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Met Panorama teolégico del NT
fundamentar la teologia sélo en el kerigma, dejando de lado la
historia como insignificante.
Una segunda reflexién critica puede hacerse sobre el canon del
Nuevo Testamento como conjunto de libros diversos, que hay que
leer en su relaci6n reciproca, sin privilegiar nunca a un grupo,
olvidando o negando implicitamente al otro. Una seleccién indebi-
da, en este sentido, es la que practican Bultmann y su escuela.
Bultmann considera teologia del Nuevo Testamento solamente la
de Pablo y la de Juan (evangelio y 1 Jn), descalificando lo demas o
como «premisa» (los evangelios sindpticos) o como disolucién del
kerigma (la literatura déuteropaulina y pospaulina). No se respeta
asi el principio histérico-teolégico del canon, que hay que mante-
ner en su globalidad y en su variedad.
Si Bultmann quiso poner de relieve la variedad, presentando la
teologia del Nuevo Testamento en una forma historica, cre6 lue-
go una unidad teolégica en torno a Pablo y a Juan y al criterio
hermenéutico de la autocomprensién de uno mismo en la fe. La
armonia unitaria de la fe se mide, por el contrario, precisamente
por el respeto a la variedad teologica, como se deduce del canon.
Por eso la teologia del Nysise Amento no puede ser mast
ipre em Unis S or consiguiente, hay que salva-
guardar siempre tanto su unidad como su variedad. Cuando se
quiere salv: varguardar su unidad, hay que ver er lego qué unidgges
a gua wfiy que
decir a propésito de la diversidad.
Recientemente, B. S. Childs ha intentado reducir a metodologia
el principio teolégico del canon del Nuevo Testamento. Como ha
indicado el recensor de su libro *, Childs no es preciso en la termi-
nologia y y no presenta un método controlable ni una ldgica cons-
tringente. Pero Childs'* intenta precisar lo ae entiende poréca
non» cuando yt ets
cluye la actividadInterpretativa der lector cristiano moderno, que
° Teologia del Nuevo Testamento, 552.
‘* The New Testament as Canon, en su critica del Expository Times 97 (1986)
99-100.
5 Cf la p. 41 de su obra.En el origen de la teologia biblica del NT: el canon ays
se esfuerza no sdlo en identificarse con la tradicion recibida, sino en
apropiarse de forma auténtica el mensaje y en acoger fielmente el
evangelio para el tiempo presente» '*.
Dejando aparte la terminologia algo oscura, me parece que el
uso mas original del canon es el que se propone en la segunda
acepcidn: el canon en su aspecto metodoldgico; a saber, al interpre-
tar el Nuevo Testamento, hay que tener en cuenta la relacion que se
ha llegado a crear entre los diversos escritos por el hecho de haber
sido insertos en el canon, una relacion que es a veces de integracion,
otras de tensién, otras incluso de extremos dialécticos, pero no
contradictorios. La intuicién metodolégica y los problemas que de
ella se derivan son reales. La respuesta, sin embargo, no es por
ahora precisa. Childs se defiende de la acusacion de fundamentalis-
mo, que en realidad no se merece. Pero tampoco consigue producir
un método convincente. Se necesitaran aplicaciones concretas mas
precisas para verificar la validez de este método, que considera al
Nuevo Testamento como una especie de «gran texto» que hay que
interpretar como un todo en la relacién entre las diversas partes,
mis alld de su diverso origen historico, que constituye otro campo
de investigacion, plenamente legitimo, y supone otra metodologia,
la histérico-critica.
Pero, a mi juicio, la tarea que Childs le asigna al método del
estudio en el Nuevo Testamento como «canon» (cf. el titulo) queda
convenientemente cumplida por una buena teologia biblica del
Nuevo Testamento, que considere al Nuevo Testamento precisa-
mente como una gupidad tealégisee. El método de Childs no ofre-
ce ninguna aportacidn a nivel critico; acepta practicamente los re-
sultados del método histérico-critico a nivel redaccional, mientras
que le gustaria quizds abrir un nuevo horizonte a nivel teolégico-
pastoral.
Una lectura sincrénica del Nuevo Testamento, partiendo del
telos en lugar de la arché, es la que propone P. Beaucamp "” sobre el
Antiguo Testamento abierto al Nuevo. En esta Jectura, el canon es
considerado como un libro terminado, que empieza a actuar preci-
samente en el momento de terminarse.
Del canon vivo o tradicién viva se pasé al canon escrito del
Nuevo Testamento, un hecho juntamente historico-literario-
teolégico, que tiene su propia historia de eficacia siempre abierta.
Esta historia esta constituida por la lectura viva y por su influjo
16 Ibid., 41.
7 En su libro L’uno ¢ [altro Testamento. Brescia 1985, 43.476 Panorama teologico del NT
sobre la literatura, sobre el pensamiento y sobre la vida de la iglesia
y-de la husiaiidad.
El uso eclesial del canon:
de la escritura a la lectura
El canon escrito es «sagrada Escritura», que nos comunica la
revelacién histérica del Hijo de Dios, vivida y transmitida en la
«tradicién viva». Pues bien, la Escritura tiene su correlacién en la
lectura: los libros del Nuevo Testamento han sido escritos para ser
leidos en la iglesia, lo mismo que nacieron de la iglesia. No son un
producto acabado, un mensaje cerrado, sino que constituyen una
produccién continua. Actian y pretenden actuar mediante su lec-
tura. El escritor y el lector se enfrentan mutuamente y de ahi nace
una nueva produccién de sentido y de accidn; y de ahi nacen luego
otros textos. El texto es el mediador entre la escritura y la lectura. Y
de este modo se unen de nuevo los dos mundos del escritor y del
lector, segiin este esquema, que recogemos de A. Paul’.
historia y mundo
del escritor
historia y mundo
escritor > texto <> lector <— 4a) jector
Esta teoria del «texto» pone de manifiesto lo que A. Paul llama
«el hecho biblico», es decir, no ya la historia contada por la Biblia,
sino la inducida de ella a través de la lectura, a través de grupos de
lectura o de personas particulares dentro de una comunidad. Com-
prendemos entonces cémo el canon del Nuevo Testamento, en
cuanto «Escritura», esta orientado a actuar, a producir sentido,
accién, gestos nuevos a través de la lectura, que intenta liberar del
texto su energia original.
