0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos) 394 vistas47 páginasEl-Tono-En-La-Enseñanza. Max Van Manen
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Max van Manen
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M. van Manen -£1 foro ev la ensenamea
Max bar Manen
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El lenguaje de la pedagogia
PAIDOS
ZED MONG
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iM, aJo origin: The Tone of Teaching .
tinalmente publicdo on ings, en 2002, por The Althouse Prass, Faculty of|
{eation, The University of Western Ontario, Londan, Ontario, Canad
\ducelon de Roe Filells
vierta de Julio Vivas
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‘Seu decease des medi ser pea pons
‘002 The University of Western Ontario, London, Ontario, Canada
1004 de Ia traduccion, Roe Filla
1004 de vodas las ediciones en castellano
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arian Cubl, 82 - 08021 Barcefona
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234916
SUMARIO
La solicitud y el tacto pedagégicos .
|. Comprender el mundo de posibilidades del nitto
La experiencia de la curiosidad y el asombro del
nifio. 7
Ver al nifio desde una perspectiva pedagégica
Todo nifio necesita quelevean ... . .
La importancia del reconocimiento et
La dimensién pedagégica de la ensefanza . .
La importancia pedagégica de la disciplina
¢Cémo experimentan los nifios nuestra presen-
SUR eee
El poder de la atmésfera
. Los nifios nos dan ejemplo de esperanza y acti-
tud abierta
Los nifios son indulgentes por naturaleza
23
31
37
43
47
63
a
81
o11, LA SOLICITUD Y EL TACTO PEDAGOGICOS
EL EDUCADOR
Al final de la jornada escolar, un profesor ve que dos
nifios estan metiendo astillas de madera en la cerradura
dela puerta de la escuela, quizé con la intencién de poder
entrar en el centro por la noche. A la mafiana siguiente, el
director se enfrenta con uno de los chicos, que se niega a
dar el nombre de su compaiiero. El airado administrador
Je dice al muchacho que el vandalismo es un delito y que
hay que castigar a todo nifio que dafie la propiedad pi-
blica e imponga una mayor carga a los contribuyentes. El
chico no coopera, y se le expulsa cinco dias del colegio.
Qué mas se puede hacer con un nifio de 13 afios que
se niega a ser un «chivato»? gDejar que se salga con la
suya? No parece razonable. Pero intentar ensefiar el va-
Jor de la propiedad privada y del bien publico a un chico
que se rige por otro principio completamente distinto
parece que es infructuoso.
Antes hay que responder a otra pregunta pedagégica:
«gCuél es la situacién en la que siente que se encuentra el10 EL TONO EN LA ENSERANZA
nifio?». O, mejor atin: «¢Cémo experimenta el nifio la si-
tuacién?». Por muy buenas que sean nuestras inten
ciones como educadores, es posible que nuestras pala-
bras y nuestros actos se dirijan a una situacién de la que
el nifio no forma parte. El administrador escolar no es ni
gestor ni policia ni juez. Es, ante todo, educador. Y, por
lo tanto, ese administrador deberfa preguntarse: «¢Qué
debe ser de este nifio? ¢Cémo incide este suceso en su
vida? ¢Qué significado tiene para él? ¢Qué deberfa decir
yo y cémo tendria que actuar para asegurarme de que
aprende de esta experiencia? ¢Cémo puedo darle la opor-
tunidad a esta persona de que viva como el joven que es?
Cémo puedo educarle para que llegue a ser un adulto
responsable?»
Imaginemos al director sentado detras de su mesa,
una situacién que siempre tiene algo de solemne. Entra un
nifio, permanece de pie y espera, y el director levanta
brevemente la vista y dice con el tono propio de su cargo:
«¢Eres tt el que intents forzar la cerradura de la entra-
da?». El muchacho, quizd con cierto aire desafianie,
asiente con la cabeza —o se muestra completamente re-
servado—. E] administrador vuelve a su trabajo y el chi-
sigue ah{ de pie. Pasa el tiempo. Hay unos minutos
para reflexionar. ¢Qué se siente al estar asf, de pie y es-
perando? ¢Ser para el chico una experiencia positiva o
negativa? Depende en parte de qué tipo de persona sea el
lirector. ¢Es el dios de la escuela? ¢Qué se siente al estar
de pie ante un dios? .
<0 seria mejor que el administrador dijera: «Mira,
va sé que no quieres delatar a tu amigo. Pero no puedo
vermitir que las cosas se queden asi. Al fin y al cabo, se
LA SOLICITUD ¥ EL TACTO PEDAGOGICOS i
trata de nuestra escuela y...»? Dependera de qué signi-
fique «nuestra escucla» para el chico y, ante todo, de por
qué queria entrar en ella. El administrador con tacto
sabe qué debe decir y qué no debe decir, qué mencionar
y qué callarse. La habilidad del director escolar para en-
trar en el mundo del nifio esta en la solicitud y el tacto.
Ex rsicotoco,
Danny se halla a 300 kilémetros de su casa de una pe-
quefia ciudad minera del Norte. La habitacién de la cl
nica donde le sientan a un lado de la mesa tiene mucha
luz... y, a excepcién de una gran caja, esta vacfa. El psi-
c6logo es un sefior enorme, que entra en la habitacién y
se sienta enseguida enfrente del nifio. Una ayudante Ile-
va ala madre y al abuelo a la habitacién de al lado, des-
dela que, a través de un cristal disimulado, pueden ver al
nifilo. Danny tiene 5 afios. Parece que se desarrolla con
cierto retraso. Hoy esté a punto de realizar una serie de
pruebas diagnésticas en esta clinica de la gran ciudad.
En la caja de encima de la mesa hay materiales para
estas pruebas. Danny no Jo sabe, pues es una caja dema-
siado alta. En realidad, no muestra el mas minimo inte-
rés por las cosas que el psicélogo va sacando de ella. El
pequefio parece muy incémodo. Al principio loriquea
un poco y luego empieza a sollozar. Es evidente que no
va.a dejar de hacerlo, de modo que el psicélogo devuelve
los materiales a la caja. Mientras le dice a Danny que no
tiene por qué Iorar, el hombretén se pone a escribir. Al
mismo tiempo, mira el reloj que tiene enfrente. Es po-
sible que no haya forma de consolar a Danny, pero el psi-12 EL TONO EN LA ENSERANZA
célogo no intenta tranquilizarle. Como explicarfa des-
pués, no quiere interferir en la reacci6n de Danny ante la
situacién, Se limita a tomar notas sobre la duracin y
la intensidad de los Horos del pequefio.
La psicéloga ayudante esta con la madre y el abuelo
en la habitacién desde la que observan lo que ocurre,
Después de casi diez minutos de lagrimas, no puede re-
sistir mas el desconsuelo de Danny, Entra en la habita-
cién y lo sienta en su regazo. El nifio deja de sollozar y se
tranquiliza.
Qué ocurre aqui? Se podria haber actuado de otra
forma. El psicélogo podria haber tomado de la mano al
nifio de 5 afios y decirle: «Vamos a ver si encontramos al-
gunos juguetes en esta habitacién». Podrian haber entra-
do en ésta y explorarla juntos, Si hubiera sido un espacio
pensado para la presencia de nifios, habrian mirado los
dibujos de la pared y habrfan dedicado unos minutos a
conocerse mutuamente. Una vez que se hubiesen sentido
tranquilos, podrian haberse puesto a ver lo que contenia
Ja caja. El psicélogo podria haber propuesto que jugaran
a adivinar qué habia en esa misteriosa caja: sin duda, ju-
guetes para los dos. Tal vez se hubieran sentado a jugar
juntos en el suelo. :
Naturalmente, habria sido atin mejor (quizds incluso
vital) si algunas de las observaciones se hubiesen hecho en
casa del nifio, donde el psicélogo podria «estudiar» no
s6lo a éste, sino también el espacio en el que vive, el me-
dio familiar, su mundo cotidiano. Muchas pruebas se
pueden realizar facilmente en sitios naturales, con los pro-
pios objetos y juguetes del nifio. Después, las lamadas
pruebas de «diagnéstico» se convierten en simples me-
LA SOLICITUD Y EL TACTO PEDAGOGICOS 43
dios interpretativos para averiguar la forma de ayudar al
nifio a tener experiencias positivas en su desarrollo.
Qué ocurrié en aquella gran clinica central de la
gran ciudad? Aquel psicélogo estaba empapado de lite-
ratura sobre el desarrollo infantil, sabfa perfectamente
cémo manejar los instrumentos de diagnéstico, sabia re-
dactar informes cientificos precisos: un auténtico profesio-
nal. Habia diagnosticado a cientos de nifios. Y, sin embar-
20, parecfa bastante insensible a cémo experimentaba
Danny la situacién: esa habitacién extrafia, el hombre
grande de la caja, mama y el abuelo que le dejan solo. No ,
se hizo Ia que debfa ser la primera pregunta y la funda-
mental: «¢Cémo experimenta el nifio esta situacién?»
Ese profesional tenia muchos «conocimientos» clinicos,
pero carecia de «solicitud», La solicitud es tn tipo espe-
cial de conocimiento.
Los PADRES
«De verdad que me gustaria ofr cémo ensayas con el
violin», dice la madre. Una situacién desagradable. Lo
que se supone que debe ser una experiencia gratificante,
incluso divertida, para la madre y para el nifio se con-
vierte en pura obligacién. La voz de la madre ya suena
con cierto tono de decepcién prevista. Todos los dias la
misma batalla. Y la madre oye sus propios pensamien-
tos: «Por qué no mostraré este nifio cierto entusiasmo y
tun poco de gratitud por todos mis sacrificios?».
Pero el nifio oye algo distinto. La madre quisiera que
tocara el violin con entusiasmo. Pero es evidente tam-
bién que en realidad no le gustan los ensayos. Para ella14 EL TONO EN LA ENSESANZA
representa también una obligacién, Bien lo demuestra el
horario y el espacio que se han reservado para los ejerci-
cios, como si se tratara de un trabajo cualquiera, El en-
sayo con el violin es un encuentro contractual entre esa
madre y su hijo, y ambos querrian que se acabara antes
incluso de que empezara. Los dos afrontan el ensayo con
tensi6n e incomodidad. E] nifio no tarda en decir: «Estoy
cansado, mama. ¢Puedo ensayar después?». Coge el vio-
Im con resignacién, y nada hay més triste que un cuerpo
resignado sosteniendo un extraiio instramento musical.
Los nifios son sensibles a los signos sutiles que reve-
Jan el estado de dnimo, el ambiente. Es innegable que
practicar juntos la musica no es una actividad divertida
en esta familia. La madre dice enfadada: «Esta bien: ya
no puedo més. Estoy harta de tu actitud. Quizé deberia-
mos vender el violin, 0 darselo a algun nifio que sepa
apreciar la musica».
En otro lugar del mismo barrio, un padre saca un vio-
lonchelo de su funda. Lo afina con todo carifio. En sus
gestos hay cierta paciencia y disciplina. Sin prisas, Es un
momento especial, una especie de interludio, que hay
que disfrutar por s{ mismo. Del violonchelo sale una lan-
guida melodia. Aqui no se trata de ninguna obligacién,
sino de una invitacién estimulante. Hay algo que cautiva
en ese sonido que llena toda la casa. El cuerpo es recep-
tivo, y sigue la musica.
Michael entra en Ja habitacién y mira, escucha, son-
rie, Luego, mientras suena el chelo, abre la funda de su
violin y se coloca el instrumento al hombro, sujeto con
Ja barbilla. Los tonos se armonizan. Es asombroso que
el nifio de 5 afios sepa entrar en el momento preciso en
Ja melodia que interpreta su padre. Este sonrie, sorpren-
LA SOLICITUD Y EL TACTO PEDAGOGICOS is
dido. Bien. Pero en cierto modo Jo esperaba; habia, ae
leccionado con cuidado los acordes adecuados. Enseguida
se intercambian ciertas frases tonales, se retoman y se
repiten. El ofdo se deleita con su redondez, su plenited
y su combinacién. «Ahora prueba asi. Si, en la cuer
ach ee situacién, es diffcil distinguir la actividad de
hacer musica juntos de la de ensayar y practicar. En este
ensayo cabe perfectamente cualquier rutina, pero ahora
se experimenta como un sano ejercicio. Bleva el espiritu.
La rutina no es sélo algo voluntario y familiar, sino que
también puede ofrecer algo nuevo: la armonfa y la melo-
dia que alimentan el cuerpo y el alma.
{Qué nos ensefian estos ejemplos sobre la pedagogia
de la educacién de los nifios? Simplemente esto: la peda
gogia es algo a la vez. complejo y sutil. Es la capacidad de
distinguir activamente lo que es apropiado de to que es
inapropiado para los nifios 0 los jévenes. Es dificil for-
mular unas normas concretas, incluso unos principios
generales, Parece que ciertas personas mayores saben
dar e! tono adecuado en su relacién con los niftos. Otras
siempre se encuentran confusas. La diferencia no esté
necesariamente en que algunos adultos hayan lefdo mas
que otros sobre el ejercicio de la paternidad o de la ense-
fianza. La lectura de literatura educativa nos puede pro-
porcionar unos importantes conocimientos, pero son
unos conocimientos externos. No nos proporciona sin
mds un mayor tacto ni mayor sensibilidad en nuestras
relaciones de todos los dfas con los jévenes.16 EL TONO EN LA ENSERANZA
La practica de cultivar la solicitud y el tacto pedagé-
gicos propios es la respuesta al desaffo que supone ac-
tuar pensando con respeto en la diferencia en que hace
hincapié la pedagogia. Los educadores con tacto han de-
sarrollado la capacidad de mostrar una consideracién
afectuosa hacia lo singular: la singularidad de los nifios,
la singularidad de cada situacién y de las vidas indivi-
duales.
Todo nifio tiene un rostro tinico, del que nos pode-
mos pereatar cuando vemos esa particularidad. Pero no
todos se percatan de lo singular. Dos personas estan pa-
seando por Ia orilla del mar cuando observan un extraiio
fenémeno. Montones de estrellas de mar han sido arras-
tradas por las olas hasta la playa, Muchas estan ya muer-
tas, ahogadas en la arena sucia bajo un sol de justicia.
