exposiciones, etc.). La planeación, a la vez
que frente a las periferias no es capaz de asimilar e intervenir el desbordado crecimiento
urbano, frente al centro se empeña en construir otra ciudad sobre la existente.
A finalizar el siglo XX, Medellín desarrolla estrategias para aumentar su
competitividad51. Busca mejorar su conectividad, su infraestructura y sus
comunicaciones e inicia obras de desarrollo para la ciudad y la región (túneles de oriente y
occidente, metro, proyectos viales: doble calzada Bello-Hatillo y puentes metropolitanos:
Punto Cero52 y La Aguacatala53). En su escala intramunicipal intenta un proyecto vial sobre
la carrera 76 que cruza alterando gran parte de Belén (aún se sostienen arduas
discusiones entre la comunidad y la alcaldía); busca culminar la renovación del sector
del Centro Administrativo de la Alpujarra y recuperar zonas que van quedando como
periferia central (Barrio Triste, Naranjal y Guayaquil), con la nueva sede de las EPM, el
Parque de San Antonio y la zona verde en el desaparecido Parque de Cisneros); jalona el
proyecto estratégico del Museo de Antioquia (con la donación de obras de Botero);
desplaza la banca hacia El Poblado, sobre la denominada Milla de Oro54; y discute sobre
un Centro Internacional de Negocios.
Este proceso de conurbación y metropolización de la ciudad ha sido desequilibrado.
Medellín, si bien tiene una mayor capacidad económica y política y se expresa como
fuerza centralizadora frente a los otros, a la vez tiene a su interior un enorme
desequilibrio social y espacial. El Área Metropolitana tiene una enorme desigualdad
entre los municipios en materia de habitabilidad y tensiones por la toma de decisiones,
mostrándose incapaz, hasta ahora, para actuar de manera coordinada ante situaciones
de impacto común (como el déficit habitacional y el desplazamiento de población). En

50 Para ello se desocupan los Palacios de la Gobernación y de la Alcaldía, trasladando los gobiernos
departamental y municipal a dicho complejo administrativo.

51 Para ello se desocupan los Palacios de la Gobernación y de la Alcaldía, trasladando los gobiernos
departamental y municipal a dicho complejo administrativo.

52 Intercambio: cruce de la Autopista con la Calle Barranquilla, al norte de Medellín, donde comienza la
Zona Noroccidental.

53 Intercambio: cruce de la Avenida las Vegas con la Calle 12S, al sur de Medellín, cerca al límite con el
Municipio de Envigado

54 La Avenida El Poblado, desde la Calle 10 hacia Envigado. Se le llama así por la alta valorización adquirida
por los recientes desarrollos urbanísticos.

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tal panorama, el de una ciudad atravesada por una simultaneidad de escalas, es


indispensable contar con un sistema de planeación que logre compatibilizar las
exigencias de esta multiplicidad de relaciones, para el municipio y para el conjunto de
municipios y unidades territoriales en las que está inscrito. Sistema que encuentre
formas horizontales para relacionarse, construyendo pertenencias simultáneas a los
diversos órdenes territoriales, sin que se pierdan las autonomías necesarias en cada nivel
ni se llegue al establecimiento de formas hegemónicas dentro de las cuales Medellín
ciertamente estaría tentado a ocupar el rol de dominio.
Respecto a lo anterior, se reconocen dos tipos de conflictos por el uso del suelo: los
derivados de los grandes proyectos urbanos y los derivados del proceso de
urbanización.

Macroproyectos urbanos
“Hay conflictividad para hablar de grandes intervenciones urbanas, el mismo hecho del
transporte de la ciudad, se trata de recuperar el centro para el peatón, para el ciudadano,
para las actividades de un centro de ciudad (ahí habría que ver cuál es la noción de
centro de ciudad) e inmediatamente hay una reacción, pero es muy interesante ver la
reacción del peatón y la del transportador, ahí hay conflicto”. (Entrevista 2, Hernán
Henao, investigador social).
La globalización en materia económica presiona a las ciudades para que entren en
proyectos atractivos para la inversión, impactando el espacio de la ciudad y cambiando
el sentido de muchas de sus áreas. En Medellín, la crisis económica, que supone
justificar la explotación al máximo de ese sentido económico del espacio de la ciudad,
sucede a la par con la grave crisis social y de violencia, y allí dichos proyectos pueden
profundizar las brechas sociales, aumentar la tensión social y alimentar la disposición a
la agresión.
Ante las exigencias del mundo globalizado resurgen los macroproyectos viales, se
establecen esquemas para el manejo de suelo que ignoran o refuerzan el problema de la
segregación urbana, se reactivan las tensiones por la reapropiación de zonas urbanas
valorizables con la idea de renovarlas, se proponen centros internacionales o emporios
en sustitución de los sistemas de producción artesanal, se diseñan centros financieros, se
transforman los espacios comerciales variando el uso tradicional de la calle y el concepto
de espacio público y reorganizando el espacio al concentrar el comercio en estructuras
controladas, en malls. Se mantiene la tensión entre un sistema de transporte público
colectivo moderno (compatible con el metro) que cubra toda la ciudad y las organización
social real de los transportadores, la activación del automóvil privado y el aumento de
estructuras viales.
Ciertas obras han desplazado a los moradores originales de sus entornos
habitacionales, comerciales y productivos, cambiando su uso y desarticulando su tejido
sociocultural y socioeconómico. En unos casos se ha utilizado el desalojo forzado y en
otros casos se aplican procedimientos menos directos que desplazan gradualmente a la
población, ya que la transformación física, los macroproyectos y la renovación urbana
aumentan los costos de localización (por el sistema de valorización, por el
comportamiento natural de la lógica del capital o porque el cambio de estrato que sufre
el área afectada amenta el impuesto predial y el costo de los servicios), culminando
muchas veces en una expulsión gradual de los moradores originales. Tal efecto debe

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preverse en los casos de los túneles de Oriente y Occidente, las estaciones del metro,
Lovaina, San Pedro y Moravia (con el parque de la ciencia y la tecnología), el nuevo
Museo de Antioquia, San Benito y Barrio Triste, etc.
“La gente se siente permanentemente amenazada por esos proyectos (como el del centro
de ciencia y tecnología) en la medida en que la renovación de esa zona (que puede tener
alta valorización: está en el centro de la ciudad, al pie de la Universidad de Antioquia, el
centro cultural) que ha sido tan deprimida... La pregunta es ¿cuál es su posibilidad de
existencia? y así lo perciben esos 30.000 habitantes que viven allí. Hay varias amenazas:
desde la renovación urbana y desde los urbanizadores que tienen interés en esos
terrenos. Y esa zona es de propiedad del municipio, como territorio, pero no lo ha escri-
turado”. (Entrevista 8, ONG).

Urbanizaciones
Muchas de las nuevas urbanizaciones han adoptado modelos de urbanización que
cambian significativamente la trama urbana tradicional, encerrándose e inhibiendo la
fluidez peatonal y vehicular y la del espacio público. Tal esquema genera imposiciones
en la de la ciudad no solo morfológicas sino sociales. La suma de urbanizaciones
cerradas no contempla que el nuevo habitante entre a interactuar con su entorno vecinal
sino que lo extrae totalmente de tal búsqueda y lo escinde del habitar conjuntamente con
quienes habitaban un sector más amplio de la ciudad. A ello se suma el encierro
cotidiano de los individuos dentro de su entorno familiar e íntimo, por el miedo y por la
satanización del otro. Todo ello contribuye al establecimiento de esa territorialidad
negativa.
“En Bello (...): una explosión urbana de una magnitud y características muy
considerables. (...) Ese proceso de construcción de esas nuevas urbanizaciones y algunas
(...) de una magnitud considerable (como Niquía). Cómo se van colocando unos
mundos, unos universos paralelos a esos barrios tradicionales que antes existían y cómo,
precisamente, lo que se ha generado no es una mera situación de hostilidad, de
prevenciones y en fin, sino que eso está directamente relacionado con las características
que adquiere el conflicto en Bello. Cómo a partir de esos nuevos lugares que van
llegando, de esa transformación del entorno, eso es algo estrechamente relacionado con
los controles territoriales que ejercen los actores armados y con las dinámicas del
conflicto allí (...) Por ejemplo en la urbanización de Comfama, no sabían dónde llegaban,
dónde se iban a meter, con qué tipo de cosas se iban a enfrentar. Les tocó negociar, o
más que negociar, aceptar de entrada condiciones impuestas por los mismos actores
armados. Mínimo una de ellas: tener que pagar la famosa vacuna, para tener algunas
condiciones de alguna relativa tranquilidad.” (Entrevista 10, investigadora social).
Ante tal afluencia de nuevas urbanizaciones o asentamientos, agravada por el
desplazamiento forzado de población, la población originaria se cierra resistiéndose a la
llegada de nuevos moradores a su vecindario, aumentando el grado de dificultad del
problema.
“Los pobladores más tradicionales de los barrios, ejemplo Villa Tina, con trayectoria,
fundadores o de generaciones del 70-80, que han logrado construir un sentido de
pertenencia al barrio (...) han podido apreciar la dinámica intensa de construcción de
nuevas urbanizaciones que se han colocado aledañas a esos barrios. En el proceso, su
propio entorno se ha transformado, lo cual no siempre es considerado como factor de
progreso sino de deterioro; porque, en el caso de algunas urbanizaciones, se considera

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

que ha traído la delincuencia y se ha constituido en un factor de inseguridad. Y ¡ni qué


decir cuando esos nuevos pobladores son ya estos desplazados de la violencia! que por
lo general se colocan más arriba y ahí si son concebidos como una amenaza muy seria
para la relativa situación de seguridad que los pobladores de más abajo consideran que
han logrado. Incluso hay un criterio dicho por unos pobladores: el que está más arriba está
más abajo y el que está más abajo está más arriba. Hay esa noción de la espacialidad.”
(Entrevista 10, investigadora social).

Enclaves territoriales por obras urbanas


El desarrollo masivo de nuevas urbanizaciones ha encerrado ciertos barrios, como
Belén Rincón, ante la magnitud de las urbanizaciones, reduciéndolos a la situación de
enclaves dentro de la ciudad. La definición de los usos del suelo por la planeación ha
contribuido a generar enclaves y ghettos, propiciando su encerramiento. En sectores cuya
articulación social se da desde la exclusión, como Barrio Antioquia y Belén Rincón, la
situación se agrava, contribuyendo a la acumulación de resentimientos sociales.
“Unas veces, como el Barrio Antioquia, ellos se automarginan y la ciudad también los
margina y empiezan a rodearse de unos desarrollos territoriales que les son muy ajenos:
o es la zona industrial, o es el borde del aeropuerto (...) y los distancia de la ciudad”.
(Entrevista 5, ONG).

Algunos mecanismos con los que se aborda el conflicto por usos


En muchos casos el ejercicio institucional ha caído en prácticas poco democráticas,
que van desde la toma de decisiones sin participación ciudadana y sin concertación,
pasando por la dilación, o en su extremo, hasta el desalojo forzado, aplicado en casos de
tensiones frente a zonas de invasión y venteros ambulantes.

Dilación institucional
La dilación por parte de quienes toman las decisiones ha sido un práctica
generalizada que distiende la relación con los actores y debilita y destruye el proceso
organizativo con el aplazamiento indefinido de las decisiones, produciendo desestímulo,
agotamiento y debilitamiento.
“Se dejan dormir los conflictos hasta que alguno se canse. Las paces territoriales nacen
del cansancio”. (Entrevista 3, periodista).
En el Corazón de Jesús se vivieron muchos años de organización y enfrentamientos
políticos y culturales para lograr alguna definición del Estado.
“Se lo chutan (el caso de Moravia) de una Secretaría a otra. (...)“Todo el mundo promete
y nadie lo cumple (...) ¿Quiénes son los actores del no? Aparece sin cabeza, porque todos
dicen que sí y nadie lo cumple... Nunca aparece el responsable, pero es el Estado”
(Entrevista 8, ONG).
Moravia lleva más de 15 años de intervenciones estatales y no tiene estabilidad en la
tenencia, y se plantea que, hasta la fecha (2000), no se había legalizado sino alrededor del
30% del barrio y no se habían logrado acuerdos con las milicias. Ello resulta en una
situación de desestabilización, que se agudiza con los potenciales impactos negativos de

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los proyectos viales y urbanos que rodean el barrio (puente peatonal, avenida regional,
etc.)

Vacíos en el sistema jurídico


El sistema jurídico referido al proceso territorial presenta vacíos y no se cuenta con
herramientas para concertar los conflictos por usos, así como en conflictos territoriales
armados. No son claros los instrumentos legales para proteger los habitantes ante otras
fuerzas que cuestionan su presencia (en casos de desplazamiento forzado, impacto por
obras urbanas, ocupación del espacio público, tensiones entre distintos asentamientos de
vivienda, etc.). Por el contrario, podría decirse que el marco actual respalda las fuerzas
institucionales y económicas vigentes y dominantes, y que no asumen una resolución
participativa y concertada de los conflictos, en la que prime la conciliación con los
habitantes afectados y con las fuerzas reales que existen en el territorio.
“Hay otro ingrediente que es el de la ineficacia de la justicia. Una justicia legal que no es
ni preventiva ni curativa. No es exitosa en ambos. Ahí hay que hacer un gran esfuerzo a
partir de integrar las soluciones de justicia civil que la comunidad ha creado y hacer un
proceso en conjunto con el Estado, con las instancias de justicia del Estado”. (Entrevista
11, funcionario público).

Organización, protección y defensa del territorio:


En muchos casos no hay organizaciones internas que jalonen un proyecto territorial
espacial y social, como tampoco proyectos de gestión territorial hacia la ciudad. La
mayoría de las veces la organización es reactiva y se expresa sólo en el momento en que
son evidentes las amenazas o los impactos en una determinada fuerza que viene a
vulnerarlo, como si se tratase de una energía potencial que se detona al percibir una
fuerza negativa en contra del centro de donde emerge.
“Cuando el Inval plantea una intervención en la ciudad, el caso por ejemplo de la
transversal intermedia en El Poblado (...) hay una reacción inmediata. Pero la reacción
inmediata ¿de dónde viene? No de que haya una alternativa. (...) es primero reactiva, en
la medida en que van a tocar sus bienes, en alguna medida lo que tenían de goce y
usufructo de esa parte de la ciudad.” (Entrevista 2, Hernán Henao, investigador social).
Anteriormente se planteaba cómo las organizaciones sociales en la Comuna de Belén
no han sido tan estables y fuertes, y es precisamente en torno a la oposición al proyecto
vial de la Carrera 76 que se da su organización y movilización (que continúa en fuertes
discusiones y acciones legales entre los habitantes del sector y el municipio). De manera
similar, en el Corazón de Jesús y Naranjal los habitantes y propietarios movidos por los
planes que los afectan, además de hacerse visibles también debaten políticamente
nuevas propuestas dentro de los planes de la ciudad, logrando negociar nuevas
intervenciones para sus sectores.

3.3 Crisis económica en el espacio urbano


Ese liderazgo de la ciudad y de sus gentes, esa capacidad de pujanza demostrada a
comienzos de siglo, ese tesón, pero a su vez esa incapacidad de mutar, ese arraigo que se
tradujo en encerramiento y ese moralismo ‘satanizante’ incapaz de redireccionarse hacia
una ética pública que parta de la libertad y la equidad, parecen dar cuenta de la
situación actual de la ciudad.

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En Medellín también se albergaron los problemas propios de la acumulación del


capital, de una sociedad que iba tomando conciencia sobre las ventajas de la renta
urbana y de una cultura altamente moralista que no logra inscribirse en un proyecto
ético. La transición de la villa a la ciudad estuvo marcada por el fortalecimiento del
poder de la dirigencia y la perpetuidad de las debilidades de los grupos más
vulnerables.
La guerra y la violencia urbana aumentan la vulnerabilidad social y económica
urbanas, en relación con las posibilidades de empleo, la tolerancia y la aceptación de los
desplazados, la disponibilidad de tierras aptas y servidas para su asentamiento y, lo que
es peor, la voluntad política en la dirigencia, el Estado y la sociedad para aceptar la
inminencia de una guerra y las obligaciones humanitarias que de ella se desprenden.
Esta crisis socioeconómica se expresa en el aumento de la informalidad laboral y
productiva; agudización en los problemas de convivencia; ocupación irregular del
espacio habitable, privado y público; deterioro en las condiciones de habitabilidad; alto
déficit de educación, salud, empleo y de mecanismos de socialización e inserción en los
espacios públicos sociales y políticos; y urgida y enorme presión por soluciones
habitacionales y de calidad de vida que tarde o temprano esta conurbación tendrá que
manejar. El desempleo impacta el uso del espacio público y estimula el deterioro de
ciertos sectores urbanos y las filtraciones hacia abajo en el sistema de vivienda. El déficit
acumulado de vivienda se expresa de manera muy aguda en Medellín y Bello, los cuales
además son el polo principal de atracción para la población desplazada en el país.

Desempleo y espacio público


La aceleración del desempleo, las ventas ambulantes, la ocupación del espacio por
los desplazados y los habitantes de la calle, son manifestaciones de la crisis económica y
social que vive al país. Las ventas ambulantes (estacionarias y realmente ambulantes)
han venido creciendo de manera visible, expandiendo la ocupación de espacios públicos
de la ciudad (vías públicas, bajos del metro, parques, etc.),. lo cual se siente en cada
semáforo con la venta de frutas, cigarrillos, confites, galletas, lavada de vidrios, etc. Es
notorio ese desarraigo total que se expresa en la ocupación de las calles por mendigos,
fenómeno que se ha multiplicado en los últimos dos o tres años, sobre todo en las áreas
de dicho centro expandido, así como se ha multiplicado la prostitución callejera. Esta
ocupación del espacio público por habitantes estigmatizados por su pobreza, sumado a
las condiciones de inseguridad y delincuencia, impacta de matera notable la ciudad,
ratificando los imaginarios del miedo y de la inseguridad.

Deterioro de sectores urbanos


En algunos sectores urbanos en franco deterioro, coexisten varias causas
desestabilizantes: saber que serán objeto de la implementación de proyectos urbanos que
los impactarán, como es el caso de San Benito, donde se prevé un proceso de renovación,
ocasiona un receso en las inversiones inmobiliarias y en el mantenimiento del sector;
albergar una actividades económicas de pequeña escala sin capacidad para resistir a la
crisis; y contar con una población interna y flotante de baja capacidad económica o
informal, y carecer de presencia institucional y de equipamiento social para un
desarrollo integral.

