0% encontró este documento útil (0 votos)
149 vistas56 páginas

Catequesis Domund

Este mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2019 destaca que todos los bautizados están llamados a la misión de anunciar el Evangelio al mundo. El Papa invita a la Iglesia a una conversión misionera constante para llevar la salvación de Cristo a todos los confines de la tierra.

Cargado por

Gaby Morales
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
149 vistas56 páginas

Catequesis Domund

Este mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2019 destaca que todos los bautizados están llamados a la misión de anunciar el Evangelio al mundo. El Papa invita a la Iglesia a una conversión misionera constante para llevar la salvación de Cristo a todos los confines de la tierra.

Cargado por

Gaby Morales
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 56

MATERIALES PARA LA PREPARACIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES

2019
Bautizados y enviados: La Iglesia de Cristo
en mísión en el mundo

Materiales para la preparación de la Jornada Mundial de las Misiones 2019

© Obras Misionales Pontificio Episcopales de México, A.R.


Prolongación Misterios no. 24 Col. Tepeyac-Insurgentes,
Gustavo A. Madero, C.P. 07020, Ciudad de México, México

Comentarios y sugerencias:
[email protected] · www.ompe.mx

Tels. (0155) 5750 0544 · Lada sin costo 01800 561 6780

Se permite la reproducción total o parcial del contenido de esta obra, por cualquier medio que fuere,
siempre y cuando no persiga fines lucrativos, se cite y se dé crédito a la fuente de procedencia.

Impreso en México
Presentación 4
Pbro. Lic. José Ayala Madrigal

Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2019 6


S.S. Francisco

Mes Misionero Extraordinario: octubre 2019 9

Bautizados y enviados: La Iglesia de Cristo en misión en el mundo 11

Las Obras Misionales Pontificio Episcopales 15

Pontificia Obra de la Propagación de la Fe (POPF)


Pontificia Obra de la Santa Infancia (POSI)
Pontificia Unión Misional (PUM)
Pontificia Obra de San Pedro Apóstol (POSPA)

Reflexiones Bíblicas 24
(Reflexión bíblica de cada domingo de octubre)

Celebración Eucarística 35

Hora Santa Misionera 41

Rosario Misionero 45

Infografía (FIDES) 53
Presentación

“Una Iglesia en salida hasta los últimos confines exige una conversión misionera
constante y permanente. Cuántos santos, cuántas mujeres y hombres de fe nos
dan testimonio, nos muestran que es posible y realizable esta apertura ilimitada,
esta salida misericordiosa, como impulso urgente del amor y como fruto de su
intrínseca lógica de don, de sacrificio y de gratuidad (cf. 2 Co 5,14-21). Porque ha
de ser hombre de Dios quien a Dios tiene que predicar
(cf. Carta apost. Maximum illud)”.

Mensaje del Santo Padre Francisco para la


Jornada Mundial de las Misiones 2019.

Queridos hermanos y hermanas:

Los saludo deseando de corazón que el Dios de la misericor-


dia allane sus caminos, ilumine sus proyectos, custodie sus
anhelos, bendiga sus vidas y, mientras peregrinamos en esta
vida, nos cuide a todos en la palma de su mano.

Hace dos años, y acogiendo la propuesta de la Congregación


para la Evangelización de los Pueblos, el Santo Padre Fran-
cisco tuvo a bien convocar a un mes misionero extraordinario
(MME) para octubre del año en curso, teniendo como gran mar-
co el centenario de la promulgación de la Carta apostólica Maxi-
mum illud del Papa Benedicto XV.

Por tal motivo, y con gran gozo, las Obras Misionales Pontificio Episcopales de México (OMPE) han
preparado el MME octubre 2019 con diversas actividades de animación misionera y subsidios formati-
vos, para despertar la conciencia misionera de la missio ad gentes en todo el Pueblo de Dios, a través
de una amplia sensibilización en las iglesias particulares, en los institutos de vida consagrada y en las
sociedades de vida apostólica; así como en las asociaciones, los movimientos, las comunidades y otras
realidades eclesiales.

Por tanto, y en sintonía con el espíritu de renovación a que nos invita el Plan Global de Pastoral de
la Conferencia del Episcopado Mexicano, las OMPE México hacen entrega de esta catequesis corres-
pondiente al DOMUND 2019, creada con gran responsabilidad y compromiso de todos los que cola-
boramos en esta noble institución. Deseamos sea de gran utilidad para la pastoral misionera en las 93
diócesis de nuestro país.

4
O M P E M É XI C O
Asimismo, pongo en manos del buen Dios los trabajos, esfuerzos y dedicaciones de todos aquellos que
han hecho posible la preparación y celebración del MME. Reconozco el apoyo de los Sres. Obispos, y
agradezco enormemente a los Directores Diocesanos de Misiones por su colaboración: ustedes hacen
posible que las OMPE sean conocidas y difundidas en las diócesis, favoreciendo así la misión universal
de la Iglesia. Y por ustedes, queridos amigos, que desde la manifestación de una comunidad de fe
ofrecen su oración, sacrificio y aporte económico en el DOMUND, ruego a Dios para que les conceda
ser fieles testigos de su amor en misión en el mundo.

Por último, pido para que el Espíritu Santo siga inspirando en cada uno de los involucrados en la pas-
toral misionera del país actividades fraternas, solidarias y cordiales. Oremos juntos para que, a ejemplo
de María Santísima, volvamos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño: “En ella vemos que
la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a
otros para sentirse importantes. […] Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y
en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es
nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora»” (EG 288).

Pbro. Lic. José Ayala Madrigal


Obras Misionales Pontificio Episcopales de México
Director Nacional

5
Mensaje del Santo Padre Francisco para
la Jornada Mundial de las Misiones 2019
Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo

Queridos hermanos y hermanas:

He pedido a toda la Iglesia que durante el mes de octubre


de 2019 se viva un tiempo misionero extraordinario, para
conmemorar el centenario de la promulgación de la Carta
apostólica Maximum Illud del Papa Benedicto XV (30 noviem-
bre 1919). La visión profética de su propuesta apostólica me ha
confirmado que hoy sigue siendo importante renovar el com-
promiso misionero de la Iglesia, impulsar evangélicamente su mi-
sión de anunciar y llevar al mundo la salvación de Jesucristo, muerto
y resucitado.

El título del presente mensaje es igual al tema del Octubre misionero: Bautizados y enviados: la Iglesia
de Cristo en misión en el mundo. La celebración de este mes nos ayudará en primer lugar a volver a
encontrar el sentido misionero de nuestra adhesión de fe a Jesucristo, fe que hemos recibido gratui-
tamente como un don en el bautismo. Nuestra pertenencia filial a Dios no es un acto individual sino
eclesial: la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es fuente de una vida nueva junto a tantos
otros hermanos y hermanas. Y esta vida divina no es un producto para vender —nosotros no hacemos
proselitismo— sino una riqueza para dar, para comunicar, para anunciar; este es el sentido de la misión.
Gratuitamente hemos recibido este don y gratuitamente lo compartimos (cf. Mt 10,8), sin excluir a nadie.
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y a la experiencia
de su misericordia, por medio de la Iglesia, sacramento universal de salvación (cf. 1 Tm 2,4; 3,15; Conc.
Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 48).

La Iglesia está en misión en el mundo: la fe en Jesucristo nos da la dimensión justa de todas las cosas
haciéndonos ver el mundo con los ojos y el corazón de Dios; la esperanza nos abre a los horizontes
eternos de la vida divina de la que participamos verdaderamente; la caridad, que pregustamos en los
sacramentos y en el amor fraterno, nos conduce hasta los confines de la tierra (cf. Mi 5,3; Mt 28,19; Hch 1,8;
Rm 10,18). Una Iglesia en salida hasta los últimos confines exige una conversión misionera constante y
permanente. Cuántos santos, cuántas mujeres y hombres de fe nos dan testimonio, nos muestran que
es posible y realizable esta apertura ilimitada, esta salida misericordiosa, como impulso urgente del
amor y como fruto de su intrínseca lógica de don, de sacrificio y de gratuidad (cf. 2 Co 5,14-21). Porque
ha de ser hombre de Dios quien a Dios tiene que predicar (cf. Carta apost. Maximum Illud).

6
O M P E M É XI C O
Es un mandato que nos toca de cerca: yo soy siempre una misión; tú eres siempre una misión; todo
bautizado y bautizada es una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído
y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida. Para el amor de Dios nadie es inútil e insignifi-
cante. Cada uno de nosotros es una misión en el mundo porque es fruto del amor de Dios. Aun cuando
mi padre y mi madre hubieran traicionado el amor con la mentira, el odio y la infidelidad, Dios nunca
renuncia al don de la vida, sino que destina a todos sus hijos, desde siempre, a su vida divina y eterna
(cf. Ef 1,3-6).

Esta vida se nos comunica en el bautismo, que nos da la fe en Jesucristo vencedor del pecado y de
la muerte, nos regenera a imagen y semejanza de Dios y nos introduce en el cuerpo de Cristo que es
la Iglesia. En este sentido, el bautismo es realmente necesario para la salvación porque nos garantiza
que somos hijos e hijas en la casa del Padre, siempre y en todas partes, nunca huérfanos, extranjeros o
esclavos. Lo que en el cristiano es realidad sacramental —cuyo cumplimiento es la eucaristía—, perma-
nece como vocación y destino para todo hombre y mujer que espera la conversión y la salvación. De
hecho, el bautismo es cumplimiento de la promesa del don divino que hace al ser humano hijo en el
Hijo. Somos hijos de nuestros padres naturales, pero en el bautismo se nos da la paternidad originaria
y la maternidad verdadera: no puede tener a Dios como padre quien no tiene a la Iglesia como madre
(cf. San Cipriano, La unidad de la Iglesia católica, 4).

Así, nuestra misión radica en la paternidad de Dios y en la maternidad de la Iglesia, porque el envío ma-
nifestado por Jesús en el mandato pascual es inherente al bautismo: como el Padre me ha enviado así
también os envío yo, llenos del Espíritu Santo para la reconciliación del mundo (cf. Jn 20,19-23; Mt 28,16-
20). Este envío compete al cristiano, para que a nadie le falte el anuncio de su vocación a hijo adoptivo,
la certeza de su dignidad personal y del valor intrínseco de toda vida humana desde su concepción
hasta la muerte natural. El secularismo creciente, cuando se hace rechazo positivo y cultural de la activa
paternidad de Dios en nuestra historia, impide toda auténtica fraternidad universal, que se expresa en el
respeto recíproco de la vida de cada uno. Sin el Dios de Jesucristo, toda diferencia se reduce a una ame-
naza infernal haciendo imposible cualquier acogida fraterna y la unidad fecunda del género humano.

El destino universal de la salvación ofrecida por Dios en Jesucristo condujo a Benedicto XV a exigir la
superación de toda clausura nacionalista y etnocéntrica, de toda mezcla del anuncio del Evangelio con
las potencias coloniales, con sus intereses económicos y militares. En su Carta apostólica Maximum
Illud, el Papa recordaba que la universalidad divina de la misión de la Iglesia exige la salida de una per-
tenencia exclusiva a la propia patria y a la propia etnia. La apertura de la cultura y de la comunidad a
la novedad salvífica de Jesucristo requiere la superación de toda introversión étnica y eclesial impropia.
También hoy la Iglesia sigue necesitando hombres y mujeres que, en virtud de su bautismo, respondan
generosamente a la llamada a salir de su propia casa, su propia familia, su propia patria, su propia len-
gua, su propia Iglesia local. Ellos son enviados a las gentes en el mundo que aún no está transfigurado
por los sacramentos de Jesucristo y de su santa Iglesia. Anunciando la Palabra de Dios, testimoniando
el Evangelio y celebrando la vida del Espíritu llaman a la conversión, bautizan y ofrecen la salvación cris-
tiana en el respeto de la libertad personal de cada uno, en diálogo con las culturas y las religiones de
los pueblos donde son enviados. La missio ad gentes, siempre necesaria en la Iglesia, contribuye así de

7
manera fundamental al proceso de conversión permanente de todos los cristianos. La fe en la pascua
de Jesús, el envío eclesial bautismal, la salida geográfica y cultural de sí y del propio hogar, la necesidad
de salvación del pecado y la liberación del mal personal y social exigen que la misión llegue hasta los
últimos rincones de la tierra.

La coincidencia providencial con la celebración del Sínodo especial de los obispos para la región Pana-
mazónica me lleva a destacar que la misión confiada por Jesús, con el don de su espíritu, sigue siendo
actual y necesaria también para los habitantes de esas tierras. Un Pentecostés renovado abre las puer-
tas de la Iglesia para que ninguna cultura permanezca cerrada en sí misma y ningún pueblo se quede
aislado, sino que se abran a la comunión universal de la fe. Que nadie se quede encerrado en el propio
yo, en la autorreferencialidad de la propia pertenencia étnica y religiosa. La pascua de Jesús rompe los
estrechos límites de mundos, religiones y culturas, llamándolos a crecer en el respeto por la dignidad
del hombre y de la mujer, hacia una conversión cada vez más plena a la verdad del Señor resucitado
que nos da a todos la vida verdadera.

A este respecto, me vienen a la mente las palabras del papa Benedicto XVI al comienzo del encuentro
de obispos latinoamericanos en Aparecida, Brasil, en el año 2007, palabras que deseo aquí recordar y
hacer mías: «¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos de América Latina y
del Caribe? Para ellos ha significado conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepa-
sados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Salvador que anhelaban
silenciosamente. Ha significado también haber recibido, con las aguas del bautismo, la vida divina que
los hizo hijos de Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu Santo que ha venido a fecundar
sus culturas, purificándolas y desarrollando los numerosos gérmenes y semillas que el Verbo encarnado
había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del Evangelio. [...] El Verbo de Dios, haciéndose
carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura. La utopía de volver a dar vida a las religiones
precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso.
En realidad sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado» (Discurso en la Sesión
inaugural, 13 mayo 2007).

Confiemos a María, nuestra Madre, la misión de la Iglesia. La Virgen, unida a su Hijo desde la encarna-
ción, se puso en movimiento, participó totalmente en la misión de Jesús, misión que a los pies de la cruz
se convirtió también en su propia misión: colaborar como Madre de la Iglesia que en el Espíritu y en la
fe engendra nuevos hijos e hijas de Dios.

Quisiera concluir con unas breves palabras sobre las Obras Misionales Pontificias, ya propuestas como
instrumento misionero en la Maximum Illud. Las OMP manifiestan su servicio a la universalidad eclesial
en la forma de una red global que apoya al Papa en su compromiso misionero mediante la oración,
alma de la misión, y la caridad de los cristianos dispersos por el mundo entero. Sus donativos ayudan al
Papa en la evangelización de las Iglesias particulares (Obra de la Propagación de la Fe), en la formación
del clero local (Obra de San Pedro Apóstol), en la educación de una conciencia misionera de los niños
de todo el mundo (Obra de la Infancia Misionera) y en la formación misionera de la fe de los cristianos
(Pontificia Unión Misional). Renovando mi apoyo a dichas obras, deseo que el Mes Misionero Extraordi-
nario de Octubre 2019 contribuya a la renovación de su servicio a mi ministerio misionero.

