Nos dice San Pablo en la carta a los Filipenses 2,5: “Tengan los mismos sentimientos de
Cristo Jesús...”
La Virgen María nos habla directamente a nosotros desde el Evangelio, y nos da este
consejo en el que resume toda su enseñanza :”Hagan todo lo que Él les diga...” (Jn. 2,5)
También Jesús nos pidió: “Permanezcan en mi...El que permanece en mi, y yo en él, da
mucho fruto...” (Jn. 15,4-5). En otra ocasión nos dice: “Yo soy la puerta, el que entra en mi
se salvará...” (Jn. 10,9).
Teniendo en cuenta todo esto queremos hacer un examen de conciencia fijando nuestra
mirada en Jesús que está frente a nosotros en la Eucaristía, repasando sus palabras, sus
enseñanzas y su ejemplo a través del Evangelio.
Antes de empezar recordemos lo que Cristo dijo de la pecadora que derramó perfume
sobre los pies: “Porque AMO MUCHO, se le PERDONÓ MUCHO” (Lc. 7, 47).
“Padre quiero que los que tu me diste estén conmigo donde yo esté...” (Jn. 17,24)
Poco tiempo antes de morir Jesús rezó a Dios Padre pidiendo por todos nosotros y esta
fue una de las cosas que el pidió. ¿Estamos donde está Cristo? ¿Tratamos de estar
siempre cerca suyo? ¿Es Cristo el centro de nuestra vida espiritual? ¿Tratamos de
conocerlo, de imitarlo...?
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a los otros, que como yo os he
amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn. 13,34-35)
“Como yo os he amado”...¿Cómo nos amó Jesús? Trata de recorrer la vida de Jesús, sus
actitudes...y pensa ¿cómo no ama Jesús? ¿Se parece mi amor a los demás al amor de
Jesús? ¿Cómo es mi amor? ¿Qué tengo que cambiar para hacerlo más semejante al
amor de Jesús?.
San Pablo en su 1ra carta a los Corintios 13,1-3 nos ayuda dándonos una descripción de
cómo debe ser nuestro amor. Trata de detenerte en cada una de las características que
tiene el amor.
“El amor:
Es paciente
Es servicial
No es envidioso
No hace alarde
No se envanece
No procede con bajeza
No busca el propio interés
No se irrita
No tiene en cuenta el mal recibido
No se alegra de la injusticia
Se regocija con la verdad
Todo lo disculpa
Todo lo cree
Todo lo espera
Todo lo soporta
El amor no pasará jamás...”
“Estad siempre alegres en el Señor, otra vez os lo digo, estad siempre alegres. Que
vuestra bondad sea conocida de todos...” (Fl. 4, 4-5)
¿Soy una persona alegre? ¿Transmito mi alegría a los demás? ¿Trato de alegrar la vida
de aquellos que me rodean? ¿Llevo la alegría a mi casa, a mi clase, entre mis amigas...?
¿Qué motivos tengo para estar alegre?.
“Ustedes son la sal de la Tierra...” (Mt. 5,13)
Una comida sin sal no tiene gusto a nada. Jesús no dice que debemos ser “sal” en la vida
de los demás. ¿Trato de hacer más agradable la vida de los demás? ¿veo si tienen algún
problema y trato de ayudarlos? ¿trato de acompañar a los que están más solos?.
“Padre nuestras ofensas como nosotros perdonamos a lo que nos ofenden... Si perdonan
sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes...”
(Mt. 6, 12.14)
¿Soy sincero cada vez que rezo el Padre Nuestro? ¿Sé perdonar a los que me ofenden?
¿Soy rencoroso? ¿Me cuesta olvidarme cuando alguien me pelea o me hace algo malo?
¿Se disculpar los defectos de los demás? ¿Trato de convivir con sus defectos o estoy
todo el tiempo marcándoselos? ¿Pido perdon cuando soy yo el que ofendo o lastimo a los
demás?