Esta «teoria del texto» corresponde en parte a lo que en los
ambientes alemanes se designa como la Wirkungsgeschichte del tex-
to. La lectura —hay que decirlo claramente~ es distinta del estudio
histérico-critico y del comentario del texto, La lectura del canon es
como una persona contemplada desde diversos Angulos, que sigue
siendo sin embargo la misma persona. El canon es como una perso-
na que tiene diversos miembros. La lectura se podria comparar
también con un encuentro, con un didlogo, en el que se discuten y
se aclaran los problemas, en el que se toman decisiones precisamen-
te en didlogo con lo que ha escrito el autor sagrado.
'* Le fait biblique. Paris 1979, 138-139.462 Panorama teolégico del NT
5, 17; Col 4, 16). Lucas y Juan, en sus respectivos evangelios,
hablaban de cosas dichas y realizadas por Jestis que no habjan sido
recogidas en sus evangelios. De manera que, a finales del siglo I, la
2 Pe habla de un «corpus» paulino de cartas, aunque sin decirnos
cudntas y cuales eran; y recuerda cémo esas cartas eran mal inter-
pretadas (2 Pe 3, 14-16).
Aunque estos escritos cristianos, que fijaban la tradicién viva de
Jesiis y la que hubo a continuacién sobre él no eran citados como
«Escritura» (esta designacion se reservaba para las citas del Antiguo
Testamento), esto no quiere decir que no fueran considerados co-
1c ‘eptados como autoridad
superior, ya qué tenian la autoridad misma de Jesiis o de Tos apés-
toles. Aquellos escritos no habian recibido aun de Ja iglesia una
autoridad oficial, precisamente porque ellos mismos gozaban de
autoridad sobre la iglesia y sobre su fe. La habjan constituido y la
alimentaban continuamente, no ya en cuanto «escritos» en el senti-
do de «Escritura sagrada», sino en cuanto que contenian la «tradi-
cién viva». Es interesante en este sentido Io que afirma el protestan-
te Childs en un libro reciente?: «;Cual es el efecto de la recupera-
cién histérico-critica del papel de la tradicién en la formacién del
Nuevo Testamento sobre el Antiguo, debate clasico que se refiere a
‘la palabra y la tradicién’? {No seria mas prudente para los cristia~
nos de hoy o abandonar la terminologia de los reformadores sobre
la ‘sola Scriptura’, o modificarla seriamente, o incluso sustituirla,
como se ha sugerido, por la que se considera mas apropiada de ‘sola
traditio’»?
Esta valiente afirmacién se comenta por si sola. En el siglo I,
por consiguiente, fue la tradicién viva d sy de los apdstoles la
que constituy6 canon vivo», que en parte se convirtid Tuego en
«canon escrito». Este canon vivo —que podria llamarse, con Pablo y
con Marcos, «evangelio de Jesucristo»— tenia también una funcién
critica respecto a las «otras doctrinas» que empezaban a pulular,
especialmente a finales del siglo I. Lo demuestran las cartas polémi-
cas de Pablo, las cartas pastorales y las catdlicas, Funcionaba, por
tanto, bien como generador de fe auténtica y de vida cristiana, bien
como criterio para discernir la verdadera fe de la falsa.
? The New Testament as Canon. London 1984, 20-21.464 Panorama teolégico del NT
empez6 a proliferar una literatura cristiana de devocién o herética,
era absolutamente necesario definir cuales eran los evangelios au-
ténticos. Hay que suponer ademéas que nuestros cuatro evangelios
estaban ya difundidos por todas partes y que diversas comunidades
poseian, si no los cuatro, al menos algunos de ellos.
Pero lo que resulta extrafio es que el primer escritor que atesti-
gua la autoridad divina de los libros del Nuevo Testamento haya sido
uno que luego fue considerado gnéstico, Basilides, que ensefié en
Alejandria desde el 117 al 138 bajo el imperio de Trajano. Basilides
introduce en sus Excerpta pasajes de los evangelios como textos del
Antiguo Testamento, y para las cartas de Pablo utiliza la formula
introductoria «como esta escrito» o «dice la Escritura». Pues bien,
Basilides refleja el uso ya comin y pacifico de la iglesia de Alejan-
dria en su forma tan natural de citar. Por eso, la idea de considerar a
los libros del Nuevo Testamento como «Escritura» parece datar en
la iglesia de Alejandria a comienzos del siglo II. Esto no ocurrié,
por el contrario, con Marcién, que ensefié en Roma entre el 137 y
el 144. Los libros citados por Basilides como Escritura son tres
evangelios (excluido Marcos, quizds por ser «secreto»?) y cuatro
cartas (Rom, 1-2 Cor y Ef) de Pablo’.
