Capítulo II
DISPOSICIONES NECESARIAS
PARA EL ESTUDIO
PROVECHOSO DE LAS ESCRITURAS
Así como para apreciar debidamente la poesía se requiere poseer un sentimiento
especial hacia lo bello y poético, y para el estudio de la filosofía es necesario un
espíritu filósofo, asimismo es de la mayor importancia una disposición especial
para el estudio provechoso de la Sagrada Escritura. ¿Cómo podrá una persona
irreverente, ligera, impaciente e imprudente, estudiar ** interpretar debidamente un
libro tan profundo y altamente espiritual como es la Biblia? Necesariamente, tal
persona juzgará de su contenido como el ciego de los colores. Para el estudio y
recta comprensión de la misma se necesita, pues, por lo menos, un espíritu,
respetuoso y dócil, amante de la verdad. "paciente en el estudio y dotado de
prudencia.
1. Se necesita un espíritu respetuoso, porque, por ejemplo, un hijo irrespetuoso,
ligero y frívolo, ¿qué caso hará de los consejos, avisos y palabras de su padre? La
Biblia es la revelación del Omnipotente, es el milagro permanente de la soberana
gracia de Dios, es el código divino por el cual seremos juzgados en el supremo
día, es el Testamento sellado con la sangre de Cristo. Pero, con todo y ante tal
maravilla, el hombre irreverente se hallará como el ciego ante los sublimes
Alpes de Suiza, o peor aún; tal vez como el insensato que echa lodo sobre un
monumento artístico que admira todo el mundo. He aquí en qué espíritu, a la vez
reverente y humilde, contemplaban la Palabra de Dios los primitivos cristianos.
“Damos gracias a Dios sin cesar—dice Pablo, de que habiendo recibido la Palabra
de Dios que oísteis de nosotros, recibisteis, no palabra de hombres, sino según es
en verdad la Palabra de Dios, el cual obra en vosotros que creísteis.” Recíbase así
la Escritura, con todo respeto. Y como dice Jehová: “A aquel miraré que es pobre
y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra.” Estúdiese en tal sentimiento de
humildad y reverencia, y se descubrirán, como dice el Salmista, “Maravillas en su
ley.” (1» Tes. 2:13; Isa. 66:2; Salmo 119:18)
2.Se necesita un espíritu dócil para un estudio provechoso y una comprensión
recta de la Escritura, pues, ¿qué se aprenderá en cualquier estudio si falta la
docilidad? A la persona obstinada y terca que intenta estudiar la Biblia, le pasará
lo que dice Pablo del “hombre animal.” “El hombre animal no percibe las cosas
que son del espíritu de Dios, porque le son locura y no las puede entender,
porquee se han, de examinar espiritualmente.” Sacrifíquense, pues, las
preocupaciones, las opiniones preconcebidas e ideas favoritas y empréndase el
estudio en el espíritu de dócil discípulo y tómese por Maestro a Cristo. Debe
tenerse siempre presente que la obscuridad y aparente contradicción que se
pudiera encontrar no reside en el Maestro ni en su infalible libro de texto, sino en
el corto alcance del discípulo. “Si el Evangelio está aún encubierto—dice el
Apóstol-entre los que se pierden está encubierto, en los cuales el dios de este
siglo cegó los entendimientos.” Pero el discípulo humilde y dócil que abandonando
a ese maestro que ciega los entendimientos, adopta a Cristo por Maestro, verá y
entenderá la verdad, porque Dios promete “encaminar a los humildes por el juicio
y enseñar a los mansos su carrera.” (P Cor. 2:14; 2ª. Cor. 4:3-6; Salmo 25:9).
