Unidad III
Unidad III
Historia Eclesiástica
Unidad III
De la Reforma Protestante a la actualidad
Isaías 40.8
(RVR 1960)
“Las ideas de Juan Wycliffe fueron el fuego que encendió la hoguera donde murió Juan Huss.
La hoguera donde murió Juan Huss produjo la llama que encendería, en manos de Martin Lutero, una
antorcha inextinguible: La Reforma Protestante” (Anónimo).
El deseo de transformar la iglesia se venía gestando desde hacía siglos; desde los intentos
fatídicos de la reforma papal o monástica y de personas más centradas en las escrituras como Pedro
Valdo, Juan Wycliffe y Juan Huss que suscitaron movimientos independientes y que dejaron muchos
mártires. La iglesia católica había respondido categóricamente con excomuniones o martirios; pero con
todo no podía callar la profunda necesidad de cambios liberadores, común a todas las castas de la
sociedad. Además la configuración política-territorial europea estaba cambiando. Los Estados-
Naciones se fueron fortaleciendo cada vez más. El imperio occidental existía solo en teoría mientras
que cada unidad territorial era independiente en su gobierno y legislación. Suiza, que jugó un rol
esencial en la reforma, estaba dividida en cantones, cada uno de los cuales tenían su propio sistema de
gobierno y ley.
Pero la ignorancia seguía reinando en la iglesia; debido en parte a que las Escrituras no habían
sido traducidas a los idiomas comunes, sino que estaban en latín, una lengua muerta a la que muy pocos
tenían acceso. El culto se oficiaba en latín ante una audiencia expectante que no podía entender nada. Y
por si esto fuera poco, la mayoría de los sacerdotes tampoco entendían lo que decían; sino que repetían
lo que les habían enseñado de memoria. Asimismo la corrupción era alarmante y nadie podía
esconderla: desde Papas sanguinarios, adúlteros y paganos seguidos por sus ignorantes obispos
interesados en el enriquecimiento y el poder. Todos ellos reclamaban la autoridad política que por largo
tiempo habían disfrutado, generando conflictos con los gobernantes. Se imponía la tradición y la
autoridad papal sobre la Escritura, se enseñaba la salvación a través de los sacramentos, entre otros.
Por tanto, las ideas reformadoras no eran propias en sentido estricto de alguien puntual, sino que
“…proliferaban, sobre todo en los territorios germánicos y anglosajones, en un ambiente político…”
delicado debido a los conflictos entre la corona francesa y el Sacro Imperio germánico de los
Habsburgo. Por lo que el éxito de la Reforma Protestante se debe a que contó con las condiciones
propicias para su desarrollo. Sin embargo tales condiciones hicieron que la reforma no fuera un
movimiento ordenado, unilateral y definitivo; sino que se desarrollara como uno de tipo complejo (con
distintos protagonistas y enfoques) y progresivo. El importantísimo rol de los reformadores está en dar
voz y forma a la necesidad de una iglesia más pura: el retorno a los orígenes del cristianismo y una
Iglesia despojada del sesgo político. (Planeta, 2006, p. 17)
La iglesia Católica Romana quedó virtualmente igual en lo que se refiere a teología y prácticas,
pero el movimiento reformista significó un camino para todos aquellos que querían retomar la verdad
de los apóstoles. De aquí surgieron cuatro nuevas tradiciones eclesiales: Luteranos, Anglicanos,
Reformados-Presbiterianos, y Anabaptistas; los cuales se definirán a continuación. Sin embargo, el
lector debe ser sobrio y considerar que a pesar de la importante tarea que los reformadores llevaron a
cabo, eran hombres con múltiples fallas y defectos, muchos influenciados por los métodos violentos e
impositivos de la época y la concepción unificadora de Estado e Iglesia.
Producto de una lucha interna y su deseo de entender la Biblia y encontrar la verdad, Lutero
llegó a conclusiones acerca de la Justicia de Dios, la Gracia, la Predestinación y otros aspectos
doctrinales más cercanos a las Escrituras y que por tanto se oponían totalmente a lo enseñado por
Roma. Lutero (1545) citado por González y otros (2004) decía:
El Papa del momento era León X, destacado por ser uno de los peores de la historia, era un
hombre corrupto, ambicioso y perverso. Él ordenó una venta de indulgencias, las cuales se ofrecían
como constancias por haber pagado por los pecados cometidos. Pero el propósito real era recaudar
fondos para terminar la construcción de la actual Basílica de San Pedro (Vaticano). La empresa se le
encargó a Alberto Brandeburgo, quien esperaba recaudar la importante suma de 10.000 ducados. Si lo
conseguía obtendría del Papa el codiciado cargo del Arzobispado de Mainz. El vendedor de las
indulgencias Juan Tetzel, prometía al posible comprador quedar ““más limpio que al salir del
bautismo” o “más limpio que Adán antes de caer” o que “la cruz del vendedor de indulgencias tiene
tanto poder como la cruz de Cristo.”” (González, 2003, p. 39)
Lutero indignado escribió 95 tesis contra las indulgencias y las clavó en la puerta de la iglesia
del castillo de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517, hecho que se reconoce como el inicio de la
Reforma Protestante. La respuesta que obtuvo fue abrumadora, no porque atacara la doctrina
esencialmente, sino porque despertó el sentimiento alemán contra los explotadores extranjeros (Roma),
y golpeó a estos últimos en sus intereses. Las tesis de Lutero fueron reproducidas por los impresores en
numerosos ejemplares escritos en alemán y el original latín. Hasta al mismo Alberto de Brandeburgo
recibió una copia.
El Emperador Maximiliano se enfadó y pidió la intervención del Papa León X. Pero Lutero
escribió 95 tesis más para ampliar su protesta. El Papa no prestó tanta atención al asunto y lo refirió a
los agustinos, a cuya orden pertenecía Lutero, quienes hicieron una reunión en la que muchos, al
escuchar la exposición de Lutero, se añadieron a su causa. Por otra parte, Lutero contó con la
protección de Federico el Sabio, elector de Sajonia y señor de Wittenberg. En 1519 el emperador muere
y el Papa decide apoyar a Federico como futuro emperador, por lo que no atacó a su protegido Lutero,
lo que permitió que sus ideas reformadoras echaran profundas raíces.
Se suscitaron varios debates y controversias con otros eruditos católicos, en los que salió
ganador Lutero. El reformador tenía el apoyo de los nacionalistas alemanes que querían librarse de
Roma y de los humanistas, estudiosos de las Escrituras. Finalmente, Carlos V (1519) fue electo
Emperador, y el Papa entonces se decidió atacar a Lutero, emitiendo una bula en la que ordenaba que
se quemaran sus libros y le daba 60 días para retractarse o lo excomulgaría y lo condenaría como
hereje. Pero lejos de acobardarse, Lutero respondió quemando la bula y con ella los libros católicos,
muchísimos lo secundaron. De esta forma, Lutero rompió con Roma.
Carlos V (que era español) convocó a la dieta en Worms (1521) para tratar el asunto. Reunidos
allí personajes importantes del imperio, lo interrogaron y le dieron la oportunidad de retractarse. Lutero
pidió un día para pensarlo; y pasado éste la multitud, con un sentimiento nacionalista exacerbado por
La Dieta de Worms determinó: “Lutero ha de ser tenido por hereje comprobado… Nadie ha de
prestarle asilo. Sus seguidores han de ser condenados. Y sus libros serán extirpados de la memoria
humana.” Pero lo que Dios ha determinado para su obra no puede ser detenido por la decisión del
hombre. Lutero se exilió en Wartburgo (1521), con la protección de Federico el Sabio. Sin embargo
durante su exilio, la reforma empezó: muchos monjes se casaron, se simplificó el culto, se empezó a
usar el alemán en vez del latín, se abolieron las misas por los muertos, los ayunos y abstinencias. Su
ayudante y luego sucesor Philip Melanchthon empezó a oficiar la Santa Cena con el pan y el vino
nuevamente (los católicos no daban el vino a los laicos).
Durante este exilio, inició la traducción de la Biblia al alemán. El N.T. le llevó 2 años mientras
que para el A.T. tardó 10. En el sentido literario, éste fue su aporte más grande por hacer accesible al
pueblo las Escrituras, por darle un nuevo ímpetu al movimiento reformador y por su gran aporte al
idioma alemán (que le ha concedido el reconocimiento de lingüista). En 1525, Lutero se casó con otra
ex monja, Katherine von Bora. También se dio la rebelión de los campesinos, un levantamiento de los
más pobres y explotados que se inspiraron en la predicación de Lutero para luchar contra los
poderosos. Al final la rebelión fue ahogada en sangre por los gobernantes, este acontecimiento trajo el
rompimiento con los humanistas conservadores que habían apoyado la reforma en sus inicios (como
Erasmo de Rotterdam)
En 1530, Melanchthon redacta una declaración de fe firmada por los principales príncipes
protestantes, conocida como la Confesión de Augsburgo. Fue presentado ante el emperador Carlos V,
quien respondió dando un plazo a los protestantes para retractarse. Los protestantes armaron la liga de
Esmalcalda para defenderse ante las amenazas de los católicos. Pero en 1532 se firma la Paz de
Nuremberg que permite que los protestantes puedan profesar su fe, pero no deben extenderla a otros
territorios. Tal premisa no se cumplió y el protestantismo se expandió. En 1539 los católicos armaron la
liga de Nuremberg para frenar el protestantismo. Lutero murió en el 1546.
