Introducción
Tu, pues, sufre penalidades como un buen soldado de Jesucristo (2:3).
¡Se fiel a Cristo y su palabra!
En 1 Timoteo, Pablo dice: “Cuidemos la doctrina, que es nuestro mensaje dado por Dios”.
En 2 Timoteo dice: “Cuidemos el testimonio, que es nuestra vida dada por Dios”.
1 Timoteo parece decir: ¡Prepararse!, 2 Timoteo dice: ¡Atención!, ¡Vista al frente, mantener el paso del
Oficial, o sea, de Cristo!.
2 Timoteo
Pocos años antes (64 d.C.), Nerón había ordenado incendiar Roma, su propia ciudad capital, que ardió sin
control durante seis días y seis noches.
No solo quedaron destruidas las chozas de madera de los pobres, lo mismo ocurrió con las
mansiones de piedra de los ricos, los sólidos edificios públicos y los magníficos templos o altares paganos.
Tácito, historiador romano, escribió: “Pero todos los esfuerzos humanos, los regalos suntuosos del emperador
y las propiciaciones de los dioses no acabaron con la creencia siniestra según la cual la conflagración
resultó de una orden de Nerón. En consecuencia, para zafarse de ese reporte, Nerón culpó e infligió severas
torturas en una clase odiada por sus abominaciones, llamada cristianos por el populacho”.
Durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma, estuvo bajo arresto domiciliario.
Dentro de esos confines, al parecer era libre de recibir visitas, predicar y enseñar (Hch. 28:30-31). Pero en el
momento de esta epístola, unos cinco o seis años después (66 d.C.), estaba encadenado (2 Ti. 1:16),
languideciendo en una prisión romana y lo trataban como a un delincuente (2:9): con poca luz para
leer o escribir, sin salubridad y sin perspectivas de alivio, excepto por la muerte.
Mientras que en su primer encarcelamiento tuvo alguna medida de comodidad y le concedieron algo de
libertad, ahora estaba confinado en un calabozo frío, húmedo y posiblemente abarrotado de gente. Es notable
que, además de dar testimonio a los demás presos, estuviera en capacidad de escribir cartas.
Sin embargo, lo peor es que todos los de Asia Menor lo abandonaron (1:15;
4:16), excepto Onesíforo (1:16), y solo Lucas estaba con él (4:11). El apóstol perdonó
generosamente a los desertores, pues dijo: “No les sea tomado en cuenta”
(4:16), pero la cobardía e ingratitud de estos debieron haberle producido gran
dolor y desilusión. Como su Señor, fue olvidado por aquellos a quienes había servido
y amado más. Había llevado a muchos de ellos al Señor y los había edificado
no solo como apóstol sino como padre espiritual y amigo.
La iglesia de Éfeso había caído en mayor corrupción teológica y comportamiento
impío. Los líderes de la iglesia, incluido Timoteo hasta cierto punto,
estaban aún más débiles y eran menos eficaces que cuando se escribió 1 Timoteo.
La herejía, la apostasía e incluso la persecución se habían vuelto más destructivas.
Esa situación, además del abandono de la mayoría de sus amigos, hacía que el
anhelo de Pablo de ver a Timoteo fuera particularmente doloroso y le implora
dos veces que procurara ir pronto a verle (2 Ti. 4:9, 21).
Pablo estaba pasando el manto del ministerio a su hijo en la fe y le instaba a perseverar
en la fuerza y la fidelidad (2:1). También entendía que, a pesar de que
Timoteo era sano en doctrina y en su piedad personal, era propenso a flaquear. Por
tanto, le recordó que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de
amor y de dominio propio” y le ordenó amorosamente no avergonzarse “de dar
testimonio [del] Señor”, que retuviera “la forma de las sanas palabras que de [él
oyó], en la fe y amor que es en Cristo Jesús”, que guardara “el buen depósito por el
Espíritu Santo que mora en [ellos]”, que procurara “con diligencia [presentarse]
a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la
palabra de verdad”, que huyera “también de las pasiones juveniles, y [siguiera]
la justicia, la fe, el amor y la paz” y que evitara ser atrapado en “cuestiones necias
e insensatas” (2 Ti. 2:7-8, 13-14; 4:15, 22-23).
Pablo quería que Timoteo entendiera completamente que él (Timoteo), como
el apóstol, estaba bajo compulsión divina como ministro de Jesucristo (cp. 1 Co.
9:16). Sus palabras finales a Timoteo incluyen unos cuantos elogios pero muchas
admoniciones, incluyendo alrededor de veinticinco imperativos de órdenes;
varias de ellas fueron las citadas anteriormente. Nueve de los imperativos están
en el capítulo 4 que es, con mucho, la sección más personal de la epístola. Pablo
quería que Timoteo entendiera que estas no eran solamente sugerencias de un
amigo y consejero querido, sino que eran mandamientos inspirados divinamente
de parte de un apóstol del Señor Jesucristo.
