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Incesto y Justicia Patriarcal en Chile Rural

Este documento describe el incesto entre padres e hijas en las zonas rurales de Chile durante el siglo XIX. A pesar de que las hijas alegaron violencia y amenazas por parte de sus padres, estos fueron absueltos en la mayoría de los casos. Las hijas fueron colocadas al servicio en "casas de respeto" para protegerlas, pero también para mantener el "orden de las familias". Estas causas por incesto describen las relaciones sexuales como una relación de poder a través de la violencia o la seducción.
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Incesto y Justicia Patriarcal en Chile Rural

Este documento describe el incesto entre padres e hijas en las zonas rurales de Chile durante el siglo XIX. A pesar de que las hijas alegaron violencia y amenazas por parte de sus padres, estos fueron absueltos en la mayoría de los casos. Las hijas fueron colocadas al servicio en "casas de respeto" para protegerlas, pero también para mantener el "orden de las familias". Estas causas por incesto describen las relaciones sexuales como una relación de poder a través de la violencia o la seducción.
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El incesto padre-hija en Chile rural durante el siglo XIX...

Finalmente, a pesar que las hijas alegaron que, para cometer el «La maté porque era mfa»: los asesinatos de
incesto, sus padres usaron la violencia y las amenazas, se optö por
mujeres en la Argentina
separarlas de sus familias. En efecto, en la mayor parte de las sentencias
Ios padres fueron absueltos, siendo las hijas colocadas al servicio en (fines del siglo XIX primeras décadas del XX)
«casa de respeto». Alejamiento que corresponde a una medida de pro-
tecci6n, pero también a una logica patriarcal de no perturbar «el orden
76
de las familias».
Sandra Gayol
Abriendo nuevamente de reinsertarse en el circui-
la posibilidad
UNGS•Conicet, Argentina
to de privilegios patriarcales, las justificaciones de los padres y sus de-
fensores, las pruebas incriminatorias dadas por la defensa de las muje-
res inculpadas y por el fiscal, se construyen como explicaciones que, en
En las ültimas décadas del siglo XIX y en las primeras del siglo
ultima instancia, coinciden con las expectativas de género y el imagina-
X X, ciudad de Buenos Aires experimentö agudas transformaciones
la
rio de 10 masculino, otorgando asi una «legitimidad de la brutalidad
que implicaron el paso de ciudad a metröpolis. La explosiön demogråfi-
77
ffsica». ca y la expansiön urbana fueron, sin duda, dos de las variables mås
significativas de este proceso. La Ilegada de inmigrantes implicö que,
Es asi como, estas causas por incesto, describen una representa-
entre los tres censos nacionales —el de 1869, 1495 y 1914- Buenos Aires
ci6n y vivencia de la sexualidad constituida como una relaci6n de po-
pasara de 178.000 a 649.000 y Iuego a 1.576.000 habitantes. En conso-
der, ya sea a través de 10 mås evidente: la violencia, ya sea a través de
nancia, con este dinamismo, el centro de la ciudad, los alrededores de la
10 mås sutil: la seducciön. Plaza de Mayo y sus inmediaciones aumentaron en densidad demogrå-
fica y empezaron a convivir con nuevas åreas incorporadas al tejido
urbano. La elite se traslad6 hacia el norte de la Plaza y se produjo la
expansiön suburbana, que trajo como corolario el nacimiento de los
barrios. Esta expansiön, claramente perceptible en la década de 1910 y
que James Scobie describi6 en un libro cläsico,l fue acompafiada de
notables cambios en los tipos, estilos y materiales de construcci6n, que
alteraron el rostro de la capital de la repüblica.

Los s61idos edificios de simil de piedra, las grandes avenidas, el


edificio delPuerto y de la Aduana, junto con las mansiones de estilo
francés que cobijaban a las elites, fueron algunas de las banderas que la
ciudad mostr6 en los grandilocuentes festejos del centenario de su in-
dependencia, en mayo de 1910. De presencia obligatoria en cualquier
vista o panoråmica, esta postal de Buenos Aires convivia con otras que

76 En los casos de incesto en que no se tuvo hijos y se relacionan con la venfan a recordar no s610 la persistente diversidad, Sino, también, el
ninguna fue sentenciada, si
violencia sexual: tres hijas fueron absueltas, abanico de «nuevos problemas» que muchos exigian erradicar. Si en las
bien dos fueron enviadas a «servir a casa de respeto» —hay un caso primeras décadas del siglo XX la Avenida de Mayo, la Recoleta o la
trunco. Por su parte, en los casos con hijos: tres hips fueron sentencia- Avenida Alvear eran indispensables en la construcciön de una imagen
das a prisi6n en la casa de Correcci6n y tres fueron enviadas a «servir a de Buenos Aires como centro cosmopolita, también 10 fueron sus anti-
casa de respeto». En el caso de Ios padres: de los sin hijos, dos fueron podas: los «bajos fondos», representantes de Ia precariedad edilicia y de
sentenciados a prisi6n, tres fueron sobresefdos por falta de pruebas la «mala vida».
-hay un caso trunco. De Ios con hijos, tres fueron sentenciados y dos
sobresefdos. Como
se puede ver a pesar de las diferencias para repre-
sentar ambos tipos de incesto —con violencia y seducci6n— las diferen-
1
cias en términos penales no son dramåticas. Scobie, James. Buenos Aires. Del centro a los barrios, 1870-1910. Buenos
Aires: Solar-Hachette, 1977.
77 Vigarello, Historia de la violaci6n. p. 30.
{Iii

220
'ilea maté pocque era mia": Ios asesinatos de mujeres en la Argentina...
Sandra Gayol

