Frances A. Yates
El arte de la memoria
Traduccion de Ignacio Gémez de Liato
Fe |
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Titulo original: The Art of Memory
Coleccién dirigida por Ignacio Gémez de Liato
Disefo grifico: Gloria Gauger
© Frances A. Yates, 1966
All rights reserved
Authorised translation from English language
edition published by Routledge, 2 member of the
Taylor & Francis Group
© De la traduccién, Ignacio Gémez de Liato
© Ediciones Siruela, S. A., 2005
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Printed and made in SpainIndice
Prefacio
El arte de la memoria
Capitulo 1
Las tres fuentes latinas del arte clasico de la memoria
Capitulo 1
El arte de la memoria en Grecia: memoria y alma
Capitulo m1
El arte de la memoria en la Edad Media
Capitulo Iv
La memoria medieval y la formacién de la imagineria
Capitulo v
Los tratados de la memoria
Capitulo vi
La memoria renacentista: el Teatro de la Memoria
de Giulio Camillo
Capitulo vir
El Teatro de Camillo y el Renacimiento veneciano
17
AT
7
105
129
153
183Capitulo vir
EI lulismo como arte de la memoria
Capitulo 1x
Giordano Bruno: el secreto de las Sombras
Capitulo x
El ramismo como arte de la memoria
Capitulo x1
Giordano Bruno: el secreto de los Sellos
Capitulo xr
Conflicto entre las memorias bruniana y ramista
Capitulo xm
Giordano Bruno: tltimas obras sobre la memoria
Capitulo xIv
El arte de la memoria y los didlogos italianos
de Bruno
Capitulo xv
El sistema del teatro de la memoria de Robert Fludd
Capitulo xv
El teatro de la memoria de Fludd y el teatro del Globo
Capitulo xvi
El arte de la memoria y el desarrollo del método
cientifico
Notas
197
221
257
295
319
341
363
377
399
427
449Prefacio
El tema de este libro ha de resultar poco familiar a la mayoria de
los lectores. Pocos saben que los griegos, que inventaron muchas ar-
tes, inventaron también un arte de la memoria que, al igual que las
otras artes, pasé a Roma, de donde descendié a la tradicién euro-
pea. Este arte enseia a memorizar valiéndose de una técnica me-
diante la que se imprimen en la memoria «lugares» e «imagenes».
Por lo comin, se la ha clasificado como «mnemotecnia», capitulo
de la actividad humana que eh los tiempos modernos carece mas
bien de importancia. Pero en la época anterior a la imprenta el
adiestramiento de la memoria era de extraordinaria importancia; y,
por otro lado, la manipulaci6n de imagenes en la memoria ha de in-
volucrar, en cierta medida, a la psique como un todo. Ademas, un
arte que emplea la arquitectura contemporanea para sus lugares de
la memoria y la imagineria contempordnea para sus imagenes ha de
tener, al igual que las otras artes, sus periodos clasico, gético y re-
nacentista. Aun cuando el lado mnemotécnico del arte esta siempre
presente, tanto en la antigiiedad como posteriormente, y constituye
la base factual de su investigacién, con todo, la exploracién del arte
de Ja memoria ha de incluir algo més que la historia de sus técnicas.
Mnemésyne, decfan los griegos, es la madre de las Musas; la historia
de la educacién de esta facultad humana, una de las més funda-
mentales y evasivas, nos sumergira en aguas profundas.
Mi interés en el tema comenz6 hace unos quince afios cuando
lena de esperanzas intentaba comprender las obras de Giordano
Bruno que versan sobre la memoria, El sistema de la memoria que
extraje del Sombras lam. 12], de Bruno, lo expuse primeramente en
una conferencia en el Warburg Institute, en mayo de 1952. Dos anos
después, en enero de 1955, presenté, también como conferencia en
el Warburg Institute, el plano del Teatro de la Memoria de GiulioCamillo (véase el desplegable en el capitulo vi). Por entonces me
percaté de que habia alguna conexién histérica entre cl Teatro de
Camillo, los sistemas de Bruno y Campanella y el sistema del Teatro
de Robert Fludd, todos los cuales fueron comparados, muy superfi-
cialmente, en esa conferencia. Animada por lo que parecia un lige-
ro progreso, comencé a escribir la historia del arte de la memoria
desde Siménides en adelante. Esta etapa se refleja en «The Cicero-
nian Art of Memory», articulo que fue publicado en Italia dentro
del volumen de estudios en honor de Bruno Nardi (Medioevo e Ri-
nascimento, Florencia 1955).
Viene después de esto una pausa de duracién més bien larga,
ocasionada por una dificultad. No me resultaba posible llegar a
comprender qué le ocurria al arte de la memoria en la Edad Media.
ePor qué Alberto Magno y Tomas de Aquino consideraron que el
empleo en la memoria de los lugares y las imagenes de Tulio cra un
deber moral y religioso? La palabra «mnemotecnia» parecia inade-
cuada para abarcar la recomendacién escolastica del arte de Ja me-
moria como parte de la virtud cardinal de la prudencia. Comenzé a
apuntar gradualmente la idea de que la Edad Media pudo conside-
rar las figuras de las virtudes y los vicios como imagenes de la me-
moria, formadas segiin las reglas clasicas, y las divisiones del Infier-
no de Dante como lugares de la memoria. En la conferencia sobre
«The Clasical Art of Memory in the Middle Ages» dada en la Oxford
Mediaeval Society, en marzo de 1958, asi como en la dada en el War-
burg Institute en diciembre de 1959, titulada «Rethoric and the Art
of Memory», hice algunos intentos para captar la transformacion
medieval del arte clasico. Estas conferencias estan incorporadas par-
cialmente en los capitulos IV y v.
El mayor problema que atin subsistia era el de la magia y el ocul-
tismo en los sistemas de la memoria del Renacimiento. Por qué,
cuando la invencién de la imprenta parecia hacer innecesarias en lo
sucesivo las grandes memorias artificiales g6ticas de la Edad Media,
se reavivo el interés por el arte de la memoria en las extrafas formas
en que lo encontramos en los sistemas renacentistas de Camillo,
Bruno y Fludd? Volvi al estudio del Teatro de la Memoria de Giulio
Camillo y adverti que el estimulo que habia detras de la memoria
10ocultista del Renacimiento era la tradicién hermética del Renz
miento. Se fue asimismo haciendo claro que era necesario escribir
un libro sobre esta tradicién antes de poder asir los sistemas de la
memoria del Renacimiento. Los capitulos sobre el Renacimiento de
este libro dependen, en tiltima instancia, de mi Giordano Bruno and
the Hermetic Tradition (Londres y Chicago 1964).
Habia pensado que seria posible dejar el lulismo al margen de es-
te libro y tratarlo por separado, pero pronto se hizo evidente que era
imposible. Aun cuando el lulismo no procede de la tradicion ret6ri-
ca, como ocurre con el arte clasico de la memoria, y aun cuando sus
procedimientos son muy diferentes, con todo, en uno de sus aspec-
tos, es un arte de la memoria, y como tal lo encontramos en el Re-
nacimiento combinado y mezclado con el arte clasico. La interpre-
tacién del lulismo dada en el capitulo vill se basa en mis articulos
«The Art of Ramon Lull: An Approach to it through Lull’s Theory of
the Elements», y «Ramon Lull and John Scotus Erigena», Journal of
the Warburg and Courtauld Institutes, XVII (1954) y XXIII (1960).
No hay en inglés ningtin libro moderno sobre la historia del ar-
te de la memoria y son pocos los libros y articulos sobre el tema en
lengua alguna. Al comienzo mis principales auxiliares fueron algu-
nas viejas monografias en aleman y los tiltimos estudios alemanes de
H. Hajdu (1936) y L. Volkmann (1937) (para referencias completas,
véase capitulo V, nota 1). En 1960 fue publicada la Clavis universalis
de Paolo Rossi. Este libro, en italiano, es un estudio serio sobre la
historia del arte de la memoria; publica una buena cantidad de
fuentes y contiene discusiones sobre el Teatro de Camillo, las obras
de Bruno, el lulismo y otros muchos asuntos. Ha sido valioso para
mi, especialmente en lo que se refiere al siglo XVII, si bien discurre
por vias muy diferentes a las de este libro. He consultado también
numerosos articulos de Rossi y uno de Cesare Vasoli (referencias en
capitulo V, nota 1; capitulo vill, notas 17 y 37). Otros libros que me
han ayudado particularmente son la edicién del Ad Herennium de
H. Caplan (1954); Logic and Rhetoric in England, 1500-1700, de W. S.
Howell (1956); Ramus; Method and Decay of Dialogue, de W. J. Ong
(1958), 0 English Friars and Antiquity, de Beryl Smalley (1960).
Aun cuando empleo una buena cantidad de trabajos anteriores,
iLeste libro es, sin embargo, en su forma presente, una obra nueva,
enteramente reescrita durante los dos afios tiltimos y abierta a rum-
bos nuevos. Mucho de lo que era oscuro parece haber encontrado
un contorno mejor, en particular las conexiones del arte de la me-
moria con el lulismo y el ramismo y la aparicién del «método». Por
lo dems, slo muy recientemente ha recibido relevancia lo que es
quiza una de las partes mas excitantes de este libro. Me refiero a la
consideracién de que el sistema del teatro de la memoria de Fludd
puede arrojar luz sobre el teatro del Globo de Shakespeare, La ar-
quitectura imaginaria del arte de la memoria ha conservado la me-
moria de un edificio real, pero hace tiempo desaparecido.
Al igual que mi Giordano Bruno and the Hermetic Tradition, el pre-
sente libro esta orientado segtin el plan de situar a Bruno dentro de
un contexto histérico, pero pretende también dar una vision de to-
da una tradicion. Se esfuerza particularmente por arrojar luz, a tra-
vés de la historia de la memoria, sobre la naturaleza del impacto que
Bruno pudo producir en la Inglaterra isabelina. He intentado trazar
una senda a lo largo de una tematica muy dilatada, pero en todas las
etapas del cuadro que he trazado seran necesarios complementos 0
correcciones de estudios posteriores. Es éste un campo de investi-
gacion inmensamente rico, que requiere la colaboracion de espe-
cialistas en muchas disciplinas.