En su propósito más amplio, la epístola es un llamado a todos los creyentes
para que procuren fortalecerse e ir en pos de la fidelidad en el servicio espiritual.
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la
vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz,
de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor. Doy gracias a Dios, al cual sirvo
desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en
mis oraciones noche y día; deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para
llenarme de gozo; trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual
habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que
en ti también. (1:1-5)
Los primeros cinco versículos son de motivación y constituyen un saludo hermoso y conmovedor al amado
hijo en la fe del apóstol.
Estos seis principios de motivación, implícitos pero fácilmente discernibles,
son: autoridad (1:1-2a), altruismo (v. 2b), aprecio (v. 3a), intercesión (v. 3b), afecto
(v. 4) y afirmación (v. 5).
AUTORIDAD: Apostolos (apóstol)
significa literalmente “enviado”, “mensajero”… Pero en el Nuevo Testamento lleva usualmente la
connotación de embajador, un representante que lleva consigo la autoridad de
quien representa.
El primer principio de la motivación espiritual exitosa es el de autoridad, como
se ha visto en la declaración inicial de Pablo, según la cual era apóstol de Jesucristo.
Como se explicó en la Introducción, Timoteo entendía bien el apostolado
de Pablo. Aquí se menciona para recordar que, a pesar de su relación cercana y amorosa, Pablo estaba por
encima de Timoteo en autoridad espiritual porque él
llevaba la Palabra del Señor y escribía en esa capacidad.
La intimidad no excluye la autoridad.
ALTRUISMO: (1:2b)
un deseo genuino para que lo mejor de Dios fuera realidad en la vida del joven predicador.
APRECIO: (1:3a)
El tercer principio de la motivación espiritual exitosa es el aprecio. No solamente era Pablo una bendición
para la vida de Timoteo, sino que Timoteo era una bendición para Pablo. “Doy gracias a Dios por ti”, le
aseguró el apóstol, queriendo decir: “Estoy agradecido por lo que Dios ha hecho por mí a través de ti”.
Aunque Pablo estaba en un calabozo romano oscuro, húmedo, peligroso, sucio y apestoso,
se regocijaba porque el Señor le había dado el privilegio de conocer y discipular a Timoteo.
INTERCESION: (1:3b)
Un cuarto elemento de motivación era la intercesión constante de Pablo al Señor
a favor de Timoteo. Es difícil imaginar la fortaleza y el valor que la intercesión
de Pablo daba a su joven amigo cuando este ministraba en Éfeso y otras partes
de Asia Menor sin la compañía de Pablo.
El adverbio adialeipt¯os (sin cesar) se refiere a lo que es incesante, sin interrupción.
Podemos estar seguros de que cuando Pablo dijo: “sin cesar me acuerdo
de ti”, no estaba exagerando. El apóstol había usado la misma palabra cuando
exhortó a los creyentes tesalonicenses a orar “sin cesar” (1 Ts. 5:17)
AFECTO: (1:4)
El quinto principio para motivar a otros creyentes, especialmente a quienes
estemos discipulando, es amarlos y expresar nuestro afecto genuino por ellos.
AFIRMACION: (1:5)
El último principio de motivación al que Pablo alude es la afirmación. En los dos
versículos anteriores, Pablo mencionó que recordaba a Timoteo en sus oraciones
y se acordaba de sus lágrimas. Ahora vuelve a reflexionar sobre su asociación
íntima, esta vez trayendo a la memoria la fe no fingida que había en Timoteo.
(La fe de Timoteo era completamente genuina, sin hipocresías, sin
pretensiones o engaños).
No avergonzarse de Cristo
Pablo exige un nivel de compromiso que dice: “No me importa qué piense o
haga el mundo. Sé lo que Dios me ha mandado ser y hacer, y eso es lo que decido
ser y hacer por su poder. Cualesquiera que sean las consecuencias, viviré firmemente
para Cristo”. Tres veces menciona el apóstol específicamente ese asunto en
este pasaje (vv. 8, 12, 16), porque es el eje de su mensaje al joven pastor Timoteo.
AMONESTACIONES:
Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la
imposición de mis manos. (1:6)
Por tanto, la primera amonestación de Pablo a este joven pastor fue avivar el compromiso divino inspirado
para proclamar y defender el evangelio y para pastorear fielmente a los creyentes que Dios había
confiado a su cuidado.
Si no usamos nuestro don en el servicio del Señor, nuestra vida en la tierra pierde valor. Nuestro
propósito único como cristianos es obedecer y servir al Señor por medio del don
con el cual nos bendice de forma única a cada uno de nosotros, de modo que la
iglesia pueda edificarse para ser eficaz en el evangelismo.