Otras siguen intentando separarse con sus brazos de la
abrasadora arena para posponer un tanto una muerte se-
gura, «Es horrible —dice uno—, pero asf es la natura-
Jeza.» Entretanto, su compafero se ha inclinado y exa-
mina con detenimiento una estrella concreta y la levanta
de la arena. «¢Qué haces? —pregunta el primero—. ¢No
ves que con esto no puedes solucionar nada? De nada
sirve que ayudes a una.»
«Le sirve a ésta», se limita a decir su compatiero, y de-
vuelve la estrella al mar.
La solicitud, el tacto componen una cualidad peculiar
que tiene que ver tanto con lo que somos como con lo que
hacemos. Es un conocimiento que surge tanto del cora-
76n como de la cabeza. Podemos imaginar a la madre del
ejemplo quejéndose al padre que toca el violonchelo. El
LA SOLICITUD ¥ EL TACTO PEDAGOGICOS 17
padre le dice: «Por qué no cantas 0 juegas con él?». Ima-
ginemos que la madre sigue el consejo. ¢Funcionara?
Todo lo que podemos decir es que es posible. El éxito
nunca se puede prever. No hay dos nifios iguales ni que
experimenten una situacién exactamente de la misma
forma. Y lo que es mas importante: gseré capaz la madre
de generar ese clima que invita a la mtisica que el pa-
dre sabe crear? Se trata de una distincion fragil y sutil. Y
lamentablemente (0 afortunadamente) no existen unas
normas que garanticen que se acierta con la solicitud 0 el
tacto.
La solicitud pedagégica se asienta en una determina-
da forma de ver, escuchar y reaccionar ante un nifio o
unos nifios determinados, en esta o aquella situacién.
Partiendo de esta sensibilidad, el tacto puede mejorarse
en nuestras relaciones con los nifios.2. COMPRENDER EL MUNDO DE POSIBILIDADES
DEL NINO
Los nifios no estan ahi principalmente para nosotros.
Somos nosotros quienes estamos abi principalmente para
ellos. Y, sin embargo, nos llegan con un don: el don de
experimentar Jo posible. Son ninos porque estén en el
proceso de llegar a ser. Experimentan la vida como una
posibilidad. Los padres y los profesores actiian con sen-
tido pedagégico cuando le muestran a propésito al nifio
formas posibles de ser. Pueden hacerlo si se dan cuenta
de que la propia madurez nunca es un proyecto conclui-
do, La vida nos pregunta constantemente la forma en
que hay que vivirla. «¢Es esto lo que debo hacer con mi
vida? ¢Es asi como debo emplear el tiempo?» Nadie pue-
de recordarnos estas preguntas con més fuerza y més in-
quietud que un nifo. Todo lo ue se requiere es observar
y escuchar a los nifios y aprender de ellos. En esto, ellos
son nuestros maestros.
Como profesores y padres nos abrimos sin reservas a
los nifios. Esto significa que hacemos cuanto sabemos
para comprender qué representa estar en el mundo como
nifio, Y mas concretamente: hago cuanto sé para enten-20 EL TONO EN LA ENSENANZA
der la situacién de este nifio. ¢Qué experiencia tiene este
nifto de la vida y de sus multiples facetas?
Situarme junto a mi alumno o mi hijo es algo muy
personal y puede ser un acto muy delicado. Pensemos en
el caso de Joey y sus abuelos. Joey tiene 4 aitos y vive
muy lejos de sus abuelos. Estos, evidentemente, quieren
aprovechar al maximo cada una de sus salidas para ver-
le, de modo que, cuando van a visitar a otro familiar, lle-
van consigo al nifio en su impecable coche. A Joey le
entusiasma. El salpicadero esta Ileno de botones. Hay
muchos lugares que ver y muchas preguntas que hacer,
«Qué es esa casa, abuela? {Mira ese perro! ¢Para qué
sirve este bot6n, abuelo?»
Pero sus preguntas suelen quedar sin respuesta. Los
abuelos siguen con su conversacién y sélo de vez en
cuando se dirigen a Joey con algiin comentario o alguna
pregunta, como si fueran caramelos para mantenerle
ocupado y tranquilo. Ni siquiera escuchan lo que Joey
les dice. Quieren tenerlo con ellos, pero no le invitan a
estar presente en un sentido personal. Cuando el nifio
llega a casa se muestra extrafamente callado, y slo des-
pués de pincharle un poco comenta: «No he podido ju-
gar con nadie».
Cuando comparto mi vida con este nifio no puedo evi-
tar convertirme en un ejemplo. Como persona mayor
que soy, encarno para el nifio diversas formas posibles
de ser, Observo que intenta repetir mis gestos, mi forma de
ver y hacer las cosas, mis reacciones, como empleo el
tiempo. Y cuando veo que ocurre todo esto, me asaltan
las dudas. ¢Es asf como quiero que sea y se comporte mi
hijo? Y si no, ges asf como quiero ser y comportarme yo?
COMPRENDER EL MUNDO DE POSIBILIDADES DEL NINO 21
Desde el punto de vista histérico y cultural, el mundo
contiene muchas posibles formas de vivir y de ser. Los
nifios descubren estos mundos posibles a través de la es-
cuela, los medios de comunicacién, los vecinos y nuestra
intervencién. Pero deben hallar su propia singularidad e
identidad a través de la exploracién, la decisién y el com-
promiso personales. ¢Cémo les podemos ofrecer este tipo
de alternativas? ¢Qué mundos merecen que nos esforce-
mos por representarlos? No podemos esperar que los ni-
fos simplemente descubran la vida. Hay que dejarles
también que acttien, experimenten y creen. .
Y asf el nifio se convierte en mi maestro. Cuando tan-
tea sus posibilidades; me recuerda las posibilidades que
atin tengo ante mi. Es esta experiencia de la posibilidad
pedagégica la que certifica que los niftos nos hacen sen-
tir jévenes de nuevo. Los nifios, en sus tanteos, expresan
que existe la esperanza, que es posible vivir la vida de
otra forma y mejor. Y una vez mas me agarro a esta es.
peranza para mi propia vida.
Para algunas personas, educar a los hijos se convierte
en un empefio interesado y narcisista. Hay padres (y pro-
fesores) que estan presentes fisicamente, pero con el espi-
ritu ausente, entregados a ansias y deseos egofstas. Tam-
bién hay padres y profesores que parecen vivir la vida
como una competicién o un conflicto con la vida y los in-
tereses de sus hijos o alummos. Es triste que los mayores
puedan ignorar a los pequefios, no escucharles, tenerles
miedo 0 sentirse horrorizados por ellos, ofenderles 0
maltratarles, repudiarles y abandonarles. Su peor casti-
go quiza sea toda una vida de remordimiento, lamentar
para siempre que sus preocupaciones personales les ro-
baran la oportunidad de tener la experiencia de unas re-EL TONO EN LA ENSESANZA
laciones estrechas con sus hijos. Es probable que éstos ne-
cesiten el resto de su vida para JIegar a comprender los
confusos recuerdos de su infancia,
En cambio, los profesores (y los
perimentan una esperanza personal que se deriva por
completo de la presencia del nifio. Se produce aqui una
paradoja. Experimento la vida de este hijo como mas im-
portante que la mia y el resultado es que ahora debo pres-
tar més atencién a mi vida. Debo cuestionarla y reconti
gurarla, Antes de tener a este nifio me podia maltratar, si
querfa, con unos malos habitos. Podia vivir la vida sin ser
apenas consciente de las necesidades de los demas. Pero
porque vivo con este hijo y porque le quiero, ya ne puedo
smodamente con mi antiguo yo. La educacién del
nifo se convierte en autoeducacién.
Hay educadores que piensan que su propia educacién
es completa. Probablemente procuraran imponer una se-
rie de creencias y de valores que dan por supuestos. Es
inevitable que esta «educacién» se convierta en una pe-
dagogia de la opresién y la manipulacién, una forma
autoritaria de dominio de los adultos sobre Jos nifos. El
educador «completa» suele considerar que los nifios es-
tn incompletos. Por consiguiente, no hay necesidad de
escuchar a los nifios. Imposible aprender de ellos.
padres) solicitos ex-
vivir
3. LA EXPERIENCIA DE LA CURTOSIDAD
Y EL ASOMBRO DEL NINO
«Qué es esto?» Cuando el nifio empieza a preguntar
por el mundo, los mayores suelen interpretar mal esta
pregunta. «Qué es esto?», pregunta Mark mientras se-
ala un coche que pasa. El padre o la madre quiz res
pondan: «Pero Mark, ya sabes lo que es. Un coche, claro».
Coche, camién y autobtis serén de las primeras palabras
que aprenda Mark. Pero es muy normal que los peque-
fios dirijan su «Qué es esto?» a objetos familiares que
ven todos los dias. En la experiencia de nombrarlos, el
nifio explora y desarrolla las relaciones con el mundo.
Con los nombres, delimita el mundo y se lo apropia.
Nombrar el mundo constituye una poderosa activi-
dad humana. «Qué es esto?» no slo pregunta’ por un
nombre concreto. El nifio que lo pregunta busca algo
mas: que una persona mayor hable del mundo. «2Qué es
esto?» pide tiempo para el didlogo, tiempo para pensar,
para sorprenderse, para maravillarse. Por eso, el adulté,
en vez de limitarse a identificar los objetos que el nifio
sefiala, deberfa detenerse en las distintas dimensiones se~
ménticas de estos objetos.24 EL TONO EN LA ENSENANZA
Nombrar algo, en efecto, es mas que aprender a eti-
quetarlo, En el acto de nombrar alumbramos algo ante
nosotros. Llamar algo por su nombre significa llegar a
conocer qué es realmente, qué significa ese qué y ese
esto. Al nombrar las cosas desarrollamos una nueva fa-
miliaridad con ellas; empezamos a reconocer nuestros
«yos» en el mundo que nos rodea. Esta esa cancién que
me alegra y aquella melodia que me pone triste.
Los nifios, por naturaleza, sienten curiosidad por casi
todo. Los adultos que participan de la vida del nifio tie-
nen que comprender el caracter de esa curiosidad suya.
¢Qué hay que hacer con las preguntas del nifio? Se suele
culpar a la escuela de reprimir la curiosidad natural, de
sofocar el interés que los nifios sienten por aprender por
qué ias cosas son como son y de dénde salen. ¢Pero la cu-
riosidad es buena? ¢Qué tipo de curiosidad hay que fo-
mentar?
A Ben le encantan los insectos y, a sus 5 aftos, sabe
bastante de ellos. El y su padre van a menudo al rio 0 al
bosque a recoger insectos. Después los observan en el
microscopio. El padre de Ben es cientifico, y los amigos
de éste pronto se dan cuenta de que es una persona que
sabe mucho de ciencias. «Si quieres saber algo sobre in-
sectos, pregiintaselo a Ben.»
A Christopher también le interesan los insectos y es
muy amigo de Ben. Pero a veces a Chris le molesta cémo
se comporta sur amigo. El otro dia encontraron una oru-
ga en el patio trasero y Ben la piso y la mat6. Ayer por la
tarde, Chris y Ben estaban jugando en la calle cuando
vieron una arafia enorme y perezosa. Ben entré corrien-
do en casa a buscar un tubo de pegamento y vertié la cola
LA EXPERIENCIA DE LA CURIOSIDAD ¥ EL ASOMBRO DEL NIRO 25
sobre el bicho. Después vertié pegamento sobre un esca-
rabajo y algunas hormigas. Esa noche Christopher son
que unas arafias y unos escarabajos pedlian ayuda, y que
moria una gran cantidad de hormigas.
Es evidente que Ben y Chris «conocen» los insectos
de distinta forma. Lo mas notable, desde un punto de vis-
ta pedagogico, es que estas diferencias se consolidan a
una edad muy temprana. Para Ben, la arafia, el escara-
bajo, la oruga y las hormigas no son mas que unas cria-
turas que se coleccionan y se clasifican. Son interesan-
tes, sin duda, pero Ben no tiene un interés profunde por
ellas. Sabe cudntas patas tiene la arafia, de qué se com-
pone el cuerpo del escarabajo, el proceso de metamorfo-
sis de las orugas y lo fuertes que son las hormigas si se
tiene en cuenta su tamafio, Para Ben, el mundo esta lle-
no de hechos. En cambio, para Christopher, el mundo de
las pequefias criaturas est Ileno de fenémenos misterio-_
sos. La diferencia estriba en que Ben est4 olvidando algo
que acompafia de forma natural a la infancia: la capaci-
dad de sorprenderse y sobrecogerse ante la naturaleza y
de reverenciarla en todos sus aspectos.
Los nifios que son curiosos no dejan de hacer pregun-
tas. Preguntas increfbles. ¢Qué animal es més grande?
¢Cual corre més? Qué ocurre si tiras de la pata de laa:
fa? ¢Cudntas estrellas hay en el cielo? ¢Cémo puede ser
que Superman sea tan fuerte? Sin embargo, el nifio in-
crefblemente curioso no es el que pregunta demasiado,
sino el que quizé pregunte demasiado poco. Existe un
tipo de curiosidad precoz que es puramente incidental y
superficial, que puede aportar muy poco al adecuado de-
sarrollo del nifio.26 EL TONO EN LA ENSERANZA
Las preguntas son increfblemente curiosas (precoces)
cuando empujan con demasiada prisa al nifio a captar
unos fenémenos para los que éste sencillamente no esti
preparado, El nifio precoz ha aprendido demasiadas res-
puestas a preguntas que, de momento, deberfan quedar
abiertas e indeterminadas. El nitio precoz sabe mucho, 0
al menos asf lo parece. Pero en realidad solo sabe muchas
respuestas a muchas preguntas, la mayoria de las cuales,
para empezar, no eran auténticas preguntas. Muchas pre-
guntas de las que hacen los nifios precoces son fugaces
No surgen de auténticas inquietudes, de un interés ge-
nuino. Al contrario, no son més que el fruto de una cu-
riosidad inquieta y pasajera, Lo que tiene interés en este
momento Io pierde por completo al siguiente y lo susti
tuyen otros intereses pasajeros
El nifio increiblemente curioso ya ha aprendido lo
malo de los adultos: las preguntas se pueden detener con
respuestas. Para este tipo de nino, preguntar es como
un juego, el juego de encontrar respuestas que acabar
con unas preguntas. Un mundo en el que, en principio al
menos, toda pregunta tiene su respuesta, en el que expe-
rimentamos las cosas como algo profundamente asenta-
do, donde toda pregunta encuentra su lugar en una sélida
base de orden y certeza naturales, ofrece cierta sensacién
de seguridad. Pero se trata de una seguridad falsa.