Los herejes intentaran siempre retirar algtin libro de lo que sera
luego el canon del Nuevo Testamento, para hacerlo mas conforme
a su herejia: los gndésticos rechazaban las cartas pastorales, por
juzgarlas contrarias a sus ideas; los judeo-cristianos ebionitas re-
chazaban a Pablo, y de los sinépticos conservaban sdlo a Mateo;
los montanistas exaltaban unilateralmente el cuarto evangelio y el
Apocalipsis, mientras que, por el contrario, los alogos negaban la
autenticidad del evangelio de Juan y del Apocalipsis. De aqui se
deduce —y recogeremos al fin esta idea— la importancia del canon en
su integridad con su variedad de tendencias, que se equilibran en la
Ginica fe ortodoxa.
Marcion, sin embargo, a mediados del siglo II, intenté propo-
ner e imponer su propio canon breve. En su libro de Antitesis
exponja su dualismo ético, que se basaba en un dualismo teoldgico.
Segiin él, habria dos dioses: el uno bueno, Padre de Jestis; el otro
justo (y a veces malo), el Dios creador del Antiguo Testamento.
Por eso rechazaba el Antiguo Testamento y, tomando como base
sus pruebas personales de autenticidad textual, consideraba inspira~
dos tan solo el evangelio de Lucas (quitadas algunas interpolacio-
°R.M., Grant, o. ¢, 128-129.En el origen de la teologia biblica del NT: el canon a6
nes, como los dos primeros capitulos) y 10 cartas de Pablo (sin
interpolaciones; excluidas por tanto las pastorales). Su canon, por
ello, estaba constituido por «el evangelio» (de Lucas) y «el Aposto-
likon» (las diez cartas de Pablo). Marcién, por su preparacion cien-
tifica, su prestigio moral y su influencia, obtuvo un gran éxito. Su
critica por consiguiente movi a los cristianos ortodoxos a una
toma de posicién mas concreta y més clara sobre los libros que
consideraban auténticos, especialmente los cuatro evangelios, ade-
més del hecho de que aceptaban el Antiguo Testamento como
«Escritura».
Si Marcién recortaba la lista de los libros cristianos auténticos,
otros herejes, como los valentinianos, segtin nos dice Ireneo, la
ensanchaban, afiadiendo a los cuatro evangelios otros libros com-
puestos por ellos. Los apologistas del siglo II no nos dicen con
precision cuales eran los libros del Nuevo Testamento calificados
como «Escritura», quizds porque dirigian sus «apologias» a un
ptblico no cristiano.
En la segunda mitad del siglo II se llega a constituir un «corpus»
de cuatro evangelios, presupuesto por el Diatessaron de Taciano
(nacido hacia el afio 120-130 d. C.). Seguin Justino, los evangelios se
leian durante la celebracion eucaristica. El testimonio papirolégico
mas antiguo que poseemos es del afto 250 d. C.: el papiro Chester
Beatty P*%, en el que se recogen los cuatro evangelios. Ademas,
como se deduce de Marcin, se tiene un «corpus» correspondiente
al menos a 10 cartas de Pablo. Los demas escritos del Nuevo Testa-
mento, incluidos los Hechos, no se consideran atin como impor-
tantes. El motivo de ello es aquella tradicién viva, que hasta enton-
ces habia sido la verdadera autoridad absoluta en que se apoyaba la
fe: el Sefior por una parte y los apéstoles por otra; al primero le
corresponde el «corpus» de los cuatro evangelios y a los segundos
el paulino (10 6 13 cartas), junto con algunas otras cartas (1 Pe y 1
Jn) y el Apocalipsis.
+ Finales del siglo II y comienzos del III:
hacia la definicién del «corpus» neotestamentario
A finales del siglo II se dio un gran paso hacia la definicién del
«corpus» neotestamentario, aun cuando no se hable aun expresa-
mente de «sagrada Escritura». Marcin habia planteado ya el pro-
blema critico. Si los apéstoles, y sdlo ellos, habian recibido la mi-
sion de transmitir de forma auténtica la revelacién histérica de
Jestis, para que un escrito pudiera ser tenido por auténtico teniaEn el origen de la teologia biblica del NT: el canon 477
En la lectura del Nuevo Testamento, el didlogo es inmediato
con los escritores sagrados, pero, en ultimo anilisis, a través de la
tradicién viva, se llega a la persona misma de Cristo: el Jestis histé-
rico y el Sefior resucitado que vive en su iglesia. La lectura puede
hacerse en un grupo eclesial que se cualifica en relacién con el
canon, donde cada uno encuentra la palabra de Dios como dirigida
a él mismo. Pero puede hacerse también personalmente, en todo
caso siempre dentro de la gran comunidad eclesial historica.
Baste pensar en la novedad de vida que aporté la lectura del
evangelio a un Francisco de Asis y en los testimonios que de alli
nacieron, concretamente su Regla. De la lectura del canon deben
surgir ideas nuevas, textos nuevos, plegarias nuevas, productos to-
dos ellos de la lectura de esos «libros» en el contexto histérico-
cultural actual. De este modo, el canon como «Escritura» se hace
vital en la lectura y produce sus efectos de fe y de vida cristiana.
Todo lo demas, el estudio hist6rico-critico y el comentario de los
textos, deberia servir de instrumento para esta lectura y no como
fin en si mismo.
En la lectura es importante el punto de referencia externo, bien
sea de guia (la fe eclesial) o bien de influencia historica (el mundo
cultural). Lo mismo que hubo lecturas heréticas de algunos libros
del Nuevo Testamento en la iglesia antigua, también puede haber-
las ahora. Este es el riesgo de la lectura abierta a todos y difundida
entre todos, y no reservada a la autoridad de la iglesia. En el caso de
una lectura herética, sin embargo, el ultimo punto de referencia no
es ya el canon de la Biblia, sino el texto del fundador de una secta,
que se convierte en el criterio tiltimo de lectura también del Nuevo
Testamento. Esto vale igualmente para las llamadas lecturas ideol6-
gicas.
