Apuntes Final Penitencia
Apuntes Final Penitencia
1. La Alianza.
Diferentes Alianzas:
2. El Pecado.
• Es original el planteamiento bíblico que presenta la cuestión moral del bien y del mal en relación con Dios y en el
contexto de la Alianza.
• Israel entiende el pecado como separación, traición e infidelidad a la Alianza (Para la cual Dios lo ha hecho capaz,
imago Dei).
• Pecado es la ruptura de la alianza entre Dios y el hombre. Significa infidelidad y desamor; ofensa e injusticia.
Pecado es traición al amigo, adulterio al esposo.
A lo largo de la Historia del Pueblo de Israel:
• El Pueblo se va haciendo consciente de su propia incapacidad para mostrarse fiel a la Alianza, porque sus miembros
caen en la tentación de buscar la felicidad en otras fuentes.
• Esta infidelidad es presentada con varias imágenes: Desamor de Israel, su apostasía, adulterio.
• La infidelidad no es una valoración legalista sino que tiene una connotación existencial. Brota de lo profundo del
corazón (lugar de las decisiones) del hombre. Así la infidelidad es sobre todo desconfianza hacia el amor de Dios.
• Faltar a la Alianza tiene también consecuencias existenciales. De ahí que, pecando, el hombre busque en vano saciar
sus ansias de felicidad.
• El pecado afecta al individuo, pero también al Pueblo. El hombre descubre su incapacidad para relacionarse con los
demás y para trascender al otro sin buscar un provecho egoísta.
a) El misterio del pecado a la luz del misterio del hombre creado “ad imaginem”.
• Que el hombre no sea «imagen» (eikon) sino «a imagen» de Dios significa que Dios ha querido imprimir históricamente
en el hombre el misterio de la comunión de las personas divinas.
• Por esto todo quebrantamiento de la Alianza es un deterioro de la Imagen.
• El rechazo a Dios provoca una profunda herida en su constitución ontológica (el hombre no puede ser sin Dios).
• En su realidad teologal, el pecado es una sombra misteriosa que se cierne sobre todo hombre. Es un impedimento,
en la historia, de la realización de la imagen de Dios.
• Dimensión trascendente del pecado: Es un grave daño al amor divino, ya que obstaculiza la vida de Dios en el hombre.
• Una luz lanza el misterio de cristo: Cristo muerto por amor a los hombres, para salvarlos.
• Y como el pecado es una herida inferida a la imagen del Dios en el hombre, el Verbo verdadera imagen de Dios, viene
a restablecerla.
• Mysterium iniquitatis: El pecado ha dañado la raíz misma de la condición ontológica del hombre. Para ese deterioro
no existen acciones humanas capaces de remediarlo. Genitivo epexegético (un tipo de genitivo explicativo). Sal
18,13: Delicta, quis intellegit?
• Acción del hombre: Rechazar el amor divino. Esta acción termina ahí.
• Efecto: Traspasa la acción: Ensombrece la imagen de Dios en el hombre
• Y esta acción está más allá de las fuerzas humanas para ser remediado. El ofendido es Dios.
• Característica del misterio de iniquidad: la culpa trasciende al culpable, daña la imagen.
• Solo Dios tiene poder sobre este efecto trascendente del pecado.
3. La misericordia.
• Todo lo anterior muestra que el pecado sitúa al hombre en un horizonte cerrado. La Escritura no solo constata esta
realidad: su misericordia es una respuesta a la infidelidad del pueblo.
• Dios interviene numerosas veces para salvar a Israel de su propia ruina. Lo llama a la conversión por medio de nuevas
oportunidades.
• La misericordia es, en definitiva, el nombre que toma el amor ante la indigencia de quien tanto se ama.
En el A.T. hay diversas perspectivas de la misericordia del Señor: El amor misericordioso es la parte más íntima del ser de
Dios y está en relación con la alianza del Sinaí. Este amor se plasma:
La revelación de «entrañas de misericordia de Dios», y los mirabilia de su historia, hacen que el Pueblo tome una
conciencia más profunda de las bendiciones de las que Dios les hace partícipes. Todas estas son figuras que expresan
la llamada a la conversión y a reconocer el Señorío de Dios.
4. La conversión.
Todo el A.T. es en definitiva la historia de la conversión del hombre (Y de su vocación). Con el término «conversión» el
lenguaje de la Biblia indica una realidad rica y compleja:
• No es una idea abstracta, sino algo concreto que se manifiesta a lo largo de la historia.
• La iniciativa divina es una constante llamada a volver a los orígenes del pacto del Sinaí.
• Esta llamada se designa con el término shub. Tiene significado físico y moral:
- Físico: equivale a cambiar de sentido cuando se recorre una autopista.
- Espiritual: Que es como una inversión, un retorno de la mente y del corazón.
• Se busca a un retorno al estado primitivo de las relaciones con Dios, para comenzar de nuevo la alianza, abriendo la
posibilidad de un futuro nuevo y diferente.
• Aunque la conversión implica la participación humana la iniciativa parte de Dios, y para volver a Él solo pone la
condición del arrepentimiento.
• Israel es un Pueblo que se siente llamado constantemente por Dios a retornar a la fidelidad de la Alianza. La
conversión es una vuelta a esta ley.
• Pero esta vuelta es imposible si Dios no cambia el corazón del hombre.
• Los ritos son vanos si el corazón no cambia. Convertirse es buscar a Dios, pero no buscarlos en lugares. Buscarlo es
hacer que reine el derecho.
• Convertirse es para Jeremías, confiar en Dios y esperarlo todo de su gracia (Jr 17, 14; 31, 18).
• Esta actitud sólo será real en el «resto de Israel»: no son los que escaparon a la deportación sino a quienes el exilio les
llevó a la conversión. De aquí en adelante, la conversión va tomando un carácter personal, que se hará más nítido
en el anuncio de la nueva alianza.
• Ante la ruina de Jerusalén, el Señor permanece fiel a este pueblo, pero no se trata del pueblo que ha quebrantado la
alianza, sino un pueblo que Dios ha convertido, al que ha perdonado sus faltas y le ha otorgado el don de conocer y
amar la Ley.
• Las naciones entrarán en este pueblo con la única condición de haber recibido de Dios un corazón nuevo. Todas
las naciones son llamadas a la conversión.
5. La penitencia.
Entre las diversas instituciones penitenciales del A.T. hay dos que tienen más relieve teológico:
a) La circuncisión.
• Signo de un pacto realizado entre Dios y Abraham. Ella inserta plenamente al niño en el Pueblo.
• Antes de realizarla se hace un baño purificador, que borra la impureza que obstaculizaría la participación en la
santidad de Dios.
• Tras el exilio de Babilonia hay una evolución religiosa en la concepción y la praxis de la circuncisión: pasará a hablarse
de «circuncisión del corazón». Que sin rechazar la de la carne la eleva, revelando un retorno (shub) a la relación de
fidelidad con Dios. La actitud opuesta es calificada de «corazón incircunciso».
• Conclusión: La circuncisión no solo inserta al niño en el Pueblo, sino que también lo hace partícipe de la santidad
originaria de ese pueblo.
b) El Yom Kippur.
• Es el día de la expiación. La fiesta parece ser pre-exílica pero tiene elementos antiguos.
• El Sumo Sacerdote, con una práctica ritual, procura conseguir el perdón de las culpas y pecados.
• Así Israel podrá volver a emprender el camino de la comunión con Dios.
• El Sacerdote se baña cinco veces al día en la mikvah. Este baño es como una regeneración espiritual y una renovación
de la consagración sacerdotal.
• Se trata de elevar al sumo sacerdote a un estado que le permita participar de la santidad de Dios, en vista de la ofrenda
expiatoria a favor de sí mismo, de los sacerdotes y de todo Israel.
• Momento central: entronización del Sumo Sacerdote en el Santo de los Santos.
• Allí el sacerdote quemaba incienso y se aspergía la sangre de un becerro y de un carnero sobre el altar, luego ponía
las manos en un macho cabrío destinado «a Azazel», el príncipe de los demonios, y realizaba la confesión de los
pecados.
• El macho cabrío así expiaba los pecados del Pueblo. Y luego el macho cabrío era conducido al desierto donde era
arrojado por un precipicio.
Nueva Alianza:
• Preparada por la Alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel.
• Se realiza por el Hijo, quien se une a toda la humanidad salvada por Él.
• Así la revelación del pecado queda insertada en el marco de la revelación de la gracia. Todo el poder del pecado
se hace manifiesto en la grandeza de la gracia traída por Cristo.
• Igual que la antigua, esta también se sella con sangre. Pero con la sangre del hijo de Dios.
• Esta Nueva Alianza ha conseguido cosas que la Antigua no consiguió:
- Perdón de los pecados.
- Comunión de vida con Dios.
El A.T. usaba varias denominaciones para referirse al pecado y, sobre todo, lo consideraba como pecados particulares,
como hechos pecaminosos. En cambio, en los LXX el pecado es denominado hamartía. La noción de pecado se concibe
como una fuerza que aparta al hombre de Dios.
• El judaísmo posterior y los Evangelios continúan el vocabulario del A.T., hablan del pecado en plural. Sin embargo,
San Pablo sigue el lenguaje de los LXX y habla del pecado en singular.
En general el N.T. pone el acento en el pecado como transgresión del amor paterno de Dios. El hombre, que es imagen
de este amor por su incorporación a Cristo mediante el don del Espíritu Santo, desvirtúa esta imagen pecando.
b) El pecado de “Muerte”.
En el A.T. se decía que el agresor debía ser «eliminado de su pueblo» si incurría deliberadamente en diversas formas de
impudicia, idolatría,…, sin excluir la condena a muerte.
San Juan:
• Habla de un pecado que conduce a la muerte, y de otro que no conduce a la muerte.
• Aquí el concepto de muerte es espiritual. Ya que se trata de la pérdida de la vida eterna.
Tradición de la Iglesia:
• A la luz de san Juan y del resto del N.T. la tradición distinguirá ente pecados mortales y veniales.
- San Agustín: letalia o mortífera crimina, y venialia o levia quotidiana.
Pecado mortal: Es el pecado en sentido propio. Requiere plena conciencia y entero consentimiento:
- Plena conciencia: presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto.
- Entero consentimiento: Lo que lo hace una elección personal.
• Mc. 1, 15: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios está a llegar. Convertíos y creed en el Evangelio». Es una
declaración programática.
• Jesús no comienza su actividad pública enseñando o predicando, sino «proclamando». Señala a los hombres lo que
deben hacer, pero comunicando primero lo que Dios ha hecho ya por ellos.
• Contenido primordial de la «buena noticia»: una oferta de salvación (El Evangelio de Dios)
• «Convertíos».
- La metanoia es el único imperativo dado por Jesús en su mensaje sobre el Reino.
- No es solo un cambio de pensamiento. Se pide un cambio radical en la conducta de la vida.
- Jesús trasforma y supera la llamada de conversión del AT, elevándola al rango de una exigencia fundamental: la
vida del Espíritu.
- Pero ahora esta invitación a la conversión no es resultado del temor (como en Juan), sino como respuesta al amor
de quien se siente bendecido y adoptado como hijo por Dios.
- Conversión significa dejar la autosuficiencia y descubrir la propia indigencia.
- La conversión es la humildad de entregarse al amor de Dios.
• «Creed en el Evangelio»:
- Jesús es el Evangelio y el Reino de Dios.
- Cuando piden aceptar el Evangelio está pidiendo aceptar confiadamente un mensaje que él encarna en su
propia persona.
• Tres parábolas del capítulo 15 de Lucas: Oveja perdida, dracma perdida, hijo pródigo.
- Tienen la misma estructura literaria: Díptico: perdido- encontrado. El elemento esencial es el segundo.
- En estas 3 parábolas se manifiesta la alegría de Dios por la conversión del pecador.
- El protagonista es siempre le Padre que se revela en Jesús.
La presencia del pecado en la comunidad creyente, también después del bautismo, motivó que, muy pronto, la Iglesia se
reconociera sujeto de un doble deber: poner en guardia contra el pecado y perdonarlo. Algunos textos desvelan cómo la
Iglesia apostólica fue asumiendo esa conciencia.
El poder de perdonar los pecados entregado a los hombres: El episodio de la curación del paralítico (Mt 9, 2-8), suscita la
admiración no sólo por la curación, sino por el hecho de que Cristo tiene el poder de perdonar los pecados que irrumpe
y permanece vigente en la Iglesia.
El sentido penitencial del lavatorio de los pies (Jn 13, 1-15): es símbolo de una forma de penitencia distinta del Bautismo.
El texto habla, implícitamente, de dos purificaciones. El lavatorio de los pies se realiza sobre quien ya ha tomado un baño
completo. Aquí parece desvelarse la necesidad de una purificación postbautismal en el cristiano.
Además, muchas de las veces que aparece en el N.T. el sustantivo aphesis (remisión), se da acompañado del genitivo
masculino plural «pecados» (aphesis amartion).
Por tanto: ¿existe una acción eclesial destinada a la remisión de los pecados, o este perdón hay que atribuirlo solo a la
penitencia subjetiva e individual del pecador? Hay tres pasajes del N.T. que se refieren explícitamente al poder de
perdonar los pecados cometidos después del bautismo.
a) Mt 16, 17-19.
17 Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre
que está en los cielos. 18 Ahora yo te digo: tú eres Pedro*, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la
derrotará. 19 Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la
tierra quedará desatado en los cielos».
b) Mt 18, 15-18.
15 Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. 16 Si no te hace caso,
llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. 17 Si no les hace caso, díselo a
la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. 18 En verdad os digo que
todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos.
- Exégesis católica: Son los Doce los que reciben de Jesús el poder de atar o desatar. También el Colegio de los
Apóstoles, unidos a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro (LG 22). La potestad no se concede a
la comunidad, sino a los Apóstoles.