Ahora que por fin ha Iegado a su término el Libro de la Me-
moria, la memoria de Gertrud Bing aparece mas punzantemente
presente que nunca. En Jos primeros dias ella ley6 y discutié mis bo-
rradores, vigilando constantemente mis progresos, o falta de pro-
gresos, alentindome o desalenténdome alternativamente, siempre
su critica alerta. Sentia que
estimulindome con su intenso interés }
los problemas de la imagen mental, de la activacién de imagenes, de
la captacién de la realidad a través de imagenes problemas siempre
presentes en la historia del arte de la memoria-, estaban muy uni-
dos a los que preocupaban a Aby Warburg, a quien sélo conoci a tra-
vés de ella. Si este libro es lo que ella esperaba, es cosa que ya no
puedo saber. Ni siquiera lego a ver los tres primeros capitulos, que
estaba a punto de enviarle cuando cayé enferma. Se lo dedico a su
memoria, con gratitud profunda por su amistad.
12La deuda con mis colegas y amigos del Warburg Institute (Uni-
versidad de Londres) es, como siempre, profunda. El director, E. H.
Gombrich, ha tenido siempre un estimulante interés por mis waba-
jos, y mucho ha de ser atribuido a su buen juicio. Creo que fue él
el primero que puso en mis manos LIdea del Theatro de Giulio Ca-
millo. He mantenido muchas ¢ inapreciables discusiones con D. P.
Walker, contando con Ia constante asistencia de su especial conoc
miento de determinados aspectos del Renacimiento. Leyé los bo-
rradores primitivos, asi como el manuscrito, de este libro, compul-
sando amablemente algunas de mis traducciones. Con J. Trapp he
tenido conversaciones sobre la tradici6n retorica, y ha sido un filon
de informacion bibliografica. Ante L. Ettinger desplegué algunos
de Jos problemas iconograficos.
Todos los bibliotecarios han tenido una paciencia ilimitada con
mis esfuerzos por encontrar libros. Y el personal de la colecci6n fo-
togrifica ha mostrado indulgencia similar con mis esfuerzos por en-
contrar fotografias.
Estoy agradecida a J. Hillgarth y a R, Pring-Mill por su compaiie-
rismo en los estudios lulianos. Y a Elspeth Jaffé, que sabe mucho so-
bre artes de la memoria, segtin conversaciones habidas.
Mi hermana, R. W. Yates, ha lefdo los capitulos tal como queda-
ron escritos, Sus reacciones fueron una guia muy valiosa, y sus inte-
ligentes consejos constituyeron una gran ayuda en las revisiones,
Con indeclinable buen humor me ha prestado incesante asistencia
de maneras incontables. Ella ha contribuido sobre todo en los pla-
nos y bocetos. Dibujé el plano del Teatro de Camillo y el boceto del
Globo basado en Fludd. El plano que sugerimos del Globo es en
suya, Compartimos juntamente los afanes de la
gran medida obr
reconstruccién del Globo a partir de Fludd durante memorables se-
manas de intima colaboracion. Con ella tiene el libro una de sus
mayores deudas.
He utilizado constantemente la Biblioteca de Londres, a cuyo
personal estoy profundamente agradecida, No hace falta decir que
lo mismo es verdad para la biblioteca del British Museum y su per-
sonal. Estoy asimismo en deuda con los bibliotecarios de la Biblio-
teca Bodleiana, la biblioteca de la Universidad de Cambridge, la bi-
13blioteca del Emmanuel College (Cambridge) y las siguientes biblio-
tecas extranjeras: Biblioteca Nazionale de Florencia, Biblioteca Am-
brosiana de Milan, Bibliothéque Nationale de Paris, Biblioteca Vati-
cana de Roma y Biblioteca Marciana de Venecia.
Por su amable permiso para reproducir miniaturas o pinturas
que estan bajo su custodia, estoy en deuda con los directores de la
Biblioteca Nazionale de Florencia, la Badische Landesbibliothek de
Karlsruhe, la Osterreichische Nationalbibliothek de Viena, la Bi-
blioteca Casanatense de Roma y la National Gallery de Londres.
Frances A. Yates
Warburg Institute, Universidad de LondresFl arte de la memoriaCapitulo I
Las tres fuentes latinas
del arte cldsico de la memoria’
En un banquete que daba un noble de Tesalia llamado Scopas,
el poeta Simanides de Geos canté un poema lirico en honor de su
huésped, en el que inclufa un pasaje en elogio de Castor y Pélux.
Scopas dijo mezquinamente al poeta que él s6lo le pagarfa la mitad
de la cantidad acordada y que deberfa obtener el resto de los dioses
gemelos a quienes habia dedicado la mitad del poema. Poco des-
pués se le entregé a Siménides el mensaje de que dos j6venes le es-
taban esperando fuera y querfan verle, Se levant6 del banquete y sa-
lié al exterior, pero no logré hallar a nadie. Durante su ausencia se
desplomé el tejado de la sala de banquetes aplastando y dejando,
bajo las ruinas, muertos a Scopas y a todos los invitados; tan destro-
zados quedaron los cadaveres que los parientes que Hegaron a re-
cogerlos para su enterramiento fueron incapaces de identificarlos.
Pero Siménides recordaba los lugares en los que habian estado sen-
tados a la mesa y fue, por ello, capaz de indicar a los parientes cud-
les eran sus muertos. Los invisibles visitantes, Castor y P6lux, le ha-
bfan pagado hermosamente su parte en el panegirico sacando a
Simonides fuera del banquete momentos antes del derrumbamien-
to. Y esta experiencia sugirié al poeta los principios del arte de la
memoria del que se le consideré inventor. Reparando en que fue
mediante su recuerdo de los lugares en los que habian estado sen-
tados los invitados como fue capaz de identificar los cuerpos, cay6
en la cuenta de que una disposicién ordenada es esencial para una
buena memoria.
Infirié que las personas que deseasen adiestrar esta facultad (de la me-
moria] habrian de seleccionar lugares y formar imagenes mentales de las
cosas que deseasen recordar, y almacenar esas imagenes en Jos lugares, de
modo que el orden de los lugares preservara el orden de las cosas, y las ima-
17genes de las cosas denotaran las cosas mismas, y utilizariamos los lugares y
las imagenes respectivamente como una tablilla de escribir de cera y las le-
gi Ps y
tras escritas en ella’,
La vivida historia de cémo Siménides inventé el arte de la me-
moria la cuenta Cicerén en su De oratore cuando discurre sobre la
memoria, como una de las cinco partes de la ret6rica; la anécdota
introduce una breve descripcién de la mneménica de lugares ¢ imda-
genes (loci, imagines| que empleaban los retéricos romanos. Aparte
de la dada por Cicerén, han llegado hasta nosotros otras dos des-
cripciones de la mneménica clasica, encontrandose ambas en trata-
dos sobre ret6rica cuando se discute la memoria como parte de la
ret6rica; una es el anénimo Ad C. Herennium libri 1v; Ja otra esta en
la Institutio oratoria de Quintiliano.
El primer hecho basico que el estudioso de la historia del arte
clasico de la memoria ha de recordar es que este arte pertenecia a
la retérica, como técnica por la que el orador podria perfeccionar
su memoria, lo que le capacitarfa para extraer de la memoria largos
discursos con infalible precisién. Y fue como parte de la ret6rica co-
mo el arte de la memoria circulé por la tradicién europea, en la que
no se olvidé nunca, hasta una época relativamente moderna, que
aquellos infalibles gufas de todas las actividades humanas que fue-
ron los antiguos haban proporcionado reglas y preceptos para el
perfeccionamiento de la memoria.
No es cosa dificil entender los principios generales de la mne-
ménica, El primer paso es imprimir en la memoria una serie de loci
o lugares, Por lo comtin, aunque no solamente, se emplea como sis-
tema de lugares mneménico el tipo arquitecténico. La descripcién
més clara del proceso es la dada por Quintiliano’. A fin de formar
en la memoria una serie de lugares, dice, se ha de recordar un edi-
ficio, tan espacioso y variado como sea posible, el atrio, la sala de es-
tar, dormitorios y estancias, sin omitir las estatuas y los demés ador-
nos con que estén decoradas las habitaciones, A las imagenes por las
que el discurso se ha de recordar -como ejemplo de éstas Quinti-
liano dice que uno puede usar un ancla 0 un arma- se las coloca
dentro de la imaginacién en los lugares del edificio que han sido me-
18morizados. Hecho esto, tan pronto como se requiere reavivar la
memoria de los hechos, se visitan ordenadamente los lugares y se in-
terroga a sus guardianes por los diferentes depOsitos. Hemos de
pensar al orador antiguo como desplazandose, en su imaginaci6n, a
través de su edificio de la memoria mientras realiza su discurso, sa-
cando de los lugares memorizados Jas imagenes que ha alojado en
ellos. El método asegura el orden correcto en que se han de recor-
dar los puntos, ya que la secuencia de los lugares dentro del edificio
fija el orden. Los ejemplos de imagenes que da Quintiliano, el an-
cla y el arma, pueden sugerir que tenia en el pensamiento un dis
curso que tocase, por un lado, asuntos navales (el ancla), y, por
otro, operaciones militares (el arma).
No hay duda de que este método ha de funcionar para aquel que
esté dispuesto a ejercitarse scriamente en esta gimnasia mneméni-
ca. Nunca lo he intentado por.mi misma, pero he odo hablar de un
profesor que acostumbraba cn veladas a entretener a sus alumnos
preguntando a cada uno de ellos el nombre de un objeto; uno de
ellos tomaba nota de todos los objetds en el] mismo orden en que
habjan sido nombrados. Mas tarde el profesor producia asombro
general repitiendo la lista de los objetos en el orden correcto. Eje-
cutaba su pequeiia proeza memoristica ubicando Los objetos, segtin
iban siendo nombrados, en el alféizar de Ja ventana, en el escritorio,
en la papelera, etc. A continuacién, como Quintiliano aconseja, vol
via a visitar esos lugares ordenadamente y les requeria sus depésitos.
