Tesis Teoría Mitológica Derecho
Tesis Teoría Mitológica Derecho
TESIS
PRESENTADO POR:
LIMA, PERÚ
2016
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2
3
4
DEDICATORIA
«Investigatores futurus
iusphilosophi et professio iuris
peritis, interest scire quomodo non
origo laudabilis professionis
oblitus»
5
AGRADECIMIENTOS
6
RESUMEN
La presente tesis tiene como finalidad demostrar que los orígenes del derecho se
remontan a los dioses. Esto significa que la actual ciencia jurídica nace (proviene)
de los antiguos mitos, motivo por el cual se recurrirá a demostrarlo mediante un
análisis histórico y filológico.
Con respecto al análisis histórico, se desarrollará el culto que rendían las antiguas
culturas a sus dioses. En algunos pueblos arcaicos, se tenía la creencia de que
algún dios del derecho o dios de la justicia le entregaba a los hombres sus leyes,
mientras que en otros pueblos –como en Grecia y Roma– la figura cambiaba un
poco, pues para ellos, el derecho era un dios o dios, que se encargaba de
administrar justicia e imponer el orden en la sociedad.
En otras palabras, entendían que el derecho era de carácter sagrado, y por eso
elevaban al derecho al rango de una divinidad, y aquí es donde entra el análisis
filológico, describiendo el contexto social de la época y desarrollando la
concepción del mito.
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ABSTRACT
This thesis aims to demonstrate that the origins of law, dating back to the gods.
This means that the current legal science is born (comes) of ancient myths, why
will be used to demonstrate this through historical and philological analysis. With
respect to historical analysis, worship ancient cultures that paid their gods will
develop.
In some archaic peoples, had the belief that some god of law or god of justice,
handed men their laws, while in others, such as Greece and Rome towns in figure
changed a little, because for them, right was a god or goddess, who was in charge
of administering justice and enforce order in society.
In other words, they understood that the law was sacred and therefore the right
rose to the rank of a deity and that is where enters the philological analysis,
describing the social context of the time and developing the concept of myth.
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v
ÍNDICE
Dedicatoria ii
Agradecimiento iii
Resumen iv
Abstract v
Índice vi
Íntroducción ix
CAPÍTULO I
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
1.1.- Descripción de la realidad problemática 17
1.2.- Delimitación de la investigación 20
1.3.- Definición operacional del problema 24
1.3.1. Problema General 24
1.3.2. Problemas Específicos 24
1.4.- Objetivos de la investigación 24
1.4.1 Objetivo General 24
1.4.2. Objetivos Específicos 25
1.5. Supuesto de Categoría y Subcategorías 25
1.5.1.- Supuesto de investigación 25
1.5.2.- Categoría y Subcategorías 26
1.6.- Justificación, Importancia y limitaciones 26
1.6.1.- Justificación 26
1.6.1.1.- Justificación Teórica 27
1.6.1.2.- Justificación Práctica 27
1.6.1.3.- Justificación Metodológica 28
1.6.1.4.- Justificación Legal 28
1.6.2.- Importancia 29
1.6.3.- Limitación 29
1.7.- Tipo y nivel de la investigación 29
1.7.1.- Tipo 29
1.7.2.- Nivel 30
1.8.- Diseño de investigación 30
1.9.- Método de Investigación 30
1.10.- Enfoque de Estudio 31
1.11.-Técnicas e Instrumentos de Recolección de datos 31
1.11.1.- Técnica: Análisis documental 32
1.11.2.- Instrumento 33
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CAPÍTULO II
MARCO TEÓRICO
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CAPITULO III
ANÁLISIS, PROCESAMIENTO E INTERPRETACION DE DATOS 124
- CONCLUSIONES 129
- RECOMENDACIONES 131
- BIBLIOGRAFÍA 133
- ANEXOS
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INTRODUCCIÓN
Prima facie, parecería innecesario realizar una investigación sobre los orígenes
mitológicos del derecho, un estudio filológico e histórico que se dedique a tratar
explícita e íntegramente este tema, teniendo en cuenta que el estudio de las
normas y su aplicación al ordenamiento jurídico contemporáneo es lo que abunda
y destaca en varios textos jurídicos de nuestro medio. Sin embargo, no podríamos
aplicar una norma jurídica a un caso determinado sin antes haber realizado el
estudio de la norma, los tipos de interpretación de normas jurídicas y, sobre todo,
su ámbito de aplicación, puesto que solo así estaríamos seguros de poder aplicar
dicha norma a un caso determinado. De modo similar ocurre en la historia del
derecho, ya que no podríamos explicar con solidez y convicción lo que es el
derecho sin antes conocer sus orígenes.
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15
casi todos– no han logrado dar respuestas o presentar investigaciones serias
como las que yo elaboro en este trabajo.
Por otro lado, vemos que las investigaciones presentadas no cumplen los
fundamentos específicos que el estudio de la mitología jurídica amerita. Recurrir a
los textos clásicos se ha convertido en un requisito sine qua non para elaborar la
investigación respecto de la mitología jurídica. Los textos de Ovidio, Virgilio,
Homero, Hesíodo, Cicerón, Eurípides, Sófocles, entre otros autores de la
antigüedad grecorromana, se han destacado por el contenido expuesto en sus
obras, los cuales fueron buenos referentes a la hora de conocer y profundizar el
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origen de sus «dioses» y conocer, así, sus sistemas jurídicos. Cuando uno lee a
estos autores clásicos, comienza a entender y a darse cuenta de que el derecho
en la antigüedad (en Grecia y Roma) surge a partir de elementos sagrados que
conllevan a la divinidad, como también lo mostraré mediante un análisis filológico
en el presente trabajo.
Con lo expuesto hasta aquí, no estoy diciendo que se haya dejado de lado lo
expuesto por otros autores (juristas peruanos), sino que la referencia empleada
por parte de ellos resulta accidental pero no esencial. Es por ello por lo que uno de
los objetivos específicos de este estudio me ha permitido elaborar la historia de
estos mitos antiguos. Por su parte, pretendo dejar en claro que el análisis de
diversos autores extranjeros en sus artículos también fue de mucha ayuda para la
investigación que aquí presento.
Por ello, empezaré desarrollando los aspectos jurídicos con respecto a los mitos
de las antiguas y primeras culturas, de cuyas raíces se fueron forjando el derecho
y la justicia, empezando por el antiguo Egipto y la diosa Ma´at, la cual era
considerada y conocida como «la diosa de la justicia». Una representación similar
también la encontramos en la antigua Babilonia, a través de su dios Shamash, el
dios sol, que era adorado por ser «el dios de la divina justicia».
xiv
17
Luego se analiza detalladamente cómo los dioses griegos contribuyeron a la
formación de la justicia, el derecho, las leyes e incluso el orden social en la polis.
Siguiendo este análisis, se rastreará los orígenes de estas «divinidades» en las
ideas de sus poetas, como ya veremos en el caso de los griegos más en el
desarrollo del presente trabajo. Este apartado resulta interesante porque se
destaca la figura de la diosa Dice (Diké) y Némesis como divinidades femeninas
encargadas de establecer el orden, la rectitud, el derecho y las leyes en su
sociedad, las cuales repercutieron hasta nuestros días. Aquí se tratan también
algunas ideas filosóficas que los griegos concibieron.
Más adelante, se explicará el paso evolutivo hacia el origen del derecho natural
(Iusnaturalismo clásico) tratado por las grandes mentes de la antigüedad, como
Platón, Aristóteles, los estoicos y Cicerón, este último como máximo representante
de la cultura romana, al desarrollar sus pensamientos y las definiciones que
aportaron al derecho vigente. Sin embargo, no por ello olvido la notable labor del
filósofo medieval Tomás de Aquino, al tratar sobre la clasificación de las leyes.
Queda decir que la intención de esta investigación debe situarse dentro del
contexto de otras investigaciones acerca de la mitología griega y romana con
respecto a la identificación de las figuras jurídicas, destacándose aquí la primicia
de proponer una teoría mitológica del derecho, la cual podría crear con los años
una tradición en los estudios clásicos del derecho. Esta tesis es, para la presente
xv 18
investigación, una contribución valiosa para el mundo jurídico, sobre todo para los
juristas, romanistas y filósofos del derecho que ven en su génesis, más que una
esencia normativa, una historia y un legado.
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CAPÍTULO I
De las diversas teorías que existen en el estudio del derecho, solo encontré una
que propone que el derecho es producto de la voluntad divina. Se trata de la teoría
teológica del derecho. Sin embargo, los argumentos que plantea son extraídos de
la Biblia, tomada como única fuente, donde las normas y leyes son otorgadas a los
hombres por Jehová, vía intermediación de Moisés, tal como nos lo muestran los
pasajes del Éxodo y el Deuteronomio, sin tener en cuenta que aun en dichos
pasajes bíblicos encontramos ciertas contradicciones. Esta teoría teológica del
derecho podría estar bien, si no fuera por un factor determinante a la hora de
proponerla, un factor que cambia considerablemente el rumbo de su propuesta.
Este factor histórico radica en que la teoría teológica del derecho olvida reconocer
que, antes del pueblo judío, existían otros pueblos que también tenían sus propias
leyes, cultura, tradiciones, ritos y dioses. Postular que la voluntad de Dios (Jehová)
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fue decisiva para que la humanidad (a modo universal) conozca las primeras leyes
en el mundo (los Diez Mandamientos) sería dejar de lado las leyes de pueblos
más antiguos como los egipcios, sumerios, babilonios, entre otros. Precisamente,
no olvidemos que antes de la ley del talión, el código de Hammurabi (Babilonia,
siglo XVIII a. C.) ya recogía el «ojo por ojo y diente por diente», código cuyas leyes
recibió Hammurabi del dios de la justicia Shamash, para que este sepa cómo
gobernar y regir a los hombres. Es importante recordar que, antes del código de
Hammurabi, ya existían otros cuerpos normativos que regulaban el
comportamiento de los hombres en la sociedad, así tenemos el código de Ur-
Nammu (2100 – 2050 a. C., el código de Lipit-Isthar (2112 – 2046 a. C.) o las
leyes de Leyes de Ešnunna, que fueron un conjunto de normas y dispositivos
legales compilados en el periodo paleobabilónico (Kramer, 1956).
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consideran que no es elemental hacerlo, porque lo importante en la actualidad es
el campo práctico de la aplicación de las normas y la solución de los conflictos de
intereses dado entre las partes. Pero para los historiadores, iusfilósofos y
catedráticos que toman en serio a la historia del derecho investigar la génesis de
donde provienen las normas, las leyes, la justicia, las penas, los delitos y, sobre
todo, el derecho mismo, es un tema que no se puede dejar pasar por alto.
1.2.1 Espacial
La presente investigación se realizó en el distrito de Lima
1.2.2 Social
El estudio tiene como problemática un enfoque filosófico por lo que
su ámbito son los filósofos del Derecho.
1.2.3 Temporal
El periodo que comprende la presente investigación es el año 2015.
1.2.4. Conceptual
En nuestro país, las facultades de derecho no le prestan la atención
necesaria a las investigaciones históricas o sociológicas del derecho,
es más, en muchas de ellas, no se toma la importancia debida a
cursos como filosofía del derecho o el mismo derecho romano, el
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cual ya está siendo retirada del plan de estudios de muchas
universidades. El punto es que muchas facultades de derecho, por
pretender ser «modernas», incluyen en su plan de estudios cursos
empresariales, financieros, bancarios y corporativos. No se pretende
afirmar que estos cursos sean innecesarios, sino que, sin una sólida
formación en los estudios clásicos del derecho, al final el alumno
egresa de la facultad sediento de llenar sus bolsillos y lucrar con el
derecho, sin la más mínima cuota de interés por fomentar los valores,
la ética, la cultura jurídica y, sobre todo, cultivar el intelecto.
24
buena y rigurosa formación en los conceptos teóricos y en la doctrina
del derecho, ya que sin teoría, no existiría la práctica.
Esta fue una de las razones por las cuales los iusnaturalistas
empezaron a estudiar con mayor profundidad el tema de los orígenes
del derecho, y, al conocer mucho más sobre su historia, decidieron
fundar los cimientos de sus postulados en la naturaleza humana, una
vez que despojaron las figuras de las divinidades de las antiguas
civilizaciones. Sin embargo, la gran influencia que recogieron de
estas antiguas culturas se puede ver claramente en los postulados
de la justicia y el valor, como también en la existencia de un derecho
natural, anterior a toda norma positiva. Detallaré mejor estas
nociones durante el desarrollo del presente trabajo.
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1.3.- Definición operacional del problema
Categoría Subcategorías
1. Orígenes mitológicos del
derecho.
2. El derecho y la justicia como
Teoría Mitológica del Derecho
dioses en la antigüedad.
3. La antigüedad jurídica como
herencia.
1.6.1. Justificación.
29
Precisamente el iusnaturalismo clásico, al sostener que existe una ley
natural e inherente al hombre que se encuentra plasmada en los corazones,
hace hincapié de manera tácita a las primeras concepciones que se
tuvieron sobre el derecho, ya que, si esta ley está inscrita en el corazón
humano, tuvo que ser entregada por algún «dios» para que el hombre
pueda saber cómo dirigir y gobernar su vida, y logre así poder gobernar a
los demás. Sobre este punto, ya conocemos algunas historias, como en el
caso del rey Minos, hijo de Zeus, quien tenía que subir a una cueva para
recibir las leyes que Zeus, su padre, le habría de entregar, con el fin de
aprender a gobernar a los hombres.
Para poder completar los objetivos del estudio que aquí realizamos, se tuvo
que acudir al empleo de material bibliográfico, con la finalidad de elaborar
una óptima investigación. El material bibliográfico consultado, recae en
textos que tratan sobre las diversas y principales mitologías del mundo
antiguo, logrando identificar en ellas, la relación que guarda con el estudio
del derecho y su proceso evolutivo en la historia (sus orígenes), sobre todo,
lo concerniente a la organización de la casta sacerdotal y el antiguo
régimen monárquico, como también, en la relación que estos, tenían para
con sus dioses. De este modo, los resultados que ofrece la presenta
investigación, se apoyó en este tipo de investigación (fuentes
bibliográficas), para su análisis e interpretación, las mismas que son válidas
en nuestro medio.
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mientras que en la actualidad, el acceder a la justicia, forma parte del
derecho subjetivo.
1.6.2. Importancia.
1.6.3. Limitaciones.
1.7.1 Tipo.
1.7.2. Nivel
Siguiendo lo expuesto por Strauss, debemos recalcar que por este tipo de diseño
no se requiere de procedimientos estadísticos u otro medio de cuantificación, ya
que el análisis que seguirá será el cualitativo. Y teniendo en cuenta, que aquí
aplicamos el método cualitativo, que no solo describe el tema, sino que tiene como
finalidad, entender de manera profunda, el tema sobre el cual recae el presente
trabajo.
De esta manera –al interpretar a Lino- queda claro lo que aquí se presenta, lo cual
–a su vez- nos conduce hacia el producto final de la investigación, mediante un
análisis descriptivo tanto histórico (mitológico) como también, lo actual del hecho
en cuestión. Un rasgo más que caracteriza al enfoque cualitativo es que viene a
ser innovador, puesto que desarrolla y crea teorías, conceptos y significados,
ampliando, confirmando o proponiendo nuevos conceptos y elementos –a manera
de aporte– al mundo jurídico.
Siendo así, y bajo la planteado por Rodriguez Gómez & Gil Flores, entendemos
que esto se debe a que las técnicas cualitativas logran ofrecernos una mayor
rigurosidad en la comprensión del fenómeno estudiado, sea esta una teoría,
doctrina o incluso planteamiento práctico que se decida aplicar o demostrar. Esto
permite un gran número de ideas requeridas para la elaboración de conceptos y
nociones, mediante una realización sencilla (a modo de libro) donde no es
indispensable optar por complicados diseños con variables o cuadros estadísticos.
En cuanto al análisis que se requerirá para la demostración de pruebas empleadas
en esta tesis, será el análisis documental.
1.11.1 Técnica:
Análisis documental
Viene a ser el punto de partida de la investigación, teniendo en cuenta que,
en determinadas ocasiones, es el origen del tema planteado. Se sabe que
los documentos tomados como fuentes pueden ser de diversa índole, desde
fuentes personales, institucionales, grupales, formales, informales, hasta
elementos y materiales descriptivos como fuentes secundarias, las cuales
incluyen libros, publicaciones periódicas, ensayos, monografías, artículos,
tesis, documentos oficiales, reportes, conclusiones de seminarios y
congresos, enciclopedias, películas, documentales, internet y base de datos
en librerías virtuales, etc.
