TEXTO: ROM. 8.
14
TEMA: GUIADOS POR EL ESPÍRITU DE DIOS
Romanos 8:14(RVR60) Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios.
I ¿QUE ES SER GUIADOS POR EL SEÑOR?
A. La primera confirmación interna de adopción es que los creyentes son
guiados por el Espíritu de Dios. Una persona que en verdad está
experimentando la mano guiadora de Dios obrando en su vida tendrá certeza
de ser un hijo de Dios.1
B. Un cristiano de profesión simplemente no es y no puede ser guiado por el
Espíritu de Dios. Es posible que sea moral, escrupuloso, generoso, activo en
su iglesia y otras organizaciones cristianas, y que exhiba muchos rasgos de
carácter muy buenos.
C. Puede ser que su vida sobresalga en el campo religioso, pero debido a que la
vive en el poder de la carne, nunca puede ser verdaderamente espiritual, y
nunca tendrá la convicción interna de la dirección y el poder de Dios en su
vida.2
II LA GUIA DEL ESPÍRITU NOS DA SEGURIDAD
A. Los hijos de Dios están seguros en Él aun cuando no respondan con tanta
reciprocidad y obediencia a su dirección como lo deberían hacer.
B. Esto no implica que un hijo de Dios siempre vaya a sentirse seguro.
C. El cristiano que descuida el estudio de las Escrituras, que descuida su vida de
oración a Dios, que descuida su compañerismo con el pueblo de Dios, y que
es negligente con relación a su obediencia al Señor, llegará a tener dudas
sobre su salvación, porque está siendo indiferente a Dios y a las cosas de
Dios.
D. Aun para el hijo obediente de Dios, las dudas acerca de su relación con Dios
pueden escurrirse con facilidad en su mente durante tiempos de dolor,
aflicción, fracaso o desilusión.
1 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 480). Portavoz.
2 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 480). Portavoz.
Satanás, el gran acusador del pueblo de Dios, siempre está listo para
aprovechar ese tipo de circunstancias con el fin de plantar semillas de
incertidumbre3
E. Nuestro Padre celestial quiere que sus hijos tengan certeza en todo tiempo de
que le pertenecen y están seguros en Él.
F. Tal como Pablo acaba de afirmar (Ro. 8:13), una persona que está triunfando
en hacer morir el pecado en su vida no lo hace en sus propias fuerzas, esto
es, en el poder de la carne, sino por el poder del Espíritu.
Romanos 8:13 (RVR60) — 13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis;
mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
G. Los que ven victoria sobre el pecado en sus vidas, que ven disminuir sus
deseos y prácticas pecaminosas, pueden tener certeza de que son hijos de
Dios, porque únicamente el Espíritu de Dios puede traer victoria sobre el
pecado.
De la misma forma, cuando nosotros empezamos a entender verdades
bíblicas que por mucho tiempo nos han desconcertado, cuando
experimentamos la convicción de Dios obrando en nuestras conciencias,
cuando nos afligimos por amor al Señor cuando pecamos, es cuando
tenemos la seguridad divina de que somos hijos de Dios, porque
únicamente el Espíritu de Dios que mora en nosotros puede infundir esa
clase de entendimiento, convicción y aflicción piadosa. 4
H. Nuestra mente finita no puede comprender cómo es que el Espíritu guía a un
creyente, así como no podemos entender a plenitud cualquiera de las obras
sobrenaturales de Dios.
I. Es cuando estamos genuinamente sujetos a Él que nuestro Señor de manera
sobrenatural moldea y dirige nuestra voluntad en una nueva dirección, hacia
una conformidad voluntaria a su propia voluntad buena, agradable y perfecta 5
III ¿CÓMO NOS GUÍA EL SEÑOR?
A. Dios salva a los hombres por medio de su fe en Él, y guía a quienes salva por
medio del mismo canal humano de la fe.
3 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 480). Portavoz.
4 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, pp. 480-481).
Portavoz.
5 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 481). Portavoz.
Proverbios 3:5–6 (RVR60) — 5 Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te
apoyes en tu propia prudencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, Y él
enderezará tus veredas.
B. El corazón que busca, que tiene buena disposición y que es obediente, está
abierto a la dirección del Señor. David oró:
Salmo 25:4–5 (RVR60) — 4 Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame
tus sendas. 5 Encamíname en tu verdad, y enséñame, Porque tú eres el Dios
de mi salvación; En ti he esperado todo el día 6.
C. Isaías nos asegura que si en verdad buscamos hacer la voluntad del Señor,
Él ya está de pie a nuestro lado, por así decirlo, y listo para decir:
Isaías 30:21 (RVR60) — 21 Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra
que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni
tampoco torzáis a la mano izquierda.
D. El profeta no estaba hablando necesariamente de una voz audible, sino la
voz de la conciencia del creyente dirigida por Dios, una conciencia instruida
por la Palabra de Dios y afinada con la voz de su Espíritu 7
IV ILUMINACIÓN Y SANTIFICACIÓN
A. El Espíritu de Dios guía soberanamente a sus hijos en muchos sentidos,
algunas veces de maneras que son directas y únicas; pero las vías básicas
por las cuales Él promete guiarnos son las de la iluminación y la
santificación.8
B. ILUMINACIÓN: Dios guía a sus hijos por iluminación, por medio de la
clarificación divina de su Palabra con lo cual la hace entendible para nuestra
mente finita y todavía manchada por el pecado.