Luego de largos conflictos políticos y armados como la guerra de la Esmalcada, y sin poder
establecer un consenso doctrinal entre católicos y protestantes, se firmó la Paz de Augsburgo en 1555,
donde se les otorgó el derecho a practicar su religión con “libertad”, es decir, cada señor o príncipe
podía escoger la fe de su región libremente, si dicha elección contrariaba a uno de sus habitantes, éste
podía emigrar a un territorio que proclamara su fe. Debilitado, Carlos V abdicó en 1556. Luego de este
acuerdo de paz, se sucedieron algunos enfrentamientos armados pero que no escalaron al nivel de
conflictos generales. Los emperadores siguientes: Fernando I y Maximiliano II fueron ampliamente
tolerantes y el protestantismo se expandió por todo el imperio.
Además de los postulados de la justicia de Dios, que marcaron su conversión, Lutero concebía
la obra de Cristo muy diferente al estoico Anselmo. Para él, el sacrificio de Cristo no es simplemente la
expiación de los pecados; sino una forma en la que Dios alcanzó al hombre: estableciendo ahora “una
relación de solidaridad y amor con la humanidad al recordar el sacrificio y la cruz de su Hijo.” En
cuanto a la Ley mosaica, para Lutero era la antítesis del Evangelio. Lutero creía en la predestinación,
veía la fe como una dádiva de Dios, mediante la cual se recibía el perdón para establecer una nueva
relación con Él. En cuanto a la comunión y sus efectos para el creyente, Lutero formuló la doctrina de
la consubstanciación, la cual fue la principal diferencia con otros grupos protestantes. (p. 306).
Respecto a la relación entre la iglesia y el Estado, Lutero decía que eran dos reinos diferentes y
que debían ser independientes: la iglesia bajo el evangelio y el Estado bajo la Ley humana (haciendo
justicia y limitando la maldad). Los cristianos no deben esperar que el Estado los respaldara, ni que los
defendiera o que castigara a los herejes, tampoco que los gobernantes fuesen cristianos. La fe verdadera
no debe imponerse utilizando la autoridad de los gobiernos, sino proclamando las Escrituras. La forma
en que Lutero aplicó en la práctica estos principios fue vacilante, él no fue pacifista como se pensaría.
Promovió el uso de la fuerza de los gobernantes contra otros movimientos como los anabaptistas, llamó
a sus seguidores a la defensa armada ante la amenaza de los turcos, entre otros. Sus dudas respecto a la
relación entre la fe y la vida política y civil están presentes aún hoy en los luteranos. Asimismo, Lutero
ha sido criticado por su marcado antisemitismo.
En 1529, Felipe de Hesse quiso unir a los protestantes alemanes con los suizos, propósito con el
que los reunió en Marburgo. Sin embargo su causa no prosperó, debido a las diferentes formas en las
que veían la Santa Cena; ya que Zwinglio la veía como un acto puramente simbólico, sin efectos
espirituales, mientras Lutero la veía como un acto místico (esto se describió anteriormente). Por lo que
Lutero dijo: “no somos del mismo espíritu.” Tal divergencia fue la principal causa en la separación de
luteranos y reformados, y no la doctrina de la predestinación; ya que Lutero también la pregonaba. En
1531, las diferencias entre católicos y protestantes llevaron a un conflicto armado en Suiza. Los
cantones católicos atacaron inesperadamente al Zurich protestante. Por lo que Zwinglio dirigió el bando
protestante, peleó y murió. El conflicto acabó un mes después con la firma de la Paz de Cappel, donde
se le concedía a cada cantón suizo la libertad de escoger su religión. (González, 2003)
Zwinglio destaca por su enfoque en las implicaciones prácticas que conlleva ser cristiano, en
contraposición al enfoque doctrinal de Lutero; esto es entendible si se considera la depravación moral
reinante en Suiza en ese tiempo. La teología de Zwinglio tenían gran influencia neoplatonista, en la que
todo lo material es malo, por lo que promovió la realización de una liturgia sencilla. Asimismo su
deseo principal era volver a las fuentes del cristianismo y por tanto fue más radical en despojar la
doctrina y especialmente la práctica, de estrictamente todo lo que el Nuevo Testamento no dijera
explícitamente. Esto hace que se le considera racionalista. Zwinglio se enfocó en atacar las prácticas
idolátricas: altares, imágenes de santos, cuadros, esculturas, todos fueron destruidos. Dicha posición
ante la liturgia y su concepción de la Santa Cena son muy distintas a las de Lutero, pero reflejan su
oposición ante cualquier tipo de superstición.
Zwinglio sentó las bases para la doctrina reformada, afirmando las doctrinas centrales comunes
a la Reforma: la salvación solo por gracia, solo a través de la fe, solo en Cristo, basada solo en la
Escritura, y solo para la gloria de Dios (las cinco sola). De igual forma su teología se centraba en cómo
encontrar la salvación de su nación, en contraposición a la salvación personal de Lutero. Por tanto,
creía en una relación más estrecha entre el Estado y la Iglesia. También en contraposición al
reformador alemán, Zwinglio consideraba lícito el uso de la fuerza para defender la fe y lo demostró al
morir en el campo de batalla contra los católicos.
Después de la muerte de Zwinglio, la reforma en Suiza se debilitó por un tiempo hasta que
resurgió con Juan Calvino (1509-1564). Calvino nació en Noyon, Francia, su familia era protegida por
el obispo principal del lugar. Se especializó en derecho en las universidades de Bourges y Orleans, en
las que recibió gran influencia humanista. En Francia la reforma liderada por Lefèvre d’Etaples tenía
gran empuje y Calvino se convirtió al protestantismo hacia el 1533-1534. Pero en 1534 el
protestantismo fue declarado ilegal en el país y por lo que Calvino huyó junto a un grupo de teólogos.
Terminaron estableciéndose en Basilea (Suiza).
Calvino presto gran atención a la organización y gobierno de la iglesia, debido a la urgencia que
sentía en volver al sistema original de la misma. Por tanto al volver a Ginebra en 1541, Calvino redactó
las ordenanzas eclesiásticas, que tras algunas enmiendas recibieron la aprobación del Concejo de
Gobierno de la ciudad. En éstas se establecía un sistema de gobierno eclesiástico que consistía en un un
cuerpo formado por los pastores y doce laicos con el nombre de “ancianos” llamado Consistorio y que
es el precursor del sistema presbiteriano de gobierno adoptado, con algunas variaciones, por las
iglesias reformadas hasta la actualidad.
La labor en Ginebra se desarrolló en dos direcciones. Por una parte Calvino “hizo cuanto pudo
por llevar a la ciudad a ajustarse a lo que él consideraba ser las mejores prácticas cristianas, en
cuestiones tales como el culto, la moral y la organización de la vida eclesiástica,” esta tarea la realizó
siempre bajo tensiones con las autoridades civiles. Y por otra parte se enfocó en la producción literaria,
escribiendo comentarios de casi toda la Biblia, tratados de teología y del gobierno eclesiástico, y así
como nuevas ediciones de la Institución que reflejan la evolución de su pensamiento y sus
preocupaciones pastorales. La última edición fue publicada en latín en 1559 y en francés en 1560, y
presenta marcadas diferencias con el luteranismo. El libro de bolsillo fue sustituido por cuatro libros
que sumaban 80 capítulos en total. Por tanto Calvino es reconocido como el gran sistematizador de la
teología protestante del siglo XVI. (González y otros, 2004, p. 101)
En cuanto a su teología, Calvino buscó definir el concepto de Dios y del ser humano. Otro rasgo
característico de la misma (y el más destacable en la actualidad) es la soberanía de Dios en la salvación,
expresada en la predestinación o la determinación arbitraria del Señor en cuanto a quienes van a ser
salvos y quienes no desde el principio, sin importar lo que el hombre haga. Calvino fue el primero en
desarrollar el tema la santificación del hombre, en el que según él, la iglesia juega un rol fundamental al
ayudar a sus miembros en su responsabilidad de llevar vidas dignas del Señor. También Calvino
postula el concepto de la progresividad de la revelación divina. Para él la ley mosaica fue la forma
como Dios se reveló a Israel en el Antiguo Testamento y ahora Dios se ha relevado a través de su Hijo.
Para Calvino la Ley era importante, porque evidencia el pecado y la corrupción humana, y muestra al
creyente la voluntad de Dios. Este último uso de la Ley es una característica de la tradición reformada.