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1.11.2. Instrumento.
Fichaje electrónico.
El análisis documental para el presente trabajo se desarrollará en cinco
acciones, a saber:
(a) Identificar y seleccionar los documentos existentes y disponibles en
libros, artículos, ensayos y publicaciones.
(b) Seleccionar los documentos más pertinentes para los propósitos de la
investigación.
(c) Leer en profundidad el contenido de los documentos seleccionados,
para extraer elementos de análisis históricos, mitológicos, sociológicos y
consignarlos en memos o notas marginales que registren los patrones,
tendencias y convergencias que se vayan descubriendo.
(d) Leer en forma cruzada y comparativa los documentos en cuestión, ya no
sobre la totalidad del contenido de cada uno, sino sobre los análisis
hermenéuticos previamente realizados, a fin de construir
una síntesis comprensiva total sobre la propuesta analizada.
(e) En el presente caso, el análisis de la documentación especializada
doctrinaria recae en libros, artículos y ensayos publicados en el extranjero.
36
CAPÍTULO II
MARCO TEÓRICO
Un primer elemento que notaron los antiguos hombres en las alturas fue el Sol.
Estos primitivos hombres empezaron a ver al Sol como una especie de una
divinidad. Notaban cómo el Sol salía todas las mañanas, habitaba en los cielos y
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llevaba luz y calor a todas las criaturas y los sembríos. Incluso, empezaron a verlo
como un gran ojo guardián y vigilante que cumplía todos los días una especie de
ciclo, al salir por las mañanas y ocultarse al finalizar la tarde. Todo esto los llevó a
formarse la figura de una gran divinidad vigilante y protectora, por lo que
empezaron a adorarlo y venerarlo en la antigua mitología como un dios.
En el proceso histórico, durante mucho tiempo, el Sol fue adorado como un dios, y
como muestra de ello, podemos ver muchos registros históricos en las
civilizaciones arcaicas, como la egipcia, mesopotámica, griega, entre otras.
Asimismo, las religiones primitivas también recogen la figura del Sol como una
deidad, como la hinduista. Para muchos expertos e investigadores mitógrafos, ese
antiguo culto que se rendía al Sol forma parte de la génesis primordial del
henoteísmo, que luego pasaría al monoteísmo. Recordemos que la historia nos
muestra en los registros egipcios que, durante la dinastía XVIII, un poderoso
faraón de nombre Akenatón comenzó a proclamar el culto a un solo dios
(monoteísmo), al ver que su civilización era politeísta. Este culto que proclamaba
lo dirigía hacia el dios Atón, representado por un disco solar (Dulitzky, 2004).
Pero el Sol, como deidad primordial que produce el nacimiento de los sembríos y
las cosechas y que lleva luz y calor, fue personificado en la cultura sumeria
(mesopotámica) como el dios Utu, quien en acadio antiguo (babilónico) era
conocido como Shamash. Este era también el dios de la JUSTICIA, pues, al ver
desde las alturas todo lo que acontecía en la Tierra, podía impartir justicia divina.
Este dios sumerio tuvo uno de los cultos más importantes de la antigüedad, como
ya veremos en líneas posteriores.
Sin embargo, poco antes que aparecieran y predominaran las figuras de las
distintas divinidades, los hombres primitivos ya concebían la noción de adorar o
guardar reverencia a algo en la naturaleza (como vimos el caso del Sol), y fue
donde empezó a aparecer la figura del tótem, el cual consistía en un objeto o
animal que los primeros clanes tomaron como emblema principal, al cual lo
dotaban con una serie de atributos. Muchos estudios han demostrado a lo largo de
los años que tanto en lugares como el África, Asia, Europa y América, desde la
antigüedad, se venía adquiriendo esta figura como ícono principal en muchos
clanes.
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Recordemos la gran veneración y forma de organización de los hombres
primitivos, el cual estaba basado en el matriarcado, como la primera forma de
organización social de la humanidad en un período prehistórico (hablamos entre el
7000 y el 2500 a. C. aprox.) donde la forma de gobierno era una ginecocracia,
centrada principalmente en el culto de la diosa madre. Aunque Bachofen
considere a esta una sociedad matriarcal, esta puede ser considerada como una
fase salvaje. Esta antigua sociedad matriarcal se caracterizaba por practicar una
promiscuidad sexual durante toda una horda primitiva (J. J. Bachofen, 1987). El
gobierno de las reinas sacerdotisas se caracterizaba por una comunidad de
bienes. Se puede decir que este gobierno contenía los primeros esbozos del
derecho natural, pues tenía como principal ícono a la diosa madre, representada
por dos símbolos importantes: la tierra y el agua. Esto se debe a que la
fecundidad femenina estaba fuertemente ligada a la fertilidad, identificando a la
figura del «vientre» como el lugar donde «renace» la vegetación durante cada año.
El culto que se le rendía a esta diosa madre, cuyo tema central era el misterio del
«nacimiento, muerte y renovación de la vida», se daba como representación
gráfica de los estadios que acontecían en la vida del hombre y el mundo. En líneas
posteriores, el mismo Bachofen nos explica en su obra que fue así como poco a
poco empezó a originarse el derecho materno, un derecho en el cual Bachofen
veía como existía una especia de sistema jurídico arcaico, el cual tenía al mando a
la autoridad femenina.
Durante mucho tiempo, la mujer tuvo el control, por eso el hallazgo de estatuas e
ídolos con figuras de mujer robustas y otras veces delgadas, a las cuales los
primeros hombres de este período veneraron y rindieron culto. La mujer, al ser la
procreadora de la vida, era vista como una especie de «diosa», pues para los
antiguos hombres no era una procreadora, sino una creadora de vida, que además
sabía organizar el hogar. Aquellos clanes de la sociedad matriarcal empezaron
también a dejar inscripciones y ciertas figuras, entre los cuales se podía observar
animales, plantas e incluso otros seres que ayudaban al hombre o, en algunos
40
casos, los destruía. Estos gráficos e inscripciones posteriormente tomarían una
connotación más importante para estos clanes, a tal punto de transformarlos y
elevarlos a la categoría de la divinidad, a quienes ayudaban. Estos podían estar
bien con los hombres y favorecerlos o, simplemente por voluntad divina, podían
destruirlos.
De este modo y con el paso del tiempo, aquel derecho materno primitivo fue
quedando de lado, al saber que el hombre también evolucionaba no solo en este
aspecto, sino también en pensamiento, dando paso –con el correr de los siglos– a
las primeras civilizaciones y culturas del mundo, las cuales ya no se regirían bajo
el mando de una mujer, sino bajo el mando de las divinidades, las cuales podían
ser femeninas, pero, más aún, masculinas. Fue así como en aquellas antañas
civilizaciones empezó a originarse (crearse) la concepción de los dioses, que, si
bien en siglos anteriores también evocaban a ciertas deidades, ahora lo harían
con más realismo, con mayor autoridad e incluso con una mayor reverencia por
estas deidades, a las cuales el hombre, en su condición de mortal y débil, le tenía
que rendir culto para que su destino sea más propicio.
Pese a que los griegos fueron los que construyeron y elevaron un panteón de
dioses antropomorfos a una organización más que divina, fueron otras culturas, en
épocas más antiguas, que empezaron a creer que estos dioses podían ayudarlos;
pero, para lograr eso, cada dios debería tener una función específica, con lo cual
nacieron los atributos, poderes y personificaciones divinas para cada deidad. Por
ejemplo, tenemos en el antiguo Egipto a Nut, la diosa del cielo y creadora del
universo (Nadia, 2003, p. 290). En Sumeria encontramos al dios Anu, el dios del
cielo (Eliade, 2000, p. 145). Además, se indica que en un principio la tierra y el
cielo estaban unidos, y fueron una montaña que emergió del Océano primitivo
(Eliade, 2004, pp. 90-91). Al igual que esos antiguos dioses, el DERECHO
también tuvo sus dioses, concebidos propiamente en el antropomorfismo y
personificación de la JUSTICIA, tal como veremos más adelante.
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Sin embargo, este estudio, que muestra los antecedentes históricos de los mitos
en la antigüedad, no tendría razón de ser si antes no analizamos de modo objetivo
el significado de la palabra «mito» o la definición de «mitología», con el objeto de
demostrar que el derecho nace y parte de los mitos.
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breve lapso de tiempo». En segundo lugar, tenemos a la palabra logos, que
normalmente se traduce como ‘tratado’ o ‘estudio’; sin embargo, su significado en
griego clásico es «expresión de los pensamientos», sea esta oral o escrita. Si
juntamos ambas palabras, formamos una definición de mitología que podría ser
«la expresión de las palabras (un discurso) que narran los pensamientos más
profundos del hombre». Una vez presentado el análisis de la palabra mitología,
seguiremos con lo que significa el estudio de la mitología en el derecho.
Para esto, debemos tener en cuenta, que cuando estudiamos la historia del
derecho, también se estudia parte de los aportes y legados que dejaron las
antiguas culturas al mundo jurídico. Una máxima referencia a ello lo podemos
encontrar en el código de Hammurabi (1728 a. C.), la más conocida por toda la
comunidad jurídica. A diferencia de esta, las antiguas leyes egipcias no tuvieron
un código establecido o un cuerpo ordenado de leyes, pero debían ser acatadas
por el pueblo egipcio. La historia nos ha mostrado la Estela de Guiza, elaborada
durante la cuarta o quinta dinastía, la cual contiene un contrato de compra-venta
que incluye un registro con presencia de testigos y demás formalidades de ley en
su tiempo. Nos ha legado también los Decretos de Neferkara Pepy, los cuales son
mencionados en el papiro de Ippur y demuestran la existencia de normas jurídicas
entre los años 2200 al 1600 a. C., que no son muy conocidas por el mundo
jurídico, pero que la historia muestra su real evidencia. Pero, detrás de estas
antiguas leyes, ¿qué es lo que hay? Aquí es donde el mito, en el sentido de
«narración», nos empieza a dar luz sobre la historia no contada sobre los orígenes
del derecho.
Empero, para poder entender esta formación del derecho y sus orígenes divinos,
debe quedar en claro la definición y sobre todo el sentido que se le establece a la
palabra mito. El francés R. Barthes en su obra Mitologías, a partir del capítulo que
titula «El Mito, hoy», aporta con rigurosidad el uso adecuado de la palabra mito en
el contexto contemporáneo, frente a los mitos antiguos. Para este autor francés, la
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mitología no se trata de construir cuentos modernos que puedan ser manipulados
por la política o los medios de comunicación, sino de una narración en su contexto
original, que dejó o heredó un aporte para la posteridad.
Con todo ello, resulta indispensable saber y conocer cuál fue el papel del derecho
en estas culturas, como también llegar a conocer la relación que guardaba el
derecho no solo con la noción mitológica, sino también con el aspecto religioso,
con lo sagrado en el mundo antiguo. Solo así llegaremos a desvelar cuán fuerte y
profundo es el vínculo del derecho con los mitos que lo conformaron en un
principio.
Un factor predominante que los antiguos hombres tenían en claro, aparte del mito,
era el aspecto sagrado: la religión. Pero una religión no como lo conocemos en la
actualidad, institucionalizada y con organizaciones económicas elevadas, sino
hablamos de una religión natural, en la cual estos hombres rendían culto y tributos
a sus dioses. A medida que la humanidad fue evolucionando, los hombres
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primitivos veían que la naturaleza se manifestaba y expresaba de muchas
maneras, con lluvias, frío, calor, nieve, granizo, tormentas, rayos, terremotos,
maremotos, entre otros fenómenos naturales, para lo cual no conseguían
explicación. Entonces, empezaron a darle cierto significado y designaron como si
un «dios» o varios «dioses» estuvieran organizando y dirigiendo todo lo que
acontecía en el mundo, de tal manera que para opacar la furia de estos dioses y
no sucedan más catástrofes naturales empezaron a rendirles culto y adoración,
que consistían desde antiguas danzas rituales hasta plegarias y cantos a las
alturas, al mar o a la tierra. Con el transcurrir del tiempo, las distintas culturas
también empezaron a darles nombres y atributos a estos dioses, conservando
siempre el factor religioso y el «contacto» o «comunicación» con aquellas
deidades. Para los antiguos egipcios, estos dioses tenían forma humana con
cabeza de animal; para los hindúes, eran como animales puros sagrados y otros
mitad animal y mitad humanos; para los sumerios, los dioses podían adoptar
cualquier forma desde la de un animal hasta una como la humana, que podían ser
a la vez gigantes, etc. Sin embargo, de todas estas religiones antiguas, los que
más elaboraron y designaron a sus dioses formas totalmente humanas
(antropomorfismo) fueron los griegos. La religión griega concebía a sus dioses
semejante a los hombres, no solo en lo externo, sino también en lo interno, llenos
de pasiones y emociones. Los griegos empezaron a asignar a sus dioses no solo
la forma humana, sino también poderes, precisamente lo que los diferenciaba de
los mortales. Lo que contribuyó bastante a darle esta forma a los dioses fue el arte
y la poesía, pues, de este modo, todo el pueblo comenzaba a imaginárselos y a
idealizarlos a tal magnitud de elevarlos a lo sagrado. La mente del pueblo era
pueril y fácilmente creían todo lo que se contaba o narraba acerca de estos
dioses.
Es así como, junto con esta lucha y conexión de la religiosidad extática o mística
(en algunos casos), el derecho va uniéndose a la religiosidad, sobre todo la ley,
con lo cual empezaría a surgir una etapa denominada el «legalismo». ¿En qué
consiste este legalismo? Esta figura viene a ser la aspiración de un mortal hacia
los dioses, para obtener beneficios mediante la observación y acatamiento de los
mandamientos o preceptos divinos. En algunas religiones, como la persa o la
judía, el legalismo llegó a ser una ley ritual, mediante el cual se podía prescribir o
prohibir acciones que sujetaban a la vida humana hasta los más ínfimos detalles.
Como muestra de lo que sostengo, podemos ver reflejado uno de los primeros
actos de un legalismo divino en la obra de Hesíodo, en su poema Los trabajos y
los días, el cual contiene una serie de prescripciones que dejan como herencia y
legado una religiosidad ferviente que llena la vida del hombre en sus acciones. Los
antiguos griegos, por ejemplo, sabían que al poner la mano al arado para
comenzar a trabajar en el campo, se tenía que pedir a Zeus y a Deméter que la
simiente produzca espigas pesadas y repletas, ya que esta acción era un
mandamiento, una santificación del trabajo que recuerda a la religiosidad
establecida por otras culturas más adelante. Pero, a este tipo de mandamiento se
le sumaban otros de carácter sumamente ritualista (lavarse la manos antes de
comer alimentos, rezar a los dioses, no irritar a los dioses al cruzar un río sin
haberle rendido una plegaria, no ofrecer a los dioses alguna libación sin lavarse
las manos, no bañarse un varón en un baño destinado a mujeres, etc.). Pero,
también, la historia nos demuestra que los griegos religiosos más estrictos eran
los pitagóricos, ya que ellos tenían una compilación de preceptos (normas de vida
47
o conducta) que debían obedecer. Esta compilación tenía el nombre de Symbola
Pythagorea, pero hay que resaltar que muchos de estos preceptos estaban llenos
de creencias populares. Varios estudiosos aseveran que estos preceptos también
contienen una ampliación del legalismo de las obras de Hesíodo, junto con las
prescripciones del oráculo délfico. El hecho de resaltar la adoración de los dioses
con total seriedad hizo que la religión pitagórica se construya sobre un fundamento
ritual, debido a las reglas populares que también se encontraban entre ellas.
Es así como se puede llegar a determinar que el derecho era visto y considerado
como un elemento «sagrado» y que los pitagóricos fueron los representantes del
legalismo en la antigua Grecia, a causa de que organizaron su vida conforme a
numerosas y severas prescripciones. Para que el derecho pueda ejercerse como
un elemento sagrado y constitutivo en la sociedad hacía falta un factor más: el
juramento, factor que Hesíodo, en su Teogonía, se encargó de plasmar y
personificarlo en la figura del dios Horcos, quien velaba por el cumplimiento de los
mismos y también castigaba a los que cometían perjurio o incumplimiento del
juramento realizado. Los griegos solían ver a Horcos en una faceta punitiva,
siempre acompañando a Diké (Dice), la diosa del derecho. Los romanos conocían
a este dios con el nombre de Iusiurandum, palabra latina que en castellano
significa ‘juramento’.
