REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
ESCUELA DE PSICOLOGIA
MARACAY - VENEZUELA
Dependencia emocional
Los Apegos
Psicóloga Ciria Arciniegas Sánchez
Telf. 0414-4559630
E-Mail:
[email protected]Centro de salud integral bio-psico-social-espiritual.
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Dependencia emocional versus independencia
Pasos básicos para eliminar la dependencia emocional y otras …
¿Qué hago si siento que mi vida no tiene sentido?
Cuando nuestra felicidad está supeditada en exclusiva a una persona, el
sufrimiento es inevitable. El apego insano y obsesivo es el mayor detonante
de malestares, de boicoteos y pérdidas de autoestima. Por tanto, debemos
tenerlo claro: es necesario eliminar la dependencia emocional. hay que dar
un paso efectivo para ser autónomos y emocionalmente solventes en
materia afectiva.
La dependencia emocional tiene mucho que ver con la forma en que una
persona se infravalora o la desvalorizan (caso, por ejemplo, de las mujeres
víctimas violencia de género). Asimismo, no podemos dejar de lado un
hecho casi innegable. Todos lo hemos hecho alguna vez. Confundimos amor
con apego y nos vemos envueltos en vínculos faltos de reciprocidad. Incluso
hasta el punto de dejar nuestro bienestar a merced de un tercero.
Aprendamos, por tanto, qué pasos o procesos internos debemos poner en
práctica para disfrutar de unas relaciones más saludables. En las que la
dependencia emocional no sea la que las guíe.
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1. Cómo eliminar la dependencia afectiva
Un primer aspecto que debemos considerar es el siguiente: la dependencia
emocional se extiende más allá de las relaciones de pareja. También se
suele evidenciar con otras vinculaciones sociales: con amistades,
compañeros, familia y personas del entorno. En general, es una situación
que puede extenderse a casi cualquier ámbito.
A menudo, pueden pasar largos períodos de tiempo hasta que nos damos
cuenta. Hablamos de meses e incluso de muchos años. ¿Por qué nos damos
cuenta tan tarde? Porque durante ese trayecto, solemos haber perdido
nuestra autosuficiencia emocional. Estamos supeditados a alguien hasta el
punto de no pensar ni de actuar por nosotros mismos.
Intuir esa realidad psicológica será, sin duda, el primer paso para proceder
a eliminar la dependencia emocional. Tengamos en cuenta los siguientes:
¿Cómo son las personas dependientes?
Para evaluar si tenemos la tendencia a establecer relaciones de
dependencia con los demás, podemos fijarnos en las siguientes
características:
Su felicidad se centra en una sola persona: no disfruta de otra cosa
que no sea estar con quien ama o aprecia.
Su alegría depende de cómo le tratan los demás.
Evita a toda costa llevar la contraria para evitar enfrentamientos.
Antepone el deseo de otros a los suyos.
Solo está bien consigo mismo cuando percibe que es querido.
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Miedo a perder a esa o esas personas que tanto ama o aprecia.
Cae fácilmente en los chantajes emocionales.
Prefiere sufrir antes que dejar a la persona con la que mantiene esa
relación.
Sentimientos de culpa: si la otra parte no se siente contenta o
satisfecha, el dependiente sufre malestar y culpabilidad.
Quiere tener el control de la vida de la otra persona para tener la
seguridad de que no la perderá: se convierte en una especie de espía
para seguir incluso las conversaciones que tiene con otras personas y
deja de vivir su vida para seguir la del otro.
Aparece una clara tendencia hacia el aislamiento social: es decir,
sólo le apetece estar con esa persona.
La relación genera ansiedad: la persona nunca está contenta porque
quiere más y, sobre todo, teme que la dejen, lo cual sería una
catástrofe porque no se imagina la vida sin esa persona.
A cualquiera nos gustaría tener a alguien especial en nuestra vida. Lo que
diferencia a una persona no dependiente es que cuando están solo/a
puede tener momentos de melancolía, pero eso no le detiene para seguir
disfrutando de otras facetas de su vida.
2. Hacer un listado de cosas que nos perjudican y nos satisfacen
Una vez que ya se ha reconocido la existencia del problema y se tiene
convencimiento de la necesidad de eliminar la dependencia emocional,
debemos dar un segundo paso. Haremos un listado de cosas que hemos
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llegado a hacer por alguien y que, de una u otra forma, nos han perjudicado.
No nos referimos a las acciones que hemos hecho por el otro basándonos
en el amor; sino en lo que hemos hecho aun sabiendo que no era lo que
queríamos, deseábamos o nos beneficiaba en ese momento.
Ten en cuenta que una persona dependiente no se fija en
su bienestar personal, sino en el de la otra persona para no perderla.
Si quieres cambiar y eliminar la dependencia emocional en tu vida, lo
primero que debes hacer es pensar en ti.
¿Qué cosas tenía la otra persona que te perjudicaban?
¿Qué has hecho tú por el otro que a ti te hacía daño?
¿Has dejado de lado amistades, familia, actividades, estudios,
desarrollo personal, etc.?
¿Te han tratado con el respeto que te mereces?
En estos casos es importante ser consciente del sufrimiento que hemos
experimentado. Todo lo dejado o relegado tiene un coste. Todo tiempo
invertido es calidad de vida perdida. Reflexionemos sobre ello.
3. Reforzar la autoestima para eliminar la dependencia emocional
Como hemos visto el factor principal de cualquier dependencia emocional
es una baja autoestima. Existen muchas opciones para poder reforzarla. La
cuestión es darle la importancia que se merece y recuperar ese tendón
psicológico indispensable.
Veamos a continuación algunos consejos:
Empieza a decidir por ti mismo.
Recuerda tus logros del pasado, tus éxitos.
No te compares, no busques aprobaciones ajenas.
Inicia nuevos proyectos, conoce a gente nueva. Experimenta,
emociónate.
Trabaja tu asertividad. Di «sí» sin miedo y «no» sin culpa.
Responsabilízate de tu vida y de tu felicidad.
Conócete a ti mismo, explora tus necesidades y deseos.
Sana tus heridas.
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«La mayoría de miedos de ser rechazado descansan en el deseo de ser
aprobados por otras personas. No bases tu autoestima en sus opiniones».
-Harvey Mackay-
4. Aprender a estar solo.
La vida es más bonita con amor, pero éste llega sanamente cuando nos
sentimos bien con nosotros mismos. No podemos tener una relación
saludable si antes no nos hemos desarrollado como personas. Por tanto,
para eliminar la dependencia emocional, es necesario aprender a estar
solos. Disfrutar de nosotros mismos. Entendernos, comprendernos. Ahondar
en cómo somos, qué deseamos y qué no.
Cuando uno mismo se ama y no necesita a los demás, es cuando está
preparado para querer de una manera sana.
A todos nos gustaría tener una pareja ideal, personas a quien querer.
Pero una cosa es “necesitar” y otra muy diferente “desear”. Cuando
necesitamos no funciona. Cuando tenemos que tener a alguien a nuestro
lado para sentirnos bien, es muy probable que la relación no se desarrolle
de manera saludable.
Uno debe aprender a disfrutar de la vida sin pareja. Hay infinidad de cosas
que hacer, como descubrir y desarrollar nuestras habilidades, labrar nuestro
futuro, dedicar tiempo a las aficiones, hacer amistades con gente buena,
viajar, disfrutar de las pequeñas cosas. Y sobre todo cuidarnos y amarnos
como nos merecemos.
Eliminar la dependencia emocional es preservar nuestra autosuficiencia, es
invertir en dignidad y bienestar.
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«Desactivar» el ego para amar en plenitud y sin apegos
El ego genera expectativas y obliga a que la pareja, sea y actúe como uno
quiere, para así, llenar los propios vacíos, los propios miedos y apegos
tóxicos.
El ego suele tener una visión muy limitada de la realidad, y sólo acepta su
punto de vista, su modo de entender el mundo, e incluso de amar. Pocas
dimensiones pueden ser más dañinas y destructivas como el egoísmo en
cualquiera de sus ámbitos, ya sea a nivel de amistad, a nivel laboral o en el
seno de una pareja.
Al ego le gusta que las cosas sean como uno desea, que el mundo se
ordene milimétricamente de acuerdo a sus perspectivas, a su concepción
personal de lo que está bien y lo que está mal. No le gusta lo imprevisto, ni
lo espontáneo, las reacciones que escapan a su control y que expresan
voluntad propia.
Para amar en plenitud, debemos «desactivar el ego», permitiendo así que la
pareja nos ame en libertad, siendo una persona con voluntad propia, y no
como «nosotros deseamos». El amor que se ofrece con espontaneidad y de
modo íntegro, es sin duda el amor más pleno y auténtico.
Lo que esconde la máscara del ego
Es muy frecuente que iniciemos relaciones de pareja con personas que
muestran virtudes en un principio admirables. Resplandecientes
casi. Aspectos como la seguridad personal, el aplomo, la firme confianza en
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uno mismo e incluso esa inclinación a la protección, puede «deslumbrarnos»
en un inicio.
Sin embargo, al cabo del tiempo a esa seguridad inicial se le añade la
necesidad de control y la obsesión en que las cosas, deben ajustarse a los
esquemas propios. Es decir, lo que en un principio confundíamos con
«seguridad» es en realidad un miedo muy claro a que «escapemos de su
control», y a que evidenciemos sus vulnerabilidades.
Las personas con un ego marcado buscan ante todo el ser reconocidos por
los demás, y en especial, por sus parejas, porque ellos no son capaces de
reconocerse a sí mismos. Y la razón de ello está en el miedo, el cual cubren
con la máscara del ego para sobrevivir.
En realidad, no es nada fácil desactivar el ego de la persona que
amamos. Una vez descubrimos esta dimensión, es decir, una vez nos damos
cuenta de que sus virtudes son en realidad armas de doble filo, y que utiliza
su ego para crear expectativas en ti y someterte, ten claro que lo único que
pretende es llenar sus propios vacíos mediante la dominación, mediante
un apego poco saludable con el que cubrir su inmadurez.