En cuanto a Cristo, Calvino destacaba su triple oficio (triplex munus): sacerdote, profeta y rey;
y entendía su sacrificio como la paga de los pecados (más cercano a Anselmo que Lutero). La
interpretación de la Santa Cena de Calvino se conoce como virtualismo, que afirma que durante la
La reforma calvinista no se limitó a Suiza, sino que se difundió por toda Europa. En Escocia
alcanzó predominio gracias al reformador y discípulo de Calvino, Juan Knox (1514-1572). Escocia era
un país sumamente feudal, con una monarquía pobre y débil, pero con una iglesia católica rica en
tierras y secularizada. Esto hizo que la reforma protestante hallara un suelo fértil en ese lugar,
impulsada por el constante intercambio con Francia y Países Bajos y por la receptividad que tuvieron
los movimientos reformadores en Inglaterra y Bohemia entre los círculos académicos escoceses.
En 1559 Knox pudo regresar a Escocia, y al año siguiente la iglesia presbiteriana escocesa es
organizada y reconocida oficialmente por el Parlamento como la fe nacional. Knox redactó la confesión
de fe que ésta adoptó llamada Confesión de fe de Westminster. Aunque en doctrina era calvinista, la
iglesia escocesa adoptó una forma más democrática y descentralizada de gobierno en la que cada
congregación podía escoger sus propios presbíteros. También la reforma enfatizó el estudio de los
idiomas bíblicos y la hermenéutica. A pesar de esto, dicho movimiento fue muy intolerante e
inmisericorde con los católicos. A la vez que Knox intentaba “aconsejar” a la reina, promovió su
rechazo entre la población. Finalmente ella fue depuesta en 1567 y finalmente la iglesia pudo disfrutar
de total seguridad.
La reforma que tuvo lugar en Inglaterra se caracterizó por el apego a Calvino en el aspecto
doctrinal, pero el mantenimiento de las tradiciones heredadas del catolicismo en la práctica,
especialmente en cuanto al culto y el gobierno eclesiástico. Dicha reforma inicia históricamente por la
necesidad del Rey Enrique VIII de un heredero varón. Él estaba casado con la católica Catalina de
Aragón, quien le dio una hija hembra, el Rey pidió la anulación de su matrimonio al Papa, pero al éste
negarse, Enrique VIII rompió con Roma (1534), se declaró él mismo cabeza de la iglesia en sus
Al morir Enrique VIII en 1547, su hijo Eduardo VI lo sucedió, pero al ser menor de edad, el
gobierno efectivo quedó en manos de regentes que hicieron avanzar grandemente el protestantismo en
la región. Eduardo VI murió en 1553 y lo sucedió su medio-hermana la católica María Tudor, quién
persiguió férreamente a la iglesia protestante. En 1554, la reina colocó de nuevo a Inglaterra bajo la
obediencia del Papa, muchos creyentes fueron martirizados (incluyendo al Arzobispo de Canterbury y
protestante Tomás Cranmer) o exiliados. Tal accionar le concedió el título de María la Sanguinaria
(Bloody Mary). María murió en 1558, y su sucesora y medio-hermana Isabel I era protestante. En su
largo reinado (1558-1603) la iglesia se fortaleció y afianzó y los exiliados pudieron regresar al país.
De esta forma se puede observar dos fases del Anglicanismo en Inglaterra: la primera fue una
reforma política por el Rey Enrique VIII, y la segunda una reforma paulatina de los aspectos
teológicos, sembrándose el calvinismo. A la larga se produjeron algunas divisiones por la forma de
gobierno que se debía seguir. Los puritanos eran creyentes que deseaban “purificar” a la iglesia de la
contaminación causada por el papa y las prácticas Católica-Romanas. Los puritanos presbiterianos
defendían la presbiteriana, mientras los puritanos independientes, la congregacional. También
surgieron los puritanos separatistas que deseaban una iglesia congregacional independiente del estado y
autónoma.
A su vez de estos intentos se derivan dos grupos de iglesias: Los Bautistas generales (1612 d.C.)
que seguían el Arminianismo y creían en la expiación ilimitada y bautizaban por aspersión; y los
Bautistas particulares, que eran calvinistas y sostenían que la expiación es limitada y bautizaban por
inmersión. Estos últimos dieron lugar al movimiento Bautista Americano (Estadounidense). Después
de muchas luchas internas el panorama quedó así: La iglesia en Inglaterra terminó como una iglesia
Anglicana Episcopal y el Movimiento Puritano separatista albergó iglesias denominacionales
independientes.
Los Anabaptistas.
Para algunos cristianos, los cambios que se derivaron de los postulados de los grandes
reformadores no eran suficientes. La doctrina debía ir más allá y reformar también la conformación y el
entendimiento de la iglesia, sus relaciones con el Estado y la Sociedad, hasta llegar a la vida misma de
los creyentes. Con ese fin, surge el anabaptismo; que significa literalmente bautizados de nuevo o por
segunda vez (rebautizados). Dicho grupo surgió con gran impulso en Zurich, Suiza; ya que en un
principio era parte del movimiento reformador de Zwinglio. Pero al solicitarle medidas más radicales
en sus prácticas religiosas y obtener su negativa, decidió formar su propio movimiento. De esta forma
el 21 de enero de 1525, el exsacerdote Jorge Blaurock fue bautizado por el hermano Conrado Grebel en
la fuente ubicada en la plaza de Zurich, a su vez Blaurock hizo lo mismo con otros creyentes.
Asimismo, la separación de la Iglesia con el Estado y la sociedad, implicaba que las autoridades
civiles ya no tendrían poder o jurisdicción sobre la iglesia. Esto chocaba con Lutero protegido por los
príncipes protestantes (que tenían gran influencia en la iglesia), Zwinglio con el apoyo del Concejo de
Gobierno, los católicos con su tradición medieval, etc. La concepción igualitaria de la iglesia, en la que
todos eran hermanos, les concedía a las mujeres, niños y esclavos los mismos derechos que tenían los
hombres, y a los pobres e ignorantes la misma importancia que los ricos y sabios.
La pena capital para los anabaptistas fue decretada en 1525 por los cantones católicos en Suiza,
en 1526 por el Concejo de Gobierno de Zurich, en 1528 por Alemania ante la anuencia de los nobles
El anabaptismo tuvo una rama revolucionaria, que cansada de las penurias y los sufrimientos,
busco por sus propios medios instaurar el reino de Dios. Primero se agolparon en Estrasburgo
(Francia) donde según Melchor Hoffman, su líder, bajaría la Nueva Jerusalén. Otro episodio igual
ocurrió en Münster, aunque allí hicieron uso de las armas y lograron tomar la ciudad, pero al final
fueron aplastados por los católicos (1536). En respuesta a esa rama revolucionaria, surgieron otros
anabaptistas con el pacifismo original que los había caracterizado. Entre ellos, el más importante fue
holandés y ex sacerdote católico Menno Simons (1496-1561).
Simons se convirtió en 1536 al anabaptismo. Predicó por toda Holanda y el norte de Alemania,
a pesar de la persecución y las dificultades. Él pregonaba el pacifismo como la forma verdadera de
vivir la fe, rechazaba los juramentos y que los cristianos ejercieran puestos políticos o aquellos que los
dejaran bajo juramentos, y defendía que los cristianos deben ser ciudadanos ejemplares, que obedezcan
a los gobernantes pero siempre tal obediencia debe estar condicionada a lo que las Escrituras dictan.
Además Simons explicaba que el bautismo y la comunión no conceden gracias (como decían otros
reformadores) sino que son símbolos del accionar interno de la misma. Tal fue su influencia en el
anabaptismo, que se les empezó a llamar a los anabaptistas: menonitas.
Los anabaptistas sufrieron persecución durante largos siglos, motivo por el cual muchos
emigraron a Europa oriental, en especial a Rusia, y a Estados Unidos. Sin embargo, en tiempos de
guerra fueron perseguidos en estos países para obligarlos a prestar el servicio militar. A partir de los
siglos XIX y XX, muchos menonitas (la principal rama anabaptista antigua presente hoy) han emigrado
a Suramérica, estableciéndose en territorios relativamente aislados donde pueden practicar libremente
su fe. (González, 2003)
La historia del protestantismo en España es un poco difícil de narrar; debido a que se desarrolló
de forma clandestina y por tanto son muy pocos los documentos que narran su dinámica. Sin embargo,
se conoce la historia de sus reformadores más importantes, españoles cuyas vidas demuestran la
característica principal del protestantismo en la región: persecuciones, reuniones clandestinas, exilios,
torturas y muertes. La fortaleza del catolicismo en España era voraz, la contrareforma española
avanzaba desde los círculos educativos más importantes, como la Universidad de Alcalá, mientras que
la Inquisición Española es recordada como la más cruenta de todas.
Para el año 1519 llegan a España los primeros escritos traducidos al español de Lutero. Y desde
ese momento la llegada de literatura protestante no paró, principalmente desde los Países Bajos. Los
Contra-Reforma Católica
Desde hacía siglos, los católicos añoraban cambios fundamentales sobre todo en el aspecto
moral de sus dirigentes. Esfuerzos como los de los Reyes Católicos españoles combinaron la pureza de
convicción con el pensamiento rígido y el uso cruel y desmedido de la fuerza, una constante en el
catolicismo. Pero cuando surgieron los grandes reformadores protestantes, la iglesia de Roma ya no
podía callar a la necesidad de cambios, debía responder. Tal respuesta dejó mucho que desear por ser
una reafirmación de los dogmas de la Edad Media, pero tuvo algunos aspectos positivos. A este
movimiento se le conoce como la Contra Reforma.