A pesar de la mezcla social y de Ia diversidad estética y cultural abrumadora»,5 dispar6, por un lado, estrategias de control social y por
palpables en la imaginario para la gran capita12 tendfa a pri-
ciudad, el el Otro, facilitö la emergencia de lugares de enunciaciön y de modos de
vilegiar los contrastes marcados; los opuestos sin matices, que detecta- representaciön de los delitos, las violencias y Ios crimenes.
ban, denunciaban y simbolizaban los beneficios y los problemas de Ia
modernidad. El crimen, en particular y el delito, en general, se presta- Las påginas de los peri6dicos, especialmente La Prensa, La Na-
ban muy bien a este doble juego: ejemplificaban, por un lado, los «nue- ciön y La Razön,6 bajo el titulo general de «Noticias de policfa», «Boletfn
vos problemas» urbanos que desafiaban dispositivos de control social y del dfa» o simplemente, «Noticias», brindaban inforlfiåciön sobre un
propiciaban, con sus «tipos» y especificidades, el saber médico y arco muy variado de violencias sociales: ladrones profesionales; homi-
criminolögico;3 y por Otto lado, con sus actos, los criminales y los bajos cidas pasionales; asesinos y duelistas a cuchillo encontraron un lugar
fondos colocaban a Buenos Aires a la par de las grandes capitates euro, asegurado casi todos Ios dias. «Tipos» de criminales, formas de delin-
peas. Buenos Aires no solo tenia a sus «criminales y crimenes moder- quir, «auxiliares del vicio y del delito»eran reconocidos por los especia-
Sino, también, sus zonas y sus barrios que les servfan de refugio. listas y conocidos por los ciudadanos, quienes podian, asf, defenderse
del delito. Estas detalladas caracterizaciones, que traslucen una cierta
El objetivo de este trabajo es, precisamente, explorar la relaciön confianza en la «regeneraciön» del delincuente, aparegfan siempre
entre espacio urbano, crimen y mundo social. La intenciön es comen- imbricadas con determinadas {reas geogräficas de la ciudad y con Cier-
zar a reconstruir la geograffa del delito urbano a partir de crimenes tos espacios de sociabilidad.
sexuales cometidos contra mujeres, reconstrucci6n que al mismo tiem-
po que dibuja un «mapa geogråfico» pensado como nido esencial del Asf, del mismo modo que el «vicio» y el crimen aparecfan en
delito, arroja luz sobre la relaciön entre sexo, violencia y crimen, expe- intima relacién, Ilegando incluso a confundirse, el delito traz6 su pro-
rimentado y/o pensado por Ios criminölogos y la prensa como habitual en ciertos espacios de sociabilidad y barrios
pia geograffa, fermentado
entre la poblaciön marginal de los sectores populares. de la ciudad. Los despachos de bebidas emplazados en el Paseo deJulio
(a pocos metros de la Plaza de Mayo), Ios cafetines de ciertas calles de
La Boca, los «comercios malolientes» de las inmediaciones de la Plaza
El problema del delito urbano Lorea y del Bajo de Belgrano, eran presa fäcil de la persecucién poli-
cial. Fomentaban el «vicio» —especialmente el alcohol, el juego y la
La idea que tenfan los contemporåneos era la de un aumento de prostituciön clandestina—, propiciaban el delito e incentivaban el cri-
la criminalidad.Los relatos, Ios periödicos y los criminölogos positivistas men. 7 La ausencia de electricidad y la escasa o nula poblaciön en deter-
se encargaban de presentar, de manera casi cotidiana, una sociedad sa- minadas zonas; los huecos que se resistfan a desaparecer en la ciudad,
cudida por una «ola de criminalidad violenta», que convertfa a cual-
quier ciudadano en victima posible de algün tipo de delito. Esta con-
vicciön del «crecimiento de la actividad delictuosa y no en relaci6n al
5
mayor nümero de habitantes, sino en una desproporciön evidente y Lancelotti, M. «La criminalidad en Buenos Aires, 1887-1912. A1 mar-
en de la estadßtica», enRev&ade Criminolog{a, Psiquiat7ÜyMedicina Legal
uenos Aires) Tomo I, 1914, p. 20.
6
Se ha consultado el diario La Prensa a paliir de 1869, La Naci6n a partir
2
Gutman, M., y Th. Reese (eds.). BuenosA ir$ 1910. El imaginariopara una de 1870 y La Raz6n a partir de 1908. Mientras que Ios dos primeros
gran capital. Buenos Aires: Eudeba, 1999.
diarios estaban esenciarmente dirigidos e incorporaban, por gemplo en
3
Para profundizar sobre algunas de las caracterfsticas del control social y sus fotograbados, a las elites o la «alta sociedad», La Raz6n buscaba
de Ia criminalidad en Buenos Aires, las diferencias entre los distintos atraer a lectores de las «clases medias».
Ill tipos de homicidios y la Qespecializaci6n» de los delincuentes durante el
Una visi6n detallada entre espacios de sociabilidad, «vicio» y delito en
periodo comprendido entre 1880-1920, véase Ruibal, Beatriz. Ideologfa
II Gayol, Sandra. Sociabilidaden BuenosA im Hombr$, honory cafés (1862-
del control social, Buenos Aires: CEAL, 1993. Para los aportes especfficos
1910). Buenos Aires: Ediciones del Signo, 2000. Para las descripciones
de Ingenieros y la taxonomfa sobre el crimen y Ios dellncuentes: Terån,
de algunos crimin610gos sobre sitios de la ciudad que atrafan a pederas-
Oscar.JoséIngenierocpemurla nacidn. Buenos Æres: Alianza, 1986.
tas e Invertidos sexules: Salessi,Jorge. Médicos maleantcy maricas. Higie-
4
La Razdn, «Los crfmenes modernos. La facilidad de su ejecuci6n. La ng
justicia burlada. Como se hace un asesinato», 21-1-1909. nosAires:1871•1914). Rosario: Beatriz Viterbo, 1995.

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223
"La maté porque era mfa": los asesinatos de mujeres en la Argentina...
Sandra Gayol

también eran vistos como atractivos para la «mala vida».8 Pero fueron, tulados «pelea mujeril», proponen una imagen risible, derivada de cau-
sin duda, «la tierra del fuego», en Palermo y el barrio de «Las Ranas», sas banales que el chisme se encargé de propagar. Esta mezcla entre el
en las inmediaciones de la quema de basura, quienes se ganaron c6mo- hecho, su representaci61 y su escasa importancia se da siempre en el
damente el primer lugar. En la mira de la policia, que sometfa a sus espacio vacfo dejado pot las instituciones y por los hombres, y que
habitantes a frecuentes razzias, y de las autoridades en general, desper- viene a ocupar la mujer.
taron la curiosidad de los «reporters» de los diarios y brindaron mate-
rial a obras del teatro popular. La insignificante participaciön femenina fue explicada por su
propia debilidad. Frägil y de escasa inteligencia; «su constituciön débil
Ubicados geogräficamente en los extremos, «la tierra del fuego», y su mentalidad timida la alejan del crimen calculado, interesado y
al norte yel barrio de «las Ranas», al sudoeste, las descripciones los enérgico».ll Estos rasgos, unidos a las menores influencias del ambien-
ponen råpidamente en relacién cuando se ha cometido un delito. te —Ilevaban una Vida casera que las protegfa de los peligros de la calle,
tificados de ésce, los comisarios de ambas secciones räpidamente a diferencia de sus hermanos— las hacfan poco convertirse en
intercambian informaci6n y detienen a sus habitantes «sospechosos». criminales. Percibidas como criminales ocasionales y como inofensivas
Integrados al resto de la ciudad, instaurando sus habitantes fluidos para el moderno Estado, cuando cometfan un crimen, como el aborto
contactos con habitantes de otras secciones de la capital; en el imagi- o el infanticidio, por ejemplo, tendfan a ser justificadas por el Estado
nario, sin embargo, siempre se ubican en una lejanfa ffsica que actuaba que las consideraba no culpables. La justicia argentina trataba de .refor-
como frontera demarcatoria entre la buena y la mala Vida, entre la zar una mirada que premiaba Ia defensa femenina del honor y enfatizaba
legalidad y la ilegalidad. Este mecanismo que permitia, entre otras co- en la obligaci6n social de protegerlo; el objetivo final no era la restitu-
sas, exorcizar el peligro, se rompi6 cuando dos nifios encontraron el ciön moral y social de la venganza, sino la defensa de un orden moral
cadåver de una mujer. El barrio de «las ranas y «la tierra del fuego» se necesario para garantizar la estabilidad social y el progreso. Plantean-
convirtieron, a partir de este hallazgo, en Ia prioridad de la policfa, de do problemas morales y no tanto criminales, los comportamientos fe-
la prensa y de la curiosidad popular. meninos difieren o invalidan los casos mås generales habitualmente vin-
culados con la criminalidad. Como sefialaba el censo de la ciudad de
Buenos Aires en 1909:
«Un crimen misterioso»
cen los conventillos, Pueden ser pervertidas por la promiscuidad de
La violencia y criminalidad femenina es poco visible para el
la los vecinos y con facilidad por la despreocupaciön de los padres; pero
historiador. Irrisoria en términos estadfsticos. Desde este punto de vis- en el Peor de los casos, esto no las conduce sino a la Vida libre. mäs
tarde; no las convierte en delincuentes sociales». 13
tay los arrestos representaban un porcentaje que va del 3 al 1896 del
total. 9 También fue nimia en los discursos y en las representaciones de
Ia prensa. Cuando aparece, més que la mujer cruel y asesina, es la
En una palabra: Ias mujeres eran prostitutas y esporådicamenre,
mujer que se agarra de los pelos con su vecina en el patio o en una criminales. Esta lectura moral de las conductas, sin embargo, las hacfa

