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Apelación Homicidio y Concierto en Bogotá

El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá D.C. resuelve la apelación de la sentencia condenatoria de 7 personas por el homicidio de 2 civiles y 18 personas en 2002. La sentencia condenó a 5 personas a 34 años de prisión por homicidio agravado y concierto para delinquir, y a 2 personas a 39 años por homicidio agravado. El Tribunal revisa los hechos del caso, la actuación procesal y las pruebas presentadas durante el juicio de 6 años para determinar si confirma o modifica la sentencia condenatoria.

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Apelación Homicidio y Concierto en Bogotá

El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá D.C. resuelve la apelación de la sentencia condenatoria de 7 personas por el homicidio de 2 civiles y 18 personas en 2002. La sentencia condenó a 5 personas a 34 años de prisión por homicidio agravado y concierto para delinquir, y a 2 personas a 39 años por homicidio agravado. El Tribunal revisa los hechos del caso, la actuación procesal y las pruebas presentadas durante el juicio de 6 años para determinar si confirma o modifica la sentencia condenatoria.

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República de Colombia

Rama Judicial

TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO


JUDICIAL DE BOGOTÁ D. C.
SALA DE DECISIÓN PENAL

JAIME ANDRÉS VELASCO MUÑOZ


Magistrado Ponente

Radicación : 1100131070042011000620
Procedencia : Juzgado 4º Penal del Cto. Especializado
Motivo : Apelación fallo condenatorio
Procesados : Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José
Pastor Ruiz Mahecha, Aureliano Quejada
Quejada, Orlando Pava Rocha, Elkin Manuel
Peralta Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo y
Deibis Solid Páez Triana.
Delito : Homicidio en persona protegida y concierto para
delinquir agravado
Aprobado Acta No. : 20/2021
Fecha : 22/01/2021

Bogotá D. C., 22 de enero de 2021

I.- ASUNTO

La sala resuelve el recurso de apelación interpuesto por los defensores de


todos los procesados y por José Pastor Ruíz Mahecha y Aureliano Quejada
Quejada personalmente, contra la sentencia proferida el 31 de mayo de
2019 por el Juzgado 4º Penal del Circuito Especializado de esta ciudad,
mediante la cual condenó a Publio Hernán Mejía Gutiérrez y José Pastor
Ruiz Mahecha a la pena principal de “39” años 6 meses de prisión y multa
de 40.000 SMMLV e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones
públicas por 19 años 9 meses, y a Aureliano Quejada Quejada a la pena
principal de 38 años 6 meses de prisión y multa de 36.000 SMMLV e
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
Apelación Sentencia ordinaria
Ley 600

inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por 19 años


3 meses, como responsables del delito de homicidio en persona protegida; y
a Orlando Pava Rocha, Elkin Manuel Peralta Romero, Juan Carlos
Almanza Salcedo y Deibis Solid Páez Triana a la pena principal de 34
años 6 meses de prisión y multa de 6.667 SMMLV e inhabilitación para el
ejercicio de derechos y funciones públicas por 15 años 3 meses, por los
delitos de homicidio en persona protegida y concierto para delinquir
agravado. Igualmente los condenó al pago de daños y perjuicios.

II.- HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL RELEVANTE

2.1. De conformidad con la resolución de acusación, los hechos


fueron descritos en los siguientes términos:

… Edwin Manuel Guzmán Cárdenas, ex suboficial del Ejército Nacional,


en denuncia que presentó ante el juzgado sesenta y tres de instrucción
penal militar, remitida a esta entidad judicial, da cuenta de la posible
ejecución de algunas conductas punibles por miembros del Batallón de
artillería No. 2 La Popa, con sede en Valledupar, que para los intereses
de este asunto se cometieron durante el año 2002.

Destaca dos hechos relacionados con el delito de homicidio así: i)


misión táctica Coraza ejecutada el 22 de junio de 2002 al interior de las
instalaciones del batallón de artillería No. 2 La Popa, en la cual
resultaron muertos 2 civiles -Carlos Alberto Pumarejo López Sierra y
Edwar Cáceres Prado-, en el momento en que pretendían ingresar de
manera clandestina al batallón, con la intención de hurtar material de
guerra e intendencia; no obstante, al denunciante le consta que las
personas mencionadas, fueron aprehendidas y retenidas horas antes de
su muerte y posteriormente ejecutadas de manera violenta. ii) Misión
táctica Tormenta II ejecutada el 26 de octubre de 2002, en
inmediaciones de la hacienda El Socorro, municipio de Bosconia, Cesar,
en la que resultaron muertas 18 personas posibles integrantes del grupo
subversivo ELN; sin embargo, según el denunciante, los obitados hacían
parte de las autodefensas unidas de Colombia, que por presentar
problemas con el comandante alias ““39””, fueron fusilados y entregados
2
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
Apelación Sentencia ordinaria
Ley 600

al comando del batallón de artillería No. 2, La Popa, para ser


presentados como muertos en desarrollo de combate...

2.2. Los hechos denunciados dieron lugar a que el Fiscal 14


Especializado de la Unidad de Derechos Humanos y Derecho Internacional
Humanitario iniciara investigación previa, disponiendo a través de
resolución fechada el 25 de enero de 2007 la práctica de varias pruebas.

La investigación fue formalmente abierta mediante resolución de


apertura de instrucción adiada a 8 de febrero de 2007, disponiendo a través
de esta, entre otras, la vinculación del Coronel Publio Hernán Mejía
Gutiérrez, quien para el año 2002, fecha de ocurrencia de los hechos
denunciados se desempeñaba como comandante de del batallón No. 2 La
Popa.

Mediante resolución del 3 de julio de 2008, el ente instructor


determinó vincular a los procesados José Pastor Ruíz Mahecha, Aureliano
Quejada Quejada y otros por el delito de homicidio, personas estas que
previamente habían sido vinculadas por el delito de concierto para delinquir.

El 23 de febrero de 2009 se dispuso la ruptura de la unidad procesal


que existía entre el delito de concierto para delinquir agravado y homicidio
en persona protegida para los procesados Publio Hernán Mejía Gutiérrez,
José Pastor Ruiz Mahecha, Aureliano Quejada Quejada y otro. Estos
fueron condenados por la primera de las conductas por el Juzgado 6º Penal
del Circuito Especializado de Bogotá, decisión que fue confirmada por esta
corporación y actualmente se encuentra en sede de casación.

El 8 de septiembre de 2009 fue resuelta la situación jurídica de los


vinculados, a quienes en diligencia de indagatoria se les endilgó la comisión
del punible de homicidio en persona protegida, optando el instructor por
imponer medida de aseguramiento consistente en detención preventiva en
contra de Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruiz Mahecha,
Aureliano Quejada Quejada y Efraín Andrade Perea. En esta misma
resolución se ordenó vincular a los uniformados Elkin Manuel Peralta

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Romero y Juan Carlos Almanza Salcedo por los delitos de homicidio en


persona protegida y concierto para delinquir agravado.

El 2 de octubre de 2009 se dispone la vinculación del soldado Orlando


Pava Rocha, y el 18 de noviembre del mismo año la del soldado regular
Deibis Solid Páez Triana, por los delitos de homicidio en persona protegida
y concierto para delinquir agravado.

El 4 de octubre de 2010 la fiscalía profiere resolución de acusación en


contra de Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruiz Mahecha,
Aureliano Quejada Quejada y Efraín Andrade Perea, por el delito de
homicidio en persona protegida; y en contra de Elkin Manuel Peralta
Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo, Orlando Pava Rocha y Deibis
Solid Páez Triana, por los delitos de homicidio en persona protegida y
concierto para delinquir agravado.

Contra la mentada resolución, la defensa de Efraín Andrade Perea


interpuso el recurso de alzada que fue concedido en el efecto suspensivo, y
la misma fue revocada en lo que a él correspondía mediante decisión del 5
de agosto de 2011 por la Fiscalía 27 Delegada ante el Tribunal Superior de
Bogotá D.C., momento a partir del cual quedó ejecutoriado el llamamiento
a juicio para los demás procesados.

El juicio correspondió adelantarlo al Juzgado 4º Penal del Circuito


Especializado de Bogotá, el cual, tras celebrar las audiencias preparatoria y
pública de juzgamiento que culminó el 5 de marzo de 2013, después de más
de seis (6) años, el 31 de mayo de 2019 profirió el fallo que puso fin a la
primera instancia, mediante el cual dispuso condenar a Publio Hernán
Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruiz Mahecha y Aureliano Quejada
Quejada por el delito de homicidio en persona protegida, y a Orlando Pava
Rocha, Elkin Manuel Peralta Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo y
Deibis Solid Páez Triana por los delitos de homicidio en persona protegida
y concierto para delinquir agravado.

III.- EL FALLO IMPUGNADO

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3.1. El a quo profirió sentencia condenatoria en contra de los


procesados por el delito de homicidio en persona protegida, a partir de las
consideraciones que a continuación se resumen.

Comenzó la parte considerativa de la providencia valorando


detalladamente la materialidad de la conducta teniendo en cuenta hechos
específicos, informes forenses y demás1.

De cara a lo expuesto por la defensa de Orlando Pava Rocha y otros,


quien cuestionó la consumación de la conducta bajo el argumento de no
haberse hallado vestigios de pólvora en los cuerpos, situación que impedía
establecer que hubo disparos a corta distancia y por lo tanto no se trató de
muertes arbitrarias, la falladora de primer nivel advirtió que son las pruebas
legal y oportunamente allegadas al sumario como los análisis forenses, los
registros civiles de defunción, los protocolos de necropsia y las actas de
levantamiento, las que valoradas en conjunto permiten, más allá de toda
duda razonable, dilucidar la responsabilidad penal de los enjuiciados.

En ese orden de ideas, la sentenciadora estudió por separado los dos


eventos investigados correspondientes a: 1) operación Coraza acaecida el 22
de junio de 2002 al interior de las instalaciones del batallón de artillería N°2
La Popa y 2) operación Tormenta II ocurrida el 26 de octubre del mismo año
en terrenos de la hacienda El Socorro, municipio de Bosconia, Cesar. Ambas
operaciones fueron realizadas por miembros del Ejército Nacional adscritos
a la citada guarnición militar, la cual, para ese momento, se encontraba al
mando del Coronel Publio Hernán Mejía.

Luego de haber analizado los protocolos de necropsia, documentos


adjuntos para la identificación e individualización de los occisos y demás
archivos afines, estableció que, producto de la consumación de ambas
operaciones militares, se generó la muerte de: Eduar Cáceres Prado y Carlos
Alberto Pumarejo Lopesierra en la operación Coraza; y de Carlos Jaime
Amaris Cantillo, Sergio Antonio Brugues Vanegas, Walber Nell Domínguez
García, Antonio Carrillo Donado, Mader Rubio Jiménez, José Gregorio

1
Sentencia de primera instancia, folios 77-99
5
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Vargas Ariza, Orlando Enrique Insignares Nieto, Adalberto Fuentes Nieto,


Carlos Arturo Montes Monsalvo, Arle Andrés Tijado Acuña, Juan Manuel
Velilla Delgado, Armando Morales Pérez, Corpus Carlos Carrero, Aldemar
José García López, y otras cuatro personas N.N, en la operación Tormenta
II.

3.2. Acto seguido, continuó con el estudio de la responsabilidad penal


atribuida en la acusación a cada uno de los procesados, para lo cual precisó
que aplicaría el principio de selección probatoria2, esto es, que la decisión
se sustentaría en las que en su criterio consideraba más relevantes frente
al tema de prueba.

En cuanto a la primera situación fáctica -operación Coraza-, resaltó


que reposa en el expediente la orden No. 037A, contentiva del mandato de:
“realizar maniobras de emboscada en los sitios considerados como
vulnerables para la seguridad de la unidad táctica, así como sobre la avenida
que conduce al barrio la nevada, en el sector norte del batallón…”.

Lo anterior, debido a que aquella unidad militar tenía conocimiento


del actuar delictivo en Valledupar y municipios aledaños por parte de
organizaciones criminales como las FARC, ELN, AUC y delincuencia común.

El día 22 de julio de 2002 en desarrollo de esa orden de operación


resultaron muertos 2 ciudadanos, de conformidad con los formatos de
inspección a cadáver No. 252 y 253 y los protocolos de necropsia No. 274-2
y 273-2 del 23 de junio de 2002, cuyas conclusiones concretaron como
causa del deceso homicidio con disparos de larga distancia y con artefacto
explosivo de fragmentación múltiple.

Según lo manifestado por los investigadores del CTI que asumieron el


conocimiento del caso, el subteniente Javier Mora Quiñones les manifestó
que se desplegó un dispositivo para contrarrestar cualquier acto violento
con soldados regulares patrullando la parte externa e interna de la zona.
Refirió que entre los uniformados presentes al momento de los hechos se

2
Sala Penal Corte Suprema de Justicia. Radicado 26631 del 18 de marzo de 2009
6
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encontraban Elkin Peralta Romero y Juan Carlos Almanza Salcedo, y que


al detectar movimientos extraños en la garita No.7 dispararon dando de baja
a 2 personas.

Así mismo, este oficial les informó que en el área se incautaron 2


fusiles y 1 uniforme camuflado en una bolsa de polietileno.

Los investigadores establecieron que por labores de vecindario se


pudo acreditar que al momento de los hechos se escucharon varios disparos,
pero ningún movimiento extraño. Así mismo, establecieron que entre los
occisos había una estrecha relación de amistad y habían prestado servicio
militar en esa guarnición y en el Grupo Mecanizado Juan Rondón de
Buenavista (La Guajira).

Citó que el CTI tuvo conocimiento de que Eduar Cáceres Prado salió
de aquella guarnición militar debido a problemas mentales, evento
acreditado con la respectiva historia clínica que se aportó.

Anotó que en el informe se plasmó que para el día en que ocurrieron


los hechos investigados quien figuraba en turno en ese puesto -garita 8- era
el soldado Deibis Solid Páez según la minuta de centinela. Sin embargo,
quien efectivamente se encontraba en ese momento y en ese lugar era
Orlando Pava Rocha, aun cuando su nombre no estaba registrado en el
referido documento, pero si aparece anotado para el día siguiente, y resaltó
que mientras los otros eran soldados regulares éste era profesional.

En ese contexto, determinó que la concurrencia de ambos soldados


en la misma garita al momento de los hechos no es lógica y, por ende, no es
creíble que Orlando Pava se encontrara en el lugar, máxime cuando la
minuta de centinelas lo ubica es al día siguiente. Tampoco le encontró
sentido al hecho de que el Coronel Publio Hernán Mejía Gutiérrez, haya
cedido generosamente a su escolta personal y soldado profesional Orlando
Pava para la operación, habiendo muchos más soldados disponibles para la
potencial “misión”.

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Resaltó el hecho de que el arma encontrada en el lugar referenciada


con número 01266545 figuraba asignada a Elkin Manuel Peralta Romero,
pero en ese momento éste portaba otra, y a ser consultado por dicha
situación, en declaración3 argumentó que el fusil que sacó del armerillo
estaba en el lugar donde él acostumbraba a colocar el suyo. No obstante,
esa misma noche, cuando ya se encontraba durmiendo, el teniente Nelson
Mora le indicó que le llevara su fusil, por lo que le entregó el mismo que
tenía esa noche, y en la mañana siguiente en la formación cuando le
pidieron que presentara su arma conforme al acta y número por el cual se
le había asignado, ya no estaba en el armerillo.

Hizo una comparación entre las declaraciones rendidas por los


encartados ante el Juzgado 90 de Instrucción Militar a escasos 2 días de
ocurridos los hechos, con lo que afirmaron dentro de la presente actuación,
encontrando serias inconsistencias entre unas y otras, especialmente en
aspectos como la ubicación, la hora y los partícipes, por citar las más
importantes.

Consideró extraña la situación presentada con el soldado Deibis Solid


Páez Triana, quien manifestó que su participación en el operativo fue
resaltada por parte del Coronel Mejía Gutiérrez, al punto que en señal de
agradecimiento puso a su disposición la escogencia de un beneficio entre
dos: mandarlo al Sinaí o enviarlo a la casa bajo licencia permanente,
devengando mensualmente su sueldo. Que posteriormente éste le regaló
500.000 pesos “en honor a lo que hizo en el batallón”.

Sobre el particular, el a quo consideró que de aquella contraprestación


económica no se dejó constancia alguna, además de que resulta contrario
al funcionamiento de las fuerzas militares frente a un soldado que se
encontraba ejerciendo labores y funciones propias de su cargo.

Igualmente, encontró serias contradicciones en las diferentes


declaraciones que rindió este soldado, ya que mientras sostuvo en un
principio que fue el único en haber disparado contra los occisos, luego refirió

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Cuaderno 6, folios 270-275
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disparos procedentes de otras direcciones, y cuando se le puso de presente


el documento de inspección que se realizó en el lugar de los hechos, donde
se evidenciaron orificios en la parte externa de la garita por impactos de bala
y preguntársele si alguien había disparado contra el lugar dónde él se
encontraba, respondió no haberse enterado de eso.

Adicionalmente, la falladora destacó el análisis técnico realizado a los


cadáveres, los cuales arrojaron como resultado:

“la muerte de CARLOS ALBERTO PUMAREJO LOPESIERRA ocurrió


como consecuencia de las lesiones causadas por el paso de proyectiles
de arma de fuego cuando este se encontraba inicialmente en posición
de rodillas y manos y luego en posición de cubito ventral sobre el piso
de la garita”.

A lo que el indagado en cuestión contestó que: “Si el muerto el se tiró


al piso de la garita y yo ahí en el suelo le disparé. (…) Es que yo les disparo
cuando vienen agachados, digo yo que buscaron refugio, por que de pronto
no sabía de donde venían los disparos, se metió en lugar equivocado”.

Otro punto específico que llamó la atención de la primera instancia es


que el declarante afirmó conocer a Orlando Pava Rocha como escolta del
Coronel Publio Hernán Mejía, pero no haberlo visto en la escena de los
hechos, lo cual ratifica la duda sobre la presencia de aquel el día de los
hechos.

Llamó la atención sobre la inobservancia del protocolo descrito por


algunos procesados sobre realizar disparos al aire como alerta a los
intrusos, sino que accionaron directamente las armas hacia su humanidad,
y además se premió económicamente tales actos.

Frente a las exculpaciones de José Pastor Ruiz Mahecha, quien


manifestó que se enteró de la operación por boca del coronel Mejía, y que
su participación se reduce a haber escuchado los disparos de alerta y
acercarse momentos después al lugar de los sucesos, resaltó que éste afirmó
que el teniente Mora le había manifestado que se agotó el protocolo de
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alarma esperando que los intrusos se quedaran quietos y que el soldado


Páez Trina había disparado contra una persona que estaba ingresando a
su garita. Que recordó que esa noche varios soldados evadidos ingresaron
por el mismo lugar.

Resaltó que el procesado afirmó que al llegar al lugar de los sucesos


no le fue posible corroborar si los presuntos vándalos estaban armados, y
lo único que encontró fue una bolsa negra con guantes de cirugía, una guaya
y una sustancia química que la fiscalía no logró identificar, y frente a los
fusiles encontrados en el lugar manifestó que ello era un mero descuido del
soldado, eran errores comunes debido a la rapidez con la que salen a la
formación, pero sin poder explicar de manera satisfactoria la razón por la
cual, si la presencia de los intrusos duró escasos 30 segundos, porqué razón
las armas aparecieron en la garita.

Llamó la atención del a quo la referencia de Ruiz Mahecha acerca de


la presencia en el lugar de los hechos de unos soldados evadidos, lo que
justificó la presencia de la patrulla comandada por el subteniente Mora
Quiñones justo antes del asesinato de los intrusos, situación sobre la cual
ningún otro de los partícipes en la operación Coraza hizo referencia, en
especial este último quien fue el primer respondiente del operativo.

Afirmó que inicialmente se manifestó que las condiciones de luz eran


buenas y se tenía conocimiento del lugar y la hora en la que ingresarían los
hoy fallecidos. No obstante, tal versión varió notablemente en la indagatoria
rendida por Nelson Javier Mora Quiñones4, rendida de forma posterior a la
de Ruíz Mahecha, en la que coincidencialmente indicó que las condiciones
de luz no eran las mejores y que dentro de las diligencias de inteligencia no
se conocía cantidad de personas, hora exacta, ni el lugar por donde
entrarían los sujetos.

Consideró ilógico que Mora Quiñones en sus primeras declaraciones


haya obviado un detalle tan trascendental como los 5 supuestos soldados
evadidos, ya que en atención al postulado de la poca iluminación, el intento

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Cuaderno 8, folios 30-41
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de entrada de estos 5 se vería más amenazante que el de los 2 occisos, por


lo que pierde sentido que al numeroso grupo se le preguntara por su
identificación, mientras que a los asesinados se les hicieran 2 disparos de
alerta y posteriormente accionaran las armas contra su humanidad.

Sobre la supuesta escasa iluminación la noche de los hechos y el


estado de alerta en que se encontraba el batallón, no entiende el a quo cómo
es posible que se percataran de la forma de caminar de los soldados evadidos
que ingresaron por la malla y hasta escuchar lo que decían, pero no
pudieron notar que los 2 asaltantes iban desarmados.

Destacó que mientras Ruíz Mahecha habló de la existencia de armas


blancas, guantes, una guaya y una sustancia química por parte de los
abatidos, en el informe No. 5985 correspondiente a la inspección a cadáver
elaborado el día de los hechos por miembros de la fiscalía, lo único que se
relacionó fueron los documentos de identidad, 2 fusiles con números
01265109 y 01266545, 1 uniforme con características similares a los
usados por la fuerza pública y un morral verde, por lo que no existe un
registro oficial donde se relacione los elementos descritos por este
procesado.

En cuanto al procesado Publio Hernán Mejía Gutiérrez, este


manifestó que gracias a 2 soldados regulares se conoció de las intenciones
de los occisos de irrumpir en el batallón para asesinar centinelas y robar
sus armas de dotación6, razón por la cual se incrementaron las medidas de
seguridad en el perímetro del batallón. Que para el 20 de junio el soldado
Páez informó que el plan ya estaba listo y que iban a ingresar por el sector
occidental de la base, razón por la cual se emitió la orden de operaciones
correspondiente al primer pelotón de la batería E al mando del subteniente
Nelson Mora Quiñonez, para que reforzara la seguridad en ese sector
manteniendo patrullas y puestos de escuchas.

Sobre su ubicación al momento de los hechos, señaló que se


encontraba en la casa fiscal asignada al comandante, y se enteró de los

5
Cuaderno 2 Cuerpo Técnico de Investigación, folios 208-225
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Cuaderno 7, folios 276-283
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
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mismos y sus circunstancias por parte de Ruíz Mahecha, por lo que se


dirigió al sitio y ordenó aislar el sector e informar al CTI.