Los ministros de la Iglesia tienen el poder de atar y desatar al pecador.
- “Todo”. Este poder goza de tal amplitud que no conoce restricción alguna.
Jn 20, 19-23: Aparición del Resucitado, recepción del Espíritu Santo y poder de perdonar pecados.
19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los
judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 20 Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío
yo». 22 Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
- Reunión de los discípulos: Juan no nombra a los Doce porque están ausentes Tomás y Judas. La Iglesia considera a
los Doce destinatarios de la misión de personar.
- La paz esté con vosotros. Resultado de la presencia del Resucitado.
- Como el Padre me envió, así os envío yo: analogía entre la misión de Cristo y la de los Apóstoles.
- La misión de los Apóstoles: destinada a la salvación del mundo, que consiste sobre todo la eliminación del pecado.
- Sopló y dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. Evoca al pasaje de la creación por el que Dios sopló aliento de vida en el
hombre. Ahora Jesús insufla su propio aliento sobre los discípulos dándoles vida eterna. Cumple la promesa del envío
del Paráclito.
- Al comunicar a los Apóstoles su propia misión, y el Espíritu Santo que le acompaña, Jesús les comunica el poder de
perdonar los pecados. Retener los pecados significa lo contrario: imputar.
- Versículo 23: los Padres lo ponen en relación con el perdón de los pecados en el Bautismo. Trento confirmó este
versículo como referido a los sacerdotes que ejercen esa potestad en el Sacramento de la Penitencia.
- Atar (Mateo) = retener (Juan); desatar = perdonar. Lo que en Mateo es atar, en Juan es retener; y lo que en Mateo es
desatar, en Juan es perdonar.
- Mateo sitúa en primer lugar la acción de atar por su visión eclesial de su evangelio y la santidad de la Iglesia.
- Juan sitúa en primer lugar el perdón, propia de su visión descendente. El perdón es fruto de la Cruz y del Espíritu de
Cristo.
• Los textos precedentes muestran que Jesús confía a la Iglesia un poder en orden a perdonar los pecados, para que
la ejerzan aquellos que hayan recibido la potestad (potestas) en el Sacramento del Orden. La obra de la salvación está
ligada a la obra de la Iglesia.
• Los textos no permiten constatar un “rito” determinado para conferir los pecados. Queda abierto el modo o
procedimiento para otorgar este perdón.
• Poder confiado a la Iglesia de perdonar los pecados cometidos después del Bautismo, de modo implícito (Mt 18, 18)
y más explícito en Juan: sacramento de la Penitencia.
• La predicación de los Apóstoles sobre la penitencia respondía a una voluntad de Cristo. Expresaban la fe en Cristo no
solo cuando concedían la remisión de los pecados bautizando, sino también cuando excluían a los pecadores de la
comunidad.
• La tradición de la Iglesia siempre ha creído que el Sacramento de la Penitencia tiene su origen en Cristo: él es su
fundamento y su fundador.
CEC 1446. “Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para
los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión
eclesial. El sacramento de la Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la
justificación. Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como “la segunda tabla (de salvación) después del naufragio que
es la pérdida de la gracia” (Tertuliano, paen. 4, 2; cf Cc. de Trento: DS 1542).
• Trento: propone la verdad católica acerca del Sacramento de la Penitencia y de darle validez perpetua. “Si alguno
dijere que la penitencia en la Iglesia católica no es verdadera y propiamente un sacramento, instituido por Cristo Señor
nuestro para reconciliar con Dios mismo a los fieles, cuantas veces caen en pecado después del Bautismo, se anatema”
(DH 1701). Trento propone principalmente la institución del Sacramento de la Penitencia en Jn 20, 22, referidas al
poder de perdonar los pecados. Aun así evitó definir las palabras de Juan como únicas y exclusivas, y la necesidad de
la interpretación en la Tradición de la Iglesia.
La sacramentalidad de la Penitencia fue definida de modo solemne y definitivo en la sesión XIV del Concilio de Trento
(1551): es dogma de fe que Jesús prometió y confirió a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores, mediante el Espíritu
Santo, el poder divino de perdonar los pecados, incluso los cometidos después del Bautismo (DH 1601).
SEGUNDA PARTE: LA PENITENCIA SACRAMENTAL EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA
a) La Didaché.
• Textos escritos entre los años 50- 70 o 70- 90 y recopilados entre el 100 y 150.
• Permite conocer las costumbres y disciplinas vigentes en la Iglesia de la segunda mitad del s. II.
Contenido:
• Conciencia clara de que la Iglesia es una comunidad llamada a la santidad. Cada bautizado es elegido y convocado
por Dios a la santidad.
• Pero también la Iglesia se reconoce como limitada y pecadora.
• Primera parte: El hombre se enfrenta ante dos vías (La del bien y la del mal) y debe saber elegir para responder a la
santidad propia de su carácter de cristiano.
• Segunda parte: Carácter Disciplinar.
- Comienzos de una institución penitencial postbautismal: Alude a comportamientos a seguir con un bautizado que
ha incurrido en pecado
- El pecador oscurece la santidad de la Iglesia ya que ha perdido su condición santa. Debe hacer penitencia y ser
excluido temporalmente de la comunidad.
Se puede situar hacia el año 95- 98. Contenido: subraya el Ideal de santidad: Nace como fruto de la elección divina por
parte de Cristo. El cristiano siempre debe estar en situación de pureza ante Dios.
• A los cristianos rebeldes se les exhorta a la metanoia: Más que una disciplina, la metanoia se presenta como unas
disposiciones interiores con proyecciones eclesiales y que implican:
o Humildad.
o Romper con el pecado.
o Obedecer a Dios y sus ministros.
• Someterse a Dios es en fondo aceptar la corrección o el castigo por los pecados.
c) El Pastor, de Hermas.
Presenta una importante maduración en lo que se refiere a la vida penitencial (Hacia el año 140).
Contenido: Penitencia: Motiva a la comunidad a retornar a los valores del Evangelio por medio de la penitencia. Ve
eminente el fin del mundo. De ahí la necesidad urgente de hacer penitencia.
d) La Didascalia Apostolorum.
Fuente dogmático – litúrgica de ambientes sirios, escrita hacia la mitad del siglo III. Suministra detalles de los cuales se
deduce la existencia de una evolución ampliamente extendida.
• Pone en las manos del Obispo la gravedad de la culpa que el penitente confiesa
• Proceso penitencial:
1. Imposición de la penitencia.
2. Excomunión.
No se debe entender como una sanción canónica (como actualmente), sino que era un alejamiento de la
Eucaristía.
Tenía una función pedagógica de curación.
Rito de la excomunión:
o Tras recibir una amonestación es apartado de la comunidad.
o Hasta su readmisión se desarrolla su tiempo de penitencia (3 a 7 semanas).
3. Ritual de reconciliación: El obispo impone las manos sobre el pecador arrepentido mientras la comunidad hace
oración.
e) Las Constituciones Apostólicas.
Finales del siglo IV. Presenta un ritual para la imposición de la penitencia:
2) Clemente de Alejandría.
Doctrina más especulativa y sistemática sobre la penitencia (Pedagogo y Stromata). Ideas:
• No pone límites a la misericordia de Dios. Pero subraya la dificultad de admitir a la penitencia a quien se estima que
puede recaer en pecado.
• La excomunión aunque necesaria es siempre medicinal.
• Describe las funciones del presbítero y del diácono durante el periodo de conversión y enmienda del pecador.
3) Afraates.
• Insiste en la dimensión medicinal de la penitencia.
• El Obispo es sobre todo el testigo del arrepentimiento y conversión del pecador.
4) Tertuliano.
Periodo Católico:
• La penitencia: “Segunda tabla de salvación después del Bautismo”.
• Todos los pecados son perdonables.
• Remisibles: Pueden ser perdonados por el obispo tras una oportuna penitencia. Ej.: Asistencia a espectáculos, fiestas
paganas. Son los Delicta media: están entre los delicta cotidianae incursionis, perdonados por la intercesión de
Cristo ante el Padre, y los delicta ad mortem.
• Irremisibles: La Iglesia carece del poder para perdonarlos. Solo Dios puede perdonarlos. Ej.: Adulterio, idolatría y
homicidio. Son los delicta ad mortem.
6) Cipriano de Cartago.
Desarrolla su doctrina penitencial con ocasión de la persecución de Decio.
7) Orígenes
• Señala 7 caminos diversos para el perdón de los pecados (indicados en el Evangelio): Bautismo, martirio, limosna,
penitencia, caridad, convertir un pecador y el perdón de las ofensas.
• Distinción de pecados:
Los que pueden ser perdonados.
Los que conducen a la muerte. Ej.: Pecado contra el Espíritu. No pueden ser perdonados.
• Penitente e Iglesia: El perdón solo se puede conferir una sola vez.
La Iglesia ha recibido el poder de atar y de desatar los pecados.
Los obispos mediante la institución penitencial.
Los fieles con oraciones y exhortaciones.
9) Juan Crisóstomo.
• En sus sermones suscita vivamente la contrición por los propios pecados.
• Las lágrimas del penitente son fruto de un nuevo bautismo que trae la regeneración y salvación.
• Quien se ha alejado de Dios no debe desesperar de la misericordia, ni tampoco ser presuntuoso, ambas realidades
son pecado.
• Hay que hacer penitencia mientras se viva en la tierra.
• Diversas formas de hacer penitencia: Lágrimas de arrepentimiento, limosna, humildad.
En lo relativo a la confesión subraya que los sacerdotes tienen el poder de perdonar los pecados y reconciliar con Dios.
10) Inocencio I.
En la carta Consulenti tibi: ofrece dos posibilidades: conformarse con la severidad que se vivió en siglos anteriores o
mostrar una mayor clemencia.
Afirma que, aunque el periodo de persecución haya pasado, si los pecados son muy graves no se puede otorgar el
perdón al pecador salvo in extremis.
• Recoge la tradición norteafricana: Fuera de la Iglesia no hay perdón de los pecados, pues en ella actúa el Espíritu
Santo, quién es en última instancia quien hace efectivo el perdón.
• Introduce un elemento nuevo: «Reato de pecado». Son las ataduras contraídas por el pecado, de las que el presbítero
libera al pecador arrepentido.
• Pecados graves: Requieren una medicina más incisiva para que sanen. Idolatría, herejía, cisma, blasfemia, homicidio,
adulterio, fornicación, robo, rapiña, falso testimonio, magia.
Por la repercusión comunitaria de estos pecados requiere que su penitencia sea pública.
La Iglesia no debe rechazar la absolución de ningún pecado.
Sobre la penitencia de los clérigos que incurrían en pecados graves legislaron los concilios de Elvira, Epaon y Arlés.
• Los que habían cometido adulterio serían recluidos en un monasterio.
• Solo podrían recibir la comunión como laicos.
• No podían ingresar en el ordo paenitentium.
• Tampoco se podrá ordenar a un bautizado que ha ingresado en el ordo.
Sobre los lapsi se manifiesta el Concilio de Nicea I: Se les exige tres años de penitencia antes de entrar en comunión con
la Iglesia.
Sobre los reincidentes tratan los concilios de Tours, Vanne y Orleans: Serán excomulgados y no podrán participar de la
vida de la comunidad.
IMPORTANTE: Concilio III de Toledo: primer testimonio sobre el valor sacramental de la penitencia. Algunos piden ser
reconciliados por el obispo tantas veces cuantas se haya pecado. Esto le parece a los Padres conciliares exsecrabilis
proesumptio.
Esto indica la extensión que había alcanzado la idea de la confesión y la absolución «privada».
4. Recapitulación.
c) El proceso de reconciliación.
La penitencia eclesiástica antigua es un proceso complejo de proyecciones litúrgicas, pastorales, espirituales y canónicas
sobre el Ordo paenitentium.
• Proceso general: Admisión del pecador a la penitencia pública, cumplimiento de la penitencia. reconciliación de los
penitentes.
• A la penitencia canónica estaban sometidos los pecados públicos y los considerados graves.
• La duración de la penitencia no era fija. La ponía el obispo según la gravedad del pecado.
• El nuevo penitente reconciliado nunca cobrará en integridad sus derechos de bautizado.
Se entiende aquí por penitencia privada a aquella penitencia de todo pecado leve y que no exigiera penitencia pública. La
cuestión no es si existía penitencia privada en la Iglesia antigua (esto se da por hecho) sino saber si esa penitencia privada
era una realidad sacramental.
No se encuentra ninguna forma privada de absolución sacramental. Pero la acomodación de algunos ritos o su abreviación,
la existencia de formas singulares de penitencia, pudo ir sirviendo como preparación para implantar una nueva disciplina
penitencial que se conocerá a partir del siglo VII.
En el s. VI, la penitencia pública ya había entrado en crisis, debido fundamentalmente a dos razones:
- Muchos cristianos acabaron por alejarse de las duras pruebas de la penitencia canónica. Introdujeron la costumbre
de diferirla hasta la última enfermedad.
- Los catecúmenos retrasaban deliberadamente el Bautismo porque temían recaer en pecados graves y verse
obligados a ingresar en el ordo poenitentium.
La recepción de la penitencia y de la comunión eucarística cayeron en tal declive, que había bautizados que apenas
comulgaban. El derrumbamiento del Imperio Romano, sin embargo, facilitó que abundasen los cambios disciplinares.
En este marco histórico, el s. VII introduce un giro decisivo en la historia de la praxis sacramental: la forma de recibir la
reconciliación sacramental será ahora privada y reiterable.
1. La confesión monástica
- El cambio de la praxis penitencial llegó con los monjes irlandeses, que llegaron como misioneros al continente. Desde
los tiempos de san Patricio (+461), estos monjes proyectaron en las islas británicas su propia disciplina penitencial,
que no era pública, sino secreta, junto con una penitencia proporcionada, cumplida la cual y sin haber comulgado
antes. Esta fue la disciplina que difundió san Columbano en e Italia. Esto se difundió rápidamente en Occidente.