A los misioneros, a las misioneras y a todos los que en virtud del propio bautismo participan de algún
modo en la misión de la Iglesia, les envío de corazón mi bendición.

Vaticano, 9 de junio de 2019, Solemnidad de Pentecostés

Francisco

8
O M P E M É XI C O
Mes Misionero Extraordinario
El Santo Padre, el Papa Francisco, nos ha convocado a celebrar un Mes Misionero Extraordinario (MME):
«Para renovar el ardor y la pasión, acojo con placer nuestra propuesta, de convocar un tiempo extraordi-
nario de oración y reflexión sobre la missio ad gentes. Pediré a toda la Iglesia que el mes de octubre 2019
se dedique a esta finalidad, porque ese año celebramos el centenario de la Carta Apostólica Maximum
Illud del Papa Benedicto XV».

Y nos recuerda lo que dicha Carta Apostólica decía hace ya cien años: «Hombres y mujeres distinguidos
por celo y santidad son cada vez más necesarios en la Iglesia y en la misión. Quien predica a Dios, sea
hombre de Dios». No olvidemos que el santo es el misionero que con vida y palabra predica a tiempo
y destiempo.

Por ello, nos invita a una profunda renovación, la cual requiere conversión, requiere vivir la misión como
oportunidad permanente de anunciar a Cristo, de hacerlo encontrar testimoniándolo y haciendo a los
otros partícipes de nuestro encuentro personal con Él.

Por lo tanto, se pretende que el MME sea un tiempo propicio para que la oración, el testimonio de
tantos santos y mártires de la misión, la reflexión bíblica y teológica, la catequesis y la caridad misionera,
contribuyan a evangelizar, y así, reencontrada la frescura y el ardor del primer amor por el Señor cruci-
ficado y resucitado, la Iglesia pueda evangelizar al mundo con credibilidad y eficacia.

No olvidemos que la Maximum Illud quiso dar un impulso al compromiso misionero del anuncio del
Evangelio. Tras un tremendo conflicto mundial «matanza inútil», comprendió la necesidad de dar una
impronta evangélica a la misión en el mundo, para purificarla de cualquier adherencia colonial y apar-
tarla de aquellas intenciones nacionalistas y expansionistas que causaron tantos desastres.

Dio un gran impulso a la misión ad gentes, proponiéndose despertar la conciencia del deber misionero,
especialmente entre los sacerdotes. Apenas tres años atrás se había fundado la Unión Misional del Clero
y rápidamente tuvo auge en las diócesis italianas con la ayuda de la Carta Apostólica de Benedicto XV,
donde invitaba a todas las diócesis del mundo a tener la Unión Misional del Clero para impregnar de
celo misionero a cada sacerdote.

El Papa Francisco, haciendo suyas las palabras de Paulo VI, nos recuerda: «Evangelizar constituye, en
efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evan-
gelizar…» (EN 14). No olvidemos de dónde venimos y cuál es nuestra misión principal como Iglesia de
Jesucristo, el Misionero del Padre.

9
Y continúa diciendo el Santo Padre: Exhorto a la Iglesia a un «renovado compromiso misionero», con-
vencido de que la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo
y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!, haciendo alusión a Redemptoris Missio, 2.

Reconoce que, como Iglesia, estamos aún muy lejos de lograr nuestro objetivo y nos invita a tomar en
serio nuestro bautismo que nos hace misioneros: «La actividad misionera representa aún hoy día el ma-
yor desafío para la Iglesia y “la causa misionera debe ser la primera”. ¿Qué sucedería si nos tomáramos
realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma
de toda obra de la Iglesia» (EG, 15).

«Procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misio-
nera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una “simple administración”. Constitu-
yámonos en todas las regiones de la tierra en un “estado permanente de misión”» (EG, 25).

No tengamos miedo de realizar una opción misionera capaz de transformarlo todo, «para que las
costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce
adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación […] que la pasto-
ral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales
en constante actitud de salida y fortalezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús
convoca a su amistad» (EG, 27).

«Que el centenario de la Maximum Illud, sea un estímulo para superar la tentación recurrente que se
esconde en toda clase de introversión eclesial, en la clausura autorreferencial en la seguridad de los
propios confines, en toda forma de pesimismo pastoral, en cualquier nostalgia estéril del pasado, para
abrirnos en cambio a la gozosa novedad del Evangelio» (Cardenal Filoni).

«Que el Mes Misionero Extraordinario sea un tiempo de gracia intensa y fecunda para promover inicia-
tivas e intensificar de manera especial la oración —alma de toda misión—, el anuncio del Evangelio, la
reflexión bíblica y teológica sobre la misión, las obras de caridad cristiana y las acciones concretas de
colaboración y de solidaridad entre las Iglesias, de modo que se avive el entusiasmo misionero y nunca
nos lo roben» (Papa Francisco).

Que cada parroquia, diócesis, congregación, movimiento, grupos de pastoral en general y todos aque-
llos que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, nos sintamos convocados y enviados a realizar de
manera distinta este mes misionero extraordinario, que de verdad sea algo extraordinario, que nuestra
creatividad desborde a favor de los demás hermanos que, quizá menos conscientes de su bautismo, no
se sienten enviados porque nosotros no les damos el testimonio que deberíamos. Seamos misioneros
en primera persona, es decir, acompañemos al Papa en la loable misión de llevar a la Iglesia a sus orí-
genes misioneros. ¡Bautizados y Enviados todos!

10
O M P E M É XI C O
Bautizados y enviados:
la Iglesia de Cristo en misión en el mundo

La Iglesia, sacramento visible en el mundo, traza y extiende el proyecto del reino desde una visión uni-
versal1. La salvación que se dirige a todos los pueblos, iniciativa de Dios (1 Jn 4, 8-10), se manifiesta en
todos los tiempos y en culturas concretas. El bautismo favorece la íntima relación entre Iglesia y mundo,
predispone para la misión y comunica la vida divina: Nosotros no tenemos un producto que vender —no
tiene nada que ver con el proselitismo, no tenemos un producto que vender—, sino una vida que comu-
nicar: Dios, su vida divina, su amor misericordioso, su santidad (Francisco). Comunicando la vida divina
—la Iglesia— lleva a cabo el mandato del Señor Jesús y, con ello, manifiesta al mundo el amor de Dios
por la humanidad.

Para el discípulo misionero de la actualidad recorrer el camino de salvación requiere valentía ante los
desafíos que afronta la acción misionera de la Iglesia. Comunicar a Cristo a toda la humanidad ha de
ser siempre el cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particularmente en la nuestra
—como recordaba en mi primera Encíclica programática— es «dirigir la mirada del hombre, orientar la
conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo» (RMi 4). Al misterio revelado
responde la fe, a la fe el anuncio y al anuncio la conversión desde la experiencia del misterio de Dios
revelado en Jesús de Nazaret.

Crisis de identidad bautismal: ¿oportunidad o rezago?

La identidad del cristiano en el mundo debe ser exteriorizada desde una vida autentica de fe que se
revalide en el compromiso por la evangelización en el mundo, ahí donde se manifiesta la convergencia
de distintas y muy variadas culturas que, en muchos de los casos, se diluyen de manera sistemática
en una homogeneización de pensamientos, comportamientos y estilos de vida, perdiendo identidad
y particularidad. La correlación entre Evangelio y cultura ha perdido fuerza en culturas con tradición
netamente cristiana:

La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como
lo fue también en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a
una generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas. Estas deben

1 La universalidad de la salvación no significa que se conceda solamente a los que, de modo explícito, creen en Cristo y han entrado en la Iglesia.
Si es destinada a todos, la salvación debe estar en verdad a disposición de todos. Pero es evidente que, tanto hoy como en el pasado, muchos
hombres no tienen la posibilidad de conocer o aceptar la revelación del Evangelio y de entrar en la Iglesia. Viven en condiciones socioculturales
que no se lo permiten y, en muchos casos, han sido educados en otras tradiciones religiosas. Para ellos, la salvación de Cristo es accesible en
virtud de la gracia que, aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no les introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de manera
adecuada en su situación interior y ambiental Esta gracia proviene de Cristo; es fruto de su sacrificio y es comunicada por el Espíritu Santo: ella
permite a cada uno llegar a la salvación mediante su libre colaboración. RMi 10.

11
ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva. Pero este encuentro no se llevará a
cabo si la Buena Nueva no es proclamada (EN 20).

La crisis de identidad con relación a la fe manifiesta, por un lado, la introversión eclesial que va sofo-
cando la creatividad misionera en los agentes de pastoral y apisona la iniciativa generosa de un gran
número de cristianos que buscan dar respuesta a su compromiso bautismal. Por otro lado, se desarrolla
una actitud de desaliento y desanimo en la acción pastoral de los agentes o terminan realizando acti-
vidades mal planeadas y sin proyección eclesial agotando las fuerzas y las aspiraciones más sinceras y
desinteresadas:

El problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades mal vivi-
das, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga
deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata
de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado (EG 82).

Hoy, como en otras épocas, la crisis del compromiso misionero encuentra delante de sí una oportuni-
dad para un nuevo impulso en la actividad misionera de la Iglesia (RMi 30) frente a un desafiante secula-
rismo de la sociedad. Por tanto, saber llevar a cabo la misión desde la diversidad y mantener aun así la
armonía, sin perder la identidad, es fundamental para la expresión de la fe cristiana en un mundo con
características indiscutibles de pluriculturalidad, pero que al mismo tiempo se completa y transforma
con rasgos exactos de interculturalidad:

En estos tiempos de pluralismo, la espiritualidad misionera no puede ser cultivada como


ensimismamiento autorreferencial en grupos cerrados y tribales por temor a lo diferente;
tampoco como espíritu de expansión y asimilación de la diferencia del otro. La fuente espiri-
tual del siglo XXI es el encuentro con el otro, reconociendo su diversidad, y juntos abrirse al
Misterio inefable para encontrarnos en su vorágine de amor2.

Conciencia, conocimiento y responsabilidad misionera

Encuentro y diálogo son pautas necesarias en la evangelización de los pueblos y culturas, permiten
que la misión evolucione hacia una etapa más consciente y responsable, que los agentes de pastoral se
comprometan más por una participación solidaria que por una evangelización unidireccional y que la
Iglesia se preocupe por desarrollar una formación integral de la persona más que por ser una institu-
ción autorreferencial: La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde
instrumento y mediación del Reino3. Superar actitudes de hegemonía y vanagloria ayudará a disminuir
atributos negativos que han acompañado a la Iglesia como institución a lo largo de la historia. Y así,
superando concepciones etnocentristas, la misión impulsará cada vez más la extensión del Reino aquí
y ahora.

Optar por una formación pastoral en clave misionera, para que la conciencia, el conocimiento y la res-
ponsabilidad misionera vuelvan a ser parte de la vida ordinaria de todo el Pueblo santo de Dios (Francis-
co), es vital y decisivo en la comunidad de discípulos misioneros que se comprometen, desde la certeza
que da una vida de fe, en la construcción de un entorno más justo y solidario: por lo que no corresponder
sería ignorancia o miedo; y a nosotros cristianos, no nos está permitido ni lo uno ni lo otro4.

2 Cerviño, L. (2018). La etapa pluralista como contexto actual de la missio ad-inter gentes: inequidad, globalización, migración, religiones, ciudad y
mundo virtual. En La misión, futuro de la Iglesia (68). España: OMP-PPC.

3 Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2017, 7.

4 “La nueva evangelización” S.E. Mons. Rino Fisichella

12
O M P E M É XI C O
Animadores misioneros en misión en el mundo para la cooperación misionera

Es evidente que una gran parte del Pueblo de Dios se sitúe ajeno hacia la dimensión misionera ad gentes
de la Iglesia, y que entre los agentes de pastoral, los ministros ordenados y los consagrados se exprese,
como aludiendo a expresiones añosas, que «las misiones atañen exclusivamente a los religiosos misione-
ros», dando como resultado acciones pastorales opuestas a la universalidad de la misión y que, aún con
todo y el cambio de paradigma sobre la misión gestado a inicios del siglo pasado5, deja ver carencias y
descuidos en la formación misionera del laico, del consagrado o consagrada y del ministro ordenado.

Conviene, por tanto, que la actividad misionera derive de una capacitada y decisiva «animación
misionera»6, para que la «cooperación misionera»7 entre las iglesias sea efectiva, consciente y responsa-
ble. Para esta encomienda se necesita animadores misioneros debidamente formados que lleven a cabo
esta tarea, iluminando y proyectando toda la acción pastoral desde un itinerario misionero transversal
que la envuelva en su conjunto, para que se desarrolle una pastoral orgánica y, hacia la comunidad, se
impulse la salida para el encuentro con los hermanos en Cristo que no se reconocen más como Iglesia.

Claro está que a cada bautizado le corresponde, por el hecho mismo de su bautismo, anunciar la Buena
Nueva. Sin embargo, el nivel de responsabilidad se descubre a partir de la vocación específica que se
ha adquirido voluntariamente. Por lo tanto, y para impulsar una cooperación misionera más recíproca
y efectiva, está, en primer lugar, la cooperación en lo espiritual y material. Es en este ámbito donde
todos los bautizados participan activamente orando y apoyando materialmente por las misiones y por
los misioneros:

Esta cooperación solo será posible si se mantiene un trabajo asiduo de animación y de moti-
vación misionera que despierte el compromiso ad gentes […] La comunicación misionera es
el alma de la animación misionera, tan importante como la propia acción evangelizadora
directa: no se la puede entregar a una iniciativa de aficionados8.

Otro ámbito es la colaboración de los que se encargan de la formación misionera para los que reali-
zarán personalmente la misión, donde este agente de pastoral ya sea ordenado, consagrado o laico,
previamente formado en la misionología y demás disciplinas teológicas, aporta sus conocimientos y
tiempo para preparar agentes idóneos para la misión:

[…] Es necesario que haya proyectos bien definidos para que la cualificación de cada agente
pueda encontrar su espacio específico de expresión, aunque tuviese que estar abierto a cual-
quier adaptación. Normalmente, muchos misioneros terminan actuando en ámbitos que no
se imaginaban para responder a desafíos que tampoco se imaginaban, pero que forman
parte de las urgencias cotidianas, así como de la cosmovisión de sus interlocutores9.

5 […] la misión antecede a la Iglesia, el origen de la misión se encuentra en Dios (missio Dei). La misión se coloca en el punto de partida y en
el centro, y la Iglesia se encuentra a su servicio. El Dios misionero (la misión de Dios) llama a la Iglesia a la existencia para que se prolongue la
iniciativa del Dios misionero. Ibid. 21.

