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Karl Marx y El Conflicto de Clases

El documento resume las principales ideas de Karl Marx sobre el conflicto de clases. Marx creía que la historia está determinada por la lucha de clases, con cada época definida por su modo de producción dominante y las clases sociales que crea. Bajo el capitalismo, el conflicto surge entre la burguesía propietaria de los medios de producción y el proletariado, que sólo posee su fuerza de trabajo. Este conflicto llevará eventualmente a la revolución comunista y a una sociedad sin clases.

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Karl Marx y El Conflicto de Clases

El documento resume las principales ideas de Karl Marx sobre el conflicto de clases. Marx creía que la historia está determinada por la lucha de clases, con cada época definida por su modo de producción dominante y las clases sociales que crea. Bajo el capitalismo, el conflicto surge entre la burguesía propietaria de los medios de producción y el proletariado, que sólo posee su fuerza de trabajo. Este conflicto llevará eventualmente a la revolución comunista y a una sociedad sin clases.

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Karl Marx y el conflicto de clases

Enfoque:
 Conflicto de clases
 Fechas clave:
 1755 Jean-Jacques
Rousseau identifica la propiedad
privada como la fuente de todas las
desigualdades.
 1807 Georg Hegel interpreta el
progreso histórico
en Fenomenología del espíritu.
 1819 Henri de Saint-Simon lanza
la revista L’Organisateur para
promover sus ideas socialistas.
 1845 En Situación de la clase obrera en
Inglaterra, Friedrich Engels describe la
división de la sociedad capitalista en dos
clases sociales.
 1923 Se funda el Instituto de
Investigación Social, que atrae a un
importante número de intelectuales
marxistas a la Universidad de Fráncfort.

Karl Marx
Considerado uno de los padres fundadores
de la sociología, Karl Marx fue también un
economista, político, filósofo e historiador
influyente. Nació en Tréveris (Alemania) y por
insistencia de su padre, abogado, estudió
derecho en lugar de filosofía y literatura como
deseaba, en la Universidad de Bonn y después
en Berlín, donde se interesó por Hegel.
Después de doctorarse en la Universidad de
Jena en 1841, trabajó como periodista en
Colonia y se trasladó a París, donde desarrolló sus teorías económicas,
sociales y políticas en colaboración con Friedrich Engels. En 1845
ambos redactaron el Manifiesto comunista. El fracaso de las
revoluciones europeas de 1848 obligó a Marx a refugiarse en Londres. A
la muerte de su esposa en 1881, su salud se deterioró, y murió dos años
después, a los 64 años.
 Obras principales
 1848 Manifiesto comunista.
 1859 Contribución a la crítica de la economía política.
 1867 El capital (volumen I).

El estudio científico de la sociedad


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A mediados del siglo XIX, Europa estaba sumida en la inestabilidad política iniciada con la
Revolución francesa. El espíritu insurreccional se propagó por el continente, y se multiplicaron los intentos
de derribar el antiguo orden de monarquías y aristocracia a favor de regímenes republicanos democráticos.
Al mismo tiempo, gran parte de Europa se enfrentaba a los cambios sociales generados por la
industrialización. Algunos filósofos habían explicado los problemas del mundo industrial moderno en
términos políticos y habían propuesto soluciones políticas, y para otros, como Adam Smith, la economía
era la causa y a la vez la respuesta a dichos problemas, pero se había estudiado poco la estructura de la
sociedad.
Entre los años 1830 y 1842, el filósofo francés Auguste Comte defendió que era posible, y hasta
necesario, el estudio científico de la sociedad. Karl Marx coincidía con él en la necesidad de un enfoque
objetivo y metódico, y fue uno de los primeros en aplicarlo. Sin embargo, no se propuso llevar a cabo un
estudio propiamente sociológico, sino explicar la sociedad moderna en términos históricos y económicos,
empleando la observación y el análisis a la hora de identificar las causas de la desigualdad social. Mientras
que Comte vio en la ciencia el medio para lograr el cambio social, para Marx este solamente podía
alcanzarse mediante la acción política.