48
2.1.3. La concepción del mito en el derecho
Por más que la historia nos demuestre que en antiguas civilizaciones como la de
Egipto y Babilonia el mito los condujo a reverenciar a la justicia como una diosa o
un dios, encontramos más rasgos de fervor y ritualidad en el aspecto de la
legalidad, derecho, normativa y justicia dentro del terreno religioso y social de la
antigua Grecia. Por ejemplo, tenemos a Hesíodo, del cual hemos hablado con
anterioridad, a quien muchos de los griegos consideraban como el poeta y el
profeta de la justicia, aunque también sabemos que este aprendió de Homero su
técnica y forma de sus poemas. Sin embargo, se resalta la figura de Hesíodo, en
cuanto se traten aspectos legales, debido a las malas experiencias que el poeta
tuvo en su vida: una de ellas, incluso, involucró a su propio hermano Perses,
cuando entraron en litigio por una herencia, ya que Perses intentó sobornar a los
jueces para que sentenciaran a su favor. Hesíodo amonesta a su hermano Perses,
acusándolo de ocioso y le dice que aprenda a valorar y respetar a la justicia,
honrándola con trabajo digno y sabiendo ahorrar su dinero (Hesíodo, 1997). Es
entonces cuando Hesíodo, dirigiéndose ante los jueces, les menciona que los
dioses están cerca de los hombres y desde las alturas contemplan a todos que
dictan sentencias tanto justas como injustas. Hesíodo les dice que Zeus fue quien
envió el derecho a los hombres, lo cual hace que sus vidas sean dignas y no vivan
49
en pleitos, devorándose los unos a los otros como bestias salvajes, donde solo se
impone el derecho del más fuerte. Hesíodo tenía en claro que lo que abunda en el
mundo son la violencia y la injusticia, razón por la cual los dioses enviaron el
derecho a la humanidad.
50
por la maldad de los hombres. Pero ya trataremos de la diosa Dice (Diké) más
adelante.
El mito fue el factor principal para conocer la gran mayoría de las instituciones
jurídicas que encontramos en nuestro medio. ¿Será posible que la terminología
jurídica, tal cual la conocemos hoy, provenga de la esfera de lo divino? ¿Será
posible que sin los dioses, el hombre no hubiera conocido de leyes, derecho y
justicia? A medida que siga desarrollando la tesis se verán otros aspectos y
elementos del mito abordados en el derecho.
Mucho antes de que la ley de las XII tablas de los decenviros asentaran las bases
del derecho escrito, la historia del derecho nos muestra que ninguna institución
anterior a las XII tablas fue conocida en Roma y en otras partes del mundo. En
otras palabras, el derecho, con su carácter regulador y sobre todo institucional, no
existía en el antiguo mundo. Entonces, nos podríamos plantear algunas preguntas,
por ejemplo ¿cómo se legislaban a los pueblos? ¿Cómo se realizaban los juicios?
¿Quiénes eran las partes en un proceso? ¿Cómo se administraba la justicia en los
pueblos antiguos?, y muchas otras interrogantes que nos podemos plantear. Para
encontrar la respuesta, la clave precisamente se encuentra en la pregunta ¿cómo
se administraba la justicia en los pueblos antiguos? Para conocer la respuesta, es
necesario que repasemos, de manera breve, cómo el derecho se aplicaba en el
país del Nilo.
En palabras de ASSMANN, queda claro que la tarea del rey en la tierra consistía
principalmente en realizar la Ma´at y así poder expulsar a Isfet. Esto no significa
otra cosa más que hablar de justicia a los hombres y satisfacer a los dioses y los
muertos con sacrificios (Assmann, 1983). En este sentido, la idea de los egipcios
sobre Ma´at se trataba de una justicia que procedía de abajo que, a la vez, era
una justicia salvadora, porque va en busca del socorro de los pobres, débiles,
desamparados, necesitados, privados de sus derechos, de viudas y huérfanos,
etc. Esta justicia a la cual socorrían no provenía de las alturas, sino de abajo.
53
Es así como se originó el mito de la diosa de la justicia Ma´at. Incluso el estudioso
Wilson nos muestra en su obra una breve descripción, donde nos dice: «Ma´at,
viene a ser una especie de rectitud creada, la cual fue heredera por la tradición
egipcia que formuló la noción de organización estable y ordenado (Estado) para
confirmar y corroborar la continuidad de la soberanía y el gobierno de sus
faraones» (Wilson, 2001, pág. 80). Por esta razón, los egipcios veneraban a
Ma´at, ya que poseía el carácter de «justicia conectiva» porque estaba conectada
al pueblo, impartiendo su justicia a toda la sociedad hierática egipcia, debido a que
ellos entendían muy bien que la justicia es lo que cohesiona ligadamente al
mundo. Ma´at es Justicia, Ma´at ayuda a los destinos de los hombres en la
comunidad a ser justos. No en vano, Kelsen se ayudó de esta noción antigua de
los egipcios para formular un concepto primario de causalidad, debido a la
conexión, reciprocidad y ligamiento que tenía la diosa de la justicia egipcia con los
mortales.
Pero ¿quién fue Ma´at en el mito egipcio? A continuación una breve narración
que los antiguos egipcios concebían de Ma´at.
El mito egipcio nos narra que la diosa de la justicia, llevaba por nombre Ma´at,
quien no solo encarnaba a la justicia, sino también al orden y a la verdad. También
se le designa como diosa de la armonía cósmica, que mantenía el equilibrio
universal. Hija del gran dios Ra, hacía girar la pesada rueda de la vida cuando
imperaba un orden establecido en alguna comunidad. Fue gracias a ella que se
comenzó a formar en Egipto los pilares y estatutos de la ley. Para los egipcios,
estas leyes fueron otorgadas y dictadas por los dioses a los jueces, en este caso
Ma´at se las entregaba a través de sus sacerdotes, cuyo juez e intérprete
supremo, como bien se sabe, era el mismo Faraón. A este, a su vez, los
sacerdotes egipcios veían como la encarnación de Ma´at. Por ello, a Ma´at
también se le menciona como la «sagrada patrona de los jueces».
54
A menudo, Ma´at era representada como una hermosa mujer de pie o, en algunos
casos, sentada sobre sus talones con una pluma grande de avestruz sobre su
cabeza, portando en una mano el cetro uas y en la otra la sagrada anj (cruz
egipcia) que representaba «la llave de la vida» o la «vida». Esa pluma de avestruz
que llevaba sobre su cabeza era empleada para pesar el corazón de los muertos
en el Juicio de Osiris, también conocido como «juicio final». Se sabe que en la
mitología egipcia, en el juicio de Osiris, al momento de pesarse en una balanza el
ib (conciencia) del mortal fallecido, en uno de los platos se colocaba el corazón del
difunto y en el otro se colocaba la pluma de Ma´at como símbolo de la justicia
cósmica. Si su corazón pesaba más que la pluma, el difunto ganaba la salvación y,
por lo tanto, la vida eterna en el más allá, pero si la pluma pesaba más que su
corazón, entonces la gran bestia Ammyt venía y se lo devoraba, ycon ello le
provocaba la muerte eterna.
Los antiguos egipcios eran adoradores de la diosa Ma´at no solo porque ella
acompañaba a su padre Ra a luchar con Apep o Apofis (símbolo del mal,
representado como una serpiente) –con lo cual se obtenía el triunfo del bien sobre
el mal–, sino porque también Ma´at era una gran fuerza benevolente y protectora
de la que los dioses se nutrían. Incluso, los sacerdotes realizaban a diario varias
ofrendas y rituales mágicos, con la única finalidad de garantizar su poder, de
manera que mantenían el orden, la armonía y la justicia tanto divina como terrenal.
Esta justicia era la diosa Ma´at, diosa que también simbolizaba el orden, y cuya
finalidad era la de permitir a los mortales abundancia, dicha, prosperidad, felicidad
y salud, no solo en la tierra, sino también en la duat o «inframundo». Tanto era el
poder que tenía esta diosa de la justicia que en las investigaciones realizadas por
Bernadette se nos dice que «la función que tenía de juzgar, crear y conservar el
derecho viene definida por el título SAB.TAY.TY, que es traducido como
“Sacerdote de Ma´at” o también “Sacerdote de Thot”, por dos actividades: 1. Hacer
el derecho (ir Ma´at), eso es, crear jurisprudencia y 2. Separar a los litigantes una
vez satisfechos» (Bernadette, 1995).
55
En cuanto al Faraón, como encarnación o representante de la diosa Ma´at en la
tierra, encontramos la figura del «Juez Supremo» en el antiguo Egipto. Este juez
supremo era el mismo Faraón. Sin embargo, la actuación que asumía era
relativamente poca, con intervenciones en los juicios designados por alta traición.
Para los antiguos egipcios, la diosa Ma´at estaba muy ligada al Faraón, no solo
como emblema de poder divino, sino también en un aspecto religioso y moralista.
Es así como el faraón, encarnación suprema de la justicia así divina como terrenal,
era el encargado de aplicar la justicia de Ma´at a su pueblo y fomentar el orden, el
progreso y el bienestar de su gente. Los principios que el faraón tenía en claro
eran los de Verdad, Orden y, sobre todo, el de Justicia.
También encontramos que el rango judicial del «juez supremo», tal como nos
narra Diodoro Sículo, se reconoce porque llevaba un colgante de oro con una
figurilla elaborada de piedras preciosas, llamada «Verdad», es decir, la viva
imagen de la diosa Ma´at, puesto que
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Aunque el mismo autor nos menciona que nos debemos cuidar más de la pérfida
habilidad de los «abogados» que de los errores y debilidades de los jueces. Esto
se debe a que los defensores (abogados), en antañas épocas, sabían cómo
recurrir o apelar al sentimentalismo, e incluyendo el engaño y la mentira para
lograr ajustar sus fines al caso que defendían.
Por otra parte, se sabe que en Egipto existieron dinastías, y no fue sino hasta la
dinastía cuarta cuando se empezaron a proliferar los nomos en las salas de
audiencias, conocidas con el nombre de «venerable morada», donde los
monarcas actuaban como magistrados locales. Antes de esta dinastía, quienes
estaban a cargo y asumían el papel del «juez supremo» eran los chaty (sumo
sacerdote de Ma´at), vestidos con lino blanco y portando un cetro en la mano.
Eran ellos quienes daban audiencia en la sala, pues ante ellos se extendían los
cuarenta rollos de pergamino donde se encontraban transcritas las leyes. Los
escribas y los consejeros levantaban las actas. Una vez acabadas las audiencias,
el chaty se dirigía hacia el faraón y le narraba lo sucedido. El chaty era quien
impartía justicia y solucionaba los asuntos legales (García, 1997).
Incluso, la misma historia sobre el derecho egipcio nos muestra que el conjunto de
órganos judiciales en toda la nación dependía del Departamento de la Balanza,
sede del gobierno central, el cual estaba conformado y presidido por un miembro
del Consejo de los Diez, los cuales dirigían la totalidad de los servicios
administrativos y también a los jueces. Todos ellos conformaban el Tribunal
Supremo y se encargaban también de redactar leyes, siempre bajo la guía y
dirección del chaty, pues, como sacerdote de Ma´at, quién mejor que él para
designar las leyes que debían ir escritas y aplicadas. Recuérdese que no existía
un sistema jurídico como sí lo había en el Derecho Romano (institucionalizado),
motivo por el cual solo se han encontrado pocos textos jurídicos, algunos en
inscripciones jeroglíficas donde se trata sobre la justicia.
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También, podríamos complementar aun más con la Instrucción de Amenemope,
una obra literaria de mucha sapiencia egipcia, donde el texto nos muestra
claramente consejos íntegros que tratan sobre la amabilidad, la honradez, el
autocontrol, la perseverancia, la justicia, entre otros. Precisamente versa sobre la
confianza que los mortales deben depositar en los dioses para optar por una vida
llena de felicidad, alejándose de los malvados y preocupándose por curar su alma.
En uno de los pasajes, podemos leer claramente lo siguiente:
Volviendo al plano jurídico, los registros históricos han demostrado que el atributo
que estaba asociado de modo perenne con Shamash es la justicia. Los antiguos
hombres de su región solían decir que, así como el Sol dispersa la oscuridad, es
60
Shamash quien trae luz y justicia a este mundo. Solían decir esto porque también
Shamash era representado con un disco solar de ocho puntas, con figura
masculina y emanando fuego o llamas de sus hombros.
Por otra parte, existen algunos historiadores que sostienen que Ur Nammu, siglos
antes del código de Hammurabi, rindió culto y tomó decisiones para formar su
código de acuerdo con «las leyes justas de Shamash». Pero, Shamash no solo fue
un dios de Justicia, sino también un dios que liberaba a las víctimas de las garras
del mal. Por ejemplo, si alguien estaba enfermo, se hacía una invocación a la
presencia del dios Sol y este ayudaba a los que sufrían. Se puede encontrar
registros de esto en antiguos himnos dirigidos a Shamash dentro de la literatura
babilónica.
A diferencia de la diosa Ma´at del antiguo Egipto, nos encontramos con otra
civilización y cultura antigua, la sumeria, donde varios estudios también han
demostrado que su religión procede de una noción rectora, esto es, de cierto
orden que encontraron en la naturaleza e y que se identifica luego como un pleno
dominio del destino, el cual no puede ser otro que la aplicación de la justicia y la
ley. De este modo, se pueden rastrear nociones babilónicas que tratan sobre la
justicia, las cuales fueron designadas con los nombres de kittum u misarum
(misharum). Según algunos estudiosos, su significado es el de «estabilidad y justa
equidad».
62
¿Dónde encontramos estas palabras registradas o escritas? La respuesta se halla
en el prólogo del código de Hammurabi, quien elaboró un resumen, añadiendo lo
que quiso lograr en su gobierno con el siguiente escrito: «Busco establecer kittum
u misarum en la nación». Estas palabras tienen un significado mayor en el
lenguaje acadio, el cual trasciende más allá de un simple establecimiento u orden,
puesto que se lo ha identificado como la suma de las verdades cósmicas e
inmutables que rigen en el universo, las cuales derivan en un orden divino
preestablecido del mundo, en el cual el dios Shamash, dios Sol de la justicia,
ejerce su soberanía. En otras palabras, el rey no es el dueño de su nación ni del
orden, sino solamente un administrador que está al servicio de la máxima
autoridad legítima, como lo es el dios Shamash, a quien le rinde pleitesía y
fidelidad a las normas divinas que le son reveladas por Shamash u otros dioses,
las cuales se plasman a través de la rigurosidad de la ley. Es por ello por lo que la
función del rey se reduce solo a vigilar, velar y hacer que la ley impuesta por los
dioses funcione de manera correcta y equitativa. Este proceso de «aplicar la ley de
manera equitativa» es precisamente lo que encierra la palabra misarum
(misharum), ya que el rey no solo tiene que velar por garantizar el derecho a la
sociedad, sino también por vigilar el plano político, social y económico de su
nación, para que todo esté en orden. Según esta antigua mitología, la realeza
descendió del cielo luego del gran diluvio como un don divino, cuya finalidad (de
ese don) fue ayudar a los hombres a cumplir de modo correcto la labor que se les
asignó en la creación. Aquí, no se trata de una teoría especulativa, sino de
mantener una actividad práctica mediante la realización del buen obrar humano,
para hacer que los hombres obtengan paz, armonía y una vida feliz, pues al hacer
esto, el rey integraba a la sociedad dentro del gran orden universal. Todo esto era
posible si el rey era firme, fiel, leal y justo. Para esto, debía poseer una habilidad
prodigiosa para poder crear firmeza, solidez, estabilidad (kittum), hacer que la
sociedad sea próspera y lograr, así, el progreso de la humanidad. Si se añade a
esto que la función autónoma de una norma (regla), sea esta divina o humana,
recae en la palabra misharum, que alude a una norma «justa y equitativa».
63
También podemos encontrar información al respecto en la obra de Conford, quien
nos comenta que los antiguos babilonios entendían que al hacerse evidente una
gran necesidad en la tierra hacer justicia, existía una gran regla moral que
provenía de un reino de justicia (Conford, 1980).