6 Las actividades de animación deben orientarse siempre hacia sus fines específicos: informar y formar al Pueblo de Dios para la misión universal
de la Iglesia; promover vocaciones ad gentes; suscitar cooperación para la evangelización. RMi 83.

7 Miembros de la Iglesia en virtud del bautismo, todos los cristianos son corresponsables de la actividad misionera. La participación de las comu-
nidades y de cada fiel en este derecho-deber se llama «cooperación misionera». RMi 77.

8 Raschietti, S. (2017). Ámbitos privilegiados de la misión ad gentes para el laico misionero. Una reflexión a partir de América Latina. En Laicado y
misión (157). España: OMP-PPC.

9 Ibid. 158 – 159.

13
El siguiente ámbito se concreta, por así decirlo, en la obtención de vocaciones específicamente ad gen-
tes10: misioneros (consagrados, consagradas, ministros ordenados o laicos) implicados directamente en
la evangelización, en la “edificación” de iglesias nacientes y en la promoción humana: esta representa el
corazón de la cooperación, ya que sin misioneros no hay misión11.

Discípulos misioneros que dan vida y belleza al mundo

La misión implica reconocer que, en las relaciones interpersonales y en el cuidado de la creación12, so-
mos coparticipes de una convivencia solidaria y de un desarrollo humano integral, así como responsa-
bles en nuestra relación con el medioambiente: la misión es nuestra propia santificación y la del mundo
entero, desde la creación (Francisco).

Santificarnos a nosotros mismos y al mundo siendo “luz y sal” en él, desde la dimensión bautismal que
impulsa la misión, es participar y transmitir la vida divina de Dios: La dimensión misionera de nuestro
bautismo se traduce así en testimonio de santidad que da vida y belleza al mundo (Francisco).

Programar el Mes Misionero Extraordinario con seriedad y responsabilidad, para dar testimonio de lo
bueno y de la belleza del Evangelio al mundo, es la tarea fundamental de los que formamos parte del
Pueblo de Dios, de los que dan vida y belleza al mundo por la fuerza renovadora del Espíritu: No te-
nemos que esperar la acción del Espíritu, porque el Espíritu ya está actuando […] Experimentar el Espíritu
implica asumir un riesgo. Hay que salir a lo otro, viajar a lo diferente, a lo absolutamente desconocido,
dejarnos transformar y modificar por ello. Hemos de renunciar a nosotros y salir a los demás13.

Como en los tiempos de la Maximum illud hoy mismo percibimos la necesidad de despertar la con-
ciencia misionera, sólo que no lo vamos a hacer fuera del mundo ni alejados de él, pero sí desde una
posición que incluya a todas las personas para que sientan la infinita ternura y misericordia de Dios:

El evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más
cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a
Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más
lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su mi-
sericordia y de su amor (Francisco).

Valoremos el Mes Misionero Extraordinario como una oportunidad significativa para renovar los procedi-
mientos, los objetivos, los espacios de encuentro y a nosotros mismos con compromiso […] compromiso,
no de re-evangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su
expresión. (Juan Pablo II), para que la misión sea el fundamento de una Iglesia que actúa en el mundo y
no un apéndice más adquirido en el bautismo sin consecuencias ni responsabilidades.

10 […] Con todo, la misión se proyecta naturalmente más allá de las fronteras, con generosidad, con apertura a nuevos horizontes y desafíos: ja-
más se cierra. La Iglesia «ha nacido “en salida”» (cf. EG 17a; 20; 24; 46) y se reencuentra a sí misma cada vez que sale de sí y se abre: la comunidad
cristiana debe su origen al anuncio del Evangelio, y su propia vitalidad a la continua y valiente transmisión de ese anuncio al mundo entero. Por
eso, el norte de toda misión es inevitablemente ad gentes: esto expresa no solamente un programa de acción, sino también una tensión funda-
mental. Ibid. 141.

11 Ibid. 156.

12 Para la tradición judío-cristiana, decir «creación» es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde
cada criatura tiene un valor y un significado. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona, pero la
creación sólo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que
nos convoca a una comunión universal (LS 76).

13 Biord, R. (2018). La missio Dei: ¿Paradigma de la teología o un caballo de Troya? En La misión, futuro de la Iglesia (308). España: OMP-PPC.

14
O M P E M É XI C O
Las Obras Misionales Pontificio Episcopales

Las Obras Misionales Pontificias (OMP) ocupan justamente el «primer lugar» en la cooperación
misionera, porque constituyen un instrumento precioso para «infundir en los católicos, desde la
infancia, un espíritu verdaderamente universal y misionero, y para recoger eficazmente los subsi-
dios en beneficio de todas las misiones y según las necesidades de cada una» (AG, 38). Las Obras
misionales Pontificias son, por tanto, propuestas a todos los cristianos como «instrumentos privi-
legiados del Colegio Episcopal unido al sucesor de Pedro y responsable con él del Pueblo de Dios,
Pueblo que es también, todo él, misionero» (S.S. Pablo VI).

Con motivo del centenario de la Maximum illud, es oportuno reafirmar, promover y revalorizar el
sentido que las OMP tienen hoy. El compromiso de las OMP responde a un deseo expreso de san
Juan Pablo II: «En efecto, no se puede dar una imagen reductiva de la actividad misionera, como
si fuera principalmente ayuda a los pobres, contribución a la liberación de los oprimidos, promo-
ción del desarrollo, defensa de los derechos humanos. La Iglesia misionera está comprometida
también en estos frentes, pero su cometido primario es otro: los pobres tienen hambre de Dios,
y no solo de pan y libertad; la actividad misionera ante todo ha de testimoniar y anunciar la sal-
vación en Cristo, fundando las Iglesias locales que son luego instrumento de liberación en todos
los sentidos» (RMi, 83).

Las OMP testimonian la universalidad de la Iglesia promoviendo «los estrechos lazos de comunión
entre las distintas partes de la Iglesia, tanto en lo que se refiere a las riquezas espirituales como
a los trabajadores apostólicos y recursos materiales» (LG, 13). Esto equivale a decir que las OMP
promueven incansablemente el intercambio mutuo de dones que el Señor, a través de su Espíritu,
ha difundido en las Iglesias particulares y en la Iglesia universal; suscitan un espíritu de fraternidad
entre todas las Iglesias que tienen el objetivo de la evangelización mundial; y, en última instancia,
actúan, por una parte, como un medio privilegiado de unión entre las Iglesias particulares entre sí,
y por otra parte, entre cada una de ellas y el Papa, que, en nombre de Cristo, preside el compartir
universal de la caridad.

Son el canal privilegiado para el intercambio fraterno y para la distribución equitativa de los
bienes entre todas las Iglesias, unidas en el esfuerzo común por apoyar la evangelización de los
pueblos, por tanto, su compromiso principal y prioritario es hacer posible que la Buena Nueva de
Jesús —su misterio, su persona y su mensaje, su Pascua— lleguen a todos los rincones de la Tierra,
y que nazcan y se desarrollen nuevas Iglesias, que, en y desde el corazón de cada pueblo y raza,
den testimonio de los valores del Evangelio.

15
Pontificia Obra de la Propagación de la Fe
La Obra de Propagación de la Fe (PF) está cerca de celebrar dos aniversarios en el 2022: los 200 años
de su fundación y los 100 años de ser elevada a la categoría pontificia, y resulta sorprendente, aún para
estos tiempos, que una laica (no un clérigo, no una consagrada) de 23 años haya tenido la magnífica
idea de irrumpir en el mundo de las misiones de la forma como lo hizo la Venerable Paulina Jaricot.

Desde su realidad como hija de familia supo responder a las necesidades de la misión de la Iglesia en
esos momentos. Al sentirse interpelada por las penurias y dificultades que pasaban los misioneros en
China, en 1822 trazó su proyecto gracias al apoyo y esfuerzo de mujeres y hombres -entre ellos su her-
mano Philéas, futuro sacerdote misionero- que ofrecían su oración, sacrificio y un aporte económico por
las misiones y los misioneros de aquellas tierras lejanas. Fue una idea universal que nació con Paulina,
y que sorprendió y gustó sobre manera a la jerarquía católica de ese entonces. Poco más de cien años
después se realizaría la primera Jornada Mundial de las Misiones, en octubre de1926; aunque el prece-
dente se venía forjado desde mucho tiempo atrás.

Esta Obra es la responsable de recaudar la colecta económica que se realiza en la Jornada Mundial de
las Misiones (DOMUND), y ponerla a disposición del Fondo Universal de Solidaridad. La distribución
se lleva a cabo después de una exhaustiva y minuciosa selección de proyectos (ya que aquellos que se
postulan tienen que reunir diversos requisitos para ser tomados en cuenta) que se envían a Roma desde
las 1,114 circunscripciones eclesiásticas dependientes de la Congregación para la Evangelización de los
Pueblos (Iglesias jóvenes o nacientes en tierras de misión específicamente ad gentes), de las cuales: 511
se encuentran en África, 482 en Asia, 75 en América y 46 en Oceanía. El porcentaje de católicos en com-
paración con el total de habitantes por continente se encuentra de la siguiente manera: África 19,24%;
América 63,72%; Asia 3,25%; Oceanía 26,38%; es decir que, donde hay más trabajo de misión ad gentes,
hay menor cantidad de católicos en comparación con la población total.

La PF tiene la trascendental responsabilidad de responder fielmente al mando del Señor Jesús de: «Id,
pues, y haced discípulos a todas las gentes», y manifiesta al mundo, desde la cooperación misionera
que despliega por todo el mundo, que las diversas obras que se realizan en territorios ad gentes (cons-
trucción y equipamiento de templos, salones para la catequesis, hospitales, dispensarios, leprosarios,
escuelas, orfanatos, curatos, etc.; así como financiamientos para proyectos de educación, alimentación,
nutrición, pastorales, de alfabetización, etc.) es una labor universal y de comunión de una Iglesia que
peregrina en este mundo.

Ante la crisis generalizada de fe que conduce a la indiferencia e incluso al rechazo de los valores cris-
tianos, la PF en México busca responder con iniciativas adecuadas a la formación y al desarrollo de la
conciencia misionera de las Iglesias particulares, de modo que se comprometan responsablemente en
la misión ad gentes y contribuyan eficazmente en la cooperación misionera.

De esta manera, busca poder cubrir la carencia que se ha venido produciendo en el acompañamiento
misionero de todo el Pueblo de Dios, y que conduce a actitudes de comodidad, de conservación de
estructuras y de planes caducos, para despertar en los bautizados, esencialmente en los jóvenes y las
familias, la vocación por la evangelización universal de la Iglesia, mediante una animación misionera que
suscite la oración, la cooperación y el compromiso a favor de las misiones.

16
17
O M P E M É XI C O
Pontificia Obra de la Santa Infancia
El pasado 19 de mayo la Obra fundada en 1843 por Mons. Carlos Augusto cumplió 176 años. Hoy, esta
Obra, se encuentra en más de 150 países alrededor del mundo. La idea inicial del Obispo de Nancy pre-
tendía que hubiera un espacio para los niños en la Propagación de la Fe, sin embargo, Paulina Jaricot
sugirió que se desarrollara una Obra esencialmente protagonizada por niños. Así, el lema «Los niños
ayudan a los niños», manifiesta el origen y naturaleza de tan generosa Obra.

La colaboración que se da entre niños que oran y ofrecen algún sacrificio, para con niños que pasan por
muy diversas necesidades en todo el mundo y que además no conocen a Cristo, manifiesta al mundo
que, ya desde una corta edad, la conciencia misionera de cualquier bautizado tiene su expresión final
en la ayuda espiritual y material a cualquier persona, y, en este caso concreto, a cualquier niño, sin que
tengan que intervenir prejuicios sobre el color de piel, la cultura, la posición social o de religión.

Salvar a los niños con los niños ha significado, para la Iglesia, en estos 176 años, credibilidad y humildad
revelada en la inocencia y pequeñez de niños que se sienten corresponsables de la misión universal de
la Iglesia:

En 2017 se favorecieron 2.834 proyectos en los territorios dependientes de la Congregación para la


Evangelización de los Pueblos a través del Fondo Universal de Solidaridad; financiados por donativos
de niños pertenecientes a la Obra de la Infancia Misionera de todo el mundo. Para el 2018 se financió a
un numero similar de proyectos, entre ellos, por ejemplo: el Orfanato «María, Madre de la Consolación»
en Bubanza, D., Burundi, fue favorecido para que pueda dar asistencia médica, alimentación, vestimenta
y chequeo anual a 64 niños; el orfanato recibe a los niños que han perdido a sus madres hasta la edad
de 4 años, y luego busca reintegrarlos. Otro ejemplo: el apoyo a la diócesis de Bujumbura, también en
Burundi, la cual es favorecida para atender a 240 niños, algunos afectados por el VIH / SIDA o huérfanos
o niños de la calle, con alimentos y asistencia médica, escolarización, vivienda y ropa.

La oración que realizan los niños que pertenecen a la Pontificia Obra de la Infancia Misionera a favor de
la misión ad gentes, se materializa y concreta en el apoyo que se brinda a proyectos de: educación en la
fe, construcción de colegios, alimentación para niños de la calle, nutrición, asistencia sanitaria, manteni-
miento de hospitales, programas de formación cristiana y humana, asistencia a guarderías y orfanatos,
etc. De esta manera, la Iglesia de Cristo en misión en el mundo, comunica a su Señor y revela el interés
predilecto que tiene Dios para con los niños de todo el mundo.

En México, la Obra de la Infancia y Adolescencia Misionera pretende ser conocida y estar a la vanguar-
dia mediante iniciativas creativas de animación y cooperación misionera, involucrando a sacerdotes,
religiosas, padres de familia, catequistas, educadores y colegios católicos, para organizar y promover
proyectos de formación misionera en comunión con los planes pastorales diocesanos.

Estamos seguros de que, a partir de una motivación adecuada, el desarrollo de la conciencia misionera
del niño y adolescente podrá dar frutos, implicándose responsable y eficazmente en la cooperación
de la misión ad gentes. Todos los niños y adolescentes tienen algo que dar desde sus muy diversas
aptitudes y anhelos. Ellos son el futuro, pero también el presente de una Iglesia en México que necesita
urgentemente discípulos misioneros alegres, desprendidos, generosos, pacíficos y, además, soñadores.

18
19
O M P E M É XI C O
La Pontificia Obra de San Pedro Apóstol
El pasado 1 de junio celebramos el 130 aniversario de esta Obra, la cual fue fundada por Juana Bigard y
su madre Estefanía, dos laicas que, al leer las noticias que el Obispo de Nagasaki les comunicaba, pu-
sieron en marcha acciones que impactarían más allá de lo diocesano. Su enfoque misionero superó lo
diocesano y local; observaron la realidad más allá de sus fronteras (tanto territoriales como mentales),
consolidando así su apostolado y su compromiso misionero, asumiendo las necesidades espirituales y
materiales del clero nativo en aquellas geografías de la misión.

