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Teatro Completo

Este documento presenta la obra de teatro "La Petrica" escrita por Claudio Castillo. La obra se desarrolla en un solo acto y cuenta con personajes como La Petrica, Zoilo, Eladio, Lucilo y el Santo Tapado. La escenografía consiste en casas de los personajes ubicadas en una zona rural. La obra explora temas como la pobreza, la resignación y las frustraciones de los personajes.

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Este documento presenta la obra de teatro "La Petrica" escrita por Claudio Castillo. La obra se desarrolla en un solo acto y cuenta con personajes como La Petrica, Zoilo, Eladio, Lucilo y el Santo Tapado. La escenografía consiste en casas de los personajes ubicadas en una zona rural. La obra explora temas como la pobreza, la resignación y las frustraciones de los personajes.

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TEATRO COMPLETO

Claudio Castillo
TEATRO COMPLETO
©Claudio Castillo
©Fundación Editorial El perro y la rana , 2018 (digital)
Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio,
Caracas - Venezuela, 1010.
Teléfonos: (0212) 768.8300 / 768.8399

Correos electrónicos
[email protected]
[email protected]

Páginas web
www.elperroylarana.gob.ve
www.mincultura.gob.ve

Redes sociales
Twitter: @perroyranalibro
Facebook: Fundación Editorial Escuela El perro y la rana

Diseño de portada y diagramación


Jairo Noriega

Edición
Oswaldo Antonio González

Corrección
Ybory Bermúdez

Hecho el Depósito de Ley


Depósito legal: DC2018000996
ISBN: 978-980-14-3350-7
COLECCIÓN ENTRADA LIBRE
Teatro no es solo representación, detrás de la máscara sabemos
que hay un grito, la magia del desdoblamiento, el paso real
seguido del paso en falso, la pupila dilatada bajo el párpado
cerrado. El ser humano en su afán de manifestarse se ha
procurado los más delicados medios y tratando de encontrarse
a sí mismo se ha vestido de otros. La colección Entrada Libre es
el anfiteatro donde caben todos los espectadores del mundo,
aquí confluyen desde los más representativos dramaturgos
de todos los tiempos hasta los que han sido soslayados por
la academia. El espacio de las tablas no está limitado, esta
colección brinda a través de sus dos series un boleto de acceso a
quien desee ser tribuna de las más diversas funciones.
La serie Clásicos expone a los autores que han marcado la
historia de la dramaturgia, ofrece una línea sólida y completa de
obras que son pilar del teatro universal;
y Contemporáneos presenta dramaturgos que a partir del siglo
XIX han sorprendido al público más crítico y han propuesto
diferentes perspectivas al mundo teatral.
TEATRO COMPLETO
CLAUDIO CASTILLO
9

TESTIMONIOS GRÁFICOS DE CLAUDIO CASTILLO

Claudio Castillo enseña a unos niños a elaborar y manipular títeres.

Claudio Castillo comparte sueños y sonrisas.


11

NOTA FILIAL SOBRE LA VIDA Y OBRA DE CLAUDIO CASTILLO


Claudio Castillo nació el 6 de junio de 1941, en Santa Cruz de Aragua.
Creció entre pobreza material y carencias afectivas desde la más tierna
edad. Su abuela paterna, María Rodríguez de González, lo crió y le brindó
el amor que necesitaba para ver la vida con todos los colores que él mismo
luego nos ofreció. Claudio nutrió su infancia con el ambiente rural, apacible
y mágico de aquella Santa Cruz. Estudió hasta sexto grado en la Escuela
Federal Graduada nº 5 “Rafael Briceño Ortega”. En su juventud se desem-
peñó en diferentes oficios: trabajador del campo, manicero, cotufero, entre
otros. De esta manera colaboraba económicamente con el hogar. En 1963
contrae nupcias con Carmen Felicia Esqueda Pacheco, con quien procrea
cinco hijos. Después de casarse, incursiona progresivamente en diferentes
ramas artísticas. Su primer contacto fue con la pintura. Su “descubridor”
fue el pintor y crítico de arte René Croes Michelena, quien de inmediato le
organizó una exposición individual en la Galería El Puente (Caracas, 1967),
con rotundo éxito. En su período de producción artística, Castillo participa
en numerosas exposiciones colectivas y realiza varias individuales: obtiene
valiosos reconocimientos como el Premio Popular VI Salón Aragua, 1968;
Primer Premio Centro Simón Bolívar, Caracas, 1969; Mención Honorífica
Caveguías, 1978; Tercer Premio Ciudad de Maracay, en el III Salón Muni-
cipal de Pintura; Premio Bárbaro Rivas, Salón Arturo Michelena, Valencia,
1984; entre otros. Se adentra en las letras, escribiendo cuentos para niños
y adultos, e igualmente incursiona en el mundo de los títeres. La revista
infantil Uyapar le publica varios cuentos infantiles. En el año 1974, ganó
el Concurso Nacional de Cuentos de la Casa de la Cultura de Maracay, con
su cuento “Vino, se lo llevó y lo trajo ido”; en el año 1977, obtuvo una men-
ción especial en el II Concurso del Nuevo Grupo de Caracas, con su obra
La Petrica. En el año 1981, obtiene el Tercer Premio del Concurso de Lite-
ratura Infantil, auspiciado por la Universidad de Carabobo, con su cuento
“Don Mere-Mere con pan caliente”. Fue fundador y director del grupo de
teatro El Poeta Sánchez, y de los grupos de títeres infantiles La Tambora
y Los Gallinetos. Por iniciativa propia llevó adelante jornadas de anima-
ción cultural para niños, jóvenes y adultos. Su obra creativa sorprendió a
12

creadores y críticos de arte, quienes opinaron favorablemente, tales como


el creador popular Aquiles Nazoa; en pintura: Perán Erminy, Roberto Gue-
vara, Juan Calzadilla, Juan Bautista Rojas, Francisco D’ Antonio; en litera-
tura y dramaturgia: Santiago Rojas Perdomo, Jesús Morín, Wilfredo Carri-
zales, Alfredo Fuenmayor, Alberto Hernández, entre tantos otros.
A finales del año 1984, Castillo comienza a padecer una penosa enfer-
medad que lo aleja de la actividad creadora. Después de diez años de con-
valecencia, muere el 3 de noviembre de 1994, en su lar natal, rodeado de su
esposa e hijos.

Obra en narrativa: Obra en dramaturgia:


El carnaval de los pájaros. Luluchopo tiene rey.
El día que se inventaron las escuelas. La hormiga ladrona y el bachaco
El niño Jesús de plástico. también.
La hormiguita Domitila. La Petrica.
Viaje de un palito de fósforo. Diálogo de un resucitado
El correo de los árboles y arbustos. con Dios, el diablo y el Gobierno.
El barco de flores. Desde que Dios amanece.
Don Mere-Mere con pan caliente. Qué fácil es cazar pájaros en la
Del miedo cerrándome los ojos. noche.
Vino, se lo llevó y lo trajo ido.
Guajara.
Un ratico nada más.
Huiloúuu.
Cuando exploten las ganas de
reventar.
Los siguientes días de la perrita.
Cuando éramos gente.

Gabriel Castillo.
LA PETRICA1

1 La Petrica fue editada por la Secretaría de Cultura del estado Aragua en 1991. El diseño
gráfico y la edición estuvo a cargo del poeta Igor Barreto.
15

DRAMATIS PERSONÆ:

La Petrica

Zoilo

Lucilo

Eladio

Santo Tapado

Cargadores

Voz

Coro
17

La Petrica: Edad aparente de 35 a 40 años. Usa un vestido de flores


grandes. Su esperanza es una supuesta hija que nunca parió. Recio tempe-
ramento. A veces, tierna y poética. Acaba frustrada y alucinada.

Eladio y Lucilo: Víctimas de la resignación ante un poder desconocido.

Zoilo: Poético y esperanzador. Nunca se concreta en sus proposiciones.

Santo Tapado y Cargadores: Poder que es desconocido para los otros


personajes.

Voz: Leve esperanza que La Petrica no comprende.


19

ESCENOGRAFÍA:

Las casas de La Petrica, Eladio y Lucilo son como cuevas coloreadas en


la parte exterior. Zoilo tendrá un nicho rojo. Estarán ubicados así: Parte
derecha hacia proscenio, casa de La Petrica; parte izquierda hacia el centro,
nicho de Zoilo; al fondo casa de Eladio y Lucilo.

(La obra se desarrolla en un solo acto)


21

ACTO ÚNICO

Al abrir el telón solo hay de iluminación una vela grande que está en el
nicho rojo de Zoilo. Allí están Zoilo, Eladio, Lucilo y La Petrica como en una
ceremonia que está concluyendo.

Zoilo: ¡Ya pueden irse!

La Petrica: ¿Seguro que vamos a encontrar?

Zoilo: ¡Ya vendrán las ánimas, ya lo verán…!

Eladio: ¡Ojalá…, Ojalá…!

Lucilo: Hasta otro día…

(Se retiran a sus casas. La Petrica se queda en la penumbra buscando algo).

La Petrica: ¿No hay nada para mí?… Dame algo…, la casa mía está
sola…, dame algo de compañía…

Voces: Vete, vete…, no fastidies…, busca en otra parte…, busca en otra


parte…, no tenemos nada…

(La Petrica hace esfuerzos como si la empujaran y cae al piso. Aquí se apaga
la vela y entra la iluminación. La Petrica aparece arrojada en el piso y se
dirige a quien supuestamente la empujó).

La Petrica: ¡Esta vaina se paga…! (Señala el medio de las piernas)


Además esto es mío y hago con ella lo que me da la gana.

(Mientras avanza hasta su casa).


22

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

La Petrica: ¿Estos desgraciados qué se creerán?… Ojalá que haga un


ventarrón bien grande y los revuelque en un mierdero…

(En su casa y resignada).

La Petrica: Ya casi no sirvo, eso es lo que pasa… ¿Y el comandante? (Ríe)


¿Qué se creerá ese cochino e’ monte? ¿Que me voy a acostar con él de nada?
Esto es un negocio y no se fía… (Al supuesto hijo) Hijo, ya vine… Me paré
un ratico por el camino, tú sabes esas vainas que nunca faltan…, lo que Dios
ha dispuesto…

Lucilo (En su casa): Hay miedo por ustedes y por mí… Hay gente que
no nos quiere bien ¿Saben, hijos? Me duelen los pies de tanto caminar. ¿Me
oyeron, hijos?

La Petrica: Todavía no he conseguido nada de lo que hablamos la otra


vez… Y a ti, ¿te ha bajado la fiebre?

Eladio: Miren, muchachos, procuren ponerse gordos para llevarlos a


putear a ver si se les quita esa mala suerte y el miedo…

Lucilo: ¿Dónde nos ponemos a pensar que no esté la pobreza arrimada?

La Petrica: ¡No se te vaya a ocurrir morirte ahora que el trabajo se está


poniendo bueno…!

Lucilo: Les traje lo que les pude conseguir… ¡Imagínense!

Eladio: ¿Saben una vaina? Dicen que hay una vieja bien buena por esos
lados; con ella pueden empezar y hasta pueden encuerarse con ella fácil-
mente… Ustedes están muchachos…

La Petrica: Te digo lo del trabajo… hasta que me aguante el rabo… ¡Ya


estoy muy usada, hija!
23

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Eladio: Ustedes son lo único que me queda después de este peso…, pero
ríanse, carajos, que en la vida hay que reírse hasta de las desgracias…

Lucilo: A lo mejor mañana nos vamos a robar… Eso lo pasa Dios…


Anímense, que de una confesión uno queda limpiecito otra vez…

Eladio: ¡Hay que ponerle voluntad a las cosas, todavía les queda mucho
que aprender!

La Petrica: Mira, hija, piensa en lo que hablamos la otra vez, cuando la


fiebre grande, ¿te acuerdas? Lo que te dije para cuando crecieras y fueras
mujer… ¿Me estás escuchando, carajo? Aún me acuerdo de lo flacuchenta
que te pusiste, parecías una vara de puyar locos. (Ríe) De vaina no te
moriste… Ahora eres casi una mujer; de ahora en adelante vamos a salir
de este mierderal… No te hagas la que estás dormida y estás soñando, tú
sabes bien que no creo en soñaderas… ¿Y por qué te has puesto fría? ¿Me
oyes, hija?… ¡Hija, hija, por la puta de tu madre, no te mueras! No te hagas
la rogada y acompáñame, desgraciada… Te puedo cantar una canción…
(Canta) Es lo único que te puedo dar ahorita, o también te puedo llevar a
jugar, o podemos llegar… (Resignada y llorosa) Ya no podemos llegar a nin-
guna parte, ¿verdad, mi muchacha?

(Lucilo y Eladio han permanecido estáticos. La Petrica comienza a llamar a


la muerte para que se la lleve a ella, hasta que queda exhausta).

Eladio: ¡Ha empezado a ventear! ¡Algo ha pasado!

Lucilo: ¡Hay una pesadez por todo esto y no somos nosotros!

La Petrica: ¡Ahora aquí hay que hacer algo!

Eladio: Me dijeron de una parte… que hay un hombre, que la vida la


sabe toda…

Lucilo: ¡Hijos, me voy y no digan nada!


24

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

La Petrica: Esto hay que remediarlo…, voy a ver a un señor… Voy a ver
de quién son los pecados, los tuyos, los nuestros y los ajenos.

(Eladio y Lucilo se van hacia el sitio donde debe estar Zoilo).

La Petrica (Hablando detrás de Eladio y Lucilo) : Oigan, ¿adónde van?

Eladio: No sé. ¿Y eso qué importa?

Lucilo: Vamos hacia un lado, mujer. ¡Para donde debemos ir siempre!

La Petrica: Nosotros sabemos para donde vamos… Hagamos que


no sabemos nada, a ver si nos dan un remedio para tanta vaina, ¿qué les
parece?…

Lucilo: ¿Y si nos sale mal?

La Petrica: ¡Nada perdemos!

Eladio: ¿Y si no nos ayudan más?

La Petrica: ¡A que nos ayudan! De todas maneras nada perdemos…,


vamos callados y ¡cuidado si nos descubren!… Ay, Dios, ¿por qué tengo esa
tronadera en el alma o el cuerpo? No sé…

(La Petrica se queda murmurando, mientras la iluminación queda sola-


mente en el sitio de Zoilo donde estará una gran vela encendida. Eladio y
Lucilo se hacen los desconocidos).

Lucilo: ¿Nos hemos visto antes?

Eladio: ¡A lo mejor!

Lucilo: ¿Primera vez que viene?


25

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Eladio: Primera vez…

Lucilo: Dicen que el hombre es bueno.

Eladio: Por eso vengo.

Lucilo: ¿Y su mal es muy malo?

Eladio: Depende de la comparación.

(Entra La Petrica).

Lucilo: A lo mejor trae un lío de mujeres…

Eladio: Eso es problema de ella.

(La Petrica pregunta por Zoilo y nadie responde. Luego de una pausa se pone
a hablar para sí misma).

La Petrica: ¿Cuándo viene?… Allá afuera dejé a mi hija muerta…,


estaba grande…, la muerte era chiquita… ¿Cuándo llegará el hombre?

Lucilo: La verdad, que sería bueno que viniera, ¡ya me está entrando
otra vez la pendejera esa!

Eladio: ¡Que puede ser que no venga!

Lucilo: Ojalá se apure…

La Petrica: Para mí que tiene que venir… Mi hija está allá afuera y
está muerta, y eso es suficiente para llamar a cualquiera…, y cuando mi
muchacha se arrechaba, es que era buena…

(Se oye una campana).


26

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

Eladio: Ya como que viene.

Lucilo: ¡Ese es Zoilo!

(A la entrada de Zoilo deja de sonar la campana).

Zoilo: ¡Bienaventurados los que llevan la señal de costumbre!

Todos: ¡Amén!

(Zoilo toca las sienes de los tres. Observando a lo lejos se dirige


a Lucilo).

Zoilo: Hoy es lunes, día de las ánimas…

(Pausa).

Zoilo: ¿Qué ves allá?

Lucilo (Viendo hacia donde señala Zoilo): ¡Un gran camino!

Zoilo (A Eladio): ¿Y tú?

Eladio: Viene gente corriendo, se manosean, se devuelven, se revol-


caron…, les da miedo…

Lucilo: Se pierden de vista…

La Petrica (Poniéndose al lado de Eladio y Lucilo): Se devuelven…, se


arrecharon…

Zoilo: El que se arrecha, no se devuelve…, comencemos…, comencemos.

La Petrica: ¡Ya somos cuatro! ¡Ya podemos cargar un muerto!


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Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

(Zoilo, comenzando un ritual por la cabeza de La Petrica.


Iluminación roja. Se mueve a través del escenario).

Zoilo: Veamos los males… ¿Es tuya la muerta?… Búscate hojas de laurel
y flores de romero en la iglesia; aunque a decir verdad, para estas cosas cual-
quier hoja y flor sirven; consigues cagajón de caballo negro y lo embotellas
todo junto y lo entierras por un mes…, al mes ya está listo… ¡Sirve para
curar todo!

(Zoilo llega hasta la vela prendida).

La Petrica: ¿Cura todo? (Insistente) ¿Cura todo? ¿Y más allá del


corazón?… ¿Seguro, Zoilo?… ¿Se cura el frío que no es…, que no es frío,
que es viento de hambrazones, que no es viento, que es una prendición que
viene de la cabeza, y se cree que es una llaga en cualquier parte, que es una
comezón que dan ganas de repartirse por todos los caminos y sacar a las
gentes para que les dé lo mismo, y corramos todos enfurecidos como agua
de invierno y arrasar, y nos volvamos barro, hasta que llegue un verano
preñado sin laureles ni flores de romero ni cagajones de caballo negro?…
Dímelo, Zoilo…, ¿para qué vamos a embotellar esas cosas?

Zoilo (Enseñando una botella de alguna bebida alcohólica, de a litro,


vacía): Así estamos ahora… ¡Vamos a llenarla con tierra, flores, iglesia y
animales!

Lucilo (Nervioso): Tengo miedo de quedarme sembrado o ciego, o mudo


o sordo, y eso me va creciendo…

Eladio: Mi mal, Zoilo, creo que mi mal se lo pasé a mis hijos…

Zoilo: Vamos a hacer una ligadura para los que hemos lambido la tierra,
y que otros se caguen… ¡Tiempo es de crecer!

La Petrica: Pero mi hija está muerta, creció con el último estirón… ¡Está
allá afuera!
28

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

Zoilo: ¡Déjalo que crezca, déjalo que crezca!

Lucilo: Yo estoy bueno por todas partes… Lo único es el miedo.

Zoilo: Piensa que si a la noche le diera miedo, no sería noche.

La Petrica (Quitándole la botella a Zoilo): El mar es grande y no le da


miedo que los ríos se vayan a secar… ¡Esa es la voluntad que necesitamos!
Dime, Zoilo, qué no he hecho… No he sido más que un solo latido para mi
muchacha…, y está ahí afuera…, me está esperando…, tiene esperanza…

Zoilo: A Dios lo esperamos, él es el ojo y el oído; pero le da pena, por eso


no se deja ver ni oír… ¡Tendremos que poner de esperanza nuestro pellejo!

Eladio: Se me está olvidando todo por lo que vino.

La Petrica (Enseñando la botella a los tres): ¡La vida revuelca duro y no


puede haber olvidos ni miedo ni palabras nada más!

Eladio: Es verdad que se me olvidó… ¡Pero una guerra de adentro o de


afuera no se puede hacer con olvidaderas!

La Petrica (Entregando la botella a Zoilo): Sí, es verdad, pero no lo


vamos a llenar como el hombre me llenó a mí en el verdolagal…

Zoilo: Hoy es lunes, día de las ánimas. (Enseña la botella) Díganme si no


vale la pena llenarla…

La Petrica: “Estoy preñada”, le dije al hombre y el hombre se me fue


poniendo chiquito en los ojos, hasta que no lo vi más; así nos puede pasar
con la botella…

Zoilo: Aquí no vamos a perder, no vamos a dar vueltas en el mismo


sitio… Hoy es lunes, día de las ánimas, vamos a revolverlas para que nos
ayuden…
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Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Eladio: Yo creo que vine por este rayero que tengo en las manos y no sé
para qué es…

La Petrica: Afuera está mi hija, ya tendrá su piel de muerta nueva, ¡por


ella vale la pena!

(Lucilo ha permanecido como ausente de toda acción).

Lucilo: No digo yo, estoy malo, malito, esta muerganura de no acor-


darme; pero es que la vida revuelca duro y empuja y nos va dejando…

La Petrica: Mierda, entiende que somos nosotros y nuestros hijos.

Zoilo: Hoy fue lunes, día de las ánimas.

(Zoilo apaga la vela y vuelve la iluminación inicial. Eladio y Lucilo en la


casa de La Petrica).

Eladio: ¡Mujer, hemos cumplido!

La Petrica (Con cierta resignación): Hay que seguir dándole a la cin-


tura… ¡Como no tengo otro oficio!

Eladio (Mirando lejos): ¿Qué te parece si tomamos una tierrita y


hacemos un cementerio para nuestros muertos?

La Petrica: Al fin se te ocurrió algo bueno… Una tierra para enterrar


nuestros muertos… (Para sí) Una tierra para enterrar nuestros muertos…

Lucilo: Nos va a faltar tierra…

La Petrica (Encarándolo con resolución): ¡No seas marico!… ¡Eso lo


sabemos, pero por algo hay que empezar!
30

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

Eladio: ¡Empezar! ¿Cuándo? (Hay una pausa mientras La Petrica los ve


con soberbia).

La Petrica: Ahorita, ahorita (Señalando) ¡Esa tierra que está ahí nos va
a servir!

Lucilo: ¿Y mis hijos?

La Petrica (Caminando hacia la tierra que señaló): Si son como el papá


se van a estrenar el cementerio (Llega al sitio).

Lucilo (Quedándose junto con Eladio): Yo decía los que están muertos…

Eladio: Sí, sí, Petrica, los muertos, los muertos…

La Petrica (Devolviéndose rápido): ¡Verga con ustedes dos!… ¿Ustedes


tienen bolas de carne o de arena?… Lo que agarremos es de nosotros: para
los vivos y los muertos (Yéndose al sitio de la tierra tomada).

Eladio (Caminando hacia ella y explicativo): ¡Pero ten en cuenta que


vamos a necesitar más gente!

La Petrica (Con tono dulzón): Me iré a putear por todas partes y se lle-
nará mi vientre de todos ellos… y luego, cuando vengan a buscar su vainita
se van a tener que quedar (Cambiando de tono), y así nos ayudarán a cuidar
el cementerio.

Lucilo (Temeroso y dirigiéndose a Eladio): Pero nos queda tiempo para


hacer eso. Lo podemos hacer otro día…

La Petrica: Vamos, malditos, y serán siempre malditos si no lo hacen


ahora (Empujándolos).

Eladio: ¿Y nuestros hijos?


