Viernes Santo
Ambientación:
(leer antes 10 minutos antes de comenzar la celebración)
Guía 1:
En este día, en que «ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo», la Iglesia,
meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su
nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de
todo el mundo.
Guía 2:
La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía, y la
sagrada Comunión se distribuye a los fieles durante la celebración de la Pasión del
Señor
Guía 1:
El Viernes de la Pasión del Señor es un día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia
por medio de la abstinencia y el ayuno.
Guía 2:
Hoy, luego de escuchar el relato de la Pasión del Señor, haremos la Oración Universal
pidiendo por las necesidades del mundo entero, adoraremos la Cruz y recibiremos la
Sagrada Comunión.
Monición de entrada:
Guía 1:
La celebración de hoy comienza en silencio. Es el silencio que la humanidad debe
guardar para entrar en el misterio la Pasión de Cristo. Nos ponemos de pie.
(durante la postración del sacerdote)
Guía 2:
El sacerdote se postra rostro en tierra. Esta postración, que es un rito propio de este día,
significa la humillación del hombre y la tristeza y el dolor de la Iglesia. Nos ponemos de
rodillas.
Liturgia de la Palabra
Guía 1:
Abramos nuestra mente y nuestro corazón para que la Palabra de Dios que nos dirigen
el profeta Isaías y el autor de la Carta a los Hebreos, descienda sobre nuestra vida y la
transforme. Escuchemos con atención.
Relato de la Pasión
Guía 2:
Ahora, escucharemos el relato de la Pasión de Jesús, y descubriremos todo lo que Dios
hizo por nosotros.
Oración Universal
Guía 1:
Hoy, ante Jesús que da la vida por la humanidad entera, nuestra oración debe ser más
intensa, para que a todos llegue la vida que nace de la cruz.
Guía 2:
Unámonos ahora, en la oración universal, que hoy, como cada Viernes Santo, hacemos
con una especial solemnidad.
Guía 1:
Oremos, hermanos, por la Iglesia Santa de Dios, para que el Señor le de la paz, la
mantenga en la unidad, la proteja en toda la tierra, y a todos nos conceda una vida
confiada y serena, para Gloria de Dios, Padre todopoderoso. Nos ponemos de rodillas...
nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 2:
Oremos también por nuestro Santo padre el papa Francisco, para que Dios, que lo llamó
al orden Episcopal lo asista y proteja para bien de la Iglesia como guía del pueblo santo
de Dios. Nos ponemos de rodillas... nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 1:
Oremos también por nuestro obispo Jorge Rubén, y su obispo auxiliar Ignacio, por
todos los Obispos, presbíteros y diáconos, y por todos los miembros del pueblo Santo de
Dios. Nos ponemos de rodillas... nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 2:
Oremos también por nuestros catecúmenos, para que Dios nuestro Señor los ilumine
interiormente, les abra con amor las puertas de la Iglesia, y así encuentren en el
bautismo el perdón de sus pecados y la incorporación plena a Cristo, nuestro Señor. Nos
ponemos de rodillas... nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 1:
Oremos también por todos aquellos hermanos nuestros que creen en Cristo, para que
Dios Nuestro Señor asista y congregue en una sola Iglesia a cuantos viven de acuerdo
con la verdad que han conocido. Nos ponemos de rodillas... nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 2:
Oremos también por el pueblo judío, el primero a quien Dios habló desde antiguo por
los profetas, para que el Señor acreciente en ellos el amor de su nombre y la fidelidad a
la Alianza que selló con sus padres. Nos ponemos de rodillas... nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 1:
Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu
Santo, encuentren también ellos el camino de la salvación. Nos ponemos de rodillas...
nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 2:
Oremos también por los que no reconocen a Dios, para que por la rectitud y sinceridad
de su vida alcancen el premio de llegar a él. Nos ponemos de rodillas... nos ponemos de
pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 1:
Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios Nuestro
Señor, según sus designios, los guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y
libertad de todos los hombres. Nos ponemos de rodillas... nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Guía 1:
Oremos, hermanos, a Dios Padre Todopoderoso, por todos los que en el mundo sufren
las consecuencias del pecado, para que cure a los enfermos, de aliento a los que padecen
hambre, libere de la injusticia a los perseguidos, redima a los encarcelados, conceda
volver a casa a los emigrantes y desterrados, proteja a los que viajan, y de la salvación a
los moribundos. Nos ponemos de rodillas... nos ponemos de pie.
(el sacerdote recita la oración del Misal)
Monición antes del descubrimiento de la Cruz
Guía 2:
La cruz de Jesucristo es hoy el centro de nuestra asamblea. Al irla descubriendo
solemnemente manifestaremos nuestra fe, agradeciendo a nuestro Salvador la ofrenda
de su vida. Él ha muerto por nosotros. Pongámonos de pie.