La lectura del canon escrito lo abre continuamente al futuro, a
una vitalidad siempre nueva, a crear siempre tradicion viva. ¢Qué
es efectivamente la tradicién viva de la iglesia, incluso después de la
formacion del canon, sino la eficacia continua de aquella «sagrada
Escritura» bajo la accién y la guia del Espfritu Santo? La tradicién
viva es como un rio que tiene su fuente pura en Jesucristo y cuyas
aguas han quedado encauzadas en los libros del canon; estas aguas
corren para regar y suscitar nueva vida en la medida en que se lo
permita la lectura, que es como un canal de irrigacion. Por consi-
guiente, debe prevalecer la lectura poética (en el sentido original de
poiein = hacer), dirigida al futuro, sobre la lectura hist6rico-critica,
orientada mas bien a recuperar el pasado.478 Panorama teologico del NT
La lectura del texto del Nuevo Testamento reproduce la «tradi-
cién viva» de fe, de donde nacié la Escritura: de la fe a la fe (Rom 1,
17).
{Qué funcidn tiene la teologia del Nuevo Testamento que he-
mos trazado en la lectura del Nuevo Testamento? Tiene la funcién
de ofrecer una vision global para poder comprender y colocar
mejor la lectura de cada texto. Es como la visién de una persona en
su figura global antes de considerar algunas de sus facciones o algan
perfil parcial. Pero hay que recordar que una figura verdaderamen-
te global de la fe biblica presente en el Nuevo Testamento nunca
sera posible, ya que esta siempre abierta al futuro, a una compren-
sion y una actuacién més vasta, mas profunda y mis global.468 Panorama teolégico del NT
Mateo Pedro Pablo Juan
evangelio discursos de — Hechos evangelio
los Hechos
Marcos Lucas Apocalipsis
1 Pedro 13 cartas 1-2 Jn
Como puede advertirse, en esta lista no se recogen: la carta a los
Hebreos (que de hecho en occidente fue durante mucho tiempo
discutida) y las cartas catélicas: Sant, 3 Jn, 2 Pe y Judas.
Si ponemos juntas las dos listas: la del fragmento Muratoriano y
la de Ireneo, todavia quedan fuera de la lista: la carta a los Hebreos,
Santiago, 2 Pedro y 3 Juan. El «corpus» neotestamentario esta ya
casi completo.
El primero en usar hé kainé diathéké (= la nueva alianza) para
designar a la literatura cristiana «sagrada», que a continuacion sera
llamada «can6nica», fue un anonimo antimontanista en el afto 192-
193. El autor dice que estuyo dudando en escribir un tratado anti-
montanista: «por miedo... de que a alguno le pareciera que he
anadido un nuevo articulo o cléusula a la palabra de la nueva
alianza del evangelio, al que nadie de cuantos quieran vivir segin el
mismo evangelio puede anadir o quitar absolutamente nada» ®, Pe-
ro el autor no hace atin ninguna referencia a una coleccién de libros
llamada «Nuevo Testamento». Incluso Origenes en el afio 231 se
muestra todavia vacilante; aunque usa este término, lo encuentra
un tanto extrafio. El habla de la consonancia entre la doctrina del
Antiguo y del «/lamado Nuevo Testamento» ’.
En occidente, por el contrario, Tértuliano (160-200) habia dis-
tinguido con claridad el «Novum Testamentum» del «Vetus Testa-
mentum». El Nuevo comprendia también para él 22 escritos; que-
dan excluidas cuatro cartas catolicas (2 Pe, 2-3 Jn y Sant) y lacartaa
los Hebreos, mas 0 menos como para Ireneo; la unica pequena
variante es que Tertuliano incluye a Judas, mientras que excluye la
2 Jn. Sobre los escritos mayores, todavia seguiran las vacilaciones:
en oriente para el Apocalipsis y en occidente para la carta a los
Hebreos. Probablemente no se habla de las cartas catélicas, por ser
poco conocidas y usadas. Pasemos entonces a la ultima fase en la
determinacién del canon, la que nos lleva a Allejandria.
* Eusebio, Historia eclestdstica, 5, 16, 3.
° Origenes, Comentario al evangelio de Juan, 5, 8.En el origen de la teologia biblica del NT: el canon 469
+ La iglesia de Alejandria y la definicion
del canon en el siglo IV
La carta escrita por Atanasio para la pascua del afio 367 es
precisamente obra del obispo de Alejandria. En esta carta se enu-
meran «sin vacilacién» (esta cualificacién recuerda las controversias
que hubo sobre algunos escritos) la Escritura del Nuevo Testamen-
to:
— los cuatro evangelios en el orden actual;
— los Hechos de los apéstoles;
— las llamadas siete cartas catdlicas de los apéstoles: la de San-
tiago, las dos de Pedro, las tres de Juan y la de Judas;
— las catorce cartas de Pablo, incluida la carta a los Hebreos;
— el Apocalipsis'®.
Este catalogo, dieciocho afios ms tarde, el afio 385, sera acepta-
do por Jerénimo y divulgado por él en occidente a través de su
traduccién oficial latina (la Vulgata).
No es una casualidad que este catalogo fuera publicado oficial-
mente en Alejandria. En efecto, era éste el centro cultural superior
y mas vivo de aquel tiempo, y era en esta ciudad donde durante los
siglos II y III se habfa discutido mas el problema de los libros que
aceptar como «apostélicos» y «auténticos» y de los que rechazar
como «apécrifos». Fue aqui donde el gnéstico Basilides, ya en la
primera parte del siglo II, citaba los evangelios y las cartas de Pablo
como «Escritura», Fue aqui donde Panteno, maestro de Clemente,
intentaba explicar por qué la carta a los Hebreos, a pesar de ser de
Pablo, no llevaba su nombre: porque él, apdstol de los gentiles, no
intentaba ciertamente escribir a los hebreos como si fuera su apés-
tol!!.