- La nueva forma de penitencia no es privatización. La penitencia seguía siendo eclesial, aunque no pública, ya que los
monjes eran presbíteros que actuaban como párrocos y reconciliaban a los pecadores por delegación del obispo, y
no cualquier obispo, sino su propio obispo.
- Ventajas de la penitencia privada: eludía los aspectos infamantes de la penitencia canónica, y era reiterable tantas
veces haya pecado y esté arrepentido. Y no solo pecados graves, sino también leves, lo cual contribuía a disipar
angustias de consciencia.
- Muchos concilios se resistían a olvidar la penitencia pública e intentaron que por lo menos coexistiesen las dos formas
de penitencia. Pero hacia la mitad del s. VII, la nueva disciplina estaba ya consolidada. Desde finales del s. VIII constan
fórmulas litúrgicas de absolución privada y, con ellas, una mutación en el orden de los actos: Tras la confesión e
imposición de la penitencia, venía la absolución del presbítero sin esperar a que el penitente cumpliese la satisfacción.
Es el esquema que ha llegado a la actualidad.
- Cambio de acento: el protagonismo pasa de la satisfacción a la contrición y a la confesión. Pero permanecen los
mismos elementos esenciales de la estructura celebrativa.
2. Los libros penitenciales
- La primera etapa de la penitencia secreta (s. VI-X) se caracterizaba por la imposición de rigurosas penitencias,
conforme a las “tarifas” establecidas en los libros penitenciales: a cada especie de pecado se le atribuye una
determinada satisfacción (penitencia tarifada). El ministro aplica estas tarifas y le indica por cuanto tiempo habrá de
hacer la penitencia antes de ser absuelto.
- Estos libros penitenciales ofrecían elencos de pecados con las correlativas penitencias. Ofrecían una ayuda para los
confesores que, en una época de decadencia cultural, carecían de la idónea formación teológica.
- No eran penitencias arbitrarias, sino las ya establecidas en las antiguas colecciones canónicas.
3. Conmutaciones y apologías
Apologías: introducción de plegarias para implorar el perdón de los pecados dentro del Ordinario de la misa. Surgen en el
siglo IX y proliferan en los dos siglos siguientes. Nacen en el contexto doctrinal de una teología eucarística que concibe la
celebración «únicamente» como un descenso de la divinidad sobre el altar.
• Indulgencia: la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un
fiel bien dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia.
- Origen: siglos XI y XII. Los obispos comienzan a perdonar toda o parte de la penitencia impuesta a los fieles por
el confesor.
- Inicialmente valía como perdón de la penitencia impuesta por el ministro y como supresión de la correlativa
«pena temporal» debida ante Dios.
- Termina por ser considerada sólo como remisión de la pena temporal.
- Son una institución eclesiástica que nace por el relajamiento o dulcificación de la dureza que distinguía la
expiación penitencial.
• Pena eterna: privación de la comunión con Dios.
• Pena temporal: las malas trazas que pueden atraer al hombre de nuevo hacia el mal y dificultan su concentración en
el amor, son secuelas que no desaparecen inmediatamente sino que permanecen aún después de que se han remitido
las «penas eternas). Su purificación se realizará después de la muerte, antes de entrar al gozo de la vida eterna,
en el Purgatorio.
Eran absoluciones no – sacramentales que dispensaban total o parcialmente de las penas impuestas por los
pecados ya perdonados sacramentalmente.
6. El IV Concilio de Letrán
• Muestra cuál era la praxis de la celebración penitencial del siglo XIII.
• Prescribe la confesión anual y la confesión del propio sacerdote.
• Se recalca la obligación del sigilo, cuya violación se castiga con severidad.
7. Recapitulación
• La penitencia privada concuerda con la situación cultural creada por una nueva cristiandad, portadora de una
nueva sensibilidad religiosa.
• En sus elementos esenciales, la nueva disciplina no era diferente de la antigua. Era una concepción distinta del modo
de celebrar esos elementos esenciales.
• Aspectos positivos:
- Facilitó el acercamiento de los cristianos a la penitencia y a la Eucaristía.
- Subrayó la importancia de la contrición y la confesión de los pecados.
- Eliminó el eventual carácter infamante de la penitencia.
- Puso más relieve al ministro e indirectamente contribuyó a mejorar su formación moral.
• En contraste:
- Disminuyó la significatividad de la eclesialidad de la celebración, sin perderla del todo.
- Abusos en las conmutaciones, con la correlativa banalización del esfuerzo penitencial.
Primera etapa: se cuantifica la satisfacción a base de cuantificar el pecado. Al poner en primer plano el pecado y el arancel,
desfiguró el genuino sentido de la reconciliación cristiana.
Segunda etapa (s. XI): más madura, facilitó la unificación teológica del acto penitencial: confesión – absolución –
satisfacción. El más significativo es la confesión: este modo de vivir la reconciliación no pierde su carácter eclesial y está
directamente vinculado con el ministerio del sacerdote a través del cual Dios realiza la obra de la reconciliación.
CAPÍTULO VI: LA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA
1. La alta Escolástica
Siglo IX: Momento inaugural de la sacramentología sistemática. No hay duda de la sacramentalidad de la penitencia. Pero
se carece del instrumental teológico para precisar los términos.
Primera luces del estudio sistemático: San Anselmo de Cantorbery, Anselmo de Laon, Hugo de San Víctor, Pedro Abelardo.
Obras relevantes que muestran el avance en el concepto de sacramento y su número septenario: el Liber Sentientiarum
(Pedro Lombardo) y la Concordia discordantium canonum (Decreto de Graciano).
En esta época nace el género de las Summae morales que exponen los aspectos jurídicos y morales de la penitencia.
El «cuarto Sacramento»: se acepta comúnmente que la contrición por sí misma obtiene el perdón de Dios. La Alta
Escolástica sostuvo mayoritariamente que quien se acerca a la confesión ya está contrito, pues la confesión supone la
manifestación externa del arrepentimiento interno (absolución declarativa). En el siglo XIII surge otra posición que
distingue entre atrición y contrición. Esta será la idea que elaborará Santo Tomás.
Santo Tomás situó el tratado De Paenitencia en la III Pars, q.84-90. Precisamente la redacción de la Summa quedó
interrumpida cuando había escrito sólo siete primeras cuestiones sobre la penitencia.
- La justificación tiene un carácter sacramental. La gracia divina no llega al hombre sino por medio de la humanidad
del Verbo encarnado, de la cual los sacramentos son como una prolongación instrumental en el espacio y en el
tiempo.
- El sacramento lleva de la atrición a la contrición, que obtiene el perdón.
- La justificación puede darse antes del sacramento porque la contrición es ya efecto del sacramento, y su eficacia es
casi sacramental. El penitente obtiene el perdón de los pecados mediante el cambio de disposición: de la atrición a
la contrición. Esto ocurre en el sacramento “in actu”, cuando Cristo utiliza la causalidad instrumental de la absolución
para infundir su gracia en el alma del penitente atrito, que es movido a la contrición. La absolución, si es auténtica,
está ordenada a la absolución.
- Contrición: “es el dolor de los pecados cometidos, informado por la gracia, con el propósito de confesarse y satisfacer”.
Pedro Lombardo es el primero que aplicó los conceptos de sacramentum y res a la penitencia. Santo Tomás usa estos
términos para clarificar la esencia, significación y eficacia de la penitencia.
• Sacramentum tantum: es lo exterior, material y visible del signo sacramental. Son los actos externos del penitente
y del sacerdote que absuelve.
• Res et sacramentum: es la penitencia interior del penitente. Es el efecto y signo causativo.
• Res tantum: es la remisión del pecado. Es el efecto del sacramento: la gracia de Cristo que justifica y reconcilia al
penitente.
c) Causalidad instrumental.
El sacramento causa la gracia como instrumento. La causa eficiente principal de la gracia es Dios, en relación a la
humanidad de Cristo como instrumento unido (instrumentum coniunctum) a la divinidad y el sacramento como
instrumento separado (instrumentum separatum).
El sacramento de la Penitencia es un signo y causa instrumental que obra movido por la causa eficiente principal, que es
Dios. La causa eficiente instrumental es la humanidad de Cristo, que es el instrumento unido a la divinidad. El sacramento
es el instrumento separado. La fe de la Iglesia une el instrumento con Cristo y con los frutos de su Pasión.
La Iglesia es instrumento de la salvación, y no solo es ámbito o espacio. Cuando la Iglesia absuelve por medio de sus
ministros, Dios absuelve.
d) La contrición
Santo Tomás distingue entre contrición perfecta y atrición no por la intensidad emotiva del arrepentimiento, sino por el
amor perfecto o imperfecto que se tenga de Dios. El paso necesario de la atrición a la contrición lo opera la recepción
del sacramento “in actu”.
Cristo -mediante la causalidad instrumental de la absolución- infunde su gracia en el alma del penitente atrito que es
movido a hacer un acto de contrición más perfecto. El acto de contrición procede de la virtud de la penitencia imperada
por la caridad.
Al revés de la solución tomista, distingue dos vías independientes entre sí para la justificación:
La atrición es una disposición suficiente para acercarse al sacramento y quedar justificado por él, aunque no se haya
pasado de atrito a contrito, sólo por la asistencia de Dios.
Al admitir una doble vía para la justificación, se niega la unicidad del cauce establecido para el perdón de los pecados
cometidos después del Bautismo, que es el sacramento de la Penitencia, recibido in actu vel in voto (de deseo y de acto).
Guillermo de Ockham
Ensancha la brecha abierta por Scoto. Afirmando que el penitente quedaría perdonado mediante la absolución
sacramental, aunque ni siquiera tenga atrición, con tal de que no tenga apego actual al pecado. Basta con que el penitente
tenga voluntad de recibir la absolución y que no mantenga apego actual a ningún pecado. De este modo se prepara el
camino para la negación del sacramento, que es el paso que pronto dará Lutero.
4. La contribución canónica
Todavía en la época tardo-medieval, son significativas las aportaciones de los juristas en su empeño por distinguir entre
«pecado» y «delito», entre «fuero interno» y «fuero externo». Ya desde el siglo XIII se distinguía el ámbito penitencial
del judicial. En el fuero interno la causa se dirimía entre el hombre y Dios, mientras que en el fuero externo se dirimía de
hombre a hombre. La potestad de las llaves proyectaba la acción de la Iglesia sobre el fuero externo, y por otra parte, los
efectos del sacramento no tenían eficacia en el fuero externo.
5. El Magisterio posterior
Hay muchas intervenciones entre Santo Tomás y el Concilio de Trento. En general tienden a hacer suya la enseñanza de
Santo Tomás y a confirmar la doctrina del IV de Letrán.
1. Los reformadores
Una panorámica global sobre la santidad de la Iglesia en Occidente del siglo XVI presagiaba la necesidad, agudamente
sentida desde algunos estamentos, de una profunda reforma dirigida a mejorar el nivel espiritual de los clérigos y monjes,
así como a velar por la formación y atención pastoral de los laicos.
a. Lutero (+1546)
Consideraba que para el hombre pecador la contrición perfecta es imposible y rechazaba como hipócrita la atrición,
porque nace del amor a sí mismo. Por ello, la contrición no coopera intrínsecamente a la justificación, la cual depende
sólo de la fe.
Puesto que el hombre sólo puede hacer el pecado, el único que puede hacer penitencia ante Dios es Cristo mediante su
muerte vicaria.
Lutero no sólo critica una confesión que atormenta la conciencia, sino que además rechaza la penitencia como
sacramento, si bien con algunas ambigüedades.
Niega el valor de los actos del penitente, pero no suprime la absolución privada. Aunque considera que esta absolución
tenga carácter judicial. Por tanto, no se trata de renunciar a toda la praxis penitencial, sino de disponer de una confesión
individual de consuelo antes de la comunión para suscitar la fe bautismal.
También condena absolutamente la satisfacción. Jesucristo ha satisfecho plenamente por los pecados de todos y ha
expiado enteramente la pena.
Los teólogos de Lovaina y Colonia (1519) condenaron errores de Lutero. En 1520, León X (Bula Exurge Domine), censuró
las proposiciones de Lutero dependientes de su concepto de justificación.
c. Calvino (+1564)
Adopta las principales tesis de Lutero, las coordina y en ocasiones las hace más radicales. Niega que la penitencia sea un
verdadero sacramento.
La potestad conferida por Cristo a los Apóstoles no se refiere al poder de perdonar los pecados sino al anuncio de la
palabra de Dios.
Niega que la confesión de los pecados sea de derecho divino. Dice que no era obligatoria hasta el IV de Letrán.
La penitencia no es una segunda tabla de salvación después del Bautismo, porque propiamente hablando, no hay más
sacramento de la Penitencia que el Bautismo.
El sacramento de la Penitencia fue uno de los grandes temas del Concilio de Trento (1545-1563).
• En la sesión VI se expone la doctrina católica sobre la justificación, a cuya luz resulta inaceptable entender el perdón
como mera no-imputación.
• En la sesión VII se define la existencia del sacramento de la Penitencia como el cuarto del septenario sacramental.
• En la sesión XIII se declara que quien tenga conciencia de haber incurrido en pecado grave debe confesarse
sacramentalmente antes de recibir la santa Eucaristía.
• La sesión XIV es la clave para el sacramento de la Penitencia. En ella se abordó también el sacramento de la Unción
de los enfermos.
• Una comisión encargada redacta el “Decreto sobre el sacramento de la Penitencia”. Este documento es aprobado en
la sesión XIV.
Aparece cuatro veces la expresión técnica «de derecho divino: significa que la realidad de la que se habla está fundada en
la Revelación. Cuando los Padres dicen que una realidad es de «derecho divino» afirman que no es algo meramente
establecido por la Iglesia.