31

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

La Petrica: ¿Cuáles hijos? ¡Mierdas!… ¿Qué valen los quejidos nuestros y


de nuestros hijos si no corre la voluntad? ¡Hijos de puta! ¡Vamos, vamos de una
vez, para que Dios se alegre! (Volviendo a empujarlos) Esta es nuestra tierra,
pero la tierra es puta como las mujeres: cualquiera las cabalga… (Señalando
hacia su casa) Allá está mi hija muerta, y por ella y por los vivos la tierra será
un cementerio grande para que Dios se alegre… (Como si buscase) ¡Dios,
Dios, haz que a estos carajos se les abran las venas para que entiendan las ora-
ciones! (Agarrando a Eladio por los hombros) ¿Oíste, marico triste? (Lo suelta
y gesticula). Vamos a hacer un cementerio grande para un hijo que yo voy a
parir de todos los hombres y no haya sitio para más mierda… (Explicando a
los dos) Aquí habrá sol, habrá agua y habrá viento y cosecha (Llorosa) Y si Dios
quiere vamos a ir haciendo un cuchillo grandote y un fusilote, y no enseñar a
las manos a buscar desesperaciones. (Secándose los ojos y la soberbia) Y el que
se atreva, allá está Dios y aquí nosotros y él sabe cómo es la vaina…

(Eladio y Lucilo se han sentado).

Eladio: Nos hace falta una bandera.

Lucilo (Quitándose la camisa): Vamos a poner esta, está un poco


hedionda pero es bandera…

La Petrica (Sonriente): Fíjense, y hasta queda bien con sudor de tierra y


pálpito…

(La Petrica se sienta y entre los tres arreglan la bandera).

Eladio (A La Petrica): Quedó más que mejor. (Viendo con picardía a La


Petrica) Más tarde hará frío. Cuenta conmigo…

Lucilo (Insinuante): Se acuerdan de mí…

La Petrica (Parándose disgustada): Ustedes se van a encaramar en el


vientre de sus madres… Sean hombres una sola vez, malditos… Si uno de
ustedes quiere irse, váyase, y se olvida de su hijo…
32

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

Eladio: No te arreches, era jugando…

Lucilo (A Eladio): Uno ya no puede ni jugar con nadie…

La Petrica (Sentándose): Ya vendrán tiempos para jugar, ya vendrán, ya


vendrán…

(Se oyen ruidos como murmullos y los tres se ponen atentos).

Eladio (Temeroso): ¿Oíste, Petrica?

La Petrica (Sin dar mucha importancia): Sí, sí, son los rezongos…, aprié-
tense los pantalones…

Eladio: ¡Vienen más cerca, están cerquita!

(Eladio se para y no halla para dónde ir).

Lucilo (Gateando): ¡Te dije que necesitábamos más gente!

La Petrica: A buena hora vienes a saber que somos tres… (Parándose y


hablándole a los dos) Vamos donde Zoilo, y que nos diga la Suerte, digo, si a
esta vaina se le puede llamar suerte…

(Comienzan a desaparecer los murmullos. Vanse hablando hasta el sitio


de Zoilo que se ilumina mientras la iluminación inicial se va. Zoilo enciende
la vela grande e inicia un nuevo rito).

Zoilo: Hoy es martes, día de las ánimas. (A Eladio) Vaya donde está la
muerta y me dice cómo está…

Eladio (Enseñándole las manos): Pero este rayero en las manos, como
los ríos, como…

Zoilo: Habrá tiempo, vaya y me dice.


33

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

(Vase Eladio a casa de La Petrica).

La Petrica: ¿He llegado tarde?

(La Petrica ve hacia donde está Eladio).

Lucilo (A Eladio): Fíjate bien, Eladio, a ver si le quedó un esterero de


preguntas en la boca.

Zoilo (A La Petrica): A tu hija la noche se le volvió cualquier hora y el


hambre cualquier día.

Eladio (Como si estuviera lejos): Era casi una niña, casi una mujer; tenía
casi la esperanza en la dentadura… ¡Oye, Zoilo, esta se murió de mengua,
casi triste, casi!…

Lucilo: Fíjate a ver si la mataron con mecate o cadena…, o si tiene miedo


como el que corre.

Eladio: No, no tiene… ¡Lo que tiene son ganas de suspirar o de recordar!

La Petrica (A Zoilo): Pregúntamelo a mí; ¡tenía la cabeza llena de sueños


y con ganas de echarle la última brujería a quienes nos tienen la vida pisada!

Eladio: Se parece a nosotros y tiene un poco de tierra en las manos… ¡Se


está poniendo hedionda!

Zoilo (Viendo la vela): El pobre hiede a los pobres…

Eladio (Regresando): La pobre se está engusanando, parece que le va a


salir el ánima…

La Petrica (Viendo hacia su casa y desplazándose): Mi muchacha tenía


corazones por todas partes… No tuvo tiempo de ser puta y revolcarse con
la vida… (La Petrica a Zoilo) ¿Tú no crees que es bueno que los hombres
34

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

se pusieran a tirar con la tierra (Pausa), que fuera mejor, que fuera…, que
harían más hijos? (Regresando cansada al sitio de Zoilo).

Eladio (Para sí): La muerta parece que era buena y no le sirvió de nada.
Dinos, Zoilo, todo lo que nos estorba.

Zoilo (Que no ha dejado de observar la vela): Somos un garabato de


Dios, pero Dios no tiene la culpa de la mano que inventó el garabato…
¿Vamos a cortar esa mano?… (Pausa) Vuelvan a la tierra, que hoy es martes,
día de las ánimas.

(Vuelve la iluminación inicial y Zoilo apaga la vela.


Todos al lado de la bandera).

La Petrica (Hablando para sí): Aquí sembraremos los hijos nuevos, y


por este lado y por aquel habrá retoños nuevos, y más allá llegarán las raíces,
las nuevas cosechas.

(La Petrica queda como alelada, mientras empieza un rumor, murmullos


que vienen del fondo donde aparece un Santo Tapado. Y con la misma vesti-
menta vienen los Cargadores).

La Petrica (A la espectativa): ¿Qué vaina es esa?… De aquí no se mueve


nadie.

Lucilo (Como si buscaran gentes con los ojos): ¡Pero somos pocos!

Eladio (Temeroso): ¡Vamos a dejarles su pedacito de tierra!

La Petrica (Tomando la bandera mientras la procesión se acerca poco a


poco): ¡Si se mueven los mato, coños ‘e madre!

Voz: Apártense, dejen la tierra sola…, es la tierrita del Santo.

La Petrica: No seas coño; aquí estamos clavados.


35

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Voz (Cantandito): La tierra es de los santos… ¡Apártense! ¡No


respondemos!

La Petrica (Sujetando a Eladio y a Lucilo): Aquí, aquí nos clavaron nues-


tros hijos…

(Risas burlonas de los Cargadores).

Eladio: ¡Petrica, Petrica! ¿Qué hago?… ¡Dímelo!

Lucilo: ¡Nos van a matar, nos van a matar!

(Los Cargadores bajan el Santo y empiezan a hacer alrededor de los tres un


murmullo).

Eladio (Gimiendo): ¡Petrica! ¡Petrica!

Voz (Burlona): ¡Y tienen bandera!

La Petrica (A Eladio): ¿Qué te pasa, marico triste?

Eladio: ¡Vamos a perder!

La Petrica: ¿Quién te manda a nacer pobre?

Voz (Burlona): ¡La bandera hiede!

Lucilo: ¡Petrica, me duele la barriga!

La Petrica: ¡Aquí te vas a mear y a cagar, pero de aquí no te mueves!

(Los Cargadores comienzan a girar más rápido, mientras cantan y se


ríen de la bandera).

Eladio: ¡Tú estás loca, loca!


36

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

La Petrica: ¡Sí, a veces loca, a veces puta, pero siempre de luto!

Lucilo: ¡Vámonos, Petrica!

La Petrica: ¡Váyanse, coños ‘e madre! (A los Cargadores) Váyanse que


esta tierra es de nosotros y de nuestros hijos.

(Risas de los Cargadores).

Eladio: ¡Nos van a enterrar, eso es lo que quieren!

Voz: ¡Han invadido y eso se paga!

Otras voces: ¡Se paga, se paga!

La Petrica: Malditos, a nosotros nos han invadido la vida y ni siquiera


Dios ha dicho nada… ¡Oyeron!, Dios no ha dicho nada…

(Risas de los Cargadores, La Petrica levanta y agita la bandera).

La Petrica: ¡Y con el sudor de esta bandera, van a nacer los hijos nuevos!

(Los Cargadores murmurando cosas los rodean y los golpean, luego se


retiran llevándose el Santo Tapado. Los tres quedan tirados en el piso y Eladio
es el primero en empezar a recuperarse).

Eladio (Sentado): Ahora nos quedamos sin casa y sin tierra, y por tu
culpa…

La Petrica (Desde el suelo, adolorida): Sí, ya sé que van a pagarla con-


migo porque soy la única mujer… ¡Si estuviera la madre de ustedes, tam-
bién la pagarían con ella!

Lucilo (Adolorido): ¡Ahora en la calle y sin apoyo!


37

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

La Petrica (Levantándose): ¿Pero no entiendes, macilento, que tenemos


que bregar duro para quitarles ese pedacito de tierra para el cementerio… que
a lo mejor será para ellos?

Eladio: Sí, sí es verdad…, creo que podemos empezar…

La Petrica (Burlona): ¿Carajo, y de dónde te salió ese brío?

Eladio: ¡No tenemos que perder!

La Petrica (Viendo a lo lejos): Nunca hemos tenido nada que perder:


solo el miedo, solo el miedo… ¡Hay que acabar con el miedo primero!

(Se va la iluminación y se ilumina el sitio de Zoilo. Los demás quedan


en penumbra. Zoilo habla mientras los demás se acercan
poco a poco).

Zoilo: Hoy es miércoles, día de las ánimas… ¿Qué ven allá?…

Eladio: ¡Varios caminos!

La Petrica: Antes del camino, un hombre…

Eladio: Antes del hombre, un perro…

Lucilo: Después del perro, entre el hombre y el camino, hay una


sombra…

La Petrica: Antes del perro, unos hombres…

Eladio: Después del perro, la noche…

La Petrica: Después de la noche, un grito…

Lucilo: Antes del grito, después de la noche, alguien llora…


38

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

Eladio: Antes del lloro, después que llega el perro, el lamento más allá de
la noche…

La Petrica: Después, la noche, los perros, nosotros…

Lucilo: Antes de nosotros, nuestros hijos con nuestras hambres…

Eladio: Después de nosotros, los perros, las hambres, todas esperando…

La Petrica: Nosotros en el camino, Dios escondido en la esquina…

Lucilo: El miedo no se deja ver…

Eladio: Nosotros, siempre nosotros…

Zoilo: Comencemos…, hay una lámpara enterrada y alumbrando


desde hace años. Fue puesta de noche, como todos los males… Hay hom-
bres verdes cuidándola, hay hombres sucios echándole aceite, y hombres
escarbando la tierra y metiéndole hondo, y hombres sin piel soplando para
que no se apague; hay hombres con hambres viejas desde que la lámpara
está enterrada; hay hombres enterrando lamparitas en el día, pero la lám-
para grande se las come….

Lucilo: Nos dijeron que tienes una esencia para el miedo…

La Petrica (Como si oyera tambores): Oigan… ¿Son caballos o son tam-


bores? No, no…, es el corazón de mi hija que quién sabe dónde está.

Zoilo (A La Petrica): Párate aquí…, a tu hija la mató la lámpara grande,


le enterró el corazón y los pensamientos para que no supiera nada…, llévate
tu muerta: tu muerta nos hiede a nosotros…, toma tu corazón, bastante
aire, para cuando llegue el día…

La Petrica: Llegará el día…, llegará…


39

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Zoilo: Todos los días llegan. (A Eladio) Párate aquí… tu corazón con-
fundido; tu esperanza arrastrada por culpa de la lámpara enterrada; tus
hijos enterrados antes de nacer; tu cabeza loca en medio de las cosas que
son tuyas, y parecen ajenas: tu adoración sin cuidado, tus pies hediondos
a tumba desde siempre; tu corazón sin pálpito, como tus vainas, como tu
cabeza… (A Lucilo) Miedo por demás, miedo asombrado, para el miedo
bastará un nidal de ganas arrechas para que se cague el caballo negro… (A
los tres) Junten las manos y las palabras, junten la picazón, la paridera y la
pudrición (A La Petrica) Y a tu hija, déjala que crezca, déjala que crezca.

La Petrica: ¿Hasta cuándo?… Si ya está buena…, ya está crecidota y con el


corazón apretado con las ganas. ¿Dígame si la muchacha se arrecha?… Si tú la
vieras, Zoilo. Podríamos abrir un cementerio en el norte con tantas cabezas
que mi muchacha puede cortar… ¿Verdad, Zoilo…? Una calle aquí, otra allá,
otra allaota, y por todas saliendo un sol. Pero que sea un sol, tú sabes…

Lucilo (Viendo como alelado los gestos y las palabras de La Petrica): Algo
va a heder, hiede…

La Petrica: ¡No te vayas a mariquiar ahora, ño pendejo!

Zoilo: Los muertos hieden, el alelí hiede, vamos a heder; que hiedan los
gritos nuestros, los chillidos de las gentes; hederán los fusiles, las palabras a
muchos les hieden… a muchos le hederá la asadura… (Se oye el ruido de un
tambor).

Lucilo: ¿Y ese tambor?

Zoilo: ¡Es el ruido que viene, que nunca se va a acabar!

Eladio: ¡Son los muertos que se están sonando la barriga!

Lucilo: ¿Y esas voces?

Zoilo: ¡Están haciendo un fusilote!


40

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

La Petrica (Alejándose del grupo): Pobrecito el hombre o los hombres


que se encaramaron… ¡Ay, ay, Zoilo…, pobrecitos los nietos de mi carajita
muerta!… (Recoge la bandera y se pone a contemplarla con soberbia) ¡Ven
santo, ven hombre, y quítame la bandera!… ¡Aquí estoy con los hijos de
los vivos y los muertos tuyos: los que has asesinado y los que viven asesi-
nados!… ¡Ven, para que te montes en mis piernas!… ¡Maldito tú, y malditos
los que te siguen! (Tierna) Hija, hija, ¿te acuerdas de aquella canción que
cantábamos para espantar el hambre? ¡Ahora nos va a servir para espantar
el miedo!… ¡Malditos! (Llorosa) ¡Malditos!…

(Los demás están como oyendo un ruido lejano).

Zoilo: ¿Oyeron bien?

Eladio: ¿Son tambores o caballos?

Lucilo: ¡Son así como viejas llamando hombres!… ¡Tienen ganas de


singar!

La Petrica: Dejen de oír lo que no suena.

(Pausa).

La Petrica: ¿Zoilo, para qué han servido las oraciones?

(La Petrica está sentada en el piso y Zoilo llega hasta ella).

La Petrica: Dímelo nada más…

Zoilo: ¡Oye, oye nada más qué lejanos están los gritos de los muertos!

La Petrica: ¡Mierda tú y aquellos coños ‘e madre! (Parándose) ¡Hija,


dame fuerzas para que comience nuestra canción!

Eladio: Casi no se oye…


41

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Lucilo: Se han ido lejos…

Petrica (A Zoilo): Ya no volverás a probar nuestras mujeres.

(La Petrica comienza a apretar a Zoilo con la bandera).

Lucilo: Sin Zoilo no podemos movernos.

(Lucilo intentando junto con Eladio impedir que La Petrica ahorque a


Zoilo).

La Petrica: Suelten, desgraciados…, suelten.

(Después de un forcejeo logran quitar a Zoilo a La Petrica. La Petrica queda


jadeante).

La Petrica: Yo soy la palabra y la fuerza…, y ustedes, maricos de mierda,


harán lo que yo diga…

Zoilo (Agotado): ¡Hoy ha sido miércoles, día de las ánimas!

(Vanse a sus casas).

La Petrica: ¡Esta vaina es la que arrecha… con estos carajos!… Ojalá


que no hayan tantos Lucilos ni Eladios cuando mi hija venga… ¡Vamos a
ensuciarnos las manos y a dejarnos de bonituras y pendejeras!

(Eladio y Lucilo comentan cosas en voz baja. La escena se va


llenando de un ruido que crece y decrece).

La Petrica (Estrujando la bandera): ¡Vuelven, es la hora!

Eladio: ¡Ya no haremos nada, nada, Petrica!


42

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

La Petrica (Tomando amenazadora la bandera): Si se van los mato con


lo único que nos queda…

(El rumor sigue creciendo a medida que se acercan


los Cargadores con el Santo Tapado).

Voz: Lucilo, a tu casa…; Eladio, a tu casa; Petrica, a tus muertos.

(Comienza un forcejeo, todos se revuelven mientras la bandera pasa de


mano en mano. Luego los tres son puestos en formación como para fusilarlos).

La Petrica (Agarrándose el medio de las piernas): ¡Dispara aquí primero,


para que salgan los hijos que ustedes han matado!

Voz: ¿Listos?… Disparen…

(Los Cargadores vuelven la espalda sin haber disparado y se van riendo).

La Petrica (Yendo a tomar la bandera): No joda, esa era toda la vaina…


Gran cosa. (Toma la bandera) Hoy es jueves, día de las ánimas y nada ha pasado.
(A Eladio y Lucilo que se han quedado esperando que La Petrica hablara) Para
lo único que ustedes sirven es para hablar paja… Miren la bandera, está quieta,
quietica… No ha pasado nada, nadita… solo que estos se cagaron todos. ¡Ahora
vamos a esperar que pasen los Cargadores esos con el Santo!

Eladio: Sí, es mejor que esperemos.

La Petrica (Imitando): ¡Sí, es mejor que esperemos!

Lucilo: ¡Qué raros son los santos de este pueblo!

La Petrica: Siempre han sido así: nadie les ve la cara cuando joden,
aunque uno los presiente…

Lucilo: Parece que no van a pasar…


43

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

La Petrica: ¡Coño, como que estás cagón!

Eladio: Me siento cansado…, cansaíto…

La Petrica: No puedes cansarte, no estás hecho para eso, digo yo acá…


(Para sí) Cansarse ahora que no sabemos qué vamos a hacer.

Lucilo (Animándose): Mira, mira, Petrica, viene la noche cargada de


ánimas.

La Petrica: Es la voluntad de los cielos… Para eso estamos aquí; además,


esa vaina no son las ánimas… Eso es el miedo pendejo que tú tienes.

(Hay una iluminación tenue. Zoilo llega hasta la casa de cada


uno cargando una vela grande).

Zoilo: ¡Hoy es viernes, día de las ánimas! Ahora sí, ahora sí… El sábado
y el domingo vamos a celebrar…, acuérdense que todo está en la orillita de
la voluntad.

(La Petrica ha encendido velas al igual que Lucilo y Eladio,


y empiezan a caminar ceremoniosamente).

La Petrica: ¡No se oye nada, los espíritus están callados! ¡No se oye nada!

Lucilo (Buscando afanoso con las velas): No veo, Petrica; todo es calla-
dito en la ceguera… ¡Nadie grita en la ceguera! ¡Petrica, Petrica! ¿Me
oyes?… ¡Nos estamos quedando solos!

Eladio: ¡A todos se los tragó la tierra!

Zoilo: Nuestra oración es la más larga… Cuando se apaguen las velas


caerá la noche y cagará el caballo negro… Hoy es viernes, día de las ánimas.
44

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

La Petrica: ¿Dónde está mi hija, que nosotros la fuimos a despertar?


(Dudando) No, no fuimos… fue el hombre que la puso en mi vientre… ¡Él
fue el que fue! Zoilo, no sigo más en esta vaina… No sigo (Soberbia) No sigo
buscando más…

(Se va apagando la luz de las velas. Zoilo, Lucilo y Eladio ocupan


sus sitios. Lucilo ha recogido su camisa y se la pone. Se oyen en el fondo
como voces que llamaran a La Petrica, que se ha arrodillado y se tapa
los oídos para no oír. Sale Santo Tapado y se retira).

Voz: Madre, madrecita, estoy por aquí, cerca de los hombres que tú has
querido…

Coro: Ahí está la pobre madrecita, quería un cementerio y una bandera.

Voz: Madre, madre, despierta… ¿hasta cuándo duermes? Ya está bueno.


Ya ha pasado todo… ¡Ahí va saliendo otro día!

Voz: Ellos creen que van a poder.

Coro: Ellos creen y nosotros hacemos que sigan creyendo.

Voz: Van a tener tierrita de cementerio.

Coro: Largo es eso y duro…, dicen ellos.

La Petrica: ¿Dónde estás, hija?… (Buscando la voz).

Voz: Madre, tú sabes que nunca…

La Petrica: Despierta, hija, ya está bueno.

Voz: Llega el día, madre, para que te coma.

Coro: ¡Se la van a comer el día y la noche y los hombres, y no va a parir!


45

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

La Petrica: ¡Ya no puedo, hija!

Coro (Burlones): Ya la madre no puede…, no quiere…, se entiesa, se


tuerce, le llega el día, ya no puede, la madrecita…

La Petrica: Malditos… Hija, hija…, vamos a pelear, hija… ¿Te acuerdas?


Tú eras arrecha y de las buenas, de las que pelean…

Voz: Madre, no entiendo, no sé lo que dices…

La Petrica: ¡Tú no eres mi hija un coño!… ¿Eres?… No, qué va… Mi hija
se jodía igual que yo… Tanta vaina junta no se aguanta, y mi hija lo sabía y
le dolía… ¡Pero esa voz de puta triste no me convence!… Zoilo, tú rezabas y
pedías junto conmigo… Anda, haz memoria.

Zoilo: ¿Hacía qué junto contigo? No digas esas cosas que van a creer que…

La Petrica: Sí, sí,… del cagajón del caballo negro…

(Los demás ríen).

La Petrica: La bandera era la camisa de Lucilo…

Lucilo: ¿Bandera de qué?

La Petrica: De la pelea que teníamos con la gente por el cementerio en el


sur, por la tierra que tomamos…

Eladio: ¿Escuchan esa vaina?… ¿Cuándo, dinos, cuándo te has ocu-


pado de cementerio, por banderas, por tierras?…

La Petrica (Desentendida y como buscando a la hija en el aire): Mi hija


muerta… ¿Oyeron cuándo me hablaba?
46

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

Zoilo: ¿Cuál hija?… Si los hombres te han cerrado el vientre y han sido
tantos.

La Petrica (Enfrentándolos): Eso no es verdad…, yo parí una hija y


puedo parir las que quiera…, a mí no me van a joder con sus mamaderas
de gallo.

Eladio (Se ha reído y habla aguantando las ganas de seguir riendo):


¿Dónde fue esa vaina? Habla algo porque uno no sabe, ¿verdad?

La Petrica (Busca y señala): Aquí mismo… Aquí vinieron ellos y nos


maltrataron.

Lucilo: No joda, te maltratarían a ti; somos muy hombres para esas


cosas…

Zoilo (En actitud medio dura): Tengo la costumbre de arreglar ciertos


asuntos rezando… Está bien que recemos… ¡Algo huele mal, muy mal!

Eladio: ¡La chiripa es la que le hiede a esta caraja!

La Petrica: No me digan a mí que no vino… (A Eladio) ¡Qué tú, mie-


doso de mierda, no podías pelear! (A Lucilo) ¡Ay, y tú también haciéndote
el pendejo y yo comiéndome las palabrerías de Zoilo y mi hija pudriéndose
allá afuera!

Zoilo: ¡Cállate!, ¡cállate!… Además, eso fue un sueño que no vale la


pena…, con las yerbas se cura cualquier cosa…, pasa por mi casa ahora…

Lucilo (Satírico): Pasa por mi casa ahora; tú lo que quieres es… (Hace
gesto obsceno).

La Petrica: ¿Sueño, sueño?… No, no, era verdad… Los hombres gol-
peaban por la tierra, por nuestros hijos, por la bandera… (Los demás hacen
gestos de que está loca y se van retirando).
47

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Eladio: ¡Un sueño vuelve loca a cualquiera!