Pero las dos grandes lumbreras de la iglesia alejandrina a finales
del siglo II y comienzos del III fueron Clemente de Alejandria, que
dirigié una escuela privada de apologética cristiana hasta el afio 202,
y Origenes, que fue llamado por el obispo Demetrio a dirigir una
escuela publica bajo el patrocinio de la iglesia; y la dirigié hasta el
aio 231, cuando dejé Alejandria en el conflicto con el sucesor de
Demetrio. Dionisio, director de la escuela después de Origenes, fue
nombrado obispo de Alejandria en el afio 247. Alejandria era una
'°L. Th. Lefort: CSCO 151 (1955) 31-40.
"' Eusebio, Historia eclestdstica, 6, 14, 2-3Vil
EN EL ORIGEN DE LA
TEOLOGIA BIBLICA
DEL NUEVO TESTAMENTO:
EL CANON
Introduccién
Podemos elaborar una teologia biblica del Nuevo Testamento
porque poseemos el Nuevo Testamento, es decir, el canon. Sobre
esta predeterminacion del canon como el conjunto de libros, consi-
derados «inspirados» y que contienen por tanto la revelacién histé-
rica de Dios en Jesucristo, la verdad de Dios revelada para nuestra
salvacion (Dei Verbum, 11), es como tenemos la posibilidad de es-
cribir una teologia del Nuevo Testamento. Pero ;cémo ha Ilegado
la iglesia a determinar y definir ese conjunto de 27 libros que
forman el canon, es decir, la regla de la fe? ¢Y cémo el canon, una
vez determinado de forma autorizada y definitiva por la iglesia,
actué y sigue atin actuando sobre la iglesia? A estos dos interrogan-
tes es a los que intentamos responder en esta parte, precisamente
porque completan el «panorama teolégico del Nuevo Testamen-
to». En la parte anterior, introductoria, hablamos de la «revelacion
historica»; pero esta revelacién histrica la poseemos hoy concreta-
mente en los textos considerados sagrados, esto es, de origen divino
y por consiguiente autoritativos para la fe.
1. Del canon vivo al canon escrito
del Nuevo Testamento
~Cémo se pasé del canon vivo, esto es, de la autoridad viva de
Jestis y de los apdstoles al canon escrito? Responderemos a este460 Panorama teolégico del NT
interrogante en dos pasos sucesivos: el origen hist6rico del canon y
los criterios para determinarlo.
El origen historico del canon
Canon (= cajia, 0 sea, unidad de medida) puede significar cuali-
tativamente «la medida» de la fe (fides quae), o bien, cuantitativa-
mente, un catalogo de libros que contienen dicha regla de fe. En
estos dos sentidos se le puede aplicar esta palabra al canon del
Nuevo Testamento, En el sentido de «lista» de libros aparece por
primera vez en Anfiloquio de Iconio (340/345-404), a finales del
siglo IV; es una lista que se da juntamente con otra de Gregorio
Nacianceno (en verso).
~Cual es el significado teolégico del canon? Es la designacion
autorizada de aquellos libros que contienen la revelacion historica
dé Jesucristo y determinan por tanto el contenido de la fe. El
problema al que responde él canon és por tanto la bisqueda de una
autoridad ultima, absoluta, sobre la que sea posible medir la verdad
de la fe, En este sentido podemos distinguir cuatro perfodos en la
formacion del canon del Nuevo Testamento: 1) la formacién de los
libros del canon en el siglo 1; 2) el comienzo de un «corpus» de
escritos considerados de autoridad absoluta junto con la continua-
cién del recurso a la tradicién oral en el siglo II; 3) la formacién de
dos «corpus» casi definitivos del Nuevo Testamento durante el
siglo II hasta comienzos del III; 4) la carta de fiestas de Atanasio y
la iglesia de Alejandria. ee
Enel siglo I: formacién de los libros del canon
Como es ldgico, la iglesia de los origenes no posefa ningin
canon del Nuevo Testamento, sino todo lo mas un «corpus» de
libros sagrados del Antiguo Testamento (los Setenta en griego, asi
como el texto hebreo y arameo en los ambientes judeo-cristianos
de Palestina). Pero tenia como punto de referencia la autoridad
absoluta de Jestis, tan trascendente que era considerada como supe-
Hora loselibros sagradoss:
La autoridad de Jestis, su ensefanza, era meditada por los apés-
toles, o sea, por los «doce», Cudnta era la importancia del grupo de
los «doce» lo demuestra la eleccién de Matias (Hch 1) en lugar de
Judas: para su eleccion se exigié que hubiera estado siempre con el
Sefior Jestis, «junto con nosotros, desde el bautismo de Juan hasta
el dia en que fue arrebatado de nosotros, testigo de su resurrec-
cién» (Ech 1, 21-22).En el origen de la teologia biblica del NT: el canon 461
Asi, pues, los apdstoles eran considerados como depositarios
vivos de la revelacion hist6rica de Jestis. Probablemente se les afta-
did también Pablo, en iltimo lugar, ya que también él habia sido
«testigo de la resurreccién» (1 Cor 15, 8-9) y enviado directamente
en misiOn por el Senor resucitado, lo mismo que los demas apésto-
les. Ellos, los apéstoles, eran el canon vivo, los que habian vivido
con Jesus, habiendo recibido de él una misién particular y la pro-
mesa del Espiritu, que habria interpretado a través de ellos, de
forma autorizada, el mensaje y el acontecimiento salvifico de Jesu-
cristo.