Con el paso del tiempo esta Obra fue aprobada por la Santa Sede y prosperó extendiéndose a diócesis
de Francia y Europa, para llegar a América a principios del siglo pasado. A pesar de ello, hoy en día
pocos son los cristianos que se sienten corresponsables y comprometidos con la formación de los se-
minaristas, novicios y novicias en aquellos lugares del mundo donde la Iglesia está naciendo; formación
que sería imposible sin la ayuda espiritual y material de bautizados que, conscientes de la universalidad
de su bautismo, desarrollan una responsabilidad de comunión católica:

Para el 2018 la Pontificia Obra de San Pedro Apóstol envió subsidios a 737 seminarios: 383 seminarios
menores, 125 seminarios propedéuticos y 229 seminarios mayores, que juntos dan un total de 76,756
seminaristas. Además de apoyar, ese mismo año, a 1,200 noviciados: con un total de 2, 882 novicios y 5,
212 novicias. Las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa en tierras de misión van en aumento cada
día, por lo que es fundamental la infraestructura y organización de espacios dignos para el estudio, la
alimentación y la vivienda.

En 2019, por ejemplo, se ha apoyado al seminario mayor San Antonio Kachebere, en Malawi, con $12,500
USD para la compra de un tractor, ya que el seminario pasa por muchas necesidades y no tiene ingresos.
Para hacer frente a este problema, se ha analizado la posibilidad de desarrollar una Granja. La granja no
solamente podrá proporcionar suficiente comida para el seminario, sino también generar ingresos, por
lo que un tractor es la primera necesidad urgente.

El éxito pastoral y espiritual de esta Obra radica en su naturaleza y carisma: la generosidad desprendida
para hacer de la misión una obra autodependiente con los recursos humanos propios del lugar, es decir
que, tanto seminaristas, religiosas y catequistas laicos nativos, se formen para ser los futuros y fieles
evangelizadores de sus pueblos.

En nuestro país la OSPA recoge las ayudas espirituales y materiales a fin de apoyar tanto a los seminarios
y a las casas de formación de jóvenes religiosas, así como a la necesaria preparación de sus formadores,
a través de la Jornada de Vocaciones Nativas que se celebra el tercer domingo de agosto, y la promo-
ción de becas y donativos con la colaboración del Pueblo de Dios que peregrina en México.

El Mes Misionero Extraordinario se nos presenta como una oportunidad óptima para promover efi-
cazmente el carisma y naturaleza de la OSPA. La Iglesia de Cristo en misión en el mundo, es aquella
que contagia y siente suya la responsabilidad de que el mensaje de Jesús de Nazaret llegue a todas las
naciones, a todas las gentes.

20
21
O M P E M É XI C O
Pontificia Unión Misional
La que fue nombrada por Pablo VI como «el alma de las otras Obras Misionales Pontificias» celebró
en 2016 el 100 aniversario de haber sido fundada por el Beato Paolo Manna. Sacerdote italiano del
Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, quien estuviera como misionero en Birmania, actual
Myanmar, por casi 12 años, periodo en el cual tuvo que regresar en tres ocasiones a Italia por problemas
de tuberculosis; la tercera vez fue para quedarse permanentemente en Milán, porque su enfermedad le
impidió volver a la misión.

Si las primeras tres Obras Misionales piden a todo el Pueblo de Dios específicamente la oración, el sacri-
ficio y el aporte económico para las misiones, la Pontificia Unión Misional (PUM) da un paso más: busca
en los ordenados, en las consagradas y en los laicos, misioneros para tierras ad gentes. La idea de que
solamente a los religiosos o religiosas misioneros les compete la actividad evangelizadora de la Iglesia
en aquellas latitudes geográficas, no armonizaba con la conciencia misionera del P. Manna de una co-
rresponsabilidad en la misión universal de la Iglesia. Para el Beato era esencial que el clero diocesano
asumiera e hiciera suyo el envío misionero del Señor Jesús (cf. Mt 28, 19):

«Los presbíteros pueden participar en la misión ad gentes de muchas y variadas formas, incluso sin ir a
tierras de misión. También a ellos, sin embargo, Cristo puede conceder la gracia especial de ser llama-
dos por Él, y enviados por los respectivos obispos o superiores mayores a ir en misión a las regiones
del mundo donde Él todavía no ha sido anunciado y la Iglesia todavía no se ha establecido, es decir, ad
gentes, como también allí donde hay escasez de clero. En el ámbito del clero diocesano pensamos, por
ejemplo, en los sacerdotes Fidei donum» .

En la actualidad, la labor que emprende la PUM va dirigida a todo bautizado, sin importar sea orde-
nado, religiosa o laico. Para ello, se vuelven necesarias acciones en conjunto y en comunión de los
responsables de la formación y cooperación misionera en la Iglesia; acción que requiere de agentes
que conozcan y entiendan lo que implica la evangelización y la promoción humana en lugares donde
el catolicismo es minoría, por lo que no corresponde dejar esta labor a personas poco preparadas y de
buena voluntad.

En nuestro país, la PUM se propone fomentar la comunión y la cooperación entre las Iglesias particula-
res, a fin de que, a través del intercambio de dones y de personal, se efectúe un mutuo enriquecimiento,
se preste especial atención a las comunidades más alejadas y desfavorecidas, evidenciando así la solida-
ridad y la unidad en la Iglesia que peregrina en México con la Iglesia Universal.

Convocando y reuniendo a todas las expresiones con carisma ad gentes del país, la PUM propicia es-
pacios y procesos de formación misionera en todos los niveles, y propone que se impartan estudios de
misionología en seminarios y casas de formación, procurando asimismo la generación de vínculos inte-
rinstitucionales entre las Obras Misionales Pontificias y las diversas universidades, facultades y centros
teológicos y de estudios superiores. De igual forma, lleva a cabo el Curso Latinoamericano de Anima-
ción y Espiritualidad Misionera (en el mes de julio, llevándose a cabo en tres veranos), un Diplomado
avalado por la Pontificia Universidad Urbaniana en Roma.

22
O M P E M É XI C O

23
Reflexiones bíblicas

6 de octubre de 2019
DOMINGO
27ª semana del tiempo ordinario
Ciclo C
Ha 1,2-3; 2,2-4, Sal 95,1-2.6-9, 2Tm 1,6-8.13-14, Lc 17,5-10

El Evangelio de hoy nos ofrece un significativo relato sobre la fe y una breve parábola sobre nuestro pa-
pel como servidores de Dios. Estas dos enseñanzas siguen a otro precepto significativo de Jesús sobre el
pecado y el perdón, y conducen al relato de la curación de Jesús de los diez leprosos cerca de un pueblo
de Samaría. Contemplando la tarea cristiana de la misión, escuchamos el eco de los discípulos —aquí
llamados apóstoles— mientras imploran a Jesús: «Auméntanos la fe» (Lc 17,5).

A la petición de una mayor fe Jesús responde haciendo una confrontación entre dos extremos, utili-
zando la imagen de una semilla proverbialmente pequeña, la de la mostaza, con la de un gran árbol, la
higuera. Nos invita a ir más allá de la lógica ordinaria utilizando una imagen original sugiriéndonos que
la fe no actúa según los normales criterios humanos, sino que, por el contrario, aparece incomprensible
ante la mirada humana, como una higuera en medio del mar. En cambio, la fe, en su base, es la profunda
confianza en Dios y en su modo de actuar. Posiblemente cada misionero con una cierta experiencia ha
experimentado los frutos producidos por la acción de Dios en circunstancias que parecían completa-
mente hostiles a cualquier resultado. El Evangelio de hoy nos invita a creer en Dios más allá de los límites
de la lógica humana y del sentido de lo posible, formando así una unidad con la mente, la imaginación,
la lógica y el corazón de Dios.

«Los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”» (Lc 17,5-6): San Lucas llama «apóstoles» a los Doce
que Jesús eligió al comienzo de su ministerio (cf Lc 6,12-16). Apóstoles quiere decir «enviados». Mientras
los otros Evangelios solo utilizan este término una sola vez, para designar a este grupo particular de
discípulos de Jesús, Lucas lo usa seis veces en su Evangelio y veintiocho veces en los Hechos de los
Apóstoles. En la Iglesia primitiva se era consciente del privilegio no transmisible de los Doce: la autenti-
cidad de su mandato, de su misión, se fundaba en la elección personal de Jesús. Él los había elegido y
enviado. Esos apóstoles son de este modo los testigos oficiales de la buena noticia del resucitado. Y en
tal sentido ellos deberán tener la suficiente fe en él. Son los testigos privilegiados de las enseñanzas y de
los milagros de Jesús (cf Lc 18,31), y al mismo tiempo son hombres frágiles como todos nosotros, expues-
tos a las dudas y a la falta de fe (cf Lc 24,11.25.38-39). De ahí su oración dirigida a Jesús en el Evangelio de
hoy: «Auméntanos la fe», en la certeza de que él es Dios.

¿Cuáles son las enseñanzas para todos nosotros como los «enviados» de hoy? Debemos reconocer con
humildad que nos falta mucha fe en nuestra misión de evangelizar el mundo. Tal vez el Señor también
nos dice: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate
en el mar”, y os obedecería» (Lc 17,6). Por tanto, no es posible tener una fe capaz de transportar mon-
tañas si nos falta la fe esencial en el Señor Jesús, en el Jesús resucitado que vive en nosotros y en su

24
O M P E M É XI C O
Iglesia. ¿Qué sentido tiene querer poseer una fe que realiza milagros delante de las masas, o poderes
de curación, o poderes excepcionales para mistificar paganos y cristianos de hoy? Jesús mismo hizo
muchísimos milagros delante de sus contemporáneos y de sus apóstoles, y eso no aumentó su fe. Lo
esencial es tener la humildad de los apóstoles y orar continuamente al Señor para que venga en nuestra
ayuda. «Creo, pero ayuda mi falta de fe»: así gritaba el padre del endemoniado epiléptico del Evangelio
(Mc 9,24; cf Lc 9,37-43). En cada Eucaristía, encuentro con el resucitado, pidámosle también nosotros la fe
necesaria para poderlo encontrar vivo en nuestras vidas y en nuestro mundo. Solo la oración incesante,
el alma de la misión, hace posible la fe.

A continuación (cf Lc 17,5-10), el relato evangélico de Lucas nos pone frente a un escenario propio de la
vida doméstica cotidiana para ofrecernos una enseñanza sobre el apostolado: por muy maravillosos
que puedan ser los resultados de nuestro trabajo, tan solo estamos cumpliendo las tareas que nos
han sido asignadas por Dios. En la vida de todos los días, en tiempos de Jesús, las expectativas que los
patrones y sus esclavos tenían respecto a sus tareas estaban bien establecidas. El patrón manda y el
esclavo obedece. Es lógico esperar que el esclavo pase directamente del trabajo en el campo al trabajo
en la casa sin ninguna tregua. El siervo no puede quejarse de cansancio, de hambre o de sed. No debe
interpretarse que el punto de vista de Jesús estuviera justificando la institución económica de la esclavi-
tud de su época: simplemente está utilizando como metáfora una realidad social milenaria, para sugerir
una analogía entre dicha realidad y nuestro servicio a Dios.

Cuando pregunta: «¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?»,
Jesús se dirige a un público –que nos incluye también a nosotros– del que se espera una respuesta, ob-
viamente negativa. Jesús continúa afirmando que, cuando hayamos hecho por Dios todo lo que se nos
ha ordenado, deberíamos decir: «Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer». La
exageración de la ejemplificación quiere pedagógicamente convertir al discípulo misionero a la lógica
de la fe: no es la eficacia y la utilidad del servicio, sino la fecundidad de la fe como comunión con Jesús.
Mediante nuestras mismas palabras y mediante la experiencia de la vida cotidiana, Jesús nos pone de
frente al hecho de que la expectativa de la recompensa es desproporcionada respecto a la realidad. En
cambio, lo que es proporcionado es la comprensión de quién es Dios y de lo que a él le debemos. Jesús
aspira a que reconozcamos que Dios espera de nosotros un compromiso serio y sincero con la obra a
la que nos llama, en la misión de dar a conocer a Cristo en el mundo.

13 de octubre de 2019
DOMINGO
28ª semana del tiempo ordinario
Ciclo C
2R 5,14-17, Sal 98,1.2-4, 2Tm 2,8-13, Lc 17,11-19

«La gratitud es la memoria del corazón». Resulta desconcertante leer que solo uno de los diez leprosos
curados por Jesús volvió para decirle: «gracias». Ser agradecidos no es solo un deber social recíproco,
sino la afirmación de nuestra interioridad que se convierte también en un acto espiritual.

En el pasaje evangélico Lucas nos permite encontrar la figura del extranjero, haciéndonos seguir el
itinerario del viaje de Jesús. Este camino tiene como meta geográfica Jerusalén, pero como meta exis-
tencial la consigna total de su vida en la cruz, signo de la disponibilidad ilimitada del Hijo en su relación

25
con el Padre y de su proyecto salvífico universal. Jesús se dirige a la capital de Judea, la «ciudad santa»,
pero primero atraviesa aquellos territorios que los judíos creían demasiado cercanos a los extranjeros
(la así llamada «Galilea de los gentiles») o incluso impuros, porque estaban habitados por herejes (la
población de Samaría). Precisamente durante estas arriesgadas travesías es cuando Jesús se encuentra
una categoría humana particularmente marginada: un grupo de leprosos. La lepra era una enfermedad
de la piel considerada como un castigo para los pecadores (cf el rey Ozías en 2Cro 26, 20), lo que les hacía
impuros para el culto y, además, determinaba el alejamiento de la comunidad de quienes la contrajesen,
obligándoles a vivir lejos de los grupos humanos (cf Lv 13,46). Por tanto, los leprosos eran hombres y
mujeres excluidos de la sociedad, obligados a deambular en soledad, a ser acompañados solamente
por otros leprosos y a anunciarse siempre que se acercaban a los alrededores de los centros habitados.
Además, estaban obligados a llevar vestiduras rotas y la cabeza descubierta, algo que suponía también
una humillación.