El adulto, en vez de pensar que la pregunta del nitio
es algo que requiere una respuesta inmediata y sencilla,
debe procurar ayudarle en su inclinagi6n natural a vivir
Ja pregunta. Me pregunto por qué calienta tanto el Sol.
Me pregunto cémo se hizo la Tierra. Me pregunto de dén-
de vengo yo. Me pregunto por qué las hojas cambian de
miso 27
LA EXPERIENCIA DE LA CURIOSIDAD Y EL ASOMBRO DI
color y se caen de los arboles. Cada una de estas pregun-
tas merece que uno se detenga a considerarla. El auténti-
co asombro no significa hacer miles de preguntas. Estoy
realmente asombrado cuando la pregunta que hago de
algéin modo se me devuelve, 0 cuando persiste y se hace
envolvente, con todo sosiego, con el sosiego del encandi-
lamiento.
El auténtico aprendizaje a menudo empieza en el
asombro. Pero ¢se puede ensefiar éste? ¢Podemos hacer
que Jos nifios se asombren? ¢Puede uno incluso querer
asombrarse? ¢O es que la fascinacién se parece més a
una gracia que nos llega cuando estamos abiertos a ella?
Algunos acontecimientos parecen prefiados de asom-
bro. Una noche Hevé a mis dos hijos a ese espacio mara-
villoso. Habfamos estado viajando por esas pracleras va-
cias y oscuras de Canada. Luego empezamos a observar
un extrafio fenémeno. Era como si la oscuridad se levan-
tara del paisaje. Una mano invisible abria las cortinas del
cielo. Era el espectaculo de la aurora boreal. Detuve
el coche y nos apeamos. jAhf estébamos, en aquel paraje
abierto! Rodeados por la oscuridad y encima de nosotros
Jas estrellas. Las luces de la aurora boreal ofrecian un es-
pectaculo realmente increfble en todo el negro firma-
mento que nos cubria. :
Para mi satisfaccién, los nifios permanecieron increi-
blemente callados en ese momento magico. Pensé que
les habia proporcionado una experiencia de auténtico
asombro. En momentos como éstos, cuando uno se en-
cuentra rodeado por el espléndido firmamento estrella-
do, es cuando nos puede embargar un profundo senti-
miento de admiracién. Una admiracién que realmente
nos domina, Es evidente que en el universo que nos ro-28 ELTONO EN LA ENSERANZA
dea tiene que haber algo profundamente significativo. Al
contemplar el firmamento, uno puede sentir una extrafia
sensacién de que algo del més alld le contempla a su vez.
Es como mirarse en el espejo. Y en tn momento de ex-
trema reflexividad, el reflejo de la propia mirada se expe-
rimenta como algo realmente desconcertante: gquién
soy? ¢Cudl es mi sitio en todo esto? ¢Por qué estamos
aqui? Pero son preguntas sin respuestas. Obligan a apar-
tar la vista.
Cuando después les pregunté qué les habia parecido,
dijeron que «habfa estado muy bien». Pero sorprendente-
mente les interesaba mucho mas hablar de otras preocu-
paciones. Cosas como: gtuve miedo alli, con todo a os-
curas? ¢Habria lobos donde paramos el coche? ¢Habfa
ofdo cémo crujfa la hierba junto a la carretera? 2Oué po-
dfa haber sido? ¢Y si algo se nos hubiera echado encima?
Qué habriamos hecho? ¢¥ si hubiéramos tenido que
quedarnos todo el rato alli a oscuras? Si, hablamos de
muchas cosas, pero me di cuenta de que no habfa conse-
guido ayudar a mis hijos a que tuvieran la experiencia de
un momento de auténtico asombro ante la aurora boreal
Y, sin embargo, y en esto reside la maravilla de la pe-
dagogia, los nifios se habian visto sacudidos por su pro-
pio sentido de la sorpresa. Pero les habfan asombradc
cosas que a mi me pasaron completamente desapercibi-
das, Yo habfa dirigido mi mirada hacia el cielo. Mis hi-
jos, en cambio, lo habian hecho hacia el corazén de la
noche. Y la noche les habia devuelto la mirada y al pare-
cer habfan sentido su belleza aterradora.
Tal vez el asombro sea un estado de atencién que s6lo
se puede inducir de forma indirecta. El padre carifioso 0
TA EXPERIENCIA DE LA CURIOSIDAD Y EL ASOMBRO DEL NINO 29
el profesor eficiente no es necesariamente el que sabe
construir o controlar toda posible experiencia del nifio.
El educador solicito quiza sea el que sabe captar una prex
gunta y profundizar en ella con gesto tranquilo.
«Hablo bastante con Michael sobre cuestiones que le
interesan y le preocupan —dice su maestra de preesco-
lar—. Esta mafana ha preguntado: “gDe donde sale la
Tierra?”. Le he dicho que hace muchisimo tiempo que
las personas se hacen esta pregunta y le he hablado de al-
gunas de las historias que la gente cuenta como posible
respuesta. Queria dejarle abierta la pregunta, y no zan-
jarla con una respuesta.»
cQué es una buena historia para responder a la pre-
gunta de tm nifio? Una buena historia no orienta de for-
‘ma automatica al nifio hacia el orden natural de la cien-
cia moderna. El nifio no pide necesariamente que le den,
las explicaciones causales de los fenémenos naturales.
«¢Por qué cambian de color las hojas?» Hay muchas res-
puestas posibles: «Es la forma que tiene la naturaleza de
decir que los arboles necesitan descansary. «Las hojas del
otofio hacen hermoso el mundo antes de que llegue el in-
vierno.» «Ffjate en lo bonito que es oler y pisar todas es-
tas hojas del suelo.» Una respuesta apropiada para un
nifio determinado es una historia que pertenece a ese nifig.
Una buena historia da una respuesta que recuerda el in-
terés que el nifio tenfa al preguntar. Un educador con
tacto mantendra vivo el interés que originé la pregunta
del nifio.4. VER AL NINO DESDE UNA PERSPECTIVA
PEDAGOGICA
Como ven el padre o el profesor a los nifios? ¢Hay
una forma pedagégica exclusiva de verles, distinta de
como los puedan ver otras personas? Extrafia pregunta,
quiza, Si ver es un acto sensorial, {no vemos todos a los
nifios de la misma manera? Por ejemplo, vemos la mis-
ma figura, el mismo movimiento, al mismo nifio que sal-
taa la cuerda o que dibuja.
Pero nunca vemos nada de forma pura. Como y qué
vemos dependen de quién y cémo somos en el mundo. Lo
que vemos en el niiio y cémo lo vernos dependen de la re-
lacién que tengamos con él.
Veo a una nifia saltar a la comba en la calle, y me de-
tengo y sonrio. Veo esos saltos juveniles, el ritmo imperio-
so de la cuerda y, tal vez, un recuerdo. Reconozco este
ritmo. Los tiempos no cambian. Cuando la nifia se detie-
ne, sigo sintiendo el chasquido de la cuerda bajo mis
pies. Me embarga la tristeza. Quisiera poder volver al vie~
jo patio de la escuela. Pero luego regreso a mi realidad.
E] lugar donde pasé la infancia esta a miles de kilome-
tros. No es probable que Jo vea de nuevo tal como Jo co-32 EL TONO EN LA ENSENANZA
noci. Me alejo de esa nifia y sigo andando. Via una nifia,
una cuerda, un juego: La vista y el sonido se unieron para
hacerme sentir la cuerda que golpeaba mis pies. Luego vi
el pesar, la nostalgia. Y después prosegui mi camino.
El profesor ve a Diane saliando a la cuerda. Ve mucho
mas de lo que verfa cualquiera que pasara por alli por-
que él conoce a la nifia desde hace més de un afio. Diane
sigue saltando lejos de los demas nifios y el profesor se
pregunta cudnto tardard en integrarse en el grupo. En lo
académico es la mejor alumna de la clase, pero sus exc
lentes resultados no son producto de una inteligencia na-
tural incontenible. Diane es una alumna excelente gra-
cias a un fervor denodado que entristece al profesor. La
madre de la nifia es una mujer de grandes logros que pro-
pone siempre unas metas ambiciosas. Pretende tener una
hija superdotada, Diane obedece. Se gana el favor de su
madre, pero a costa de la felicidad de la infancia, piensa
el profesor. Cuando éste la ve saltar, observa su nervio-
sismo y compara su situaci6n con el tranquil juego de
Jos demas. Es el mismo nerviosismo que delata su ansie-
dad en todos los deberes, en todos los examenes. Diaze,
mas que saltar a la cuerda, desfila al ritmo que ésta le
marca.
El profesor ve también que Diane mira a un grupo de
nifias que saltan juntas a Ja comba. Una de ellas le de-
vuelve la mirada y le hace gestos para que se acerque.
Diane se detiene bruscamente. La cuerda le golpea .os.
pies y la nitia se dirige hacia la puerta de la escuela.
éQué ve el profesor? A una nifia solitaria que, para
relacionarse con sus compaiieros, siempre se tiene que
smedir segtin unos criterios competitivos, Si al menos su-
VER AL NINO DESDE UNA PERSPECTIVA PEDAGOGICA 33
piera hacerse con cierto espacio personal, un espacio
donde cultivar y desarrollar unos intereses sociales ex-
clusivamente para ella, lejos de su madre. El profesor al-
berga esperanzas, porque ha visto el deseo en la mira-
da de Diane, el deseo de que sus companeros la acepten
por sf misma. ¢Quién sabe? Un poco de «solicitud», un
cierto tacto pedagégico, podria empujar a Diane un poco
més hacia ese espacio social compartido de sus posibles
amigos.
Estamos comparando cémo ve un transetinte a una
nifia que salta a la cuerda y cémo ve el profesor a Diane.
Este tiene un interés pedagégico por la vida de la nifia.
Le une a ella una relacin pedagégica, y no puede evitar
verla como un ser humano Gnico y completo en pleno
proceso de crecimiento y de formacién personal.
Pensar en los nifios desde una perspectiva profesional
plantea un grave peligro. Los psicélogos infantiles, los
pedagogos, quienes elaboran los curriculos, el personal
de apoyo, los directores, los orientadores escolares, los
especialistas en evaluacién y los eruditos catedraticos co-
rren, todos, el peligro de pensar sobre los nifios y hablar
de ellos de forma abstracta, empleando categorfas. El
lenguaje tedrico de la «ciencia> infantil nos lleva a igno-
rar facilmente la singularidad del nifio, en aras de unas
caracteristicas comunes que nos permitan clasificar, cri-
bar, medir, dirigir y responder a los nifios de forma pre-
concebida. :
‘Una vez que digo de un nifio que sufre un «trastorno
de déficit de atencién», una vez que considero que tiene
um «problema de conductay 0 que es «de bajo rendi-
miento», o cuando digo que posee un «estilo de aprendi-34 EL TONO EN LA ENSENANZA
zajen espectfico, un modo particular de «funcionamien-
to cognitivo», inmediatamente tiendo a buscar en mi ar-
chivo de trucos profesionales una intervencién docente
concreta, o una terapia conductual, o una solucién mé-
dica. Lo que ocurre entonces es que pierdo la oportuni-
dad de ver y escuchar realmente a ese nifio en particular.
En su lugar, lo separo con ese lenguaje categérico, un
lenguaje que constrifie tanto como una cércel de verdad
Separar a los nifios mediante un lenguaje técnico, diag
néstico o instrumental en realidad es un tipo de aban-
dono espiritual.
El profesor es un observador de niitos. Esto no signi-
fica que pueda ver al nifio «puramentes, sin estar infh
do por sus ideas sobre qué supone ser humano. No se
puede observar adecuadamente a Jos nifios sin reflexio-
nar sobre la forma en que uno los mira. Todo lo que 25-
toy diciendo es que el profesor debe observar al nifio no
como lo hiciera alguien que pasara por su lado, un poli-
cia o un amigo. El profesor debe observar al nifio peda-
gégicamente. Esto significa ser un observador de nifios
que contempla y tiene en cuenta la existencia total del
nifio que se esta desarrollando.
Diane se comporta de determinada manera en el pa-
tio, y el profesor observa en silencio y desearia poder ar-
monizar mejor el esfuerzo académico y la vida personal
de la nifia. Piensa de qué forma concreta se podria influir
en Diane.
E] profesor comprende el desarrollo del nifio de una
forma a la vez comprometida y reservada, cercana y dis-
tante. Por un lado, debe mirar y cuidar al nifio con aten-
cidn e interés, y de ahf surgen tanto el compromiso como
VER AL NINO DESDE UNA PERSPECTIVA PEDAGOGICA 35
ln maxima subjetividad. Y, por otro lado, debe conside-
rar la variedad de limitaciones y posibilidades del nifio, y
de ahf la necesidad de ser reservado y distante.
Los profesores se dirigen a los nifios de una forma es-
pecial: en cierto modo no muy diferente de la de los pa-
dyes, pero no exactamente como lo hacen éstos. Al igual
que al padre o a la madre, al profesor le preocupa el pro-
ceso de maduracién, el progreso y el aprendizaje del nifio.
Pero a él le interesan de forma especial determinados as-
pectos del crecimiento del nifio, sin olvidar, al mismo
tiempo, que hay que tener en cuenta el desarrollo com-
Los educadores, al servir de ejemplo de una norma
9 un principio determinados, ejercen su influencia para
ayudar a los nifios a comprender mejor los que son sus
propios intereses.
En cierto sentido, la relacién més personal entre un
adulto y un nifio es la paterna. Cuando un hombre ge
convierte en padre aprende a observar a sus hijos con
ojos paternales, con un cuerpo paternal. ¢Alguien puede
observar a un nifio exactamente como lo hace el padre?
Y cémo mira la madre? gAlguien puede ver a un nifio
como lo ve su madre?
Solo el padre y la madre pueden contemplar y cuidar
al nino con ojos auténticamente paternales y maternales.
Pero el profesor también tiene una relacién muy personal
con el nifio. Al mismo tiempo, existe un distanciamiento
que convierte al profesor en un observador pedagégico
especial. Al conocer a esie niiio, él profesor puede impedir
que se hagan juicios superficiales sobre él. La palabra
cobservarn tiene conexiones con «preservar, salvar, con-
siderar, proteger». Bl profesor sirve al nifio cuando lo ob-
serva de cerca, pero manteniendo cierta distancia.5, TODO NINO NECESITA QUE LE VEAN
Todo nifio necesita que se le observe, que se le note.
