Arqueología en Casa Rosada
Arqueología en Casa Rosada
Daniel Schávelzon
Francisco Girelli
Maximiliano Martinez Alvarez
Schávelzon, Daniel
Arqueología de rescate en Casa Rosada : del Palacio de los
Virreyes a la Casa de Gobierno Nacional (1594-1884) / Daniel
Schávelzon; Francisco Girelli; Maximiliano Martinez Alvarez. - 1a
ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Centro de Arqueología
Urbana, 2019.
54 p. ; il. ; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-86-2527-0
ISBN: 978-987-86-2527-0
Índice
Agradecimientos 7
Antecedentes 9
Del Fuerte de San Miguel a la Casa de Gobierno Nacional 13
Las estructuras descubiertas: descripción e identificación 27
Estructura A 27
Estructura B 33
Estructuras C y D 35
Ubicación e identificación de los restos remanentes 39
Sobre el origen del nombre “Casa Rosada” 49
Conclusiones 51
Bibliografía 53
Figura 1. Fuerte de Buenos Aires visto desde el rio en una acuarela de Emeric
Essex Vidal de principios de siglo XIX (Fuente: Vidal, 1820: 17).
Agradecimientos
Este estudio es fruto de un trabajo de rescate realizado en muy pocos
días, que dio como resultado una evidencia material del trazado original de
la ciudad por Juan de Garay en 1580. Eso se logró gracias a muchas
personas a quienes agradecemos. Pero primero, nuestra deuda con la
Dirección de Planificación Estratégica de la Secretaría General de la
Presidencia, a través de la arquitecta Marité Berdasco y la Oficina Técnica
de la Dirección de Obra de FADU-UBA. Todo sucedió al iniciarse trabajos
de excavación dentro de la Casa de Gobierno para hacer una caja vertical
para dos ascensores. Dado que había sido prevista la posibilidad de
encontrar restos de época precedente, y que se detectó la presencia de
materiales culturales en los rellenos que se estaban abriendo, se hizo una
primera consulta en junio de 2018 que fue atendida por la Dra. Ana Igareta.
Le agradecemos especialmente a Matías Hernández y a todo el personal
de la obra, en especial al equipo de Seguridad e Higiene, que dieron todo de
su parte para hacer posible el trabajo en un lugar que realmente no estaba
pensado para la arqueología. La restauración de los objetos fue hecha por
Patricia Frazzi.
7
Antecedentes
La imagen del ya desaparecido fuerte de Buenos Aires es omnipresente
en cualquier vista o historia de la ciudad, y cualquier libro escolar o el
imaginario: hubo decenas de ilustraciones y aun se asocia la Casa Rosada,
sede del poder presidencial, con ese antiguo edificio español que también lo
era. Pero para quien quiera ver algo lo único es un fragmento de muro cuya
autenticidad es relativa. Y eso es parte de la historia del edificio.
Han habido algunos hallazgos con el tiempo al excavar el lugar en que
estuvo el antiguo Fuerte, pero fueron encuentros casuales: en 1937 al
hacerse obras de instalaciones sanitarias en la esquina de Hipólito Yrigoyen
y Paseo Colón (Rusconi, 1937; 1956); al demolerse el ala sur de la Casa de
Gobierno en 1938 (Cúneo, 1938); lo que se repitió en 1942 y en 1970. Vale
mencionar también los hallazgos ocurridos en 1905 mientras se efectuaban
obras en el Patio de las Palmeras, donde los operarios alarmaron a las
autoridades sobre la aparición de un conjunto de piedras arrojadizas,
morteros y restos arqueofaunísticos asociados a una posible ocupación
prehispánica. El caso fue intervenido por Amborsetti y otros especialistas,
pero no se estableció vínculo alguno con el Fuerte (Schávelzon y Girelli,
2019).