En la comunidad cristiana de los origenes, por consiguiente, la
autoridad suprema estaba constituida por el Sefior (1 Cor 7, 10; 9,
14) y por los apéstoles (Ef 2, 20; 2 Pe 3, 2; Jds 17; Ap 18, 20; 21,
14), La segunda carta de Clemente (4, 5; 11, 2-4; 14, 2) expresa de
este modo la autoridad absoluta de lo que recoge la tradicién evan-
gélica y apostélica: « La formazione del Nuovo Testamento. Brescia 1973
“R.M, Grant, 0. ¢, 90.466 Panorama teologico del NT
que ser de origen «apostélico». Si no lo era, no era auténtico. Eran
dos los caminos para demostrarlo: 1) el més sencillo era la tradi-
cién: demostrar que ese escrito era leido en piiblico desde la edad
apostolica; 2) el otro camino era que estuviera de acuerdo con la
coleccién fundamental, considerada como genuinamente apostoli-
ca.
Hasta Marcién, la confrontacién critica con las doctrinas heré-
ticas se habia realizado en el plano teoldgico de la analogia fidei,
tanto en el siglo I como en el II, ya que se podia contar con una
tradicién viva. Pero ahora se trataba mas bien de verificar con un
método cientifico, utilizando también los instrumentos literarios, si
un libro era verdaderamente apostélico y por tanto auténtico. Hay
que notar ademas que esta critica cientifica se veia favorecida a
menudo por circunstancias particulares: por unos herejes que se
fundaban de una forma privilegiada en uno 0 en varios libros consi-
derados como apostdlicos y por tanto autorizados. Asi, pues, se
dio un paso decisivo desde el método teoldgico, ligado a la tradi-
cién viva de los apéstoles y de sus discipulos, al método cientifico,
dirigido a demostrar la apostolicidad de un escrito o a negarla.
Un caso que dio mucho que hablar fue el de Serapién, obispo
de Antioquia que, por el ano 190, visité Rhossos de Cilicia, donde
encontré a la comunidad en desacuerdo sobre la lectura oficial o no
de un «evangelio de Pedro». El obispo dio permiso para leerlo, sin
haberlo leido é1 personalmente. Cuando fue mAs tarde a Antioquia
y tuvo la posibilidad de tener entre sus manos dicho evangelio, se
dio cuenta, por su confrontacién con los apostélicos, que era heré-
tico y lo prohibid. Notemos que no estaba en cuestién en este caso
la autenticidad, sino la ortodoxia®.
En el caso de los alogos y de Cayo de Roma (a finales del siglo
II), la cuestién era mas bien la de la autenticidad apostélica de
algunos escritos. Para comprender la raz6n de los alogos hay que
tener en cuenta que los montanistas, presentes en el Asia Menor a
finales del siglo II, utilizaban de forma privilegiada el evangelio de
Juan y el Apocalipsis, sosteniendo que tenian como maestro al
pardclito. Los alogos (denominacién negativa que les pusieron sus
adversarios y que podia significar tanto «privados de razon» como
«negadores del logos»), para dejar sin base a los montanistas, atri-
buyeron el cuarto evangelio y el Apocalipsis a Cerinto. Su demos-
tracin consistia en destacar la falta de acuerdo del cuarto evangelio
® Eusebio, Historia eclesidstica, 6, 12.3-6.En el origen de la teologia biblica del NT: el canon 467
con los tres primeros y en poner en ridiculo las imagenes dramati-
cas del Apocalipsis.
Cayo (0 Gayo), en Roma, en su disputa con el montanista
Proclo, siguié esta misma linea de defensa, confrontando el Apoca-
lipsis con algunos pasajes del evangelio de Mateo; rechazaba ade-
més la carta a los Hebreos, porque demostraba no ser de Pablo tras
una comparacién con las 13 cartas paulinas. Tanto los alogos como
Cayo intentaban demostrar que no eran auténticos esos libros,
mientras que las comunidades cristianas los consideraban como
libros autoritativos. Lo mismo habia hecho Marcién.
El fragmento Muratoriano de finales del siglo II se resiente de
esta confrontacion critica con los herejes: 1) replica a Marcién,
poniendo a Lucas en el contexto de los cuatro evangelios; 2) insiste
en la importancia del evangelio de Juan contra los alogos; 3) afirma
que «los Hechos de los apéstoles estan escritos en un solo libro»,
contra la proliferacién de Hechos apécrifos; 4) la misma lista tan
extrafa de las cartas paulinas, poniendo al final a Gal y Rom, segin
Dahl, se deberia a la polémica contra los marcionitas, que ponian
mis bien en el primer puesto a estas dos cartas. El fragmento habla
luego de las cartas pastorales de Pablo (Filemén, Tito y 2 Timoteo);
acepta ademas a Judas, 1-2 Juan y Apocalipsis. En esta lista no
aparecen Hebreos, 1-2 Pedro, Santiago y 3 Jn. El canon esta casi
completo: 22 libros de los 27 neotestamentarios.
