Sanctissimum Mortis
Parte. 1
13 Visiones en poesía y prosa sobre la Santísima Muerte.
Dedicado a Pablo Barrera y al templo que preside.
1
A veces me escondo en una curva,
para atrapar a los incautos y recordarles su infancia o su vejez.
A veces soy espada, sierra o daga,
precisa, vertical y descendente.
A veces soy pólvora, hollín y fuego.
Me cuelgo del tiempo, esperando mi propio fin que no llega nunca.
Cuando afilo mis dientes los inocentes huyen, sin saber que soy la cura, el renacimiento.
Danzo libre en la rueda de la vida.
Danzo libre en la rueda de la ley,
días y noches enteros,
en climas árticos,
en desiertos sin nombre.
Nadie comprende mi naturaleza,
pues conocerme es el olvido y el retorno,
Es ser de nuevo respiración y vida.
El ciclo se repite y a veces me aburre
Estoy cansada de esperar el último adiós,
Cansada de agarrar en la palma de mis manos el último beso,
la última exhalación, el último suspiro.
Nadie vive ya en mis brazos,
me convertí en el espejo de su miserable ignorancia,
me camuflé en la creencia,
fui quimera,
delirio religioso,
alucinación nocturna,
sagrada y blasfema,
fatal y necesaria.
Pero he ayudado a los que me adoran y me aman,
a los que me dan casa y regalos.
Vivo, siento, persisto en mi tarea,
no distingo razas ni credos, opinión o lenguaje.
Yo soy la barrera y el camino entre este mundo y lo que existe fuera de él.
Vivo, siento, persisto en mi tarea.
No distingo entre posición social, religión o etiquetas vanas.
Soy la fuerza centrífuga en la rueda del tiempo.
Vivo, siento, persisto en mi tarea,
No importa cuánto odio,
no importa cuanta ira deba soportar,
No importa cuantas lágrimas y cuanta sangre.
Yo soy la Muerte, la sagrada, la santísima, la extática, la dolorosa, la placentera, la dulce, la
amarga, la sublime y trascendente Muerte.
Me han asignado la tarea hierofántica de regular lo Eterno con el Cambio.
Djinn
Andaba Indiferente y cabizbajo, como siempre, buscando una salida a mi ansiedad, tanteando
un cigarrillo.
Cavé profundo, la nicotina ya no bastaba, la cocaína ya no bastaba, el sexo ya no bastaba, la
comida ya no bastaba.
Ansiaba satisfacción continua, libre de engaño. Simple como un niño y su juego favorito.
Me sumergí profundo, las relaciones familiares ya no bastaban, las relaciones de pareja ya no
bastaban.
Fui más allá de mí mismo, sentado bajo un árbol. Ese día, en el suelo del abismo, distinguí
pupilas de fuego en una osamenta sentada en un árbol, sostenía una rosa negra en las manos, y
un rubí escarlata coronaba su frente con un brillo único y perfecto.
El esqueleto proyecto una figura translúcida parecida a un cuerpo, cuerpo semejante al mío,
rasgos familiares. Sin embargo, todo el conjunto pertenecía a otro plano de manifestaciones. A
otra esfera de leyes, a otro universo. Compartimos el espacio. Mis células son suyas, mis
nervios son sus nervios. Pero él es otro. Se aleja a medida que me acerco. A través de su
palabra lo voy conociendo. Aunque habla poco, me deja anclado, ansioso en la espera.
Yo me sé diferente del genio. Pienso en idioteces todo el tiempo.
Pero cuando él, saliendo de aquel árbol, extiende hacia mí su voz. Yo escucho, callado y muy
atento.
Él vive una vida paralela y análoga, se posa dónde le plazca, el océano profundo, Saturno,
nuestra casa. Pero la mayor parte del tiempo vive alejado de nuestro cuerpo.
En breves momentos, cuando mi mente es clara, precisa y fuerte. Agarra mis manos, enciende
mis ojos, desprende mis pies del suelo.
Me otorga visiones, del desierto, del mar, de otra realidad, de otro planeta, de otros sistemas,
de otras leyes, de otra consciencia. Se sienta y me explica, con una voz condescendiente: Niño,
la Muerte es el comienzo.