El ego suele tener muchas máscaras, y estamos seguros de que ya conoces algunas:
Utilizar la victimización
Buscar ser reconocidos en cada cosa que hacen, dicen y expresan,
sin tener nunca en cuenta a los demás
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Poner cargas sobre ti para descargar «su ego»
Busca siempre culpables ante cualquier problema o situación que él
o ella misma genera
No admite la espontaneidad, las cosas nuevas, el salir de la rutina y
aún menos, que tú disfrutes de tus propias aficiones. de tus espacios…
Ponen muros a tu crecimiento personal
Aprender a desactivar el ego
Es necesario que entendamos que el ego es un modo de «desconectar» por
completo de los ejes que mueven el amor consciente, el amor maduro que
se ofrece en liberta y plenitud al otro para formar pareja, para tener un
proyecto en común respetando siempre el crecimiento personal de cada
uno.
Si tu pareja es un hábil artífice del «egoísmo» pon límites desde el principio y
deja muy claro que amar no es juzgar, ni controlar, ni aún menos llenar los
vacíos e inseguridades propias mediante la manipulación. Querer no es
ofrecer cargas, sino crecimiento interior. Plenitud.
Es preciso que empecemos a renunciar a hacer las cosas como nuestro ego
quiere y a disfrutar como suceden. Es entonces cuando despertará nuestra
verdadera conciencia del amor, esa que deja de luchar para dar paso a la
espontaneidad del día a día, a una libertad donde no hay apegos y donde
cada uno es dueño de sí mismo, y a su vez, parte de un proyecto en común.
No podemos olvidar que muchos de nosotros, de algún modo, somos un
poco egoístas en materia afectiva. No obstante, cada cosa tiene su justo
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equilibrio, pero si nos dejamos llevar por el ego en toda su intensidad, nunca
veremos la realidad de las cosas, sino nuestras propias necesidades y las
sensaciones negativas que ello genera.
Te quiero más allá del apego y el miedo a la soledad
Te quiero más allá del apego, las rutinas y el miedo a la soledad. Te quiero
libre, me quiero libre contigo construyendo caminos en común para hacer
de este mundo algo maravilloso.
Te quiero como se quiere a las estrellas del cielo, porque sé que no son mías
pero dan luz a mi vida y a mis sueños. Te quiero sin apego. Me gustas porque
haces que mi mundo parezca más íntegro a tu lado, porque encajas en mis
esquinas, porque dibujas senderos en mis mapas que deseo transitar, y que
elijo compartir a tu lado.
Esto es un amor sin apegos. Son relaciones donde no hay dependencias
ciegas, y donde cada uno de los miembros es capaz de respetar espacios,
a la vez que el desarrollo personal de la persona amada aportando un
enriquecimiento lleno de reciprocidad.
El amor debe aportarte alegría y darte la oportunidad de descubrir cada
día lo mejor de ti mismo. Si te ofrece tristeza y sufrimiento, y no quieres verlo,
es dependencia. Si te llena de celos, miedos y obsesiones desmedidas, es
apego
En ocasiones la palabra «apego» suscita algún que otro desencuentro. No
podemos negar que querer a alguien es desear estar con esa persona a
cada instante, es preocuparse, es desear, es pensar a cada segundo en ese
rostro, en esa voz, en esa esencia que forma parte de nosotros.
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El amor tiene algo de obsesión a la vez que, de necesidad, es algo normal,
en especial en las primeras fases. Ahora bien, hablamos de apego en su
sentido más íntegro cuando de alguna forma, perdemos nuestra propia
identidad y nuestro equilibrio interior por esa persona.
No dejamos espacios donde posibilitar el crecimiento y la libertad
personal de cada persona. Ahí donde surgen ya las desconfianzas e incluso
la necesidad de control.
El apego emocional es un tipo de adicción muy destructiva
Relacionar el apego emocional con una adicción no es ser
exagerados. Piensa en esas pasiones ciegas donde necesitamos tener a la
persona amada a cada instante.
En los momentos que no los tenemos a nuestro lado el mundo se derrumba,
desconfiamos y desarrollamos una necesidad de controlar a la pareja. Es un
riesgo.
Desear algo no es malo ni peligroso. El deseo da emoción a la vida,
establece propósitos y placeres. El riesgo se inicia cuando el deseo se
trasforma en necesidad. Es entonces cuando aparece el apego y la pérdida
de control sobre uno mismo al pensar que no podemos vivir sin la otra
persona.
Es importante poder y saber vivir sin la otra persona. No podemos ser barcos
a la deriva cuando no tenemos al ser querido a nuestro lado durante unos
días, si hay confianza no hay por qué desarrollar estos miedos desmedidos.
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Debemos aprender a vivir con nosotros mismos y sentirnos plenos, seguros y
felices con lo que somos para poder establecer una relación de pareja
saludable y sin apegos negativos.
Ama, pero no necesites. Comparte, pero jamás lo des todo sin esperar nada
a cambio, ni siquiera reconocimiento.
Las personas necesitamos de un apego positivo en nuestra infancia
para crear un vínculo con nuestros progenitores. Esto nos ofrece
seguridad y la posibilidad de ir creciendo sintiéndonos amados y
reconocidos.
Pasada esa fase, nos toca a nosotros construir nuestra identidad,
nuestra personalidad y esa integridad donde sentirnos seguros con
nosotros mismos, con lo que somos y hemos conseguido.
Si tú te sientes bien, si te ves a ti mismo como alguien seguro, feliz y con
una buena autoestima, serás capaz de construir una relación de
pareja estable y feliz.
No necesitas que nadie llene tus vacíos, porque no los tienes. No
necesitas que nadie alivie tus miedos porque no los tienes. No
necesitas que nadie alivie tus soledades porque careces de ellas.
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Caminar por la senda del desapego
El apego, un estado emocional de vinculación, en algunos casos
compulsiva, a una cosa, persona o pensamiento determinado, que genera
en ocasiones la creencia persistente de que sin eso no se puede vivir o ser
feliz.
Practicar el desapego o evitar las relaciones codependientes
De nada nos vale el amor si lo entendemos como sufrimiento. Si lo vemos
habitado por esas sombras que nos enmascaran con el miedo a ser
abandonados, con el temor a ser traicionados o al hecho de depender de
la otra persona hasta tal punto, que nos convertimos en marionetas sin
identidad.
No te diluyas en la otra persona, no hagas cualquier cosa por el ser querido
a un precio tan alto, que acabes difuminándote como un envoltorio que
acaba de perder su alma.
Vence tu adicción al apego, lucha contra las relaciones codependientes.
Sabemos que estas ideas son fáciles de leer y comprender. No obstante, ello
no quita que, aun sabiéndolo, caigamos en una relación de este tipo.
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En el amor nadie tiene el control, ahora bien, de caer en una situación de
estas características, es responsabilidad tuya saber reaccionar cuando te
des cuenta.
Será el momento de poner en práctica el desapego emocional para
caminar más libres, más seguros. Más sabios y ser capaces de amar con
integridad y sin miedos.
Si permitimos el crecimiento personal del ser querido, lo ayudaremos
a ser una persona más rica internamente y con más matices que a su
vez, enriquecerán la propia relación.
Debemos entender que practicar el desapego no es romper vínculos.
Al contrario, es respetarnos y ensalzar esa confianza cómplice donde
yo «dejo ser» porque «sé que soy amada», porque amo y confío en
quien me ha elegido por lo que soy, y no por evitar su propia soledad.
El desapego no quiere decir que no tengas derecho a amar, a desear
o a ilusionarte por una persona con toda tu alma y tu corazón. Se trata
simplemente de que «nada te posea a ti». Lo que te posee te pone
vetos, y quien te pone vetos es que no te permite ser tú mismo.
Ser libre por dentro no está reñido con crear un amor. Es dejar espacios
para permitir que esa pasión me nutra sin necesidades y miedos
ofreciendo lo mejor de mí a la otra persona.
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tres formas en las que la planta del amor se marchita
La planta del amor no se ve, pero se siente. Y para que no se muera hay que
regarla, sin dejar que se marchite. Cuando hay amor, hay esperanza.
Empezar una relación de pareja supone liberar adrenalina, las emociones
están a flor de piel y todo en la otra persona nos encanta. Pero el tiempo va
pasando y cada uno puede empezar a adoptar un rol diferente al esperado
por el otro en la relación de pareja.
Ya no es todo tan bonito como cuando empezó y sin que ninguno de los
dos se dé cuenta, la planta del amor se puede empezar a marchitar.
El amor es como una planta que se debe regar todos los días, si no se le
echa agua suficiente simplemente se seca y se marchita. Por el contrario, si
se le echa demasiada agua a la planta del amor las raíces se pudren y la
planta finalmente también acaba muriendo. Por eso, en una relación
de pareja, es tan importante encontrar ese estado en el que el amor está
en equilibrio con la libertad.
Existen algunas formas en las que la planta del amor se puede marchitar y
que ni siquiera te estés dando cuenta.
Fíate de las intuiciones y fíjate en las señales para valorar si es necesario
hacer algún cambio más radical o, si, por el contrario, gozas de un amor
sano y equilibrado.
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«La edad no protege del amor. Pero el amor protege de la edad.»
-Jeanne Moreau-
1. Alimentar la negatividad
Un trabajo estresante, no tener tiempo para hacer la compra, un vecino
maleducado o que la nevera se estropee… son situaciones cotidianas que,
si las convertimos en una suma a la que no le restamos aquellas situaciones
positivas, harán que nos volvamos muy negativos. Una negatividad que
trasladaremos a muchos ámbitos, incluido el de nuestra pareja.