Un grupo de diez leprosos va al encuentro de Jesús. Ellos le piden ayuda, de la única manera en que les
está permitido: desde la distancia. Solo tienen a su disposición la voz y la utilizan, gritando con todas las
fuerzas que les permite su garganta: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros» (Lc 17,13). Al llamar a
Jesús «maestro» se relacionan con él como discípulos, y Jesús los mira y les tiene en consideración, pi-
diéndoles que hagan un gesto muy concreto: «Id a presentaros a los sacerdotes» (Lc 17,14). En Israel, eran
los sacerdotes quienes tenían la responsabilidad de verificar tanto la aparición como la desaparición de
la enfermedad (cf Lv 13,9-10; 14,2).Los diez leprosos fueron a Jesús, pero se mantuvieron a distancia. Esto
es una indicación de la cuarentena, recogida en las leyes de la pureza (cf Lv 13,45-46). También puede
significar que el enfermo, como los gentiles «que están lejos» (Hch 2,39), a pesar de la vergüenza que les
supone su condición, recibirá la llamada de Dios. Es una imagen acertada para recordarnos que Dios
es quien toma la iniciativa y acorta las distancias. Los leprosos se dirigen a Jesús como «maestro», en
lugar del habitual título de «Señor»; esto puede revelar que la fe que tienen en Jesús es solo preliminar.
Imploran piedad a Jesús, obedecen sus mandatos, pero no son capaces de percibir el verdadero signi-
ficado de su curación.

Lucas subraya el hecho de que Jesús «vio» a los diez leprosos, en respuesta a su oración. También en
otro lugar Lucas equipara «ver» con «salvar» (cf, por ejemplo, Lc 13,12). Fiel a la Torá, Jesús ordena a los
leprosos que se presenten a los sacerdotes (cf Lc 17,14). La curación, por tanto, implicaría la escucha de
la palabra de Jesús y el agradecimiento al sanador. Nueve leprosos, a pesar de haber obedecido las
órdenes de Jesús y haber tenido el privilegio de encontrarse personalmente con él, no están dispuestos
a correr un riesgo mayor: convertirse a Jesús. Solo lo hace solo uno de ellos: un samaritano, y por tanto
un «enemigo». Cuando, sin embargo, «ve» que ha sido curado, «regresa» donde Jesús (cf Lc 17,15). Para
Lucas, «ver» significa que el samaritano ha abierto los ojos de la fe. Ahora, sin embargo, se trata de
tomar una decisión personal, de fe, y esto solo acontece cuando decide «regresar» donde Jesús. La apa-
sionada glorificación de Dios por parte del extranjero, que se pone a los pies del maestro para darle las
gracias, indica que en este segundo encuentro personal con Jesús el samaritano no está simplemente
pagando una deuda de agradecimiento, sino que experimenta una curación total y un cambio interior.
El agradecimiento normalmente está dirigido a Dios: este es el único caso del Nuevo Testamento en el
que dicho agradecimiento se dirige a Jesús. Finalmente, el extranjero, cuya fe en Jesús lo ha transforma-
do, está listo para ser enviado en misión: «Levántate, vete» (Lc 17,19; cf Lc 10,3).

La sanación definitiva es solo posible para aquellos en los que la curación y el agradecimiento se entretejen,
cuando el restablecimiento del cuerpo y la conversión del corazón se entrelazan. El agua del río Jordán y la
referencia a los sacerdotes evidencian la importancia de la acción sacramental en la obra de la salvación. No
se trata de una simple curación individual y abstracta. De sentirnos separados, excluidos y extranjeros, aho-
ra nos sentimos integralmente reconciliados con nosotros mismos, con nuestro cuerpo y con la comunidad,
porque estamos reconciliados en lo profundo de nuestro corazón con Dios, el Dios de Jesucristo dentro
de la obra de la Iglesia. Como con el samaritano leproso, solo quien hace esta experiencia de comunión
purificadora y reconciliadora puede ser reintegrado en la comunidad y enviado en misión.

26
O M P E M É XI C O
La misión de la Iglesia lleva y comunica la gracia salvífica de Dios porque aleja a los hombres y mujeres
de la destrucción del pecado, de la separación de la muerte, y los recrea. Acoger el Evangelio significa
entrar en el misterio pascual de Cristo, aceptando su muerte regeneradora y contemplando su fidelidad
en la resurrección. Regenerados en la fuente bautismal, el nuevo Jordán de la Iglesia, y agradecidos por
una salvación que no merecemos, somos misioneros en las experiencias ordinarias de la vida: levánta-
te, ve por tu camino, regresa a tu casa. Otros serán elegidos para ser discípulos misioneros en tierras
extranjeras, quizá hostiles y paganas: la Galilea de los gentiles, la Samaría de los infieles y la Siria de los
paganos.

14 de octubre de 2019
Disponibilidad para la escucha
Lc 11,29-32

El pasaje de este día resuelve la petición de un signo que algunos adversarios hacen a Jesús, para po-
nerlo a prueba (v. 16). Estas personas, inconformes con lo que hace Jesús, desean arrebatarle al Maestro
un signo. Su cerrazón para descubrir la presencia amorosa de Dios, a través de la actuación de Jesús, les
merece el reproche de ser catalogados como una generación malvada (11,29), dejándoles como única
posibilidad el signo de Jonás. Este signo podría estarse refiriendo a la predicación del profeta que en-
contró suficiente eco en los habitantes de Nínive; posibilidad que se refuerza con los versículos previos
(27-28) en donde la bienaventuranza recae sobre quienes, a semejanza de la madre de Jesús, escuchan
la Palabra y la guardan. De este modo, el evangelio deja claro que la relación discipular con Jesús se
nutre de la disponibilidad para la escucha y puesta en práctica de la Palabra de Dios, no con la actitud
arrogante de arrebatarle, a modo de ídolo actuaciones para la satisfacción personal.

¿Qué podríamos hacer para que, a partir de lo que nos presenta este evangelio, crezcamos en la escu-
cha y puesta en práctica de la Palabra? ¿Qué tendríamos que hacer para no vivir nuestra relación con
Dios de manera caprichosa, pretendiendo arrebatarle caprichos personales en lugar de disponernos a
hacer su voluntad? Busquemos algún compromiso.

15 de octubre de 2019
¡Cuidado con los escrúpulos inadecuados!
Lc 11,37-41

Durante estos tres días leeremos un conjunto de palabras exigentes que Jesús les dirige a los fariseos y
a los legistas (11,37-54). A propósito de esto es importante ofrecer dos claves de lectura: por una parte,
debemos tener presente que Lucas debió conservar muchas de estas cosas no, porque se las quisiera
recordar a los fariseos y legistas, sino porque quería prevenir a sus comunidades de este tipo de com-
portamientos farisaicos. Y, por otra, todo esto que dice Jesús evidencia que hay un tipo de personas
que no quieren hacerle caso a sus enseñanzas, en contraste con la actitud ejemplar de la Virgen María
y algunos de los discípulos que está dispuestos a oír la Palabra y guardarla.

27
Los vv. 37-41 señalan la eterna tentación de poner atención en los detalles religiosos que afectan las
cosas, olvidando los principios que guardan relación con las personas; corresponde a una especie de
actitud escrupulosa que, convenencieramente, se fija en lo que se le antoja, no en lo que debe; que
guía su vida por el cumplimiento detallado de ciertas normas pero olvidando la justicia y el respeto a
los demás. Una persona que se comporta de ese modo es alguien insensato, que no piensa, que actúa
de manera absurda, incluso de haciendo daño.

¿En qué nos hace reflexionar este mensaje con relación a ciertas actitudes religiosas inadecuadas? ¿Qué
podríamos hacer para corregirlas?

16 de octubre de 2019
¡Alerta con la hipocresía!
Lc 11, 42-46

La peligrosidad del comportamiento farisaico se acrecienta cuando Jesús los compara con sepulcros
blanqueados. De acuerdo a ciertas tradiciones (cf. Nm 19,16), al estar los sepulcros perdidos en el campo
eran irreconocibles, a tal grado que las personas tenían el riesgo de pisarlos sin querer, quedando au-
tomáticamente impuros. De ahí la costumbre de encalarlos cada año, antes de la fiesta de Pascua, para
hacerlos visibles y las personas no cayeran en ciertos grados de impureza al pisar sobre ellos. El tercer
evangelista pode especial atención, de este modo, en la prevención ante los fariseos pues, la gente no
sabe, con el tipo de personas que se puede encontrar.

Podríamos decir, por tanto, que Jesús previene ante la hipocresía que se manifiesta como una apariencia
recalcitrante y sistemática por parte de ciertas personas o grupos; los discípulos no tenían que compor-
tarse de ese modo, o también si fuera el caso, cuidarse de quienes tenían esa actitud.

¿Por qué es tan grave la hipocresía? ¿Qué podemos hacer para no caer en ella o para darnos cuenta, si
fuera en caso, cuando alguien se comporta así ante nosotros?

17 de octubre de 2019
¡Cuidado con la doblez que obstaculiza!
Lc 11, 47-54

Del pasaje de hoy, en continuidad con los de los días anteriores, podemos entresacar dos elementos:
por una parte, la acusación indirecta que les hace Jesús a causa de que edifican mausoleos a los pro-
fetas que sus antepasados mataron, como si ellos mismos los mataran. Pero ¿Por qué hacer un monu-
mento a un profeta es como si lo hubieran matado? Es muy probable que se refiera a que honran a unas
personas cuyo mensaje, en realidad, aborrecen, y con mucha seguridad, si alguien contemporáneo a
ellos dijera lo mismo, volverían a matarlos como sus antepasados. Por lo tanto, los monumentos, en
lugar de servir de recuerdo real de los profetas, son mausoleos que celebran la muerte de los mensa-

28
O M P E M É XI C O
jeros de Dios. Por otra parte, ahora a los escribas, les achaca que se hayan llevado la llave de la ciencia;
esta llave da acceso, quizás al Reino, pero con más seguridad, permite el acceso a Dios o a la casa que
se construyó la Sabiduría (cf. Prov 9,1). Los primeros cristianos –influenciados por el judaísmo- pensaban
que los escribas y los fariseos tenían el poder de abrir esa puerta a través de la interpretación de la Ley.
Es decir, cae bajo su responsabilidad el hecho de ser obstáculo para que las personas conozcan a Dios,
profundicen en lo que se necesita para vivir. Lo más absurdo, es que, al impedir que otros entren, ellos
mismos se privan del acceso.

¿En qué nos hace reflexionar este mensaje sobre la doblez existencial de decir que si estamos de acuer-
do con lo que nos dicen las personas de bien, pero en el fondo despreciar su persona y su mensaje?
¿Y qué podemos interiorizar del peligro de obstaculizar que otras personas se acerquen a Dios y a su
proyecto de vida? Busquemos algún compromiso serio.

18 de octubre de 2019
Designados para la misión
Lc 10, 1-9

De estos primeros versículos del envío de los setenta y dos, en complementación con el envío previo
de los Doce (9,1-6), podemos enfatizar, en primer lugar, que estos nuevos enviados no son unos espon-
táneos, no se envían a sí mismos, sino que son “designados”, “nombrados con oficialidad”. Esto denota
que la misión no es una empresa propia; el misionero siempre es un sencillo colaborador del Señor.

En segundo lugar, En cuarto lugar, Lucas ha introducido un contraste entre el envío (v. 3) y una doble
constatación: la abundancia de la cosecha y la carencia de obreros, por un lado; por otro, la peligrosidad
pues los discípulos van como corderos en medio de lobos. Quizás se quiere señalar que las limitaciones,
así como los peligros reales, no son razón suficiente para evitar la misión.

Por último, al prohibirles a los discípulos que lleven, hasta lo más mínimo (bolsa, alforja, sandalias…), Je-
sús está indicando el radicalismo con el que deben vivir los discípulos misioneros; esto ayudaría también,
probablemente, a que no olvidara su fragilidad, su dependencia del Señor y de la comunidad.

Pensemos en la misión de cada uno de nosotros ¿Nos sentimos y comportamos como designados por
Jesús o, por el contrario, como autoenviados o espontáneos? ¿Qué podemos hacer para no evitar la
misión solo por algunas dificultades que se nos van presentando? ¿Estamos dispuestos a vivir la radica-
lidad del envío? Hagamos algún propósito.

19 de octubre de 2019
El pecado contra el Espíritu Santo
Lc 12,8-12

Para Lucas el Espíritu Santo es el don máximo que puede proporcionar Dios a los creyentes (véase 24,49);
recibirlo capacita al discípulo para que sepa pedir lo adecuado, pero sobre todo, lo que corresponde

29
(11,3). Por eso, según Jesús en Lucas, el Espíritu Santo abre al discípulo a la búsqueda del hermano (Lc
1,39-45; 4, 1-30; Hech 2 y 10) y le proporciona la capacidad de no confundir lo bueno con lo malo y vice-
versa (véase Lc 11,14-22). Con razón, el perdón de los pecados en Lucas, tiene una excepción que supone
la blasfemia contra el Espíritu Santo, que se asemeja a lo que ya mencionaba el Levítico con relación a
la blasfemia contra Dios (24,15-16).

Es muy probable que este pecado que refiere Lucas, sea más que un acto aislado, una actitud perma-
nente de rechazo absoluto y oposición total a la propuesta de la Buena Nueva. Ante alguien que se
opone, conscientemente a la propuesta de Jesús, Él no puede hacer absolutamente nada.

Pidámosle a Dios que nos ayude con su gracia para que no caigamos en la necedad absurda de recha-
zar y oponernos a la propuesta de Jesús. Hagamos algún propósito.

20 de octubre de 2019
DOMINGO
29ª semana del tiempo ordinario
Ciclo C
Jornada Mundial de las Misiones
Ex 17,8-13, Sal 121,1-8, 2Tm 3,14-4,2, Lc 18,1-8

Mensaje del Santo Padre Francisco para la


Jornada Mundial de las Misiones 2019
Bautizados y enviados: La Iglesia de Cristo en misión en el mundo

La primera lectura, que narra la batalla entre Amalec e Israel, coincidiendo precisamente con el domin-
go dedicado por la Iglesia a su misión evangelizadora en el mundo, puede causar un cierto embarazo
a quien quiera hablar de la importancia de tal empeño cristiano. El texto puede ser interpretado erró-
neamente como un estímulo a la guerra santa o a un proselitismo fanático, sino que, por el contrario, la
misión se centra en el anuncio de la Pascua de Jesús y en la reconciliación divina. Tiene como finalidad
testimoniar a Jesucristo, comunicar su Evangelio, fundar su Iglesia, en un clima de sincera fraternidad,
de auténtica y respetuosa libertad religiosa en la búsqueda común de una mayor comunión y justicia
en el mundo. Sin olvidar que el Evangelio, de acuerdo con el ejemplo de Jesús, también nos enseña el
amor hacia los enemigos y la oración por los que nos persiguen. El cristiano bautizado y enviado no
posee un producto para vender y para imponer al mundo. Como Iglesia de Cristo en misión, el cristiano
recibe la vida divina para anunciar, testimoniar y comunicar, por su salvación y por la salvación de todos.
El texto bíblico de Éxodo 17,8-13 contiene la memoria de un episodio en el que Israel, pueblo expatriado
en búsqueda de una tierra donde establecerse, se ve amenazado de exterminio y lucha por su propia
supervivencia. Convencido de conseguir la victoria —así como la liberación de Egipto— gracias solo
a la ayuda de Dios, el pueblo de Israel conserva el recuerdo de esta batalla, y de las otras que segui-
rán, como testimonio de su fe en el verdadero Dios, Señor del cielo y de la tierra, Dios de los ejércitos,
que socorre a los débiles y libera a los opresores. Es esta la alabanza que el salmista, con confianza y
agradecimiento, eleva al Señor, el guardián de Israel: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me
vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Sal 121,1-2). Los elementos
de agresividad, odio y venganza que históricamente acompañaban este modo veterotestamentario de
interpretar la fe fueron gradualmente purificados a lo largo de los siglos por personas santas, como los

30
O M P E M É XI C O
profetas y los sabios, y sucesivamente, y de una manera definitiva, por el Señor Jesús, el príncipe de la
paz y de la justicia, anunciado en sus oráculos y esperado por los siglos. Todo lo que venía significado
con la fuerza y la violencia por el exterminio de los ídolos y de los paganos, en Jesús se convierte en
pasión ardiente y amor incandescente para la salvación de todos.