Respecto al hallazgo en ese lugar del fusil asignado al soldado Elkin


Manuel Peralta Romero, manifestó que

“la asignación de armamento y dotación individual a cada uno de los


soldados de un batallón es responsabilidad directa del comandante de
la unidad fundamental en este caso batería E, al mando del teniente
Mora Quiñones; el armamento que se encuentra asignado mientras los
soldados no están de guardia o en operaciones, necesariamente
permanece en el armerillo que está ubicado en el alojamiento de los
soldados de cada batería, la información respecto de los dos fusiles
mencionados era que las personas que ingresaron al batallón tenían
cómplices dentro de la unidad y ellos debían colocar los dos fusiles
cerca al sector donde se producía el ingreso de esos sujetos de la
unidad”

Con base en estas precisiones, afirmó que no le asistía duda alguna


de que Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruíz Mahecha,
Orlando Pava Rocha, Elkin Manuel Peralta Romero, Juan Carlos
Almanza Salcedo y Deibis Solid Páez Triana conocían previamente las
características de las 2 víctimas de los hechos ocurridos el 22 de junio de
2002 en desarrollo de la operación Coraza, contrario a lo que sostuvieron
durante todo el proceso, y trajo a colación lo declarado por Juan Manuel
Bravo Alzate, Juan Carlos Mestre Seña y Orlys Geiner Trillos Duarte7,
quienes coincidieron en afirmar que tenían sospechas de que los occisos
Edwar Cáceres y Carlos Pumarejo podían pertenecer a las AUC, o incluso al
GAULA, a partir de su frecuencia al interior del batallón.

Sobre el conocimiento previo que los procesados tenían en torno a las


condiciones de tiempo, modo y lugar en que los hoy occisos Carlos Pumarejo
Lopesierra y Edwar Cáceres Prado ingresarían a las instalaciones del
batallón La Popa, citó lo dicho por Juan Manuel Bravo Alzate8, que al

7
Declaración Juramentada del 9 mayo de 2007- Cuaderno 6, folios 263-269
8
Cuaderno 6, folios 70-78
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
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interior del batallón La Popa se desempeñó como sargento primero, jefe de


la sección de contra inteligencia militar, quien respecto de la operación
Coraza refirió:

Después de tanto insistir, al soldado Triana para colaborar con la


información, éste se dejó convencer de los tipos, pero a su vez, todas las
actividades, movimientos y diálogos que tenía el soldado Páez Triana, con
estos dos particulares, era de conocimiento de la sección de contra inteligencia
y del mayor Ruíz. El plan consistía en que ellos ingresaran por la parte
posterior del batallón vía la Nevada en momentos en que el soldado Páez
Triana estuviera de centinela, fue entonces, con todos estos datos y esta
información que se llevó a cabo la operación, información que era precisa, que
se conocía la hora, además, a la diez de la mañana el soldado Triana se
encontraba de centinela, uno de los particulares pasó por el sitio donde ellos
iban a ingresar y le entregó un alambre y otros elementos que iban a ser
utilizados por la noche para posiblemente dormir a otro centinela, elementos
que ya eran de conocimiento del dos”

A partir de estas afirmaciones, concluyó que Publio Hernán Mejía


Gutiérrez como máxima autoridad militar de La Popa, así como el jefe de
inteligencia -el dos- José Pastor Ruiz Mahecha, desde 6 meses atrás de
ocurridos los hechos, tenían información al respecto, y pocos días antes, a
través del soldado Páez Triana, conocieron el día, la hora y el lugar por
donde iban a ingresar las 2 personas asesinadas.

Manifestó que independientemente de los resultados arrojados por los


informes periciales, los propios procesados Orlando Pava Rocha, Elkin
Manuel Peralta Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo y Deibis Solid
Páez Triana, aceptaron su participación material en la ejecución de Carlos
Pumarejo y Edwar Cáceres, mientras que la planeación del operativo y las
condiciones de su ejecución correspondió a Publio Hernán Mejía y a José
Pastor Ruíz Mahecha, el cual no tuvo otra intención que la fatalidad.

En cuanto a la estructura típica del delito irrogado, consideró que


estas muertes se produjeron bajo el marco del conflicto armado tan álgido
que se vivía para la época, y es notoria la condición especial del sujeto
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pasivo, pues eran civiles. Por lo tanto, determinó que se reúnen los
presupuestos para la configuración del homicidio en persona protegida.

Resaltó que los procesados tuvieron la posibilidad de aprehender a los


sujetos o hasta herirlos para neutralizarlos, en caso de resistencia, y
ponerlos a disposición de las autoridades a efectos de judicializarlos, pero
prefirieron matarlos antes que capturarlos.

Por otro lado, consideró que no se trató de un uso desmedido de la


fuerza como lo discutió el ente acusador, ni tampoco un uso legítimo de las
armas cobijado por una orden de operaciones como lo alegó la defensa, pues
tales presupuestos solo tendrían cabida en el marco de un enfrentamiento,
lo cual aquí no se presentó.

Concluyó que, por el contrario, lo que se presentó fue el uso


premeditado de las armas en contra de 2 víctimas desarmadas que fueron
conducidas a una trampa. En ese sentido, estimó que los fallecidos no
representaban ningún peligro para la integridad de la institución, y mucho
menos para alguno de sus integrantes.

Esas mismas consideraciones le sirvieron para desechar cualquier


argumento que justifique un sentimiento de miedo o legítima defensa en el
accionar de los custodios de las garitas.

Adicionalmente, cuestionó que según lo informado por el procesado


Ruiz Mahecha, los intrusos estuvieron dentro de la base militar durante un
estimado de 30 segundos, aproximadamente, razón por la cual no encontró
plausible que a los occisos les hallaran las armas que presuntamente
ingresaron a hurtar.

Censuró el comportamiento de los altos mandos de la guarnición


militar Mejía Gutiérrez y Ruíz Mahecha frente a la situación, ya que al
estar advertidos con anterioridad de que las víctimas iban a ingresar al
batallón, pudieron tomar medidas lógicas de precaución tales como iluminar
más el lugar, reforzar la seguridad con más soldados vigías, poner
alambrado, entre otras.
14
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
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Ley 600

Manifestó que de forma coincidente todos los procesados aseveraron


que los intrusos estaban desarmados y solo portaban objetos
cortopunzantes, pero al momento del levantamiento de los cadáveres les
encontraron 2 fusiles, por lo que dedujo que estos ya estaban en la garita 7
antes de los sucesos, siendo colocados por colaboradores de los supuestos
bandidos.

Por lo anterior, consideró ilógico que el soldado Deibis Solid Páez


Triana, quien según su propio dicho prestó turno de centinela desde las
19:00 hasta las 22:00 horas, no se hubiera percatado de la presencia del
armamento dentro de su puesto de guardia, o que el mismo fuera puesto
después de las bajas.

En cuanto al grado de responsabilidad, precisó que se debía tener en


cuenta la importancia de los aportes de cada uno, desde la autoridad
superior hasta los soldados así:

De Publio Hernán Mejía, manifestó que como máxima autoridad del


batallón conocía de primera mano la información y fue quien estructuró la
operación y dispuso las condiciones para el resultado final, al punto que
ubicó a uno de sus escoltas personales para garantizar la efectiva ejecución
de los sujetos, muertos que le reportarían un positivo en su haber al ser
reportados como bandoleros de la cuadrilla 59 de las FARC.

De José Pastor Ruíz, afirmó que como oficial de inteligencia, además


de participar en la elaboración y preparación de la orden de operaciones
Coraza, la que tuvo como propósito ejecutar a Carlos Pumarejo y Edwar
Cáceres, participó materialmente en los hechos al punto que acompañó a la
patrulla que comandaba el subteniente Nelson Mora e hizo presencia en el
teatro de los sucesos.

Sobre Orlando Pava Rocha, de quien recalcó que era un soldado


profesional perteneciente a la escolta personal del coronel Mejía Gutiérrez,
indicó que sin pertenecer al primer pelotón batería E, fue ubicado
estratégicamente en la garita colindante al lugar de los hechos, en aras de
15
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
Apelación Sentencia ordinaria
Ley 600

asegurar la ejecución de la operación en cuestión, esto es, la muerte de los


intrusos.

De Elkin Peralta Romero y Juan Carlos Almanza, soldados


regulares bajo el mando del subteniente Nelson Mora, patrullaron al interior
del batallón la noche de los hechos y admitieron haber accionado sus armas
directamente contra la humanidad de Carlos Pumarejo Lopesierra y Edwar
Cáceres Prado, y afirmaron que como las víctimas no se detuvieron ante la
señal de alarma, dispararon a matar.

Sobre Elkin Peralta recordó que a nombre de este soldado figuraba


uno de los fusiles extrañamente encontrado junto al cuerpo de uno de los
occisos, lo que le permitió concluir que estos uniformados tenían el
conocimiento previo del propósito real de la operación, que no era otro que
el de producir bajas.

Respecto de Deibis Solid Páez Triana, estimó que se prestó para


coordinar con los fallecidos el ingreso a las instalaciones de la guarnición
militar, prometiéndoles la entrega del material de guerra, procedimiento que
fue coordinado con sus superiores y contrainteligencia del batallón.

Manifestó que este soldado, quien al momento de los hechos se


encontraba como centinela en la garita No. 8, punto por donde se registró el
ingreso de las víctimas, fue contradictorio en su versión frente a lo que
manifestaron los demás partícipes, al punto que se adjudicó ser el único que
disparó contra los supuestos intrusos.

Adujo que para estos soldados regulares no aplicaba el principio de


compartimentación en las operaciones militares, porque de las pruebas
podía inferir que participaron en la preparación del acontecer delictual, es
decir, sabían de antemano lo que iba a ocurrir.

Finalmente y frente a este evento –operación Coraza-, afirmó que no


le daba mayor crédito a los dichos del denunciante inicial Edwin Manuel
Guzmán Cárdenas, por la sencilla razón de que éste no estuvo presente en

16
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
Apelación Sentencia ordinaria
Ley 600

el lugar de los hechos, por lo tanto son inanes los esfuerzos de la defensa en
desacreditar los dichos de esta persona.

Sostuvo que la decisión se soporta en los dichos de los propios


procesados, los cuales son coincidentes en aspectos relevantes con lo que
denunció Guzmán Cárdenas, como el hecho de que los occisos eran
conocidos al interior del batallón y frecuentaban sus instalaciones, que
hubo un cambio de centinela de un soldado regular por uno profesional –
Orlando Pava Rocha-, que se ofrecieron prebendas para callar los hechos
como el dinero entregado a Deibis Solid Páez.

En punto a la antijuridicidad, adujo que los procesados lesionaron el


bien jurídico tutelado, pues les arrebataron la vida a dos ciudadanos
protegidos por el DIH, máxime si se tiene en cuenta el numeral 8° de la
orden de operación Coraza: “en todo momento se debe cumplir con las normas
establecidas en los Derechos Humanos y Derecho Internacional
Humanitario”.

Concluyó que los procesados actuaron en coautoría impropia con


división de funciones y aportes importantes en la muerte de Carlos Pumarejo
Lopesierra y Edwar Cáceres Prado, desde los mandos superiores que
diseñaron la operación, hasta los soldados que la ejecutaron.

3.3. En cuanto a la orden de operación Tormenta II9, la cual fue


suscrita por el coronel Publio Hernán Mejía Gutiérrez y autenticada por el
mayor José Pastor Ruiz Mahecha, estableció que de conformidad con las
exculpaciones de los procesados, esta tenía como finalidad ubicar a los
integrantes de las diferentes organizaciones armadas al margen de la ley que
delinquían en la región de la verada Las Mercedes, corregimiento de
Caracolí, municipio de Bosconia, y “capturar y/o destruir, en caso de
resistencia”10.

El 27 de octubre de 2002 se materializó en horas de la madrugada la


intervención militar en la hacienda El Socorro en el municipio de Bosconia.

9
Cuaderno 1, folios 199-204
10
Transcripción literal de la orden de operaciones en cuestión
17
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Al día siguiente, se expidió el radiograma dirigido al comandante de la 2º


brigada con sede en Barranquilla, mediante el cual se le informó de la
muerte de 19 subversivos pertenecientes al ELN a manos del pelotón
Zarpazo, y el material de guerra utilizado.11

Por su parte, el mayor José Pastor Ruiz, presentó ante el comandante


del batallón La Popa el informe de la operación12, en el que explicó que, en
virtud de la información de inteligencia se logró establecer con exactitud la
presencia de grupos subversivos de la ONT-ELN en área de la hacienda el
Socorro.

Que para ejecutar la operación se organizaron dos pelotones de


contraguerrillas con miras a lograr la infiltración, y en el momento del
ingreso uno de los centinelas de los subversivos los sorprendió y reaccionó
con disparos, y fue así como se inició el enfrentamiento que se extendió
hasta el amanecer, obteniéndose como resultado 18 bajas de integrantes de
la ONT-ELN, se recuperaron 4 fusiles, 1 sub-ametralladora, granadas de
mano y de fusil, y salieron heridos los soldados: Darío Ditta Salas, Luis
Alberto Hernández Sosa y Julio César Lozano Bravo.

Sobre el desarrollo de esta operación, el a quo enlistó una serie de


inconsistencias adversas a los acusados.

En primer lugar, en la carpeta No. 15, en la cual se describió como


resultado de la operación… “18 personas dadas de baja. 12 fusiles AK 47, 2
fusiles may. Personal militar destacado, pelotón zarpazo, no aparece los
nombres de los militares que integraban el pelotón”.

Al respecto, destacó que, dentro de la inspección judicial que se


practicó al juzgado de instrucción penal militar así como a las instalaciones
del batallón La Popa, se evidenciaron ciertas inconsistencias entre los
documentos “Lecciones Aprendidas N°3871 de octubre 31 de 2002”, y el
informe de actividades del desarrollo de la operación fechado el 29 de
octubre de la misma anualidad suscrito por el mayor José Pastor Ruiz,

11
Caderno 1, folio 205
12
Cuaderno 1, folio 178
18
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Ley 600

pues no coinciden el número de armas decomisadas, ya que en el primero


de los documentos se reportó uno superior.

En efecto, en el informe de policía judicial 1456 del 31 de octubre de


200213 se tuvieron presentes los informes N°0780 hasta 079714 del 21 de
febrero de 2003, preparados estos para cada una de las actas de inspección
de cadáver desde la 424 hasta la 441 del 27 de octubre de 2002, es decir,
sobre 18 muertos en combate, y no como se había reportado oficialmente en
un principio que habían sido 19 individuos.

Otra prueba indispensable para el caso materia de estudio consiste


en los protocolos de necropsia realizados por el Instituto de Medicina Legal
y Ciencias Forenses, cuyo reporte arrojó como fecha de la muerte el 27 de
octubre del año 2002, aproximadamente a las 04:45 am, y fecha de
diligencia el 31 de octubre del 200215.

Trajo a colación el informe GB-SC-CTI N°413 del 20 de noviembre de


200216 que plasmó el hallazgo de solo 9 armas de fuego, incluidos: fusil,
subametralladora, lanzagranadas y escopetas hechizas, junto con algunas
de sus municiones. Cotejó dicha información con la inspección judicial
realizada el 6 de marzo de 2007 en las instalaciones del batallón de artillería
N°2 La Popa17, en la que se apreció: “las armas de fuego recuperadas en la
operación TORMENTA II desarrollada el día 26 de octubre de 2002”,
evidenciándose así la existencia de “tres fusiles, dos escopetas y un
lanzagranadas”.

Otro aspecto que fijó la atención del a quo es el relacionado con los
brazaletes que detentaban los occisos, los cuales estaban relacionados en
dos grupos: uno de 6 con las letras AUC y ACCU, y otro de 1 solo con letras
ELN.

13
Cuaderno 2, folios 79-83
14
Cuaderno 2, folios 90-166
15
Cuaderno 1, folios 261-297 y Cuaderno 2, folios 1-48
16
Cuaderno 2, folios 49-63
17
Cuaderno 5, folio 236
19
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Apelación Sentencia ordinaria
Ley 600

Resaltó que el grupo de soldados que llevó a cabo la operación fue el


denominado Zarpazo, del cual no reposaba acto alguno que diera cuenta de
su creación.

Evidenció que en el libro “Fuerzas Militares de Colombia Ejército


Nacional, INSITOP Batallón de Artillería No. 2 La Popa Sección Tercera,
200218”, no hay como tal una constitución oficial del grupo Zarpazo, pero sí
se encontró su primer registro como unidad el 15 de febrero de 2002,
conformado así: un pelotón compuesto por 3 oficiales, 21 soldados y un
comandante quien fue el S.S. Aureliano Quejada Quejada.

Sobre ese mismo tópico, esto es, el nacimiento del pelotón Zarpazo,
Publio Hernán Mejía Gutiérrez en diligencia de indagatoria19 expresó que
él no creó ninguna estructura militar diferente a las ya existentes en el
batallón, e indicó que dicho pelotón estaba conformado por: “cuatro
escuadras de soldados profesionales, cada una al mando de un cabo y la
unidad bajo el mando de un sargento segundo para esa época, de nombre
Aureliano Quejada. Es de anotar que la intención, cuando se entrenó esta
unidad, era contar con un pelotón capacitado y dotado para reaccionar
rápidamente ante cualquier eventualidad como las que se presentaban en la
región diariamente, la ubicación especial de este pelotón próxima al casino de
suboficiales se determinó con el fin de super vigilar más fácilmente su
absoluta disponibilidad las 24 horas del día”.

Anotó que la orden de operaciones No. 067 Tormenta II, oficialmente


estaba dirigida a la batería A –Albardón- segundo pelotón, batería ASPC –
segundo pelotón y batería E –Espoleta primer pelotón, concluyendo que el
nombrado grupo especial Zarpazo hacía parte de estos grupos, y según el
cuaderno INSITOP batallón de artillería No. 2 La Popa, Sección Tercera
2002, se evidenció que para los días del 24 al 28 de octubre de 2002 -fecha
de los hechos-, registró su ubicación en Valledupar y no en la hacienda El
Socorro, Bosconia.

18
Cuaderno 3, folio 28. Acta de Inspección Judicial
19
Cuaderno 4, folios 77-80
20
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Consideró exagerada la cantidad de munición gastada en el operativo


para un resultado de solo 18 bajas y sin daños colaterales, pues se
reportaron 7.814 cartuchos calibre 5.56 municiones, y 3.200 de 7.62.

Frente al origen de la operación, el comandante Mejía Gutiérrez20


explicó que pretendían neutralizar de manera inmediata la intención de un
grupo armado sobre la vía Valledupar-Bosconia, cuyas fuentes de
información eran diferentes y de entera credibilidad como el DAS y la policía
del Cesar, y que, si bien inicialmente se indicó que los delincuentes
pertenecían al ELN, posteriormente se corroboró que de los occisos 7 eran
de esta organización y los otros 11 de las AUC.

Ante esta situación, la presencia de integrantes de 2 grupos al margen


de la ley totalmente diferentes, el citado procesado expresó que obedecía a
que la cuadrilla 6 de diciembre del ELN había sido golpeada por varios
operativos militares, y que ante tal situación de debilidad se unieron a las
AUC, pues sabido era que la mayoría de los integrantes de las autodefensas
eran exguerrilleros.

Se refirió a la indagatoria de Efraín Andrade Perea21, quien relató la


forma poco convencional como se realizó el levantamiento de los cadáveres,
pues indicó que al llamar al fiscal de turno le contestaron que no contaban
con la logística que se requería para realizar el procedimiento, además que
no había forma de garantizar la seguridad de los funcionarios, por lo que le
solicitaron que trasladaran los cadáveres al batallón para realizar la
diligencia allá.

Sobre los 3 soldados heridos con ocasión de la operación, reseñó que


Jorge Eliécer Lozano Bravo22 y Darío José Ditta Salas23 ilógicamente
adujeron que no hicieron uso de ningún cartucho de dotación, aún cuando
fueron heridos al principio del supuesto enfrentamiento, lo cual contrasta
con la relación del material de guerra gastado y que fue reportado por el
sargento Aureliano Quejada.

20
Cuaderno 6, folios 240-249
21
Cuaderno 6, folios 280-291
22
Cuaderno 7, folios 113-118
23
Cuaderno 7, folios 119-124
21
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Ley 600

Sobre la génesis de la operación Tormenta II, citó la declaración


rendida por el general Gabriel Ramón Díaz Ortiz24, quien mencionó que la
noche antes al día de los hechos, recibió una información proveniente del
presidente de la Republica, en la que se le manifestó que había un grupo de
delincuentes que pretendían robar de la hacienda El Socorro el ganado que
quedaba, pues anteriormente habían sustraído una cantidad considerable
de estos semovientes.

Que también recibió otra llamada de un señor que pedía ayuda de


manera angustiosa y le imploraba que hicieran algo, ya que quedaría en la
ruina si nuevamente lo asaltaban. Por lo anterior se comunicó con el coronel
Mejía Gutiérrez y le transmitió la información, y le ordenó que adelantara
las operaciones que considerara necesarias para evitar los actos
delincuenciales.

Consideró el a quo que, a partir de este testimonio, en principio, la


operación Tormenta II contaba con motivos fundados que permitían
considerar su autenticidad y necesidad, pero que después de examinar lo
dicho en indagatoria por Aureliano Quejada25, encontró múltiples
inconsistencias en lo que respecta a la forma como se produjeron los hechos,
en especial la forma en que inició el supuesto “combate” y como fueron
heridos los tres soldados en cuestión26.

Resaltó esto último, pues dicho procesado aseguró que el soldado


Ramiro Flórez se topó con un subversivo que estaba a punto de entregar el
turno de guardia, y éste le disparó inmediatamente, iniciando de esa forma
el combate en el que resultaron lesionados los 3 soldados debido a la acción
de onda explosiva por las granadas, lo cual no resulta congruente con lo
consignado en las historias clínicas de los tres heridos respecto a la forma
como resultaron heridos.

24
Cuaderno 8, folios 1-8
25
Cuaderno 8, folios 11-20
26
Cuaderno 7. Versiones de los soldados. Folio 115 y 122.
22
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Cotejó lo dicho por este procesado con lo manifestado en indagatoria


por José Pastor Ruiz Mahecha27, y encontró un sin número de
contradicciones sobre cómo trascurrieron los hechos en aspectos tales como
la hora de inicio, prolongación y terminación del combate, así como en la
organización de los pelotones, lo que a su vez difiere de lo que manifestó en
la versión que rindió ante el Juzgado 21 de Instrucción Penal Militar

Llamó la atención sobre que siempre los procesados hicieron


referencia a un grupo de guerrilleros de entre 40 y 60, pero solo se
concentraron en citar las bajas, pero nunca hablaron de capturas ni de
heridos ni de cómo se pudieron fugar los demás, aun cuando se refirieron a
la planeación de un cerco y que cerraron vías de escape y apoyo de artillería
en helicóptero.

Le resultó extraño el hecho de que al lugar pudiera entrar una


ambulancia a atender los soldados heridos, y un vehículo para extraer los
cuerpos de los delincuentes dados de baja, pero no fue posible el ingreso de
los funcionarios de la fiscalía de Valledupar para que procedieran con la
diligencia de levantamiento de cadáver.

A pesar de que las pruebas demuestras el predominio de las AUC en


ese territorio para la fecha de los hechos, no comprendió porqué la
insistencia de los enjuiciados en hacer ver a los muertos como integrantes
del ELN, cuando quedó probado que la mayoría por no decir que todos eran
miembros de las AUC.

Citó el testimonio de Jhon Jairo Hernández Sánchez28, alias “Daniel o


Centella”, que se desempeñó como soldado profesional en el batallón La
Popa hasta el año 2002, y que posteriormente ingresó a las AUC, quien narró
que la organización delincuencial entregaba personas vivas a la
contraguerrilla para que los presentaran como dados de baja en combates
que nunca existían.