Zoilo (Oyéndose la voz): No podemos dejarla sola ahora… Es un cas-


tigo de las ánimas.

Eladio: Entonces lo que tenemos que hacer es seguirle la mamadera de


gallo.

Lucilo: Eso está bien, como no perdemos nada…

(La Petrica se había quedado arrodillada, y se va levantando lenta-


mente, mientras llegan los demás).

Lucilo: ¡No veo la gente, la presiento!

Eladio : ¿Y ese aleteo allá arriba?

La Petrica: Nada más oye las pisadas, y las pisadas no traen a los hijos, y
nosotros sin fusil, y los hijos pensarán que no hicimos nada… Dios, dame
algo…, ponme algo en las manos…

Lucilo: Parece que el caballo se paró…

(Zoilo se ha ido hasta el fondo del escenario).

La Petrica: Suena la campana, Lucilo, suénala duro, para que Dios la


oiga…¡Suénala duro, carajo, dije!… Suena como una campana en un pela-
dero… Suénala que nadie escucha. Eladio, Eladio, es tiempo de hacer la
resurrección de las flores podridas…

Lucilo: ¡Zoilo, Zoilo, dile a la zamurada que no podemos más con las
ánimas!

Eladio: Alégrate, alégrate… Vienen…, oye… ¡Seguro que los míos


vienen primero!
48

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

La Petrica: Miren la zamurada gorda y risa y risa. La zamurada grande


da vuelta y vuelta… Estamos hediondos… Lucilo, mira ese caracolito en
mi mano, ¿qué vas a ver tú, si nunca has visto un coño?… Pero oyes, oyes el
caracol, ¿verdad? ¿Verdad que suena bonito el mar?

Zoilo: ¡Que las madres se prendan velas en el vientre para que los hijos
salgan alumbrados y que a Dios no le dé pena con los pobres!

La Petrica (Arrodillándose): ¡Dios, hombre, campana, hoja, tierra:


ponte en mi lugar, un día nada más: que paras y gimas, que no sientas pasar
la mañana, que a lo mejor no llegas al mediodía de querer que llegue; que un
ratico así, sentirás cómo una abeja te hace una colmena de embuste, y eso es
nada más que un día, un día, un día y hay miles iguales o peores!

Zoilo: Ellos van a pagar, porque van a bajar las ánimas.

Eladio: ¡Que se hundan!

Lucilo: ¡Que se pudran!

Zoilo: ¡Que se pierdan!

Lucilo: ¡Que se ahoguen!

Eladio: ¡Que se incendien!

Zoilo: ¡Que se sepulten!

La Petrica: ¡Sí, y que llenen las cuevas que ellos abrieron para nosotros y
nuestros hijos!

Zoilo: Acuérdense de que somos nervio y carne, y hueso y sangre, y sol y


dolor en cualquier parte del mundo…
49

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

La Petrica: ¡Y si el caballo negro no quiere cagar, va tener que cagar a


juro! Zoilo, ¿qué me dices ahora?… ¿Que para más hijos para que los maten
y revienten?

Zoilo: ¡Ahora no vendrá un hijo: deberán venir como trescientos o más!


Los vivos y los muertos y los que parecieron estornudos de Dios y los que se
han comido los santos…

(Eladio y Lucilo se ríen).

Zoilo: Vamos a seguir, porque hoy es día de todas las ánimas!

Eladio: Sigue la bulla allá arriba, bien arriba.

La Petrica: ¡Abajo y arriba es igual!… Todo hiede…, la zamurada está


cerca…, zamuros de tierra…, zamuros de viento!

Zoilo: Tú viniste con tu muerta, con tus muertos… Mira la tierra pre-
ñada… Oye, ya vienen… el silencio de los tambores es la señal.

Eladio: Aquí en este pueblo la palabra es piedra y a nadie le duele nadie,


ni el vecino ni las vírgenes de la iglesia, a nadie le llega el dolor…

La Petrica: ¿Y qué quieres, Zoilo, que me revuelque y me salga varón o


hembra o marico o mierda?

Lucilo: ¿Por qué no le dices a Dios todas esas vainas?

(Zoilo y Eladio asienten).

La Petrica: No es ni mala idea… Pon tus manos aquí (Se lleva las manos
de Lucilo al cuello) para que el animal de la noche me ponga alas…, y me
pones un poco de esta tierra para llevársela a Dios y decirle a Dios un poco
de vainas… Apretarás duro y poco a poco…
50

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

(Lucilo se niega. La Petrica se agarra el medio de las piernas).

La Petrica: Si te pusiera esta, sí la ibas a agarrar. Vamos, Eladio, que


yo no soy vientre nada más: si aquí hay hombres que suban por encima de
mi vientre; porque si no lo hacen no habrá quien le cuente a Dios las cosas
como son de verdad, y los hijos de nuestros hijos llevarán la misma carga…

Eladio: Ya está bueno de esta vaina, vámonos más bien…

Lucilo: Esta loca del carajo nos quiere embrollar todo…

Zoilo: No, aún no es hora…, ustedes con su miedo no dejan…, acuér-


dense de la muerta y atrás vienen como trescientos más…

La Petrica: Trescientos o más…, una sola canción, oigan, vienen,


vienen…

Lucilo: Sí, pero vamos a ver de quién es la sangre…

Eladio: ¡Vamos a darle una campana a cada casa para que salga la
arrechera!

La Petrica: ¡Si quieres podemos hacer hijos con campanas y que


parezcan fusiles. Parecen fusiles… los hijos campanas, ay, los hijos muertos
y sin bandera!

Eladio (Apartándose del grupo): ¡Qué buena vaina nos echaron con esta
mujercita del carajo!

La Petrica (Llega hasta Eladio): ¡Tú lo vas a hacer! (Se lleva las manos
de Eladio al cuello) ¡Deja ya los muertos en paz y vas a ir apretando poco a
poco; ponme la flor en el pecho y la flor en la mano, que le voy a preguntar a
Dios por qué se olvidó de nosotros!
51

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Eladio (Disgustado llega hasta Zoilo y Lucilo): ¡Mira, Zoilo, quítale esa
vaina a esa loca del coño… Yo no sigo en esta vaina!

(Zoilo le hace señas para que se calle. La Petrica ha comenzado a llorar).

Zoilo: Comencemos, ya es la hora… Vienen los ventarrones de las calles


y se llenarán las calles de ventarrones de cada uno..

La Petrica: Nadie quiere por sus hijos, hay que hacerlo y decirlo todo…

(La Petrica se arrodilla y comienza a rodar por el piso).

La Petrica: ¡Dios, Dios, déjame escupir mis hijos en la rajadura del


mundo! (Llorosa) ¡Suena la campana, Lucilo, suénala!… La tierrita en las
manos… Estamos como las piedras, las piedras.

(La Petrica queda como muerta. Los demás se le acercan curiosos).

Zoilo: Ha muerto soñando…

Eladio: Sí, tiene la veladura en los ojos… se ha quedado quieta.

Lucilo: ¡Sí, creo que ya está. Era lo que ella quería…, la pobre! Bueno,
Petrica, le preguntas a Dios que cómo hacemos para conseguir una tierrita
y una bandera para los pobres.

Zoilo: Flores y espinas y cagajones de caballo negro para ella que


sueña…

Eladio: ¡Yo lo que creo es que allá arriba le van a nacer otras tetas y otros
hombres se le van a encaramar y otros como nosotros le chuparán los ojos!

Lucilo: Y también le dices a Dios que me aparte un lugarcito que no sea


muy trabajoso…
52

ACTO ÚNICO
LA PETRICA

Zoilo: ¡Hoy es el día de todas las ánimas!

(Zoilo enciende la vela grande y se apaga el resto de la iluminación).

Zoilo: ¡Comencemos! ¡Padre mío y madre mía, nosotros que estamos


en esta tierra que apenas nos soporta, no nos den el pan y el cielo, dejen que
lo ganemos en el trabajo y en el afán! ¡No nos dejen llorar más en ningún
valle de lágrimas ni en ningún cielo sin fe y encontraremos una oración que
no sea pedir pan y agua, para que todo venga de nuestro sudor, nuestras
manos y nuestras voluntades!

Todos: ¡Amén!

FIN DE LA PETRICA
QUÉ FÁCIL ES CAZAR
PÁJAROS EN LA NOCHE
55

DRAMATIS PERSONÆ:

Cazador
Otro Cazador
Cazador Tres
Salomón
Damacia
Un Cargador
Cargador Dos
Ángel
Señor
Señor Dos
Señor Tres
Voz de un Señor
Voz del Señor
57

ACTO ÚNICO

Avanzada de linternas alumbrando hacia todas partes, hasta que se


detienen en un sitio hacia arriba.

Cazador (Voz que solo podrá oírse de forma difusa. La escena podrá verse
por el reflejo que darán las linternas): ¡Atención, atención, se le agradece
a toda la feligresía su inestimable colaboración para que ayuden a capturar
a esos llamados pájaros que pululan en la noche y en el día, sin dar ningún
rendimiento para nuestra comunidad… (Pausa), y hasta nos están haciendo
creer que los estamos privando de su libertad; y les hacemos esta advertencia
para que se den cuenta de que todos gozan de una perfecta libertad para vivir
y disfrutar de todos los beneficios que brinda nuestra sociedad! Por lo tanto…

Otro Cazador (Interrumpiendo): No sigas, no sigas. Se está des-


pertando y se va a dar cuenta… Alúmbrale bien los ojos para que no se
mueva… Encandílale los ojos… Los ojos… Eso es… ¿Estamos listos?… ¡Ya!

(Suenan disparos y cae un cuerpo. Se apagan las linternas. Empieza


a sonar una campana llamando a muerto. Iluminación para cuatro
hombres que llevan un muerto; entre ellos Salomón. Sentada en
un banco está Damacia, de novia).

Salomón (A Damacia): Ya vengo, hermana. Vamos a enterrar a este tipo


que amaneció sin ganas de seguir respirando, o se las quitaron… Carajo,
y cómo pesa. Dicen que cuando los muertos pesan es que se van a llevar a
otro. Menos mal que yo de vaina lo conocía…

Damacia: ¿Cómo murió ese hombre, hermano?

Salomón: ¡Eso habrá que preguntárselo al muerto, porque yo no estaba


por toda esa vaina! (A los cargadores) Vamos hasta allá un momentico…
58

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Un Cargador: ¡Un ratico nada más, porque este tipo como que no quiere
que lo entierren!

(Avanzan hasta Damacia).

Damacia: Sabes que no me gusta estar sola; es bueno que no me dejes


tanto tiempo en esta oscuridad.

(Llegan los cargadores cerca).

Salomón: Bueno, sí, es verdad, pero es que tengo unos negocitos que no
los puedo descuidar… ¡Entiende, son cosas de hombre!

Damacia: Sí, pero nunca me consigues lo que te dije. ¡Lo que madre dijo
que me consiguieras!

Salomón (A los cargadores): Escuchen esta vaina. (A Damacia) Pre-


gúntale a estos… Cuando estaba por aquellos lados me acordé de lo que me
dijiste… Entonces…

Un Cargador: ¡Qué vaina es, o estamos cargando un muerto o nos


ponemos a echar cuentos, porque las dos cosas no pueden ir juntas!

(Los demás cargadores también protestan).

Salomón: Me voy, hermana. Estos carajos son muy desconsiderados…


No se pueden esperar un ratico… Y si es por el muerto, ahora es que
aguanta…

Damacia: Apúrate, hermano. Sabes que no me gusta estar sola mucho


tiempo.

Salomón: Ya vengo, ya vengo. Esta vaina es ligerita.


59

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

(Salen. Sigue sonando la campana. Damacia está impaciente. Aparece


Salomón. Cesa la campana. Salomón se sienta al lado de Damacia).

Salomón (Un poco cansado): El tipo ese era pesadito… Y el hombre, ¿no
ha venido?

(Damacia se había alegrado con la llegada de Salomón, pero se vuelve seria).

Damacia: ¡Solo la brisa y el ruido de la campana es lo que ha pasado por


aquí!

Salomón: Debe venir… ¡Además, la vaina que te echó no es como para


que tú lo estés esperando mucho!

Damacia: Tenía voz de cumplidor. Debe venir… Tiene que venir. (Hace
como si lo buscara con la vista).

Salomón (Se para y se seca el sudor): Si ese elemento cree que las mujeres
son como el sudor, ¡nos jodimos!

Damacia (Se para buscando la voz de Salomón): Él me dijo que nuestro


hijo iba a tener casa, comida, educación, trabajo… ¡Que todo estaba
arreglado!

(Mientras Salomón se desplaza, Damacia se queda parada,


buscando la voz).

Salomón: Eso lo dicen todas las constituciones… ¿Y cuál es el resultado?


Ahora figúrate tú que este tipo te prometió todo ese poco de cosas, y tú, la
muy creyente, te le abriste para que te metiera las promesas.

Damacia (Buscando como enojada para sentarse): No sigamos con eso,


estoy brava contigo. ¡No me trajiste lo que te dije ayer!
60

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Salomón (Avanza tierno hacia Damacia): Pero, hermanita…, si eso


era lo que te iba a contar ahorita… Ayer cuando venía por la última calle
te traía una muñeca grandotota… (Emocionado) pero en eso se apareció
un toro bien bravo… Del susto dejé la muñeca en la calle. Después que me
pasó el susto, cuando fui a buscarla, ya no estaba. (Se ha levantado al lado de
Damacia y se fija bien en la cara para ver si le ha creído).

Damacia (Como resignada): Está bien, está bien… ¿Ese es todo el cuento
de la muñeca? Siempre me dices el mismo cuento para no traerme nada,
pero no importa, hermano. Cuéntame lo que quieras, cuéntame lo que
quieras.

Salomón: Tampoco el asunto es así; pero te traje algo mejor…

(Damacia demuestra interés. Salomón saca un santico de una caja).

Salomón: ¿Sabes?…, compré un santico… Y después me voy a com-


prar un Niño Jesús para hacerle una capillita y que las gentes le metan
limosnas… ¡Vamos a ver si nos resulta!

Damacia: Eso no se hace. Eso es malo…

Salomón: ¡Cómo va a ser malo si los demás lo hacen y no les pasa nada
y viven tranquilos…! Tenemos más derechos que los otros, ya que somos
pobres y eso es suficiente para…

Damacia: Dios se va a poner bravo y nos va a castigar…

Salomón: ¡Cómo vas a creer tú esa vaina, si Dios no quiere que sus hijos
pasen trabajo…! Además, este es un santo chiquito, ¡no es mucho, compa-
rado con otros santos!

Damacia (Intrigada): ¡Déjame tocarlo, para ver cómo es!


61

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Salomón: Tocarlo nada más… Yo sé cómo eres tú cuando te encariñas con


algo. (Saca el santico y la deja que toque, mientras observa para que nadie lo vea).

Damacia: ¿De qué color es?

Salomón: Déjame ver… Marrón pálido. ¡Sí, es marrón pálido!

Damacia: ¿Cómo está vestido?

Salomón: Verde y azul, ¡y tiene una barbita que le queda del carajo!

Damacia (Ha tomado el santico y lo acaricia): Pero, yo no lo conozco; no


sé quién es. ¿Me vas a conseguir uno?

Salomón (Quitándole el santico): Dame acá esa vaina… Yo sabía eso.


Además, tú sabes bien que los santos no se consiguen en todas partes, ¡y este
me costó un bolón!

Damacia: ¿Cómo se llama?

Salomón (Lo ve y de mala gana): San Salomón.

Damacia: ¡Pero se llama igualito a ti!

Salomón: ¡Tú sabes que soy muy devoto de mí! (Mete el santico en la
caja, mientras insiste Damacia para hacerle una capillita).

Damacia (Cambiando de expresión): Él dijo que vendría por ese lado.


(Señala) Ya debería estar aquí… ¡Fíjate a ver si viene!

Salomón (Dejando la caja en el suelo y fijándose): ¿Dijo que vendría por


ese lado?… Ya debería estar aquí…

Damacia: Fíjate a ver si viene cargado de esperanzas para la novia.


(Parándose y caminando para el lado que señaló).
62

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Salomón: Ya debería estar aquí… Hace mucho tiempo que debería estar…
Madre dijo que debería venir en cualquier momento; que debería venir; que ya
debería estar aquí… Acuérdate que madre lo dijo hace mucho tiempo.

Damacia (Buscando a Salomón): Cuéntame un cuento donde él venga…,


donde él pueda venir…, donde él venga. Pero no me mientas como las otras
veces, como cuando madre estaba viva. Mentías por todo, sin necesidad.

Salomón (Como excusándose): Era una necesidad mentir, hacía falta,


para que la vida no pareciera tan larga y pesada. ¿Sabes la largura de los días
cuando padre no vino más?… Y después llegó la noticia… De ahí en ade-
lante tuve que inventar los embustes grandes y chiquitos para que madre no
se perdiera de tanto fijarse por el camino por donde se llevaron a padre…
Eso fue duro… Estabas muy chiquita para que te enteraras de las cosas que
pasamos después; porque los embustes y el hambre que teníamos nos sirvió
hasta que madre ya no quiso quedarse con nosotros y se fue entre aquel
tierrero que vino el Viernes Santo, y yo llama y llama, y madre corriendo
detrás del sepulcro, y todos corriendo duro por el camino hasta que se
perdieron y madre no vino más… No, no podía venir. Se había muerto de
cansancio por dentro y por fuera. (Más animado) De ahí para acá tú sabes
cómo ha sido la cosa, hasta que te pasó lo…

Damacia: Me pareció que vinieron los hombres de todos los tamaños


(Pausa). Estoy brava contigo, no me trajiste lo que te dije. (Se hace la
soberbia).

Salomón: ¡Te traje algo mejor!

Damacia: ¿Un colibrí?

Salomón: No, ¡esos bichos son muy jodidos para agarrarlos!

Damacia: ¿Una flor del camino?

Salomón: Mucho menos… Ahora los caminos no dan flores, ¡dan asco!
63

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Damacia (Mientras se va incorporando): ¿Te acuerdas que madre se


creía un azulejo y padre se creía un colibrí?… Salomón, ¡somos hijos de azu-
lejo y colibrí! (Se agarra el vientre por un dolor). Siento que por el suelo va
subiendo un vaporón… Hermano, esto es serio lo que tengo…

Salomón (Quiere salir corriendo y se devuelve a preguntar): ¿Qué servirá


para los vaporones que suben de la tierra? Espérate un momentico…, voy
a ver qué encuentro por ahí…, tiene que haber alguna vaina para los vapo-
rones… Alguno tiene que decirme… (Sale).

Damacia (Adolorida): Apúrate, hermano, que va subiendo por el


vientre, por dentro.

(Cae la iluminación y aparecen los cazadores alumbrando con las lin-


ternas a Damacia que está en el piso revolcándose con el dolor).

Damacia: Apúrate, hermano, que duele mucho este vaporón.

Cazador (Descubriendo a Damacia. Todos enfocan hacia ella): Miren


este ejemplar. Parece que está herido, parece que no ve, ¡parece que se cayó
de lo alto!

Damacia (Con dolor): Señor, señor, o quien sea usted… Ayúdeme, que
voy a parir… Por favor, señor… Acuérdese que madre decía…

Otro Cazador (Todos ya están cerca de Damacia): Oye tú, que estás ahí
en el piso… ¿Cómo te llamas? (A los otros) ¿Verdad que debe tener nombre?

(Los cazadores la siguen mientras Damacia se va revolcando).

Damacia: Damacia… Damacia… Pero ayúdame, creo que voy a parir.


¡A parir! (Se queda en un sitio).

Cazador Tres: ¡Qué bueno, qué bueno! Tendremos un nuevo ejemplar


entre nosotros.
64

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Cazador: Esta noche la cacería será mínima… Una cacería, digamos,


chiquitica. Vamos a cazar, digamos, un pequeño y hermoso colibrí. ¿No
es interesante?

Cazador Tres: ¡Qué bueno, qué bueno! ¡Ya era un poco fastidioso cazar
tantos avechuchos grandes!

Otro Cazador: ¡Entonces no valdrá la pena darle un tiro!

(Damacia comienza nuevamente a dar vueltas. Solo se oye el jadeo


hasta que se detiene exhausta).

Cazador: Entonces lo hacemos con las manos, con los pies, con los
dientes…

Otro Cazador: Sí, eso es. ¡Otra modalidad!

Cazador Tres: No seamos tan crueles… Vamos a dejarle, digamos…,


digamos…, un pájaro viejo… Sí, eso mismo. ¡Una hermosa e inservible ave
vieja!

(Se inicia como una especie de rito alrededor de Damacia).

Cazador: Bonito colibrí, no verás jamás a tu mami.

Cazador Tres: ¡Tan bonito que miraba!

Otro Cazador: ¡Tan bonito que lloraba!

Cazador: ¡Tan bonito que silbaba!

Cazador Tres: ¡Tan bonito que iba a caminar!

Cazador: ¡Tan bonito que iba a comer!


65

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Otro Cazador: ¡Tan bonito que va a morir!

(Cesan las voces y solo se oye un quejido leve de Damacia. Los cazadores
se van retirando).

Cazador: Ahí te dejamos un hijo de nosotros para que te entretengas…


¡Cuídalo mucho!

(Suena la campana llamando a muerto. Iluminación para


la entrada de los cargadores que vienen con una urna pequeña.
Salomón entre los cargadores).

Salomón: Ya vengo, hermana.

(Salomón ve extrañado a Damacia que está en el piso e igualmente


a un Ángel viejo que está a su lado).

Salomón: ¿Y qué hace ese tipo ahí? Mira, este muchachito que llevamos
aquí parece que lo mataron anoche… Nadie sabe quién fue…. (A los car-
gadores) pero ¿me estás escuchando? Como que la vaina es seria… Vamos
hasta allá a ver qué es lo que pasa. (Llegan hasta Damacia) ¿Hasta cuándo
vas a seguir durmiendo?… No puede ser, porque ella no duerme tanto…
Este asunto es bien raro… ese tipo…

Cargador: ¿Y ese qué hace aquí?

Cargador Dos: ¿Será que vive con ese viejo?

Salomón: ¿Ustedes como que son bolsas? ¿Cómo van a creer que voy
a tener un cuñado viejo?… Vamos más bien a llevar al muertico este al
cementerio, después vengo para arreglar esta vaina.

(Van murmurando cosas. Damacia comienza a levantarse).


66

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Damacia (Aparece con una edad mayor, el traje de novia sucio, voz
grave): ¿Hermano, dónde estás?… ¿Aún sigues con lo mismo?… ¿Hermano,
cuándo aprenderás?

Salomón (Llegando): Estoy aquí, hermana. Estábamos enterrando un


muertico que apareció muerto… Era un niño. ¡Parece que lo mataron anoche!

Damacia (Camina como buscando algo): Anoche… La noche… Puede


que sea verdad que las noches sean tan oscuras para morir… Hace tanto
tiempo que es de noche para nosotros… hace tanto… ¿Te acuerdas que
madre lo decía? (Ha agarrado a Salomón) ¿Te acuerdas que antes de padre
ya la noche estaba con los abuelos? (Suelta a Salomón) ¡Creo que parí
anoche! (Llega cerca del Ángel viejo).

Salomón: Yo lo que quería decirte es que no encontré remedio, y pre-


guntarte por el vaporón que tenías. Por el vaporón que venía de abajo, como
tú decías…

(Salomón ve con curiosidad al Ángel viejo que comienza a moverse).

