Historia y memoria.
La disputa epistemológica por el pasado
Emiliano Raya Aguiar
Doctorado en Historia
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Autónoma de Baja California
La discusión entre los elementos que separan, tensan y hacen converger a la memoria y la
historia, como dos categorías epistemológicas de acercamiento al pasado, ha ocupado la
producción teórica de varios historiadores y filósofos.
El presente ejercicio de reflexión, pretende esbozar un panorama historiográfico muy
general de las diferentes posiciones sobre las que descansa un debate que ha tomado fuerza a raíz
de diversos acontecimientos internacionales que han puesto en duda el valor de la historia como
la ciencia del pasado. La memoria, quien nunca se ha ido del todo, regresa a las palestras de
discusión en momentos en los que se cuestiona los intereses de la historia.
Cabe resaltar que este primer borrador es un resumen de la propuesta de discusión
enmarcada en la tesis de maestría, y que hace falta incorporar diversas lecturas, como a Traverso,
Hartog, Reyes Mate, Pierre Nora, entre otros, para incrementar el panorama del debate
Memoria e historia. Una relación complicada
Los seres humanos tenemos una capacidad de recordar, y esta de forma dialéctica se
encuentra relacionada con nuestra vida en colectivo. Pero no sólo tenemos la capacidad, sino la
necesidad de recordar. Maurice Halbwachs, en su obra La Memoria Colectiva, inicia con la
explicación de la forma en que se gesta lo que él llama “memoria individual”. Halbwachs, explica
como estos recuerdos que los individuos poseen están relacionados de manera dialéctica a los
colectivos humanos, a los grupos sociales en los que se ven inmersos. Bajo esta lógica dialéctica
se explica que en realidad no existe ningún recuerdo que sea único de la persona. Incluso en los
recueros más “solitarios”, es decir en los que el protagonista es única y exclusivamente el
individuo que recuerda, incluso en estos está involucrado en mayor o menor mínimo a un grupo
social. Por esta razón no existe una memoria que sea exclusiva de un individuo que no esté
relacionada con alguna otra expresión de la sociedad.1
1
Halbwachs, Maurice, La memoria colectiva, traducción de Inés Sancho- Arroyo, Zaragoza, Editorial Prensas
Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, España 2004, pp. 36-53
La sociedad funciona de manera similar. La sociedad tiene la necesidad de recordar de
dónde ha venido, para explicar cómo es que se encuentra en este punto y, en mayor o menor
medida, tratar de visualizar en dónde se podrá encontrar de seguir por el mismo rumbo. Pero la
sociedad, a diferencia de un individuo, necesita de una mayor cantidad de soportes que le
permitan regresar de manera inmediata a su pasado. Debido a esta necesidad de recordar como
sociedad es que surge la memoria y la historia.
Esto dos conceptos que remiten de manera natural al pasado, sin embargo no son
similares. No regresan al pasado de la misma forma, no extraen los mismos recuerdos, pero
además no utilizan estos recuerdos de la misma forma. Así pues, si bien la historia y la memoria
se enfrentan al mismo problema, la reconstrucción del pasado, no lo hacen con la misma
intención. Entonces, ¿cuál es en sí esta diferencia entre la memoria y la historia? Pero además
¿existe sólo un tipo de memoria o hay varias “memorias”? y ¿para qué sirve la memoria?2
En el mito griego Mnemósine es la personificación de la Memoria. Esta diosa, madre de
las nueve musas, incluyendo a Clío, la musa de la historia, dominaba el saber de todo lo que “ha
sido, es y será”; poseía el conocimiento de los orígenes, del presente, y podía ver más allá hasta el
“fin de los tiempos”. Mnemósine, la memoria, era la madre de la historia, su génesis. De esta
forma, el primer impulso de recuperación del pasado se da por la gracia de Mnemósine, y no por
el de Clío.3 Pero además, a diferencia de la última, la memoria tiene la facultad de conocer, y
entender por lo tanto el presente, así como de ver y participar en la configuración del futuro.4
Paul Ricoeur en la introducción a su libro “La memoria, la historia, el olvido”, asegura
que el tema de la memoria y de la historia es la diferencia que se gesta a la hora de representar el
pasado.5 Es poco probable que alguien pudiera negar tal afirmación, así como de innegable es
que, aunque la memoria y la historia tengan como eje articulador, la representación del pasado,
estas no son lo mismo. No se usan, ni deben usarse, como sinónimos a la hora de referirse al
rescate de los hechos pretéritos.
