De cómo trabajar las historias orales desde el
ilusionismo social
Javier Encina. Colectivo de ilusionistas sociales. Sevilla.
Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas?
¿En que casas de la dorada Lima vivieron los obreros que la construyeron?
La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles?
Roma la Grande está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Cesares? (...)
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años,
¿quién pagaba sus gastos?
Una pregunta para cada historia.
Bertolt Brecht.
¿PARA QUÉ SIRVEN LAS HISTORIAS ORALES?
Cuando nos preguntamos ¿para qué sirven las historias orales?, no cabe otra respuesta
que la de Gustavo en “La estrategia del caracol”: ¡pa’ la dignidá’ ¡pa’ la dignidá’ nuestra!;
tras esto se retiran los medios de comunicación de masas... Tal vez sea el momento de
poder empezar a trabajar desde nuestras propias inquietudes.
A la hora de trabajar cualquier proceso de participación debemos tener en cuenta tres
aspectos fundamentales:
Nuestra acción no debe centrarse en la toma del poder (ya sea de forma en que una
vanguardia promueve la insurrección, o en que una vanguardia organiza un partido y gana
las elecciones), ni en el empoderamiento (que al fin y al cabo es una toma de poder,
habitualmente en el marco de las lógicas dominantes); sino en la autogestión colectiva del
poder con el horizonte utópico de su disolución, en el desempoderamiento. La autogestión
nos cambia la mirada desde la toma del poder al poder hacer/pensar/sentir, lo que implica
saberes, habilidades y quereres. Además, siempre hace referencia a una dimensión
colectiva que parte del flujo social, del hacer/pensar/sentir de otr@s y con otr@s.
Para ir construyendo la autogestión colectiva del poder es necesaria en primer lugar la
resistencia, tanto en el nivel de oposición/conciencia, como en el de interacción creativa. En
segundo lugar es necesaria la ruptura que abra hacia la innovación, que de lugar a nuevas
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propuestas que provoquen renunciar a la identidad y potenciar las identificaciones. Y en
tercer lugar, cauces de participación que den forma a la oposición/interacción/innovación
que tendrán que construirse en el proceso, fruto de las diversas acciones que se vayan
realizando.
Desde las historias orales se pueden trabajar, sin posibilidad de separarlos:
• el intercambio de saberes, haciendo ver la importancia de lo que sabe la gente;
construido y aprendido fuera de las instituciones del estado y del mercado
(aunque en una continua oposición, consentimiento y entrelazar la cultura
oficial, la cultura de masas y las culturas populares).
• los cauces de participación, partiendo de la autogestión y la descentración que
potencian las formas de transmisión de dichas historias.
• las motivaciones que, al sentir la realidad como una construcción colectiva, te
ponen en disposición de comprender que el futuro depende en buena manera
de lo que puedas vivir con los demás.
De cómo trabajar las historias orales desde el ilusionismo social
¿DÓNDE PODEMOS ENCUADRAR LAS HISTORIAS ORALES?
Para muchas personas que pululan alrededor de la universidad o de los ayuntamientos
pueden ser un nuevo nicho de empleo, y por lo tanto, las encuadran en las estrategias que
marcan estas instituciones: la acumulación de organizaciones y de legitimidades, ya sean
políticas o científicas.
Para otras personas es una nueva fuente de denuncia para crear una nueva conciencia de
clase o una nueva conciencia nacional; y, por lo tanto, están en la lógica de acumulación de
fuerzas para llevar a cabo las estrategias de vanguardia.
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Tal como las trabajamos, las historias orales son parte de la dialéctica de construcción/
deconstrucción de la democracia cotidiana. Por lo tanto, las encuadramos dentro de un
proceso en el que la gente puede ir construyendo la autogestión de su vida cotidiana.
Proceso en el que las historias orales son vehículo de transmisión y forma de construcción de
cosmovisiones, formas de hacer/sentir/pensar y de relaciones, que pueden ser impuestas,
consentidas o construidas colectivamente y que se caracterizan por su potencialidad para
ayudar a la transformación desde la vida cotidiana.