La noción de progreso histórico


En la época de Marx, la explicación convencional del desarrollo de la sociedad era la evolución en
etapas: desde la caza y la recolección, pasando por las sociedades nómadas ganaderas y agrícolas, hasta la
moderna sociedad mercantil. Como filósofo, Marx reconocía este concepto del progreso social y los orígenes
económicos de la sociedad industrial, pero desarrolló su propia interpretación del proceso,
Su principal influencia fue el filósofo alemán Georg Hegel y su concepción dialéctica de la historia:
el cambio se produce por una síntesis de fuerzas opuestas que resuelve la tensión entre ideas
contradictorias. Sin embargo, Marx contemplaba la historia como la evolución de las circunstancias
materiales en lugar de las ideas, y si bien tomó de Hegel el marco dialéctico, rechazó gran parte de su
filosofía. También le influyeron pensadores socialistas franceses, como Jean-Jacques Rousseau, que
responsabilizó a la propiedad privada de la desigualdad en la sociedad civil.
Marx propuso un nuevo enfoque del estudio del progreso histórico. Afirmó que son las condiciones
materiales en las que viven los individuos las que determinan la organización de la sociedad, y que los
cambios de los medios de producción (herramientas y maquinaria empleadas para crear riqueza) conducen
a los cambios socioeconómicos.
El materialismo histórico, como se llamó este enfoque del desarrollo histórico, explica la
transición de la sociedad feudal a la capitalista moderna como resultado de la aparición de nuevos métodos
de producción. Bajo el feudalismo, los nobles controlaban los medios de producción agrícola como dueños
de la tierra que cultivaban campesinos o siervos. En la era de las máquinas surgió una nueva clase, la
burguesía, dueña de unos nuevos medios de producción, que disputó su lugar a los nobles y provocó un
cambio en la estructura económica de la sociedad. Los elementos opuestos de la sociedad feudal contenían
las semillas de la sociedad capitalista que la sustituyó. Como sostuvo Marx junto con Friedrich Engels en
el Manifiesto comunista: «La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la
historia de las luchas de clases»
Mientras que el feudalismo se había caracterizado por dos clases, la nobleza y el campesinado, la
sociedad industrial moderna había creado una clase capitalista, la burguesía, dueña de los medios de
producción, y una clase proletaria, que trabajaba en las nuevas estructuras, las fábricas.
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Marx identifica cinco épocas históricas, en cada una de las cuales las personas se definen por su trabajo. Según Marx, la
fuerza determinante de la historia es el modo de producción dominante, que configura las clases sociales. Estas épocas van
desde los inicios de la historia humana, en la que los bienes eran de propiedad común, hasta el capitalismo del tiempo de Marx,
con dos grandes clases sociales, al que seguirá la sociedad comunista sin clases.

Conflicto de clases
Según afirma Marx, la tensión y el conflicto entre las clases sociales
resultan inevitables, y por consiguiente, así como el feudalismo había
sido reemplazado, lo sería la sociedad capitalista y la burguesía
dominante. Algún día, el proletariado controlaría la sociedad, tras haber
acabado con el sistema que lo había engendrado.
Es el modo de producción de los bienes materiales lo que determina
la estructura social de la sociedad capitalista: las clases del capital y del
trabajo. Los capitalistas obtienen su riqueza de la plusvalía de los bienes
producidos en las fábricas de su propiedad con el trabajo de los obreros.
En cambio, el proletariado no posee prácticamente nada y tiene que
vender su trabajo a la burguesía para sobrevivir. La relación entre las
clases es de explotación, al enriquecer a los dueños del capital y
mantener en la pobreza a la clase trabajadora. Además, el trabajo no
cualificado en las fábricas resulta deshumanizador, y su consecuencia es
la alienación del proceso de producción, agravada por la amenaza de
pérdida del empleo cuando la producción supera a la demanda.
Con el tiempo, la opresión genera en el proletariado una conciencia La revolución comunista anunciada
de clase que le impulsa a organizar movimientos por su bien colectivo. por Karl Marx se hizo realidad en 1917,
no en una nación industrial avanzada,
El egoísmo inherente al capitalismo tiende a impedir una evolución como había predicho, sino en la Rusia
similar en el seno de la burguesía, y la competencia constante conduce a zarista.
crisis económicas cada vez más frecuentes. La creciente solidaridad de la clase trabajadora y el
debilitamiento de la burguesía permitirán con el tiempo al proletariado hacerse con el control de los medios
de producción y crear una sociedad sin clases.