2
En su análisis historiográfico respecto a la memoria y su relación con la historia, Hartog afirma: “De hecho,
aunque los historiadores siempre han tenido relación con la memoria, casi siempre han desconfiado de ella. Ya
Tucídides la rechazaba por no fiable: ella olvida, deforma, y es mala para resistir al placer de dar placer al que
escucha. Debe llevar la mirada, evidencia de la autopsia, al oído. La historia, como búsqueda de la verdad, tenía ese
precio. Gran admiradora de Tucídides, la historia-ciencia del siglo XIX comenzó por establecer un corte neto entre el
pasado y el presente. Lo que siempre hizo de Michelet un transgresor, a él que atravesó y volvió a atravesar tantas
veces el río de los muertos. La historia debía comenzar ahí donde la memoria se detenía: en los archivos escritos.
Hartog, François, Regímenes de historicidad: presentismo y experiencias del tiempo, Universidad Iberoamericana,
México, 2007, p. 148
3
Ibíd., p. 166
4
Para los griegos existía también otra musa relacionada con la memoria, Mnemea, hija de Mnemósine, quien se
encargaba de concretar las ideas abstractas que eran implantadas por Meletea en la mente de los poetas. Una
discusión similar a la aquí planteada es expuesta por Olábarri, Ignacio, Ob. Cit.
5
Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cultura Económica, México, 2004, p. 14
Ricoeur trata de entender la relación existente entre historia y memoria a partir de su
episteme. “El historiador se propone “hacer historia”, como cada uno de nosotros intenta “hacer
memoria”. La confrontación entre memoria e historia tendrá lugar esencialmente en el plano de
estas dos operaciones indivisiblemente cognitivas y prácticas”. Para éste no queda duda que tanto
ambas, memoria e historia, son formas de acercase al pasado, pero la diferencia que establece
entre una y otra la forma en la que lo hace. Mientras la historia es un proceso epistemológico de
conocimiento “científico” del pasado, la memoria, dice el autor, “es el uso del pasado”.6
Pero Ricoeur va incluso más allá en el problema epistemológico de la representación y
recuperación del pasado.
El problema de la representación del pasado por los historiadores puede enunciarse en
términos de un pacto tácito que se establece entre el lector del texto histórico y el autor.
El primero espera que se le proponga un “relato verdadero” y no una ficción. El segundo
tiene entre manos el problema de saber si la escritura de la historia puede respetar ese
pacto, cómo puede hacerlo y hasta qué punto. Mi primera tesis es que el problema no
comienza con la historia sino con la memoria.7
Ricoeur entiende que, dado que el fenómeno de representación del pasado inicia con la
memoria, como predecesora de la historia, es entonces en este punto, en la representación del
pasado por parte de la primera, donde se gestan las vicisitudes epistemológicas de la segunda. Por
esta razón, Ricoeur desplaza la pregunta vertebradora del “¿qué?” al “¿cómo?”, pretendiendo que
sea con la segunda con la que se puede diferenciar y explicar el fenómeno de representación del
pasado, además del problema epistemológico de la historia y su relación con la memoria.8
Al igual que los griegos Ricoeur entiende que la memoria pertenece a un momento
anterior al del ejercicio histórico. La memoria es la “madre” de la historia. La diferencia es que
mientras para los griegos la memoria como diosa madre de la historia contaba con más virtudes,
para Ricoeur esta le hereda los “vicios” o los problemas. Para el autor francés es la historia la que
con su conocimiento “científico” del pasado, repara las deficiencias que lleva consigo la
representación mnemotécnica de éste.9
6
Ibíd., p. 82
7
Ricoeur, Paul, Historia y memoria. La escritura de la historia y la representación del pasado, en Anne Pérotin-
Dumon (dir.), “Historizar el pasado vivo en América”, p. 3, en
http://etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es_contenido.php. Revisado el 23/04/2015
8
Ibíd., p. 5. Ver también Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, Ob. Cit.
