TUMINAH Y EL OSO
En las fábulas orientales con frecuencia las personas y hasta las divinidades, se transforman en
plantas o animales. Hasta entre nosotros, en la historia, suceden cosas similares. Lo que sucede es
porque la fábula quiere hacernos soñar; en la narración magia y realidad se funden, y nuestra
fantasía vuela a regiones lejanas y realiza nuestros sueños secretos. También Tuminah ha vivido un
dulce sueño, y su despertar fue más alegre.
Omar vivía con una mujer y sus cinco hijas en un pequeño pueblo de la isla de Pinan. Las
cinco muchachas eran todas bastantes graciosas; más muchos jóvenes las habrían pedido por
esposas, ellas no habían todavía encontrado ninguno que le gustase o fuese considerado digno de ser
escogido como marido. Con el pasar de los años las muchachas no eran tan jóvenes, tanto que Omar
y la mujer empezaba a preocuparse, temiendo que sus hijas no encontrase ocasión de casarse. Un
día Omar y la esposa se sorprendieron bastante en el ver un simpático Oso en acercarse a la casa. -
¿qué buscas? -le preguntaron. Muy educadamente el oso se acercó y dijo: - Le estaré muy
agradecido si me permiten casarme con una de vuestras hijas - ¡Ah! ¿quién ha escuchado que un
oso se case con una joven? - ¿Por qué en lugar de reírse de mí no preguntan más bien a vuestras
hijas si quieren casarse conmigo? No soy un hombre, más soy honesto y trabajador. Interpelada la
de más edad rechazó decididamente: - ¿Casarse con un oso? ¡no, no, nunca! También las otras
hermanas rechazaron la propuesta. Excepto la última, Tuminah, que era la más bella y la más dulce
de todas. - ¿Casarse con un Oso? No me parece una elección que descartar. Si es gentil y honesto,
será ciertamente mejor que tantos hombres. Las hermanas se reían. Fue así que después Tuminah se
casó con el Oso.
Después del matrimonio frecuentemente los parientes y los amigos tomaban en broma la extraña
pareja: más esto no parecía turbar la armonía y la felicidad de los dos esposos. Tuminah no sabía
todavía como el marido lograse encontrar dinero para vivir. Cada mañana al alba el Oso se dirigía al
trabajo, para regresar después a la noche profunda. Siempre más curiosa de conocer la verdad sobre
este misterio, un día Tuminah decidió seguir al marido a escondidas. él bajó a la playa, y aquí
adivirtió algo prodigioso: el Oso se despojo de la piel como de un vestido, y se transformo en un
bellísimo joven. Después, subido en la barca, empezó a remar hacia adentro. Apenas el marido
estuvo fuera de la vista, Tuminah salió del matorral donde se había escondido y se llevó la piel del
Oso. Aquella tarde, cuando regresó el marido, por cuanto buscase no logró encontrar su piel.
Solamente entonces Tuminah se acercó al joven y dijo: - No te cambies de nuevo en Oso, te ruego.
Eres más bello así como eres realmente. - ¿Te avergüenzas de mí? - No, más sería así de bonito si
todos se dieran cuenta que tú eres un hombre. Apenas las hermanas descubrieron cuanto era bello el
marido de Tuminah, enseguida se volvieron celosas. Más Tuminah no se dio cuenta de este
sentimiento: su corazón no había nunca experimentado lo que eran los celos. Enseguida, el marido
le confió que marcharía para unos asuntos de negocios muy importantes: - Estaré varios meses
fuera, más cuando regrese seremos ricos. Tuminah se mostró comprensiva y generosa: aunque lo
sentía mucho, aceptó que el marido se fuera. Las hermanas se sintieron aliviadas y dijeron a
Tuminah: - Tu marido te ha dejado para siempre, no lo verás más nunca. Ciertamente volvió a ser
Oso. Pasaron tantos meses que a Tuminah parecían interminables.