Unos muros atribuidos a ser un bastión y un par de troneras del Fuerte
se pueden observar dentro del Museo de la Casa de Gobierno aunque no
hay información sobre su estructura o forma original (Figura 3). Presenta
dos problemas: por un lado fueron alterados -o al menos completados- al
inaugurarse el museo el 12 de octubre de 1957 dentro de la Aduana Taylor
(Anónimo, 1957a; 1957b), y por otro, no terminan de coincidir con el
bastión sureste, con el que deberían hacerlo, ya que quedarían en la parte
baja y sobre las toscas del río donde no hay información de que hubieran
existido troneras. Las hubo pero estaban en la parte alta de la barranca, de
otra forma es absurda su existencia.
Carlos Rusconi, el observador meticuloso de cuanto agujero había en la
ciudad, fue el primero en notar que había algo interesante en un pozo de
obras sanitarias en Yrigoyen y Paseo Colón (Figura 4). Lo describió en
artículos de prensa y en textos más extendidos, llamando la atención para
9
que años más tarde fuese conservado. En uno de sus artículos definió que
ese ángulo era del Fuerte, a diferencia de las demás estructuras que había
en su alrededor, en especial las que otros trabajos pusieron en evidencia en
1942 y que eran parte de la Aduana Taylor. Si bien hubo confusiones de a
qué sector de cada edificio pertenecía cada hallazgo1, era evidente la mayor
antigüedad de esa parte triangular. Incluso las contradicciones que encontró
y destacó eran válidas: que la pared del fuerte (“la antigua cortina”) hacia el
río, era oblicua como lo muestran todos los cuadros de época, mientras que
este muro es vertical, pero como los ladrillos están cubiertos por cemento
resulta imposible comprenderlo. A su lado, hacia el sur, hay otra tronera o
al menos un agujero de gran tamaño en el muro, pero a la inversa no ha
sido reconstruida y su estado de deterioro no permite hacerla comprensible.
No podemos dejar de decir que es posible que ninguna de ambas fuese lo
que se le adjudica, sino tan sólo parte del bastión antiguo con grandes
deterioros, que en 1957 fue aprovechado para reconstruir uno de esos
huecos como si fuese para un cañón –el que se puso allí- con fines
meramente didácticos.
1
La Prensa, 31 de marzo de 1942, Buenos Aires (nota de Mario Buschiazzo).
10
Figura 4. Primera publicación sobre restos del fuerte, hecha por Carlos Rusconi en
1937. Pese a la complejidad de la representación muestra la tronera que se exhibe
en el Museo de la Casa Rosada y la diferencia de los relictos posteriores.
11
Del Fuerte de San Miguel a la Casa de Gobierno Nacional
13
Garay, en el repartimiento original de solares de 1580 había decidido
ubicarlo en el lugar en que hoy está la Casa Rosada, sobre la antigua
barranca hacia el río, que era el único sitio desde el cual que se podía
proteger una aldea pequeña contra los peligros que únicamente podrían
llegar de ultramar (Figuras 6 a 9). Fue una ubicación lógica en ese
momento, central, en el punto más elevado, y en función del trazado
planeado para la ciudad. Es cierto, como se alegó, que los disparos de los
cañones no llegaban hasta el puerto –el Riachuelo en ese momento-, pero
Garay y sus sucesores lo pensaron para proteger la aldea y sus alrededores
inmediatos, ni siquiera imaginaron una ciudadela amurallada. Con los años
y una mirada más estratégica e ingenieril se discutiría si el mejor lugar era
ese o el llamado Fuerte de San Sebastián (Av. Quintana y Libertad actuales,
obra que comenzó y se frustró), o el alto de San Pedro (San Telmo), o la
entrada al Riachuelo donde efectivamente se hizo un pequeño fortín
sencillo que se quemó y luego quedó inutilizado por el cambio de la boca
del río (Figura 5). Y por supuesto cuando la ciudad creció, el fuerte se hizo
inútil por muchas razones, y efectivamente nunca se disparó una bala desde
sus cañones.