Volcar todos tus pensamientos negativos sobre tu pareja es cargarle
emocionalmente con un peso que no le corresponde. La negatividad no
desaparece, se mete en una mochila emocional que puede pesar tanto
que, al final, consiga que la espalda se quiebre. Las quejas solo ahogan
el alma de quien las dice y de quien las escucha, es por eso que en lugar
de quejarte tanto, ¿por qué no centrarse en resolver los problemas?
Una actitud negativa en momentos puntuales no es una amenaza peligrosa
para la pareja, pero cuando todos los días son oscuros y se convierte en una
forma de vida, entonces sin duda, la planta del amor se empezará a
marchitar.
2. Anteponer otras cosas antes que a la pareja
La vida puede ser bastante estresante: los hijos, los amigos, el trabajo, los
hobbies, el estudio… todo parece que se antepone a encontrar un hueco
para disfrutar en pareja. ¿Te imaginas que tu pareja antepusiera a ti
cualquier cosa y no encontrase tiempo para pasar a tu lado? Entonces, la
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pareja se rompe, porque ninguna pareja soporta ser la segunda opción
constantemente.
Anteponer a la persona con la que compartes tu vida, hacer que se siente
importante y poder contar con su opinión son tres de los mejores alimentos
para el amor. No se trata de renunciar a tus amigos, sino de que tu pareja
tenga también sus momentos y que estos estén asociados con emociones
positivas, que refuercen su repetición como algo natural, por encima del
estrés diario.
«El verdadero amor no es el amor propio, es el que consigue que el amante
se abra a las demás personas y a la vida; no atosiga, no aísla, no rechaza,
no persigue: solamente acepta.» -Antonio Gala-
3. Dejar que la pasión se apague
Si bien es cierto que en una pareja es fundamental la comunicación
honesta, también es verdad que la pasión es un ingrediente imprescindible
para que una relación de pareja siga por buen camino y para ello de vez
en cuando no viene mal cierto misterio.
Tanto los hombres como las mujeres desean y necesitan afecto físico de sus
parejas y cuando se rechaza constantemente esta intimidad, el desgaste es
inminente. El sexo es un momento maravilloso para acercar a una pareja y
potenciar su vínculo emocional al máximo.
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Hay días que no hay tiempo o que se está más cansado, pero es importante
que para regar la planta del amor, se haga también con el agua de
la pasión. ¡El sexo y el amor deben ir unidos de la mano para conseguir que
una relación funcione!
Si estás en una relación estable de pareja, es posible que te sorprendas e
incluso que te sientas abrumado ante la responsabilidad de amar y cuidar
de ti y de otra persona. Una gran parte del bienestar y de la felicidad de tu
pareja está condicionado por tus elecciones y tus acciones. Por eso que es
importante ser consciente de que las pequeñas cosas en la pareja son las
que consiguen grandes resultados.
Tener una pareja nos complementa, no nos construye
La vida en pareja no significa dependencia emocional ni la parte que nos
falta para ser únicos: estamos completos y nadie nos forma, nos
complementa.
Tener una pareja nos complementa, no nos construye
Las heridas que deja la infidelidad, el dolor más allá de la traición
Desde que Aristóteles sostuvo algo así como que ‘el amor se compone de
una sola alma que habita en dos cuerpos’, parece que la concepción de
tener una pareja se ha ido adaptando a ello. Sin embargo, lo que no
solemos recordar es que también dijo: ‘El hombre más poderoso es
aquel dueño de sí mismo’.
Soy consciente de que ambas afirmaciones están descontextualizadas y de
que no sé hasta qué punto Aristóteles tuvo que ver realmente con ellas, pero
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me sirven para introducir el tema de este artículo: el amor en forma de
pareja puede ser muy enriquecedor, pero es beneficioso saber que no es
necesario.
Una pareja no es necesaria, pero puede hacernos mejores
Pongámonos en situación: tenemos un evento muy importante al que se nos
pide que vayamos vestidos de una determinada manera y para el que
pensaremos durante mucho tiempo cuáles son los complementos que nos
sientan mejor con ese atuendo impuesto.
«Yo no quiero que me necesites, quiero que cuentes conmigo hasta el
infinito y que el más allá una tu casa y la mía.» Elvira Sastre-
En el momento en el que hemos descubierto cómo colocar dichos
complementos, estos potencian lo que llevamos puesto: con
las relaciones que mantengamos ocurre algo parecido pero mejor, pues lo
que se potenciará será lo que va dentro de la ropa.
Los complementos (tener una pareja) no son necesarios, pero si decidimos
tenerlos nos aportan otras particularidades que no tendríamos sin ellos. Son
como un plus: una pareja es un plus de vivencias, apoyos y enseñanzas que
compartir que puede hacernos mejores, pues aprenderemos hasta de las
veces que salga mal.
«Déjame que te abrace, ahora / que todavía / tu piel no lleva escritas las /
mentiras del mundo / y tus labios son sede solo de la / hermosura. / Porque
solo he querido ser / bueno y verdadero /, y tú puedes hacerme, / déjame
que te abrace.” Juan Antonio González Iglesias-
La pareja con independencia y espacios
Tener pareja, de hecho, es una fortuna siempre y cuando los miembros de
la misma respeten su independencia emocional y sus espacios puesto que
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es la forma que tenemos para realizarnos y crecer. Es decir, existen dentro
de la pareja dos vidas distintas que requieren su parte de atención
individualizada para poder progresar en común.
En el instante en el que nos hemos dado cuenta de que somos felices con
nuestra soledad y que no nos hace falta nadie para serlo, entendemos la
importancia de estas ideas. De hecho, muchas veces ocurre que cuanto
más cerca quiere estar alguien de nosotros más huimos, porque nos sentimos
cohibidos e incluso un poco acosados.
En otras palabras, el amor no es racional, pero necesita un poco de cabeza
si queremos que la idea de tener una pareja sea duradera. Querer estar con
alguien significa entender que puede que algún día esa persona se vaya y
nosotros seguiremos, dolidos, pero enteros.
El amor es una decisión, no una adicción
El amor en pareja no es una adicción ni una obsesión, aunque los primeros
meses de una relación pueda parecer así: nos enfrascamos en una nebulosa
en la que los tiempos y los espacios se confunden, nos sobran motivos y
razones para compartirlos con la otra persona.
Lo cierto es que las obsesiones no son sanas y nos pueden llevar a relaciones
tóxicas, en las que dejamos de valorarnos para vivir en un mundo falso y
ajeno a la verdadera cara de las cosas, con los ojos vendados de
irrealidades.
En este sentido, si decidimos empezar una relación es porque creemos que
estamos preparados para ello: para enamorarnos de otra persona y
seguirnos cultivando el amor propio. Elegimos iniciar y elegimos acabar
porque no pertenecemos a nadie ni nadie nos pertenece, aunque a veces
nos hayan hecho creer que sí.
«Y una cosa puedo jurar: Yo, que me enamoré de tus alas,
jamás te las voy a querer cortar.» -Carlos Miguel Cortés-
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Nací entera, no necesito media naranja
No soy una media naranja, ni necesito a nadie para completarme, no me
falta ningún trozo. Mi felicidad depende de mí, no de otra mitad.
El mito de la media naranja que nos dejó Platón en su obra El Banquete
asienta en nuestra cultura una falsa idea. La de que hay alguien capaz de
complementarnos, de darnos esa felicidad que nos falta y que solo
alcanzaremos junto a alguien.
Conoce tu valor y no te conformes
¿Autoestima o autorrespeto?
Admitámoslo, somos muchos los que seguimos soñando con encontrar a
nuestra media naranja. Este término resume un ideal muy arraigado en
nuestra sociedad donde aspiramos dar con alguien que resuma todo un
ideal de perfecciones. Son esos perfiles que encajan en cada uno de
nuestros fragmentos, son esa alma gemela tan deseada y también el otro
lado de nuestro hilo rojo.
¿Qué problema hay en asumir estos conceptos? En realidad, muchos.
Es alimentar el falso idealismo. Es reforzar un sesgo sobre las relaciones
afectivas que puede abocarnos a las desilusiones, a la frustración y la
infelicidad. Este mito que nos transmitió de forma bella (pero irreal) Platón
en su obra el Banquete y que es necesario matizar.
“No me interesa que me quieras “mucho”, sino que me quieras bien y cada
día mejor. El amor no es cuestión de cantidad” -Walter Riso-
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La falsa creencia de la media naranja o del alma gemela
No soy una fruta, soy una persona, tengo todo lo necesario para sentirme
completa y para vivir una vida plena sin necesidad de que otras personas
me completen. Mi felicidad depende de mí, no de otra media naranja. No
me creo los cuentos de hadas, ni creo en los príncipes azules, ni en las
princesas, ni en los ideales románticos. Creo en mí y en mis posibilidades de
hacerme feliz.
Idealizar a una persona con pensamientos como “estamos hechos el uno
para el otro” puede ser peligroso. Con el tiempo y el día a día vamos
descubriendo que lejos de existir una perfección absoluta, surgen fricciones
y discrepancias. Así, y en caso de no saber abordar (ni aceptar) esa aparece
la insatisfacción y frustración.
Las parejas no son perfectas e inevitablemente surgirán problemas con el
tiempo. A veces, los problemas tienen su origen diferencias de valores, de
educación, de cultura, de gustos y costumbres… No obstante, tal y como
nos explica John Gottman, célebre experto en relaciones de pareja, nos
explica que somos muchos los que iniciamos relaciones de pareja llevados
casi por un ideal y son conocer plenamente al otro.
La idea de considerarnos «seres incompletos»
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El gran error que se oculta tras el mito de la media naranja es el de
considerar que somos seres incompletos y que solo podemos lograr la
plenitud al encontrar el verdadero amor, que será lo que nos permita ser
felices. Pero hacer depender toda nuestra felicidad de una relación de
pareja, es una gran equivocación y nos impedirá, justamente, ser felices.
Las personas que son felices, lo son con independencia de si tienen
pareja o no.