Finalmente un día algunos pescadores corrieron a casa de Tuminah para decirle que el marido
regresaba con una entera flota de naves llenas de tesoros inestimables: sedas, oro, jades y otras
joyas. Tuminah se puso sus mejores trajes y corrió a la playa para recibir el marido. Las hermanas la
siguieron. Repentinamente encerraron y amarraron a Tuminah y la pusieron en una barca
lanzándola mar adentro. Mientras se acercaba la flota. Ninguna nave se dio cuenta de la barca que
llevaba a la jóven casi invisible por las altas olas. De última venía la nave almiranta, engalanada de
fiesta con banderas de mil colores: el jóven que un tiempo vestía con piel de oso, hoy estaba vestido
como el almirante de la flota. - ALTO! Anclad las naves! - gritó dándose cuenta de algo que se
movía entre las olas. - ¿Qué cosa es aquella barca pequeña allá abajo? Como la nave se fue
acercando, los marineros vieron la figura de una joven amarada y tendida en el fondo de la barca.
Bajaron un bote y levantaron a bordo a la joven. El marido enseguida la reconoció y lleno de
asombro preguntó: - ¿Tuminah, que sucedió? Cuando Tuminah se reincorporó, le dijo al marido lo
que le había sucedido con sus hermanas. - Tus hermanas son unas brujas. Tienen necesidad de una
lección. Entonces encomendó a la esposa que no saliera de la cabina de mando de la nave por
ninguna razón. El comandante desembarcó. Las cuatro hermanas lo esperaban con vestimentas de
grandes ocasiones. - ¿Dónde está mi esposa?, les preguntó - Nosotras no lo sabemos. Hace algunas
horas bajo a la playa para recibirte, y desde entonces no lo hemos visto. Aquel día las hermanas
quisieron hacer fiesta por el feliz retorno del cuñado y organizaron un gran almuerzo al que
invitaron toda la gente rica, la más importante de la isla. Mientras le servían las delicateces,
exquisiteces y manjares, el joven narró sus aventuras, y cómo logró quitar a los piratas el galeón
cargado de tesoros. En fin concluyó: - Cuando estaba por llegar al puerto vi una pequeña
embarcación que vagaba entre las olas. Dentro había una joven que había sufrido un atraco por los
bandoleros, amarrada y abandonada a su destino. A estas palabras las cuatro hermanas empezaron a
preocuparse. El joven dio unas palmadas y compareció Tuminah acompañada por algunos
marineros. Estaba vestida de telas finísimas y tenía una corona de diamantes en su cabeza. Al verla
las hermanas se sintieron morir de envidia y de miedo. - No las llevaré delante del Juez, como
merecéis -prometió generosamente. - Más exijo que dejéis el pueblo lo más rápido y que no os
dejéis ver. Espero que esta lección le sea útil para el futuro. Nadie sabe donde se fueron las cuatro
hermanas; mientras se sabe ciertamente Tuminah y su marido vivieron felices.
PISTAS DE BÚSQUEDA
Reflexionamos
Los celos, como la envidia, es un sentimiento maligno, pernicioso, reprobable. Todos nosotros lo
experimentamos, aunque, con amargura. No quisiéramos sentirlo; más nace sólo, espontáneo. Lo
importante es que nosotros nos damos cuenta de los sentimientos que albergan en el corazón y que
luchamos por liberarnos.
En la Biblia leemos los sueños de José, y de la envidia y celos de sus hermanos, porque su padre
Jacob parecía tener preferencia por el hijo más joven, nacido cuando el padre era avanzado en años.
Lee con atención el capítulo 37 del libro del Génesis y haz una comparación entre José y Tuminah,
se podrá así notar como dos culturas lejanas, en el tiempo y en el espacio, parecen muy comunes en
algunas cosas. Es natural: porque los hombres, a cualquier época o cualquier raza tengan sus raíces,
tienen un solo Padre: Dios.
Enseñanza:
También tú pruebas a veces la Amargura de la envidia y de los celos. Más has experimentado el
gozo sencillo y más íntimo de gestos de generosidad y de altruismo. Cuanto más damos espacio a
los demás en nuestras vidas, tanto más nos sentimos contentos y apacibles. Cuando en vez nos
replegamos sobre nosotros mismos o tenemos envidia o celos al éxito de los otros, nos descubrimos
mezquinos y siempre más pobres.