3. Es preciso ser amante de la verdad, porque, ¿quién sé cuidara de buscar con
afán y recoger lo que no se aprecia y estima? De necesidad imperiosa, para el
estudio de la Escritura Sagrada, es un corazón deseoso de conocer la verdad. Y
téngase presente que el hombre no posee por naturaleza tal corazón, sino al
contrario, un corazón que huye de la verdad espiritual y abraza con
preferencia el error. “La luz vino al mundo,—dice Jesús de sí mismo,—pero los
hombres amaron más las tinieblas que la luz.” Aún más; dice él mismo, que la
“aborrecieron,” y he aquí por qué en su creciente ceguedad pasan del
aborrecimiento a la persecución y de la persecución a
la crucifixión del Maestro. “Dejando, pues..., todo engaño—dice Pedro— desead,
como piños recién nacidos, la leche espiritual, que es la verdad revelada.” El que
con este deseo la busca, escudriñando las Escrituras, también la hallará. Porque
al tal “el Padre de gloria dará espíritu de sabiduría y de revelación para su
conocimiento.”
Sí: “El secreto de Jehová es para los que le temen y a ellos hará conocer su
alianza.” (Juan
3:19, 20; 1» Pedro 2:1, 2; Efe. 1:17; Salmo 25.14)
4. También se debe ser paciente en el estudio, pues, ¿qué adelanto hará una
persona impaciente, inconstante y cambiadiza en cualquier trabajo que
emprenda? Para todo se necesita esta virtud. Al decir Jesús: “Escudriñad las
Escrituras,” se vale de una palabra que denota el trabajo del minero que cava y
revuelve la tierra buscando con diligencia el metal precioso, ocupado en una obra
que requiere paciencia. Las Escrituras, necesariamente deben ser ricas en
contenido e inagotables, como las entrañas de la tierra. Y por lo mismo, sin duda,
Dios ha dispuesto que en algunas partes fuesen profundas y de difícil penetración.
Por otra parte, el fruto de la paciencia es deleitoso y cuanta más paciencia se ha
empleado para encontrar un tesoro, tanto más se aprecia y tanta más delicia
produce. Llévese, pues, al estudio de las Escrituras tanta paciencia como a las
cosas ordinarias de la vida. Manifiéstese, además, esa “nobleza” que
caracterizaba a los de Berea, de los cuales dice la Escritura que “fueron más
nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda
solicitud, escudriñado cada día las Escrituras,” y se verá cómo este trabajo
lleva el premio en sí mismo.
“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!; más que la miel a mi boca...
Maravillosos son tus testimonios... Gózome yo en tu Palabra como el que halla
muchos despojos... Por eso he amado tus mandamientos más que el oro, y más
que el oro muy puro.” Tal es el testimonio del Salmista, que había hecho de la
Palabra de Dios su diligente estudio y perseverante meditación,
y tal será la experiencia del imitador de su ejemplo. (Juan 5:39; Hechos 17:11;
Salmo 119:103,129, 162, 127).
5. Para el estudio provechoso de las Escrituras se necesita, a lo menos la
prudencia de saber principiarla lectura por lo más sencillo y proceder a lo que es
más difícil. Es fácil descubrir que el Nuevo Testamento es más sencillo que el
Antiguo y que los evangelios son más sencillos que las cartas apostólicas. Aun
entre los evangelios, los tres primeros son más sencillos que el cuarto.
Princípiese, pues, el estudio por los tres primeros. A continuación del tercero
puédese leer,
por ejemplo, el libro de los Hechos, que es de más fácil comprensión que el
vangelio según Juan, cuyo contenido es muy profundo. En una palabra, téngase la
prudencia de saber pasar de lo sencillo a lo difícil para sacar provecho y no
arrinconar el libro por incomprensible, como han hecho algunos imprudentes.
Puédense resumir todas estas disposiciones en aquel rasgo característico
manifestado por los discípulos de Jesús en los momentos de no comprender sus
palabras: Le preguntaron por el significado, le pidieron explicación. Y leemos:
“Aparte explicaba todo a sus discípulos,” “les abrió el sentido para que
entendiesen las Escrituras.” Su ejemplo, en este caso, además de indicar las
condiciones precisas para el provechoso estudio de las Escrituras, nos ofrece la
regla fundamental que se debe observar en este trabajo: la oración, la súplica.