14
El gobernador Hernando de Zárate en 1594 fue el primero en instalar
una guarnición militar en la ciudad y hacer obras elementales para alojarlas,
las que cinco años más tarde eran descritas como “un gran cuadrado con
tapias con un terraplén sobre la barranca” (De Paula, 1990: 392). Ese sería
el inicio de la construcción. Las cosas cambiaron cuando asumió
Hernandarias en 1602 quien entendiendo su importancia inició trabajos de
reconstrucción de lo poco existente y agregó lo que le fue posible; seis años
después aun seguían las obras aunque ya estaba techado con tejas y ya no
ramas. Pero poco debió ser lo edificado ya que su sucesor, en 1610, tuvo
que volver a reedificarlo diciendo además que la artillería estaba dispersa
sin lugar fijo donde ubicarla y que tuvo que rehacer el terraplén hacia el río,
lo que una vez más demuestra lo provisorio de lo que había.
Es evidente que esta situación continuaba porque el Cabildo en 1616
nombró al primer constructor estable, Bathio de Filicaia, para el
mantenimiento del Fuerte y la casa del gobernador, en lugar de estar
rehaciendo una y otra vez. Pero las cosas no cambiaban demasiado ya que
después el gobernador Céspedes describiría el sitio en 1626 como “tapias
de tierra muerta, la mayor parte caídas” (De Paula, 1990: 363). Un dibujo
de la ciudad hecho por el holandés Vingboons dos años más tarde muestra
una empalizada de madera y un único bastión circular u ovalado, quizás
origen de la torre que otros grabados mostraron más tarde y que luego
desapareció. Acarette du Biscay, viajero francés que visitó la ciudad a
mediados de siglo XVII, lo describía así:
[la ciudad] tiene un fortín de tierra, circundado por un foso,
que domina el río, y tiene diez cañones de hierro, el mayor
de los cuales es de a doce. Allí reside el Gobernador, que no
tiene sino ciento cincuenta hombres de guarnición, los cuales
están formados en tres compañías comandadas por tres
capitanes, a los que nombra a voluntad. (Acarette du Biscay,
1943: 42)
15
lo anterior había sido desidia, inoperancia o corrupción es imposible
saberlo, pero todo cambiaría de muchas formas, incluso con el hecho que el
Fuerte tomaría su primer nombre: San Baltasar de Austria. De inmediato
encargó la construcción de una estructura cuadrada de unos 40 metros de
lado con cuatro baluartes y un foso. Para eso organizó 500 hombres y logró
traer de las Misiones a 150 guaraníes, lo que para la ciudad era una
cantidad de gente imposible de imaginar; menos aun darles de comer y de
dormir. Parecería que la obra no se completó, pero el cambio fue notable en
una generación. De todas formas sigue siendo intrigante la falta crónica de
datos sobre la casa del propio gobernador y las demás dependencias del
estado, las que sin duda eran más modestas de lo que es posible imaginar.
En el año 1663 hubo novedades: fue la llegada del nuevo gobernador,
José Martínez de Salazar quien le daría la forma definitiva a toda la
estructura, incluyendo el cambio de nombre a Castillo de San Miguel.
Comenzó con todo rigor planteando que lo hecho hasta el momento era
poco y acusando a sus predecesores de gastos inútiles:
El que llamaban fuerte sólo lo era de nombre, y en el dibujo
de un papel iluminado que (…) se había remitido (…), en
que se semejaba a los catillos de Amberes o Milán (…),
porque nada de lo que significaba había. (De Paula, 1990:
364)
Con esa idea inició la obra de un nuevo edificio, de 130 por 170 metros,
en el que se conservó sólo un baluarte y un tramo de muralla anterior,
mantuvo la falsa escuadra es decir la orientación de unos 12 grados al
norte, hizo dos hornos de cal, fabricó ladrillos y tejas, estableció talleres de
herrería y carpintería, excavó el foso, colocó troneras y garitas en cada
esquina y la parte superior fue hecha de cal y piedra, o al menos algunos
sectores. Fue la base del fuerte que vimos en los grabados de la época de la
independencia y de las invasiones inglesas. Obviamente no pudo terminar
de hacer toda esa construcción, pero su continuador siguió el mismo
proyecto tratando de recubrirlo de piedra. Siempre la falta de ese material
era un problema en Buenos Aires.
