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Latin Vulgar (Le Latin Vulgaire) - Joseph Herman.

Este documento define y explica el concepto de "latín vulgar". Explica que el latín vulgar se refiere a la variante hablada del latín que contrastaba con el latín escrito y literario. Se desarrolló como un concepto técnico en el siglo 19 a través del estudio comparado de las lenguas romances y los textos latinos tardíos. Actualmente se define como la lengua hablada por aquellos grupos poco influenciados por la educación formal y los modelos literarios. No tenía límites cronológicos e incluía variaciones locales y
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Este documento define y explica el concepto de "latín vulgar". Explica que el latín vulgar se refiere a la variante hablada del latín que contrastaba con el latín escrito y literario. Se desarrolló como un concepto técnico en el siglo 19 a través del estudio comparado de las lenguas romances y los textos latinos tardíos. Actualmente se define como la lengua hablada por aquellos grupos poco influenciados por la educación formal y los modelos literarios. No tenía límites cronológicos e incluía variaciones locales y
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LATÍN VULGAR (LE LATIN VULGAIRE)

JOSEPH HERMAN. Presses Universitaires de France


Traducción de Jorge Mainero

Capítulo I. Historia y definición del término


1. Historia del término
Corrientemente empleada en filología latina y en lingüística románica, no
por ello la expresión "latín vulgar", deja de constituir uno de los términos técnicos
más discutidos de las disciplinas humanísticas. Sin embargo, gracias a los rápi-
dos progresos que ha hecho la lingüística histórica en el siglo XlX, la realidad a
la cual ese término corresponde terminó por imponerse de una manera imperiosa
a los investigadores, y lo hizo a través de dos vías diferentes: a) La gramática
comparada; b) La filología latina.

a) La gramática comparada de las lenguas románicas, que se constituyó


como disciplina científica mediante la obra fundacional del alemán F. Diez,
“Gramática de las lenguas románicas” (Grammatik der romanischen Sprachen:
1836-1843), descubrió de una manera irrefutable que el estado de lengua que
puede ser considerado como la fuente común de los romances es, aun siendo
latín, sensiblemente diferente del latín llamado clásico, tal como se refleja en las
obras de un Cicerón o de un Virgilio.
Ejemplo del plano fonológico: sucede eventualmente que dos fonemas
distintos del latín clásico corresponden a un fonema único de los romances.
Fonemas /ì/, /ë/ (Latín clásico)

LATÍN ESPAÑOL FRANCÉS ITALIANO


tëla tela toile tela

crëdère creer croire credere

pìra pera poire pera

fìdem fe foi fede


El ejemplo muestra el caso de la /ì/ y la /ë/ latinas, que en sílabas de
estructura idéntica llegan regularmente a un resultado común en todos los
romances (en español e italiano, "e"; en francés, "oi" ) salvo el sardo. Este
resultado, entre otros, muestra que el estado de lengua al cual remontan las
lenguas neolatinas tenía un solo y único fonema en lugar de la /ì/ y la /ë/
clásicas; por lo tanto, se trataba de un estado de lengua diferente, en algunas
de sus características fonéticas, del latín que llamamos clásico.
Ejemplo del plano léxico: se encuentran en el dominio del vocabulario
abundantes ejemplos que permiten llegar a conclusiones análogas; en efecto,
hay un gran número de voces latinas clásicas que no sobrevivieron en ninguno
de los romances.

Latín clásico Latín vulgar  Romances


Parabolare  parlare(it.); parler (fr.)
Loquor
Fabulare falar (port.); hablar
Bellus  beau, belle (fr.); bello (it. y esp.)
Pulcher
Formosus  formoso (port.); hermoso

Ignis Focus  feu (fr.); fuoco (it.), fogo (port.);


fuego

También aquí se impone, por consiguiente, la conclusión de que en el


origen de los romances había una variante del latín, en la cual palabras como
loquor, ignis, pulcher, habían sido desplazadas por otros elementos de sentido
emparentado, o incluso por préstamos. Se hizo evidente así, a los ojos de los
filólogos, que el latín clásico solamente constituía una de las variantes del latín,
y que los grandes textos tradicionales estaban ocultando una realidad lingüística
infinitamente más compleja.
b) La filología latina había hecho un progreso considerable desde fines del
siglo XVll, atrayendo la atención de los investigadores. Un gran número de textos
hasta entonces desconocidos o poco conocidos, particularmente textos tardíos
o medievales, estaban siendo editados. Un erudito francés, Charles du Fresne,
publicó desde 1678 un monumental Glossarium infimae et mediae latinitatis, que
contenía un número considerable de términos desconocidos en el latín clásico.
Después fueron reunidas y publicadas todas las inscripciones latinas antiguas,
es decir, textos latinos grabados sobre piedras o sobre objetos diversos,
dispersos por decenas de miles sobre el territorio del Imperio romano. Siguiendo
a otros repertorios de menor valor, los filólogos alemanes, capitaneados por
Mommsen, iniciaron la publicación del Corpus Inscriptionum Latinarum , cuyo
primer volumen apareció en 1863; luego aparecerían unos quince tomos más.
Esta nueva masa de información reveló la existencia de numerosos hechos
lingüísticos que no entraban en los cuadros de la gramática tradicional. Quedó
claro entonces que las particularidades propias de los textos postclásicos de la
Antigüedad muriente y de la Alta Edad Media, documentadas en los papiros y en
las inscripciones, no constituían simplemente faltas o barbarismos, sino que eran
los índices de una evolución que el latín escolar había dejado de reflejar.
Ejemplo: venimos de ver que, según el testimonio de las lenguas roman-
ces, debió existir un estado de lengua en el que la "i" breve y la "e" larga del latín
clásico constituían un único fonema. Ahora bien, este testimonio se corrobora
con el estudio de los textos provenientes de fines de la Antigüedad y comienzos
de la Edad Media, puesto que en las inscripciones de los últimos siglos del
Imperio las grafías I (i) y E (e) frecuentemente se confundían una con la otra.
Hay numerosos casos de inscripciones como rigna y minsis, por regna y mensis;
contrariamente, otras veces predomina el timbre "e": se pueden encontrar menus
y sene, por minus y sine. Los textos latinos apoyan las conclusiones obtenidas
por compara-ción de lenguas románicas.