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El deterioro ha sido utilizado como argumento para avanzar en operaciones de


recuperación y limpieza de entornos urbanos. No se puede olvidar que la valoración que
se hace sobre el deterioro de sectores urbanos, y sobre todo de su tratamiento, depende
del modelo de ciudad que se tenga en mente. En aquella búsqueda ordenadora que
avala la asepsia, por lo general no se compromete exclusivamente el orden formal
morfológico y urbanístico, sino que tras de ello vienen muchas veces procesos de
limpieza social, asociados a fuerzas xenófobas y clasistas (siendo éste muchas veces su
sentido más profundo). Ello fue claramente señalado por las prostitutas que ocupaban el
sector del proyecto del Museo de Antioquia, quienes partían de reconocer la importancia
del Museo pero demandaban un tratamiento acorde con su realidad social, lo cual aún
está por verse.

Filtraciones en el sistema de vivienda


Con la redefinición del papel y las relaciones sociales del Estado se afecta
específicamente la prestación de los servicios públicos. El Municipio entró en un ajuste
tarifario que cambia el sistema de subsidio cruzado, afectando las capas medias que
quedan con menores protecciones y mayores pagos, así como entró también en el
reajuste del sistema de estratificación del suelo en conexión con la propiedad
inmobiliaria, elevando el estrato de muchos sectores, lo cual también repercute en un
aumento de servicios. Ello viene acelerando la movilidad residencial de los habitantes
que buscan habitar en sectores de estratos más bajos, contrario a lo que una ciudad
desearía, que es lograr que sus habitantes mejoren gradualmente su nivel de vida y
puedan tener una movilidad hacia estratos más altos.
Prima pues la búsqueda de una reducción en los costos de localización (esperando
descender de estrato sin sufrir cambios cualitativos muy significativos). Así se puede
inferir que, ante la inminencia de la crisis económica, el imaginario de status social sí
llega a ceder, y que la población más afectada cede ante la lógica que impone la
subsistencia y en muchos casos la sobrevivencia.

4. ESPACIOS ENTRE LO INTERNO Y LO EXTERNO


Las fuerzas que se territorializan no necesariamente actúan dentro de la misma
escala de la cual provienen, sino que pueden actuar tanto en escalas mayores como
menores. Además de las fuerzas internas que actúan en su espacio específico, un
territorio se conforma también por las marcas y alteraciones generadas por fuerzas de
mayor escala y externas.
Entre las fuerzas externas que afectan un territorio específico se puede señalar el
narcotráfico que marca los barrios, el cual, desde el exterior, definen muchas de las
lógicas que los rigen; los sectores urbanos sometidos a grandes intervenciones urbanas
por el proceso de modernización; y los territorios específicos impactados por el
desplazamiento forzado. Estas fuerzas internacionales, nacionales, regionales o de la
ciudad entran en interacción con las dinámicas de territorios específicas, barrios o
cuadras, generando mixturas e hibridaciones particulares en cada caso.
En sentido inverso, territorios específicos (micro) llegan a cobrar sentido para toda la
ciudad, como serían Belén y El Poblado, superando su significado exclusivamente

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barrial o zonal. Un territorio de escala mayor es impactado por fuerzas micro o de


menor escala que lo transforman gradual o drásticamente e incluso lo llegan a
desestabilizar, como en el caso de las fuerzas microterritoriales de ciertos grupos
armados barriales que marcan gran parte del territorio de la ciudad (imaginaria y
realmente).
En Medellín las relaciones entre las escalas territoriales están inscritas en la
centralidad y el centralismo municipal. Así, como ciudad, Medellín se constituye en un
centro de gravitación y de relacionamiento obligado para sus municipios vecinos, el
Centro de la Ciudad se constituye en un punto de gravitación para los sectores
intraurbanos.
“Yo sí creo que lo que rodea a Medellín son barrios. No alcanzan a ser municipios
porque Medallo se los traga y como es la capital tiene más billete para invertir”
(Empleado taller, Avenida Guayabal, vive en Itagüí).
En las relaciones regionales, metropolitanas e intermunicipales es notorio el excesivo
centralismo y el peso de Medellín como centro regional y metropolitano, al grado que
entre algunos se disuelve la imagen de ciertos municipios vecinos, tanto así como los
centros representativos de Medellín ejercen su centralismo frente a las periferias. A pesar
de las búsquedas en los discursos oficiales frente a lo metropolitano y regional, no hay
avances significativos en la horizontalización de las relaciones intermunicipales.
“En el orden macro, de la ciudad con sus ciudades vecinas, a pesar de la comunicación,
cada alcalde manda en su territorio y no son capaces de realizar proyectos de frontera
entre ambos. (Ni siquiera) En la frontera de un mismo barrio, no son capaces de
entender que están conurbados. La Constitución (política) afortunadamente fortalece los
municipios pequeños para ese tipo de negociaciones”. (Entrevista)
La conurbación es hoy un hecho irreversible y en parte “se agotaron los espacios que
separaban los centros poblados y hoy en día constituyen un continuo urbano...”
(Entrevista 7, sector privado), sin embargo no parecen existir políticas ni instrumentos
para su manejo. La construcción de relaciones intermunicipales, metropolitanas y
regionales sigue siendo un universo por explorar e inventar. El reto estaría en mantener
la primacía de la escala municipal como el ámbito de la democracia local por excelencia,
en el cual el Estado tiene rostro y se habilita una participación directa de la ciudadanía, y
simultáneamente, en tener la capacidad de construir las integraciones intermunicipales,
metropolitanas y regionales necesarias para lograr un desarrollo coordinado.

4.1 Fragmentos
Al intentar agrupar los múltiples fragmentos de la ciudad, éstos no casan entre sí, y
al mirar la ciudad como unidad, en ella no parecen tener cabida todas esas partes que la
conforman.
Dentro de un pensamiento abierto y una filosofía liberal, la fragmentación es
deseable siempre y cuando no implique fraccionamiento, exclusión ni segregación; pero,
la fragmentación en Medellín sí los implica. La pregunta es si la fragmentación polariza
la sociedad o si ésta se constituye en una posibilidad para la existencia y realización de
la diversidad.
“Este sector era un oasis en Medellín, de toda esta colcha de retazos.” (Informante).

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La fragmentación de la ciudad no sólo obedece a las divisiones mentales que nos


hacemos de ella, tales como norte-sur, pobres-ricos, malos-buenos, arriba-abajo sino que
alude también a las divisiones que ocurren en territorios que se suponen homogéneos
pero que se fragmentan por otras razones: funcionales, actividades y usos, morfologías,
socioculturales, poderes que se ejercen, en torno a las cuales se define su identidad y la
alteridad. En territorios relativamente homogéneos emergen (por múltiples motivos)
procesos de diferenciación interna que en los que se define un nosotros frente a los otros,
fragmentando la unidad inicial hasta llegar a las micro-fragmentaciones. Este proceso de
identificación desde las particularidades que hacen diferente a cada parte, en sentido
abstracto es deseable, pues permite el autorreconocimiento y la realización de la
diversidad, contribuyendo a democratizar la ciudad. La pregunta es cómo lograr la
confluencia de tales expresiones dentro de un proyecto político colectivo de ciudad y
equilibrar las posibilidades de sus partes para autorreconocerse, realizarse y obtener el
reconocimiento externo y dentro de su unidad, evitando la sumisión de alguna de sus
partes.
“Por ser algo que se ha desarrollado más bien espontáneamente, en función de la
capacidad que tengan determinados individuos o determinadas instituciones de
transformar el espacio, es algo que entonces resulta bastante segmentado, bastante
fragmentado y bastante jerarquizado. (...) La ciudad está dividida. No es lo mismo la
ciudad de los que de alguna manera merodeamos por los alrededores de El Poblado o
por los alrededores de Laureles y sus barrios vecinos, que la ciudad de las otras
laderas.” (Entrevista 7, sector privado). —“La ciudad norte y la ciudad sur: se presenta la
tensión de la ciudad opulenta del primer mundo, donde actúa el mercado de
construcción (valiosa a pesar de ser discutible su espacio público) con la ciudad sin
oportunidades del Norte (donde está la cárcel, el relleno sanitario) sin calidad de vida.
No hay relaciones, es ciudad de los fragmentos”. (Entrevista 3, periodista). —“Desde La
Mota, que diría uno que son los ricos, y de ahí para arriba todos esos desarrollos, hasta
el Barrio Antioquia que ha sido un ghetto.” (Entrevista 5, ONG).
Los fragmentos urbanos corresponden con esas formas de pertenencia al barrio, a la
calle, a la cuadra, en las que no sólo influye el conflicto armado sino, en parte, la misma
organización del espacio y las actividades que allí se realizan.
“Es imposible hablar de una homogeneidad en el territorio zonal. (...) Cada subterritorio
tiene procesos comerciales propios, procesos organizativos comunitarios propios,
desarrolla actividades y gestiones sociales propias y, en esa medida, tiene actores del
conflicto propios. Asistimos a una ciudad dividida en zonas pero estructuradas subte-
rritorialmente”. (Entrevista 11, funcionario público). —“Para algunos son dos o tres
bandas, pero uno que vive aquí sabe que es una banda por cuadra. Que realmente hay
una división micro que obedece como a un mecanismo de defensa” (Líder, Zona Noroc-
cidental).
La fragmentación, siendo propia de la ciudad, no se presenta de la misma manera en
todas las ciudades. Es preciso conocer cómo es que dicha fragmentación es producida, a
qué obedece, qué resultado produce en sus habitantes y si garantiza la realización de la
diversidad y la libertad o, por el contrario, controla, segrega, excluye y aniquila lo
diverso.
“El fenómeno de fragmentación va con la ciudad misma, no podríamos comportar una
noción ideal de la ciudad homogénea, y esa noción de homogeneidad nunca ha existido.
Puede que sí haya existido (...) en los imaginarios y en la representación de la

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

homogeneidad. (...) La heterogeneidad y la fragmentación siempre han estado con la


ciudad. Pero no siempre esas lógicas de fragmentación se dan de la misma forma y no
siempre están regidas por el mismo tipo de lógicas. En estos momentos hay un elemento
que influye mucho en esa lógica de fragmentación y es la presencia y el accionar de los
actores armados y, en general, la problemática de la inseguridad incide mucho en esas
lógicas de fragmentación que se van dando. (...) ¿Cuáles son los criterios que juegan en
ese proceso de fragmentación? Porque no es lo mismo la fragmentación que se pueda
dar en otra ciudad sin este tipo de conflictos.” (Entrevista 10, investigadora social).
En Medellín, si bien se ha hecho evidente la capacidad se escisión del poder armado,
no es éste el único que fragmenta; también lo hacen el Estado, las prácticas privadas, los
propietarios e inversionistas urbanos, las organizaciones sociales y las instituciones, y
obviamente, las diferencias en las formas de vida y de agrupación sociocultural que
coexisten la ciudad, como sociedad diversa.
En distintos momentos de la ciudad han obrado lógicas diferentes frente a la
fragmentación. A principios de siglo, a pesar de las diferencias entre periferias y centro,
dentro de su centro se acogían tales diferencias. El Poblado y Belén fueron dos
fragmentos con vida muy propia, sin escindirse de la misma ciudad. En términos físicos,
el río aún separa a oriente de occidente. Tras el plan de Wiener y Sert, a partir de los 50
la ciudad emprende su zonificación, vivida de manera excluyente, y ya para los 70 se
tenía una ciudad fragmentada, como es natural, pero a su vez totalmente fraccionada,
estratificada y segregada, manteniendo algunos sectores en exclusión y otros en peligro de
extinción, que luego serán eliminados (como el centro popular de la ciudad en
Guayaquil). Tal fragmentación no permitía que distintos grupos y sectores
socioculturales y funcionales coexistieran respetándose entre sí, sino que buscó imponer
su orden central, dividiendo tanto los usos como los grupos sociales, vulnerando o
eliminando los lugares mixtos y populares y negando la posibilidad de coexistencia con
la realización de diversos órdenes urbanos. Para dicho momento, el poblamiento del
norte era de gran magnitud quedando como una periferia no incluida. A mediados de
los 80 y durante los 90 se desata otra lógica de fragmentación derivada de la acción del
narcotráfico, las bandas, las milicias y las autodefensas. Hoy, tales lógicas de
fragmentación están inscritas en la crisis económica, el conflicto armado y las presiones
internacionales por la modernización y la competitividad.
Sobre ese papel ordenador del Estado, con las limitaciones que le impone un
contexto sociopolítico como el colombiano, vale preguntar si éste tiene capacidad real
para interactuar con aquellas dinámicas que introducen otros órdenes, no sólo el de la
funcionalidad o la organización urbanística del espacio.
“¿Y de qué manera ese tipo de divisiones del Estado ha impactado esas lógicas del
conflicto? (...) Hay que considerar (...) las medidas que se pueden adoptar desde el
Estado, de Planeación (...) Eso va a tener un impacto importante en las mismas lógicas
del conflicto armado. Si se adopta por ejemplo algún tipo de agrupamiento para algún
plan, etc. y, de alguna manera, con eso se van a alterar las divisiones territoriales
establecidas por los actores armados. Puede que eso se corresponda con un actor
armado, pero puede que eso agrupe a diversos actores armados en competencia por un
territorio. ¿Y eso qué va a implicar? ¿va a tener un impacto positivo porque va a permitir
romper barreras o va a agudizar esas barreras? (Entrevista 10, investigadora social).
La fragmentación se da tanto entre grandes sectores urbanos, al interior de sectores
vecinos o en barrios con cierta unidad frente a la ciudad, como ante el emplazamiento de

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

un nuevo asentamiento que llega a ocupar los mismos espacios y el equipamiento ya


habitados por otros, generando resistencia entre quienes ocupaban el sector, sean
desplazados o nuevas urbanizaciones. También hay fragmentación con la aparición de
móviles políticos u otras fuerzas que busquen controlarlo, dividiendo socialmente,
excluyendo o aislando algunas de sus partes.
Si bien en Medellín se pueden identificar grandes sectores o conglomerados
urbanos, con diversas naturalezas sociales, grupos, sentidos, morfologías y condiciones
de vida, etc. es necesario mirar con lupa aquello que sucede en los pequeños fragmentos
de la ciudad, pues la gente vive la ciudad por fragmentos.
“Tenemos la gran ciudad y en otra realidad vemos la gente viviendo unos márgenes
territoriales muy pequeños. A mí me asombra cómo la gente hace un mapa de la ciudad
de punto en punto”. (Entrevista 1, investigador social).
La micro-fragmentación es hoy una característica propia de esta ciudad. Salta a la
vista aquella derivada del conflicto armado, pero también se puede leer cómo se
construyen microterritorios desde los distintos sentidos socioculturales, a modo de
pequeños espacios con sentido propio, como si fuese un espacio desmenuzado; de tal
modo que la ciudad son los pequeños trayectos y trazos en los que ocurren pequeñas
historias y recorridos cotidianos (esquinas, torre, parches, urbanizaciones cerradas,
enclaves, ghettos, malls y parques) con sentidos muy propios, por fuera de su entorno
mayor, en lo cual termina por tener mayor peso el fragmento que el todo.
La micro-fragmentación barrial, como característica urbana en Medellín, no se
deriva exclusivamente de su morfología, de su organización espacial ni de sus nichos de
vida; en ello incide tanto la segregación y exclusión entre sectores sociales como el
encerramiento que produce el control armado y social (en las unidades cerradas) que
afectan cotidianamente las formas de socialización. Es un fraccionamiento que ocurre no
sólo entre el orden establecido y las periferias o aquellos que lo subviertan sino al
interior de los mismos territorios barriales.
“Y parece ser que esas porciones sobre las cuales se ejerce control son cada vez más
pequeñas. Entonces eso va generando un efecto de fragmentación y es un control que
ellos ejercen de una manera muy precisa: tienen claramente delimitado cuál es su
territorio, dónde empieza y dónde termina; y dónde empieza el territorio de otros
actores que están en competencia con ellos. Por ejemplo, en la Centroriental hay una
zona que es de control miliciano y otra de una banda”. (Entrevista 10, investigadora
social). —“Los subterritorios pueden ser barrios, ¡ojo! pueden ser cuadras de un barrio o
pueden ser 2, 3, 4, 5 barrios. No hay una claridad territorial que nos diga son por comuna,
no. Es más micro la estructura de poder subterritorial”. (Entrevista 11, funcionario
público).
La microfragmentación no necesariamente implica ghettificación, ya que ésta
depende del tipo de territorialidad que se ejerza y del grado de exclusión o
autoexclusión, enclave y encierro que se produzca.
“Ellos se van también ahí enconchando y quedando cómodos en su territorio... No sólo
el barrio es un ghetto, sino que cada zona (a su interior) es un ghetto: la 59, el Coco, los
Ranchitos. Como en cualquiera de esas dinámicas, se corrompió tanto el Barrio (B.
Antioquia) , se empoderaron tanto los actores que finalmente se empoderaron contra
ellos mismos, entonces hay unos sectores y unos ghettos muy definidos, unos ghettos
hipermarcados”. (Entrevista 5, ONG).

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Además de la fragmentación por la acción armada, hay distintas lógicas que dividen
el territorio, algunas de las cuales se relacionan con las formas de urbanización.
“El caso (...) de Belén, de El Poblado: en estas zonas de sectores medios, (...) ha habido
fragmentación. Porque se han construido numerosísimas urbanizaciones. (...) Ahí
también ha operado un fenómeno similar de fragmentación al de otras partes de la
ciudad, pero parece no haber tenido el mismo impacto en el conflicto. (...) No se puede
excluir la posibilidad de que de todas maneras se refuerce mucho una mentalidad de no
relación o de exclusión del otro, pero no con impactos tan directos como acá: se
configura una banda que se confronta con otra banda que está precisamente en el otro
sector. (...) Porque hay unos actores armados, cambios muy acelerados en todo el
entorno, transformaciones muy importantes en el conjunto de la ciudad y eso tiene que
llevar a transformar las nociones sobre el territorio”. (Entrevista 10, investigadora social).
Si bien a mayoría de los actores define límites territoriales, diferenciándose, en lugar
de integraciones, comunicación o intercambios, la fragmentación no puede verse como
desestructurante. La cuestión está en si los fragmentos son permeables o no y permiten
comunicaciones, circulaciones, intercambios e hibridaciones, o los niegan. Este es el
campo en el que se estructura el territorio como hecho comunicativo en el cual las
expresiones fluyen y se intercambian. En tales intercambios el territorio va tomando
cuerpo, logrando relaciones culturales, políticas, económicas, espaciales, en las que
pueden primar ciertas lógicas sobre otras (culturales y cotidianas, económicas,
funcionales) y unos actores sobre los otros.
La fragmentación tampoco es necesariamente sinónimo de conflicto y menos de
conflicto armado, como tampoco lo es de exclusión y ghettificación. En lugar de ello,
puede ser el resultado de una estructura diversa que admite, tolera o se fundamenta en
la coexistencia comunicativa de múltiples órdenes. En este caso la ciudad fragmentada
sería un deber ser en el que tanto la diversidad como la autonomía de las partes son
posibles, sin que ello implique la exclusión, la eliminación o la sumisión de alguien ante
un orden único y dominante. Así, el enclave y el ghetto (generados por voluntad de sus
habitantes o por la exclusión que otros hacen de éstos) conciben la ciudad desde el
límite, poniendo en juego el sentido de vivir colectivamente, en contraposición con la
ciudad permeable y pública y con el principio de multiculturalidad y la diversidad, es
decir, la naturaleza democrática de la ciudad.
En una ciudad fragmentada bajo el principio de la multiculturalidad, la unidad de
los fragmentos no radica en un orden único (homogéneo y hegemónico) ante cuya
unicidad monolítica desaparece toda posible diferencia sino que la unidad radica en la
lógica comunicativa en la que sus partes pueden existir realizando su orden propio,
estando a su vez articuladas en un juego de relaciones horizontales, en las que se parte
de la mutua afectación, transformación y creación.