9
Ricoeur, Paul, La memoria… Ob. Cit. También en “Historia y memoria”, se puede leer: “Mi primera tesis es que el
problema no comienza con la historia sino con la memoria”, dice Ricoeur al momento de explicar sus intenciones de
estudiar el problema de la representación mnemotécnica del pasado. Ver Ricoeur, Paul, Historia y memoria…Ob.
Cit., p. 3
Por su parte Roger Chartier al exponer las diferencias entre la memoria y la historia
distingue tres de éstas. Una primera que sería la diferencia entre el testimonio (memoria) y el
documento (historia); una segunda que se expresa en la oposición de la inmediatez de la
reminiscencia de la memoria a la construcción de la explicación histórica; por último, una tercera
diferencia vista en la contradicción entre la fidelidad inmediata (o supuesta “fidelidad”, agrega
Chartier) de la memoria y la intención de verdad de la historia.10
Esta tercera diferencia es la que, para efecto de nuestro trabajo, presenta el mayor debate.
Al igual que Ricoeur, Chartier le otorga a la memoria un carácter más “artesanal” y primigenio
que el de la historia. Para ambos autores la memoria y la historia guardan una relación dialéctica.
La memoria funciona como una etapa previa a la historia en la recuperación del pasado, pero
además lo hace con herramientas diferentes que se “oponen” a las utilizadas por la historia.11
LaCapra, reconoce que en una primera instancia la memoria es crucial debido a que:
Es aquello contra lo cual debe definirse la historia, para bien o para mal. En resumen, la
memoria se convierte en la antítesis o lo “otro” de la historia. En segunda instancia, la
importancia de la memoria se basa en su supuesta posición como fundamento o esencia
de la historia. Por lo tanto se entiende a la memoria como lo mismo que la historia o al
menos como su matriz y musa.12
Es innegable que hay una diferencia entre memoria e historia, lo que no quiere decir como
bien lo entiende tanto Chartier como Ricoeur, que exista una batalla entre estas. No obstante, la
propuesta de Ricoeur nos es insuficiente para nuestros intereses, este punto lo trataremos más
adelante, pero por el momento nos limitaremos a decir que si bien entendemos que hay una
diferencia entre éstas, ésta, la diferencia, entre una y otra, la ubicamos no en las preguntas del
¿cómo? O el ¿qué?, como lo hace Ricoeur, sino en la pregunta del ¿por qué? Es decir, lo que
interesa no es cómo o qué se recuerda, sino por qué se recuerda. La respuesta para nosotros se
encuentra en una memoria y una historia con un alto contenido político, que recuerdan no con la
finalidad de establecer la verdad de los hechos pretéritos por el mero fin científico, sino por la
necesidad de recordar “algo” que puede modificar el presente que pueda reconocer a las víctimas
e identificar a los verdugos.
De entrada podríamos decir que la memoria es una fuente fundamental para la historia,
con la que mantiene una complicada relación, pero que a pesar de las posibles falsificaciones,
10
Chartier, Roger, La historia o la lectura del tiempo, Editorial Gedisa, Barcelona, España, 2007, pp. 35-36
11
Ídem
12
LaCapra, Dominick, Historia y memoria después de Auschwitz, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2009, p. 30
represiones o negaciones de la primera, esta llega a ser de utilidad “informativa” a la segunda.
Pero recorriendo la mira un poco más, se puede afirmar que la historia y la memoria tienen una
relación suplementaria “que es la base para una interacción mutuamente cuestionadora o para un
intercambio dialéctico. La memoria es a la vez más y menos que la historia y viceversa”13.