Un aporte fundamental
El análisis de Marx de cómo el capitalismo había creado clases socioeconómicas en el mundo
industrial fue uno de los primeros estudios científicos de la sociedad al basarse en algo más que la mera
teoría y ofreció una explicación completa, a la vez económica, política y social, de la sociedad moderna. Con
este fin, Marx introdujo varios conceptos fundamentales para el pensamiento
sociológico posterior, en particular los de lucha de clases, conciencia de clase, explotación y alienación.
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Sus ideas inspiraron a numerosos revolucionarios, y durante buena
parte del siglo XX casi un tercio de la población mundial vivió bajo
regímenes fundados sobre principios marxistas. Sin embargo, no
todos estuvieron de acuerdo con la división marxista de la sociedad
en clases definidas por su posición económica, ni con la idea de que
el cambio social es el resultado inevitable de la lucha de clases.
En la siguiente generación, tanto Émile Durkheim como Max
Weber, considerados con frecuencia junto con Marx los «padres
fundadores» de la sociología moderna, desarrollaron perspectivas
diferentes. Durkheim reconocía que la industria había modelado la
sociedad moderna, pero sostenía que era la propia industrialización,
no el capitalismo, la raíz de los problemas sociales. Weber, por su
parte, aceptaba las causas económicas de la lucha de clases, pero
consideraba demasiado simple la división de la sociedad en
burguesía y proletariado con criterios puramente económicos; creía
que el auge del capitalismo tenía también causas culturales y
religiosas, y que estas se reflejaban en clases basadas en el prestigio y el poder además de en la posición
económica.
Si bien el influjo de Marx en la sociología del mundo occidental declinó durante la primera mitad del
siglo XX, los miembros de la llamada Escuela de Fráncfort de sociólogos y filósofos (entre los que se
cuentan Jürgen Habermas, Erich Fromm y Herbert Marcuse) destacaron en la defensa de sus principios.
Tras la Segunda Guerra Mundial, durante la guerra fría, la opinión se dividió aún más. En EE UU en
particular, toda teoría relacionada con Marx fue desacreditada, mientras que en Europa, especialmente en
Francia, numerosos filósofos y sociólogos
desarrollaron sus ideas sociales.
Actualmente, mientras la tecnología
continúa transformando nuestro mundo y crece
la conciencia de la desigualdad económica,
algunas de las ideas básicas de Marx han
suscitado de nuevo el interés de ciertos
sociólogos, economistas y politólogos.

La historia de todas las


sociedades que ha habido
hasta el presente es la historia
de las luchas de clases
¿Se puede reducir a una simple fórmula la
compleja historia de la especie humana? Karl
Marx, uno de los más grandes pensadores del
siglo XIX, creía que sí. Marx abre el primer
capítulo de su obra más famosa, el Manifiesto
comunista, afirmando que todo cambio histórico
es siempre resultado de una lucha continua entre
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clases sociales opresoras (altas) y oprimidas (bajas) y que las raíces de tal conflicto son de naturaleza
económica.
Marx creía haber alcanzado así una comprensión de decisiva importancia respecto a la naturaleza de
la sociedad en todos los tiempos. Los enfoques históricos anteriores subrayaban el papel de héroes o
dirigentes individuales, o, también, el de las ideas. Marx, en cambio, se centraba en una larga sucesión de
conflictos de grupos, incluyendo aquellos de amos con esclavos, señores feudales con siervos, y empresarios
con empleados; y afirmaba que eran los conflictos entre dichas clases los que habían causado los cambios
revolucionarios.