Cuando estalló la reforma protestante, los Papas de la época eran paganos, con grandes vicios,
interesados en el poder y las riquezas, y la respuesta tardó. Es con el papa Pablo III (1534–49) que
empieza la reforma en la jerarquía católica; aplicando correcciones en el aspecto moral y
administrativo, eliminando la corrupción y los abusos, concentrando el poder en la figura papal y
defendiendo la doctrina tradicional. Fue él quien convocó el Concilio de Trento en 1545, un
accidentado sínodo que duró abierto décadas (la gran mayoría, en descanso) y que no concluyó hasta
1563. Dicho concilio consuma la contra-reforma católica y marca el inicio de la iglesia católica
moderna.
En éste se regularon las obligaciones del clero y se establecieron seminarios para que pudieran
formarse adecuadamente. Además se respondió a las premisas protestantes reafirmando la doctrina
tradicional: sólo la iglesia puede interpretar las Escrituras, la Vulgata latina es la única traducción
reconocida, se elevó la tradición al mismo nivel de autoridad que las Escrituras, se confirmó la
necesidad de las buenas obras para alcanzar la justificación, la existencia del purgatorio, el culto a
María y los santos, el celibato eclesiástico, entre otros. Como se mencionó anteriormente, la Inquisición
fue un arma fundamental de la Contra Reforma.
Dentro de los teólogos que destacan en esta causa están: Juan Eck, Pedro Canisio, Roberto
Belarmino y César Baronio. Destaca Belarmino por ser el principal sistematizador de los argumentos
católicos contra los protestantes, su escrito De las controversias de la fe cristiana (1593) constituye aún
el arma más utilizada contra la fe protestante. También se le conoce por declarar hereje a Galileo, quien
descubrió que la Tierra giraba alrededor del sol. En la actividad monástica destaca Ignacio de Loyola,
fundador de la orden de los Jesuitas o Sociedad de Jesús, la cual luchó desde su reconocimiento en
1540 contra los protestantes. También destacan los movimientos misioneros de los Franciscanos,
Dominicos y Jesuitas al Continente Americano.
La era de la Reforma Protestante también coincidió con el tiempo de las grandes conquistas
americanas, mediante la dualidad de la Espada y la Cruz. La exclusión en la predicación de la
necesidad de justicia y el acomodo del evangelio a las altas castas sociales, tuvo su máxima expresión
en el proceso de conquista del nuevo continente. La explotación de los nativos americanos fue una de
las características distintivas del proceso, y en todo esto estuvo la Iglesia Católica inmiscuida, debido a
que los países conquistadores, España y Portugal, eran oficialmente católicos. González (2003) refiere:
“… aquella cristiandad occidental, convencida de su superioridad por su fe cristiana, sus caballos y
sus armas de fuego, se creyó llamada a imponer su civilización por doquier. Y ese llamado, como tan
frecuentemente sucede, sirvió a la vez de excusa para la más crasa explotación.”(p. 252)
De esta manera, se justificaban los grandes atropellos contra los nativos con la posibilidad de
salvación. Así era lícita la esclavitud de los africanos porque podrían escuchar el evangelio de sus amos
y convertirse. También era necesario la intimidación y la violencia con los indígenas a fin de que sus
almas fuesen salvadas. Sin embargo, hubo también quienes alzaron su voz contra la hipocresía de tales
“cristianos”, destacando Bartolomé de las Casas y Antonio de Montesinos. No obstante, los efectos de
esta dualidad Espada y Cruz aún se observan en algunos integrantes de la iglesia latinoamericana,
quienes tienden a pensar que la misma debe estar al servicio de los poderosos, acomodando el
evangelio a sus intereses, y que además tales estructuras humanas deberían someterse a ella. (Gonzalez,
2003)
Destaca Francia entre todos estos países por el aporte de grandes eruditos a la causa como lo fue
Juan Calvino, y por su hegemonía en la política europea. En contraposición a Suiza, el imperio alemán
Pero al morir Francisco I (1547) su sucesor, Enrique II se mostró más tajante en su oposición a
los protestantes, los persiguió con dureza sin lograr frenar la nueva fe. Las primeras congregaciones
propiamente dichas surgieron en este período en 1555, organizadas bajo la doctrina de Calvino, cuyas
ideas fueron importantísimas para la reforma francesa. Desde 1557 a los protestantes en Francia se les
empezó a llamar despectivamente hugonotes. En 1559, la iglesia protestante en Francia ya era fuerte y
numerosa y se reunió en un sínodo donde redactó su confesión de fe y un libro de disciplina.
Poco después murió Enrique II (1559), y empezó un periodo en el que las aspiraciones políticas
se mezclaron con la religión, trayendo grandes guerras religiosas al país. Los hijos de Enrique II:
Francisco II, Carlos IX, Enrique III y Margarita reinarían sucesivamente. La esposa del rey Enrique II,
Catalina de Médicis se movería detrás de sus hijos; siempre buscando cómo hacerse dueña del poder.
El primero en ascender al trono, Francisco II estaba casado con María Estuardo (de Escocia) y era un
celoso católico. La familia católica de los Guisa era quien ejercía el gobierno efectivo en el reino.
Por tanto los hugonotes se aliaron con la familia Borbón, que pertenecía a la nobleza y era
protestante, en una conspiración política (conspiración de Amboise) contra los Guisa pero dicho plan
fracasó y los príncipes fueron encarcelados. Luego de esto, Francisco II murió (1560) y su madre
Catalina quedó como regente de Carlos IX que tenía 10 años. Catalina quiso vengarse de los Guisa
porque la habían relegado y favoreció a los protestantes (llamados hugonotes en Francia). Liberó a
varios presos protestantes y promovió un diálogo entre ellos y los católicos que no funcionó. Así que
redactó en 1562 el Edicto de San Germán que concedía a los protestantes limitado permiso de reunión.
Los Guisa no aceptaron los acuerdos; y mes y medio después mataron un gran número de
protestantes que estaban reunidos en Vassy, en un ataque orquestado con doscientos hombres armados.
Dicha matanza dio inicio a una serie de guerras religiosas que sacudieron Francia: de 1562 a 1563, de
1567 a 1568 y de 1569 a 1570. Esta última paz parecía ser prometedora, el rey Carlos IX tenía en gran
estima a Gaspar Coligny, líder del bando protestante, y hacía planes para casar a su hermana Margarita
con Enrique de Borbón, hijo de uno de los principales jefes protestantes.
Sin embargo, tras un atentado de los Guisa contra Coligny y la influencia de Catalina, celosa de
los hugonotes, sobre Carlos IX se hizo creer al rey que existía una conspiración protestante en su contra
y el 24 de agosto de 1572 con la aprobación real, se llevó a cabo la horrenda matanza de San Bartolomé
en París liderada por el Duque de Guisa. Se masacraron a 2.000 hugonotes de forma abominable,
incluyendo a Coligny, a quien atacaron en su casa, lo arrojaron por la ventana y lo pateó el mismo
Duque hasta morir. Luego mutilaron su cuerpo y colgaron lo que quedaba de él públicamente. La
sangre esa noche corría por las escaleras del palacio real del Louvre. La situación se repitió en las
provincias y murieron decenas de miles de hugonotes.
Toda Europa se conmovió menos Roma y España. El Papa Gregorio XIII celebró el glorioso
acontecimiento y ordenó que tal hecho se conmemorara todos los años. Felipe II, rey de España, se rió
públicamente y ordenó también varias celebraciones. Pero el protestantismo en Francia no murió con
este repugnante hecho; sino que incluso tuvo el apoyo de católicos que cansados de las guerras se
pronunciaron a favor de una política de tolerancia religiosa. Carlos IX nunca se recuperó de la matanza
de San Bartolomé, murió en 1574 (algunos decían que de culpa) y su hermano Enrique III lo sucedió.
Buscando el beneficio político, el nuevo rey concedió libertad de culto a los protestantes menos en
París.
Los católicos extremistas junto a los Guisa formaron la “Santa Alianza” para combatir a los
protestantes. Nuevamente la guerra sacudió Francia, los protestantes o hugonotes no podían vencer a
los católicos y viceversa. Hasta que murió el último hermano de Enrique III y al éste no tener hijos, se
asomó la posibilidad de que el heredero al trono sería su cuñado el protestante Enrique de Borbón. Los
católicos entonces proclamaron a Enrique de Guisa como el verdadero heredero al trono, al presentar
un documento falso que decía que Guisa era descendiente de Carlomagno.