Pero hay otro elemento que es necesario mantener presente. No todas las memorias ni
todas las historias, funcionan igual. El problema que se plantea Ricoeur, Chartier, Halbwachs, es
la relación o disenso epistemológico de estas dos formas de recuperación del pasado. Existen en
este enfoque el interés científico. Pero qué pasa cuando el interés por entender la relación o
diferencia entre la historia y la memoria se encuentra en su finalidad política. Desde esta
perspectiva las historias y las memorias cumplen otro papel.
No hay una sola memoria, sino muchas, que disputan múltiples espacios sociales, así
mismo, no hay una sola historia, sino muchas que a su vez pugnan y chocan unas con otras en
múltiples esferas de la sociedad. Así como hay una historia que no es un ejercicio crítico del
pasado, sino un ejercicio legitimador de las clases hegemónicas o reivindicador del dominio de
los grupos dirigentes. De igual forma no toda la memoria pertenece a los grupos marginales, a los
derrotados, o las víctimas. Las clases dominantes o dirigentes, también recurren a su memoria,
(colectiva o individual) para recuperar recuerdos y traerlos al presente, o incluso, para
hegemonizar su memoria, como aquella que es compartida por todos y de la que todos son
herederos.14
Memorias “fuertes”, y memorias “débiles”, disputan constantemente los terrenos por la
supremacía de su memoria. Las memorias “fuertes”, aquellas que son resguardadas, protegidas e
impulsadas por instituciones de un Estado, entran en conflicto con las memorias “débiles”, esas
que son negadas, prohibidas o suprimidas.15
Esto no quiere decir que durante el proceso de recuperación del pasado la memoria y la
historia estén siempre confrontadas. Al discutir respecto a la relación entre memoria-historia,
Dominick LaCapra abre la discusión con una serie de preguntas bastante provocativas: “¿Qué
aspectos del pasado deben recordarse y cómo hacerlo? ¿Existen fenómenos cuya naturaleza
traumática bloquea su comprensión y perturba la memoria al tiempo que producen efectos que
13
Ibíd., p. 33-34
14
Estas formas en las que la multiplicidad de la Memoria se pueden presentar son tratadas por Traverso (ver
Traverso, Enzo, “Historia y memoria. Notas sobre un debate”, en Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un
campo en construcción, compiladoras Marina Franco y Florencia Levín, Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México,
2007, p. 84). Traverso da cuenta de la como la memoria del fascismo italiano es reivindicada como un pedazo
legítimo de la historia nacional de Italia, mientras el antifascismo y la memoria de la Resistencia Italiana son
consideradas como un sentimiento “antinacionalista”.
15
Ibíd., p. 86
afectan los intentos de representar u ocuparse de otro modo del pasado? ¿Cuál es, en general, el
significado del trauma en la historia? ¿Generan algunos acontecimientos cuestiones morales y
representacionales incluso en grupos que no están involucrados directamente en ellos? ¿Tienen
aquellos más directamente involucrados una responsabilidad especial respecto del pasado y de la
manera en que se lo recuerda en el presente? ¿Puede o debe la historiografía definirse de un modo
puramente académico y profesional que la ponga a distancia de la memoria pública y sus
implicancias éticas? O, por el contrario, ¿debe fundarse en la memoria, como matriz y como
musa? ¿O existe una interacción más compleja y matizada entre historia y memoria?”16
Por supuesto no es nuestro interés responder y debatir cada una de ellas, pero si nos
parece que dos serían los ejes rectores de nuestra siguiente discusión: “¿Puede o debe la
historiografía definirse de un modo puramente académico y profesional que la ponga a distancia
de la memoria pública y sus implicancias éticas? Y ¿existe una interacción más compleja y
matizada entre historia y memoria? La complejidad de las interrogantes permite desatar un
debate rico entre diferentes posturas y corrientes históricas, que, aunque no nos proponemos
desarrollar en este momento, si esbozaremos algunas pinceladas.
16
LaCapra, Dominick, Historia y memoria… Ob. Cit., p. 15