3
Thanatos.
No queda en mi mente un solo espacio para la paz
lejos de la inconsciencia
Me dejo seducir por los murmullos que esconden
todas las cosas que duermen
Cierta mirada nos vigila
Íntima y furtiva
abarca cada palmo de nuestro cuerpo.
El velo de la noche nos envuelve y nos incita
a caer en el delirio que la seducción de la luna nos induce.
Mientras,
el olor de la savia que destilan algunas sombras prófugas
nos satura y aniquila.
La noche nos devuelve al origen
al tamborileo y a los espasmos febriles,
a las danzas en torno a una fogata
La noche nos recuerda el nacimiento de los símbolos.
Y del espacio curvo henchido de luz estelar
nace la daga que cala profundo
nace el aullido que quiebra el tímpano
nacen los pasos que se traducen
en horror en nuestros ojos
nacen las sutiles profecías
de la muerte y la locura.
4
Seth
Son Uno,
lo inmediato,
lo pasado,
lo futuro.
He peleado,
he muerto.
Ahogado en sangre,
he gritado.
Me he acurrucado como perro sin filo a llorar la pérdida,
el desengaño,
la vuelta al interior,
la mirada estática
He muerto,
ahogado por la restricción.
Me he perdido en el hábito,
me han encerrado en un círculo,
cegado, disperso, destruido, desterrado.
Mis entrañas carcomidas, mis huesos rotos.
Hasta escuchar el verbo de la carne pútrida y descompuesta
Hasta escuchar aquel tono
aquella Melodía.
Escucha
La voluntad dirige,
la consciencia recibe y preserva,
la razón mata,
el subconsciente descifra,
la imaginación crea.
¿El Bien?
¿El Mal?
Ja!!!!
Guerra y búsqueda.
Aléjate del camino trazado,
Vuelve a conocer el fuego,
Enterrada en lo profundo
la Piedra.
Aléjate del destino del mundo.
Camina
Sin sosiego o remordimiento,
Sin culpa, reticencia o duda.
Camina
Aléjate de la ruta trazada
Observa el abismo como quien observa a un viejo amigo
Y de una clavada certera
Escucha aquella Melodía
aquel ritmo tácito y subterráneo
aquel sendero entre este mundo y el otro.
Irrebatible
- Hay vida después de la muerte hermano!, me grita, con los ojos desencajados, incendiados de
asombro. Luego de pasarse horas leyendo sobre el tema en nuestro cuarto.
- ¡De nuevo con eso! ¡Quiero pruebas definitivas! le grito aún más fuerte.
- ¡Esta es la prueba! ¡Mi diario se encuentra bajo un piso falso tapado por mi cama!
- ¡Déjate de estupideces, no entiendo como lo que me dices puede probar nada!
Despierto, en la cama contigua a la mía, su respiración ha cesado.
6
Exorcismo
De su infancia recuerda el extremo metálico del cinto, la iglesia, la biblia, el silencio de su
madre. De su adolescencia recuerda una mano quebrando su rostro, los delirios religiosos de su
padre, las lecturas obligadas del santo libro. De su adultez recuerda tres asesinatos.
Estos recuerdos lo inundan una y otra vez. No puede salir de este ciclo repetitivo.
A veces siente algunos pasos, pero los siente como si fueran vagas alucinaciones, los siente
lejanos, ligeros.
Alguien toca su puerta, esta vez logra escuchar con claridad, la mera presencia de aquel sujeto
logra evadirlo de su memoria.
El hombre realiza unos movimientos precisos. Siente que su cuerpo se eleva, se eleva
indefinidamente.
La última frase que logra percibir es:
Señora, no se preocupe, le aseguro que no volverá a oír ruidos extraños en esta casa.
Oráculo
Recuerdo la curva que volcó el auto, sus voces, sus voces múltiples cuchicheando en el asiento
trasero. Recuerdo la daga, precisa, vertical. Recuerdo la hoguera, firme ascendente,
incendiando cada uno de mis nervios. Era necesario, todo era necesario. Innumerables veces
debemos morir para volver a nuestra infancia.
