Santiago 4:1-8
4 ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es
de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros
miembros? 2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no
podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis,
porque no pedís. 3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar
en vuestros deleites. 4 ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad
del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera
ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 5 ¿O pensáis
que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en
nosotros nos anhela celosamente? 6 Pero él da mayor gracia. Por esto
dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los
humildes. 7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de
vosotros. 8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores,
limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros
corazones.
Contexto:
SE NOS HABLA DE LOS CONFLICTOS O PROBLEMAS QUE TENEMOS A
CAUSA NUESTRA NATURALEZA PECAMINOSA Y LA AMISTAD CON EL
MUNDO
Qué es Sumisión:
Sumisión se refiere a la actitud que toman los individuos que se
someten a la autoridad o voluntad de otras personas si hacer
cuestionamientos.
La palabra sumisión se origina del latín submissio, que significa
“sometimiento”. Entre los sinónimos que se pueden emplear para
referirse a sumisión están sometimiento, acatamiento, rendición,
HUIMILLACION y obediencia.
Santiago 4:7-10 “7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y
huirá de vosotros. 8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.
Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones. 9 Afligíos, y lamentad, y llorad.
Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10
Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.”
En toda relación de personas sea: entre esposos y esposas,
padres e hijos, amigos, miembros de la iglesia, etc., hay momentos
en los cuales esa relación se afecta. El puente de amor que
conectaba a la misma se ha roto o se ha afectado severamente. Y
cuando eso sucede el llamado debe ser: el de procurar que ese
puente de amor y respeto se arregle. Lo interesante del caso es que
hay que saber cómo reparar el puente. Hay que saber cómo pedir
perdón, cómo decir las palabras correctas y decirlas de tal manera
que demuestre que hay un genuino deseo de reparar el daño. Pero
a veces sucede, que la manera de reparar el daño no es la mejor. A
veces la manera de reparar el daño no se hace correctamente. Hay
que saber cómo hacerlo no sea que hundamos más y más esa
relación.
De eso mismo trata el pasaje que tenemos presente aquí en
Santiago. Hemos visto que había serios problemas en la iglesia a
la cual Santiago le escribe. El mencionó las peleas agresivas que
había entre ellos. ¿Cuál era la causa de todo esto? La causa era que
ellos habían puesto su corazón en los placeres del mundo. Y
cuando eso pasa, necesariamente vienen los problemas. Detrás de
todo esto Santiago no dice que el problema es uno del corazón.
Ellos habían desviado su corazón de Dios. Muchos estaban
poniendo su corazón en las cosas del mundo. A lo cual Santiago
les dice tajantemente en el versículo 4 que “Cualquiera, pues,
que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de
Dios.” Hermanos, como dijo Jesús en Mateo 6:24 “Ninguno
puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y
amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No
podéis servir a Dios y a las riquezas.”
Como este es el caso, Santiago les llama a resolver ese
problema serio. Santiago les llama a reparar el puente dañado. El
corazón de ellos se había alejado de Dios. Por tanto, el llamado es
volverse a Dios. V. 8 “Acercaos a Dios, y él se acercará a
vosotros.” Y como son ustedes los que han roto ese puente son
ustedes lo llamados, bajo la gracia de Dios, a repararlo. Los que
han roto el puente son los responsables en repararlo. Esa es la
idea. ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos porque en estos 4
versículos Santiago le da a la iglesia 10 mandamientos. Hay 10
mandamientos en esos cuatro versículos. En otras palabras,
Santiago les dice: ustedes se han alejado de Dios y su deber es
volver a El. Tienen que regresar al camino. “Acercaos a Dios,”.
Busquen a Dios. Y si le buscan de corazón, si le buscan de la
manera correcta, Dios los recibirá: “y él se acercará a vosotros.”
Pero hay un punto importante aquí. Santiago nos quiere
enseñar cómo debemos acercarnos a Dios. En algún momento tú y
yo le hemos fallado a Dios. Nos hemos alejado, nos hemos
enfriado espiritualmente. ¿Qué debemos hacer? Debemos volver a
Dios. ¿Cómo yo lo hago? Santiago nos dice:
I. En genuino arrepentimiento
V. 8b-9 “Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los
de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y
lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y
vuestro gozo en tristeza.” Este versículo bíblico es increíble.
¿Sabes por qué? Porque nos enseña lo que es el genuino
arrepentimiento. ¿Qué es lo que Santiago nos quiere enseñar?