Los tres bandos, cada uno liderado por un Enrique se enfrentaron (la guerra de los tres
Enriques), al final el rey Enrique III mandó a asesinar al católico Enrique de Guisa. Pero el pueblo
hastiado de los asesinatos políticos se fue rebelando y a la postre Enrique III tuvo que huir de Francia y
se refugió en el campamento de su cuñado Enrique de Borbón. El protestante le mostró misericordia,
aunque a la larga el sanguinario rey fue asesinado por un católico extremista (1589). Enrique de
Borbón ahora era el único sobreviviente legítimo, pero las contiendas continuaron con los católicos
(hasta con el mismo Papa) por cuatro años más. A la larga Borbón adjudicó de su fe protestante, y se
declaró católico, lo que le permitió ser reconocido como rey oficialmente por todos.
Sin embargo Enrique de Borbón, ahora Enrique IV no olvidó a sus hermanos hugonotes, de
hecho los católicos extremistas decían que su supuesta adjudicación sólo había sido un artilugio para
gobernar. Borbón promulgó el 13 de abril de 1598 el edicto de Nantes, donde se les concedió libertad
de culto a los protestantes en todos los lugares donde tenían iglesias menos en París, y se les concedía
además por ocho años todas las plazas fuertes ocupadas en 1597 para su protección. Enrique de Borbón
no se caracterizó por una vida íntegra, pero fue un gran gobernante que devolvió a Francia la paz y
prosperidad. En 1610, murió asesinado por François de Ravaillac, quien estaba convencido que aún era
protestante. (González, 2003)
Nuevas disputas
En este tiempo el espíritu inflexible y autoritario reinaba a la sazón tanto en el aspecto religioso
como en el político. En el área religiosa, la ortodoxia se imponía con el establecimiento de dogmas. Los
católicos, luteranos y reformados no lograban ponerse de acuerdo ni internamente, y esto se tradujo en
constantes debates acalorados, declaraciones de herejía a correligionarios y divisiones. Los discípulos
de Lutero y Calvino resultaron ser más estrictos que los mismos reformadores, quienes hicieron
grandes acercamientos en vida. Los luteranos se dividieron y los radicales acusaron a Melanchthon de
apóstata. Los reformados levantaron como estandarte la predestinación y condenaron el arminianismo
(que se opone a la predestinación absoluta y defiende el libre albedrío) en el sínodo de Dordrecht
(1618-1619). Los católicos por otra parte se enfocaron en debatir la autoridad del papa y la relación
entre la gracia y las obras humanas en la salvación.
En el área política el absolutismo se imponía, sistema que confiere absoluto poder al monarca y
lo coloca sólo bajo Dios. El rey tiene el derecho divino a gobernar y sólo es responsable de sus actos
ante el Todopoderoso, por lo que no debe limitarse su accionar con leyes o tradiciones. Los dos países
que se erigieron como potencias en este período y que adoptaron dicho sistema fueron la católica
Francia con Luis XIII (1614-1643) y Luis XIV (1643-1715) llamado el Rey Sol, e Inglaterra con Isabel
I que favorecía el calvinismo. Pero la hegemonía se las daría la Guerra de los Treinta Años,
especialmente a Francia.
Las pugnas entre protestantes y católicos continuaron de forma focalizada, siguiendo el espíritu
intolerante del momento hasta estallar en la Guerra de los Treinta Años. Ésta fue un conflicto bélico
acaecido en Europa desde 1618 hasta 1648, considerada el más cruento de la época por su duración,
voracidad, porque involucró casi toda Europa y por la consecuente destrucción y empobrecimiento que
trajo al viejo continente. En dicho conflicto, los intereses políticos y religiosos se mezclaron
profundamente. Esto es notable en el caso de Francia que mientras promovía el catolicismo
internamente (y muchas veces usando la violencia), luchó en el bando protestante. La guerra afectó
especialmente al Sacro Imperio romano germánico (Imperio Alemán), pero se prolongó hasta 1569
entre Francia y España.
La guerra empezó en el Reino de Bohemia que pertenecía en ese momento al imperio alemán y
cuyo pueblo mayoritariamente protestante. En 1617 el emperador nombró a su sobrino Fernando II
(futuro emperador) como rey de Bohemia, éste instauró un absolutismo católico para raer al
protestantismo de la zona. González (2003) narra el episodio que dio inicio a la Guerra de los Treinta
Años: “Cuando, en una reunión en Praga, el Consejo Real se negó a prestarles oído a los reparos de
los protestantes, éstos se enardecieron, y echaron por la ventana a dos de los principales católicos,
que no resultaron malheridos porque cayeron sobre un montón de basura.” A este evento ocurrido el
23 de mayo de 1618 se le conoce como la “Defenestración de Praga.” (p. 267)
En la cuarta y última etapa (1635-1648) Francia consiguió importantes victorias sobre España
en 1643 y sobre Dinamarca, obtuvo el dominio total de Suecia en el Báltico y acabó con la resistencia
en Baviera. Pero el conflicto bélico requería una solución. Por tanto las negociaciones diplomáticas
para poner fin a la guerra iniciaron en 1643 y en 1648 se firmó la Paz de Westfalia. Dicho tratado
marcó un precedente en la política moderna, siendo el primer intento de coordinación internacional
europea. También debilitó al imperio germano y promovió el surgimiento de estados independientes.
Los términos del documento incluyeron a los calvinistas en la Paz de Augsburgo, concediéndoles así a
luteranos, católicos y calvinistas los mismos derechos y reconocimiento religioso ante los gobernantes.
El tratado introdujo el término secular, que se usó para designar “la transferencia de
propiedades eclesiásticas a manos del poder secular.” Por otra parte, la autoridad del Papa quedó
aplastada y ya no se le permitió intervenir en los asuntos religiosos. Sin embargo, el papa Inocencio V
se negó aceptar el tratado y continuó buscando establecer el catolicismo en toda Europa. Pero no había
vuelta atrás: la iglesia y el estado ahora estaban eficazmente separados. Europa ahora estaba dividida:
el sur era católico y el norte era reformado. Tal configuración permanece hasta la actualidad. (Lacueva,
2001, p. 538)
A pesar de Westfalia, la iglesia católica apostólica romana siguió considerando “Herejes” a los
protestantes y la pugna se evidenciaba cada vez que los protestantes proclamaban el evangelio de
Cristo. Si ayer, el imperio romano perseguía a los cristianos, ahora la iglesia católica tomó ese trabajo
al perseguir a los cristianos protestantes de su sistema apóstata. Pero una vez más se cumple la palabra
profética de nuestro Señor Jesucristo: ¡NI LAS PUERTAS DEL HADES PREVALECERÁN EN
CONTRA DE LA IGLESIA!
Esta etapa abarca desde el fin de la Era de la Reforma (con la Paz de Westfalia) hasta la
Revolución Francesa (1789). En este tiempo la ciencia y la razón comenzaron a reemplazar a la fe
como cimiento de la civilización occidental. Los cambios que se venían gestando desde el
renacimiento, alcanzaron su cúspide en esta etapa donde todo lo que se consideraba “razonable” llegó a
ser normal, pero lo que no era razonable, se cuestionaba, como por ejemplo, los milagros bíblicos. Este
proceso es el que da a luz al Secularismo y al Humanismo, y que trae a la escena la tolerancia religiosa
virtual. La iglesia se vio afectada por estas corrientes, sufriendo un estancamiento en el desarrollo
académico y un apego total a la ortodoxia mediante el establecimiento de dogmas. Por tanto, muchos
creyentes cansados de la apatía, el conformismo y la indiferencia espiritual respondieron con: el
pietismo y la experiencia personal, y los avivamientos.
Los cambios esenciales que se suscitan en esta era se pueden resumir así:
El Racionalismo
Debido a las guerras religiosas que sacudieron Europa y el avance de la ciencia, las personas
veían la necesidad de distanciarse de la religión y sus constantes conflictos doctrinales y acercarse al
nuevo dios que les traería la paz y progreso: la razón y su hija, la ciencia. Dicha corriente se convirtió
en la tendencia más característica de esta etapa. González (2003) dice al respecto:
Como parte y resultado de todo esto, el espíritu del racionalismo se fue posesionando del
alma europea. ¿Por qué preocuparse por detalles acerca de la doctrina cristiana sobre los
cuales es imposible ponerse de acuerdo, cuando hay una razón natural que nos da a
conocer lo más importante en relación a Dios y al destino humano? ¿No sería mejor
construir una “religión natural” a base de tal razón, y dejar las cuestiones de detalle, y
todo lo que proviene de la revelación, a los espíritus más crédulos, fanáticos y
oscurantistas? (p. 264)
El racionalismo afirma la supremacía total de la razón humana, de hecho ella por sí sola “… es
suficiente para solucionar todos los problemas referentes a la naturaleza y destino del hombre. Esto no
significa que todas las preguntas serán contestadas y todos los problemas resueltos, sino que, si ha de
Mock (1995) describe: “De manera que para el deísta, Dios creó el mundo, lo sujetó a las leyes
naturales, lo echó a andar como a un reloj y se sentó para verlo marchar.” El deísmo se difundió por
Alemania y Norteamérica, de hecho muchos líderes de la Revolución estadounidense en 1776 eran
deístas: Tomás Jefferson, Benjamín, Franklin y Tomás Payne. Por otra parte, el racionalismo en
Francia tomó la forma del Escepticismo y la Ilustración (base ideológica para la Revolución Francesa).