Que a uno se le note significa que se le «conocen. +
MicHagL.
Michael corre hacia la puerta de su guarderfa, Para
él, la escuela es donde mejor se esta. Su padre se encuen-
tra unos pasos més atras y observa cémo Michael usa
toda su fuerza para abrir la pesada puerta. La profesora
estd sentada en su mesa, hablando con una madre, cuan-
do el nifio entra en el aula. Michael llega enseguida a su
lado, con los ojos brillantes, Ha traido algo para la clase.
«Mire, profesora. Mire quién est4 aqui.» Pero ella esti
muy ocupada, ajena por completo a Michael, y los demas
nifios estén entrando en el aula.
El padre de Michael se siente incémodo. Ha visto este
incidente otras veces. Ayer, Michael tiraba de la camisa
de la profesora para decirle adids, pero ésta también es-
taba ocupada hablando con un padre y no hizo caso al38 EL TONO EN LA ENSERANZA
nifio. La mayoria de los otros nifios pasan junto a la pro-
fesora para quitarse el abrigo y colgarlo en sus respecti-
vas perchas. Algunos otros, como hace Michael, se entre-
tienen alrededor de la profesora, sin que nadie les haga
caso. Michael ha dejado ya de intentar llamar su aten-
cién y se est quitando el abrigo. «Adiés, Michael —dice
su padre haciéndole un guifio—, Hasta hiego. Que tengas
una buena mafiana.» .
Marx
Mark va a otra guarderfa, También le acompafa su
padre, que conoce la timidez del nifio. Pero la puerta del
aula esté abierta de par en par y la profesora aguarda de
pie en ella, Saluda a Mark con un carifioso apretén de ma-
nos y un dulce movimiento de cabeza. «Buenos dias,
Mark.» Observa que el nifio leva un libro para la clase e
inmediatamente se interesa por él. Mark esta radiante de
alegria y expectante.
El padre de Mark observa que una madre espera detras
de la profesora porque desea hablar con ella, Pero antes la
profesora termina con su habitual costumbre de saludar a
cada nifio que entra en el aula. Hace lo mismo al término
dela jornada escolar. Todos los nifios tienen su apretén de
manos y un comentario adecuado que de forma especial
da sentido a la conclusién de las tareas escolares.
¢Una diferencia importante? Creo que si. gUna dife-
rencia menor? Probablemente no. Serfa muy duro decir
que la profesora de Michael no ve a los nifios que se le
confian. Sin embargo, no sélo ocurre que la profesora de
TODO NIKO NECESITA QUE LE VEAN 39
Mark ve a sus nifios, sino que éstes tienen la completa ex.
periencia de ser vistos. Sentirse visto es mas que sentirse
reconocido. Para el nifio significa experimentar que es vis-
to por el profesor. Significa que se confirma su existen-
cia, que es una persona tinica y un alumno tinico. No to-
das las formas de ver tienen esa cualidad, por supuesto.
Afortunado es el nifio a quien se le ve de forma regular
con un discernimiento pedagégico.
El profesor de verdad sabe cémo ver a los nifios: se per-
cata de la timidez, de um determinado estado de dnimo, de
un sentimiento o una expectativa. Para ver realmente
de este modo se necesita algo mas que ojos. Cuando veo
aun nifio con el que tengo alguna responsabilidad, le veo
con mi cuerpo. En la cualidad sensorial de mis gestos, la
forma en que ladeo Ja cabeza, en determinado movi-
imiento de los pies, mi cuerpo ve la forma en que el nino
inicia el dia y éste tiene la experiencia de ser visto."De
modo que ver de verdad a un nifio al principio y al final
de cada dfa es dar a ese nifio su lugar en un momento y
un espacio especificos.
Ese profesor sabe que cada jornada escolar compone
un todo particular, tiene una trascendencia y un color es-
pecificos para cada nifio. Ninguna se puede repetir. Dar-
Te la mano al nifio dos veces al dia puede parecer un ri-
tual pesado, y otro profesor lo podra sustituir por una
sonrisa afable o un comentario. Pero, sea con un saludo
verbal o con un apretén de manos, el profesor que hace
el esfuerzo toca a cada alumno. {Qué facil es, si no, dejar
que pasen los dias sin estar jams en contacto con deter-
minados nifios! El nifo callado y «facil» puede quedarse
sin ese contacto durante mucho tiempo.40 ELTONO EN LA ENSENANZA
Ademés, el mal comportamiento del nifio dificil 0 «pro-
blematico» muchas veces guarda relacién con la necesi-
dad que ese nifio tiene de que se le preste atencién. Hay
muchos jévenes, sobre todo en nuestros grandes centros
de secundaria, que pasan de una clase a otra, de un cur-
so a otro, sin que los profesores ni siquiera les eveans,
Son los nifios que ningtin profesor conoce realmente, los.
nifios de quienes los profesores no pueden hablar. Algu-
nos profesores de grandes centros educativos son res-
ponsables de cientos de nifios y jévenes todos Jos dias,
una situacién propicia para actuaciones tecnécratas, In-
cluso los que intentan interesarse por los alumnos y esti-
mularles raramente tienen ocasién de descubrir cémo
éstos experimentan y viven el interés. Un profesor asi es
un sacerdote sin feligreses. Muy pocos son los profeso-
res que entran de verdad en la «casa» del alumno.
Naturalmente, dar la bienvenida y despedirse debe
ser algo mas que un mero ritual. El valor de esta costum-
bre es que fija el tono de las relaciones y las situaciones
interpersonales. Con el apretén de manos el profesor
siente la forma de ser del nifio y a la vez le da forme y
contenido. El buen profesor reconoce el apretén de ma-
nos timido, el reticente, la mano llena de energia, al niio
ausente, al seguro de si mismo. Sabe cémo reaccionar
con tacto a la mano que le tiende el alumno: qué decir,
qué ignorar, qué observar.
El momento del saludo fisico 0 verbal es el momento
en que el profesor esta ahf para el nifio, y éste para el pro-
fesor. En todo verdadero encuentro hay un momento de
relacién mutua en el que no se permite entrar al resto del
mundo. En él radica la posibilidad de un contacto inter-
TODO NINO NECESITA QUE LE VEAN 41
personal genuino. Cuando con las manos 0 con la sonri-
sa respondemos al gesto del otro, creamos un espacio
compartido. La sonrisa se experimenta como una invita-
cién a la franqueza. Nuestras miradas se encuentran y,
durante un instante, estamos ahi sélo el uno para el otro.
Del mismo modo, en la despedida al final del dfa se co-
munica qué ha significado Ja jornada. Abre la oportuni-
dad de un breve control y una breve reflexién sobre el dia
que acaba de concluir. fa
El profesor puede referirse a un momento significati-
vo del dia con una sucinta mencién, por ejemplo: «Hoy
has ayudado mucho a Ken, Marfa». O: «Todos hemos
disfrutado mucho con la historia que nos has contado,
Jenny», O: «Me ha sorprendido cuanto trabajo has hecho
hoy, Jason». O: «Adiés, David, no olvides ensefarnos los
libros de los que has hablado»6. LA IMPORTANCIA DEL RECONOCIMIENTO
‘Tal vez no haya que extrafiarse de que muchas histo-
rias que cuentar los alumnos tengan que ver con Ja apro-
bacién, con el hecho de sentirse observado, de conside-
rarse especial. Estimular y dar una respuesta positiva es
uno de los gestos mas comunes que se espera del profe-
sor en el aula, Significa que apreciamos, valoramos ¥ es-
timamos a alguien por algo. Ademés, se supone que el
elogio como forma de apoyo crea autoestima en los
alumnos. Pero, evidentemente, encomiar no esté exento
de peligros.
Es importante que el profesor comprenda las conse-
cuencias positivas y también las que pudieran ser negati-
vas del hecho de elogiar al alumno. El elogio tiene que
ser significativo y no se debe hacer de forma indiscrimi-
nada porque, si es muy habitual y sin motivos suficien-
tes, puede perder su trascendencia. Pero no hay duda de
que muchos alumnos merecen que se les alabe por mu-
chas razones. Y en algunos casos es posible que sélo un
alumno o pocos de ellos destaquen por lo que han logra-
do. Precisamente por esto los elogios plantean dilemas.at EL TONO EN LA ENSENANZA
A Ios profesores les gustarfa mostrar su reconoci-
miento a todos los alumnos, especialmente si se esfuer.
zan, pero la costumbre de elogiar a todos de forma igual
y en todos los casos es contraproducente. Y a veces el
profesor querré aplaudir a un alumno determinado, sin
darse cuenta siempre de que tal aplauso puede poner a
ste en una situacién dificil. Asf describe una situacién
de éstas una alumna de secundaria:
El sefior Jackson exageraba su desilusi6n. No dejaba de
repetir su sorpresa ante los fallos que la gente habia come-
tido en el examen de Ciencias. «|Santo cielo! ¢Tan mal os
expliqué todo esto? Sé que os funciona bien el cerebro. ¢Y
td, Wendy...? ¢Ken...? ¢Qué ha pasado?»
Era evidente que no esperaba que le contestaran. Y na-
dic intenté hacerlo. La clase estaba completamente muda.
Nadie se atrevia a hacer una gracia, La mayorfa de los
alumnos habfa suspendido o habia estado cerca de sus
pender, Slo dos o tres habian superado el 6. El sefior
Jackson seguia con su enfado, mientras daba vueltas por el
aula mostrando a las claras su indignacién, dejando os-
tentosamente cada examen én la mesa de sui autor, como
sino pudiera creer lo ocurrido, como si quisiera verificer
cada caso. La mayorfa de los alummos parecian un tanto
avergonzados, Temfa que legara mi turno, confundida ya
como estaba. Parecia como si flotara en el aula una sense-
cién de fatalidad. Procuré decirme interiormente que
aquello no era el fin del mundo. La préxima vez lo haria
mejor. Cuando por fin el profesor lleg6 a mi pupitre, se de-
tuvo y de repente cambié el tono de voz
Fue un cambio tan drastico qué estoy segura de que
toda la clase se quedé aténita, Todas las miradas conver.
gian en mi, Pero al profesor se le iluminé la cara y le of de-
LA IMPORTANCIA DEL RECONOGIMIENTO 45
cir, con un aire de aprobaci6n: «Gracias a Dios que hay al-
guien que ha comprendido las cosas, lo cual demuestra
que atin hay esperanza [...]»
‘Agité mi examen por encima de su cabeza, como si fue-
ra una estiipida bandera, antes de dejarlo en mi mano con
toda solemnidad. «Muy bien, Sarah. Ni un solo error. (Un
examen perfecto!» i
Apenas podia mantener la compostura, Habfa espera-
do lo peor y se me premiaba con lo mejor. No necesitqba
ningtin espejo para saber que estaba roja como un tomate.
El grupo, sorprendentemente, segufa callado. Nadie dijo
ni una palabra mientras el profesor volvia a su sitio delan-
te de la clase. :
Segui con la cabeza baja, mirando el examen. No podia
evitar del todo una leve sonrisa. Era alivio? ¢Vanidad?
@Vergienza? No me atrevia a mirar a mis amigos. No po-
dia creer lo que vefa.
¢Por qué me sentfa tan idiota cuando se suponfa que
debia sentirme una chica lista?
Parece la historia de una humillacion (de toda la clase)
y de un elogio (de una alumna en particular). El profesor
Gistingue a un alumno para mostrarle su reconocimien-
to, pero el alumno se siente confundido. Lo que parece
tun gesto positive por parte del profesor (elogiar a un
alumno por su buen trabajo) puede tener un significado
ambivalente. La pregunta pedagégica es: cactud adecua-
damente el profesor? zQué es la experiencia del recono-
-imiento?
vSer objeto de reconocimiento significa Iiteralmente
ser conocido, Alguien que me reconoce sabe con ello de
mi existencia, de mi propio ser. No es lo mismo que,ob-
servar de pasada a las personas con las que uno se cruza“6 EL TONO EN LA ENSEi
‘ANZA
en la calle. El reconocimiento esta densamente entreteji-
do con el yo y la identidad personal. Y la autoidenticad
es el hecho de percatarse de la tensidn que existe entre el
ser del yo y el proceso de legar a ser del yo, entre quiénes
somos y quiénes y qué podemos llegar a ser. Y por esto el
reconocimiento desempefia un papel tan importante en
Ja ensefianza y el aprendizaje.
El reconocimiento y el sentimiento que genera —an
sentido positivo del yo— son fenémenos piiblicos, Se tra-
ta de algo que se despliega en el espacio de las relaciones.
El profesor puede encomiar a un alumno en privado, pero
€l elogio se siente mucho més cuando se hace en ptiblico,
delante de otros. ¢Por qué? Los otros participan o son tes-
tigos del sentimiento de orgullo que nace del encomio.
Pero un problema del reconocimiento es que puede lle-
var a sentimientos de desigualdad. El reconocimiento pa-
rece otorgar un valor y un estatus especiales a Ja persona,
de modo que el alumno que acepta el elogio puede pensar
que pretende mostrar su superioridad. Una postura asi,
Por supuesto, se podria considerar fécilmente como tn
signo de vanidad del que uno deberia avergonzarse.
Ruborizarse es una forma de demostrar la vergiienza,
Pero al mostrarse avergonzado el alumno mitiga la desi-
gualdad y los efectos del elogio y el orgullo. ¥ ast vemos
que, en Ia historia anterior, la alumna tiene unos senti-
mientos muy dispates y confusos. Sarah parece sen!
especial, pero también avergonzada por creer tal cosa. Los
profesores deben comprender perfectamente este tipo de
situaciones. Repitémoslo: la pedagogia consiste en distin-
guir activamente lo que es adecuado de lo que resulta me-
nos adecuado en Ja interaccién con los nifios y los jovenes.
re
7. LA DIMENSION PEDAGOGICA
DE LA ENSENANZA
Una profesora de Lengua explica un incidente ocurri-
do en su clase con un alumno polémico
Daniel tiene un forma provocadora de vestir, al estile
callejero, Posee un perfil que sorprende por su majestucs
dad: labios sensuales, la cabeza afeitada, unos gestos frios
y elegantes, y una mirada orgullosa. Daniel destaca en
tuefio institute.
os el primer dia de clase y explico el programa de Ia
Sala de Lectura. Daniel entra distraido en el aula, se sitta
directamente frente a mf y exclama: «Yo no leo».
egDe verdad? —le replico—. Entonces la Sala de Lectu-
ra deberfa ser para ti una experiencia nada habitual.» A
medida que los alumnos empiezan a leer, la clase se tran-
quiliza. El silencio sustituye a las charlas y las discusiones
le noveno curso.
a aes had Daniel no tiene ningun libro. Esté sentado
en su sitio, repantigado en la silla y golpeando la mesa con
el dedo indice. Examino detenidamente Ia estanteria y se-
ecciono unas cuantas novelas. No espero ningiin milagro.