Todos somos personas completas, no nos falta un trozo, ni una mitad
para poder alcanzar lo que nos propongamos.
Somos naranjas enteras, no una media naranja esperando encontrar
a su otra mitad.
De hecho, el éxito de una relación está en que las dos personas sean
completas, independientes y felices. Desde luego es mucho mejor el amor
entre dos naranjas, dos manzanas, dos fresas que entre dos mitades. Se trata
de compartir la vida, lo bueno y lo malo, y de disfrutar de la otra persona tal
y como es.
Asimismo, estudios como el llevado a cabo por los doctores Rusbult C.
Kumashiro y Miche Kubacka nos recuerdan lo peligroso de alimentar el
llamado síndrome de Miguel Ángel. Es decir, alimentar un ideal, y basar una
relación en esa aspiración hacia lo perfecto en un vínculo genera
sufrimiento.
No eres una mitad de una naranja, quiérete a ti mismo
Querernos a nosotros mismos es una asignatura pendiente para muchas
personas. Se trata de algo fundamental para construir nuestra felicidad y
sobre todo para relacionarnos con los demás. A continuación, te damos
algunos trucos para quererte más:
Valora tus cualidades
En multitud de ocasiones nos torturamos viendo lo que hacemos mal y
sintiéndonos culpables por ello, pero es necesario dejar de lado lo malo
y apreciar la gran cantidad de buenas cualidades que tenemos. Piensa en
lo que haces bien y anótalo para verlo cada día y recordarte a ti mismo lo
maravilloso que eres.
“Si vives para agradar, todos te amarán, excepto tú mismo”-Paulo Coelho-
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No busques la aprobación de los demás
A lo largo de nuestra vida muchas personas intentan influir en lo que
hacemos y en las decisiones que tomamos. Pero es necesario dejar de
intentar agradar a todo el mundo, porque es imposible.
A veces debemos poner un límite a los demás para que no influyan en
nuestros sentimientos. Sentirse bien no requiere la aprobación de otras
personas, ya sean amigos, familiares o pareja. La única aprobación que
debes buscar es la tuya
No te compares
Somos seres únicos, diferentes unos de otros, la comparación te generará
infelicidad. Eres único, posees debilidades, defectos, cualidades y fortalezas
que nadie posee. Tu cultura, tu educación, tus experiencias forman una
combinación única que te hace completamente diferente a los demás.
Aprende a decir lo que piensas
Nos callamos nuestras opiniones por el miedo al “qué dirán” o a las
reacciones de los demás, pero tu opinión es valiosa y debe ser expresada.
Además, si te la guardas ¿cómo te conocerán los demás?
Solo es necesario ser respetuoso y hablar con asertividad, de forma que los
demás nos escuchen sin ofenderse. A veces tus ideas serán distintas, pero
eso no supone que no deban ser expresadas.
“Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y
que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos
contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece
cargar en las espaldas con la responsabilidad de completar lo que nos falta”
-John Lennon-
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La autoestima es la danza del amor propio
La autoestima es la danza que realizan nuestros sentidos a la hora de
construir el rompecabezas de algo más grande, el amor propio.
Para entender qué es la autoestima tenemos que comprender que nuestra
mente funciona como un espejo. En ella se refleja todo aquello que captan
nuestros sentidos de una manera particular. Funciona como si todo aquello
que percibe -a través de ellos- fueran las piezas de un rompecabezas, que
tienen que encajar de alguna manera.
No solo eso, sino que se pone contenta cuando lo consigue y se puede
enfadar un poco cuando no lo hace. En este espejo tan especial también
tienen una imagen las personas que nos rodean y, por extensión, nosotros.
Esa imagen no es otra que nuestra autoestima.
Por eso, debemos entender la autoestima como la danza que realizan
nuestros sentidos a la hora de construir el puzzle de algo más grande, el
amor por uno mismo, por lo que se representa y dibuja con cada pequeño
movimiento que realizamos.
¿Por qué es importante la autoestima?
La respuesta es sencilla: porque la autoestima está presente en todo lo que
hacemos. Es como ese ingrediente fantasma y secreto que les añade el
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cocinero a todas las recetas, el mismo que le añadimos nosotros a todas
nuestras acciones. Así, la manera en la que nos vemos va a condicionar las
metas que elijamos o cómo tratemos a otras personas.
De modo que, si contamos con una autoestima baja, preferiremos metas
que estén claramente por debajo de nuestra capacidad de desempeño. Por
otro lado, mermará las posibilidades de salir de nuestra zona de confort,
lastando así nuestro potencial.
La baja autoestima también afectará a las relaciones que mantengamos
con los demás. Es una fuente de «falsa timidez» y una enorme zancadilla
para ser asertivos. Nos coloca en inferioridad frente a los demás y hace que
actuemos como tal.
Además, nos hará desarrollar pensamientos negativos. Seguro que has
presenciado alguna vez la siguiente escena: una persona recibe una
recompensa que merece y sin embargo puedes ver en sus ojos como piensa
que no es así. De esta manera, una imagen sesgada negativamente de
nosotros mismos nos impide disfrutar de lo que conseguimos y, por lo tanto,
celebrarlo como se merece.
¿Qué caracteriza a una sana autoestima?
Una autoestima sana es una imagen en gran parte expuesta. O sea, una
imagen poco protegida, pues no le hace falta resguardarse ya que sus
cimientos son fuertes. No necesita la coraza del retraimiento o la timidez,
tampoco el egocentrismo o el avasallamiento de los demás. No lleva un
vestido ceñido porque evoluciona y crece con nosotros.
Asimismo, una autoestima sana carece de la ceguera y la competitividad
que parte del egocentrismo. Es vulnerable para permitir que los sentimientos
lleguen a su propia esencia, para formar parte de su configuración.
Además, es justa, tanto con los fallos como con los aciertos, y tiene en
cuenta el valor de la intención.
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De ella parte el amor, la generosidad, la entrega, porque en ella está escrito
que también tenemos algo valioso que dar.
Algo que puede hacer mejor a una familia, a un grupo de amigos, a una
sociedad o al mundo entero.
Finalmente, como somos conscientes de este valor, nos permitimos recibir el
agradecimiento que nos envían o, incluso, premiarnos a nosotros mismos.
¿Cómo podemos conseguir una buena autoestima?
La relación que hemos descrito hasta este punto, con el resto de elementos
de nuestra vida, es bidireccional. Así, lo mismo que provoca una buena
autoestima es lo que ayuda a que esta crezca y se mantenga fuerte.
Elegir acertadamente los retos a los que elegimos enfrentarnos, de manera
que en el camino podamos potenciar fortalezas y limar nuestros puntos
débiles, puede ser uno de los primeros pasos.
La mayoría de estos desafíos no deben ser ni muy pequeños ni muy grandes,
deben pedirnos un esfuerzo, pero no el sacrificio de la mitad de nuestra vida.
Si pensamos que la consecución de nuestro objetivo o meta está muy lejana
en el tiempo, es bueno que nos pongamos pequeñas metas intermedias que
nos aporten la satisfacción de alcanzarlas.
Por otro lado, es bueno que lo compaginemos con actividades alternativas,
ya que serán una buena vía de escape temporal cuando venga algún
revés.
Por otro lado, muévete. Ponte salud y deja que el cuerpo se expanda y se
reconcilie con su naturaleza. Cuando lo hacemos es como si agitáramos el
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cuenco de nuestros pensamientos, utilizando la sencilla acción de la
gravedad para que se desenmarañen.
Por otro lado, y siguiendo con el ejercicio, convertirnos en unos obsesos de
nuestra imagen no nos va a ayudar.
Sin embargo, cuidarla y recibir la gratificación de tener un buen aspecto
exterior también puede echarle una mano a nuestra autoestima.
Nuestra imagen junto a la de los demás
Como dijimos al principio, en nuestra mente existe un mundo paralelo de
imágenes. Siguiendo este hilo, hemos visto como una imagen muy particular
de este montón tan singular y tan diverso es nuestra autoestima.
Este reflejo, la autoestima no solamente nos da una idea de quienes somos,
sino también de quienes somos frente a los demás; y aquí es donde viene la
paradoja, ya que son precisamente nuestros amigos, familiares, enemigos y
conocidos los que condicionan el ángulo con el que nos ponemos frente al
espejo.
Saber calibrar y dar la importancia necesaria a las opiniones que nos
aportan va a ser el último-y quizá el más importante- de los factores para
tener una buena autoestima. Así, elegir y ponderar muy bien la relevancia
del feedback exterior va a abonar el campo para que construyamos una
autoestima de raíces fuertes y piel vulnerable.
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No pierdas tu valor con una persona que no sabe lo que tiene
Es habitual que sintamos que perdemos nuestro valor ante personas que
queremos pero que, sin embargo, no están descuidando. Acabamos
creyéndonos que aquellas razones por las que no nos quieren siempre son
por defectos personales o, como se suele decir, «por nuestra manera de ser»
o «porque no encajamos».
O sea, acabamos por no otorgarnos valor en nuestro afán de tener
preguntas y respuestas para casi todo. Esta “pérdida de valor” como
consecuencia de la costumbre o de la rutina es una sensación muy habitual
en las relaciones de pareja. Se pierde la magia, el toque, las muestras de
afecto y así se destruye el amor.
Ahora, que sea habitual no quiere decir que no “nos hunda en la miseria
emocional”, que no nos afecte y no acabe con relaciones que lo prometían
todo y se quedaron en nada.
De todas maneras, sabiendo que esto sucede, es muy importante que
seamos conscientes de nuestros recursos para evitar el dolor.