1) Sacramentalidad de la Penitencia
- La Penitencia es un Sacramento, y Cristo ha concedido a la Iglesia la potestad del perdón de los pecados cometidos
después del Bautismo.
- El poder de perdonar los pecados se extiende a todos los pecados sin excepción.
El Concilio declara que Cristo comunicó a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores la potestad de perdonar y retener los
pecados. En la Iglesia católica, la penitencia es verdadera y propiamente sacramento, instituido por Cristo, para reconciliar
con Dios a los fieles, cuantas veces caen en pecado después del Bautismo. No deben tergiversarse las palabras de Cristo
entendiéndolas únicamente como el mandato de “predicar” el evangelio, sino que han de interpretarse según el sentido
que la Iglesia católica vio desde el principio según el sentir de los Padres.
La penitencia es “segunda tabla después del naufragio”, es decir, algo más que un recuerdo conmemorativo del Bautismo.
Bautismo y Penitencia se distinguen por su materia y su forma; por el carácter judicial de la penitencia que no tiene el
Bautismo; por la reiterabilidad de la penitencia y sus efectos.
3) Necesidad de la Penitencia
La Confesión es necesaria para la salvación para los que hayan cometido pecados mortales después del Bautismo.
El Concilio afirma: la “confesión sacramental es necesaria para la salvación por derecho divino”. Es para los caídos después
del Bautismo tan necesario como el Bautismo para los no regenerados.
“El sacramento de la Penitencia puede ser recibido por todo bautizado que, después del Bautismo, haya cometido un
pecado mortal o venial”. El canon 4 afirma que “para la entera y perfecta remisión de los pecados se requieren los tres
actos del penitente a manera de materia (quasi-materia) del sacramento. No es la fe de los terrores de conciencia lo que
constituye la Penitencia. Son los actos del penitente y la absolución del ministro los que conforman la estructura de este
signo sagrado”.
6) La Contrición
- La contrición perfecta obtiene el perdón de los pecados aún antes del recibir el Sacramento, pero la contrición extra-
sacramental opera cuando va unida al deseo de recibir el sacramento.
- La contrición de temor (atrición) es un acto bueno y sobrenatural.
- La atrición es suficiente para conseguir el perdón de los pecados por medio del sacramento.
El capítulo 4 describe la naturaleza de la contrición: “un dolor del alma y detestación del pecado cometido, como
propósito de no pecar en adelante”. Se procura mediante el examen, dolor y detestación de los pecados, junto con el
propósito de una vida nueva. Distingue entre contrición perfecta por la caridad y la atrición. La primera puede reconciliar
al hombre antes de recibir el sacramento, “pero no sin el deseo del sacramento que en ella incluye”. La atrición “se concibe
por la consideración de la fealdad del pecado y el temor del infierno y sus penas”. La atrición es un don de Dios y un
impulso del Espíritu Santo (gracia actual), que todavía no inhabita sino que solamente mueve. Con ayuda de esta gracia el
penitente prepara su camino para la justificación.
7) La confesión
- Obligación de confesar todos los pecados mortales indicando especie, número y circunstancias que cambien la
especie. Es necesario una integridad formal.
- La confesión de los pecados veniales no es necesaria, pero sí lícita y provechosa.
- Los pecados ya perdonados son objeto suficiente de la confesión.
La necesidad de la confesión está implícita en el hecho de que Jesús confirió a los Apóstoles y a sus sucesores la potestad
de perdonar los pecados para que la ejercieran de modo judicial. Los Padres declaran que esta confesión es, en
consecuencia, de iure divino.
Para que el sacerdote pueda juzgar si debe absolver o no y para que pueda imponer equitativamente la penitencia
adecuada, la confesión debe ser “integra”, “porque si el enfermo se avergüenza de descubrir la llaga al médico, la medicina
no cura lo que ignora” (San Jerónimo). En todo caso, no se requiere siempre una integridad material, sino integridad
formal, es decir, la de aquellos pecados que recuerde el penitente tras un diligente examen de conciencia.
8) La absolución
- Por la absolución –unida a los actos del penitente- se perdonan verdadera e inmediatamente los pecados; y no por la
fe. La absolución es constitutiva, no meramente declarativa.
- Las palabras de la absolución son la forma del sacramento.
- Carácter judicial de la absolución: juicio espiritual.
- Reserva de pecados al obispo y al Papa: excomunión.
Los Padres hacen suya la afirmación del Concilio de Florencia presentando la absolución como la “forma” del sacramento.
Se condena la afirmación de que “la absolución sacramental del sacerdote no es un acto judicial”. La absolución no es solo
el mero ministerio de anunciar el Evangelio o de declarar que los pecados están perdonados; sino a modo de acto judicial,
por el que el sacerdote pronuncia la sentencia a modo de juez. Los pecados se perdonan por la absolución y no por la
fe, como afirmaba Lutero.
Los ministros, los iudices de Trento lo son con un poder vicario de Cristo. Lo son en orden a la dispensación de un ajeno
beneficio que Dios otorga al pecador arrepentido. De otra parte, una sentencia judicial exige la competencia respeto a
sujetos determinados. Por eso, la cuestión de las “licencias” para que el ministro imparta la absolución.
9) El ministro de la absolución
Solo los sacerdotes son ministros de la absolución. La potestad de las llaves no se extiende a todos los fieles, sino que es
exclusiva de los sacerdotes. Para su recto ejercicio se requiere, por tanto, la ordenación episcopal o presbiteral.
El capítulo 6 “enseña que aun los sacerdotes en pecado mortal ejercen como ministros de Cristo la función de remitir los
pecados por la virtud del Espíritu Santo, conferida en la ordenación”.
10) La satisfacción
Por la fuerza de una intensa contrición el penitente puede quedar absuelto de toda la pena temporal. Pero al ser
perdonada la culpa grave y, consiguientemente, remitirse la correlativa pena eterna, no siempre queda remitida toda la
pena temporal. De ahí la necesidad de la satisfacción penitencial. La satisfacción penitencial, además de ser exigida por la
justicia divina, tiene una vertiente terapéutica y una vertiente pedagógica, pues estas penas satisfactorias retraen en gran
manera del pecado, sujetan como un freno y hacen a los penitentes más cautos y vigilantes, remedian también las reliquias
del pecado y eliminan los malos hábitos contraídos con el mal vivir por medio de las acciones virtuosas opuestas.
Entre las acciones satisfactorias, el Concilio menciona “ayunos, oraciones, limosnas y también obras de piedad. Deben ser
impuestas según la culpa.
- Sacrosanctum Concilium dice escuetamente: “revísese el rito y las fórmulas de la Penitencia de manera que expresen
más claramente la naturaleza del efecto del sacramento”. El Concilio no abordó la Penitencia con la extensión con que
lo hizo el Tridentino. Aportó sin embargo, una perspectiva unitaria al organismo sacramental.
- Lumen Gentium contempla a la Iglesia desde la perspectiva mistérica de universale salutis sacramentum (LG 48), que
contiene en sí toda la potencia sacramental por la que se realiza la dispensación del misterio de Dios a los hombres.
Todos los sacramentos son preparación o especificación de la gracia primordial que irradia la celebración eucarística,
el memorial que actualiza la Pascua de Cristo.
El CVII recupera la dimensión eclesial de la penitencia: los que se acercan al sacramento no solo se reconcilian con Dios
sino también con la Iglesia. En el sacramento de la Penitencia, la Iglesia se reconoce necesitada de purificación en sus
miembros (LG 8); no solo se refiere negativamente a los pecados graves, sino, más bien positivamente, a la llamada
universal a la santidad.
- Paenitemini: publicada por Pablo VI. Aquí la penitencia está vinculada con la riqueza del misterio de la Iglesia. La parte
central del documento presenta la novedad de la penitencia cristiana, cifrada en la conversión (metanoia). Subraya
las dimensiones antropológica, cristológica y escatológica de la penitencia. Por último, da normas sobre el ayuno y la
abstinencia.
- Normas Pastorales de la Congregación para la Doctrina de la Fe: aprobadas por Pablo VI con la autoridad de su
magisterio ordinario. Regulaban la disciplina penitencial sobre las absoluciones colectivas hasta el CIC de 1983.
Importancia de las Normae Pastorales: son el sustrato doctrinal para la reinstauración litúrgica y disciplinar de la
confesión sacramental.
Muestra la doctrina de la tradición recogida en Trento y la traduce en términos más ajustados a los tiempos actuales. Nace
en el Vaticano II y mantiene una unidad con él.
La penitencia está precedida de la regulación de los sacramentos de iniciación cristiana y seguida de las normas canónicas
sobre la Unción, el Orden Sagrado y el Matrimonio.
- El sujeto principal en el CIC 1917 eran los pecados, en el actual son los fieles.
- La antigua expresión «remisión» aplicada a los pecados se reemplaza por «perdón» aplicada a los cristianos
penitentes.
- El ministro no solo es el que imparte la absolución, sino también como quien recibe la confesión.
- Se contempla también como fruto del sacramento la reconciliación con la Iglesia y se pone de relieve la eclesialidad
de su efecto.
5. La Exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia
1) Enumera los diversos cinco nombres que recibe el sacramento en la Iglesia: sacramento de conversión, de la
Penitencia, de la confesión, del perdón y de la reconciliación.
2) Relaciona y compara la Penitencia con el Bautismo. El Catecismo subraya la primacía de la penitencia interior: una
reorientación radical de toda la vida, un retorno a una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con
el pecado, una aversión a todo mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido.
3) De aquí se pasa a considerar las diversas formas de penitencia en la vida cristiana. Se sigue el hilo de la parábola del
hijo pródigo.
4) Capítulo sexto: Contenido central del sacramento. Se muestra la evolución sinérgica de las formas que ha tenido la
celebración, las cuales tienen una misma estructura fundamental. Exposición con los actos del penitente, en la que
se recuerda la distinción entre contrición y atrición. La confesión de los pecados, incluso desde un punto de vista
simplemente antropológico, libera y facilita la reconciliación del hombre con los demás. Liberado del pecado, el
pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual por medio de la satisfacción.
5) Ministerio del sacerdote: “el confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. El ministro de este
sacramento debe unirse a la intensión y a la caridad de Cristo” (CEC 1466).
6) Efectos resumidos en dos: reconciliación con Dios y reconciliación con la Iglesia.
7) Destaca el carácter judicial del sacramento con un juicio escatológico.
- Algunos autores desdibujaron la naturaleza del pecado destacando sobre todo su vertiente socio-política y estructural.
Consecuencia: una mentalidad que no reconocía la confesión seguida de absolución como única forma ordinaria
establecida por la Iglesia para el sacramento.
- Algunas corrientes subrayaron la dimensión reconciliadora de la Eucaristía hasta dar a entender que, tras un pecado
grave, la reconciliación con Dios podía conseguirse ordinariamente a través de la comunión eucarística. Esto generó
una confusión que fue ocasión de abusos. El Magisterio mantuvo las definiciones de Trento en fidelidad a la Tradición.
También fue testimonial la disponibilidad a escuchar confesiones de algunos grandes santos de la Iglesia.
CAPÍTULO IX: SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y ECUMENISMO
Unitatis redintegratio: concede el uso de la confesión de los cristianos orientales ante un ministro católico y viceversa¸
en caso de necesidad, por carencia de ministros orientales, si lo piden de modo espontáneo, de buena fe y están bien
dispuestos.
Actualmente sus reticencias a la confesión privada obedecen, sobre todo, a dos motivos:
• Su doctrina en torno a la absolución no está vinculada al sacramento de la Penitencia.
• La certeza de que, con los pastores, otros fieles también pueden proclamar el perdón divino.
a) La tradición luterana
- La mayoría de sus liturgias tienen, al principio del culto dominical, una confesión comunitaria seguida de una
declaración de perdón.
- No admiten la sacramentalidad de la Penitencia. Tienen en su praxis varios ritos penitenciales pero no consta la
confesión oral de los pecados personales.
- IMPORTANTE: Los miembros de esta comunidad, en peligro de muerte o grave necesidad, solo pueden recibir el
sacramento de la Penitencia si confesaran individualmente profesar la fe católica respecto a los sacramentos y
estuvieran bien dispuestos.
b) La Comunión anglicana
- Desde el primer Book of Common Prayer ha admitido la posibilidad de la confesión privada, sobre todo para enfermos.
- Aunque en el siglo pasado florecieron las confesiones individuales con confesión sacramental, la Iglesia católica
considera inválidas las ordenaciones anglicanas.
TERCERA PARTE: CONSIDERACIÓN SISTEMÁTICA
Se fundamenta en el axioma: “sacramenta propter homines”, que declara que los Sacramentos son signos sagrados
hechos para el hombre. En el signo sacramental de la reconciliación se experimenta como Dios se encuentra al hombre
al modo humano.
El sacramento de la Penitencia es una garantía más de que lo divino se halla ínsito en lo humano y que lo sensible hace
diáfano lo espiritual.
Los «ritos de expiación» existieron en los pueblos antiguos. Su presencia denotaba la existencia de un hecho que había
generado enemistad entre la comunidad y la divinidad. Había que purificarse de aquel pecado que había sido transgredido.
Los tres grandes elementos purificadores eran el agua, el fuego y la sangre. Confesar el pecado quería decir separarse,
sacar fuera de uno mismo aquello que causaba el mal que se padecía.
En el mundo clásico, la experiencia de conversión estaba ligada a la tragedia teatral. Quien acude al teatro al ver al hombre
acaba viéndose a sí mismo. Cuando el actor se enfrenta a un tercero en el escenario, el espectador se ve enfrentado a sus
semejantes en la vida real. El paso de la prosperidad a la miseria se convierte en vehículo de purificación (catarsis) colectiva
de los sentimientos que anidan en el alma de los espectadores ayudándoles a ser mejores ciudadanos (Aristóteles).
b) La conversión religiosa.
