Literalmente traducido del alemán, «Tormenta e Ímpetu».
Se trata de un
movimiento literario juvenil que surgió entre 1770 y 1785 como reacción contra la
Ilustración y acaso una primera manifestación del movimiento romántico
alemán, en cuanto foco europeo de primera manifestación del Romanticismo,
ante todo juvenilista. La autoridad inmensa de Allan Bloom, «Love and
Friendship» (1993), pone su origen en J. J. Rousseau, «Discurso» (1750), como una
exaltación del estado de naturaleza frente a la civilización y sus productos, que
las «Luces» consideró el más espléndido fruto del esfuerzo humano bajo rectoría
de la razón; pero también imprime impulso humano la rebelión de Klopstock y
Lessing a la imitación de los clásicos franceses y el panteísmo voluntarista que
nace del pensamiento de Spinoza y de Leibnitz e imprime un desarrollo al
individualismo. También el filósofo Johan Herder (1744-1803), que publica sus
primeros escritos sobre crítica estética: «Fragmentos sobre una nueva literatura
alemana» (1766-67).
El «Sturm und Drang» reunió durante algunos años temperamentos de gran
vitalidad de la vida literaria, amén de dos principiantes entonces, y más adelante,
figuras gigantescas como son Schiller y Goethe que, con posterioridad, superaron
la fase impetuosa, adoptando una nueva concepción humanista.
El manifiesto programático más significativo del «Sturm und Drang» apareció en
Estrasburgo en 1773 y fue la colección «En torno al carácter y al arte de los
alemanes», con ensayos de Herder y Goethe, contraponiendo a la artificiosa
«poesía artística» el genio del pueblo y la poesía natural, que fue en realidad un
redescubrimiento de las energías poéticas nacionales, destacando conceptos
como «genio», «naturaleza», «corazón», llamados a la afectividad, que son
primeras manifestaciones del Romanticismo, movimiento filosófico y cultural,
desarrollado en Europa desde finales del siglo XVIII hasta al menos dos tercios
del siglo XIX; el término «romantic» aparece por primera vez en Inglaterra a
mediados del siglo XVII, el siglo de la revolución política que alcanzaría el
máximo con el «Bill of Rigths» (1688) y la instauración de la Monarquía de
Guillermo de Orange y la Reina María, una de las hijas protestantes de Jacobo II
Estuardo. El vocablo, desde Inglaterra, penetró en Francia adoptándolo Rousseau,
primero como sinónimo de «pintoresco» para indicar aspectos bucólicos y
melancólicos de un paisaje, en definitiva, un estado de ánimo.
Sin duda fueron los alemanes quienes usaron el término con intención positiva,
con referencia a una actitud espiritual y estética. Friedrich Leopold von
Hardenberg (Novalis) (1772-1801) asimiló romántico a «poético», acorde con una
nueva sensibilidad: «Todo en lontananza deviene poesía: montes lejanos,
hombres lejanos, acontecimientos lejanos, todo se hace romántico».
El Romanticismo estuvo precedido, pues, por el «Sturm und Drang»; fue
teorizado entre 1798 y 1804 por el que se llamó «Grupo de Jena», que se reunía en
torno a la revista «Athenäum», fundada en 1797. Entre sus integrantes, poetas
como Novalis y Tieck; historiadores como Schlegel; filósofos como Fichte. Se creó
una segunda escuela en Heidelberg en 1804. Estos escritores trazaron las líneas
fundamentales del Romanticismo europeo: el sentimiento como efusión del
corazón, la religiosidad confesional, los ideales de liberación de los pueblos
oprimidos, la religión del patriotismo, la función formativa de la historia. La
«eterna inquietud» se opuso a la imperturbable serenidad del alma. Es fácil
apreciar el fondo conflictivo que alienta en cada una de esas antinomias, que no
son dialécticas sino aurorales. El pensamiento de Friedrich Schlegel marca todo el
Romanticismo en su intento de traer al hombre el infinito, con lo cual la estética
aparece como insuficiente respecto al final. La poesía aúna sentimiento y razón,
pero en conflicto, y recupera la conciencia crítica ante la misma poesía. La novela
romántica es también teoría. En ella se narra la aventura individual de la
conciencia que se siente profundamente herida y separada de la totalidad.
Desde Alemania el Romanticismo se difundió por toda Europa, asumiendo
caracteres muy diversos en virtud de las condiciones históricas estructurales, en
las que sobre todo influyen las distintas tendencias de los nacionalismos que,
como ha apreciado de manera insuperable Juan Pablo Fusi, aprecian en el
horizonte la Patria lejana y se esfuerzan por deconstruir la historia común de
todos.