La cruz de Jesús es el lugar donde el mal es derrotado por el amor de Aquel que muere por nosotros,
que muere en nuestro lugar haciendo suya la experiencia de nuestra muerte. Él también muere por la
salvación de sus perseguidores y enemigos. Cada alteración es derrotada por el Dios de Jesucristo, en
quien el odio y la muerte causan y provocan, en la comunión trinitaria, un amor cada día más grande
y una misericordia cada día más eficaz. Dios ha destruido nuestro pecado, la injusticia y la muerte ha-
ciéndoles suyos, y los ha derrotado a través de su inmenso amor. «En su [de Cristo] muerte en la cruz
se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo:
esto es el amor en su forma más radical. En el Misterio pascual se ha realizado verdaderamente nuestra
liberación del mal y de la muerte» (Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 9). El Nuevo Testamento y la
unidad de las Sagradas Escrituras nos introducen y nos educan en este modo de actuar salvífico de Dios
dentro del mundo.

En esta prospectiva, la segunda lectura nos muestra cómo Pablo enseña a Timoteo la importancia de
las Escrituras: «Desde niño conoces las Sagradas Letras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a
la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús» (2Tm 3,15). Timoteo, de hecho, las ha estudiado desde
pequeño, como todo muchacho hebreo; desde entonces, también los niños cristianos tratan de cono-
cerlas, con la ayuda de los padres y de la comunidad. Timoteo es un joven que, junto con su familia,
ha abrazado la fe durante el primer viaje misionero del apóstol Pablo y que, a continuación, pasó a ser
miembro de su grupo misionero. Hijo de madre hebrea y de padre griego, Timoteo recibió desde la
infancia una profunda y firme educación religiosa de su abuela Loida y de su madre Eunice, que lo in-
trodujeron en el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Este requisito se basa en el hecho de que las
Escrituras están inspiradas por Dios y, si se explican bien —en lugar de manipular y distorsionar, como
dice la segunda carta de Pedro (cf 2P 1,19-21)—, nos animan a practicar las buenas obras y nos edifican
en la justicia y en la santidad. El auténtico celo misionero no es el proselitismo violento, sino el deseo
de un corazón fraterno lleno de Cristo y motivado por el Espíritu Santo a cooperar para la salvación y
la felicidad de todas las personas, de todos los grupos étnicos, compartiendo valores éticos y culturales,
esperanzas y alegrías, en busca de una vida plena y de una paz verdadera, que es Jesucristo muerto y
resucitado. Por eso Pablo exhorta enérgicamente a Timoteo para que, anticipándose a la parusía del
Señor, se dedique en cuerpo y alma a la enseñanza de la Palabra.

El apóstol a menudo menciona en sus cartas el servicio prestado por Timoteo a la obra de evangeli-
zación: siempre disponible y atento, acompaña a las comunidades eclesiales con generosidad y afecto.
Pablo les recuerda a los Filipenses su testimonio y su fidelidad: «Con la ayuda del Señor Jesús, espero
mandaros pronto a Timoteo. [...] Conocéis su probada virtud, pues se puso conmigo al servicio del
Evangelio como un hijo con su padre» (Flp 2,19.22). Escribiendo a los Tesalonicenses, él resalta su coraje y
su carisma misionero: «Y enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el Evangelio
de Cristo, para afianzaros y alertaros en vuestra fe, de modo que ninguno titubease en las dificultades
presentes» (1Ts 3,2-3). Timoteo, por lo tanto, viaja con prontitud y diligencia para ponerse al servicio de
las Iglesias recién fundadas, cada vez que necesitan aclaración de sus dudas o apoyo en sus luchas. El
apóstol menciona frecuentemente en sus cartas los servicios prestados por Timoteo a las tareas de la
evangelización: siempre disponible y atento, acompaña con generosidad y cariño a las comunidades
eclesiales. La Palabra de Dios es su fuerza y su compañía.

El canto al Evangelio nos ofrece, con su impresionante lirismo, con su lenguaje sofisticado, un himno su-
blime dedicado a la Palabra de Dios, descrita como «viva y eficaz», ya que penetra en nuestra conciencia
exactamente como una espada de doble filo. El Dios justo —como dice el salmista— sondea los cora-

31
zones y las mentes y ve todos nuestros caminos. También en la carta a los Efesios nos encontramos con
la metáfora de la espada: atribuida al Espíritu, representa el poder intenso y penetrante de la Palabra
de Dios (cf Ef 6,17). Un cruel instrumento de guerra se pliega, por tanto, para simbolizar otra lucha: ese
conflicto espiritual que produce arrepentimiento y conversión, alegría y nueva vida, bondad y fidelidad.
Estos son los frutos de la Palabra divina, espiritual, viviente y personal; los frutos de la sabiduría que lo
ve todo y que lo sabe todo, que todo lo impregna y todo lo juzga, que está presente en la parte más
profunda de la conciencia y brilla de tal manera que nadie puede esconderse de su luz. El Evangelio de
Jesús, sabiduría divina, es Espíritu y vida, hace levantar a los caídos, restaura la dignidad de los excluidos,
da alegría a los afligidos, renueva a toda criatura, transforma, santifica y da vida eterna. Cuando la Pa-
labra ilumina, sin embargo, al mismo tiempo juzga, porque despoja al alma de sus máscaras, revelando
la verdad que se expone en la conciencia. En el corazón donde se derramó el Espíritu del resucitado, el
juicio de la Palabra penetrante es siempre para el perdón y para la purificación.

La parábola de Jesús en el Evangelio de este domingo retrata a una mujer a quien un juez corrupto le
ha negado el derecho a expresarse, una experiencia que incluso hoy en día sufren muchas personas en
todo el mundo. La parábola está ambientada «en una ciudad» (Lc 18,2), una ciudad sin nombre, ya que
lo que se cuenta parece tener lugar en todas partes: para los enemigos, la ley debe aplicarse; para los
propios amigos solamente debe ser interpretada.

La viuda de la parábola no es amiga del juez, por eso no recibe audiencia. Esta viuda perdió la ayuda
de su esposo y, en el mundo palestino del primer siglo, no pudo heredar su propiedad. Las viudas eran
económicamente vulnerables y podían ser explotadas, como Jesús recuerda agudamente cuando acusa
a los líderes religiosos de devorar las casas de las viudas (cf Lc 20,46-47). Al no poder pagar un abogado,
la viuda se presenta sola para representar su causa contra su oponente. Jesús expone el razonamiento
interno del juez, profundamente corrupto, completamente desinteresado en la denuncia de la viuda
y totalmente indiferente hacia su persona: no teme a Dios y no le importa el bien de los hombres. La
viuda está decidida a no permanecer invisible e inaudible, ni siquiera ante un juez deshonesto, hasta
que el caso se resuelva definitivamente en su favor.

La parábola, de hecho, le sirve a Jesús para ejemplificar la necesidad de la oración, su urgencia y conti-
nuidad. Si la oración constituye el corazón de la misión de la Iglesia es porque dentro de esta relación
personal y eclesial con Dios (liturgia) la persona y las comunidades se renuevan de acuerdo con los
criterios de la salvación ofrecidos y operados por Jesús. Su pregunta sobre la fe en el momento de su
regreso parece indicar una cierta preocupación del maestro sobre la efectividad de la misión y la auten-
ticidad del testimonio de los discípulos misioneros. Estos, asociados al misterio pascual, gracias al bau-
tismo, se encuentran ya enviados al mundo como Iglesia de Cristo, es decir, como la comunidad de los
redimidos, colocada como una semilla y comienzo del Reino para que toda la historia y la humanidad
sea transfigurada y redimida. La eficacia de la oración continua, de la súplica constante, de la búsqueda
insistente del amor por la verdad y la justicia, forja al discípulo en la misión. Solo aquellos que rezan
insistentemente ponen a Cristo en el centro de sus vidas y de la misión que se les confía, creciendo en la
fe. Solo aquellos que oran insistentemente se vuelven atentos y son capaces de escuchar, comprender y
descubrir las necesidades y las peticiones de redención material y espiritual tan presentes en el corazón
de la humanidad de hoy.

32
O M P E M É XI C O
27 de octubre de 2019
DOMINGO
30ª semana del tiempo ordinario
Ciclo C
Si 35,15b-17.20-22ª, Sal 34,2-3.17-19.23, 2Tm 4,6-8.16-18, Lc 18,9-14

La enseñanza del sabio Ben Sira, heredero de la milenaria doctrina profética de la justicia y del amor
preferencial de Dios por los pobres y oprimidos, nos lleva a las cumbres de la verdadera espiritualidad
bíblica. El Deuteronomio advirtió que Dios «no es parcial ni acepta soborno» (Dt 10,17), contrariamente
a los hombres, que hacen favoritismos basados en prejuicios sociales, raciales o ideológicos, dañando
la vida de los humildes.

La parábola que Jesús contó sobre el publicano y el fariseo muestra su forma de ver a las personas,
que es la forma correcta de la mirada de Dios, porque no juzga por las apariencias, ni siquiera por los
prejuicios, sino por lo que ve con claridad en las profundidades del corazón humano, discerniendo la
verdadera motivación que genera las acciones y oraciones de las personas.

De hecho, la declaración del sabio Ben Sira según la cual Dios no hace preferencias acerca de las per-
sonas la encontramos por primera vez en boca de los oponentes Jesús, que, por mucho que estuvie-
ran conspirando contra él, tuvieron que reconocer públicamente su plena integridad moral, diciendo:
«Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud y no tienes acepción de personas, sino que en-
señas según la verdad el camino de Dios» (Lc 20,21; cf Mt 22,16). Este es el camino de Dios, que Jesús
ha practicado y enseñado. Es una práctica evidente no solo en su acercamiento a la gente humilde
y los que están excluidos y marginados porque son juzgados pecadores, como las prostitutas y los
publicanos, o gente impura y maldecidos, como los leprosos, sino que se distingue en toda su acción
evangelizadora, rompiendo todas las barreras de la discriminación, ya sea religiosa, social o racial. Jesús,
de hecho, accede a escuchar la humilde petición del centurión romano, y va a su casa para sanar a su
sirviente. Además, en sus viajes continuos como maestro itinerante, visita la región de los samaritanos
y a menudo los elogia. Al entrar en los territorios paganos, llega a la región de Tiro y cura a la hija de
una mujer sirofenicia. Cruzando el otro lado del lago de Tiberíades, se dirige hacia la Decápolis y trata a
las personas afectadas por diversas enfermedades. Las diferentes travesías del lago de Galilea muestran
el señorío de Jesús sobre la realidad simbólicamente representada por el mar: él es capaz de calmar
su fuerza amenazante y caminar en sus profundidades. El mar aterrador, símbolo negativo, ya no se
desarrolla ninguna función de separación, sino que se convierte en un puente y, a través del ministerio
de Jesús, realiza la reconciliación de las dos partes: la judía y la pagana.

En la sinagoga de Nazaret —donde había expuesto el programa de su ministerio— Jesús había desafia-
do a los oyentes sobre la posición de Israel en sus relaciones con los otros pueblos considerados como
elegidos. De hecho, los presentes habían reaccionado negativamente, condenando su afirmación sobre
el cumplimiento de las profecías. Los ejemplos de Elías, que fue enviado a la viuda fenicia, y Eliseo, que
sanó al leproso sirio Naamán, fueron suficientes para demostrar que Dios no hace acepción de perso-
nas, y que todas las criaturas son preciosas a sus ojos. Como dice el salmista: El Señor es muy bueno
con todos, su ternura abraza a cada criatura. Él está cerca de todos los que sinceramente lo invocan. El
salmista no menciona ninguna raza o nacionalidad específica, ni el estado o el color de la piel. Si el amor
de Dios impregna a todas las criaturas es porque todas son obra suya y, por lo tanto, el suyo es un amor
universal, lleno de cuidado para todos los seres humanos, sin discriminación alguna.

33
Esto no niega el hecho de que Israel fue elegido por Dios para entrar en una alianza especial con él.
Pero esta elección fue en función de una misión específica en favor de todos los pueblos, reflejando la
presencia del Dios viviente en la historia como el liberador de los oprimidos y el salvador del ser hu-
mano en toda su realidad: «Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor– y también mi siervo, al que
yo escogí, para que sepáis y creáis y comprendáis que yo soy Dios. Antes de mí no había sido formado
ningún dios, ni lo habrá después» (Is 43,10). Dios, de hecho, no solo ha elegido a su siervo, sino que
también lo ha constituido y lo ha instruido: «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano,
te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas» (Is 42,6-7). Mirando más
profundamente las enseñanzas de Jesús en la parábola del publicano y del fariseo en el templo, nos
damos cuenta de que lo que hace la diferencia es precisamente lo que se encuentra en el corazón hu-
mano expuesto por la presencia de Dios en la oración.

En cualquier caso, tanto el publicano como el fariseo van al templo con la intención de orar, y así por
unos momentos se encuentran compartiendo el mismo lugar sagrado. Pero la forma particular en que
cada uno de ellos realizará esta intención es lo que determinará su destino y su estado espiritual final.
El publicano, habiendo tenido la humildad y la sinceridad de reconocer su indignidad y su pecado e
implorar el perdón de Dios, regresa a casa como un hombre más tranquilo, transformado interiormente,
reconciliado: ante su auténtica oración, la gracia divina no se hace esperar. Una vez más, se verifica que
«todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lc 18,14b).Por el contrario,
el fariseo es un prisionero en su torre de orgullo espiritual. Demasiado consciente de sus propias obras
meritorias y de la excelencia de su clase socio-religiosa, se cree superior y mejor que todos los demás,
erigiendo barreras entre él y los otros, insultándolos y despreciándolos. Tal vez fue bueno y piadoso
hasta ese momento, pero la actitud mostrada reveló la arrogancia presente en su corazón, minando
internamente su supuesta virtud.