Nunca oy6 hablar de la mneménica clisica, sino que fue de una ma-
nera muy independiente como descubrié su técnica. Si hubiese am-
pliado sus esfuerzos conectando nociones a los objetos recordados
en los lugares, habria podido producir un asombro atin mayor ex:
trayendo sus conferencias de la memoria, a la manera del orador
clasico.
‘Aun cuando es importante reconocer que el arte clasico se basa
en operativos principios mnemotécnicos, puede, sin embargo, ex-
traviarnos el que lo despachemos con la etiqueta de «mnemotec-
nia», Parece que las fuentes clasicas describen técnicas internas que
dependen de impresiones visuales de extraordinaria intensidad. Ci-
cer6n hace hincapié en que la invencion de Sim6nides del arte de
19la memoria descansaba, no sdlo en su descubrimiento de la impor
tancia que tiene el orden para la memoria, sino también en el des-
cubrimiento de que el sentido de la vista es el mas vigoroso de todos
los sentidos.
Sagazmente ha discernido Siménides, © ha descubierto otro, que las
pinturas mas completas que se forman en nuestras mentes son las de las co-
sas que los sentidos han transmitido o impreso, siendo el de la vista el mas
penetrante de todos nuestros sentidos, y que por consiguiente las percep-
ciones recibidas por los ofdos o por la reflexién pueden ser mas ficilmen-
te retenidas si se las transmite asimismo a nuestras mentes por medio de los
ojos.
La palabra «mnemotecnia» recuerda a duras penas lo que pudo
haber sido la memoria artificial de Ciceron, con sus desplazamien-
tos entre los edificios de la antigua Roma, viendo los lugares, viendo
las imagenes almacenadas en los lugares, con una visin penetrante
que al punto ponia en sus labios los pensamientos y palabras de su
discurso. Por mi parte prefiero emplear la expresion «arte de la me-
moria» para este proceso.
Nosotros, modernos desprovistos por completo de memoria, po-
demos, como el profesor, vernos a veces en el caso de emplear al-
guna mnemotecnia personal sin importancia para nuestra vida o
profesin. Pero en el mundo antiguo, carente de imprenta, sin pa-
pel en el que tomar notas o en el que mecanografiar conferencias,
el adiestramiento de la memoria era de extraordinaria importancia.
Ya las memorias de la antigitedad se las educaba por medio de un
arte que reflejaba el arte y la arquitectura del mundo antiguo, y que
posiblemente dependia de una intensa memorizacin visual que
nosotros hemos perdido. Aun cuando Ia palabra «mnemotecnia>
no es de hecho err6nea como descripcién del arte clasico de la me.
moria, hace, sin embargo, que este tema en verdad misterioso pa-
rezca més simple de lo que es.
Un desconocido maestro de retérica’, en Roma, compil6é, circa
86-82 a. C., un util libro de texto destinado a sus alumnos; con él in-
mortaliz6 no su propio nombre, sino el de la persona a quien se lo
20dedicé. No deja de ser fastidioso que esta obra, tan extraordinaria-
mente importante para la historia del arte clasico de la memoria y a
Ia que nos referiremos constantemente a lo largo de este libro, no
presente més titulo que el poco informativo Ad Herennium. El atare-
ado y eficiente maestro trata las cinco partes de la retérica [inventio,
dispositio, elocutio, memoria, pronuntiatio] con el seco estilo de un libro
de texto. Cuando Ilega a la memoria* como parte esencial de los
pertrechos del orador, abre el capitulo con estas palabras: «Volva-
monos ahora hacia el tesoro de Jas invenciones, hacia el guardian
de todas las partes de la ret6rica, la memoria». Hay dos clases de me-
moria, continta, la una natural, la otra artificial. La memoria natu-
ral es aquella que, nacida simultaneamente con el pensamiento, es-
td injertada en nuestras mentes. La artificial es la memoria que ha
sido fortalecida y consolidada por el ejercicio. Esta disciplina puede
perfeccionar una buena memoria natural, € incluso las personas
peor dotadas pueden perfeccionar con el arte sus débiles memorias.
Tras este corto preambulo el autor anuncia bruscamente: «Aho-
ra vamos a hablar de la memoria artificial».
Enorme peso de historia abruma la seccién sobre la memoria del
Ad Herennium, Gira en torno a fuentes griegas sobre la memoria, en
torno a tratados griegos de retérica de los que no ha subsistido nin-
guno. Es éste el tinico tratado latino sobre el tema que se ha con-
servado, pues las notas de Cicerén y Quintiliano no son tratados
completos y presuponen que el lector esta de antemano familiari-
zado con la memoria artificial y su terminologia. Es ésta realmente
la fuente principal, y de hecho la tinica completa, para el arte de la
memoria tanto del mundo griego como del latino. Su papel como
transmisor del arte clasico a la Edad Media presenta asimismo una
importancia sin igual. El Ad Herenniwn era un texto bien conocido
y muy usado en la Edad Media; gozaba de gran prestigio ya que se
atribuia a Cicer6n. Se crefa, por tanto, que los conceptos allli ex-
puestos para la memoria artificial habian sido redactados por el pro-
pio Tulio.
En resumen, toda tentativa de recomponer el arte clisico de la
memoria ha de basarse principalmente en la seccién sobre la me-
moria del Ad Herennium. Y todas las tentativas, tal como las hacemos
2en este libro, de recomponer la historia de este arte en la tradicion
occidental han de referirse constantemente a este texto como fuen-
te principal de dicha tradicién. Todo tratado de Ars memorativa, con
sus reglas para «lugares», sus reglas para «imagenes», etc., no hace
més que repetir el plan, el contenido, cuando no las propias pala-
bras del Ad Herennium. Y aun los sorprendentes desarrollos del arte
de la memoria del siglo xv1, objeto que principalmente explorare-
mos en este libro, conservan, bajo todos sus complejos incrementos,
los contornos del Ad Herennium. Incluso los mas impetuosos vuelos
de la fantasia de obras como el De wmbris idearum de Bruno no pue-
den disimular el hecho de que el fildsofo del Renacimiento est re-
corriendo una vez mas el viejo asunto de las reglas para lugares, las
reglas para imagenes, memoria de cosas, memoria de palabras.
Evidentemente nos incumbe, por lo tanto, intentar la tarea, en
modo alguno facil, de tratar de comprender la seccién sobre la me-
moria del Ad Herennium. Lo que no hace en modo alguno facil la ta-
rea es el hecho de que el maestro de retorica no se dirige a noso-
tros; pues no esta dando sus explicaciones a gente que no sabe nada
sobre memoria artificial. Se dirige a sus alumnos de retorica, reuni-
dos en torno a él alrededor de 86-82 a. C., y ellos sabian de qué esta-
ba hablando; no necesitaban sino que el maestro les insinuase las
«reglas» para poder aplicarlas. Nosotros nos encontramos en un ca-
so diferente, y a menudo la rareza de algunas de las reglas de la me-
moria nos deja un tanto confundidos.
En lo que sigue, intento ofrecer el contenido de la seccién sobre
la memoria del Ad Herennium emulando el animado estilo del autor,
pero con pausas para reflexionar acerca de lo que nos dice.
La memoria artificial esta fundada en lugares e imagenes [Cons-
lat igitur artificiosa memoria ex locis et imaginibus], definicién funda-
mental que se ha de repetir siempre en las diferentes épocas. Un o-
cus es un lugar que la memoria puede aprehender con facilidad, asi
una casa, un espacio rodeado de columnas, un rincén, un arco, u
otros andlogos. Las imagenes son formas, marcas 0 simulacros [for-
mae, notae, simulacra) de lo que deseamos recordar. Si, por ejemplo,
22queremos recordar el género de un caballo, un le6n, un aguila, he-
mos de colocar sus imagenes en loci definidos.
El arte de la memoria es como un alfabeto interno. Quienes co-
nocen las letras del alfabeto pueden escribir lo que se les dicta y leer
lo que han escrito. Del mismo modo, quienes han aprendido mne-
ménica pueden poner en lugares lo que han oido y sacarlo de la
memoria. «Pues los lugares son muy parecidos a tablillas de cera 0
de papel, las imagenes son como letras, la colocacién y disposicién
de las imagenes como el guidn, y la diccién es como la lectura.»
Si queremos recordar un material considerable, hemos de per-
trecharnos con una gran cantidad de lugares. Es esencial que los lu-
gares formen una serie y que los recordemos en ese orden, de suer-
te que podamos partir de cualquier locus de la serie y desplazarnos
tanto hacia delante como hacia atras. Si vemos, pongamos por caso,
un cierto ntimero de conocidos nuestros puestos de pie en hilera,
no deberia suponer diferencia alguna para nosotros decir sus nom-
bres, ya comencemos por la persona que se halla a la cabeza de la fi-
lao comencemos por la cola 0 por el medio. Asi ocurre con los loci
de la memoria. «Si éstos han sido dispuestos con orden, el resulta-
do ha de ser que, hechos presentes por las imagenes, podamos re-
petir oralmente lo que hemos encomendado a los loci, procediendo
en cualquier direccién a partir de no importa qué locus.»
La formacién de los loci es de la mayor importancia, pues un mis-
mo conjunto de loci ha de ser empleado una y otra vez para recor-
dar materiales diferentes. Las imagenes que hemos colocado en
ellos para recordar un conjunto de cosas desaparecen y se borran
cuando no volvemos a usarlas, Pero los loci permanecen en la me-
moria y podemos usarlos de nuevo colocando otro conjunto de ima-
genes para otro conjunto de materiales. Los loci son como las tabli-
llas de cera que permanecen después de que se haya borrado lo
escrito en ellas, siguiendo dispuestas para que se escriba en ellas de
nuevo.
A fin de asegurarnos de que no erramos al recordar el orden de
los loci, es provechoso proporcionar a cada quinto locus una marca
distintiva. Podemos por ejemplo sefialar el locus quinto con una ma-
no de oro, y ubicar en el décimo la imagen de un conocido nuestro
23cuyo nombre sea Décimo. Podemos de este modo seguir poniendo
otras marcas en cada uno de los sucesivos quintos loci.