4.2 Límites territoriales


La condición que hace que un lugar sea frontera o sea límite no es constante, sino
que de un estadio se pasa al otro con cierta fluidez, abriéndose y cerrándose por
momentos, siendo necesario analizar qué produce o facilita (o provoca) los cambios o las
transiciones de un límite hacia una frontera y viceversa, o de un territorio neutro y
abierto a uno cerrado, y qué es lo que no puede pasar o fluir de un lado a otro. Las
fronteras y los límites, los puntos neutrales y los umbrales, cambian a medida que

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

cambian los ejercicios de territorialidad en el espacio y sus características en cuanto a la


inclusión y la exclusión, y a la mixtura e hibridación posibles.
Algunos límites reposan en la memoria y en el imaginario y afectan los
acontecimientos y las formas de habitar, siendo así tan imaginarios como reales, y otros
son concretos y materiales. Algunos se relacionan con la ocupación vivencial de los
lugares y otros con el control armado y con la territorialidad cerrada, como en el caso de
ocupaciones nocturnas de ciertos lugares por grupos con cualidades particulares que
inhiben la presencia de extraños (jóvenes, hombres, gays, raps, growch, chirretes,
prostitutas, u otros cuya marca simbólica tienda a excluir y a cerrarse sobre sí mismos).
Algunos se definen espacialmente, y pueden constituir barreras naturales o urbanas (co-
mo el río, el aeropuerto, las Avenidas Oriental y San Juan) limitando el paso y
fraccionando el espacio y el vínculo sociocultural, sin que necesariamente medie una
prohibición o impedimento, o pueden corresponder con marcas o hitos espaciales (una
esquina, una terminal, una torre) en los que se controla el paso o pueden corresponder
con controles absolutos para ciertos habitantes (barreras, puertas, mallas, rejas,
celadores, etc.).
La planeación estatal define una división político administrativa mediante
categorías espaciales, diferenciando estratos socioeconómicos (1 al 6), usos del suelo
(urbano, de expansión, suelo de protección urbana y rural, suburbano, rural) y
actividades urbanas (vivienda, vialidad, servicios, infraestructura, equipamiento,
comercio, industria, etc.), y establece límites tanto para su gestión como para las
intervenciones urbanas, con lo cual marca significativamente la ciudad, interactuando
con las estructuras socioculturales y económicas dominantes, resultando en muchos
casos la segregación, el aislamiento o el encierro de ciertos grupos y generando bordes y
barreras, enclaves y ghettos.
“El Estado marca límites, fraccionando la ciudad, reorientando el mercado, de la mano
del mismo mercado, aliado al capital. Tiene acciones visibles en la ciudad ordenada, frente
a la ciudad desestructurada. Recientemente ha intentado entrar a la ciudad de ladera. El
mercado, desplazando o marcando polos de desarrollo de la ciudad. La ciudad rica llega
hasta donde éste llega, desplazando la ciudad pobre, como en Belén Rincón. Los actores
armados definen los nuevos límites: los límites de zona, el uso del espacio público lo
impone y define este actor. Hay fronteras barriales con expresiones armadas en sectores
más carentes. Hay mecanismos de exclusión fuertes.” (Entrevista 3, periodista)
El urbanismo también genera límites, siendo uno grave el de la urbanización cerrada
que produce una total desconexión espacial, y otro el del acorralamiento de ciertos
sectores por obrar urbanas que producen ghettos.

Límites, pertenencia y memoria


No todas las huellas que marcan límites son visibles, físicas ni espaciales, por el
contrario, muchas residen en memorias colectivas y se constituyen en referentes
cotidianos, como huellas invisibles derivadas de su propia historia. Los mismos
habitantes visualizan sus propias fronteras y límites, sin remitirse a delimitaciones
físicas ni administrativas. La división que los habitantes hacen de sus barrios parte de su
comprensión cotidiana de las huellas inscritas en los lugares, la cual se modifica
lentamente en la medida que sus reglas internas cambien.
“Ahí se divide el barrio en dos zonas. Todo lo que está alrededor es lo más caliente. Está
el parque que es muy lindo, pero donde están los viciosos. (...) Es donde más ha habido

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balaceras y todo es en ese sector. Las cuadras más sanas son las que están como en los
polos, o sea en los extremos. (Mujer, estudiante, barrio Las Playas). —“No todas las
marcas son visibles pero para todo el mundo está completamente claro. Ellos marcan un
territorio donde habitan, con la violencia, con su vida, con su presencia. Aquí viven los
de la 59 y aquí viven y es la presencia y ellos rondan por esas calles.” (Informante).
Hay fronteras establecidas desde las prácticas organizativas y políticas que buscan
mantener ciertos territorios bajo su influencia, su control o su domino, como territorios
en los que se desenvuelve su gestión, su liderazgo, a pesar de lo cual tales divisiones
organizativas no siempre permean la vida cotidiana.
“¿Quién levantó el muro de Berlín en esa calle? Ahí hay un muro imaginario, es un
muro creado en la mente de la población, pero eso se creó y lo manejan es los líderes.
Usted habla con la comunidad y ellos tienen un primo aquí, un sobrino también y para
ellos ese límite no pesa para nada.” (Líder, La Esperanza, Zona Noroccidental). —“Yo
soy de la Comuna 5, yo no soy de la Comuna 6, yo soy de Castilla y toda la vida he sido
de Castilla. Uno siente que hay divisiones mentales en nosotros y que la gente que más
acciona en los territorios es la que más delimita cosas”. (Líder, barrio Castilla).
Los límites establecidos por el conflicto armado son claros para la población y, en
parte, se mueven o rompen mediante los acuerdos de paz o de convivencia, sin embargo
su construcción en la memoria no es nada fácil de mover. Así, ciertos límites territoriales
no son tan móviles como pueden ser las mismas prácticas cotidianas, ya que radican en
una esfera que no es controlable conscientemente y, aunque haya un ablandamiento en
los actores armados, los límites en la memoria parecen ser aun más duros.
“Hay unas fronteras que no se podían cruzar y que ya sí se pueden cruzar. Pero sigue
como cargado por un magnetismo, porque eran fronteras de muerte” (Entrevista 1,
investigador social). —“Que para arriba no se podía subir, que porque estaban Los
Carruseles, que si veían alguien de la parte de abajo, de los de la 70, entonces era muerte
fija. Que si los de la 72, que eran Los Lecheros, pasaban para donde Los Mondongueros,
que era en Castillita, también muerte fija. Delimitaba era como eso. Pero ahorita la gente
ya empieza como a perder el miedo y a pasar esas fronteras. Son fronteras demarcadas
por parroquias y por lo de las bandas. Ahora, todavía hay gente que no cree en los
procesos y dice no, yo por allá no paso.” (Mujer, líder, barrio Castilla).

Límites y conflicto armado


El conflicto armado aparece desde finales de los 80 como uno de los factores de más
alto alinderamiento territorial. Así, para muchos de los entrevistados e informantes, las
palabras límite y frontera se asocian en primera instancia con la violencia.
“Las fronteras o límites, mirados desde el conflicto.” (Entrevista 1, investigador social).
—“Puedo hablar es de la división violenta.” (Líder, barrio La Esperanza).
Aunque los límites establecidos por las bandas y milicias no se expresan
necesariamente en el plano físico, sí son muy reales. En general la expresión su ejercicio
territorial no se materializa, salvo casos especiales o en épocas de franca confrontación,
como en los Ranchitos en el Barrio Antioquia, donde se utilizaron barreras físicas o los
actores del narcotráfico construyeron grandes policías acostados (resalto en la calle para
reducir la velocidad de los carros).
“En los Ranchitos se han atrincherado, hay momentos de las guerras, del conflicto, en
que ellos generan barreras físicas también (... ) son los únicos que (...) marcan barreras
físicas también, de resto, es una línea absolutamente invisible para cualquier extranjero,

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

para cualquier ciudadano de otro lugar. Pero para ellos está completamente claro hasta
dónde puede cruzarse”. (Entrevista 5, ONG).
Los límites entre el afuera y el adentro, el arriba y el abajo, el antes y el ahora, se
relacionan con el control armado que establece límites cotidianos para la circulación,
restringiendo el acontecer cotidiano. Si bien estos límites casi nunca son físicos, la
espacialidad del barrio sí entra en juego, ya que la conformación de los espacios sirve de
base para la acción de los grupos y estos son apropiados para controlar el territorio. Así,
el conocimiento del espacio y el saberse mover dentro del mismo y utilizar sus
cualidades termina siendo muy importante. Lo laberíntico de ciertos sectores muchas
veces es una ventaja para quienes tienen el control local ante los extraños u oponentes.
“Eso (de quién controla qué partes y hasta dónde van) lo tienen muy claro los
muchachos de las bandas. Ellos lo llaman vuelta abajo, y son: Carrusel, Los Lecheros y
Mondongueros; y la parte de arriba es como de la carrera 75 hacia arriba, son los del 12...
Esa división existe, es real y entre los de arriba y los de abajo se han dado tropeles.”
(Líder, Zona Noroccidental).
Una de las estrategias de la acción territorial armada ha sido inhibir la libre
circulación, estableciendo límites que se expresan en un claro control del sector limítrofe,
donde los de un lado no pueden pasar al otro y viceversa.
“Los conflictos tienden a estar más en las fronteras, cuando no están establecidos muy
claramente los límites, cuando alguien quiere desplazar a alguien, entonces esos
conflictos se revientan en las fronteras y son los que generan mayor inestabilidad.(...)
Villa del Socorro siempre ha sido límite de guerra, básicamente entre los Populares y
Aranjuez y escasamente en algún tiempo ha tenido dominio territorial”. (Entrevista 1,
investigador social).
Con el argumento de proteger sectores afectados de acciones armadas o delictivas,
hay una defensa armada del territorio que busca impedir la ampliación de dichos límites
sin que haya agitación armada. Dicho control no cubre sólo los actores armados sino que
restringe a toda la comunidad.
“Ellos marcan el territorio donde habitan con la violencia, con su vida, con su presencia.
Aquí viven los de la 59, y ¡aquí viven! y es la presencia y ellos rondan por esas calles.”
(Entrevista 5, ONG). —“Los de La Ye para acá no podían pasar para El Triunfo. Los
muchachitos que iban a la escuela no podían pasar y los tenían que retirar de la escuela.
Porque usted es de tal barrio y no puede pasar para el otro. Ahora ya no”. (Mujer, líder,
barrio Castilla).

Límites espaciales
La ciudad tiene elementos tanto naturales como construidos que configuran grandes
franjas preexistentes o interpuestas en medio de su desenvolvimiento social, cultural,
económico y funcional. Medellín enfrentó grandes barreras naturales (su sistema
montañoso e hidrológico) que contribuían en la inconexión entre sus asentamientos, por
las innumerables quebradas, cuencas y cerros que lo fraccionan. El río sigue siendo una
barrera por la que algunas zonas quedan limitadas (rompiendo la conexión oriente-
occidente), como es el caso de la Zona Suroccidental, que queda encerrada entre éste y
dividida por el aeropuerto.
Las quebradas se convirtieron en barreras o zonas de frontera periférica (o
periferizadas) que impiden el paso entre barrios porque su barrera física se ha

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

mantenido infranqueable (por la falta de obras públicas que las superen). En zonas con
altos déficit sociales y habitacionales, muchas quebradas han sido ocupadas por
asentamientos muy precarios, deleznables, y en muchos otros casos se han convertido en
franjas abandonadas, utilizadas para actividades delictivas, agudizando ese sentido de
borde de alto riesgo y su imagen de lugares de muerte. Si bien esa barrera geográfica de
la quebrada se rompe en ciertos casos, siendo franqueable, en otros impide la
comunicación , no necesariamente por su barrera material sino por lo que significa
dentro del conflicto armado.
La planeación, la ingeniería, la arquitectura y el urbanismo, si bien pueden ayudar a
superar barreras y romper límites, también pueden profundizarlos o crear nuevos
obstáculos para la comunicación física o social. Es paradójico que en Medellín, con tan
profunda crisis, en las zonas estudiadas se registre sobre todo esa capacidad que ha
tenido para fraccionar. La capacidad de escisión del río fue agravada por las obras viales
paralelas al mismo y por el borde institucional e industrial, y la fractura generada por el
corredor multimodal agrava el alinderamiento del occidente, a lo cual se suman esos
bordes industriales y de servicios (en el noroccidente, con Caribe, y en el suroccidente,
con Guayabal). Es muy especial ver cómo tal fractura no parece ser tan significativa en la
otra franja de la ciudad, en la cual no se siente en tal grado la desconexión.
Derivada de la planeación de mediados del siglo pasado, la industria se localiza en
las márgenes del río definiendo una barrera casi infranqueable para muchos de los
barrios que se localizaron detrás de la misma, como Santa Fe, Campo Amor, Cristo Rey y
Barrio Antioquia, el cual está limitado por otros bordes (el aeropuerto al occidente y la
carrera 30 paralela a la quebrada, al norte).
“Ellos ahí tienen como unos límites muy tesos: es la quebrada de abajo que atraviesa
como paralela a Guayabal, que lo define y separa, el aeropuerto actúa como borde y la
30, de alguna manera los protege y los separa, y las unidades industriales. Ellos quedan
contenidos ahí, en unas cosas que no fluyen ni lazos, ni peligros ni nada (..) Hay un
borde muy grande de industria, que no tiene que ver con los barrios (...) Sí, los bordes
actúan ahí de una manera muy dramática, muy significativa en cortar los límites. Justo
donde no hay límites, donde fluye es con Cristo Rey, y en esos barrios en donde más
conflicto hay, porque hay más identidad. (...) (Barrio Antioquia) No cruza para allá (al
otro lado de la carrera 30 y de la quebrada) con Tenche nada.” (Entrevista 5, ONG).
El aeropuerto es un borde infranqueable, señalado en Belén Las Playas así como en
el Barrio Antioquia. Es un punto donde algo se termina sin que comience lo otro.
“Al otro lado (...) es como un freno, sobre todo en transporte. (...) El aeropuerto siempre
ha estado ahí(...), antes había una cancha, ahora hay 2. La otra era puro matorral y ahí se
acababa todo porque seguía el aeropuerto (...) Habían unos huecos por donde entraba la
gente y se cruzaba el aeropuerto para ir al Barrio Antioquia, para pasar a Santa Fe y a
San Pablo, después de las 6 p.m. que uno se pasaba a pie. —Estamos encasillados entre
la 80 y la 30 y (...) a pesar de que tenemos varias vías de acceso, de todas maneras
tenemos que dar una vuelta ridícula para pasar donde los vecinos... Santa Fe, Campo
Amor, Barrio Antioquia, Guayabal.” (Mujer, estudiante, Belén barrio Las Playas).
Con el acelerado crecimiento de las nuevas urbanizaciones, que buscan tierras para
su expansión, se utilizan tierras periféricas que colindan con asentamientos de muy
bajos ingresos, excepto en la Zona Suroriental (El Poblado). La abrumadora actividad
urbanizadora de principios de los 90, básicamente privada, termina por encerrar muchos
barrios generando una grave desconexión con su entorno. Casos como los de Belén

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Rincón y Zafra en el occidente son sintomáticos de una estructura urbana donde las
urbanizaciones construyen límites físicos que generan enclaves altamente excluidos. Es
tan grave el fenómeno de negación o rechazo de ese entorno en el que se insertan, que
las nuevas urbanizaciones buscan difundir una imagen diferente de dicho entorno, a
través de la publicidad basada en la idea de la autosuficiencia y de sus ambientes
paradisíacos (piscinas, saunas, juegos, salón social, etc.) por fuera de ese contexto en el
que están inscritos; y, de manera dramática, creando mecanismos de seguridad
(vigilancia, perros, etc.), y divisiones físicas totalmente agresivas que evidencian su
rechazo social frente a ese entorno que las alberga (mallas, muros, alambradas, barreras).
Este es el fenómeno de delimitación excluyente más avalado socialmente que hoy vive la
ciudad, que se basa en una fragmentación que radica en una territorialidad negativa,
donde la vigilancia privada, muchas veces legalmente armada, impide la libre
circulación.
Paradójicamente, la estructura vial de la ciudad habilita el flujo vehicular pero
inhibe la comunicación, y de hecho muchas de estas barreras han sido creadas o
agravadas por ésta.
“La vías aparecen rompiendo la estructura barrial. No tienen en cuenta ejes, relaciones,
tejido social, proyecto político. Cruzan por donde sea.” (Entrevista 3, periodista).
Las terminales de buses se constituyen en un ensamble (o umbral) entre la
terminación de algo y la continuación de lo otro. Como puerta son también punto de
control de los actores armados, que así como se mantiene abierta igual puede cerrase.
“La puerta de entrada del barrio hasta hace poco lo llamaban Montallantas, y ahorita, y
en la parte de arriba se construyó una unidad deportiva, La Raza, y entonces se está
tratando de que la gente vaya quitando eso de Montallantas por La Raza. Ese es como el
sitio más marcado. (...) Para la parte de abajo está una terminal de buses que también ha
tenido mucho conflicto, porque 3 terminales de 3 rutas convergen allí... conflicto con los
vecinos. (...) También de ahí para abajo es Castilla. (Líder, educadora, barrio 12 de Octubre).