Damacia: ¿El vaporón anoche? Sí, sí. Me acuerdo que llegaron unos
señores; que llegaron y me ayudaron para que todo fuera más fácil. Mien-
tras tú no estabas, ellos me ayudaron, me dieron consuelo. Eso fue anoche.

Salomón (Después de haber observado bien al Ángel viejo): Pero yo lo


que quiero es que me expliques, ¿qué hace ese tipo aquí?… Estaba acostado
al lado tuyo, ¡y yo no quiero más vainas!

Damacia: Salomón, dime lo que he parido.

(El Ángel viejo se ha levantado y Salomón lo ayuda).

Salomón: ¡Parece tu hijo, pero debe ser mi abuelo!


67

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Ángel (Ya de pie, y tratando de reconocer a los dos): Tú debes ser mi tío, y
tú eres mi mamá… ¡Mamá!

Damacia (Alegremente): Déjame tocarte, deja ver. (Toca al Ángel) Pero


qué crecido estás… Parece que estás cansado… ¡Descansa!

(Salomón conduce a los dos hasta el banco).

Ángel: Sí, madre, he venido de muy lejos. Estoy cansado. (Llegan


al banco y se sientan. Salomón queda parado, mirando con curiosidad)
¿Mamá, y papá no ha venido a verme?

Salomón: ¡Ni lo pienses! ¡Ahora mucho menos!

Damacia: Haz el favor de no molestar al niño. Además, eres su tío y


tienes que respetarlo.

(Hace un gesto de protección para el Ángel).

Salomón (Mientras se rasca la cabeza): Sí, es verdad, hermana… ¿Me puedes


prestar un momentico al sobrino? (Mientras ayuda a levantar al Ángel) Ya que le
quiero hacer una preguntica. (Lleva al Ángel hacia el proscenio).

Damacia: Cuidado con lo que le preguntas…, ¡sabes que está muy can-
sado y no puede andar muy lejos!

Salomón: Está bien, está bien… Dime una cosa, sobrino… tú, por casua-
lidad… (No halla cómo hacer la pregunta), tú, por casualidad, perdona, pero es
una vaina que quiero saber… ¿Tú, por casualidad, no haces milagros?

Ángel: No, querido tío, estoy muy viejo para eso…

Salomón: ¿Pero ni un milagrito chiquitico?

Ángel: Ni eso puedo hacer, estoy muy gastado!


68

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Salomón (Medio disgustado): Entonces…, ¿ qué viniste a hacer para acá?

Ángel: ¡A consolar a mi madre!

Salomón (Imitándolo): ¡A consolar a mi madre! (Llevando el Ángel hacia


Damacia que ha permanecido atenta queriendo escuchar) No la vayas a con-
solar como el otro… Aunque ya tú como que no puedes. (Hace mueca).

Damacia (Al Ángel, que se ha sentado a su lado): ¿Qué te dijo


Salomón?… Es capaz de llevarte por el mal camino.

Salomón: ¡A ese ya no se puede llevar por ningún camino!

Damacia: ¡Pero Salomón es tu tío y es muy bueno!

Ángel: Tío, ¡tengo hambre!… ¿No hay nada de comer?

Damacia: Solo frío y calor… Es todo lo que tenemos… ¡Es lo único que
nos dejan!

Salomón (Piensa como tramando algo): Ya va, ya va…, se me ocurre algo


que si sirve no lo vamos a pasar muy mal (Busca al santico metido en la caja.
Damacia y el Ángel hablan intrigados) Damacia, búscale comida a tu hijo.
¡Y aquí tienes, para que la consigas!

Damacia (Toma y toca la caja con temor y luego la deja en el suelo. Se


para y camina hacia Salomón. El Ángel a duras penas la sigue): No, no,
Salomón…, eso lo castiga Dios… ¡No puedo hacer eso!

Ángel: ¡Mamá, mamá, tengo hambre!

Salomón (Mientras se desplaza y como sentenciando): Pecado si dejas


morir a tu hijo de hambre…, ¿verdad, sobrino? ¡Y debes tener en considera-
ción que todo cuesta para nosotros!
69

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Damacia: Lo haré por mi hijo. (Salomón le ayuda a colocar la caja) No


pesa mucho…

Salomón: ¡No, qué va, si es fantástico!

Ángel: ¡Apúrate, mamá!

Damacia: Una limosnita, por el amor de Dios. Para la construcción de una


nueva cárcel, de una nueva jaula… Yo sé que usted es un buen feligrés, colabore
para que sea posible nuestro progreso. (Se ha ido desplazando por el escenario)
Colabore, porque si no va a pagar por los siglos de los siglos en un candelero…
Meta una limosnita para que se salve. (Delante de Salomón) Es bueno que cola-
bore para que usted se salve, o se lo va a llevar un bicho bien peludo…

Salomón: Sí, eso es lo que yo quiero. ¡Que me lleve una bicha bien peluda!

Damacia: Salomón, esto es serio. Colabora.

Salomón: Pero si tú no me puedes echar esa vaina. Pero si yo fui el…

Damacia: Colabora, colabora.

Salomón (Se mete la mano en el bolsillo, saca una moneda y la echa en


la caja): Esto es lo único que nos queda, ya lo sabes. (Se queda observando a
Damacia junto con el Ángel).

Damacia (Yendo hasta la casa de un Señor): Colabora con un limosnita,


porque si no la pobreza te va a llegar más allá del cementerio; porque si no
el Diablo te va a chupar la sangre y cuando te mueras te vas a podrir bien
feo. (Ya en la casa del Señor) Señor, colabore porque si no, no habrá quién lo
cargue cuando se muera, y no habrá quién le dé agua y pan cuando…

Señor (Apareciendo): ¿Quién te ha dado órdenes para pedir limosna?

Damacia: El hambre de mi hijo, señor.


70

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Señor dos (Apareciendo por otro lado): ¿Tú con un hijo? ¿Acaso no eres
soltera?

Damacia: Sí, señor, ¡pero mi hijo tiene hambre!

Señor Tres (Que ya se ha juntado a los otros dos): Y también utilizas


nuestra fe para ocultar tu ignominia… (A los señores) Y todavía quiere que
la ayudemos…

Señor: ¿Quién es el padre de tu hijo?

Damacia: No sé, señor. No sé.

Señor Dos (Caminando como desesperado, con las manos en la cabeza):


¡Oh, qué horror, qué horror! ¿A dónde vamos a llegar con tanta corrupción?

Damacia: Señor, mi hijo tiene frío de…

Señor Tres: ¡Cuánto lo siento! (Pausa. Se dirige al público) Se hace del


conocimiento de toda la ciudadanía que la mujer llamada o conocida como
Damacia ha tenido un hijo en estado civil de soltera, y con el agravante de
que ese hijo es de padre desconocido. Por lo tanto, como representantes de
esta comunidad, hemos acordado que seguirá pidiendo limosna como un
ligero castigo por su irrespeto a nuestras sanas costumbres. (Los tres señores
se retiran. Salomón y el Ángel han permanecido a la expectativa en todos
estos diálogos).

Salomón: ¡Buena vaina nos echó Damacia, por hacerle caso al tipo ese!

Damacia: Una limosnita para la nueva cárcel, para que sea posible
nuestro progreso. Sálvese del candelero, de la pudrición de los gusanos, del
purgatorio, del bicho peludo, del Diablo. Nada más con una limosnita…
Acuérdate que esto lo dicen los señores aquellos. ¡Saben que es así!

(Damacia se dirige hacia la casa de los señores).


71

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Salomón: Mira, sobrino. Cuando venga Damacia me la entretienes, que


yo te aseguro que voy a conseguir para comer algo… Para ver cómo tienes los
ojos. (Le ve los ojos al Ángel) ¡Sí, esa anemia que tú tienes es bien arrecha!

Damacia (Ha llegado a la casa de los señores): Recogí lo que pedí,


señores (Señala al público) ¡Ellos también contribuyeron!

Señor: Ellos siempre lo han hecho con desinteresada voluntad. (Camina


hacia el proscenio. Damacia se va retirando hasta Salomón y el Ángel, que
solo oyen) Es para ayudarnos a luchar contra esos desalmados animales que
quieren asolar…

Señor Dos (Desde el fondo): …nuestras vidas. Por eso es grato contar
con gente como ustedes…

Señor Tres (Cerca del Señor Uno): Les prometemos sinceramente la


justa repartición de estas contribuciones espontáneas… ¡Contribuyan
siempre, siempre, siempre! Una parte de lo recogido será destinada a man-
tener el modus operandi de nuestras nobles instituciones; otra parte será
destinada para cubrir el realce y magnificencia de nuestros honorables
representantes; otra cuota será destinada para la propaganda necesaria,
para que la comunidad esté enterada de nuestros desvelos por el bien de la
comunidad.

Señor Uno: Y la última parte corresponde a nuestro glorioso y abne-


gado cuerpo de hombres que trabajan de incógnito en la oscura noche, para
protegernos de esos llamados pájaros que quieren acabar con nuestra moral
y nuestra reservas espirituales. (Se retiran los señores).

Salomón: Entonces, ¿qué trajiste?

Damacia: ¡Los señores me dijeron que te vas a salvar y que debemos


estar contentos porque ellos también sufren por nosotros!

Salomón: ¡Dile esa vaina a tu hijo, a ver si se le llena la barriga!


72

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Ángel: Yo me voy con mi tío a ver qué encuentro!

Damacia: ¡Te quedas aquí!

Salomón: Sí, te quedas aquí; voy a ver un negocio. Y no me hablen mucho


porque estoy arrecho con los dos. (Se va hasta la puerta de uno de los Señores.
Damacia se queda sentada, acariciando al Ángel) Señor, señor, le traje a mi
papá, que le va a plantear un problema bien serio que tiene. (Imitando la voz de
un viejo) Sí, señor, hemos venido lo más urgente posible para que me atienda
un caso de vida o muerte. (Voz de Salomón) Pero papá, no te vayas a emocionar
mucho que te va a dar el asma. (Voz del Señor) ¡Apártate, muchacho ‘el carajo,
que primero está mi mujercita que se está muriendo por falta de unos remedios
que el señor que vive aquí me va a dar!…

Voz de un Señor: ¿Y por qué no fue a otra parte a pedir?

Salomón (Voz del Señor): Bueno, señor, nos dijeron que usted era el alma
más buena de toda esta parte. (Voz normal de Salomón) Sí, señor, ayúdenos
que mi mamaíta se está muriendo de mengua… Epa, viejo, no te vayas, que el
señor nos va a dar plata para comprar los remedios. (Haciendo que se va, con
voz de viejo) Yo me voy. Este señor no nos va a dar nada. (Llora, regresando a
la puerta del Señor) Mire, señor, allá va mi papá llorando; a lo mejor le da el
asma y se muere también… Deme la plata para comprar el remedio de los dos.

Señor: Aquí tienes, buen hombre, y acuérdate de quien te ayuda en


casos como este.

(Solo se ve una mano que le entrega una moneda a Salomón).

Salomón: ¿Pero esto nada más? Esto no alcanza…

Voz del Señor: ¡Es todo lo que te podemos dar, ya que no nos conocemos!

Salomón (Llegando donde Damacia y el Ángel. Hacia la casa del Señor):


¡No se preocupe, señor, que me acordaré! ¡Me acordaré de su ayuda! (A
73

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Damacia) Tú te pusiste de acuerdo con esos carajos para que yo hiciera


payasadas de nada. Por eso estoy arrecho contigo…

Damacia: Yo no sé nada… ¡Solo sé que soy madre y nada más!

Salomón (Enseñando): ¡Esta moneda es la misma que te di cuando


pedías limosna! A mí me la dieron como una gran vaina, ¿entiendes? Es la
misma moneda que te di… (Agarra la caja con el santico y le da una patada)
Tú no sigues en ese negocio…

Damacia: ¿Qué has hecho con el santico? ¡Seguro que va a llorar!

Salomón: ¿Cómo va a llorar, si los muñecos no lloran?…

Damacia: ¡Ellos me dijeron que los santos lloraban!

Salomón: ¿Quién fue el que dijo esa vaina, para irle a meter unos
carajazos?

Damacia (Como si quisiera detenerlo): ¡No, Salomón, déjalo, no es para


tanto!

Ángel: ¡Madre, madre, yo tengo conformidad!

Damacia: Salomón, hay que llevarse bien con los señores… Solo hay
que olvidarse del agua y del hambre… Ellos lo único que piden es que uno
se olvide, que nos olvidemos… Que no pensemos… Es fácil estar al lado
de los señores… A uno lo dejan que haga muchas cosas, pero tienes que
olvidarte…

Ángel: Sí, tío. (Acercándose a Salomón) Hay que olvidarse… ¡Ya todo
pasará, y ellos son los que nos cuidan!

Salomón (Mientras se desplaza): Es bueno que nos acordemos de los que


mataron ayer.
74

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

Damacia: ¿Para qué nos vamos a acordar si están bien hediondos?

Salomón: Así pasó con padre y madre, acuérdate. Acuérdate que madre
lo decía, que no podemos olvidarnos.

(Damacia y el Ángel caminan detrás).

Ángel: Tiene que olvidarse de eso… Eso ya pasó… ¡Eso se perdió!

Salomón (Se sienta en el banco): A madre la mataron como mataron a


padre.

Damacia: No hables de esas cosas… ¡Olvídate!… ¡Olvídate!…


¡Olvídate!

Salomón (Yéndose): ¡Las ganas que dan de irse de toda esta vaina y
volver cuando la hayan quemado, bien quemada!… ¡Desde aquí hasta allá!

Damacia (Llorosa): No te vayas, Salomón, espérate un ratico… Vendrá


la noche con los quejidos… Hermano, deja que se te vayan olvidando las
cosas y las palabras, y nada pasará… ¡No te fijes en lo que dicen ni en lo que
hacen!

Salomón (Deteniéndose, sarcástico): Sí, eso mismo es lo que voy a hacer.


¿No ves cómo te pusiste gordota de tantas palabras?

Ángel (Deteniendo a Damacia que quiere ir hacia Salomón): Déjalo que


se vaya, madre. Déjalo que se vaya… Es un desconsiderado… Déjalo que se
vaya, yo te cuidaré.

Salomón (Devolviéndose, soberbio): Mira, sobrino. ¡No te meto unos


cuatro coñazos porque te voy a echar a perder!
75

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Damacia: ¡Hijo! ¡Salomón! (Abraza al Ángel que se refugia en ella.


Salomón sale murmurando contra el sobrino. Cae la iluminación. Aparecen
los cazadores y alumbran con las linternas los destrozos de la caja).

Damacia (Temerosa): ¿Quién ha venido, hijo?

Ángel: ¡Unos señores, madre!

Cazador: ¿Quién rompió esto?

Ángel: ¡Fue mi tío, señor!

Otro Cazador: ¿Cómo se llama tu tío?

Damacia: No tiene nombre, señor… Él es bueno, señor… ¡Madre


siempre decía que él sería bueno, que por bueno se salvaría!

Cazador Tres: ¿Cómo se llama el que rompió esto?

Ángel: ¡Salomón! ¡Salomón se llama, señor!

Damacia: ¡Deja que hable tu madre!

Cazador Tres: Tan bonito que se llamaba… Salomón, Salomón,


Salomón.

Otro Cazador: ¡Tan bonito que caminaba, tan bonito que va a quedar!

(Comienza a sonar la campana llamando a muerto).

Cazador: ¡Tan bonito que va a quedar!

Damacia: No, señor, él no hizo nada… Eso fue por una rabia de un
ratico. Él lo hizo por mi culpa… Madre siempre le decía que respetara.
76

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

(Damacia busca desesperada a quien explicarle. Las linternas alumbran


afanosas por todas partes).

Cazador Tres: ¡San Salomón se llamaba!

Otro Cazador: ¡Va a llegar al cielo ligerito!

(Se van los cazadores. Iluminación para Damacia. El Ángel ha permane-


cido sin ninguna acción).

Damacia (Parada cerca del Ángel): Salomón, Salomón. Olvídate de


venir. Olvídate de aquí y de nosotros… No vengas más, Salomón… Ya han
preguntado por ti… ¡Ojalá me haya escuchado!

Ángel: ¡Déjalo, déjalo que venga, madre! ¡Confórmate! ¡Hay que tener
conformidad!

Damacia (Como queriendo que Salomón la oiga): ¡Hermano, piérdete en


la noche! Que no aparezca tu voz por aquí; esta noche es muy fea para ti…

Ángel: Siéntate, madre, déjalo que vuelva. Él es bueno… Tiene que


volver…

(Suena la campana alegremente. Aparecen los señores muy circunspectos,


dirigiéndose desde el fondo hasta el proscenio).

Señor: Hacemos un llamado urgente a toda la ciudadanía para que cola-


boren, como siempre lo han hecho, en la búsqueda de ese ingrato y perverso
animal que está acabando con nuestras bases morales y sociales.

Señor Dos: Tenemos que enfrentarnos, con nuestra fe y nuestros meca-


nismos de defensa, a todo lo que signifique síntoma o malestar en cual-
quiera de nuestras honorables costumbres…
77

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Señor Tres: Si nuestro espíritu de persuasión no ha sido bien entendido,


no nos quedará más camino que elegir la forma conveniente para acabar
con esta pequeña molestia que ocasionan esos seres que se desquician inú-
tilmente. Pueden permanecer tranquilos, estimados ciudadanos, ya que
cuidaremos en todos sus detalles la forma en que vamos a mantener la paz y
la tranquilidad ciudadana. (Se retiran).

(Damacia ha permanecido estática oyendo. Cae la iluminación. Suena la


campana triste y leve. Aparecen los cazadores apuntando sus linternas hacia
el público, como si buscaran algo).

Cazador (Apuntando la linterna a la cara de un espectador): ¿No has


visto por casualidad una pobre ave que no puede volar?

Damacia: No, señor, ya no ve. No puede ver… Puede estar lejos, busque
en otra parte.

(El Cazador quita la linterna de la cara del espectador).

Otro Cazador (Alumbrando la cara de otro espectador): Era creyente de


estupideces… Dígame dónde está.

Damacia: Madre dijo que éramos hijos de azulejo y colibrí… Yo no sé


nada… Me olvidé de eso… No me acuerdo…

(El Cazador quita la luz de la cara del espectador).

Cazador Tres (Alumbrando a otro espectador): ¿Tú sabes quién es? Es


un depredador de ideas generosas, y está atentado contra la ciudadanía.
¿Dónde está?… ¿O eres igual que él?

Damacia: Es mi hermano, pero no quiso escuchar. Debe estar en alguna


parte lejana…. Es mi hermano, señor… Él es bueno…
78

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

(Se apagan las linternas y se van los cazadores. Iluminación.


Damacia tendrá la voz grave, sin emoción. La campana se seguirá
oyendo levemente. Aparece Salomón, como cansado, y se sienta
en el banco donde está el Ángel).

Salomón: ¿Y esa campana? ¿Es que aún no terminan los muertos?

Damacia: No se han terminado; la única diferencia es que son muertos


nuevos.

Salomón: Vengo cansado… Esos terronales se lo comen a uno. Son


iguales que cuando madre estaba viva. ¡Son iguales de arrechos para aca-
barse! ¡Así deberíamos ser nosotros!

Damacia: Hay muertos todos los días (El Ángel se ha ido lentamente
hasta la casa de los señores) Se quejan duro y feo y después pasan… Dicen
que van a traer más gente, para que sepan lo que es bueno los que están
atrincherados… Si tú les oyeras cómo hablan… No dejan picotear a nadie…
Es bueno que llegaras; algún día tenías que llegar. No me preguntes nada;
la matazón sigue igual que cuando te fuiste… Padre y madre decían que
íbamos a morir enjaulados… Madre lo dijo… El hombre tampoco vino,
ni en la memoria siquiera, para uno alegrarse… Hermano, tengo frío. El
mismo frío de cuando mataron a padre…

Salomón: Ese es frío de hambre… ¡Ya se te pasará! Te traje algo, lo que


madre dijo que te consiguiera. (Saca de una bolsa, plumas y un pedazo de
bambú) Plumas, plumas para que hiciéramos alas y bambú para matar a
los perros cuando vinieran en la noche… ¿Te acuerdas que madre tenía un
altar con flores de pluma y santos de bambú?… Algo le faltaba, y madre no
lo supo ni padre tampoco.

Damacia: Déjame tocar (Toca, precisa, y devuelve a Salomón) Ya no


hace falta…, es bueno que lo sepas. Ni hacen falta los altares. Aparte de los
perros, los hijos son traidores y los hermanos matan a sus hijos… Los cazan,
los patean en la cabeza para que se olviden…
79

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Salomón: Eso lo sé hace tiempo. (Ha dejado la bolsa en el banco) ¿Dónde


está el macilento de tu hijo?

Damacia: Ya te dije que los hijos son traidores.

(El Ángel ya se ha metido en la casa de los señores).

Salomón: Se me ponía esta vaina… Una vez al hijo tuyo te lo mataron y


te dejaron ese acomodado, para que todo se le fuera en pedir comida… El
que era tuyo de verdad verdad lo cazaron y lo mataron…

Damacia: También lo sé… Madre me va a regañar cuando me muera y


padre no me lo va a perdonar… Hermano, ¿tienen flores los apamates?

Salomón (Fijándose): Ya ni te acuerdes de eso, ya nada florece. La gente


se alegra de embustes para creer que florece… Olvídate de eso… Acuérdate
que la matazón no ha pasado y que nos cazan para enjaularnos la boca y el
corazón… Los señores… Siempre los señores.

Damacia (Ha cesado la campana): Salomón, ya nada se oye. Ni el viento


siquiera. Y él jamás vino…, ¡nunca vino!

Salomón: ¿Tú dices el tipo que te empreñó? ¿El que te ofreció más que nunca
una constitución? ¡No jodas! ¡Pero ese es el mismo juego para todas las cosas!

Damacia: ¡Entonces fue pura esperanza!

Salomón: Esperanza, pura esperanza. Ellos nos llenan de necesidad y


después nos llenan de esperanza… ¡Ese es el juego para encaramarse, y des-
pués nos matan los hijos!

Damacia: Eso lo dijo madre antes de irse corriendo. Padre lo decía


siempre: ¡que tuviéramos cuidado con los cazadores! Madre decía que
hablaban bonito y que en la noche eran perros hambrientos… Ellos inven-
taron la noche. ¡Ellos hicieron esta maldita oscuridad!
80

ACTO ÚNICO
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE

(Aparece el Ángel con los señores. El Ángel señala a Salomón. Todos


avanzan en forma amenazante. Cae la iluminación. Aparecen las linternas).

Salomón: ¡Hermana, hermana, han llegado los perros! ¡Cuídate, hermana!

Cazador: ¡Tan bonito colibrí, que tenía una hermana y su hermana no lo


verá!

Salomón (Mientras se desplaza): ¡A tu madre es que yo no voy a ver!

Otro Cazador: ¡Tan bonito que lloraba!

Cazador Tres: ¡Tan bonito que silbaba!

Cazador Dos: ¡Tan bonito que caminó!

Cazador: ¡Tan bonito que comía!

Cazador Tres: ¡Tan bonito que hablaba!

Cazador: ¡Tan bonito que va a morir!

(Hay una confusión entre luces de linternas y cuerpos que se desplazan


porque quieren acabar con Salomón, hasta que se oye la caída de un cuerpo.
Todo queda en silencio y comienza a sonar la campana tristemente. Ilu-
minación para los señores y el Ángel que llevan al entierro el cuerpo de
Salomón. Caminando hacia los que cargan el cuerpo, va Damacia).