Nunca se debe emprender el estudio sin haber pedido al Maestro que abra el
entendimiento y aclare su Palabra.
La fuente de toda luz y sabiduría es Dios, dice la promesa: “Si alguno de vosotros
tiene falta de sabiduría demándela a Dios... y le será dada.” Así lo hacía David:
“Abre mis ojos, dice, enséñame tus estatutos, dame entendimiento, inclina mi
corazón a tus testimonios.” Y pudo cantar el resultado de su proceder, diciendo:
“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!...
Más que mis enseñadores he entendido.”
Sígase su ejemplo y será idéntico el resultado. (Mat. 13:36; Mar. 4:10, 34; Luc.
24:45; Sant. 1:5,7; Salmo 119:18, 26, 34, 37, 99, 104).
PREGUNTAS
¿Por qué el estudio provechoso de las Escrituras requiere un espíritu especial? Y
¿por qué es necesario que sea respetuoso?
¿Por qué se necesita un espíritu dócil para el estudio y recta comprensión de la
Biblia?
¿Por qué es preciso que ame la verdad el escudriñador de las Escrituras y por qué
quedará sin fruto quien ame el error?
¿Por qué requiere paciencia el estudio provechoso de la Biblia?
¿Por qué se necesita prudencia o sentido común en el estudio de las Escrituras?
¿En qué casos especiales se debe usar tal prudencia o sentido común?
Nota: — Repase cuidadosamente esta importante lección, no sólo con el objeto de
saber contestar a las preguntas, sino con el más alto fin de adquirir las indicadas
disposiciones necesarias para el estudio provechoso de la Palabra divina.
Capítulo III
OBSERVACIONES GENERALES
EN ORDEN AL LENGUAJE BIBLICO
1. Según el testimonio de la Sagrada Escritura misma, fue divinamente inspirada
“para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el
hombre de Dios sea perfecto y enteramente instruido para toda buena obra.” En
una palabra, la Escritura lleva por objeto hacer al hombre “sabio para la salvación
por la fe que es en Cristo Jesús.” (2» Timoteo 3:14-17).
2.Por lo mismo, esperamos y esperamos, con razón, que la Biblia hable con
sencillez y claridad.
3. Efectivamente, leyendo, por ejemplo, el Nuevo Testamento, hallamos a cada
paso en sus páginas los grandes principios y deberes cristianos expresados en
lenguaje sencillo y claro, evidente y palpable. En cada página resalta la
espiritualidad y santidad de Dios, a la vez que la espiritualidad y fervor que
requiere su adoración.
En todas partes se nos pinta la caída y corrupción del hombre y la consiguiente
necesidad de arrepentimiento y conversión. En todas partes se nos proclama la
remisión del pecado en el nombre de Cristo y la salvación por sus méritos; la vida
eterna por la fe en Jesús, y, al mismo tiempo, la muerte eterna por la falta de fe en
el Salvador. A cada paso constan los deberes cristianos en todas las
circunstancias de la vida y las promesas de sostén del Espíritu de Dios en el
combate contra la corrupción y el pecado. Estas verdades brillan como la luz del
día, de suerte que ni el lector más superficial e indiferente dejará de verlas.
4. Pero, ¿qué sucede? Lo mismo que en otros libros. En el más simple tratado de
escuela primaria, que se ocupa tan sólo de cosas terrenas, se hallan, por ejemplo,
palabras y pasajes que no comprende, sin explicación, el hombre sin estudios.
