MILAGROS DE LA MEDALLA MILAGROSA
Uno de los milagros de la medalla milagrosa es el de Claude Newman quien
era un hombre afroamericano de escasos recursos que vivía en Mississippi,
Estados Unidos. Fue enviado a prisión acusado de homicidio en 1942. Una
noche, durante una riña con sus compañeros de celda, alguien lanzó una
Medalla Milagrosa y Claude la recogió. Esa noche, se despertó, luego de
sentir que alguien le había tocado en la muñeca, y vio a una hermosa mujer
que se encontraba de pie, cerca de él, y que le dijo: “Si quieres que sea tu
madre, y tú quieres ser mi hijo, manda llamar a un sacerdote de la Iglesia
Católica.” Despertó a toda la prisión pidiendo a gritos un sacerdote, y solicitó
recibir instrucción religiosa cuando el sacerdote llegara. Éste quedó
maravillado al descubrir, durante el curso de instrucción, que el ignorante
joven ya había sido instruido en muchas cosas por alguna persona
desconocida. Claude le contó al sacerdote de un voto secreto que le había
hecho a Nuestra Señora, mientras yacía en una zanja durante la Segunda
Guerra Mundial, y que no había cumplido. Claude dejó atónitos a todos los
que lo conocían por el cambio que se había operado en él, deseando morir
para poder unirse con Dios y ofrecer su muerte por la conversión de otro
prisionero que lo odiaba. Solicitó una reunión con el otro prisionero para
celebrar su propia ejecución, y fue a su muerte “irradiando felicidad.”
El milagro de la viuda
En 1834, tan sólo dos años después de que las primeras copias de la Medalla
Milagrosa fueran distribuidas por París, las noticias de la medalla habían
viajado por toda Francia. Una de las mujeres que supo de ellas fue una viuda
de 70 años que había ingresado en el hogar de ancianos de Saint-Maur
después de una terrible caída en agosto de 1833. No solo tenía que arrastrar la
pierna izquierda, sino que necesitaba ayuda para caminar, y serias dificultades
para sentarse y volver a levantarse. Cuando se enteró de la medalla solicitó
una y se llenó de esperanza. Tan pronto como la recibió fue a confesar. Al día
siguiente, que era el primer viernes del mes, recibió la Sagrada Eucaristía y
comenzó a rezar una novena a los Sagrados Corazones de Jesús y María.
También veneraba la medalla, que llevaba alrededor del cuello, 20 veces al
día. El séptimo día de la Novena ya no sentía dolor alguno. Todos en el hogar
de ancianos se sorprendieron cuando comenzó a caminar sin ayuda. Después
de haber recibido esta gracia incluso pudo subir escaleras y arrodillarse.