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Romanticismo: Religión y Política en Europa

1) El romanticismo tuvo influencias inmediatas en las ideas religiosas y políticas a principios del siglo XIX. 2) Dos tipos de resurgimiento religioso ocurrieron, uno enfocado en la conversión individual y problemas sociales (el Ejército de Salvación) y otro enfocado en la belleza del cristianismo y la tradición eclesiástica (refundación de órdenes monásticas y arte religioso). 3) Para los románticos, la naturaleza y el arte religioso reflejaban la unidad

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Romanticismo: Religión y Política en Europa

1) El romanticismo tuvo influencias inmediatas en las ideas religiosas y políticas a principios del siglo XIX. 2) Dos tipos de resurgimiento religioso ocurrieron, uno enfocado en la conversión individual y problemas sociales (el Ejército de Salvación) y otro enfocado en la belleza del cristianismo y la tradición eclesiástica (refundación de órdenes monásticas y arte religioso). 3) Para los románticos, la naturaleza y el arte religioso reflejaban la unidad

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62 LA C U L T U R A E U R O P E A D E L S I G L O XDC

eos, a pesar de su concentración en el yo interior, vivían en sociedad.


No se podía huir de la realidad yendo a cobijarse en la propia alma.
Todo movimiento cultural, por mucho que se considere separado del
mundo turbulento, influye en él y es influido por él. El romanticismo
tuvo unas repercusiones inmediatas en las ideas religiosas y políticas,
y sus repercusiones a largo plazo habrían de afectar también el pen-
samiento social. Las repercusiones sociales no se p r o d u c i r í a n , sin
embargo, hasta el final del siglo, en que el romanticismo iba a ser de
nuevo dominante. De este movimiento, con sus elementos antirracio-
CAPÍTULO 3
nales y antiindustriales habría de surgir un impulso revolucionario
dirigido contra las condiciones imperantes: una doctrina de esperan-
ROMANTICISMO: RELIGIÓN Y POLÍTICA
za para los que se veían privados de derechos civiles o los que veían
que el poder se les escapaba de las manos. E l «nuevo romanticismo»
del siglo X X era el ideal romántico transmitido de una época a otra.
La primera parte del siglo xix fue un período de varios resurgi-
Pero este efecto del romanticismo habría de producirse al final del si-
mientos religiosos. La religión evangélica se consideraba al mismo
glo, no al principio. De todos modos, mencionarlo aquí puede servir
tiempo práctica (aplicada a este mundo y a sus problemas) y emocio-
para mostrar la importancia continuada del impulso romántico. No
nal (a través de su experiencia de conversión que conducía a la pie-
obstante, a principios del siglo xix fueron principalmente la religión
dad del corazón). La Christian Revival Association de William Booth
y la política las que sintieron los efectos del romanticismo.
(1859) y su «taller de conversión» en los barrios pobres del East End
londinense simbolizaban el doble aspecto de este impulso evangélico.
El Ejército de Salvación era militantemente protestante en el sentido
de que no se interesaba lo m á s mínimo por la tradición eclesiástica ni
por la liturgia, y se concentraba en vez de eso en el «volver a Cristo»
de individuos que contribuirían así a la solución de los problemas so-
ciales de su tiempo. El otro tipo de resurgimiento religioso fue muy
distinto. También insistía en la «emoción del corazón», pero no in-
tentaba relacionar esto con las cuestiones sociales del período de la
industrialización. Este resurgimiento no se centraba en eso, sino en
la «belleza del cristianismo» y en la visión de la verdad histórica que
el cristianismo representaba concentrada en la liturgia y en la tradi-
ción eclesiástica. Los resultados no fueron ni «talleres de conversión»
en el East End de Londres ni un Ejército de Salvación, sino la refun-
dación de órdenes monásticas dentro de la comunión anglicana y el
arte religioso de los prerrafaelitas, como J. E. Millais (1829-1896) o
Dante Gabriel Rosetti (1828-1882).
La relación de este segundo resurgimiento religioso con el roman-
ticismo era evidente y estrecha. Para algunos románticos, la natura-
leza, que estimulaba el sentimiento humano, se hallaba inexorable-
mente vinculada a lo cristiano y a lo divino. Para otros, el sentimiento
religioso, cristiano, llegó a dominar y hasta a eclipsar parcialmente la
primacía de la naturaleza. El Herzensergiessungen eines kunstliebenden
Klosterhruders (1797) de Wackenroder atribuía el amor al arte al es-
tímulo de la religión. Wackenroder consideraba que teóricos y siste-
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matizadores no p o d r í a n entender nunca a un artista como Rafael, explicaba por la doctrina del pecado original. Para Chateaubriand
cuyo arte operaba de modos secretos. Rafael no pudo pintar sus ma- Cristo era el agente armonizador entre lo humano y lo divino. Esto
donas hasta que no llegaron a él en una visión, aunque había adora- j no era nada insólito, pues era una doctrina teológica conocida, pero
do a la Virgen María desde la juventud. El arte, separado del yo Chateaubriand relacionaba esta doctrina de un modo especial con el