¿Sería, pues, extraño hallar palabras y pasajes de difícil comprensión en las
Sagradas Escrituras, que en lenguaje humano tratan de cosas divinas, espirituales
y eternas? Si en una provincia de España se usan figuras o modos de expresarse
que en otra no se comprenden sin interpretación, ¿sería extraño hallar tales
figuras y expresiones en las Escrituras, que fueron escritas en países lejanos,
todos diferentes al nuestro? Si todo escrito antiguo ofrece puntos obscuros,
¿acaso sería extraño que los tuviera un libro inspirado por Dios a sus siervos en
diferentes épocas hace ya centenares y millares de años?
Nada más natural que contengan las Escrituras puntos obscuros, palabras y
pasajes que requieren estudio y cuidadosa interpretación.
5. Recordemos aquí, que únicamente en tales casos de dificultad, y no en cuanto
a lo sencillo y claro, precisamos los consejos de la hermenéutica para que resulte
fructuoso nuestro estudio y correcta nuestra interpretación.
6. Ahora bien; supongamos que nos viene un documento, testamento o legado
que vivamente nos interesa y que nos importa una gran fortuna, pero en cuyos
detalles ocurren algunas palabras y expresiones de difícil comprensión. ¿Cómo y
de qué manera obraríamos para conseguir el verdadero significado de tal
documento? Seguramente pediríamos, en primer término, explicación a su autor,
si esto fuera posible.
7. Pero si prometiera iluminarnos con tal que trabajáramos, escudriñándolo
nosotros mismos, lo más natural y acertado fuera, sin duda, leer y releer el
documento, tomando sus palabras y frases en el sentido usual y ordinario. Y en
cuanto a las palabras obscuras buscaríamos, naturalmente, su significado y
aclaración, en primer lugar, por las palabras unidas o contiguas a las
obscuras, es decir, por el conjunto de la frase en que ocurren.
8. Pero si todavía quedáramos sin luz, procuraríamos la claridad por el contexto,
es decir, por las frases anteriores y siguientes al punto obscuro, o sea por el hilo o
tejido inmediato a la narración en que se halla.
9. Si no bastara el contexto consultaríamos todo el párrafo o pasaje, fijándonos en
el objeto, intento o fin a que se encamina el pasaje.
10. Y si aún no nos resultase la claridad deseada, buscaríamos luz en otras partes
del documento, por si acaso hubiese frases o párrafos semejantes, pero más
explícitos, que se ocuparan del mismo asunto que la expresión obscura que causa
perplejidad.
11. En resumen, y de todos modos, obraríamos de manera que fuera el
documento su propio interprete, ya que, llevándolo a tal o cual abogado,
contravendríamos la voluntad del generoso autor y, al fin y al cabo, correríamos el
riesgo de interesada y poco escrupulosa interpretación.
Tratándose de la interpretación de la Sagrada Escritura, del Testamento doble de
Nuestro Señor, el proceder indicado, aparte de ser el más natural y sencillo, es el
más acertado y seguro, como a continuación veremos.
PREGUNTAS
1. ¿Cuál fue el objeto de la inspiración de las Escrituras?
2. ¿Qué debemos esperar respecto al lenguaje bíblico siendo tal su objeto?
3. ¿En referencia a qué puntos específicos el lenguaje bíblico es muy
comprensible?
4. ¿Cómo es que en las Escrituras hay puntos obscuros que requieren cuidadoso
estudio y correcta interpretación?
5. ¿En qué caso necesitamos los consejos de la hermenéutica?
6. ¿Cómo procederíamos, en primer término, para aclarar un punto obscuro en
cualquier legado que se extendiese a nuestro favor?
7. Si a condición de trabajo se nos ofreciera luz, ¿cómo obraríamos?
8. Si por el conjunto de la frase en que ocurre la expresión obscura no hallamos
la claridad deseada, ¿qué debemos hacer
9. Si por el contexto no conseguimos la luz, ¿qué conviene hacer?
10. Si no basta el pasaje entero, ¿qué hacer?
11. ¿Por qué será necesario proceder de modo que el documento resulte su
propio intérprete?
(Véanse las lecciones anteriores).