pieza del conventillo. Trivial; estos comportamientos generalmente ti-

10

Véase: Farge, Arlette. «Proximités pensables et inégalités flagrantes. Paris,


siécle», en Farge, Arlette y Cecile Dauphin (eds.), De la violence et
dofemmz. Paris: Albin Michel, 1997, p. 86.
Sobre los aspectos materiales de la ciudad y sobre la ciudad posterior a
la Gran Aldea pero previa a la s61ida ciudad del centenario: Liernur, Censo General de Poblaci6n, Edificaci6n, Comercio e Industria de la
Jorge. «La ciudad effmera. Consideraciones sobre el aspecto material de ciudad de Buenos Aires. Levantado en 1909. Publicado en Buenos Ai-
Buenos Aires: 1870-1910», en Liernur, J. y G. Silvestri (eds.), El umbral res, Compafifa Sudamericana de Billetes de Banco, 1910, Tomo Ill, p.
416.
delamefr6pli, Transformaciona t&nicasyculturaezlanzdemiznci6ndeBuenc 12
Aires (1870-1930). Buenos Aires: Sudamericana, 1993. Ruggiero, Kristin. «Not Guilty: Abortion and Infanticide in Nineteenth-
9 Guy, Donna J. «Prostitution and Female Criminalit in Buenos Aires, Century Argentina», en Aguirre, Carlos y Ricardo Salvatore (eds.),
1875-1937», enJohnson, Lyman (ed.), TheProblemo Orderin Changing Reconstructing Criminality inLatinAmeHca. Willmington:Jaguar Books on
Latin America, 2000.
Societiß. Essayson CrimeandPoliånginA7gentinaa Lhuguay, 1750-1940. 13
Alburquerque: University of New Mexico Press, 1990. Censo General de Poblaci6n..., p. 417.

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'LLa maté porque era mfa": los asesinatos de mujeres en la Argentina... Sandra Gayol

perder la posibilidad de un «amor feliz» y las ubicaba, al mismo tiempo, recientes, retienen la marginalidad de sus habitantes, los recurrentes
en la difusa frontera entre la moralidad y la in ioralidad, entre la lega- duelos a cuchillo Ia ilegalidad predominante de las präcticas sociales.
Iidad y el crimen. Las mujeres violentadas,i maltratadas y abusadas Sosteniendo sus habitantes «por inercia o por impulsiön una guerra de
sexualmente también se pierden en las estaö'.„sticas.14 Por los espacios duelos individualet con la cuando se encontrö el cadäver,
que frecuenta, por las relaciones que instaura y por el tipo de gente ésta se lanza, en padabras de La Naciön, a la caza de los pobladores.
con que se vincula, la versiön extrema de la mujer inmoral, como era Ia
prostituta, podia profundizar su «cafda» involucråndose en el crimen o Una representi,ciön similar es Ia que impulsa La razzia al barrio de
Ilegar a propiciar su propia muerte. Delfina ilustra bien este itinerario. ranas. Con excepciön de Gabriela de Conii quien «excitada por la
Ias
curiosidad (se dirigiö) a los arrabales de la. ciudad para conocer el ba-
Encontrada en la via pübiica, en las inmediaciones del Congreso rrio de las ranas y la quema de las basuras», expedici6n que la motivö a
de Naciön, semidesnuda y encerrada en una bolsa; cubierta su cabe-
la denunciar, en las päginas de La Prensa, «la espantosa pobreza, miseria y
za «con un montön de pasto seco» que ocultaba, a su vez, «el tiro en Ia suciedad que experimentan familias abandonadas a su suerte» 1B; las crö-
regiön temporal derecha»;15 estos detalles fueron suficientes para atraer nicas resaltan las casillas de lata habitadas por «rufianes y prostitutas,
a la poblacién, para garantizar ia «notable colaboracién popular», como truhanes y que «llevan en la sangre el instinto del crimen
titulö La Naciön y para alimentar los preconceptos de la instituci6n y en los müsculos el dulce cansancio de los haraganes». 20
policial sobre los actores y los lugares en donde se centraba la ilegalidad.
Estas imägenes, casi unänimemente compartidas, dispararon el
El cadåver de una mujer en la via püblica sc310 era posible entre contingente de empleados policiales comisionados para encontrar al
Ios integrantes de la genéricamente llamada «mala vida». Se creia que culpable. La memoria y la imaginaci6n también entraron räpidamente
las mujeres honestas no estaban dispuestas y expuestas, por su propio en acciön. La prensa no se priv6 de recordar el «hombre destripado»
estilo de Vida, a sufrir este tipo de experiencia. «MaIa vida» del asesino, que, en 1898, fue encontrado en la «tierra del fuego»; tampoco olvidö
pero también de la victima; «mala vida» que remitfa en linea directa a el hallazgo de una criatura que, en 1896, hiciera un carrero en la zona
los «bajos fondos sociales». La primera decisiön del comisario responsa- préxima a la quema de las basuras y, sin ocultar su entusiasmo, räpidæ
ble del caso fue, precisamente, pedir a sus colegas de las secciones mente encontrö similitudes con el famoso asesinato de Farbös en Parfs.21
policiales limitrofes, pero también a los «de la tierra del fuego» y el
«barrio de las Ranas», que «enviaran a la mayor brevedad personas cono- Incitando la convicciön de los hacedores de prontuarios, «empe-
cedoras de las mujeres de la mala Vida que pululan por esas secciones». zaron a Ilegar, en caravanas, hombres y mujeres que, atrafdos por el
deseo de conocer el cadåver de la mujer asesinada, accedfan de buena
La existencia del cuartel I de artilleria y la posterior instalaci6n gana a la invitaci6n policial. Eran, en su unanimidad casi, tipos genui-
de los cuarteles del Escuadrön de Seguridad garantizaron un nutrido
contingente de soldados y el råpido afincamiento de mujeres
«cuarteleras». Esta poblaciön, sumada al «malevaje», bastaron para que 1.7