El «Manifiesto comunista»

El debate intelectual fue algo muy generalizado en Alemania en el tiempo en que escribió Marx, aunque él pensaba que la
tarea de la filosofía no era discutir ideas, sino lograr cambios reales.

Karl Marx escribió el Manifiesto comunista junto con el filósofo alemán Friedrich Engels, al que
conoció en Alemania a finales de la década de 1830, mientras estudiaban filosofía académica. Engels ofrecía
apoyo financiero, ideas y mayor destreza literaria, pero se acepta que Marx era el verdadero genio de sus
publicaciones conjuntas.
En sus manuscritos privados de principios y mediados de la década de 1840, Marx y Engels hacen
hincapié en que, a diferencia de muchos filósofos anteriores que únicamente intentaban interpretar el
mundo, lo más importante de lo que ellos hacen es para tratar de cambiarlo. Durante las dos décadas
siguientes, Marx fue refinando sus ideas en breves documentos como el Manifiesto comunista, un panfleto
de apenas cuarenta páginas.
Con el Manifiesto ambos filósofos pretenden explicar los valores y los planes políticos del comunismo,
un nuevo sistema de creencias creado por un grupo pequeño y relativamente nuevo de socialistas alemanes.
En él se afirma que la sociedad se había simplificado en dos clases en lucha abierta: la burguesía (la clase
detentora del capital) y el proletariado (la clase trabajadora).
La palabra «burguesía» se deriva del antiguo francés burgeis (ciudadano de un burgo): un
comerciante que sin pertenecer a la nobleza, ha conseguido enriquecerse hasta poseer y dirigir su propio
negocio. Karl Marx describe cómo el descubrimiento y la colonización de América, la apertura de los
mercados indio y chino, y el incremento de la cantidad de mercancías que se podían intercambiar
provocaron un rápido desarrollo tanto del comercio como de la industria hacia mediados del siglo XIX.
Puesto que los artesanos ya no eran capaces de producir mercancías suficientes para satisfacer la demanda
del nuevo mercado, se vieron sustituidos por el sistema de manufacturas. Como describe el
propio Manifiesto: «Los mercados crecían sin cesar, la demanda iba siempre en aumento».

Los valores de la burguesía


Marx sostiene que los valores de la burguesía, que controlaba este
comercio, no habían dejado otro vínculo entre los hombres que «el frío interés,
el cruel “pago al contado”». Anteriormente, las personas eran valoradas por lo
que eran, pero la clase burguesa «ha hecho de la libertad personal un simple
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valor de cambio». Los valores morales, religiosos e incluso sentimentales se habían visto ahogados,
mientras a las personas, de los científicos y los abogados a los sacerdotes y los poetas, las había convertido
en servidores asalariados. Igualmente, la explotación velada por «ilusiones» religiosas y políticas «la ha
sustituido por [otra] abierta, descarada, directa y brutal»; «ha sustituido las libertades escrituradas […] por
una única y desalmada libertad de comercio».
Según Marx, la única solución al mencionado conflicto pasaba por la transformación de todos los
medios de producción (la tierra, las materias primas, las herramientas o las fábricas) en propiedad
colectiva, de manera que cada miembro de la sociedad pudiera trabajar según sus capacidades y consumir
según sus necesidades. Esta sería la única forma de impedir que los ricos viviesen a expensas de los pobres.

El cambio dialéctico
La filosofía que aplica Marx en su idea del proceso de cambio está basada en gran medida en la de su
predecesor Georg Hegel, quien había descrito la realidad no como un estado de cosas, sino como un proceso
de cambio permanente provocado por el hecho de que cada idea o estado de cosas (la «tesis») contiene en sí
mismo un conflicto interno (la «antítesis») que, en última instancia, supone un cambio que conduce a una
nueva idea o estado de cosas (la «síntesis»). Este proceso se conoce como «dialéctica».
Hegel pensaba que no podemos experimentar las cosas del mundo tal como son, sino únicamente
como se nos aparecen. Para él, la existencia es ante todo mente o espíritu, de forma que la historia, a través
de los incontables ciclos de la dialéctica, es fundamentalmente el desarrollo del espíritu, o Geist, hacia un
estado de armonía absoluta. En esta cuestión, Marx se separa de Hegel, ya que insiste en que el desarrollo
no es espiritual sino un cambio histórico real, y afirma que el estado definitivo, liberado de conflictos, que
se encuentra al final del proceso, no es la dicha espiritual prometida por Hegel, sino la sociedad perfecta, en
la que cada uno trabaja en armonía por el bien de un todo superior.