“Ve a reconciliarte con tu hermano...trata de llegar enseguida a un acuerdo con tu
adversario...” (Mt. 5,24-25)
¿Sé terminar una pelea aunque el otro empezara? ¿Busco reconciliar otros cuando se
pelean? ¿Cuándo alguien intenta reconciliarse conmigo se lo hago más fácil o pongo
condiciones?
Un centurión le pidió a Jesús que fuera a curar a su sirviente diciéndole: “Señor yo no soy
digno de que entres en mi casa, basta una palabra tuya y mi sirviente se sanará”. “Al oír
estas palabras Jesús se admiró de él... ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe” (Lc.
7,9).
En otra ocasión Jesús se encontraba en Jerusalén y muchos creyeron en su nombre al
ver los signos que realizaba. “Pero Jesús no se fiaba de ellos porque los conocía a
todos...el sabe lo que hay en el interior del hombre...” (Jn. 3, 24)
¿Cómo es mi fe? ¿Puede Jesús admirarse de mi fe? ¿Desconfiaría Jesús de mi Fe como
desconfío de la fe de aquellos judíos? ¿Le creo a Jesús todo lo que me dice? ¿Confío yo
en Él? ¿Sé como el centurión que sólo una palabra de Jesús basta para sanarme?
Jesús curó a un endemoniado. Cuando la gente del lugar se enteró de lo que había
pasado: “...le rogaron que se fuera de su territorio”
Algunas veces la presencia de Jesús en nuestra vida exige compromiso. ¿Qué hago
entonces? ¿Lo sacó de mi vida? ¿Lo ignoro? ¿Vivo como si no existiera? ¿Lo invito a
pasar a mi grupo de amigas? ¿Lo invito a mis diversiones, a mis salidas...?
“Aquí tienes a tu Madre” (Jn. 19, 27)
Este fue el último regalo que nos hizo Jesús en la Cruz, era el último que le quedaba y
también nos regaló. Nos regaló a su Madre para que fuera Madre nuestra. ¿Es realmente
mi Madre? ¿Acudo a ella? ¿Me porto realmente como hijo suya? ¿Trato de imitarla en
todo? ¿Que puedo aprender de Ella?.
En las bodas de Caná fue la primera en ver que no tenían vino. ¿Presto yo atención a las
necesidades de lo demás? ¿Sé descubrir lo que los otros necesitan aunque no me lo
pidan?
Aunque ella también estaba embarazada fue a visitar a su prima Isabel. ¿Soy capaz de
mirar primero las necesidades de los otros antes que la mía? ¿Puedo dejar lo que yo
quiero para después? ¿Puedo hacer algún sacrificio para el otro?
Seguramente no comprendía todo lo que sucedía pero ella guardaba cada palabra en su
corazón. ¿medito yo las palabras de Jesús? ¿Soy capaz de esperar o quiero entender
todo de golpe? ¿Están las palabras de Jesús grabadas en mi corazón?
Finalmente encontramos a María a los pies de la Cruz. ¿Estoy yo a los pies de la cruz de
Jesús? ¿Cargo con las cruces pequeñas o grandes que tengo en mi vida? ¿Me quejo
todo el tiempo? ¿Me rebelo contra ellas? ¿Ayudo a lo otros a cargar sus cruces?
“No juzguen según las apariencias” (Jn. 7, 24) “El que no tenga pecado que arroje la
primera piedra...” (Jn. 8, 7)
¿Soy duro cuando juzgo a los demás? ¿Pienso bien en los otros o enseguida emito un
juicio sobre todo lo que hacen? ¿Juzgo a los demás según las apariencias o se mirar al
corazón de las personas como lo hacía Jesús? ¿Trato de comprender porque toman
determinadas actitudes, trato de ayudarlos?
“Jesús era el comentario de la multitud...” (Jn. 7, 12)
¿Está Jesús presente en mis conversaciones? ¿De qué hablo con mis amigas? ¿Y con mi
familia? ¿Hablo alguna vez de Jesús con ellos? ¿Hablo sobre cosas importantes? ¿Sé
hacer silencio cuando es necesario? ¿Se escuchar a aquellos que pueden ayudarme?
“Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón...” (Mt. 6, 21)
¿Es la Eucaristía el tesoro de mi corazón? ¿Dónde está mi tesoro? ¿En qué personas,
cosas tengo puesto mi corazón? ¿Qué cosas son importantes para mi? ¿ A qué cosas le
dedico tiempo y esfuerzo?
“Cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu padre que está en lo
secreto, y tu Padre que ve los secretos te recompensará” (Mt. 6, 6) “Pidan y se les dará,
busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá....” (Mt. 7, 7).
¿Cómo es mi oración? ¿Confío en que Dios me escucha? ¿Soy perseverante en la
oración? ¿Cómo rezo? ¿Dónde rezo? ¿Por quién rezo? ¿Pido a Dios por las necesidades
de los demás? ¿Rezo solo cuando tengo algo que pedirle a Dios? ¿Le doy gracias por lo
que me da? ¿Trato de conocer mas a Dios a través de mi oración? ¿Voy a Misa todos los
domingos? ¿Cómo participo de la Misa? ¿Voy sólo para cumplir?
“Todo el que escucha la palabra que acabo de decir y la pone en práctica, puede
compararse a un hombre sensato que edifico su casa sobre roca, cayeron lluvias...
soplaron los vientos y sacudieron la casa, pero ésta no se derrumbó porque estaba
construida sobre roca...” (Mt. 7, 24)
¿Puedo compararme con ese hombre sensato? ¿Trato de practicar con la palabra de
Jesús? ¿Soy coherente entre lo que creo y lo que vivo? ¿Cuál es la roca sobre la que
construyo mi casa? ¿Si cayeran las lluvias y soplaran los vientos sobre tu casa qué
pasaría? ¿Se derrumbaría, aguantaría?
“Cualquiera que sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón teniendo en cuenta
que es para el Señor...” (Col. 3, 23) ¿Pienso alguna vez que todo lo que hago por más
chiquito que sea es para el Señor? ¿Cuál es mi trabajo hoy? ¿Cuáles mis
responsabilidades? ¿Cómo hago las cosas que tengo que hacer cada día? ¿Rápido, para
sacármelas de encima? ¿Trato de hacer las cosas lo mejor que puedo?
“Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda
compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura , la paciencia...” (Col. 3,
12)
¿Me siento amado, elegido por Dios? ¿Quiero ser santo? ¿Me lo propuse? ¿Me
compadezco de los demás? ¿Acompaño a mis amigos cuando sufren? ¿Soy humilde?
¿Reconozco todos los dones que Dios me dio? ¿Soy paciente con los demás? ¿Y
conmigo mismo? ¿Tengo paciencia en mis defectos?
Finalmente recordemos las palabras de San Pablo a los Romanos:
“Todo depende no del querer o del esfuerzo del hombre, sino de la Misericordia de Dios”
(Rom. 9, 16)
“Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”
Debemos dejar actuar la gracia de Dios en nuestro corazón.
“DÉJENSE RECONCILIAR CON DIOS...” (2 Cor. 5, 20).
Antes de la bendición con el santísimo sacramento rezamos:
Oración a San Francisco de Asís
Señor haz de nosotros un instrumento de tu paz,
Que donde haya odio, pongamos amor,
Donde haya discordia, pongamos unión,
Donde haya error, pongamos verdad,
Donde haya duda, pongamos Fe,
Donde haya desesperación, pongamos esperanza,
Donde haya tinieblas, pongamos luz,
Donde haya tristezas, pongamos alegría.
Oh Maestro, que no busquemos tanto:
Ser consolados, como consolar,
Ser comprendidos, como comprender,
Ser amados, como amar.
Porque:
Dando, recibimos,
Olvidando, encontramos,
Perdonando, somos perdonados,
Muriendo resucitamos a la vida eterna.