16
Pasarían varios años y en 1701 llegó Joseph Bermúdez de Castro quien
sería el que más conocido se haría para la historia del Fuerte por la mucha
difusión que tuvieron sus planos, pese a que poco concretó de ellos; llegó
con un nuevo gobernador y 400 soldados a los que había que darle
alojamiento. Pero Bermúdez y su superior se enfrascaron en una larga
polémica sobre la mejor ubicación para el fuerte, al que consideraban
inoperante –y sí lo era por cierto-, insistiendo en colocarlo en el Riachuelo
donde se construyó un torreón fortificado, y volviendo al tema de fortificar
San Sebastián y San Pedro, donde efectivamente construyeron defensas. Y
para eso mandó traer indios Tapes en 1704. Y si bien hizo dos planos de lo
que debería hacerse en el fuerte, en 1708 y 1713 (Figura 8), parecería que
sólo concretó una nueva Capilla Mayor que medio siglo más tarde aun la
estaba construyendo Carlos Cabrer (De Paula et al, 2006: 62).
Cuatro años después, en 1717, llegó Bruno Mauricio de Zabala, quien
era brigadier general y por ende un militar entrenado, quien sí pudo evaluar
desde su profesión tanto lo hecho como lo por hacer. Aceptó el proyecto de
Bermúdez y le encargó hacer las obras junto a Domingo Petrarca. Entre
ambos hicieron una modificación a gran escala, completaron los faltantes,
le agregaron un nuevo piso a las Cajas Reales y a una Sala de Armas. Es
decir, que actuaron sobre el Palacio dándole la forma que conocemos por
los planos aunque aun no completa con sus tres patios (Figura 10). Otro
cambio que duró hasta el final lo introdujo en 1751 Diego Cardoso y del
Espino, quien hizo lo que llamaba el “Palacio Nuevo” y cuya obra llevó a
cabo Pedro Preciado. Pero nada sería sencillo ya que el uso de materiales
poco nobles produjo fisuras en el Patio de Armas, con lo que se contrató a
Antonio Masella y a otros conocidos especialistas para arreglarlo mediante
contrafuertes que sostuvieran el primer piso. Para ese momento ya había
cien personas trabajando en los talleres de maestranza.
17
Figura 6. Relevamiento del Fuerte en 1692, hecho para las obras de Domingo
Petrarca y Pedro de Zabala, donde el Palacio no figura (Fuente: Archivo General
de Indias).
18
Figura 7. Detalle de un plano de Bellin de 1756, indicando de manera idealizada:
A) Casa del Gobernador sin sus patios, B) Casa de la guardia y C) Capilla.
Figura 8. Detalle del plano de José Bermúdez de 1713 en que se ve el Fuerte con
su el proyecto de modificaciones, y un patio cerrando las estructuras preexistentes
para darle forma al Palacio del Gobernador (Fuente: Archivo General de Indias).