Santiago nos dice que si hemos fallado a Dios volvamos a El en
genuino arrepentimiento. ¿En qué consiste el genuino
arrepentimiento? Consiste:
1. En dolernos por el pecado. “Afligíos, y lamentad, y
llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en
tristeza.” El arrepentimiento verdadero, el genuino, no es frío ni
calculador. No es meramente decir: lo siento, sin que realmente
no lo sintamos. El arrepentimiento genuino se duele del pecado.
¿Por qué? Porque ve lo sucio que el pecado es en sí mismo. Y
entiende que el pecado merece ser odiado y menospreciado por sí
mismo. Pero, sobre todo, se duele porque ha ofendido a Dios. Si
no hay ese dolor y odio contra el pecado porque hemos ofendido a
un Dios de misericordia y compasión, que solo nos da bienes en
nuestra vida, no es un verdadero arrepentimiento.
Busquemos Jeremías 31:18-19 “18 Escuchando, he oído a
Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como
novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú
eres Jehová mi Dios. 19 Porque después que me aparté tuve
arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi
muslo; me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de
mi juventud.” Para que el pueblo de Efraín, es decir, el reino del
norte, regrese a su tierra tiene que arrepentirse. El arrepentimiento
verdadero conlleva reconocer la falta o pecado, dolerse del mismo
(eso es lo que significa la frase: herí mi muslo), avergonzarnos y
confundirnos. ¿Por qué? Porque hemos pecado contra Jehová
nuestro Dios.
El arrepentimiento genuino conlleva también,
2. Un cambio radical en nuestra vida. “Pecadores,
limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad
vuestros corazones.” El lenguaje es tomado del AT. Los
sacerdotes antes de acercarse a Dios tenían que lavarse las manos.
Así que la frase “limpiad las manos” significa: que tu conducta
sea pura, sea limpia. Es un cambio radical porque es lo opuesto a
lo sucio. Y cuando Santiago dice: “Purificad vuestros
corazones” la idea es: que nuestros pensamientos y motivos sean
puros. En otras palabras, el arrepentimiento verdadero no deja a
las personas igual. Si hay genuino arrepentimiento hay cambio,
transformación, hay un ardiente deseo y esfuerzo constante por
andar con Cristo Jesús en toda obediencia. No hay genuino
arrepentimiento si no hay un cambio radical, si no nos apartamos
de aquella forma de vida que vemos que era indigna de ser vivida.
El verdadero arrepentimiento produce un cambio radical en la vida
de esa persona. Si seguimos haciendo lo mismo no hay cambio, no
hay un arrepentimiento verdadero. Así lo dijo Juan el Bautista
en Mateo 3:8 “Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento”. El adúltero que dice estar arrepentido, pero
sigue con la adúltera, no se ha arrepentido de veras. Si decimos
que nos arrepentimos y seguimos haciendo lo mismo no hay
arrepentimiento verdadero.
Santiago nos dice: para acercarnos a Dios luego que hemos
fallado tenemos que venir con un corazón arrepentido.
Así que el primer paso para acercarnos a Dios cuando le
hemos fallado es arrepentirnos de veras. En segundo lugar,
debemos acercarnos…
II. En obediencia voluntaria
V. 7 “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá
de vosotros.” La palabra someteos “’hypotasso” significa:
ponernos bajo la autoridad de otro. No significa, ni implica
inferioridad. Es la misma palabra que se usa para referirse a Jesús
en relación con sus padres. Cuando encuentran a Jesús en el
templo hablando con los doctores de la ley, Jesús tenía doce años.
A los doce se convertía en hijo de la ley. Ahora él era responsable
de su obediencia a los mandamientos de Dios. Y aunque Él era
Dios, Él se sujetó o se sometió a sus padres. E incluso a su
padrastro. Lucas 2:51 “51 Y descendió con ellos, y volvió a
Nazaret, y estaba sujeto [hypotasso] a ellos. Y su madre
guardaba todas estas cosas en su corazón.”
Así que Santiago nos dice si nos acercamos a Dios
tenemos que someter, rendir nuestra voluntad a la voluntad de
Dios. Es reconocer que El es el Dueño de mi vida. Es reconocer
que mi vida le pertenece a Dios. Que yo no soy dueño de mis
actos. Que yo no me mando a mí mismo. Que mi cuerpo y mi
alma le pertenecen completamente a Él. Jesús con su muerte
compró todo nuestro ser. 1 Corintios 6:20 “20 Porque habéis
sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”
Hermanos, esta es la marca distintiva de todo cristiano. Lo
que distingue a un cristiano de uno que no es cristiano es que
Cristo Jesús es el Rey de su vida. Mi vida la gobierna Jesús. Yo
vivo para El porque El vive en mí. Y esto se traduce en una vida
de obediencia voluntaria a Dios. Obediencia voluntaria es una que
surge del amor a Dios. Porque amo a Dios deseo agradarle en
todo. Mi obediencia a los mandamientos de Dios surge de mi amor
por Dios. Un amor que Dios ha implantado en mi vida por el
Espíritu Santo.