Ibid. , p. 69.
«la tierra del fuego» ganara el calificativo de «uno de Ios andurriales
18
més peligrosos de la ciudad» Las descripciones de «la tierra de fuego», Coni, G. «El Barrio de las Ranas», La Prensa, 7-2-1903.
desde las literarias de Borges —como la rima: hågase a un lao, se 10 ruego, 19
Esta es la pobIaci6n que describe Jules Huret en: DeBuenosA ires al Gran
que soy de la tierra 'el juego'— hasta las reconstrucciones hist6ricas mås
Chaco, Buenos Aires, s/f. Carasy Caretas, agrega a esta poblaci6n perma-
nente a quienes Ilegaban a la quema para separar de la basura algunas
cosas aprovechables. En Carasy Caretas 18-5-1901; también en el n6-
mero de 4-11-1905. PBT, 19-11-1907.
14 Guy, Donna J. «Divorcio y violencia familiar en la Argentina de fines 20
Esta es parte de la descripci6n que haceJuan José de Souza Reilly en
del siglo XIX y comienzos del XX», en Feminaria, xv/28-29, julio 2002.
«Un pueblo misterioso», en Carasy Caretas, 4-11-1905.
15
Las citas sobre este caso, que aparecen entrecomilladas, fueron sacadas 22

de los informes de la policfa y de la cobertura de los diarios La Prensa, Una obra particularmente significativa de los intentos de equiparar a la
capital argentina con las europeas: Looyer, D., Los grandes misterios de la
La Naci6n y La Razdn.
mala Vida en BuenosAi7ß. Comparada con la de lasgrandscapitalseuropus.
16 Scenna, Miguel Angel. «Palermo. Ese confin portefio», en Todo 6 Histo-
Cnadrosdelvicioydelaimen. Öbrapsico•socioldgica. Buenos Aires: Talleres
ria, 36: 67, 1970. Gråficos de Rafael Palumbo, 1911.

226 227
"La maté porque era mia": los asesinatos de mujeres en la Argentina... Sandra Gayol

namente lombrosianos, procedentes del pueblo de las ranas y de la tie- En este mundo al revés, la «parte femenina del malevaje»26 que
rra del fuego». A la «suciedad de sus rostros» y la inconveniencia de sus de testigo, no propici6 una valoraciön positiva de la victima. La
oficiö
maneras, por ejemplo, Ios documentos afiaden que ninguno manifesta- ambientaciön que hacen los cronistas de La Prensa y La Naciön, el
ba capacidad de contenci6n; La Naciön resaltaba estigmas fisicos que, detalle de Ios gestos que realizaban estas tres testigos mujeres y sus
como subrayaban casi unänimemente los criminölogos, acusaban la inflexiones disefiaban «el cuadro telürico» que, por ejemplo Eusebio
degeneraciön que convertfa a todos los presentes en potenciaies crimi- Gömez, considerabn indispensables para investigar un crimen. Los da-
nales. tos que estas mujeres habrfan proporcionado en la indagatoria dieron
pistas también para encontrar al asesino. Buscado en el «barrio de Ias
De entre el montön de gentes maleantes que habfan acudido y ranas», en los «cafet•ines» del Paseo de Julio y de la Plaza Lorea, fue
que esperaban permiso para entrar, los empleados policiales eligieron a finalmente encontraco en la Isla Maciel, otro foco de la "fauna lunfarda»,
tres personajes, que debfan ser de Ia intima relaciön de la extinta. Jua- como se designaba a iOS delincuentes.
na Rebenque, Petrona Nis (a) la china y la negra Elisa dieron identidad
al cadäver: la muerta se llamaba Delfina Pereyra o Francisca Molina o Måximo Iribarri o Erribarri o Rivares (a) Juan el Reo o
el Rengo
Fuentes y era argentina de 28 afios de edad. era también apodado «el loco» pues, segün su propia declaraci6n, en
un tiempo padeciö de arrebatos nerviosos y porque su caräcter no le
La elecci6n de estas tres mujeres no fue por azar. La «tierra de permitfa tener muchos amigos. Sus actitudes, interpretadas como de-
fuego», pero esencialmente el «barrio de las Ranas» eran peligrosos por- latoras de «anomalfas», —tiembla, Ilora, se acurruca y tapa la cara con
que, supuestamente, albergaban a los autores de los crfmenes, por el el cuello del saco, y no deja de renovar el Ilanto cada vez que compare-
morbo latente que irradiaba la estrecha proximidad de los basurales y ce ante los investigadores—y se nutrfan de su herencia familiar y del
por su forma de organizaciön. No solo el barrio habrfa Sido fundado ambiente social en que habfa vivido. Su abuela habia muerto de enaje-
por una mujer, Sino, como afirmaba la policia en 1909, Juana Reben- naciön mental, su padre, Bartolo, fue asesinado el aho 1893 por el
que era su gobernadora.22 La promiscuidad sexual de sus habitantes se amante de la madre y ésta cayö luego bajo el pufial del mismo asesino.
acoplaba con la perturbadora alteraciön de roles sexuales y sociales. Huérfano y sin el resguardo y la seguridad que se consideraba brindaba la
En 1905, Juan José Souza Reilly publica en Caras y Caretas un artfculo familia, habia Sido carbonero, carrero y estibador. Estas ocupaciones, que
que, tanto en su texto como en sus imägenes, condensaba la valora- no estaban ubicadas en la Cima de Ia jerarqufa de las actividades profesio-
ciön predominante sobre el barrio y sus habitantes. Bajo el titulo «Un nales, fueron cambiadas «en los ültimos tiempos para vivir explotando su
Pueblo Misterioso», la pluma de Souza Reilly equipara a sus pobladores rebaöo de mujeres perdidas, entre las cuales ejercfa omnfmodo poder».
con cerdos. Hombres, nifios y mujeres, alrededor de 300 segün el cro-
nista, «se mantienen unidos confraternalmente por la miseria y el vicio, El cafishio, souteneur o rufiän como se denominaba a quienes
el amor y el odio».23 En este «enjambre de gente» —mezclado hasta en vivian de la prostituciön femenina, ejemplificaban el «vicio»; podian ser
los momentos mås intimos, en el que, como hace decir a uno de sus «auxiliares» del delito y también un escalén previo al delito y al crimen.
entrevistados: «los nifios no pueden identificar a sus padres pero tam- Anunciando con su experiencia de Vida su acto criminal, la victima
poco a sus son Ias mujeres quienes ejercen el poder. La imagen también cooperé y fue responsable de su destino. Delfina también cum-
de un montfculo de pantalones simboliza la pérdida de la autoridad mas- plia con todos los estereotipos: casada a los 15 afios, separada luego de
25
culina, pues "los hombres estån perdiendo hasta los pantalones». su marido, se habfa «entregado a la cräpulay cayendo poco después en
las casillas del pueblo de las ranas —viviendo hasta su muerte en la infor-
maciön que da La Prensa—, de donde desapareciera mås tarde —segün La
Naciön—, para figurar entre las asiduas concurrentes de ciertas casas ubi-
2 Para el proceso de conformaci6n y evoluci6n del barrio de las Ranas. cadas en parajes céntricos».
Martin, Luis. Elpueblo de las Ranasy el ban-io. Buenos Aires: Ateneo de
Estudios Hist6ricos de Parque de los Patricios, 1973. Guevara, Celia
«Pobreza y marginaci6n: el barrio de las Ranas, 1887-1917», en Gutman
De los arrabales al centro, anunciando la clåsica figura de la
costurerita que dio aquel mal paso inmortalizada por el tango, la rela-
y Reese, El imaginaria...
23 «Un pueblo misterioso», en Carasy Caretas, 370: 411, 1905.
24
Ibid. 26
Lima, Félix. Entraia de BuenosAirc. Buenos Aires: Solar-Hachette, 1969,
25
Ibid. p. 99.