La formación de clases
En períodos anteriores, las personas eran responsables de
producir todo aquello que necesitaban –vestimenta, alimentos o
vivienda–, pero con la formación de las primeras sociedades
empezaron a depender más unos de otros. Esto condujo al sistema
de «trueque» descrito por el economista y filósofo escocés Adam
Smith, en el que la gente intercambiaba bienes o trabajo. Marx
está de acuerdo con Smith en que este sistema de intercambio
llevó a que la gente se especializara en un trabajo determinado,
pero añade que esta nueva especialización (o «profesión») había
acabado por definirlos: fuese cual fuese la especialización o
profesión de alguien, ya fuese trabajador agrícola o terrateniente
hereditario, esta dictaminaba dónde vivía, qué comía y cómo
vestía, así como con quién compartía intereses sociales y con
quién entraba en conflicto a causa de estos. Con el tiempo, esto
provocó la formación de clases socioeconómicas determinadas que
luchaban entre ellas.
Según Marx, la historia humana ha tenido cuatro grandes
etapas basadas en cuatro formas diferentes de propiedad: el
sistema tribal originario de propiedad común, el antiguo sistema de propiedad comunal o estatal (en el que
tienen comienzo la esclavitud y la propiedad privada), el sistema de propiedad feudal o patrimonial y el
actual sistema de producción capitalista. Cada una de estas etapas representa una forma diferente de
sistema económico o «modo de producción», y las transiciones entre ellas están marcadas en la historia por
períodos políticos agitados, como guerras y revoluciones, en los que una clase opresora se ve sustituida por
otra. El Manifiesto comunista popularizó la idea de que la comprensión del sistema de propiedad de
cualquier sociedad, y en cualquier época, nos proporciona la clave para llegar a comprender sus relaciones
sociales.

El surgimiento de las instituciones culturales


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A finales del siglo XVIII y en el XIX, la alta burguesía disfrutaba de todos los lujos mientras los trabajadores de sus fábricas o
posesiones padecían una terrible pobreza

Marx opina también que el análisis de los fundamentos económicos de cualquier sociedad nos
permite ver que las alteraciones en su sistema de propiedad hacen variar, a su vez, las de sus
«superestructuras»: la política, el derecho, la religión, la filosofía y el arte, que se desarrollan para servir a
los intereses de la clase opresora, promoviendo sus valores e intereses y desviando la atención respecto a las
realidades políticas. Aun así, la clase opresora tampoco es quien determina los acontecimientos o las
instituciones. Hegel había explicado que cada época se ve arrastrada por el Zeitgeist, o «espíritu de la
época», idea con la que Marx está de acuerdo. Ahora bien, donde Hegel veía el Zeitgeist determinado por un
espíritu absoluto que se desarrollaba en el tiempo, Marx lo ve determinado por las relaciones sociales y
económicas de la época, que son las que definen las ideas o «conciencia» de los individuos y las sociedades.
En la perspectiva marxista, la gente no deja su sello en la época que habita, dándole forma, sino que es la
época la que define a las personas.
La revisión marxista de la filosofía de Hegel, de un desarrollo del espíritu a uno de las formas de
producción sociales y económicas, se vio también influida por otro filósofo alemán, Ludwig Feuerbach,
quien creía que la religión tradicional es falsa intelectualmente –no se ve corroborada por ningún tipo de
razonamiento– y contribuye a la miseria humana. Feuerbach afirma que el hombre crea a los dioses a su
imagen, a partir de una mezcolanza de las virtudes supremas de la humanidad, y que, después, se ata a
estos dioses e inventa religiones, prefiriendo estos «sueños» al mundo real. Así, la gente se aliena al
compararse a sí misma con un dios que ha olvidado que creó.
Marx también opina que la gente se ata a la religión porque busca un lugar en el que el individuo no se
vea despreciado o alienado, pero explica que esto no es debido a ningún dios autoritario, sino a hechos
materiales en la vida diaria de cada cual. Para él, la respuesta no está sólo en la eliminación de la religión,
sino en un cambio político y social total.