Damacia: Señor, ¿no ha visto a mi hermano? Mi hermano se creía que


era un azulejo… Él decía que yo era un colibrí hembra… Mi hermano vino
por estos lados, creo que fue anoche. Anoche fue. Siempre en la noche. Mi
hermano era grande… También hablaba de padre y madre… A mi padre
y madre los mataron unos cazadores: eso lo descubrió mi hermano des-
pués… Dígame, dígame dónde está mi hermano (Desplazándose). Her-
mano colibrí o azulejo, ¿dónde estás?
81

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Señor: ¡Cállese, cállese, que es de noche y los pájaros duermen!

Damacia: Sí, sí, es verdad… ¡Entonces, mi hermano duerme!

Señor Dos: ¡Sí, está durmiendo bonito!

Damacia: ¡Esa misma voz fue la que se llevó a madre! ¡Esa misma fue la
que la arrastró!

Señor Tres: ¡Cállate!¡Las aves duermen y las vas a despertar!

(Damacia llega hasta el cuerpo de Salomón. Este lleva una linterna


agarrada. Damacia le toca la cara y los brazos).

Damacia (Parándose): ¿Quién ha muerto?

Señor: Murió anoche. Nadie sabe de qué, ¿verdad, señores?

Señor Dos: Es triste que uno se muera y no saber de qué.

FIN DE QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE


DESDE QUE DIOS AMANECE
85

DRAMATIS PERSONÆ:

Hombre Uno
Hombre Dos
Hombre Tres
Hombre Cuatro
Viejo
Muchacho
Mujer
Profeta

(Obra en un solo acto en ocho tiempos)


87

ESCENOGRAFÍA

Habrá una puerta grande color amarillo, ubicada en la parte central.


Sobresaliendo suficientemente, estarán cuatro escalones pintados en blanco.
Al fondo, de acuerdo al momento del día, aparecerán las luces necesarias para
dar la sensación del paso del tiempo.
89

MADRUGADA

Aparecen durmiendo en los escalones cinco hombres. Se van despertando


poco a poco. Enciende cada uno una vela y bajan hasta las carretillas que
están en la parte izquierda. Colocarán las velas en la parte delantera de las
carretillas y luego irán a buscar los sacos o cajas de cada uno.

Voces alternadas de los hombres: ¡Qué sueño tan malo, qué sueño tan
amargo, qué sueño tan oscuro, qué sueño tan largo, qué sueño tan corto,
qué sueño tan triste, qué sueño tan alegre, no pude dormir nada! ¿Quién va
a dormir con tantos quejidos?, ¿quién va a soñar con tantos gritos?, ¿quién
va a saber que uno es el que grita en el sueño?, ¿quién va a saber las mujeres
que uno tiene en el sueño? Si uno no sueña, ¿a quién le importa? ¿Quién va
a saber que uno llora en el sueño? Si uno sueña, ¿quién lo sabrá, quién lo
sabrá?

(Cada quien ha tomado su carretilla y comienza a avanzar hacia la


parte izquierda, pero notan que el Viejo no se mueve. El Viejo está en la parte
derecha de la puerta grande).

Hombre Tres: Viejo, viejo… ¿Hoy no vas? … ¡Hoy la vaina estará buena!
No duermas tanto que se te van a arrugar las bolas…

(Los demás ríen mientras el Hombre Uno llega hasta el Viejo y lo toca).

Hombre Uno: Tiene fiebre, está prendido… (Se quita el saco y se lo


coloca al Viejo).

Hombre Tres: Debe estar soñando que tiene mujeres durmiendo con él,
por eso es que está calientico… Vámonos. A la tarde nos cuenta cuál era la
más sabrosa.

Hombre Dos: Ese no tiene nada, y si tiene algo que aguante… ¡No se
puede perder el tiempo en pendejeras!
90

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

Hombre Uno: ¿De qué estará enfermo?

Hombre Cuatro: ¿Será verdad que sueña con mujeres por todas?

Hombre Tres: ¡Eso es lo que parece!

Hombre Cuatro: ¡Así sí dan ganas de estar enfermo!… ¡Anoche casi no


durmió!

Hombre Tres: ¡Hablaba mucho o era que soñaba!

Hombre Dos: Nosotros no podemos enfermarnos o soñar… Soñar o


enfermarse es lo mismo…

Hombre Tres (Al Hombre Cuatro): ¡Cállate, malparido, que tú lo que


tienes es envidia, porque no has tenido mujeres ni en sueño!

Hombre Uno (Mientras baja los escalones): El sol lo ayudará a sudar…


¡vendré después!

Hombre Cuatro: ¡Ya viene el día y nos va a agarrar aquí!

Hombre Uno (Está colocado de último para salir): Hay que irse, después
se hará más pesado el día… ¡Vámonos, vámonos!

(Se va cada uno empujando la carretilla mientras el Hombre Uno


suena la armónica).
91

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

MEDIODÍA

Iluminación clara. El Viejo se va incorporando a duras penas y se sienta.

Viejo: Es tarde…, me dejaron, no podían esperarme…, parece que


he sudado mucho…, no tengo bien el cuerpo: me duele todo… El sol está
duro: Buenos días, señor Sol, de tanto fijarme para abajo, me había olvidado
de usted… perdone, señor Sol…, no es culpa mía, son las vainas que uno
lleva… Ahí está mi carretilla… hoy vas a descansar, condenada…, primera
vez que descansa…, pobrecita, es muy buena…

(Aparece por la parte derecha el Profeta cubierto con una cobija. El Viejo lo
observa con curiosidad y el Profeta se coloca en el lado izquierdo en el primer
escalón).

Viejo: Señor, oiga, señor, usted anda perdido… Usted es bien raro por
estos lados… primera vez que lo veo… ¡No vendrá a echarme una vaina, yo
estoy muy enfermo!

Profeta (Mientras sube los escalones hasta el Viejo): Soy un profeta, el pro-
feta que tú te mereces…, el que siempre has querido para consolar tu dolor.

Viejo: …¿Yo queriendo un hombre? (Pausa) ¿Tú no eres Dios?

Profeta: ¡Soy el que tú mereces!

Viejo: ¿Y no eres el señor Diablo?

Profeta: Calmaré tu dolor y tu temor…

Viejo: No, señor Profeta, usted se equivocó de camino… Los que usted
busca se fueron por este lado (Señala) en la madrugada. Esa sí es una familia
de carajos que necesitan de usted… Ahora, si usted quiere este puesto,
puede quedarse con él…
92

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

(El Profeta ha llegado hasta el último escalón superior y el Viejo


ha reculado, y se cubre la cabeza con las manos como si fuera una
protección).

Profeta: De nada te han servido las manos, ni la boca, nada de tu piel


ha servido. Nada te esconde de la virtud y la maldad… Debes llevar tu
pobreza sin impacientarte por su forma de llevarte hacia la maldad o la
virtud… ¿Por qué te escondes? Ni la maldad ni la virtud pueden esconderse
de la luz… Tienes condiciones para que de tu boca salga un nuevo líder para
nuestro movimiento… Tienes que enseñarle a los hombres las virtudes que
se esconden tras la oscuridad de la pobreza…

(Desplazándose por los escalones).

Viejo (Mirándolo más callado): ¡Qué susto! Creí que era la señora
muerte… Como estoy enfermo a lo mejor me viene a buscar, eso creí…
Aunque la muerte debe ser una mujer.

(El Profeta se ha quedado inmóvil cerca de proscenio


en la parte derecha).

Viejo: No, no creo… Para los hombres la muerte debe ser hembra y para
las mujeres debe ser un hombre… Sí, así debe ser… Entonces uno no debe
quejarse cuando se muere.

Profeta (Se vuelve hacia el Viejo): ¡Hombre! ¿Por qué te atormentas con
tonterías? ¿Por qué te atormentas por tan poco?… ¡Aprende más bien de las
moscas: solo tienen un día de vida y no se quejan!

Viejo: Eso es lo que usted cree… Además, de qué se van a quejar, si por
todas partes lo que hay es porquería.

Profeta: Cuando llega su hora muere y nadie sabe dónde muere… ¡Así
debemos hacer nosotros, morir sin tanto escándalo!
93

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Viejo: Verdad, señor Profeta, tiene razón; ¿para qué nos vamos a escan-
dalizar por esta cochinada de cuerpo?… Ay, pero cómo cuesta mantenerlo:
uno trabaja peor que las moscas. (Pausa) Bueno, y usted no me va a curar el
asma y los quebrantos que tengo, ¿verdad?

Profeta: Solo tienes que seguir mi palabra y todo te será dado… ¡La
virtud te hará un buen profeta de nuestro movimiento!

Viejo: Pero si hago eso… ¿qué van a decir los otros? Tantos años traba-
jando juntos y los voy a dejar solos… No, creo que no se va a poder… ¡No,
no, olvídese!

Profeta: No importa que no crean. ¡De todas maneras debes llevar el


mensaje a todas partes!

Viejo: La pinga, esa es mi gente y hoy me traerán pan y agua. Son los
únicos en el mundo que se acuerdan de mí… Además, yo he visto que los
profetas son catires y tienen los ojos azules, y usted los tiene aguarapados y
es trigueño.

Profeta: Volverás los ojos algún día hacia mi palabra, miserable. (Se
retira).

Viejo: ¿Yo, un miserable? Un miserable, un miserable… (Ríe, y se


queja agarrándose la cintura porque le duele) Tanto tiempo sin reírme…
¡Qué bueno que vino el profeta ese! (Saca un pedazo de pan de una bolsa y
empieza a comérselo como con rabia) Un profeta…, un profeta, a buena hora
se aparece, cuando uno ya está todo jodido, que no se puede ni mover…
Un profeta, y no trae ni un poquito de agua, para pasar el tarugo… Pura
palabra, pura palabra, como que si esa vaina se come. ¿Por qué no viene un
profeta con bastante plata y la reparte? No, no, esos no son profetas…

Hombre Uno (Aparece llevando la carretilla mientras suena la armó-


nica): ¿Cómo sigues, viejo? (Llega hasta el Viejo).
94

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

Viejo: Mejor, mucho mejor… Toma tu saco… Pendiente de un tipo que


vino con una cobija enrollada en el cuerpo y diciendo que era un profeta.

(Hombre Uno se ha sentado).

Viejo: Es una lástima que esté enfermo, si no le quito la cobija, parece


que era buena… ¡Dijo que venía después!

Hombre Uno: ¿Y el dolor?

Viejo: ¿Cuál de ellos?

Hombre Uno: ¡No estoy para juegos!… ¡El dolor más grande!

Viejo: El más grande…, el más grande no se puede decir… ¡Creo que


mañana sí voy a ir con ustedes!… Sí, bastante palabreó…, ¡pero antes de irse
me dijo que yo era un miserable!

Hombre Uno: ¿Tú, un miserable? Un miserable, un miserable. (Ríen) ¿Y


no le mentaste la madre!

Viejo: No, me dio lástima… ¿Y si no tiene madre?

Hombre Uno (Parándose para irse): Se ve que estás mejor: mañana nos
vamos a repartir carajazos.

(En esos momentos aparece un Muchacho huyendo de una Mujer y se


esconde detrás del Hombre Uno).

Mujer: ¡Vamos, carajito, dame acá mi vaina, que bastante me costó


conseguirla!

Muchacho: Esta rueda no te la doy…


95

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

(El Muchacho y la Mujer hacen juego para huir y atrapar detrás del
Viejo y el Hombre Uno, quienes miran con curiosidad).

Muchacho: ¡Esta me la encontré cuando tú estabas dormida!

Mujer: ¡Me la robaste, me la robaste!…¡Y si no me la das te voy a volar


todos los dientes!

Muchacho: Mire, señor (Al Hombre Uno), esta rueda me la encontré de


verdad, verdad… ¡Se lo juro por su madre!

Hombre Uno: A mí mamá no la metas en tus ladronerías… ¿Y qué vaina


es esta, es que ustedes no respetan?

Viejo: ¡Falta de respeto, es lo que son!

Mujer: Mire, usted que es más viejo: ¡dígale que me dé mi vaina!

Hombre Uno: ¡Se van de aquí o los echo a patadas! (A la Mujer) ¿Y a ti no


te da pena, una vieja ya y andar peleando por esa pendejada?

Muchacho: ¡Si le doy la rueda, de todas maneras me va a envainar!

Mujer: ¡Dame acá eso y te dejo tranquilo!

(El Muchacho, como se encuentra en el escalón superior ve como


una ciudad lejana que le ha llamado demasiado la atención).

Muchacho: ¡Ven para que veas, qué bonitas se ven las luces, se ven
leeejos! ¡Qué bonito!

(La Mujer sube y le quita la rueda mientras el Muchacho sigue


extasiado. Ella le pasa la mano por el hombro).

Muchacho: ¿Verdad que es la ciudad?


96

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

Mujer: Sí, es la ciudad… Ella me conoce y yo la conozco (Se sienta).

Muchacho: Nunca la había visto desde lo alto.

(Ni el Hombre Uno ni el Viejo comprenden ese cambio repentino de la Mujer


hacia el Muchacho).

Hombre: ¿Se van a ir o no?

Mujer: No, señor, no nos podemos ir, él es mi hermano y a él le gustó


esto… Déjennos unos días, después nos vamos… Solo estábamos
jugando… Jugamos a robarnos… Déjennos quedar aquí por unos días
hasta que se le quite el ensueño…

Viejo: Por mí, se pueden quedar, por los demás no sé…

Hombre Uno: ¡Nos pudieron envainar! (A la Mujer) Te vas conmigo, y


que el carajito se quede con el viejo.

(El Muchacho se llega hasta el Viejo y se sienta junto a él. El Hombre


Uno se va empujando la carretilla mientras toca la armónica. La Mujer
lo sigue después de dejarle la rueda al Muchacho, quien baja y comienza
a jugar con ella).

Muchacho: ¿Tú eres el que cuida esto?

Viejo: ¡Sí, yo soy el que cuida la puerta del cielo!

Muchacho: ¿Tú nunca has entrado al cielo?

Viejo: ¡No, no he entrado porque no me da la gana y porque no tengo


ropa decente!

(El Muchacho ha subido los escalones y se fija en la ciudad).


97

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Muchacho: ¿Por qué vives aquí?

Viejo: ¡Es que donde vivía antes hacía mucho sol y mucho frío!

Muchacho (Bajando los escalones y comenzando a jugar otra vez con la


rueda): ¿Y tú mamá, no viene por aquí?

Viejo: No, ella pasó hace tiempo por esa puerta…

Muchacho: ¿Qué haré cuando sea grande?

Viejo: ¡Ya eres grande, ya creciste!

Muchacho: ¿Y tu mamá, no te dice nada porque estás por aquí?

Viejo: No, ella está sorda desde que mi papá le metió unos carajazos por
estar preguntando mucho…

Muchacho: ¡Pobrecita! (Sube hasta el Viejo y se sienta a su lado) ¿Y tus


hijos dónde están?

(El Viejo calla y le da un pedazo de pan. El Muchacho toma


el pan y se va a ver nuevamente la supuesta ciudad).
98

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

TARDE

Iluminación roja y amarilla tenue. El Muchacho se ha sentado al lado


del Viejo. Aparecen por la parte derecha los hombres y colocan las carretillas
en la izquierda, menos el Hombre Uno y la Mujer. Traen las velas encendidas
en la parte delantera.

Hombre Dos: ¿De qué nos sirve todo esto si nos vamos a morir de todas
maneras?

Hombre Tres: ¡Algún día me voy a encontrar un fajo de billetes bien


gordo y te voy a meter una semana en un buen burdel para que se te cure la
malcriadez que tienes!

Hombre Cuatro: ¡Eso es falta de mujer, de verdad verdad! ¡Mañana es


otro día!

(Han ido cargando las cajas o sacos al sitio de cada uno).

Hombre Tres: Bañarse a esta hora y que una catirota le restriegue a uno
la espalda y otra partecita debe ser divino.

Hombre Dos: ¡Te vas a morir con las ganas, te lo juro por mi madre!

Hombre Cuatro: ¿Cuál madre?

(El Viejo y el Muchacho ven sin interés lo que hacen los demás. Los
Hombres se han sentado en sus sitios y comienzan a buscar entre las cajas o
sacos de cada uno. Se oye la armónica del Hombre Uno que aparece empu-
jando la carretilla hasta el lado izquierdo. La Mujer lo viene siguiendo. El
Hombre Uno sube hasta el Viejo y baja el Muchacho hasta la Mujer. Los
demás están tan entretenidos en sus cosas que no han notado la presencia de
la Mujer).
99

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Mujer (Tomando el saco que estaba en la carretilla. Al Hombre Uno):


¿Cuál es mi puesto?

(Los demás voltean y dejan sus quehaceres. mientras El Hombre Uno


habla con el Viejo. Los hombres bajan hasta la Mujer
con malas intenciones).

Hombre Tres: Tengo un puestecito bien bueno para ti. Bien calientico.

Hombre Cuatro: ¡Yo la vi primero, yo la vi primero!

(Ha dejado el saco y se prepara a defenderse. El Muchacho


sube rápido hasta donde el Hombre Uno).

Hombre Uno: ¡Déjalos que jueguen, es un jueguito! (Baja el Muchacho y


se coloca para defender a la Mujer).

Hombre Dos: Tenía tanto tiempo sin dormir con mujer.

Hombre Tres: Se parece a la Magdalena.

(Los hombres apartan al Muchacho a empujones y se avalanzan


sobre la Mujer y luchan entre ellos hasta que Hombre Uno ve que el juego es
serio y los aparta. Los demás vuelven a sus sitios y el Muchacho ayuda a la
Mujer a levantarse y llevar el saco hasta la parte izquierda).

Hombre Tres: Esa vaina es trampa, es trampa… ¡El juego es del primero
que la encontró!

Hombre Cuatro (Al Hombre Uno): Sí, él se cree el muchacho de la


película.

Hombre Dos: De todas maneras es hedionda como las demás.

Hombre Tres: ¡Ese es tu consuelo, menos mal!


100

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

Hombre Uno: Ya, ya… El viejo dirá cuándo es el juego… Se pueden


esperar y si no esperan, mejor!

(La Mujer y el Muchacho han revisado el saco y comen. Los demás


comen y murmuran. El Hombre Uno habla con el Viejo. En ese momento
llega el Profeta desplazándose entre todos).

Profeta: ¡Te esponjo, te vacío, te arropo, te despierto, te muevo, te apa-


ciguo, te limpio, te llevo, te traigo, te inmerso, te ahogo, te elevo, te angustio,
te asoleo, te incendio, te rebajo, te amanso, te hambreo!

(El Profeta queda colocado en la parte izquierda hacia el proscenio).

Hombre Tres: ¿Quién es ese carajo?

Viejo: ¡Dice él que es un profeta!

Hombre Uno: No queremos más gente aquí, puede irse por donde vino.

Profeta (A todos, sin darle importancia a lo dicho): ¡A todos le podemos


cambiar el nombre!

Hombre Dos: Tiene mucha razón ese tipo: con un nuevo nombre no nos
comerán los gusanos (Ríe).

Profeta: El nombre del corazón. (Al Hombre Dos) ¿Tienes miedo


de cambiarte el nombre? ¿Qué importa si te llamas Pedro o Gregorio o
Amadeo? Tu nombre sea cual sea no dejará huella sobre la tierra…

Hombre Dos: ¡A mí me importa un carajo esa vaina, yo vine aquí fue a


descansar!… ¡De todas maneras la hediondez es la misma!

Hombre Cuatro: ¡Eso sí es verdad!

Hombre Uno: ¡Nos hace perder el tiempo!


101

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Hombre Tres: ¡Es mejor que te vayas, que tenemos que jugar un jueguito
con esa elementa que está ahí!

(El Profeta empieza a hablarle silbado a los hombres, mientras el Hombre


Tres quiere preguntarle algo y lo sigue. Quedan en el último escalón parte
derecha).

Hombre Tres: Oiga, oiga, señor profeta, usted debe conocer a la Magda-
lena. Cuando yo me consiga un poco de plata como de este tamaño, me va a
decir dónde vive, que me la voy a singar… ¡Yo he visto una foto de ella y está
bien buenamoza!

Profeta (Le dice algo silbado al Hombre Tres y este se va a su sitio sin
entrar): La lujuria los mata.

(Los hombres murmuran sin prestar mucha atención a lo que dice el Profeta).

Mujer: ¡Si tú, querido amigo, no te vas, vamos a hacer mala digestión
y tendremos pesadillas bien feas, y mañana no vamos a poder levantarnos
por la flojera, y vamos a perder el día y vamos a pasar hambre, y tú no vas a
venir con un saco de comida y entonces nos vamos a joder, y para el otro día
no nos vamos a parar y entonces es mejor que te vayas!

Hombre Uno: ¡Sí, es mejor, porque te vamos a sacar de aquí!

(Los hombres, la Mujer y el Muchacho, se levantan y avanzan


amenazadores hasta el Profeta, quien saca de una bolsa un pedazo de pan y
se los arroja. Todos se avalanzan sobre el pedazo de pan, el cual ha caído al
otro extremo de donde están los hombres).

Profeta (Queriendo detener a los hombres, a la Mujer y al Muchacho):


¡Atrás, atrás, miserables! ¿Esa es vuestra virtud? Solo la gula, la gula como
norte y fin de vuestro instinto… Inhumanos, eso es lo que son… Vean
ese pedazo de pan… (Observan el pan) ¿Qué les ha hecho ese pan? Nada,
¿verdad?, ¿entonces por qué la violencia invade vuestro corazón? (Se van
102

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

sentando alrededor del pan) Esas son manifestaciones de la naturaleza


inferior que los domina… Entiendan la fortaleza cuando se es pobre y se
es grande en la noche, cuando el hambre nos atrapa… Dejemos que el pan
viva y muera. (Ven el pan y al Profeta) Dejen la gula y la avaricia; apren-
damos de la vida: ella es nuestra madre, ella nos enseña cada día y a cada
minuto… Me voy, hermanos, espero que esta parábola práctica les haya ser-
vido para empezar a tomar el camino que la vida señala. (Mientras se va)
Ellos se criaron, ellos se juntaron, se ahogarán, se perderán, ellos podrán
salvarse…

(Cuando se ha ido, los demás se avalanzan sobre el pan y luchan


hasta que el Hombre Tres logra tomarlo. Cada cual vuelve hacia
su sitio murmurando).

Hombre Cuatro: ¿No me vas a dar un pedazo?

Hombre Tres: Bastante me jodí… Por aquí me metieron un carajazo,


aquí un mordizco y otro por aquí… ¡Además, hoy no conseguí casi nada!

Hombre Cuatro: Y entonces, ¿para qué es esa maldita amistad que


nosotros tenemos?

Hombre Tres: ¿Cuál amistad?

(Va cambiando la iluminación hacia una luz blanca, en el fondo se


encienden pequeñas lucecitas para hacer una vista de una ciudad lejana).

Hombre Uno: (A la Mujer) ¡Hoy comerás de nosotros, pero mañana


tendrás que arreglártelas tú sola!

Mujer: Gran vaina… Ya estoy acostumbrada, no es nada nuevo…


Todos los días la misma ruta, las mismas caras, las mismas esquinas… ¡Eso
es fácil, más fácil que la primera vez!

Hombre Dos: ¿Te dolió mucho?


103

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Hombre Cuatro: Más respeto. A las señoritas no se les pueden hacer


esas preguntas.

(El Muchacho se ha llegado hasta el Hombre Dos).

Muchacho (Al Hombre Dos): ¿Tú no tuviste mujer?