En Alemania y la mayor parte de Europa como el intelectualismo y la Filosofía Racional. (p. 188)
David Hume (1711 -1776) divulgó el Escepticismo, donde se dudaba de todo, produciendo la
negación de los milagros y lo sobrenatural. El científico Isaac Newton (1642-1727) al definir la Ley
Gravitacional explicó el comportamiento del universo en términos de leyes naturales. Su trabajo dio
origen a cambios importantes en la percepción del mundo. Asimismo, destacan dos teólogos y filósofos
que buscaron responder al deísmo y el escepticismo, mezclando el racionalismo y la teología. 1)
Cristián Wolff (1679-1754) utilizo el razonamiento humano con precisión matemática para probar a
Dios. 2) Emmanuel Kant (1724-1804), llamado el Padre de la Filosofía Moderna y del racionalismo
humano, que a la larga condujo al liberalismo.
Mock (1995) explica que si David Hume llegó “… a la conclusión de que lo sobrenatural era
improbable, Kant sugirió que el conocimiento no era una revelación, sino que se obtenía interiormente
a través del sentido de la percepción.” Según Kant, la religión es sólo una reflexión moral del hombre
interno. Sin embargo, a finales de esta etapa, y con las críticas de Hume y Kant, se empezó a hacer
evidente que la razón no era siempre objetiva como se propugnaba. (p. 290)
La Reacción de la Iglesia
Estos vientos fríos y de cálculos matemáticos hacia Dios condujeron a la Iglesia hacia el calor
fraternal y el fuego del Espíritu Santo, dando como resultado el Pietismo que surgió entre los luteranos,
el Metodismo que surgió entre los anglicanos. También tuvo lugar el movimiento cuáquero o de la luz
interior. Hubo otros que no conformes con las doctrinas y movimientos del entonces, decidieron
emigrar al nuevo continente, buscando un lugar donde establecerse y practicar libremente la fe a su
En Francia: Tras la victoria en la guerra de los Treinta Años, la monarquía francesa quedó
fortalecida. El “rey Sol” Luis XIV tenía solo 5 años cuando asumió el poder, pero a los 23 años (1660)
se dispuso a gobernar efectivamente. Frenó la intervención de Roma en la iglesia francesa (“galicana”)
e hizo todo lo posible por “hacer volver” a los protestantes para unificarla. Como no tuvo éxito, en
1684 hizo uso de la fuerza para convertirlos obteniendo exitosos resultados (muchísimos apostataron).
Animado, el Rey emite el Edicto Fontainebleau en 1685 donde abroga el Edicto de Nantes, ahora ser
protestante era ilegal.
Lo antedicho dio inicio a una de las peores y más sangrientas persecuciones: o se convertían al
catolicismo o morían. Cerca de 400.000 huyeron de Francia y el país perdió mano de obra calificada
contribuyendo a las terribles condiciones económicas que producirían la Revolución Francesa.
También por orden del papa se persiguió férreamente a los jansemitas, un grupo católico que defendía
la teología de Agustín de Hipona. La iglesia protestante francesa fue reducida a una iglesia mártir,
predominantemente rural y clandestina: la iglesia del desierto, como se llamó. La persecución duró
hasta 1787, cuando el Rey Luis XVI les concede nuevamente a los hugonotes tolerancia religiosa.
González (2003) expone:
Durante todo ese tiempo fueron millares los hombres enviados a las galeras y las mujeres
condenadas a prisión perpetua. Pero los que pronunciaron las palabras “me reúno” no
fueron más que un puñado. Entre los muchos pastores condenados a muerte, solo dos
abandonaron su fe. La “iglesia del desierto” había logrado sobrevivir. (p. 280)
En Inglaterra, de 1649 a 1660 el rey no gobernaba sino el parlamento y la iglesia oficial, había
tolerancia religiosa para todos menos para los católicos que eran perseguidos. Pero cuando Carlos II
subió al trono (1630-1685), se desató la persecución. Mock (1995) dice que “Los presbiterianos, los
congregacionalistas, los bautistas, los cuáqueros y los católicos fueron todos perseguidos en mayor o
menor grado.” El siguiente rey, Jacobo II asumió el poder en 1685 e intentó ayudar a los católicos,
pero en 1688 su yerno, el calvinista y gobernante de Holanda, Guillermo de Orange, invadió Inglaterra
a petición del parlamento inglés. En 1689 Guillermo III y su esposa María redactaron el Acta de
Tolerancia que garantizó la tolerancia para todos, menos a los católicos. (p. 297)
Los gobernantes siguientes manipularon la iglesia a su antojo, la religión oficial dependía de las
creencias del rey. Tal inestabilidad religiosa ocasionó el surgimiento de dos movimientos sumamente
importantes para el cristianismo protestante; los cuales buscaban la purificación personal de los
creyentes y la extensión misionera, y que se describen a continuación:
… era guiada por la experiencia personal y la luz interna. De acuerdo a él, todos los seres
humanos tienen una chispa de esta luz interna y pueden alcanzar salvación. Su énfasis
religioso caía sobre la dirección del Espíritu, el pacifismo, y el amor fraternal de la
comunidad. Por igual, se les permitía predicar a todos los que fueran dirigidos por el
Espíritu, incluso las mujeres, algo inusitado en su época. (p. 193)
Asimismo, los cuáqueros rechazaban: la iglesia organizada; la Biblia como objetiva y completa
revelación (esto porque para ellos la principal revelación venía del Espíritu Santo); la adoración formal,
los cánticos, el bautismo y la cena del Señor. Promovieron la moral, la verdadera preocupación por los
demás y la compasión social. Muchos fueron perseguidos y encarcelados, lo que sumado a su celo
misionero hizo que emigraran a Norteamérica y otros lugares. Aunque equivocados, el movimiento
logró muchos adeptos. Su teólogo principal fue Roberto Barclay (1648-1690), quien se opuso
abiertamente a la guerra y la esclavitud. En 1681, el más famoso cuáquero Guillermo Penn fundó
Pennsylvania en EE.UU., donde se garantizaba la absoluta libertad religiosa. (Mock, 1995)
Jorge Whitefield también fue de importancia en esta empresa porque como predicador, viajó por
todas las colonias (1738-1769) y fungió como unificador del avivamiento. El despertamiento giraba en
torno a la conversión personal, el estilo de vida moral, la preocupación social y humanitaria, y la obra
misionera entre los indígenas. Asimismo, la libertad de culto fue otro elemento unificador del
avivamiento entre las colonias. Al punto que la represión política y religiosa de Jorge III de Inglaterra
en contra de las colonias norteamericanas desencadenó en la Declaración de Independencia en 1776 de
las 13 colonias que ahora se declaraban un solo país: Estados Unidos de América. (Mock, 1995)
De esta forma las iglesias en Estados Unidos al final de esta etapa se caracterizaban según
Deiros (1980) por tres aspectos: “1. Eran puritanas. 2. Aceptaban el principio de una total separación
La Era en cuestión comienza con la Revolución Francesa y abarca hasta los albores de la
Primera Guerra Mundial. De esta forma, contempla el surgimiento de la Revolución Industrial, que
transformó al mundo y produjo el auge del Capitalismo, también el grandísimo despertar evangelístico
a través de las misiones, la aparición de sistemas ideológicos que trastornaron al mundo: el Socialismo
y el Comunismo, la aparición del liberalismo que afectó la doctrina de la iglesia cristiana, el
materialismo, y los nuevos avivamientos que se produjeron. Pero lo que más destaca de esta era es el
cambio en la autoridad, que pasó de estar en Dios y la Biblia al hombre y la experiencia.