Por esto, trabajar las historias orales para la transformación desde la vida cotidiana, hay
que trabajar la historia de la gente en los espacios y tiempos cotidianos, nunca la historia
de los territorios. Nuestra historia es la interacción de nuestras vidas; independientemente
donde hayamos nacido, nuestras vidas aportan cualidad y calidad a los espacios y tiempos
que vivimos.
¿QUÉ SON LAS HISTORIAS ORALES?
Una de las herramientas-técnicas que usamos en los procesos de ilusionismo social; son
aquellas herramientas que además de responder al ¿cómo vamos a hacerlo?, pueden
abrir hacia otras posibilidades. Se caracterizan por su posible transversalidad, con ellas se
puede hacer un recorrido a lo largo de todo el proceso.
Las historias orales no son las historias de las personas que no saben escribir, son
las historias de las que, por su posición asimétrica con respecto al poder, sólo pueden
transmitir sus historias verbalmente; son las historias de las personas desposeídas por
no tener dinero, por no ejercer el poder político, por no pertenecer al género, la edad o la
cultura dominante...
Las historias orales son las historias de la mayoría social a la que aún no han podido robarle
el conocimiento, los recursos y las formas de transmisión de las narraciones orales. Al
tener un soporte tecnológico descentrado facilitan la resistencia, el ser autogestionadas,
y el poder ser apropiadas fácilmente por la gente. En palabras de Emmanuel LIZCANO
(1984:10) “que la escritura tenga un bien ganado prestigio por el impulso que haya
podido dar a la ciencia, que quien esto escribe saque de ella no sólo sustento sino hasta
placer físico, no autoriza a nadie a desertizar el suelo de las culturas orales. No tendrán
escritura, pero tienen otros logros de los que nosotros carecemos, y –que yo sepa- nunca
han emprendido campañas de oralización que llevaran a la hoguera nuestros libros como
formas de superstición e incultura. Gentes de letras y gobierno: las culturas del verbo no
habitan tan solo en continentes lejanos. Gitanos y euskaros, gallegos y andaluces, nuestros
propios críos y hasta los abismos inconscientes que anidan en cada uno de nosotros, tan
letrados, tienen su palabra. Como sabía Juan de Mairena, aún ‘es muy posible que, entre
nosotros, el saber universitario no pueda competir con el folklore, con el saber popular’.
¡Dejadles, dejadnos, dejémonos en paz”.
O como nos plantea Hans Magnus ENZENSVERGER (1986:7) “nunca se trató de allanar el
camino a la cultura escrita y mucho menos aún de liberar a los hombres de su minoría de
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edad. El progreso del que se hablaba era un asunto muy diferente. Consistía en amaestrar
a los analfabetos a la más baja entre las clases de hombre, en arrebatarles su fantasía y
su obstinación para, en adelante, no explotar solamente la fuerza de sus músculos y la
habilidad de sus manos, sino también su cerebro”.
Pensar que la historia escrita es la Historia objetiva, y las historias orales son percepciones
subjetivas de cada entrevistado, es no conocer el papel que ha tenido la Ciencia dominante
en los últimos dos siglos. Es desconocer su estrategia de crear una única Historia Global,
cuya explicación sería la racionalidad humana, dejando de lado las discontinuidades, los
espacios de no progreso, y la posibilidad de repensar el pasado (puesto que objetivamente
es algo acabado).
La lógica dominante es descubrir, o sea buscar y explicar desde el presente dominante los
acontecimientos del pasado, encajándolos en la racionalidad dominante del presente, para
dar sentido de progreso y globalidad.
Las alógicas de las historias orales es encontrar en el pasado formas de vida que nos
ayuden a comprendernos en nuestro presente, posibilitándonos la reproducción ampliada
de la vida cotidiana desde la que podamos construir nuevas cosmovisiones que nos ayuden
a transformar el futuro. “Al menos en esto no desbarró Pablo de Tarso: la letra mata, el
espíritu da vida. Letra que es ley, abstracción, burocracia y planificación: sumisión de la
posible vida indefinida a una norma fija, intemporal, que diría García Calvo. Espíritu que es,
para todas las culturas del verbo, soplo, oralidad, expulsión de aire en un pronunciar que
crea. En su modo oral, la lengua es órgano y palabra, liga ‘lo fisiológico y lo psicológico
(y lo lógico), da primacía al ritmo y a la pausa, subordina lo oratorio a lo respiratorio, la
representación a la acción, la idea a la emoción’, en expresión de Duméry. En ella, hasta el
silencio es elocuente” (Emmanuel LIZCANO, 1984:10).