27
Cuaderno 8, folios 146-153
28
Cuaderno 30, folios 109-116
23
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Ley 600

Este testigo fue enfático en manifestar que los 18 occisos no eran


miembros del ELN como se reportó oficialmente, sino que pertenecían
realmente a las AUC, pues se trataba de personas que él había conocido en
la organización, incluso estuvo presente cuando llegaron a buscar los
brazaletes distintivos del ELN que les fueron puestos para presentarlos
como bajas de aquel grupo subversivo. Que habían sido seleccionados,
porque algunos hacían cosas indebidas en los grupos y otros consumían
sustancias psicoactivas, y que fueron acribillados.

Con respecto a la identificación de los fallecidos, este testigo precisó


que uno de ellos era una mujer que había estado en embarazo, lo cual
concuerda con el protocolo de necropsia N° 0470/2002 perteneciente a un
NN femenino que presentaba “Cicatriz antigua, transversa en la cara anterior
del segmento uterino (operación cesárea)”, por cual concluyó que se trata de
un relato veraz, a pesar de los ataques de la defensa.

De alias “Daniel o Centella”, citó la versión que éste rindió ante


funcionarios de Justicia y Paz el 5 de mayo de 2009 y que fue introducida a
este proceso por la fiscalía delegada para el asunto, diligencia en la cual el
testigo afirmó que los 18 muertos le fueron entregados al coronel Mejía
Gutiérrez por el comandante de las AUC alias “39”

Otro testimonio tenido en cuenta fue el de Luis Franco Robles


Mendoza29, alias “661 y/o Amaury”, el cual se incorporó como prueba
trasladada del proceso 006200900071 seguido en contra de Publio Hernán
Mejía y otros en el Juzgado Sexto Penal del Circuito Especializado, por el
delito de concierto para delinquir. Esta persona se desempeñó como
suboficial del ejército y posteriormente se incorporó al bloque Centauros de
las AUC.

En relación con la operación Tormenta II, este testigo señaló que tuvo
conocimiento de la presencia de la guerrilla en la hacienda El Socorro por lo
que se bajó con 20 hombres a golpear ese sector, y “fue advertido de que las
relaciones con el ejército estaban hechas y que ellos iban a estar sobre la

29
Audiencia de Juzgamiento del 8 de noviembre del 2010-Rad. 006200900071-Minuto 22:56
24
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margen de la carretera…” “...Se dio el golpe, 90 hizo la coordinación para que


el resultado que tuvimos ahí se lo entregaran al ejército, prácticamente un
falso positivo, donde terminó en tragedia porque terminaron golpeando a las
propias tropas, las tropas de las autodefensas. Primordialmente hubo un
hostigamiento donde me hirieron 2 hombres, después de eso se trató de hacer
una comunicación, se les mandó un hombre con una bandera blanca, donde
llegó allá lo fusilaron, posteriormente entraron en dialogo con 90, él se entregó,
entregaron las armas y después los ajusticiaron.”

Afirmó que él se encontraba en la finca de al lado de la hacienda El


Socorro y se enteró de todo por radio, y afirmó que “los hombres de las AUC
que se encontraban en la hacienda frente al ejército entregaron las armas por
recomendación de alias 90”, y fue claro al indicar que “a alias 90 lo
abordaron, después de abordarlo hablé con el comandante que iba ahí, donde
el comandante me dijo ya no hay solución, yo tengo heridos y yo creo que
tengo muertos, donde ya no le puedo entregar sus hombres”.

Manifestó el a quo que este relato guarda consonancia con el número


de bajas, pues afirmó que los hombres de las AUC que entraron a la
hacienda El Socorro fueron 15 y que habían capturado 4 guerrilleros, más
el emisario enviado con la bandera blanca, de los cuales se salvaron 2, lo
cual arroja un resultado de 18 muertos, personas que fueron ejecutadas en
estado de indefensión después de haber depuesto las armas.

Consideró que existía congruencia entre lo manifestado por estos 2


testigos –Jhon Jairo Hernández, alías Centella, y Luís Francisco Robles,
alias Amaury o 611-, por lo que no le asistía razón a la defensa al pretender
restarles credibilidad por el simple hecho de provenir de personas que
tuvieron nexos con organizaciones ilegales, máxime cuando el primero de
ellos fungía como comandante de una escuadra.

Afirmó que la presencia de los 4 integrantes del ELN en ese lugar


concuerda con lo manifestado por José Jesús Muñiz Rueda, propietario de
la hacienda El Socorro, quien se refirió a que personas de ese grupo ilegal le
estaban haciendo exigencias económicas para el momento de los hechos.

25
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
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Expuesto lo anterior, concluyó que si bien la operación Tormenta II se


dispuso como respuesta al actuar delictual de grupos armados ilegales en
la región, con ocasión de los nexos con miembros de alto rango de las AUC,
los procesados buscaron simular un combate con integrantes del ELN,
cuando en realidad lo que aconteció no fue más que el aprovechamiento de
la situación desprevenida de unos cuantos miembros de las AUC, pues en
vez de intentar la captura de los subversivos, lo que hicieron fue atacar con
todo el poder a su servicio, lo cual se demuestra con los informes periciales
de Medicina Legal, en los que se pudo constatar la gran cantidad de disparos
recibidos y el lugar del cuerpo donde fueron recibidos, lo cual constituyó un
uso innecesario y desmedido de las armas con la finalidad fútil de sumar
bajas en combate y obtener a cambio distinciones militares.

Recalcó el hecho de que la diligencia de levantamiento de cadáver no


fue realizada por funcionarios de la fiscalía, lo que permitió una fácil
manipulación de ciertos elementos como la posición de los cuerpos y la
ubicación final de los mismos en el lugar. Esto último lo tradujo en el
potencial encubrimiento de detalles claves y la manipulación de la escena
de los hechos.

Citó la queja presentada por el soldado profesional Alexánder Jurado


Tarazona el 29 de septiembre de 2006 ante la Defensoría del Pueblo, en la
cual manifestó que observó varias irregularidades dentro del batallón La
Popa, una de ellas la hoy objetada operación Tormenta II. Al respecto,
advirtió que bajo la dirección del sargento Aureliano Quejada Quejada y el
mayor José Pastor Ruiz Mahecha, por medio del grupo especial élite
Zarpazo, dieron de baja a 19 paramilitares y los hicieron pasar como
miembros del ELN, y todo por orden del teniente coronel Publio Hernán
Mejía Gutiérrez30.

Les otorgó gran trascendencia a los dichos de Jurado Tarazona por 2


razones i) porque perteneció al grupo élite Zarpazo y ii) porque la queja fue
presentada el 29 de septiembre de 2006, es decir, antes de la denuncia
formulada por Edwin Manuel Guzmán, que es la génesis de este proceso.

30
Cuaderno 30, folios 26-38 y Cuaderno 3, folios 293-294
26
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Otro tema que estudió el a quo para motivar la responsabilidad de los


acusados, fue el exceso de impactos de bala que presentaban los 18 occisos,
51 en tórax y abdomen, 35 en miembros y 19 en la cabeza, para un total de
105. Así mismo, 14 de los cuerpos presentaban heridas de proyectil en la
cabeza, lo cual no es acorde con un combate sino con un ajusticiamiento.

Por lo anterior, concluyó demostrada la existencia de un concierto


entre los aquí procesados con miembros de las autodefensas, con la
finalidad de llevar a cabo conductas contrarias al ordenamiento legal que
generaran positivos a las tropas del Ejército al mando de Publio Hernán
Mejía Gutiérrez, a cambio del suministro de material de guerra, lo cual se
justificaba con el exagerado reporte de munición empleada en la operación
Tormenta II.

Otorgó plena credibilidad a las versiones dadas por los testigos en


diferentes escenarios, de las cuales dijo que tenían convergencia para
llevarla a la certeza razonable de la responsabilidad de Publio Hernán Mejía
Gutiérrez, José Pastor Ruíz Mahecha y Aureliano Quejada Quejada en
el delito de homicidio en persona protegida materializado en 18 personas
pertenecientes a grupos al margen de la ley el 27 de octubre de 2002 en
desarrollo de la operación Tormenta II, personas éstas que acordaron seguir
un plan común para la ejecución del tipo penal, con dominio del hecho y
acreditación de su importancia en los resultados fatales.

Frente a la tipicidad de la conducta, la ubico en el artículo 135 del CP,


a saber “Los combatientes que hayan depuesto las armas por captura,
rendición u otra causa análoga”.

Por último, luego del análisis minucioso de todo el acervo probatorio,


coligió que no se probó la responsabilidad penal de Orlando Pava Rocha
frente a los hechos correspondientes a la operación Tormenta II, por lo que
lo absolvió en lo que a ellos respecta.

3.4. En cuanto a la acusación por el delito de concierto para delinquir


agravado efectuada en contra de Pava Rocha, Peralta Romero, Almanza
27
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Salcedo y Páez Triana, precisó que conforme al principio de congruencia


esta conducta se imputó en relación con los hechos ocurridos el 22 de junio
de 2002 al interior de las instalaciones del batallón La Popa denominada
operación Coraza.

Manifestó que los hechos constitutivos del delito de concierto para


delinquir atribuido a estos 4 procesados se concretan al mismo tiempo que
el que en su oportunidad se le imputó al coronel Publio Hernán Mejía
Gutiérrez, que se adelantó por el Juzgado Sexto Penal del Circuito de
Bogotá, en el cual se vislumbró el contubernio entre la comandancia del
batallón La Popa y miembros de las AUC.

Coligió que del concierto se destaca como uno de sus designios el


aporte de bajas que llevarían a alcanzar el fin propuesto por Mejía
Gutiérrez, que no era otro que la obtención de la gloria, en el cual los
procesados actuaron de forma activa en la consecución de ese objetivo,
desplegando actos que contribuyeron al ocultamiento, legalización y
permanencia en el tiempo de dicho contubernio.

Concluyó que lo ocurrido la noche del 22 de junio de 2002 –operación


Coraza-, no fue más que una parte del universo de actos a partir de los
cuales se estructuró el fin último del concierto celebrado entre la cúpula del
batallón La Popa con miembros de las AUC, toda vez que los homicidios en
persona protegida por los cuales fueron hallados responsables Pava Rocha,
Peralta Romero, Almanza Salcedo y Páez Triana hacen parte del
engranaje delictual encaminado al propósito común de beneficios pactados
entre los concertados.

Consideró que la responsabilidad enrostrada en los hechos de la


operación Coraza no solo a los procesados Pava Rocha y Páez Trina, a más
de los inmerecidos reconocimientos por el desarrollo de una operación
abiertamente contraria al ordenamiento jurídico, también cobijó a los
soldados Peralta Romero y Almanza Salcedo, pues además de participar
de forma activa en la muerte de Edwar Cáceres y Carlos Pumarejo, también
posibilitaron la simulación de una escena irreal prestando su aporte para la
consumación del ilícito acomodando sus versiones ante las autoridades, de
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tal forma que se pudiera apreciar como un uso adecuado de las armas, en
defensa de la institución castrense y bajo orden legítima.

Precisó que, para derivar responsabilidad en contra de los 4 soldados


en la concertación con grupos al margen de la ley, no era necesario
demostrar su presencia en las reuniones con los cabecillas de las AUC, pues
eso solo era predicable de los líderes, más no de los encargados de ejecutar
materialmente los designios pactados.

Manifestó que los homicidios que se presentaron no eran meramente


circunstanciales o la expresión del simple ánimo de dar muerte a unos
sujetos algunos conocidos, sino que respondieron a un designio criminal
superior, el cual no era más que el plan de aportar bajas al haber de Mejía
Gutiérrez para el acumulamiento de reconocimientos que se reflejaran en
su ascenso militar.

Así las cosas, concluyó que el actuar asumido por Pava Rocha,
Peralta Romero, Almanza Salcedo y Páez Triana se adecuaba a lo
dispuesto en el artículo 340 del CP, sin que existiera eximente alguna de
responsabilidad, razón por la cual era dable condenarlos también por este
delito.

Para efectos de dosificación punitiva, discriminó la responsabilidad de


cada uno de los procesados de la siguiente manera:

1. Para Publio Hernán Mejía Gutiérrez y José Pastor Ruíz


Mahecha, por el delito de homicidio en persona protegida en
concurso homogéneo (20 eventos), operaciones Coraza y Tormenta
II.

2. Para Aureliano Quejada Quejada, por el delito de homicidio en


persona protegida en concurso homogéneo (18 eventos), operación
Tormenta II.

3. Para Orlando Pava Rocha, Elkin Manuel Peralta Romero, Juan


Carlos Almanza Salcedo y Deibis Solid Páez Triana, por el delito
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Ley 600

de homicidio en persona protegida en concurso homogéneo (2


eventos), operación Coraza, en concurso heterogéneo con concierto
para delinquir agravado.

Por lo anterior impuso las siguientes condenas: Publio Hernán Mejía


Gutiérrez y José Pastor Ruiz Mahecha a la pena principal de “39” años 6
meses de prisión y multa de 40.000 SMMLV e inhabilitación para el ejercicio
de derechos y funciones públicas por 19 años 9 meses, y a Aureliano
Quejada Quejada a la pena principal de 38 años 6 meses de prisión y multa
de 36.000 SMMLV e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones
públicas por 19 años 3 meses, como responsables del delito de homicidio en
persona protegida; y a Orlando Pava Rocha, Elkin Manuel Peralta
Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo y Deibis Solid Páez Triana a la
pena principal de 34 años 6 meses de prisión y multa de 6.667 SMMLV e
inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por 15 años
3 meses, por los delitos de homicidio en persona protegida y concierto para
delinquir agravado

IV.- EL RECURSO DE APELACIÓN

Contra el fallo en mención, interpusieron recurso de apelación los


defensores de Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruiz Mahecha,
Orlando Pava Rocha, Juan Carlos Almanza Salcedo, Elkin Manuel
Peralta Romero y Deibis Solid Páez Triana, al igual que los procesados
José Pastor Ruiz Mahecha y Aureliano Quejada Quejada de manera
personal, en los siguientes términos:

4.1. El defensor de Publio Hernán Mejía Gutiérrez elevó dos


solicitudes dentro del voluminoso escrito de apelación: i) decretar la nulidad
de todo lo actuado desde la expedición de la resolución de acusación hasta
la sentencia objetada y ii) revocar el fallo condenatorio y, en su reemplazo,
proferir uno en sentido absolutorio.

Para sustentar tales peticiones, invocó los argumentos que a


continuación se sintetizan:

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4.1.1. De las nulidades deprecadas:

Primero atacó el fallo motivo de alzada, bajo la causal de violación


indirecta de la ley por error de hecho por falsos juicios de existencia,
identidad y raciocinio.

Al respecto, manifestó que la fiscalía, sin haber notificado a los


procesados ni a su defensa, realizó una inspección judicial el 8 febrero de
2007 al batallón La Popa para obtener los documentos únicos originales
sobre las múltiples operaciones militares ejecutadas en el periodo 2002-
2003, con violación a la cadena de custodia.

Atacó que 43 de esas carpetas fueron extraviadas, entre las cuales


estaba lo relativo a la operación Coraza y operación Tormenta II y, pese a
ello, el a quo las tuvo en cuenta para motivar el fallo condenatorio.

En ese sentido, sustentó una flagrante violación del debido proceso y


del derecho a la defensa, por lo que solicitó que, además de declarar nulo lo
actuado, se ordenara la reconstrucción del expediente para que una vez
completo, nuevamente se adopten las decisiones que correspondan.

Así mismo, invocó que se ordene la investigación penal


correspondiente por la desaparición de los cuadernos en mención, y un
cotejo de firmas ante una eventual adulteración de rúbricas de lo cual se
dejó constancia. No dice dónde se dejó la constancia.

En síntesis, argumentó que la necesidad de decretar la nulidad


obedece a que, sin esas piezas procesales sustraídas, no es plausible que la
sala resuelva el recurso de apelación.

Como segundo, pidió la nulidad por falta de competencia. Al respecto,


indicó que el 17 de febrero de 2017, Mejía Gutiérrez firmó el formato único
de manifestación de sometimiento a la Jurisdicción Especial para la Paz y
el 21 de junio de 2017 el acta de compromiso No. 301148 ante la Secretaría
Ejecutiva de la JEP.

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Sobre ese mismo tema, refirió que el 14 de septiembre de 2018, el


Juzgado 4º Penal del Circuito Especializado de esta ciudad decretó la
ruptura de la unidad procesal para Publio Hernán y otros, por el
sometimiento a la JEP. En consecuencia, estimó que a partir de ese
momento Mejía Gutiérrez dejó de ser sujeto procesal del asunto.

Seguidamente precisó dos eventos: i) que el 13 de noviembre de 2018,


la sala de Definición de Situaciones Jurídicas de la JEP profirió la resolución
No. 002021, en la que asumió conocimiento del caso de este encartado, y ii)
que el 21 de mayo de 2019 mediante auto No. 064, dicho tribunal especial
citó a su defendido a rendir versión voluntaria.

Fundamentó ese razonamiento a partir de la jurisprudencia de la sala


de casación penal de la Corte Suprema de Justicia con radicado AP2610-
2018, M.P. Eugenio Fernández Carlier, en la cual se declara la ruptura de
la unidad procesal de Édgar García Estupiñán y otros.

En concordancia con dicha actuación, precisó que, al haberse


entregado a la JEP, las decisiones que se tomen en sede ordinaria no pueden
afectarlos. Al respecto, enfatizó que, en el caso concreto de Publio Hernán,
se le condenó aun cuando ya preexistía una ruptura de la unidad procesal,
violándosele de esta forma el debido proceso e incurriendo así en una vía de
hecho.

Por esa razón, pidió que se decrete la nulidad de la sentencia recurrida


y, en su lugar, se ordene la remisión a la JEP.

4.1.2. Por otro lado, sustentó su disenso bajo la causal de violación


indirecta de la ley sustancial al haber incurrido en error de hecho, producto
de plurales falsos juicios de inexistencia.

Sobre el particular, estableció que se configura tal trasgresión por la


indebida aplicación de las normas del DIH y por “falta de aplicación de la
norma que contempla que para que un hecho sea punible debe ser típico,
antijurídico y culpable”.

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Rechazó la valoración probatoria realizada por la juez de primer nivel,


ya que no fueron evaluadas todas las pruebas al momento de motivar la
decisión, porque de lo contrario se hubiera declarado la ausencia de
responsabilidad de su defendido.

En cuanto al tipo penal atribuido, indicó que la expresión “persona


protegida” debe ser entendida como una persona que se halla en alguna
situación de vulnerabilidad.

Acto seguido, realizó un glosario de palabras clave en el marco del


DIH, del cual esta sala resalta que, en su criterio, “mientras dure su
participación directa en las hostilidades, puede atacarse directamente a un
civil como si fuera un combatiente31”.

Añadió que su prohijado no estuvo presente en ninguna de las


operaciones y su responsabilidad se limitó a especulaciones.
Adicionalmente, formuló una serie de preguntas de las que vale la pena
resaltar: ¿se puede considerar persona protegida a alguien que ingresa de
manera subrepticia al batallón en horas de la noche?; ¿tomarse una finca,
secuestrar a 11 personas y atacar con armas a militares permite tratarlos
como personas protegidas?

Acto seguido, indicó que el testigo de cargo que formuló la denuncia


por las posibles irregularidades no presenció ninguno de los hechos
investigados, por lo tanto, no obra en el plenario prueba suficiente para
emitir un fallo condenatorio en contra de Publio Hernán.

Insistió en la inspección judicial citada al inicio de este acápite, en la


cual se plasmaron múltiples irregularidades sobre las carpetas contentivas
de las operaciones militares 2002-2003, archivos de los que niega su
existencia.

En ese mismo hilo conductor, afirmó que la juez omitió pruebas


esenciales que desvirtúan los hechos atribuidos, como lo es el testimonio de

31
Folio 45 Ibidem.
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Luis Francisco Robles Mendoza, alias Amaury, quien afirmó bajo la


gravedad de juramento que los fallecidos pertenecían a sus tropas y no eran
subalternos de alias “39”.

En cuanto al pelotón Zarpazo, precisó que en folios 202-212 del


cuaderno 4, se encuentra la copia de la directiva del comando del Ejército
en la que se dispuso la conformación de pelotones especiales para enfrentar
la amenaza y la situación de violencia de la región en aquel entonces, por lo
que no se trató de un capricho del acusado.

Resaltó que, dentro del documento de la organización de la unidad


táctica, se encuentran relacionados y enumerados los oficiales y los cargos
que desempeñaban, en el cual se observa que en el número 47 estaba
Aureliano Quejada dentro del pelotón Zarpazo, lo que da cuenta de que
para el 14 de enero de 2002 ya existía dicho pelotón.

De la operación Coraza, resaltó que fue clara, precisa y legal, pues el


objetivo no fue otro que defender la institución de los subversivos; y resaltó
que quien autenticó la orden de operación de esa misión fue el mayor Heber
Gómez Naranjo, quien fue exonerado de estos hechos.

Señaló que la orden inicial de dicha operación era lograr la captura de


los occisos, y que la prueba de absorción atómica realizada por el Instituto
de Medicina Legal y Ciencias Forenses arrojó resultado positivo para ambos
fallecidos, lo cual demuestra que dispararon antes de morir.

Sobre la operación Tormenta II, planteó que alrededor de 150 hombres


tomaron por la fuerza la hacienda El Socorro y a 11 personas consigo como
rehenes; mientras que, por parte de las fuerzas militares, adujo que
participaron apenas 41 hombres.

Además, estableció que 72 horas antes fue emboscada una patrulla


del DAS, quemaron 4 vehículos, hirieron a 4 funcionarios, hurtaron varias
subametralladoras y pistolas, y que no fue en el mes de junio como lo afirmó
la a quo; y que 48 horas antes hubo enfrentamiento armado en la misma
área, donde murió un policía y un subversivo e incautaron un fusil.
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Reiteró que el denunciante Guzmán Cárdenas no estuvo presente en


esta operación y que en la misma se enfrentó a combatientes.

Especificó detalles puntuales de los sucesos, exponiendo que el 26 de


octubre de ese año a las 17:00 horas llamó el entonces presidente Álvaro
Uribe Vélez al comandante del batallón y le ordenó que desarrollara una
operación, y rescatara a los secuestrados de la hacienda El Socorro en el
municipio de Bosconia.

Puntualizó que a las 4:30 am se inició el combate y producto de este


resultaron heridos 4 soldados y 1 oficial, y no es cierto que haya existido un
pacto de fusilamiento en contra de los abatidos.

Afirmó que aquella misión táctica llevada a cabo en la operación


Tormenta II, permitía producir bajas según lo dispuesto en la doctrina
militar; sin embargo, la primera orden del comandante del batallón fue
capturar.

Manifestó que quedó demostrado que el móvil de la cuestionada


operación militar devino de la información dada por el área de operaciones,
la Presidencia de la República, el comando de las Fuerzas Militares, la
Policía Nacional y el DAS, y no como afirma la sentencia condenatoria que
se trató de un pacto entre delincuentes.

Refirió que hubo un falso juicio de existencia en la operación


Tormenta II, y que la causa de ello fue, principalmente, el hecho de que la
falladora de primera instancia no valoró todas las pruebas, entre ellas las
de descargo.

Mencionó que la Procuraduría archivó la investigación disciplinaria en


contra de los militares, puesto que no encontró soportes suficientes que le
otorgaran un mínimo de credibilidad a los hechos planteados en la denuncia
que dio origen al caso en cuestión.