Guía 1:
Que este parte de nuestra celebración manifieste que de verdad amamos la Cruz y
queremos seguir el camino de ella para llegar hasta Dios. A cada invocación vamos a
responder cantando: Venid, adoremos.
(a medida que se va descubriendo la Cruz y se canta la aclamación)
Guía 1:
Nos ponemos de rodillas... nos ponemos de pie.
(una vez descubierta la cruz)
Memoria de los dolores de Nuestra Señora
Guía 2:
Según una antigua tradición, en la tarde del Viernes Santo, se realizaba en nuestras
Iglesias un piadoso ejercicio en memoria de los dolores sufridos por la Santísima Virgen
María junto a la Cruz de su Hijo, y de su estado de profunda soledad después de la
muerte de Jesús.
(monición del sacerdote)
Guía 1:
Invitamos a los hombres de nuestra comunidad a presentar la imagen de la Virgen
Dolorosa.
Guía 2:
Para los cristianos, la cruz es el instrumento elegido por Cristo para nuestra salvación.
Es el signo del amigo que entrega su vida por aquel que ama. Desde la Cruz Cristo es
proclamado Redentor y Salvador. Acerquémonos procesionalmente a adorar la Cruz de
Cristo.
(una vez finalizada la adoración de la Cruz)
Guía 1:
La colecta de este hoy, está destinada a sostener a los cristianos de la tierra de Jesús.
Que la ofrenda de hoy exprese nuestra generosidad en favor de estos hermanos nuestros
que viven en Tierra Santa
Gesto del perfume
Guía 2:
En el primer Viernes Santo, las mujeres prepararon el cuerpo de Jesús para su sepultura.
En nuestro templo, el altar es el símbolo que nos habla de la presencia de Cristo en
medio nuestro. Mujeres de la comunidad ungen ahora, con perfume, la mesa del altar,
Vestido del altar
Guía 1:
Después de ungir el cuerpo de Jesús con perfume, las mujeres envolvieron su cuerpo en
el sudario. Vistamos ahora el altar, como en el primer Viernes Santo.
Traslado de la Eucaristía
Guía 2:
Luego de escuchar la Palabra de Dios y de adorar la Cruz de Cristo, el sacerdote trae la
Eucaristía que fue reservada ayer para poder comulgar hoy.
(Luego del Padrenuestro)
La comunión nos une con Cristo para siempre, nos anima a llevar nuestras cruces de
cada día, y nos ayuda a entregarnos con confianza en la construcción del Reino de Dios.
(Reflexiones de Monseñor Stanovnik que pueden leerse entre canto y canto
durante la adoración de la Cruz)
La cruz es árbol de vida. En ella triunfa la vida sobre la muerte, el amor sobre el odio, la
verdad sobre la mentira. Por eso, desde el instante en que Jesús, el Hijo de Dios, abrazó
nuestra humanidad pecadora y destinada a la muerte, la cruz se convirtió en el signo
bendito que nos muestra el camino hacia la vida, hacia la libertad y hacia el amor.
La muerte ya no es un asunto sólo del hombre. Dios se comprometió con ella y, desde
ese momento, se transformó en una causa también suya. Por eso, la muerte y con ella
todo el dolor moral y el sufrimiento físico que la anticipan, no tienen la última palabra.
La última palabra la tiene Dios, que resucitó a Jesús y ahora está sentado a la derecha
del Padre. Abrazar al Crucificado es aprender de él que la cruz asumida y ofrecida se
convierte en una poderosísima fuente de vida, de libertad y de amor. Por eso, la cruz de
Jesús es nuestra esperanza.
Todos los cristianos, discípulos y discípulas de Jesús, estamos llamados a experimentar
profundamente ese abrazo de amor y de vida con Jesús crucificado. Todo abrazo
auténtico no queda pegado, sino que se despega de aquel a quien abraza, y se abre a los
demás. Eso es lo que hace Jesús con nosotros. Nos atrae hacia sí, para que sintamos la
fuerza y la profundidad de su amor entregado hasta el fin.
Jesús nos envía como misioneros de su amor. Al experimentar el abrazo con el
Crucificado, somos enviados a prolongarlo en los muchos crucificados de nuestra
sociedad. Todo esto reclama gestos de amor y de vida, recibidos en esa inagotable y
maravillosa fuente, que es la Cruz de Jesús, cruz milagrosa, porque transforma la muerte
en vida.
Hoy adoramos la Santa Cruz, porque en ella estuvo clavado el Amor, la salvación del
mundo. Por eso, la liturgia nos invita a mirar el árbol de la Cruz y nos convoca a
adorarlo. Adorar es “quedarse con la boca abierta”, el corazón extasiado, sin palabras,
ante tanto amor. Adorar es abrazar “con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu
espíritu, y con todas tus fuerzas” (cf. Mc 12, 30), el amor de Dios, que nos amó hasta el
fin.