Todo esto constituye una gran parte de los antecedentes que se han encontrado y
registrado de la profesión jurídica, durante el III milenio a. C., en Mesopotamia.
Para los antiguos sumerios, la naturaleza era vista como cierta «unidad» en la cual
se encontraba una ley primordial otorgada por el dios Shamash (dios de la
justicia), ya que los estudios fijaron una explicación «divina» en la que las
relaciones sociales mostraban una gran disciplina dentro de un marco normativo
hacia la autoridad que los regía, con el cual asentaron su legalidad para con sus
habitantes, cuya autoridad provenía de un decreto divino establecido por el dios
Shamash (Christian, 2005).
Sin embargo, para que este dios Shamash pueda ejercer su justicia divina, este
tenía que ser llevado a cabo por un rey, pues este monarca era responsable por el
cuidado de la comunidad y de establecer justicia correctamente, pilar fundamental
del orden social siguiendo el lineamiento del kittum u misarum, poder que el dios
Shamash le otorgó al rey. Esto también podemos verlo descrito en el himno
sumerio de Lipit-Ishtar (rey de Isin, 1934-1924 a. C.), donde se ve reflejada la
plena conciencia de la justicia y el orden establecidos en la comunidad. El himno
sumerio dice: «Soy yo, quien llena con aguas frescas las odres, quien organiza las
campañas y a los ejércitos da auxilio; estoy a la medida del alto trono, por eso soy
el rey, el que pronuncia la palabra justa y posee un profundo entendimiento(…) En
la boca de todos, soy el que pone el derecho, sosteniendo por siempre a los justos
y otorgando sentencias justas en los pleitos y juicios realizados, mandando en
todas las naciones y pueblos extranjeros. Yo he decidido que exista justicia en
Súmer y Akad, decídme ¿Quién puede contra mi decisión? Yo Lipit-Ishtar dirijo a
64
mi pueblo, guiándolo, pues ¿cuándo podrá ser mi sentencia anulable?» (Martin,
1999).
Otro de los mitos sumerios nos cuenta que Shamash tuvo con su esposa Aya dos
hijos: Kitlu (Kittu), quien representaba a la justicia, y Misharu, quien era la ley.
Sobre Shamash, como dios del Sol, se decía que recorría los cielos, entre otros
sucesos, pero todo como parte el mito, lo cual no concierne a nuestro estudio, sino
solo su aspecto jurídico.
En resumen, podríamos decir que, al igual que los egipcios, el nacimiento del
derecho y la justicia para los antiguos mesopotámicos también tuvo un origen en
los mitos, empezando por la simple interpretación que se le da a la figura de un
dios entregando leyes a los hombres, en este caso a un rey legislador como
Hammurabi, para que sepa cómo gobernar a los hombres, similar a las leyes que
Minos recibía de Zeus en una cueva (Platón, p. 188, 1999). Esto muestra una vez
más que el derecho y la justicia provienen del «cielo» por medio de una divinidad,
la cual se encarga de otorgar esta ley divina (derecho/justicia) e impartirla a los
mortales. Queda clara la procedencia del derecho a través de los mitos.
Para poder tratar y entender mejor lo concerniente a las bases teóricas que el
derecho presenta en sus orígenes, observamos que la noción del mito como
principal factor es determinante para su nacimiento y evolución. Hemos visto cómo
en el antiguo Egipto y en Mesopotamia la justicia era encarnada por una diosa y
un dios respectivamente, dotados no solo de inmortalidad (por su naturaleza
divina), sino también de poderío y facultad para legislar y enseñar a los hombres a
65
cómo legislar las leyes que se les otorgaba. Con el tiempo nacería otra civilización
que, al igual que las mencionadas, también darían origen al derecho a través de
sus mitos, pero con la diferencia de que fueron sus poetas, a diferencia de los
antiguos sacerdotes o reyes, quienes tendrían el «poder» de crear a sus dioses y
no solo darles un nombre y un atributo, sino también de hacerlos más cercanos en
relación con los hombres. Estos nuevos dioses creados por los poetas marcarían
una etapa crucial para el derecho, ya que, al dotarlos de atributos divinos, cada
uno de estos dioses cumplía una función especial.
Para hacer que la divinidad esté más vinculada con el mundo de los mortales,
estos poetas encontraron en la antigua religión y la moral el camino idóneo para
empezar a elaborar sus mitos y darles así el sentido que los dioses deberían de
tener con respecto al campo jurídico.
De tal modo, el orden ético y moral, junto con la religión, se constituyen como un
solo factor y elemento circundante para la polis griega, figura que se da en la
época del poeta Homero. ¿Por qué en esta época? Precisamente porque fueron
los poetas griegos como Homero y Hesíodo los que empezaron a darle más que
vida a la creación de sus dioses al colocarlos en sus respectivos poemas y cantos.
Crearon y forjaron, así, un vínculo especial entre los dioses, los héroes y los
mortales de la antigua Grecia.
Fueron las teogonías griegas las que absorbieron y destacaron, dentro del campo
religioso, a las costumbres y al derecho. Toda conducta humana estaba reglada
por normas, pero estas normas no eran propiamente del derecho (en sus inicios),
sino de la religión. Es sabido que en un principio, fue Zeus la encarnación
suprema de la justicia y del orden social. Pero con el correr del tiempo, este
«orden social» se describió tanto en la Iliada como en la Odisea de Homero, y
proviene o procede de Themis, esposa y consejera de Zeus. Una fuente distinta a
la de algunas antiguas culturas, donde todo procede de un omnipotente dios que
66
con su infinita sabiduría ordena el cosmos y la naturaleza, y regula incluso los
actos de los mortales.
Entretanto, en las obras del poeta Hesíodo ocurre algo distinto. En su Teogonía,
aparece la diosa Dice o Diké, una hermosa joven de cabellos largos (concepción
antropomórfica), portadora del derecho. Ella empieza a difundirlo entre los
mortales con ayuda de sus hermanas Eunomia (‘buen orden’) y Eirene (la ‘paz’).
Pero, indagaremos luego más sobre esta diosa y su importancia para el derecho,
ya que sin ella no hubiera existido el derecho tal cual lo conocemos en la
actualidad.
Si hablamos acerca de los orígenes del derecho, podemos leer en los libros de
historia jurídica que estos nos llevan a los orígenes de la humanidad, para luego
pasar por las primeras grandes civilizaciones del antiguo Egipto y Mesopotamia.
No obstante, existió una nación, una cultura, mucho antes que el derecho se
institucionalizara en Roma, que destacó por meditar y reflexionar sobre la esencia
del derecho y dejar como legado a la humanidad un valioso aporte, sin el cual,
quizá, no conoceríamos o aplicaríamos el derecho tal como lo hacemos en la
actualidad. Esta nación es la antigua Grecia.
Para comprender mejor este acápite, debemos saber en primer lugar que en la
época de Homero el derecho no estaba desligado de la moral ni las costumbres,
puesto que el mismo derecho encerraba un orden ético y social, donde la moral y
la costumbre eran elementos por los cuales estaba conformado (Schmidt, 1937).
Una de las preguntas que podemos hacernos es ¿por qué remontarnos hasta la
época de Homero para buscar las raíces jurídicas de lo que se propone en este
trabajo de investigación? Y la respuesta que damos es que a partir de Homero se
encuentran registradas las reflexiones más antiguas sobre el derecho, pues el
67
poeta coloca al derecho y la justicia en la diosa Themis (Temis), a quien nos la
muestra como hija de Gaia (Gea), la gran diosa madre de la tierra y de Urano, el
gran dios del cielo. A su vez, Homero nos las presenta como la consorte del gran
Zeus, con el cual concibió a las tres Parcas (para los griegos eran las Moiras), las
cuales se dedicaban a hilar el destino de los hombres. Pero también nos narra la
mitología que Temis y Zeus concibieron a las Horas (Eunomia, Diké e Eirene). En
otra versión del mito, se nos narra que Temis estuvo presente en Delos, donde
presenció el nacimiento del dios Apolo.
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primera que le ofreció una copa cuando Hera volvió al Olimpo, cansada y
afligida por las amenazas de Zeus.
Las normas o leyes que Temis ejecutaba no se trataban de acciones con carácter
de imposición a los griegos (no eran leyes heterónomas). Estas normas
respondían a una conducta que ocurría en determinada circunstancia y formaba
parte de la esencia dentro del convivencia humana. Lo que se buscaba era
establecer un buen orden y que los hombres aprendan a vivir en armonía. Esto se
puede deducir de las obras de Homero: el poeta no concibe a Zeus como un
legislador, más bien, es Zeus quien, por consejo de Temis, llega a saber cuál es el
mejor derecho para el caso concreto y hace que los thémistes (reyes) y los
themistopoloi (jueces) sean instruidos de manera correcta para establecer
sentencias justas por instrucciones de Zeus.
Si Homero tenía a Temis, el poeta Hesíodo tenía y concebía a Dice (Diké) como la
diosa del derecho y la justicia. Hesíodo veía en Diké a una gran protectora de las
leyes. Para Hesíodo, ninguna otra diosa puede ser mejor personificada para la
idea del derecho encarnado como la diosa Diké. Pero, ante tal hecho, nos
hacemos una pregunta: ¿por qué el afán de los antiguos poetas griegos en darle
forma divina a un concepto abstracto como lo era el derecho? La respuesta que se
69
puede dar es que simplemente ellos (los poetas) veían y percibían a muchos
elementos abstractos como personificaciones divinas. Para ellos, en la
encarnación en una imagen de una figura abstracta, un cuerpo divino adquiría no
solo una figura corpórea, sino también varios atributos de los cuales recaía su
poder y atributos. Psicológicamente se sabe que muchas personas conciben en su
mente figuras u objetos que quizá nunca han llegado a conocer en vida. Del
mismo modo, pues, los poetas y algunos pensadores de antañas épocas griegas
no se quedaron conformes con una noción abstracta del derecho expresado en
alguna alegoría, sino que fueron más allá y lograron encarnarlo en figuras
antropomórficas, por lo que nacieron, así, todas las divinidades, y entre ellas
Temis para Homero y Diké para Hesíodo.
Hesíodo, al igual que Homero, tuvo mucha inspiración para poder elaborar sus
mitos acerca de los dioses, dejándonos como legado dos de sus importantes
trabajos: la Teogonía y Obras y días. Precisamente es en la Teogonía en donde
vemos la aparición de la diosa Diké, al lado de sus dos hermanas, Eunomía (el
‘buen orden’) y Eirene (la ‘paz’), las tres hijas del gran Zeus y Temis. Sin embargo,
un dato que podemos rescatar de la obra de Hesíodo es que, a diferencia de
Homero, muestra a un Zeus como protector del derecho, tanto divino como
terrenal (Obras y días, V.5). Para Hesíodo, los dioses eran concebidos como
aquellos que se encargaban de difundir el bien (Teogonía, vv. 47 y 111). Incluso,
en los estudios filológicos de Nietzsche se puede apreciar la creencia de un «buen
dios».
De esta manera, corroboramos que existía un nomos distinto para los hombres,
los cuales están destinados a vivir según su naturaleza en armonía con el orden
jurídico, para lo cual los mortales están obligados a no hacer uso de la violencia, a
respetar los límites del derecho y a presentar (llevar) sus conflictos ante los
jueces. Dentro del mito, hacer esto significaba oponerse a Bía, Hybris y Eris. Esta
es la razón por la cual Hesíodo exhorta a Perses, su hermano, diciéndole: «¡Oh
Perses, quieras tú conservar esto en tu corazón: Escucha siempre a Diké y no
emplees nunca a Bía [la ‘fuerza’]…Perses, atiende a Diké y evita a Hybris!»
(íbidem, v. 274).
Pero Hesíodo conoce bien a los hombres y sabe que no solo las personas o,
mejor dicho, los particulares pueden cometer injusticia, sino también los jueces,
71
encargados de administrar justicia y recurrir al derecho, son los que pueden caer
en ello. Para el poeta, esto solo ocurrirá cuando los jueces abusen de Diké,
recurriendo o invocándola, pero dictando en sus sentencias todo lo contrario, algo
injusto. Hesíodo ya conocía las diferencias entre una sentencia justa y una injusta.
Si sabemos que el orden conviene a los hombres en vivir en derecho, entonces
resultará que la comunidad o sociedad que progrese sea aquella que esté
conforme a lo que dicte Diké, pues el mantenerse alejado de ella hará que la
sociedad no solo caiga en caos y guerras, sino que poco a poco ella misma
destruya a todo el Estado. Hesíodo era un convencido de que siempre Diké triunfa
sobre Eris, Bía e Hybris, ya que todo lo que se manifiesta o se expone de manera
jurídica como auténtico derecho no solo debe ser una sentencia justa, sino que
debe llevar en ella los acatamientos e indicaciones de la diosa Diké, la cual se
pronuncia sobre todo lo injusto. Para ello, Hesíodo nos enseña que el derecho no
solo debe ser dictado y ejecutado, sino que, ante todo, el derecho debe ser
buscado, investigado y encontrado. Se debe encontrar la verdad jurídica, la misma
que se encuentra oculta (como la diosa Veritas de los romanos), para que sea
descubierta y revelada.
Es así como vemos en Hesíodo el punto de partida de Diké y de cómo esta diosa
trae el derecho a los hombres por encargo de Zeus.
72
Para los estudios mitológicos sobre Diké, encontramos que la diosa se encuentra
dentro de una sociedad donde el poder está instaurado en el mito. Es ahí donde
encontramos el problema de la justicia y del derecho Diké. Incluso, si
consideramos el plural de esta palabra en el griego, dikai, esta siempre lleva el
sentido de «decisiones judiciales» que son puestas en ejercicio mediante las
resoluciones por los jueces.
En el mito de Diké, el tema a tratar no sería tanto la justicia o el derecho que ella
simboliza y representa, sino Hybris, quien aparecerá como la opuesta a Diké.
Queda recalcar aquí que Hybris en Hesíodo lleva un aspecto diferente a la Hybris
en Homero, pues en Hesíodo Hybris conserva una cuota de violencia física, junto
con palabras torcidas y falsos juramentos con los que ataca, confunde a los
hombres, en otras palabras, recurre a una lista de innumerables abusos jurídicos.
Es por ello que solamente en este aspecto tiene sentido la oposición que guarda
Diké-Hybris, cuya oposición puede ser el punto de partida por el desprecio del
procedimiento pacífico, vinculado al uso de la fuerza y a la aceptación del fraude y
73
el engaño. Es así como podemos añadir al estudio de los mitos antiguos que Diké,
entendida también como «decisión pacífica de un litigio otorgada por los jueces»,
se pone en contacto con Hybris, que vendría a significar el «fraude jurídico» para
con una de las partes. Esta es la razón por la cual Diké vence a Hybris, porque
antepone la decisión, pero no cualquier decisión, sino una sabia y recta que va
acorde con el derecho y lo justo.
Una de las interrogantes que podríamos hacernos es ¿cómo influye esta diosa
Diké en nuestro tiempo? La respuesta podríamos encontrarla en los mismos mitos,
ya que a Diké con el tiempo no solo se la reconoció como la diosa del derecho o la
justicia, sino que se le dio la interpretación (también) de un proceso jurídico en
general. Este «proceso» es el que en la actualidad se lleva en todos los tribunales
de justicia. De este modo, Diké dejaría su huella a través del derecho y del
proceso: dejaría de ser una divinidad, entidad mitológica contemplada solamente
en un plano abstracto. Recordemos que, para el poeta, la diosa Diké muestra una
realidad plena con una fuerte densidad teológica y jurídica, la cual hace que
obtenga un poder subsistente más allá de los procedimientos particulares que
recaen en la justicia y pueda establecer una rectitud judicial.
Por último, debemos señalar aquí que existen varios elementos que apuntan hacia
una labor digna de establecer justicia, incluso bajo el arcaico principio del castigo
ante toda acción mala. Si bien es cierto Zeus es el ojo que todo lo ve, observa y
mira, es Diké la encargada de llevar el derecho a los mortales y obrar con justicia.
Ella puede enderezar lo torcido, para que los mortales aprendan cómo es el
cumplimiento inmediato de la rectitud al establecer el orden en cada caso. Esto
puede entenderse mejor si se ve en la figura de Diké un orden moral, normativo y
valorativo. La Diké hesiódica es así puesto que la clave del origen de la polis se
encuentra en la aparición de la ley, la cual está arraigada ampliamente en el
derecho. Entendemos, entonces, que el arco del derecho inicia con el orden
jurídico divino otorgado por Diké y se cierra con la justicia humana.