“Es absolutamente necesario suicidarse cada cierto tiempo. Huir de uno
mismo, perderse, sentir el cuerpo vacío, agotado, dolorido. Mudar la piel,
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beber, tocar fondo y luego no recordar nada. Estar ausente de todo, para
después aferrarse a la vida. Reencontrarse. Y vestir de colores pastel, andar
a paso ligero y sonreír a los vecinos cuando te saludan en la escalera”
-Autor desconocido-
La dolorosa pérdida de valor ante los ojos de aquellos a los que queremos
La culpable de perder valor hacia aquellos que queremos es, sin duda, la
costumbre. Solemos acostumbrarnos a lo que tenemos y no apreciar lo que
supone en nuestra vida nuestra pareja, nuestro amigo o nuestro familiar.
Como consecuencia descuidamos e ignoramos el cuidado, el cariño y la
conquista diaria. Dejamos de lado las sonrisas, los buenos días, las caricias
entrelazadas con buenas palabras, la capacidad de sorprender… Todo.
Con el tiempo nos volvemos rutina, obligación e indiferencia y nos
convertimos en piedras frías, insensibles, inmóviles e inertes.
Puede que seamos amables con otras personas, que nos centremos en
nuestro trabajo, en nuevas aficiones, en el deporte, en otras amistades o
relaciones, etc. Pero frecuentemente olvidamos ser como debemos ser para
ESA PERSONA. Entonces el amor muere presa del ataque de la indiferencia y
de esa mala costumbre que mantenemos de no apreciar lo que tenemos.
La rutina es irremediable, pero eso no nos debe hacer perder valor
Se suele decir aquello de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”.
Nada más lejos de la realidad. Sí que sabemos lo que tenemos, lo que ocurre
es que no creemos que pueda llegar el día en el que lo perdamos todo.
Pensamos que esas PERSONAS siempre estarán ahí, que hemos aguantado
lo suficiente como para ganarnos el tiempo que nos queda junto con
nuestra pareja, que son malas etapas y feas costumbres y que, si algo va
mal, con el paso de los años del calendario mejorará.
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La cuestión es que ese día en el que se hace el milagro nunca parece llegar,
que todo sigue envolviéndonos en tormentas de desánimo, de negrura y de
desinterés.
Ahora, es probable que llegue el momento en el que uno de los dos
miembros de la relación acabe pensando (o, mejor dicho, sintiendo) que lo
que no se soluciona pasando de página se arreglará cambiando de
libro. Esto es perfectamente normal y comprensible, pues no podemos estar
toda la vida sometidos a una relación afectiva que está devorándonos por
dentro, acabando con nuestras expectativas y trampeando nuestras
necesidades.
No estamos hechos para conformarnos. Por eso, habitualmente, si
permanecemos mucho tiempo sumidos en una relación apagada que ha
sucumbido a la indiferencia y a la anhedonia, haremos de esta un “entierro
en vida” que empeorará nuestro intercambio emocional.
Estar juntos es mucho más que quererse. Por eso, para que un amor del tipo
que sea salga adelante, es imprescindible que haya un interés mutuo y que
se demuestre como tal. De lo contrario, la relación afectiva se convertirá en
un desgaste emocional para el miembro de la pareja que quiere, pero no
puede.
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No busques, permite que te encuentren
La vida es demasiado corta como para correr detrás de alguien que ni
siquiera camina por ti. No es necesario ir detrás cuando ya saben dónde
estás, cuando conocen tu hogar y saben de tus misterios. Por eso, no
busques, permite que te encuentren.
Lo cierto es que hay personas a las que no les importamos pero que, sin
embargo, a nosotros sí que nos importan. En estos casos puede resultarnos
difícil comprender la situación, pues el interés por los demás no habla el
lenguaje del egoísmo. Pero no busques algo que no te ofrecen, tampoco lo
mendigues.
Recuerda que tu número de teléfono está compuesto de los mismos dígitos
y que, en realidad, no existe la falta de tiempo, sino la falta de interés. Piensa
en que cuando alguien quiere o necesita de algo o de alguien es capaz de
remover cielo y tierra para compartir, aunque sea unos segundos.
El cariño no se suplica
No busques. Arrastrarnos y suplicar migajas de un cariño que no nos quieren
dar no es saludable ni a corto ni a largo plazo. Sin embargo, puede que
ciertas muestras nos lleguen a enternecer y que nos sirvan para buscar
motivos para seguir anclados en el deseo de que esa persona permanezca
en nuestra vida.
Si nos paramos a pensar, lo único que hacemos con esa actitud es prolongar
de manera innecesaria el sufrimiento emocional. Someternos a la voluntad
de los otros hace que nos convirtamos en marionetas de sus necesidades y
de sus antojos.
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En este sentido, como es obvio, hay cosas que pasan porque tienen que
pasar, pero hay otras que pasan cuando hacemos que pasen. No podemos
sentirnos libres ni ser felices si vivimos aferrados y atados a unas esperanzas
que manejan los demás.
No busques, deja que el viento se lleve lo innecesario de tu vida
Resulta complicado soltar o dejar marchar aquello que consideramos muy
nuestro, ya sean sentimientos o personas. Es decir, que a ciertas piedras que
cargamos sobre nuestra espalda nos une un sentimiento de identidad y
pertenencia que se fusiona con nuestro miedo a perder algo que creemos
tan intenso e importante.
Sin embargo, a pesar de que todo ese caos emocional nos ate a ciertas
personas, también acabamos cansándonos de que no nos valoren. Es
probable que cuando nos percatamos de esto nos sintamos algo egoístas,
lo cual es terrible para nuestra salud emocional.
Sentir que si no aguantamos un poco más una situación o a ciertas personas
estamos fracasando es algo asombrosamente común. El fundamento de
este sentimiento es el miedo que nos da enfrentarnos con el vacío que la
pérdida genera.
Dicho de otra manera, sentimos que si dejamos de sacrificarnos perdemos
la oportunidad de construir parte de la historia emocional de nuestra vida.
Sin embargo, lo que realmente estamos haciendo es comportarnos de la
manera más cruel posible con nosotros mismos, con nuestras expectativas
y con nuestros deseos.
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El camino de ida hacia la libertad emocional está construido a partir de las
piedras que vamos soltando; es decir, de sentimientos y personas tóxicas de
las que nos vamos deshaciendo.
Soltar es la única manera de dejar hueco a nuestras fortalezas, de asumir
nuestros errores y de conseguir manifestar nuestras intenciones y nuestro
compromiso. De esta forma evitamos que lo negativo le reste espacio a lo
positivo, consiguiendo incrementar nuestro entusiasmo por la vida y nuestro
bienestar.
No es más fuerte quien más soporta,
sino quien es más capaz de «soltar»
Si no te trae alegría a tu vida… SUELTA
Si no te ilumina ni te construye… SUELTA
Si permanece, pero no crece… SUELTA
Si te procura seguridad y así te evita el esfuerzo de desarrollarte…
SUELTA
Si no brinda reconocimiento a tus talentos… SUELTA
Si no acaricia tu ser… SUELTA
Si no impulsa tu despegue… SUELTA
Si dice, pero no hace… SUELTA
Si no hay un lugar en su vida para ti… SUELTA
Si intenta cambiarte… SUELTA
Si se impone el `yo´… SUELTA
Si son más los desencuentros que los encuentros… SUELTA
Si simplemente no suma a tu vida… SUELTA
SUÉLTATE…la caída será mucho menos dolorosa que el dolor de mantenerte
aferrado a lo que pudo ser, pero no es. Como dice el dicho, es mejor caerse
que estar colgando… autor desconocido.
No busques ni vayas detrás de lo que no quieren darte, suéltalo…
Pero mantente abierto a la posibilidad de que te encuentren aquellos que si
quieren forman parte de tu vida de una manera sana. No busques, permite
que te encuentren…
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Un amor que se mendiga no es amor
El amor que se mendiga no es amor, es falta de dignidad y de respeto hacia
uno mismo. Porque cuando amas a alguien, le cuidas y le evitas dolor si así
lo puedes hacer, pero no lo provocas ni lo creas.
Por eso, si no te cuidas de aquellos “falsos amores”, si no te evitas dolor, no
te estás amando. En este sentido, hacerlo es el primer paso para vivir el amor
en plenitud, para no caer en la manipulación, el maltrato o la victimización.
Probablemente en esa situación pensemos y sintamos que el sufrimiento es
inevitable, pero no es cierto.
Cualquier ser humano es capaz de superarse a sí mismo, de imposibilitar que
se aprovechen de sus sentimientos y de valorar cómo una relación no nos
merece porque no nos ofrece dicha, gozo ni crecimiento alguno.
El duelo por amar a quien no te ama
Darse cuenta y despedirse de un amor que no nos ama y que no nos
muestra atención o cariño requiere que respetemos nuestro tiempo
de duelo. Un duelo que requiere en sí mismo un espacio para la
comprensión de lo que nos ha sucedido.
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El duelo por amor necesita reflexión y superación, pues la angustia de
darnos cuenta de que alguien no nos ama nos hace sentir que algo nos
devora por dentro. Sentimos que ese “no amor” ha traicionado nuestros
sentimientos y se ha reído de nuestra capacidad de amar.
Hay que permitirse tiempo para enfadarse, para negar la realidad, para
fantasear. También para horrorizarse, para venirse abajo, para desconocer
y conocer las partes que se nos han roto y las que siguen intactas, para
recomponer los sentimientos encontrados, etc.
Todo esto es indispensable para amarnos, para sentirnos importantes y
valorarnos. Al fin y al cabo, cuando se deja un “no amor” atrás comienza un
proceso de libertad emocional que se enmarca en el bienestar por el adiós
al dolor.
La falta de interés mata el cariño
El amor se debe demostrar, no mendigar. Hacerlo es someter a nuestra
capacidad de amar al peor de los verdugos: la indiferencia. La indiferencia
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vive del desequilibrio en una relación y se sostiene gracias a la debilidad de
los cimientos.
No hay nada mejor que las muestras de desinterés continuadas para
comenzar a abrir los ojos cuando nos sentíamos obligados a cerrarlos.
