#ComunicarCiencia
Comunicación pública de la ciencia en
el entorno de las instituciones de ciencia y tecnología
Juan Manuel FERNANDEZ AROCENA - Gabriela TALLARICO. Enero 2015
Las conexiones, vinculaciones y espacios de intercambios, que antes eran de exclusivo
privilegio brindado por los libros, hoy comienzan a expandirse, a ampliar sus entornos, a
encontrar otros formatos, y fundamentalmente nuevos dispositivos que promueven nuevas
formas de lecturas. Lecturas que se adaptan, porque cambian permanentemente de
ventanas, de medio, de soporte, de contenido.
Estos cambios se evidencian no sólo por la variedad tecnológica de dispositivos disponibles,
sino en el uso en simultáneo: una generación que no ve televisión sentados en el comedor,
manda mensajes, escucha música y juega en línea, todo al mismo tiempo. Es una
generación para la cual, los medios de comunicación, tal como los conocíamos hasta hace
una generación, no se excluyen, pero ya no se diferencian; se integran, se complementan y
se transforman en un ecosistema envolvente y omnipresente
Estos cambios específicos producidos por las tecnologías de la comunicación, con la
multiplicación de formatos y dispositivos en los cuales circula socialmente el conocimiento
científico, también tenemos que pensar en un sinnúmero de otras transformaciones que
nos rodean, todas de un modo u otro se vinculan con la ciencia y sus modos de ponerse en
circulación.
Ciencia y vida cotidiana
Somos individuos sociales que vivimos en función y en relación con la ciencia y el
conocimiento aplicado que nos envuelve en los más distintos contextos: desde los
alimentos a los medicamentos, de la vestimenta a la construcción, de la producción en la
huerta hasta la agroindustria, etc. Pero muchas veces no tenemos conciencia de ese
agregado sustancial que nos involucra. Es más, en el imaginario común, la ciencia no forma
parte de las preocupaciones cotidianas y el ciudadano no ve la ciencia como un
complemento vital de su día a día. Sin embargo, la ciencia es considerada como una
institución social (Ziman, 2003), que tiene repercusiones en distintos órdenes de la vida
cultural, política y comunicativa de las sociedades.
En este contexto de transformaciones, las instituciones de ciencia y técnica son las
responsables de promover el intercambio entre científicos, técnicos y ciudadanos, en
instancias cada vez más horizontales de diálogo, para generar discusiones y debates;
porque al concebir la ciencia se definen modos particulares de entender y configurar los
espacios de vida, las sociedades y los territorios.
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La verdadera democratización del conocimiento requiere de socialización y comunicación
de la ciencia en todos los ámbitos socioculturales, y demanda alternativas de participación,
y de aproximación que consideren la multiplicidad de públicos y ciudadanos en los distintos
contextos para resolver problemáticas de su vida cotidiana o por el hecho mismo de
conocer qué hacen sus instituciones.
Instituciones, acción social y comunicación
Las instituciones como INTA y en los organismos cuya naturaleza y esencia es producir
conocimiento, se enfrentan a un doble rol:
- desarrollar su tarea específica de investigación, ser soportes de base técnica y por
lo tanto ser garantes, referentes y respaldo de sus producciones, y detectar al
mismo tiempo tendencias y oportunidades de futuro; y además,
- deben asumir la obligación, con su cuerpo de investigadores, científicos y técnicos,
de contribuir a la transformación de la sociedad y las comunidades en las que
viven; por lo que sus desarrollos, investigaciones y avances dejan de tener valor si
no generan retribuciones sociales; en ese camino la comunicación es el nexo.
La ciencia en su esencia requiere siempre que el conocimiento que produce se haga
público. De hecho, es una responsabilidad social y un imperativo para democratizar el
conocimiento. Tomando palabras de Ziman (2003), coincidimos en que los resultados de la
investigación no se consideran científicos a menos que se recojan, se extiendan, se
compartan y, finalmente, se transformen en una propiedad común, es necesaria y
constitutivo que sean apropiados socialmente.
Y es en esos espacios de acción social en donde la comunicación adquiere otras
dimensiones y exigencias: movilizando la viabilidad y la visibilidad de las organizaciones,
pero a la vez su destino y la de los actores que involucra.
En este sentido, la comunicación “se vuelve pública”, abre sus fronteras más a allá de sus
pares expertos y se constituye en modos de interacción. Se deja de concebirla desde una
visión tradicional, como una vía para la alfabetización y difusión de ciencia o como mera
transferencia de desarrollos tecnológicos; sino que es parte de la acción social, la ciencia y
su comunicación tratan de generar interés en las personas en las cuestiones “públicas” y
con “lo público”, con la participación en torno a la ciencia y a la democracia, como rasgo
social de participación.