Me acerco despacio a su pupitre, me inclino y timidamen-48 EL TONO EN LA ENSERANZA
te le suswro: «Oye, Daniel, ¢por qué no eliges el libro que te
parezca menos desagradable... y a ver si lees unas cuanta
paginas antes de que acabe la clase?»
Levanta sus ojos altivos y con un movimiento de la ca-
beza me perdona mi intromisién, y suspira: «Ya veré»,
Pero yo le dejo sobre la mesa los libros que habfa esco-
gido con todo cuidado. Daniel sigue casi tumbado en la si-
la. Separa los libros con la mano, con una aparente ind:-
ferencia. Yo me vuelvo.
Unos minutos después, por el rabillo del ojo, veo que
Daniel ha escogido The Freak, de Carol Matas.
«Si, le he enganchado.» Ahora debe ser el libro el que lz
atraiga. Tengo esperanza. Es posible que Daniel se com
vierta en un lector.
Qué ocurre aqui? Una profesora ve a un alumno
que deliberadamente acttia para que se le reconozca
como diferente, El alumno pone a prueba la autoridad
de la profesora. Sin embargo, ésta se niega a recurrir a
su poder. La explicacién que hace del incidente es sua-
ve y con sentido del humor, pero a la vez también res-
petuosa. Respeta el personaje que el alumno est crean-
do; comprende que Daniel desea que se le reconozca. Y
con este reconocimiento es como ella «aplicay el tacto.
Parece que la profesora sabe exactamente hasta donde
acercarse al alumno y cémo mantener la debida dis-
tancia.
Pero ¢cémo sabe esta profesora lo que tiene que de-
cir? Como sabe qué distancia debe guardar? No se pue-
de encontrar conocimiento tedrico alguno, ninguna téc-
nica concreta ni unas reglas generales sobre cémo actuar
con tacto, Sin embargo, con la comprensién activa de lo
que hay en juego en esta particular situacién del aula es
LA DIMENSION PEDAGOGIGA DE LA ENSERANZA 49
posible que la profesora practique y cultive la solicitud y
él tacto.
La solicitud y el tacto pedagégicos son dos conceptos
que guardan una estrecha relacién. Alguien que habi-
tualmente sea solicito es mas probable que demuestre
ser una persona con tacto en una determinada situacién
que alguien que se muestre relativamente desconsidera-
do, Parece que la solicitud pedagégica es una capacidad
reflexiva, que nace de la reflexién detenida sobre las ex-
periencias pasadas. Y ahora, en la inmediatez de tener
que actuar en este momento, el énfasis se pone en «sen-
tir» qué es lo importante en esta situaci6n concreta. La
solicitud y el tacto pedagogicos dependen de la capaci-
dad cultivada de percibir y escuchar a los j6venes. Pero el
tacto en la ensefianza no es una simple destreza. Al con
wario, se podria definir como una «preparacién para la
improvisacién». Con todo, no existen garantfas, y la pros,
fesora de Daniel lo sabe:
Daniel y yo hemos establecido una buena relacion entre
profesor y alumno. Es algo en cierto modo notable, porque
el muchacho no se entendia con sus profesores de Ciencias
y Matematicas por su «comportamiento dificil». Por eso,
Daniel est4 frecuentemente en la biblioteca haciendo los
deberes de estas dos asignaturas, y oye lo que le digo a
Pam, nuestra bibliotecaria, de modo que solemos incluirle
en nuestras conversaciones. A veces hasta comenta lo que
va bien y lo que va mal en mis clases de Lengua.
Daniel aprende las cosas deprisa y bien, y no duda en
insultar a aquellos compaiteros suyos que son mis lentos
De vez en cuando, en clase, suelta algtin comentario: «Yo
no necesito hacer estos ejercicios. Ya sé que otros de la cla-
se necesitan practicarlos», En estos casos puede llegar in-sO EL TONO EN LA ENSERANZA
cluso a dejar caer con un gesto dramatico su altanera y
bien cincelada cabeza sobre la mesa y dar la impresién de
que est echando un suefiecito. Luego hablo con él y Ie
digo que las personas tienen que ser consideradas.
El chico sabe que espero que haga todas las tareas y
que aporte sus ideas en los debates del aula, y normalmen-
te se toma en serio este trabajo. Precisamente la semana
pasada me dijo antes de clase: «¢Sabe? Tuve problemas
con dos de las preguntas».
«No te preocupes, Daniel —le contesté—, ya lo habla-
remos en clase.» Cuando empecé la clase de interpretaciéa
literaria, les dije a esos alumnos de noveno: «Ya sé qu:
muchas de estas preguntas son complicadas. Daniel decia
hace un rato que habfa encontrado dificiles dos preguntas
en particular. cA cudntos os ha pasado lo mismo?»
Inicié el debate con entusiasmo.
Al cabo de diez minutos, Daniel habia empezado a in-
terrumpir y a crear un atmésfera de agitacién, de risas y
rechiflas, burléndose de otro alumno gue se estaba sonro-
jando. Esa pasién mfa por lo que estaba ensefiando se des-
vanecié enseguida,
Detuve la clase. El ambiente estaba tenso. Miré a Da-
niel y con voz decidida le dije: «jPara! No sé lo que estas
haciendo, pero no me gusta. Te estas riendo de alguien»
Segui con la clase sin ganas. Me sentia decepcionade,
incluso traicionada. Cuando los alumnos salieron del aulz,
le dije a Daniel: «No ha sido una buena clase».
E] respondis con acritud: «Pues no; ya lo sé».
No fue hasta al cabo de varios das cuando me di cuen-
ta de lo que yo habia hecho.
Parece banal decir que una palabra inadecuada o una
observacion desconsiderada pueden causar que sin que-
rer se malogre la calidad de la relacién que el profesor
LA DIMENSION PEDAGOGICA DE LA ENSERANZA 1
tiene con sus diversos alumnos y grupos. A su vez, este
cambio en el clima relacional puede alterar profund:
mente la sensacién de seguridad y confianza que el pro-
fesor tiene en su capacidad pedagégica y sus conoci-
mientos sobre la asignatura.
Toda persona adulta que sea responsable de un nifio
necesita desarrollar la solicitud y el tacto. Pero el tacto es
una competencia de la que se habla poco eri los libros so-
bre educacion. @Por qué? La solicitud no se puede des-
cribir de forma directa y sencilla, pero el tacto pedagégi-
co se puede describir indirectamente, mediante ejemplos
yanécdotas. Esto es lo que he intentado hacer. Lo he des-
crito como una particular sensibilidad y sintonia con las
situaciones.
éCémo lo podemos hacer? ¢Cémo podemos desarro-
lary practicar la solicitud y el tacto? En primer lugar, de;
bemos comprender que el conocimiento se plasma en el
cuerpo. {Cuan intimamente unidos estén el cuerpo y
elespiritu humanos! Se dice a menudo que los ojos son el
espejo del alma. Esto significa que los seres humanos se
reflejan desde el interior y el mundo se refleja desde el ex-
terior. A través de los sentidos estamos conectados, como
seres que vemos, ofmos y tocamos, con nuestros hijos.
Pensemos, por ejemplo, en cémo experimentamos una
mirada. En una mirada vemos y somos vistos. En una mi-
rada, se refleja o se expresa el alma. Y de este modo nos
encontramos con el alma del otro en una mirada de
amor, de odio, de confianza o de miedo, en una mirada
frfa 0 célida, de admiracion o desprecio, severa o indul-
gente, afectuosa o indiferente, en una mirada de espe-
ranza o desesperaci6n, en una mirada sincera o falsa.52 EL TONO EN LA ENSERANZA
A través de la mirada conocemos al otro y por la mi-
rada del otro sabemos que también él nos conoce. Pero,
para conocer de verdad el alma del otro, debemos per-
feccionar nuestra habilidad para mirar y «ver» y saber
cémo interpretar una mirada. En nuestra relacién con
Jos nifios, tenemos que comprender la importancia de las
cosas pequefias. Las grandes cosas siempre estan en las pe-
quefias. Tenemos que saber que un guifio significativo
puede producir a veces mayor efecto que un exceso de
palabras. E] profesor perceptivo sabe cudindo debe callar,
cuando conviene un pequefio gesto, cuando ignorar algo
con una sonrisa comprensiva. El silencio habla. A veces,
Jos mejores momentos con un nifo son los que se pasan
en la agradable compaiifa del silencio.
Y luego esta la mirada de la pasién por el conoci-
miento. No es fanatismo ni un falso entusiasmo, sino una
mirada que revela cémo Ia forma personal de pensar,
sentir y actuar del profesor destila conocimiento. El ejem-
plo de una mirada es importante para ilustrar que el co-
nocimiento formal no puede describir adecuadamente y
por completo los métodos o las técnicas de la ensefianza.
Un alumno explica un incidente ocurrido en el aula:
Era a principios de septiembre. Acababa de empezar el
primer trimestre. Cuando el profesor dle Ciencias entré en
clase, un claro rayo de sol que se reflejaba en una ventana
se desplegaba en la pared de delante de la clase. El profe-
sor se dio cuenta enseguida. Entré despacio en el aula, mi-
rando e] rayo de sol. Se quedé de pie, cruzé los brazos v
contemplé el fenémeno con una sonrisa de admiracion.
La parte superior del reflejo del sol dibujaba perfectamen-
LA DIMENSION PEDAGOGICA DE LA ENSENANZA 53
te un gran triéngulo, como un enorme dedo que apuntara
hacia algo. El profesor empez6 la clase con una reflexi6n
de la luz y los prismas.
Al cabo de unos pocos minutos, el rayo desaparecié de
repente, como si alguien hubiera apagado la luz. El profe-
sor dijo que la préxima vez que viéramos el rayo de sol, en
primavera, el curso estarfa ya en su fase final y nosotros
repasariamos para el examen lo que hubiésemos aprendi-
do durante el curso.
«En esta clase nos guiamos por el tiempo césmico»,
anuncié en voz baja. Una sonrisa le jugueteaba en la co-
misura de los labios y el rabillo de los ojos. Yo estaba pa
ralizado. Algunos nifios se refan de manera cémplice. Yo
no entendfa muy bien qué queria decir, pero parecia algo
inquietante, como casi todo lo que decia y hacfa en clase.
El curso avanz6 muy deprisa, Las Ciencias se convir-
tieron en mi asignatura favorita. Casi todos mis compaiie-
ros disfrutaban con las clases y las tareas del curso. :
Un dia, al entrar en clase, nos recibi6 un rayo de sol in-"
crefblemente luminoso, que bajaba como por arte de ma!
gia de las pantallas de cristal de las lémparas del techo.
Fue todo un impacto. Descendfa con un brillo cegador
hasta el mismo sitio exacto de la pared. Me recordaba a un
inmenso signo de admiracién, un signo secreto. Como si
nos Hevara algun mensaje misterioso.
Cuando el profesor entré en el aula, observé con una
mirada enigmatica el reflejo del sol en la pizarra. No pudi-
mos evitar reirnos con él. Era como si estuviéramos con-
fabulados con nuestro profesor sobre el aspecto magico de
esa luz, Luego él asintié despacio con la cabeza; se dirigid
a su mesa y, sin decir palabra, empez6 a repartir los apun-
tes para el repaso.
‘Yo me sentf un tanto triste, como cuando estas a punto
de terminar un libro.54 EL TONO EN LA ENSERANZA
Aqui, la mirada «enigmatica» del profesor revela el
enfoque que da a la materia que ensefia. Y este enfoque
transmite interés y deseo al alumno: el desea de com-
prender el mundo de la ciencia tal como lo entiende el
profesor. E] alumno se reconoce en el profesor y en los
contenidos de la ciencia.
La mirada puede expresar la capacidad del espiritu
para una relacién pedagégica. Para cultivar la solicitud
y el tacto pedagégicos, uno debe saber ver esta mirada y
actuar guiandose por la interpretacién que de ella haga.
En otras palabras, la solicitud y el tacto pedagdgicos no
son una serie de destrezas externas que se deban adqui-
rir en algun taller de estudio. El conocimiento vivo de la
enseflanza no es ninguna materia sesuda que exija un
trabajo intelectual. La auténtica pedagogia requiere una
sintonia atenta de todo el propio ser con la experiencia
que el nifio tiene del mundo.
Es posible que queramos estimular a un nifio indife-
rente que necesita que se le motive. Quiz4 digamos las
palabras «correctas», pero nuestra mirada desvela nues-
tros auténticos sentimientos. A través de la mirada nos
conocemos enseguida mutuamente. Un conocimiento
aleccionador. La mirada no se puede manipular del mis-
mo modo que se pueden modelar las palabras para que
se ajusten a nuestros fines.
La interpretacién que hacemos de una mirada tiene
una consecuencia practica. Por un lado, podemos apren-
der a afinar nuestra agudeza «visual». Por otro, nos de- |
bemos dar cuenta de que no podemgs ocultar facilmen-
te nuestra propia mirada (si es que la podemos ocultar |
de algtin modo). Minuto tras minuto, alumnos y profe-
sores len permanentemente en la cara del otro qué tie-
LA DIMENSION PEDAGOGICA DE LA ENSERANZA 55
ne de inquietante, aburrido, interesante o perturbador.