4.3 Percepciones sobre la división político-administrativa


La territorialidad como expresión y ejercicio que se realiza en el espacio de la
ciudad, hace posible la existencia concreta de un determinado territorio. Nótese que no
se alude a la existencia de una entidad territorial político-administrativa (llámese región,
provincia, departamento, municipio, zona o comuna). Existen categorías político-
administrativas que no siempre constituyen territorios, y, al contrario, existen territorios
que no necesariamente están configurados política y administrativamente, mas sí
estructurados social, culturalmente y espacialmente en tanto tales.
“El límite barrial (...) no tiene que ver con lo que marca el Estado. La gente define y
marca su zona, según referentes de clase, de intereses comunes.” (Entrevista 3,
periodista).
La mayoría de los habitantes con los que se dialogó no conoce ni percibe la división
política y administrativa del territorio en comunas, zonas, área metropolitana. De otro
lado, a veces el mismo Estado tampoco percibe muchos procesos de la urbanización en
curso; por ejemplo, cuando se realizaba la investigación, algunos nuevos asentamientos
en la periferia ni siquiera aparecían en la cartografía oficial.

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Se confirma el enorme desconocimiento de los informantes sobre las Zonas y


Comunas en las que se divide administrativamente el territorio municipal. Hay una
profunda brecha entre lo que los habitantes perciben, conocen, viven, imaginan y
desean, y lo que razona y organiza institucionalmente la planeación. La percepción de
los habitantes sobre tales términos y lo que estos representan social y culturalmente,
dista mucho de la idea administrativa y de su lenguaje técnico.
“Una noción más compleja de ciudad, una noción más amplia de zona, es todavía
bastante restringida.(...) Una de las dificultades para organizar el proceso de Foros de
Voces Ciudadanas para la Convivencia55: mucha gente no sabía a qué pertenecía en
términos de zona. Entonces hubo muchísimas confusiones y dificultades (...). Porque
ellos habían partido de que la gente tenía ya una noción de zona. (Entrevista 10,
investigadora social).
En general, los líderes y los habitantes logran identificar bastante bien los límites de
sus barrios y en algunos casos los de sus comunas, pero no reconocen los límites zonales.
Obviamente los funcionarios públicos sí tienen incorporada la división político
administrativa y su aplicación, pero al enfrentar otras realidades, se ven en la necesidad
de flexibilizar tal esquema y comprender otras delimitaciones derivadas de las prácticas
sociales de los grupos que los habitan.
“Los funcionarios, para efectos de su labor administrativa, sí manejan una noción del
barrio, de la zona, de la comuna. Pero he ahí la dificultad para ellos de entender otras
nociones, que no son propiamente la administrativa pero que tienen peso muy
importante también en la dinámica de las zonas y de las comunas. Y esa no es conocida,
ni manejada, ni apropiada por estos funcionarios. Aunque últimamente, y por efectos
del impacto tan preponderante, es imposible estar al margen de un conocimiento de cual
es la situación, porque al Estado le ha tocado contribuir a desbloquear territorios, zonas,
a tratar de ligar, de establecer relaciones más amplias. Entonces no han estado al margen
de esas dinámicas”. (Entrevista 10, investigadora social).
Ya se observaba cómo el significado que se daba al término comuna dista mucho de
su definición normativa, la cual se leía como una marca para diferenciar el norte del sur,
como un estigma social. Frente a los términos de zona y de área metropolitana, hay un
enorme desconocimiento. Incluso, este último ni siquiera moviliza percepciones
notorias, salvo intentos bastante fortuitos.
Área Metropolitana: “Por donde pasa el Tren Metropolitano”. (Empleada La Mota, vive
en Manrique). —“Algo importante para Medellín y toda Antioquia. Medellín es como el
Área Metropolitana, porque es una ciudad importante y querida por todos. Medellín es
significativa para toda Colombia.” (Jubilado, comerciante, Parque de Belén). —“Área
Metropolitana: una invención de la administración para hacer más complicado
gobernar”. (Dueños locales comerciales, barrio 12 de Octubre). —“El mal llamado Área
Metropolitana, es el mal llamado centro, corazón de la ciudad. (Informante). —
“Medellín y otros municipios, Envigado, Itagüí, Bello”. (Informantes, jóvenes de
distintos barrios que frecuentan la Nueva Villa de Aburrá). —“Área Metropolitana: son
el (Parque) Juan Pablo II y el metro”. (Trabajador del aseo de las calles, La Mota, oriundo
del Chocó). —“Ni idea, debe ser como una oficina”. (Administradora comercio, La Mota,
vive en San Javier).

55 Se alude a lo planteado en un evento por Ana María Miralles, Comunicadora Social, y coordinadora del
programa en mención.

128
Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

La denominación de zona es a su vez casi tan lejana para los habitantes como la de
área:
“La gente común y corriente no tiene todavía concepto de zona. (Este) está en líderes,
funcionarios, directivos institucionales y en los mapas” (Líder, barrio La Esperanza). —
“No sé los que es una zona, sé lo que es la zona roja (zona de prostitucion)“.
(Informante). —“No sé. Debe ser otro enredajo se esos que les gusta hacer en las
ciudades” (Trabajador del aseo de las calles, La Mota, oriundo del Chocó). —“Lugares
pequeños con parquecitos, zonas verdes que llaman.”. (Administradora comercio, La
Mota, vive en San Javier). —“La zona es como los sitios donde hay comercio, otros
donde hay industria, otros donde hay casas, como por actividades”. (Propietario
licorera, la 80, barrio 12 de Octubre). —“No existen zonas. Medellín es una ciudad y es
una sola, pare de contar”. (Informante). —“Esas cosas son como muy nuevas...yo no sé
que es”. (Jubilado, comerciante, Parque de Belén). —“No, no sabemos”. (Jóvenes de
distintos barrios que frecuentan la Nueva Villa de Aburrá). – “¿Cuál zona? Es muy
corchador. Ni idea!” (Empleado Villa de Aburrá, vive en Belén Las Playas).
Hay territorios que han logrado visibilizarse ante la ciudad por diversas razones
(incluso por sus fuerzas en conflicto) y a través de diversas estrategias (como la
planeación zonal), otros que no lo hacen y otros que se invisibilizan.
“¿Cómo se percibe La Suroccidental? A veces puede ser una mancha en blanco. ¿Qué
tanto lo visualizamos como territorio desde afuera? De pronto la Suroccidental casi que
no existe. No la he visto. ¿Desde dónde se perciben las zonas? desde los niveles de
organización y de proyección que hacen de las zonas. No he visto, puede ser que uno
esté al margen del asunto, pero no he visto propuesta desde la Suroccidental, con actores
de incidencia en la ciudad. Cuando se planteó la Suroccidental, como presencia, fue
cuando lo del aeropuerto Olaya Herrera, pero fue más liderado por actores fuera de la
zona. Ahí se vio un interés de la ciudad por la zona: como ese espacio podía ser espacio
público de toda la ciudad....La Suroccidental entró a tenerse en cuenta como
Suroccidental cuando lo del parque, se percibió que allí había una zona para toda la
ciudad: Gente de otros sectores de la ciudad pensando que hacer con ese espacio (del
norte y otros lados) y claro también participó gente de la misma zona, pero con más
fuerza los de afuera”. (Informante).
La comuna, es un término incorporado en el imaginario colectivo, pero no representa
lo que supone la división políticoadministrativa. La mayoría de los informantes tuvo
respuesta frente al término en una esfera diferente, ratificando su significado como
estigma y segregación frente al resto de la ciudad. Como comuna se entiende todo un
sector mucho más amplio que la misma división administrativa, que engloba el
nororiente y el noroccidente. Mientras el término comuna, es reconocido como estigma,
en las mismas comunas sí hay un alto grado de pertenencia a dicha escala territorial. En
la Noroccidental es alta la pertenencia vivencial a Castilla, Pedregal y Robledo, como
comunas, así como en la Suroccidental a las comunas de Guayabal y Belén. Estas
últimas, consideran la zona como un proyecto de unificación forzada de dos comunas
entre las que no se han tejido vínculos territoriales significativos, y sus líderes y
habitantes expresan su objeción política, entre quienes ni siquiera se lee una intención
por desarrollar procesos zonales. Por el contrario, en éstas se propende por la
autonomización y fortalecimiento de cada una, proponiendo que a cada una se le
reconozca el carácter zonal.

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Y, claro, el barrio es un término totalmente significativo entre los habitantes, como


ya se trabajaba. Sin embargo, muchas veces las demarcaciones imaginarias de los
habitantes no coinciden con las que define la planeación de la ciudad.
La planeación instaura modelos funcionales de intervención territorial y establece
términos unificadores que despojan al territorio de sus cualidades específicas, de su
valor simbólico, y de aquellas particularidades que lo hacen distinto del otros. Los
nombres propios se pierden y se catalogan los espacios con nominaciones técnicas
aplicadas a todos los lugares (como comuna y zona, diferenciándose entre sí mediante su
numeración: Comuna 1, Comuna 2, Comuna 3, etc., Zona 1, Zona 2, etc.). Tal medida,
aparentemente trivial, neutraliza la cualidad territorial del espacio, negando sus
memorias y sus fuerzas activas, disolviendo esas cualidades propias que le dotan de su
sentido particular, y negando su nombre propio y su identidad particular. Como si la
ciudad grande no pudiese soportar el peso de guardar tantas historias, tantos pequeños
fragmentos, ni esa heterogeneidad que le es propia. Pero las fuerzas del territorio le
imponen a la ciudad su particularidad y regresan para hacerse valer como distintas,
recuperando siempre el lugar que, de manera particular, les pertenece en la memoria, en
los imaginarios, en los deseos y en las prácticas cotidianas. El interés por homogeneizar
se expresa incluso en los términos (que la misma gente se encarga de particularizar en su
uso cotidiano) y contradice esa ciudad que sigue siendo un territorio diverso y
fragmentado, en el que sus partes mantienen esa permanente tensión por existir y
hacerse notar, por representarse y autonominarse, por reconocerse como territorio desde
sus propios códigos y por ser reconocido en tanto tal desde el afuera, por ser nombrado
desde la identidad que les pertenece.
A pesar de lo dicho, hay sectores de la ciudad en los que los términos de zona y
comuna vienen cobrando significado, o construyendo un sentido, social y político. La
zona ha ido adquiriendo sentido político para los líderes y algunos sujetos que alcanzan
a identificar esta escala a través de la planeación que se desarrolla tanto por los propios
actores del territorio como por el Estado, logrando a veces relaciones sinérgicas. Tal es el
caso de algunos sectores de las Zonas Nororiental, Noroccidental y Centroriental.

4.4 Centros, umbrales e integraciones


El centro de la ciudad, en su heterogeneidad, es por excelencia un sector neutro,
donde se expresan simultáneamente los distintos sujetos y actores que ejercen su
territorialidad. En su interior coexiste una serie de fragmentos, dentro de una
territorialidad que de manera genérica es incluyente, aunque de manera específica
pueda no serlo. Aparecen espacios de pequeña escala en los que se expresan fuerzas
distintas que configuran micro-territorialidades: zonas mixtas, zonas ocupadas por
venteros, por prostitución, por intelectuales y jóvenes, etc., que van generando procesos
de autoselección y autoexclusión por afinidades o temores.
A pesar de la polaridad con la que sucedan los conflictos entre territorios y actores,
hay lugares o sectores de la ciudad en los que se tiende a deponer la mutua agresión.
Ciertos centros son de todos y generan una especie de protección colectiva, como lugares
habitados por múltiples sujetos, que cuentan con la presencia de diversos actores. Ello
parece constituir un halo que protege o inhibe la expresión drástica de tensiones más
particulares o individuales. Tal construcción del territorio está basada en el ejercicio de
una territorialidad múltiple y, por lo tanto, incluyente; de allí qué no sea fácilmente

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

hegemonizable. Las luchas internas que suceden en los microterritorios, en los ghettos,
siguen desenvolviéndose en su territorio específico y no transfieren tan fácilmente su
expresión armada a estos lugares más neutros. En tanto el centro se constituye en lugar
de coexistencia y articulación de los diversos mundos que allí confluyen, es menos
probable que en éste se asiente un poder único.
Los umbrales no son todos iguales en términos del grado de heterogeneidad. Puede
haber umbrales para el encuentro entre dos mundos socioculturales y otros altamente
plurales. Precisamente, ante el fraccionamiento del territorio barrial, en los procesos de
paz y convivencia se viene convocando conscientemente en torno a ciertos lugares
neutros. Cuando en el 12 de Octubre se buscó recuperar la capacidad de convocatoria
colectiva de La Torre, se visualizaba la idea de reconstruir este umbral como articulador
de su misma población. No sólo el centro tiene esta potencialidad, por ejemplo la calle 68
y la Parroquia de San Judas recogen un rango poblacional amplio, albergando cierta
diversidad, de allí que, sean lugares menos hegemonizables. Siendo diferente el caso de La
Torre que fue de fácil control en su momento. Cada rango de heterogeneidad es distinto,
y en este caso, si se compara San Judas por ejemplo con la carrera 45 en la Nororiental, o
con el Parque de Bolívar o con el centro de la ciudad, su rango sería mucho menor.

Centros, centralidades de múltiples naturalezas


“Cada ciudad tiene una historia de la construcción de su centro o de sus distintas
centralidades y por supuesto de sus periferias, históricamente. Por ejemplo, pudo haber
una connotación, una marca religiosa para definir las primeras centralidades y en el
decurso del tiempo una centralidad por lo político y en el decurso del tiempo una
centralidad por lo económico.(...) Yo diría que ha funcionado más lo religioso y
finalmente lo político y lo económico para la constitución de centralidades. (...) Pero (...)
hay que establecer el circuito centro-periferia en términos de los órdenes, por ejemplo,
centralidad en lo económico y periferia en lo económico, centralidad en lo político y
periferia en lo político, centralidad en lo cultural y periferia en lo cultural. Hay que
jugarse como en esas distintas dimensiones del vivir ciudadano, del vivir de la ciudad,
para encontrar que hay distintos juegos de centralidades y periferias, que no son las
mismas.” (Entrevista 2, Hernán Henao, investigador social).
Mientras Medellín busca desconcentrar su centro tradicional y activar nuevas
centralidades, paradójicamente su historia, apoyada en la ingeniería vial, muestra una
destrucción sistemática de muchos de sus principales centros: Guayaquil, La América, el
centro de la ciudad, el parque Berrío y hoy Belén en la mira.
Como lo planteaba el investigador Hernán Henao, son distintos los orígenes de los
centros (religioso, político y económico, etc.) en torno a lo cuales se genera la centralidad
y así también son distintos tipos de periferias. Es decir, los factores de periferización son
distintos. Tales centros a su vez interactúan con las dinámicas culturales locales en curso
y con las tendencia globales, como en el caso de la emergencia de los grandes centros
comerciales, en torno a los cuales se da un proceso aglutinante de la población y se
activa la ocupación y uso cotidiano de los lugares y el intercambio social.
Es necesario “hablar de más centros” ya que “no es un solo centro: el centro de la
ciudad no es un solo punto que se puede encerrar globalmente”, lo cual plantea la
necesidad de “hacer un estudio del territorio actual” (Líder, barrio La Esperanza) para
identificar la diversidad de centralidades. Algunos factores que ayudan a caracterizar
los centros serían: el político-administrativo, conexo con la gestión y representación del

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Estado; el sociocultural, conexo con la marcación del espacio por diversos grupos de
habitantes y por varias razones; lo religioso, conexo con la expresión de diversas
creencias; lo estratégico, conexo con proyectos económicos, políticos, espaciales,
armados e incluso de sobrevivencia; y lo funcional, conexo con la oferta de equipa-
miento y servicios sociales y públicos. Estos factores no necesariamente se expresan
aisladamente en los centros, ni de una manera pura, sino que se traslapan y pueden
existir simultáneamente, y en muchos casos tienden a reforzarse mutuamente, y la
intervenciones (conscientes o no) de los actores y sujetos son distintas y refuerzan
algunas características en unos casos y otras en otros, según sea su percepción, interés y
vínculo personal.
Al aludir a las centralidades, muchos de los líderes comunales y funcionarios
públicos enfatizan sobre los aspectos funcionales y de representación del Estado o de
expresión política de una fuerza social, y ven los centros como la expresión de una
descentralización funcional de los servicios del Estado, desde la perspectiva del
acercamiento del Estado a las periferias. Como centros, señalan los Cercas, que existen
en las distintas zonas y algunas comunas, y se identifican los Núcleos de Vida
Ciudadana (sobre todo La Esperanza y Villa del Socorro), como proyecto que contribuyó
a hacer visible ciertos territorios dentro de la esfera pública. A pesar de ello, algunos de
estos núcleos, por diversas razones, no cumplen siempre con lo esperado, ya que los ha-
bitantes no siempre se sienten convocados por ellos (en desarrollo de su vida cotidiana)
ni representados (en su vida pública). El proyecto de Núcleos de Vida Ciudadana, que
fue convalidado por casi todos los informantes y entrevistados, se constituye en todo un
potencial de centros integrados de desarrollo. Sin embargo no ha habido continuidad en
desarrollo de la política de Núcleos dentro del Municipio, quedando al vaivén de los
cambios de gobierno.
“Las ciudades crecen a unos ritmos muy disímiles y en un momento determinado se
agota la capacidad del centro para brindarle todos los beneficios a quienes están
habitando a mucha distancia, es un problema inclusive de distancia física, entonces vos
tenés que generar nuevas centralidades...” (Entrevista 2, Hernán Henao, investigador
social).
La activación de estas centralidades no depende sólo de la voluntad de los actores
territoriales locales (léase líderes, organizaciones sociales e incluso instituciones
públicas), ya que las lógicas del mercado y el suelo concentran de manera dramática las
inversiones y la capacidad de consumo en la ciudad, relegando muchas zonas a una
lógica de sobrevivencia. Siendo así, la capacidad económica de estas centralidades
zonales y las actividades que allí se despliegan tienen sus limitaciones, siendo muy
inciertos estos procesos urbanos en la periferia (en gran medida por falta de estabilidad
en las políticas y en los actores con fuerza suficiente para defenderlos).
“La gente siempre se va a Medellín, es escasa la gente que compra aquí (...) prefieren en
el Éxito o el Superley. Cuando están de afán usan el supermercado cerquita, pero el
mercado serio es en Medellín, igualmente la diversión (...) Los niños estudian en
Medellín. También en Bello en colegios privados como La Salle, el Politécnico.”
(Residente y comerciante, barrio Las Cabañas, Bello).
Si bien “no es la planeación la que determina las centralidades”, ésta sí puede actuar
activando los centros, por ejemplo al “hacer coincidir rutas de transporte, equipamientos
comunitarios básicos” (Líder, barrio La Esperanza).