Una situacién andloga, aunque con algunas variantes, es la que
encontramos en Ireneo’. También él tiene una lista de 22 libros. En
el ano 185 es cuando escribe su obra en cinco libros contra las
herejias. Es importante su testimonio, porque es testigo de la iglesia
oriental al haber sido discipulo de Policarpo de Esmirna; ademas
conocia bien a la iglesia de Roma y tenia un gran respeto por las
tradiciones apostélicas. Es el primero en delimitar expresamente
los evangelios a cuatro, en el mismo orden con que aparecen en el
canon (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y justifica el nimero cuatro
comparando los evangelios con los cuatro vientos y los cuatro
Angulos de la tierra. Usando los métodos de la critica literaria,
demuestra que los Hechos pertenecen a Lucas, discipulo de Pablo,
y afirma que Juan escribié no sélo el evangelio, sino también el
Apocalipsis y dos cartas por lo menos. Como los evangelios son
cuatro, asi son también cuatro los apostoles a los que atribuye los
escritos que tienen autoridad para la fe:
? Adv. baer, desde el III libro en adelante.470 Panorama teolégico del NT
ciudad con muchas escuelas rivales entre si: helenistas, judias, cris-
tianas, gnésticas. Por brevedad, nos detendremos sdlo en Origenes,
que en Cesarea trabajo en la edicion exaplar del Antiguo Testamen-
to; con él se empezo a distinguir entre los libros explicitamente
aceptados, los rechazados y los discutidos.
El canon del Nuevo Testamento, por consiguiente, surge de un
ambiente cultural, en el que estaban presentes, ademas de los del
canon, otros libros que pretendian ser «autoritativos», es decir,
«apostolicos». En esta situacién, caracterizada por controversias,
especialmente con los gnésticos, es donde se fue definiendo progre-
sivamente el canon actual. Origenes rechaza expresamente los
evangelios apécrifos de Tomas, de Matias y de los Doce, junto con
el de los Egipcios, conocidos todos ellos en Alejandria. Acoge
como reconocidos universalmente los libros escritos por los apés-
toles Mateo, Juan, Pablo (13 cartas + la carta a los Hebreos), 1
Pedro, 1 Juan, Apocalipsis, Santiago y Judas, asi como por los
discipulos de los apdstoles (Marcos, Lucas + Hechos). Por el con-
trario, eran objeto de controversia 2-3 Juan y 2 Pedro. El Apocalip-
sis, en la segunda mitad del siglo III, fue puesto en discusién por
Dionisio de Alejandria, que senalé sus diferencias respecto al cuar-
to evangelio y la 1 Jn, concluyendo que no eran del mismo autor. Si
no lo excluye del canon, le da de todos modos menos importancia;
pero toda la operacién critica iba dirigida a calmar los fervores
apocalipticos de los monjes de Egipto.
Eusebio heredé en Cesarea la biblioteca de Origenes y fue de
este modo su heredero también en lo relativo al canon del Nuevo
Testamento. Hacia el afio 325, en su Historia eclesidstica refiere el
estado del canon del Nuevo Testamento en las iglesias orientales,
aunque con un poco de confusién. Es el primero en hablar de un
grupo de «las llamadas cartas cat6licas» en ntimero de siete (1, 2 y 3
Jn; 1, 2 Pe, Sant y Jds). Pero indica que son discutidas Santiago,
Judas, la 2 Pedro y las 2-3 Juan; sobre el Apocalipsis se muestra
Eusebio bastante ambiguo.
Después de él no se tienen noticias de nuevas discusiones hasta
la carta festiva de Atanasio en el 367 (unos 40 afios ms tarde).
Atanasio supera las dudas sobre el Apocalipsis en oriente, las que
habia sobre la carta a los Hebreos en occidente, asi como las que
quedaban sobre algunas de las cartas catélicas. Las definiciones
posteriores de los concilios, hasta el de Trento (1546), no dijeron
nada nuevo respecto al canon del Nuevo Testamento, definido «sin
vacilaciones» por Atanasio en el afio 367.En el origen de la teologia biblica del NT: el canon aii
Lo que hemos trazado brevemente es el itinerario, bastante
accidentado, que fue recorriendo la progresiva determinacién del
canon del Nuevo Testamento como fuente autorizada de la revela-
cién histérica, que tuvo por mediadores a los apéstoles. Pero, a lo
largo de este itinerario accidentado, gse siguieron unos criterios
rigurosos para determinar el canon, o fue simplemente la tradicion
cristiana ortodoxa la que percibié casi instintivamente qué libros
eran la fuente auténtica de la propia fe?
Los criterios usados para establecer el canon
Hemos de decir enseguida que jamés se siguié una verdadera y
propia criteriologia rigurosa, cientifica. Ni siquiera el gran Orige-
nes logré sefialar un principio critico claro y preciso para acoger
ciertos libros y rechazar otros. Pero ya hemos indicado que, a
mediados del siglo II, se pasé del criterio teolégico de la analogia
fidei, utilizado en el periodo de la «tradici6n viva», al criterio cienti-
fico de la demostracion, cuando se puso en discusi6n la autoridad de
algunos libros que se habian tenido hasta entonces como «auténti-
cos» (Marcién) y cuando las sectas gnésticas escribieron otros
«nuevos». De todas formas, podemos sefalar al menos tres crite-
rios fundamentales a los que se recurrié en la determinacién pro-
gresiva del canon: el origen apostolico, el sensus fidelium y el uso
liturgico.
El primer criterio, de naturaleza histérico-literaria, es el del
origen apostélico de un escrito, es decir, la apostolicidad. Habia
que demostrar que el libro en cuestién habia sido escrito por un
apostol o por alguno de sus estrechos colaboradores, quizas incluso
por encargo del apéstol; por ejemplo, el evangelio de Marcos por
encargo de Pedro. Por consiguiente, el periodo de composicién
tenia que ser antiguo y tenia que llevar alguna seftal de dependencia
de la iglesia aramea de los origenes. Que este criterio no se aplicaba
ingenuamente, lo demuestra el episodio anteriormente mencionado
de Serapién, obispo de Antioquia, que aprobé el Evangelio de
Pedro, es decir, el evangelio que pretendia proceder de un apdstol;
pero cuando luego se dio cuenta de su origen gnéstico, lo prohibié
enseguida severamente. Por otra parte, aunque se demostré con
criterios literarios que la carta a los Hebreos no era de Pablo, se
acabé por acogerla igualmente en el canon. Es evidente, en este
segundo caso, que tuvieron que intervenir otros criterios, aparte
del de su origen apostélico.