Los nifios comprueban automdticamente lo que deci-
mos con la boca con Jo que decimos con los ojos. Si una
y otros se contradicen, es muy probable que los nifios
opten por creer a los ojos, no a la boca. Naturalmente,
la boca, y no sélo las palabras, revela la naturaleza de la
persona. Si queremos saber cémo se siente realmente
alguien, debemos mirarle a la boca, y no limitarnos a
escucharle,
Imaginemos que acabamos de observar una clase bu-
lliciosa y desordenada, Es el clasico ejemplo de un pro-
fesor que empieza y que no sabe aplicar la «disciplina»
en el aula, que se enfrenta inerme a unos alumnos pro-
vocadores y de mirada desafiante. Ahora observemas a
otro profesor. Una mirada de amonestacién como res-
puesta a algtin comentario fuera de tono de un alumne.
basta para que ese profesor consiga que el mismo grupo
se ponga a trabajar. ¢Cémo puede ser un profesor tah
ineficaz y que otro no tenga mas que mirar a la clase
para imponer su autoridad? ¢Se podria escribir algtin li-
bro de «autoayuda» al respecto? No es probable. Cons
derar la mirada como una simple técnica docente es tra-
tar el conocimiento de la mirada como un conjunto de
reglas rigidas. E] profesor eficiente puede serlo con una
mirada porque él es la mirada. La mirada ya es la forma
que el profesor tiene de vivir y comprender la situacién
del aula.
Es del todo posible, por supuesto, que la mirada de
un profesor «eficiente» lo sea sdlo porque consigue silen-
ciar a los alumnos al tener éstos miedo o sentirse ame-
nazados o reprimidos. Una autoridad de este tipo no es56 EL TONO EN LA ENSERANZA
una auténtica autoridad pedagégica. Esta forma de dis-
ciplina no constituye una verdadera disciplina pedagé-
gica. Por lo tanto, debemos ser conscientes de cémo nos
conocen como profesores nuestros alumnos, tal como
nos perciben con su mirada.
8. LAIMPORTANCIA PEDAGOGICA
DE LA DISCIPLINA
Para cultivar la solicitud y el tacto pedagégicos, de-
bemos reflexionar sobre la importancia de la «discipli-
nay. La disciplina no es sélo la medida del orden en el
aula, La disciplina es la medida de nuestro propio senti-
do del orden, O mejor, la disciplina es una forma de ha-
blar sobre qué es lo importante para una persona, cémo
se orienta ésta y qué postura adopta en la vida, Las raices
de la palabra «disciplina» se refieren a «seguir, aprender
y ensefiar». Un discipulo es alguien que sigue a un gran
maestro on gran ejemplo. La palabra latina docere («dar
lecciones», «ensefiar») también esta relacionada con la
disciplina.
Una persona disciplinada esta dispuesta a aprender
y a que se le oriente hacia el «orden, De manera que
el profesor necesita la misma disciplina que necesita el
alumno. Sin disciplina, sin una disposicién para apren-
der, no tiene sentido la idea ni la existencia de la escue-
la. Crear disciplina en los alumnos, 0 en uno mismo, es
crear las condiciones para el auténtico aprendizaje.
Por eso se dice a menudo que la verdadera disciplina58 EL TONO EN LA ENSERANZA
en el aula no se puede separar de lo que se ensefia y se
aprende.
El significado mas profundo de «disciplina» poco tie~
ne que ver con la aplicacién del castigo ni con el gobier-
no autoritario.
En The Star Thrower, el difunto Loren Eiseley, pro-
fesor de Antropologia y de Historia de la Ciencia, cuen-
ta una experiencia sobre la diferencia que impone la dis-
ciplina, Eiseley esta paseando por la playa. Hay gente
que recoge conchas y estrellas de mar que se han queda-
do en la arena al bajar la marea. Al pasar junto a los cu-
bos de los recogedores de conchas y de estrellas de mar,
Eiseley observa una silueta solitaria a lo lejos. Un hom-
bre est mirando fijamente algo que hay en la arena. Al
final, se agacha y lanza un objeto més alld de donde rom-
pen las olas
Cuando Eiseley se acerca, ve que el hombre se agacha
de nuevo. En un pequefio hoyo de arena y agua, una es-
trella de mar se ha erguido sobre sus brazos para mante-
ner el cuerpo alejado de ese barro abrasador. Con un mo-
vimiento a la vez rapido y delicado, el hombre recoge la
estrella y la arroja con fuerza mar adentro. «Es posible
que viva», le dice a Eiseley. Este se siente un poco aver-
gonzado, Observa que nadie se ha aventurado a aden-
trarse tanto en Ja playa . «¢Es usted recogedor?» El hom-
bre, mientras se ocupa de la vida amenazada que se
mueve por Ia orilla, dice en voz baja: «Sdlo asi. ¥ sélo
para ganarme la vida».
Lo que Eiseley sefiala con esta historia es que la esen-
de la disciplina de la ciencia no es simplemente reco-
ger y clasificar la naturaleza para el uso prosaico de los
LA IMPORTANCIA PEDAGOGICA DE LA DISCIPLINA 59
humanos. El verdadero disciplinado es el lanzador», El
que salva y restaura. El que se esfuerza por comprender
la naturaleza de Ja naturaleza, por ella misma y para el
uso de la vida. Bl lanzador de estrellas que describe tiene
una pasién: la pasién de un conocimiento que es disci-
plinado, que requiere obediencia y responsabilidad. Aqui
«obediencia» significa ser capaz de escuchar a lo que har
bla o lo que se dice. Y para saber oir a las «estrellas», uno
debe amar la naturaleza.
Hasta aqui he intentado mostrar que, para cultivar la
solicitud y el tacto pedagégicos, uno debe entender la na-
turaleza del conocimiento y el lenguaje pedagégicos.
Muchos profesores comprenden de forma intuitiva que
las actividades diarias de la ensefanza y cl aprendiza-
je estén condicionadas por factores como la atmdsfera
de la clase y la escuela, Ja calidad de las relaciones entre
alumnos y profesores, y las dimensiones complejas y su-
tiles de la temporalidad y el espacio vivido de los pasillos,
las aulas, los despachos y los patios de la escuela. Este
conocimiento no es s6lo cognitivo en el sentido habitual.
Es «patico» (como en empatico). Mas que pensarse o ra-
zonarse, es un conocimiento que se siente,
El conocimiento del profesor es patico en la medida en
que ensefiar depende de la presencia personal del profe-
sor, de su percepcién’relacional, de su tacto para saber
qué decir y hacer en situaciones imprevistas, y de su ruti-
na y sus costumbres solicitas. Las teorfas sobre la ense-
fanza, que se ocupan sobre todo de las formas externas de
conocimiento, poco sirven para la actuacién inmediata.
Es mucho mis facil describir los aspectos cognitivos
que los paticos del mundo, Las dimensiones cognitivas son60 EL TONO EN LA ENSERANZA
las caracterfsticas intelectuales, conceptuales y raciona-
les de algo. Por ejemplo, podemos describir un espacio
arquitecténico 0 fisico, como una escuela o una iglesia,
desde el punto de vista de sus propiedades y medidas cul-
turales, funcionales y dimensionales, Pero estos espacios
también tienen sus aspectos ambientales, sensuales y
sentidos. Ademés, estas cualidades paticas no son fijas,
sino que estén sometidas a cambios, como los tonos del
paisaje. En este sentido, podemos hablar de la sensibili-
dad patica de una escuela, un aula 0 cualquier entorno
de aprendizaje.
Si deseamos estudiar y mejorar las dimensiones pati-
cas de la ensefianza y de la vida educativa necesitamos
un lenguaje que pueda expresar y comunicar esas inter-
pretaciones. Este lenguaje debe permanecer orientado
hacia la sensibilidad experiencial o vivida de la vida coti-
diana. Por ejemplo, las historias concretas que expongan
determinados momentos de la ensefianza pueden servir
para reflexionar pedagégicamente sobre las acciones, las
situaciones y las relaciones de la docencia. La considera-
cién practica para el profesor es que debe creer que exis-
te una forma pedag6gica de estar con los nifios, que fija
Ja relacién entre profesor y alumno al margen de cual-
quier otra conexién entre adulto y nifio. Y el profesor que
sea disciplinado siempre estara dispuesto a preguntar:
«Qué es lo que hace que una determinada situacién
relacién con un nifio sea pedagégica y no otra cosa?».
El profesor debe estar al servicio de los nitios, lo cual
no quiere decir que lo mas importante sea que éstos le
quieran ni que él sea su cémplice. Si el amante se guia
por el amor, si el amigo se guia por Ja amistad, el profe-
LA IMPORTANCIA PEDAGOGICA DE LA DISCIPLINA 6
sor se gufa por la pedagogia. El profesor que es un autén
tico «educador» siempre intenta aportar sus actos com:
solucién a la pregunta de qué es la educacién o qué sig
nifica estar inspirado 0 guiado por la pedagogta. En efec
to, sélo en la vida real se puede discernir el significad:
concreto de la pedagogia. En cierto modo, la interpreta
cién que el amante hace del amor se comprueba cons
tantemente en la vida real. Lo mismo ocurre con los pro
fesores. E] problema es que uno normalmente no conoc.
de antemano esa comprobacién o esa prueba. Las prue
bas que son previsibles dejan de ser pruebas.
Los padres primerizos y los profesores que empiezar
suelen pensar y acttar como lo haria un aficionado. Cuan
do se enfrentan a un momento importante, lo normal es
que primero piensen: «¢Qué dicen los libros? ». ¥ cuanue
pasan a la accién, muchas veces el momento importante
ya se ha esfumado. El profesional, por el contrario,*pri-
mero toma el momento y luego reflexiona. Puede actuar
primero porque ha preparado su cuerpo para Ja atencién
y la solicitud. 0, dicho de otra forma, los educadores sa-
ben actuar pedagdgicamente en momentos importantes
porque ya les anima el espiritu de la pedagogfa que se for-
mé gracias a anteriores reflexiones,
La mujer que descubre su embarazo es otra mujer.
No solo cambia su titero, sino también todo su cuerpo,
su propio ser. Antes es posible que sintiera poco interés
por los nifios, pero ahora no ve més que nifios a su alre-
dedor. Algunas mujeres dicen que, para su sorpresa, sien-
ten por primera vez la necesidad de coger en brazos a un
nifio o de ayudar a alguno que lo necesite. En cierto
modo, la futura madre se esta ejercitando, ejercita su
cuerpo y éste la ejercita para la maternidad.62 EL TONO EN LA ENSERANZA
Lo mismo ocurre con los profesores. Los buenos pro-
fesores ejercitan su cuerpo para la ensefianza. El profe-
sor que lee un libro significative sobre nifios suele leer
con ojos de profesor. De esta forma, los profesores ad-
quieren unos conocimientos reflexivos de pedagogia, que
les permiten actuar con tacto en los momentos impor-
tantes.
9. ¢COMO EXPERIMENTAN LOS NINOS NUESTRA
PRESENCIA?
Es asombrosa la capacidad que tienen los jévenes de
percibir las incoherencias entre lo que decimos o hace-
mos y lo que somos. Del mismo mado que a un amante
no le pueden engafiar durante mucho tiempo las simula-
ciones de su pareja, el profesor no puede engafiar al nifio
con un entusiasmo fingido ni una falsa experiencia. El
profesor que no sabe de qué esta hablando (sea o no
consciente de ello) pronto queda en evidencia como al-
guien al que no hay que tomar muy en serio. «El profesor
Fulano de tal no es un profesor de verdad», dicen los pe-
queiios.
El profesor joven ¢ inseguro que intenta desesperada-
mente aparentar seguridad en sf mismo muy pronto des-
vela su verdadera forma de ser o de sentirse. Los nifios lo
notan enseguida en un gesto extrafio, una pose falsa, con
una mirada a sus ojos. Gran parte de lo que ocurre entre
profesores y alumnos se emite a través de los gestos, la
cara y los ojos. Un profesor seguro es el que demuestra
confianza con su presencia. Veamos qué significa para un
nifio o un adulto estar presente como profesor. Se dice a64 EL TONO EN LA ENSERANZA
veces que a las personas se las conoce por sus hechos. Se-
gin mi experiencia, es mds facil observar y describir lo
que hacemos que lo que somos.
Si los profesores saben fijarse una serie de objetivos cu-
rriculares pero en un sentido més profundo no saben
adénde van;
si los profesores comentan poemas pero son incapaces de
poetizar la vida;
si los profesores hablan de responsabilidad pero no viven
una vida responsable;
si los profesores constantemente dan unas calificaciones
pero no consignen hacer de la perfeccidin el criteria de su
propio esfuerzo;
si los profesores ponen todo su empefio en que sus alum-
nos les quieran pero luego olvidan qué es realmente la en-
sefianza;
silos profesores saben muchos chistes para divertir a sus
alummos pero carecen del auténtico sentido de la alegria
de existir;
si los profesores demuestran un perfecto dominio del len-
guaje pero en sus clases no hay mas que charlas vacias;
silos profesores individualizan de forma eficaz el curricu-
lo pero no saben conocer de verdad a los nifios;»
si los profesores dan prueba de que conocen el mundo
pero no asumen con él responsabilidad alguna;
{COMO EXFERIMENTAN LOS NINOS NUESTRA PRESENCIA? 65
si los profesores son capaces de nombrar objetivos educa-
tivos importantes pero no saben vivir un profundo sentido
de esperanza sobre cada uno de los nifios;
si los profesores integran su asignatura con otras pero ca-
recen de una visién de conjunto;
si los profesores hacen muchas preguntas a los alumnos
pero no saben bien cémo abordar las que se les plantean;
si los profesores acttian con autoridad, pero desconocen
qué es lo que les confiere una autoridad pedagégica;
si los profesores (y se podria seguir casi hasta el infinito}
entonces la conducta observable del profesor, lo que ¢s-
tos profesores hacen abiertamente, es una contradiccién
profunda en su forma de existir en el mundo 0, desde
luego, en la escuela, en el aula, con esos jévenes. O tal vez
habria que decir que cuando los profesores no saben ser
lo que de forma tan ostensible hacer, entonces se en-
cuentran realmente ausentes y en modo alguno estén
presentes para esos alumnos.
Podemos estar fisicamente presentes para los nifios al
tiempo que algo esencial se encuentra ausente de nuestra
presencia. Asimismo, podemos estar ausentes de los ni-
ios y, al mismo tiempo, en otro sentido, ellos siguen pre-
sentes en nuestra vida fuera de la escuela y nosotros se-
guimos presentes en ellos. Asf le ocurre al nifio que hace
los deberes y siente que el profesor le observa por encima
del hombro. 0 al profesor preocupado por algo ocurrido
durante el dia y que no puede dejar de pensar en un de-
terminado nino.66 EL TONO EN LA ENSESANZA
Nos guste o no, los mayores no pueden evitar ser un
ejemplo, positive o negativo, para los nifios. Estos expe-
rimentan a los adultos como ejemplos cuando pregun-
tan: ePor qué siempre me dice que haga esto y usted
nunca lo hace?», O: «gPor qué se preocupa tanto de mis
notas pero munca le interesa lo que hago?». O: «¢Por qué
tenemos dinero para un coche nuevo y no para los bi-
Hletes de avidn para ir a visitar a la abuela?».