Una utopía marxista

La Revolución Industrial dispuso la especialización en forma de empleos remunerados. Así, la gente formó grupos o clases
integradas por aquellos que compartían categoría socioeconómica.

Además de su relato sobre la historia humana hasta la aparición de las clases burguesa y proletaria,
el Manifiesto comunista incluye otras exposiciones acerca de la sociedad, la política y la economía. Por
ejemplo, argumenta que el sistema capitalista no es meramente explotador, sino financieramente inestable
por naturaleza, lo que lleva a la repetición de crisis comerciales cada vez más graves, a la pobreza cada vez
mayor de los trabajadores y a la emergencia del proletariado como única clase genuinamente
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revolucionaria. Por primera vez en la historia, la clase revolucionaria representa a la gran mayoría de la
humanidad.

Revoluciones de inspiración socialista se extendieron por Europa después de la publicación del Manifiesto comunista. Entre
ellas, la revolución de febrero de 1848 en París.

Dichos acontecimientos se ven respaldados por la creciente complejidad de los procesos de


producción. Marx predijo que el desarrollo de la tecnología llevaría a un aumento del desempleo, lo que
alienaría cada vez a más gente de los medios de producción, y a la división de la sociedad en dos: una gran
masa de gente empobrecida y unos pocos que poseerían y controlarían los medios de producción. Siguiendo
las reglas de la dialéctica, este conflicto terminaría en una revolución violenta que implantaría una nueva
sociedad sin clases Esta sería la sociedad utópica y libre de conflictos que marcaría el final de la dialéctica.
Marx opinaba que esa sociedad perfecta no necesitaría un gobierno, sino tan sólo una administración que
pondrían en marcha los líderes de la revolución: el «partido» comunista (con lo que se refería más a
quienes se adhiriesen a la causa que a ninguna organización específica). En este nuevo tipo de Estado (que
Marx llamó «dictadura del proletariado»), la gente disfrutaría de una democracia genuina y de una
propiedad socializada de la riqueza. Marx pensaba que, poco después de este último cambio en el modo de
producción hacia una sociedad perfecta, desaparecería el poder político tal como se había entendido hasta
entonces, ya que no habría ninguna razón para la disensión política o el crimen.

El poder político
Marx predijo que el resultado de las intensas luchas de clases en Europa
entre la burguesía y la clase trabajadora asalariada se haría evidente tan sólo
cuando la gran mayoría de la gente careciese de propiedad y se viese obligada a
vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Creía que la desproporción
entre la pobreza y la gran riqueza de unos pocos se iría haciendo cada vez más
obvia y el comunismo se iría volviendo cada vez más atractivo.
Sin embargo, Marx no esperaba que los opositores del comunismo
cediesen fácilmente sus privilegios. En cada período histórico, la clase opresora
siempre ha gozado de la ventaja de controlar tanto el gobierno como la justicia
para reforzar su dominio económico. Así, el Estado moderno era, en palabras del
propio Marx, «un comité para la gestión de los asuntos de la clase burguesa», y
las luchas de grupos excluidos para que se tuvieran en cuenta sus propios intereses –como la batalla para
extender el derecho al voto– no eran sino maneras en las que se expresaba a corto plazo el conflicto
económico subyacente. Marx veía los partidos y los intereses políticos como meros vehículos de las
ambiciones económicas de las clases opresoras, que estaban obligadas a aparentar que actuaban en nombre
del interés general para alcanzar el poder o mantenerlo.

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