Hombre Dos: ¡No sé!

Muchacho: ¿Dónde naciste?

Hombre Dos: ¡No sé!

Muchacho: Mamá y papá…, ¿sí?

(El Hombre Dos se queda callado y se levanta para ir hasta el escalón


superior para ver la ciudad. El Muchacho se va al otro extremo de la parte
superior, mientras el Hombre Cuatro se acerca al Viejo con un recorte de
periódico).

Hombre Cuatro: Conseguí esta noticia con letras rojas y esa mujer con
ese culote… ¿Qué dice ahí? (Le da el periódico al Viejo).

Viejo: ¡Aquí dice que la señorita Maritza se torció un pie y se encuentra


en una clínica particular!

Hombre Cuatro: Una torcedura debe doler mucho (Al Hombre Tres),
¿verdad?

Hombre Tres: Duele tanto que le retrataron el rabo y le duele el pie


(Ríen. El Hombre Cuatro se ha sentado en su sitio y el Muchacho ha bajado
hasta él).

Muchacho: ¿Por qué no viven más lejos?


104

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

Hombre Cuatro: Es igual, la necesidad nos va alcanzar… ¡Esa bicha es


muy puta con nosotros: No nos quiere dejar…, vaya que sí es puta!

Viejo: Bueno, vamos a ver si adelantamos algo hoy… ¿Consiguieron


periódicos?

(Todos asienten y buscan en sus bolsas o cajas


y sacan periódicos iguales).

Viejo: Busquen ahí donde está una muchachita acostada. (A los Hom-
bres Tres y Cuatro), Ustedes dos, tú y tú. Vamos a ver si saben un poquito…,
están atrasados.

(Cada cual se coloca lo mejor que puede para leer el periódico. El Hombre
Dos baja y también hace lo mismo. Él y la Mujer se quedan juntos
viendo la ciudad).

Hombre Tres: Oye, oye viejo, ¿esta es la hache?

Viejo: No, no es, pero se parece… ¡Vean bien las letras grandes!…
(Empieza como si fuera deletreando o leyendo despacio) “¡Ultraja-da una
ni-ña en lujo-sa urbanización… No se dieron a co-no-cer los nombres de
los au-to-res del hecho por razo-nes ob-vias!”.

Hombre Tres: ¿Qué quiere decir: razones ob-vias?

Viejo: Vamos ahora con la página contraria: “Venden fetos y niños a


varios países desarrollados… Repito: Ven-den fetos y ni-ños a varios países
desa-rro-llados pa-ra ex-pe-ri-mentos bacte-rio-ló-gicos”.

(Los demás siguen leyendo, unos en voz alta, otros en voz


baja o alternadamente).

Hombre Cuatro: ¿Para qué venden los muchachitos?


105

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Viejo: Para experimentos bacteriológicos… (Comienza a leer otra


noticia) Busquen más abajito: “Enfer-me-dades ata-can en mayor gra-do
a mu-jeres de cla-se al-ta…”. Ya va, ya va… Aquí dice enfermedades men-
tales…, quiere decir que esa pobre gente tiene problemas de la cabeza.

Hombre Tres: Bueno, que se vengan esas locas para acá, para meterles
una inyección bien buena y se les cura la loquera (Ríen).

Viejo: Vamos a seguir: “Hay abun-dan-cia de co-mi-da y abun-dan-cia


de dinero…, un alto fun-cio-na-rio del Gobierno…, no ha-brá más hambre,
dijo otro funcionario públi-co, todo es para las cla-ses des-po-seídas, rei-
teró otra…”.

(Siguen leyendo unas tres noticias más y se van quedando dormidos


repitiendo partes de lo leído. La Mujer y el Muchacho son los últimos que se
quedan. Estaban viendo la ciudad).

Muchacho: Antes de que te duermas, dime una cosa: ¿cuando ellos se


mueran, van a tener ropa nueva para que Dios los reciba?

Mujer: Sí, bajará un ángel con una caja de ropa usada, y no vayan a pasar
pena después de muertos por falta de ropa… Vamos a dormir, es tarde.
106

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

MADRUGADA

(Comienzan a levantarse y van arreglando las cajas o sacos en las carretillas.


Encienden las velas. Suena la armónica).

Voces alternadas de dos hombres: En el sueño nos vaciamos, en la calle


nos llenamos, en el sol nos cobijamos, en el sudor nos ahogamos, por los
pies regalamos, por la sal, nos arrastran, por los sueños nos voltean, el sueño
que no viene, el sueño que vendrá, el sueño que no se soñó (Yéndose).

Hombre Uno: El viejo no podrá ir hoy… Es muy difícil… Está enfermo


de verdad.

Hombre Dos: Si no comiera fuera bueno, pero aún traga…

Hombre Cuatro: ¡Camina, camina y no refunfuñes tanto que te va a


entrar la mala suerte y te vas a poner pobre!

Hombre Tres: Hoy será mi día… Hoy me voy a conseguir un poco de


billetes y me voy para otro país.

Hombre Uno (Al Muchacho que se quedó con el Viejo): Cuida bien al
viejo… Vengo ahora… Cuida al viejo que yo cuido a tu hermana.

(Los demás se ríen y comienzan a avanzar mientras empieza


a sonar la armónica).
107

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

MEDIODÍA

Muchacho: ¿Dónde naciste tú? (Baja para jugar con la rueda).

Viejo: Cerca del cielo.

Muchacho: ¡Yo tuve un papá mejor que el tuyo!

Viejo: ¿Sí?

Muchacho: ¡Sí, ese papá quería mucho a mi hermana! ¡Cuando mi


mamá se dormía se acostaba con mi hermana…!

Viejo: ¡Qué papá tan cariñoso!

Muchacho: Sí, y ganaba bastante plata porque tenía un trabajo que era
de…, de cabrón…, era un trabajo de plata… ¿Tú no tuviste hermana?

Viejo: A veces sí y a veces no… Ya está bueno… ¡Pregunta y pregunta!

Muchacho (Se llega hasta el Viejo y le ve la cara): ¿Estás arrecho?

Viejo: ¡No, pero fíjate quién viene llegando!

Profeta (Entrando): ¡Qué hermosa luz, para los que viven en las som-
bras, levanta tu cabeza y tu voz para que te oiga la vida; levanta los pies por
los caminos para que puedas ahuyentar a los perros de la codicia y que te
persiguen; cuando estés solo y nadie venga a socorrerte te van a comer los
buenos pensamientos que puedas tener! ¡Corre como los ríos entre las difi-
cultades del camino; para huir arriba, hacia las montañas y te canses! (Va a
sentarse cerca del Viejo) Estoy cansado, amigo mío, hoy el día es demasiado
duro… Pero hay algo que me llama la atención: ¡ustedes, que no les importa
mi palabra sino la gula, las tentaciones, caen en las tentaciones!
108

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

Viejo: Nosotros no inventamos las tentaciones y es simple: el hambre


solo ve tentaciones.

Profeta: Ya cederá… ¡Viven y eso es lo importante!

Viejo: ¿Vivimos…, vivimos? Mire, señor profeta, hoy no tengo ganas de


reírme…

Muchacho: ¿Usted viene del cielo?

Profeta: ¡Tienen que salvarse, tienen que buscar la salvación!

Viejo: Si el agua no viniera sobre nosotros, si nos mojara, si los días no


vinieran más y se quedaran parados en la mañana, eso fuera bueno; pero
viene la mañana, el mediodía, la tarde, la noche, y otra vez la mañana, el
mediodía, la tarde, la noche, así todos los días y todos los años… Todos los
días de todos los años soñando lo mismo y ya uno no encuentra a quién
contarle nada. ¡Eso no es bueno, señor profeta!

Profeta: ¿Cómo es eso de que sueña todos los días las mismas cosas?

Viejo: Sueño que me levanto, que me voy, que me vengo, que me acuesto
y que me levanto, me acuesto, me duermo, me voy, me vengo y me acuesto,
y eso es lo mismo que cuando estoy despierto… ya no sé si es sueño o qué
vaina es… ¡Y todos soñamos lo mismo!

Profeta: ¿Y todos los sueños son iguales, todos sueñan lo mismo?

Viejo: Todos sabemos lo que sueña el otro y ya no hablamos de esas


cosas, hace mucho tiempo que no hablamos de eso… Por eso es que lo que
usted dice, lo creemos muy gracioso; porque ni el día, ni la noche, ni la
tarde, ni la madrugada le dan descanso al estómago, y para nosotros es pri-
mero la barriga que el cielo!

Profeta: ¿Y el niño será igual?


109

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Viejo: ¡Sí, ayer me contó lo que había soñado, y hoy me contó lo mismo!

Profeta: ¿Y la vida es así?

Viejo: ¿Cuál vida?

Profeta (Desplazándose): ¡Hay que cambiar las profecías, hay que cam-
biarlas! El ratón para la basura; el gato para el ratón; para el gato, el perro…
(Pausa), para la flor, las abejas, no hay abejas en la basura, no hay flores en la
basura, no hay… Hay que acabar con la basura que provocan los sueños que
no se quieren soñar… Esa basura está en todas partes, la conozco, la cono-
cemos… ¡Hay que cambiar las profecías!

Viejo: ¡Muy bueno el cuento ese…, muy bueno!

Profeta: Sabrás de mí cuando cambie la profecía… La ciudad tiene


tantas ratas, tanta basura… (Vase).

Viejo (Abraza al Muchacho y se quedan viendo por donde se fue el Pro-


feta): ¡Qué lejos estará lo que soñamos alguna vez, qué lejos!

Muchacho (Bajando a jugar con la rueda): ¿Cuándo te vas a curar?

Viejo: El mal es demasiado viejo… No puede salir del cuerpo, es muy mío.

Muchacho: Háblame de otras cosas, de cuando eras muchacho, igual


que yo…

Viejo: Ya no hay tiempo, mañana empezarás a ponerte grande… No te


apures.

Hombre Uno (Llega corriendo): ¡Viejo, viejo, te traigo una noticia bien
rara: el profeta anda llamando a la gente a la calle y diciendo que las ratas no
pueden seguir comiendo las flores de los pobres! ¡Mañana me voy con él y
110

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

voy a tocar la música con ganas!… Dice que vamos a tener días distintos…
Pero, ¿no te alegras? ¿No te importa un carajo?

Viejo: Sí, sí, claro que me alegro, pero estoy ardiendo por dentro… ¡Esta
fiebre es mucha para mí solito, ya las bolas se me están poniendo chiquiticas
y eso no es muy bueno!

Hombre Uno: ¡Mandé a dos para que se fueran con el profeta!

Viejo: ¡Eso está bien!

Hombre Uno: Te dejo, viejo… Hablamos después (Al Muchacho que


solo ha estado oyendo) ¡Lo cuidas bien, que te voy a traer un regalo!

(El Hombre Uno se va y el Muchacho sigue jugando con la rueda).

Muchacho: Oye, viejo: ¿Qué vas a hacer cuando te mueras?

Viejo (Un poco sorprendido): ¿Después de que me muera? ¡Voy a com-


prar una casa bien grande para meter unos perros bien gordos y grandes
para que nadie me moleste, porque voy a dormir todo el tiempo!

(El Muchacho se va hasta cerca del Viejo y se sienta).


111

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

TARDE

Llegan los hombres con las carretillas y las velas encendidas. Van
bajando y acomodan sus cajas o sacos. Viene sonando la armónica. La Mujer
viene con una caja en la cabeza.

Hombre Cuatro (Al Viejo): ¿Cómo pasaste el día?

Viejo: ¡Mejor, creo que no hizo tanto sol!

Hombre Dos: ¡Basura es lo que da la gente!

Hombre Tres: La cosa estuvo buena con el profeta… Mañana va a estar


mejor!

Hombre Cuatro: Mañana… ¡Mañana y que vamos a empezar más


temprano!

Hombre Dos: ¡Ya las calles están largas y anchas!

Hombre Uno: ¡Esas no son las calles: es la vejez que te va jodiendo!

Hombre Tres: ¡O los ojos que se te están poniendo más grandes!

Hombre Cuatro: ¡O camina más cortico!

Hombre Dos: ¡El suelo más duro y el sudor más pegajoso!

Hombre Uno: ¡El día no tiene la culpa ni la noche tampoco!

Viejo: ¡Mañana será un día bueno: mañana de domingo!

Hombre Tres: ¡Servirá para jugar!


112

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

Mujer: ¡Conmigo no vas a jugar, a menos que venga tu mamá!

Hombre Cuatro: La mamá de él está jugando con mi papá.

(Ríen).

Hombre Dos: ¡Nos levantaremos más temprano… Es el único día


bueno!

(Han terminado de acomodarse cada quien en su sitio y comienzan


a comer. A veces cambian un pedazo de una cosa por otra).

Viejo (Al Hombre Uno): ¿Qué más hizo el profeta?

Hombre Uno: ¡Se fue con toda la gente para otro lado y estábamos muy
cansados y nos vinimos, pero que mañana y que va a empezar la quemazón
de ratas para que nazcan las flores!… ¡Eso decía! ¡Mañana y que sí nos van a
parar bolas, eso no lo dijo él, lo digo yo!

Muchacho (A todos): ¿Quién de ustedes tuvo novias?

Hombre Tres (Señala al Hombre Dos): ¡Este, este… tuvo cuatro y, como
yo era muy puto, se las quité toditas!… ¡Por eso es que está así!

Muchacho (Al Hombre Uno): Vamos a jugar de a caballito (El Hombre


Uno no quiere y los demás insisten para que juegue).

Hombre Uno: Está bien, pero sabrás que soy un caballo bien arrecho.

(Bajan y el Muchacho se monta a caballito).

Muchacho (Mientras dan una vuelta): ¡Arre, caballo!… ¡Apúrate, que


mañana es un día bien bueno, porque es domingo y el profeta va a quemar
todas las ratas junto con nosotros!… ¡Arre, caballito y no te vayas a cagar…,
arre, arre!
113

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Hombre Uno (Se detiene y baja al Muchacho): ¡Te pasaste, te pasaste…


No sigo esta vaina!

Hombre Tres: ¡No te preocupes, muchacho, que cuando seas mi cuñado


te voy a comprar una burra!

Hombre Dos: ¡Ojalá que mañana no encuentren nada!… ¡A ver si es


verdad que van a seguir riéndose, ojalá!

(Los demás han llegado hasta sus sitios).


114

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

NOCHE

Viejo: ¡Vamos a empezar con la lectura de hoy!

Hombre Tres (Ha buscado los periódicos y sorprendido va hasta el


Viejo): ¡Mira, viejo, mira quién está retratado aquí: es el profeta!

Viejo (Los demás se sorprenden y se acercan con curiosidad): Para ver


qué dice: “Un sujeto, apodado el “Profeta”, es buscado activamente por las
autoridades. Está acusado de instigar a los marginados, tratando de con-
fundirlos para obtener beneficios que las autoridades investigan! Suponen
los informantes que este sujeto controla el negocio de la mendicidad, y
quiere hacerse pasar como líder de un grupo de vagos y maleantes para
entretener a las autoridades!

Hombre Uno: ¿Qué quiere decir?

Viejo: ¡Pobre profeta… Ya lo marcaron! El pobre por hablar es ladrón,


por respirar es ladrón, por denunciar es acusado. Por eso fue que dijo que
iba a cambiar la profecía… Tampoco me entendió lo que le dije. ¡Vamos a
leer lo demás!

(Se sientan y se ponen cómodos para leer las noticias o repetir lo que dice el
Viejo. Leen algunas noticias).

Hombre Cuatro (Va donde el Viejo): ¡Aquí está el profeta otra vez!

(Los demás se quedan en sus sitios y el Viejo lee la noticia para todos).

Viejo: “Apareció muerto el sujeto apodado el ‘Profeta’. Era buscado acti-


vamente por su participación en…”.

(El Viejo deja de leer. El Hombre Cuatro regresa a su sitio. Todos


están callados. Hombre Uno toca la armónica).
115

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Hombre Dos: ¡Deja de sonar eso, es un fastidio!

Hombre Uno: Estoy en mi puesto. ¡Si la música se va para allá no es mi culpa!

Muchacho (Al Hombre Uno): ¿Te gusta la música?

Hombre Uno: Sí, quise ser músico… Hablar como las aguas y las aves
sobre la tierra… No hubo tiempo para eso… Hay cosas más importantes….
¡Desde que Dios amanece empieza lo importante!

Muchacho: ¿Desde que Dios amanece?… entonces, Dios también


anochece.

Hombre Uno: No, Dios amanece y nada más: ¡Lo demás lo ponemos
nosotros!

Muchacho: ¿Y la mamá de Dios qué hace?

(Hombre Uno toca la armónica).

Muchacho: ¿Quién quiere jugar? (Ve los rostros serios) Nadie quiere
jugar, son unos miedosos… ¿Quién quiere jugar de pelea?

Mujer: Ven a dormir, es tarde… ¡Ya es tarde para todo!

(Sigue sonando la armónica hasta que se van quedando dormidos. Solo el


Hombre Cuatro llega hasta un escalón para ver la ciudad. Luego oye un leve
quejido del Viejo y se acerca y se pone a tocarlo. Sonará suave la armónica).

Hombre Cuatro: (Nota que el Viejo está muerto) ¡Epa, epa, no se hagan
los dormidos, porque el viejo se murió, hasta aquí le aguantó el cuerpo!

(Los demás se levantan y se acercan y tocan y comentan. Bajan


el cuerpo y lo colocan en el piso. Traen las carretillas y prenden las velas en la
parte delantera de las mismas y rodean el cuerpo).
116

ACTO ÚNICO
DESDE QUE DIOS AMANECE

Hombre Cuatro: Ahora nos dejas. ¿Por qué no te esperaste? Nunca te


quisiste esperar. Como sabías un poquito más que nosotros querías que te
aduláramos para que no te murieras… Te jodiste, y ahora la sangre la tienes
tiesa y a los pensamientos y a la voluntad le van a entrar gusaneras. No vayas
a llorar cuando te coman los ojos… Tú tuviste la culpa de que viniéramos
a parar aquí… Te faltaron mujeres y te faltó hombría para correrle a la
pobreza…

(El Hombre Cuatro ha hablado con resquemor o rabia al muerto. Están


en sus sitios oyendo, viendo nada más al muerto).

Hombre Dos (Hombre Cuatro se sienta, avanzando entre las carreti-


llas): Habla ahora de los niños y de las mujeres, habla ahora, pendejo. Pen-
dejo, habla ahora del diablo, habla ahora de los tiempos mejores… El diablo
te va a poner a pedir limosna y el diablo te va a dejar morir de hambre igua-
lito que aquí. ¿Dónde están los que te iban a salvar los huesos?… No dejaste
ni mujeres ni hijos ni nada que se parezca a la vida! Pichirre, eso fuiste…,
y eso es lo que querías, morirte para encontrarte con el profeta… Ahora le
dices al profeta que vino muy tarde, que corrió muy tarde, y le dices al pro-
feta que cuando venga otra vez que traiga bastante gente para que no nos
echen más vaina… Lo único que tengo contra ti, es que fuiste mal amigo y
mal hablado (Se retira y se queda junto a su carretilla).

Hombre Tres (Ha llegado cerca del muerto): Le dices a la Magdalena que
la estoy esperando… Acuérdate, cabrón de mierda, que siempre te decía que
nosotros no nacimos pobres. Esa vaina la inventaste tú y los que gobiernan
para tenernos pisados… Eso mismo se lo dices al diablo, que seguro que es
allá adonde vas… Y acuérdate de que cuando nosotros lleguemos allá no
nos estés esperando en ninguna parte para levantarnos en la madrugada,
porque te vamos a joder, y le dices al profeta que no se preocupe, que las
ratas las vamos a quemar y que van a nacer flores, y que le vamos a dar a
todas las putas y tú no vas a estar por aquí (Se ríe). Fuiste malagradecido con
tus amigos (Se queda sentado junto al muerto).
117

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Mujer: No tuvo ni mujeres ni hijos ni ganas de vivir… Es mejor que te


murieras, ojalá que te metas a beato, poco te falta, o que te metas a puto,
poco te falta, o métete a ladrón de pecados, o dile a los profetas que hablen
con los limosneros del cielo para ver si te echan una ayudadita… Te moriste
por miedoso, para no meterle el pecho al asunto que dejó pendiente el pro-
feta, o a lo mejor no estás muerto y te haces el dormido… Eras egoísta, por
eso te moriste, para no enseñarnos a leer.

(Hombre Cuatro va a sentarse en la parte central de la puerta).

Hombre Uno (Deja de tocar la armónica desde su sitio): No dejó nada


que se pareciera a la alegría… Siempre dijo que los pobres no deberían
podrirse para que tuvieran santos pobres y no fueran igual a los santos
ricos, que los pobres les piden y no les paran bolas… Siempre es la misma
necesidad, como si los ricos y los santos se pusieran de acuerdo… Él se dio
cuenta de que la cosa no podía ser así, y eso se lo van a cobrar los muertos
pobres que están allá arriba: le van a entrar a carajazo limpio, por no haber
hecho nada… Lo único que hacía era enseñarnos a leer en los periódicos,
para que durmiéramos con pesadillas… Ojalá que te maten a coñazos
allá en el cielo o en el infierno… ¡Vamos a ver si encontramos un profeta
arrecho!… ¡Tiene que haber alguno!

(Los demás bajan y toman sus carretillas y se van yendo lentamente


mientras cae el telón).

FIN DE DESDE QUE DIOS AMANECE


DIÁLOGO DE UN RESUCITADO
CON DIOS, EL DIABLO
Y EL GOBIERNO
121

DRAMATIS PERSONAE:

Dios
La Sayona
Poder Militar
Poder Democrático
Ángel de la Guarda
Coro
Rafael Machado
Doble de Rafael Machado

Gente del velorio:


Sutano
Otro Sutano
Fulano
Metío
Curiosa

Otros:

Hombre Uno
Hombre Dos
Mala Suerte
Otro Metío
123

Dios: Figura estrambótica de vejete distraído, glotón y sibarita.

La Sayona: Figura retorcida y lujuriosa, más puta que una gallina.

Poder Militar: Atildado militar, sibilino y sarcástico.

Poder Democrático: Figurín sumamente fino, muy bebedor.

Ángel de la Guarda: Especie de sicario y office-boy, peligrosamente gafo


y pajizo.

Coro: Unas veces figuras alegóricas del más allá de acá, y otras repre-
sentando un doble de Rafael Machado.

Rafael Machado: Hombre común que se muere sin saber que la poesía
popular no le interesa a nadie.

Doble de Rafael Machado: Figura sin personalidad, víctima del abuso


sexual de la Sayona.

Gente del Velorio: Gente común, tal vez demasiado común.

(Obra en dos actos)


125

PRIMER ACTO

Sayona: ¡Ay, ay, Rafael, la pena se te envainó!

Coro: ¡Ay, ay, Rafael, la pena se te envainó!

La Sayona: ¡Ay, Machado, ahora te viene lo sabroso!

Coro: ¡Ay, Machado, ahora te viene lo sabroso!

Sayona: Rafaelito, ¿qué te pasó en el corazón?

Parte del coro: ¿…Y en los ojos, que se te cuajaron y tienen un


hormiguero?

La Sayona: ¡Yo te puyé el hueco de la vida y no pegaste ni un chillido!

Otra parte del coro: ¡Te puyaron el hueco de la vida!

Parte del coro: ¡Y no pegaste ni un chillido!

La Sayona: ¿Te acuerdas de lo que te dije, Machado?