En sentido general, conversión implica movimiento, transformación de alguna o de todas las coordenadas que caracterizan
una realidad. En relación con la persona, supone un cambio en el modo de pensar y obrar. En su sentido religioso, es una
realidad compleja porque intervienen varias instancias: no solo la persona y las circunstancias que lo acompañan, sino
también la acción de Dios que invita a la conversión y que impulsa y sostiene la respuesta del converso.
El hombre tiene posibilidad de rectificar su interior: es el arrepentimiento, “redención del pasado”, o “purificación de la
memoria”. Todos necesitamos perdón para liberarnos de nuestras equivocaciones pasadas y comenzar de nuevo. Es un
modo satisfactorio de integrar nuestro pasado y aprender de él y volver a nuestra propia identidad, comenzar de nuevo.
El perdón es una condición decisiva para el desarrollo psíquico del hombre.
El cristiano sabe que quien perdona es Dios. No nos regala la libertad al comienzo de nuestra vida y cada vez que le
pedimos perdón. Por eso, tras la caída de los Ángeles, Dios creó a los hombres: quería tener trato con seres a quienes
pudiera perdonar (San Ambrosio).
El hombre es frágil, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que le lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse
por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia del pecado original. El ser del hombre experimenta
una íntima fractura debida a los que le esclavizan.
El pecador anhela la restauración, ansía restablecerse de su deterioro y recobrar su propia verdad interior. “Querer el bien
está a mi alcanza pero ponerlo por obra no. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero…” (Rm 7, 15). Es la
“infirmitas”, debilidad propia del hombre, que nace con nosotros, y clama sanación en profundidad. También se llama
“fomes peccati”. La Penitencia es la terapia al fomes peccati. S. Agustín: “la naturaleza humana está in deterius
conmutata”, deteriorada hacia una misma.
Las decisiones del hombre con su voluntad no se imprimen necesariamente en todos los niveles de su ser. Por eso puede
ocurrir: a) que la conversión sea tan intensa que transforme a toda la persona; b) que afecte sólo al núcleo interior de la
persona, sin que esa transformación invada a todo el hombre. Y para eso queda un camino para que la gracia penetre en
todas las esferas de su existencia.
La resistencia para convertirse en un hombre nuevo no proviene solo disposiciones innatas propias de la condición
humana, sino también de disposiciones adquiridas que han nacido del pecado cometido y que se van consolidando a
través de las culpas personales. Esto persiste después de la absolución. Por eso, librarse del peso de la vida pasada es un
lastre del pecado. Existe en la persona un proceso dilatado hasta que todas las energías se van integrando en la decisión
fundamental de convertirse.
Trento: designan a esta resistencia “reliquias del pecado”. Son disposiciones psicosomáticas (afectan a la psique y al
cuerpo) producidas por el pecado. Es una propensión desordenada hacia lo que fue materia del pecado. Son pliegues
malos si el pecado ha sido reiterado. Incluso un solo pecado puede ser seguido de vestigios difícilmente eliminables, una
debilidad que disminuye la resistencia al mal. Aquí interviene el Sacramento rehaciendo al hombre en su ser sinfónico.
Los sacramentos de curación remiten al carácter medicinal del signo sagrado como categoría para la comprensión
antropológica: “no he venido a llamar a los sanos, sino a los enfermos” (Mt 9, 13). “El Señor Jesucristo es Médico de
nuestras almas y nuestros cuerpos” (CEC 1421).
El sacramento de la Penitencia evoca a la pérdida de las riquezas del Bautismo por el pecado. No suprime la fragilidad de
la naturaleza humana porque llevamos la vida de Cristo en “vasos de barro” (2 Cor 4, 7), sino que Dios ofrece a sus hijos
un nuevo signo que restaure su dignidad cuando incurren en el pecado.
El sacramento de la Penitencia posee un hondo enraizamiento antropológico, existencial y social. Responde a la necesidad
de recuperar el ideal perdido y la convivencia deseada, de reafirmar los valores que dan sentido a su vida.
Arrepentimiento y absolución son un binomio que tiene su raíz en la ontología propia del hombre:
• Los actos del penitente responden a la necesidad del hombre que sufre constantemente la experiencia de su
fragilidad moral, frente a la cual necesita un signo propio y eficaz de perdón y reconciliación con los demás, consigo
mismo y con Dios.
• La mediación eclesial: el pecador necesita de alguien que le visibilice la remisión.
- El ministro: el sacerdote es icono de Cristo arrodillado ante los pies del penitente para prestarle el servicio de esclavo.
En el sacramento, el buen Pastor, mediante el rostro y la voz del sacerdote, se hace cercano a cada penitente para
entablar con él un diálogo de escucha, consejo, consuelo y perdón. El ministro ayuda al penitente a reconocerse como
un destinatario de la misericordia de Dios. Sus palabras, junto a la Palabra de Dios, crean el clima idóneo para entonar
la confessio laudis, que sigue a la confessio peccatorum.
- Misterio personal y solidario: la dimensión individual de la penitencia está presente en todas las formas celebrativas
del sacramento. Al establecer la confesión individual, se aceptar una manera nueva, determinada por la revelación,
de algo que ya está presente en la estructura antropológica de la conversión.
Además, el pecado del bautizado comporta una ofensa a la santidad de la Iglesia. Con un pecado grave, el salirse de
la comunión con Dios significa también una excommunicatio (no jurídica) del ámbito de la vida y del amor de la Iglesia.
El perdón no es solo una reconciliación con Dios sino también con la Iglesia y con toda la creación.
Se trata de examinar las fuentes litúrgicas que han ritualizado la penitencia pública y privada. Se estudiarán cuatro tipos
de fuentes litúrgicas:
1. El sacramentario de Gelasianum Vetus: Dataría entre el pontificado de Gregorio Magno (+604) y de Gregorio II
(+731). Contiene tres ordines para la reconciliación, un Apéndice y un Penitencial. La reconciliación de los penitentes
se sitúa en la mañana del Jueves Santo. Referencia al ministro en segunda persona (indicio de la antigüedad de la
rúbrica).
Contenidos teológicos:
a. La misericordia de Dios se ejercita todo el tiempo pero sobre todo cuando la Iglesia celebra.
b. La asamblea vive un tiempo propicio que remite al tiempo de Pascua.
c. Paralelismo entre Bautismo y Penitencia.
d. El pecado supone una herida para la Iglesia.
Este Pontifical es deudor del Sacramentario Gelasiano y tuvo mucha aceptación en la Europa cristiana. Fue asumido
en los Pontificales romanos posteriores de los siglos XII y XIII.
En síntesis, la literatura antigua y medieval realiza un vigoroso subrayado del cuadro eclesiológico en el cual se despliega
toda la celebración de la penitencia cristiana. En definitiva, la Penitencia es el recorrido del hombre que, arrepentido,
vuelve a Dios. Es el camino que realiza el bautizado pecador que vuelve a ser acogido en la gran Iglesia representada en
su iglesia local.
1. El Pontifical Romano-Germánico: recoge también un extenso ordo de la penitencia privada. Aunque no lo explicite,
se admite que, al terminar, el sacerdote imparte la absolución sacramental. Tras la confesión sigue la Eucaristía.
2. El Liber decretorum de Burcardo de Worms: presenta un ordo de penitencia no solemne en el que el ministro del
sacramento es un solo sacerdote. La estructura de la celebración es similar a la del Pontifical Romano – Germánico
pero simplificada.
3. El Ordo ad dandam paenitentiam del Pontifical de la Curia Romana (s. XII): Muchos de sus elementos proceden del
Pontifical Romano – Germánico. Pudo haberse usado desde la época de Inocencio III y durante los siglos posteriores.
4. Los Sacerdotalia previos a Trento: son los inmediatos precursores del Rituale Romanum de 1614. Se encuentran
elementos que atestiguan una notable variedad de praxis penitenciales, a la vez que atestiguan una notable variedad
de praxis penitenciales. Prueban la existencia de un acto penitencial realizado por la asamblea antes del ofertorio.
5. El Rituale Romanum (1614) Refleja la mente del Concilio de Trento. Contempla exclusivamente la absolución
individual. En lo relativo a los ritos, destaca la monición del sacerdote que tiene la misma función de correptio de San
Agustín. Ha estado vigente durante casi cuatro siglos.
Síntesis: La atención de estos libros litúrgicos a los deberes del confesor y la dinámica confesión–acusación de los pecados,
demuestra cómo la praxis ritual de la penitencia privada se acomodó a una relectura teológica de la penitencia. No se
ha perdido del todo la perspectiva eclesial ni la gestualidad de la imposición de las manos sobre el pecador, típica de la
penitencia antigua.
2. El «Ritual de la Penitencia»
Responde a la norma sancionada por el CVII (SC 72) de revisar el rito y las fórmulas de la penitencia. Los trabajos
comenzaron en febrero de 1967. Finalmente, apareció el primer domingo de Adviento de 1973, un año después del «Ritual
de la Unción y de la pastoral de enfermos».
I Parte:
a. Decreto de la Concreción del Culto Divino «Reconciliationem inter Deum et homines».
b. Prenotanda, y carta de los obispos españoles.
II Parte: tres ordines (ordo A, B, C) para reconciliar.
a. Ordo A: rito para reconciliar a un solo penitente.
b. Ordo B: reconciliación de muchos penitentes con absolución individual.
c. Ordo C: absolución colectiva.
III Parte. Tres apéndices:
a. Absolución de censuras e irregularidades.
b. Celebraciones penitenciales no sacramentales (en las que no se imparte la absolución).
c. Esquema de examen de conciencia, organizado en tres secciones según la triple predicación de Jesús: «amarás a Dios
con todo el corazón», «amaos los unos a los otros como yo os he amado» y «sed santos como vuestro Padre celestial
es santo».
Realizan un encuadre teológico del sacramento mediante una descripción de su función en el marco de la historia de la
salvación. Los prenotandos son expresión autorizada del Magisterio eclesial sobre los que se basa la reconciliación
cristiana. Se divide en seis grandes apartados:
1) “El misterio de la reconciliación en la historia de la salvación”: Síntesis de contenido bíblico y teológico. No usa la
expresión «segundo bautismo» pero sí hay alusiones al primum lavacrum y al aqua baptismatis, en paralelo con las
lacrimae paenitentiae. Acerca de la necesidad de la confesión, evoca el misterio de la encarnación: la gracia alcanza al
hombre, que es cuerpo y alma, a partir de la humanidad de Cristo, por medio de los signos visibles confiados a la
Iglesia.
2) “La reconciliación de los penitentes en la vida de la Iglesia”: permanente purificación por parte de la comunidad
cristiana, el signo de la reconciliación.
3) “Los oficios y ministerios en la reconciliación de los penitentes”: la reconciliación de los penitentes incumbe a todo el
Pueblo de Dios, que es un cuerpo sacerdotal, cada uno según su modo y estado. Pero nadie está más comprometido
en el sacramento que el penitente.
4) “La celebración del sacramento de la Penitencia”: descripción detallada de los tres Ordines.
5) “Las celebraciones penitenciales”: rúbricas que acompañan a los ritos.
6) “Adaptaciones del rito a las diversas regiones y circunstancias”. Tres instancias: las adaptaciones que competen a las
Conferencias de Obispos; las facultades del Obispo local según las condiciones de la Santa Sede; las acomodaciones
que corresponden al ministro del sacramento.
Propiamente son dos formas: individual y comunitaria, la cual se puede hacer de dos formas.
1. Acogida del penitente: requiere “ars celebrandi”. Cada Sacramento comienza cuando se congrega el pueblo,
congregato populo: la asamblea. El sacerdote acoge con bondad.
2. Lectura facultativa de la Palabra de Dios.
3. Confesión de los pecados.
4. Aceptación de la penitencia.
5. Oración del penitente.
6. Imposición de manos y absolución.
7. Acción de gracias.
8. Despedida del penitente.
• Ordo B: rito para reconciliar a varios penitentes con confesión y absolución individual.
Es sustancialmente idéntico al A. Lo que cambia es el contexto. La tercera parte es igual a la del rito A. Las partes 1, 2 y 4
se hacen en conjunto.
- Celebración de la palabra de Dios: Donde el Ordo A menciona una lectio Verbi Dei, el Ordo B dice celebratio Verbi Dei.
Se ha dotado a esta forma de una rica antología de textos.
- El rito de la reconciliación: recitación en común de la confesión general y del Padrenuestro, a lo que se puede añadir
la plegaria litánica o el canto. Los fieles se acercan a los sacerdotes y confiesan sus pecados, de los que son absueltos
individualmente, una vez puesta la satisfacción.
• Ordo C: rito para reconciliar a varios penitentes con confesión y absolución general.
- Condiciones para administrar la absolución colectiva (CEC 961): peligro de muerte o necesidad grave.
- Condiciones para recibir la absolución colectiva válidamente (CEC 962): que esté debidamente dispuesto
[arrepentimiento, propósito de enmienda, disposición de reparar]; y sino que se proponga a la vez hacer en su debido
tiempo confesión individual de todos los pecados graves.
- El Código en el canon 963 afirma: “aquel a quien se le perdonan pecados graves con una absolución general, debe
acercarse en la confesión individual lo antes posible, en cuanto tenga ocasión, antes de recibir otra absolución general,
de no interponerse causa justa”.
Son útiles para promover la conversión y la purificación del corazón, no deben confundirse con la celebración del
sacramento de la Penitencia, ya que en ellas no se imparte la absolución sacramental. Son ayuda para preparar una futura
celebración del sacramento que, en su momento oportuno podrá llevarse a cabo con especial provecho.
d) Recapitulación
1. El nuevo Ritual de la Penitencia ha retomado la doctrina de la tradición, recogida por el Concilio de Trento,
traduciéndola fielmente al contexto actual. Permanece sustancialmente en el ámbito de la penitencia privada, a la
que suministra una expresión más articulada. Entre los nuevos elementos destaca la presencia de la Palabra de
Dios.