Cuando el adulto pasa de ser un simple ejemplo de
conducias que el nifio imita a ser un ejemplo auténtico, a
vivir los grandes valores que predica a los nifios, enton-
ces esa persona asume una importancia pedagégica en la
vida de éstos. E] adulto ya no es alguien que se limita a
ensefiar unas destrezas 0 una informacién, un héroe su-
perficial de la televisién, un deportista famoso ni un pa-
dre con él que uno se divierte, Esa persona se ha conver-
tido en pedagogo, un auténtico educador. Lo que hace el
profesor o el padre sensible es ofrecer al joven una idea
sobre qué clase de vida merece la pena vivir y qué tipo de
madurez merece los esfuerzos que suponga alcanzaria.
En efecto, este proceso de imitacidn (la mimesis) es el
sentido del aprendizaje. En el inglés antiguo, el verbo
aprender (learn) significaba «ensehar» 0 «dejar apren-
der», ademas de «aprender». As{ que serfa correcto decir
que alguien podfa «aprender» a alguien a aprender algo.
En holandés, «aprender» (Jere) se sigue usando indis-
tintamente para referirse a la ensefianza o al aprendi-
zaje. El «profesor» es leraar; el «alumno», leerling. Etimo-
logicamente, el verbo inglés learn (aprender) significa
eseguir el rastro, las huellas de alguien que ha pasado an-
tes». En este sentido, el profesor o el padre que es capaz
ZCOMO EXPERIMENTAN LOS NINOS NUESTRA PRESENCIA? 67
de «dejar aprender» debe ser un aprendiz mejor atin que
el nifio al que se le «deja aprender»,
No lo podemos ser todo para todos Jos nifios, De ma-
nera que cuando me amo profesor de Mateméticas, 0
profesor de Literatura, de Historia o de Ciencias, procla-
mo que dispongo de una diversidad profesional de po-
sibilidades y responsabilidades pedagégicas. Pero gqué
significa ensefiar historia o literatura a los nifios? Ser
profesor de Historia o Literatura puede significar que sé
contar muchas historias, o hablar sin parar de poesia 0
de la obra de los grandes poetas, Evidentemente, conocer
una determinada asignatura significa que sé algo en ese
dominio del conocimiento humano. Pero saber algo no
significa saberlo todo sobre algo. Saber algo significa sa-
ber qué representa ese algo en la forma en que nos habla,
en como se relaciona con nosotros y como nosotros lo
hacemos con ello.
Conocer una asignatura no slo significa saberla bien
y saber las cuestiones fundamentales que plantea. Tam-
bién significa Hevar estos conocimientos de forma que
demuestre que se quieren y se respetan por lo que son y
por cémo dejan que se pueda llegar a saberlos. Aprende-
mos las asignaturas que componen el curriculo escolar.
‘También es verdad que las asignaturas nos dejan apren-
der algo sobre ellas. Es en este proceso de dejarnos
aprender cuando la materia de la asignatura cobra autén-
tica entidad: se convierte en una asignatura que hace po-
sibles las relaciones. Nuestra receptividad, nuestro «es-
cuchar» la asignatura, constituye la propia esencia de la
relacién entre el alumno y los contenidos de aquélla.
Esta receptividad atenta ante las cosas muchas veces
es un acto interpretativo del significado. Y una vez que68 EL TONO EN LA ENSENANZA
aceptamos que todo acto de interpretacién es un acto re-
lacional de atencién y solicitud, admitimos una conclu-
sién sorprendente: que debemos ser responsables tanto
de lo que sabemos como de Jo que hacemos.
E] agua (H,0) es sus propiedades quimicas y fisicas,
evidentemente. Pero también es Ja lluvia refrescante (0
incémoda) que cae sobre nuestro cuerpo, el habitat de
Ios peces, algo necesario para el cultivo de nuestros ali-
mentos, un elemento del que obtener beneficios, un mo-
tivo de guerras, una cascada de belleza, la confirmacién
de la gracia religiosa.
Algunas personas piensan que no importa que los
profesores sepan mucho sobre las materias que ensefian.
La buena ensefianza est determinada por el cémo (el
método 0 el estilo docentes) mas que por el qué (los con-
tenidos), 0 eso es Jo que se dice. La realidad es que vemos
a profesores de Educacién Fisica dando clase de Lengua
y a profesores de Historia que ensefian Ciencias. Y, sin
embargo, hay una verdad innegable en el refran que dice
que «eres lo que ensefias». Un profesor de Matematicas
no es (o no deberfa ser) sdlo alguien que ensefia mate-
miticas. E] auténtico profesor de Matematicas es una
persona que encarna las matematicas, que las vive, que en
muchos sentidos es las mateméticas. Muchas veces se
puede decir si un profesor es «auténtico» o «falso» por el
estilo que le daa su ensefianza. Asi es, el profesor falso es
incapaz de dar un estilo si antes no encarna lo que dice 0
hace. Cuando alguien dice: «Este no es mi estilo», lo que
significa es: «Yo no soy asi. Este no soy yor. *
El estilo que le damos a los contenidos de wna asigna-
tura refleja nuestra forma de entenderla. Podemos po-
{COMO EXPERIMENTAN LOS NINOS NUESTRA PRESENCIA? 69.
seer una determinada cantidad de informacién sobre li-
teratura, matemidticas 0 ciencias, pero sélo los conoci-
mientos que encarnamos de verdad forman parte de
nuestro ser. Lo normal es que al «auténtico» profesor
de Literatura no sdlo le guste leer, escribir y Hevar la poe-
sia bajo el brazo mientras se toma el café de media ma-
ana; el eauténtico» profesor de Literatura no puede evi-
tar poetizar el mundo, es decir, pensar en la experiencia
humana a través del poder encantador de las palabras.
Hay mucho que aprender de lo que los alumnos di-
cen sobre los buenos profesores que han tenido. O cuan-
do se les oye hablar de los profesores de quienes mas
aprendieron, aquellos que ellos mismos querrian ser. Em-
pezaran a surgir determinados temas, unas cuestiones
ocultas detras de historias y anéedotas que conducen
cilmente a generalizaciones sobre esos profesores, en las
que se destaca su sentido de la equidad, la paciencia, la,
atencion, la capacidad de comunicacién, de mantener
la buena disciplina, el sentido del humor, el interés por
Jos alumnos, el hecho de que les conocfan, que sabfan
qué se debia ensefiar.
Pero es dificil describir con palabras las cuestiones
que se esconden detras de estas generalizaciones. En un
nivel mas profundo atin, la competencia de! profesor tie-
ne que ver mas todavia con la solicitud pedagégica, con
tener la sensibilidad para discernir qué es lo mejor para
cada nifio, comprender la vida de cada uno de ellos y sus
mAs recénditas preocupaciones. También inclaye saber
cudles son los aspectos de los curriculos de Matematicas,
Lengua, Sociales, Arte o Ciencias que se relacionan con
Ja propia vida.70 EL TONO EN LA ENSERANZA
Cuando los nifios cuentan que deseaban que el profe-
‘or les creyera y confiara en ellos, tambign se refieren a
‘ste sentido més profundo de la confianza y la fe sin el cual
1 profesor deja de ser un educacor. Cuando los alumnos
licen que a los profesores les debe gustar lo que ensefian y
ener sentido del humor, pero que eno siempre tienen que
ntentar ser divertidos ni contar chistes malos», apuntan a
> que realmente significa ser lo que uno dice o hace como
rofesor: tener sentido de la alegria y un profundo compro-
aiso con la vida, con el mundo y con la materia que des-
ierta el interés del profesor y el alumno por el mundo.
uando los alumnos dicen que el profesor debe saber «co-
ectar con los alumnos», piden profesores que estén pr
ites para ellos como personas y que les traten como per-
mas. Cuando dicen que los profesores deberian «saber
26 necesitan los alumnoss, «ayudarles con los deberes»,
star disponibles» y no «poner trabajo y largarse», que los
vofesores deben «tener paciencia» y no «desentenderse
2 los nifios», apuntan una vez més a la esencia de la com-
stencia pedagégica: el profesor que deja por imposible a
1 nifio, que no alberga ya esperanza alguna sobre ese
fo, inmediatamente retrocede en su condicion de profe-
x, Cuando los alumnos dicen que «los buenos profesores
ben hacer que te gusten las matematicas, las ciencias.o
literatura, aunque siempre las hayas odiado», se refie~
na otro aspecto esencial de la ensefianza: el buen pro-
sor no se limita a enseflar matemiaticas o literatura; el
sen profesor encarna las matemiticas o la literatura.
»s buenos profesores son lo que ensefian.
10. EL PODER DE LA ATMOSFERA
E] padre esta trabajando con el ordenador. Esta un
poco preocupado e inquieto por el trabajo y por los plazos.
Mark esta jugueteando en un rincén del estudio y se golpea
la cabeza. Es evidente que no se ha hecho daiio. Sin em-
bargo, acude llorando a su padre. El papa de Mark es una
persona carifiosa, de modo que casi de forma automatica
echa hacia airs la silla y sienta a Mark en las rodillas. «Po-
brecito, que se ha dado en la cabeza. Deja que te dé un
abrazo. ¢Ya te sientes mejor?» Pero se trata de unos minu-
tos prestados. El padre no puede evitar sentir que se le mo-
lesta y se desconcentra. Se le nota en la voz y en los gestos.
Asi que Mark recibe dos mensajes. Uno dice: «Ven
que te cuide». El otro: «Por favor, déjame solo. Tengo mu-
cho trabajo». Luego se acaba el interludio. «Por qué no
vas a mama y le ensefias donde te has hecho dafio?» Mark
obedece y experimenta una atmésfera de ambivalencia.
Un suceso trivial y cotidiano. La vida esta Ilena de con-
tradicciones. ¢Por qué nos {bamos a sorprender al descu-
brir que los nifios tienen experiencia de la incertidumbre
y de la inseguridad?nR EL TONO EN LA ENSENANZA
Es evidente que no se puede actuar siempre y siste-
méticamente de forma pedagégica con los nifios, y no
tiene sentido atormentarse con algtn sentimiento de cul-
pa. Hay dias en que nos podemos sentir deprimidos, 0
simplemente no estamos de humor, y lo ultimo que nos
apetece es enfrentarnos a un grupo de alumnos. O sen
cillamente tenemos dias malos y no podemos evitar co-
meter errores o abandonar nuestras responsabilidades
pedagégicas. Otras veces pensamos que hacemos lo me-
jor, y para nuestra desilusién descubrimos que nos equi-
vocamos, que es
cortos 0 que actuamos con ignorancia. Es evidente que
no podemos evitar cometer érrores y equivocarnos con
los nifios a los que damos clase. La ensefianza no es un
simple empeno técnico. Al contrario, la dimension peda-
g6gica de la ensefianza (y de la paternidad también) es
moral, emocional y relacional, y depende del humor, del
tono o de la atmésfera.
Dice la madre: «¢¥ si nos vamos a patinar 0 a na-
dar?». Pero la voz delata poco entusiasmo y los gestos no
tienen fuerza alguna. De manera que los nifios reaccio-
nan con escasa ilusion, quizas hasta con indiferencia. Lo
que deberia transmitir alegria y estimulo suena fatigoso.
Los hijos han recibido mensajes ambivalentes.
En cada casa, cada aula, cada escuela, hay una deter-
minada atmésfera. La cuestién no es si debe haber un
clima omnipresente en la escuela, sino qué tipo de atmés-
fera es adecuada, cual es Ia que merece la pena crear. La
«atmésfera», como indica la misma palabra, es una esfe-
ra vaporosa que lo envuelve todo. La atmésfera de una
iglesia tendré una cualidad trascendente. Un cabaret des-
tilara sensualidad y erotismo. Los grandes espacios ar-
ébamos en un error, que nos quedamos
EL PODER DE LA ATMOSFERA 73
quitecténicos inducen al sobrecogimiento. Hasta las ciu-
dades en su conjunto poseen un determinado humor om-
nipresente, que notan de forma especial quienes viajan a
elas.
En casa y en el trabajo existe una «atmésfera>. Hasta
los pequefios objetos contribuyen a crear unos sen
mientos y un estado de animo especiales. Este sillén era
cl del abuelo, y bajo esta lAmpara hacfa sus labores la
abuela. La lmpara y el sillén contienen la calidez y el
amor de los padres por sus hijos y por los nietos. El esta-
do de 4nimo o la atmésfera son una parte muy impor-
tante de nuestra existencia. A través de ellos conocemos
el carécter del mundo que nos rodea. La atmésfera 0 el
estado de animo son una forma de conocer el mundo y
de estar en él.
También las escuelas tienen su atmédsfera. Los padres
sienten parte de ese clima del centro cuando se entrevis-
tan con los profesores. La escuela se le puede antojar ql
nino un lugar extrafio o lleno de peligros, 0 puede crear
una atmésfera en la que se sienta protegido y que le ins-
pire seguridad y confianza.
Pero el clima omnipresente de un lugar, su atmésfe-
ra, es un fenémeno complejo. Un lugar que a un nifio le
parecera amenazador y le intimidara a otro nifio le en-
cantard como algo estimulante y leno de aventuras. El
clima de un lugar depende también de la disposicién 0 el
estado de dnimo que le aportamos. Pero es verdad tam-
bién que el clima de un paisaje, por ejemplo, 0 la belleza
de la luz del atardecer nos pueden proporcionar un so-
siego y una sensaci6n de paz que desconociamos antes.
‘La atmésfera pertenece a todos los aspectos de la exis-
tencia humana: a las cosas (una estampa espiritual, una74 EL TONO EN LA ENSENANZA
silla acogedora), al espacio (un paisaje lleno de paz, una
playa agradable), a los acontecimientos (la celebracion
de la graduacién, un discurso solemne), al tiempo (una
buena cosecha, un final feliz). O mejor atin, para cada
objeto o cualidad especificos, la atmésfera o clima es la for-
ma en que los seres humanos experimentan el mundo.