La Revolución Francesa
Aunque Luis XVI había concedido tolerancia religiosa, no era un gobernante hábil y con sus
excesos y corrupción llevó al país al borde de la ruina. El pueblo literalmente moría de hambre,
mientras la extravagante monarquía derrochaba el tesoro del país. Por otra parte, la iglesia católica era
dueña de la mitad de la tierra, y el pueblo debía pagar los diezmos y el salario del clero. En medio de
tales circunstancias, es comprensible que se respiraran aires rebeldes: “los monarcas opresores tenían
que ser eliminados, y… el pueblo tenía (el) derecho de hacerlo.” A lo que también contribuyó el
pensamiento liberal de la época. (Mock, 1995, p. 319)
En abril de 1789 Luis XVI convoca a Los Estados Generales, los cuales no se reunían desde
hacía 200 años. En junio, el Tercer Orden (la burguesía) junto a algunos curas, se declaran como la
Asamblea Nacional. Tras largas disputas que no es menester narrar en el presente módulo, en 1792
Francia es declarada una República y al año siguiente Luis XVI es ejecutado. La rebelión fue dirigida
contra: “la monarquía absoluta,… la alianza del estado y la iglesia… la Iglesia Católica Romana…
los terratenientes, y la nobleza acaudalada.” La nobleza perdió su influencia y el poder real fue
derrocado. (p. 320)
Con el fin de reformar la iglesia francesa, la Asamblea promulgó en 1790 la Constitución civil
del clero. A la dominación de la iglesia de Roma sobre Francia le había llegado su fin, se la despojaron
de sus bienes, del diezmo, el pago de salarios y sus sacerdotes sufrieron muerte o exilio. No obstante,
se levantó un marcado rechazo contra el cristianismo en general: católicos y protestantes. Los
revolucionarios sentían “que eran heraldos de una nueva era en que la ciencia y la razón se
sobrepondrían a todas las supersticiones y los sistemas religiosos, que en fin de cuentas no eran sino
La Revolución asumió una nueva religión que venía gestándose en ciertas zonas del país, a
manos de personas ilustradas que promovía la descristianización, llamada el Culto a la razón y que
después se llamó el Culto al Ser Supremo. Dicha “religión” dio nuevos nombres a los meses,
reemplazó las festividades cristianas por otras más razonables, se construyeron templos a la Razón,
santorales donde Cristo se erigía junto a filósofos; se crearon nuevos ritos para las bodas, funerales,
etc. Pero la “razonable religión” aplicó cruentos castigos a los disidentes. Oficialmente, el cristianismo
era permitido pero “cualquier clérigo que se negara a prestar juramento a la Libertad, o cualquiera
que tuviese el más mínimo contacto con fuerzas o ideas opuestas a las de la Revolución, era
guillotinado.” (González, 2003, p. 403)
La presión que recibió el cristianismo en esta etapa fue sumamente dura. Lamentablemente
muchos protestantes claudicaron ante las pretensiones del Estado, y aunque los católicos destacaron por
su firme convicción, cuando en 1795 la persecución amainó, la iglesia prácticamente había
desaparecido. Posteriormente el estado francés siguió siendo anticristiano, aunque ya no perseguía
frontalmente a los cristianos. Y las victorias revolucionarias en Suiza, Italia y Países Bajos, extendieron
esta política anticristiana a nuevos lugares.
Cambios fundamentales
Esta etapa no sólo destaca por sus aires de “libertad” sino también por el progreso cultural,
social, científico y económico que trajo la Revolución Industrial. Con la invención de la máquina a
vapor por James Watt (1736-1819d.C), se produjeron cambios profundos en la vida de las personas. El
comercio dejó de estar basado en la agricultura para cimentarse en la industria manufacturera. La gente
dejó el campo para irse a las ciudades en búsqueda de mejores condiciones de vida. Esta era de
progreso trajo prosperidad para muchos, pero para otros trajo miseria y calamidades sociales y
económicas. Una clase de personas se enriqueció a costa del trabajo de los menos favorecidos y se
profundizaron las desigualdades sociales surgiendo un nuevo “dios”: El Capitalismo.
Sin duda, todo este mover de ideas y cambios sociales impactaron profundamente a la fe
cristiana. La Revolución Industrial apartó a los creyentes de su vida cotidiana. La religión fue reservada
solamente para los domingos y la vida privada. Ahora las personas pasaban más tiempo en las fábricas
En este ambiente capitalista surge otro enfoque económico, político, social y religioso opuesto
al Capitalismo y a la Iglesia: El Socialismo y Comunismo. Su principal exponente fue Karl Marx
(1818-1883) que junto a su colaborador Friedrich Engels, trazaría en su obra de 1848: Manifiesto
Comunista los postulados esenciales de su ideología: “materialismo histórico, lucha de clases,
necesidad de una organización internacional de obreros y de una posterior forma del poder, en manos
de éstos, para organizar el futuro Estado comunista…” caracterizado por la abolición de las clases
sociales. Aunque su obra cumbre fue El Capital publicado en 1867, la cual impactó el escenario
mundial y posteriormente, devoró a Rusia. (Océano, 1997, p. 1936)
Para Marx la religión era un medio de dominación, por lo que la llamaba “el opio de los
pueblos” y como para él Dios no existía, lo sustituyó por el materialismo, porque lo que existe es la
materia. Mock (1995) explica que “el Socialismo promueve al Estado como dueño de las propiedades
y de los negocios, con el gobierno proveyendo los servicios esenciales al pueblo. El Comunismo en
teoría es una forma avanzada del Socialismo donde no existe el estado y todo pertenece a la
comunidad.” La iglesia ahora debía responder a estas ideologías, pero para hacerlo muchos grupos
dejaron a un lado el mal fundamental del hombre: el pecado, y se enfocaron en atender los problemas
sociales que la Revolución Industrial y el mismo materialismo habían creado. De esta manera filósofos
y teólogos dieron origen al Liberalismo y al Criticismo Bíblico que influyen en la sociedad hasta hoy.
Sin embargo, fue el científico Carlos Darwin (1809-1882d.C) quien produjo el mayor cambio
en el mundo, a raíz de sus supuestos “descubrimientos” en el área de la biología. Darwin concibió la
teoría de la evolución de las especies, donde despojaba a Dios de su rol como el creador del universo y
lo llevaba al nivel de un producto de la conciencia humana. Darwin decía que todos los seres vivos son
sólo el resultado de los cambios evolutivos productos de la selección natural y la supervivencia del más
apto. De esta forma, el ser humano no fue creado en su estado actual sino que evolucionó de forma
natural a partir de seres inferiores. Darwin negaba el pecado original, la necesidad de Cristo como
salvador y de una norma moral objetiva. Además pretendió refutar la Biblia con sus “descubrimientos,”
los cuales marcaron un hito en la ciencia moderna.
El resurgimiento y la caída del papa católico romano (1815-1914 d.C.): Después del Congreso
de Viena de 1815, la Iglesia Católica obtuvo tolerancia nuevamente en Austria, Inglaterra, Francia y
Prusia; le fueron devueltos los estados papales, los jesuitas volvieron a ocuparse de su labor educativa y
misionera. Siguiendo los vientos de restauración, el papa Pío IX (1846-1878) promulgó una serie de
dogmas en la búsqueda de consolidar nuevamente el poder católico:
Se decretó la inmaculada concepción de María (1854 d.C.) por el papa pío IX. María había
sido concebida sin pecado original, lo cual tenía que ser aceptado para alcanzar la salvación.
Pero estos decretos produjeron resultados contrarios a los esperados, en 1870 la sociedad y la
política se levantó en rechazo de la figura papal. Dentro del mismo catolicismo se negaban a someterse
al obispo romano y ese mismo año, los nacionalistas italianos tomaron control de Roma. El Papa Pío
IX reacio a aceptar los términos de tregua se retiró al exilio en el Vaticano. De esta forma, el papa fue
destronado en el terreno político. El Vaticano levantó un muro alrededor de sí mismo hasta el día de
hoy, donde se redujo a un pequeño país en Italia, gobernado por el papa de turno y desde allí gobierna a
los católicos en el mundo. Los papas siguientes, León XIII y Pio X ahora eran “libres” en contra de su
voluntad para dedicarse a los asuntos religiosos sin restringir las libertades de los demás.
Se organizaron sociedades misioneras. El siglo XIX fue la gran era de la actividad misionera
moderna. Inglaterra jugó un rol fundamental en esta empresa, debido a la hegemonía política y
económica que disfrutaba tras la caída de Francia y gracias a la Revolución Industrial, que comenzó
primero en sus tierras. Los ingleses ahora eran los nuevos formadores de imperios impulsados además
por su armada y marina invencibles. Los cristianos protestantes ingleses también se vieron
beneficiados, porque por fin se dieron las condiciones favorables para la nueva expansión del
evangelio, algo que hasta el momento sólo había sido posible para los católicos.
Lejos de sentarse y olvidar el asunto, Carey emprendió una minuciosa y notable investigación
que publicó en un pequeño libro llamado Investigación de la obligación de los cristianos de emplear
medios para la conversión de los paganos. Carey entendía que en la salvación la elección es obra de
Dios, pero el evangelismo es un deber del hombre cristiano. Sus ideas fueron contagiosas y en octubre
de 1792, él, Andrés Fuller y un grupo de pastores bautistas conformaron la Sociedad Misionera
Bautista, cuyo primer misionero fue el mismo Carey.
Él viajó junto a otras personas en 1793 a la India. Allí estudió la religión, cultura y filosofía
hindúes y realizó un notable trabajo de traducción de la Biblia a varios idiomas autóctonos, además de
la labor evangelística que emprendió. Su ejemplo de menospreciar los obstáculos, las distancias, las
diferencias culturales o de idiomas, los gastos, peligros, etc. fueron contagiosos y abrieron el camino
para que muchos otros siguieran su ejemplo; dando lugar al movimiento misionero moderno.
Innumerables sociedades misioneras se organizaron en el siglo XIX, iniciando una etapa de
consolidación. El Evangelio ahora se había extendido a todo el mundo. (Mock, 1995)
Tuvo lugar el Segundo Gran Avivamiento en Estados Unidos, que cumplió un rol fundamental
en la evangelización y colonización de los indígenas americanos, mediante la predicación en casas o al
aire libre bajo carpas o tiendas de campaña por más de 150 años. Destacan Jaime McGready (1758-
1817) en Kentucky y Tennesse en 1801, y Timoteo Dwight (1752-1817) en la Universidad de Yale en
1802.