2. La forma – tipo de la reconciliación es el Ordo A. El programa ritual del Ordo C es de nuevo cuño y algunos constatan
la ausencia de una institución similar en la tradición.
1. El dinamismo celebrativo
• El espacio celebrativo: es signo que introduce a los fieles en el misterio. El espacio mismo es gramática del misterio.
La actio sacra postula un locus sacer.
El ritual habla de que el sacramento se celebre in loco patenti. No han de estar en lugares oscuros, se debe velar por
la estética, debe ser funcional, discreto, conforme a las directrices diocesanas sobre arte sagrado.
Sede: Se suele referir al Confesionario. La rejilla, tiene por objeto salvaguardar la necesaria discreción, garantizando
el derecho del fiel a confesar sus pecados sino que deba revelar necesariamente su identidad personal.
• Tiempo litúrgico: RP 13 La celebración puede celebrarse en cualquier tiempo y día. Es un sacramento que no está
ligado a un tiempo, no así otros sacramentos (como la Unción de los enfermos o el Orden sagrado, los cuales
requieren una edad determinada). Ahora bien, el tiempo de Adviento y el tiempo de Cuaresma son ciclos del año
litúrgico muy oportunos para celebrar el sacramento de la penitencia.
NOTA: El Año Litúrgico es la celebración del misterio de Cristo. Gira en torno a dos polos: El Nacimiento del Señor y
la Pascua. Por eso estos dos días tienen una Octava y van precedidos de un tiempo fuerte.
• La Asamblea santa: El sujeto de la celebración es toda la Iglesia universal, el Christus Totus: Todo el cuerpo de Cristo
unido a su Cabeza. Esta afirmación es válida especialmente para la Eucaristía y también para toda celebración
sacramental. La celebración siempre es una sinergia entre la Cabeza y su Cuerpo (CCE 1140). No existe la liturgia
privada. Por más que una determinada celebración sea personal, esto no significa que sea una celebración privada.
RP 8: Toda la Iglesia como pueblo sacerdotal participa en la tarea de la reconciliación: a través de la predicación de la
palabra de Dios, mediante la intercesión de los pecadores, por medio de las ayudas que proporciona al penitente
para que reconozca y confiese sus pecados.
La asamblea es el lugar donde el Espíritu Santo dispensa el mysterium reconciliationis. Ireneo: En la asamblea floret
Spiritus. La asamblea es la realización aquí y ahora de la Iglesia universal.
Dentro de la asamblea, no todos los fieles tienen la misma función: El que celebra es icono de Cristo sacerdote. En
toda asamblea siempre debe estar presente la realidad jerárquica a través de la articulación ordo-plebs. El que preside
no es un delegado, es icono de Cristo cabeza.
• Canto: Los cristianos son conscientes de la verdad que profesan y la hermosura de lo que viven. Y esto exige el canto.
El ritual de Trento no contempla ningún canto. El ritual del Vaticano II contempla el canto en cuatro ocasiones:
- Al inicio de la celebración (RP 23).
- En la liturgia de la Palabra (RP24).
- En el momento de la expresión de la contrición. El canto como signo de la contrición interna.
- En el momento de la petición de perdón (RP 27)
SC 112: El canto sagrado constituye una parte integral de la liturgia (de cualquier liturgia).
• Silencio. Es un tema que requiere una catequesis urgente. La celebración litúrgica incluye silencio. Pero el silencio en
la celebración no es celebración, sino ahondamiento.
• Vestes litúrgicas: Es preferible hablar de vestes en lugar de ornamentos, que tiene en su raíz el sentido de «adornar».
Las vestes no solo expresan pedagógicamente la función característica del ministro en cada celebración, sino sobre
todo la excelsa dignidad del misterio de Cristo.
Por la dignidad del misterio de Cristo, se requiere una dignidad en las vestiduras. Sacrosanctum Concilium: la vestidura
debe ser noble y sencillo. No debe ser sólo noble ni sólo sencilla.
En el ritual de Pio V se pide que el ministro vista sotana, sobrepelliz y estola. El Ritual de la Penitencia habla de Alba
y Estola. Fuera de la Iglesia, no es necesaria ninguna veste litúrgica.
• Color litúrgico: Son expresión de un lenguaje meta-verbal que permite destacar los relieves teológicos de la acción
sacramental. En cuanto al sacramento de la reconciliación: Respecto al color de las vestiduras litúrgicas, el ritual
prescribe la estola de color morado. El obispo puede celebrar de color morado o de otro color penitencial (Cer.
Episcoporum 6.2.2.). Con color penitencial queda abierta la puerta al uso de otros colores que expresen penitencia.
En RP 131 el altar se destina como destino último y culminante del reconciliado. Sin embargo, el discurso teológico sobre
el lugar de la celebración de la penitencia no exige la presencia del altar.
2. Gestos y símbolos:
Son importantes las acciones con las que el fiel penitente participa en el sacramento. Sus actos son parte del mismo
sacramento (RP 11). En RP 102, 103, 151 se habla de gestos en la reconciliación:
- Extensión de las manos sobre la cabeza del penitente.
- Genuflexiones o inclinaciones de los penitentes.
- El perdón de los pecados se recibe de rodillas.
- Los gestos del ministro: extender las manos, la señal de la cruz, pronunciar las palabras de la absolución. Todo es
parte de un lenguaje gestual de la liturgia de la reconciliación.
El Ritual incluye variados símbolos e imágenes que son elocuentes por sí mismos:
- Se incorporan los símbolos del Salterio: desierto, lumbreras brillantes de la mañana, oscuridad de la noche, el
silencio como vacío del hebreo infiel a la alianza.
- La eucología también aporta una rica simbología.
Nosotros nos transformamos, llegamos a ser, nos convertimos en aquello que nos da la epliclesis.
Lecturas bíblicas: se tienen en cuenta preferentemente aquellas en las que Dios llama a los hombres a la conversión y a
una mayor semejanza con Cristo. El ritual de la penitencia tiene un leccionario, en el cual aparecen textos que expresan
la poética y la simbólica de la Escritura.
Líneas maestras de este leccionario: el pecado (alianza–infidelidad), el itinerario penitencial (misericordia–juicio–
conversión–perdón–reconciliación), camino de la vida (Ley–Palabra–Espíritu).
Eucología: es un «lugar teológico» autorizado para una inteligencia eclesial de la reconciliación. En el RP se combinan las
plegarias de las antiguas liturgias occidentales con otras más recientes.
El rito de reconciliación cristiana se configura conforme al dinamismo característico de la plegaria eclesial, que hunde sus
raíces en la judía. De ahí que en los ritos de la Penitencia se encuentren la anámnesis de las intervenciones realizada s por
Dios en favor de su pueblo; la epíclesis o súplica a Dios para que envíe el Espíritu como fruto de ese memorial y la alabanza
doxológica.
• Anámnesis: En la Penitencia, el diálogo salvífico se expresa, en sentido descendente, con la escucha de los mirabilia
operados por Dios y narrados en los textos bíblicos, y en sentido ascendente, el penitente responde con la conversión.
La anámnesis también está presente en los textos eucológicos.
• Epíclesis: cada sacramento tiene su epíclesis. La especificidad de la epíclesis de este sacramento es la efusión del
Espíritu en el corazón del pecador que acceder a abrirse a la compasión del Padre. Está explícita en la fórmula de
absolución y está presente en otros textos oracionales.
• Doxología: los esquemas celebrativos de la penitencia concluyen con una acción de gracias, expresada con salmos,
himnos o preces litánicas.
Pastoral en penitencia: todas las actividades mediante las cuales la Iglesia conduce a los hombres a la verdadera penitencia
y los introduce en el camino de la plena reconciliación. Medios de los que dispone la Iglesia para promover la
reconciliación:
• Catequesis: ilustra, ante todo, el sentido del pecado. Esto es importante para subrayar que la vida cristiana es un
proceso de conversión permanente.
• Sacramentos: cada sacramento, además de su gracia propia, permite revivir la reconciliación. Obviamente, la
Penitencia es el sacramento por antonomasia de la reconciliación.
Objetivos más relevantes que confluyen en una solícita pastoral del sacramento de la penitencia:
- El aprovechamiento de la pedagogía inherente al año litúrgico.
- La continuidad celebración – vida.
La Iglesia ha enseñado siempre, y los escritos de los Padres lo confirman, que las fiestas del año litúrgico contienen lo que
conmemoran. La pedagogía del año litúrgico pide de los pastores, una propuesta penitencial bien estructurada.
La vida litúrgica no discurre al margen de los avatares de este mundo. Al contrario, las celebraciones son acciones sagradas
siempre abiertas a la vida que fluye del misterio celebrado.
Si esto aplica para las celebraciones litúrgicas en general, tanto más para el sacramento de la penitencia. Al terminar el
momento ritual, comienza la etapa existencial. La lex orandi se abre a la lex credendi. La liturgia transforma en vida lo
que la celebración penitencial ha significado, pues es propio de los sacramentos causar la gracia no de cualquier modo,
sino precisamente «significando».
En síntesis, la acción pastoral procura para que la auténtica participación en las celebraciones sacramentales de la
Penitencia resulte inseparable de las exigencias de la conversión y del compromiso evangélico.
CAPÍTULO XIII: EL SIGNO SACRAMENTAL
Se muestra cómo los gestos y símbolos están en la base e iluminan la reflexión sobre la Penitencia
La virtud de la penitencia es distinta del Sacramento de la Penitencia, pero están estrechamente vinculadas: los actos del
penitente, incluyendo la penitencia interior, forman parte esencial del sacramento; y el sacramento causa en el alma ex
opere operato la gracia para la contrición del penitente. Sin las disposiciones interiores no se recibiría la gracia y se
cometería un sacrilegio por utilizar un sacramento sin las debidas disposiciones. La penitencia interior impulsa a la
expresión del arrepentimiento por medio de signos visibles, es decir, impulsa a la recepción del sacramento.
Virtud: mira directamente a las disposiciones y a los actos del hombre. Es una virtud sobrenatural que inclina al rechazo
del pecado porque es una ofensa a Dios. Incluye el dolor, la contrición del corazón, la detestación del pecado, la
satisfacción y el propósito de no volver a pecar. El arrepentirse del mal cometido es un acto bueno, y tiende al sacramento
de la Penitencia.
Sacramento: es un rito sensible instituido por Cristo, que causa la gracia que significa: el perdón de los pecados cometidos
después del Bautismo. Es actio Christi y actio Eclessiae, dotado con la eficacia del poder que Cristo, que es el actor principal
de los sacramentos, ha entregado a la Iglesia.
Carecería de sentido, por ejemplo, recibir la Penitencia sacramental sin las disposiciones propias de la virtud de la
penitencia (amor de Dios, dolor, rechazo del pecado, propósito de enmienda). Sin esas disposiciones interiores no se
recibiría la gracia y se cometería un sacrilegio por utilizar un sacramento sin las debidas disposiciones. A su vez, la
penitencia interior impulsa a la expresión por medio de signos sensibles, a la recepción del sacramento.
La virtud de la penitencia se extiende más allá del acto sacramental, pero es en el sacramento donde la virtud encuentra
su expresión privilegiada, su fundamento y su consagración. A su vez, la virtud de la penitencia sitúa al sacramento en el
marco de las virtudes teologales.
La Tradición ofrece al menos tres nombres, todos ellos relativos al Bautismo: Penitencia segunda, segunda tabla de
salvación tras el naufragio y baño de lágrimas.
a. «Sacramento de la Penitencia»: Alude a un proceso personal de conversión, que implica la reconciliación y culmina
en el perdón.
b. «Sacramento de Reconciliación»: se refiere al hecho de que el sacramento otorga al pecador la reconciliación con
Dios.
c. «Sacramento del perdón»: indica la acción gratuita y misericordiosa de Dios Padre.
d. «Sacramento de la confesión» (exomologhésis): señala la declaración, la confesión de los pecados ante el sacerdote,
en cuanto uno de los elementos esenciales del sacramento.
e. «Sacramento de la conversión» (metanoia posbautismal): realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la
conversión, la vuelta al Padre del hombre que se ha alejado por el pecado.
Consideración etimológica: «penitencia» proviene del sustantivo latino «paenitentia» (dolor) y no del sustantivo poena
(castigo). El sacramento expresa su dimensión purificante, no vindicativa. El término «penitencia» también se usa para
designar uno de los actos del penitente, la satisfacción.
1) Solo Dios puede perdonar los pecados: la potestad de perdonar los pecados es estrictamente divina.
2) Según la Revelación (Jn 20, 21-23), esta potestad fue confiada inmediatamente por Cristo a la Iglesia, poder que
ejerce instrumentalmente. Es Cristo quien perdona a través de la Iglesia. Se trata de una autentica potestad de
“causar” el perdón, y no meramente de declarar que los pecados están perdonados.
3) Esta potestad de perdonar los pecados ha sido entregada por Cristo a los Doce. Es una potestad universal, para
perdonar todos los pecados cometidos después del Bautismo, sea cual sea su gravedad, su especie o su número y
cuantas veces haga falta.
• Que la penitencia es sacramento significa que se trata de una acción que anuncia, expresa y confiere una realidad
de gracia que reconcilia con Dios y con la Iglesia a quienes han pecado después del Bautismo. Este sacramento fue
instituido por Cristo y entregado a su Iglesia, y es causa eficiente del perdón de los pecados. La Iglesia es signo eficaz
de reconciliación con Dios.
• Santo Tomás considera que en la penitencia cristiana se daban las condiciones necesarias para considerarla como
signo de una realidad sagrada: los actos del penitente constituyen la materia y la absolución del sacerdote, es la
forma que completa el Sacramento.