racional y físico del artista, le llegaba a éste como una expresión de concepto de unidad romántica. El cristianismo no sólo explicaba los
una fuerza religiosa superior. El artista tenía que estar separado del aspectos emocionales de las personas; englobaba también todo el cos-
mundo para poder ser receptivo al arte. Aparecía aquí de nuevo con mos en un todo emocional.
fuerza la rebelión contra lo convencional. Un músico que había supe- Para Chateaubriand todas las cosas estaban interrelacionadas, lo
rado la oposición familiar a su arte descubría que el propio arte iba mismo que en el nuevo drama musical todas las artes tenían que
haciéndose agrio y superficial cuando el artista triunfaba en el mun- cooperar para producir una unidad de sentimiento. Cristo reflejaba
do. El genio tenía que ser incomprendido para no desfallecer y morir. una armonía entre Dios y la humanidad que se reflejaba también en
El arte había que relacionarlo, no con el mundo que lo rodeaba, sino la naturaleza. En lo que escribió sobre las campanas de la iglesia,
con la inspiración divina. continuaba luego relacionando el efecto que producían con el efecto
Wackenroder, de un modo bastante característico, prefería la m ú - que producían los vientos, el mar, los volcanes y la voz de un pueblo
sica eclesiástica. Antes de que empezara la música él estaba lleno de entero. Todo esto hacía que un millar de corazones experimentasen la
trivialidades mundanas, pero luego le parecía que el cielo hubiese ba- misma unidad de las emociones. Esto era lo que Chateaubriand lla-
jado a la tierra cuando «se le representaba claramente, durante mu- maba lo sublime y lo bello. «Hay un solo Dios, las hierbas de los va-
chas de las canciones en alabanza a Dios, el rey David bailando aire- I lles y los árboles de las montañas le bendicen, el elefante le saluda
dedor del arca». Sus sentimientos los inspiraba la música m á s que la i cuando amanece el día, los pájaros le cantan en el follaje, el océano
naturaleza, la música religiosa, que era una transmisión de lo divino. } proclama su inmensidad.» Aunque la religión r o m á n t i c a tenía un
Esto era similar a lo que había dicho Chateaubriand sobre las cam- ! fuerte elemento de panteísmo, Chateaubriand no era un panteísta. Él
panas de la iglesia: «Es algo admirable en extremo haber hallado un ¡ creía que el cristianismo se manifestaba en una institución divina que
medio, con un solo golpe del martillo, de hacer que miles de corazo- actuaba en la Tierra, la iglesia católica.
nes experimenten el mismo sentimiento en un momento dado.» No se defendía el catolicismo sobre bases históricas, ni teológicas
El libro m á s famoso que vino a tipificar, fuera de Inglaterra, este ,\ siquiera, sino porque reflejaba la armonía de todas las cosas. Desde
resurgimiento religioso fue El genio del cristianismo (1802), de Cha- i su centro en Roma se ramificaba, de una forma ordenada, en misio-
teaubriand. Se trataba de una apología del cristianismo con el telón nes, obispos y los demás servicios de la iglesia, que se extendía por
de fondo del rechazo parcial del cristianismo tanto por parte de la toda la Tierra. Además, su liturgia contenía los misterios divinos que,
Ilustración como de la Revolución francesa, y era una defensa que no junto con su organización centralizada, eran un reflejo del cosmos,
se basaba n i en la lógica n i en la razón ni en el espíritu práctico. Cha- que era cristiano. En cambio, el protestantismo era un caos. No de-
teaubriand quería prescindir de la «palabrería de la ciencia y la razón» bería hacer falta explicar por qué Chateaubriand subtituló su libro La
para explicar los misterios eternos de la vida que la ciencia no había belleza del cristianismo, pues su verdad era sublime para los criterios
sido capaz de analizar Lo m á s importante eran las cosas misteriosas, del romanticismo. Desde este punto de observación privilegiado, Cha-
esas cuestiones, como el amor y la amistad, que agitan al alma hu- teaubriand criticaba la tragedia clásica. El dolor que sentía la Ifigenia
mana de una forma confusa. Chateaubriand pensaba que estas mani- de Gluck no era verdadero dolor, puesto que se dolía sólo por ella, no
festaciones emocionales eran tan divinas que recurrió a una ciencia por todo el mundo. El individualismo, el desarrollo interno del ca-
nueva entonces, la antropología, para demostrar su divinidad. El pri- rácter que alabó Madame de Staél, no era aquí suficiente. Tenía que
mer pueblo de Asia, afirmaba, habló de los misterios del amor y de la ampliarse al interés m á s amplio de un cosmos unificado, divino y
amistad sólo mediante símbolos, tan sobrecogedora era la realidad concebido emocionalmente. La propia vida emocional había de rela-
del amor para estos primitivos. Pero ¿por qué era superior el cristia- cionarse directamente con el contenido emocional de todo el cristia-
nismo? Porque era el único que podía explicar la esencia de la hu- nismo. Este planteamiento se hizo popular porque coincidía con la
manidad; la redención podía dar una explicación que la ciencia no idea, ya analizada, de que sólo las cuestiones serias son dignas de que
podría dar jamás. La capacidad humana para el dolor y la angustia se las trate el arte. Generaciones de hombres y mujeres jóvenes creyeron

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