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

“Sitios de densificación social y destacando que es importante que las zonas tengan un
sitio de articulación (...) o puntos de mas densidad, ... porque hay actividad económica, hay
expresión social, hay una serie de razones o presencias institucionales” (Entrevista 1,
investigador social).
La intervención de la planeación en su interés por activar nuevas centralidades
urbanas es un asunto complicado, ya que su ejercicio técnico, fundamentado más en las
lógicas de una ciudad mecánicamente supuesta, no siempre se ajusta a las lógicas
socioculturales de la población. En tal sentido, una formulación sobre activación de
centralidades debería romper con los esquemas de la distribución segregacionista de las
oportunidades para el desarrollo y profundizar más en las estructuras y dinámicas
socioculturales inherentes a cada lugar, para diseñar de manera integral sus propuestas.
No se requieren necesariamente grandes obras, sino cualificar la mirada desde la
microsociología y la antropología urbana con el fin de activar adecuadamente los
estímulos requeridos en los lugares específicos y superar así aquellos tratamientos
estandarizados y mecanicistas. Así ejemplificaba el profesor Hernán Henao, sobre el
caso de Barcelona:
“Cuando hacen los olímpicos, construyen toda una zona de vivienda que van a utilizar
los deportistas y que se concibe planificadamente, para que sea habitada por nuevos
pobladores de Barcelona, y eso no se produce. 15 años después eso no se produce, no se
ocupa. Pero ¿qué pasó? Había, llamémoslo así, dentro de la red que la ciudad construye
para atender a la gente, necesidad de (...) extensiones de la red, por ejemplo, en los
servicios inmediatos para las personas. En España la gente gusta de irse a comprar el
pan, de la tienda de la esquina. (...) Fíjate que a todo habitante, y sobre todo cuando uno
vive la vida privada, le gustaría tener cerca el lugar donde pueda comprar el periódico,
la leche, cosas; es decir, eso hace vida de ciudad. Barcelona es eso, pero en la zona
nueva, no. Entonces no es habitable. (...) Por eso allá no creo que los centros comerciales
tengan la relevancia que tienen entre nosotros”. (Entrevista 2, Hernán Henao, investigador
social).
Precisamente, en Belén se observa una centralidad de alta dinámica urbana, la cual
se desprende de un vínculo creado tanto por su historia como por su significado
sociocultural, ligados a las rutinas cotidianas elementales de sus habitantes, el cual se
conjuga con una ponderada capacidad de existencia económica.
“Este parque (Belén) yo creo que reemplaza el centro. Yo llevo mucho tiempo aquí y no
veo la necesidad de ir al centro. La mayoría de personas por aquí no van al centro. Me
parece mucho mejor aquí..” (Dueña de peluquería, Belén Parque).
La fuerza actual del comercio. La actividad de comercio viene siendo hoy un
aglutinante significativo a partir de la cual se van configurando centros de diverso
tamaño, llegando a tener una cualidad estructurante para el espacio urbano y la vida
citadina. Los centros comerciales juegan un papel esencial en la redefinición de las
tendencias de aglutinación en la ciudad. Por ejemplo, en El Poblado, como uno de los
sectores privilegiados por los inversionistas para la localización de estos nuevos centros,
han variado las prácticas cotidianas en relación con el uso del espacio público. Tal
concentración de inversiones refuerza la segregación espacial, indicando los sectores
más representativos para el capital y los segregados por éste.
“Lo que pasa es que la ciudad sí es muy marcada aquí, la ciudad está muy estratificada,
la oferta de los centros comerciales no se ha ido a los barrios populares, uno no la ve,

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

uno se pregunta por qué no hay un Éxito cerquita de la Zona Nororiental” (Entrevista 2,
Hernán Henao, investigador social).
Ese papel de dinamización de la actividad urbana a través de grandes proyectos
comerciales se observa en Medellín de distintas formas: la cadena de Almacenes Éxito ha
activado significativamente ciertas zonas (El Estadio, El Poblado y actualmente Laureles,
ello no sucedió en Envigado); la emergencia de los centros comerciales, llamados malls
que aglutinan un amplio conjunto de almacenes y convocan a amplios sectores de
población (San Diego, Oviedo, El Tesoro) , y a su vez, activan su entorno
transformándolo (como Unicentro en Laureles); y el establecimiento de centros
comerciales de menor escala que aglutinan, lo que en otras estructuras urbanas haría un
centro barrial o de zona (La Mota, La Nueva Villa de Aburrá y La Visitación).
Algunas de las centralidades urbanas van tomando tanta autonomía hoy, que la
gente olvida el Centro para sus rutinas cotidianas. El comercio, por su parte, ha tenido
una capacidad expansiva muy significativa hacia los sectores más fuertes, lo cual se
acompaña a su vez con otros servicios como los de la banca. Así se puede notar en
algunos lugares la presencia de cierto tipo de almacenes de cadena, bancos o financieras
(Superley, El Éxito, Mimos, Tortas y Tortas, Conavi, Davivienda, entre otros) como
marca de la fuerza que tiene un lugar determinado y como signo de cierta autonomía
funcional del sector, lo cual por lo demás jalona cierta presencia de población activando
los centros. Este signo a su vez representa, en parte, cuáles sectores de la ciudad son
valorados económicamente y están siendo incorporados en las dinámicas actuales de la
ciudad o excluidos de las mismas. En una entrevista con el sector privado, se señalaba
cómo cuando Helados Mimos y Conavi (Financiera), denominados como la franja
amarilla, aparecen en un sector, ello significa que dicho sector ha cobrado significado
económico para la ciudad formal.
“La fuerza de este lugar es Mimos, un fin de semana eso es lleno, lleno. La fuerza a
mediodía, a la hora de las oficinas que vienen a almorzar. Vienen todos: niños, adultos,
jóvenes, es por parejo”. (Comerciante, barrio La Mota).

Relaciones centro – periferias


“Medellín es una de las ciudades del país con una de las estructuras más centralizadas y
más mirando al centro. Todo pasa por el centro y todo llega al centro”. (Entrevista 8,
ONG).
El Centro de la ciudad representa a tal grado la ciudad que se asimila a ésta. Así en
la frase de voy a bajar a Medellín, oída tanto en El Poblado como en Belén o en la
Nororiental y Noroccidental, ese centro representa a la ciudad, a Medellín. A su vez,
también se expresa que se está en la periferia cuando no se está en el centro.
Las relaciones centro y periferias por lo general se han observado desde la exclusión,
sin embargo la relación de configuración mutua es poco explorada. Hay una conexión
más imbricada, en la cual el centro, siendo representativo del poder que excluye, incluye
espacialmente dentro de sus propios procesos y ritmos esas periferias que a su vez
rechaza. En tal caso, esas periferias negadas a su vez conforman las lógicas con las que
opera actualmente el centro, y ese centro, siendo juzgado por su excesiva centralización,
a la vez es vital para la existencia y sobrevivencia de las periferias. De allí que preocupen
aquellos proyectos de renovación o aquellas intervenciones urbanas que tienden a negar

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

el derecho al centro a las diversas comunidades y grupos que conforman la ciudad, cuya
proporción de bajos ingresos y de grupos denominados informales es hoy muy alta.
“Nosotros somos una fuerza laboral muy importante para el centro... lo que hagan con
el centro de la ciudad, lo hacen directamente a estas comunas que dependemos mucho
del trabajo informal del centro” (Habitante, barrio Castilla). —“Aquí hay mucha
vinculación con el centro, uno baja y ve gente vendiendo cosas en la calle que son
vecinos de uno, amigos. Entonces, pa uno el centro está lleno de gente conocida
trabajando. (...) Mi papá surte diario en la Minorista. Tiene granero y mucha gente del
barrio trabaja allá.” (Habitante, barrio Castilla)
El centro, no sobra decirlo, es oferente de servicios muy específicos relacionados con
la economía y formas de vida de ciertos sectores de la ciudad. La Plaza Minorista es un
punto de obligatoria relación para las periferias (tanto por trabajar, como esencialmente
por la necesidad de surtir el comercio en las mismas). Además, existe una relación entre
estos últimos, en función del consumo diario y de los servicios educativos y de salud,
que propicia intercambios y flujos entre los barrios con el centro de la ciudad.
Esta relación de muchos sectores de la ciudad con el centro simplemente se da y se
la concibe como parte de las relaciones cotidianas con los lugares. Siendo el centro, en tal
caso, un albergue abierto a todos.
¿El Centro? ¡Eh avemaría! ese es el rebusque pa nosotros. Es un parche56 pa uno
quedarse por ahí... Uno por aquí se conoce mucho el centro: Juanambú, El Palo,
Miranda, Caracas...” (Habitante, barrio Campo Amor).
Los criterios con los que se define la prioridad de las intervenciones territoriales
agudizan la exclusión de las periferias.
“Se cometió un error y es que la gestión empezó por la parte de menos necesidad que
fue la de abajo. (...) Cada vez que se va alejando más del centro de la ciudad hacia los
extremos, la presencia del Estado es mucho menos y la presencia de las organizaciones
comunitarias es mucho mayor, es como si fuera inversamente proporcional.” (Líder,
barrio La Esperanza).
Las periferias, así como los centros, también cambian y se mueven, lo cual en
muchos casos tiene que ver con las intervenciones desde la planeación y con la
consolidación que vayan logrando ciertos sectores de la ciudad. Ello se explica en el
relato de un líder de la zona al recordar cómo lo que en los 60 era considerado periferia
ya no lo es. El límite de lo periférico se va moviendo ante la emergencia de nuevos
grupos de excluidos, y a medida que ciertos sectores van articulándose a los códigos de
la ciudad central. Además de que la frontera entre centro y periferia se mueve, lo
periférico también puede expandirse o ampliarse, haciéndose mayor en magnitud en
relación con el centro (o con lo establecido como el centro).
“Donde llega Empresas Públicas a legalizar, eso es legitimar la permanencia de un
asentamiento: yo ya soy un ciudadano, a mí ya me llegan servicios y yo pertenezco a la ciudad.”
(Entrevista 4, funcionaria EPM). —“La periferia se ha corrido hacia arriba y uno ve que
en 10 años esto ha cogido proporciones inmensas. Uno miraba en la 80 y allí terminaba
la zona. Ahora mira hacia lo alto, con todas esas invasiones y vamos pa rriba y el Estado
allá no hace presencia”. (Líder, barrio La Esperanza).

56
Lugar de reunión grupal, para estar, quedarse, pasar el rato.

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Algunas señas de que lo que al comienzo fue periferia empieza a incorporarse a la


ciudad formal (o sus mecanismos de formalización) son bastante elementales, y así lo
leen sus habitante. Por ejemplo, ciertas marcas de lo estatal, como sería un signo de
tránsito, un policía acostado, un semáforo y las señalizaciones, se leen como un acto de
inclusión o de articulación a las lógicas de la ciudad y se interpretan así: "ya llegó la
ciudad aquí, ya nosotros no somos del margen, los del margen son los que están más
arriba, ya no somos periferia".
“En la 68 se siente presencia del Estado (la pusieron de una vía y la señalizaron para el
tránsito), aunque no es suficiente”. (Informante, líder, Zona Noroccidental)
Pero hay otras periferias. El crecimiento de la periferia va haciéndose más común que
el del centro en cuanto a su magnitud, es decir, más generalizado, y comienza a hacerse
visible en el centro, modificándolo, es decir periferializándolo (si se acepta el término). Allí
aparecen los signos, en la ciudad, de su periferia que se desborda hacia su propio centro,
territorializándolo. Tal fenómeno, que se lee por lo general como simple deterioro del
centro, es apenas la evidencia de las fuerza encontradas que ocupan el campo de los
signos de la ciudad.
De un lado, la ciudad viene expandiendo su centro representativo hacia las
periferias y trata de regularlas, incorporándolas dentro de sus sistema de signos, códigos
y lógicas. Del otro, la ciudad periférica, con su dinámica desbordada, se expande hacia
los centros, mostrando la inminencia de los otros órdenes existentes en la ciudad. Este es
hoy uno de los temas que en ciertos discursos políticos, urbanísticos y de planeación de
la ciudad se lee como un problema interpretado como deterioro del centro. De allí que se
ataque su periferización, ya que lo que ésta representa es la fuerza incontrolable de otros
órdenes socioculturales y sociales que confrontan el orden central.
Dicha periferización del centro incorpora la realidad regional y nacional, siendo
evidentes los procesos de ocupación del centro por la población desplazada por la
guerra y por la población que hoy subsiste dentro de la ciudad a los embates de la crisis
económica. La ocupación de su espacio público diurno y nocturno así lo muestra.
Este punto, en términos de las formulaciones políticas democráticas, es central: no se
trata de hacer una apología al deterioro en las condiciones de vida pero tampoco una
subvaloración de las prácticas urbanas que provienen de los distintos grupos
socioculturales que componen la ciudad; no se trata de promover una visión
contestataria frente a los esfuerzos de cualificación del espacio público de las ciudades,
pero tampoco de avalar las visiones de control, de asepsia y de limpieza (física o social),
que niegan el derecho a la ciudad para una alta proporción de habitantes, quienes
expresan precisamente esa iniquidad social y económica y esa diversidad cultural y
étnica; no se trata de negar la representación social y política del centro, pero tampoco
de eliminar su representación citadina y cotidiana; no se trata de mantener la zozobra y
la inseguridad en el centro, pero tampoco de escudarse en ello para excluir a ningún
grupo social y negarle su derecho al mismo.
Las intervenciones urbanas han concentrado las obras más estructurantes en ciertos
sitios dejando para otros apenas las de corte paliativo. Aunque, es obvio, no puede
endilgarse todo el drama de la exclusión a la planeación, tampoco se la puede eximir de
responsabilidad, ya que su gestión, muchas veces, sí ha ido apareada con dichos
intereses. Dentro del Estado se ven luego una serie de intervenciones que buscan
intervenir el problema de la periferia. Sin embargo, no parecen existir mecanismos desde

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la planeación que permitan dar un giro significativo en términos del proceso de


estructuración de la segregación y exclusión urbana. El proceso continúa y encuentra
argumentos en cada época que se ajustan a las urgencias del contexto, para perpetuar el
modelo excluyente de producción de periferias. Aferrados antes a la funcionalidad y la
modernización y hoy a la competitividad y la internacionalización, se encuentran los
argumentos para justificar intervenciones que muchas veces profundizan la polaridad
entre sectores de alta inversión y sectores de altos déficit. Punto éste central en materia
de política urbana, ya que es inaplazable encontrar un modelo político adecuado que
permita intervenir coherentemente sobre ambas realidades: una ciudad que requiere
hacerse competitiva y una ciudad que tiene que hacerse equitativa.
A medida que las periferias se expanden, territorializando el centro, los habitantes
de éste se desplazan escapando de ello. La historia de Medellín así lo ha mostrado con el
desplazamiento de los grupos de más altos ingresos, a mediados de siglo hacia Prado,
luego hacia Laureles y hoy hacia El Poblado y Envigado (e incluso hacia el Oriente
cercano). Sin embargo, aún persiste el interés por recuperar el centro de quienes
obstaculizan el propósito ordenador, ya que es imposible renunciar a lo que representa
el centro para la ciudad y sustituir su significado colectivo.
“Un gran centro en proceso de deterioro acelerado que empieza a ser abandonado a
pesar de todos los esfuerzos que se han hecho para evitar el proceso de deterioro.”
(Entrevista 7, sector privado). —“El centro de la ciudad se ha ido corriendo hacia Las
Palmas, no queda en Barranquilla.” (Entrevista 3, periodista).
Por mucho que los sectores económicamente más fuertes hayan buscado alternativas
para abandonar el centro57, no es posible abandonar lo que éste representa
simbólicamente para el conjunto de la ciudad, del área y de la región, de allí que se
mantenga el propósito de su recuperación liderada por el urbanismo y la planeación,
mediante la realización de obras urbanas grandes (o macroproyectos), cuyos impactos
son duales: mientras se restituyen espacios deteriorados (o mal conservados) por otros
más modernos, con la idea de cualificar el espacio urbano, a la vez tal mejoramiento no
necesariamente redunda en beneficio de los moradores implicados. Muchas de estas
experiencias urbanas se basan (o culminan) en la expulsión de la población originaria
(residentes, propietarios, inquilinos, ocupantes de sus espacios públicos, comerciantes o
ambulantes) por vía directa o indirecta. Así, se cambian los grupos humanos que habitan
los lugares y esto ciertamente es un juego de territorialidad en el cual el impacto es la
restitución de un sujeto por el otro en su derecho a ocupar el espacio urbano. Muchos de
los sectores catalogados como deteriorados y con potencial desarrollo futuro, definidos
para renovación y hoy para redensificación, y los impactados por macroproyectos,
siendo altamente valorizables, en su mayoría están habitados por población de ingresos
medios y bajos, y las más de las veces, albergan una serie de actividades comerciales y
productivas de bajo capital, poco reguladas o que se catalogan como informales (además
de albergar, en este momento, parte de la población desplazada por la violencia),
pudiendo vérseles como periferias.
Aquí hay un claro juego de intereses económicos por recuperar los beneficios de la
valorización de sectores localizados estratégicamente, lo cual debería ser intervenido,
regulado y controlado por el Estado, bajo principios de democratización y equidad en el

57 Lo cual se expresa en una frase que se le atribuye a un alcalde: “Ahí les dejo el centro pa’ que se lo ruñan”.

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

uso del suelo, para garantizar el ejercicio del derecho a la ciudad por los distintos
habitantes que la conforman. Éste es un asunto en el que suceden diversos ejercicios de
territorialidad sobre un espacio que está en disputa entre distintos grupos sociales. Vale
preguntar cuál debe ser el papel en la mediación del conflictos que le corresponde al
Estado, dentro de una visión democrática y justa socialmente, y cuál debe ser pues el
modelo de planeación y gestión requerido.