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Manifestó que Edwin Guzmán Cárdenas lideró una empresa criminal


dedicada al hurto y tráfico de armas, hechos por los cuales fue condenado.

Alegó que se tergiversó la prueba, debido a que las órdenes dadas para
ambas operaciones militares hoy cuestionadas fueron expedidas siguiendo
el conducto regular. Para ilustrar, indicó que Publio Hernán no fue quien
designó a Pava Rocha para que estuviera presente en la operación Coraza,
como tampoco fue el escolta personal de este.

Adujo que la sentencia se encuentra viciada por un falso juicio de


raciocinio, debido a que la juez desconoció factores determinantes de la
lógica, la experiencia, la sana crítica, el sentido común y la ciencia.

Como soporte de lo anterior, expuso que, de acuerdo con las reglas de


la experiencia, éstas enseñan que cuando suceden este tipo de
eventualidades los atacantes ya cuentan con armas dentro de la instalación
por medio de cómplices, y los centinelas siempre son asesinados con armas
silenciosas como cuchillos y guayas, entre otras.

Así mismo, resaltó que, si los invasores eran conocidos dentro de la


guarnición militar, como se tiene probado en la sentencia, no habrían tenido
necesidad de ingresar por un lugar prohibido. Esto último es lo que le
permite inferir que los intrusos eran objetivos legítimos bajo la luz del DIH,
razón por la que no se estaría tratando de personas protegidas por este
último.

Adicionalmente, trajo a colación la providencia 000200900081 del 26


de febrero de 2009 de la sección segunda del Consejo de Estado, en la que
se concluyó que:

No hay lugar a condenar a la Nación ni a la entidad demandada,


porque quedó demostrado en el proceso que el hecho ocurrió por culpa
exclusiva de las víctimas, quienes no midieron las consecuencias
nocivas que podría traerles su ingreso subrepticio a las instalaciones
de una guarnición militar tan custodiada como lo es un batallón de
artillería, sobre todo en el estado de amenaza latente en que viven los
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miembros de la fuerza pública, quienes en cumplimiento de su deber


legal, están en la obligación de repeler cualquier amenaza o intromisión
del enemigo o de agentes externos en sus instalaciones.

Objetó el reproche que hizo la juez sobre la inexactitud con la que los
soldados reportaron el número de bajas de la operación Tormenta II, pues
bajo un análisis razonable no es posible hacer tal reportaje con una total
precisión, teniendo en cuenta factores externos como la poca luminosidad
de la noche, un campo abierto con relieve irregular y encontrándose
combatientes muertos y otros heridos.

Adicionalmente, alegó que, si bien pudo tratarse de una irregularidad


protocolaria durante la diligencia de levantamiento de cadáver, esta era una
carga de la fiscalía, por lo que debe realizarse una compulsa de copias a
quien dio la orden de trasladar los cuerpos y el material.

Enfatizó que se trató de un combate en una extensión territorial de 10


hectáreas aproximadamente, motivo por el cual aseguró que es lógico que el
inicio del enfrentamiento varíe en unos minutos, dependiendo de la posición
en la que se encontraban los soldados y de quiénes fueron atacados primero,
justificando así la divergencia horaria de unos con otros en sus
declaraciones.

Concluyó que dentro del expediente no existe un soporte suficiente


que le permita a la falladora de primer grado dar por cierto que, para el
momento de los hechos, las AUC tenían el máximo control sobre la zona. En
contraste, expuso que, según fuentes de inteligencia, predominaban varios
frentes de las FARC, ELN y AUC.

Sobre el testimonio de alias Centella, quien afirmó haber presenciado


el momento en el que alguien arribó con brazaletes del ELN y AUC, lo refutó
asegurando que en el fallo de primera instancia no se aclaró que realmente
este sujeto estuvo en las operaciones militares reprochadas.

De la declaración de Jhon Jairo Hernández Sánchez, refirió que éste


fue retirado del Ejército Nacional por mala conducta, puntualmente por
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tráfico de armas, y estimó que era imposible que conociera a Mejía


Gutiérrez, por cuanto en el año 2001 éste último no estaba en el Cesar.

Refirió que Geovanny Andrade Racine, alias alacrán, desmovilizado de


las AUC y quien incorporó a alias Centella en dicho grupo, desmintió sus
dichos, pero no dijo cómo ni sobre qué.

Manifestó que Adolfo Guevara Cantillo, alias 101, desmovilizado de


las AUC, desmintió lo afirmado por Jhon Jairo Hernández Sánchez al
afirmar que alias Centella nunca fue comandante de ningún grupo.

Reiteró que, según la versión rendida por Luis Francisco Robles


Mendoza, quedó sin poder suasorio lo dicho por alias Centella y Guzmán
Cárdenas sobre el potencial “ajusticiamiento”, pero no dijo por qué.

Se quejó de que la fiscalía le escondió al perito Romero Antury el


peritaje realizado por el Dr. Valdés Moreno, y de que el a quo no tuvo en
cuenta que las firmas plasmadas en el acta de gasto de munición de la
operación Tormenta II son adulteradas.

Alegó la violación del non bis in idem, bajo el argumento de que Mejía
Gutiérrez ya fue condenado por el delito de concierto para delinquir.

Finalmente, enlistó las narraciones hechas por: el expresidente Álvaro


Uribe Vélez; los generales Jorge Mora, Fredy Padilla de León y Gabriel Díaz
Ortiz; el coronel Jorge Izasa Quezada y de la Dra. Alix Cecilia Daza. Los citó
con el fin de resaltar la loable y transparente labor del enjuiciado durante
su servicio.

4.2. El procesado Aureliano Quejada Quejada, luego de una extensa


exposición, alegó la lesión del principio de non bis in idem por haber sido
procesado en dos radicados diferentes bajo los mismos presupuestos
fácticos, a saber: por el delito de concierto para delinquir ante el Juzgado 6º
Penal del Circuito Especializado de esta ciudad, y por el delito de homicidio
en persona protegida en el Juzgado 4º Penal del Circuito Especializado de
Bogotá.
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Por lo tanto, solicitó se revoque la sentencia de primera instancia y en


su reemplazo se profiera fallo absolutorio, pues de lo contrario no solo se
menoscabaría el principio constitucional antes citado sino el debido proceso
y todas aquellas garantías que integran el bloque de constitucionalidad y
aplican en el caso materia de estudio.

De manera subsidiaria, deprecó que, en caso de alguna duda, sea


absuelto en virtud del principio in dubio pro reo.

4.2.1. Como segundo argumento, manifestó que, en la intervención


final del Ministerio Público, el agente especial alegó que se trató de un
combate y que los muertos derivados del mismo eran combatientes de las
AUC y no civiles, razón por la cual hay lugar a reconocer la absolución.

Indicó que la providencia condenatoria objeto de alzada no es


coherente, porque por un lado reconoció que los dados de baja se
encontraban en medio de un acto hostil, en el que mantuvieron retenidas a
personas indefensas y posteriormente enfrentaron al ejército en combate,
mientras que por otro aplicó a los hechos normas que son diseñadas para
el amparo de personas protegidas por el DIH.

Por tal motivo, concluyó que el a quo no aplicó en debida forma dicha
normatividad, y menos la figura de la coautoría, además que desconoció la
configuración de la causal de exoneración de responsabilidad penal
consagrada en el numeral 6º (sic) del artículo 32 del CP, ya que su actuación
se enmarcó jurídicamente en defensa del Estado al cumplir con su deber
constitucional y legal.

Aclaró que la discusión sobre su potencial responsabilidad penal se


restringe únicamente a la operación Tormenta II, por cuanto nunca estuvo
presente en la ejecución de la operación Coraza. Por esta razón, consideró
que la juez de primer nivel obró de mala fe al no haberlo absuelto por estos
hechos como lo hizo con Pava Rocha en el numeral 1º de la decisión
recurrida.

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Sobre la operación Tormenta II, precisó que, según la versión narrada


por el denunciante Edwin Guzmán, los fallecidos fueron fusilados por alias
“39” y posteriormente entregados a las tropas del batallón La Popa, motivo
por el cual se desvanece el posible homicidio, pues si fueron previamente
ejecutados ya estaban muertos y, por lo tanto, él no pudo haber matado a
un muerto (sic).

En cuanto la credibilidad de algunos testigos, adujo que los


declarantes: Augusto Guillermo de Hoyos Gutiérrez, Edwin Guzmán
Cárdenas, Hugues Romero Montero, Randys Julio Torres y Jhon Jairo
Hernández Sánchez, alias Centella, tienen causas penales en su contra por
los delitos de falso testimonio y fraude procesal.

Así mismo, aseveró que lo que sí quedó demostrado fue que las
personas que perdieron la vida eran miembros de las AUC quienes estaban
disparándoles a los militares y, por lo tanto, mal hubieran hecho si se
dejaban matar; prueba de ello son las lesiones que padecieron los soldados
Luis Sosa Hernández, Julio César Lozano Bravo y Dairo Ditta Salas.

Adicionalmente, expresó que ninguno de los occisos presentó


muestras de tortura o violencia, sino que fueron legítimamente abatidos en
combate por órdenes que se presumen legales hasta que se demuestre lo
contrario.

Finalmente, refirió que el principio de proporcionalidad en materia de


uso de armas no equivale a que siempre en todo combate haya que usar el
mismo número de armas o de personas, como equivocadamente estimó la
primera instancia.

4.2.2. Otro punto de censura promovido por Quejada Quejada fue


que, en su forma de ver, hubo un “falso juicio de identidad, tergiversando lo
que realmente dice y demuestra la prueba”.

Para el recurrente, eso significa que la razón por la que la juzgadora


emitió la providencia en sentido condenatorio fue por haber errado en la
interpretación de lo que realmente demuestra la prueba. Para soportar su
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argumento, adujo que las víctimas no abandonaron las armas, y que por
esa razón bien hizo el Ministerio Público al solicitar absolución por ese
cargo, ya que lo que se presentó fue un combate.

Citó las declaraciones de Álvaro Uribe Vélez, el general Díaz Ortiz y a


José Muñoz Rueda, quienes fueron las fuentes de información para
planificar la operación Tormenta II, y enfatizó en que era Ruiz Mahecha
quien tenía el mando de dicha operación.

Manifestó que el traslado de los cuerpos hacia las instalaciones del


batallón obedeció a las órdenes impartidas por la Directora Seccional de
Fiscalías del Cesar, Alix Cecilia Daza Martínez, y no a una disposición de
ellos.

Alegó que el denunciante Guzmán Cárdenas no es un testigo


presencial de los hechos, sino que es un mero declarante de oídas por lo
tanto sus dichos no merecen total credibilidad y lo tachó de sospechoso
junto con los testimonios de Hugues Romero Montero y Randys Torres
Maestre. Sin embargo, adujo que, a partir de los testimonios de Romero
Montero, Torres Maestre y Leonardo Sánchez Barbosa, se puede concluir
que él nada tuvo que ver con los eventuales nexos entre miembros del
batallón La Popa y las AUC, ya que las supuestas reuniones fueron
celebradas cuando Quejada Quejada ya no estaba en Valledupar.

Mencionó que la fiscalía no logró obtener los testimonios de Rodrigo


Tovar Pupo y Hernán Giraldo Serna, quienes estaban en disposición de
declarar que los fallecidos en la operación Tormenta II eran miembros de las
AUC y murieron en combate.

Refirió que, si bien sobre los hechos de la operación Coraza se pudo


predicar una escenificación, no se podía colegir en igual sentido sobre la
operación Tormenta II, la cual presentó unas condiciones y circunstancias
diferentes, además que en el acta de esta última se demostró la falsificación
de su firma.

41
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Coligió que la única razón por la cual se lo halló penalmente


responsable fue por el simple hecho de haber sido el comandante del pelotón
Zarpazo. Ante esto, expuso que se encontraba en un plano de subordinación
y no hizo más que cumplir las órdenes dadas por sus superiores, y su
cumplimiento se enmarcó en los límites de la legalidad.

Resaltó el hecho de que fue el único militar que reportó el gasto de


munición de arma corta calibre 38, y que coincidencialmente dentro de los
peritajes hechos se indicó que uno de los cuerpos presentaba lesiones
hechas por el paso de proyectiles de baja velocidad. No obstante, cuestionó
que el a quo sólo se refirió a proyectiles de fuego de alta velocidad realizados
a larga distancia.

En cuanto al acta de legalización de armamento por la cual lo señalan


de haber asesinado a 2 de los fallecidos con arma de baja velocidad, afirmó
que su firma fue plasmada para incriminarlo y como prueba de ello está el
peritaje grafológico realizado, el cual arrojó resultados a su favor, situación
que no fue tenida en cuenta por la sentenciadora en su fallo.

4.3. Recurso de apelación de la defensa técnica y material de José


Pastor Ruíz Mahecha

Tanto Ruiz Mahecha como su abogado de confianza solicitaron que


se revoque la sentencia motivo de censura y en su lugar se lo absuelva por
aplicación de la garantía del in dubio pro reo.

4.3.1. Lo primero que pidieron es que esta sala se declare impedida,


bajo el argumento de que previamente decidió sobre el punible de concierto
para delinquir que versó sobre los mismos hechos hoy discutidos.

4.3.2. En concordancia a lo que ya han repudiado los recurrentes


anteriormente mencionados, estos también manifestaron que se vulneró el
principio non bis in ídem al haber condenado a Ruíz Mahecha por los
mismos hechos que lo hizo el Juzgado 6º Penal del Circuito Especializado
de Bogotá dentro del radicado 200900071-02.

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4.3.3. Seguidamente refirieron que la juez aplicó de manera indebida


las normas relacionadas con la Declaración Internacional de Derechos
Humanos y el DIH, pues consideran que las muertes se produjeron en
cumplimiento del deber funcional y en ejercicio de la legítima defensa del
Estado, ya que los dados de baja eran considerados objetivo militar y no se
trataba de civiles ni mucho menos personas protegidas por el DIH por haber
depuesto sus armas, como erradamente lo concluyó el a quo.

Para soportar lo anterior, expusieron criterios objetivos que utilizaron


para el ejercicio de la defensa y el orden del Estado como deber
constitucional:

- Ámbito de aplicación temporal: para la fecha de los hechos en


Colombia estaba en auge el conflicto armado interno. Por esa
razón, el batallón La Popa contaba con órdenes operacionales
generales y otras específicas, como lo fueron las operaciones
reprochadas.

- Ámbito de aplicación geográfica: de conformidad con lo anterior,


era evidente que la zona en donde ocurrieron los hechos era un
escenario de guerra, expuesta a organizaciones armadas ilegales al
margen de la ley.

- Ámbito de aplicación material: indicaron que la materialidad de la


conducta radica en la existencia de la orden de operaciones. De
igual forma, hubo suficientes razones para ejercer la legítima
defensa del Estado, ya que los subversivos atentaron contra la
integridad de la población civil y accionaron con violencia contra
fuerza pública.

- Ámbito de aplicación personal: las bajas que se dieron como


producto de las operaciones militares Coraza y Tormenta II
versaron sobre combatientes que en ningún momento
abandonaron las armas.

43
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En consonancia con dichos criterios, adujeron que la juez se equivocó


al entender que la proporcionalidad de la agresión se traduce en la
equivalencia del número de armas entre contrincantes. En síntesis, alegaron
que el a quo confundió el ejercicio de la legítima defensa con la vulneración
del DIH.

4.3.4. Destacaron que los familiares de los fallecidos reconocen a


estos últimos como combatientes subversivos, y que no se debe tener una
ciega credibilidad en los testimonios que se encuentran dentro de los
radicados 20150016 y 201300062, toda vez que los declarantes están
siendo investigados por falso testimonio y fraude procesal.

Sostuvieron que nunca existió abandono de las armas por parte de los
dados de baja y el fallo condenatorio se basó en situaciones que se
tergiversaron. Para sustentar dicha afirmación, citaron las mismas
declaraciones incluidas en los acápites anteriores.

4.3.5. Refirieron que Ruiz Mahecha no tuvo participación en la


operación Coraza, puesto que no la planeó ni la ejecutó. Simplemente hizo
presencia en el lugar de los hechos cuando escuchó los disparos.

Sobre la operación Tormenta II, establecieron que quienes estuvieron


al mando del pelotón Zarpazo fueron Quejada Quejada y no Ruíz Mahecha,
y que fue llevada a cabo en virtud de la orden impartida por el alto
mandatorio de ese entonces.

4.3.6. Cuestionaron el hecho de que en la sentencia se hiciera


referencia a eventuales reuniones con las AUC en los años 2003 y 2004, es
decir, situaciones por fuera del caso materia de estudio, e insistieron en que
la pérdida de las 43 carpetas operacionales impidió un análisis probatorio
completo. Lo mismo adujeron sobre las agendas con las que el ente acusador
pretendió probar que Ruiz Mahecha sostenía comunicaciones con los
principales cabecillas ilegales.

4.3.7. Invocaron el análisis link de los abonados celulares utilizados


en el batallón La Popa, a la par con la información contenida en la agenda
44
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Ley 600

que llevaba Ana Blanca Camacho Díaz, medios de prueba que valga aclarar,
para nada fueron tenidos en cuenta dentro de la providencia motivo de
alzada.

Refutaron el peritaje efectuado por Carlos Valdés Moreno, por no ser


experto en balística. Sobre ese mismo dictamen, explicaron que sirve para
demostrar que los impactos fueron de larga distancia y, por ende, propios
de un combate, no de un ajusticiamiento.

4.3.8. El defensor alegó en cuanto a la operación Tormenta II, que en


ningún momento se alteró la escena de los hechos, y que el traslado de los
cadáveres se efectuó por directrices de la entonces Directora Seccional de
Fiscalías.

Expuestos los argumentos previamente sintetizados, solicitaron:

i) Que se declare la nulidad de la decisión recurrida por


violación del principio non bis in ídem.
ii) Que se ordene su libertad inmediata.
iii) Que se declare la nulidad del proceso con radicado No. 2018-
0583 que se tramita ante el Juzgado Único Penal del
Circuito Especializado de Valledupar sobre los hechos del
22 de marzo de 2003, ocurridos en La Mesa, Cesar, por los
delitos de homicidio en persona protegida y concierto para
delinquir.

4.5. La defensora de Orlando Pava Rocha, Juan Carlos Almanza


Salcedo, Elkin Manuel Peralta Romero y Deibis Solid Páez Triana, alegó
falta de competencia de la juzgadora para proferir sentencia de carácter
condenatorio, debido a que es la Jurisdicción Especial para la Paz la
realmente competente para ello. Además, los procesados son agentes del
Estado y miembros de la fuerza pública.

Para sustentar tal afirmación, precisó que fue en dicho sentido que la
juez ordenó la ruptura de la unidad procesal y remitió el caso a la JEP. Por
lo tanto, lo correcto debió ser que la judicatura se abstuviera de resolver de
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Ley 600

fondo sobre la responsabilidad de los hoy procesados. En consecuencia,


exigió la garantía de que sea el juez natural quien conozca del caso concreto
-la JEP-.

Como soporte de lo anterior, realizó un análisis jurisprudencial de la


sentencia C-080 del 15 de agosto de 2018, la cual abarca el estudio de la
ley estatutaria de la administración de justicia de la Jurisdicción Especial
Para la Paz. Así mismo, citó el literal j del artículo 79 de la Ley 1957 del
2019, en la que se establecen las funciones de la Sala de Reconocimiento de
Verdad y Responsabilidad y de Determinación de los hechos.

Expuesto lo anterior, deprecó la nulidad de la sentencia condenatoria


de primera instancia, con fundamento específicamente en las causales
establecidas en los artículos 305 y 306 numerales 1º y 2º de la Ley 600 de
2000.

V.- CONSIDERACIONES DE LA SALA

5.1. Competencia

Habida cuenta de que la decisión objeto de los recursos fue emitida


por un juzgado penal del circuito especializado de esta ciudad, corresponde
resolverlo a esta sala de decisión, dentro del ámbito de su competencia
(artículo 76, numeral 1º, de la Ley 600 de 2000).

5.2. Consideraciones preliminares

Previo al examen en conjunto de los medios de prueba, la sala debe


hacer las precisiones que a continuación se ilustran, en aras de delimitar el
alcance probatorio de cada pieza procesal, de cara a las objeciones que al
respecto presentaron la defensa material y técnica.

5.2.1. El caso bajo estudio se rige por los cánones de la Ley 600 de
2000, debido a la fecha de ocurrencia de los hechos investigados, razón por
la cual el alcance y poder suasorio de cada medio de prueba allegado a la
actuación, debe valorarse conforme a los principios de dicha normatividad
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Ley 600

y no bajo postulados o principios probatorios de otro sistema procedimental.


Por esa razón, no se puede negar la vigencia y aplicabilidad que tienen
figuras como el principio de permanencia de la prueba y la prueba
trasladada, propias de este régimen procedimental.

En consecuencia, es acorde a derecho la valoración probatoria que se


haga teniendo en cuenta todos y cada uno de los medios de prueba legal y
oportunamente incorporados a la actuación, sin que dicha valoración deba
limitarse exclusivamente a las pruebas practicadas en fase del juicio.

En efecto, en virtud del principio de permanencia de la prueba, los


medios probatorios recaudados por el instructor y que sirvieron de base para
formular la resolución de acusación conservan validez, excepto si han sido
excluidos por vicios que afecten su licitud o legalidad. En alusión a este
principio, la jurisprudencia de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia
ha establecido:

“En primer lugar, ha de tomarse en consideración que el sistema regido


por la Ley 600 de 2000, normatividad aplicable al caso concreto,
contempla un indiscutible principio de permanencia de la prueba –
por contraposición a la sistemática diseñada en la Ley 906 de 2004, que
considera prueba únicamente la practicada o aportada en curso de la
audiencia de juicio oral-, por virtud del cual, los elementos suasorios
aportados de manera legal, regular y oportuna en la
investigación previa, la instrucción o el juicio, tienen plena
capacidad probatoria y, por consecuencia, dado el principio de
libertad probatoria que con el anterior entronca, perfectamente
pueden servir para soportar una decisión de condena»32.

De la cita jurisprudencial y bajo el régimen de la Ley 600 de 2000 que


guía este proceso, la incorporación de la prueba puede efectuarse tanto en
la fase de instrucción como en la de juzgamiento, e inclusive en la
indagación preliminar.

32
CSJ SP, 30 jun. 2010, rad. 32777.
47
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Ley 600

5.2.2. Para el caso de Orlando Pava Rocha, Elkin Manuel Peralta


Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo y Deibis Solid Páez Triana, existe
comunidad de prueba para los delitos de homicidio en persona protegida y
concierto para delinquir agravado que les fueron acusados en concurso. En
cuanto a los procesados Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruiz
Mahecha y Aureliano Quejada Quejada, la sala centrará el estudio de su
compromiso penal en el delito de homicidio en persona protegida y la prueba
con él relacionada, ya que, frente a la conducta de concierto para delinquir
agravado, la misma ya fue juzgada dentro de otro radicado.

No obstante la anterior aclaración, se tendrán en cuenta y se


valorarán aquellas pruebas que tengan una relación inescindible entre
ambas conductas.

5.2.3. Para responder a las inconformidades alegadas por los


recurrentes y por orden metodológico, la sala abordará primero el estudio
de las nulidades planteadas. De no prosperar ninguna de ellas, se
continuará con el estudio de fondo del asunto.