Desde instituciones como el INTA, en Argentina, estamos promoviendo la comunicación
pública de la ciencia como herramienta que facilite y promueva la intervención de las
personas en la vida colectiva y en el devenir de los procesos políticos concernientes a la
convivencia y la participación en las esferas públicas, concebida como lugares de
convergencia de distintas voces.
El fortalecimiento de esos procesos de comunicación requiere de nuevos enfoques para
abordar la complejidad de las múltiples realidades nacionales, regionales y territoriales
haciendo foco en la innovación y considerando la dimensión comunicacional como un
proceso transformador
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¿Qué entendemos por comunicación pública de la ciencia?
Por lo que, desde esta perspectiva, y a modo de sintetizar, en nuestra institución
entendemos a la comunicación pública de la ciencia como el proceso que permite
contextualizar y comprender las relaciones que existen entre prácticas tales como la
producción del conocimiento científico, su repercusión en diversos ámbitos, el desarrollo
tecnológico y las formas particulares con que éste se incorpora a la sociedad; así como
también el sentido que los actores sociales dan a estas relaciones en su práctica cotidiana,
con la incorporación de sus saberes, prácticas y conocimientos.
Es decir, no solo se trata de formatos y productos aislados o de concebir una publicación
impresa desarticulada; sino de ampliar los contenedores físicos tradicionales para pensar
en sus vínculos, en la interacción entre ciencia y sociedad como espacio de socialización1
(apropiación social de la ciencia), de acceso, disponibilidad y democratización del
conocimiento.
“La comunicación pública no sólo es un concepto, sino una oportunidad para la
construcción democrática de sociedad, a partir de una comunicación estratégica que
posibilite escenarios para el desarrollo de las comunidades”. (Galvis Ortiz y Botero
Montoya: 2013)
Cambio de modelos y paradigmas
Los primeros modos de poner en circulación los conocimientos técnicos y científicos
otorgaban todo el peso al emisor:
- se la concebía como difusión vinculada a la transmisión de información, de parte de
voces expertas o de un divulgador especializado, hacia un público no experto y siempre
en una “versión simplificada” con la idea de hacerla accesible. Ligada a la idea de
transferencia como traspaso de contenidos informativos o datos.
- Desde esa visión, se considera que lo que el público necesita saber se define por
decisiones externas, y por lo tanto la transferencia y difusión como herramientas
capaces de rellenar los vacíos cognitivos en temas científicos.
- Este modelo dominante durante muchos años en la divulgación científica, se la llama
“modelo canónico” o “modelo de déficit” respectivamente, ya que pone a los científicos
en una posición privilegiada (y de jerarquía) frente a la ciudadanía y se constituye en un
modelo autoritario de información de una sola vía, que a su vez pretende llenar el vacío
de conocimiento de un público científicamente analfabeto. De ahí los esfuerzos en
traducir y en minimizar las interferencias aumentando las repeticiones y reproducciones
de datos, sin vinculaciones ni conexiones.
1 La comunicación pública tiene por finalidad poner en marcha procesos de concertación social para la movilización, a
partir del consenso y el disenso, bajo un norte orientador que es la negociación de propósitos colectivos. Por ello, es
necesario develar la manera cómo la sociedad se comunica y cómo articula sus imaginarios, reconociendo siempre la
diferencia. La comunicación pública no sólo es un concepto, sino una oportunidad para la construcción democrática
de sociedad, a partir de una comunicación pensada estratégicamente que posibilite escenarios para el desarrollo de
las comunidades.
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Sin embargo, desde nuestro punto de vista, la comunicación no puede estar
exclusivamente orientada a la información; en la que resulta irrelevante la [falta de]
alfabetización científica para entender el modo en que los sujetos inter-actúan con el
conocimiento experto. Dado que las personas, las comunidades cuentan con su propia
dotación de competencias, valores y criterios que les permite asumir un papel activo en la
relación prácticas, ya no se trata de alfabetizar unilateralmente a una de las partes -que no
lo necesita- sino de promover el intercambio entre científicos y ciudadanos en instancias
más horizontales de diálogo, discusión y debate. Por tal motivo, desde las instituciones nos
proponemos favorecer e impulsar otras formas y modalidades de entender la
comunicación pública de la ciencia. Hay mucho por hacer aún.
En INTA partimos de la noción o modelo de dar poder y de participación ciudadana, con el
objetivo de que los ciudadanos puedan disponer de canales abiertos y permanentes de
consultas y conversación, participar en los debates en torno a las demandas científicas y
las decisiones públicas sobre ciencia, y promoviendo la recuperación de saberes y
conocimientos de la población.