Además, uno no se pone delante de Dios en el templo para autocelebrarse y contemplarse a sí mis-
mo en una pose autorreferencial, mirando a los demás de arriba abajo. Nos ponemos ante Él para un
encuentro de amor, y para encontrarnos con otros en Él. En este sentido, la oración es contemplación
del Señor, celebración de las maravillas que su gracia hace cada día por medio de la fragilidad huma-
na, celebración de su infatigable misericordia que ayuda a poner en pie al que ha caído y que quiere
levantarse de nuevo.Escuchando esta parábola, la tentación inmediata sería la de ponerse en el papel
del publicano simplemente porque ocupa un lugar destacado. Y aunque esto sucediera, sería la señal
de la engañosa manía humana de tranquilizar la propia conciencia. Por otro lado, la parábola invita a
mirar hacia adentro para eliminar toda suficiencia y desprecio por los demás, a fin de encontrar un co-
razón simple, humilde y fraterno que sepa colocar una experiencia misericordiosa y llena de esperanza
sobre uno mismo y sobre los demás. En este sentido, a menudo es necesario cuestionar la forma en
que oramos. ¿Qué nos dice acerca de la profundidad y la calidad de nuestro corazón? ¿Qué nos dice
de nosotros mismos, de la forma en la que nos relacionamos con los demás, en la que los percibimos
espontáneamente en relación con nosotros? ¿Qué nos dice esto sobre nuestra relación con Dios y su
salvación?

El discípulo misionero, gracias a la oración, siempre se incluye en la necesidad de la salvación que está
llamado a anunciar y en los sacramentos que debe comunicar. Lo que es cierto es que la misión de
evangelización que nos ha sido confiada como Iglesia no podría ser completada si adoptásemos una
actitud dominante en el encuentro con los demás, seguros y convencidos de nuestra superioridad mo-
ral y religiosa. La misión tiene que ofrecer una propuesta humilde de la amistad de Cristo, en el respeto
infinito de la libertad religiosa de los hombres y mujeres de nuestra época, de sus culturas y de su his-
toria. La verdadera humildad nunca es la ausencia de la verdad. Es más bien una presencia efectiva de
una verdad que juzga, perdona y salva a quien se anuncia y a sus interlocutores.

34
O M P E M É XI C O
Celebración Eucarística por la
Evangelización de los Pueblos
Esta Misa puede emplearse cuando se efectúen celebraciones dedicadas a las obras misionales,
siempre que no coincidan con algún domingo de Adviento, de Cuaresma o de Pascua, o cualquier solemnidad.

(Esquema B)

Monitor: Hoy sigue siendo importante renovar el compromiso misionero de la Iglesia, impulsar
evangélicamente su misión de anunciar y llevar al mundo la salvación de Jesucristo, muerto y
resucitado. La missio ad gentes, siempre necesaria en la Iglesia, contribuye de manera funda-
mental al proceso de conversión permanente de todos los cristianos. La fe en la pascua de Jesús,
el envío eclesial bautismal, la salida geográfica y cultural de sí y del propio hogar, la necesidad de
salvación del pecado y la liberación del mal personal y social exigen que la misión llegue hasta
los últimos rincones de la tierra. En este mes misionero extraordinario se nos propone el lema:
Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo. Celebremos, pues, nuestra fe
y tomemos conciencia de nuestro bautismo para sentirnos enviados a anunciar la Buena Nueva
de la salvación a todos los pueblos.

ANTÍFONA DE ENTRADA
Sal 95, 3-4

Anuncien a todos los pueblos la gloria del Señor, sus maravillas a todas las naciones, porque
grande es el Señor y muy digno de alabanza.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que has querido que tu Iglesia


sea sacramento de salvación para todos los pueblos,
de forma que así perdure la obra redentora de Cristo
hasta el fin de los tiempos,
despierta los corazones de tus fieles
y haz que se sientan llamados
a trabajar por la salvación de todos,
con tanta mayor urgencia,
cuanto es necesario que, de todas las naciones,
surja y crezca para ti una sola familia y un solo pueblo.

Por nuestro Señor Jesucristo.

35
LITURGIA DE LA PALABRA

Monitor: En la primera lectura el profeta anuncia una paz duradera fruto del encuentro con Dios.
Por otra parte, san Pablo nos recordará que la salvación ofrecida en Jesucristo debe ser transmiti-
da por evangelizadores que se sientan enviados, es decir, misioneros. En el Evangelio, Jesús abre
el abanico de sus deseos, acordes con la misión salvífica asumida: unión personal con el Padre,
unión con los apóstoles y discípulos, preocupación por todos los que oirán la Buena Noticia por
boca de sus enviados y se unirán a Él, comunión de doctrina y vida de todos los redimidos. Es-
cuchemos con atención.

PRIMERA LECTURA
Confluirán todas las naciones al monte del Señor.
Lectura del libro del profeta Isaías 2, 1-5

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y Jerusalén:


En días futuros, el monte de la casa del Señor
será elevado en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas
y hacia él confluirán todas las naciones.

Acudirán pueblos numerosos, que dirán:


«Vengan, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob,
para que él nos instruya en sus caminos
y podamos marchar por sus sendas.
Porque de Sión saldrá la ley,
de Jerusalén, la palabra del Señor».

Él será el árbitro de las naciones


y el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados
y de las lanzas, podaderas;
ya no alzará la espada pueblo contra pueblo,
ya no se adiestrarán para la guerra.

¡Casa de Jacob, en marcha!


Caminemos a la luz del Señor.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 66

R. Todos los pueblos de la tierra conocerán tu salvación.

Que Dios se compadezca de nosotros,


nos bendiga y nos mire con amor;
así todos los pueblos de la tierra
conocerán tu salvación. R.

36
O M P E M É XI C O
Que canten de alegría las naciones
porque riges el mundo con justicia;
con equidad gobiernas a los pueblos,
con rectitud los guías. R.

La tierra ha producido ya sus frutos,


Dios nos ha bendecido en esta forma;
que el Señor continúe bendiciéndonos
para que todo el orbe lo conozca. R.

SEGUNDA LECTURA
¿Cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie?
¿Y cómo va a haber quienes se lo anuncien, si no hay enviados?
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos 10, 9-18

Hermanos: Basta que cada uno declare con su boca que Jesús es el Señor y que crea en su cora-
zón que Dios lo resucitó de entre los muertos, para que pueda salvarse.

En efecto, hay que creer con el corazón para alcanzar la salvación. Por eso dice la escritura: Nin-
guno que crea en él quedará defraudado, porque no existe diferencia entre judío y no judío, ya
que uno mismo es el Señor de todos, espléndido con todos los que lo invocan, pues todo el que
invoque al Señor como a su Dios, será salvado por él.

Ahora bien, ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han
oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va
a haber quienes lo anuncien, si no son enviados? Por eso dice la Escritura: ¡Qué hermoso es ver
correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!

Sin embrago, no todos han creído en el Evangelio. Ya lo dijo Isaías: Señor, ¿quién ha creído en
nuestra predicación? Por lo tanto, la fe viene de la predicación y la predicación consiste en anun-
ciar la palabra de Cristo.

Entonces yo pregunto: ¿Acaso no habrán oído la predicación? ¡Claro que la han oído!, pues la
Escritura dice: La voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han llegado
hasta el último rincón de la tierra.

Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO


Jn 3, 16

R. Aleluya, aleluya.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él tenga
vida eterna.
R. Aleluya.

37
EVANGELIO
Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo.
Del santo Evangelio según san Juan 17, 11. 17-23

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los
que me has dado, para que sean uno como nosotros. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la
verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a
mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad.

No sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer por mí por la palabra
de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean
uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tu me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en
ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado
y que los amas, como me amas a mí».

Palabra del Señor.

Líneas para la homilía

• Primera lectura. El profeta ha podido contemplar una peregrinación de forasteros al templo de


Jerusalén. Pero su visión se agranda y su horizonte se hace universal. Más que su deseo, nos co-
munica su esperanza y su fe: un día será definitivo el triunfo del bien, de la paz, de la justicia de
Dios. Todos los pueblos abrirán su corazón a Dios y al prójimo. No habrá más incomprensiones
ni odios. Esta es la voluntad de Dios y su promesa. Una de las formas de representar el tiempo
escatológico es presentarlo como un tiempo en el que no hay guerras, donde Dios mismo rom-
perá las armas de la muerte (Os 2, 20; Zac 9, 10; Sal 46, 10). Aquí, las naciones, tras haber recibido las
instrucciones de la palabra del Señor, se encargarán de romper lo que pueda ocasionar la guerra.
El hombre que trabaja por ser artesano de la paz se acerca a su destino verdadero, es ciudadano
de la nueva Jerusalén. Este poema puede ser leído con perspectivas mesiánicas. Porque Cristo es
efectivamente el monte que atraerá todo hacia sí y transformará todos esos deseos que compar-
ten los hombres en el camino que lleva al Padre.

• Segunda lectura. Nadie puede salvarse sino únicamente en el Nombre de Cristo. No basta co-
nocer al Señor para ser eficaz en la transmisión de su Evangelio. Mientras no se haya recibido de
Él la Misión de anunciar su Nombre, podrá uno hablar de Él tal vez de un modo magistral, pero
puesto que nadie puede arrogarse a sí mismo el oficio de evangelizador, necesitará por fuerza ser
enviado para que vaya, no a nombre propio, sino a Nombre de Quien lo envió: Cristo Jesús, con
su poder y con la eficacia salvadora que procede de Él. Esto nos ha de llevar a dejarnos instruir
por Él bajo la luz de su Espíritu Santo y del Magisterio de su Iglesia. Que al anuncio del Evangelio
siempre preceda la oración íntima con el Señor y la meditación fiel de su Palabra, así como el ser
los primeros en vivir aquello que proclamaremos, no sea que salvando a otros, nos condenemos
nosotros. Por eso, lo que profesamos con los labios debemos creerlo en nuestro corazón y ha-
cerlo parte de nuestra vida, con la plena confianza de que ninguno que crea que Cristo Jesús es
el Señor y que crea en su corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos quedará defraudado,
sino que alcanzará la salvación que el Señor ofrece a quienes creen en Él.

• Evangelio. Jesús se ocupa, sucesivamente, de varios temas: la unidad de los suyos, la santifica-
ción de los discípulos, unidad de los creyentes y la salvación. Ora así al Padre, a quien ha llamado

38
O M P E M É XI C O
«santo», que haga también santos en la verdad a los que le pertenecen. La petición de Jesús
(«santifícalos en la verdad») significa custodiar a los discípulos en el templo de la paternidad con
una vida filial modelada a partir de la de Jesús, significa hacerles participar, como auténticos hijos
del Padre, en la intimidad de vida y de comunión con Dios a través de Cristo. En efecto, Jesús es
el único camino que conduce al discípulo a la vida filial con el Padre (cf. Jn 14,6). Así como la misión
de Jesús se deriva de la vida de comunión y de amor entre el Padre y el Hijo (cf. Jn 3,16), la misión
de los discípulos brota de la intimidad entre Jesús y los suyos. Los discípulos, por consiguiente,
tienen la tarea de prolongar en el mundo la misma misión de Jesús. Ahora bien, ellos, expuestos
al poder del maligno, para cumplir su misión necesitan no sólo la protección del Padre, sino tam-
bién la obra santificadora de Jesús. En la sección final de la oración del Hijo al Padre se ensancha
el horizonte: tras una invocación general, Jesús ora por la unidad de los creyentes y, después, por
su salvación. Aquí no se trata ya de la comunidad de sus discípulos, sino de todos los que en el
futuro crean en Él por medio de la palabra y la predicación de los primeros discípulos. Es la «pa-
labra» la que crea la unidad en el amor entre los creyentes de todos los tiempos y los primeros
discípulos. Por medio de ella nace la fe y se establece en el corazón de cada creyente la existencia
vital de Dios, que hace al hombre contemporáneo de Cristo. Este proyecto que ha suscitado Dios
en la historia por medio de Jesús es el signo de su amor de Padre hacia todos los seres humanos.

ORACION UNIVERSAL
Oremos, hermanos, a Dios Padre, por medio de Jesucristo, su Hijo, que se entregó por la salvación de
todos. Respondamos a cada petición:
R. Te rogamos, óyenos.

1. Para que el Señor infunda en los pastores y en los fieles de la Iglesia el espíritu necesario para
anunciar con valentía el Evangelio a los pobres, la reconciliación a los contritos de corazón y la
libertad a los que están esclavizados por el mal, roguemos al Señor.

2. Para que el Señor de fuerza a los misioneros que esparcen la semilla del Evangelio, los libre de
las insidias de los enemigos y haga que su predicación dé fruto abundante en las comunidades
que reciben la palabra divina, roguemos al Señor.

3. Para que en los pueblos donde resulta difícil predicar abiertamente la Buena Nueva no falten
misioneros que, con paciencia, constancia y prudencia, den un testimonio verdadero de caridad y
preparen así los caminos del Señor, y lo hagan ya de alguna manera presente, roguemos al Señor.

4. Para que el Señor afiance en nosotros la convicción de que la mayor prueba de amor a los
hermanos consiste en anunciar el Evangelio a los que viven a oscuras y aportar la Buena Nueva
de Jesús a los que, por no conocer la resurrección, no tienen esperanza de vida eterna, roguemos
al Señor.

Escucha Señor, las oraciones de tu Iglesia y aumenta en ella las vocaciones misioneras: que cada
bautizado se descubra enviado, y que los enviados anuncien el Evangelio con valentía, que nun-
ca se enorgullezcan de los frutos de la predicación ni busquen desmesuradamente las técnicas
humanas para extender tu reino, sino que crean que sólo dará fruto la semilla sembrada por tu
Hijo y regada por la gracia del Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.

39
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Señor, que lleguen a tu presencia soberana


los dones de tu Iglesia suplicante,
del mismo modo que fue tan grata a tus ojos
la gloriosa pasión de tu Hijo,
para la salvación del mundo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

PLEGARIA EUCARÍSTICA
(Se sugiere la Plegaria para diversas circunstancias III (D3: Jesús, camino hacia el Padre)

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
Sal 116, 1-2

Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos. Porque grande es su
amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre.

O bien: Mc 16, 15

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor, que la participación en tu mesa nos santifique,


y concede que todos los pueblos reciban con gratitud,
por medio del sacramento de tu Iglesia,
la salvación que tu Unigénito consumó en la cruz.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

40
O M P E M É XI C O
Hora Santa Misionera

Bautizados y enviados

«Nosotros, con el bautismo, somos inmersos en esa fuente inagotable de vida


que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y
gracias a este amor podemos vivir una vida nueva, no ya en poder del mal,
del pecado y de la muerte, sino en la comunión con Dios y con los herma-
nos». Confirmemos nuestra identidad bautismal como encuentro personal
con Jesucristo vivo: Él nos envía para ser testigos suyos en el mundo.