Lo mejor es formar los loci de la propia memoria en un empla-
zamiento desierto y solitario, pues la circulacion de mucha gente
debilita las impresiones. Por lo tanto, el estudiante resuelto a ad-
quirir un agudo y bien definido conjunto de loci ha de escoger un
edificio poco frecuentado en el que memorizar los lugares.
Los loci de la memoria no se han de parecer demasiado unos a
otros; demasiados espacios intercolumnares, por ejemplo, no son
buenos, pues el parecido del uno con el otro terminara confun-
diendo. Deben ser de mediano tamafio, no demasiado anchos,
pues esto hace que las imagenes alojadas en ellos se vuelvan vagas,
y no demasiado pequeiios, pues entonces la colocacién de las ima-
genes resultaré sobrecargada. No han de estar iluminados dema-
siado brillantemente, pues entonces las imagenes alojadas en ellos
deslumbraran y ofuscaran; ni han de ser demasiado sombrios, de
suerte que las sombras oscurezcan las imagenes. Los loci han de es-
tar dispuestos a intervalos moderados los unos de los otros, a in-
tervalos tal vez de unos treinta pies, «pues al igual que el ojo ex-
terno, asi también el ojo interno del pensamiento es menos
potente cuando sitiia el objeto de la vista demasiado cerca 0 de-
masiado apartado».
Una persona con una relativamente amplia experiencia puede
pertrecharse facilmente con tantos adecuados loci como guste, e in-
cluso la persona que crea que no posee bastantes loci suficiente-
mente buenos puede encontrar remedio. «Pues el pensamiento
puede abarcar no importa qué regi6n y construir en ella a su gusto
el emplazamiento de algtin locus.» (Es decir, la mneménica puede
hacer uso de lo que posteriormente se llamaran «lugares ficticios»,
en contraste con los «lugares reales» del método ordinario.)
Haciendo una pausa para reflexionar al final de las reglas para
lugares, quisiera decir que lo que a mi mas me sorprende respecto
a ellos es Ja increible precisién visual que implican. En una memo-
ria instruida por el procedimiento clasico se puede medir el espacio
entre los loci y estipular la iluminacidn de los mismos. Y, en defini-
tiva, las reglas dan la impresién de un habito social olvidado. :Quién
4es aquel hombre que camina lentamente por un edificio solitario, y
se detiene a intervalos con expresién atenta?
Es un estudiante de retérica, que esté formando un conjunto de
loci de la memoria.
«Bastante ha sido dicho sobre lugares», contintia el autor del Ad
Herennium, «volvimonos ahora hacia la teorfa de las imagenes». Co-
mienzan entonces las reglas para las imagenes, la primera de las
cuales es que hay dos clases de imagenes, una para «cosas» [res],
otra para «palabras» [verba]. Se quiere decir que la «memoria de co-
sas» confecciona imagenes para recordar un argumento, una no-
¢ »; por su lado la «memoria de palabras» ha de en-
contrar imagenes para recordar cada palabra individual.
Interrampo aqui por un momento la concisién de nuestro autor
jon 0 una «Co!
para recordar al lector que, para el estudiante de retorica, «cosas» y
«palabras» tenian una significacin absolutamente precisa en rela-
cién con las cinco partes de la retorica, Esas cinco partes de la reto-
rica las define Cicer6n del siguiente modo:
Invencion es la excogitacién de cosas verdaderas [es], 0 cosas similares
ala verdad de manera que se haga plausible la causa; disposicién es la co-
Jocacién ordenada de las cosas descubiertas; elocuci6n es la adaptaci6n de
palabras convenientes a las [cosas] inventadas; memoria ¢s la firme per
cepcisn por el alma de cosas y palabras; pronunciaci6n es la modulacién de
la voz y el cuerpo en congruencia con la dignidad de las cosas y palabras’.
«Cosas» son pues la materia del discurso; «palabras» son el len-
guaje del que la materia se viste. ¢Pretendes una memoria artificial
para recordar sélo el orden de las nociones, argumentos, «cosas de
tu discurso? :O pretendes memorizar todas y cada una de las pala-
bras en su orden correcto? La primera clase de memoria artificial es
la memoria rerum; la segunda es la memoria verborum. El ideal, segin
lo definido por Cicer6n en el pasaje citado, seria lograr una «firme
percepcién por el alma» tanto de cosas como de palabras. Pero la
cmemoria de palabras» es mucho mas ardua que la «memoria de co-
sas»; los estudiantes mas débiles de retorica del autor del Ad Heren-
nium se asustaban ante la memorizacién de una imagen para cada
25una de las palabras, ¢ incluso Cicerén, como mas adelante veremos,
admitia que con la «memoria de cosas» era suficiente.
Volvamos ahora a las reglas de las imagenes. Hemos visto ya las
reglas de los lugares, y qué clase de lugares se ha de escoger para
memorizar. :Qué cosa son las reglas y en qué relacién estan con las
imagenes para memorizar en los lugares? Llegamos asi a uno de los
més raros y sorprendentes pasajes del tratado, a saber, las razones
psicolégicas que da el autor para la eleccién de imagenes mnem6-
nicas. A qué se debe, pregunta, el que unas imagenes sean tan vi
gorosas, agudas y adecuadas para despertar la memoria, mientras
que otras son tan débiles e inconsistentes que apenas la estimulan
en modo alguno? Debemos hacer un examen sobre este particular,
de suerte que sepamos cuales son las imagenes que hemos de evitar
y cuales las que hemos de buscar.
La naturaleza nos ensefia qué hemos de hacer. Cuando vemos en la vi-
da cotidiana cosas mezquinas, ordinarias y vulgares, generalmente no lo-
gramos recordarlas, a causa de que la mente no ha sido aguijoneada con
cosa alguna novedosa 0 maravillosa. Mas si vemos u oimos algo excepcio-
nalmente ruin, deshonroso, insdlito, grande, increible o ridiculo, proba-
blemente lo recordaremos durante largo tiempo. Segtin esto, olvidamos co-
mtinmente las cosas inmediatas a nuestros ojos y oidos; a menudo
recordamos muy bien incidentes de nuestra infancia. Y esto no se debe a
ninguna otra razén sino a que las cosas ordinarias se escapan con facilidad
de la memoria en tanto que las sorprendentes y novedosas permanecen por
més tiempo en la mente. La salida del sol, el curso del sol y la puesta de sol
no resultan maravillosos para nadie, ya que ocurren diariamente. Pero los
eclipses solares son fuente de admiracién porque ocurren raras veces, y son,
en verdad, més maravillosos que los eclipses lunares, ya que éstos son mas
frecuentes. Asi, la naturaleza manifiesta que a ella no la excita un evento or-
dinario y comiin, sino que la mueven las apariciones nuevas o sorprenden-
tes. Dejemos entonces que el arte imite a la naturaleza, encuentre lo que
aquélla desea, y proceda segiin las directrices de aquélla. Pues en la inven-
ci6n la naturaleza no es jams lo tltimo, ni la educacién nunca lo primero;
acaece més bien que los comienzos de las cosas nacen a partir de un talen-
to natural, y a los objetivos se Hega mediante disciplinz
26Debemos, pues, construir imagenes de tal suerte que puedan adherirse
a la memoria durante largo tiempo. Y obraremos de este modo si estable-
cemos las similitudes
sorprendentes que sea posible; si logramos cons-
truir imagenes que no sean corrientes o vagas sino activas [imagines agentes];
si les atribuimos excepcional belleza o fealdad singular; si adornamos algu-
nas de ellas, por ejemplo con coronas o mantos de ptirpura, de modo que
la similitud resulte més clara para nosotros; o si las desfiguramos de alguna
manera, introduciendo por ejemplo a alguien tefido con sangre o man-
chado de barro o embadurnado con pintura roja, de modo que resulte mas
sorprendente su forma, 0 asignando determinados efectos cémicos a nues-
tras imagenes, todo ello asegurard asimismo la presteza de nuestro recuer-
do de ellas. Las cosas que recordamos con facilidad, cuando son reales, de
la misma manera las recordamos sin dificultad cuando son ficticias. Mas es
esencial esto: que se repasen una y otra vez mentalmente con rapidez todos
los lugares originales a fin de vivificar las imagenes’.
Nuestro autor se mantiene claramente en la idea de auxiliar a la
memoria excitando afectos emocionales mediante imagenes sor-
prendentes y desacostumbradas, hermosas o deformes, cémicas u
obscenas. Y es claro que piensa en imagenes humanas, en figuras
humanas que portan coronas o mantos de ptirpura, tefidas de san-
gre o embadurnadas de pintura, en figuras humanas comprometi-
das dramaticamente en alguna actividad —haciendo alguna cosa-.
Percibimos que nos hemos desplazado a un mundo extraordinario,
segtin vamos repasando, con el estudiante de retrica, sus lugares,
imaginando en ellos imagenes hasta tal punto raras. El ancla y el ar
ma de Quintiliano como imagenes de la memoria, aun cuando mu-
cho menos excitantes, son més facilmente inteligibles que la me-
moria fantdsticamente poblada en la que nos introduce el autor del
Ad Herennium.
Una de las muchas dificultades que ha de afrontar el estudiante
de la historia del arte de la memoria es el hecho de que un tratado
de Ars memorativa, a pesar de que no deja de proporcionar reglas,
sin embargo raramente facilita una aplicacién concreta de las re-
glas, es decir, raramente construye un sistema de imagenes mne-
ménicas en sus lugares. Esta tradicién arranca del propio autor del
27Ad Herennium, que afirma que es deber del maestro de mneménica
ensefar el método de hacer imagenes; tras dar unos pocos ejem-
plos, anima al estudiante a formar sus propias imagenes, Cuando se
escriben «introducciones», dice, uno no debe hacer que el estu-
diante se las aprenda de memoria; se le ensefia el método y se le
abandona a su propia capacidad de inventar, Asi es como se ha de
proceder en la ensefianza de imagenes mneménicas’. Es éste un ad-
mirable principio tutorial, aun cuando sea de lamentar que dispen-
se al autor de mostrarnos una galeria o conjunto completo de imé-
genes agentes sorprendentes y desacostumbradas. Habremos de
contentarnos con los tres ejemplos que describe.