Por consiguiente, ¢] reconocimiento de la idea de at-
mésfera es pedagégicamente un fenémeno positivo. Los
padres y los profesores deben comprender el poder que
tiene la atmésfera en la configuracién del sentido gene-
ral del ser y para el bienestar positivo del nifio. El pro-
fesor sensible sabe crear o fomentar un clima que sea
productivo para determinadas formas de vivir y de apren-
der. Es posible que los profesores no se pongan de acuer-
do sobre qué cualidades concretas debe poseer una es-
cuela, pero ningrin profesor negara que ésta es un lugar
especial y que, por Jo tanto, desde el punto de vista peda-
g6gico, los nifios deben experimentar sus dimensiones
corpérea, temporal y espacial de forma positiva.
La mayoria de los profesores saben todo esto de for-
ma intuitiva y por eso «visten» las paredes de las aulas
con trabajos de mil colores y materiales interesantes.
Pero aun asf, es posible gue las paredes llenas de dibujos,
anuncios de reuniones obligatorias u otros materiales
coloridos no hagan sino crear un clima falto de autenti-
cidad, algo referido sdlo a cuestiones burocraticas 0 su-
perficiales. Parece que algunos profesores necesitan mas
impresionar a sus colegas y a los padres que perfilar las
mentes de los nifios que se sientan en sus aulas durante
todo el dia. Las aulas con un exceso de colores opuestos,
de trabajos y materiales en realidad pueden dificultar el
aprendizaje e impedir que se cree una atmésfera de tra
EL PODER DE LA ATMOSFERA 75
bajo tranquila y de atencién bien centrada. Antes de pa-
sar a algo nuevo, tal vez sea mejor limpiar un poco las
paredes, recoger y retirar los libros utilizados en la clase
anterior.
Asi pues, el profesor debe aprender a ser sensible a
como experimentan los nifios la complejidad de los ele-
mentos que contribuyen a crear la atmésfera de Ia es-
cuela y del aula. La escuela es especial en el mismo sen-
tido en que Jo es el hogar: se trata de un lugar en el que
facilitamos a los ninos tiempo y espacio para explorar el
mundo sin llegar a formar parte atin de él por entero.
Por un lado, Ja escuela es un enclave protector, un refu-
gio frente a las diversas realidades para las que los nifios
no estdn preparados todavia. Por otro lado, es el lugar don-
de se amplia el espacio privado y personal del hogar has
ta abarcar el espacio mas amplio publico o de la cému-
nidad. En este sentido, la escuela media entre el hogar y
el mundo exterior.
Cuando entramos en el aula, nos gusta sentir que la
atmésfera, incluso el puro espacio fisico, responde a la ne-
cesidad de intimidad, seguridad y refugio, y a la tenta-
dora llamada de un vasto mundo de vida ptiblica y de
misteriosas fuerzas impersonales. Al entrar en una clase,
enseguida nos damos cuenta de qué pedagogia se em-
plea en ella. La atmésfera nos dice qué idea de espacio
adecuado para los nifos tiene el profesor.
El espacio vivido del aula, sus cualidades fisicas y es-
pirituales, nos debe recordar para qué sirven las escue-
las. La escuela es un lugar en el que los nifios exploran
los aspectos del mundo de los seres humanos. Un aula
de educacién primaria habla de cémo los nifios llegan a16 EL TONO EN LA ENSERANZA
conocer su: mundo: desde el punto de vista de las ma-
temiticas, las ciencias sociales, la historia, la misica, la
literatura, la estética, etc. Las aulas de secundaria pue-
den adoptar una atmésfera adecuada para cada asigna-
tura. El aula de biologia es diferente de la de arte, por
ejemplo.
Cuando un alumno entra en el aula de arte, su orien-
tacién cambia radicalmente respecto de Ia del aula de
biologia de la que acaba de salir. En ésta el profesor ha-
blaba de la estructura y Ja funcién de la mano. Obser-
vaba las caracteristicas evolutivas de los huesos de un
primate, un australopiteco y un Homo sapiens. Sefialaba
que los dedos se fueron enderezando con el tiempo y que
la ultima falange del dedo pulgar se ampliaba y se alar-
gaba. {Cudn util era Ia posicién que habia adoptado este
dedo y toda su musculatura!
En cambio, cuando entra en clase de iniciacién al arte
observa sobre la mesa del profesor una réplica magnifica
de unas manos orantes: La Catedral, de Rodin. Algunos
alumnos se rien al verla, como si la hubiesen cogido por
sorpresa. Los sensibles dedos, extendidos hacia arriba en
devota stiplica, trascienden de su funcién instrumental.
Cuan milagrosamente queda expresada su terrenal espi-
‘itualidad! {Qué distinta es la atmésfera en esta aula!
Dos mundos diferentes, cada uno con sus propios va-
ores, sentimientos y creencias. No seria en modo alguno
.propiado emplear expresiones como abductor del pulgar
s evolucién de la tiltima falange del pulgar para referirse a
as manos de Rodin. ¢Cémo puede ser que algo tan fami-
iar como una mano forme parte de dos realidades tan
listintas?
EL PODER DE LA ATMOSFERA 7
Mientras escribo este libro me fijo en mis manos.
jAlgo tan extrafio! Me remiten a un poema de Rainer Ma-,
ria Rilke. Recordaba el poeta cierta ocasién en que, al
mirar debajo de la mesa, vio que su mano se movia a
tientas y por un momento parecié que esa «cosa» tuviera
vida propia, Parecia un objeto extrafio, algo de otro mun-
do que actuara por sus propios impulsos misteriosos.
Evoco las imagenes de aquel sensible poeta porque deja-
ron una huella indeleble en mi mente. Intento recordar
las palabras exactas, pero mis ojos vuelven al parrafo an-
terior e, inmediatamente, me encuentro de nuevo en Jas
aulas y me maravillo una vez més de los cambios de hu-
mor que se producen cuando las manos se sittian en at-
mésferas distintas.
En nuestra casa, creamos una cuidada atmésfera
cuando escogemos el color de las paredes, el tipo y la.
disposicién de los muebles, el lugar para cada una de
esas pequefias cosas a las que nos Hegamos a acostum-
brar tanto que a veces s6lo nos percatamos de su exis-
tencia cuando no estan en su sitio. De este mismo modo,
los profesores disponen con cuidado y sensibilidad sus
aulas.
‘Algunos de los materiales que se exponen en las pare-
des les recierdan a los nifios el tipo de tareas propias de
la escuela. Recuerdan que la vida exige un cierto orden.
Hay tiempo para todo. La escuela es un lugar donde uno
aprende a mediar entre el tiempo vivido y el tiempo del
reloj, el tiempo de ocio y el tiempo de trabajo, el tiempo
de programar y el de acabar las cosas, el tiempo personal
y el colectivo, el tiempo para empezar y las ganas de ter-
minar.78 EL TONO EN LA ENSERANZA
Otras facetas del aula le ofrecen al alumno aspectos
vividos del mundo de los que tal vez carezcan el hogar y
Ja comunidad. En una escuela urbana, el aula debe re-
cordar a los nifios que no todo es cemento y plastico,
Existen también materiales orgénicos: lana, ropa, tierra,
arcilla y plantas. De esta forma, la escuela equilibra el
mundo del nifio, que, de no ser asi, quedaria muy empo-
brecido.
Los materiales expuestos y el mobiliario del aula tam-
bign pueden servir para reinterpretar la importancia de
aprendizajes anteriores. Primero Lucy estudia las arafias
en clase. Luego encuentra una arafia pequefia en casa, en
el rinc6n de su habitacién. Habla con su padre sobre qué
debe hacer con esa pequefia criatura. ¢Soltarla por la
ventana? ¢Dejarla ahi? Mejor dejarla. Al dia siguicnte se
ha situado cerca de la limpara del techo. Ser mejor de-
jar la ventana un poco entreabierta, lo suficiente para
dar oportunidad a la arafia de quedarse o irse. En Ja es-
cuela, Lucy escudritia ahora una y otra vez los dibujos de
araflas que cuelgan de la pared, porque esa amiguita de mil
patas que tiene en casa le ha ensefiado a mirar los dibu-
Jes con un interés renovado. Las viejas preguntas ad-
quieren significados nuevos y surgen nuevas preguntas.
«¢Qué ve la arania?» «¢Me ve?» ¢Bs nifio 0 nifia?n
La atmésfera es la forma en que se vive y se experi-
menta el espacio. Pero también es la forma en que el pro-
fesor esta presente para los nifios y aquella en que los ni-
Ros estén presentes para sf mismos y para el profesor. El
clima lo configuran los gestos del cuerpo y el tono de voz.
Cuando el profesor lee El principe feliz, de Oscar Wilde,
el clima del propio hecho de leer el cuento se entreteje
EL PODER DE LA ATMOSFERA 79
con otro clima de belleza y sensibilidad espirituales. La
voz del profesor se quiebra un poco hacia el final y agu-
diza la catarsis para muchos nifios. ¢Cémo se puede sa-
crificar el amor de manera tan hermosa y a la vez tan
triste por la pequefia golondrina? ;
Cuando el profesor cierra el libro despacio, hay un si-
jos que no se emociona-
lencio en el aula. Incluso los nii
ron con el cuento se reprimen de hablar durante un mo-
mento. Esté silencio también tiene su clima. No es sélo
ausencia de sonido o de voces. Tiene una cualidad tonal
propia. En la quietud del libro que se cierra sobrevive la
historia y el silencio se carga de contemplacién. Es el si-
lencio de la reflexion, del juicio. Este silencio tiene una
atmésfera distinta del silencio que reina cuando todos
los nifios estan trabajando individualmente en alguna re-
daccion. ‘11. LOS NINOS NOS DAN EJEMPLO DE ESPERANZA
Y ACTITUD ABIERTA
Esto es lo que dice Jan:
Los mayores hacen que pensemos que no existe la es-
peranza para nosotros. Por lo que a mf respecta, creo que
tengo mis altibajos. Me deprimo cuando pienso en todos
los problemas de! mundo: la gente sin hogar, la pobreza, las
desastres ecolégicos, el fanatismo religioso, las guerras ét-
nicas, las enfermedades incurables, la escasez. de energia
o la falta de agua potable y aire limpio. Hasta mis profe-
sores piensan que la vida que ellos tuvieron esta hoy fuera
del alcance de los jévenes. Dicen: «De vosotros dependera.
Sois la generacién que determinaré el destino de la huma-
nidad», Pero no parece que piensen que se pueda lograr
No son ellos un buen ejemplo. Parece que se limitan a es-
perar. Pensar que no hay esperanza... creo, es lo mas difi
cil, Hay momentos en que pienso como la mayorfa de mis
amigos: que este mundo no va a durar. Pero gsabes? No se
puede ser siempre negativo. Pienso a menudo en todo
esto, pero en general tengo mucha esperanza. Quiero ayu-
dar a los demés y vivir bien, tener una familia, hasta hijos
quizas. El problema es que a veces es diffcil tener esperan-82 EL TONO EN LA ENSENANZA
za cuando ni siquiera tus propios padres te animan a
tenerla.
Y ésta es Kim:
A veces me siento realmente deprimida, como si no tu-
viera sentido alguno estudiar, porque los seres humanos
estan destruyendo la Tierra. ¥ siento mucho rencor por la
generacin de los mayores que nos ha dejado este desas-
tre. Es posible que sus vidas acaben pronto, pero las nues-
tzas no han hecho més que empezar... Quiero vivir, Quie-
ro tener la oportunidad de experimentar las cosas buenas
mientras soy joven. Y me parece mal que tenga que preo-
cuparme por los residuos t6xicos, la contaminacién, la
destruccién de las selvas tropicales, la desaparicion de las
especies y las miserias que las personas se causan mutua-
mente en todo el globo. La generacién de los mayores no
hace sino echar sobre nosotros todas estas cosas, pero
équé podemos hacer?
Helen:
Estoy en el tiltimo curso y no tengo ni idea de qué voy
a hacer cuando lo termine. Mis padres se han divorciado.
Me gustaria sentirme segura, tener un lugar mio, unos
buenos amigos. Pero parece que la universidad esté des-
cartada. ¢Qué puedo hacer, pues? A veces me preocupan
estas cosas y hablo de ellas con los amigos. Algunos no se
preocupan. Otros toman drogas, se divierten. Otros se sien-
ten como yo.
éQué les decimos a todos estos jévenes? Hablan de
error, destruccion y desastre. A veces, ésta es la expe-
iencia que tienen de nuestra época. Es dificil escuchar-
LOS NINOS NOS DAN EJEMPLO DE ESPERANZA Y ACTITUD ABIERTA 83
les y no ver ni ofr nuestros propios errores. Nos dicen
que les hemos impuesto el miedo a un horror definitivo
y auna vida desperdiciada. Y peor atin, nos acusan de
haberles cargado con la responsabilidad de transformar
esta locura en algo que tenga sentido en la vida de un
joven.
Hay que plantear la pregunta de si tenemos derecho a
pedir a los nifios que asuman una responsabilidad que
no les corresponde porque es nuestra, Acuden a nosotros
para que seamos ejemplo de esperanza activa para ellos
y para el mundo. Pero resulta dificil no sonrefr con cinis-
mo ante cualquier programa positivo a la sombra del de-
sastre. Quizé sea més facil encogerse de hombros y acep-
tar la fatalidad, desesperarse, suspirar que lo peor esta
atin por llegar. Sin embargo, quienes vivimos con nifios
no nos podemos permitir tanto nihilismo; no pode-
mos abandonar el puesto pedagégico que ocupamos en
Ja vida de nuestros nifios. Ellos son la esperanza.
En un mundo sin esperanza no hay sitio para los ni-
fos. Pero mientras haya nifios en nuestra vida, en nues-
tra casa, en nuestras aulas, fijémonos bien, observemos
con una mirada pedagégica. Lo que vemos es la espe-
ranza. Después de haber «visto» a nuestros nifios, la es-
peranza esté presente en nuestra vida. Al vivir con sus
hijos, los padres primerizos muchas vec
de repente de que el mundo debe seguir existiendo. Aho-
ra que soy el padre de este nifio no me puedo desenten-
der de las locuras politicas que amenazan a este mundo.
La experiencia que tengo de mis hijos es la de una espe-
ranza viva, Debo actuar. La esperanza me ha activado,
me ha politizado.
's Se convencen