8
Origen
Aquí el tiempo se ha detenido o se ha descontrolado.
Un tambor lleva el ritmo, a veces pausado y uniforme, otras, acelerado y caótico.
Como el agua, he abarcado los lugares más pútridos y paradisíacos. He sido hombre y mujer. Fui
proxeneta, prostituta, monje tibetano, estafador y sacerdote. He hecho votos de pobreza con
los derviches, pasé un largo tiempo en las junglas amazónicas inhalando rapé y danzando en
torno al fuego, no hace mucho fui un hombre negocios sin mucha suerte, que pasaba sus días
pudriéndose de aburrimiento en un cuarto de segunda categoría. Pero ahora, ahora estos
recuerdos se van mezclando y difuminando poco a poco. Los lugares se van juntando, las caras
se yuxtaponen, regreso a una simplicidad donde la palabra aún no existe. Olvido casi todos los
lenguajes que he hablado, olvido cómo mover las manos, olvido la cara de mis amantes, de mis
esposas, de mis incontables hijos. Todas las imágenes, los sonidos, las texturas, los sabores y los
aromas que he experimentado, se van anudando y descomponiendo en un proceso doble de
síntesis y destrucción. ¿Quién es la que grita? siento que el dolor y el placer se mezclan en su
llanto. Siento un aire frío, alguien me agarra, me siento indefenso y confundido, me siento
ínfimo. La claridad de la luz me quema los ojos.
Luego llega la inconsciencia, la blancura y la sonrisa cálida de mi madre.
El ermitaño
El zumbido de los autos, el ruido de la caja registradora, el gruñido de los perros, el bullicio de la
ciudad, el sonido de una tiza rayando un pizarrón conjugado con el griterío desatinado de los
niños en la escuela, las voces llenas de ira, los engranajes de la maquinaria pesada de una
fábrica, los gritos de terror de las víctimas de un accidente, los gemidos del orgasmo, la
respiración calmada de todo lo que duerme.
La realidad vibra, murmura y se reproduce a través las ondas sonoras.
En su mente, todos los sonidos se anudaban y confundían para formar una masa uniforme de
significado.
Cuando llegó a la vejez, en sus gestos y movimientos se presentía aún el ritmo.
La noche de su muerte bailó hasta llegar al éxtasis.
Bailó hasta que su cuerpo cayó desplomado.
A la mañana siguiente los vecinos se sorprendieron al hallar a un niño en su casa.
El anciano se había esfumado sin dejar rastro.
10
Fuera de los círculos del tiempo.
Mi cuerpo danza sostenido por el redoble del tambor. Ingiero el brebaje, recito las palabras,
recibo el símbolo, el signo, la imagen. Luego de unas horas los árboles se empiezan a difuminar,
yo bailo y olvido el dolor en mis piernas, bailo para eludir mi fijación en el presente. Lo
inmediato, lo lejano, lo ya vivido, se consumen y entretejen, la sucesión aparentemente caótica
de las causas externas cobra ahora una unidad tácita y profunda. Pies, manos, articulaciones,
antes dominados por cierta ataxia infranqueable, ahora son simplemente una masa uniforme
de nervios, una especie de continuo energético-sensorial.
Soy un niño. Llevo un atuendo extraño y apretado. Extrañas paredes se cierran sobre mi
cuerpo, cubiertas por un material translúcido. Veo animales de piedra corriendo a un ritmo
acelerado, veo tierra gris y estéril. Golpeo la pared y no cede, empiezo a gritar con ira y
desesperación. Una mujer me pregunta sobresaltada: ¡¿Qué te pasa hijo?! ¡¿Qué te pasa!? yo
trato de explicarle, pero mis palabras emergen retorcidas. ¡¿Qué te pasa!?, grita de nuevo.
Luego recuerdo que pronto el efecto del brebaje pasará y trato de tranquilizarme. Un poco más
calmado, trato de hablar con la mujer de nuevo, pero todo lo que digo se asemeja a un
balbuceo demente. Las luces incandescentes chocan contra mi rostro como mil luciérnagas
gigantes. Me hallo en la bestia de acero. No puedo soportar la sensación de confusión y
extrañeza que estas visiones me producen. Mi respiración se acelera y comienzo a jadear. La
mujer apura el paso.