El segundo criterio utilizado fue el teoldgico de la fe ortodoxa,472 Panorama teologico del NT
que pertenece al sensus fidelium de los primeros siglos. Ningtin
evangelio podia pretender ser auténtico si contenia una interpreta-
cién de la encarnacién contraria a la ortodoxa, que se habia forma-
do con la «tradicién viva». Pero tampoco este criterio de la ortodo-
xia bastaba por si solo. Lo ilustra un caso conocido. Una obra
perfectamente ortodoxa como los Hechos de Pablo, escrita para
exaltar la figura del apdstol, se demostré que era falsa; un sacerdote
de la provincia de Asia admitié que la habia compuesto él mismo, y
fue depuesto de su oficio por haber querido hacer pasar por histéri-
co lo que era producto de su fantasia'?. Este episodio depone en
favor de un sentido histérico-critico, atento a eliminar todo lo que
no era auténtico y no respondia a la tradicién histérica. Por tanto,
no hemos de pensar que, ademas del criterio teolégico de la orto-
doxia, no se pusiera ninguna atencin en el de la genuinidad hist6-
rica. Todo lo contrario. Se constata asi, una vez ms, la relacién
esencial y necesaria entre la teologia y la historia, incluso en la
determinacién del canon.
Un tercer criterio, de gran importancia, fue el del uso en la
lectura publica. En otras palabras, se exigid que un libro determina-
do se hubiera demostrado util a la fe y que hubiera superado el
examen del sentido critico, profundamente arraigado en la tradi-
ci6n cristiana. Habia que examinar entonces si un libro determina-
do habia sido leido en las asambleas cristianas desde los tiempos
apostolicos o si habia entrado sélo en épocas recientes, Este tercer
criterio pone de manifiesto la importancia del ambiente liturgico en
la determinacién del canon. Se sabe bien a este propdsito que a
veces se leian también publicamente otros escritos, como la Dida-
ché, las 1-2 Clemente, el Pastor de Hermas, el libro de Henoc, etc.,
que nunca fueron recogidos en el canon, aunque en un primer
tiempo algunos de ellos fueran tenido por inspirados. El motivo de
esta exclusion no fue ciertamente el criterio teoldgico de la ortodo-
xia (se trataba de libros ortodoxos), ni el simple hecho de que,
como Henoc, fueran utilizados por los herejes (también el cuarto
evangelio y el Apocalipsis fueron utilizados por los herejes, gnésti-
cos y montanistas), sino el hecho de que nunca se consideraron de
origen apostélico.
Los tres criterios mencionados no siempre se usaron, ni siempre
todos juntos; unas veces se uso uno y otras no. Mas atin, es proba-
ble que haya habido otros, de cardcter menos general, ligados a
" Tertuliano, De Baptismo, 17, 4-5; del aio 198-200.En el origen de la teologia biblica del NT: el canon wi
circunstancias particulares, como el intento de descalificar al Apo-
calipsis por el hecho de que recurrian a él los milenaristas.
Mientras que la tradicién viva habia plasmado la fe y la vida de
la comunidad cristiana, ahora eran las comunidades cristianas las
que determinaban qué libros habian transmitido y fijado en la «Es-
critura» esa tradicién viva. En adelante, aquellos libros se converti-
rian en fundamento indiscutible de la fe cristiana, en cuanto que
contenjan la revelacién historica, transmitida por autoridad divina
(de Jesiis) por los apéstoles. El Nuevo Testamento se situaba cerca
y hasta por encima de los libros del Antiguo Testamento para
formar lo que es hoy nuestra «Biblia».
2. Del canon escrito a su vitalidad
en la iglesia y en la historia
Una vez definido, el canon del Nuevo Testamento se convirtié
en fundamento absoluto de la fe y en referencia critica imprescindi-
ble de toda teologia cristiana. En este circulo hermenéutico inverso
examinaremos, en dos parrafos sucesivos, el uso teoldgico y el uso
eclesial del canon.
El uso teolégico y metodolégico del canon
Podria objetarse en este punto que se dio una circularidad en la
relacion iglesia-canon. Es la iglesia la que establece el canon, y éste
es luego el que determina su fe. Pero esta circularidad no se reduce
a un circulo vicioso, en cuanto que en el origen y en el centro del
canon esta la persona misma de Jestis. A esta persona, en definitiva,
esa la que se refieren tanto la iglesia como los libros del canon. Este
referente histérico impide por tanto que la fe de la iglesia se con-
vierta en ideologia. Ya hemos recordado la importancia superior y
extraordinaria de la «tradicién viva» sobre los libros escritos. No
solamente Clemente de Roma a finales del siglo I, sino también
Ireneo y Origenes a finales del II recogian de la «tradicién viva»
algunos dichos de Jestis, como lo habia hecho por lo demas el autor
de los Hechos (20, 35). Este caracter de «tradicion viva», fijada por
escrito, permanece en los libros canénicos del Nuevo Testamento.
Y es a esta tradicion viva a la que llegamos a través de ellos. Esto
explica también el continuo interés que se siente por la «historia»
narrada en esos libros, y el retorno reciente al «Jesus de la historia»
después de la tozudez de la teologia kerigmatica, que intentaba