5.3. De la solicitud de nulidad presentada por la defensa de


Orlando Pava Rocha, Elkin Manuel Peralta Romero, Juan Carlos
Almanza Salcedo y Deibis Solid Páez Triana por sometimiento a la JEP:

El único argumento esgrimido por parte de la defensora de estos


procesados giró en torno a que antes de que se profiriera el fallo censurado,
sus prohijados decidieron someterse a la JEP, para que sea esa jurisdicción
quien asuma a competencia de su juzgamiento. Por lo tanto, precisó que la
sala debe decretar la nulidad de la providencia recurrida, pues no pueden
existir de manera coetánea dos juicios por los mismos hechos.

En cuanto a la competencia de la JEP para conocer de la presente


actuación, el magistrado que preside la sala, con fecha 16 de enero de 2020
remitió a esa jurisdicción el oficio No. 37/2020, mediante el cual solicitó que
informara si la presente actuación debía ser enviada para su conocimiento,
o si esta corporación continuaba con la competencia.

48
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Ante la falta de respuesta a la citada comunicación, esta corporación


el 3 de febrero del año anterior, dispuso la suspensión de la resolución del
recurso de alzada y ordenó la remisión del asunto a la JEP, decisión que fue
objeto de apelación por los procesados José Pastor Ruíz Mahecha y
Aureliano Quejada Quejada.

Al momento de resolver el recurso, la Sala Penal de la Corte Suprema


de Justicia determinó que:

“En ese sentido, a diferencia de lo sostenido por la segunda instancia,


de manera diáfana e inequívoca, el mismo Tribunal para la Paz de la
JEP recientemente precisó que:

La suspensión y el traslado de los procesos penales a la JEP sólo


pueden efectuarse cuando la JEP asuma competencia, después
de que el interesado cumpla seriamente con su deber de aportar
a la verdad plena sobre lo acaecido en el conflicto armado”33.
(Se destaca).

En tal virtud, estimó que esta corporación debía resolver el recurso de


apelación promovido por los procesados y sus defensas.

En concordancia con lo ordenado por la Corte Suprema de Justicia,


la JEP, mediante comunicación 202002006003 del 14 de octubre de este
año, indicó que cuando haya algún recurso pendiente por resolver en la
jurisdicción ordinaria, este deberá ser resuelto, salvo que antes de la
sentencia de segunda instancia la JEP asuma competencia.

En el evento de los procesados referidos en este acápite, así como de


Publio Hernán Mejía Gutiérrez, si bien la JEP asumió conocimiento de la
solicitud de sometimiento por ellos formulada, no es menos cierto que
todavía no ha proferido el respectivo auto en el que se declare competente.

33Tribunal para la Paz, Sección de Apelación, Auto TP-SA 550 de 2020, 28 de mayo de
2020, exp. 2018332160400052E.
49
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Ley 600

Por lo tanto, no hay lugar a decretar la nulidad de la sentencia como


lo solicitó la defensora en el escrito de impugnación.

5.4. Sobre la causal de impedimento invocada por los procesados


José Pastor Ruíz Mahecha y Aureliano Quejada Quejada.

Dentro del presente asunto, si bien se inició la investigación por un


concurso de delitos -homicidio en persona protegida y concierto para
delinquir agravado-, el 23 de febrero de 2009 la fiscalía dispuso la ruptura
de la unidad procesal de la siguiente manera: i) una actuación por el delito
de concierto para delinquir agravado contra Publio Hernán Mejía
Gutiérrez, José Pastor Ruiz Mahecha, Aureliano Quejada Quejada y
Efraín Andrade Perea y ii) otra por el delito de homicidio en persona
protegida contra Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruiz
Mahecha, Aureliano Quejada Quejada, Orlando Pava Rocha, Elkin
Manuel Peralta Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo y Deibis Solid
Páez Triana y concierto para delinquir contra los 4 últimos.

Lo anterior motivó que se produjeran 2 sentencias diferentes, una


contra Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruiz Mahecha,
Aureliano Quejada Quejada y Efraín Andrade Perea por el delito de
concierto para delinquir proferida por el Juzgado 6º Penal del Circuito
Especializado, que fue la primera que llegó a conocimiento de esta instancia,
fue confirmada y actualmente se encuentra en sede de casación.
Actualmente, la sala conoce del segundo fallo que por el delito de
homicidio en persona protegida profirió el Juzgado 4º Penal del Circuito
Especializado en contra de Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor
Ruiz Mahecha, Aureliano Quejada Quejada, Orlando Pava Rocha, Elkin
Manuel Peralta Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo y Deibis Solid
Páez Triana, y concierto para delinquir contra los 4 últimos.

Ante tal situación, los procesados Pastor Mahecha y Quejada Quejada


consideran que los magistrados que conforman la sala se encontraban
impedidos para conocer de la segunda decisión, al punto que el segundo de
ellos formuló una recusación, la cual no fue aceptada y se le impartió el
trámite dispuesto en el artículo 106 de la Ley 600 de 2000.
50
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Con fecha 11 de diciembre de 2019, la sala presidida por el magistrado


Jairo José Agudelo Parra declaró infundada la recusación planteada, razón
por la cual no existe impedimento alguno para continuar con el
conocimiento de la actuación.

5.5. Del fondo del asunto

Una vez efectuado el respectivo estudio de los medios de prueba


incorporados al proceso, así como el cotejo de estos frente a lo considerado
por el a quo y los motivos de alzada de los apelantes, desde ya anuncia esta
sala que no obra razón alguna para acceder a las pretensiones absolutorias
de estos últimos, por lo que la sentencia atacada será confirmada.

Teniendo en cuenta que varios de los impugnantes invocaron los


mismos razonamientos para apelar la decisión de primera instancia, la sala
se referirá a esos aspectos antes de examinar las alegaciones particulares
de cada procesado.

Observa la sala los siguientes problemas jurídicos comunes a Mejía


Gutiérrez, Ruíz Mahecha y Quejada Quejada, por resolver:

i) Determinar si se violó el principio non bis in ídem al haber juzgado


la responsabilidad penal de los enjuiciados Publio Hernán Mejía Gutiérrez,
José Pastor Ruiz Mahecha y Aureliano Quejada Quejada en el delito de
homicidio en persona protegida, teniendo en cuenta que el Juzgado 6º Penal
del Circuito Especializado de Bogotá los condenó por el delito de concierto
para delinquir agravado a partir de los mismos hechos.

ii) Precisar si los integrantes de organizaciones al margen de la ley que


no estén participando en hostilidades o hayan depuesto las armas son
personas protegidas por el DIH.

iii) Determinar si a partir de las pruebas debidamente allegadas, se


puede concluir más allá de toda duda razonable, que los procesados son
responsables penalmente del delito o de los delitos por los que se los acusó.
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5.5.1. Sobre la vulneración del non bis in ídem:

Los recurrentes Mejía, Ruiz y Quejada invocaron la violación del


principio constitucional non bis in ídem, bajo el entendido de que ya fueron
juzgados por el delito de concierto para delinquir agravado por los mismos
hechos -operación Coraza y operación Tormenta II-, juzgamiento que
adelantó el Juzgado 6º Penal del Circuito Especializado de esta ciudad, y del
cual conoció en segunda instancia esta sala.

Sobre el particular, la corporación debe precisar que no les asiste


razón, habida cuenta de que la existencia de 2 juicios obedece a la ruptura
de la unidad procesal que se presentó en la etapa de investigación. Aquí es
importante recordarle a los procesados y a sus apoderados, que conforme a
lo dispuesto en el artículo 31 del CP, con una sola conducta se pueden
infringir varias disposiciones de la ley penal, lo que se conoce como un
concurso de conductas punibles.

Si bien es cierto que las conductas punibles conexas se investigarán


y juzgarán conjuntamente, conforme con el artículo 92 del C de PP la unidad
procesal se puede romper por diferentes circunstancias, lo cual no se
traduce en que se esté sancionando a los acusados 2 veces por lo mismo,
sino que, si bien los diferentes delitos tienen en común la misma situación
fáctica, cada uno se juzgó de forma independiente, sin olvidar que tuvieron
la misma base investigativa.

El motivo que tuvo la fiscalía para decretar la ruptura de la unidad


procesal obedeció a que sobre los homicidios cometidos en las operaciones
antes citadas, no había claridad sobre la totalidad de personas llamadas a
responder, razón por la cual no se podía cerrar totalmente la investigación
y optó por ordenar el cierre parcial frente al delito de concierto para delinquir
agravado. Precisamente, la vinculación de los soldados Orlando Pava
Rocha, Elkin Manuel Peralta Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo y
Deibis Solid Páez Triana se logró de forma posterior a ese acto procesal, el
cual al estar consagrado en la ley no genera nulidad alguna.

52
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Respecto a la garantía que invocaron los enjuiciados, la


jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia34 ha enseñado

“El principio non bis in ídem está sometido a la verificación de tres


presupuestos: i) sujeto -eadem personae-, ii) objeto -eadem res- y iii)
causa -eadem causa-.

En criterio de la Sala, (CSJ SP, 24 nov. 2010, rad. 34.482) el primero


exige que el mismo individuo sea incriminado en dos o más actuaciones;
el segundo, la identidad de objeto, requiere que el factum motivo de
imputación sea igual, aún si el nomen iuris es diverso; y el tercero, la
identidad en la causa, postula que la génesis de los dos o más
diligenciamientos sea la misma.

… Finalmente, de similar forma, el concurso real o material –no


aparente- de tipos, también descarta la violación del principio
non bis in idem, partiendo de la base que un solo
comportamiento humano puede dar lugar a la infracción de
varios bienes jurídicos tutelados, como ocurre, verbi gratia, con la
falsedad en documento público o privado y el fraude procesal o el
enriquecimiento ilícito de particulares y la estafa (CSJ SP-9235-2014).
(Negrilla por fuera del texto original).

A partir del extracto jurisprudencial citado, se puede concluir que en


los eventos en los que se presenta un concurso real de tipos penales, como
se dio en el caso en concreto –homicidio en persona protegida en concurso
heterogéneo con concierto para delinquir-, no hay lesión alguna de la garantía
constitucional en comento, máxime cuando Publio Hernán Mejía, José
Pastor Ruíz Mahecha y Aureliano Quejada Quejada siempre tuvieron
conocimiento de que estaban siendo procesados por dos delitos de diferente
naturaleza, y que en la investigación que se adelantó al respecto se ordenó
la ruptura de la unidad procesal.

34
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. M.P: Eyder Patiño Cabrera. Rad. 36.828. 18 de marzo
de 2015-
53
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5.5.2. Sobre la indebida aplicación del derecho internacional


humanitario:

Los procesados Mejía, Ruíz y Quejada manifestaron que la juez de


primera instancia realizó una indebida aplicación del derecho internacional
humanitario, por cuanto le otorgó la calidad de persona protegida a los
occisos, quienes pertenecían a grupos al margen de la ley.

Para sustentar esa afirmación, indicaron que con las pruebas que
obran en el expediente, se demostró que las muertes hoy discutidas fueron
legítimamente ocasionadas en un combate, además que los militares
actuaron en virtud de una orden expedida por la autoridad competente cuyo
contenido se presume legal.

Al respecto y como más adelante se acreditará, hay eventos en los que


los combatientes pueden ser considerados personas protegidas por el DIH.
Al respecto, el artículo 135 del CP que consagra la figura del homicidio en
persona protegida, contiene una lista enunciativa -no taxativa- de quienes
detentan la condición de sujetos pasivos de dicha conducta punible, cuyo
tenor literal reza así:

“(…) PARÁGRAFO. Para los efectos de este artículo y las demás normas
del presente título se entiende por personas protegidas conforme al
derecho internacional humanitario:

1. Los integrantes de la población civil35.


2. Las personas que no participan en hostilidades y los civiles en poder
de la parte adversa.
3. Los heridos, enfermos o náufragos puestos fuera de combate.
4. El personal sanitario o religioso.
5. Los periodistas en misión o corresponsales de guerra acreditados.
6. Los combatientes que hayan depuesto las armas por captura,
rendición u otra causa análoga36.

35
Este es el numeral aplicable para las muertes acaecidas en la operación Coraza, por cuanto quedó
demostrado que los 2 occisos no tenían nexos con grupos al margen de la ley.
36
Este es el caso aplicable para las víctimas de la operación Tormenta II, pues se demostró que eran
miembros de las AUC.
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7. Quienes antes del comienzo de las hostilidades fueron considerados


como apátridas o refugiados.
8. Cualquier otra persona que tenga aquella condición en virtud
de los Convenios I, II, III y IV de Ginebra de 1949 y los Protocolos
Adicionales I y II de 1997 y otros que llegaren a ratificarse”.

En concordancia con la citada norma, se debe tener en cuenta el


artículo 3º común a los cuatro Convenios de Ginebra, el cual fue analizado
por la Corte Constitucional en la sentencia C-291 del 25 de abril de 2007 al
declarar la exequibilidad de la palabra “combatientes”.

Dicha disposición legal, que hace parte del bloque de


constitucionalidad, establece:

“Artículo 3 Conflictos no internacionales:

En caso de conflicto armado que no sea de índole internacional y que


surja en el territorio de una de las altas partes contratantes cada una
de la de las partes en conflicto tendrá la obligación de aplicar, como
mínimo, las siguientes disposiciones.

1. La personas que no participen directamente en las


hostilidades, incluidos los miembros de las fuerzas armas que
hayan depuesto las armas y las personas puestas fuera de
combate por enfermedad, herida, detención o por cualquier otra
causa, serán, en todas las circunstancias, tratadas con
humanidad, sin distinción alguna de índole desfavorable
basada en la raza, color…”

Por lo tanto, a partir de las normas mencionadas, es equivocado


sostener que por el hecho de que una persona pertenezca a una organización
al margen de la ley, automáticamente queda desamparada del DIH, pues no
es su vínculo con la ilegalidad sino las circunstancias y condiciones las que
determinan el cubrimiento y alcance de la garantía de protección de sus
derechos humanos.

55
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En consecuencia, se hace necesario realizar un estudio separado de


la prueba incorporada al proceso, para determinar las condiciones en que
fueron abatidas las víctimas de las operaciones Coraza y Tormenta II, para
lo cual, tal como lo consideró la primera instancia, se debe recurrir al
principio de selección probatoria, esto es, se expondrán los medios de
convicción que mayor relevancia tengan para dirimir la controversia que
suscita el caso.

No se trata de una decisión arbitraria, sino que, teniendo en cuenta


el volumen del sumario, para efectos de claridad argumentativa se debe
acudir a dicho postulado. Lo que sí está proscrito es ignorar una prueba
relevante para resolver el asunto en cuestión. Al respecto, la Corte Suprema
de Justicia ha establecido:

“en virtud del principio de selección probatoria, el juez no está


obligado a hacer un examen exhaustivo de todos y cada uno de
los elementos de persuasión incorporados al proceso, ni de todos
y cada uno de los extremos asertivos, porque la decisión se haría
interminable, sino que debe ocuparse únicamente de aquellos
que considere importantes para la decisión a adoptar, de suerte
que solo existirá error de hecho por omisión o supresión de prueba,
cuando aparezca de manera clara que ese medio fue realmente
ignorado siendo relevante para la resolución del asunto”37.

Aclarado lo anterior, la sala hará un estudio separado de las


condiciones en que se desarrollaron las operaciones militares en discusión,
y del compromiso jurídico penal de cada uno de los procesados en ellas.

5.5.3. Operación Coraza:

De entrada, la sala aclara que por estos hechos fueron vinculados


todos los procesados, excepto Aureliano Quejada Quejada.

37
Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, Proceso 35161, 6 de marzo de 2013, magistrado ponente Julio
Enrique Socha Salamanca.
56
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Igualmente, y como primer punto de análisis, se tiene que, a partir de


los medios de prueba recaudados, en especial las declaraciones de los
familiares de las víctimas, los interrogatorios de los procesados y las actas
de levantamiento de cadáver No. 252 y 253 del 22 de junio de 2002, no es
posible concluir que los fallecidos Eduar Cáceres Prado y Carlos Alberto
Pumarejo eran miembros de algún grupo al margen de la ley.

Para empezar, los familiares de los fallecidos refirieron que estos se


dedicaban a oficios varios y negaron que estuvieran vinculados a algún
grupo delincuencial. Por el contrario, se demostró que ambos hicieron parte
del Ejército Nacional y que tuvieron un buen desempeño durante el tiempo
de servicio.

Para ilustrar, Gelka Paola Hinojosa Cáceres38, en declaración ante la


procuraduría, expuso que fue la compañera permanente de Pumarejo
Lopesierra, que la última vez que lo vio fue el 22 de junio entre 6.30 y 7 pm,
que no llevaban nada en las manos y que el occiso no tenía alias.

Por su parte, Armando José Pumarejo Camargo39, padre de Carlos


Alberto Pumarejo, refirió que su hijo tuvo excelente comportamiento cuando
trabajó en el Ejército y que a él le consta que frecuentaba la guarnición
militar donde resultó abatido, a la que ingresaba constantemente por la
entrada principal.

Contrario a estos dichos, si bien no se puede invertir la carga de la


prueba, se echa de menos que los procesados, en ejercicio de las facultades
probatorias contenidas en el derecho de defensa, no trajeran al proceso un
solo elemento que respaldara sus señalamientos contra los occisos, como
por ejemplo una orden de batalla, o un prontuario criminal que permitiera
a la judicatura arribar a la conclusión de que efectivamente los 2 intrusos
en las instalaciones del batallón La Popa, pertenecían a un grupo de
delincuencia organizada.

38
Cuaderno 6. Folio 107-111.
39
Ibidem. Folio 112-117-
57
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En cuanto al momento exacto en que se perpetró el asesinato de estas


2 personas, si bien no existe convergencia entre los dichos del denunciante
Guzmán Cárdenas con las declaraciones antes citadas en cuanto a la última
hora en que fueron vistos los occisos, no es menos cierto que ello no
desvirtúa el punto central de debate, cual es las circunstancias en que se
produjeron sus bajas. Por esta razón, la juez de primera instancia fue clara
al afirmar que el fundamento de la condena no residía en la mera denuncia
cuestionada por la defensa, sino en las coincidencias de esta con el
voluminoso acervo probatorio.

Al respecto, se tiene que la presencia de estas 2 personas en los


predios del batallón La Popa en la noche del 22 de junio del 2002, así como
el lugar y la forma en que perpetrarían su ingreso, no fue algo sorpresivo o
imprevisto; todo lo contrario. Conforme a lo declarado por el teniente Juan
Manuel Bravo Alzate40, quien para ese entonces se desempeñaba como jefe
de la sección de contrainteligencia de la citada guarnición, la información
obtenida por parte de inteligencia sobre los 2 intrusos fue puesta en
conocimiento del coronel Mejía Gutiérrez desde el mes de enero del año
2002, persona esta responsable de la Unidad Militar, y quien le dio la orden
a José Pastor Ruíz Mahecha de poner en marcha la operación.

En consecuencia, se queda sin piso la afirmación de Ruíz Mahecha


al decir que él no tuvo nada que ver con esta operación, pues su subalterno,
sin bacilar, aseguró que quien puso en marcha la ejecución de la operación
en cuestión fue el mayor Ruíz por orden directa del coronel Mejía.

Este testigo aporta 2 datos de importante trascendencia: i) precisó que


durante 6 meses hicieron seguimiento a los occisos, con la finalidad de
desmantelar la supuesta banda dedicada al tráfico de armas, motivo por el
cual al interior del batallón sabían la cantidad y cuál era el perfil de los
intrusos, y ii) no hubo ningún hurto ni los difuntos accionaron arma alguna.

Textualmente indicó:

40
Cuaderno 6 del folio 70 al 78.
58
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
Apelación Sentencia ordinaria
Ley 600

“PREGUNTADO. - Diga si para el día de los hechos usted puso en


conocimiento de sus superiores de manera clara la hora a la que
ingresarían las personas que fallecieron ese 22 de junio de 2002, en
caso afirmativo a quién se lo dio a conocer y en qué lugar. CONTESTO.
- Esa información se le dio a conocer directamente a mi coronel
Mejía, quien está aquí presente, que es el directo responsable de la
unidad militar…PREGUNTADO. – Puede usted repetir las palabras
dichas al coronel Mejía. CONTESTO. – Yo le dije mi coronel pudimos
hablar con el soldado Paéz Triana, está de acuerdo en colaborar,
estará en la garita para el momento en el que van a entregar los
fusiles…PREGUNTADO. – Diga si recuerda desde cuánto tiempo antes
del 22 de junio de 2002 se tenía información de un posible ataque con
armas silenciosas a los centinelas del batallón. CONTESTO. –
Aproximadamente desde el mes de enero de 2002.”

Así pues, tampoco es posible aceptar la afirmación de Mejía Gutiérrez


acerca de que él, en calidad de comandante de La Popa, nunca tuvo
conocimiento sobre la cantidad ni el perfil de los ladrones que pretendían
ingresar a la guarnición militar.

Esta declaración encuentra respaldo con lo afirmado por el suboficial


Efraín Andrade Perea, quien en indagatoria rendida el 11 de mayo de 200741,
refirió que la información relativa a los intrusos abatidos en la operación
Coraza era del resorte de Bravo Alzate.

Incluso, de las versiones rendidas por los propios procesados en sus


diferentes intervenciones, también se pueden extraer aspectos que permiten
dilucidar la realidad de lo acontecido, como es el caso de Deibis Páez Triana
y José Pastor Ruíz, quienes nunca pudieron concluir que los intrusos
hubieran alcanzado a tomar los elementos bélicos que pretendían sustraer,
y textualmente refirieron que no se percataron de que los occisos estuvieran
armados.

41
Cuaderno 6. Folios 286-292-
59
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
Apelación Sentencia ordinaria
Ley 600

Por ejemplo, Páez Triana en declaración fechada el 18 de noviembre


de 200942, indicó que:

“CONTESTO.- Un día yo estaba de puesto de centinela en puesto 4 o


puesto 5 o puesto 6 una vaina así, y la orden era que el que se entrara
había que darle de baja, eso fue lo que sucedió, un día que yo estaba
prestando centinela más o menos a las 7 y media y de pronto entraron
dos tipos vestidos de negro y ivan (SIC) agachados por la maya (SIC)
del lado afuera, pero será el mismo Dios que me avisó yo mire y los
manes siguieron por la orilla de la malla, en la orilla de la malla hay un
palito, ya los dos tipos se volaron por la malla, yo vine y cargue
el fusil, cuando de pronto miro el otro se tira y ya vienen los
tipos para encima y yo dije vienen a matar o algo, yo les disparé
a los dos tipos y quedaron tendidos…”

Al ser indagado acerca de la posición del difunto Pumarejo Lopesierra,


expresó: “se tiró al piso de la garita y yo ahí en el suelo le disparé (…) Es que
yo les disparo cuando vienen agachados, digo yo que buscaron refugio,
porque de pronto no sabía de dónde venían los disparos, se metió en lugar
equivocado43”.

Como se pude apreciar, este actor principal en el desarrollo de los


hechos, en ningún momento manifestó que los 2 intrusos portaran alguna
clase de armamento, o que hubieran alcanzado a tomar artefactos bélicos
de propiedad del batallón, y muchos menos que le hayan disparado.

De lo dicho por Páez Triana, se puede colegir que los intrusos no


lograron sustraer o siquiera tomar por un instante los fusiles que los
acusados dicen haber encontrado en la escena de los hechos, pues aseguró:
“no fueron encontradas que yo haiga mirado no” (sic).