El primero es un ejemplo de imagen de «memoria de cosas». He-
mos de suponer que somos el abogado en la defensa de un pleito.
«El fiscal ha dicho que el demandado envenené a un hombre, pro-
duciéndole la muerte, y ha declarado que hay muchos testigos y
pruebas de este acto.» Hemos formado un sistema de la memoria en
torno al caso entero y queremos a continuacién poner en nuestro
primer locus de la memoria una imagen para recordar la acusacién
que se le hace a nuestro cliente. He ahi la imagen:
Imaginemos al hombre en cuestién como si estuviese acostado enfermo
en cama, si lo conocemos personalmente. Si no lo conocemos, adoptare-
mos entonces a alguien para que sea nuestro enfermo, pero no ha de ser
una persona de clase inferior, de manera que podamos tenerlo al instante
presente en la mente. Y colocaremos al lado de la cama al abogado, soste-
niendo con su mano derecha una copa, con la izquierda tablillas, y con el
dedo cuarto los testiculos de un carnero. De esta manera podemos tener en
la memoria al hombre que fue envenenado, los testigos y la herencia”.
La copa nos hard recordar el envenenamiento, las tablillas el tes-
tamento o herenci
, y los testiculos del carnero, por similitud verbal
con testes, los testigos, El enfermo hace las veces del hombre en cues-
i6n, o de algtin otro que conocemos (siempre que no sea de las
anénimas clases inferiores). En los siguientes loci pondremos otros
capitulos de la acusacién, u otros detalles del caso, y si hemos im-
preso convenientemente los lugares y las imagenes seremos capaces
28de recordar con facilidad cualquier punto que queramos tener pre-
sente.
Este es, pues, un ejemplo de imagen de la memoria clasica -con-
sistente en figuras humanas, activas, dramaticas, percusivas-, con los
demas accesorios que sirven para rememorar la entera «cosa» que
esta registrandose en la memoria. Aunque parece que todo queda
explicado, encuentro, sin embargo, algo enganoso en esta imagen.
A} igual que muchas otras cosas relativas a la memoria del Ad He-
rennium, nos parece que pertenecen a un mundo que 0 bien nos es
imposible entender o bien no es en realidad completamente expli-
cito para nosotros.
En este ejemplo no le incumbe al escritor el recuerdo de los dis-
cursos del caso, sino el registro de los detalles o «cosas» del caso.
Ocurre como si, ala manera de un abogado, estuviese formando en
Ja memoria un archivo de sus casos. A la imagen dada se la coloca,
como una ficha, en el primer lugar del archivo de la memoria en
que se guardan los registros relativos al hombre acusado de enve-
nenar. Si quiere buscar algo sobre el caso no tiene mas que mirar la
imagen compuesta en la que esta registrado; y en los siguientes lu-
gares, tras esa imagen, encontraré el resto del caso. Si ésta es una ir
terpretacién completamente correcta, tendremos que la memoria
artificial puede ser utilizada no s6lo para memorizar discursos, sino
también para guardar en la memoria una gran cantidad de mate-
riales que nos sera posible consultar a voluntad.
Las palabras de Cicer6n en De oratore, cuando habla de las ven-
tajas de la memoria artificial, tienden tal vez a confirmar esta inter-
pretacion. Acababa de decir que los loci conservan el orden de los
hechos y que las imagenes designan los propios hechos, de modo
que podemos usar los lugares y las imagenes como si fuesen una ta-
blilla de escribir y las letras escritas en ella. «Pero zqué me lleva»,
continta, «a declarar el valor que Gene para un orador y la utilidad
y eficacia de la memoria, el valor de retener la informacién que se
te ha dado como sumario, y las opiniones que te has formado por ti
mismo, el valor de tener las ideas firmemente implantadas en la
mente, y limpiamente dispuestos todos los recursos de tu vocabula-
rio, de prestar la mayor atencién a las instrucciones de tu cliente y
29al discurso de tu oponente, al que has de responder, de manera que
les pueda parecer no ya que derraman lo que dicen en tus ofdos, si-
no que lo imprimen en tu mente? Por consiguiente, es sélo la gen-
te con memoria poderosa la que sabe qué va a decir y por cuanto
tiempo va a hablar y en qué estilo, qué puntos han contestado ya y
cudles quedan por responder; e incluso pueden recordar muchos
argumentos de otros casos que previamente han sostenido y mu-
chos otros que han ofdo a otra gente»".
Estamos en presencia de pasmosos poderes de memoria. Y, se-
gin Cicerén, estos poderes naturales recibfan ciertamente ayuda
con una educacién del tipo que se describe en el Ad Herennium.
La imagen que como ejemplo se ha descrito era una imagen de
la «memoria de cosas»: estaba disefiada para hacer presentes las
«cosas» 0 hechos del caso, y se puede presumir que los siguientes lo-
ci del sistema contendrian otras imagenes de la «memoria de cosas»,
en las que se registrarfan otros hechos relativos al caso, o diferentes
argumentos empleados por la defensa o la acusacién en sus discur-
sos. Las otras dos imagenes que, como ejemplo, se ofrecen en el Ad
Herennium son imagenes de la «memoria de palabras».
El estudiante que quiere adquirir la «memoria de palabras» co-
mienza con los mismos procedimientos que el estudiante de la «me-
moria de cosas»; es decir, ha de memorizar lugares que van a conte-
ner imagenes. Pero se enfrenta con una tarea mas dificil, pues se
necesitan muchos mds lugares para memorizar todas las palabras de
un discurso que los que se requieren para sus nociones. Los ejem-
plos de imagenes de la «memoria de palabras» son del mismo tipo
que la imagen de la «memoria de cosas», es decir, representan figu-
ras humanas de unas caracteristicas poco acostumbradas, y sorpren-
dentes, y en situaciones percusivamente dramaticas —imagines agentes
Nos disponemos a memorizar este verso:
Tam domum itionem reges Atridae parant’*.
[Aparejan ya los reyes hijos de Atreo su regreso a casa.}
Esta linea se encuentra sélo en la cita que el autor del Ad Heren-
nium hace de ella y, 0 bien la invent6 el propio autor para mostrar
30su técnica mneménica o bien la tomé de alguna obra perdida. He-
mos de memorizarla mediante dos imagenes en verdad extraordi-
narias.
La primera es «Domitius levantando sus manos hacia el cielo
mientras los Reges Marcii lo azotan». El traductor y editor del texto
de la edicién Loeb (H. Caplan) explica en nota que «Rex era el
nombre de una de las més distinguidas familias de la gens Marcia».
Quiza refleje la imagen una escena callejera en la que algunos dis-
tinguidos miembros de la familia Rex golpean a Domitius, de fami-
lia plebeya (que acaso se encuentre cubierto de sangre, para hacer-
lo mas memorable). Quizd se wate de una escena de la que el
propio autor fuese testigo. O tal vez fuera la escena de una comedia.
Mirese por donde se mire se trata de una escena percusiva y, por
consiguiente, conveniente como imagen de la memoria. Para re-
cordar la linea se la colocaba ¢n un lugar. La vivida imagen al pun-
to hacia comparecer en la mente «Domitius-Reges», y ello hacia re-
cordar por semejanza sonora con «domum itionem reges». Asi se nos
muestran, pues, los principios de una imagen de «memoria de pala-
bras», que leva a la mente las palabras que la memoria busca, por
medio de su semejanza sonora con la nocién sugerida por la imagen.
Todos nosotros sabemos cémo a veces, cuando intentamos de-
nodadamente recordar una palabra o un nombre, acude a la men-
te una asociacién, por mds absurda y aleatoria que se quiera ~algo
que se nos ha «metido» en la memoria-, que nos ayuda a sacarla
afuera. El arte clasico tan sélo sistematiza este proceso.
La otra imagen para memorizar el resto del verso es «Aesopus y
Cimber vistiéndose para los papeles de Agamenén y Mcnelao en Ifi-
genia». Aesopus era un actor tragico muy conocido, amigo de Cice-
r6n; de Cimber, evidentemente actor también, es ésta la
cién con que contamos". Tampoco se conserva la pieza que se
disponen a representar. En la imagen estos actores se estan vistien-
do para realizar los papeles de los hijos de Atreo (Agamenén y Me-
nelao). Se trata de una excitante mirada entre bastidores sobre dos
actores famosos que se maquillan (tiznar una imagen con pintura
roja la vuelve memorable segiin las reglas) y visten para representar
sus papeles, Una imagen de este tipo presenta todos los requisitos
31de la buena imagen mneménica; por consiguiente, la empleamos
para recordar «Atridae parant», los hijos de Atreo se aparejan. Esta
imagen deparaba al punto la palabra «Atridae» (aunque no por si-
militud sonora) y sugeria también «aparejar» para el regreso a casa,
a través de los actores que se aparejan para entrar en escena.
Este método de memorizaci6n del verso no funciona por si mis-
mo, dice el autor del Ad Herennium. Tenemos que repasar el verso
tres o cuatro veces, es decir aprenderlo de carrerilla segtin la mane-
ra acostumbrada, y a continuaci6n representar las palabras sirvién-
donos de las imagenes. «De esta manera el arte complementara a la
naturaleza. Pues nadie va a ser lo suficientemente fuerte por si mis-
mo, si bien debemos sefialar que la teoria y la técnica son, con mu-
cho, lo mas seguro.>" El hecho de que también hayamos de apren-
der de carrerilla el poema hace a la «memoria de palabras» un poco
menos engaiosa.
Reflexionando sobre las imagenes de la «memoria de palabras»
advertimos que nuestro autor parece ahora interesado no en los
asuntos propios del estudiante de ret6rica, tales como recordar un
discurso, sino en la memorizacién de versos de poemas 0 comedias
Para recordar con este procedimiento un poema o una comedia in-
tegramente, uno ha de imaginar «lugares» que se extienden, casi
podriamos decir que a lo largo de millas, dentro de la memoria, «lu-
gares» por los que uno se desplaza mientras recita, extrayendo de
ellos los apuntes mneménicos. ¥ tal vez la palabra «apunte» nos dé
una pista sobre el modo en que el método funcionaba. :Se apren-
dia realmente el poema de carrerilla, pero construyendo lugares
que alojasen imagenes «apunte» en intervalos estratégicos?