Y ese amor a Dios, nos dice Santiago, se traduce en luchar
contra Satanás. “Resistid al diablo, y huirá de vosotros.” En vez
de resistir a Dios, Santiago nos llama a resistir al diablo. ¿Por qué?
Aparentemente Satanás estuvo detrás de la infidelidad espiritual
de la iglesia. Hermanos, ¡Satanás es un ser real! Debemos evitar
dos extremos: en creer que todo lo que sucede es producto de
Satanás y el otro, el creer que Satanás no existe o no se involucra
en nada. Ambos extremos no son bíblicos. Satanás es un ser real.
Es un ángel caído que busca destruir la obra de Dios, a la iglesia.
Nos tienta y busca que nos apartemos de Dios. Busca que amemos
el mundo más que a Dios. ¿Cómo lo combatimos? Resistiéndole.
¿Cómo lo resistimos? Sometiéndonos a Dios. Viviendo en
obediencia a la Palabra de Dios. Viviendo en dependencia de Dios
por medio de la oración. Vistiéndonos de toda la armadura de
Dios. Recordando que no podemos vencerle sino por la gracia de
Dios. Y que Dios da mayor gracia a los humildes. Y para
motivarnos a resistir a Satanás nos da la promesa de que nuestra
lucha contra Satanás no es en vano. ¿Por qué? Porque si le
resistimos bajo la gracia y el poder de Dios él “huirá de
vosotros”.
¿De qué manera nos acercaremos a Dios cuando hemos
pecado? Nos acercaremos en genuino arrepentimiento, en una vida
de obediencia voluntaria y, en tercer lugar,
III. En una vida de humildad
V. 10 “Humillaos delante del Señor, y él os
exaltará.” La palabra humillaos es traducida por la RV60
en Santiago 1:9 como “humilde”, “el hermano que es de
humilde condición”. La Biblia Traducción en Lenguaje Actual
(TLA) lo traduce de la siguiente manera: “10 Sean humildes
delante del Señor”. ¿Cuál es la idea? Es reconocer nuestra
pobreza espiritual, el hecho de que sin Dios no somos nada.
Reconocer que delante de Dios somos polvo y ceniza, como dijo
Abraham cuando se paró a interceder por Sodoma y Gomorra.
Reconocer que en comparación con Dios no somos nada e
imploramos su gracia y misericordia. Recordando que no debemos
ser orgullosos. Porque “Dios resiste a los soberbios, y da gracia
a los humildes.” Así lo enseñó Jesús en Mateo 23:12 “Porque el
que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido.” Los mismo nos dice Pedro en 1 Pedro 5:6
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él
os exalte cuando fuere tiempo”.
En otras palabras, no podemos acercarnos a Dios con un
corazón soberbio. Como si nosotros le estuviéramos haciendo un
favor a Dios al acercarnos a El. Si realmente nos arrepentimos de
nuestros pecados, de haberle fallado a Dios, de haberle
desobedecido, de haber sido frío en las cosas de Dios, de no
haberle amado con la intensidad que El se merece, de no servir a
su iglesia a la cual El nos llama que la amenos, de haber
quebrantado sus mandamientos, de haber amado el mundo y las
cosas del mundo, entonces, no podemos acercarnos a El sino con
un corazón contrito y humillado. No hay otra manera de hacerlo.
Y Dios nos ha dado una promesa si lo hacemos así. “y él
os exaltará.”. ¿Cómo El lo hace? ¿Cómo Dios nos exalta? La
Biblia lo enseña de muchas maneras. Pero aquí la exaltación es
perdonar nuestros pecados, limpiar nuestras almas, llenarnos de
gozo y vestirnos con la ropa de la salvación.
Si hemos pecado contra Dios hay una solución al mismo.
Dios nos motiva a venir a El con la promesa de recibirnos. Pero
tenemos que venir a El con un corazón contrito y humillado, en
genuino arrepentimiento y con un corazón dispuesto a obedecerle
libre y voluntariamente. Y esto es posible porque Dios da mayor
gracia y gracia, en Cristo Jesús, a los humildes.
DESEAR Y CODICIAR
luan Calvino decía que el mal no está en desear algo sino en codiciarlo, en estar dispuesto a pelear
con mis hermanos para conseguir lo que quiero.