Así, se desprendió en el segundo tercio del siglo XIX, tanto mediante la


comparación de las lenguas neolatinas [cf. a)] como por el estudio de los textos
latinos tardíos [cf. b)], la noción de una variante del latín diferente del clásico,
que fue designada como "latín vulgar". Al principio esta expresión suscitó algún
rechazo, sin duda debido al matiz peyorativo que la palabra "vulgar" encierra; no
obstante, tenía una considerable antigüedad: vulgaris sermo es una locución
empleada ya por Cicerón. Finalmente se ha convertido en un término técnico
prácticamente irreemplazable después del manual de Hugo Schuchard, Der
Vokalismus des Vulgärlateins, publicado en Leipzig durante1866, que sirvió de
modelo y fuente a muchos otros.

2.Definición del concepto


A pesar de los descubrimientos a los que hicimos rápida alusión, la noción
misma de latín vulgar permanecía imprecisa. Era difícil elaborar una teoría cohe-
rente que pudiera dar cuenta de los hechos "vulgares" en el conjunto total de la
historia del latín, de modo que la definición de este concepto ha sido objeto de
discusiones largas y complicadas.
a) Los comparatistas de las últimas décadas del siglo XIX (en particular Wilhelm
Meyer-Lübke) tenían tendencia a considerar el latín vulgar y el latín literario
como dos variantes lingüísticas profundamente diferenciadas, casi como dos
lenguas distintas. Para ellos, la lengua literaria constituía una especie de
fachada, un elemento artificial que no hacía más que enmascarar la lengua
popular viviente, madre de las lenguas románicas. Esta percepción de los
hechos hoy está prácticamente agotada.
b) La filología y la gramática latinas avanzaron en la primera mitad del siglo XX
gracias a los trabajos del lingüista sueco Einar Löfstedt y sus discípulos, a
los que debemos la posibilidad actual de trabajar con nociones más flexibles,
re-alistas y precisas. Se convino definir el latín vulgar como variante hablada
del latín, la cual se opone esencialmente al latín escrito y no solamente al
latín literario o clásico.
c) Hoy por hoy prevalece una noción todavía más flexible, ya que surge del es-
tudio de los textos el hecho de que no hubo nunca, durante la existencia del
latín como lengua viva, un abismo infranqueable entre lengua hablada y len-
gua escrita. Si bien el latín vulgar es esencialmente latín hablado, no se sigue
necesariamente que todas las variedades del latín hablado sean a un tiempo
variedades vulgares. El latín hablado variaba, ciertamente, según las épocas,
pero también según la pertenencia social, el grado de cultura y la provenien-
cia étnica de los hablantes.
d) De esta forma, los alemanes Leumann, Hofmann y Szantyr, en su importante
tratado de sintaxis y estilística latina (Lateinische Syntax und Stilistik, Munich,
1965) aportan esta definición: "LLamamos latín vulgar a la lengua
hablada por aquellos estratos de la población poco influidos o no
influidos en absoluto por la enseñanza escolar y los modelos literarios".
e) Esta definición implica algunas precisiones complementarias. En primer
lugar, hay que decir que el concepto de latín vulgar no entraña ninguna
limitación cronológica. Se puede hablar de él a partir del momento en que hay
una tradición literaria, esto es, desde los últimos siglos de la República, y el
punto final coincide exactamente con la extinción del latín como lengua viva.
Una segunda consecuencia de esta explicación es que, si el latín vulgar era
una de las variantes habladas del latín, es imposible hablar de "texto vulgar";
se hablará en cambio de textos más o menos influidos por la lengua vulgar.
Algunos ejemplos de estos últimos son:
 Las inscripciones pompeyanas y herculanenses
 El Satiricón (s. I d.C.) de Petronio
 Appendix Probi (s. III d.C.)
 Mulomedicina Chironis (s. IV d.C.)
 De medicamentis liber (s. V d.C.) de Marcelo de Bordeaux
 Las Defixionum tabellae

Una tercera y última inferencia es que en la latinidad vulgar, en tanto reunión


de hechos complejos y móviles, había variaciones locales más o menos
relevantes según la época considerada, diversos estilos, jergas profesionales,
etc; en estas condiciones, toda constatación de conjunto, sin alguna precisión
territorial o cronológica, no deja de ser sólo una abstracción que enmascara la
variedad desconcertante de los hechos. Por eso no es conveniente intentar
construir una gramática del latín vulgar, dado que debe ser concebido como un
estado de lengua de contornos no bien delimitados ni estables.

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