Desigualdades
educativas
y educación de calidad
Primer documento para el debate
Noviembre 2022
Desigualdades educativas
y educación de calidad
Primer documento para el debate
La realidad educativa es plural, dinámica y compleja. Las problemáticas son muchas, pero también
son muchos los cambios que sucedieron en nuestra sociedad y nuestro sistema educativo en las
últimas décadas. Nuestras escuelas están en movimiento permanente, más allá y más acá de las
normativas y las políticas educativas. Las miradas al respecto son diversas. Sea para acordar o para
disentir sobre el diagnóstico y sobre lo que debemos hacer para sostener el derecho a aprender, son
necesarios espacios de encuentro. Esta serie de documentos son el resultado de esta vocación por
convocar actores y actrices en diferentes posiciones y con diferentes perspectivas con el objetivo de
establecer pisos mínimos de debates, derechos y necesidades, sobre los cuales construir horizontes
de futuro para la educación argentina.
Lineamientos generales
En septiembre de 2022 el Instituto de Capacitación e Investigación de los Educadores de Córdoba
(ICIEC-UEPC), la Universidad Pedagógica Nacional y el Municipio de Pilar organizaron la Jornada
por el Derecho a la Educación, en la que se desarrollaron tres paneles: “Desigualdades educativas
y educación de calidad”, “¿Qué evaluaciones estandarizadas precisa el sistema
educativo?” y “Políticas públicas para una educación de calidad”. El primer panel tuvo
como objetivo principal analizar y debatir sobre el diagnóstico histórico y los desafíos futuros en
materia de desigualdades educativas en Argentina.
Desde sus diversos recorridos políticos, institucionales y académicos, Cora Steinberg1, Nora Gluz2,
Gabriel Brener3 y Gonzalo Gutierrez4 analizaron diversos aspectos de la construcción del derecho de
acceso de las y los jóvenes a la escuela, de las obligaciones del Estado como garante de este derecho y
de otros asociados como la apropiación del conocimiento, la calidad de la educación y la terminalidad
educativa.
1. Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF - Argentina).
2. Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y Universidad de Buenos Aires (UBA).
3. Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), Universidad de Buenos Aires (UBA) y Sindicato Unificado de Trabajadores
de la Educación (SUTEBA).
4. Instituto de Capacitación e Investigación de los Educadores de Córdoba (ICIEC-UEPC).
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Es importante destacar que el panel evidencia un sólido consenso en las temáticas abordadas en
términos generales, por lo que este documento de síntesis se organiza planteando, en primer lugar,
los balances en cuanto a logros del sistema educativo argentino en los últimos años y, en segundo
lugar, los lineamientos de desafíos futuros en materia de desigualdades educativas en el país.
Logros de la educación argentina en el siglo XXI
Buena parte de las exposiciones se concentraron en las transformaciones del nivel secundario en
los últimos años. Este nivel del sistema educativo argentino muestra tasas altas de inclusión para
los valores promedio de la región y tiende cada vez más hacia la cobertura universal (un grado de
cobertura que el nivel primario ya exhibe). Para las y los expositores, lograr esto no solo implicó que
el Estado sostuviera y mejorara las condiciones materiales de vida para las familias cuyos jóvenes
habían quedado excluidas y excluidos durante décadas de algunos niveles del sistema educativo.
También requirió que las escuelas se transformaran, diversificaran sus formatos, generaran nuevos
arreglos institucionales y modificaran profundamente sus prácticas pedagógicas.
También se observó un claro consenso en cuanto a la identificación del contexto “virtuoso” para
el advenimiento de estas mejoras: el marco sociopolítico de estas progresos históricos a nivel del
sistema es el de un Estado y un sector público presente y activo, que invirtió recursos económicos
y didácticos en educación y “llenó de libros las escuelas”. Sin embargo, también se señaló con
preocupación la difusión de los diagnósticos descontextualizados de un sistema educativo en crisis
y franca decadencia en la opinión pública. Los discursos decadentistas tienen amplia cobertura y
espacio mediático en la agenda pública, aún cuando la idea de que “la escuela de antes era mejor que
la de ahora” no encuentra, para muchos de los y las expositoras, fundamentos empíricos suficientes
y consistentes para tal diagnóstico crítico.
También existió acuerdo en cuanto al piso de debates con el que contamos en la actualidad en materia
educativa. Si hoy podemos discutir los problemas de la calidad y el aprendizaje es porque hemos
construido un consenso firme en torno a que la escuela es el lugar seguro y cuidado para que las y
los jóvenes habiten, y que es el espacio fundamental para construir aprendizajes significativos. Es
en la escuela y es para todos. Hace algunas décadas la idea de que todas y todos los jóvenes debían
acceder a la escuela secundaria estaba lejos de tener el apoyo transversal con el que hoy podemos
contar.
Sin negar que en la actualidad existen profundos problemas, particularmente en cuanto a
rendimientos escolares, algunos expositores consideraron necesario manifestar que previo a la
llegada de la pandemia Covid-19, los resultados educativos, tanto a nivel de tendencias del sistema
como a nivel de aprendizajes, habían comenzado a mostrar mejoras. Ahora bien, si la pandemia no
generó aún más rupturas y brechas es porque escuela y docentes mostraron un gran trabajo y esfuerzo
por sostener los lazos humanos y pedagógicos en el marco de una crisis mundial sin precedentes en
las últimas décadas.