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"La maté porque era mia't: los asesinatos de mujercs en la Argenti„ea... Sandra Gayol

jaci6n sexual de Delfina incide no solo en su caråcter y, la inclinaciön Experiencia refundante de la personalidad, definitoria de la mo-
al vicio, por ejemplo en su adicci6n al alcohol, sinc en su capacidad ral y sostén de la familia; la funciön social y politica de la sexualidad
amatoria. permitfa trazar la frontera entre comportamientos desviados y correc-
tos, entre ciudadanos peligrosos y buenos para la naci6n, entre el or-
Cambiando de estado civil, de Lugar de residencia y de trabajos, den y del desorden. Asf, Ias funciones del género femenino se encon-
tampoco habria dudado en cambiar asiduamente a sus amantes. Como traban inexorablemente ligadas a la familia y a la naci6n.30
miles de mujeres criollas y extranjeras que se prosti :ufan en las calles de
Buenos Aires, Delfina tampoco trabajaba dentro de Ios prostibulos Los itinerarios påblicos de Delfina que relatan los testigos —mo-
patentados por la Municipalidad y también, comt) la gran mayoria de mentos previos a su muerte habrfa pasado por el Mercado Spinetto;
estas mujeres, era una giranta, pues tenfa sexo con sus clientes en luga- Iuego, tomado el tranvia para descender en la esquina de Belgrano y
res muy variadosy no necesariamente pensados!para ello.27 Su pasiön Colombres; otros sostienen que habrfa descendido en la Plaza Lorea y
por alcohol y la «aficci6n extremada a la guitarra y al canto» se
el hay quienes dicen, también, haberla visto en la proximidad del edificio
acoplaban, negativamente, a su promiscuidad sexual. Del mismo modo del Congreso—, muestran que Delfina, seductora y victima, vivfa en los
que se crefa que la sexualidad podia Ilegar a convertir a Ias mujeres en puntos de articulaciön de varias ciudades y en sus traslados involucraba
criminales y que las alteraciones emocionales y los desequilibrios a diferentes espacios sociales. Este fluido transitar por las calles de la
pasionales estaban en intima relaci6n con las pråcticas sexuales, tam- ciudad, la transhumancia que le permitfa conseguir clientes, era opues-
bién se pensaba que una Vida sexual relajada inscribfa un «destino» en to a los itinerarios de las buenas mujeres: éstas debfan permanecer en el
el cuerpo cuyo final serfa casi indefectiblemente trägico. hogar y realizar sus «deberes patri6ticos y sociales» desde el espacio
doméstico. Los comportamientos desviados de una prostituta como
Asf, ia trayectoria de Vida de Delfina convertfa todo en tan pre- Delfina le impedfan cumplir con sus obligaciones sociales y fomenta-
visible que un solo dato o incluso un indicio hubiese bastado a la insti- ban el desorden social y politico.31
tuci6n policial. Estas predicciones fueron posibles por el rol concedido
a la sexualidad. «Por motivos diversos, no siempre compatibles, la sexua- comportamiento de «el Reo» no era en este sentido demasiado
El
Iidad aparecia como mås conflictiva y menos placentera para las muje- diferente,pues él también daba pruebas de falta de compromiso con sus
res. Rara vez parecfa poder ser vivida sanamente: frigidas o ninföma- actividades sexuales. Era «el tipo acabado del «malevo» de infima catego-
nas, Ias relaciones sexuales causaban en las mujeres innumerables trau- ria y por su aspecto general, asi como por su conducta, recuerda a los
mas, alteraciones psfquicas, neurosis, irritabilidad»28; derivaciones, to- souteneurs de los suburbios parisienses que nos pintan las crönicas nove-
determinaciones) imposibles de disolver. Para las pros- apariencia reforzada por su «caravana de amantes y mujeres
titutas, como Delfina, no habia retorno. En palabras de Gache «la bajo su poder».33
iniciacién sexual tiene en la Vida de la mujer ia importancia de los actos
capitales, marca, por asf decir, el nacimiento de una segunda constitu-
ci6n fisica y moral de cuyo desenvolvimiento y educaci6n dependerå, Los crimenes de la pasi6n
en parte importance, el desarrollo de las demås facultades».29
Las «noticias de policfa», que aparecfan cotidianamente en los
periödicos, mostraban (ron) particular interés en registrar conflictos
privados, en especial aquellos que se constrefiian al circulo «familiar» o

27
Sobre la prostituci6n en Buenos Aires: Guy, Donna J. El sexo peligroso.
Laprostitucidn legal en BuenosA ires, 1875-1955. Buenos Aires: Sudameri-
cana, 1994. 30
28
Guy, Elsaopeligroso....
Nari, Marcela. «Las pråcticas anticonceptivas, la disminuci6n de la nata- 31
Iidad y el debate médico, 1890-1940», en Lobato, M. (ed.), Politica, mé- Sobre la construcci6n de un nuevo ideal de maternidad: Guy, Donna J.
dicosy en/ermedadz. Lecturas dehistoria de la saluden laA rgentina Buenos «La madre cariåosa: the social construction of Mothering in Buenos
Aires, 1880-1921», mimeo, También: Nari, M. «Las pråcticas....
Blblos-UNMDP, 1996, p. 163.
Aires:
32
29
Gache, R. El crimen de Carmen Guichot, en Revista de Criminolog(a, La Nacidn, «EI crimen misterioso», 28-12-1909.
33
PsiquitaHa y Medicina Legal, Buenos Aires, I: 594, 1914. Ibid.

