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MEDITACION GUIADA TOMO TU MANO JESUS - ITSARO SUITT Ok

Este documento presenta una meditación guiada en la que la persona se relaja su cuerpo y mente, observa sus pensamientos sin juicio, y elige la paz y la verdad sobre el miedo y el ego. Pide la ayuda de Jesús para perdonar a sus hermanos y ver más allá de las apariencias hasta contemplar su inocencia y santidad. Desea recordar que él, sus hermanos y Dios son uno solo en el amor perfecto.

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MEDITACION GUIADA TOMO TU MANO JESUS - ITSARO SUITT Ok

Este documento presenta una meditación guiada en la que la persona se relaja su cuerpo y mente, observa sus pensamientos sin juicio, y elige la paz y la verdad sobre el miedo y el ego. Pide la ayuda de Jesús para perdonar a sus hermanos y ver más allá de las apariencias hasta contemplar su inocencia y santidad. Desea recordar que él, sus hermanos y Dios son uno solo en el amor perfecto.

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MEDITACION GUIADA “TOMO TU MANO JESUS” ITSARO SUITT

10:00
Cierro los ojos, siento mi respiración profunda, comienzo a aquietar todo mi cuerpo. Mientras voy respirando
profunda y lentamente pues soltando los músculos de mi cabeza, mi cara, relajo la frente, las cejas, las mejillas, los
labios. Respiro profundo. Relajo el cuello, los hombros, los brazos y las manos. Voy soltando toda la espalda, cada
músculo, el abdomen, las caderas, las piernas, los pies.
Pongo atención en mi respiración profunda, los latidos de mi corazón, incluso pongo atención en los sonidos del
exterior, a todos le pongo atención, sin ataque, sin resistencia, sin juicio. Ya no tengo ganas de condenar nada, solo
tengo ganas de descansar. Poco a poco iré recordando que esto no es más que un sueño y mi verdadero ser ya está a
salvo, en la perfecta realidad de Dios, en ese infinito y eterno amor. Ahí donde no me hace falta nada, donde ya lo
tengo todo, pero tengo una sola cosa en verdad: paz, amor, felicidad, cual uno solo.
Siento la respiración profunda, voy aquietando mi mente, la observo.
Si llegan pensamientos, los observo, no estoy en contra de nada.
No quiero atacar mi mente, simplemente observarla. Respiro profundamente. Mi cuerpo descansa.
Poco a poco voy a ir identificándome con mi mente. Ahí dentro de mi mente, siempre puedo elegir entre el miedo y
la paz, entre el ego y el Espíritu Santo. Solo tengo estas dos opciones, y una sola representa la verdad. Puedo elegir,
siempre he podido elegir, ahora quiero elegir en favor de mi paz y la de todos mis hermanos, en favor de la verdad
que Dios ha creado eternamente.
Siento mi respiración, mi cuerpo descansa. Descanso de todas mis preocupaciones.
Me regalo estos minutos, para orar, meditar, profundizar.
Voy a recordar que la voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad, y su voluntad se hace.
Y mi real voluntad es la misma que la de mi Padre, así que comparto con él mi voluntad de ser feliz.
Ahora quiero ser feliz, y soy honesto.
Mi felicidad no depende de lo que hagan mis hermanos.
Mi felicidad no depende de las figuras de este mundo.
Mi felicidad no depende de ningún suceso en todo el universo.
Mi felicidad depende únicamente de mi decisión de contemplar la inocencia en cada ser de la filiación, en cada uno
de mis hermanos, en ver más allá de su figura hasta contemplar su santidad en su espíritu.
Mi verdadero ser ya es feliz, el Hijo de Dios, el santo Cristo es la felicidad misma, pues es el Hijo de la felicidad.
Dios es felicidad, es amor y es paz, y yo soy su Hijo, no puedo sufrir. Sí creo que he sufrido estoy en una ilusión, Estoy
creyéndome fantasías vanas que se desvanecen ante la luz de la verdad.
Ahora quiero elegir la verdad.
“Amado hermano Jesús, enséñame a perdonar, enséñame a ver la verdad y lo único que es real en mis hermanos,
su inocencia, su impecabilidad. Deseo estar en paz y lo deseo de todo corazón. Ayúdame a contemplar y recordar
la verdad, pues yo no me he enseñado bien a mí mismo, y ahora acepto tu enseñanza.
Permíteme contemplar en mi mente a mis hermanos y perdonarlos, no por lo que me hayan hecho sino
perdonarlos porque en verdad jamás me hicieron nada. Nadie me ha hecho nada, todos siguen siendo tal como
Dios los creó, perfectamente impecables, esto es lo que quiero hoy recordar.”
Ayúdame a recordar la paz del cielo, pues ahí quiero despertar, adonde siempre he estado en verdad.
Sé que estoy ahí tal vez no lo recuerdo del todo, pero quiero despertar. Por eso es que hoy pido tu ayuda, sé que tú
no me vendrás a salvar de las figuras del sueño, simplemente me ayudarás a mirar mis figuras en este sueño de otra
manera, de una manera en la que no me afecte, en la que no le afecte a mi mente.
Nada aquí mesa ni me quita, nada en este mundo para quitar la base Dios en mi mente, ni tampoco me la dará.
En este mundo no gano ni pierdo, este mundo es una ilusión, es solo un sueño. Sin embargo, aún no se me va a
arrebatar mi sueño, mis figuras, mis juguetes, nadie me los quitará. Al final del viaje yo decidiré abandonar toda
ilusión y quedarme solo con la verdad.
Por el momento todo lo que tengo que hacer es abandonar mi creencia de ser culpable, perdonarme en mis
hermanos. Y en ellos encontrar al Cristo.
“Así que por eso es que hoy, pido tu ayuda Jesús, deseo tomar tu mano y recordar cuan santos son mis hermanos
y cuan santo soy yo. No tengo otra cosa que hacer aquí, ni siquiera estoy aquí en verdad, pero la manera de
despertar de este sueño y recordar que jamás he estado aquí es esta: perdonando, aceptando la expiación para mí
mismo.
Y hoy deseo ser honesto con esto, si de pronto me olvido, no me condenar, más recordaré que ningún olvido es
involuntario. Ya no deseo huir de tu tierna sonrisa, de tu dulce abrazo. Hoy quiero aceptarte Jesús en mi corazón,
hoy quiero aceptar que tú y yo somos un solo ser y el mismo. Tú me lo viene diciendo desde los comienzos.
El Espíritu Santo nos lo dijo desde el comienzo. Jamás me he separado de mi Padre ni de ningún hermano, todos
seguimos siendo un solo ser en el amor del Padre. Hoy quiero recordarlo, hoy quiero con alegría y festejo recordar
quien soy y quiénes son mis hermanos, quiero dejar de lado la corona de espina y entregarle a mi hermano una
blanca azucena del perdón.
Todo lo que he juzgado a mi hermano, no es nada, son ilusiones, no tengo por qué contenerme por ello.
No hay una razón para castigarme a mí mismo, ya no me quiero castigar, ni siquiera existe mi ataque a mí mismo ni a
mis hermanos.
No existe nada fuera del amor de Dios, hoy quiero recordar esto.
Quiero recordar que nada real puede ser amenazado,
nada irreal existe,
en esto radica la paz Dios.

Esto es lo que quiero recordar hoy.


Jesús permíteme unir mi mente a la tuya y en esa unión unirnos al Padre, y asimismo tomarle la mano a cada uno de
mis hermanos y llevarles conmigo al corazón celestial de donde nunca nos fuimos, a nuestro hogar.

¡Gracias!

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