Por lo anterior y de la forma en que éste procesado afirma que


ocurrieron los hechos, no cabe una conclusión distinta al estado de
indefensión en que se encontraban las víctimas frente a los procesados, los

42
Cuaderno 34. Folios 103-112.
43
Ibidem. Folio 149.
60
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Publio Hernán Mejía Gutiérrez y otros
Apelación Sentencia ordinaria
Ley 600

cuales por su cantidad, por estar prevenidos y sobreseguros, simplemente


acribillaron a 2 personas que, si bien es cierto y la judicatura no lo
desconoce, entraron ilegalmente a los predios del batallón, no ofrecían riesgo
alguno para el Estado, para la guarnición militar ni para el numeroso grupo
de militares que los estaban esperando, razón por la cual no tiene asidero
la alegada figura de la legítima defensa.

Como respaldo de lo anterior, se cuenta con la declaración


juramentada del teniente Nelson Javier Mora Quiñones44, quien para la
época fue el comandante de la batería de apoyo Espoleta del batallón La
Popa, una de las que participó en esta operación. Este oficial afirmó que, 10
días antes del suceso, el personal de inteligencia adscrito al S-2 tuvo
conocimiento de que unos bandidos pretendían ingresar al batallón a
asesinar soldados y hurtar material bélico.

Puntualmente expresó45 que quien se encargó de ejecutar la orden fue


Ruíz Mahecha, incluso fue el que informó cuándo ingresarían los
asaltantes, de los que refirió eran 2 hombres que saltaron la malla, uno
estaba vestido totalmente de negro y el otro de jean y ropa clara, situación
que pudo verificar porque había luna llena y, por ende, la noche estaba
clara.

De la citada versión se resaltan 2 aspectos: i) que, en efecto, los


mandos y demás personal del batallón La Popa con bastante antelación
conocían del día, la hora y el lugar por donde los intrusos ingresarían a las
instalaciones de la base militar, y ii) que la visibilidad en el sitio de los
hechos era buena.

Textualmente dijo

“se vio bien porque la noche estaba clara, había luna llena,
después que ya estuvieron adentro los dos hombres les
disparamos, uno de ellos alcanzó a entrar a la garita y el otro quedó
tendido en el piso…

44
Folio 160 cuaderno 21
45
Cuaderno 8 folios 30-41
61
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Ley 600

Y sobre si portaban alguna clase de armas, contestó

PREGUNTADO: Dígale al despacho si los hombres que ingresaron al


batallón estaban armados, en caso positivo qué clase de armas
llevaban. CONTESTADO: Cuando ellos entraron no sabíamos, uno
no alcanza a saber eso hasta cuando se reacciona y después si
verificamos que no tenían armas de fuego”46.

Posteriormente y después de que rindiera indagatoria Ruíz Mahecha,


en una segunda versión, contenida en el cuaderno #8 folios 30 a 46, este
testigo pretendió cambiar su versión y refirió que la visibilidad no era buena
y que tampoco tuvieron información previa sobre el “ataque” de los
fallecidos, retractación a la cual la corporación no le concede credibilidad
alguna al ser evidente el afán de favorecer a sus superiores, y porque choca
con los demás medios de prueba. Por el contrario, las primeras
afirmaciones, por ser casi que concomitantes con la ocurrencia de los
hechos, son merecedoras de total credibilidad.

Con base en estos relatos provenientes de procesados – soldado Páez


Triana- y de protagonistas directos de los hechos –teniente Mora Quiñones-
, la sala se pregunta: ¿Si se tenía información de inteligencia militar y con
suficiente antelación acerca de la irrupción subrepticia que se pretendía
llevar a cabo a las instalaciones del batallón, por qué no se adoptó ninguna
medida distinta a la de dar de baja a los intrusos?, ¿máxime cuando no se
evidencia un riesgo ni siquiera remoto para el personal militar?.

Todos estos dichos convergen con la declaración que rindió Juan


Carlos Almanza Salcedo47 el 24 de junio de 2002, es decir 2 días después
de los hechos. Este procesado indicó que en la escena estaban el teniente
Mora, el soldado Peralta y el mayor Ruíz, cuando vieron ingresar a 2
personas como a las 10 pm vestidas de civil y les dispararon.

46
Folio 161 del cuaderno 21.
47
Folio 163 del cuaderno 21.
62
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Ley 600

Puntualmente refirió: “…y disparamos porque la orden es que no


pueden entrar personas que no sean del batallón y las personas que entraron
estaban vestidas de civil y de ahí abrimos fuego contra ellos y les dimos de
baja.”48

Capta la atención de esta colegiatura el hecho de que Almanza


Salcedo en su versión adujo que los fallecidos habían ingresado por medio
de un hueco en la malla, mientras que Peralta Romero y el teniente Mora
expresaron que los occisos la saltaron, imprecisiones que demuestran el
afán de los encartados por ocultar la forma real en que fueron ejecutados.

Estas circunstancias también quedaron reforzadas con el relato de


Elkin Manuel Peralta Romero en la misma fecha antes referida. Este
acusado manifestó lo siguiente:

“CONTESTÓ: nosotros mi teniente Mora, el soldado Almanza y mi


persona estábamos haciendo la misión de cubrir los puestos de
centinela y empezamos a hacer la patrulla por el puesto 5 y puesto 6, y
nos quedamos entre puesto 6 y 7 en una trinchera y a eso de las 9:30
pm, nosotros vimos 2 tipos saltar la malla, el de adelante tiró una bolsa,
antes de saltar la malla, saltó la malla la recogió mientras el otro
saltaba la malla, este salió hacia la garita y fue cuando nosotros le
hicimos la alarma militar de un disparo al aire no se pararon
no respondieron la alarma y fue cuando se les disparó”49.

Además de esa evidencia, obra un informe del 24 de junio de 2002


suscrito por Ruíz Mahecha, en el que le reporta a su superior, el coronel
Mejía, las supuestas 2 bajas de miembros de las FARC en la operación
Coraza50. Igualmente, se observa otro informe firmado por éste mismo
procesado el 25 de junio de 2002, en el que únicamente relacionó como
elementos encontrados a los intrusos: 1 celular marca Nokia, 6 sogas de
nylon y 2 pares de guantes de lana.

48
Folio 163 del cuaderno 21.
49
Ibidem. Folio 165.
50
Folio 59. Cuaderno 21.
63
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Ley 600

Aseguró en sus informes que, gracias a la información de inteligencia


y contrainteligencia, se pudo conocer que las 2 víctimas iban a ingresar
clandestinamente con la intención de asesinar a tres soldados y hurtar 5
fusiles.

En contraste con lo anterior, se cuenta con el informe UI-CTI 0693 del


25 de junio del mismo año -inspección a cadáver-, en el cual se deja
constancia del hallazgo de 2 fusiles Galil 5.56 mm junto a los cadáveres,
situación que permite concluir que los involucrados en el asunto
escenificaron el lugar de los hechos con la finalidad de hacer creer a las
autoridades que accionaron sus armas en ejercicio del legítimo derecho de
defensa de la guarnición militar, con tan mala fortuna para sus intereses
que sus propias contradicciones e imprecisiones develaron la verdad de lo
ocurrido.

Por lo anterior, resulta infructuosa la insistencia de José Pastor Ruíz


Mahecha en alegar que él nada tuvo que ver con esta operación, pues la
prueba relacionada demuestra que la lideró en conjunto con su comandante
Publio Hernán Mejía Gutiérrez.

Y es que el compromiso del coronel Mejía Gutiérrez en estos 2


homicidios deviene no solo por haber sido quien planificó la operación y
dispuso el personal para ejecutarla, todos bajo el mando del entonces mayor
Ruíz Mahecha, sino del hecho indicador de haber ubicado estratégicamente
a uno de sus hombres de confianza para garantizar el éxito del fin propuesto.

Mientras que Mejía Gutiérrez insistió en negar que Pava Rocha


hiciera parte de su escolta personal, fue este mismo quien aseguró que
formó parte del anillo de seguridad del coronel. En declaración rendida el
14 de febrero de 2007, Pava Rocha refirió que fue el jefe de seguridad de
Mejía Gutiérrez y que estuvo en Egipto durante 8 meses por recomendación
de este último. Llama la atención entonces el afán del procesado de
pretender desmarcarse de su hombre de confianza estratégicamente
ubicado en el teatro de los hechos.

64
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Ley 600

Se debe recordar que el soldado Pava Rocha afirmó que fue él quien
disparó al aire como protocolo de alarma, y posteriormente accionó su fusil
contra Cáceres Prado y Pumarejo Lopesierra por cuanto los vio con 2 fusiles,
narración que difiere con los demás medios de prueba, en especial con las
versiones de los otros encartados, quienes aseguraron que no vieron que los
intrusos estuvieran armados y que fueron ellos -Peralta, Mora y Almanza-
los que hicieron los disparos al aire.

Sobre el vínculo directo entre el coronel Mejía Gutiérrez y el soldado


profesional Pava Rocha, y que el primero trató de negar, se cuenta con el
testimonio de Deibis Solid Páez Triana quien al respecto manifestó:

PREGUNTADO.- Conoció usted en el batallón La Popa para el mes de


junio de 2002 a un soldado de nombre Orlando Pava Rocha y en caso
afirmativo sabe cuál era la ocupación del mismo en el batallón.
CONTESTO.- El era escolta de mi coronel.”

La forma por demás sospechosa en que el escolta personal del


comandante del batallón fue ubicado en una de las garitas por donde se
sabía previamente que las víctimas iban a ingresar, se demuestra con la
bitácora de turnos de centinela, en la cual no aparece registrado el soldado
Orlando Pava Rocha ese día, a esa hora y en ese lugar.

Es tan evidente el afán de los procesados de alterar la realidad de los


hechos, que Ruíz Mahecha en algunos informes consignó que las bajas se
dieron el 15 de junio de 2002,51 cuando la fecha real es el 22 de junio. Ante
la importancia y trascendencia de un procedimiento como la operación
Coraza, la cual representaba un positivo para la comandancia del batallón,
este tipo de imprecisiones no se puede tener como intrascendentes.

Otra circunstancia que refleja el ánimo de querer dar visos de


legalidad a la muerte de los intrusos, se encuentra en el reporte que le hace
el mayor Ruíz Mahecha al coronel Mejía Gutiérrez sobre los resultados de
la operación, en el cual consignó que los dados de baja pertenecían al grupo

51
Folios 91-93 cuaderno 21.
65
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Ley 600

delincuencial de las FARC, cuando de conformidad con las actas de


levantamiento de cadáver y los protocolos de necropsia, no se les encontró
algún elemento que los identificara como integrantes de dicha organización.

De conformidad con los protocolos de necropsia No. 273-02 y No. 274-


02 correspondientes a Eduar Cáceres Prado y Carlos Pumarejo Lopesierra,
respectivamente, se puede colegir que:

i) Ambos decesos fueron producto de disparos a larga distancia.


ii) Los cuerpos quedaron en posición cúbito abdominal, uno de ellos
con 10 heridas producidas por arma de fuego en cabeza, boca,
cuello y tórax, y otro con heridas no solo causadas por ese mismo
tipo de elemento, sino con un artefacto explosivo de
fragmentación52.
iii) La mayoría de la trayectoria de los disparos fue postero anterior.

Esta información se corrobora con el informe No. 598 del 25 de junio


de 2002 elaborado por Julio César Abril Reyes, técnico judicial I del CTI,
pues en las fotografías no solo se revelan las severas lesiones causadas a los
occisos por los disparos, sino las múltiples vainillas encontradas en la
escena de los hechos.

Lo anterior demuestra que la intención de los procesados en ningún


momento estuvo dirigida a persuadir, herir o capturar a los intrusos, sino
que, de antemano, estaban preparados para producir bajas, las cuales se
traducían en positivos en beneficio directo del comandante del batallón,
como acertadamente lo concluyó el a quo.

Llama la atención de la sala que en este mismo informe se enlistaron


dos fusiles53 que presuntamente habían sido hurtados por las víctimas. Sin
embargo, de las versiones de los procesados, en especial las de Páez Triana
y Ruíz Mahecha, se tiene que nunca se pudo concluir que los intrusos
hubieran alcanzado a sustraer el elemento bélico, pues incluso refirieron
que no se percataron de que los difuntos estuvieran armados.

52
Folio 80. Ibidem.
53
Folio “39” ibidem.
66
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Por lo anterior, no resulta lógico que el informe balístico de residuos


de pólvora hubiera dado positivo para los occisos, cuando son los mismos
enjuiciados los que afirmaron que no les constaba que estos hubieran
estado armados, y en la bolsa que llevaban solo habían armas blancas,
según lo reportó el comandante del operativo Ruíz Mahecha.

Esto último, tal como lo predicó el procesado Aureliano Quejada


Quejada, permite concluir una alteración de la escena primigenia de los
hechos, máxime si se tiene en cuenta que conforme a los protocolos de
necropsia, las víctimas fueron asesinas por la espalda y con apariencia de
sometimiento, lo cual descarta de plano un combate o enfrentamiento que
justificara el uso desproporcionado de las armas.

Ahora, si el procedimiento hubiera estado ajustado a la legalidad, no


se entiende la razón por la cual, de forma irregular e inusual, el comandante
del batallón ofreció al personal comprometido en los hechos, dádivas que no
se compadecen con el simple reconocimiento por el deber cumplido, como
fue ofrecerle al soldado Páez Triana una licencia permanente remunerada,
dinero en efectivo o un viaje al Sinaí. La pregunta lógica que surge es: ¿Se
estaba comprando el silencio cómplice del subalterno?

Conforme a la prueba aquí relacionada, se puede colegir que las


muertes causadas en la operación Coraza no se dieron en desarrollo de un
combate, ni en el legítimo ejercicio de la defensa de la guarnición militar,
como infructuosamente lo quisieron hacer ver los procesados, sino que se
trató del ajusticiamiento premeditado de 2 civiles que desarmados
ingresaron subrepticiamente a las instalaciones del batallón La Popa,
comportamiento a todas luces ilegal, pero que de ninguna manera justifica
ni legitima su asesinato, pues ante el conocimiento previo de la situación,
nada les impedía haber tomado otra alternativa menos trágica.

Por tal razón, acertó el a quo al concluir que no se observó el


agotamiento del protocolo de alarma consistente en realizar disparos al aire
en son de alerta; por el contrario, la prueba demuestra que accionaron las
armas directamente contra la humanidad de los intrusos, y que en ningún
67
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momento propendieron por herirlos o capturarlos, no, pues el objetivo único


era darlos de baja.

La prueba recaudada informa que el coronel Publio Hernán Mejía


Gutiérrez, en calidad de comandante del batallón La Popa, tenía
conocimiento previo de las características e intenciones de las 2 víctimas,
personas por demás ampliamente relacionadas con personal castrense de
esa guarnición militar, y aun así su única medida fue diseñar y ordenar la
operación Coraza y con ello, su muerte. A pesar de contar con el tiempo y
los medios necesarios a su alcance, no optó por otra solución menos lesiva
de los derechos humanos, tal como mejorar las condiciones de seguridad
del área, levantar muros, electrificar la malla, capturarlos o herirlos.

Razonamiento similar procede con respecto al mayor José Pastor


Ruiz Mahecha, quien pertenecía a la sección de inteligencia del batallón La
Popa e hizo parte de la estrategia y coordinación de los hechos investigados.
En calidad de oficial superior, no solo participó en la planeación de la orden
de operación Coraza, sino que también quedó comprobado que intervino
materialmente en su desarrollo, como lo expusieron los demás enjuiciados.

En cuanto a los soldados Orlando Pava Rocha, Elkin Manuel Peralta


Romero, Juan Carlos Almanza Salcedo, y Deibis Solid Páez Triana,
indiscutiblemente hicieron parte del acuerdo criminal previo y
materializaron la orden de ejecución, pues fueron estos quienes dispararon
contra los fallecidos.

Frente a la participación y responsabilidad de estos 4 uniformados, la


sala no hará mayor profundización, dado que los argumentos de alzada se
circunscribieron única y exclusivamente a solicitar la nulidad de la decisión
por falta de competencia, situación que se resolvió al inicio de esta
argumentación.

No obstante, más adelante la sala se pronunciará frente a la


prescripción del delito de concierto para delinquir agravado en favor de estos
4 procesados.

Finalmente, es importante precisar que: i) el hecho que las personas


dadas de baja fueran civiles y no quedara demostrado que pertenecían a
algún grupo organizado al margen de la ley; ii) estar desarmados y no

68
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representar ningún peligro para la tropa; iii) tener los procesados con
suficiente antelación la información acerca de la intención delincuencial; y
iv) contar con ventaja numérica y estratégica, ubica a las víctimas en el
estándar de “personas protegidas por el DIH”, conforme a lo dispuesto en el
artículo 3º común a los cuatro Convenios de Ginebra, que en su numeral 1º
dispone:

1. La personas que no participen directamente en las


hostilidades, incluidos los miembros de las fuerzas armas que hayan
depuesto las armas y las personas puestas fuera de combate por
enfermedad, herida, detención o por cualquier otra causa, serán, en
todas las circunstancias, tratadas con humanidad, sin distinción
alguna de índole desfavorable basada en la raza, color…”

Así pues, acertó el a quo al concluir que:

i) Los 2 homicidios perpetrados en esta operación fueron en el


contexto del conflicto armando, dada la fecha y lugar de los hechos.

ii) No se demostró que los occisos pertenecieran a un grupo al margen


de la ley ni accionaron armas en contra de los procesados o algún otro
militar del batallón La Popa.

iii) Los procesados tuvieron información con antelación de quiénes


iban a irrumpir en el batallón con intenciones de hurtar armas. Por lo tanto,
sabían que no se trataba de un grupo grande ni amenazante.

iv) Acaecido el ingreso clandestino de las víctimas, los procesados


tuvieron la posibilidad de disparar con fines de detener a los intrusos y
capturarlos, y aun percatados de que no llevaban armas de fuego,
efectuaron un alto número de disparos en partes del cuerpo que,
indudablemente, generarían su deceso.

En suma, no se vislumbra prueba alguna que demuestre la tesis


defensiva de que se trató de muertes legítimas en combate, o del legítimo
ejercicio del derecho a la defensa, pues se insiste, los occisos en ningún
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momento representaron un peligro para los uniformados ni para la


instalación militar.

Por el contrario, las pruebas antes valoradas permiten llegar a la


certeza racional sobre la ocurrencia del delito y la responsabilidad de los
implicados, conforme lo reclama el artículo 232 del C de PP, razón por la
cual se confirmará la sentencia por este evento.

5.5.4. Operación Tormenta II

Lo primero que se debe aclarar con relación a las muertes derivadas


de la operación Tormenta II, es que, si bien se demostró que la mayoría de
las víctimas pertenecían a las AUC, esa circunstancia no deslegitima la
teoría del ente acusador, pues lo que interesa a efecto de verificar la
ilegalidad en el proceder de los encartados, son las circunstancias en que
esas personas fueron dadas de baja.

Por lo tanto, la sala concentrará su estudio en las pruebas


testimoniales, que, al ser contrastadas con las periciales, soportan de
manera contundente la responsabilidad penal de los involucrados en este
suceso: Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruíz Mahecha y
Aureliano Quejada Quejada.

Así mismo y conforme a los instrumentos internacionales atrás


citados, para la configuración del tipo penal que les fue acusado, se tiene
como presupuesto que los combatientes que hayan depuesto las armas, son
personas protegidas por el DIH.

A partir de los testimonios vertidos en el asunto, las actas de


levantamiento de los cadáveres, los protocolos de necropsia de los 18
occisos, y el dictamen de trayectoria de los disparos, la sala anticipa desde
ya que las bajas se produjeron trasgrediendo las normas del DIH, ya que
estos medios de prueba son indicativos de que las víctimas habían
renunciado al combate antes de ser asesinadas.

70
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Si bien la génesis de esta investigación sobre presuntas


irregularidades en la operación militar Tormenta II fue la denuncia
interpuesta por el ex suboficial del ejército Edwin Guzmán Cárdenas, lo
cierto es que ellas fueron confirmadas con los medios de prueba que con
posterioridad se recopilaron por la fiscalía, y con los indicios que de los
mismos surgieron, que al unísono ratifican varios de los dichos del
denunciante.

No se puede pasar por alto y los apelantes guardan absoluto silencio


al respecto, que antes54 de que Edwin Guzmán Cárdenas pusiera en
conocimiento de las autoridades los hechos materia de juicio, ya estos
habían sido denunciados por el soldado Alexander Jurado Tarazona55, quien
textualmente manifestó que las bajas de la operación Tormenta II fueron
falsos positivos de las AUC, y que la misión fue ejecutada por Aureliano
Quejada Quejada y por José Pastor Ruíz Mahecha, bajo la orden impartida
directamente por Publio Hernán Mejía Gutiérrez.

Las irregularidades denunciadas por los 2 uniformados atrás referidos


son corroboradas con el testimonio rendido por Jhon Jairo Hernández
Sánchez56, alias “Centella”, quien fue soldado profesional y posteriormente
terminó incorporado a las AUC. Este declarante, cuya versión fue traída a
este proceso como prueba trasladada, refirió que Mejía Gutiérrez se había
reunido con alias “39” y pocos días después se dio de baja a 3 integrantes
de grupos ilegales, pero la realidad es que no eran muertes en combate sino
jóvenes seleccionados por el comandante “39” en coordinación con el
batallón La Popa.

Sobre los occisos de la operación Tormenta II manifestó:

“PREGUNTADO: Recuerda usted si en esa versión realizó alguna


referencia con relación a un coronel de apellido Mejía, en caso
afirmativo a qué aspectos se dirigió la misma. CONTESTO.- Si claro que

54
Denuncia presentada el 29 de septiembre de 2006.
55
Cuaderno 3 folio 293.
56
Folios 109-116 cuaderno 30.
71
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si recuerdo sobre los vínculos que tenía el coronel Mejía aquí presente
con el comandante “39”57.

PREGUNTADO.- Sabe usted algún aspecto de una operación militar


denominada Tormenta II ocurrida en la hacienda El Socorro.
CONTESTO.- Esos eran miembros de las autodefensas, los fallecidos,
dentro de esa operación donde se murió el comandante 90 y todos los
hombres del grupo de él, posteriormente fueron mostrados a la
prensa como miembros del ELN, cosa que no fue así…

…Yo estuve presente cuando llegaron a buscar brazaletes identificados


con las letras del ELN…

…Estaba el difunto 90, estaba una muchacha que estaba recién parida,
no tenía mucho de haber alumbrado, estaba el muñeco y otros
muchachos que los conocí de cara simplemente58.

Esas personas fueron seleccionadas por que habían unos que eran
viciosos y otros que hacían cosas indebidas en los grupos y fueron
clasificados en ese aspecto”.

Esta versión guarda correspondencia con el protocolo de necropsia


No. 470 de 200259, el cual corresponde a un NN femenino con cicatriz por
cesárea, una de las víctimas en la operación Tormenta II.

Se trasladó también el testimonio de Luis Francisco Robles Mendoza60


rendido en audiencia pública de juicio ante el Juzgado 6º Penal del Circuito
Especializado de esta ciudad, en la que sobre la operación Tormenta II
precisó: “bueno, después de eso comenzaron a gritar consignas de que se
entregaran y que ellos les respetaban la vida, 90 tenía un buen diálogo directo
con ellos, donde comenzó a hablar con ellos, se entregaron y los
mataron”.