Nuestro autor menciona que otro tipo de «memoria de pala-
bras» habia sido elaborado por los griegos. «Sé que la mayoria de
los griegos que han escrito sobre la memoria han seguido el cami-
no de catalogar imagenes en correspondencia con un gran niime-
ro de palabras, de suerte que quien aprendiese estas imagenes de
carrerilla las tendria listas sin que le fuese necesario hacer un gran
esfuerzo a la hora de buscarlas.»" Es posible que estas imagenes
griegas para las palabras fuesen simbolos taquigraficos 0 nolae cuyo
uso se estaba poniendo de moda en el mundo latino de ese tiem-
32po". En su empleo mneménico puede presumirse, por una suerte
the estenografia interna, que los simbolos taquigraficos eran escri-
tos interiormente y memorizados en los lugares de la memoria.
Afortunadamente nuestro autor desaprueba este método, por
cuanto ni siquicra un millar de tales simbolos ready-made seria sufi-
ciente para abarcar todas las palabras usadas. A decir verdad, el aur
tor del Ad Herennium es mas bien indulgente con no importa qué
clase de «memoria de palabras»; cosa comprensible, ya que es mas
dificultosa que Ja «memoria de cosas». Se la ha de emplear como
ejercicio para fortalecer «aquella otra clase de memoria, la memo-
ria de cosas, cuyo uso es [mas] practic. De este modo podemos sin
esfuerzo pasar, por este adiestramiento dificultoso, a facilitar la
otra memoria».
La seccién sobre la memoria se cierra con una exhortaci6n al
trabajo duro. «En toda disciplina la teoria artistica es de poca utili-
dad sin un ejercicio infatigable; pero especialmente en mnemonica,
la teoria carece de todo valor si no se la hace buena con industrio-
sidad, dedicacion, trabajo y cuidado.: Has de asegurarte de que
cuentas con tantos lugares como sea posible y que éstos se ajustan
lo maximo a las reglas; en la ubicacién de las imagenes habras de
ejercitarte todos los dias.»"”
Hemos intentado comprender una suerte de gimnasia interna,
invisibles trabajos de concentracion que pueden resultarnos extra-
fios, si bien las reglas y ejemplos del Ad Herennium hacen misterio-
sas incursiones en los poderes de organizacién de las memorias an-
tiguas. Pensamos en hazafias de la memoria, registradas por los
antiguos: en como Séneca el Viejo, maestro de retérica, era capar
de repetir dos mil nombres en el mismo orden en que se le habian
dicho; y cuando en una clase de doscientos o mas estudiantes decia
cada uno, por turno, un verso, era capaz de recitar todos los versos
invirtiendo el orden, es decir, comenzando por el ultimo verso y ter
minando por el primero". O recordamos que san Agustin, instrui-
do también en la memoria como maestro de ret6rica que era, cuen-
ta que un amigo llamado Simplicio era capaz de recitar a Virgilio
empezando por el final y terminando por el comienzo”. Hemos
aprendido en nuestro libro de texto que si tenemos conveniente y
33firmemente fijados los lugares en la memoria podemos desplazar-
nos por ellos en cualquier direccién, sea hacia atrés, sea hacia de-
lante. La memoria artificial puede explicar el espanto que inspira la
capacidad que tenian Séneca el Viejo y el amigo de san Agustin de
recitar al revés. Por ftitiles que puedan parecer tales proezas, ilus
tran el respeto que se concedia en la antigiedad al hombre con una
memoria ejercitada.
Singular es en verdad el arte de este arte invisible de la memo-
ria. Refleja la arquitectura antigua, pero con un espiritu nada clé-
sico, centra su eleccién en lugares irregulares y evita los érdenes
simétricos. Esta lleno de imagenes humanas de una clase muy par-
ticular; sefalamos el lugar que hace el ndmero décimo con una ca-
ra parecida a la de nuestro amigo Décimo; vemos cierto nimero
de conocidos nuestros puestos de pie en fila; visualizamos al hom-
bre en cuestién como enfermo, o si no le conocemos, como a al-
guien que conocemos. Estas figuras humanas estan Ienas de acti-
vidad y dramatismo, son persuasivamente hermosas 0 grotescas.
Recuerdan més a las figuras de una catedral gética que propiamen-
te a las del arte clasico. Aparecen desprovistas de toda moralidad,
ya que tienen como tinica funcién la de impresionar emocional-
mente la memoria a causa de su rareza o particular idiosincrasia.
Puede, sin embargo, deberse esta impresién al hecho de que no se
nos han dado los ejemplos de imagenes de cémo recordar, pon-
gamos por caso, las «cosas» justicia o templanza y sus partes, trata-
das por el autor del Ad Herennium cuando discute la invencién de
la materia de un discurso”. El cardcter elusivo que presenta el ar-
te de la memoria es una de las mayores contrariedades para quien
hace su historia.
Aun cuando la tradici6n medieval se equivocaba realmente atri-
buyendo a Tulio la autorfa del Ad Herennium, no erraba, sin embar-
go, en su inferencia de que Tulio practicaba y recomendaba el arte
de la memoria. En su De oratore (que terminé en el 55 a. C.), trata
Cicerén sobre las cinco partes de la ret6rica con la elegante, dis-
cursiva y sefioril manera que le caracterizaba -una manera muy di-
34ferente de la de nuestro seco maestro de retérica-, y es en esta obra
donde se refiere a una mneménica que obviamente se basaba en
técnicas idénticas a las descritas en el Ad Herennium.
La primera mencién de la mnemonica se encuentra en el dis-
curso de Craso del libro primero, donde dice que de ningtin modo
a él le desagrada, como auxiliar de la memoria, «aquel método de
lugares e imagenes que se ensefia en arte»”, Después, Antonio cuen-
ta cémo Temistocles se negé a aprender el arte de la memoria «que
por primera vez se estaba introduciendo entonces», diciendo que él
preferia la ciencia del olvido a la del recuerdo. Antonio advierte que
esta frivola observacién no debe «hacer que menospreciemos el
adiestramiento de la memoria>®. Se prepara asi al lector para la bri-
ante narracién posterior en que Antonio cuenta la anécdota del
banquete fatal que ocasioné que Siménides inventase el arte, anéc-
dota con que comenzamos este capitulo. En el curso de Ia discusion
que va a continuaci6n sobre el arte de la memoria, Cicer6n da una
bien aderezada versién de las reglas.
Por tanto (a fin de no resultar prolijo y tedioso en un tema que es bien
conocido y familiar), se debe emplear un amplio niimero de lugares, que
han de estar bien iluminados, clara y ordenadamente construidos y separa-
dos por intervalos moderados [locis est utendum multis, illustribus, explicatis,
modicis intervallis}; y las imagenes han de ser activas, punzantemente defini-
das, desacostumbradas y con capacidad de salir répidamente al encuentro
y de impresionar la psique [imaginibus autem agentibus, acribus, insignitis,
quae occurrere celeriterque percutere animum possint]”*.
Con la mayor economia, ha explicado las reglas de lugares y las
reglas de imagenes, a fin de no aburtir al lector repitiendo las ins-
trucciones propias de libro de texto, que son, por lo dems, bien co-
nocidas y familiares.
A continuacién hace una oscura referencia a ciertos tipos extre-
madamente sofisticados de memoria de palabras.
[...] suministrara la practica que engendra el habito la habilidad de
usar estas [imagenes], y [las imagenes] de palabras similares, cambiadas 0
35no en cuanto al caso, extendiendo [la denotacion] de la parte a la denota-
cin del género, y el empleo de la imagen de una palabra para rememorar
la oracién entera, distinguiendo, al igual que un pintor consumado, la po-
sicién de los objetos por la modificacion de sus formas*.
Habla seguidamente sobre el tipo de memoria de palabras (des-
crito como «griego» por el autor del Ad Herennium) que enseiia a
memorizar una imagen para cada palabra, pero decide (como el Ad
Herennium) que la memoria de cosas es el capitulo més titil para el
orador.
La distincién en la memoria de palabras, esencial para nosotros, se 1o-
gra mediante una gran variedad de imagenes [en contraste con el uso de la
imagen de una palabra para la oracién entera, tema del que acaba de ha-
blar]; pues hay muchas palabras que sirven de conjunciones que ponen en
conexi6n los miembros de una oracién, y a éstas no se las puede formar con
ninguna clase de similitudes -de éstas hemos de modelar imagenes para un
uso constante-; pero es la memoria de cosas lo especificamente propio del
orador: ésta la podemos imprimir en nuestra mente mediante la habil co-
locacién de sendas mascaras [ singulis personis] que representen las cosas, de
manera que podamos captar las ideas por medio de imagenes y su orden
por medio de lugares®.
El uso de la palabra persona para la imagen de la memoria de co-
sas es interesante y curioso. :Implica que la imagen de la memoria
eleva su efecto percusivo exagerando su aspecto trégico 0 cémico a
la manera del actor que leva una mascara? Sugiere que el teatro
era la fuente habitual de las percusivas imagenes de la memoria? :O
la expresién quiere decir en este contexto que la imagen de la me-
moria es como un individuo conocido, segtin el consejo de] autor
del Ad Herennium, pero que lleva una mascara personal s6lo para es-
timular la memoria?
Cicerén nos ha suministrado un breve pero altamente conden-
sado tratado de Ars memorativa, que toca todos los puntos segun el
orden habitual. Tras comenzar con la afirmacién, introducida por
la anécdota de Siménides, de que el arte consiste en lugares ¢ ima-
36genes, pasa a discutir la memoria natural y la artificial con la habi-
fal conclusién de que el arte puede perfeccionar la naturaleza.
Continiia con las reglas de lugares y las reglas de imagenes; segui-
damente se ocupa de la discusién sobre la memoria de cosas y la
memoria de palabras. Aun cuando conviene en que la memoria de
cosas es la tinica esencial para el orador, Cicerén ha realizado evi-
dentemente entrenamientos para la memoria de palabras, y en ellos
jas imagenes de palabras se desplazan (?), cambian sus casos (?), re-
ducen una oraci6n entera a una sola imagen de palabra, visualizan-
dolo todo internamente de una manera extraordinaria, como si se
tratase del arte de un pintor consumado.