19
Figura 9. Detalle del fuerte y su ubicación en la barranca en un plano de
1738 (Fuente: Museo del Banco Nación)
Figura 10. Plano del Fuerte hacia el año 1800 con su forma definitiva. Se observa
el Palacio en el centro, tras las reformas del siglo XVIII. (Fuente: AGN)
20
En 1776 se creó el Virreinato del Rio de la Plata y por lo tanto el palacio
pasó a ser sede de un virrey, lo que implicaba una categoría mayor que la
de un gobernador. Eso produjo que llegaran ingenieros y expertos, y las
teorías de Vauban de cómo debían ser las fortificaciones; pero las guerras
de España impedían toda gran obra. El Palacio estaba cada vez más exigido
de comodidades y oficinas pero poco se podía hacer. Al proyecto de
Bermúdez y Petrarca de hacía tantos años, lo continuaron Joaquín Miró y
Joaquín Marín (De Paula et al, 2006: 156). En 1785 Juan F. de Aguirre
decía del edificio en su interior que aun “no corresponde a la idea de un
Palacio”. Pese a eso Francisco García Carrasco lo haría todo de dos pisos
para que las habitaciones del virrey estuvieran arriba y abajo las oficinas,
puso un balcón limeño, un “salón del dosel”, una nueva capilla real,
oficinas, se cerrarían los patios y, novedad absoluta en la ciudad: sería el
primer edificio de azotea. Quizás ahí el Palacio fue lo más parecido a lo que
debería ser, y es el que vemos en la iconografía de principios de siglo XIX
(Figuras 1, 2, 11 y 12).
Con la independencia y tras un corto papel en las invasiones inglesas fue
cayendo en desuso: primero se demolió la capilla en 1810, luego se hizo el
arco de entrada en 1822, cinco años después se cegó el foso que era un foco
de infección producto del mercado que funcionaba su lado. Luego la
aduana dejó de funcionar allí dentro al hacerse en 1856-57 la llamada
aduana de Edward Taylor, en la parte del fuerte que daba hacia el río y
apoyándose en la cortina o muro defensivo mayor, la que dejó de tener
sentido de existir (Figuras 16 y 17). Cambiaba la imagen de la ciudad:
debía verse como un emporio del comercio y no como un lugar
militarizado, ya no había de quién defenderse.
Para que el gobierno nacional pudiera funcionar allí se demolieron los
baluartes y muralla a mediados de la década de 1850 (Figura 13) y se le
encargó un proyecto de remodelación a Prilidiano Pueyrredón, quien
completó el piso superior en todo el edificio homogenizando estilos
(Buschiazzo y Pando, 1965). En 1867 hubo un incendio por lo cual le
encargaron rehacer el Palacio a Nicolás Canale quien le dio su forma
definitiva y es la que vemos en las ultimas fotografías (Figuras 14 y 15). El
edificio fue totalmente reformado, los espacios y su distribución fueron
21
adaptados a los usos de la época, y las fachadas se reformaron por completo
en estilo italianizante. El acceso principal, que antiguamente se ubicaba
frente a la plaza 25 de Mayo (actual calle Balcarce), fue trasladado al frente
norte (actual calle Rivadavia) con un pórtico saliente que funcionaba como
un vestíbulo semicubierto.
La construcción de la nueva Casa de Correos que se inició en 1873 y
luego el edificio simétrico a aquel hecho en 1881 dejarían oculto por
completo al Palacio desde la plaza. Sería el inicio de la nueva época de
planear construcciones a nuevo, encimadas a las antiguas que eran
simplemente derruidas, proceso que culminaría con las obras de Francesco
Tamburini para unir ambos edificios en la nueva Casa de Gobierno
(Buschiazzo y Pando, 1965; Gutiérrez, 2004: 131-132).
Figura 11. Daguerrotipo del Fuerte y el Palacio de Gobierno en 1852, aún está el
foso, los edificios bajos de la tropa y el balcón de la esquina del Palacio (Fuente:
AGN – Archivo Witcomb).
22
Figura 12. Vista del Fuerte desde la Plaza 25 de mayo en una acuarela anónima de
1855
Figura 13. Foto de 1857 durante la demolición del muro exterior del Fuerte, atrás
se ve parte del deteriorado Palacio de los Virreyes (Fuente: AGN).
23
Figura 14. Foto de Christiano Junior de 1876 que muestra el Palacio del Virrey
transformado en Palacio de Gobierno; detrás se ha terminado el Correo (Fuente:
Fototeca Biblioteca Nacional).
Figura 15. Última remodelación del Palacio con el primer piso completo en estilo
italianizante sumando las obras de Nicolás Canale y Prilidiano Pueyrredón, visto
desde el norte (Dibujo: archivo del IAA).
