ggg UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOJA
FACULTAD DE PSICOPEDAGOGIA
“La educación Inclusiva”
Estudiante:
ILIANA BRIGETHE SARAGURO
Docente encargada:
Dr. ENRRIQUE QUINTO
Asignatura:
INCLUSION EDUCATIVA Y ATENCION A LA DIVERSIDAD
Modalidad:
DISTANCIA
Ciclo 4
Introducción:
La educación es un proceso mediante el cual se transmiten conocimientos,
hábitos, costumbres y valores de una sociedad a una generación, esto con el fin de que
los seres humanos desarrollen al máximo sus capacidades y potencialidades. La
educación es un bien al que todos deben tener acceso. Es por ello que el objetivo
principal de este trabajo es abordar el concepto de diversidad dentro de una educación
inclusiva la cual busca identificar y eliminar las barreras que impiden acceder a la
educación y de igual manera buscando la igualdad para todos.
Primeramente, debemos tener en cuenta que existen niños con necesidades
educativas especiales (NEE), a esto nos referimos que son aquellos que presentan o
muestran alguna dificultad en el desarrollo de su aprendizaje, y que requieren una ayuda
profesional para poder desenvolverse.
La educación inclusiva supone un modelo de educación que pretende atender a
las necesidades de todos los niños, niñas, jóvenes y adultos considerando especialmente
aquellos casos en los que puede existir un riesgo de exclusión social.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO) ha establecido la definición de educación inclusiva como “el
proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los
estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las
comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación”. Sin duda, la educación
inclusiva es clave en nuestra actual sociedad multicultural.
Es por ello que según la Unicef La educación inclusiva es parte de la respuesta
integral ante una emergencia y como ya se ha mencionado antes presta como objetivo
garantizar que todos tengan un acceso equitativo y continuo al aprendizaje.
Desarrollo:
Para seguir con este tema es necesario conocer un poco acerca del marco legal
de la educación inclusiva, misma que ha presentado constantes cambios, por ejemplo, la
reciente Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE),
que entró en vigor a principios de marzo de 2020, reconoce el derecho de los alumnos a
recibir “una educación inclusiva y de calidad”.
Otra referencia notable en la ley aparece en el punto 3 de su artículo 4, que
señala que sin perjuicio de que a lo largo de la enseñanza básica se garantice una
educación común para todo el alumnado, se adoptará la inclusión educativa como
principio fundamental, con el fin de atender a la diversidad de las necesidades de todo el
alumnado, tanto del que muestra dificultades de aprendizaje como del que tiene mayor
capacidad y motivación para aprender.
Igualmente, en el artículo 121, punto 2, se detalla que “el proyecto educativo del
centro recogerá, al menos, medidas relativas a la acción tutorial, los planes de
convivencia y de lectura y deberá respetar los principios de no discriminación y de
inclusión educativa como valores fundamentales”.
La perspectiva inclusiva se vislumbra una fuerza movilizadora para el logro de
una escuela para todos (Eglér, 2017, p.20). Para ello deben plantearse tácticas
pedagógicas adecuadas que respondan a la heterogeneidad del alumnado. El punto de
partida debe ser la consideración de que la inclusión es un principio general que ha de
extenderse a todo el alumnado.
Siguiendo a Toboso, Ferreira, Díaz, Fernández-Cid, Villa y Gómez (2012):
La educación inclusiva y la atención a la diversidad no se refieren a cómo se
educa a un grupo especial de alumnos, sino a cómo se educa a todos. Es el conjunto del
alumnado el que se beneficia de la inclusión, siendo el niño o niña con NEE un
educando más en el aula, con «las mismas oportunidades de aprendizaje (p. 282).
Como se ha señalado con anterioridad, la piedra angular de la inclusión
educativa es la flexibilidad en los planes de estudio y la metodología de trabajo en las
aulas. Desde este punto de partida, las principales líneas tácticas para una educación
inclusiva son: la adaptación de medios y recursos a las necesidades y estilos de
aprendizaje del alumnado; la formación docente en materia de inclusión; la
participación de la familia y la comunidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje; y la
detección temprana (UNESCO, 2009).
La UNESCO también señala que la inclusión educativa involucra cambios y
modificaciones en contenidos, aproximaciones, estructuras y estrategias, esto con una
visión común que incluye a todos los niños y niñas del rango de edad apropiado y la
convicción de que es la responsabilidad del sistema regular, educar a todos.
Entre las características claves para una buena educación inclusiva, cabe
destacar la universalidad, esto porque no existen requisitos de ingreso ni mecanismos de
selección para la admisión de los estudiantes, misma que evalúa el progreso de los
mismos, teniendo en cuenta siempre sus capacidades individuales.
De igual modo la calidad, ya que busca mejorar la índole de vida mediante
alianzas positivas con el núcleo familiar marcando como valores principales el respeto,
la reflexión, la empatía y la escucha proactiva.
Seguida a esta tenemos la libertad, está busca formar personas democráticas,
críticas y cooperativas, en donde su aprendizaje sea de carácter integrador, analítico y
multidisciplinario, en el que los docentes serán un recurso y apoyo a la hora de orientar
a los niños, teniendo en cuenta siempre sus motivaciones y necesidades. Y la
accesibilidad, que implica olvidarse del currículo rígido e inaccesible por uno inclusivo
que satisfaga las NEE que presenten los estudiantes.
El compromiso y la cooperación de toda la comunidad educativa son esenciales
para mejorar la inclusividad en la institución, empezando por la dirección y el
profesorado, los cuales son los responsables del funcionamiento del modelo inclusivo, y
llegando hasta las familias y otros agentes sociales que van a participar activamente en
el mismo. Gracias a la cooperación de todo el equipo, la institución logrará el máximo
nivel de desarrollo para cada estudiante en función de sus capacidades.