Otra parte del coro: ¿Te acuerdas de lo que te dijeron, Machado?

La Sayona: Que yo era calientica…

Parte del coro: ¡Que era calientica!

La Sayona: ¡Melosa y con sabrosura adentro!

Otra parte del coro: …Melosa y con sabrosura adentro.

La Sayona: ¿Quién te mandó de pajúo a no buscarme la vuelta?


126

PRIMER ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Coro: Y cuando le fueras encontrando la vuelta…

Parte del coro: ¿Te ibas a chirrear todito, Machado…?

La Sayona: ¡No te chorrees, Machado, que todavía no me he montado!

Otra parte del coro: Y cuando se monte te va a entrar comején en los


huesos, Rafaelito.

La Sayona: ¡Vas a pagar por justo, por pecador y por pendejo!

Coro: ¡Vas a pagar por justo, por pecador y por pendejo!

La Sayona: ¡Cómo se pagan las penas!

Parte del coro: ¡…Que te pusieron ciego, sordo y mudo!

La Sayona (Enérgica): ¿Para qué te sirvió la boca?

Otra parte del coro: ¡Para lamentos!

La Sayona: ¿Qué hiciste con los oídos?

Parte del coro: ¡Escuchar los lamentos!

La Sayona: ¿Dónde pusiste la nariz?

Otra parte del coro: ¡A oler lamentos!

La Sayona: ¿Qué hiciste con el gusto?

Parte del coro: ¡Probar lamentos!

La Sayona: ¿Dónde pusiste el cuerpo?


127

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Coro (Pausado): ¡Hizo un solo lamento sobre la tierra!

La Sayona: Por todo eso, Rafaelito, después del juicio, te voy a acom-
pañar cuando te acuestes y te levantes, por los siglos de los siglos de la eter-
nidad. ¡Y lo tuyo será un día largo de lamentos!

Coro: ¡Por siempre lamentos, siempre lamentos!

La Sayona: Hemos llegado, Rafaelito.

Coro: Llegamos, Machado.

(Sale el Coro, quedan la Sayona y Rafael Machado. Semipenumbra,


lamentos. Entran los poderes y el Ángel de la Guarda)

Rafael Machado: Oye…, ¿esto es el cielo?

(El Ángel de la Guarda afirma con la cabeza).

Rafael Machado: Pero esto es bien serio aquí.

Poder Militar: ¡Ángel de la guarda, haga el favor de traer al finado hasta


aquí…! ¿Su nombre?

Rafael Machado: Rafael Machado, señor.

Poder Militar: ¿Por qué se murió?

Rafael Machado (Se rasca la cabeza, dubitativo): Eso es lo mismo que si me


preguntaran que para qué nací… No sé…, no sé… Lo primero fue así como el
día de hoy. Yo estaba a la orilla de mis hijos. Les contaba de cuando las cosas eran
tiernas, así como ojos de niños, y poquito a poco las cosas se van endureciendo en
la vista y en el corazón, o se le hacen duras a uno…, y contándoles que el pellejo
de los pobres no es igual a otros pellejos; porque nos van cayendo costras del cielo
y de la tierra. Esto… (Se hala la piel) es duro para lo amargo y aguantador para
128

PRIMER ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

lo tierno. Hay pendejeras que las enterramos desde chiquito, porque no nos va a
hacer falta… Así fue como a la orilla de mis hijos, en un día como hoy, me empe-
zaron a hormiguear los ojos y yo me rascaba sabroso, y una señora con un tela-
rañero me lo fue cosiendo hasta que me quedé quietico y muerto… ¿Por qué me
morí? Eso sí es la verdad que ni por aquí me asoma (Se señala la cabeza).

Poder Militar: ¿Ha estado en el servicio militar?

Rafael Machado: ¡Sí, señor! (Se para firme).

Poder Militar: ¿Cuántos años?

Rafael Machado: Uno y medio.

La Sayona: Machado, no te acuerdas de que me pasé años y años puyán-


dote la sinvergüencería; pero lo que no sabes es que estos tres te han estado
cortando la tripita de la intención… ¡Ay, Machado…!

Coro: ¡Pobrecito, Rafael!

Poder Militar: ¿Acaso desertó?

Rafael Machado: ¿Desertar? No, señor… Lo que pasa es que yo era el


que le lavaba el perro al comandante… ¡Uy, un día, se fue tras una perra
mala y nos perdimos, y yo le cogí gusto al monte!… A los días escuché unos
hombres que venían hablando: “… Que si lo encontramos, pobrecito…”.
Bueno, yo me escondí tras un pajonal seco, pero lo que son las vainas, ahí
mismo estaba echada una gallina con pollitos; se alborotó la muy sinver-
güenza y a mí me echaron el palo pendejo.

Poder Militar: ¿Y el perro del comandante?

Rafael Machado: Lo seguí lavando hasta que un día lo envenené, para


desquitarme un poquitico… ¿A usted nunca lo han majado a palos? Hay
que ser hombre para aguantar desde muchacho ese trajín.
129

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Poder Militar: Señor difunto Rafael Machado, usted no está aquí para
detallarnos esas cosas sin importancia que le hayan sucedido. El hombre
está en la tierra para cumplir nuestra potestad, y sí así lo ha hecho, será bien-
venido a las mansiones celestiales… Haga el favor de ceñir sus respuestas a
las preguntas que se hagan…

Rafael Machado: Sí, señor, me ciño.

Poder Militar: ¡Cállese!… (Busca en los libros) En mis libros aparece…,


pero tiene que morirse dentro de quince años y la muerte tiene que ser cris-
tianamente trágica: una simple pelea.

Rafael Machado: Dígame, ¿y yo voy a matar al otro?

Poder Militar: No.

Machado: No le veo la gracia…

Poder Militar: De todas maneras, usted no tiene por qué estar muerto…,
señor… Usted está vivo. Pase al otro poder por ahí…

(El Ángel de la Guarda lo conduce).

La Sayona: Sí, estás vivo, Rafael.

Coro: Estás muerto, Machado.

La Sayona: Muerto y vivo, y te faltaron cojones para quitarte la veladura


que te pusieron estos carajos.

Poder Democrático: ¿De qué se murió?

Rafael Machado: Yo que voy a saber… Uno tiene ganas de morirse en


lo que empieza a gatear…, las ganas de morirse son así como las ganas de
agacharse en cualquier parte… La cosa empezó cuando yo estaba viendo
130

PRIMER ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

la mitad del cielo, y me quedé viendo cómo se iba metiendo para este lado;
entonces venía la otra parte que se esconde no sé adónde… y me dije: “la
cosa es simple: uno ve la mitad de las cosas pero no ve la otra parte…, así
como el cielo debe ser la tierra y la vida de uno: mitad para no ver…”. Eso fue
esta mañana mirando la amanecida que yo le contaba a los muchachos, allá
en el pedacito que tenemos, las cosas que venía pensando… De repente se
me vino un cigarrón negro y peludo, y más atrás las matas con raíces y todo,
y la poca agua que tenemos y todos los animales conocidos y por conocer, y
hasta los muchachos los vi ahogándome, aquí en el pescuezo, y más atrás los
cerros se me encimaron… No me quedó más remedio que quedarme tran-
quilo, hasta que a la última respiración le dio la gana de salir. Pero el asunto
no fue tan feo como lo cuento porque por dentro me fue cayendo una llo-
vizna, así como de mayo, y me sentí fresquecito, tieso y muerto.

Poder Democrático: ¿Usted votó?

Rafael Machado: Una sola vez…

Poder Democrático: ¿Por qué votó una sola vez?

Rafael Machado: ¿Por qué va a ser? Porque no me quedaron más ganas…

Poder Democrático: ¿Usted acata las leyes constitucionales?

Rafael Machado: ¡Aquí y en todas partes! ¡Las leyes son las que no me acatan
a mí!

Poder Democrático: ¿Cree usted que debería haberse muerto?

Rafael Machado (Corrigiendo): … La mujer…, la mujer parió un


puñado y se fueron muriendo graniaítos, hasta que nos quedaron cinco:
tres machos y dos hembras… (Tristón), pero si usted los viera, no parecen
hijos de hembra y macho; sino surco seco y semilla mala… ¿Qué le vamos a
hacer? ¡Hay que aguantar!
131

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

La Sayona: No tuviste más hijos porque no te dio la gana… Porque yo me


fui abriendo desde que naciste y no te quisiste encaramar, y play… ¡Te jodiste!

Poder Democrático: Protesto con todos los perdones, pero este señor está
en mis libros para morirse dentro de veinte años y tiene que ser de inanición.

Rafael Machado: ¿De qué vaina dijo?

Poder Democrático: De inanición…, de hambre.

Rafael Machado: Eso quiere decir que no aguantaré hambre si estoy


muerto.

Poder Democrático: Usted está muerto y muerto se queda, haga el favor


de pasar allá con esto… (Señala a Dios y le entrega una tarjeta. El Ángel lo
conduce).

La Sayona: Muerto de hambre y muerto de hambre.

Coro: Vivo y con hambre…

La Sayona: ¿Tenías hambre de cielo?

Coro: Come cielo…, que de la tierra ya te llenaste.

Dios: No es posible… (Examina de arriba abajo a Rafael Machado)


¿Recibió el bautizo?

Rafael Machado: Sí…

Dios: ¿Confirmación?

Rafael Machado: Sí…

Dios: ¿Comunión?
132

PRIMER ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Rafael Machado: Sí…

Dios: ¿Fue a misa todos los domingos?

Rafael Machado: Algunas veces…

Dios: ¿No levantó falsos testimonios?

Rafael Machado: ¿No levanté qué?

Dios: Que si no habló mal de la gente.

Rafael Machado: Ah…, no, no…

Dios: ¿No mintió?

Rafael Machado: No…

Dios: ¿No hurtó?

Rafael Machado: No…

Dios: ¿No mató?

Rafael Machado: No…

Dios: ¿Se casó?

Rafael Machado: No, vivía encuerado con…

Dios (Interrumpiendo): No importa, no importa… ¿Cumplió con el


servicio militar?

Rafael Machado: Sí.


133

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Dios: ¿Cumplió con el deber ciudadano de votar?

Rafael Machado: Sí.

Dios: Entonces usted está vivo…

Rafael Machado: ¡Verga!…. Aquellos dos dicen que estoy muerto y


usted que estoy vivo… ¿Cómo es el asunto entonces?

La Sayona: Date golpes en el pecho, párate firme y te vas a votar, que yo


te espero aguaíta y te quito esa pensadera.

Dios: ¿Su nombre?

Rafael Machado: Rafael Machado…

Dios: ¿De qué se murió?

Machado: Creo que me cansé de ver la tierra larga y tiesa todo el tiempo.
Se me perdían los ojos en esos peladeros. La tierra es dura de adentro para
afuera, y a mí me tocó verla empollarse y crecer de rabia, y ahí fue que
me entró un friito por los pies y se me fue subiendo sabroso hasta aquí…
(Señala el corazón), y me quedé tranquilo a ver qué pasaba; cuando me
di cuenta estaba en la puerta con este… (Señala al Ángel) Creo que tam-
bién me cansé de ver a mis muchachos, que la tierra se los iba chupando,
les fueron naciendo raicitas en los pies y se fueron sembrando en esa tierra
puta y malagradecida, desde chiquitos, así me los comió. Solo sabían res-
pirar cuando estaban agachados haciendo surcos y alegres cada uno con su
sol en la espalda… (Enseña la espalda) ¿Sabe cuántos soles se empegostaron
aquí atrás? ¿Y para qué? ¿Para qué me van a preguntar vainas que yo no sé?
¡Y bonita vaina!… ¡Búsqueme en su libro; ahí donde diga Rafael Machado,
hijo de hombre y mujer…, que se murió quién sabe de qué!… ¡Búsqueme
ahí, no le de miedo…!

Dios: Siéntese…
134

PRIMER ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

(Desplazamientos y gritos con el Coro).

Poder Militar: ¡Si ese hombre está aquí, es que ha muerto! De eso no
cabe la menor duda. (Al Poder Democrático) ¿No cree usted, colega, que
nuestra decisión se ajusta en toda su esencia a los requerimientos que el caso
amerita?

Rafael Machado (Al Poder Militar): ¡Pero usted me dijo que tenía que
morirme dentro de quince años!

La Sayona: ¿Quién sabe?

Poder Militar: Eso no viene al caso. Nuestra razón es lo que importa,


además creo que Dios está burlando nuestras propias leyes. (Al Poder
Democrático) ¿No cree usted, colega?

Poder Democrático: Viendo bien el caso, me parece que nuestra razón


es lo primordial. Y, recontando, creo que no es la primera vez que trata de
imponernos una cláusula que no existe, como en el caso presente.

Rafael Machado: Bueno…, ¿qué hago yo aquí…? ¿Me muero o no me


muero?

Poder Militar y Poder Democrático: Usted está muerto…

Coro: ¿Quién sabe?

Dios (Al Poder Democrático): Si usted no me recuerda bien, le refres-


caré un poco la memoria: usted ha cometido gravísimos errores con la gente
de allá abajo, incitándolas a ciertas corrupcioncillas ante las cuales yo me
he hecho el ciego y el mudo; y, por su propia conveniencia, usted ha llamado
hasta aquí a gente que no tenía que estar muerta. Todo esto apoyado por el
otro colega.
135

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Poder Militar (Al Poder Democrático): Insisto en que el hombre quede


como muerto… Desertó en la tierra y ahora va a desertar en el cielo.

Rafael Machado: Depende.

Poder Militar: ¿Depende de qué?

Rafael Machado: De que no tenga que bañar al perro del comandante.

Poder Militar: Me parece improcedente la posición del colega (Se refiere


a Dios), y con todos los atributos que me confiere la ley que represento, me
veré precisado a protestar en la forma más enérgica en la más alta corte
celestial…

Rafael Machado: ¿Y hay otra más arriba…? Ay…, esto da flojera…

Poder Militar (Al Poder Democrático): …Asimismo espero la firma del


colega, para proceder inmediatamente.

Dios (Al Poder Militar): ¿Está usted conspirando contra mí?

Poder Militar: No, señor, de ninguna manera… Solo voy a remitir mi


protesta por su actuación.

Dios: Ese es el principio de toda conspiración… Es más, usted y yo lo


sabemos muy bien.

Rafael Machado (A Dios): Yo creo que usted tiene razón.

Dios (Al Poder Democrático): ¿Qué dice de todo esto el colega?

Poder Democrático: Le doy mi apoyo a usted, colega.

Poder Militar (Airado): ¡Hasta en el cielo hay traidores…!


136

PRIMER ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Poder Democrático: ¡Traidores no! Mejor, asuntos de conveniencias.


Este hombre debe estar vivo para bien de las instituciones democráticas;
porque si no, ¿a quién vamos a dirigir nuestras palabras orientadoras? Pero
a usted, colega, no le interesa vivo, porque no es soldado.

Poder Militar (A Dios): Si el colega de la justicia divina no lo recuerda, le


aclararé lo siguiente: allá abajo, usted y yo nos hemos dado la mano siempre
y en todo tiempo, y lo hemos hecho en nombre del cielo y de la patria… Me
extraña profundamente su posición actual.

Rafael Machado (Levantándose): ¿Qué pasa con la moridera mía?

Poder Militar: Usted no cuenta, ni ha contado nunca para nuestros


propósitos.

Dios: Tomando en consideración el giro que ha tomado el caso que nos


ocupa, y haciendo caso omiso de ese hombre… (Señala a Rafael Machado),
mi posición siempre ha sido neutral en todos los casos.

Rafael Machado: Tanto preguntar, tanta mariquería…, jala para allá,


jala para acá, y en último caso yo no tengo nadita aquí. (Agarra al Ángel)
¡Vamos pal carajo…!

Dios: ¡Un momento!… ¡Siéntese, señor…! ¿Cómo me dijo que se llamaba?

Rafael Machado (Sentado): RA-FA-EL MA-CHA-DO.

Dios: Señor Rafael Machado, le agradecemos que se comporte como


todos los difuntos, y sepa que de aquí no puede salir hasta que dictemos el
veredicto respecto a su presencia en el cielo.

La Sayona: Te van a condenar por mal parido…

Coro: … Y mal difunto.


137

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Poder Democrático (Busca en los libros): Nuestra administración


democrática no admite difuntos que no hayan cumplido con el sagrado
deber de votar; es decir que dudamos de su integridad patriótica y no puede
ser incluido en la nómina de ingreso a nuestra organización; para bien de
las instituciones que sostenemos con nuestros propios principios…, por lo
tanto quedamos excluidos de cualquier responsabilidad referida al traslado
de este finado en este sentido. (Llama al Ángel, le da una tarjeta, señala a
Dios) Haga el favor de pasar por allá.

Dios: Difunto… ¿Cómo fue que me dijo que se llamaba?

Rafael Machado: ¡Rafael Machado….!

Dios: Difunto Rafael Machado, su presencia aquí no es confirmada por


nuestra rigurosa contabilidad. Eso indica sencillamente que hay un error
con su muerte; y en nombre del poder que represento, le manifiesto que el
culpable será reprendido y juzgado duramente. ¡Siéntese!

Rafael Machado: ¿Quiere decir que después de tanta vaina no debería


estar muerto? Ahora, ¿a quién le voy a cobrar los días de vida que me qui-
taron? Yo no quiero regresar vivo, mejor me quedo muerto y no paso más
hambre ni trabajo.

Dios: ¡Un momento, buen hombre!… Señores de la justicia divina, de


acuerdo al expediente que le he levantado al finado…, este… ¿Cómo me
dijo que se llamaba?

Rafael Machado: ¡Rafael Machado!

Dios: Al finado Rafael Machado… No hay motivos lo suficientemente


graves para que se encuentre en nuestra divina jurisdicción; por lo tanto,
solo me queda acusarlo de haber cometido el triste error de desencarnar un
inocente.
138

PRIMER ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Rafael Machado (Va al proscenio, llama al Ángel): Oye, ¿me puedo tirar
un peo?

(Recibe como respuesta un “no” con la cabeza. Regresan).

Poder Militar: ¡Un momento…! Este elemento no se encuentra en mis


libros. Entonces es imposible que haya sido llamado a desencarnar por
parte de la justicia divina que dignamente represento y dirijo. ¡Además este
hombre no es soldado…!

Rafael Machado (A Dios): ¡Pero Dios, si yo cumplí el servicio militar,


hasta que me cansé de bañar al perro del comandante!

Poder Militar: ¡No es suficiente! La justicia divina sabe que cualquier


desencarnado tiene que pasar por la justa medida acordada…, mejor dicho:
morirse no es una cosa así como así.

Dios: ¡Sí, es verdad! En mis libros no aparece este hombre.

Poder Democrático: En mis libros tampoco… ¡No tiene conciencia


civilista y su insuficiencia patriótica no se ajusta a los requisitos mínimos de
nuestra reglamentación interna!

Rafael Machado: ¡Pero si yo voté!

Poder Democrático: No es suficiente… ¡No está en mis libros!

Dios: Solo me queda chequear algo… (Llama al Ángel) ¿Dónde está la


boleta de desencarnación de este hombre?

Rafael Machado (A Dios): ¿Me puede decir quiénes son estos?

Dios: Son los del purgatorio. Los que protestan… Como no quieren
estar ni en el cielo ni en el infierno, ahí se quedarán. No les haga caso. Son
unos pobrecitos.
139

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Ángel (Busca en el maletín): ¡Aquí está!

Dios: Está correcta, con las tres firmas y los tres sellos.

Ángel: Sí, señor, y tiene la fecha de ayer.

Poder Militar: Eso quiere decir que es correcta la muerte de este hombre.

Poder Democrático: ¡Justa y correcta!

Dios: Pero no está en mis libros… No está juzgado por la justicia divina.
No debería estar muerto. (Al Ángel) ¿Cómo recibió usted el mensaje?

Ángel: Por los medios de información correspondientes.

Poder Militar: ¿Recibió el santo y seña?

Ángel: ¡Sí, señor…!

Poder Democrático: ¿Se cumplió con el papeleo oficial?

Ángel: ¡Sí, señor, todo el papeleo…!

Dios: ¡Yo no envié ninguna información!

Poder Militar: ¡Yo no envié ninguna contraseña!

Poder Democrático: ¡Y yo no di ninguna orden para el papeleo oficial!

Ángel (Compungido): ¡Eso quiere decir que yo soy el culpable!

Dios: ¡Sí…, tú eres el culpable de la injusticia cometida contra este


pobre hombre, y por lo tanto, no nos queda más remedio que condenarte
por haber usurpado nuestros derechos! Y la condena es que sigas cuidando
al señor… ¿Cómo me dijo que se llamaba?
140

SEGUNDO ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Rafael Machado (Pacientemente): Rafael Machado…

Dios: Al señor Rafael Machado hasta un nuevo aviso…, y eso sí, mucho
cuidado.

Ángel: Sí, señor, no se preocupe…

Rafael Machado: ¡No, si el que se va a preocupar ahora soy yo!… ¡Bonita


vaina que me han echado! ¿Y qué le digo ahora a la gente de allá abajo?, ¿que
a mí no me ha pasado nada? (Se levanta) Además, cada uno de ustedes tiene
su manada allá, y nosotros, hierro de los tres. ¡Cómo son las cosas!… Ahora
es que lo vengo a saber… Pero no se preocupen, que la tierra es buena y nos
cría mujeres para que les pongamos hijos y entonces les metemos en la cabeza
la misma ley que nos metieron…, aunque quién sabe si algún día uno naricea
y hacemos un candelero y vienen los chillidos y las retorcedoras… ¿Quién
sabe?… Pero sepan una cosa: nosotros cumplimos con las leyes que nos
caigan; así que no reparamos en para qué sirven, pero las cumplimos. Uno
quisiera nacer sabido y defenderse; pero qué va… Ustedes son los que están
aquí arriba y no nos dan para defendernos, por algo será… (A Dios) ¿Nunca
has aguantado hambre? Al principio la cosa pega duro en la barriga. Al tiempo
se va vidriando el cuerpo y la hambrazón se riega por todas partes, y uno se
acostumbra, día y noche. Después el asunto se hace fácil cuando le empiezan
a decir a uno que esa es la voluntad divina, y que al llegar al cielo, nos vamos
a poner gordotes por los siglos de los siglos… Por eso uno aguanta la vaina,
creyendo que aquí arriba se le va a quitar el pellejo pegado a las costillas… Por
eso es que uno aguanta. (Al Poder Democrático) Y usted, ¿nunca ha sentido
miedo? Aunque hay miedos de todas clases; pero el miedo que yo le pregunto
es ese: que mañana va a ser lo mismo…, miedo de tanto pedir. Gritar cosas que
uno no sabe de dónde le salen… Miedo a que el miedo no se nos vaya a quedar
en la puerta de la casa; y entonces no podamos movernos; ahí sí es verdad
que nos envainamos, si a ese animal se le ocurre empegostarse en el pecho de
uno… Pero lo sacamos con la misma voluntad que tenemos para acostum-
brarnos y levantarnos con la barriga pegada al espinazo. (Al Poder Militar)
¿Usted, nunca ha sentido sed? Sed en la lengua, hasta que se le ponen los ojos a
uno como si tuviera una humera adelante; entonces empieza una retorcedera
141

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

adentro, y la sed lo hace temblar a uno… Esa cosa es grande. Sentir que uno se
encapulla y se enrochela, hasta que se le va criando el vicio de aguantar toda
la sed que pueda venir. Aunque no creo que haya cosa más fea que saber que
uno y los que son iguales a uno y los hijos de todos van a sentir esa hambre, ese
miedo y esa sed y a lo mejor ni se darán cuenta.