Pertenece a la fe que la Iglesia ha recibido de Cristo una verdadera potestad de perdonar los pecados cometidos después
del Bautismo. Se trata de una auténtica remisión de la culpa ante Dios, como se deduce de Jn 20, 21-23, como lo pone
de relieve la Tradición y en la sesión XIV de Trento.
5. La causalidad de la Penitencia TIPO EXÁMEN
La causalidad de la Penitencia significa el modo en que el sacramento causa la gracia que significa. La transmisión de la
potestad de perdonar los pecados no se agotó en un momento histórico, sino que incluía la condición para que alcanzara
a los hombres de todos los tiempos. La causalidad sacramental se enmarca en la relación entre la gratuidad divina, que
otorga el perdón, y la libertad humana, que lo acepta participando en la realización de la acción sagrada.
La Iglesia cree y confiesa que la eficiencia del misterio Pascual de Cristo alcanza y transforma la vida de los fieles a través
de la celebración del sacramento de la Reconciliación. El significado y la eficacia de la Penitencia sacramental dependen
del Crucificado-Resucitado.
En el caso de la penitencia, la expiación de Cristo por los pecados de los hombres es una donación de su vida de Hijo
totalmente gratuita, que tiene como consecuencia la destrucción del pecado, recrear la alianza con Dios y generar una
existencia filial, participada de la suya.
La especificidad de este sacramento está en la íntima comunión, generada por el sacramento, entre el penitente y Cristo,
que con su muerte nos liberó del pecado. La cruz representa un juicio de condena por parte de Dios con el pecado, y un
signo de victoria para el Crucificado, pues la Cruz es para la Iglesia fuente de vida nueva. Es un juicio de victoria sobre el
demonio, el pecado y la muerte.
En el drama sacramental de la Penitencia, el penitente se une a Cristo paciente adentrándose en la obra del Redentor,
que expía todos los pecados. Diferencia: el cristiano lo hace por sus pecados personales, mientras que Cristo es el «sin
pecado».
c) Santo Tomás:
El sacramento causa la gracia como instrumento. La causa eficiente principal es Dios, en relación a la humanidad de Cristo
como instrumento unido y el sacramento como instrumento separado.
- Causa eficiente principal: Dios.
- Instrumento unido: humanidad de Cristo.
- Instrumento separado: sacramento.
- Indica que la realidad de la gracia, producida por el sacramento, se da bajo la forma de acto judicial. Acoger al
penitente juzgando la autenticidad de su conversión y decidir su readmisión a la Iglesia es una acción que presupone
un juicio.
- Los pecados se perdonan mediante la absolución y no por la fe desprovista de capacidad objetiva para generar un
efecto de remisión real. El acto de juzgar del ministro, incluye el conocimiento de los pecados y la autenticidad de la
conversión del pecador.
- Este juicio no comporta, como en los civiles, una investigación para declarar si el reo es inocente o culpable. Es una
fuerte analogía con el juicio civil, pero no es lo mismo. “Según la concepción más antigua, es una especie de acto
judicial, pero dicho acto se desarrolla ante un tribunal de misericordia, no comparable con los tribunales humanos”
(JP II, Rec. et Paenitentia 11).
- Trento: se trata de un juicio espiritual. Se condena la afirmación de que “la absolución sacramental del sacerdote no
es un acto judicial”. No es simplemente el mero ministerio de anunciar el Evangelio o de declarar que los pecados
están perdonados; sino a modo de acto judicial, por el que sacerdote pronuncia la sentencia a modo de juez. Esto
indica que los pecados se perdonan por la absolución y no por la fe, como afirmaba Lutero. Los ministros, los iudices
de Trento lo son con un poder vicario de Cristo. Lo son en orden a la dispensación de un ajeno beneficio que Dios
otorga al pecador arrepentido. De otra parte, una sentencia judicial exige la competencia respeto a sujetos
determinados. Por eso, la cuestión de las “licencias” para que el ministro imparta la absolución.
- CEC 1470, juicio escatológico: El juicio del sacramento de la Penitencia es un juicio anticipativo (proléptico), anticipa
en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena.
El sacramento de la Penitencia se distingue del bautismo porque en él, el hombre pecador obtiene la justificación y es
reconciliado con Dios, pero esta justificación exige una expiación. La Penitencia es un bautismo costoso.
Mientras en el bautismo el catecúmeno es incorporado al misterio de la Pascua de Cristo mediante un signo de la fe, en
la Penitencia el pecador es incorporado a ese misterio mediante una participación real en los sufrimientos de Cristo.
Todos los sacramentos incorporan al hombre en el misterio pascual de Cristo a su modo. En el Bautismo, el catecúmeno
participa en la muerte del Señor en cuanto que Cristo, al morir, triunfa sobre el pecado, el demonio y la muerte. Su «estar
lejos» pasa a un «estar con». El sacramento de la Penitencia es una participación en la muerte de Cristo, pero en cuanto
juicio: el hombre se somete, en comunión con Cristo, al juicio que Dios hizo en la muerte de su Hijo. El penitente es
aceptado por Cristo e insertado por él en su muerte para que pueda participar en su misma gloria.
La Eucaristía no está ordenada al perdón de los pecados mortales, que es lo propio del sacramento de la Reconciliación.
La Eucaristía es sacramento de los que están en plena comunión con la Iglesia.
A la vez, no solamente la Penitencia conduce a la Eucaristía sino también al revés. Cuando el bautizado se hace consciente
de Quién es el que recibe en la Eucaristía, nace en él un sentido de indignidad, junto con el dolor de sus pecados y la
necesidad interior de purificación.
Jesús, al conferir a los Doce el poder de perdonar los pecados, dejó a su Iglesia la determinación de las formas exteriores
a partir de las cuales debía expresarse la realidad sacramental para hacerse actual, viva y operante.
El Catecismo (n. 1148) expone la estructura del signo sacramental: Dos elementos:
• Actos del hombre: la contrición, la confesión de los pecados y la satisfacción. Santo Tomás: Estos conforman la quasi
– materia, como significativa de una verdadera materia en el sentido hilemórfico y no físico, como sucede en los otros
sacramentos.
• Acción de Dios por ministerio de la Iglesia.
Estructura hilemórfica
Ningún otro sacramento (aparte del Matrimonio) integra tanto la acción del hombre en la constitución misma del signo
sacramental y por tanto en la verdad misma del sacramento.
Sujeto del sacramento: Todo bautizado vivo que haya cometido algún pecado y que, arrepentido, lo confiese con la
intención de recibir del sacerdote la absolución sacramental.
2. La contrición.
La contrición es el primer acto del penitente, es el punto de partida del sacramento. Sin contrición, no hay remisión de
los pecados. Trento: la contrición, que ocupa el primer lugar entre los actos del penitente, es un dolor de alma y
detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante”. Siempre fue necesario para impetrar el perdón
de los pecados cometidos después del Bautismo, solo prepara para la remisión de los pecados si va acompañada de la
confianza en la divina misericordia y del deseo de cumplir todo lo demás para recibir debidamente este sacramento”.
a) Naturaleza de la contrición.
El primero en emplear la contrición fue S. Anselmo comentando el Miserere. El CEC 1431 explica la contrición como una
reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo el corazón, una ruptura con el pecado,
una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el
deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia.
Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron “animi cruciatus”
(aflicción del espíritu), “compunctio cordis” (arrepentimiento del corazón)”.
- La compunctio era un término médico que designada las punzadas de un dolor agudo, y se convierte en un dolor de
alma. Es una acción de Dios en nosotros que nos espolea con una punzada para despertarnos y poner la atención en
él. Confluyen la misericordia de Dios y la libertad del hombre.
- El fin de la justificación es la conversión del corazón a Dios, que incluye la detestación al pecado y el anhelo de la
comunión con Dios.
Es un dolor del alma, una acción de Dios en nosotros:
• Donde la acción divina necesita de la cooperación humana. La voluntad del hombre no puede ser transformada sin
su consentimiento ya que es libre.
• Esta synergia, entraña un doble aspecto: el movimiento del libre albedrío hacia Dios y el movimiento del libre albedrío
contra el pecado, el cual es el acto de la penitencia.
El primero es razón y causa del segundo
Fe y contrición son dos vertientes complementarias de la conversión del pecador.
b) La contrición perfecta
Trento divide la contrición en perfecta e imperfecta. Esta distinción radica en los motivos de que proceden y en los efectos
que causan. La contrición perfecta:
c) Contrición y atrición
No se distinguen por la intensidad, sino por el motivo que les mueve a dolerse.
Contrición perfecta: es un acto imperado por el amor de Dios y el dolor de alma por haberle ofendido. Acto que justifica
antes de recibir la absolución, que produce la reconciliación en virtud del votum sacramenti. Es necesario acudir al
sacramento porque el acto de contrición perfecta incluye el dese de acercarse a la misericordia de Dios por dónde él ha
establecido a través de la Iglesia. La contrición perfecta no es imprescindible para recibir válidamente la absolución.
Atrición o contrición imperfecta: es un acto fundado en el temor al infierno o la fealdad del pecado. Es un arrepentimiento
imperfecto por la calidad de sus motivos: la fealdad del pecado y el temor del infierno y sus penas (Trento).
- Motivo: Amor de concupiscencia causado por las malas consecuencias que trae el pecado.
- Principio: Acto humano bueno que dispone a recibir la gracia de Dios, pero en él no existe el amor sobrenatural; el
principio es la voluntad humana y la gracia actual de Dios que mueve desde fuera.
- Efecto: No alcanza por sí sola el perdón de los pecados, pero prepara para recibir la justificación.
Santo Tomás: distingue entre contrición perfecta y atrición no por la intensidad emotiva del arrepentimiento, sino por el
amor perfecto o imperfecto que se tenga de Dios. El paso necesario de la atrición a la contrición lo opera la recepción del
sacramento “in actu”. Cristo -mediante la causalidad instrumental de la absolución- infunde su gracia en el alma del
penitente atrito que es movido a hacer un acto de contrición más perfecto. El acto de contrición procede de la virtud de
la penitencia imperada por la caridad, y es necesario para la justificación.
Duns Escoto: distingue dos vías independientes entre sí para la justificación: 1) Extra-sacramental (más incierta): la
contrición (attritio maior). Es difícil de verificar. 2) Sacramental (más segura): basta la atrición (attritio minor), unida a la
absolución. Más fácil de verificar a través del signo eclesial de la absolución. La incapacidad de la atrición para merecer el
perdón está compensada por la eficacia de la absolución (esencia del sacramento). La atrición es disposición suficiente
para acercarse al sacramento y quedar justificado, por la asistencia de Dios.
3. La confesión.
a) Necesidad.
b) Integridad.
Objeto necesario y obligatorio de la confesión: todos los pecados graves de los que se tiene conciencia. Esto debido a que
los pecados graves implican la privación de la gracia y de la caridad.
Cuando no es posible la material basta con la formal. Pero la formal es necesaria para la validez de la confesión ya que sin
ella no existe arrepentimiento verdadero.
• Imposibilidad física de confesarse en una enfermedad grave sobre todo en momento de muerte.
• Imposibilidad física de los mudos. No se les puede decir que presenten su confesión por escrito.
• Desconocimiento de la lengua. Se puede acudir a un intérprete.
• La falta de tiempo.
• Riesgo de que peligre el secreto de confesión. Peligro de escándalo moral.
• Peligro grave de contagio.
Si por un motivo se ha olvidado un pecado grave, debe ser confesado en la siguiente Penitencia.
c) La confesión de los pecados veniales.
La Iglesia los recomienda. Aunque este no priva al hombre de la vida de la gracia y de la caridad. Pero sí que representa
un debilitamiento del amor, cierta tibieza en la efectiva caridad.
d) La confesión frecuente.
La muerte al pecado se realiza por la sumisión a la penitencia eclesial en comunión con la Pasión redentora de Cristo. Por
eso, cada confesión sacramental es una nueva ocasión de reafirmar la conversión y actualizar la voluntad de amar a Dios,
liberándose de las secuelas de los pecados.
4. La satisfacción.
En la confesión se perdona la culpa y la pena eterna. Pero no siempre se perdona toda la pena temporal. Satisfacción
son las obras impuestas al penitente para expiar las penas temporales.
La satisfacción no es una reparación que realiza el penitente por las secuelas que el pecado ha sedimentado sobre él. Tal
satisfacción sacramental, impuesta por el ministro, recibe su valor real de la infinita satisfacción de Cristo.
b) Necesidad de la satisfacción.
¿Por qué se añade una satisfacción si la satisfacción de Cristo sobreabundante? La satisfacción de Cristo ha sido
sobreabundante, pero el penitente es capaz de unir su propia mortificación a la Pasión de Cristo que le ha obtenido el
perdón. Incluso después de la absolución, subsiste en el cristiano una «zona oscura» generada por las heridas del pecado,
y en la cual hay un foco de pecado que hay que combatir con la mortificación y la penitencia.
• Ministro principal de la penitencia: Cristo. El Padre realiza los sacramentos por medio de Cristo en el Espíritu Santo.
• Ministro instituido: Obispo y Presbítero.
a) Obispos y Presbíteros
• Los textos del N.T. no explicitan quienes serían los sucesores de los apóstoles que habrían de ejercitar la potestad del
perdón. La Tradición de la Iglesia dice que los obispos y los presbíteros son exclusivamente los ministros.
• En los primeros siglos de la Iglesia era una realidad poseída pacíficamente. En los seis primeros siglos el ministro es el
obispo, pero también los presbíteros ejercen el ministerio cuando no lo realiza el obispo: a partir de cierto momento,
aparecen los «presbíteros penitenciarios».
• No consta expresamente cual es la razón para haber excluido de esto a los diáconos.
Razón de conveniencia: Conexión de la Penitencia con la Eucaristía. Cuya digna recepción necesita un alma
purificada del pecado. La ordenación de los diáconos se realiza non ad sacerdotium, sed ad ministerium (Traditio
Apostolica)
• Los laicos nunca han sido considerados ministros del sacramento ni en casos de necesidad.