74
2.4.5. Etimología del término Diké
Es interesante notar cómo el adverbio griego díksa procede de la raíz griega dís,
que significa ‘dividir en dos partes’, haciendo alusión a una dicotomía. Sin
embargo, este término tiene una procedencia tomada de la raíz sánscrita *dis-
(dik), cuyo significado además de referirse al verbo «mostrar», se interpretaba
también como «mostrar el camino recto», tanto en sentido físico y moral (Rendich,
75
2010). Este camino recto también podría verse como un concepto espacial de
«línea del horizonte», es decir, una línea divisoria que marca un límite entre el
cielo y la tierra. Podemos decir que resulta igual de interesante conocer el por qué
en el diccionario de Monier todos los términos procedentes de la raíz sánscrita
*dis-(dik), como dikanya (‘la cuarta parte del cielo’), dicakra (‘la cuarta parte de la
brújula’, ‘el compás o el horizonte’) y dikpatha (‘la vía del horizonte’), indican
precisamente una «línea del horizonte» o espacio circular de la superficie del
globo encerrado por esta línea horizontal. Es curioso notar cómo esta raíz guarda
relación no solo con el plano jurídico-terrenal, sino con el plano geométrico-
astronómico, pues, hablando en términos astronómicos, existiría una línea que
limita la superficie terrestre a la que alcanza la vista del observador y divide en
apariencia el cosmos en dos partes iguales: la tierra y el cielo.
Conocida como la hija de Océano por Pausanias, a la par que conocida por
algunos griegos como la hija de Zeus, Hesíodo no se hizo problema alguno y la
describió como hija de Nix y Erebo (la ‘noche’ y la ‘oscuridad’, respectivamente).
Pero, más allá de saber con precisión sobre sus progenitores, lo que importaba
más a los antiguos griegos eran sus atributos y el poder que tenía la diosa sobre
los mortales. De este modo, Némesis era conocida por sus sanciones, lo cual
dejaba en claro que los mortales no podían abusar o excederse de la fortuna que
les tocara, ni debían trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el
equilibrio universal. Un claro ejemplo lo encontramos en Creso, que, al ser
demasiado dichoso, fue arrastrado por Némesis a una expedición contra Ciro que
provocó su ruina.
Sin embargo, de todos los dramas que escribió Esquilo, algunos de ellos se
destacan por centrarse en problemas jurídicos, que dio inicio no solo a la
definición de varios términos empleados en el derecho, sino fue va más allá y
mostró cómo los dioses son los que siempre se encargan de mostrar el camino
justo a los hombres. Tal es el caso de Las Euménides, donde vemos que la diosa
Atenea, empleando el uso de la razón, salvó de la condena de muerte a Orestes,
pues tal era su castigo por el asesinato de su madre (Clitemnestra), quien a su vez
dio muerte a Agamenón, el padre de este. En la obra vemos cómo la diosa Atenea
interviene en el proceso mediante un Tribunal formado por los hombres más justos
de la ciudad («irreprochables en la estimación de la ciudad», en palabras de la
diosa). Luego, obligó a que las partes aleguen argumentos, y, finalmente, a la vista
del empate técnico de los jueces entre los que consideran culpable a Orestes y los
80
que no, unió su voto al de estos últimos. Lo que se pretendió fue romper el origen
de todos los actos de venganzas cometidos por la familia de los Átridas, con el
único fin de enseñar que el crimen no puede solucionarse con otro crimen, puesto
que la justicia del pueblo es la que asumirá la resolución final (decisión) de los
problemas y corregirá las causas de estos.
81
Una de las interrogantes sería ¿por qué Esquilo decidió abordar temas jurídicos en
algunas de sus obras? La respuesta se encuentra en los problemas sociales que
veía en su época y en cómo se podría hacer primar las leyes expuestas en la
constitución de Clístenes. Esto lo llevaría a abogar por una teoría democrática con
bases religiosas y mitológicas, pero aportando algo distinto al pensamiento de los
sofistas, los cuales creían poder prescindir del fundamento divino del orden social
y político basándose simplemente en la naturaleza humana. Lo que nos interesa
abordar en esta tesis son los planteamientos de justicia y derecho que se pueden
extraer de las obras de Esquilo, una justicia que va más allá de todo punto crucial
en sus tragedias, que puede ser comprendida por las bases democráticas que se
registran en sus obras, enfatizando aún más la figura de la diosa Diké y
otorgándole algunos rasgos distintos de los que ya Homero y Hesíodo pudieron
dejar.
Sabemos que en las obras de Homero se nota una manera de concebir la realidad
y de enfrentarse a la vida, y dentro de esta ya encontramos algunos antecedentes
jurídicos, recordando siempre que, en la concepción del mundo, las fuerzas de la
naturaleza están orientadas por los dioses. Además, la moral que se expresan
mediante los mitos y relatos sirve como paradigmas y normas de vida para los
hombres. Esto nos indica que los poemas homéricos nos muestran una noción
ética cuyo valor principal es la areté, es decir, el honor y la valentía, la cual lleva a
los mortales a un orden jurídico que privilegia una noción de justicia retributiva
derivada de los dioses que premian o castigan las acciones humanas.
Es así como Esquilo, conociendo los trabajos dejados por Homero y Hesíodo, ya
reconocía la importancia del estilo de vida de la polis ateniense. Todo lo que le
preocupaba a la sociedad griega de su época, empezando desde sus valores, sus
conflictos, sus costumbres, etc., viene a ser fundamental, porque en sus obras se
ve plasmado un Estado de derecho muy distinto al de épocas anteriores, donde
las normas derivaban de una cultura primitiva y tribal. Esquilo, en su formulación
poética, ve a la democracia de su época como un nuevo paradigma.
Es así como Esquilo llega a contemplar el orden divino al haber asimilado algunas
referencias filosóficas, como la concepción del cosmos y el significado de la
realidad como un «todo» armónicamente organizado. Además reconoce que, en la
mitología, Diké es hija de Zeus y Themis, del cielo y de la tierra, con lo cual tiene
más de un punto de partida para poder escribir una nueva tragedia. Pareciera ser
que la misión de Esquilo era la de observar a las ciudades para cuidar si algún
hombre comete desorden, y, si esto llegara a ocurrir, afirmar entonces que el
sentido de la justicia es volver a restablecer el orden roto por la Hybris, es decir, la
pasión descontrolada de los mortales. Esquilo recoge esta concepción y
propondrá una superación del dilema trágico.
Si bien Zeus era quien gobernaba y regía el mundo, la justicia, para Esquilo, es el
elemento estabilizador de los desequilibrios que amenazan al mundo de los
hombres: la injusticia y sus correlatos, la culpa y el castigo. De este modo, la
83
justicia viene a ser la garantía de un prometedor destino para el hombre, sin que
los dioses se entrometan. Pero ¿en qué obra de Esquilo podemos apreciar esta
noción? La respuesta la encontramos en Las suplicantes, donde se lee que los
egipcios representan la Hybris, ya que, por la fuerza, quieren obligar al grupo de
doncellas de Argos a contraer matrimonio contra su voluntad. Es ahí donde
leemos y nos damos cuenta de que Zeus no ve con buenos ojos la prepotencia de
la Hybris de los egipcios. Esta situación no nos conduce a una simple deducción
de una justicia divina, porque no es solo Zeus quien se percata de ello, sino
también el pueblo de Argos, que siente compasión por las débiles doncellas y
escuchan sus súplicas. Sin embargo, notamos que Esquilo se cuida muy mucho
de perfilar esta actitud solo en el rey Pelasgos, ya que este, demostrando una
clara mentalidad democrática, piensa que el pueblo de Argos debe dar su
consentimiento para ayudar a las suplicantes.
La idea esencial de la obra de Esquilo recae en que el premio divino no tiene por
qué estar relacionado con el triunfador, como ocurría en el mundo arcaico, del
mismo modo que el castigo de los dioses (idea religiosa de justicia e injusticia) sí
recae en la impiedad o injusticia. Esto tiene que ver con su crítica al pensamiento
agonal arcaico, en cuanto a que en sus obras la acción del noble no converge
necesariamente en el éxito o el honor, sino que puede desembocar en la Hybris
que puede acarrearle la ruina. Agamenón llega como un triunfador, pero al mismo
tiempo como cruel destructor de Troya. Esquilo está pidiendo, desde esta
interpretación, que hay una integridad interior, lo que significa fidelidad a las
propias leyes y al saber. Notamos también que el coro, como portavoz de dicho
pueblo, tiene claro que la justicia consiste en el respeto a la autoridad
representada por la nobleza, incluso viendo que esta puede comportarse de forma
no adecuada. Además, vemos cómo Orestes, obedeciendo un mandato de Apolo,
quita la vida a su madre para vengar el asesinato de su Padre. También viola el
orden de las leyes eternas, por lo que se cubre de ignominia. Con estos
precedentes, el mensaje final es que cada uno, al acometer la enunciación de su
propio derecho, no puede quebrantar el derecho ajeno.
Así vemos cómo la conciliación entre las fuerzas en conflicto significa que sin Diké
no es posible la existencia humana. Por ello, el coro, que también comprende el
mensaje (Esquilo cree en la persuasión de la razón), termina diciendo: «La justicia
facilita a aprender a quienes han sufrido» (v. 250). Este resultado significa, pues,
un desarrollo de lo primitivo a lo civilizado, de lo sacro a lo racional, de la
concepción gentilicia a lo propiamente político. Solo así será posible la felicidad
ciudadana, el orden y la paz. Un paso, en definitiva, que sirve de la matriz de lo
que nuestros días denominamos Estado de derecho, es decir, no solo el
establecimiento de una ley que determine lo lícito de lo ilícito, sino también la
instauración de un poder judicial del Estado en sustitución de la venganza privada,
la que sólo puede acarrear una sucesión infinita de delitos.
Si bien Sófocles y después Eurípides harán más hincapié en una verdad humana,
en su propia fuerza, con independencia de los dioses, Esquilo, ayudado por dichos
dioses, a los cuales ve de manera racional, va a perfilar más en sus obras una
construcción teórica que justifique la democracia, ya no solo como yuxtaposición o
conciliación de elementos, sino también como acuerdo y colaboración entre ellos
en lo individual y lo político.
Pero la interrogante sería ¿qué tiene que ver la obra de Sófocles con la influencia
que los mitos y sus dioses establecieron y decretaron en el derecho? Esta obra,
Antígona, fue estudiada por la filosofía del derecho con respecto a la primacía del
derecho natural sobre el derecho positivo, con las respectivas discrepancias que el
tema confiere. Pero para fines de esta tesis, esta obra nos muestra el
reconocimiento del derecho natural que Antígona realiza invocando a la diosa Diké
en su diálogo con Creonte, cuando le hace recordar que las leyes otorgadas por
los dioses tienen una jerarquía mayor sobre las leyes decretadas por los hombres
(reyes o monarcas).
¿Quién no recuerda la tragedia que Edipo escucha del oráculo de Delfos sobre
aquella cruel profecía en la que mataría a su padre para casarse con su madre?
Tal premonición se cumple ad litteram, pues sin saberlo, Edipo mata a Layo (su
padre) y se corona rey de Tebas. Posteriormente se casa con Yocasta, su madre.
89
Fruto de esa unión, Edipo engendra a cuatro hijos: Polinices, Etéocles, Antígona e
Ismena.
Creonte, tío de los hermanos fallecidos y hermano de Yocasta, al ver que Tebas
está sin gobernante, decide hacerse cargo de la situación y ordena enterrar con
honores a Etéocles y prohíbe sepultar a Polinices, por considerarlo traidor.
Precisamente es aquí donde aparece nuestra protagonista, Antígona, quien pide a
su hermana Ismena que la ayude a enterrar a Polinices. Sin embargo, Ismena no
acepta por temor a la reacción de su tío Creonte, ya que ello hubiera significado el
incumplimiento de su orden. Pero, Antígona, quien no teme a nada, empezó
esparcir un polvo ritual sobre el cadáver de su hermano durante la noche. Este
acto implicaba un entierro simbólico. Luego se llega a descubrir que Antígona hizo
eso y es llevada al tirano Creonte. Antígona, mujer valerosa y fuerte de carácter, lo
enfrenta altivamente y le dice que la ley de un rey no puede derogar las leyes de
los dioses, pero Creonte no la escucha y ordena su encierro en una cueva, cuya
entrada manda a cerrarla colocando un muro. Veamos lo que le dice Antígona a
Creonte:
90
Antígona responde: ¿Cómo? ¿Qué no fue Zeus quien la había
promulgado? ¿Acaso tampoco fue Diké –la compañera de los dioses
infernales (subterráneos)- la que impuso a los hombres leyes
semejantes? ¡Oh, no sabía yo que tus decretos tuvieran más fuerza para
borrar e invalidar las leyes otorgadas por los dioses! Ya que de ser así,
entonces cualquier mortal puede quebrantarlas. Pero no es así, porque
esto no es de hoy ni de ayer, sino que siempre (las leyes divinas) han
estado en vigor y nadie sabe cuándo aparecieron. No iba yo a enfrentar
la justicia de los dioses, por temor al castigo de ningún hombre.
Precisamente es este el tema principal de este acápite: que estas leyes naturales
provienen de los dioses. Prueba de ello es que Antígona refiere a Zeus y a Diké, y,
por tanto, les otorga (a las leyes) el lugar que les corresponde. No podemos negar
91
que Sófocles, recurriendo a los mitos de los dioses, extrajo la idea de hacer
prevalecer las normas divinas sobre las normas sociales y jurídicas (humanas).
El derecho cambia cada día, pero obras como las de los antiguos griegos y
romanos –como veremos posteriormente en la presente tesis– nos han dejado un
valioso legado al mundo jurídico, haciéndonos recordar siempre que el derecho,
más allá de su aplicación y ejecución terrenal, obedece a un orden divino,
celestial, donde solo los dioses son capaces de dictar leyes y enseñar el derecho
a los mortales, para que estos puedan aplicarlo y ejecutarlo aquí en la Tierra.
92
2.4.9.- Simbología mitológica-jurídica en Grecia
Así como hemos visto que la gran influencia mitológica y la concepción de los
dioses griegos en las obras de los poetas ejercieron gran influencia para la noción
jurídica de la época, existe otro elemento que no podemos dejar de lado: la
simbología jurídica.
Así como hemos apreciado en el derecho griego, esto es, la gran relación que se
guardaba para con sus dioses, en la antigua Roma esto no sería la excepción. Sin
embargo, los antiguos romanos tenían una concepción algo distinta del derecho
griego en cuanto a la rectitud y solidez de sus normas.
Los antiguos romanos eran muy devotos tanto de su religión como de sus leyes,
pero fue solamente en la República tardía cuando comenzó a abrirse paso a la
jurisprudencia laica, y se efectuó, así, un proceso secular del IUS, que dio como
resultado la separación del derecho de la religión romana. Es precisamente en esa
época cuando FAS viene a equivaler a un ius divinum, el cual vendría a ser la
norma religiosa, un derecho revelado por los dioses, que regulaban las acciones
humanas y su trato/comportamiento con la divinidad; mientras que el Ius es
solamente el derecho de los mortales, es decir, el derecho de las personas.
Pero, siempre fueron los sacerdotes los que tenían el dominio de las
jurisprudencias pontificiales, ya que ellos eran los únicos que podían mantener el
secreto de las fórmulas y ritos procesales, aunque tal proceder (algunas veces) iba
en contra del desenvolvimiento natural de la legislación romana.
Luego tenemos el Ius Aelianum y la Tripertita (204 a. C.), cuyo autor fue Sextus
Aelius Petus, donde nos da a conocer nuevas fórmulas de las acciones legales.
En cuanto a la Tripertita, esta obra fue considerada como el primer tratado
sistemático de derecho, la cual contenía la ley de las XII Tablas, una ley decenviral
y un libro llamado actiones. Fue a partir de estas obras que se empieza a conocer
los inicios de una jurisprudencia laica, con la cual se va desvinculando cualquier
nexo con el hermetismo de los sacerdotes romanos (Arguello, Manual de Derecho
Romano. Historia e Instituciones, 2000).