57
Folio 110 cuaderno 30.
58
Folio 114. Cuaderno 30.
59
Folios 156-162 cuaderno 22. Y folio 2 del cuaderno 2.
60
Audiencia de juzgamiento celebrada el 8 de noviembre de 2010 radicado 11001307006200900071. Minuto
33:52.
72
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Ley 600

En audiencia del 8 de noviembre de 2010, Robles Mendoza, ex


integrante de las AUC, con relación a la operación en comento afirmó que
“ya todo estaba cuadrado con el ejército, que los resultados fueron falsos
positivos, que si bien hubo un hostigamientos como por 5 minutos, esto fue
por un error de comunicación”.

Igualmente, aseveró que los miembros del Ejército fusilaron a un


hombre que portaba una bandera blanca, y que alias 90 y sus hombres se
rindieron, entregaron las armas61 y enseguida los ajusticiaron. Al respecto,
también indicó la ejecución de una mujer y que dijeron que los muertos eran
del ELN para cubrir los hechos. Este testigo fue claro en señalar que hubo
heridos de ambos bandos por cuanto era de noche y porque a los integrantes
de las AUC que fueron abatidos les habían dicho que se iban a encontrar en
el lugar con la guerrilla.

Sobre los vínculos entre los militares del batallón La Popa con las
AUC, y sus acuerdos para hacer pasar personas dadas de baja por la
organización delincuencial como muertos en combate con la fuerza pública,
se cuenta con el testimonio de Hugues Romero Montero62, quien también
perteneció a las AUC y participó en estas reuniones. Sobre dichos
encuentros refirió:

“PREGUNTADO. En esas reuniones que usted dice que estuvo, quienes


estaban y a quien decidieron asesinar. CONTESTÓ: En la primera
reunión que estuve estaba el comandante “Paisa” del Bloque Norte,
Mario Fuentes, Fredy Oñate y alias “Sargento”, toditos pertenecían al
Bloque Norte, … en esa reunión dijeron que la misión era bajar a
las personas que tuvieran vínculos con la guerrilla de los carros
que iban de Valledupar para Atánquez y entregárselos a la tropa
del batallón La Popa quienes estaban en el batallón y quienes
tenían que dar un positivo para la zona de Badillo, ese día Mario
Fuentes tenía una agenda donde tenían un listado los cuales le
colaboraban a la guerrilla…

61
Minuto 22-25 de la audiencia del 8 de noviembre de 2010.
62 Obrante a folios 86 a 91 del cuaderno #1
73
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Ley 600

En la misma diligencia afirmó este testigo:

“El Ejército si buscaba guías buscaba a alguien que estuviera con


las Autodefensas y esos eran los que iban como guía y eran los
encargados de señalar y acusar y al que acusaban era al que
mataban, esa reunión fue en las instalaciones del batallón La
Popa, era un salón y ahí se reunían capitanes y todo el mundo y
lo presentaban a uno, yo asistí a dos reuniones de esas y me buscaban
como guía, los señores de las Autodefensas eran lo que me buscaban y
buscaban los guías para presentárselos al Ejército… PREGUNTADO.
Quienes del personal militar y quienes de las Autodefensas participaron
en las reuniones que se hicieron en el batallón La Popa. CONTESTÓ: En
la primera reunión de las Autodefensas estuvo Mario Fuentes y Jorge
Mindiola y Fredy Oñate como miembros de las Autodefensas y de la
cúpula militar yo no sé de rangos, sé que estaba un primero que era de
apellido Andrade, estaba un Coronel Mejía y estaba otro señor que no
sé qué rango tenía y se llamaba “HUGO” no si era Morales y mi persona
que era un civil e iba como guía…”

…PREGUNTADO. Usted vio a algunos de los miembros de los


paramilitares que usted ha mencionado portando la dotación empleada
del Ejército Nacional y haciendo operativos con ellos. CONTESTÓ: Sí, el
señor Fredy Oñate, Jorge Mindiola y Héiber Fuentes, de los militares en
una sola ocasión iba Mejía, pero esa vez subieron y no mataron a
nadie, ni Andrade ni Hugo salían del batallón, ellos solamente hacían
comisiones entre Paramilitares y el Ejército...63”

En diligencia del 25 de mayo de 200764 y en la cual estuvo presente


la defensa material y técnica del coronel Publio Hernán Mejía Gutiérrez,
este testigo manifestó:

63Esta es la parte final de la declaración de Hugues Romero Montero, rendida el 1 de marzo de 2006
en Barranquilla ante la Fiscalía 33 DD.HH y DIH, reposa a folios 86 a 91 del cuaderno #1
64
Obrante a folios 202 a 224 del cuaderno #7
74
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Ley 600

PREGUNTADO.- Cuando estuvieron en el salón, donde dice que estaban


los mandos del ejército, que personas intervinieron. CONTESTO.-
Intervino primero el primero Andrade, nos presentó y dijo que eran los
guías que iban a participar en la operación, eso es lo que más recuerdo,
en la operación que se iba a hacer para Atanquez, Guatapurí y
Chemesqueman, la Mina, las Flores, toda la parte norte. También
intervino un coronel Mejía, el cual nos dijo que contaba con el apoyo de
nosotros y nosotros con el apoyo de él, que cualquier cosa hiciéramos
saber por medio de él o por medio de Andrade.

Como se manifestó, en esta diligencia estuvo presente tanto el


procesado Mejía Gutiérrez como su defensor65, razón por la cual no son de
recibo sus reclamos cuando afirman que no tuvieron oportunidad de
controvertir dichas manifestaciones.

También se encuentra dentro del plenario la declaración de Leonardo


Enrique Sánchez Barbosa, alias el “Paisa”, comandante del grupo
paramilitar, quien en diligencia de indagatoria66 textualmente afirmó:

PREGUNTADO. Conoce Usted o tiene o ha tenido relaciones de cualquier


índole con miembros de la fuerza pública, en caso afirmativo nos señala
¿con quiénes? CONTESTO. En ese entonces había militares que
colaboraban con las autodefensas, más específicamente el Coronel
Mejía, fue con el que más directamente hubo contacto.
PREGUNTADO. Indíquenos por favor en qué consistió concretamente esa
colaboración del Coronel Mejía. CONTESTO. Consistió en coordinación
para el actuar de las autodefensas, o sea consistía en que las
autodefensas realizaban operaciones con consentimiento del Coronel
Mejía, o sea por decir algo, que si nosotros necesitábamos entrar a
cualquier zona del Cesar, él nos colaboraba con el movimiento de la
tropa, pero él tenía relación directa con ““39””. Esto a mí me consta
porque lo vi en varias ocasiones reunido con “39”, una vez se reunieron
en el sector de Los Corazones y otra vez en La Mesa.”

65
Ibidem. Folio 210.
66
Obrante a folios 155 del cuaderno #11. Indagatoria del 151 al 160.
75
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Ley 600

Estos testimonios provenientes de miembros de las AUC permiten


llegar a una primera conclusión como preámbulo de la decisión de fondo, y
es que quedó probada la relación que para el año 2002 existía entre la
comandancia del batallón La Popa y la del grupo delincuencial denominado
autodefensas, vínculo cuya finalidad era que estos últimos entregaban a los
militares personas señaladas de pertenecer a la guerrilla, vivas o muertas,
para posteriormente ser presentadas como bajas en combate. A cambio, los
delincuentes recibían armas y municiones, tal como lo declaró Hugues
Romero Montero.

Superado este primer punto y demostrado que las personas dadas de


baja en la operación Tormenta II pertenecían a las AUC, solo resta analizar
los medios de prueba que conducen a la certeza racional de que su deceso
no fue producto de un enfrentamiento o combate, sino el resultado de un
acuerdo previo entre los procesados y comandantes de las AUC que
requerían deshacerse de miembros indisciplinados de su organización, a los
que pretendieron hacer pasar como guerrilleros del ELN.

Es tan evidente lo anterior, que en la propia orden de operación y en


los respectivos informes de su ejecución, se consigna que los fallecidos eran
guerrilleros pertenecientes al ELN, cuando la realidad demostró que la
mayoría eran militantes de las AUC y solo 4 del grupo subversivo, de ahí
que alias “Centella” afirmara que él estuvo presente cuando andaban
buscando brazaletes de ese grupo delincuencial para ponerles a las
víctimas.

De conformidad con lo manifestado por el teniente Nelson Javier Mora


el 19 de junio de 2007,67 la cuestionada operación estuvo al mando del
mayor Ruíz Mahecha, quien al ser consultado por la Jurisdicción Penal
Militar sobre las dudas que existían acerca de a qué organización
delincuencial realmente pertenecían las 18 personas dadas de baja, de
forma imprecisa y evasiva contestó68:

67
Cuaderno 8. Folios 30-41.
68
Folio 268-272 del cuaderno 21
76
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“PREGUNTADO: Se dice igualmente en el informe que se dieron de baja


18 bandoleros de la ONT-ELN. Qué le permite hacer la anterior
afirmación? Se le pregunta lo anterior pues han circulado algunas
versiones (en los medios radiales especialmente) que esos subversivos
no pertenecen a dicha organización narcosubversiva. Se dice
igualmente que algunos de ellos eran de las AUC. Qué nos puede decir
al respecto? CONTESTÓ: La información inicial que se tenía proveniente
de los diferentes organismos de inteligencia, más la del informante
“causal” apuntaban a que se trata de miembros de la ONT-ELN. Al
momento de verificar algunas prendas se encontraron brazaletes que
los identificaban como miembros de esa OAML. Poco interés tengo en
saber si eran o no de las autodefensas, por otro lado quien dispara,
lanza explosivos contra los soldados o miembros de la fuerza pública
no es una persona de bien sino un bandido o un desadaptado social.
Resultado: la operación no se hizo en contra de personas de bien ni
contra soldados. Eran bandidos...”

Además de las evasivas, son las contradicciones evidentes entre uno


y otro relato lo que refleja la ilegalidad del operativo, pues mientras Ruíz
Mahecha en su indagatoria69 precisó que en la operación Tormenta II utilizó
más de 144 hombres, Mejía Gutiérrez dijo que no fueron más de 41, un
desfase de 100 hombres que no se compadece con la magnitud de los hechos
ni encuentra explicación alguna diferente a la mentira si se tiene en cuenta
que los datos provienes nada más que del comandante del batallón y del
mando que ejecutó la orden.

Mientras que Aureliano Quejada, líder del grupo Zarpazo que ejecutó
a las 18 víctimas, indicó70 que en la hacienda habían entre 50 a 70
subversivos, Mejía Gutiérrez y Ruíz Mahecha dijeron que había más de
100.

Además de las reiteradas y notorias contradicciones en aspectos


fundamentales de una operación militar, como lo es el número de hombres
destinados, las horas de inicio y finalización del combate, el número

69
Ibidem. Folio 146.
70
Cuaderno 8. Folios 11-20.
77
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aproximado de enemigos, entre otras, se suma el cambio de versión entre lo


que manifestaron a los pocos días de los hechos, con lo que afirmaron luego
de ser vinculados a la investigación penal.

Quejada Quejada en declaración ante la justicia castrense71


manifestó: “en cuanto a la visibilidad como era ya de madrugada era un 70%
buena; no se distinguía muy bien todo lo que se miraba ejemplo: no se
alcanzaban a ver los brazaletes que llevaban los bandidos, pero era suficiente
para operar…”, pero contrariamente en su indagatoria manifestó que el
número de bajas se presentó por la poca visibilidad.

Abundantes contradicciones e imprecisiones se observan igualmente


en la prueba documental, la que refleja el afán de los procesados por
acomodar la realidad de lo sucedido a sus intereses, pero descuidando
aspectos que dan al traste con la versión del supuesto combate, como se
pasa a analizar.

i) El exceso de munición y explosivos, así como un apoyo aéreo –


helicóptero- que se reportaron como utilizados en la operación, no se refleja
en apenas 18 bajas, cuando supuestamente los subversivos eran más de
100 y fueron sorprendidos por la tropa. El registro de gasto de munición
superó los 10 mil cartuchos y 74 granadas, entre otros elementos72, lo cual
permite confirmar lo manifestado por los desmovilizados de las AUC cuando
afirmaron que los militares le pagaban a la organización delincuencial con
armamento y munición por los favores recibidos.

ii) En el folio 223 del cuaderno 21, obra el informe de la operación


Tormenta II suscrito y elaborado por José Pastor Ruíz Mahecha, en el cual
reporta como resultado del combate 18 bajas y la recuperación de 4 fusiles,
una subametralladora, granadas de mano y granadas de fusil”73, lo cual no
concuerda con el número de “combatientes” muertos, pues se supone que
cada uno porta un arma de fuego.

71
Cuaderno 21. Folios 274-277.
72
Folios 206-256 del cuaderno 1.
73
Ibidem. Folio 223.
78
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A partir de estos informes, en los cuales se consigna la intensidad del


supuesto combate, surge el interrogante de cuál fue la razón para que no se
produjeran heridos ni capturados, solo bajas, y cual la razón para que ante
la utilización de morteros no se hayan presentado daños colaterales en las
edificaciones de la hacienda El Socorro, pues extrañamente de los más de
100 delincuentes reportados por el sargento Quejada Quejada, no se logró
lesionar ni aprehender a nadie.

iii) En cuanto a los soldados reportados como heridos, al revisar sus


historias clínicas74 encuentra la sala que uno de ellos no fue impactado con
un proyectil, sino que se lesionó por una mala posición de caída, y los otros
2 por arma de fuego, y no como indicó Aureliano Quejada Quejada en su
indagatoria75 ante el Juzgado 21 de Instrucción Penal Militar, en la cual dijo:
“hubo 3 heridos, todos por acción de onda explosiva de las granadas…76”
Imprecisión que por sí sola refleja la invención de un supuesto combate que
jamás existió, pues no existe justificación alguna para que el comandante
de una unidad mienta sobre la forma en que sus hombres resultaron
heridos. Lo que la prueba arroja es que estos 3 uniformados resultaron
lesionados en circunstancias totalmente diferentes al supuesto combate en
la hacienda El Socorro.

iv) También es importante resaltar el informe GB-SC-CTI No. 413 del


20 de noviembre de 200277, el cual arrojó como resultado de la operación la
incautación de 6 armas junto con sus respectivas municiones, todas de uso
privativo de las fuerzas militares y 3 escopetas hechizas, material este
último sobre el cual nada consignó Ruíz Mahecha en su reporte, lo cual
demuestra que se adicionaron elementos bélicos ante los funcionarios de la
fiscalía pretendiendo justificar el fingido combate.

Frente a esto, surgen serios interrogantes si se compara el material de


guerra empleado por el batallón La Popa -10 mil cartuchos y más de 70
granadas de mortero-, frente a 6 fusiles y 3 escopetas hechizas en manos de

74
Folios 280-300 cuaderno 21.
75
Folios 220-223 cuaderno 1.
76
Folio 222 cuaderno 1.
77
Folios 49-63 cuaderno 2.
79
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los fallecidos, incoherencias que conducen a determinar la escenificación de


los hechos.

v) Otra situación que choca contra la legalidad y transparencia de los


operativos desarrollados por personal del batallón La Popa, son los
inusitados reconocimientos o prebendas concedidas en especial a los
uniformados que resultaron aquí acusados, como se puede apreciar a folios
163 a 164 del cuaderno No. 1, donde aparece el coronel Mejía postulando
como candidatos para mandarlos al Sinaí a Ruíz y Quejada, el primero su
comandante de inteligencia y el segundo el líder del pelotón Zarpazo,
ampliamente cuestionado por ser el destinado a las operaciones
“especiales”. Lo anterior concuerda con la dádiva ofrecida en la operación
Coraza al soldado Páez Triana de una licencia permanente y remunerada.

Si las condecoraciones en la milicia por el reconocimiento al valor y el


servicio se traducen usualmente en medallas, ¿cuál es la razón para que
estos uniformados –Ruíz y Quejada- recibieran mejores postulaciones por
parte del comandante del batallón, quien a su vez se veía altamente
beneficiado con el mayor número de bajas reportadas ante sus superiores?,

Ahora, la facilidad para adulterar la escena de los hechos y su


imposibilidad de ser analizada por miembros de la policía judicial fue
extrañamente facilitada por la otrora directora seccional de fiscalías de
Valledupar, Alix Cecilia Daza Márquez, quien, en un evidente acto de abuso
de autoridad y omisión de funciones, autorizó que los mismos uniformados
comprometidos en los hechos, trasladaran sin ningún protocolo los cuerpos
desde la hacienda El Socorro hacia el batallón La Popa78.

Y se dice que extrañamente, porque no se entiende porqué si al lugar


de los hechos pudo ingresar una ambulancia a recoger los soldados heridos
y camiones a recoger los muertos, ¿cuál era la razón para que no entrara la
policía judicial a realizar el levantamiento?. Y no es de recibo alegar
condiciones de seguridad, por la sencilla razón de que era de día, el área ya
estaba asegurada por el ejército, había apoyo helicotransportado y los

78
Folios 54-63 del cuaderno 16.
80
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delincuentes ya habían sido ultimados. Entonces la sala se pregunta, ¿qué


peligro corrían los funcionarios de la fiscalía?, preguntas que solo llevan a
concluir que todo hizo parte de un plan previamente orquestado para ocultar
que las 18 víctimas fueron acorraladas y asesinadas fuera de combate.

A ese conocimiento llega la colegiatura después de revisar cada uno


de los protocolos de necropsia de los fallecidos contenidos en el cuaderno
22, las actas de levantamiento de cadáveres No. 424 al 441 del 27 de octubre
de 200279, el informe de policía judicial 1456 del 31 de octubre de 200280 y,
por supuesto, el dictamen de trayectoria de disparos y heridas de los
fallecidos, el cual si bien fue atacado por los defensores por el hecho de que
el director de la diligencia no ostentaba la especialidad de perito en balística,
olvidaron que es un reconocido y acreditado médico patólogo, con amplia
experiencia en el área de la medicina legal y que llegó a ocupar el cargo de
Director del Instituto Nacional de Medicina Legal.

Sobre las condiciones para ser perito, olvidan los defensores que más
que un título, lo que se exige es el conocimiento o dominio que se tenga
sobre el tema. Al respecto, el artículo 250 de la Ley 600 de 2000 dispone:

“En tratándose de asuntos relacionados con medicina legal y ciencias


forenses, demostrará su idoneidad acreditando el conocimiento específico en
la materia y su entrenamiento certificado en la práctica pericial.”

Por lo anterior, el hecho de que el perito forense Carlos Eduardo


Valdés careciera de un título en balística, por sí solo no le resta mérito
suasorio a su informe, ya que tal vacío se ve compensado con su amplia
experiencia, conocimiento y trayectoria certificada en el área de la medicina
legal.

Así mismo y conforme lo dispone el artículo 238 de la misma


normatividad, las pruebas se apreciarán en conjunto conforme a los
principios de la sana crítica, y para el caso en concreto, encuentra esta
colegiatura que las conclusiones a las que llegó el perito Carlos Valdés,

79
Folios 90-166 del cuaderno 2.
80
Folio 79-83 cuaderno 2.
81
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guardan total concordancia y convergencia con los demás medios de prueba


que se han analizado.

Entre los hallazgos en los cadáveres, y para lo cual no se necesita ser


experto en balística, se tiene que la mayoría de los impactos recibidos por
las víctimas fueron de forma postero-anterior, es decir por la espalda,
posición que no es lógica ni normal en el contexto de un enfrentamiento, y
mucho menos cuando se trata de combatientes que llevan años en esa
actividad como lo eran los integrantes del ELN y las AUC. Conforme a los
postulados de la lógica y a las máximas de la experiencia, esa postura es
más propia de quien está huyendo que de quien está combatiendo.

En el citado informe se concluyó, dentro de las múltiples


observaciones, que las versiones narradas por los militares81 que
participaron en la misión no corresponden con las heridas y las trayectorias
de disparos que se verificaron en la humanidad de los fallecidos.

El perito textualmente indicó:

“Las trayectorias intracorporales que se hubiesen podido presentar con


base en las trayectorias estudiadas en la reconstrucción (originadas
desde un mismo nivel, en superficies planas o desde áreas con mayor
elevación a los objetivos del disparador), no guardan correspondencia
con las estudiadas en los protocolos de necropsia”

Y en uno de los casos concretos señaló:

“En el occiso Mader Rubio Jiménez, a quien se le describe una


trayectoria en la cabeza con reentrada después de haber salido por la
región ciliar derecha para reingresar por la región parpebral inferior
derecha; dicho cambio en la trayectoria denota que en el momento del
impacto el occiso se encontraba con la cara pegada a una superficie
dura que es la que obliga a cambia de dirección al proyectil”82.

81
Versiones narradas por: el teniente Valdés, el cabo Segundo Pacheco Ramírez Carmelo Antonio, el soldado
profesional Florez Ramiro, Kadir Martínez Vásquez, Jorge Luis Vega Padilla, Eduar Vicente Yépez, Jorge
Eliecer Lozano Bravo y otros.
82
Folio 2”39” del cuaderno 15.
82
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En igual sentido, en los folios 240 y 241 del cuaderno 15 obra un


cuadro en el que se sintetizan los impactos que recibieron las 18 víctimas
de la operación, a saber: 105 impactos en total, unos por arma de fuego de
alta velocidad, otros de baja velocidad, de los cuales 51 fueron en tórax y
abdomen, 35 en miembros y 19 en la cabeza.

De estos se destaca que 43 impactos fueron en posición postero-


anterior, la cual como se ha iterado, difícilmente se presenta en un combate
y menos si se trata de personas versadas en este tipo de contiendas,
mientras que apenas 23 disparos fueron en posición antero posterior.

Extraña a la colegiatura, que si se trató de un combate en el cual se


emplearon más de 10 mil cartuchos de munición de fusil –alta velocidad-, 5
de las víctimas presenten lesiones causadas por proyectiles de armas de
fuego de baja velocidad:

*NN sexo masculino, protocolo de necropsia No. 0471/2002.


*Nen José Lama Herrera, protocolo de necropsia No. 0472/2002.
*Adalberto Fuentes Nieto, protocolo de necropsia No. 0474/2002.
*Armando Morales Pérez, protocolo de necropsia No. 0478/2002.
*Corpus Carlos Carrero Angulo, protocolo de necropsia No. 0479/2002.

Estos hallazgos, aunados a las versiones de las personas que


declararon en este proceso y aquellas que fueron traídas como prueba
trasladada, permiten concluir que no se trató de un combate sino de un
ajusticiamiento, y que estas 18 personas fueron asesinadas después de que
habían depuesto sus armas. No otra explicación admite el hecho de que
varias de ellas presentaran tiros percutidos por armas de baja velocidad, las
cuales conforme a las máximas de la experiencia no son utilizadas en un
combate a campo abierto, en el cual y según los procesados, hasta granadas
de mortero se utilizaron.