Monición inicial

Hermanos, nos preparamos para este encuentro con Jesús sacramentado, que con amor nos
espera día a día, momento a momento. Avivemos nuestra fe y confianza en su presencia Eucarís-
tica. Pidamos humildemente la gracia de su Espíritu para dirigir a Él nuestra alabanza y adoración.
Presentemos a Él nuestros gozos y esperanzas, preocupaciones y sufrimientos. Él más que nadie
nos comprende y viene en nuestra ayuda. Nos dice San Juan de la Cruz: sólo y siempre se produce
el encuentro con Dios en fe verdadera, esperanza cierta y caridad entera.

Exposición del Santísimo

Entonamos un canto de adoración a Jesús sacramentado.

En este momento entra el sacerdote o el ministro y expone al Santísimo.


Todos de rodillas.

Ministro:

Señor, Dios nuestro, dueño de la vida y de la historia te damos gracias por llamarnos a vivir este
encuentro contigo. Como tus discípulos, miembros de tu Iglesia misionera nos presentamos ante
ti, aquí estamos Señor para adorarte y orar confiando a tu corazón misericordioso a todo nuestro
mundo y la misión que se realiza en cada rincón de la tierra.

Meditemos

Del mensaje del Papa Francisco

41
Lector 1:

Esta vida se nos comunica en el bautismo, que nos da la fe en Jesucristo vencedor del pecado y
de la muerte, nos regenera a imagen y semejanza de Dios y nos introduce en el cuerpo de Cristo
que es la Iglesia.

Lector 2:

Escuchemos atentamente y recibamos en el corazón la Palabra del Señor:

Evangelio según san Mateo (28,16-20)

Por su parte, los Once discípulos partieron para Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Cuando vieron a Jesús, se postraron ante él, aunque algunos todavía dudaban. Jesús se acercó
y les habló así: «Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan
que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy
con ustedes todos los días hasta el fin de la historia».

Breve momento de silencio y se entona un canto

Lector 3:

La fe en la pascua de Jesús, el envío eclesial bautismal, la salida geográfica y cultural de sí y del


propio hogar, la necesidad de salvación del pecado y la liberación del mal personal y social exi-
gen que la misión llegue hasta los últimos rincones de la tierra.

Un Pentecostés renovado abre las puertas de la Iglesia para que ninguna cultura permanezca
cerrada en sí misma y ningún pueblo se quede aislado, sino que se abran a la comunión universal
de la fe. Que nadie se quede encerrado en el propio yo, en la autorreferencialidad de la propia
pertenencia étnica y religiosa.

Momento de silencio orante

Dialoga humilde y amorosamente con Jesús sobre cómo estás viviendo tu vocación, seguimiento
y misión.

Agradezcamos el regalo de ser bautizados, discípulos y enviados como misioneros del amor a
las diversas realidades que viven las familias, comunidades y pueblos, manifestando la alegría de
conocerlo y amarlo, pues, el amor de Jesús da fuerza y alegría.

Después de este diálogo amoroso con el Señor, nos ponemos de pie para continuar orando en
comunión de un mismo espíritu.

Ministro:
En comunión con todo el pueblo de Dios, oremos y presentemos a Jesús sacramentado, las ne-
cesidades de las Iglesias de los distintos continentes y la misión que se vive en cada uno de ellos.
Oramos diciendo: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

42
O M P E M É XI C O
Lector 1

Por el continente europeo y la misión de la Iglesia, para que el Espíritu del Señor haga renacer
la experiencia profunda de la fe, el sentido de trascendencia, y la sensibilidad para recobrar la
memoria histórica del patrimonio espiritual con el que cuentan.

Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 2

Por el continente africano y todos los que realizan la misión evangelizadora para que fortalecidos
por la gracia y sabiduría del Espíritu continúen ofreciendo la ayuda fraterna y solidaria dando res-
puesta a los desafíos de las situaciones sociales y políticas, reflejadas en la pobreza y la migración.

Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 3

Por el continente asiático y por la misión de la Iglesia en este continente que camina hacia su
propia identidad, transformándose en Iglesia evangelizadora para sí misma y para los demás,
desde la pureza de un corazón que busca a Dios a través de la meditación y la contemplación. Y
por quienes a causa de la fe en Cristo y su compromiso a favor de los que sufren son perseguidos.

Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 4

Por el continente de Oceanía y por la misión de la Iglesia para que en apertura y respeto a las
diferentes culturas se comparta la alegría del Evangelio, el plan salvífico de Dios para su pueblo.

Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 5

Por el continente americano y por la misión de la Iglesia para que la fe en Jesucristo dinamice la
esperanza y la valentía profética para trabajar por la paz, la justicia y el respeto a la dignidad de
todos.

Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 6

Por todos nosotros para que vivamos con generosidad, alegría y esperanza nuestro ser de discí-
pulos y misioneros colaborando en el proyecto del Reino de Dios en el aquí y el ahora que nos
toca vivir.

Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

En actitud de confianza filial y apertura a su amor nos dirigimos a Dios nuestro Padre con la ora-
ción que Cristo nos enseñó. Cantando: Padre nuestro…

43
Momento de agradecimiento

Agradecemos al Señor desde lo que ha tocado e iluminado hoy a nuestro corazón y resuena
para una mejor actitud de vida como bautizados, discípulos y misioneros para llevar a todos el
Evangelio, porque Dios es nuestra fuerza.

Oración para el Mes Misionero Extraordinario, octubre 2019

Padre nuestro,
Tu Hijo Unigénito Jesucristo
resucitado de entre los muertos
encomendó a sus discípulos el mandato de
«id y haced discípulos a todas las gentes»;
Tú nos recuerdas que a través de nuestro bautismo
somos partícipes de la misión de la Iglesia.
Por los dones de tu Santo Espíritu, concédenos la gracia
de ser testigos del Evangelio,
valientes y tenaces,
para que la misión encomendada a la Iglesia,
que aún está lejos de ser completada,
pueda encontrar manifestaciones nuevas y eficaces
que traigan vida y luz al mundo.
Ayúdanos a hacer que todos los pueblos
puedan experimentar el amor salvífico
y la misericordia de Jesucristo,
Él que es Dios y vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Amén

Reserva del Santísimo

Puestos todos en pie con amor y gratitud, entonamos un canto eucarístico y el ministro reserva
el Santísimo.

44
O M P E M É XI C O
Rosario Misionero

El genio espiritual de la Venerable Paulina Jaricot ha ido más allá de la fundación de la Obra Misional de
la Propagación de la Fe. De hecho, ella sabía que la oración es el fundamento de la misión de la Iglesia
y estaba decidida a hacer que el rezo del Rosario se conociera y se practicara por el mayor número de
personas posibles para sostener la proclamación del Evangelio en los territorios de misión. Así, en 1826,
alentada por el éxito de su enfoque personal en la organización de la Obra Misional a través de la crea-
ción de pequeños grupos, Paulina utilizó el mismo criterio para iniciar y organizar el Rosario Viviente,
una nueva iniciativa.

Primero, comenzó organizando a sus amigos y colaboradores en grupos de 15 personas, según el


número de los Misterios del Rosario en aquella época. Luego le pidió a cada miembro que se compro-
metiera a rezar una decena del Rosario diariamente y meditar en un Misterio al día, durante un mes
entero. De esta forma, se recitaba diariamente todo el Rosario y cada grupo meditaba los 15 Misterios.
Al comienzo del mes, la persona a cargo de los 15 redistribuía personalmente los Misterios entre los
miembros, asegurándose de que todos recibieran un Misterio diferente para meditar durante la oración
de la decena del Rosario, durante las siguientes cuatro semanas. Esto aseguraba que cada mes toda la
vida de Cristo fuera meditada por el grupo y que las oraciones, a través de la intercesión de la Virgen
María, fueran presentadas a Dios, convirtiendo el rezo del Rosario en una realidad viviente en apoyo a
la Misión de la Iglesia de proclamar la Buena Nueva, especialmente a las personas que aún no la han
escuchado.

El esfuerzo apostólico de los misioneros de Jesús en todo el mundo se sostenía con el rezo del Rosario
Viviente. El sueño de Paulina del Rosario Viviente pronto se convirtió en un fenómeno generalizado en
todo el mundo. En 1831 escribía: «Los grupos de 15 continúan multiplicándose a una velocidad increíble
en Italia, Suiza, Bélgica, Inglaterra y en varias partes de América. El Rosario ha difundido sus raíces hasta
las Indias y especialmente en Canadá». La esperanza de Paulina era que el Rosario Viviente uniera a las
personas, en todo el mundo, en una oración ferviente por la Misión de la Iglesia.

De hecho, la iniciativa del Rosario Viviente tuvo tanto éxito que después de la muerte de Paulina en 1862,
¡había más de 150 000 grupos de 15, con 2 250 000 miembros solo en Francia! Hoy en día, el Rosario
Viviente aún se practica en muchas partes del mundo y los grupos de 15 se han ampliado a grupos de
20 al incluir los nuevos misterios luminosos, establecidos por el Santo Padre Juan Pablo II. En conse-
cuencia, aún hoy continúa esta importante iniciativa de oración, que fue concebida por la fundadora
Obra Misional Pontificia de la Propagación de la Fe.

45
Esquema propuesto para el rezo del Santo Rosario

MISTERIOS GOZOSOS
Anuncio del misterio (se elige uno)

1. Anunciación

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 26-38).
Que todos los hombres sepamos, como la Virgen María, decir sí a lo que Dios nos pide.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

2. Visitación de María a Santa Isabel

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).

«¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Bienaventurada tú que
has creído» (Lc 1, 39-56).

También a nosotros nos quiere visitar María. Recibámosla con alegría, Ella nos trae a Jesús.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

3. Nacimiento de Jesús

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre» (Lc 2, 6-19).

El Niño Jesús nace en nuestro corazón si con humildad, sencillez y amor le dejamos sitio.

Meditando la escena, rezamos.

46
O M P E M É XI C O
Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

4. Presentación en el Templo

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).

«Cumplidos los días de su purificación, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor» (Lc 2, 22-40).
Hemos de cumplir lo que nos manda la Iglesia, y ofrecernos con Jesús para hacer la voluntad del Padre.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

5. Jesús encontrado entre los doctores del templo

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).

«¿Por qué me buscabais?¿No sabíais que tengo que ocuparme en las cosas de mi Padre? Y bajó
con ellos a Nazaret y les era obediente» (Lc 2, 41-52).

Lo primero es seguir la vocación a la que Dios nos llame.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

MISTERIOS LUMINOSOS
Anuncio del misterio (se elige uno)

1. El Bautismo de Jesús en el Jordán

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Después de ser bautizado, Jesús salió del agua. Y una voz del Cielo decía: Este es mi Hijo, el
amado» (Mt 3, 13-17).

47
El Señor nos hace hijos suyos por la gracia del Bautismo. Seamos buenos hijos, imitando a Jesús.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

2. Las Bodas de Caná

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«La madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Dijo su madre a los sirvientes: Haced lo que Él os diga»
(Jn 2, 1-12).

Hagamos, como María, lo que Jesús nos pida, y descubriremos cada día su presencia y sus mi-
lagros.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

3. El anuncio del Reino de Dios

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Llegó Jesús a Galilea diciendo: Está cerca el Reino de Dios, haced penitencia y creed en el Evan-
gelio» (Mc 1, 15).

Hemos de escuchar las enseñanzas de Jesús y ponerlas por obra.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

4. La Transfiguración de Jesús

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Mientras Él oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestido se volvió blanco, resplandeciente»
(Lc 9, 28- 36).

48
O M P E M É XI C O
Con la oración elevamos nuestro corazón a Dios y así nos transforma con su gracia.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

5. La Institución de la Eucaristía

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Mientras cenaban, tomó pan, y después de bendecir lo partió, y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo»
(Mc 14, 22-25).

Jesús nos alimenta en la Eucaristía y está realmente presente en los sagrarios. Adorémosle con
amor.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

MISTERIOS DOLOROSOS
Anuncio del misterio (se elige uno)

1. Jesús reza en Getsemaní

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
« Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como
quieras Tú» (Mt 26, 39).

Imitemos la entrega del Señor para hacer con amor lo que Dios nos pida.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

49
2. Jesús es flagelado

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran» (Jn 19, 1).

«Él soportó el castigo que nos trae la paz y con sus llagas hemos sido curados» (Is 53, 5).

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

3. Jesús coronado de espinas

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Y trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una
caña» (Mt 27, 29).

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

4. Jesús cargado con la Cruz sube al Calvario

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Tomaron, pues, a Jesús; y Él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en
hebreo Gólgota» (Jn 19, 17).

Para seguir a Cristo, hemos de llevar cada día nuestra cruz y aliviar la del prójimo.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

50
O M P E M É XI C O
5. Jesús muere en la Cruz

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Inclinó la cabeza y entregó el Espíritu» (Jn 19, 30).
Que la sangre de Cristo sea para todos arras y prenda de vida eterna.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

MISTERIOS GLORIOSOS
Anuncio del misterio (se elige uno)

1. La Resurrección de Jesús

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«El ángel tomó la palabra y dijo a las mujeres: No temáis; Jesús, el crucificado no está aquí,
porque ha resucitado» (Mt 28, 5-7).

La resurrección es el mayor triunfo de Cristo y juntamente da la seguridad del triunfo de la Santa


Iglesia Católica.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

2. La Ascensión de Jesús al Cielo

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«El Señor Jesús, después de hablarles, se elevó al Cielo y está sentado a la derecha de Dios» (Mc 16, 19).

Alegrémonos en la esperanza de alcanzar el Cielo, donde viviremos eternamente felices.

Meditando la escena, rezamos.


Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

51
3. Pentecostés, el Don del Espíritu Santo

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas extrañas» (Hch 2, 1-4).

Pidamos junto a la Virgen el soplo del Espíritu Santo, que nos da la fuerza para evangelizar y
hacer un eficaz apostolado.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

4. La Asunción de María

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«Apareció una grandiosa señal en el cielo: una Mujer vestida del sol» (Ap 12, 1).
¡Virgen Inmaculada: que podamos compartir contigo la gloria celestial!

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

5. La Coronación de María, Reina del Cielo y de la Tierra

Le rogamos a Nuestra Madre, la Virgen María, por… (se menciona una intención misionera de oración).
«¿Quién es ésta que surge cual aurora, bella como la luna, refulgente como el sol?» (Ct 6, 10).

La gloria de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, toma su fulgor de la luz inaccesible de la
Trinidad augusta. Vivos reflejos de ella caen sobre la Iglesia, que triunfa en los cielos, que padece
en la confiada espera del purgatorio, que lucha en la tierra.

Meditando la escena, rezamos.

Padre Nuestro
10 Avemarías
Gloria

Memoria de los difuntos

52
O M P E M É XI C O

53
54
NOTAS

O M P E M É XI C O

55
Esta obra se terminó de imprimir
en julio 2019

56

También podría gustarte