Aunque muchos autores sostienen la teoría de que casi toda la mitología romana
proviene en gran parte de la mitología griega, otros consideran que no es así, sino
que la mitología romana tuvo sus propios orígenes en el culto a una diosa. Mucho
antes de que el panteón romano tenga a Júpiter como principal divinidad, existió
un culto antiguo en el cual adoraban a los numina, que para los antiguos romanos
eran las fuerzas de la naturaleza que residen en todos los seres y las cosas. En un
comienzo, sus deidades no tenían representación antropomórfica y mucho menos
atribuciones humanas. Estos numina, posteriormente y poco a poco, se
desarrollarían en lo que sería la triada capitolina (Júpiter, Juno y Minerva), así
como posteriormente las otras divinidades romanas tendrían también sus propios
cultos, adoración y templos, como en el caso de Marte, Venus, Janus y Vesta, la
gran diosa del fuego en el hogar. Fue así como se empezaron a introducir las
demás figuras en el panteón romano, al igual que el gran culto y los diversos ritos
que los antiguos romanos, dirigidos por el paterfamilias, dirigieron hacia los dioses
del hogar, conocidos como los lares y los penates. Pero, tampoco debemos olvidar
que los romanos también creían en deidades conocidas como los manes, que
96
eran las almas de los muertos, pues tenían la creencia de que sus difuntos, luego
de morir, pasaban a ser transformados en sombras y fantasmas, y ascendían a
ser dioses en el mundo (reino) de los muertos. No en vano, se conocía una fosa
sagrada bajo el nombre de mundus, la cual era despastada tres meses al año y se
permitía volver a la tierra a los difuntos.
Los dioses romanos más importantes con sus atributos y símbolos son los
siguientes:
Por ahora, hasta aquí, lo referido preliminarmente con respecto a los estudios de
la mitología romana y su rol en sus ciudadanos.
Para poder entender la relación que guarda el dios romano Saturno con el
derecho, debemos conocer la narración del mito.
98
En los diversos estudios sobre la mitología romana se ha identificado a Saturnus
(Saturno) como un dios importante de las cosechas y la agricultura, pero fue
reconocido también por ser el dios del tiempo (símbolo elemental muy antiguo que
significa «el que arrasa con todo»). En la iconografía, es representado como un
anciano de largas y espesas barbas blancas con una hoz en la mano. Hijo de
Caelus (El Cielo) y Tellus (La Tierra) cuyo hermano mayor fue Titán (Saturno fue
el menor). Titán le cedió a Saturno el poder gobernar y reinar en su lugar, con una
sola condición: Saturno no debía tener hijos por ningún motivo, ya que si esto
pasaba, Saturno sería devorado por uno de sus hijos. Pasó el tiempo y Saturno se
llega a casar con Ops, con quien tuvo varios hijos, entre ellos, Plutón, Neptuno,
Júpiter y Juno. Ops llegó a ocultar a sus hijos, y solamente se quedaba con su hija
Juno en brazos. También se decía que Saturno se devoraba a sus hijos, pero Ops
ocultó a Júpiter en una cueva para no ser devorado por su padre. Sin embargo,
sea como fuere, Titán descubrió tal engaño. Como respuesta, encarceló a Saturno
y a su esposa Ops.
99
«Primero fue Saturno el que llegó desde el celeste Olimpo
huyendo de las armas de Júpiter, desterrado del reino que perdiera.
Él fue quien reunió a aquella raza indomable dispersa por las cimas de los montes
y le otorgó leyes, y quiso que se llamara Lacio»
Fue así como Jano lo recibió, una vez que Saturno fue reducido a la condición de
un simple mortal. Mientras que otra versión del mito nos narra que Saturno
descendió de los cielos, una vez desterrado por Júpiter, llegó a la ciudad de Lacio,
donde dio leyes a los hombres bárbaros, y les enseñó la agricultura y a cómo vivir.
Existe otra antigua creencia itálica, relacionada según la tradición con los sabinos,
que refiere que, en sus orígenes, la península estaba habitada por unos hombres
peludos que vivían entre los árboles y actuaban de modo salvaje, sosteniéndose
ruralmente con el alimento que cazaban. Estos hombres arcaicos fueron
conocidos como aborígenes. Esta antigua tradición itálica narra que el dios
Saturno llegó a ellos y, compadeciéndose de su condición, les enseñó a cultivar la
tierra y usar el arado, a sembrar y a cosechar, pero sobre todo a dictaminarse y
cumplir funciones basadas en unas leyes cívicas que les otorgó.
Si pretendemos conocer las atribuciones respecto del derecho que el dios Júpiter
tenía para con los hombres, debemos empezar por conocer un poco acerca de
sus orígenes en la mitología romana, tal como lo hicimos con su padre Saturno.
100
Sobre la narración mitológica que nos muestran los antiguos poetas, historiadores
y mitólogos romanos, queda reconocer que gran parte del mito (sobre la historia
de Júpiter) son similares al Zeus griego, con algunos préstamos de la mitología
etrusca y uno que otro elemento oriundo de la antigua ciudad de Lacio.
Júpiter era hijo de Saturno y Ops. Su padre, debido a una condición impuesta por
su hermano Titán, devoraba a sus hijos una vez que estos nacían. En vista de ello,
Ops (la madre de Júpiter) pudo rescatar de tan cruel destino a Neptuno, Plutón y
Júpiter (por el contrario, en el mito griego el padre se los devoró a todos, menos a
Zeus). Luego, Ops se llevó al pequeño Júpiter y lo escondió en la isla de Creta,
donde sería amamantado por la cabra Amaltea. Pero, para que Saturno no se
diera cuenta de esto, Ops le dio una piedra envuelta en pañales, la cual Saturno la
devoró inmediatamente creyendo que se devoraba a Júpiter (Carrasco, 1864. pp.
539-540). Pasó el tiempo y el niño Júpiter creció. Fue entonces cuando decidió ir a
su tío Titán y declararle la guerra, para luego luchar contra su padre Saturno y
quitarle el trono (V. D. L., 1826, pp. 7-9). Pero Júpiter tenía pensado rescatar a sus
hermanas Vesta, Ceres y Juno (aunque algunos mitógrafos sostienen que Juno no
fue devorada, ya que Ops la mostraba de vez en cuando), que fueron devoradas
por su padre, y, para esto, tuvo que recurrir a un preparado de Metis, que hizo que
Saturno las vomitara. Una vez liberados todos, Júpiter invitó a sus dos hermanos
(Neptuno y Plutón) a que acordaran los imperios celestes, marítimos y el
inframundo. Al final, Júpiter quedó al mando de los cielos, mientras que a Neptuno
le tocó el reino de los mares y a Plutón, el inframundo. Luego de esto, Júpiter se
casaría con su hermana Juno, con la cual tendrían a su hija Minerva, y formarían
así la triada capitolina.
101
2.5.3.1.- Júpiter como máxima deidad en el imperio romano y su relación con
el derecho
Debido a varios historiadores, se conoce que los orígenes del culto romano a
Júpiter probablemente fue de origen sabino, el cual sería introducido en el imperio
romano a través de Numa Pompilio (Mestica, 1998). La veneración de Júpiter
como máximo dios llegaría a través del mayor templo romano, construido en honor
y devoción a él en la colina Capitolina, donde fue reverenciado bajo el título de
Iuppiter Optimus Maximus (IOM), que traducido del latín literalmente es «Júpiter
Óptimo y Máximo», conocido por muchos romanos como «Júpiter, el mejor y el
más grande» o, según lo designaba Marco Aurelio en sus discursos, como
Custodio de Roma, porque era el protector de la ciudad y el Estado romano.
Precisamente esto es clave para el derecho, porque fue de Júpiter de donde se
emanaban la autoridad, el mandato, las leyes y el orden social.
La figura de Júpiter, con respecto a las leyes, es importante para el estudio que
propongo, puesto que se ve nuevamente la figura de un hacedor (un dios) que
otorga leyes a los hombres, tal como se mostró en la figura del dios Saturno y de
otros dioses de civilizaciones antiguas. Para que un dios pueda otorgar leyes a los
hombres, primero debe de crearlas, similar a la facultad de un juez al crear el
derecho (jurisprudencia), lo cual es una labor atribuible solo a una mente suprema,
pues no en vano Cicerón llamaba a Júpiter como numen praestantissimae mentis,
lo cual fue traducido como «una inteligencia trascendente». Pero vayamos al
párrafo en que Cicerón nos lo describe:
102
Texto en latín Traducción al castellano
Ne egere quidem videtur inquit oratione La primera parte apenas parece exigir
prima pars. Quid enim potest esse tam argumentos. Pues, cuando levantamos
apertum tamque perspicuum, cum la mirada a lo alto, hacia el firmamento
caelum suspeximus caelestiaque y contemplamos los cuerpos
contemplati sumus, quam esse aliquod celestiales, ¿qué cosa puede ser tan
numen praestantissimae mentis, quo evidente y tan claro como que allí debe
haec regantur? Quod ni ita esset, qui existir algún poder que posea una
potuisset adsensu omnium dicere inteligencia trascendente por la que
Ennius «aspice hoc sublime candens, esas cosas sean gobernadas? Y si esto
quem invocant omnes Iovem» illum no fuera así, ¿cómo hubiera podido
vero et Iovem et dominatorem rerum et Ennio decir, con el asentimiento de
omnia motu regentem et, ut idem todos, «contempla esta candente
Ennius, «patrem divumque bóveda celeste, que todos invocan a
hominumque». Júpiter», y no solamente como Júpiter,
sino también como soberano del
(Cicerón, De Natura Deorum, mundo, que gobierna todas las cosas
II.2.) con un signo de su cabeza, y como,
según dice el propio Ennio, «padre de
los dioses y los hombres».
Fue así como, durante el período de la República, Júpiter fue la divinidad a la que
el cónsul elevaba sus plegarias luego de iniciar su mandato, tal como nos
menciona Pierre Grimal, en su Diccionario de la mitología griega y romana
(Grimal, 2008, p. 300). Ya durante la etapa propiamente del Imperio, Júpiter
dejaría de ser el único en ser personificado como dios máximo, pero esto no quitó
103
el hecho de que varios emperadores lo siguieran haciendo su dios principal e
incluso tomaran de él sus títulos y atributos. Existe una antigua anécdota en la que
se decía que el emperador César Augusto tenía sueños enviados por parte de
Júpiter para saber cómo gobernar bien. Por otra parte, tenemos a Calígula, quien
tomó el título de «Optimus Máximus», el cual lo comunicó en su palacio construido
en el monte palatino con el templo de Júpiter Capitolino.
De este modo se vincula a Júpiter con el derecho en la presente tesis. Puesto que
en sus orígenes Júpiter fue considerado como un dios del cielo, de los climas y los
ciclos agrarios, con el tiempo, gracias a los emperadores, se elevó y exaltó su
figura a la de custodio y soberano de Roma, donde las personas solían jurar por
Júpiter en los tribunales de justicia bajo la expresión «¡por Júpiter!». Fue así como
se le concedió la máxima autoridad en aplicar justicia y otorgar el derecho a los
hombres bajo la autoridad y el orden social, siempre desde algún «Sinaí» o desde
«las alturas», el derecho otorgado por Júpiter adopta la forma de ley, y se expresa
en el imperativo de lo prohibido, mediante unas leyes y normas que en el derecho
moderno se podría rescatar como establecida en los códigos. De este modo,
Júpiter, a través de sus leyes, castigaba a los impíos y a los quebrantadores del
orden social.
Si los griegos tenían a Diké, los romanos tenían a Iustitia, en quien veían a la
encarnación de la fuerza moral (vigor y virtud) que era elevada al grado de justicia.
Sabemos también que es una representación alegórica de los sistemas judiciales
104
en la actualidad, pues los tribunos se inspiran en ella para obtener la anhelada
justicia.
Pero, esta figura no es propia de los romanos, sino que nos remonta a una cultura
más antigua, que tiene que ver con la diosa de la justicia en Egipto, conocida con
el nombre de Ma’at, tal como lo hemos visto en el capítulo primero de la presente
tesis. Por su parte, las divinidades griegas Temis y Diké fueron concebidas con los
atributos de justicia y derecho, respectivamente. Sin embargo, debemos aclarar la
supuesta confusión que existe entre una deidad y otra, ya que para los griegos
Temis representaba la encarnación del orden divino, el derecho y el orden social
ligado a las buenas costumbres; como tal, ella era la justicia divina de la ley, como
fuerza imperante. En cuanto a Diké, sabemos que era la hija de Temis, y, por lo
tanto, fue designada por los poetas como la encarnación del derecho. El poeta
griego Baquílides (s. VI-V a. C.), por ejemplo, concebía que, al nacer Diké, Temis
le concedió la facultad de ser la diosa del derecho, por lo cual Temis se quedó
solamente con el atributo de diosa de la justicia. Podemos leer la referencia a
Diké en uno de los fragmentos de la poesía de Baquílides: «Si algún dios hubiera
sostenido el nivel de la balanza, como lo hacía Diké». Para los romanos, la figura
de la balanza representaba la imparcialidad. Esta es la razón por la que los
romanos rescataron la figura de la diosa Diké y la llamaron Iustitia, quien llevaba
en sus manos una balanza y una espada, pero, a diferencia de Diké, con los ojos
vendados. Para esta caracterización de Iustitia, los romanos se inspiraron en
otras diosas que poseían estos elementos: los ojos vendados de la diosa Fortuna
(Destino) y la espada de Némesis.
Queda resaltar que para los romanos esta diosa al imponer su justicia no
solamente se congraciaba con los mortales que la obedecían, sino que todos los
impíos la temían porque los castigaba haciendo uso firme de su espada. De ahí la
frase que a los malvados se los debe castigar con «todo el peso de la ley».
Aunque los romanos tuvieron como primera acepción a la palabra Ioves, el cual
era traducido como «lo que Júpiter manda/ordena», la noción de ius tenía otro
significado (muy distinto al de su etimología), con lo cual solo designaban a la
diosa Iustitia como generadora de ius y posteriormente esto conduciría al error
filológico de Ulpiano al hacer derivar ius de iustitia, cuando los mismos estudios
filológicos demuestran que lo correcto es que iustitia deriva de ius. Por último,
tenemos el término latino derectum, el cual proviene del prefijo de- que en
aquellos tiempos indicaba también «totalidad» o «perfección», y de rectum, que
significa «recto», «no-torcido». De este modo, derectum sería la posición de la
balanza en la que el fiel está ni en un lado, ni en el otro, sino al medio.
Entonces se puede concluir que Ius y Derectum, que con el tiempo pasó a ser
Directum (Derecho), siempre van juntos, ya que la diosa Iustitia, quien establecía y
dictaba el ius, tenía que a la vez percatarse de que la balanza estuviera derectum,
es decir, «en equilibrio centrado (neutro)».
En cuanto a la frase latina orabunt causas melius, hay varios autores que lo
traducen como «defender la causa justa» o «defenderán las causas mejores»,
pero ¿será realmente alguna de las dos (u otras) el significado real? Y si no lo es
¿por qué se le atribuye el significado imperativo de «defender» las causas
mejores? ¿Será lo mismo «abogar» que «defender»?
Excudent alii spirantia mollius aera «Otros habrán –lo creo– que con
rasgos más mórbidos esculpan bronces
(credo equidem), uiuos ducent de
que espiran hálitos de vida y que
marmore uultus, orabunt causas
saquen del mármol rostros vivos, que
108
melius, caelique meatus describent sepan defender mejor las causas y
radio et surgentia sidera dicent: tu acierten a trazar con su varilla los giros
regere imperio populos, Romane, en el cielo y anuncien la salida de los
memento (hae tibi erunt artes), pacique astros. Tú, romano, recuerda tu misión:
imponere morem, parcere subiectis et ir rigiendo los pueblos con tu mando.
debellare superbos. Estas serán tus artes: imponer leyes de
paz, conceder tu favor a los humildes y
abatir, combatiendo, a los soberbios».
En ese verso de Virgilio –en su Eneida– vemos que Anquises, quien fue padre de
Eneas, presagia para Roma un porvenir dichoso, puesto que menciona la
aparición de «otros», los cuales vendrán después y destacarán en las artes y las
ciencias. Sin embargo, por más que el hermoso pasaje haya sido escrito por el
gran Virgilio, muchos tomaron este verso como un ataque al filósofo y orador
político Cicerón. Esto fue analizado así porque muchos traductores piensan que el
poeta Virgilio, al colocar la frase orabunt causas melius, estaría mostrando que
Grecia es superior a Roma en elocuencia (oratoria), quizá haciendo alusión a
Demóstenes; pero, aun así, no tendría sentido recurrir a este tipo de
interpretación, porque sabemos que Demóstenes solo se dedicó a ejercer la
actividad política, mientras que Cicerón fue abogado, tribuno, filósofo y, desde
luego, un gran orador. Por otra parte, al decir que la esperanza está puesta en
otros, en el futuro, los cuales brillarían con mejor elocuencia, en palabras del Dr.