C. A medida que leemos, meditamos y oramos con base en las Escrituras, el
Espíritu de Dios que mora en nosotros se convierte en nuestro intérprete
divino. Esto empieza con la convicción de pecado que conduce mediante la
creencia salvadora a todas las riquezas de la vida cristiana.9
D. Aunque José no tuvo al Espíritu Santo morando en él como sucede con los
creyentes bajo el nuevo pacto, hasta el gobernante pagano de Egipto le
reconoció como un hombre “en quien [está] el espíritu de Dios”. En
6 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 481). Portavoz.
7 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, pp. 481-482).
Portavoz.
8 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 482). Portavoz.
9 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 482). Portavoz.
consecuencia: “dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo
esto, no hay entendido ni sabio como tú” (Gn. 41:38–39). 10
E. Durante su discurso en el aposento alto, poco tiempo antes de su traición y
arresto, Jesús dijo a los discípulos:
Juan 14:25–26 (RVR60) — 25 Os he dicho estas cosas estando con
vosotros. 26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará
en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo
os he dicho.
Esa promesa tenía significado especial para los apóstoles, quienes habrían
de convertirse en los testigos únicos y especiales de Cristo con autoridad
para dar testimonio de su verdad después de su ascensión y regreso al cielo;
pero la promesa también se aplica en un sentido general a todos los
creyentes después de Pentecostés. A partir de ese momento en adelante,
cada creyente ha sido habitado por el Espíritu Santo de Cristo mismo, cuyo
ministerio hacia nosotros incluye el esparcir su luz divina en las verdades de
las Escrituras que de otro modo estarían más allá de nuestra capacidad de
comprensión.11
F. Quizás el pasaje más concluyente sobre la obra iluminadora del Espíritu
Santo se encuentra en la primera carta de Pablo dirigida a la iglesia de
Corinto:
1 Corintios 2:14–16 (RVR60) — 14 Pero el hombre natural no percibe las
cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15 En cambio el
espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 16 Porque
¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros
tenemos la mente de Cristo.
G. En otras palabras, ni siquiera los mismos hijos de Dios podrían entender la
Palabra de su Padre celestial aparte de la obra iluminadora de su Espíritu
dentro de ellos.12
H. La segunda manera principal como el Espíritu guía a los hijos de Dios es
por medio de su santificación.
El Espíritu no solamente alumbra nuestra mente para entender las Escrituras
sino que nos provee asistencia divina para obedecerla, y esa obediencia se
convierte en otro testimonio de nuestra salvación.
10 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 482). Portavoz.
11 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 482). Portavoz.
12 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 483). Portavoz.
El hijo humilde de Dios sabe que no puede agradar a su Señor en sus propias
fuerzas, pero también sabe que, cuando se esfuerza con sinceridad en la
obra del Señor de conformidad con los mandatos y principios de las
Escrituras, el Espíritu Santo bendecirá esa obra de maneras que van mucho
más allá de lo que podrían producir jamás las capacidades individuales del
creyente.
Es en ese momento que nuestro Padre celestial se agrada profundamente
con nosotros, no por lo que hayamos logrado hacer sino por lo que le hemos
permitido alcanzar a Él en nosotros y por medio de nosotros.
No es nuestro trabajo en sí mismo, sino nuestro espíritu de obediencia a Él y
total dependencia de Él a medida que hacemos su obra, lo que trae gozo al
corazón de nuestro Padre celestial.
Es a través de nuestra obediencia fiel que experimentamos la obra de gracia
del Espíritu en nuestra vida, y como sucede con su iluminación divina, su
obra divina de santificación nos da seguridad y certidumbre de que sin duda
alguna somos hijos de Dios.13
L. Como ocurre con la iluminación y todas las demás obras divinas, nos resulta
imposible entender exactamente cómo es que Dios realiza su obra santificadora
en nosotros. Simplemente sabemos a partir de su Palabra, y con frecuencia por
la experiencia, que Él ejecuta obras espirituales en y a través de nosotros, las
cuales no son producidas por nuestros propios esfuerzos ni poder.
Muchas veces llegamos a ser conscientes de la actividad del Espíritu únicamente
al mirar de manera retrospectiva, cada vez que nos detenemos a observar su
poder santificador dando fruto en nuestra vida a partir de semillas plantadas con
mucha antelación.
También contamos con la bienaventurada certeza de que, a pesar de no estar
conscientemente al tanto de la obra del Espíritu en nosotros todo el tiempo, de
todas maneras Él está llevando a cabo su obra divina en nosotros en todo
momento.
Él no solamente infunde y sustenta nuestra vida espiritual, Él es nuestra vida
espiritual.
El gran deseo que nuestro Padre celestial tiene para sus hijos es que se
sometan a la dirección de su Espíritu, por el amor de su gloria divina y por causa
del bienestar, la paz y la vida espiritual fructífera de sus hijos 14
13 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, pp. 483-484).
Portavoz.
14 MacArthur, J. (2010). Romanos (J. A. Bernal López, Trad.; Vol. 1, p. 484). Portavoz.
¿Te estas sometiendo a la voluntad de Dios?