Las historias orales son tan antiguas como la capacidad de comunicarse de la especie
humana... Siempre se hace referencia a que los primeros historiadores (Herodoto, Tucídides,
Polibio, etc.) no sólo buscaban evidencias documentales, sino que las contrastaban y
completaban con los testimonios orales. Pero desde la historiografía contemporánea se
fueron encasillando las historias orales a contextos donde las culturas orales eran el eje de
la producción y transmisión de conocimientos.
Sobre todo a partir del siglo XIX las fuentes escritas pasaron a ser el material exclusivo
de los historiadores, potenciando la historia política y de los grandes acontecimientos: la
Historia única de los grandes hombres (la Historia de la Humanidad). Las historias orales
quedaron en manos de los antropólogos indigenistas y de los aficionados locales. La
Historia busca su carácter científico en el uso y análisis exclusivo de fuentes documentales.
La irrupción de la perspectiva cualitativa en la Historia hace volver la mirada hacia lo social.
Así, a partir de los años cuarenta (con la generalización de la grabadora) comienzan a
constituirse en las universidades de los EEUU, grupos de investigación sobre historia oral:
de un carácter archivístico y empírico, su preocupación principal era registrar voces y
construir archivos.
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En Gran Bretaña surge, en los sesenta, una historia oral que tiene por objeto la historia
social de los trabajadores, de las minorías étnicas, de las mujeres,.... De aquellos grupos
usualmente olvidados por el registro de la Historia1. En los países mediterráneos y
escandinavos este carácter social se complementa con lo local y con lo popular.
En España, esta corriente no tiene su boom hasta la muerte del dictador Franco (1975).
Durante lo que se ha dado en llamar la Transición se vuelve la mirada hacia el movimiento
obrero, la Segunda República y la resistencia antifranquista, lo que obliga a la utilización
de fuentes orales, pero el nuevo orden democrático se encarga de que pierda sentido el
historiador comprometido, al igual que el cantautor, el pintor del pueblo, el cura obrero...
Y así, hacia finales de los ochenta estas figuras han quedado como una moda pasajera,
volviéndose a construir la Historia desde el postulado cientifista de los documentos son
nuestra única fuente de conocimiento. Olvidándose de la propuesta de Daniel BERTAUX
(1977:29) “la recopilación de narraciones de vida no es una técnica. Es mucho más. Es
un nuevo enfoque sociológico y este enfoque crea gradualmente la necesidad de revaluar
todos los otros aspectos de la praxis y el método sociológico actuales”.
Las historias orales liberan las voces de los sujetos, poniendo en cuestión el pretexto
de la objetividad y la tendencia de “cosificar lo que está vivo y estructurar lo que es
conflicto y contradicción” (Daniel BERTAUX 1979:25); obligándonos a pensar en
abandonar las metodologías e ir construyendo formas de hacer que liberan el pensar/
sentir/hacer de los sujetos individuales y/o colectivos; unas formas de hacer fronterizas,
contaminadas y mestizas que esté en continua adaptación a los procesos sociales. Como
plantea F. ELEGÖET (1978:9) “que su lógica interna surja a través de las prácticas y
las representaciones de sus actores”, potenciando así nuevas mediaciones sociales que
sirvan para el enriquecimiento de los propios procesos sociales. Como plantea Martine
BURGOS (1993:163) “creo que las historias de vida son el mejor material –y tal vez el
único- sobre el cual se puede basar la investigación de la manera en que el individuo
construye su autoimagen social como producto viviente de la interacción de diversas
clases de tensión”.