Leysser León, diríamos que «representa un desconocimiento de todos los méritos
de Cicerón, mezquindad que según los estudiosos que han analizado este pasaje
virgiliano, sería atribuible al distanciamiento entre el agraviado, opositor del
Segundo Triunvirato y Octavio, el futuro emperador Augusto (63 a. C.-14 d. C.)»
(Leysser, 2011).
109
Sin embargo, la interpretación que le doy a este pasaje la basaría en las mismas
palabras de Anquises para Eneas, dejando de lado las disputas entre griegos y
romanos. Soy de la idea de que Virgilio, como varios romanos de su época, creía
en el fatum (destino), y es precisamente aquí donde desglosaría mi interpretación,
puesto que siendo el destino, dispuso que los romanos sean los dominos
(señores) del mundo, ya que Eneas formaría parte de este gran escalón, el cual
culminaría evidentemente con la fundación de Roma.
Sostengo esta idea porque cuando se lee toda La Eneida uno puede deducir que,
a lo largo, esta obra culminará con el destino del héroe troyano, y queda más claro
aún en el Canto VI (Libro VI), donde vemos que Eneas viaja al infierno para ver a
su padre Anquises, y este le muestra la estirpe que fundará Eneas, porque le
predice su gran linaje, donde su hijo Silvio, el cual nacerá fruto de la unión del
héroe troyano con Lavinia. Junto a Camilo, César, Máximo, Serrano, Romano,
Marcelo y otros lograrán forjar un gran imperio. Y como si esto fuera poco, no
podía faltar en la obra de Virgilio el elogio del emperador Augusto, incluso el elogio
directo lo podemos encontrar en la descripción del escudo de Eneas, en la batalla
de Accio, donde obtuvo un gran triunfo.
Por último, queda destacar que Virgilio atribuye a Eneas y a sus descendientes un
origen mitológico y noble, de donde se fundaría Roma, tal como se puede apreciar
en el siguiente cuadro:
110
Es interesante recalcar, que los orígenes de este lema que va colocado en la
estrella del abogado, también tenga sus orígenes en la mitología romana, en la
invención del poeta Virgilio y su máxima obra La Eneida, pues tal como se puede
apreciar en el cuadro, Eneas es hijo de la diosa Venus, y precisamente de su
descendencia, Rea Silva se uniría con el dios Marte para tener a los futuros
fundadores de la gran Roma, los gemelos Rómulo y Remo.
111
De Civitate Dei (Cap. V, XII) Traducción:
112
gastando pródigamente con los torpes.
Siglos posteriores, quien iba a empezar a darle otra interpretación, y por ende otro
significado al término orabunt, sería Fray Luis de León (1527-1591), quien incluso
causaría cierta polémica al traducir orabunt (defender) por «abogarán mejor»
(Virgilio, 1777, p. 482-483), tal como lo podemos ver en su traducción de La
Eneida:
«Otros –añora Anquises en este pasaje de La Eneida– harán tan al vivo las
imágenes, que parezca que respiran: no lo reduzco a duda. Otros en el mármol
esculpirán al vivo los rostros. Otros abogarán mejor, escribirán altamente de la
astrología, los movimientos de los cielos y los aspectos de los signos. Tú, oh
romano, no te olvides de regir a los pueblos con imperio; guarda solos estos
preceptos; procura siempre conservar la paz, favoreciendo a los desvalidos y no
perdonando a ningún poderoso».
No sabemos con certeza el por qué Fray Luis de León tradujo el término orabunt
por «abogarán», pero quizá una posibilidad de dicha traducción tenga que ver con
el significado que encierra el término, el cual guarda referencia con el «hablar» o
el «discurso» y el arte de la elocuencia.
113
Además, recordemos que el don de la palabra de Cicerón, era tan elocuente que
hizo derramar lágrimas a un gobernante, en Rodas, que luego de escucharlo cayó,
emocionado, en la cuenta de que los romanos habían despojado a Grecia no solo
del «cetro del poder», sino también del de la elocuencia. Esta anécdota proviene
de PLUTARCO, «Cicerone», en ID., Le vite parallele, trad. de Girolamo Pompei,
vol. IV, Felice Le Monnier, Florencia, 1846, p. 145. Cicerón, según informa
PLUTARCO, pronunció aquel famoso discurso en griego.
Ya por la segunda mitad del siglo XVIII, el poeta Vittorio Amedeo Alfieri (1749-
1803) califica de «cobarde» el insulto virgiliano y de «infames» las palabras
«Orabunt (alii) caussas melius» (sic). Esto deviene en la traducción que hace
Alfieri: «otros pueblos tendrán oradores más excelsos, que los romanos no
tuvieron», pues nos dice que con este proceder, «un escritor latino excelente, con
vil y mezquina desvergüenza, concede gratuitamente las palmas de la elocuencia
a los griegos o a quien sea, con el solo fin de quitársela a Cicerón» y de
congraciarse, a la vez, con el emperador Augusto (Amedeo, 1859. p. 106-107). El
conde ALFIERI –oportuno es recordarlo– fue autor de una de las más famosas
traducciones italianas de La Eneida.
A pesar de que ya esto había causado cierta polémica en aquellas épocas, iba a
ser otro intelectual italiano, Antonio Meneghelli (1765-1844), quien dedicaría un
entero ensayo al verso en cuestión, en el que sostiene, minoritariamente, que
orabunt causas melius responde no a un deliberado propósito de ofender, sino al
convencimiento pleno y honesto de Virgilio sobre la superioridad de los griegos en
el terreno de la oratoria.
Explica Meneghelli que cuando Virgilio escribió La Eneida «todo lo que se conocía
del griego era precioso a ojos de los romanos. Muchos dejaban a un lado la
lengua patria para consagrarse a la de Pericles, y nadie pensaba que fuese
114
posible alcanzar cierta celebridad si el saber no provenía de las fuentes griegas»
(Meneghelli, 1831, p. 159-160). Es por eso que no debe sorprender que Virgilio,
«doctísimo en la letras griegas y latinas, aun al cabo del más riguroso cotejo, haya
tomado partido por Demóstenes, y que sólo por él haya hecho decir al padre
Anquises: orabunt causas melius». Abonaría en favor de esta interpretación el
hecho, conocido, de que Virgilio encomendara a dos de sus amigos, como última
voluntad, la destrucción del manuscrito de La Eneida.
«Entretanto me urgía dejar sentada mi protesta contra este viejo error, que
comenzó con la servil adulación de Virgilio, el poeta cortesano. Movido por el bajo
propósito de halagar a Augusto en su vengativo despecho ante Cicerón, Virgilio
aplicó la pequeña cláusula orabunt causas melius a todos los oradores
atenienses en relación con todos los romanos, y con ello no tuvo escrúpulos en
sacrificar al por mayor y colectivamente las justas pretensiones de sus
compatriotas» (Quincey T. d., 1994, p. 14).
Es así como De Quincey nos explica –o nos da a entender– que en Grecia, aun en
la Edad de Pericles, no se produjo ningún asesinato, o por lo menos no se registra
ninguno, del más mínimo mérito, y Roma era de muy escasa originalidad de genio
en cualquiera de las artes como para tener éxito donde su modelo no le indicaba
el camino.
115
2.5.6.2. Análisis gramatical de la frase latina Orabunt Causas Melius
116
La siguiente palabra es un nombre: causās, que está declinada en caso acusativo
y número plural. Literalmente significa ‘causas’, ‘motivos’, ‘razones’. Como
extensión semántica de estos sentidos, se tiene ‘alegato’ y ‘pretexto’: se pretende
presentar motivos o razones suficientes para justificar una acción. Avanzando aún
más, se llega a ‘asunto judicial’, en pleno terreno del derecho, donde la exposición
de los motivos y las razones y la fundamentación del accionar son imprescindibles.
Finalmente, y como generalización última, causa llegó a indicar ‘cualquier asunto’,
que es el origen de la palabra española cosa.
Para determinar si hay alguna relación con lo judicial y el derecho, hace falta ir al
contexto del pasaje en que está insertado el poema. Con tal fin, la marca de
número y persona ayuda a establecer la correspondencia con el referente de
ōrābunt. Como se vio, el verbo está en tercera persona plural, y el pronombre (que
hace referencia a quien ejecuta la acción) en tercera persona plural más cercano
es aliī ‘otros’. El otro pronombre es tu (en tu, romane «tú, romano»), pero este está
en segunda persona singular. De esto se desprende una oposición entre ‘ellos’ y
‘tú’. ¿Quiénes son ‘ellos’? La alusión a labrar el bronce y trabajar el mármol dirige
117
la mirada hacia los griegos (con Fidias como máximo exponente). Lo mismo
parece ocurrir en el caso de la elocuencia verbal y la retórica (con Demóstenes
como uno de los más grandes oradores). Ya el mismo origen griego del héroe,
Eneas, refuerza la idea de que ‘otros’ alude a los griegos: hay un respeto por el
desarrollo cultural griego. Más aún, los orígenes de la retórica no son literarios,
sino judiciales, tal como lo es uno de los sentidos extendidos de la palabra causa:
‘asunto judicial’. Efectivamente, se trataba de la recuperación de propiedades que
el estado griego de los tiranos había expropiado a los ciudadanos, para lo cual
había la necesidad, posibilitada por la democracia, de exponer el caso oralmente y
de manera persuasiva. Esta argumentación oral persuasiva, sin embargo, no se
circunscribió a lo judicial y al litigio, sino que se expandió a otros tipos de
discursos, básicamente tres: el judicial, el deliberativo (en el que se encuentra el
político) y el demostrativo o laudativo.
118
2.5.6.3. El lema Orabunt Causas Melius en la estrella del abogado
La estrella de siete puntas no era propiamente una innovación sino por el contrario
es la expresión auténtica de la insignia que, como distintivo de los miembros del
Colegio, se acordó en Junta General del 04 de enero de 1838, que en su parte
central llevara la inscripción en texto latino que dice: ORABUNT CAUSAS
MELIUS, cuyo exacto significado para los abogados es «defenderán mejor las
causas».
En vista de ello, el Dr. Leysser León nos dice sobre la traducción actual de
orabunt causas melius, lo siguiente: «La lectura moderna debe enfocarse en la
necesidad de la preparación del abogado para el ejercicio de la profesión;
119
requerimiento que, como bien se entiende, está en un nivel más elemental que el
de la noble elección de los “mejores” casos o de los casos “justos”: la práctica
forense urge de preparación, también, en el “arte de arengar” –como lo llama
Meneghelli– o en el de persuadir y, más en general, en el de comunicar”.
“Abogarán mejor” es, entonces, un ideal de viva actualidad y de obligatoria
reafirmación hoy en día, cuando la actividad forense demanda de cada miembro
de la Orden el compromiso y la responsabilidad de aprender y conocer más para
perfeccionar, en todos los planos, el ejercicio de la profesión».
De todas las obras que escribió Marco Tulio Cicerón, existen dos que tratan
elementalmente sobre el estado y el derecho, De re publica y De legibus. Es en
esta última donde el filósofo y jurista romano Cicerón nos da a conocer –a manera
de diálogo– sus ideas sobre el origen del derecho y el para qué sirven las leyes en
un estado.
Su De legibus, que traducido del latín es Sobre las leyes, viene a ser la cúspide de
la madurez jurídica-filosófica de un intelecto propio de su autor que no solo
conocía sobre el ordenamiento jurídico de su época, sino que repercutiría e
influenciaría para la posteridad.
¿Qué es lo que hace exquisita a esta obra? No solo las ideas jurídicas y filosóficas
plasmadas en boca de sus interlocutores, con los cuales Cicerón trata (su
120
hermano Quinto y su amigo Ático), sino la de analizar el núcleo principal que
Cicerón propone, sobre el cual versa todo el derecho, que recae en la concepción
de un derecho supremo y de índole universal, nos referimos al ius naturale o
derecho natural.
Para Cicerón, los actos que se realizan mediante el ejercicio racional de la virtud
están íntimamente ligados con los actos relacionados con los dioses, o en
palabras de Cicerón «la divinidad», lo cual permite que el hombre en su
comunidad pueda vivir lo más tranquilo y pacíficamente posible. Un hombre que
practica la virtud lo hace porque obedece (sigue) lo que los dioses ordenan y, por
tanto, es capaz de saber diferenciar entre lo justo y lo injusto. Esta sería la clave
del pensamiento ciceroniano, con la cual el hombre que llegue a alcanzar esta
virtud ha llegado a un alto grado de conocimiento, y, por ende, la divinidad le
faculta adquirir una noción correcta del significado del ius (derecho), con lo cual
podrá ser capaz de formular y elaborar leyes que proporcionen beneficios,
seguridad, orden, estabilidad a las ciudades de Roma y, sobre todo, que le permita
conservar sus costumbres. Si tenemos en cuenta este punto, podemos
121
relacionarlo también con el hecho de la veneración que los romanos tenían hacia
Júpiter, quien no solo era custodio y protector de Roma, sino que fue quien con su
justicia divina permitía que los hombres vivan en un clímax de paz y fortalecía, así,
la comunidad, sus instituciones y órganos que el Estado tenía a su mando. Para
Cicerón, el principal acto de la divinidad es velar por el bien común y así lograr una
«constitución política perfecta» y eliminar los vicios y errores que un Estado pueda
tener.
Estas leyes eran las que, por naturaleza, rigen todos los asuntos divinos y
humanos, los cuales tienen que ver con los criterios de lo justo y lo injusto, para
ordenar lo que se debe hacer o no-hacer/prohibir. Pero el elemento más
importante que encontramos aquí es que toda justicia proviene de Zeus y de la
naturaleza común, tal como Plutarco nos indica en su De Stoic. Repugn. Cap. 9,
1035c. Con esto se lograba obtener una concepción del mundo, en el cual un
sistema político era común tanto entre los hombres como en los dioses.
Es así como los del mundo antiguo creían que los dioses (Zeus o Júpiter) eran los
máximos gobernantes del universo y que, por medio de sus leyes o «mandatos
divinos», regían al mundo para mantener la armonía, el equilibro, el orden y la
justicia, en la sociedad.
Con el tiempo, la «ley de un dios» o las «leyes de los dioses», tomó otra
connotación, que fue conocida como «ley o leyes naturales», surgiendo, así, un
primitivo «derecho natural», donde se afirmaba que la misma ley pertenecía a la
naturaleza. Pero todo esto sería estudiado, con mayor profundidad, en la
posteridad.
El ius naturae está implícita en la ley natural cósmica o intelecto universal para
Platón, de donde Cicerón recogió esta doctrina, pero sostuvo que la lex naturae es
la que impera, rige y llegar a gobernar toda la naturaleza, mientras que el ius
naturae solamente se ve limitada hacia el ordenamiento del género humano. En
otras palabras, para Cicerón, el derecho proviene de la naturaleza misma, pero no
es la naturaleza, puesto que la lex naturae, que posee en ella a la razón, llega a
gobernar todo el universo, la cual, alcanzando la sabiduría, produce efectos
divinos entre los hombres. De este modo, los seres humanos llegamos a unirnos
con los dioses y a la vez, con el universo mismo.
124
Esto, a la vez, muestra una distinción clara entre Platón y Cicerón, puesto que
para el abogado una sociedad bien establecida es aquella donde dioses y
hombres son gobernados por la razón, puesto que la razón es la ley que llega a
unir a los dioses y a los hombres. Este modo de ver gobernado al mundo nos
recuerda a los estoicos, puesto que sostenían una ciudad común entre dioses y
los seres humanos (De Legibus I.23). Solamente la naturaleza está llena de
riquezas en dones, los cuales otorga a los hombres para que sepan vivir
rectamente y opten por decisiones (sentencias) firmes al momento de emitir un
juicio y no dejarlos al azar. Uno de estos máximos dones es la virtud.