Entonces nos damos cuenta de que no todo “amor” es amor de verdad,
que no siempre el “querer” obtiene reciprocidad y que para ser felices
en pareja hace falta que ambos miembros se rían juntos, sean cómplices y
buenos amantes.
Solo en ausencia de mentiras, de excusas y de desinterés puede crearse un
amor que en esencia base su libertad en conductas saludables y no en
sometimientos. Nos merece aquella relación que, teniendo la libertad de
elegir, sea cercana, se base en el aprecio, en el tiempo compartido y en los
pensamientos de mutuo cariño. Es necesario nutrir nuestra autoestima,
querernos bien
Nadie puede hacerte infeliz sin tu consentimiento. Para construir una
relación de pareja feliz hay que importarse, quererse y valorarse. Es decir,
debemos demostrarnos que nos queremos cada día.
Una vez que consigamos esto estaremos en disposición de no buscar a
quien no nos extrañe y no muestre interés, no entregarnos al verdugo
emocional de la indiferencia que nos pretende doblegar con mensajes
ignorados o silencios infundados.
Da igual los amores que nos decepcionen, da igual que sintamos que
estamos al lado del amor de nuestra vida o que no creamos en los amores
eternos. El amor verdadero e indispensable es el amor por uno mismo y será
a partir de este sentimiento que podamos separar y hacer valer lo que
merecemos y lo que no merecemos. Imágenes cortesía de Benjamin Lacombe
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8 cosas que debes saber del amor verdadero
El amor verdadero es respeto, afecto, compromiso y equilibrio.
Regala libertad en lugar de posesión, bienestar en lugar de
sufrimiento. ¡Descúbrelo!
Decían los Beatles en su famosa canción aquello de All You Need Is Love
(todo lo que necesitas es amor). Ahora bien ¿qué tipo de amor es el que
debemos buscar? Sabemos que no nos vale cualquiera, y que en este arte
del querer hay que tener cabeza para no nutrirnos solo de
decepciones. Todos ansiamos de algún modo un amor verdadero. Saber
qué lo define es sin duda un primer paso.
Por curioso que resulte, los terapeutas de pareja se encuentran muy a
menudo con este mismo dilema: el tener que explicar a sus pacientes qué
es eso a lo que llamamos «amor verdadero». Cabe decir también que cada
vez que iniciamos una relación nos decimos a nosotros mismos que lo hemos
encontrado. Nos embarga la ilusión, la pasión y todo ese torrente de
neurotransmisores dotándonos de un sinfín de intensas emociones. Sin
embargo, al cabo del tiempo acontece algo que pone en duda esa
primera afirmación. No, no era nuestro amor verdadero.
Uno no puede decir que ama al otro hasta que no se conocen sus demonios,
su ira, su enfado y sus contradicciones. Hace falta amar de verdad para
comprender que en una relación no todo es belleza, sino que también hay
caos y, junto a él, dinamita.
La investigación científica nos dice que hay muchos tipos de amor.
Tenemos el amor romántico,
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el posesivo,
el amor ágape,
el que se basa solo en la atracción,
el que se basa en la amistad,
el que cultiva la intimidad…
Sin embargo, definir con exactitud cómo es el amor verdadero no
siempre es fácil. En cierto modo sería un amor ágape, ese que se basa
en la madurez y la comprensión, ese donde además existe una
trascendencia, un compromiso auténtico y firme… Veamos todas sus
características.
1. El amor verdadero parte primero del amor propio
A menudo lo hacemos: nos enamoramos del amor. Tendemos a alimentar
un ideal, ese que durante generaciones nos ha transmitido la imagen del
amor romántico. Sin embargo, no debemos equivocarnos. Este concepto,
este esquema relacional deriva en auténticos suicidios emocionales,
pérdidas de autoestimas y relaciones dependientes.
Para amar sin dependencia ni necesidad, hace falta valorarnos a nosotros
mismos primero. Por tanto, no olvidemos lo siguiente, para decir “te quiero”
primero debes saber decir “me quiero”. El amor propio y el conocimiento de
uno mismo son las claves para generar relaciones saludables.
En resumen, para encontrar a la persona adecuada, para dar con ese amor
verdadero, también debemos prepararnos nosotros para una relación. Esto
exige un trabajo interior que puede resultar costoso pero que, sin embargo,
tendrá grandes beneficios.
«Si el amor fuera un árbol, las raíces serían tu amor propio. Cuanto más te
quieras, más frutas dará tu amor a los demás y más sostenible será en el
tiempo». -Walter Riso-
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2. Amar es querer sin condiciones
Es normal que no nos guste todo de nuestra pareja. Sin embargo, las
diferencias hacen más hermoso el amor, y su vez, lo complementan.
Si nos limitamos a amar solo aquello que nos gusta de la otra persona,
tendremos una relación incompleta. Si nos focalizamos en idealizar al otro,
viviremos en una mentira.
Todo ese cariño no se podrá sostener por mucho tiempo. Por tanto, abramos
los ojos y aceptemos a la otra persona con todos sus matices, sus defectos,
virtudes, errores, grandezas, luces, sombras…
3. Amar no es necesitar, es preferir.
La dependencia y el amor están tan reñidos que, si les obligamos a coexistir,
se destruyen. Nadie en la vida tiene la responsabilidad de completar lo que
nos falta. Por eso preferir en vez de necesitar tiene como consecuencia
directa otorgarle más valor a la persona que queremos, pues la valoraremos
por quién es y no por lo que nos aporta.
La resolución de este punto está muy ligada al primero; es decir,
necesitamos trabajarnos y cuidarnos a nosotros mismos para no caer en
la “necesidad” de que alguien tape nuestras heridas y elimine nuestras
carencias. Por eso, la clave del amor verdadero está en nosotros mismos.
4. Ser la pareja perfecta no significa no tener problemas, sino saber
solucionarlos.
El amor verdadero no está exento de problemas. La armonía no siempre es
perfecta, ni se es inmune a las dificultades. A veces caemos en ese mismo
error: creer que para que el amor funcione no deben existir las discusiones,
las diferencias, los retos. Sin embargo, debemos tenerlo claro,
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la pareja perfecta en realidad es aquella capaz de resolver los problemas a
través del respeto, del compromiso y de la estabilidad. Es no coincidir en
todo, pero disponer de unos mismos valores donde trabajar en conjunto,
por un mismo proyecto aceptando las diferencias.
5. El amor verdadero no crece de la nada, se construye.
Para construir el amor es necesario formar un equipo y establecer las normas
del juego. Para poder saltar a esa cancha relacional y afectiva deberíamos
saber que son necesarias la comunicación, la escucha sincera y empática,
los diálogos abiertos y la eliminación de pretensiones.
El amor se construirá con los cimientos del apoyo, del reconocimiento y del
cariño verdadero. A través de estas premisas construiremos algo mejor que
un amor: una complicidad.
6. Para amar de manera plena debes establecer tus límites emocionales.
Una relación sana no está fundamentada en juegos de poder ni en
condiciones, sino que se basa en propósitos conjuntos, equilibrados y
saludables. Así, deberíamos deshacernos de la idea del sacrificio ligado al
amor.
Hay ciertas cosas que no debemos tolerar como son el abuso, el engaño, la
manipulación emocional, el maltrato o la violación de nuestros valores.
Todos ellos se fundamentan en la falta de respeto y la falta de amor, por lo
que rechazarlo significa no sobrepasar nuestros límites emocionales.
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7. Al verdadero amor no se le conoce por lo que exige, sino por lo que
ofrece.
El amor no es control ni exigencia, es libertad y confianza. A pesar de esto,
la esclavitud emocional es mucho más común de lo que nos gustaría
reconocer; de hecho, es más que habitual encontrarnos con ideas erróneas
en cuanto al compromiso y la pareja.
Por eso, es necesario eliminar victimismos y reproches que pretenden
justificar malas acciones o malas palabras. Este tipo de comportamientos
nos mantienen atrapados en una espiral negativa que nutre nuestra relación
de oscuridad, desconfianza y falsas expectativas.
Del mismo modo, si por estar al lado de alguien tienes que sacrificar parte
de ti y de tu vida, entonces ese amor te está mermando. El amor se basa en
el respeto y en el crecimiento individual de cada uno de los miembros de la
pareja.
8. Si el amor te aprieta, no es tu talla.
Si el amor duele, significa que no es amor, que estamos confundiendo
sentimientos y que nos estamos haciendo daño a nosotros mismos.
Es decir, si percibimos que nos estamos ahogando ¿no es ya el momento de
salir del agua? No somos nosotros los que debemos cambiar para encajar
con nuestra pareja, no es uno mismo quien está obligado a caber en cada
expectativa, a callar cada ofensa, a cerrar los ojos a cada desilusión. En el
caso de que la relación suponga angustia, lo mejor es dejarla ir.
Si un miembro de la pareja veta una parte del otro, es hora de decir adiós y
dejar marchar. Debemos ser capaces de restablecer prioridades, de
salvaguardar nuestra dignidad.
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Para concluir, buscar y encontrar una pareja puede ser más fácil de lo que
pensamos. Sin embargo, el amor verdadero no solo se encuentra, sino que
se trabaja cada día para hacer de ese hallazgo un proyecto, de ese amor
una seguridad y una ilusión con la que crecer como personas haciendo
equipo, dando forma a la felicidad.
¿Cuál es el secreto de las relaciones felices?
Nuestra verdadera misión en este mundo es expandir nuestra capacidad de
amar, tanto a nosotros mismos como a los demás, obteniendo así relaciones
felices.
¿No es curiosa la humanidad? Hay tanta gente que se pasa la vida en una
loca carrera contra el reloj, inmersos en la rutina, ocupados haciendo miles
de cosas, y en el tiempo libre, se distraen frente al televisor, conectados a
Facebook o rodeados de gente, ruido y embotados por el alcohol o las
drogas. Sin embargo, no se preocupan por tener relaciones felices.