Una choza alta con una cruz en lo alto. Un hombre viejo vestido de negro habla con la mujer, se
me acerca y empieza a hacer preguntas, intento otra vez, con gran esfuerzo, explicarle que
había tomado solo temporalmente el cuerpo del niño. De nuevo, mis palabras surgen deformes,
veloces, ininteligibles. El hombre empieza a vociferar sobre un tal señor y una tal María. Yo me
callo más por confusión que por miedo. Todo se terminará a la mañana, pienso, trato de
tranquilizarme. Luego de pasar unos momentos en silencio absoluto escuchando los gritos de
aquel viejo, salgo corriendo tratando de escapar de aquel sueño y despertar lo antes posible.
Las luces me encandilan, desfile múltiple de colores, de chozas extrañas, de rostros deformes y
cabizbajos. El aire viciado se introduce en mis fosas nasales, caigo de rodillas al suelo, el rugido
de las bestias perfora mis oídos, mi cuerpo tiembla, sudo, lloro, me acurruco. La mujer y el viejo
corren hasta mí, la mujer solloza desesperada y el viejo empieza a gritar de nuevo con una voz
aún más estridente y amenazadora, luego se detiene por unos segundos: No se preocupe
señora, en tres sesiones quitamos a este demonio de su hijo. Trato de incorporarme, de
recuperar la compostura, pero mi mente está exhausta, lo último que escucho es el sonido de
mi cabeza golpeando el suelo, lo último que percibo es el cobre de la sangre derramada.
Despierto, siento el olor del pasto bañado por el rocío matutino.
¿Cuáles fueron tus visiones? me pregunta un amigo.
No puedo explicarlo, le respondo, quizás el pasado, se parece un poco a lo que nuestros libros
sagrados dicen de él.
-Los ancianos te esperan.
-Eres uno de los pocos que han regresado.
11
Huérfano
Gotas que marcan su paso por la acera. El rostro lívido, los pómulos dorados por el sol. Un
cántico se mezcla con un leve zumbido que le aguijonea la cabeza, va y viene haciéndose
escuchar entre las grietas del asfalto.
El sol disloca su mente, la traslada al pasado, la sangre empieza a adquirir un tono claro,
chorrea a borbotones por las rodillas. Pero el sollozo interior es vano, inservible, su cuerpo no
escucha nada por pura convicción o fe.
Una hueste de penitentes, promeseros, que se aglomeraron frente aquellos párpados, acarician
con asombro la cabellera castaña que se arrastra a ras del suelo. La pollera larga, deshilachada,
mugrienta como sus brazos de piel cetrina, empieza a romperse en el punto exacto en que toca
el asfalto.
A veces descansa por segundos, mueve las pupilas a su alrededor dibujando figuras
ininteligibles, parece recuperar el sentido del tiempo, pero sigue atrapada en un cuarto
pequeño, absorta en su trajinar lúgubre, ella solo se ve llorar, suplicar. Su prometido le hace
gestos desmemoriados, con una botella amarillenta que toma por completo, para luego caer
vencido ante la desdicha, ante el designio de la sequedad impune. Tiempo atrás se resignó a a
aceptar ese No que siempre tenía en la mente, a esa raíz que la naturaleza le negaba.
El sudor se fue mezclando con las piedras y su rodilla se desgarraba lentamente.
Subió el primer escalón y recordó la gracia que trajo a su vida la concepción de aquel niño.
Al llegar al décimo primero ya son miles los que caminan a sus espaldas, cómo miles son sus
recuerdos, unas manos pequeñas, frágiles, pequeños ojos curiosos, ahora la rozan como
veloces ráfagas de viento y le sacan una sonrisa.
Pero nadie vio la estela de sangre que tejió, que ahora ascendía hasta el décimo tercer peldaño.
Su corazón se agitaba, sus seguidores permanecían inmóviles, expectantes, vociferando al
unísono un cántico monótono que se propagaba por todas las casas de Caacupé... Entonces
llega al último escalón.
El cántico se apaga,
su cuerpo se desploma.