Pablo quería aconsejar a Timoteo sobre algo que este ya sabía. Anazpure¯o
(avives el fuego) significa atizar las brasas para que ardan y no mueran.
cada creyente necesita, como Pablo, despertar cada día
para enterrar su yo, así también cada creyente necesita avivar a diario el fuego
del don de Dios que ha recibido. La expresión negativa de esta orden es “No
apaguéis al Espíritu” (1 Ts. 5:19).
CONSIDERE SUS RECURSOS:
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de
dominio propio. (1:7)
El segundo medio para evitar avergonzarse de Cristo es considerar nuestros
recursos divinos. El verbo griego (did¯omi) que aparece en la frase no nos ha
dado está en tiempo indicativo activo aoristo, lo cual muestra una acción pasada
completada. Dios ya nos ha provisto los recursos.
El Señor nunca es responsable por nuestra
cobardía, nuestra falta de confianza o por avergonzarnos de Él. El sustantivo deilia
(cobardía) solo se usa aquí en el Nuevo Testamento y, a diferencia del término
más usual para miedo (phobos), en general conlleva un significado negativo.
Dunamis (poder) denota gran fuerza o energía y es el término del cual provienen
dinámico y dinamita. También tiene la connotación de energía productiva y eficaz, en lugar de aquella que no
se ha usado y se está desperdiciando. Dios nos provee su poder para que nosotros seamos eficaces en su
servicio.
Por medio de Cristo, tenemos el recurso del poder sobrenatural de Dios, el mismo poder que usó para
resucitar a Cristo de los muertos.
(ISAIAS 40:30-31)
ACEPTE SU SUFRIMIENTO:
Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso
suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio (1:8a)
Una tercera forma de evitar avergonzarse de Cristo es aceptar las consecuencias
de ser fiel. Por consiguiente, Pablo aconsejó a Timoteo prepararse para malentendidos,
animosidades y rechazos.
Para cuando se escribió esta carta, probablemente en el año 66 d.C., ser
cristiano no solo llevaba a la crítica casi general, sino a la persecución frecuente
(como la estaba experimentando Pablo en ese momento) e incluso la muerte.
Las aflicciones son el costo inevitable de la vida cristiana auténtica.
Pero las aflicciones por Cristo son más un privilegio que un sacrificio, más una
bendición que una prueba. Pablo dijo a los creyentes: “Y aunque sea derramado
en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con
todos vosotros” (Fil. 2:17)
RECUERDE SU LLAMADO: (1:8b-10) “SER SANTO” / LA OBRA DE CRISTO
La cuarta manera de evitar avergonzarse de Cristo es sencillamente recordar
el llamado santo que nos hizo el Padre celestial, quien, como Pablo acababa de
declarar, comparte su poder divino con sus hijos.
Estos pocos versículos son un estudio en miniatura de la soteriología, la
doctrina de la salvación. andar “como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando
fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos
con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad”
(Col. 1:10-11)
EL DEBER: (1:11-12a)
del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Por lo
cual asimismo padezco esto;
El ministerio fiel en el servicio al Señor siempre es agridulce. Trae sufrimientos
y alegrías, desilusiones y gratitud.
CONFIE EN SU SEGURIDAD:
pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es
poderoso para guardar mi depósito para aquel día. (1:12b)
Pablo no se avergonzaba de su Señor, porque, decía él, estaba seguro de a
quién había creído. Oida (saber) conlleva la idea de conocer con certeza.
AFIRME SU DOCTRINA: (CONVICCION)
Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es
en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en
nosotros. (1:13-14)
La séptima forma de evitar sentirse avergonzado de Cristo es afirmar y asirse
a la sana doctrina. Aunque nuestra confianza última es en Cristo, su verdad
también es de gran importancia. De hecho, es un requisito absoluto para la vida
fiel, además de serlo para la certeza de nuestra seguridad. Si pertenecemos a
Cristo, estaremos seguros; pero si rechazamos su seguridad, nuestra confianza en
esa seguridad se desvanece. Muchos cristianos, tal vez la mayoría, no tienen la
valentía de las convicciones, simplemente porque no están del todo convencidos.
Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales
son Figelo y Hermógenes. Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo,
porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino
que cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló. Concédale el
Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó
en Éfeso, tú lo sabes mejor. ( 2 timoteo 1:15-18)
La octava manera de evitar avergonzarse de Cristo es escoger cuidadosamente
las personas cercanas, algo que aquí implica Pablo. En estos cuatro versículos
contrasta los obreros que se avergonzaban del evangelio con los que no.
Él advirtió a la iglesia de Corinto: “No se dejen engañar: ‘Las malas compañías
corrompen las buenas costumbres’” (1 Co. 15:33, nvi).
Si nos relacionamos con cristianos valientes espiritualmente, nuestra propia valentía se verá fortalecida;
pero si nos asociamos con quienes se avergüenzan de Cristo y su evangelio, pronto
nos contagiarán la vergüenza.