En las aulas se pueden implementar distintas estrategias para contribuir al
desarrollo de la inclusión educativa. Algunas de estas podrían ser:
Explorar las capacidades individuales de los estudiantes más allá del
currículum oficial de la escuela y su aprendizaje, permitiéndoles expresar en
qué pueden ayudar al resto de sus compañeros a mejorar académica y
personalmente.
La participación de la familia en el proceso de enseñanza-aprendizaje es uno
de los mejores predictores del éxito escolar. El educador debe comprender y
conocer una amplia variedad de aspectos culturales que influyen sobre las
familias, como prácticas de crianza, utilidad de los servicios comunitarios,
diferencias lingüísticas, religión, etc. Una buena estrategia es la entrevista a
los padres, madres y a otros miembros de la familia que tienen una relación
directa con el niño en su propio contexto cultural.
Se puede pedir a cada estudiante que escriba su habilidad oculta o la ayuda
que ofrece para que todos sepamos a quién acudir cuando necesitamos apoyo
en alguna tarea. Esto no solo contribuye a desarrollar las propias habilidades,
sino que, además, ayudará a que descubran que tienen capacidades
importantes para mantener y desarrollar la comunidad que forman.
Debe desarrollarse un lenguaje compartido entre todos los docentes. Lo
recomendable es diseñar un plan que pueda ser llevado a la práctica por cada
maestro, observando cómo responden los alumnos.
Utilizar la diferencia como un valor a promocionar y potenciar a la hora de
hacer grupos, para que cada miembro de ese grupo heterogéneo pueda
desarrollar sus propias capacidades y experimentar la posibilidad de ayudar a
sus compañeros a desarrollarse académica y personalmente.
Invitar al centro a personal externo como familiares, voluntariado y
asociaciones, para que participen en el desarrollo de las clases. Esto va a
permitir un mayor encuentro entre la sociedad y el centro educativo,
contribuyendo así al desarrollo de actitudes de cooperación y transformación
más allá del aula.
Además, la irrupción de las nuevas tecnologías permite aprovechar el potencial
para desarrollar nuevos modelos de aprendizaje que contribuyan directamente a crear
aulas que favorezcan la inclusión educativa. Esto permite descubrir que absolutamente
todos tenemos diferentes capacidades que nos vuelven únicos y útiles a la hora de
trabajar en equipo y sacar adelante al alumnado.
No olvidemos que el rol del docente juega un papel esencial en la inclusión y,
por ello, es de vital importancia contar con la formación y especialización necesarias
que permitan este cambio educativo.
Para poder realizar con éxito una buena intervención educativa, los educadores
deben poseer una formación adecuada que permita conocer y aplicar estrategias de
inclusión y diversidad. La educación inclusiva implica una visión diferente de la
educación común basada en la valoración de la heterogeneidad.
Además de la capacitación teórica, se adquirirán las habilidades necesarias para
manejar las situaciones de discriminación o acoso que pueden aparecer en el aula.
Discriminaciones relacionadas con la raza, el origen étnico, la orientación sexual, el
nivel socioeconómico, la religión u otras ideologías diferentes a las de la mayoría. Por
eso, se debe tratar de conseguir ver a la escuela como una institución educativa
responsable de la formación y del aprendizaje, en la cual se producen intercambios que
favorecen el conocimiento, el desarrollo de competencias cognitivas, de afectividad con
los demás, comunicativas y en la que, en definitiva, se construye la identidad de las
personas.
Conclusiones:
La educación es uno de los factores más influyentes en el avance de las personas
y las sociedades, es por ello que puedo concluir que en primer lugar, partimos de la
convicción de que las condiciones y procesos internos de nuestra escuela pueden
significar un gran aporte a los resultados de los estudiantes, más allá de sus condiciones
familiares o sociales, lo cual nos impulsa a creer en el cambio, ya que si estamos
comprometidos con una reformulación de nuestras prácticas hacia mayores niveles de
inclusión, el cambio debe partir desde la escuela y con los docentes.
Como segundo punto que la diversidad en el alumnado enriquece el proceso de
enseñanza-aprendizaje, lo que beneficia a la comunidad educativa y a la sociedad en
general, en el que los sistemas educativos han de contar con herramientas para adecuar
la respuesta educativa a los diferentes intereses y necesidades de los alumnos.
Por ello la inclusión es una manera distinta de entender a la educación, porque
implica pensar en una nueva filosofía, con nuevas formas de analizar la cotidianidad
escolar, de trabajar y de convivir, es decir, que requiere un conjunto de acciones
escolares, sociales y de la comunidad, las cuales se encarguen de eliminar las barreras
que impiden la participación de los estudiantes en el aprendizaje, aceptando y valorando
las diferencias individuales. Es por eso que, la creación de una comunidad acogedora y
positiva, y la atención que pongamos en la dimensión emocional y en el bienestar
personal de todos es quizás uno de los empeños fundamentales para mejorar el
aprendizaje. En definitiva, la idea de la escuela inclusiva combina el derecho a una
educación para todos con el respeto por la diversidad, las diferentes culturas,
orientaciones sexuales o capacidades.
La diversidad, sea del tipo que sea, es un elemento positivo en nuestra sociedad
y, por lo tanto, también en el aula, porque enriquece la manera en que los alumnos
perciben los problemas sociales y, lo que es más importante, cómo los afrontan y
resuelven.
Cabe recalcar que los docentes deben contar con la capacitación y formación
adecuada para conseguir aulas realmente inclusivas. Por eso, su función va mucho más
allá de saber transmitir conocimientos, va al hecho de contar con una variedad de
recursos y estrategias para dar respuesta a diferentes necesidades.
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