Y no es verdad lo que asevera la gente inepta [quod ab inertibus dicitur],
que la memoria queda aplastada bajo el peso de las imagenes y que incluso
Jo que podria haber sido retenido.de una manera natural, sin otra asisten=
cia, queda oscurecido: pues yo mismo he encontrado hombres eminentes
dotados de una memoria casi divina [summos homines et divina prope memo-
ria), a Cérmadas en Atenas y a Metrodoro dé Escepsis en Asia, del que se di-
ce que vive todavia; ambos acostumbraban a decir que escribjan lo que que-
rian recordar en determinados lugares de su posesién valiéndose de
imagenes, como si estuviesen inscribiendo letras en cera. De aqui se signe
que esta prictica no puede ser usada para sacar algo de la memoria si pre-
viamente no se tiene memoria por naturaleza, pero sin duda se la puede
obligar a comparecer si est ocull
En estas concluyentes palabras de Cicerén sobre el arte de la me~
moria aprendemos que la objecién que se ha levantado siempre
contra el arte clasico a todo lo largo de su historia subsiguiente -y
que atin hoy aduce todo aquel al que se Je habla de ella~ tuvo sus
voceros en la antigitedad. Eran gentes inertes 0 perezosas o inhabi-
les las que en tiempos de Cicerén tomaban el punto de vista del sen-
tido comain, que, personalmente, suscribo de todo corazon —como
he explicado antes, yo soy s6lo una historiadora del arte, no una
practicante-, punto de vista segtin el cual todos estos lugares e ima-
genes terminarian enterrando bajo un cimulo de cascotes Ja mas
pequefia cosa que uno recuerda naturalmente. Cicer6n es un cre-
37yente y un defensor. Sin duda él tenia por naturaleza una memoria
visual fantasticamente aguda.
e¥ qué pensar de esos hombres eminentes, Carmadas y Metro-
doro, con los que se encontré y cuyos poderes memoristicos eran
«casi divinos»? Asi como era orador con una memoria espléndida-
mente adiestrada, Cicerén era asimismo platonista en filosofia, y pa-
ra un platonista la memoria presenta connotaciones especiales.
Qué quieren decir el orador y el platonista cuando hablan de me-
morias «casi divinas»?
El nombre de Metrodoro de Escepsis reverberaraé en muchas de
las paginas ulteriores de este libro.
La més temprana obra sobre retérica de Cicerén es De inventio-
ne, escrita treinta afios antes que el De oratore, en la misma época
aproximadamente en que el desconocido autor del Ad Herenniumse
hallaba compilando su libro de texto. Nada nuevo podemos apren-
der en el De inventione sobre lo que pensaba Cicerén en relacién con
la memoria artificial, pues el libro sdlo tiene que ver con la primera
parte de la retérica, es decir, con la inventio, con la invencion 0 com-
posicién de la materia de un discurso, compilacién de las «cosas» so-
bre las que versard el discurso. A pesar de esto, al De inventionele iba
a corresponder un papel muy importante en la historia posterior
del arte de la memoria, ya que fue a través de las definiciones de las
virtudes que Cicerén dio en esta obra como la memoria artificial pa-
86 a ser en la Edad Media parte de la virtud cardinal de la prudencia.
Hacia el final del De inventione, Cicer6n define la virtud como
«habito de la mente en armonia con la raz6n y el orden de Ja natu-
raleza», definicién estoica de la virtud. Afirma a continuacién que
la virtud tiene cuatro partes, a saber: prudencia, justicia, fortaleza y
templanza. Subdivide cada una de las cuatro virtudes principales en
sus partes correspondientes. La definicién que da de la prudencia y
Sus partes es como sigue:
La prudencia es el conocimiento de lo que es bueno, de lo que es malo
y de lo que no es ni bueno ni malo. Sus partes son memoria, inteligencia,
providencia [ memoria, intelligentia, providentia). Memoria es la facultad por
la que la mente recuerda lo que ha ocurrido. Inteligencia es la facultad por
38Ia que se confirma lo que es. Providencia es la facultad por la que se ve que
algo va a ocurrir antes de que ocurra”.
La definicién que Cicerén da de las virtudes y sus partes fueron
una fuente importante para la formacién de lo que posteriormente
pas6 a ser conocido como las cuatro virtudes cardinales, Cuando Al-
berto Magno y Tomas de Aquino tratan de las virtudes en sus Sum-
‘mae, citan las tres partes de la prudencia de Tulio. Y fue el hecho de
que Tulio hiciese a la memoria parte de la prudencia el factor prin-
cipal de su recomendacién de la memoria aritificial. El razona-
miento era hermosamente simétrico y estaba relacionado con el he-
cho de que en la Edad Media se agrupaban juntamente el De
inventione y el Ad Herennium, como si ambas fueran obras de Tulio;
se conocia a las dos obras respectivamente como Retérica Primera y
Segunda de Tulio; Tulio afirma en su Retérica Primera que la me-
moria es una parte de la prudencia; en su Retérica Segunda, dice
mar
que existe una memoria artificial por la que se puede perfec
la memoria natural. En consecuencia, la practica de la memoria ar-
tificial es una parte de la virtud de la prudencia. Es desde ese pun-
to de vista desde el que Alberto y Tomds citan y discuten las reglas
de la memoria artificial.
EI proceso por el que la Escolastica desconecté la memoria de la
ret6rica y la trastad6 a la ética lo estudiaremos mas por extenso en
un capitulo posterior. He hecho, como avance, una breve referen-
cia al tema en este lugar, ya que uno se pregunta si el uso pruden-
cial 0 ético de la memoria artificial fue enteramente inventado en la
Edad Media o si, también en este caso, tenia una raiz antigua. Los
estoicos, ya lo sabemos, concedieron una gran importancia al con-
trol moral de Ja fantasfa como parte importante de la ética. No te-
nemos actualmente ningtin medio para saber, como hemos men-
cionado anteriormente, cudles eran las representaciones de las
«cosas» prudencia, justicia, fortaleza y templanza en la memoria ar-
tificial. Habria tenido la prudencia, por ejemplo, una forma mne-
ménica percusivamente hermosa, una persona como alguien que
conocemos, que sostiene o tiene agrupadas en torno imagenes se-
cundarias como recuerdo de sus partes, en analogia con las partes
39del caso contra el hombre acusado de envenenamiento que forma-
ban una imagen mneménica compuesta?
Quintiliano, hombre eminentemente sensato y educador de ca-
lidad, era el maestro senero de retorica en la Roma del siglo 1d. C.
Escribié su Institutio oratoria mas de un siglo después que Cicerén su
De oratore. A despecho del gran peso que se concedia a la recomen-
dacién que Cicerén hiciera de la memoria artificial, pareceria que
su valor no se daba por supuesto en los circulos directrices de ret6-
rica romanos. Dice Quintiliano que algunas gentes dividen la ret6ri-
ca solamente en tres partes, sobre la base de que la memoria y la ac-
tio nos vienen «por naturaleza, no por arte», Su propia actitud
respecto a la memoria artificial no deja de ser ambigua; pese a ello
le concede una gran relevancia.
Al igual que Cicer6n, Quintiliano introduce su relacién del arte
con la anécdota de su invencién por Siménides, relatando una idén-
tica, en lo principal, a la contada por Cicerén, si bien presenta al-
gunos detalles diferentes. Agrega que se encuentran en autoridades
gtiegas muchas y buenas versiones de la anécdota y que su amplia
circulacién contempordnea se debe a Cicerén.
Este logro de Simonides parece haber dado nacimiento a la observaci6n
de que la memoria se ve auxiliada si se estampan lugares en la mente, lo
que todos pueden creer comprobndolo experimentalmente. Pues cuando
Tegresamos a un lugar tras una ausencia considerable, no s6lo reconocemos
el propio lugar, sino que recordamos cosas que alli hicimos, y comparecen
las personas que encontramos y aun los indecibles pensamientos que pasa-
ron por nuestras mentes cuando alli estuvimos. Asi, como en la mayoria de
los casos, el arte se origina a partir de la experimentaci6n.
Se escogen lugares y se les ponen sediales con la mayor variedad posible,
asi una casa espaciosa se divide en cierto ntimero de habitaciones. Todo lo
que dentro haya de notable se imprime diligentemente en la mente, a fin
de que el pensamiento pueda recorrer todas las partes sin estorbo ni em-
barazo. La primera tarea es asegurar que no habré dificultad en caminar
Por estos lugares, pues esa memoria debe estar tan firmemente establecida
que pueda ayudar a otra memoria. A continuacién lo que ha sido anotado
40o pensado se sefializa por medio de un signo que nos sirva de recordatorio.
Este signo puede proceder de la entera «cosa», como navegacién o guerra,
o bien de alguna «palabra»; pues lo que se escapa de la memoria es reco-
prado con el aviso de una sola palabra. Comoquiera que sea, supongamos
que tomamos el signo de la navegaci6n, como, por ejemplo, un ancla; o de
la guerra, como, por ejemplo, un arma. A estos signos se los dispone de la
siguiente manera: a la primera nocién se la ubica, como si dijéramos, en el
patio anterior a la casa; la segunda, digamos, en el atrio; al resto se lo colo-
ca ordenadamente en torno al impluvium, y se lo encomienda no sélo a los
dormitorios y salones, sino incluso a las estatuas y otras cosas semejantes.
Hecho esto, cuando se precisa reavivar la memoria, se comienza por reco-
rrer todos los lugares desde el primero, demandandoles lo que se les ha
confiado, de lo que uno se acordaré por medio de la imagen. De este mo-
do, aun cuando sean numerosas las particularidades que uno precisa re-
cordar, todas quedan eslabonadas; las unas trabadas con las otras, como en
un coro, de manera que lo que va a continuacién no puede desviarse de lo
que tiene delante, a Jo cual queda ensamblado, siendo el tinico requisito
una labor preliminar de aprendizaje.