4.5 La calle: memoria y construcción cotidiana


La calle es reconocida como lugar de vida y de integración colectiva, sobre la cual se
expresan afectos, añoranzas que indican una alta pertenencia. Sobre la calle se afianza la
memoria colectiva, se construyen los relatos, se expresan historias, temores e
imaginarios y, a su vez, se construyen cotidianamente sus marcas vivenciales.
“Entonces la calle era como un regalo. Salir a la calle era el premio por hacer las tareas y
portarse bien. Ahora, tener una casa dónde estar es el premio para entrar de la calle,
pero es una calle distinta, es una calle con mayores riesgos (...) (La calle es) unión y
compromiso de la gente, la gente debe querer sus calles... porque en ellas camina,
soportan como la relación de la gente del barrio. La calle de uno, o sea la cuadra, es
como el lugar donde uno compartió con todos sus amiguitos, la calle guarda un
recuerdo de infancia, es donde uno juega.” (Estudiante, barrio Belén – Las Playas). —“La
calle es el mejor lugar para encontrarse con los hermanos, la gente amiga. A la calle hay
que ponerle ganas, vida, eso falta por este lado.” (Señor que asea la calle, barrio La
Mota)
Para muchos de los informantes, la calle es el elemento central desde el cual, en
esencia, se construye el significado que se otorga al barrio. La calle como lugar donde se
desenvuelve la vida pública del barrio es la que cualifica el sentido colectivo del mismo.
De allí que cualquier transformación que se produzca en las condiciones de la vida
pública en sus calles marque significativamente la percepción sobre el barrio (a tal grado
que muchas veces la calidad de vida del barrio se mide por lo que sucede en sus calles).
barrio y calle son asociados a madre, a albergue, lugar de la más cercana confianza y
afecto. Lo vecinal ocurre en la calle, como el lugar donde se teje el vínculo social y
cultural que se expresa cotidianamente en ésta, como el lugar de lo público.
“A uno le dolían las calles porque son parte del barrio y a uno le tratan mal el barrio y es
como si le ofendieran la madre. Pero los pelaos son más ajenos a ese sentimiento”.
(Estudiante, barrio Belén Las Playas). —“Me gusta del barrio: amigos con quien
compartir (...) gente humilde, la alegría de las calles y siempre que sale uno tiene con
quién conversar”. —“Se ve nuestra alegría en las calles, en otras partes las calles son
solas” —“Si me voy del barrio extrañaría la calle y su animación”. (Informantes).

“Estos barrios sin calle no son nada, la gente piensa primero en organizar la cuadra que
la fachada; porque uno mantiene mucho en la calle. Aquí no es como esos barrios solos
de ricos. Aquí hay mucha actividad y uno siente la calle como de uno”. (informante,
vendedora, barrio San Judas)
Un término asociado a la calle es la cuadra en torno a la cual se tiene un alto sentido
de pertenencia siendo esa escala micro la que posibilita la integración vecinal. Como
parte de la calle está la esquina, como punto de encuentro identificado por los tenderos,
cuya ventaja es hacerse atractiva para los jóvenes y los hombres que se parchan allí. La

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

esquina a su vez se reconoce como lugar de control, de allí que también haya sido objeto
de agresiones contra quienes las ocupan.
“La calle es un espacio pa todos y de todos. El lugar de reunión son las esquinas. Viernes
y sábados no hay sector más animado que esto por aquí”. (Informante). —“Las esquinas
son puntos de encuentro como en todos los barrios populares y relativamente de
peligrosidad. Se encuentran tiendas y donde están las tiendas está la gente, el tipo
tomándose la cervecita y así se vuelven importantes”. (Informante, mujer, estudiante,
barrio Las Playas).
La relación con la calle difiere de acuerdo con los sectores de la ciudad y se infiere
que hay una intensa relación en aquellos cuya conformación morfológica es la del barrio
centrado y cuya cultura colectiva y de intercambio social es más alta (grupos de ingresos
medios y bajos), lo cual, tal vez, pueda asociarse a la relación de solidaridad. Pero en las
estructuras urbanas más recientes se rompe la trama centrada y colectiva, y las formas
vida se individualizan, con lo cual la calle pierde su sentido. Allí la calle no existe como
forma ni tiene dicho sentido sociocultural.
“En mi barrio se nota la diferencia (Manrique), la gente es como más bullosa, le gusta la
calle, en cambio aquí no mija, la gente es muy alejada los unos de los otros y si se
relacionan lo hacen en urbanizaciones y ya. En cambio, en los barrios uno sale, conoce a
los vecinos y a los de las otras cuadras...” (Informante, comerciante, La Mota, habitante
de Manrique).
Además de las nuevas formas de urbanización, también el comercio cambia en su
expresión urbana y en sus relaciones con la calle. Se sustituye el sistema de coexistencia
entre lo residencial y lo comercial, por formas más fraccionadas en las que se
independiza lo uno de lo otro. No sólo desaparece la calle, en términos morfológicos,
sino que aparece esa aglutinación densa de la actividad comercial en centros
comerciales, sin que ésta se mezcle con las otras actividades de la ciudad (circulación,
vivienda, producción); la cual se acompaña de la vía vehicular, que cumple la tarea
escueta de llevar hasta sus puertas la población que realiza el ejercicio del consumo de
mercancías o espectáculos. De la estructura de la calle y la cuadra, como punto de
confluencia de segmentos urbanos muy específicos, entre los que hay vínculos sociales y
una colectividad construida, se pasa a una nucleación de múltiples y muy diversos
segmentos con alto grado de anonimato e individualidad.

4.6 Algunos lugares en el conflicto armado


La actividad violenta marca notablemente la manera como se viven muchos de sus
espacios, la memoria que sobre ellos se guarda y la construcción de imaginarios desde
los que se significan dichos espacios urbanos. Ésta ha generado cambios notables en los
ejercicios cotidianos de territorialidad de los habitantes, derivados del tipo de control
forzado que se hace del espacio.
— Canchas: galladas, drogas y bandas. El deporte ha sido importante para la integración
social en muchos de los barrios y, a la vez, para su diferenciación frente los otros.
“Las canchas han sido un centro muy importante en la violencia. Han generado
períodos de ausencia de la comunidad porque allí se asientan fenómenos de violencia...”
(Informante, líder, barrio Castilla).
Inicialmente se conformaban equipos de fútbol ligados a las galladas, al consumo y al
expendio y, por ejemplo en Campo Amor, sus conflictos eran básicamente por peleas de

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barrio; pero luego el fútbol se asocia al narcotráfico y a las bandas, adquiriendo una
connotación mayor en el conflicto territorial.
“Nos diferenciábamos por los equipos de fútbol, teníamos una organización muy
sólida” (Habitante, barrio Las Playas). —“Nosotros no andábamos con armas,
estabamos en la nota de la paz, en este soyis... Nosotros éramos de suavena... Los
Palmeiras: de arriba, Los Golars: de la 58, Guaros: de por aquí, calle 3 x carrera 65,
Independientes, La Holanda, Acacias tenían un equipo que se llamaba Alcatraz. Hasta
Manzanares sacó equipo, Mallorca también. Así se conocía uno por aquí. Éramos
equipos que pertenecíamos a las galladas. (...) Los de Palmeiras vendían bareta también
pero no andaban con los pepos porque ellos eran malevos y nosotros no... A nosotros en
el barrio nos querían, menos los del Palmeiras que eran los malevos y para ellos la nota
era el cuchillo, que el más hombre, robar, estar en la cárcel, distinta comunicación...
Cuando los partidos eran Palmeiras-Golars sí había problemas: nos encendíamos a puro
puño.” (Habitante, Campo Amor).
La actividad deportiva, en ciertos sectores, se asocia al fenómeno de la gallada y el
delito menor, y las canchas se constituyen en centros tanto de socialización como de
operación de galladas, de distribución de droga y de afincamiento de las bandas. Como
lugares donde se concentran dichas tensiones, son territorios disputados y controlados
por los grupos armados.
“Hubo un punto de encuentro antes del 90, que fue la Unidad Deportiva de Castilla.
Allá había muchos encuentros a nivel de basquetbol, de fútbol, constantemente, los
domingos, campeonatos, y la gente que iba era mucha. Cuando ya llega la violencia, la
gente no va, se siguen los campeonatos pero los muchachos con miedo de ir a jugar. Eso
imposibilita la actividad deportiva y recreativa. Con el proceso de paz y convivencia la
gente está volviendo.” (Líder, barrio Castilla). —“...la Cancha de Castilla sí fue eje de la
violencia, porque allí confluían bandas y muchachos, los mismos que iban a hacer sus
prácticas deportivas pertenecían a estas bandas, entonces empieza como ese posesio-
namiento de territorios, a demarcar pues que vos sos de allí y entonces no podes estar aquí,
entonces empieza todo ese roce, todo ese conflicto (...) Sí... porque allí hay un espacio de
más libertad como para ir a soplar, a hacer sus convites, a planear, por decir algo un
robo, el asalto, el secuestro. ¿Y por qué se da? por el espacio de que están solos. O sea, no
hay vecinos alrededor que estén, como dicen ellos: que este sapo, etc.” (Informante, barrio
Castilla).
— Las esquinas han tenido un significado muy particular en la vida cotidiana de los
barrios: convocan a distintos grupos, jóvenes y en particular varones que se apostan
en ellas, y de manera casual si se quiere, hay un aprendizaje casi natural sobre lo
estratégico de las mismas (en la cotidianidad), terminando por convertirse en un
punto de control. En estos puntos de cruce se apostan informantes de los grupos
armados para seguir los pasos de quienes circulan y controlar las entradas y salidas.
Reconocidas como tales para parcharse allí y para controlar el territorio, también han
sido lugares en los que ha habido persecución y ataques.
“Va pasando tiempo, tiempo... y cuando menos piensan (los jóvenes que no ingresan a la
universidad) están con la barrita de amigos de la esquina, pues es falta de
oportunidades, la mayoría decía que era el empleo y falta de educación...(...) Las
esquinas fueron puntos de mucho conflicto, de masacres...ya no”. (Informante, barrio 12
de Octubre).

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

— Las terminales de buses58 se señalan como fuente de problemas en su entorno.


Aquellos lugares donde terminan las rutas de transporte público en plena vía o
cruce de vías, ocupando generalmente el espacio público, generan conflictos no sólo
funcionales (como sus impactos sobre la movilidad, la ocupación del espacio público
o la contaminación visual, acústica y material) sino también conflictos relacionados
con el sentido cultural y estratégico de dichos sitios. Estas terminales confrontan
socialmente su entorno excluyendo a muchos habitantes y se han constituido a veces
en centros funcionales a los grupos armados y en puertas de entrada y salida de los
barrios o paso obligado para ingresar a ciertos sectores, facilitando la labor de
información y vigilancia en ejercicio de una territorialidad cerrada.
“Las terminales son focos de tensión. Hay inconformidad en los habitantes por el ruido,
desaseo, y la altísima inseguridad. Es como cultural, como si el mecánico mantuviera un
vínculo permanente con el lumpen. Ahí no hay una banda organizada, es lumpen
callejero, es de bajo perfil59. Lo otro es que los buses se tragan el espacio público.”
(Informante).
— Las quebradas: La ciudad no ha sabido aproximarse urbanísticamente a sus
determinantes geomorfológicos y geográficos, desconociendo su potencialidad para
propiciar una oferta ambiental y de espacio público en la ciudad. En lugar de
constituirlos como estructurantes físicos y culturales, los asumió como obstáculos a
superar. Los cerros y afluentes son negados o evitados; el río y las quebradas son
canalizados y tapados y los puentes solo tienen sentido funcional y vehicular. De allí
que las quebradas tengan poca significación sociocultural y no sean un objeto central
de disputa entre la misma comunidad que habita los barrios y los actores armados
que las ocupan y utilizan. Es decir, poco representa su conquista para el habitante
común y son casi marginales (o periféricas), y terminan por ser fácilmente
hegemonizables. A pesar de ello, éstas sí llegan a tener significado territorial dentro
de la lógica de la lucha armada y su disputa se realiza entre los mismos grupos
armados.
“La quebrada era de conflicto, porque hay dos canchas muy cerquita una de la otra,
entonces allí constantemente tiraban vicio los muchachos y constantemente había
muertos, eso sí fue algo que se vivió mucho en las canchas.” (Informante, barrio 12 de
Octubre) —“Las quebradas son zonas de conflicto: la conquista de la quebrada es factor
de poder.” (Entrevista 3, periodista).
— La Torre del 12: Hay lugares que van siendo significados desde lo que representan en
la historia lúdica o conflictiva de los barrios, constituyéndose en hitos, como es el
caso de la Torre del 12 de Octubre60; los cuales adquieren un alto valor simbólico y
terminan representando aquello por lo que se lucha. La apropiación de La Torre por
los grupos armados significó para la comunidad una pérdida, y su retorno a una

58 No se hace referencia a terminales de transporte diseñadas con los espacios propios, como son las
terminales de buses municipales del norte y del sur.

59 Nótese cierta aceptación o tolerancia (restringidas) frente a las bandas: al verlas menos malas que el
lumpen que se repudia.

60 El 12 de OCtubre es una de las implantaciones más grandes de vivienda masiva de bajos ingresos que
tiene la ciudad (Zona Noroccidental).

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

territorialidad abierta significa hoy una reconquista. De su original territorialidad


positiva se pasó a una negativa y se lucha por su retorno hacia lo positivo. En este
caso, la disputa por su ocupación no es sólo entre los actores del conflicto sino de la
comunidad frente a estos.
“La Torre era el centro de todo el barrio y el único lugar para jugar. Las familias
hacíamos paseo para lo alto del Picacho, nos íbamos con ollas a hacer sancochos, pero
esto se dañó mucho y quedó de dominio de las galladas.” —“El barrio 12 de Octubre es
un sitio de conflicto, es marcado pues por la violencia, pero hay sitios más conflictivos,
más marcados y él (un político) me decía: es La Torre”. —“La Torre era muy marcada.”
—“En La Torre nos tiraban todos los muertos de arriba. La Torre la tienen muy
abandonada, es llena de escombros, llena de basura. Y las mamás decían que mire, por
aquí no se puede pasar, que tantos muchachos que han matado y las familias se iban”.
(Educadoras y líderes, barrio 12 de Octubre).
En este caso se alude a la apertura o cierre (de la territorialidad positiva o negativa
que propone J.L. García) frente a los propios habitantes del sector, mas no frente al resto
de la ciudad, ya que, de ser ésta el referente, se tendrían que cambiar los términos del
análisis para decir que, en general, la territorialidad de todo el sector es bastante cerrada,
en tanto no admite fácilmente la presencia de seres externos a su misma lógica.

4.7 El territorio en algunos sectores en Medellín


A continuación se esbozan algunos sectores de la ciudad identificados y algunas
imágenes que, sobre estos, construyen informantes y entrevistados, así como algunos
elementos aportados por el Plan de Ordenamiento Territorial - POT.

Dualidad, paradoja y conflictos de un centro entre la modernización, la guerra y


la pobreza
La alta relevancia del centro de una ciudad difícilmente se pierde, a pesar de las
transformaciones que pueda sufrir y de la aparición de otros centros; lo que sí puede
suceder es que cambien sus códigos y su sentido, así como los imaginarios sobre él. A
pesar de las imágenes que se difunden sobre el centro de Medellín, de su visible
deterioro en muchos fragmentos, de los cambios en sus reglas internas y en su sentido
sociocultural, mantiene un lugar especial en el imaginario y en las prácticas cotidianas
de sus habitantes.
“El centro de Medellín sigue siendo el gran punto de convergencia, (de) confluencia,
para encontrarse (...) Es el lugar más fuerte de la ciudad. Está en el discurso de todo
Medellín: sueño, nostalgia, necesidad, oportunidad. Vive allí la ciudad más rica y pobre.
No ha encontrado la fórmula de la tolerancia.” (Entrevista 3, periodista).
El cambio en el sentido del centro puede verse como producto de la lógica de la
metropolización, de la cual se desprende una relocalización de muchos puntos de
confluencia (ahora más descentrados), pero también como producto del proceso de
enajenación, activado desde la planeación, que vivieron los pobladores frente a dicho
centro. Con la desaparición del Parque de Cisneros, su población originaria se desplaza
hacia los parques de Bolívar y de Berrío, y todo el centro popular fue expandiéndose,
haciéndose más popular y menos de élite. Luego, a fines de la década del 90, el centro
vive los impactos de la guerra con una alta afluencia de desplazados que sobreviven allí.

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Así, el centro es otro centro, tanto por expansión de tamaño como por el aumento en la
densidad de habitantes que dependen de él.
A diferencia de otros sectores que son controlados por fuerzas hegemónicas
mediante una territorialidad cerrada excluyente, el centro de la ciudad se rige por otras
lógicas, siendo muy difícil de controlar por un solo actor, o por un ejercicio hegemónico.
Como lugar heterogéneo, tiene algo así como la cualidad de la neutralidad, que se
constituye en potencial para el desarrollo de acuerdos de manejo ante su diversidad.
“El centro de la ciudad no es fácil de hegemonizar por nadie, porque es un centro de
circulación muy activa y, en alguna medida, porque todos requieren de este tipo de
centros de tránsito y de mediación. Por ejemplo, por el aprovisionamiento de servicios
(...). Hay unas zonas periféricas con controles militares (léase: armados) absolutos y unas
zonas centrales con controles más mimetizados y otras zonas que casi nunca han podido
ser plenamente controladas porque son muy densas socialmente y son sitios de mucho
tránsito y circulación” (Entrevista 1, investigador social).
Esa dificultad por establecer una hegemonía, no significa que en el centro no existan
fuerzas dominantes y tendencias de exclusión derivadas del ejercicio de los actores que
mueven sus intereses. En tal sentido la planeación ha buscado controlarlo, por ejemplo
desde su interés por limpiar el centro y hacerlo habitable y atractivo a la inversión (con
prácticas como desalojo de venteros ambulantes o con proyectos de renovación);
también algunos de sus moradores alejan, intimidan o eliminan la presencia de otros
grupos (como en el caso de su ocupación por grupos delictivos). Precisamente, la
disputa permanente por ocupar el centro y sus actuales lógicas, han distanciado a ciertos
grupos sociales que anteriormente lo habitaban y, en parte, a las nuevas generaciones.
Pero tal distanciamiento no sólo se explica en tal cambio de lógicas a su interior, sino
que esto también coincide con otros procesos urbanos que coadyuvan a obtener tal
resultado: conurbación, expansión urbana, generación de otras centralidades y
emergencia de nuevas formas de aglutinamiento social como la del centro comercial.
“Para las generaciones más recientes el centro de la ciudad no dice nada, no significa
absolutamente nada.” (Informante). —“Y el centro de la ciudad es un referente para
ellos importante, para los actores armados, y en general para los habitantes del norte,
pero ya no es referente para quienes habitan el otro lado de la ciudad. Aún cuando
obviamente quienes tienen mayor trayectoria en la ciudad, sí saben de ese centro y de la
existencia y de la trayectoria de ese centro. Pero de parte de los más jóvenes eso es
mucho más nebuloso, es algo que se borra mucho más. Son unas nociones mucho más
restrictivas de los territorios y (...) estas nociones de los territorios están es referidas al
problema de la inseguridad.” (Entrevista 10, investigadora social).
En otro sentido, ese centro va expandiéndose, incorporando nuevas áreas dentro de
su lógica y, así, estableciendo su hegemonía sobre las periferias que integra. La
tendencia de concentración en el centro de la ciudad dificulta la existencia y subsistencia
de otros centros. Incluso ese impacto se evidenció en el fracaso de muchas de las plazas
satélites de mercado que se localizaron en los barrios. Salvo en casos como el del El
Poblado, donde la presencia del capital sí permite su subsistencia.
La Plaza Minorista, en el costado noroccidental del centro (sector de San Benito),
tiene un sentido esencialmente funcional a la economía de los barrios populares y a la
informalidad por su conexión con el proceso de distribución, ya que allí se acude
diariamente para surtir los negocios de dichas zonas.