El Movimiento de Santidad o de la doble bendición (1830 aprox.) Enseñaban la doctrina de
Wesley de la santificación, y que tal santidad se evidenciaba en estrictas formas de vestir y de actuar.
Sus reuniones se caracterizaban por la manifestación de los “dones del Espíritu Santo” como hablar en
lenguas, milagros de sanidad y profecías.
El Movimiento de Sanidad: Se basó en la oración de fe de Santiago 5:15. Destaca A. B.
Simpson que predicaba la sanidad como uno de los efectos de la muerte de Cristo además de la
redención. Según él, los creyentes no sólo eran liberados instantáneamente del pecado mediante la fe,
sino también de las enfermedades.
El Movimiento Misionero Cuadrangular, enfatizaban 4 aspectos de Jesús: Salvador,
Santificador, Sanador, Rey que viene. Creían que los avivamientos investían a las personas de poder
para atestiguar de Cristo, que no necesitaban de preparación formal ni aprender otros idiomas, porque
Dios les daría el don de hablar otras lenguas. También que si iban por fe (sin dinero), las misiones
serían más efectivas. Se produjo durante la guerra civil estadounidense (1861-1865).
El primer avivamiento del siglo XX y verdaderamente pentecostal se conoce como Movimiento
de fe apostólica o lluvia tardía. Su fundador, Charles Parham (1863-1929) era metodista, pero tras
divergencias doctrinales se separó del grupo y empezó a frecuentar grupos de santidad. Parham fundó
el Bethel Bible School, en Topeka, Kansas, en octubre de 1900. Tras alentar a sus estudiantes a clamar
por un avivamiento, en enero de 1901, una alumna de Parham empezó a hablar en lenguas, tras pocos
días el mismo Parham habló en lenguas también. En 1906, tal movimiento se expandió a Los Ángeles,
California, y a Zion, en Illinois. Otro movimiento similar fue el de la calle azusa en 1906 por William
Seymour. Finalmente en 1914, los pentecostales se organizaron bajo la figura de las Asambleas de
Dios.
En Norte América surgen algunas sectas:
a. La iglesia Mormona en 1830, por José Smith (1805-1844)
b. Los Adventistas del Séptimo Día en 1840, por Guillermo Miller (1782-1849)
c. El Espiritualismo en 1848 por Kate y Margarita Fox.
d. La Ciencia Cristiana en 1870, por Baker Eddy (1821-1940)
e. La Iglesia Unitaria en 1785.
f. El Evangelio Social en 1890, por Walter Rauschenbusch (1861-1917)
g. Los Testigos de Jehová en 1879, por Carlos T. Russell (1852-1616)
La penetración del evangelio en Venezuela no llegó hasta que el país dejó de ser colonia
española. De hecho en Venezuela también se instauró la Inquisición española (aunque no férreamente)
para evitar que llegaran colonos o ideas protestantes y hubo mártires. Pero con la independencia en
1824 la situación estaba destinada a cambiar. Considerando el Congreso venezolano que el artículo 218
de la Constitución llamaba a vivir en el país a “extranjeros de cualquier nación” y que “la libertad
religiosa es una parte esencial de la libertad civil, que la misma Constitución asegura a los
venezolanos y extranjeros avecindados en la República” promulgó el 17 de febrero de 1834 un artículo
que decía: “No está prohibida en la República la libertad de cultos.” El presidente José Antonio Páez
le puso el ejecútese al día siguiente. (Ayerra, 1980, p. 12)
A pesar de este hecho, que sentó la base para la entrada del evangelio al país, pasaron varias
décadas antes de que llegaran los primeros misioneros. Fue con la construcción del Ferrocarril cuando
el panorama cambió. El gobierno empleó para tal fin a empresas extrajeras, que eran en su mayoría
inglesas. El director del ferrocarril fue el Sr. Briant que vino con su hijo adoptivo Emilio Silva en 1884,
ambos se habían convertido al evangelio en un avivamiento inglés del siglo XIX y eran fervientes
cristianos. Silva hizo uso de su posición y obtuvo permisos para que misioneros de las Asambleas que
se congregan en el nombre del Señor (grupo al que pertenecía), pudieran establecerse en el país. Entre
ellos están: Juan Mitchel (1896), Enrique Iñurrigano (1897), Ernesto Thomas (1897), Guillermo
Williams y Jorge Johnson.
También los presbiterianos están entre los primeros protestantes en establecerse en Venezuela.
Destacando Teodoro Ponds (1897), Arturo Phillips y el Sr. Davenport. Por otra parte, Gerard R. Bailly
vino desde Puerto Rico en 1897, él estaba relacionado con la Alianza Cristiana y Misionera; y fundó el
Hebrón Home Institute and Missionary Association. Destacan entre sus misioneros: Fred Bullen, Henry
Randall y Fraser y Harold Legge. En 1887 la Sociedad Bíblica Americana designa un representante en
Caracas. En 1899, The South America Evangelical Mission (Londres) envió a David Finstrom a la
Victoria, Edo. Aragua. Esta organización produjo las iglesias de la Asociación de Iglesias Evangélicas
Libres (ADIEL).
The Scandinavian Alliance Mission envió a Maracaibo en 1906 a Thomas Bach y Juan
Christiansen. Luego pasó a llamarse Misión Alianza Evangélica (MAE) y dio origen a las iglesias
occidentales de la Organización Venezolana de Iglesias Cristianas Evangélicas (OVICE). Por último, el
oriente venezolano fue atendido por la Misión Rio Orinoco, fundadora del Instituto Bíblico “Las
Delicias” y precursora de la Asociación de Iglesias Evangélicas de Oriente (ASIGEO). Su fundador
Van V. Eddings y su esposa Engracia llegaron a Caracas con la Misión de Bailly en 1915, pero tras una
breve obra en Margarita (1917-1919), decidieron fundar una misión que se dedicara en exclusivo al
inalcanzado oriente venezolano en 1920. Los Eddings fueron los primeros misioneros en establecerse
en el oriente del país. (Véase Historia del Instituto Bíblico “Las Delicias”)
Por último, el testimonio del misionero Henry Randall (1915) citado por Lewis (1994), tras un
viaje como colportor al Orinoco, transmitirá al lector cómo fue la evangelización en esos tiempos:
Salimos (de Caracas) con tres mulas y tres carretas de tiro. A una carreta se le rompieron
las dos ruedas, y se volcó con todo, incluso arriero y mula… A otra se le rompió la caja del
eje de la rueda. Pudo proseguir el viaje con dificultad… Pudimos ver la mano de Dios
muchas veces… Así hemos viajado unos 500 kilómetros, caminando entre montañas,
quebradas, farallones, desfiladeros y arenas desérticas, con un sol calientísimo. Pero basta
esta parte de la historia. Lo más importante es la obra entre la gente… Barrancas… es
una región enorme, no evangelizada. El sol calienta y a veces no hay sombra ni brisa. Una
vez pasamos 48 horas con sólo un poco de pan y queso. Cuatro noches preferí dormir en la
carretera. Gracias a Dios por esta pequeña participación en el sufrimiento de Jesús. No
cambiaría esta experiencia por todo el oro del mundo. (p. 25-27)
Henry Randall murió de una enfermedad que contrajo en ese viaje. Como creía en la doctrina de
la sanidad como parte de los beneficios de la cruz de Cristo, se reusó a tomar quinina.
El ambiente progresista y positivo que caracterizó a la etapa anterior, en el que había la convicción
de que la razón resolvería los conflictos humanos y llevaría a la humanidad a su máximo esplendor,
llegó a su fin con la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Ésta y las demás guerras y dictaduras
que surgirían, crearon un ambiente de fatalismo.
Después de la Gran Guerra, Estados Unidos surgió como la superpotencia democrática “cristiana.”
Pero en contraposición, en Europa surgieron numerosos gobiernos totalitarios fascistas/socialistas:
La Revolución Bolchevique en Rusia (1917) que produjo un estado totalitario-comunista-ateo
bajo la dirección de Vladimir Ilitch Ulianov Lenin (1870-1924). La Iglesia Ortodoxa Rusa
(Griega) llegó a su fin. La iglesia protestante fue duramente presionada y controlada.
En 1924, el líder ruso Lenin muere y es sucedido por Joseph Stalin; quien en 1925 inicia una
serie de “Purgas” para afianzar su poder. La iglesia protestante rusa pasa a ser férreamente
controlada por el Estado, los cristianos que no se amoldan a las disposiciones del gobierno son
duramente perseguidos y encarcelados. Muchos mueren a consecuencia de las malas
condiciones de las prisiones o de los trabajos forzados.
También en 1924 el fascista Benito Mussolini asume el poder en Italia.
El surgimiento de la Alemania Nacionalsocialista (Nazi): En 1933 Adolf Hitler sube al poder en
Alemania, siendo él la máxima expresión de un dictador fascista. El nazismo se opuso al
cristianismo porque para éste, el Estado era la religión de Alemania. Carlos Barth expresó su
oposición a la dictadura a través de la Declaración de Barmen (1934). Otros cristianos fueron
ejecutados como Dietrich Bonhoeffer.
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