230 231
"La maté porque era mia": los asesinatos de mujeres en la Argentina...
Sandra Gayol

«doméstico». Si estos delitos encontraron en los diarios un lugar asegu- La reactualizaciön del problema del delito urbano, de los conflic-
rado casi todos los dias, fue en las primeras décadas del siglo XX cuan- tos sociales colectivos que actuaban como marco referencial inmediato
do cobraron mayor visibilidad y cuando su legitimidad comienza a ser y de la inquietud por la sexualidad, permitieron que se posicionaran
cuestionada. En efecto, las påginas de La Prensa, La Naciön y La Razön mejor ciertos discursos que, provenientes de algunos especialistas en
publicaron con generosidad estos delitos durante 1909 y 1910. En estos derecho penal y de la prensa, condenaban selectivamente las violencias
afios, los «dramas fntimos» ocuparon la secciön policiales, pero tam- y los crimenes soportadas por muchas mujeres.
bién merecieron reflexiones editoriales. Esta «marea roja», en palabras
de los periödicosj que coincidiö cronolögicamente con el crimen de Los peri6dicos se hicieron räpidamente eco de los asesinatos de
Delfina, desembocö en una «serie trågica de asesinatos de mujeres» mujeres. Presentados con tipos y formas diferentes de letras, los titula-
maltratadas brutalmente por sus cönyuges.34 resbuscaban impactar al lector, al tiempo que insinuaban la postura y
valoraciön que tenfan del suceso. Asf, «EI drama de la calle Uruguay»;
Cobrando particular visibilidad en un contexto de protestas so- «El drama pasional de ayer»; «Dos amantes suicidas»39 eran colocados
ciales muy intensas,35 estos asesinatos propiciaron a su vez el por el periodismo, expeditivamente, dentro de los «dramas fntimos» y
relanzamiento de la idea de un aumento de la criminalidad y el delito. merecian un tratamiento diferente al drama de la muerte de Delfina.
En su estudio sobre la criminalidad en Buenos Aires, Miguel Lancelotti
afirmaba que la «delincuencia en vez de evolucionar de la violencia al El amor, los celos y la pasi6n desenfrenada eran el prélogo de
fraude como era de esperarse merced al mejoramiento de las costum- estas tragedias. Esta secuencia era muy comün en los relatos periodisti-
bres, a la difusi6n de las luces y demis progresos materiales y morales de cos y también habituales en el discurso juridico, incluyendo las senten-
que nos enorgullecemos, ha retrocedido en cambio hacia sus formas cias. ElCödigo Penal contaba con diversas circunstancias atenuantes
més primitivas, hacia el atentado torpe y brutal impropio de nuestra para estos casos y reconocfa en el justo dolor una posible exoneraciön
época».36 Este relanzamiento de la convicciön del aumento, pero tam- de responsabilidad. El justo dolor, que se presume se siente cuando se
bién de la regresi6n en las formas, de la criminalidad en Argentina encuentra o se sospecha que el cényuge comete adulterio, implicaba,
—convicciön que una lectura menos dominada por la coyuntura seria segün el especialista en derecho Carlos Malagarriga, el reconocimiento,
quizås puesta en tela de juicio, a juzgar por la evoluciön que muestran por parte del Estado, del derecho de matar.40 Este cuestionamiento a
las estadfsticas fue contemporåneo, a su vez, de la emergen- matar y a ejercer justicia por mano propia, que Malagarriga expres6 en
cia de un «erotismo discursivo generalizado» el cual, gracias al anarquis- 1910, fue continuado afios después por Eusebio Gomez. En Pasion y
mo, propiciö e hizo osible la emergencia de un discurso mås påblico delito, G6mez proponfa redefinir y limitar la aplicaci6n de la causal de
sobre la sexualidad. la «pasiön» como atenuante y/o eximente de castigo.41 Inquieto porque

34 Sobre la campafia en contra de los asesinatos de mujeres, sus posibles 39


La Nacidn, 6-2-1910; y 26-1-1909.
causas y los resultados de la misma para el caso de Brasil: Besse, Susan
K. «Cnmes of Passion: the Compalgn against Wife Killing in Brazil, Malagarriga, Carlos. Derecho PenalAtgentino» Buenos Aires, 1910; G6mez,
1910-1940», enJournal ofSocial Histoty, 22/4, 1989, pp. 653-666. Eusebio. Pasidnydelito. Buenos Aires, 1917; Ingenieros,José. Tratadodel
amor, Buenos Aires: Losada, 1997. Sobre el Tratado delamorcomo una
35 Entre 1902 y 1910, el accionar de las ideolog{as contestatarias de iz-
requisitoria contra la moral hegem6nica ver Sarlo, Beatriz. El imperio de
quierda y «cuesti6n social» fue particularmente intenso. Sobre este
la
lossentimientos Namaciono de cin-ulacidnpriüica en laA tgentina(19171927)
tema véase: Falc6n, Ricardo. «lzquierdas, régimen politico, cuesti6n étnica Buenos Aires: Catålogos, 1985, p. 79.
A
y cuesti6n social en la Argentina (1890-1912)», en 12 nuario. Segunda
Epoca, Rosario, 1986-1987. Véase C6digo Penal de 1886. El Proyecto de Reforma de 1906 supri-
li
me esta causa de irresponsabilidad, «reduce Ia pena de homicidi0 a
36
Lancelotti, M. «La criminalidad...», p. 27.
prisi6n de tres a seis afios para el c6nyuge, ascendlente o hermano, que
Sobre la evoluci6n de los delitos entre 1880-1910: Ruibal, «ldeologia matare a su c6nyuge, descendiente o hermana, o al c6mplice o a am-
del control » bos, en el acto de sorprender en ilegitimo concåbito y reservando para
Barrancos, Dora.Anarquismo, ducaci6ny costumbrs en laA centina depin- la presencia del justo dolor, todo cuanto ella puede valer segtfin Ias
circunstancias particulares del caso, da a los jueces la facultad de eximir
cipios desiglo. Buenos Aires: Contrapunto, 1990.
de pena seglån las circunstancias particulares del hecho», en Rivarola,
232 233
"La maté porque era mia": los asesinatos de mujeres en la Argentina... Sandra Gayol