12
Relaciones
Los días se le antojaban cada vez más largos.
Drogas, esquizofrenia, paranoia, depresión.
El mismo cuadro torcido, ajado por el tiempo, el mismo cuadro de siempre.
Las facetas de la locura que antes le fascinaban habían perdido su brillo.
Entonces llegó Ella a su consultorio, y con ella volvió su vigor, su entusiasmo. Se encariñaron,
entablaron una relación, él mejoró bastante, su mirada risueña le daba un nuevo porte y un
nuevo estilo. Ella empeoró, cada vez más huraña, apenas sonreía cuando estaban juntos. Él le
preguntó que le pasaba.
¡Eres un idiota!, respondió, lo que pasa es que ya no soporto ser una vaga alucinación tuya.
Sacó un arma imaginaria de su cartera imaginaria y se voló los imaginarios sesos.
13
Mate del Loco.
También llamado
Una partida a Medianoche.
La Muerte y el Loco.
0=13
Aleph-Nun.
- ¿Cómo lo haces?, mirabas un punto fijo, con esa sonrisa descarriada, observabas un punto
medio entre el horizonte infinito y la tierra, te vi danzando y riendo, como burlándote de mí.
Satisfecho de ti mismo, pleno de manifestaciones. Entonces creí que humillarte en una partida
de ajedrez borraría esa mueca desafiante de tu boca, pero te he subestimado.
¿Cuál es tu secreto?
- Tres veces nos hemos encontrado y las tres salí ganando. La primera, cuando perdí la razón, la
segunda, cuando perdí el orgullo al aceptar que mi razón se había ido, y la tercera, cuando
aprendí a sacar provecho de mi locura.
- ¿Te veo confundida, acaso no lo entiendes?
En su ignorancia la muchedumbre olvidó tu verdadero Nombre y te convertiste en un quimera,
te situaron en un esquema de insatisfacción, dejaron de celebrarte y darte regalos, hasta
convertirte en parte de su morbo mercantilista y su religión barata, querida amiga, te
convirtieron poco a poco con su ignorancia bastarda en una más de las farsas que nos
vendieron en programas baratos de televisión, una deformación del concepto del cambio, una
mala interpretación, un prejuicio, un concepto errado, han olvidado tu esencia, sin embargo yo
te conozco, por eso te celebro, por eso te acepto.
Al perder la razón muero por primera vez, se acaban los diálogos internos constantes, tediosos,
circulares. Me tiendo en la yerba y observo, la palabra muere en mi interior y da origen al
silencio.
Doy largos paseos por la ciudad eludiendo los rostros cansados, charlando con mendigos,
cocainómanos, vendedores ambulantes, aves, árboles, insectos. Interpreto los signos, no
importa mucho el lugar, te soy sincero, eludo el conjunto de pre-conceptos que nos asfixia.
Escojo liberarme del juicio que hacemos de cada objeto, de cada persona, yo soy la realidad
que sueña, que bromea, y se satura de pasiones no exploradas.
Al principio, muy pocos son los que aceptan que su mente se ha disuelto, pero si lo hacen la
segunda muerte ocurre, la locura es aceptada, asumida.
Desde este punto se abren dos senderos. Uno lleva a la auto-compasión, a la destrucción de la
autoestima y a la caída definitiva en el abismo. El otro lleva a la recuperación parcial de la
razón, a la sublimación de las emociones que nos llevaron a la locura, transitando este camino
nos colocamos cerca de la genialidad, aprendemos a guardar las apariencias, a camuflar
nuestros impulsos y en la soledad de nuestras casas nos regocijamos en la no-creencia,
transmutando nuestro instinto y nuestros deseos hasta que se conjuguen con nuestra voluntad.
Esta es la tercera muerte, la tercera y última mutación.
Cuando cruzamos nuestras miradas te olvidaste de nuestros encuentros, pero yo recuerdo todo
sin esfuerzo, recuerdo con el cuerpo.
Muerte,
hermana mía,
conozco tus estratagemas,
dejemos ya el ajedrez,
¿Bailamos?
Escrito por Federico Raúl González Zárate
Primera edición: 28/07/2022