24
Figura 16. Plano del Palacio destinado en su totalidad a la Aduana Nueva que en
ese momento terminaba de construirse, el Fuerte ya había sido demolido en su
totalidad. Relevamiento de Pedro Beare en su catastro de 1860 (Fuente: Museo de
la Ciudad).
25
Figura 17. Plano de 1867 con el Palacio de Gobierno separado de la Aduana
Taylor; los patios ya habían sido modificados (Fuente: Biblioteca Nacional de
Francia).
26
Las estructuras descubiertas: descripción e identificación
Estructura A
2
La proporción de cal y ladrillos hallada contradice todo lo escrito sobre las
primitivas construcciones de Buenos Aires. El uso de la cal en este cimiento
permite inferir que no fue un material escaso hacia finales de siglo XVII como
propone la historiografía. Este caso se condice con los hallazgos en el atrio de la
iglesia San Ignacio en 2012 del primitivo cimiento del portal de acceso lateral al
colegio de los jesuitas.
27
Figura 18. Caja de los ascensores y relevamiento de las estructuras subyacentes, se
hace patente el desfasaje del norte magnético y el norte real, modificado en 1608
(Dibujo: F. Girelli).
28
aun en 1792 se seguían haciendo planos “corregidos” como el conocido de
Manuel de Ozores, para confirmar este tema.
El basamento seguramente sostuvo un muro del que nada ha quedado, y
los perfiles visibles indican que su destrucción fue producto de las obras del
arquitecto Francisco Tamburini hechas entre 1882 y 1899. Esto lo basamos
en que un caño de agua de la antigua instalación cloacal pasa por encima
del basamento, a unos 60 cm hacia arriba, y que los rellenos estratigráficos
coinciden con los de esa época (Figura 20). No queda claro por qué no
quedaron marcas de la pared que el cimiento portaba encima, aun cuando
fuera destruido, ya que si era de cal debió dejar marcas. Otra posibilidad es
que si las juntas del muro eran de barro y sólo se usó cal para el cimiento,
lo que es bastante lógico de suponer, la limpieza de la superficie hecha por
los encargados de la obra borró toda traza de ella.
29
Figura 20. Basamento de muro en forma de L de 1,60 metros de ancho, hecho de
fragmentos de ladrillos unidos con cal. Es posible que el muro superior haya sido
destruido al pasar el caño de hierro que se ve encima, hacia 1884 o poco después.
30
Figura 21. Piso original del edificio hecho de baldosas cuadradas puestas en
diagonal en relación al cimiento y su muro superior (a la derecha de la línea roja).
31
El análisis del mortero del cimiento permite decir que la cal empleada
provenía de calera de conchilla (¿del Paraná?), mezclada con arena (se
observó la presencia canto rodado de menos de un milímetro), restos de
huesos de 4 mm promedio, y polvo de ladrillo o teja molida (Figura 23). Es
decir, se trata de un mortero de cal de buena calidad, homogéneo y
resistente.
32
niveles superiores, como cambios de pisos y colocación de varios caños de
de hierro y de plástico.
El piso de baldosas antiguo tenía un contrapiso de tosca, no de tierra
negra, aunque las juntas sí lo son. Por debajo de él se ven seis estratos de
unos tres a cinco centímetros de ancho cada uno antes de llegar a la tierra
original, sólo uno de ellos tenía pequeños fragmentos de ladrillos. Por
encima las baldosas tenían otra capa de tierra negra limpia lo que indicaría
que le pusieron otro nivel encima, pero ya nada quedaba. Es extraño que
ese piso haya estado un metro por encima del cimiento, el que termina
alisado y con sólo una leve marca de la pared de encima. Es decir que no
hubo forma de correlacionar bien estos niveles.
Estructura B
33
Figura 24. Estructura B: Restos de un muro o pilar de cuatro hiladas de ladrillos,
con juntas de barro, colocado sobre la tosca natural.