Dios: No importa lo que usted diga, para bien o para mal, usted va a
resucitar.

La Sayona: Contésteme a mí ahora… ¿Yo te represento a ti, tú los


representas a ellos? Ellos te representan a ti… En nada nos parecemos;
pero somos todos uno solito… ¿Cuál de nuestros derechos defendiste o
conquistaste?

Rafael Machado: ¿Cuál derecho?… Si allá abajo no hay derecho sino


deberes…, y si es por conquistar, nada conquisté. Todo se me fue en este
haber… (Señala su estómago) En verdad no traje ningún derecho para acá,
todos los dejé sin cumplir.

Coro: ¿Para qué te sirve?

Rafael Machado: A lo mejor no sirve de nada, y esta arrechera se vuelve


una soledad; pero eso es lo que uno siente y no se lo explica… Y yo que me
creía un hombre completo…, y lo que vengo a entender es que hasta que uno
no revienta de rabia sin explicación, uno no es un hombre completo.

La Sayona: ¿Qué vas a hacer, Rafaelito?

Rafael Machado: Bueno…, agacharé el lomo pero les diré a los otros que es
mejor que recojan sus derechos allá abajo, que aquí arriba también hacen falta.

Coro: ¿Qué hiciste, Machado?

Rafael Machado: ¿Que qué hice? Llevar verga, eso fue lo que hice.
Aunque viéndolo bien, eso no es suficiente.
142

SEGUNDO ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

La Sayona: ¿Qué hiciste, Machado?

Rafael Machado: ¿Para qué?… (Calmado) ¿Para qué? (Más calmado)


¿Para qué? Mire, esa pregunta es bonita, ¿sabe?… Nadita hice de verdad…,
pura lamentadera en la tierra, puro lamento. Porque si yo agarro los
lamentos míos, los lamentos de otro, y otro, y pongo la lloradera de sus
hijos, y otros más, las injusticias de nacimientos que tienen encima; ya se
puede decir que le podemos embasurar los ojos a cualquiera, y la tierra des-
cansaría y no oyera tanto lloro.

La Sayona: ¿Por qué no lo hiciste antes?

Rafael Machado: Figúrese que uno es una semilla; la semilla revienta,


crece y se desparrama como una mata grandota. La mata echa semillas y
salen unas matas y se forma una cosa hermosa y fuerte… Pero, qué va…
Apenas uno revienta, le quitan la tierra y la comida de las semillas y uno
crece enclenque y asimismo las matas que nacen de uno. La verdad es
que uno no hace nada, sino esperar que la vida lo vaya aporreando… La
vida, digo yo aquí, aunque pueden ser otras cosas… Y viendo también el
asunto…, ¿y tú qué has hecho? Nada más que grito y putería, y estos, miii…
(Hace un gesto con los dedos) que me van a seguir preguntando mariqueras.

Coro: ¿Quién sabe?

La Sayona: ¿Quién sabe?

Dios: Antes de que usted reencarne, va a ver algunos de los tormentos


del infierno para que le diga a los vivientes lo que les espera si no acatan las
divinas leyes. ¡Ángel de la Guarda, por favor!

Ángel (Lo empuja): ¡Vamos, a resucitar!


143

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

SEGUNDO ACTO

Aparece Rafael Machado muerto en una calle del pueblo, a su lado,


observando, el Hombre Dos y el Hombre Uno. Luego aparece Otro metío.

Curiosa (Entrando y detallando al muerto): Pero…, ¿ese no es Machado?

Hombre Dos: Lo encontramos esta mañana.

Curiosa: ¡Parece que lo mordió una culebra!

Mala Suerte (Apareciendo, observa al muerto y se va a sentar cerca de


proscenio): ¡Otro que peló bola!

Curiosa: ¡Parece que se envenenó!

Hombre Dos: No creo, Machado no era hombre de esa vaina… ¡Tiene la


boca entierrada!

Hombre Uno: ¡Era un ángel, el pobre!

Otro metío: ¿Quién lo iba a creer, Machado muerto?… Pero si esta


mañana tenía los ojos bien pelados… Puro embuste era lo que tenía en la cara
y no parecía que disimulara tan bien…. Vamos a ponerle unas alas para que
Dios sepa cómo lo quería su compadre y no lo vaya a pasar por el purgatorio…
(Al Hombre Uno) Para hacer las cosas bien hechas, vas y le dices al cura que al
difunto le vamos a poner alas y lo vamos a meter en una urna blanca…

(Los demás asienten).

Curiosa: ¡Casi se rio, el pobre!

Hombre Uno: Yo creo que esa vaina no la va a aceptar el cura: alas y


urna blanca.
144

SEGUNDO ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Hombre Dos: Hay que ponerle alas y urna blanca, sí, señor, vaya y le dice
eso al cura.

Hombre Uno (Sale dudando): ¡Además, la urna es puro disimulo!

Mala Suerte (Ha estado hablando cosas para sí. Los demás comentan
en voz baja mientras se oye la voz): Eso es lo que a mí me arrecha: ya van
a empezar a inventar vainas, metiendo al cura en esas cosas… Ahora y
que le van a poner alas y urna blanca; todavía lo de la urna se puede pasar,
pero las alas, eso sí lo quiero ver… Si ese era un carajo que yo le conocí más
cuentos… que mejor callo, porque de los muertos no se puede hablar… (Se
queda hablando en voz baja).

Curiosa: A lo mejor le dan una tierrita allá en el cielo, tierra buena como
quería…

Mala Suerte: ¡Quién sabe!

Hombre Dos: No creo, no creo… Batalló mucho en la vida entre la pri-


mera sembrada que hizo en la vida y la última que se echó esta mañana
para que Dios no lo tome en consideración. ¡Con lo porfiado que era con las
revolcadas que se llevó aquí!

Otro metío: ¡Puede ser, puede ser…, aunque uno es de barro y Dios es el
que amasa!

Hombre Dos: ¡Bueno, vamos a echarle una ayudita a mi compadre con


una rezaíta!

(Se arrodillan y se persignan).

Hombre Dos: ¡Ave María purísima!

Todos: ¡¡Ave María purísima!!


145

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Hombre Dos: ¡Sin pecado concebida!

Todos: ¡Sin pecado concebida!

Hombre Dos: ¿Cómo nos rajó la vida?

Todos: ¡Con los ojos cerrados!

Hombre Dos: ¿Cómo nos lleva la muerte?

Todos: ¡Con los ojos cerrados!

Hombre Dos: ¿Cómo nos arrastra la vida?

Todos: ¡Con los ojos cerrados!

Hombre Dos: ¿Cómo nos deja el cuerpo?

Todos: ¡Con los ojos cerrados!

Hombre Dos: ¡Amén!

Mala Suerte (Se ha quedado en su sitio y no ha participado en el rezo):


¡Con ese rezaíto no lo van a llevar a ninguna parte!

Curiosa: ¡A lo mejor ni por el purgatorio lo pasan!

Mala Suerte: ¡Quién sabe!

Hombre Uno (Entrando): ¡Mire, compadre, fui donde el cura y le dije lo


que usted me dijo, y al cura no le gustó el asunto y me mandó donde el jefe
civil, y el jefe civil me dijo que hasta el muerto va a ir preso si empiezan a
inventar mariqueras!

(Todos critican la actitud del cura y del jefe civil).


146

SEGUNDO ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Otro metío: ¡Ahora sí nos jodimos, no digo yo!… ¡Vamos a arreglar esta
vaina de una vez!… (Al Hombre Uno) Mira, vas donde el cura otra vez y le
dices que al muerto…

Hombre Uno: ¡No, la pinga!… ¡Que vaya otro! ¡A ver si me joden!

(Todos aprueban que vaya el Hombre Uno).

Otro metío: Entonces le dices al cura que a Machado le vamos a poner


alas, lo vamos a meter en urna blanca, que habrá velorio en la calle y que
el velorio será por tres o cuatro días, y que no le faltarán flores ni novena-
rios, ¡qué carajo! Así era mi compadre y si estuviera vivo no me iba a decir
que no… (Casi saliendo el Hombre Uno, lo detiene) Y le dice al cura que se
acuerde, que se acuerde de la vaina que le echó a la hermana del difunto.

(Casi saliendo al Hombre Uno lo detiene el Hombre Dos).

Hombre Dos: Y también le dices al jefe civil que se acuerde de que yo


tengo parte de lo que le tocó cuando a Domiciano le pasó lo que le pasó;
vaya y se lo dice así mismo…

(Sale Hombre Uno).

Hombre Dos: Inventar para beber aguardiente… Yo aseguro que si


fuera yo el muerto, desde cuándo me fueran comido los gusanos… Pero así
son las vainas de este mundo… Aunque ¿quién sabe?, ¿quién sabe?…

Metío (Entrando curioso): ¿Y quién es ese?

Hombre Dos: ¡Rafael Machado, un hombre completo!

Metío (Más curioso aún): ¿Completo? ¿Y por qué?

Otro metío: ¡Cumplió con todos sus deberes y a nadie ofendió!


147

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Metío: ¿Y con eso es suficiente?

Mala Suerte: ¡Quién sabe!

(Hombre Dos propone que vuelvan a rezar y hacer el mismo rezo anterior).

Hombre Uno (Entrando): ¡Oigan, oigan, escuchen bien lo que me dijo


el cura y el jefe civil! (Pausa. Los demás están atentos) ¡Fui donde el cura y le
dije lo que dijeron y me dijo que eso no era asunto de él, y que mejor hablara
con el jefe civil; fui donde el jefe civil y le dije lo de Domiciano y lo del cura
y me dijo que si el cura no se oponía que hicieran con el muerto lo que les
diera la gana, y que lo demás, lo que pongan los deudos!

Otro metío: Si esa vaina se sabía: el cura y el jefe civil son enemigos de
profesión pero amigos de conveniencias.

(Los demás celebran).

Hombre Uno: Y de paso, me traje unas velas para alumbrar al difunto y


el aguardiente para levantar el ánimo.

(Encienden las velas y beben).

Mala Suerte: ¿Y todo eso lo harán a un muerto?

Hombre Dos: Eso y más… ¡Un muerto es lo más sagrado que hay!

Metío: Es verdad, ¡que Dios lo tenga en su santa gloria!

Otro metío: Bueno, ahora hay que ponerlo con la cabeza hacia donde sale
el sol.

Curiosa: ¿Será verdad que allá en el cielo uno va a descansar?

Metío: ¡Eso es lo que dicen!


148

SEGUNDO ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Curiosa: Bueno, yo lo digo porque me pongo a pensar… ¿Cómo será


uno descansando debajo de una sombrita por los siglos de los siglos? ¡Eso da
que pensar!

Hombre Dos: ¡Ah, carajo! Se dejan de hablar mariqueras; porque


solo Dios sabe dónde nos va a poner a descansar… Figúrense que toditos
vayamos para donde dicen que está, allá no vamos a caber y vamos a tener
que llevarnos las matas en las urnas… ¡No me joda! (Le toca la cara a Rafael
Machado) ¡No se preocupe, compadre, que le vamos a rezar bastante, para
que no lo entretengan en el camino! (Comienza a palparlo más) ¡Carajo, mi
compadre como que está caliente!…

(Los demás lo tocan).

Hombre Dos: ¿Tendrá fiebre?

Otro metío: ¡Pero a los muertos no les da fiebre!

Metío: Dicen y que el difunto y que era bien peorro… ¿Cómo hará allá
en el cielo?

Curiosa: ¡Eso ni se piensa: los muertos no tiran peos!

Hombre Dos (Un poco asustado): ¡Esta cosa es rara, muy rara!… ¡Mi
compadre como que tiene el Diablo adentro! (Los demás tocan) Esta vaina
es un milagro… ¡Vamos a rezarle!

(Comienzan a rezar pero no terminan ya que Rafael Machado


empieza a moverse).

Curiosa: ¡Ave María purísima! (Y se retira asustada).

Hombre Dos: ¡Yo mejor me voy de aquí!

(Todos se marchan asustados, quedando Mala Suerte y Hombre Uno).


149

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Hombre Uno: ¡Quítate de ahí, Mala Suerte! ¿No ves que ese muerto se
está moviendo?

Mala Suerte: ¡La vaina como que es seria!… ¡Yo mejor me voy!… (Va a
esconderse).

(Rafael Machado se termina de mover y sentado ve las velas y el ambiente


un poco extrañado. Los demás están asombrados con curiosidad y miedo).

Rafael Machado: ¡Aquí como que había velorio!… Epa, gente ¿Dónde
están ustedes? ¡Vengan acá para que me expliquen qué es este velero y para
contarles la tronco de vaina que me echaron allá en el cielo!… ¡Vengan acá,
jefe civil…, señor cura!… ¡Venga acá, compadre, para contarle lo serio que
es el cielo, y sí es bien serio, porque allá uno no puede cantar ni silbar ni
bailar ni siquiera tirarse un peíto!… ¡Venga acá, Mala Suerte!

Mala Suerte: ¡La pinga, usted está muerto!

Rafael Machado: ¡Venga acá, compadre, para contarle un poco de cosas!

Hombre Dos: ¡No, compadre! ¡Usted es un difunto! ¿Es usted de verdad


verdad?

Rafael Machado: ¡Ven acá, Mala Suerte, y me tocas!

Mala Suerte: ¡La pinga, no será pa’ joderme!

Rafael Machado: ¡Compadre, tóqueme, tóqueme!…

Hombre Dos: ¡Yo voy a ir, pero me voy a llevar un carajo de estos por si
acaso!

(Se acercan el Hombre Dos y el Hombre Uno y con reserva empiezan


a tocar a Rafael Machado. Los demás observan).
150

SEGUNDO ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Hombre Dos: ¡Es verdad, es mi compadre! (Lo abraza) ¡Compadre,


compadrito!… ¡Esto es un milagro!… ¡Vengan acá, que es mi compadre!

(Los demás llegan con alegría y abrazan a Rafael Machado y brindan


y comienzan a hacerle preguntas sobre el cielo).

Rafael Machado: ¡Vamos a sentarnos aquí mismo para contarles!…


¡La vaina en el purgatorio es una bulla bien fea: La Sayona diciendo cosas y
arrastrando a uno por esos chiribitales que uno no sabe qué vaina es; no es
el purgatorio que a uno le dicen aquí!

Hombre Uno: ¿No le dio miedo, Rafael?

Rafael Machado: Con ese rezaíto con que lo llevaban a uno ya ni me


acuerdo.

Coro: ¡Y no vio a San Pedro!

Rafael Machado: ¡Qué va, no estaba por todo eso…, a lo mejor lo tenían
preso!

(Todos se ríen como celebrando un chiste).

Hombre Uno: ¿Y el cielo es bueno?

Rafael Machado: ¡Bueno de bueno, no es: es igualito que aquí!

Hombre Dos: ¿Cómo es esa vaina?

Rafael Machado: ¡Sí, compadre, es igualito que aquí! ¡Figúrese que Dios
tiene un negocio bien grande!

(Vuelven a reírse).

Hombre Dos (Rascándose la cabeza, dudoso): Yo creo que usted vino un


poco cansado. Tómese otro trago para que le pase un poco el susto…
151

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Curiosa: Sí, es bueno que descanse, ya que vino diciendo unas vainas…

(Los demás aprueban).

Rafael Machado (Al Hombre Uno): ¿Ayer no se murió don Luis?

Hombre uno: ¡Sí, ayer mismo!

Rafael Machado: Bien, para que lo sepan, ayer, allá en el cielo, me tenían
una preguntadera, llegó don Luis, se abrazó con los poderes y a mí me arrinco-
naron, igualito que aquí, ni le preguntaron casi nada, brindaron, gozaron y a mí
ni agua me dieron, y después de eso, ¡lo pasaron derechito al cielo!

Hombre Dos (Dudoso y explicativo): ¡Mire, compadre, don Luis era el


hombre más pichirre de todos estos lados, y nosotros ayer rezábamos para
que a usted ni lo tocaran, y le pedíamos a Dios que metiera a don Luis dere-
chito en la quinta paila, y Dios es justo y no puede echarnos esa vaina!

Metío: ¿Quién sabe?

Rafael Machado: Pues yo le digo que así fue. Don Luis ahorita está
gozando un bolón; y si le cuento cómo tratan a los pobres, no me lo van a creer.

Fulano: ¡Usted está cansado, Machado! ¿Por qué no va a descansar?

Rafael Machado: ¡Cansado no! ¡Arrecho es lo que estoy! ¡Allá arriba no


le hacen caso a uno ni aquí tampoco!

Sutano: Pero lo que usted dice no son las cosas que uno va a pasar en el cielo.

Rafael Machado: ¡No me diga a mí esa vaina…! ¿Acaso usted se ha


muerto?… ¡Tampoco hay que morirse para saber la verga que nos hacen llevar!

Otro Sutano: ¡Lo que sabemos es que usted resucitó y eso es un milagro!

Hombre Dos: Esto hay que participarlo al cura y al jefe civil.


152

SEGUNDO ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Rafael Machado (Desentendido): Allá arriban lo agarran a uno, pre-


guntar y a preguntar… ¡Dígame Dios, más olvidadizo! (Imitando): “¿Cómo
se llama usted?”. ¡O dígame el otro!: “¿Por qué votó una sola vez?”.

Hombre Dos: Compadre, yo creo que le hizo daño resucitar.

Metío: ¡Quién sabe!

Sutano (Sentencioso): ¡Como que es mejor que se vaya para su casa!

Hombre Dos (A los demás): ¡Pobrecito, mi compadre vino trastornado!

Rafael Machado: Créanme, lo que les digo es verdad, ¿o se van a hacer


los locos ante las vainas que estamos llevando?… ¡Allá arriba, la habladera
de paja es igualito que aquí!

Fulano: ¿Y por qué no te quedaste allá?

Rafael Machado: En la tierra no mandamos ni en el pellejo, ¿cómo


vamos a disponer de las cosas del cielo? ¡Además, allá se formó un peo y a
mí me mandaron para acá!

Otro sutano: ¡Viniste más chistoso, Machado!

Metío: ¡Quién sabe!

Rafael Machado: La muerte no es ningún chiste…, y yo sé dónde está la


falla… Dios es un sordo y los otros dos son los que hablan del partido y de la
patria…

Hombre Dos: Compadre, compadre, mire, en el cielo, quienes reciben a


uno son San Pedro, la Virgen María y Dios…

Rafael Machado: ¡Y otra vaina, a mí me tocó un ángel marico!


153

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

(Los demás se asombran).

Curiosa: ¿Cómo le vamos a creer tantas pendejadas que vino hablando?

Coro: ¡Lo que vino fue loco!

Hombre Dos: Esto ya se está poniendo muy serio… (Al Hombre Uno)
Vaya y le dice al cura que Machado resucitó y que dice que Dios es un sordo
y que en el cielo solo atienden bien a los ricos y que está diciendo que los
ángeles son unos maricos.

(Sale Hombre Uno).

Rafael Machado: ¡Pero compadre, yo no estoy loco!

Coro: ¡Esa loquera que trajo es un castigo!

Mala Suerte: ¡Quién sabe, quién sabe si ese hombre dice la verdad!

Curiosa: ¡Parece mentira que Rafael diga esas cosas!

Hombre Dos: ¡Mejor se hubiera quedado muerto, usted es mal agrade-


cido…, lo que hace es que uno peque, oyéndole esas vainas contra las tres
divinas personas!

Hombre Uno (Entrando): Le dije al cura, y el cura me dijo que hablara con el
jefe civil, y el jefe civil está de acuerdo en que Machado está loco y que estaba aten-
tando contra la moral y las buenas costumbres, y que, si usted está de acuerdo,
que lo pase por allá para encerrarlo, ¡ya que un loco no puede andar suelto!

Hombre Dos: Yo estoy de acuerdo.

(Los demás aprueban encerrar a Machado).

Rafael Machado: ¡Siempre están de acuerdo!


154

SEGUNDO ACTO
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO

Curiosa: ¡Vamos a encerrarlo y se acaba este jaleo!

Rafael Machado (al Hombre Dos): ¡Compadre, aquí va a pasar una


vaina, yo sé lo que digo!…

Hombre Dos: Mire, la única vaina que va a pasar aquí, es que lo vamos a
encerrar, loco ‘el carajo… ¡Vamos a encerrarlo!

(Se lo llevan para encerrarlo).

Rafael Machado (Desde la cárcel): Esto no lo aguantamos más y aquí va


a pasar una vaina, ¿oyó, compadre?

Hombre Dos: No se preocupe, ya pasó… Ahora, como no podemos


celebrar ni velorio ni resurrección, vamos a celebrar la entrada de un nuevo
loco en el mundo; y cuidado si a alguno de ustedes se le ocurre pensar lo que
piensa Machado, ¡porque va loco y preso!

Curiosa: ¿Y qué pasará con Machado?

Hombre Dos: Bueno, seguirá hablando y hablando; pero como estamos


de acuerdo, el cura, el jefe civil y yo, nadie le va a hacer caso… ¡De todas
maneras, si está loco o no, hay que pararle el trote!

Otro Metío: ¡Vamos a celebrar el día de los locos presos!

Hombre Dos: ¡Qué vaina los locos presos… Y ya saben que lo que dijo es
puro embuste!

Mala Suerte: ¡Quién sabe!

Rafael Machado: Acuérdese, compadre, que esta vaina me la van a


pagar, o se la cobran a mis hijos.
155

Claudio Castillo: TEATRO COMPLETO

Hombre Dos: Miren, para que vean que ese hombre lo que está es loco,
que se me quede este brazo tieso si no tenemos razón en lo que hicimos… (Se
queda con el brazo extendido) ¿Qué pasó en el brazo? ¡Ese es un calambre,
seguro que es un calambre!… Vamos donde Jesús María, para que me eche
una sobaíta… Pero sí es raro, porque a mí nunca me ha dado calambre…

(Se llevan al Hombre Dos y se queda el Hombre Uno).

Hombre Uno (Viendo a Mala Suerte): ¡Mala Suerte, vámonos!

Mala Suerte: Yo no me voy, yo lo que estoy es arrecho, ¿quién sabe si ese


hombre dice la verdad y nosotros no le paramos bola?…

Hombre Uno: ¡Olvídate de eso, vámonos!

Mala Suerte: ¿Cómo me voy a olvidar, si era un hombre del pueblo? ¿Y si


tiene razón?

Hombre Uno: ¡Vámonos para la casa, que allá tengo una botella y
seguimos hablando de Machado y el calambre del compadre!…

Mala Suerte: ¡Vámonos!… (Abrazándose y yéndose los dos) ¡Bueno…, como


los hombres de este pueblo estamos acostumbrados a pagar la arrechera con las
mujeres, vamos para su casa para pagar esta arrechera con la mujer suya!

Hombre Uno: ¡No me venga con esa vaina!

Mala Suerte: ¿Para que me invitó, pues?

CAE EL TELÓN
FIN DE DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO
ÍNDICE
TESTIMONIOS GRÁFICOS DE CLAUDIO CASTILLO 9
NOTA FILIAL SOBRE LA VIDA Y OBRA DE CLAUDIO CASTILLO 11
LA PETRICA 13
QUÉ FÁCIL ES CAZAR PÁJAROS EN LA NOCHE 53
DESDE QUE DIOS AMANECE 83
DIÁLOGO DE UN RESUCITADO CON DIOS, EL DIABLO Y EL GOBIERNO 119
( Edición digital
mayo de 2016
Caracas - Venezuela.

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