Así mismo, no es propio de un combate a campo abierto en el cual se


enfrentan 2 bandos compuestos por personas experimentadas en este tipo

83
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de actividades, que se presente una secuencia de víctimas con el mismo


patrón de heridas mortales. Para el caso que nos ocupa, el perito encontró:

“Examinados en conjunto los impactos recibidos por cada cuerpo, se


encuentran algunos que por sus trayectorias similares, su ubicación
anatómica y especialmente la concentración en un área corporal,
indican que corresponden a ocurridos en secuencia o ráfaga”

A partir del anterior recuento probatorio y el análisis que se le


impartió, valoradas en conjunto y conforme a los principios de la sana
crítica, la sala llega a la misma conclusión que el juzgador de primer nivel,
en cuanto a que las 18 personas asesinadas en la madrugada del 27 de
octubre de 2002 en predios de la hacienda El Socorro en el municipio de
Bosconia, Cesar, a manos de miembros del Ejército Nacional adscritos al
batallón La Popa, no lo fueron en combate como se simuló por parte de los
procesados.

Por el contrario, el abundante caudal probatorio compuesto por


testimonios, documentos, peritajes, y hasta las propias versiones de los
encartados, permiten concluir con el grado de certeza exigido, que si bien es
cierto, altos dignatarios del Estado como el Presidente de la República de la
época y el general Gabriel Ramón Díaz Ortiz, comandante militar de la
región, fueron alertados de la presencia de delincuentes al parecer del ELN
en la hacienda El Socorro, y que se impartió la orden al comandante del
batallón La Popa para que atendiera la situación, lo que inició como una
acto legítimo de control del orden público y combate a la delincuencia,
terminó en un contubernio criminal entre los aquí procesados Publio
Hernán Mejía Gutiérrez, José Pastor Ruíz Mahecha y Aureliano Quejada
Quejada.

Los medios de prueba directos, en especial las denuncias formuladas


por los uniformados Edwin Manuel Guzmán Cárdenas y Alexander Jurado
Tarazona, los testimonios de los integrantes de las AUC Jhon Jairo
Hernández Sánchez, alias “Centella”, y Luis Franco Robles Mendoza, alias
“Amaury”, así como la prueba indirecta o indiciaria, muestran que gracias
al contubernio existente entre la comandancia del batallón La Popa y el
84
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delincuente conocido como alias “39”, cabecilla de las AUC en la región, se


coordinó para que los segundos hicieran presencia en la hacienda El
Socorro, combatieran a los subversivos presentes, los que al parecer y según
los brazaletes encontrados no pasaban de 4, y una vez fueran dados de baja
se los entregaran al ejército el cual estaría cerca al lugar.

No obstante lo anterior y según lo que arroja la prueba, en especial


los dichos de alias “Amaury”, una vez los miembros de las AUC habían
reducido a los delincuentes del ELN, tropas del grupo Zarpazo al mando del
sargento Aureliano Quejada Quejada y por orden de sus superiores, el
coronel Publio Mejía y el mayor José Pastor Ruíz, los emboscaron con
fuego de alta intensidad, y a pesar de que enviaron un emisario con bandera
blanca y depusieron las armas, fueron asesinados en su totalidad, al parecer
por petición de alias “39”.

De ahí que en los primeros informes y en sus primeras versiones, los


procesados siempre insistieron en que los caídos en combate pertenecían al
ELN, con tan mala fortuna para ellos que con el tiempo se descubrió que de
los 18, 14 pertenecían a las AUC.

Nótese que lo manifestado por este testigo coincide con el número de


bajas causadas, ya que alias “Amaury” manifestó que él fue delegado por
alias “39” para que con un número de 20 hombres se desplazara a la
hacienda El Socorro a neutralizar a los miembros del ELN que estaban
delinquiendo en ese lugar, y que él golpe fue coordinado por alias 90 quien
debía entregarle el resultado del operativo a los miembros del Ejército, pero
finalmente fueron abatidos por los militares.

Si se contabilizan los 4 miembros del ELN, más el grupo coordinado


por alias 90, esto arroja la cifra de muertos que se obtuvo -18-,
vislumbrándose tal como se ha venido cuestionando durante todo el
proceso, que no resultaron dentro de los delincuentes ni heridos ni
capturados, lo que demuestra que el objetivo de la operación Tormenta II
era aniquilar a todos los presentes, como lo había solicitado alias “39” quien
quería deshacerse de ese personal indeseable para las AUC.

85
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Después de las anteriores consideraciones comunes a los 3


procesados por la operación Tormenta II, la colegiatura resolverá puntos en
concreto motivo de apelación.

5.5.5. Del recurso de apelación de Publio Hernán Mejía Gutiérrez

Ha insistido este procesado a lo largo del juicio, en una presunta


violación de sus derechos al debido proceso, a la defensa y a la
contradicción, a partir de la inspección judicial llevada a cabo el 8 de febrero
de 2007 al batallón La Popa, en la cual la fiscalía pretendía obtener los
archivos de las operaciones militares ejecutadas entre 2002 y 2003.

Sin embargo, al revisar el acta de dicha inspección83, se tiene que en


ella se dejó constancia del hallazgo de 16 carpetas correspondientes a las
operaciones realizadas en el año 2002 y 27 del 2003, las cuales fueron
encontradas en una caja, debido a que días antes había estado el procesado
Mejía Gutiérrez en compañía de otros procesados sacando copias para
ejercer su derecho de defensa. Por lo tanto, se entiende que ellos accedieron
a dicho material probatorio antes que la fiscalía, de ahí que no es de recibo
el reclamo esbozado por el apelante.

Así mismo, a folios 142-143 del cuaderno 1, se plasmó que en la caja


No. 7 estaban los documentos de la operación Coraza y en la No. 15 los de
Tormenta II. Por lo tanto, ese material probatorio de interés para el proceso
sí obra en el expediente y no está desaparecido, como equivocadamente
manifestó el apelante.

Lo que sí omite el impugnante, es que en esa misma inspección


judicial se dejó constancia84 de que había una inconsistencia entre el
documento lecciones aprendidas No. 3871 del 31 de octubre de 2002, en el
cual reportaron una cantidad de material decomisado muy superior al que
se consignó en el informe de la operación que rindió Ruíz Mahecha,
inconsistencia qué no aclararon de ninguna manera los enjuiciados.

83
Cuaderno 1 folio 1”39”-145.
84
Ibidem. Folio 144.
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Lo anterior también aplica para Aureliano Quejada y José Pastor


Ruíz, quienes también invocaron erradamente la posible sustracción de las
carpetas.

En segundo lugar, el recurrente indicó que, como quiera la prueba de


absorción atómica de residuos de disparo resultó positiva para Eduar
Cáceres y Carlos Alberto Pumajero, significa entonces que era inviable lograr
la aprehensión de los intrusos.

Al respecto, es importante recordarle al procesado, que en el mismo


dictamen se explica que el resultado positivo no significa necesariamente
que los occisos hayan disparado. Además, no se puede olvidar que los
mismos soldados acusados por esos hechos, afirmaron que no vieron que
los occisos portaran armas de fuego, y por la misma descripción de lo
ocurrido, se infiere que estos no lograron obtener los fusiles que pretendían
hurtar.

En tercer lugar, la defensa de este y otros procesados ha girado en


torno a pretender deslegitimar al exsargento Edwin Manuel Guzmán
Cárdenas, a quien han señalado de integrar el “cartel de los falsos testigos”,
y por tener varias causas penales en su contra.

Al respecto, vale la pena traer a colación los argumentos del a quo


frente a este alegato defensivo:

“Así pues, como quiera que el acervo probatorio debe valorarse en su


integridad, este despacho considera que pese a las circunstancias
particulares que recaen sobre el testigo Edwin Manuel Guzmán
Cárdenas las cuales podían restarle credibilidad, además existen
otros testimonios que coinciden en el sentido de las afirmaciones
realizadas por éste, (…)”

Y es que como acertadamente lo planteó la funcionaria del primer nivel,


los hechos denunciados por este ex integrante del batallón La Popa fueron
confirmados de una u otra manera a lo largo del proceso, y si bien la sala

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Ley 600

no desconoce la falta de consonancia en algunos de los eventos relatados


por Guzmán Cárdenas, con la restante prueba de cargo fueron aclarados.

Además, olvidó la defensa que mucho antes de que Guzmán Cárdenas


se acercara a las autoridades a denunciar las irregularidades que se estaban
presentando en el citado batallón, ya el soldado profesional y miembro del
pelotón Zarpazo, Alexander Jurado Tarazona, el 29 de septiembre de 2006
ante la Defensoría del Pueblo, advirtió que:

“… bajo la dirección del sargento Aureliano Quejada Quejada y el


mayor José Pastor Ruiz Mahecha, por medio del grupo especial élite
Zarpazo, dieron de baja a 19 paramilitares y los hicieron pasar como
miembros del ELN, y todo por orden del teniente coronel Publio Hernán Mejía
Gutiérrez”85.

Por lo tanto, y contrario a lo alegado por Mejía Gutiérrez, abunda en


la foliatura prueba testimonial, documental, pericial e indiciaria que
confirma los hechos denunciados por Guzmán Cárdenas, sin desconocer la
presencia de algunas imprecisiones especialmente en cuanto a fechas y
lugares, pero que, analizadas en un contexto de tiempo, modo y lugar, no
alcanzan a menguar su poder suasorio.

En cuarto lugar, citó la decisión del Consejo del Estado, en virtud de


la cual se concluyó que no había lugar a declarar la responsabilidad
patrimonial por la muerte de las 2 personas en la operación Coraza, porque
se presentó una culpa exclusiva de las víctimas.

Frente a ello, se debe señalar que el ámbito de raciocinio en las 2


jurisdicciones es totalmente diferente, pues mientras la contenciosa
administrativa estudia una posible falla en el servicio y sus excepciones de
cara a las funciones y deberes del servidor público, la penal analiza la
intencionalidad con que el agente actuó. Además, no existe subordinación
ni dependencia de la una con la otra, sino que, por el contrario, son
totalmente autónomas.

85
Cuaderno 30, folios 26-38 y Cuaderno 3, folios 293-294
88
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Ley 600

Como quinta inconformidad, alegó Mejía Gutiérrez que sobresalía


una contradicción en el razonamiento del a quo, en el entendido de que en
un aparte de la sentencia catalogó a los occisos como civiles y en páginas
posteriores los consideró combatientes que abandonaron las armas.

Con respecto a dicho argumento, es necesario aclarar que no se


presenta tal incongruencia en el fallo censurado, sino que, acertadamente,
el a quo determinó que en la operación Coraza, quienes resultaron sin vida
eran civiles; mientras que en la operación Tormenta II, eran miembros de
un grupo al margen de la ley.

En sexto lugar, se quejó de que la fiscalía le ocultó al perito de la


defensa Romero Antury, el dictamen pericial de trayectorias de disparos y
heridas elaborado por el Dr. Carlos Valdés.

Al respecto, y después de escuchar la audiencia del 22 de junio de


2012, no solo se pudo verificar que el perito de la defensa sí pudo
controvertir el informe presentado por el perito Valdés Moreno, sino que la
defensa lo contrainterrogó activamente. Por lo tanto, no hay lugar a tener
en cuenta los reproches de la defensa en ese sentido.

Por último, este apelante indicó la necesidad de tener en cuenta las


declaraciones de alias Alacrán (Giovanny Andrade Racines) y alias 101
(Adolfo Enrique Guevara Cantillo), ambos pertenecientes a las AUC.

Una vez revisadas dichas manifestaciones86, se pudo verificar que no


son testigos presenciales o que les conste lo que sucedió al interior de la
hacienda El Socorro el 27 de octubre de 2002. Además, emergen
contradicciones entre las 2 versiones, como, por ejemplo, mientras uno
afirmó que alias “Centella” era el hombre de confianza de alias “39”, el otro
refutó tal aseveración. Por lo tanto, no son pruebas con el poder suasorio
suficiente para desestimar las pruebas de cargo.

86
Ambas reposan en el cuaderno 37.
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5.5.6. Del recurso de apelación de José Pastor Ruíz Mahecha:

Este procesado insistió durante toda su defensa, que tanto la


operación Coraza como Tormenta II, fueron actos propios del servicio en
defensa del Estado.

Al respecto, se debe indicar que la incongruencia en aspectos tales


como el excesivo gasto de munición reportado, la ausencia de heridos o
capturados, el número y clase de armas reportadas como incautadas, las
lesiones mortales encontradas en los cuerpos, además de las múltiples
contradicciones entre los procesados, descartan de plano cualquier causal
eximente de responsabilidad.

En ese sentido, no solo se demostró la falta de proporcionalidad entre


la potencial agresión y la reacción de la tropa en ambos casos, sino que
todas las pruebas atrás relacionadas dan cuenta de que no se presentó un
combate, sino que se trató de ejecuciones arbitrarias.

De forma contradictoria, primero objetó el dictamen pericial efectuado


por el médico Valdés Moreno, por considerar que dicho perito no es experto
en balística. Sin embargo, se apoyó en el mismo para manifestar que quedó
demostrado que se propinaron disparos a larga distancia y, por ende, no
hubo una ejecución arbitraria, olvidando que en el informe el experto reportó
5 víctimas con lesiones causadas con proyectiles de baja velocidad.

Además, el perito fue claro al explicar que, por ser médico forense, lo
que realizó fue un estudio de las heridas frente a los disparos a partir de las
versiones suministradas por los soldados que participaron en la operación.
Esto quiere decir que su análisis se concentró en las lesiones que
presentaban los cuerpos según las actas de necropsia.

5.5.7. Del recurso de apelación de Aureliano Quejada.

En primer lugar, refirió que los cadáveres no presentaban rastros de


tortura o violencia, debido a que fueron legítimamente abatidos en combate.

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Al respecto, además de iterar que las pruebas allegadas desvirtúan la


tesis de que hubo un combate legítimo, el hecho de no haber sido torturados
no desvirtúa el homicidio, además que este último fue el delito por el que se
lo acusó, y no por el punible de tortura.

Como segundo, denunció la falsificación de su firma en el acta de


bajas de la operación, lo cual se demostró con un dictamen grafológico. Sin
embargo, esa circunstancia, que hace parte de la cadena de irregularidades
presentes en los informes de la operación Tormenta II, no alcanza a minar y
ni tan siquiera a poner en duda, su compromiso penal en esos hechos,
pues el mismo se deriva de su calidad de líder del grupo Zarpazo, el cual fue
el que materializó los homicidios que hoy se le atribuyen.

VI. CONCLUSIONES

1. Conforme a lo analizado, no se puede predicar la violación del


principio non bis in ídem, como lo argumentaron los procesados Mejía, Ruíz
y Quejada, pues sobre el concurso heterogéneo de tipos penales que se les
atribuyó en su momento, la existencia de 2 sentencias condenatorias se
deriva de la ruptura de la unidad procesal que se presentó antes de la etapa
del juicio, dejando claro que cada providencia comprende 2 conductas
punibles totalmente diferentes, concierto para delinquir agravado y
homicidio en persona protegida.

2. Contrario a lo alegado por la defensa, no se presentó una indebida


aplicación de las normas del DIH. Por el contrario, el a quo interpretó
acertadamente que los homicidios se ejecutaron, en el primer evento sobre
civiles desarmados, y en el segundo contra combatientes que ya habían
depuesto sus armas, ambos protegidos por el DIH de conformidad al
contexto en que se produjeron las muertes a manos de un grupo que hacía
parte del conflicto armado como lo era el Ejército Nacional.

3. Si bien la defensa en pleno tachó de mendaz y amañado el


testimonio rendido por el exsargento Edwin Manuel Guzmán Cárdenas, y en
él se observaron una serie de inconsistencias, también es cierto que los
puntos centrales de sus dichos -irregularidades en las 2 operaciones
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examinadas- fueron ampliamente confirmados con los demás medios de


prueba testimonial, documental y pericial recaudada a lo largo de la
investigación.

Conforme a lo anterior, al encontrarse satisfechos los requisitos del


artículo 232 de la Ley 600 de 2000, y no haberse desvirtuado los
razonamientos de la primera instancia, se confirmará del proveído materia
de alzada, con la aclaración de que al procesado Aureliano Quejada
Quejada, sólo se lo juzgó por los homicidios cometidos en la operación
Tormenta II.

OTRAS CONSIDERACIONES – PRESCRIPCIÓN

Revisada la actuación procesal, se tiene que el llamamiento a juicio


cobró ejecutoria el día 5 de agosto de 2011 al confirmarse en segunda
instancia la resolución de acusación.

Para la época de ocurrencia de los hechos imputados a los procesados


Orlando Pava Rocha, Juan Carlos Almanza Salcedo, Elkin Manuel
Romero Peralta y Deibis Solid Páez Triana -22 de junio de 2002-, la pena
para el delito de concierto para delinquir agravado -Art. 340 inc. 2º del CP-
era de 6 a 12 años conforme a la Ley 733 de 2002, que al aplicarse la
circunstancia de agravación del artículo 342 ídem, quedaría de 8 a 18 años
de prisión.

Ahora, una vez presentada la acusación, el término de prescripción se


interrumpe y comienza a correr nuevamente por uno equivalente a la mitad,
que dentro del presente asunto sería de 9 años para el delito contra la
seguridad pública.

Así las cosas, se tiene que el punible de concierto para delinquir


prescribió el 5 de agosto de 2020, fecha para la cual no había cobrado
ejecutoria la sentencia, razón por la cual así se decretará.

Al respecto, desde hace 10 años, aproximadamente, la CSJ viene


sosteniendo que el concierto para delinquir agravado es un crimen de lesa
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humanidad y, por lo tanto, imprescriptible. Sin embargo, la sala considera


que desde el punto de vista del Derecho Penal Internacional, esta afirmación
es controvertible ya que:

 Los crímenes de lesa humanidad son los tipificados en el Estatuto de


Roma y el concierto para delinquir no está entre ellos.
 Para determinar cuáles son los crímenes de lesa humanidad fue
necesario que la humanidad en su conjunto -a través de sus
delegados en una Conferencia Diplomática de plenipotenciarios de las
Naciones Unidas sobre el establecimiento de una Corte Penal
Internacional- los definiera.
 Para que esos crímenes fueran vinculantes para el Estado colombiano
fue necesario que el constituyente modificara el artículo 93 de la CP,
que el Congreso expidiera la ley aprobatoria del Tratado de Roma, que
esta fuera revisada por la Corte Constitucional y que el Gobierno
canjeara los instrumentos de ratificación.
 Para incluir delitos adicionales en el ER se requiere el mismo
procedimiento –tal como ha sucedido, por ejemplo, con el crimen de
agresión-.
 Esas exigencias no pueden ser sustituidas por una decisión de un
tribunal de un Estado parte, pues estaría desplazando a la comunidad
internacional, al constituyente, al legislativo, a la Corte Constitucional
y al Gobierno.

Ahora, claro que en el régimen interno se podría tipificar el delito de


concierto para delinquir como crimen de lesa humanidad, pero, en virtud de
los efectos vinculantes del principio de legalidad y del principio democrático,
el legitimado para hacerlo es el Congreso y hasta ahora no lo ha hecho.

Por todo lo anterior, estima esta sala que el delito en mención continúa
siendo de carácter común y, por tanto, ya está prescrito según las
precisiones hechas al inicio de este acápite.

Así pues, teniendo en cuenta que el a quo por efecto del concurso
heterogéneo había incrementado a la pena por el delito de homicidio en
persona protegida 48 meses por el concierto para delinquir agravado, estos

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serán descontados de la pena principal la cual quedará en definitiva en 366


meses de prisión.

Lo mismo sucederá con la pena de multa, la cual había sido fijada en


4000 SMLMV por los 2 homicidios en persona protegida y se les había
adicionado 2600 por el punible contra la seguridad pública, los cuales serán
restados.

Es de aclarar, que este proceso fue repartido a este despacho el 14 de


agosto de 2019, e inmediatamente después los procesados José Pastor Ruiz
Mahecha y Aureliano Quejada Quejada recusaron a la sala de decisión,
trámite que fue resuelto el 11 de diciembre de 2019 por la sala presidida por
el magistrado Jairo José Agudelo Parra.

El magistrado que preside la sala, con fecha 16 de enero de 2020,


remitió a la JEP el oficio No. 37/2020, mediante el cual solicitó que
informara si la presente actuación les debía ser enviada para su
conocimiento, o si esta corporación continuaba con la competencia.

Ante la falta de respuesta a la citada comunicación, esta corporación


el 3 de febrero del año 2020, dispuso la suspensión de la resolución del
recurso de alzada y ordenó la remisión del asunto a la JEP, decisión que fue
objeto de apelación por los procesados José Pastor Ruíz Mahecha y
Aureliano Quejada Quejada, recurso que fue resuelto por la Honorable Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia el 23 de septiembre de 2020, decisión
en la cual dispuso que ésta corporación debía continuar con el trámite de la
actuación.

Por su parte, la Jurisdicción Especial para la Paz mediante


comunicación 202002006003 del 14 de octubre de 2020, indicó que cuando
haya algún recurso pendiente por resolver en la jurisdicción ordinaria, este
deberá ser resuelto por la misma, salvo que antes de la sentencia de segunda
instancia la JEP asuma competencia.

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En esas condiciones, para el momento en que el proceso regresó a este


despacho -21 de octubre de 2020- para continuar con su trámite, el delito
de concierto para delinquir agravado ya había prescrito.

Teniendo en cuenta que el a quo tuvo a despacho el proceso para


dictar sentencia por un espacio de tiempo de más de 6 años, esta sala
considera que esa mora influyó en la prescripción del citado delito, razón
por la cual se dispondrá la compulsa de copias ante la Sala Disciplinaria del
Consejo Seccional de la Judicatura para que se investigue su actuación.

En mérito de lo expuesto, el Tribunal Superior del Distrito Judicial


de Bogotá D. C., en Sala de Decisión Penal y administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE:

Primero: CONFIRMAR la sentencia proferida el 31 de mayo de 2019


por el Juzgado 4º Penal del Circuito Especializado de esta ciudad, mediante
la cual condenó a los acusados Publio Hernán Mejía Gutiérrez, José
Pastor Ruiz Mahecha y Aureliano Quejada Quejada, por el delito de
homicidio en persona protegida.

Segundo: DECRETAR la prescripción del delito de concierto para


delinquir agravado en favor de Orlando Pava Rocha, Juan Carlos Almanza
Salcedo, Elkin Manuel Romero Peralta y Deibis Solid Páez Triana, de
conformidad con la parte motiva de esta providencia.

Tercero: MODIFICAR el numeral CUARTO de la sentencia, en el


sentido de condenar a Orlando Pava Rocha, Juan Carlos Almanza
Salcedo, Elkin Manuel Romero Peralta y Deibis Solid Páez Triana, a la
pena de 366 meses de prisión y multa de 4.000 SMLMV, por el delito de
homicidio en persona protegida.

Cuarto: CONFIRMAR la providencia en todo lo demás.

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Quinto: COMPUSAR copias a la Sala Disciplinaria del Consejo


Seccional de la Judicatura, en contra de la Juez Cuarta Penal del Circuito
Especializada, para que se investigue su responsabilidad ante la mora que
presentó el proceso a despacho para dictar sentencia.

Sexto: COMUNICAR de manera inmediata esta decisión a la


jurisdicción especial para la paz, para lo que corresponda a Publio Hernán
Mejía Gutiérrez, Orlando Pava Rocha, Juan Carlos Almanza Salcedo,
Elkin Manuel Romero Peralta y Deibis Solid Páez Triana.

Tercero: Contra esta sentencia procede el recurso extraordinario de


casación.

Cópiese, Notifíquese y Cúmplase

JOSÉ JOAQUÍN URBANO MARTÍNEZ

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