Vivimos la mayor parte del tiempo en automático, acelerados por la
acumulación de tareas pendientes, casi sin prestarnos atención. En esta
vorágine de hacer y no ser, se pierde lo esencial, que no está afuera, sino
adentro. Hemos aprendido a olvidarnos de nosotros mismos.
El miedo a nuestras emociones más íntimas
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La soledad puede ser aterradora para algunas personas, quienes, con tal de
estar acompañadas, sacrifican la calidad de las relaciones. Este miedo a la
soledad muchas veces refleja que, en el fondo, existe el miedo de entrar en
contacto con las más íntimas emociones, las cuales pueden ser
desagradables o dolorosas. Es preferible, entonces, distraerse o
adormecerse con cosas externas…
Pero si las necesidades emocionales no son escuchadas y atendidas, si no
nos aceptamos a nosotros mismos incondicionalmente con nuestras
debilidades y fortalezas, andaremos por la vida usando una máscara,
pretendiendo ser lo que no somos para buscar en los demás la aceptación
que nosotros mismos nos negamos. Así es imposible tener relaciones felices.
El ser humano no nace siendo un zombi emocional
Los bebés no juzgan sus emociones, simplemente las sienten y las expresan.
Puede ocurrir que, durante el proceso de socialización, el niño sea ignorado,
herido, ridiculizado o abusado. Ante esto, el único recurso que tiene es
enterrar en el inconsciente el dolor que experimenta, porque aún depende
de los demás para sentirse digno de amor y de respeto.
Al llegar a la edad adulta, es imperativo asumir la responsabilidad por la
salud emocional y ocuparse de sanar las heridas y de llenar las carencias
del niño interno. De lo contrario, vivirá con un vacío interno que tratará de
llenar en vano con relaciones superficiales.
Amarnos a nosotros mismos
para poder tener relaciones felices
Nuestra tarea primordial, entonces, es aprender a ver, amar y valorar lo más
precioso que tenemos, que es nuestra esencia. Mientras más aprendemos
a amarnos a nosotros mismos, mayor es el deseo de compartir nuestro amor
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con los demás, porque el amor auténtico es expansivo por naturaleza. En
eso se basan las relaciones felices. En un amor auténtico que nace de
nosotros mismos.
Esta onda expansiva es imparable, y es entonces inevitable querer
compartir este amor con los demás, pero no ya desde el vacío y la máscara,
sino desde la plenitud y la autenticidad. Desde lo más profundo de nuestro
interior, desde nuestra esencia.
La razón de ser de las relaciones felices es aprender, crecer, amar, divertirse
y disfrutar de la mutua compañía. Porque al fin de cuentas, nuestra
verdadera misión en este mundo es expandir nuestra capacidad de amar,
tanto a nosotros mismos como a los demás. Cuando comprendemos y
vivimos en función de esa misión, descubrimos que amar auténtica e
incondicionalmente es el mayor tesoro que podemos encontrar.
No hay lujo, placer, ni logros, ni posesiones, ni riquezas que puedan sustituir
la plenitud que produce el verdadero amor incondicional.
Pero tenemos que empezar por amarnos y aceptarnos a nosotros
mismos. Amarse a uno mismo provee a cada miembro de la pareja de la
seguridad y la confianza que suele buscarse en el otro. Pero, en vez de tratar
de obtener amor del otro, y hasta de exigirlo, comparten el amor que tienen
por sí mismos con su pareja. Irónicamente, le están dando al otro lo que
siempre han querido de éste, pero que antes no eran capaces de dar.
El autoabandono y el autorechazo son unas de las mayores causas del
fracaso de las parejas, y aprender a amarse a sí mismo realmente ayuda a
sanar las relaciones. Amar es lo más maravilloso que hay, pero no se puede
dar lo que no se tiene. Hasta que no aprendemos a amarnos a nosotros
mismos, no se puede amar al otro. ¿Estás preparado para cultivar relaciones
felices?
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Las relaciones son el espejo en el que nos vemos a nosotros mismos
El mundo de las relaciones humanas irremediablemente nos interesa y nos
afecta, no podemos permanecer indiferentes a este hecho...
Vamos aprendiendo a descubrir quiénes somos a través de los ojos de los
demás, y cada persona que conocemos durante el transcurso de nuestras
vidas nos puede aportar algo diferente.
¿Permaneces abierto a la posibilidad de que cualquier persona puede
aportarte algo importante en tu vida?
Dependiendo de nuestra apertura, esto será más o menos cierto, lo
importante es reconocer que cada persona tiene este potencial en nuestras
vidas, al igual que nosotros en la vida de los demás. Estar atentos a esta
posibilidad y aprovecharla ya depende de cada cual.
“El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias
químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman.”-Carl Gustav Jung-
Las relaciones como oportunidad de aprendizaje
Cada relación que vivimos es potencialmente importante. Cualquier
encuentro que tengamos puede hacernos descubrir muchas cosas acerca
de nosotros mismos. Ya sea en nuestras relaciones de pareja, con familiares,
con nuestras amistades, relaciones esporádicas y relaciones de trabajo.
Cualquier tipo de relación puede tener un impacto en nosotros.
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Toda relación se convierte en una oportunidad para comprobar cómo
reaccionamos ante cada persona; cómo nos comunicamos, qué sentimos,
qué nos produce malestar; qué conductas nos agradan, cuáles nos
producen rabia y enfado, etc.
Todas nuestras reacciones en los vínculos que creamos tienen que ver con
un aspecto nuestro, muchas veces inconsciente, que no conocemos o
incluso rechazamos
Cuando ponemos el foco de atención en la otra persona con respecto a
cómo nos sentimos estamos perdiendo una valiosa perspectiva. No es la
otra persona la que me ha generado esta emoción, si no que he sido yo el
que ha tenido esta reacción frente a su conducta, lo cual puedo indagar y
ver de dónde proviene; como una oportunidad para saber qué tiene esto
que ver en mi vida.
Reaccionar así supone ser muy consciente de que no es la otra persona
quien provoca rabia, malestar o tristeza en mí, tampoco la que me genera
felicidad, alegría o entusiasmo. Todo el repertorio de emociones, ya sean
agradables o desagradables, las generamos nosotros mismos a través del
vínculo. Son respuestas que emitimos con respecto a nuestra experiencia y
sistema de creencias.
La relación como espejo de mí mismo
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Existen muchos sentimientos, deseos, intenciones que por ciertos motivos
nos avergüenzan y rechazamos de lleno. Son partes de nosotros que no
estamos dispuestos a ver; y para defendernos de esto utilizamos
la proyección. Proyectamos en otras personas lo que no estamos dispuestos
a ver en nosotros.
“Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros
mismos.” -Carl Gustav Jung-
Tenemos reacciones emocionales que activan la proyección, y pueden ser
tanto positivas como negativas.
En las positivas te estás reflejando en la otra persona con una parte que te
gusta de ti, que valoras y aprecias y de la cual no eres consciente.
En las negativas estás reflejando algo que te censuras, una parte de ti que
no te gusta, haciendo todo lo posible por reconocerla, lo que supone un
conflicto interno que interfiere en las relaciones.
Siempre es interesante reconocer nuestras proyecciones porque vemos
cómo nuestras actitudes e impresiones hacia las personas y el mundo que
nos rodea son esencialmente las ideas rechazadas que albergamos hacia
nosotros mismos.
Las relaciones que mantienes dicen mucho de ti
Donde menos esperamos encontrar, resulta que cualquier persona puede
proporcionarnos un gran amor, una hermosa compañía e importantes
aprendizajes. Nos volvemos exigentes esperando a que esto nos llegue del
exterior, sin embargo, es una cuestión interna. Todo lo que es significativo
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para nuestras vidas aparece cuando estamos en disposición de poder
albergarlo.
“Suele ocurrir a menudo que precisamente las personas con las que
tenemos relación son las que mejor que nadie puede incitarnos a poner en
juego todos nuestros recursos. Por frustrantes que sean, tal vez sean
justamente las que necesitamos: la persona ‘menos adecuada’ suele ser
nuestro mejor maestro.” -Elisabeth Kübler-Ross-
La integridad, entereza y estabilidad no nos la puede ofrecer nadie, y no es
justo que carguemos a los demás con esa responsabilidad. Todo esto
procede de nuestro interior, y es facilitado a través de las relaciones que
mantenemos.
el amor y las relaciones
Mucho se habla y se ha hablado sobre el amor a lo largo de nuestra
existencia. Y aunque parece que tiene múltiples definiciones, la cuestión es
que más allá de su contenido, el amor es algo que se siente, por lo que poco
pueden hacer las palabras para describirlo…
Hay amores románticos, amores salvajes, amores fugaces, amores eternos…
Amores verdaderos. Todo depende de cómo las personas que se
encuentran bajo sus efectos experimentan su fuego, todo depende de
cómo esas personas se comprometan para construirlo… ¿construirlo?
Sí, construirlo porque el amor nace de repente, pero mantenerlo es una tarea
de construcción de dos personas que se comprometen a seguir bajos sus
efectos, creciendo personalmente y en conjunto.
Un amor, un encuentro
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Puede que quizás te haya que encontrases de repente, a primera vista, el
amor. O puede, que quizás este sentimiento haya sido el fruto de un
nacimiento lento entre la otra persona y tú a lo largo del tiempo…
La cuestión es, que sea como sea, vuestro amor se ha ido fortaleciendo en
cada encuentro que habéis tenido. Las primeras veces desbordaban de
emoción y entusiasmo, presos del enamoramiento, vuestro único aliciente
era “volver a veros”, donde unas horas se hacían eternas hasta el próximo
encuentro.
Pero poco a poco, esas emociones desmesuradas, comenzaron a calmarse
para fortalecer algo más sólido, sin envoltorios, ni artificios: un amor
verdadero, auténtico. Esa cotidianidad gustosa y enriquecedora, que en
ocasiones, también muestra sus altibajos, pero que a pesar de ellos lo que
prima es el deseo de estar juntos.