34
Estructuras C y D
35
Figura 25. Estructura C: Ladrillos asentados en barro, vista desde el lateral de la
zanja.
36
Figura 26. Posible fragmento de adobe hecho de tierra negra y restos
de tejas, cerámicas, ladrillo y huesos, de la Estructura C.
37
Figura 27. Estructura D: Muro de cimiento de idénticas características que la
estructura A, se observa que conserva restos del revestimiento exterior a la cal. El
caño que pasa por su interior lo dividió en dos mitades. La línea blanca indica el
ancho total del muro.
38
Ubicación e identificación de los restos remanentes
4
Alberto de Paula ubicó una referencia de 1880 respecto a otro cimiento orientado
de esa manera bajo el Cabildo, encontrado durante las obras de remodelación de
39
documental más clara son los planos que hizo el ingeniero militar
Bermúdez en 1608 y nuevamente en 1613 en que el Fuerte, con todo lo
existente, tenía la dirección antigua (Figuras 28 y 29).
40
Figura 29. Plano dibujado en 1863 reconstruyendo los cambios de 1608 con la
inclinación de los dos trazados de la ciudad (Fuente: Museo Mitre)
41
blanca con vidriado amarillo y verde que bien puede ser ubicado en el siglo
XVIII (Figura 34).
Sobre las estructuras halladas, su posición relativa y características
constructivas, podemos concluir que las estructuras A y D corresponden a
la fábrica primitiva del Palacio de los Gobernadores, y fueron identificadas
como parte de un mismo cimiento coincidente con el muro perimetral del
edificio, de ahí su gran espesor, y que fue construido en el siglo XVII
(Figura 36). Por su parte, las estructuras B y C, cuyas características
constructivas son distintas al muro A-D como ya se describió, posiblemente
se traten de muros más modernos, construidos en alguna modificación en el
edificio hacia el siglo XVIII.
Figura 30. Fragmento del hombro y cuello de una tinaja de manufactura regional
para transporte de vino (siglo XVIII), hallada en estructura A.
42
Figura 31. Fragmentos de tinajas locales halladas en rellenos de la estructura C.
43
Figura 33. Cerámicas indígenas y mayólicas españolas asociadas a la
estructura C (siglo XVII).
Figura 34. Cerámica española del siglo XVIII denominada Verde sobre
Amarillo de Pasta Blanca, borde de una vasija o lebrillo.
44
Figura 36. Planta del Palacio de los Gobernadores (según reconstrucción existente
en archivo del IAA) superpuesta a la de Casa Rosada. En azul, la ubicación del
sector de ascensores donde fueron halladas las estructuras. (Dibujo: F. Girelli).
45
Hay por cierto objetos que fueron hallados fuera de contexto y que son
claramente de épocas posteriores. Simplemente los enumeramos y
guardamos, pero fueron encontrados por los operarios de obra en los
primeros niveles de la excavación (Figuras 37 a 39). Entre ellos podemos
citar fragmentos de botellas de gres de ginebra, dos de un botellón de
whisky de gran tamaño, y una base de botella de vidrio tipo 1900 con la
inscripción “Dres… & Leipzig”, una pequeña lata proveniente de Londres,
catorce huesos de animales y muchos restos de revoques de buena
terminación, de mosaicos de los que aun existen en el edificio, clavos y
otros materiales de construcción de las obras del propio edificio en pie.
46
Figura 38. Fragmentos de mármol de Carrara de zócalos y ornamentos, uno de
ellos con una inscripción incisa; y teselas de gres de producción inglesa, idénticas a
pisos que aún existen en parte del edificio
47
Sobre el origen del nombre “Casa Rosada”
49
contexto del hallazgo, siendo los únicos vestigios del color rosa original.
Futuros análisis de laboratorio sobre las muestras aportaran datos para
avanzar sobre nuestra hipótesis y asignar una cronología precisa a los restos
hallados.
50
Conclusiones
51
Bibliografía
53
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