- En este modelo, el público dispone de una depurada información que “implica una
completa conciencia acerca del modo en que el conocimiento científico es producido y
aplicado, de manera que pueda tomar o apoyar decisiones correctamente informados
–no decisiones basadas en las descripciones que les quieren dar aquellos que son
formalmente responsables de tomar esas decisiones” (Dickson, 2001).
El modelo participativo estimula el conocimiento de la ciencia, genera construcción de
democracia a través de la educación y la participación ciudadana, y desdibuja los
estereotipos que le confieren al público un halo de ignorancia y desinterés.
En este sentido, el público no es un sujeto pasivo, sino actuante; se comporta como un
agente de cambio y actor capaz de deliberar y contradecir, ya que es consciente de su papel
como “público”. Luego, en la participación y en la democracia participativa, es donde se
construye y se forma al ciudadano. Al decir de Martín-Barbero: “hay democracia en la
medida en que no sólo la gente se informa, sino que sea capaz de contra informar, de
debatir y de que su palabra también sea pública” (Barbero: 2005, p. 7).
Sin embargo, para la comunicación pública de la ciencia, hay que enfatizar en que el modelo
de participación, no es la panacea para suplir el acceso de los ciudadanos a la apropiación
de social de la ciencia; pero si es un deber y una obligación gubernamental, y es un camino
que permitiría la participación comunitaria en asuntos públicos de interés.
Rol de las instituciones de ciencia y técnica
Por lo tanto, nuestro rol debería posibilitar los mecanismos de participación con miras al
fortalecimiento de la democracia, permitiendo con ello, la viabilidad de la construcción de
una esfera para lo público y para la ciencia, a partir de la comunicación pública.
Como investigadores, técnicos o responsables de la gestión institucional, tenemos la
responsabilidad de dar a conocer, facilitar el acceso y disponibilidad, generar mayor
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circulación y alcance de los proyectos, estudios, resultados y conocimientos técnicos
producidos, de modo que las comunidades tengan acceso y puedan acercarse a los avances
científicos de su entorno de modo cercano. No obstante, en el compromiso de
participación, y en la búsqueda de oportunidades en espacios abiertos, es en dónde se
contribuye a los cambios y transformaciones; las opiniones y colaboraciones son
fundamentales para las mejoras de sus entornos, pues una comunidad alfabetizada
científicamente, participativa y comprometida tomará, sin duda, decisiones favorables para
el futuro.
Comunicar la ciencia proviene de la experiencia de una comunidad, exige integración social
y movilidad social, en tanto se ponen en circulación competencias y producción de sentido.
Se trata, en definitiva, de entender la responsabilidad social que compete a las
instituciones, en lo que respecta al papel que juegan en la construcción de las identidades
culturales, en la formación en lo político, en lo cultural, en lo científico y en la defensa de
lo público.
El INTA y sus acciones en torno a la comunicación pública de la ciencia
Para apropiarnos institucionalmente de estas nuevas miradas y enfoques; y cumplir con los
objetivos de comunicación pública de la ciencia como herramienta de participación, en
INTA venimos trabajando en distintas líneas de actividades, que van generando nuevos
escenarios de diálogo entre el mundo científico y la sociedad, logrando algunas acciones
alentadoras:
o Aumento de la participación social en proyectos INTA, ya sean nacionales, regionales y
de enfoque territorial.
o Generación de jornadas, talleres y cursos participativos en los que se focalizan en el
debate y en la modalidades de aprender-haciendo
o Implementación de actividades de investigación-acción para el desarrollo de
tecnologías apropiadas para la agricultura familiar.
o Consolidación de herramientas y soportes tecnológicos para favorecer la circulación,
acceso y disponibilidad de contenidos en múltiples formatos y entornos: sitio web,
repositorios institucionales, apps para celulares o cursos on-line de capacitación.
o Promoción de un modelo de publicación y divulgación de contenidos descentralizada
en todo el país, y con referentes en distintas temáticas y ámbitos.
o Presencia activa, abierta y en constante interacción con la población en todos los
medios sociales. Redes sociales en constante conversación y como modalidad de
contacto permanente con consultas y comentarios sobre todos los temas técnicos.
o Promoción de la colaboración entre sus investigadores y con colegas de otros países; y
de la puesta en común e intercambio entre los investigadores y la comunidad en
distintas actividades de puertas abiertas de la institución, en talleres y en ámbitos de
participación social.
Es necesario reforzar la participación activa, profundizar en los nuevos enfoques y ver qué
nos depara el próximo capítulo… porque ya está aquí y lo estamos escribiendo… siendo
partícipes de esta excitante historia de ciencia, comunicación y nuevos dispositivos.
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Bibliografía
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