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

“A mí La Minorista me parece un mierdero, pero a uno le toca ir”. (Habitante, barrio


Castilla).
El centro de la ciudad plantea pertenencias ambivalentes, sobre las cuales habría que
profundizar. Se desprende un sentimiento común de atracción con alta dosis de temor
por la incapacidad para comprenderlo o regularlo, y a su vez, de aceptación de la
dependencia con alta dosis de deseos de ruptura con ésta. Esa incapacidad de
comprender los códigos del territorio, que en el centro de la ciudad son bien complejos,
y/o de participar en su construcción, genera incertidumbre.
“Yo no disfruto del centro, le tengo miedo porque el centro tiene habitantes que yo no
logro dominar” (Estudiante, barrio Belén – Las Playas). —“Es más, me aterra ir al
centro… por la inseguridad, la aglomeración, no hay por dónde caminar, todo mundo
anda berraco. —“El centro es El Centro y no deja de ser duro en esas cosas” (del vicio).
(Habitante, Campo Amor).
Algunos sectores sociales buscan ver representado en su centro ese imaginario de
orden urbano y progreso, que choca con la realidad de los centros de muchas ciudades y
particularmente el de Medellín. En éste, con su imagen caótica, no parece residir ningún
orden único (a pesar de los esfuerzos del establecimiento para homogeneizarlo y
domarlo), lo cual confronta toda idea de regularidad y control. Derivado del deseo del
orden y la asepsia, se recurre a señalar el conflicto en la ocupación del espacio por las
ventas ambulantes.
“En el centro hay inseguridad y ventas ambulantes”. (Informantes). —“Sí voy y me
gusta: a hacer vuelta y a juniniar, ahora hay mucha inseguridad y está el problema de
las ventas ambulantes que no dejan caminar, pero sigo yendo y no me choca.” (Jubilado,
comerciante, Belén - Parque).
Ese centro, tan paradójico, no puede más que despertar lecturas e ideas encontradas,
desde su satanización y rechazo hasta su idealización y deseo (deseo que como todos,
encierra el temor a encontrarlo). Al respecto predominan dos lecturas: desde el miedo y
desde su disfrute. Este último proviene de aquellos habitantes que lo frecuentan
cotidianamente y rescatan su enorme significado sociocultural, quienes no sólo
construyen ese territorio imaginario sino ese territorio como hecho vivido, habitado, ese
territorio que los impregna. Con ello se viene confirmando la idea de que al habitar un
territorio, éste a su vez habita a los sujetos permitiendo la asimilación y adaptación a sus
códigos, cambiando el sentido de su percepción, y aportando a desmitificar aquellos
imaginarios construidos desde afuera.
“Aquí (por La Mota) no les gusta la calle... Mis amigas, domésticas, no ven la hora de que
llegue el fin de semana para estar en el centro de la ciudad. (...) Al Parque San Antonio
va mucha gente de mi tierra y allá está la negramenta y yo me siento como en mi casa”.
(Trabajador del aseo de la calle, La Mota).
El Parque de Bolívar, asociado a San Alejo (que es un bazar al que asisten los
artesanos y cuya alta capacidad de convocatoria logra atraer jóvenes de distintas
procedencias sociales y territoriales), se reconoce porque crea un lugar y un tiempo de
convivencia con cierta neutralidad y apertura.
(¿Van al centro?) “Claro que sí. No de programa o a parcharnos sino a San Alejo o a cine.
Al hueco a comprar. San Alejo es un goce, uno se lo rumbea y hay cosas bacanas”. (¿No
hay gente de barrios que ustedes dicen que son pillos?) “Sí, pero normalmente son

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

artesanos y tratan de estar en otra nota. Aunque yo voy con mis amigos.” (Jóvenes de
distintos barrios que frecuentan la Nueva Villa de Aburrá).
El centro de la ciudad de un lado periferizándose tanto como expandiéndose sobre las
periferias, generando conflictos por sus usos. El centro expande su radio (cruza al otro
margen del río y se amplia hacia el norte y el sur), incorporando gradual o
abruptamente sectores antes despreciados por estar en su periferia que ahora adquieren
un alto valor por su localización; de allí que sus condiciones ya no sean compatibles con
el pretendido orden. A su vez, esas periferias se defienden de los impactos de dicha
expansión del centro que hoy dirige su mirada hacia ellas. Se defienden del
establecimiento de ese orden central, de su regulación, ordenamiento y normas estéticas,
urbanísticas, funcionales y jerárquicas. De otro lado, hay una periferización del centro;
éste ha venido marcándose cada vez más por las lógicas que caracterizaban las
periferias: pobreza, desempleo, informalidad, ocupación del espacio público, estéticas
imbricadas e ilegalidad, precariedad, etc.
Frente a ello el municipio lleva años buscando establecer ese orden espacial que
"finalmente lo hará ciudad". Las acciones institucionales se concentran en ese centro en
expansión, de un lado, tratando de desaparecer la periferización del centro y, del otro,
buscando expandirlo, absorbiendo lo periférico. Mientras el proyecto de competitividad
urbana se cuida de no ser obstaculizado por la inminencia de esa ciudad periferizada y
fragmentada, las dinámicas reales, sociales, culturales y políticas que se expresan en la
diversidad de órdenes que cohabitan la ciudad, se resisten a ser absorbidas o eliminadas.
Aunque este caso remite al centro de la ciudad, ello puede ocurrir en otros sectores
donde su fuerza modernizante, al expandirse, entra en colisión con otros entornos que se
le contraponen.
En Medellín, aunque haya casos aislados de resolución de conflictos territoriales por
usos a través de mecanismos democráticos, ésta no aparece como una práctica estatal
permanente y sostenida. Lo cierto es los planes parciales y las unidades de actuación urbana
definidos por POT permitirían esta opción, pero ello finalmente dependerá de la
capacidad práctica del gobierno local para mediar entre los intereses de fuerzas sociales,
culturales, económicas y políticas tan dispares, para lograr una concertación a cabalidad
sobre los conflictos por usos, dentro de una perspectiva social integral y pública.
Como instrumento de intervención urbana resurge la renovación urbana, aplicada
en los 70, que hoy se avizora como mecanismo de expansión del centro, tocando a
Guayaquil, Corazón de Jesús, Naranjal y San Benito, como parte de la periferia que se
incorpora al centro en expansión, y al sector del Museo de Antioquia y de la antigua
Gobernación, como parte de las áreas centrales periferizadas que se busca ordenar.

Corazón de Jesús (Barro Triste): una periferia central en proceso de


incorporación al orden central
A comienzos de siglo su localización al borde del río era poco valorada y fue
ocupada por habitantes de muy bajos ingresos, albergando actividades de prostitución y
una intensa actividad de mecánica automotriz que mueve una enorme cantidad de
empleos formales y informales. Hoy queda localizado en un lugar estratégico para la
expansión del centro, viviendo la presión por un cambio radical en su uso del suelo. Su
sector colindante ya vivió la destrucción de la Plaza de Mercado (El Pedrero) y de la
Farmacia Pasteur (declarada monumento arquitectónico) por sendos incendios, de la

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Plaza de Cisneros al ampliar la carrera San Juan, y de la Estación el Ferrocarril, así como
la construcción de la Alpujarra, del Edificio de Empresas Públicas (edificio inteligente), y
de dos puentes peatonales.
La alta expectativa oficial y privada sobre el futuro desarrollo del centro
administrativo y comercial de la ciudad, deriva en un proyecto de renovación que
cambiaría drásticamente su uso del suelo, ante lo cual, el sector se organizó y tras una
larga lucha liderada por la Fundación de Comerciantes del barrio Corazón de Jesús
(Coraje), se logra concertar con el Municipio un desarrollo futuro que logra la
estabilidad de sus moradores en el sector.

Barrio Naranjal: periferia central en disputa, en la otra banda del río


La expansión del centro sobre Barrio Triste y hacia el otro lado del río, la cons-
trucción del Almacén Makro (donde estaba la Fábrica Tejicóndor) y la estación del Metro
hicieron visible este sector, ocupado con vivienda y actividad mixta de muy bajos
ingresos, con predominio de la mecánica automotriz, cuyo deterioro social y económico
permanecía oculto. En esta tendencia de cambio de usos en el sector, Naranjal, antes
olvidado, hoy adquiere pertinencia para el capital y para el urbanismo. En las
propuestas del ordenamiento territorial de Planeación Municipal se planteaba como
renovación con cambio drástico de uso, ente lo cual propietarios, habitantes y
organizaciones sociales, liderados por Cornaranjal, entran en fuertes debates públicos y
negociaciones, logrando concertar su manejo buscando respetar a sus moradores

Nueva sede del Museo de Antioquia: contra la periferización del centro


En los alrededores del Palacio de la Cultura (antigua Gobernación), entre el
tradicional Hotel Nutibara y cerca de San Benito (zona de renovación), esta área de alta
actividad comercial mixta (almacenes, cacharrerías, bares, prenderías, talleres, etc.) con
una alta población de bajos ingresos, ventas informales y prostitución, se enfrenta a la
recuperación del centro. Se culmina la nueva sede del Museo (antiguo Palacio
Municipal), albergando la colección de obras de Fernando Botero, y su proyecto de
espacio público, que no contó con los propietarios y habitantes del sector, viene
transformando radicalmente el sector, impactando de manera drástica las comunidades
que lo ocupaban (comerciantes de actividad mixta y pequeña economía, prostitutas,
vendedores ambulantes) mediante su remoción. A pesar del alto impacto social, cultural
y económico sobre los moradores originarios, apenas ahora se discute la política social
requerida.

Moravia, Miranda, Lovaina y San Pedro: otras periferias en la margen del centro
en expansión
Localizados en los entornos del Hospital Infantil y caracterizados por su
informalidad, y algunos de ello por la prostitución, también se ven afectados por la
localización de la estación del metro y por el macroproyecto del Parque de la Ciencia y
la Tecnología, constituyéndose en lugares donde el conflicto territorial por usos se hace
explícito.

Belén: coherencia y simultaneidad urbana frente a la amenaza modernizante

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Ciudad de territorialidades: polémicas de Medellín – CEHAP - Echeverría - Rincón – 2000

Belén se reconoce por su coherencia cotidiana y flexibilidad, que ha hecho posible la


coexistencia de un pasado con una ciudad en proceso de cambio y de albergar la
heterogeneidad. Son muchos los Belenes que confluyen en un sentido de pertenencia
unificado, lo cual incluso se confirma en sus nombres que se incorporan dentro del
mismo Belén: Belén–Parque, Belén–Las Playas, Belén–Las Brisas, Belén–Rincón, etc.,
evidenciando sus vínculos con el centro de la comuna (Belén–Parque), sin la resistencia
que se suele tener frente a los centros.
“Este es uno de los barrios más grandes que tiene la ciudad, de pronto es por suplir
todas esas necesidades de la gente que se asienta la actividad bancaria.(...) Uno sí ve
gente de otros barrios de Belén que encuentran aquí lo que no encuentran en sus
barrios.” (Mujer, peluquería, Belén–Parque). —“El centro de Belén, el Parque, es un
centro chiquito. Cuando uno tiene ganas de ir al centro de Medellín, va al centro de
Belén, aunque los centros comerciales ya desplazaron ese núcleo” (Estudiante, barrio
Belén–Las Playas). “Aquí hay buen movimiento para lo que usted ponga (...) El centro
de Belén es esta zona. El parque tiene proyección en todo Belén... donde pueden
conseguir todo lo que necesitan. Eso lo define como centro (...) Es diferente al centro (de
Medellín) porque éste es más organizado, no hay tanto vicio, ni gamines, sinvergüenzas.
Esto es tranquilo”. (Jubilado, comerciante, barrio Belén – Parque).
Como centro tiene una alta proyección territorial, cobrando sentido en distintas
escalas urbanas entre muchos barrios vecinos y sectores de ciudad. Belén–Parque, como
barrio y centro de zona, es un territorio con sentido de ciudad que es reconocido tanto
internamente como desde el exterior, con alta interrelación funcional y comunicación
con su entorno.
(Para vivir): “Belén me gusta mucho, allá se siente uno parte de la ciudad, porque hay
de todo y las calles son limpias, bien mantenidas, la gente es mucho más culta (...) es
muy desarrollado, muy comercial, de mucha diversión.” —“Me gustaría vivir en Belén
por el Parque...es como un pueblo, muy calmado y se encuentra de todo, (...) muy
organizado y bonito, el aseo se ve, muchas posibilidades de salir adelante.” —“El
urbanismo en la América está atrasado, en cambio en Belén hay edificios nuevos, las
urbanizaciones de Belén son las más bellas de la ciudad.” (Informantes).
Belén Parque aglutina a una amplia zona, como sucede con otros centros o ejes de la
ciudad (Manrique, Castilla, El Poblado o Buenos Aires), dentro del cual se puede
destacar el significado de su parque, como articulador de diversos grupos que
conservando la estructura tradicional y su sentido de territorio específico, al ser habitado
por grupos masculinos de la tercera edad, no choca con las actuales dinámicas,
manteniendo cierto ritmo barrial propio que coexiste con los ritmos de esa ciudad
grande. Urbanísticamente este parque es punto de interacción social de sectores barriales
muy diversos, teniendo una carácter socialmente mixto en el que confluyen sectores de
más altos ingresos a su norte y de menores ingresos hacia el sur cumpliendo un papel de
bisagra cultural y social.
“Esta zona se mueve generalmente toda la semana y con más fuerza para la diversión
los fines de semana. Por el mediodía es un parque para jubilados, gente mayor, pero de
noche en los lugares de diversión se ve mucha gente de 30 ó 40 años, adultos.” —“Los
viejos son permanentes en el parque, hay algunos que hasta duermen ahí. La población
no se mete con ellos. Es un parque más como de hombres". (Comerciante, barrio Belén -
Parque).

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Hacia el sur de la Comuna de Belén, con el aeroparque se ha generado una nueva


dinámica que tiende a jalonar desarrollos aglutinantes. Si bien el aeropuerto se había
constituido en un borde, con la construcción de la vía 70 y del aeroparque, ese territorio
antes negado se convierte en un lugar de aglutinación. Así, el barrio Belén Las Playas,
cuya vida giraba en su escala barrial, hoy se perfila como un centro recreativo para la
ciudad.
“Después de la construcción de la 70 esto se calentó: la gente empezó a vender
empanadas, palitos de queso, hay mucho movimiento. (...) El aeroparque llenó muchas
expectativas, aunque lo usa más la gente de otras zonas que nosotros mismos”. (Mujer,
estudiante, barrio Belén Las Playas).
Las vías no siempre fraccionan. La 70 y la 80, en esta zona, han dinamizado social y
económicamente el sector, haciendo más mixto su uso del suelo ante las nuevas
actividades comerciales y recreativas (restaurantes, cafeterías, etc.). Nótese que se alude
a vías cuyo diseño admite estar habitadas (aún son habitables), lo que no sucede en las
grandes avenidas o intercambios viales como la Autopista, la Avenida Regional, o los
intercambios viales de El Punto Cero o la Aguacatala, que generan es rupturas y bordes.
“La 80 es la que le da vida a este sector. Claro que por aquí en este lado es de más
movimiento la Avenida Guayabal y tiene como más importancia. En otros barrios tiene
más fuerza la 80 que cualquier otra vía; como por ejemplo en San Juan: la parte más
importante de la 80 es en San Juan, en la América. El movimiento es duro y como la
América es un barrio bien, entonces es más destacada la vía”. (Informante, empleado taller,
Guayabal, reside en Itagüí).

Amenazas por una vialidad que se impone contra la cohesión social, cultural y
económica de Belén
La comuna, de tiempo atrás, viene embarcada en un fuerte conflicto debido al
proyecto vial de ampliación de la carrera 76 que intenta emprender la administración
municipal., derramando valorización. Con ella se vulnera uno de los sectores más
importantes de la ciudad, cuya cohesión social, naturalmente construida, se hace visible
en su reacción contra esta imposición. A pesar de la oposición social en todos los barrios
por los que atraviesa y de que el debate legal sigue en pie, la alcaldía de Gómez
Martínez sigue implementando el proyecto, incluso utilizando la fuerza pública y anun-
ciando que está dispuesto a continuar haciéndolo.

Belén Rincón: un acorralamiento del otro y de sí mismos, en aras del proceso de


urbanización
Al occidente de la ciudad, este barrio de bajos ingresos, con los años, logra
consolidarse y construir una dinámica interna muy propia. Después de la construcción
de la avenida 80, ha sido desbordante la aparición de urbanizaciones cerradas de altos
ingresos, encerrando este sector, tanto física y funcionalmente como socialmente, y El
Rincón es arrinconado por esas nuevas urbanizaciones, las cuales a su vez se encierran
buscando distanciarse de su entorno. Este imaginario prevenido sobre los otros, genera
así el caso típico de un enclave, cuyo conflicto por usos que tiene mecanismos de
intervención, haciéndose menos abordable, más abstracto y más difícil de redireccionar.