¿CÓMO HEMOS HECHO LAS HISTORIAS ORALES?
Haciendo un esfuerzo de sistematización, aunque no nos guste, podríamos identificar
cinco momentos:
Momento 1, entrevistas.
Momento 2, elaboración del borrador de las historias orales (de las historias de la
gente no de los territorios).
Momento 3, lectura del borrador a los entrevistados y debate en talleres.
Momento 4, elaboración definitiva.
Momento 5, difusión.
1 Ver Raphael SAMUEL (1984).
De cómo trabajar las historias orales desde el ilusionismo social
0. Es conveniente saber algo de historia del pueblo, mediante algún informante o en su
defecto alguna historia escrita; siempre que no determine la escucha posterior.
1. A la hora de seleccionar a las personas a entrevistar hay que tener en cuenta varias
cosas:
Matriz social:
• Debe de entrevistarse a personas de los diversos segmentos de clases
sociales, de las diversas culturas del trabajo, de las diversas culturas
relacionales (etnia, edad...) y de los diversos géneros.
• Diversidad espacial: que estén representadas las distintas divisiones del
pueblo (pueden ser barrios, puede ser arriba y abajo, de un lado o de otro de
un río o de una carretera, etc.)
• Identidad de adscripción: pertenecer a una hermandad, a un equipo, a veces a
tendencias políticas y religiosas.
El tipo de entrevista debe ser abierta, con una primera pregunta general que abra
el discurso del entrevistado, y con los sentidos de sensibilidad, creatividad y
oportunidad ir completando la historia mediante preguntas “no directas” del tipo
¿en este pueblo no se jugaba?.
Hay que tener en cuenta que el momento de la entrevista mezcla tres situaciones:
1) el recuerdo de lo vivido; 2) la situación actual del entrevistado; 3) la propia
situación de la entrevista. Es muy importante comprender bien estas tres situaciones
para sacarle el mayor partido a la entrevista.
2. Cuando tenemos todas las entrevistas hacemos un borrador; en las historias orales de
Pedrera (1997), de Las Cabezas de San Juan (2001) y de Olivares (2009), nos ha servido
hacer cuatro grandes bloques:
• Uno que giraría en torno a las historias que nos han contado nuest@s mayores
(que sólo se desarrolló en Pedrera).
• Los otros tres bloques girarían en torno a lo que hemos vivido y los
estructuramos en torno a la casa, la calle, y las formas de poder institucional;
aunque, claro está, caben otras muchas formas de estructuración teniendo en
cuenta la diversidad de temas que podemos trabajar usando como excusa las
historias orales.
3. Reunimos a las personas entrevistadas en talleres de debate, normalmente dividiéndolas
en torno a los temas que más han hecho referencia.
En el taller se va leyendo el borrador y debatiendo cada epígrafe, así se va
completando.
4. Una vez acabados los cuatro o cinco talleres (o los que hagan falta) se elabora la versión
definitiva.
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5. Se hacen encuentros entre l@s narrador@s y otra gente del pueblo, (así sólo se hizo
en Las Cabezas de San Juan; en los otros lugares fueron l@s coordinador@s los que
asumieron este papel), bien en espacios de sociabilidad, o centros educativos... para
divulgar las historias y provocar nuevas acciones.
UNA MANERA DE APRENDER, DE FORMA SIMULADA, A HACER UNA
HISTORIA ORAL.
Se divide al grupo con el que queramos trabajar en subgrupos de tres personas (A, B y C)
desarrollando los siguientes momentos:
La historia narrada puede ser cualquiera que se comparta por parte de todas las personas
que realizan el taller, o como último recurso el cómo se han interesado por realizar el
propio taller y su desarrollo (lo que puede servir de evaluación).
Momento 4, después de estos “tres momentos”, las personas A, B y C elaboran el borrador
de la historia oral, con las tres historias...
En el momento cinco leen el borrador, lo debaten y elaboran la historia oral definitiva del
subgrupo.
El momento seis es el tiempo para que cada subgrupo exponga su historia; y se cierra con
el momento siete, donde se elabora una historia oral de todos los subgrupos.
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