El secreto del amor
Ahora bien, no habéis llegado hasta aquí simplemente por la fuerza de este
sentimiento y su poderosa magia. Vosotros sois partícipes de vuestra
relación mucho más de lo que quizás pensáis… Vosotros habéis crecido
juntos fortaleciendo vuestra relación, gracias al secreto del amor.
¿Y cuál es el secreto del amor? La sabiduría de que vuestra relación se siga
manteniendo está implícita en cada uno de vosotros y por lo tanto en eso
que habéis construido, vuestra relación.
“Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender.” -Francoise Sagan-
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El amor y la construcción de una relación
El secreto de que el amor auténtico perdure y siga vivo se encuentra en
vuestro esfuerzo, en la dedicación para construir paso a paso, momento a
momento vuestra relación; en las ganas, en la apuesta de estar juntos a
pesar de las tormentas y servir de apoyo al otro en sus momentos más
oscuros o necesitados, de saborear los momentos de felicidad juntos…
Vuestro amor se erige en la apuesta por seguir creciendo juntos bajo su
influencia, siendo vosotros mismos los constructores de vuestra relación con
mucho empeño y por supuesto, sentimientos.
Porque la magia de los primeros encuentros, a pesar de ser preciosa y
radiante, repleta de pasión y sentimientos que nos desbordan, no es
suficiente para dar paso a una relación auténtica y saludable, porque
puede desvanecerse con el tiempo.
En el amor, se apuesta por el mismo objetivo
Ahora que sabes cuál es el secreto del amor y la construcción de una
relación. No podemos olvidarnos de mencionar otro aspecto importante a
tener en cuenta: en el amor, se apuesta por el mismo objetivo.
Aunque cada uno de nosotros, tenga sus gustos y peculiaridades, sus
valores, su forma de trabajar y su forma de ser y por supuesto, aunque
tengamos una relación, la individualidad de cada uno hay que respetarla.
Lo cierto es que en el amor se apuesta por el mismo objetivo: la relación.
“Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección.”
-Antonine de Saint-Exupery-
Esto quiere decir que además de respetar la intimidad de cada miembro de
la pareja en una relación, tiene que haber un estar de acuerdo con hacia
dónde nos dirigimos. Pues no podemos crecer juntos si nuestros caminos,
deseos o visiones no tienen algún punto en común.
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Y en eso radica la sabiduría de una relación, en saber ser uno mismo cuando
somos dos para construir el amor apostando por el mismo objetivo: la
relación.
Las 6 etapas de las relaciones de pareja
Existen 6 etapas de las relaciones de pareja que se suceden una tras otra.
Identifica dónde se encuentra tu relación de pareja
Las relaciones de pareja crecen, evolucionan y cambian, en función de
unas etapas bien diferenciadas y definidas. Esto explica por qué no sentimos
lo mismo cuando han pasado unos años de relación que cuando nos
conocimos.
Conocer estas etapas de las relaciones de pareja nos aporta seguridad y
tranquilidad en la forma de enfocar las diferencias, así como para resolver
los conflictos o sentimientos encontrados.
Así como las personas cambiamos, aprendemos, crecemos y maduramos,
también ocurre con las relaciones de pareja, e identificarlo nos ayudará a
disfrutar plenamente de la relación con la persona elegida para compartir
nuestra vida. Las diferentes etapas de las relaciones de pareja son las
siguientes.
«Recuerda que para empezar una nueva etapa tienes que cerrar otra. No
tengas miedo a decir adiós. Es parte de la vida» -Anónimo-
1. Enamoramiento
El enamoramiento es una de las etapas de las relaciones de pareja llena de
emociones intensas, “mariposas en el estómago” y fuertes deseos de
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permanecer junto a la persona enamorada. El deseo y la pasión, con o sin
actividad sexual, se convierten en los ingredientes principales de esta etapa,
que hacen aflorar una intensa fantasía y creatividad, con la que sorprender
a la otra persona.
En el enamoramiento toda la atención está puesta en los aspectos
comunes que comparten los enamorados. Por tanto, el entendimiento y la
comprensión están presentes en sus encuentros, sin percibir apenas los
aspectos que los diferencian como personas distintas.
Debido a la magia del momento, y de los encuentros deseados, se tienden
a evitar las discusiones y los conflictos. Por lo tanto, el comienzo en las
relaciones de pareja, es con una etapa especial y apasionante, de
descubrimiento del otro, lo cual querríamos que no se acabase nunca.
2. Conocimiento
En esta segunda de las etapas de las relaciones de
pareja, el enamoramiento da paso al conocimiento más profundo e íntimo
de la otra persona. Y necesariamente, al descubrimiento de las diferencias
y peculiaridades de ambos…
Cada persona, única y singular, empieza a mostrarse como es realmente,
en su totalidad y autonomía. Cada persona empieza a compartir sus
experiencias y vivencias personales. Ya no hay tanta idealización, sino que
el encuentro comienza a ser más real.
“Recuerda que el más grande amor y los más grandes logros conllevan
mayores riesgos -Anónimo-
3. Convivencia
La pareja se establece como tal, tras un periodo de conocimiento de
ambos, donde la atención principalmente ha estado en la proyección de
una vida en común y en proyectos. Se decide a compartir una vida, desde
la convivencia y el hogar elegido por ambos.
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La actividad sexual desciende, debido a la rutina, las responsabilidades y
las cargas. El amor de la pareja se expresa de forma más afectiva,
respetuosa y en forma de apoyo y entendimiento por una vida en común.
Pueden surgir diferencias en la forma de resolver los conflictos y será
necesaria la búsqueda de acuerdos y negociaciones.
4. Autoafirmación
Tras un tiempo de convivencia, de desear compartir todo, surgen las
necesidades individuales, y la defensa de las mismas. Es el momento de
plantearse hacer actividades por separado, respetando el vínculo y
compromiso establecido en la pareja. En esta etapa pueden surgir conflictos
debido a crisis personales no resueltas.
Es como un reencuentro con uno mismo tras haber estado una temporada
centrados en el otro y en la relación de pareja. Al surgir de nuevo las
necesidades individuales, cada uno de los miembros de la pareja, decide
centrarse en sí mismo, al menos durante algunos momentos.
5. Crecimiento
Llegados hasta aquí, la pareja decide profundizar en su relación, que se
torna más madura y estable. Es el momento de tomar decisiones como la
de llevar a cabo proyectos en común como tener familia.
Es una etapa donde aparece de nuevo la ilusión, la emoción y el
entusiasmo por compartir lo que ambos han decidido crear. Por seguir
construyendo entre los dos su futuro y proyecto de vida juntos.
“El amor son dos almas que se ven a través de los cuerpos” -Anónimo-
6. Adaptación
La vida sigue, y se dan los cambios, si la pareja se adapta a éstos, se
consolida y madura. Es un momento para la pareja de consolidación o
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ruptura, ya que se cuestionan la escala de valores personales y la
compartida. Surgen nuevos intereses debido a los cambios, como la
independencia de los hijos, la jubilación, enfermedades, etc.
Puede ser una de las etapas de relaciones de pareja de re-encuentro, ya
que las exigencias, responsabilidades y cargas de la vida son menores, y
podemos volver a centrarnos en la pareja, para compartir nuevos proyectos,
como fue en el principio de la relación.
¿Has pasado por todas estas etapas de las relaciones de pareja?
conclusión
Frecuentemente los psicólogos nos encontramos con un problema
relacional prototípico.
El paciente hombre o mujer siente y expresa miedo, inseguridad y
preocupación intensa por perder a la persona amada.
Esta preocupación desemboca en ideas obsesivas y ansiedad que, en
casos extremos, afectan de forma notoria a las actividades de la vida diaria
de la persona.
Esta angustia generada por el miedo infundado a la pérdida del ser querido
ocupa la casi totalidad de la actividad mental del individuo,
comprometiendo así los principales recursos y procesos cognitivos tales
como la atención, la memoria, la comprensión, el flujo del pensamiento, la
concentración y el aprendizaje.
Por tanto, el rendimiento tanto académico como laboral sufre una
considerable merma o disminución.
Lo característico en este tipo de trastorno relacional es que la angustia y
ansiedad no se mitiguen con el razonamiento lógico de su pareja, dado que
el propio sujeto encuentra indicios subjetivos que alimentan la creencia
irracional o temor.
Paradójicamente la insistencia, la Perseveración en estos miedos, dudas y
temores conducen casi irremediablemente al hastío de la pareja
sentimental y frecuentemente dan lugar a la ruptura de la misma, es lo que
se conoce en psicología "la profecía autocumplida", es decir cuando una
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persona movida por un temor actúa inconscientemente para que dicha
situación temida se produzca. Por eso Job en la biblia cita: “Lo que temía
me sobrevino y lo que me espantaba me alcanzo”.
Por otro lado, la ley Universal de la atracción y la repulsión, nos enseña que
atraemos lo que somos, y rechazamos o alejamos lo que repudiamos, po lo
tanto si nos convertimos y le damos fuerza al miedo a perder la persona en
cuestión, entonces atraeremos esa perdida irremediablemente.
Si repudiamos algunas actitudes de la pareja por miedo e inseguridad,
entonces le damos lugar a la repulsión, donde el desagrado y el rechazo
terminaran destruyendo la relación.
Sin duda el sufrimiento emocional de estas personas es muy intenso e incluso
puede desembocar en conductas autolesiva, de riesgo o en los casos más
graves de suicidio. Únicamente el sufrimiento cede cuando otra persona
ocupa el lugar de la persona amada.
La base o cusas de este comportamiento que se ha venido a conocer en la
literatura científica como "dependencia emocional". Lo podemos encontrar
en los siguientes aspectos:
La autoestima inadecuada.
la falta de afecto en la infancia,
los estilos educativos disfuncionales,
los vínculos con las figuras parentales inseguros, ambivalentes (amor-
odio), (agrado-desagrado).
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fin
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