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Barrio Antioquia o Barrio Trinidad: la paradoja de un ghetto conectado local e


internacionalmente
Los habitantes del Barrio Antioquia, además de que “se sienten privilegiados (...)
porque son de los poquitos pobres que habitan en terreno plano (...) cerca del corazón de
la ciudad”. (Entrevista 5, ONG), le recuerdan siempre a esta ciudad la forma como su
barrio fue marcado al declararse barrio de tolerancia (de prostitución) a mediados del siglo
pasado. Paradójicamente, su reconocimiento institucional como parte de la ciudad se hizo
oficializando su exclusión, cuando con un golpe de gracia se lo declara parte marginal de
la misma.
“El Barrio” es uno de los enclaves en la ciudad, pero tiene la particular propiedad
de contar con una fuerza con la que no se juega fácilmente, tal vez por lo que significó a
comienzos del narcotráfico y por su localización en medio del área urbana, que lo
colocan en cierta ventaja frente a otros sectores más fáciles de negar, por su invisibilidad.
Éste ha construido una imagen propia, reconocida desde el exterior, de ser capaz con
todo y contra todo, como un barrio envalentonado, lo cual es valorado por parte sus
habitantes al relatar su propia historia.
Barrio Antioquia está bordeado por la Autopista (costado oriente), la cual, antes que
comunicar define un borde duro; el aeropuerto (occidente) que es el borde que más lo
encierra (en Belén, sucede lo contrario pues la carrera 70 y el aeroparque abrieron tal
barrera); y por la quebrada y la calle 30 (norte) que constituyen un límite.
El barrio, siendo muy ensimismado, coexiste con los restos de ese período de fuerte
conexión externa, tanto por sus relaciones con la ciudad, al ligarse a los jefes del cartel
cuyos asientos de poder estaban en otras zonas como Envigado o El Poblado, como por
sus relaciones internacionales, por su participación en la distribución de narcóticos.
Incluso hoy, en su encerramiento posterior, cuando su actividad delictiva dejó de tener
vínculos externos tan evidentes, la conexión con los Estados Unidos sigue siendo fuerte
tanto en lo social y familiar como en lo económico.
A pesar de tener conflictos armados internos y lógicas muy propias, el barrio tiene la
necesidad de mantener una conexión con el resto de la ciudad, así como Barrio Triste,
por su oferta de servicios mecánicos y productos, y por la distribución de productos
ilícitos, manteniéndose conectado con personas de afuera. De allí que el barrio no sólo
sale a la ciudad y al exterior ante las relaciones comerciales por el tráfico de
estupefacientes (sobre todo cuando fueron más fuertes sus vínculos con el narcotráfico),
sino que admite la entrada de extraños que buscan sus servicios, siempre que ellos
acepten respetar los códigos propios del lugar.
“Aquí hay unos sectores más duros que otros, como con énfasis. Pa mejor decir, un
sector no vende armas y drogas, pero es más fuerte en prostitución.” (Habitante, Campo
Amor, alude al Barrio Antioquia). —“En el Barrio Antioquia nadie es raro, no sea
visajoso pa que no lo levanten. Pero todo el mundo tiene derecho a venir, de malas si se
encuentra una balacera. En Medellín eso es en todas partes, no sólo en el barrio. (...) Por
aquí si hay bandas (Coquito y la 68) (...) pero nadie domina este barrio. Aquí hay que
andar suave, pero todos nos respetamos. Uno pisa suave. (...) En el barrio a usted se lo
pillan a ver qué está buscando y que no tenga cara de tira61 y le salen al paso para
ofrecerle si lo conocen y, si no, usted los busca, pero siempre con un contacto. Así se
hacen los cruces de armas, vicios, prostitución.” (Habitante, barrio Campo Amor).

61
De detective o de policía no uniformado.

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La calle 25 es un eje interno estructurante que aglutina diversas actividades, siendo


el lugar más público y de cierta manera más neutro. Es una calle con todo lo que ello
representa en la vida cotidiana de muchos de los barrios de la ciudad.
“La calle 25 es la principal y sí hay fuerte venta de vicio, pero esa es como la vitrina. La
mercancía está adentro del barrio. (...) La calle 25 es como la más puesta, la más
arregladita del barrio.” (Habitante, Campo Amor, alude al Barrio Antioquia).
Es particular que a pesar de que el barrio se parte en dos con la carrera 65, que lo
atraviesa (de sur a norte), conectándolo ágilmente con la ciudad, este hecho no rompe su
coherencia interna ni contradice su sentido de ghetto, ya que su encerramiento no radica
en factores morfológicos.

La Noroccidental: un territorio en formación fuertemente fragmentado


La Noroccidental, así como la Nororiental, han sido marcadas y estigmatizadas por
su violencia y pobreza, y en algún sentido, representan ese norte de la ciudad, asociado
con lo peor. Tales son los imaginarios que circulan. Los mismos habitantes del norte
construyen una imagen en la que se mirán distinto frente a la ciudad.
“Los de la Nororiental y la Noroccidental somos muy parecidos (...) Aquí: mejores
condiciones. Porque la pobreza allá duele como un hijueputa”. (Vendedora, San Judas).
El centro del barrio La Esperanza, que se plantea como zonal, no surge
exclusivamente de la intensificación en la actividad cotidiana de los lugares, como
sucede en otros centros zonales cuya concentración de actividades se constituye en una
atracción de los mismos. En este caso su activación se asocia la organización social, a su
equipamiento (cancha La Maracaná, escuela, guardería, centro de abasto, cooperativa,
biblioteca y auditorio) y al Centro de Integración Comunitaria, apoyado por el proyecto
de Núcleos de Vida Ciudadana promovido por la Consejería Presidencial. Hay allí una
construcción consciente del territorio y de una pertenencia al orden zonal que busca ser
representada en un centro.
Que un centro de barrio cumpla un papel zonal no depende exclusivamente de la
voluntad de sus promotores. Allí aparece cierta escisión entre lo cotidiano y lo político-
organizativo que debe explorarse, buscando posibilitar una interacción sinérgica entre
las necesidades culturales y las necesidades políticas y de desarrollo físico de un lugar.
Es decir, el carácter zonal no está dado sólo por el asunto organizativo, ni por la
capacidad de aglutinar y convocar social y políticamente, sino que además integra las
relaciones socioculturales que en él ocurren y el desarrollo de su vida cotidiana. Vale
traer casos como el Parque de Belén, la carrera 45 en Manrique y la carrera Ayacucho en
Buenos Aires, que son identificados por amplios sectores colindantes, más allá de los
límites de los barrios, generando pertenencias debido a los vínculos que cotidianamente
se tejen.
“La 45 en la Nororiental es lo más cercano a un centro cultural y recreativo”. (Entrevista
8, ONG).
Castilla, como Manrique en el nororiente, de alguna manera resume la imagen más
sentida sobre la Noroccidental, siendo símbolo cohesionante de la vida cotidiana de la
zona. Es visibilizada desde el exterior, se alude a ésta y se la toma como representativa
de la zona ante la ciudad.

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La calle 98 cumple ese papel de calle, de espacio público aglutinante del sector, tan
propio de las lógicas territoriales de los barrios populares (poco asimiladas por la
planeación). Por sus actividades (recreativa, comercial y de servicios) es sitio de
socialización por excelencia, abierto y con propensión a lo mixto, constituyéndose en
uno de esos lugares con capacidad neutral (dentro del sector que aglutina).
El sector de San Judas se reconoce en la ciudad por su iglesia, que aglutina creyentes
en torno a este santo. A pesar de haber perdido cierta capacidad de convocatoria por la
violencia, aún es referencia para la zona y la ciudad y recibe visitantes de distintas zonas
de la ciudad (Laureles, El Poblado, La América, Belén). La ciudad va a este sector,
confluyendo en la parroquia, lo cual no implica que el barrio se ligue a la ciudad, ya que
el barrio, como tal, no es visibilizado por la misma.
“Miércoles es el día de San Judas, la parroquia. Siempre los peregrinos vienen en busca
del abogado de los casos desesperados que es San Judas Tadeo (...). Viene cantidad de
gente y gente de la parroquia también. Los domingos es en general gente de la
parroquia, pero los miércoles de San Judas son los peregrinos: niños, jóvenes, viejos,
vienen de todo. La parroquia es muy especial para la gente. (...) El miércoles la gente
compra mucho imágenes de yeso y veladoras, y quieren que se la bendigan y que las
bendiga a ellas como personas el padre”. (Comerciante, San Judas).
Tal confluencia territorial interna y externa de alguna manera regula la acción de
fuerzas hegemónicas en este microterritorio y la parroquia se constituye en punto neutro
que posibilita la presencia simultánea de distintos actores y los reconoce sin
discriminación.
“En las misas de las 7 y 8 de la noche los domingos vienen los muchachos (del conflicto
armado). La Iglesia se llena de ellos”. (Informante, líder, La Esperanza).
La carrera 68, que precisamente pasa por la Iglesia de San Judas hacia el sur, se
señala como un punto de referencia y eje clave de Castilla, en el que se desenvuelven
relaciones sociales cotidianas: heladerías, tabernas, comercio, salones de belleza y
droguerías. La carrera 65 comunica con Bello toda la zona en su parte baja y alberga una
buena oferta de comercio y servicios. Tanto la 80 como la 65 son los dos ejes vinculantes
de la zona con el centro de la ciudad y el resto de la misma. La carrera 80, en la parte alta
de la zona, cumple un papel estructurante y articulador, por su comunicación vial y su
comercio, y se la considera un signo del progreso.
“La 80 es la base principal del barrio porque por ese sector es por donde se mueven
prácticamente los vehículos, la mercancía para nuestros negocios, la gente para acá para
nuestro barrio y le da mucha vida al barrio. Un barrio necesita una vía principal: se
mueve mucha comunidad y la parte económica que es la que más mueve al sector.”
(Habitante, Zona 30, barrio 12 de Octubre).

El Poblado y Envigado: vistas como ciudades, también estigmatizados


Los informantes visualizan a El Poblado y a Envigado como sectores con coherencia
propia, al grado de identificarlos como ciudades, en lo cual cada uno representa un
hecho urbano con carácter propio, contrario a lo que sucede con Bello e Itagüí, que a
veces se los relaciona más con un barrio.
“Esa sí es una ciudad que tiene mucho desarrollo, es como El Poblado, sólo que más
grande y separado de Medellín, allá hay muy buenas posibilidades”. (Informante.)

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El Poblado, que viene adquiriendo mayor significado en la ciudad, trascendiendo lo


barrial, hoy convoca no sólo a los habitantes del sector sino de otros sectores de la
ciudad, al activar su oferta comercial y de vida nocturna, por ejemplo con los centros
comerciales más representativos (iniciando por San Diego, que queda realmente en el
centro expandido, continuando con Oviedo al sur y con El Tesoro en la parte más alta).
A ello contribuye que muchas oficinas del sector financiero y centros de gestión de las
empresas, que antes se ubicaban en el Parque de Berrío y el centro de la ciudad, hoy se
sitúan en El Poblado, a lo largo de La Milla de Oro62.
“El Poblado se convierte en la especie de centro financiero, en el sentido de que aglutina.
Se configuró como una especie de aglomeración de las principales casas matrices de
estas instituciones que empiezan a ofrecerle a la ciudad y al país esos nuevos productos.
(...) Sin que haya una idea clara del asunto, configurando una especie de centro.”
(Entrevista 7, sector privado).
A su vez, Envigado aparece consolidando claramente su proyecto de ciudad así
como de municipio autónomo.
“En la Zona Metropolitana quien más ha tenido presencia es Envigado, por un proyecto
muy particular que se construye allá como con cierta homogeneidad. Envigado aparece
como una zona, con proyecto propio, intereses propios frente al resto. ¿Cuál (proyecto)?
es otra discusión. Pero ahí están presentes unos intereses de un proyecto y unas
articulaciones de Envigado. Envigado tiene claro su proyecto”. (Entrevista 8, ONG).
El Poblado y Envigado representan ese ideal en el que se expresan los valores de
una élite, la cual, a la vez que es censurada, también es pretendida. De allí que a la
mayoría de informantes le gustaría pertenecer a El Poblado.
“¿A quién no?, superchévere, es muy nota estar a lo bien, buen carro, buena ropa y para ir
donde uno quiera” (Jóvenes de distintos barrios, Nueva Villa de Aburrá). —“Envigado
es de los municipios vecinos que más me gustan, tiene lugares hermosos, casafincas divi-
nas y el parque es una rumba sola (Comerciante, barrio Belén-Parque). —Envigado sí da
gusto, es muy bonito y la gente lo quiere mucho. Me gustaría vivir, tiene casas que ni pa
qué (...) uno oye decir que allá la gente más pobre ya no es tan pobre porque el muni-
cipio les ayuda mucho”. (Informante).
Pero El Poblado y Envigado tampoco escapan de la mirada dual, entre idealización
y rechazo, ni al estigma. En estas lecturas de los extremos que desde fuera se realizan,
desaparecen otros referentes sobre lo que sucede dentro del territorio y no hay una
valoración que permita comprender las lógicas cotidianas que allí se gestan. En tanto
territorio, éste ha sido reconocido desde afuera, representado por los otros, pero es
preciso sondear por esas imágenes que los mismos habitantes tienen frente a su propio
territorio.
“Se mueven como dos tipos de visiones: a veces una visión sumamente idealizada de lo
que es El Poblado y de como viven los ricos y de todas las condiciones que tienen, en fin.
Pero también, a veces es una visión muy satanizada sobre El Poblado. Son dos visiones
en las cuales es muy difícil construir una noción de cómo El Poblado también es una
zona y de qué manera esa zona también forma parte de la ciudad y cuáles son los
conflictos y las problemáticas que se viven allí”. (Entrevista 10, investigadora social). —
“¿El Poblado? allá no viven sino mafiosos.” (Informante) —“Envigado es un lujo, claro

62
Así se denomina el trayecto de la Avenida El Poblado que desde la Plaza del Poblado hacia Envigado.

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que el empuje lo dio el narcotráfico, igual El Poblado, es de los mafiosos y eso pa mí no


es gracia”. (Comerciante, Belén – Parque).

El barrio Lleras y la calle 10 en el Poblado: finalmente un lugar de vida urbana


pública en conflicto por el cambio de usos
Si bien el núcleo central de El Poblado había aglutinado un enorme conglomerado
disperso, se ha ido transformando en un centro cuyos usos, actividades, funciones y
tamaño van siendo considerables y consecuentes con la magnitud del amplio sector que
aglutina. En cierto sentido, el centro de El Poblado no existía para la vida pública de
ciudad, en tanto adolecía de un vacío como lugar de confluencia social. Hoy su centro se
ha transformando hacia un lugar de alta convocatoria, comercial y lúdico-recreativa, y la
dispersión social de El Poblado tiene un lugar de interacción abierto, con parque y con
calles para sí mismos, para ser recorridos y deambular. Sin embargo la resistencia a esta
transformación por los moradores antiguos es evidente, configurándose en un escenario
permanente de debate. A la par con ello los centros comerciales vienen generando nuevas
formas urbanas y sociales. Estos plantean esas nuevas morfologías del consumo, como el
nuevo fenómeno urbano en el que el espacio público de ciudad se reduce a un lugar
controlado no fluido.
Ambos fenómenos transforman radicalmente el sentido de El Poblado, cuyos
moradores ya no se reducen a su entorno barrial, sino que éste se convierte en lugar de
ciudad. Ello genera los conflictos de un territorio en mutación, donde las fuerzas
internas se resisten a la aparición de unas externas y a la emergencia de otros códigos. La
tensión radica en que unas dinámicas tienden a convertirlo en un espacio citadino muy
activo para la ciudad, haciéndola parte del espacio público, y otras se resisten,
pretendiendo mantener su orden micro. He aquí una tensión por la apertura de un
territorio.

Bello e Itagüí: Entre municipios y barrios, también estigmatizados


Mientras El Poblado y Envigado son vistos por algunos informantes y entrevistados
como ciudades en sí mismos, se puede inferir que Bello e Itagüí son vistos como
prolongaciones del Municipio de Medellín, como apéndices o como barrios grandes de
Medellín, sobre los que no se logra percibir su significado como territorios con sus
propios códigos. Ello no alude sólo a la continuidad morfológica, sino, en cierta medida,
a la capacidad que estos municipios tienen para hacer notar su particularidad frente al
resto del territorio. En ello influye su reducido poder político y económico frente a la
centralidad de Medellín, su significado cultural dentro de la metrópoli en formación y el
lugar que les asigna la combinación de los imaginarios de satanización y progreso,
marcándolos como peligrosos y atrasados.
“Bello es una continuidad de Medellín, es igual, parece un barrio más. Uno define entre
Bello y Medellín por la numeración, para ubicarse, por señalización. (...) Uno que toda la
vida ha conocido esto, sabe que Medellín es todo esto, claro que hay municipios, pero
esto por aquí es ya como un barrio. Tu vas y coges un carro en este barrio y te demoras
para estar en Medellín nada: 10 minutos, pasas el puente y ya estás en Medellín. (...) Una
de las razones que dan para vincular a Bello como un barrio de Medellín es la económica
y las posibilidades de empleo que brinda la capital del departamento”. (Habitante
propietario heladería, Las Cabañas, Bello). “La administración de Bello y de Medellín

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deben ser solamente una sola cosa. Yo estaría de acuerdo con que Itagüí y Bello, en fin,
compartieran un mismo núcleo, que fueran barrios y así se ayudaría a solucionar
problemas.” (Informante).
En cuanto a la planeación y la política se señalan limitaciones, no todas ligadas con
la centralización de Medellín sobre los municipios vecinos sino referidas a la
consistencia y coherencia de los proyectos territoriales de los dos primeros.
“Las otras zonas como Bello e Itagüí que son similares en composición (a Envigado) (...)
como zonas no son tan claras en su presencia en el Área Metropolitana. Aún así han
ganado en eso en los últimos años. Pero su proyecto de ciudad, cada uno como ciudad,
es muy borroso. ¿Qué quiere ser cada uno? no es claro. No se puede decir cuál es su
vocación, en qué quieren convertirse. (...) No se sabe si el tiempo y los recursos apenas
les da para resolver lo heredado del pasado. Ambos han tenido una deuda social e
histórica muy grande”. (Entrevista 8, ONG).
El miedo, como en el caso de las comunas, también aparece en las lecturas sobre
Bello e Itagüí, así como otras imágenes rechazadas: feos y pobres.
“Siendo Itagüí tan feo (...) La vía de la moda, la ve entonces como un atractivo para este
municipio (...) ¿Feo? Muy atiborrado, no le luce nada de lo que le pongan y los huecos
son históricos en este pueblito, a uno le parece que la gente es como de poca educación
(...) ¿Pueblo? porque es muy pequeño todavía y depende mucho de Medellín. (...) No
hay casi diferencia (entre la gente de Itagüí y de Medellín), aunque la gente de aquí
parece toda obrera, se parece toda a la gente de las comunas de Medellín.” —“Bello es
peor que Itagüí, a mi no me gusta y es como feo”. —“Son más bien de gente obrera y yo
creo que así se quedaron (...) No le gusta Bello para vivir y no le gusta Itagüí, aunque
tiene buen futuro. —“No me gusta Itagüí - Simón Bolívar, por la violencia (bandas,
atracos, muertes). (De Belén) “Me gusta el Parque de Bello, no para vivir” (Informantes).
Nótese que el término obrero, en este caso, se subvalora. Así, mientras la
laboriosidad es una cualidad territorial reconocida en Guayabal, en Bello el ser un
territorio obrero se lee como debilidad.

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