esta liberalidad generarfa la desaparici6n del sistema judicial, Gomez corporeizado e invalidaba el ingreso en el «imperio de los sentimien-
alertaba, quizås con exageraciön, pero también con conocimiento de tos». 44 {CEI Reo» solo parece estar movido por un interés pecuniario y
la realidad. En efecto, «en més de la mitad de los casos de agresi6n por momentos ni siquiera se le concede «el simple apetito, una necesi-
ffsica y/ u homicidio existentes en el Archivo General de la Naci6n, dad biolögica» que impulsaba a muchos hombres a tener relacionales
causales como «perturbaci6n», «fuerza irresistible», «irritaciön o rabia» sexuales. Los celos, el rechazo, el desprecio, palabras que aparecfan
eran usados conjuntamente o aisladamente para juzgar y condenar al con recurrencia en Otros crfmenes no fueron usados para conceder
«delincuence».42 El caso de Delfina y «el Reo» no pueden incluirse en alguna racionalidad al homicidio. La conducta del asesino ingres6, sin
estas cifras. En ningün momento, quienes intervinieron desde la justi- dificultad, en la aleatoriedad que, como se sostenia desde el gobierno,
cia o quienes informaban desde las påginas de los diarios, invocaron era tfpica de la violencia popular. Se creia que «el Reo», como la mayo-
estas causales. ria de la gente de su clase, no requerfa un motivo para matar y, como
se pregonaba desde las ultimas décadas del siglo XIX, a él también Ie
Puede presumirse que Delfina y «el Reo» habfan tenido sexo an- daba 10 mismo matar que irse de farra.45
tes del crimen, que habian pernoctado en una «casa habitaci6n» —lugar
donde solfan cometerse muchos crfmenes pasionales—; también se com- Un mujer como Delfina, por otro lado, era incapaz de sentir,
prueba que eran amantes. Incluso, en su primera confesiön, el Reo tener y provocar pasi6n. Citando a Ia mujer criminal y prostituta de
«invoca pretextos de Delfina para abandonarlo» y «una injuria brutal» Lombroso y Ferrero, los especialistas en derecho crefan que «el goce
que ésta le habrfa proferido. Esta estrategia defensiva, idéntica a Ia que siente una mujer en el acto sexual no son posibles sino cuando ella
empleada por los hombres de la ciudad cuando debian explicar a Ia se entrega a un hombre amado. Es feliz, menos por la satisfacci6n ffsica
justicia los motivos de sus actos, explicaciön que anunciaba la «pasiön que experimenta, que por el placer de hacer feliz a ese hombre, y de
irrefrenable», no eximi6 a «el Reo» de responsabilidad. La pregunta es sentir, c6mo vienen a ella, bajo sus besos, el fuego y la intensidad de su
por qué. O para reformularla de otro modo: ipor qué pensar que dos amor».
marginales, representados a partir de los prejuicios sefialados Ifneas
arriba, podian moverse por el impetu de una pasi6n, impetu que si bien La felicidad, provista por el amor, descansaba también en el hoe
destruye conserva algo de loable?.43 nor, definido a partir de cierta Performance en la esfera püblica y de
ciertos valores. Entre las exigencias del honor se encontraban la virgi-
Los delitos pasionales anidan en el amor, que, obviamente, s610 nidad y la fidelidad de las mujeres y la supervisiön de los hombres de
era concebido dentro del matrimonio. Sentimiento noble y altruista, los comportamientos sexuales de sus mujeres.46 Esta nociön vigente de
hay quienes incluso hablaban de una ola de amor romåntico. El amor honor sexual movilizaba y explicaba muchos comportamientos que
presupone desinterés y, en palabras de Eusebio Gomez, «un sentido culminaban en el asesinato de mujeres. Delfina y «el Reo» con sus
moral casi perfecto», dificiles de encontrar en una prostituta y un ru- inmoralidades reiteradas habfan perdido completamente su honor.
fiån. La prostituciön no tenia retorno, representaba un estigma moral

Pero también la indisciplina sexual de Delfina resultaba diffcil de


comprender desde la perspectiva de la estética. Segün los relatos, ha-
C6digo de 1921 es el que
Rodolfo. Proyecto deReforma al Cddigo Penal. El
incorpora la propuestade reforma de 1906. Véase: Soler, Sebastian.
Derecho PenalÆgentino, Buenos Aires, 1992, Tomo m, pp. 49-74.
44
42 Ruggiero, Kristin. «Passion, Perversity, ant the Pace of Justice in Argen- Sobre los ideales y representaci6n del amor en la novela semanal de los
tina at theturn of the Last Century», en Salvatore, Ricardo, Carlos afios 1920, ver Sarlo, El imperio delossentimientos
Aguirre y Gilbert Joseph (eds.), Crimeand Punishment in Latin America.
Sobre la convicci6n de la aleatoriedad e irracionalidad de las violencias
Law, and Society since Late Colonial Times. Durham and London: Duke
populares pregonadas por las elites: Gayol, Sandra. «Elogio,
University Press, 2001, p. 215.
deslegitimaci6n y estéticas de las violencias urbanas: Buenos Aires, 1880-
43 EI fiscal consider6 que «existe en contra del procesado la agravante del 1920», en Gayol, Sandra y Gabriel Kessler (eds.), Violencias, delitosyjusti-
inciso4 del art. 84 del C6digo Penal, esto es, la de premeditaci6n del cias enA rgentina. Buenos Aires: Manantial-UNGS, 2002.
crimen y que no media a su favor ninguna atenuante, por 10 cual pide se 46
Sobre el papel del honor entre los hombres populares: Gayol, Sociabi-
a lique la pena de 20 afios de presidio», 29 de abrfl de 1910. AGN.
IidadenBuenosAim...
/n'bU1al Criminal.

234 235
"La maté porque era mia": los asesinatos de mujeres en la Argentina...
Sandra Gayol

bria Sido «muy fea». En un momento La Naciön se pregunta icömo es


posible que «el Reo» se condene a prisiön por una mujer como ésta? En
rio La Razön, eran «uno de los Cantos episodios de la mala Vida en Bue-
estos «personajes que abusan ya del derecho de ser feos»,47 la pasiön
nos Aires». Se establecfa una fusiön entre violencia y sexo, entre violen-
cia e interacciön social. ESi justamente, el hecho de ser pensada como
actüa como causa ocasional inmediata, es el corolario de Ia ausencia de
inherente y consustancial a la dinåmica de las interacciones cotidianas
educaciön y no la preparaciön y el estado afectivo que requiere la exal-
entre las clases bajas, 10 que permitia la fusiön entre el sexo, la violencia
taci6n pasional. y la criminalidad.5i