Precisamos, por tanto, lugares, ya reales ya imaginarios, e imagenes, que
hemos de inventar. Las imagenes son las palabras con las que anotamos las
cosas que hemos de aprender, de suerte que Cicerén dice: «
", «la facultad cogitati-
va piensa sus formas en disefios mentales»", «no se puede aprender
o entender nada, si no se tiene la facultad de la percepcidn; incluso
cuando se piensa especulativamente, se ha de tener algiin diseiio
mental con el que pensar»,
Para la Escoléstica y para la tradicién de la memoria que la suce-
dié habia un punto de contacto entre la teorfa mneménica y la teo-
ria aristotélica del conocimiento en la importancia que ambas asig-
naban a la imaginaci6n. Las afirmaciones de Aristoteles acerca de la
imposibilidad de pensar sin un disefio mental son continuamente
alegadas para sostener el empleo de las imagenes de la mneménica.
Y el propio Aristételes se vale de las imagenes de la mnemonica pa-
ra ilustrar lo que dice a propésito de imaginacién y pensamiento.
Pensar, dice, es algo que podemos hacer siempre que deseemos,
«pues es posible poner cosas ante nuestros ojos como hacen aquellos
52que inventan mneménicas y construyen imagenes»". Compara la de-
liberada seleccién de imagenes mentales sobre las que pensar con la
deliberada construcci6n de im4genes mediante las que se recuerda
en la mneménica.
De memoria et reminiscentia es un apéndice de De anima y comien-
za con una cita de esta obra: «Como antes se ha dicho en mi trata-
do Sobre el alma a propésito de la imaginaci6n, es imposible pensar
sin un disefio mental», La memoria, prosigue, pertenece a la mis-
ma parte del alma que la imaginacién; es un archivo de disefios
mentales, procedentes de las impresiones sensoriales con Ia afiadi-
dura del elemento temporal, pues las imagenes mentales de la me-
moria no arrancan de la percepcién de las cosas presentes sino de
las pasadas. En cuanto que la memoria forma, de este modo, parte
de la impresi6n sensorial, no es privativa del hombre; también al-
gunos animales pueden recordar. Por su lado la facultad intelectual
entra en accién en la memoria, pues es en ella donde el pensa-
miento opera sobre las imagenes almacenadas procedentes de la
percepcién sensorial. :
Se hace asemejar el disefio mental, procedente de la impresi
sensorial, a una suerte de retrato pict6rico, «cuyo mas duradero es-
n
tado describimos como memoria»", y se considera la formacion de
la imagen mental como un movimiento, como el movimiento de ha-
cer un grabado en cera con una sortija de sello. Es de la edad y el
temperamento de la persona de lo que depende el que la impresion
perdure largo tiempo en la memoria o se borre pronto.
Algunos hombres en presencia de considerables estimulos no tienen me-
moria a causa de enfermedad o por la edad, como si un estimulo o un sello
se imprimiese en agua fluyente. El trazo no les produce impresi6n alguna
por estar gastados como viejos muros de edificios, 0 por la dureza frente ala
recepcién de la impresién. Por esta raz6n tanto los muy j6venes como los
muy viejos tienen pobres memorias; se encuentran en estado fluido, el joven
porsu crecimiento, el viejo por su declinacién. Por la misma raz6n ni el muy
rapido ni el muy lento parece que tengan buenas memorias; los primeros
son més blandos de lo que debieran, y los segundos, mas duros; en el pri-
mero el disefio no permanece, en el segundo no produce impresin”.
53Arist6teles distingue la memoria de la reminiscencia 0 recorda-
n de un conocimiento o sensa-
cién. Recordacién es la recupera
cién habidos anteriormente. Es el esfuerzo deliberado por hacerse
camino entre los contenidos de la memoria, a la caza del contenido
que se intenta recordar. En este esfuerzo, Aristételes subraya dos
principios, conectados entre si. Se trata de los principios de lo que
nosotros Ilamamos asociaci6n, si bien él no emplea este término, y
orden. Comenzando por «algo similar, 0 contrario, o intimamente
conectado»* con lo que buscamos, llegaremos a ello. Se ha descrito
este pasaje como la primera formulacién de las leyes de la asocia-
cién por similaridad, disimilaridad y contigiidad”. Debemos asi-
mismo intentar recuperar el orden de los acontecimientos 0 las im-
presiones que nos puedan guiar al objeto de nuestras pesquisas,
pues los movimientos de la recordacién siguen el mismo orden que
los acontecimientos originales; y las cosas que resulta ms facil re-
cordar son aquellas que tienen un orden, como las proposiciones
matematicas. Pero necesitamos un punto de partida para iniciar el
esfuerzo de la recordacién.
Ocurre a menudo que no se pueda recordar en el momento, pero se
puede buscar lo que se quiere y se llega a encontrar. Esto sucede cuando al-
guien inicia muchos impulsos hasta que por fin inicia aquel que seguird el
objeto de su busqueda. Pues el recordar depende realmente de la existen-
cia potencial de la causa estimulante [...] Pero es necesario tener seguro el
punto de partida. Por esta razén hay quienes usan lugares [Témuv] en sus
tareas de recordacién. La raz6n de esto es que se puede pasar rpidamen-
te de un escalén al siguiente; por ejemplo, de la leche a lo blanco, de lo
blanco al aire, del aire a la niebla; después de lo cual uno recuerda el oto-
fio, en el supuesto de que intente recordar esa estacién®.
Lo que resulta cierto aqui es que Arist6teles se esta metiendo en
los lugares de la memoria artificial para ilustrar sus observaciones
sobre la asociaci6n y el orden en el proceso de la recordacién. Pe-
ro, al margen de esto, el sentido del pasaje es muy dificil de seguir,
cosa admitida por sus editores y anotadores®. Es posible que los es-
calones por los que uno pasa répidamente de la leche al otofto ~en
54el supuesto de que se intente recordar esa estacién— dependan aca-
so de la asociacién césmica de los elementos con las estaciones. O
bien el pasaje esté corrompido y es tan fundamentalmente incom-
prensible como aparece.
Le sigue inmediatamente un pasaje en el que Aristételes habla
de la recordacién que se comienza en cualquier punto de la serie.
Hablando en términos generales, el punto medio parece un buen pun-
to de partida; pues se recordara cuando se llega a ese punto si es que no an-
tes, 0, por el contrario, uno no recordaré desde ningtin otro punto. Sup6n,
por ejemplo, que alguien piensa en una serie, que se puede representar
con las letras ABCDEFGH; si en E uno no logra recordar lo que queria, lo
logra, sin embargo, en
recciones, es decir, hacia D o hacia F. Sup6n que alguien busca Go F, Jo ha-
bra recordado al llegar a C, si busca G 0 F. Si no, entonces Ilegando a A.
lesde aquel punto es posible viajar en ambas di-
Siempre se logra éxito de este modo. A veces es posible recordar lo que
queremos, a veces no; la raz6n de ello es que es posible viajar desde un pun-
to de partida idéntico en mas de una dirécci6n; por ejemplo, desde C po-
demos ir directamente a F 0 sélo a D**.
Comogquiera que anteriormente se ha asemejado el tren de la re-
cordacién al locus mneménico, podemos recordar, en conexi6n con
este bonitamente embarullado pasaje, que una de las ventajas de la
memoria artificial era que su poseedor podia partir de no importa
qué punto de sus lugares y caminar por ellos en cualquier direcci6n.
Para su propia satisfaccidn, los escolasticos probaron que el De
memoria et reminiscentia proporcionaba justificacion filos6fica a la
memoria artificial. Es, con todo, muy dudoso que fuese esto lo que
Aristételes queria decir. Las referencias a las técnicas de la mnemé-
nica parece que solo las emplea como ilustraciones de su tema.
La metafora empleada en las tres fuentes latinas a propésito de
la mneménica, que compara la escritura interna o impresién de las
imagenes de la memoria en los lugares con la escritura en una ta-
blilla de cera, es obviamente una sugestién dada por el empleo que
5Bse hacia en la época de la tablilla de cera para escribir. Sin embar-
80, pone asimismo en conexién la mneménica con la antigua teo-
ria de la memoria, como advirtié Quintiliano cuando, en su intro-
duccién al capitulo de mneménica, sefalé que él no proponia
detenerse en las funciones precisas de la memoria, «aun cuando
muchos mantienen el punto de vista de que las impresiones se gra-
ban en la mente de manera andloga a las que una sortija de sello
graba en la cera»®.
Hemos citado antes el uso que Aristételes hace de esta metafora
a propésito de las imagenes procedentes de las impresiones senso-
riales, que son como la impronta del sello en Ia cera. Tales impre-
siones son para Aristételes la fuente basica de todo conocimiento;
aun cuando sean refinadas y abstraidas por cl intelecto agente, sin
ellas no puede darse pensamiento 0 conocimiento, pues todo co-
nocimiento depende de las impresiones sensoriales.
Plat6n usa la metéfora de la impronta del sello en el famoso pa-
saje del Tveteto en el que Sécrates supone que hay un bloque de ce-
ra en nuestras almas —de cualidad variable segtin los individuos— y
que éste es «el regalo de la Memoria, madre de las Musas». Siempre
que vemos, ofmos 0 pensamos algo, estamos colocando esta cera ba-
jo las impresiones y los pensamientos, ¢ imprimiendo en ella como
si hiciésemos impresiones con un sello®.
Mas Platén, a diferencia de Aristételes, cree en la existencia de
un conocimiento que no deriva de las impresiones sensoriales, un
conocimiento que constituyen, latentes en nuestras memorias, las
formas 0 moldes de las Ideas, de aquellas realidades que conocia el
alma antes de su descenso a este mundo inferior. El conocimiento
verdadero consiste en adecuar las improntas de las impresiones sen-
soriales al molde o impronta de aquella otra realidad superior, de la
que las cosas inferiores de aqui son reflejos. En el Fedén se desarro-
la el tema de que todos los objetos sensibles pueden ser referidos a
ciertos tipos de los que son semejanzas. No es en esta vida donde he-
moS visto o aprendido los tipos, sino que los vimos antes de que
nuestra vida comenzase, y esté en nuestras memorias su conoci-
miento innato. El ejemplo dado sugiere referir nuestras percepcio-
nes sensoriales de objetos iguales a la Idea de la Igualdad, que es in-
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