Desafíos futuros de la educación argentina con perspectiva de igualdad
A la hora de construir lineamientos y miradas sobre el futuro, aparecieron con mayor claridad los
matices en cuanto a los distintos niveles del sistema. A diferencia de los niveles primario y secundario,
e incluso del inicial, la sala de 3 y el jardín maternal todavía tienen cuotas muy bajas de cobertura y
generan desigualdades al inicio de los trayectos escolares.
Por otra parte, como se había señalado, si bien la cobertura en el nivel secundario es alta, todavía
existe un núcleo duro de jóvenes excluidas y excluidos del sistema educativo. No es responsabilidad
de las familias ni de las y los individuos incluir a las juventudes que tienen vulnerado su derecho a la
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educación, sino que es el Estado quien debe garantizar ese acceso que aún hoy nos falta. Además, la
intensidad de la presencia de las y los estudiantes en la escuela es heterogénea, desigual e inestable. Las
trayectorias de entrada y salida y la falta de oferta educativa en algunos espacios (fundamentalmente
en el marco de la ruralidad) complejiza la tarea de garantizar aprendizajes significativos en el paso
por la escuela.
En este sentido, muchos expositores volvieron sobre la idea de que garantizar también el acceso
al conocimiento y la calidad de los aprendizajes aparecen como desafíos primordiales a futuro
para posibilitar la construcción de proyectos de vida y el ejercicio de la ciudadanía entre las y los
estudiantes. Por ello, se marcó también la necesidad de superar y trascender los diagnósticos que
han asociado exclusivamente la baja calidad y rendimiento educativos con las condiciones de pobreza
(ocluyendo la mirada sobre las desigualdades). Esto ha generado intervenciones fragmentadas y, por
momentos, procesos de estigmatización que redoblan y reproducen las desigualdades educativas.
Finalmente, se recuperó también la dimensión de la tasa de terminalidad como un eje fundamental
de trabajo a futuro: esta tasa aparece todavía como un punto crítico (apenas más de la mitad de las y
los estudiantes terminan la escuela secundaria “en tiempo y forma”), aunque en las últimas décadas
haya mejorado sustancialmente.
Los participantes del panel acordaron que buena parte de las desigualdades de cobertura y
desempeño escolar se explican por las desigualdades socioeconómicas de origen. Es un objeto de
debate fundamental qué puede y qué no puede hacer la escuela en este ámbito de acción. En cambio,
las desigualdades específicas relacionadas con la oferta educativa, marcan un curso de acción más
claro para el ámbito educativo. En el panel se manifestó enfáticamente que hacen falta más escuelas,
con más docentes, más tiempo de trabajo interdisciplinario y orientación a los intereses del territorio.
En pocas palabras, la educación necesita más espacio y más tiempo. No se trata solamente de un
modelo de sociedad desigual y repleto de tensiones, sino también de un modelo pedagógico con
sus propias contradicciones. En este aspecto se mostró hasta qué punto es necesario volver sobre
un piso común mínimo de aprendizajes, un currículum minimalista, que permita disminuir la
heterogeneidad en la enseñanza, y construir gradualmente un modelo de trabajo y una organización
laboral acorde al modelo pedagógico que sostenemos con perspectiva de igualdad.
En este sentido, algunos expositores señalaron como fundamental el debate por definir los focos
o núcleos de evaluación que necesitamos: si apostamos por darle peso a contenidos curriculares y
transversales como ESI, esto no debería quedar fuera de lo que evaluamos. La escuela, se recordó,
es mucho más que la enseñanza de lengua y matemática: es un espacio de formación ciudadana,
de construcción solidaria y sensibilización ante las desigualdades, de aprendizaje acompañado
para la participación política. Si estos no son conocimientos “medibles” en pruebas tal y como las
conocemos, debemos darnos la tarea de definir cómo le damos densidad y reconocimiento también
a estos aprendizajes.
También se señaló la necesidad de saber más sobre la composición de nuestro cuerpo docente: las
evaluaciones estandarizadas se aplican año a año pero hace casi una década que no relevamos un
censo docente. Esta información resultaría valiosa para definir campos de actuación e intervención
crítica en formación, pero también en la posibilidad de conocer las condiciones de trabajo, formación
y experiencias pedagógicas de quienes sostienen la vida cotidiana de las escuelas.
Por esto también se manifestó que, sobre todo luego de la pandemia, darle centralidad a la atención
del bienestar socioemocional de estudiantes y docentes y del trabajo sobre el miedo post-pandemia
desde la práctica de la escucha, parecen tareas relevantes en el horizonte de formar sujetos de
derecho integrales. Que la escuela constituya un espacio de cuidado y aprendizaje también para
jóvenes adolescentes con hijas e hijos es un objetivo central de la política educativa actual.
Así, las exposiciones confluyeron en un modelo de política educativa que necesita basarse en la
protección de la inversión educativa estatal, en el crecimiento de la producción y distribución de
materiales para la enseñanza y en la generación de evidencia y monitoreo de la educación, pero
orientada con claridad a los intereses y necesidades de los protagonistas en la escuela.