Son todas estas variables conjugadas las que impiden el uso del
atenuante o eximente de las causales mencionadas, variables que bo-
Consideraciones finales
rran a su vez toda alusiön al maltrato y violencia que precedieron al
asesinato. Delfina, antes de morir, fue «castigada severamente por el
reo». La confirmaciön de varios testigos de que «el Reo reprendfa y Las mültiples transformaciones que afectaron a la ciudad de Bue-
maltrataba a Delfina», «de que por los ademanes que hacfa se nota que nos Aires, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, despertaron
discutfan», unidas a las contusiones que presentaba el cuerpo, no mere- un entusiasmo indisimulado entre muchos de los mentores del proyec-
cieron ningün comentario en Ia extensa cobertura periodfstica. Los to modernizador y al mismo tiempo, propiciaron revisiones criticas que
golpes que recibiö fueron complecamente ignorados por los diarios, alertaban sobre las limitaciones de esa misma modernidad. El delito
pero tampoco parecen haber integrado el universo de referencia de las jug6 un rol central en estas aproximaciones y configurö las representa-
voces que condenaban las violencias hacia las mujeres. El diario La ciones dominantes sobre el proceso iniciado a partir de 1880.
Naciön, por ejemplo, mientras transcribfa la declaraci6n que las testi-
gos dieron a la policia, editorizalizaba en contra de los «maltratos bru- Si, por un lado, la convicciön de un aumento incesante del deli-
tales» y de los «atentados execrables» recibidos por mujeres. Este mal- to era usada para denunciar los limites de la modernidad, por el otro
trato no era universalmente cuestionado, sino que dependfa de las ac- lado, las formas y los modos de cometer la ilegalidad eran Ia prueba
titudes y comportamientos de Ias vfctimas. mås tangible de esa misma modernidad. Los «crfmenes modernos», que
con tanto esmero los diarios registraban, permitfan a los habitantes
La violencia que preocupaba a la prensa, a algunos jueces y defenderse del delito, pero, también, sentirse parte de una comunidad
crimin610gos era la ejercida contra «esas pobres mujeres inocentes, por mäs amplia, Ia de los paises civilizados. Buenos Aires, como las grandes
10 general, de toda culpa en la irritabilidad de los hombres que las capitales europeas, también tenfa sus «bajos fondos», con sus crimina-
acacaban.48 Iban ganando espacio y visibilidad voces severamente criti- les y sus crfmenes. Los habitantes de «el barrio de las ranas» y los de «la

cas a gla crueldad aplicada a la esposa que, por causa de malos trata- tierra del fuego» eran Ios apaches argentinos, que reconfirmaban, al
mientos repetidos hasta el exceso, se habia separado del marido yendo mismo tiempo, los preconceptos que sobre los pobres tenia Ia policia,
a vivir con su hija».49 Entre la poblaci6n marginal, la violencia fisica la justicia y la prensa del periodo. «Vicio, crimen y marginalidad social»

ejercida sobre el cuerpo y la agresi6n verbal eran pensadas como inhe- —asociada a una marginalidad geogråfica mäs imaginaria que se
rentes a la dinåmica de las relaciones cotidianas.50 En palabras del dia- confundfan muy räpidamente y merecfan ser juzgados desde el punto
de vista penal y/o social con criterios esencialmente morales.

La Nacidtz, «EI fardo misterioso», 8-1-1910.


48
La Naci6n, «Los asesinos de mujeres. Dos atentados execrables», 7-2-
1910,
una Vida mås digna. Por ejemplo, véase: Garcfa Velloso, Enrique. En el
49
«Drama Sangriento», en La Naci6ns 20-4-1910. barrio de lasRanas, Buenos Aires: La Escena, 1921.
51
50
La literatura se inscribe en este mismo registro, pero los personajes no Una visi6n similar para el caso de México: Piccato, P. «EI chalequero or
dejan de juzgar los maltratos que reciben y que ven sufrir a otros como Jack de Ripper: The Meanings of Sexual Violence in Turn-of-the-century
actos bårbaros. En Ias obras, el papel de la fuerza y del uso de la violen- Mexico City», en Hispanic American Historical Review, 81, 2001, pp. 34,
cia es complejo, causa de sufrimiento y de dolor, pero también de ad- 2001.Para el caso de Londres, en que estas pråcticas se asociaban con
miraci6n y seducci6n; es un cotidiano con algunas salidas, con fisuras las clases altas: Walkowitz, Judith. La ciudad de laspasionc terriblß. Narra-
que permrten al menos pensar en Ia posibilidad de pensar (hipotetizar) ciono sobrepeligro secual en d Londrc victoriano. Valencia: Cåtedra, 1995.

236
237
"La maté porque era mia": los asesinatos de mujeres en la Argentina...

Las modernas categorfas aportadas por la criminologia y el saber Violencia en la pareja: nuevo milenio,
médico no siempre fueron, en realidad muy ocasionalmente, utilizadas
para explicar la violencia, el crimen sexual y las relaciones de género. antiguos pesares
La apelaciön a la pasi6n y el rol atribuido al honor en muchos asesina-
tos de mujeres fueron tenidos muy en cuenta por el discurso y la präxis
judicial, consideraci6n que reclamaba encuadrarse en relaciones afectivas
permanentes. El papel del honor y la apelacién a la pasi6n no solamen- Ana Tallada Iglesia
te muestran el poder para enjuiciar, ejercido por los criterios morales,
INCAFAM,
sino también, cömo, a partir de esos mismos criterios, se colocaba por
«afuera» a una vasta comunidad de individuos, quienes se vefan, asf,
privados de causales atenuantes o eximentes de castigo penal. La rela-
Introducci6nr
jaciön sexual de mujeres y de hombres colocaba a sus practicantes al
margen, no solo de las categorizaciones modernas, sino también de
aquellas que podrfan percibirse como tradicionales. Del mismo modo En los ültimos afios el tema de la violencia contra la mujer ha
que entre la poblaciön marginal la versién positiva de la pasiön era suscitado gran interés. Podemos afirmar ques tanto a nivel internacio-
impensable, también era esperable y sobre todo indiferenciable, la vio- nal como en el {mbito nacional, se ha posicionado en la agenda pübli-
lenciaverbal y la violencia ffsica en las interacciones diarias. Integran- ca, tanto de los gobiernos como de la sociedad en su conjunto. Una

do un continuum, definfan el cotidiano esperable y «normal» de Ios mirada retrospectiva nos permite afirmar que en los ültimos veinte
integrantes mis desfavorecidos de los sectores populares.
anos se han dado avances significativos en el marco normativo a nivel
internacional y nacional y en la provisiön de (algunos) recursos
institucionales para atender sus efectos.

A esta visibilidad y respuesta han contribuido Ios muchos estu-


dios que han abordado la importante problemåtica, pero ha prevaleci-
do la perspectiva juridica y por tanto, la büsqueda de soluciones en esa
linea. Asimismo, se ha puesto atenciön prioritaria en la persona agra-
viada. Por nuestra parte, consideramos que resulta fundamental pro-
fundizar en las perspectivas psic016gica y sociologica del problema, en
la medida que éstas aportan valiosos datos sobre las causas y los efectos
de la violencia sobre las mujeres.

Desenredar los hilos que permitan conocer los factores de este


tipo de violencia es un verdadero desaffo. Conscientes de esta comple-
jidad, hace unos anos se realizö un estudio desde un enfoque
multidisciplinario, en el que se resaltaron algunos factores asociados a
la violencia contra la mujer en la relaci6n de pareja en diferentes regio-
nes del pais (Piura, Tarapoto, Lima) para identificar en 10 posible, Cier-
tassemejanzas y diferencias.

La violencia contra las mujeres en la relaciön de pareja es una de


lasevidencias mäs notables de las relaciones asimétricas de género que
se dan todavfa en nuestra sociedad. Esta relaci6n de poder que en

Se agradece la colaboraci6n de Silvia Samamé M. en la preparaci6n de


este articulo.

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