No es una manipulación de los dones divinos, o una intromisión humana en el tesoro de la misericordia divina, sino la
forma sacramental de hacer llegar al penitente el perdón escatológico en visibilidad eclesial.
d) La Facultad de Confesar.
Para el ejercicio del ministerio se requiere que el ministro tenga: Potestad de Orden y facultad de ejercerla sobre los fieles.
Puesto que la distinción «orden – jurisdicción» es clave en el desempeño del ministerio de la reconciliación sacramental,
conviene recordar sus orígenes histórico.
• Primeros siglos: Conciencia de que toda la potestad del ministro se recibe con la donación del Espíritu Santo en la
ordenación.
• Siglo XII: Se divide en dos líneas autónomas: Jerarquía de Orden y jerarquía de jurisdicción.
De estas posturas se sigue que el Obispo no tiene “más potestas ordinis” que el presbítero. Solo su jurisdicción
es mayor.
• Vaticano II: La consagración episcopal, junto con el oficio de santificar, confiere el de regir y enseñar que solo se
ejercen en comunión con la Iglesia.
Es decir la ordenación episcopal confiere la plenitud del sacramento del Orden; es decir, confiere todo lo necesario
para llevar a cabo el ministerio salvífico de los obispos. Este oficio obtiene el oficio de santificar, enseñar y regir el
triplex munus.
2. La naturaleza de la facultad.
• Así como el obispo ha de ejercer su potestad en comunión con el Papa y con los demás miembros del Colegio episcopal,
la potestad del presbítero debe ejercerla en comunión con su Obispo. El ejercicio de la Penitencia reclama
intrínsecamente su subordinación a su superior.
• El presbítero recibe en la ordenación el poder de perdonar los pecados y para absolver debe tener jurisdicción.
• La expresión jurídica externa de la comunión jerárquica son las “Licencias ministeriales”.
• El ministro puede oír confesiones en cualquier parte al menos que se oponga el Ordinario del lugar.
Este Ordinario no puede darle licencias al presbítero sin haber escuchado al Ordinario propio del sujeto en
cuestión.
Si el Ordinario del lugar le quita la facultad debe avisar al Ordinario del ministro
• El ministro en su diócesis: necesita la aprobación del Ordinario. Sea oral o por escrito y para un tiempo determinado
o indeterminado. Si su Ordinario le quita la facultad se la quita para todas partes.
• Todo sacerdote aun desprovisto de la facultad de confesar absuelve válida y lícitamente a cualquier penitente en
peligro de muerte (Aunque esté presente un sacerdote aprobado).
2. La Absolución
• Concilio de Florencia: señala que «la forma del sacramento son las «palabras de la absolución».
• Trento: La fuerza de este sacramento reside principalmente en su forma. La Sesión XIV afirma dos realidades de la
penitencia:
- Es la concesión de un bien ajeno (no proviene del confesor), otorga la gracia que remite el pecado.
- Es a modo de un acto judicial: el sacerdote, como juez, pronuncia la sentencia.
El sacerdote absuelve “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, fórmula idéntica del bautismo y que expresa
la acción ad extra de la Trinidad.
La absolución es el signo sacramental del acto de Cristo y de la Iglesia en el que radica la virtud principal del sacramento
de la penitencia. Los actos del penitente están ordenados a la absolución que imparte el ministro.
Con la absolución culmina el sacramento de la Penitencia en medio de una sinergia de ambos sacerdocios: el penitente
aporta la realidad significante que se comporta a modo de materia, y el confesor aporta el acto de Cristo y de la Iglesia
que son las palabras constitutivas de la forma.
• La absolución hay que impartirla al penitente bien dispuesto. Hay que darla de forma absoluta, sin condiciones.
Algunas circunstancias obligan que se imparta sub conditione. Por ejemplo, si el confesor duda si el penitente vive o
no.
• La absolución sólo ha de negarse con causas muy graves (carecer de contrición o verdadero propósito de enmienda).
Sólo debe negarse cuando, haciendo todo lo humanamente posible para llevar al pecador a sus mejores
disposiciones, le consta la carencia total e irremediable de su arrepentimiento.
El sacerdote ejerce el ministerio de la Penitencia para la gloria de Dios (dimensión ascendente) y para la salvación de los
hombres (dimensión descendente). Para este ejercicio, el confesor debe tener unas cualidades y asumir obligaciones
cualificadas que preceden, acompañan y siguen a la celebración del sacramento.
Aunque el CIC 1983 no contempla la existencia de pecados reservados, algunas acciones ilícitas conllevan ciertas penas
canónicas. No todo el que viene a la confesión se puede absolver.
Seis delitos que conllevan a excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica:
1) Quien arroja las especies consagradas o las guarde o las retiene para cometer sacrilegio.
2) Quien atenta físicamente contra el Papa.
3) El Obispo que confiere la consagración episcopal sin mandato pontificio. Ex comunión para los dos, aunque la
ordenación sea válida.
4) El confesor que viola directamente el sigilo sacramental.
5) El sacerdote que absuelve al cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento.
6) El aborto: Tiene una especificación. No está reservado a la sede apostólica sino al Obispo del lugar donde se comete
(hasta la medida del Papa Francisco tras el jubileo de la misericordia).
1. El sigilo sacramental.
Es la principal obligación del sacerdote después de haber escuchado la confesión del penitente.
El sigilo no admite excepciones. Solo el penitente puede aprobar que se revele lo confesado.
El sigilo versa sobre todo aquello que el penitente manifestó en orden a obtener la absolución (Aunque finalmente no
lo obtenga o la confesión sea sacrílega; aunque el penitente haya muerto).
• Directa: unir la identidad del penitente y el pecado. Está excomulgado en ese momento.
• Indirecta: sucede cuando de las palabras, actos u omisiones puede colegirse el pecado o el penitente que lo ha
cometido.
2. El acompañamiento espiritual
La tarea de consejo espiritual ha sido siempre importante en la Iglesia (escritos de San Francisco de Sales, San Alfonso
Mª de Ligorio, San Juan Bosco, San Josemaría). El consejo es una expresión concreta del cuidado materna del cuidado que
tiene la Iglesia por sus hijos.
El ámbito del acompañamiento espiritual no coincide con el ámbito estrictamente sacramental. El acompañamiento
espiritual no es un Sacramento, y no se deben confundir. Van separados: ahora te aconsejo, ahora te confieso.
Pero aunque son ámbitos distintos, tampoco es conveniente que el sacerdote se limite a absolver. El Sacramento de la
Penitencia –sin ser el único cauce de guía espiritual- es un cauce importante de acompañamiento espiritual. No ejerce
suficientemente bien la tarea de confesor quien se limita a absolver. Absolver debe ir acompañado de ser médico, maestro
y padre.
Al acompañamiento espiritual le sigue el silencio natural acerca de todo lo que sea de intimidad de la conciencia, como a
la Confesión le acompaña el sigilo. Romper el silencio natural es un pecado, que puede llegar a ser grave; pero no recae
en la pena de excomunión.
El fin del acompañamiento espiritual es ayudar a ejercer la libertad con plenitud, amando a Dios y a los demás conforme
al Evangelio. Tarea especialmente necesaria en la actual crisis de valores.. De ahí también la importancia de las virtudes
humanas para ser sacerdote.
El acompañamiento espiritual no manda ni ocupa el lugar de la conciencia del aconsejado. Es bueno que el que se
dedique a esta tarea tenga conocimiento y experiencia del corazón humano, sepa de la inteligencia emocional,
El acompañamiento espiritual ofrece: compañía, consuelo, apertura de horizontes, y defensa frente a las tentaciones.
Lo que busca la guía espiritual es unificar a la persona en Cristo. Cabeza, corazón, sensibilidad… unirlos a Cristo (mihi
vivere Christus est). Se trata de introducir correctamente a la persona en su propia libertad.
El que recibe los consejos siempre tiene plena libertad de decisión. El acompañamiento espiritual es ejercicio de dos
libertades donde ambos enseñan y ambos aprenden.
Sólo se puede dar un consejo imperativo si el que recibe esta ayuda se encontrara en una ocasión de peligro espiritual
grave.
CAPÍTULO XVI: LOS EFECTOS DEL SACRAMENTO. TIPO EXÁMEN
Esta gracia sacramental que justifica al pecador es una obra ad extra y por tanto, trinitaria.
El discurso sobe la remisión de los pecados se despliega conforme a la cuádruple reconciliación que repara la las cuatro
fracturas fundamentales inferidas por el pecado: reconciliación del hombre con Dios, con la Iglesia, consigo mismo y con
la creación.
• Pueden quedar perdonados los mortales sin que por esto queden perdonados todos los leves (Por no estar lo
suficientemente arrepentido).
• No se pueden perdonar los pecados leves sin el perdón de los mortales.
A diferencia del bautismo, el perdón sacramental no borra toda la pena porque en este sacramento entran en juego los
actos del penitente cuyas disposiciones admiten una mayor o menor mejora.
El reato de la pena temporal se redime conforme a la autenticidad de la conversión, en función del grado de caridad.
La reconciliación del pecador afecta a la relación visible con la Iglesia. En dos dimensiones:
La reconciliación eclesial es efecto salvífico del sacramento, pero ella a su vez es el signo eficaz del perdón de los pecados.
El sacramento de la Penitencia reinserta al pecador en la comunión de la ekklesía. Este efecto del sacramento es, por su
parte, signo eficaz de la anulación de los pecados. Por tanto, la reconciliación con la Iglesia es así la res et sacramentum
de la Penitencia.
El Vaticano II se limita a decir que entre la reconciliación con la Iglesia y la reconciliación con Dios hay un nexo fuerte. Pero
no se atreve a decir cuál es la causa del otro.
Aunque podemos decir que si la Reconciliación con la Iglesia es signo y causa de la Reconciliación con Dios se demuestra
mejor su papel como “Sacramento de reconciliación”: la Iglesia es entre los pueblos signo eficaz de la recomposición de
las fracturas del pecado.
3. La reconciliación consigo mismo.
• Al separarse de Dios el hombre queda abandonado a su naturaleza, o incluso a lo más bajo de ella (San Agustín). La
naturaleza humana queda abandonada a su propio desorden (S. Tomás).
• Ya que con el pecado el hombre se niega a someterse a Dios, su equilibrio interior se rompe y se desatan dentro de
sí conflictos y contradicciones.
• La gracia del perdón hace que el hombre recupere su verdad interior.
• A nivel teológico: la teología se empobrece cada vez más cuando se afana por mostrar estos efectos como si fueran el
resultado automático de la conjunción entre materia y forma, olvidándose de situar como punto de partida el
misterio de Cristo. El signo de la obra salvífica es ya portador de su efecto.
• A nivel conceptual: el efecto no ha de considerarse como un hecho momentáneo. Es una realidad que se implanta de
modo duradero en el sujeto. Cada sacramento es un momento de encuentro con Cristo, pero no ocasional, sino un
momento en el que el sujeto sale transfigurado.
La gracia de este sacramento devuelve la paz y el gozo del perdón de los pecados. Fortalece el espíritu y otorga auxilios
para superar las tendencias del mal.
CAPÍTULO XVII: LAS INDULGENCIAS.
En sus orígenes, el sustantivo «indulgencia» se usó como sinónimo de remisión o absolución. Sólo a partir del siglo XII
comenzó a tener sentido técnico.
• La absolución se recibía tras realizar una larga penitencia. Tenía como finalidad la expiación plena del pecado y de
todas sus reliquias.
• En el siglo VI- VII se introdujeron las conmutaciones de penitencias o sus acortamientos. Llegó incluso a darse el caso
de que un fiel cumpliera la penitencia en nombre de otro.
En este periodo el penitente realiza la penitencia luego de haber recibido la absolución. Esto ayudó a precisar la
diferencia entre la culpa perdonada y la pena que queda.
Se desarrolla la práctica de oraciones penitenciales extra sacramentales de intercesión por el perdón de los pecados.
Pero aún no se ha desarrollado del todo el concepto de Sacramento. Por lo que se confunden las fórmulas sacramentales
con las extra sacramentales.
Las primeras formas de indulgencia aparecen otorgadas por obispos y confesores en el sur de Francia y en el norte de
España a mediados del siglo XI. Comienza propiamente en el siglo XII.
• A medida que la teología sacramentaria medieval fue clarificando los diversos aspectos del sacramento de la
Penitencia, las fórmulas de absolución usadas para las indulgencias se fueron haciendo cada vez más precisas.
Aparece la fórmula rite crontritis atque confessis.
d) La praxis actual.
La Constitución apostólica indulgentarium doctrina (1967) de Pablo VI actualizó la doctrina y la praxis de las indulgencias.
• Mantiene la distinción entre indulgencias plenarias y parciales, según liberen totalmente o solo de manera parcial
las penas del pecado.
• Para recibir la indulgencia es necesario estar bautizado y en estado de gracia, por lo menos en el momento de concluir
las obras prescritas.
Todo el recorrido histórico muestra que las indulgencias expresan la fe del pueblo cristiano en el valor de la intercesión
de la Iglesia y en la eficacia de la comunión de los santos a los ojos de Dios.
Es el vínculo vivo y trascendente, visible e invisible, que existe entre todos los cristianos. En la unidad de cuerpo que tiene
a Cristo como Cabeza. Por esto existe intercambio de bienes espirituales.
• Esta comunión es lo que se llama «tesoro» de gracia de la Iglesia, del que la jerarquía puede disponer para ser
saludablemente aplicado a los fieles.
• No es que con la indulgencia se «pague» a Dios del tesoro de la Iglesia, sino que ese tesoro se hace presente y activo
cuando la Iglesia dirige su oración a Dios.
Se suprime la vinculación a lugares para resaltar su vinculación a las acciones de los fieles. Además, se pueden aplicar por
los difuntos a modo de sufragio.