126
CAPITULO III
Mediante la presente tesis se pretende demostrar que los orígenes del derecho –la
ciencia que actualmente profesamos– no proviene de alguna doctrina en
particular, ni de alguna escuela jurídica, ni mucho menos de una disciplina que se
forjó per se en algún momento de la historia. Y siguiendo el procedimiento de los
abogados, los cuales siempre se remiten a las pruebas para demostrar que están
en lo correcto y ganar un juicio, del mismo modo se demuestra que los
antecedentes sobre los orígenes del derecho recaen en los dioses de las antiguas
mitologías.
Estos dioses, a los cuales las primeras civilizaciones rendían culto, pleitesía y
sacrificio, fueron los que dictaron/dictaminaron y entregaron sus leyes a los
hombres, y les enseñaron a través de ellas a vivir rectamente y en armonía con
sus semejantes, tal como demuestro en el siguiente cuadro:
127
Pese a que existieron otras antiguas civilizaciones y culturas en las que también
hubieron otros dioses que entregaron sus leyes a los mortales para que estos
sepan cómo vivir de manera correcta, aquí podemos apreciar el lugar y nombre de
algunos dioses que dictaminaron y entregaron sus leyes a los mortales para que
estos empiecen a difundirlas urbe et orbi.
Debe quedar claro también que, tal como mencioné al inicio de la presente tesis,
en un comienzo los hombres concebían al «derecho» como un elemento
«sagrado», razón por la cual lo colocaban y elevaban al rango de divinidad.
Precisamente estos dioses entregaban sus leyes para que los mortales apliquen
ese derecho (incluido dentro de las leyes) y se logre obtener justicia. Incluso si
aplicamos el silogismo aristotélico, obtendremos como resultado dicha conclusión:
(1) PM .- Fueron los dioses los que entregaron las leyes a los mortales.
(2) Pm .- Fueron los mortales, los que se encargaron de dar a conocer al
pueblo las leyes de los dioses para vivir en armonía con un orden
establecido.
(3) Cc .- Los dioses a través de sus leyes, buscaban la armonía y la
convivencia entre los hombres y el orden establecido.
128
Como se puede observar, si partimos de la premisa «los dioses dieron las leyes a
sus pueblos» o «fueron los dioses los que entregaron leyes a los hombres», de
por sí nos remitimos a una concepción divina, esto es, reconocer a la divinidad o
divinidades como los «hacedores de las leyes».
Sabemos que los antiguos pueblos llegaron a concebir esta idea para poder
establecer un orden social adecuado e impartir la justicia entre sus habitantes.
Esto se debe a que simplemente el vulgo no haría caso a las leyes si los antiguos
sacerdotes y poetas les hubieran dicho que fueron los hombres quienes las
elaboraron; pero, la situación cambia drásticamente si se le dice al vulgo que
fueron los dioses quienes se las entregaron, ya que la mente del vulgo está presta
a creer en cualquiera cosa por parte de sus autoridades. Así, fácilmente fueron
manipulados, teniendo en cuenta que si se les dice que obedezcan, ellos deben
obedecer, pues la desobediencia implicaría un castigo por parte de los dioses o
«castigo divino». De ahí que una antigua ley egipcia, en la dinastía de Sesostris II,
establecía que la paga a no obedecer a los dioses es la muerte. Fue así como los
antiguos pueblos empezaron a respetar las leyes por temor al castigo de los
dioses, ya que consideraban que estas leyes tenían un carácter sagrado.
Este es otro factor por el cual pretendo establecer que todo se inicia con los
dioses. Incluso, si llegaran a pensar que fueron los hombres los que establecieron
las leyes, pues fueron ellos quienes las crearon y las elaboraron con el fin de
lograr un óptimo ordenamiento jurídico y un mejor gobierno, resta decir que si bien
los hombres elaboraron estas leyes, se debió al otorgamiento y entrega de leyes
que «estos dioses» les consignaron.
Así fue en un comienzo, pues, para los pueblos más antiguos, sus sacerdotes y
reyes solían explicar al vulgo que fueron los dioses quienes dejaron las leyes para
que ellos –como autoridades y representación de la divinidad– se los manifiesten.
Y si para algunas culturas fueron los sacerdotes y reyes/monarcas los que
129
contactaban con los dioses y estos les daban sus leyes, para otras culturas fueron
sus poetas, tal como se puede ver en el caso de Grecia y Roma. Recordemos que
los poetas griegos, tal como hemos visto en las obras de Homero y Hesíodo, se
encargarían de elaborar distintas teogonías, donde los personajes principales
serían estos dioses, a los cuales no solo se les designa atributos y cualidades,
sino también enseñanzas.
Tales son las propuestas que en la presente tesis expongo, no solo desde un
análisis mitológico, sino también filológico, ya que el campo de acción de la
filología es ocuparse al estudio de los antiguos textos escritos, los cuales intentan
reconstruir el sentido original de los mismos, con un respaldo de la cultura,
literatura y lenguaje de su época, de tal modo que estas también fueron parte de
las herramientas que utilicé para emprender este trabajo, más aun cuando traté
sobre los dioses romanos. De este modo, el centro de estudios mitológicos sobre
los orígenes del derecho recae sobre la divinidad y su manifestación en la entrega
de sus leyes a los hombres (mortales).
130
En otras palabras, sin divinidades no hay entrega de leyes, y sin estas, los
hombres vivirían en una entropía colectiva, un caos, un desorden que produciría
una catástrofe en el mundo, con lo cual se convertiría al planeta en tierra de nadie,
o parafraseando a Dostoievski, «¿Quién enseñaría o daría un orden al mundo si
no existieran los dioses?». Entonces se podría decir que ese pequeño cuadro
sería una especie de «fórmula mitológica-jurídica», con lo cual se reconoce que el
origen del derecho es producido en los mitos.
131
CONCLUSIONES
Primera.- Las antiguas culturas, siglos anteriores a Roma, mucho antes que
institucionalizara al Derecho, ya se regían por medio de leyes. Estas leyes que
regían a los antiguos pueblos fueron otorgadas por sus divinidades (dioses) y
siempre bajo la premisa de «un dios que entrega a un hombre sus leyes».
Segunda.- Si los dioses, según los distintos mitos, llegaron a entregar «sus leyes»
a los hombres, entonces también fueron capaces de otorgarles el derecho. Este
«derecho» lo ejercían los sacerdotes y los reyes/monarcas, puesto que
consideraban al derecho como un elemento sagrado. Fue considerado sagrado
precisamente porque fueron los dioses quienes impartían justicia divina, aplicando
sus leyes.
132
Cuarta.- Si al vulgo (los antiguos pueblos), no se les decía que los dioses fueron
los que entregaron las leyes, simplemente no hubieran «temido» y no hubiera
existido el orden social, tal como lo conocemos.
Quinta.- Nuestro derecho es heredera del sistema denominado Civil Law, y, por lo
tanto, pertenece a la antigua escuela del derecho romano, que, en su momento,
veneró al dios Júpiter como hacedor de sus leyes y amo del universo. Sin
embargo, también no se puede dejar de lado la religión que nuestro país profesa
en su mayoría, la católica, con una amplia tradición y aplicabilidad normativa del
derecho canónico.
133
RECOMENDACIONES
QUINTO.- Por último, debería existir, a la par del curso de Mitología Jurídica, un
curso que lleve por nombre «Filología Jurídica», pues no solo la filosofía del
derecho –la cual es mal enseñada en muchas de nuestras facultades– es la única
disciplina que trate sobre los filósofos, sino también se necesita saber el contexto
cultural de las antiguas civilizaciones y no solo tratar del derecho romano, sino de
134
un derecho babilónico; derecho egipcio; derecho hindú y derecho griego, lo cual
solamente sería realizado por un curso de Filología Jurídica.
135
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Misari Torpoco David Efraín. (2016). Latín Jurídico, aplicación práctica. Fondo
Editorial Esipec, Lima, Perú.
Moreno Garcia, Juan Carlos (1997). Hwt et le milieu rural égyptien du IIIe
millénaire. Économie, administration et organisation territoriale. H.
Champion.
Quincey, T. d. (1994). Del asesinato condenado como una de las bellas artes. 1era
Edición, 2da reimpresión. Madrid: Alianza Editorial.
Riviere Patrick (2004). El gran libro de las civilizaciones antiguas, para descubrir
Mesopotamia, Egipto y Grecia. Editorial De Vecchi S.A.U. Barcelona.
142
Seux, M. J. (1976). Hymnes et prieres aux dieux de Babylonie et díAssyrie. París.:
Les editions du Cerf.
Summer Maine, Henry. (1893). El Derecho Antiguo (Ancient Law). Con Prólogo de
Don Gumersindo de Azcárate. Escuela tipográfica del Hospicio. Madrid,
España.
143
Anexos
144
Anexo: Lista de Cotejo de textos usados para la tesis
145
Libro De las leyes (De Legibus)
Autor Marco Tulio Cicerón
Año de Publicación 2016.
Traducción Julio Pimentel Álvarez.
Editorial Instituto de Investigaciones jurídicas de la
Universidad Nacional Autónoma de México.
Edición Primera edición, 4 de marzo de 2016.
ISBN // ISSN 978-607-02-7234-9
Nro. de Depósito Legal ---
Resumen del contenido del Una de las máximas obras de Cicerón, que trata
libro sobre el origen e inicio de las leyes en el antiguo
pueblo romano. Cicerón comparte un diálogo con
dos interlocutores (Ático y Quinto), con los cuales
empieza a sostener el proceso de formación de
las leyes en la Roma antigua y su vinculación con
los dioses, en especial con Júpiter como “máxima
mente suprema” y sumo hacedor de la justicia
divina. También se discute sobre los orígenes del
derecho civil en la sociedad romana.
Abstract // Summarium One of the greatest works of Cicero, which deals
with the origin and beginning of laws in the ancient
Roman town. Cicero shares a dialogue with two
partners (Atticus and Quintus), with which it begins
to sustain the process of drafting laws in ancient
Rome and its relationship to the gods, especially
Jupiter as "ultimate supreme mind" and sumo
maker of divine justice. It also discusses the
origins of civil law in Roman society
Páginas del libro 275.
País de publicación México.
146
Libro Historia de la religiosidad griega
Autor Martin P. Nilsson
Año de Publicación 1953.
Editorial Gredos.
Edición 1era edición.
ISBN // ISSN ----
Nro. de Depósito Legal “Quedan hechos los depósitos que marca la ley”.
Resumen del contenido del La presente obra, muestra un estudio profundo
libro sobre el proceso de formación de la religión griega
y como los primeros griegos rendían culto y
respeto a sus dioses. El contexto que sitúa el
autor, empieza desde una época temprana, los
siglos en que los poetas Homero y Hesíodo
vivieron. Luego, se hace un recuento sobre la
religión, el sistema de culto en Grecia y el
legalismo que tuvieron, a cargo de los dioses que
moraban en el panteón olímpico.
Abstract // Summarium The present work shows a deep study on the
formation of Greek religion and as the early
Greeks worshiped their gods and respect. The
context places the author starts from an early age,
the centuries when poets Homer and Hesiod lived.
Then count on religion, the system of worship in
Greece and legalism that had, by the gods who
lived in the Olympic pantheon is made.
Páginas del libro 242.
País de publicación Madrid, España.
147
Libro The Administration of Justice from Hesiod to Solon
Autor Gertrude Smith
Año de Publicación 1924.
Editorial The University of Chicago Libraries.
Edición ----
ISBN // ISSN ----
Nro. de Depósito Legal ----
Resumen del contenido del Para los antiguos griegos, la idea de justicia tenía
libro una fuente principal de la cual emanaban todas
las leyes que regían a la sociedad, esta fuente era
la voluntad de los dioses. En los tiempos de
Solón, la administración de justicia, fue ejercida y
aplicada por los primeros legisladores atenienses,
pero siempre y cuando esta justicia, provenga de
algún dios que le daba o dictaba las leyes, para
que el gobernante sepa como conducir al pueblo,
logrando así, la perfecta armonía establecida en la
polis. De Hesíodo a Solón, hubieron muchos
intervalos de tiempo (aparte de la época), pero
todo indica que los dioses siempre han intervenido
desde el principio para que el hombre aprenda a
vivir no solo en armonía, sino también respetando
la integridad y los derechos del otro.
Abstract // Summarium For the ancient Greeks, the idea of justice was a
primary source from which emanated all laws
governing society, this source was the will of the
gods. At the time of Solon, the administration of
justice was exercised and applied by the first
Athenian legislators, but as long as this justice,
comes from some god who gave or dictated the
laws, so that the ruler knows how to lead the
people, thus achieving the perfect harmony
established in the polis. Hesiod to Solon, there
were many time intervals (apart from the time), but
everything indicates that the gods have always
involved from the outset so that man learns to live
not only in harmony but also respecting the
integrity and rights other.
Páginas del libro 80.
País de publicación Chicago, Illinois, Estados Unidos.
148
Libro El Derecho Antiguo (Ancient Law).
Autor Henry Sumner Maine.
Año de Publicación 1893.
Editorial Escuela Tipográfica del Hospicio.
Edición ----
ISBN // ISSN ----
Nro. de Depósito Legal ----
Resumen del contenido del La presente obra, muestra una magnífica labor, no
libro solo académica, sino intelectual, puesto que el
erudito profesor Sumner, desarrolló su trabajo en
torno a los orígenes de las primeras instituciones
jurídicas –teniendo como principal fuente a Roma-
pero nos muestra un desarrollo casi primitivo de
otras instituciones jurídicas anteriores a la ciudad
fundada por Rómulo y Remo. En esta evolución
jurídica, vemos la formación de otras instituciones
primigenias, como en la India o Egipto, por
mencionar solo a dos, y los distintos sistemas de
unidad (ordenamiento jurídico) que estas
sociedades y civilizaciones antiguas poseían.
Aunque partiendo de Roma y las XII tablas, el
profesor Sumner, nos llevará y sumergirá a un
entorno socio-jurídico mucho más antiguo de este
régimen y nos mostrará sus principales
elementos, para conocer así, un poco más sobre
la historia del derecho.
Abstract // Summarium The present work shows a great job, not only
academically, but intellectual, since the learned
professor Sumner, developed his work on the
origins of the first legal institutions having as a
main source to Rome but shows development
almost primitive of previous legal institutions to the
city founded by Romulus and Remus. In this legal
evolution, we see the formation of other primitive
institutions, such as in India or Egypt, to mention
only two, and the various systems unit (law) that
these societies and ancient civilizations
possessed. Albeit from Rome and the Twelve
Tables, Professor Sumner, and immerses us take
a much older socio-legal environment of this
regime and will show its main elements, to know
well, a little more about the history of law.
Páginas del libro 118.
País de publicación Madrid, España.
149
Libro Derecho y Sociedad en los poemas de Homero –
Origen del derecho mercantil y penal.
Autor (a) Rosana Gallo.
Año de Publicación 2015.
Editorial Dunken.
Edición 1era Edición.
ISBN // ISSN 978-987-02-8101-6.
Nro. de Depósito Legal CDD. 340.09.
Resumen del contenido del Esta obra nos remonta a los orígenes de la
libro antigua Grecia y nos muestra, no solo su proceso
de formación jurídica, sino la relación que tenían
los hombres en la polis, para con sus semejantes
y el respeto que sentían hacia el culto de sus
dioses. Una sociedad antigua llena de valores,
ideales nobles y causas justas, se presentaron en
un momento determinado de la historia para
marcar el hito en los poemas de Homero, sobre
los ideales y la aplicación de la justicia divina. El
papel que desempañaban los dioses en su
relación con los mortales, era más que vital,
trascendental, puesto que ellos eran los únicos
que podían (en sus inicios) impartir la justicia a
través de un derecho divino, lo cual se muestra en
los poemas de Homero, como en la Iliada o la
Odiesa, pues ante un acto de injusticia, la
intervención de los dioses se ponía de manifiesto
para darle fin a ese conflicto.
Abstract // Summarium This work takes us back to the origins of ancient
Greece and shows us not only the process of legal
training, but the relationship had men in the polis,
to his fellow men and respect they felt for the
worship of their gods. An ancient society full of
values, ideals and just causes, were presented at
a given moment in history to mark the milestone in
the poems of Homer, about the ideals and the
application of divine justice. The role
desempañaban the gods in their relationship with
mortals, was more than vital, crucial, since they
were the only ones who could (in the beginning)
impart justice through a divine right, which is
shown in the poems Homer and the Iliad or
Odiesa, as an act of injustice to the intervention of
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the gods became clear to put an end to that
conflict.
Páginas del libro 208.
País de publicación Buenos Aires, Argentina.
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