-Llama a la Señora López.
Jonathan la miró y se dio cuenta de que tenía la herida en la espalda. Entrecerró los ojos y s
e dispuso a curarla cuando de pronto se dio cuenta de que había perdido la compostura ante
s de levantarse para convocar a María.
Ivonne suspiró. Hacía tres años que no pisaba aquella habitación y era la primera vez que es
taba allí, miró a su alrededor y se fijó en las cortinas y las sábanas del mismo tema de color
negro. «Parece tener debilidad por el color negro».
Capítulo 41 Merienda nocturna
-
No me extraña que sea un bicho raro, María entró corriendo para encontrar su herida que ca
si tenía costras de tanta sangre derramada. Le untó con gel antiséptico a la herida con ternur
a.
-Antes estabas bien. ¿Cómo se agravo tanto tu herida?
-
Todo fue por culpa de este hombre que no sabía cómo actuar y me confundió con un ladrón
, casi me cuesta la vida.
-Creo que esto va a dejar una cicatriz, Señora Landeros…
La forma más fácil de que quedara una cicatriz era que la piel se abriera cuando estaba casi
curada,
-No hay problema. No pasa nada. -
A Ivonne no le importó mucho. Después de todo, no podía ver su espalda.
Su mirada se posó en Jonathan, que quería entrar, entonces de inmediato le bajó la camisa.
-¡Señor Landeros! -
María miró a Jonathan antes de tomar rápido el material médico y salir corriendo, dejando a
los dos solos en la habitación una vez más un instante después.
Ivonne se enderezó la camisa y miró hacia afuera, al cielo oscuro como la tinta. «Parece qu
e se avecina una tormenta. Debo volver a casa rápido».
Tomó su bolso y se apresuró a salir.
-¿Te vas a ir, así como así? -
preguntó Jonathan cuando pasó a su lado, ella de pronto se paralizó al escuchar sus palabras
y lo miró perpleja.
Jonathan sonrió.
-Tu ropa. -
Ivonne bajó la mirada hacia su camisa, de forma inicial era blanca, pero la camisa se había
manchado de sangre a causa de la grave herida, sin embargo, ella no tenía un juego fresco e
n la Residencia
Landeros.
-Buscaré a la Señora López,
En un principio tenía la intención de pedir prestada una camisa sólo para hacer frente a su c
risis más inmediata, pero después de llegar abajo con una muda nueva, descubrió que ya go
teaba con tal intensidad que era suficiente para ahogar a una persona.
-
Hay un huracán ahí afuera, Señora Landeros. La carretera de adelante se derrumbó y todas l
as demás están bloqueadas. Ni siquiera sabemos cómo es allá afuera. Puede que tenga que p
asar la noche -dijo María a Ivonne después de responder a una llamada telefónica.
«¿Huracán? ¿Colapso?», Ivonne observaba a través de las altas ventanas la tormenta que se
desplegaba capaz de arrastrarla, la previsión meteorológica de antes sí pronosticaba torment
a. «¿Debería pasar la noche
aquí?». Se volvió para mirar detrás de ella a la otra persona también varada por la tormenta
y frunció el ceño de forma sutil.
Aunque Ivonne no descaba quedarse, las circunstancias la habían obligado a lo contrario, d
espués de todo, el único camino de salida estaba bloqueado. Lo mejor que podía hacer era e
sperar a que mejorara el tiempo al día siguiente y planear a partir de ahí.
María la instaló en el dormitorio contiguo al de Jonathan y sonrió al hacerlo, aunque su obj
etivo de
emparejarlos era una intención abierta en obviedad, Ivonne no prestó atención a la insinuaci
ón, ya que creia firme que Jonathan y ella nunca acabarían juntos. Después de todo, él no es
mi tipo.
No se atrevía a ducharse debido a su lesión, en lugar de eso, Ivonne sólo pudo limpiarse co
n una toalla antes de irse a dormir, no tenía pijama y no sabía de quién era el camisón que l
e había conseguido María.
«Huele bien, como… No, no es posible. Tiene fobia a los gérmenes». Ivonne se durmió ent
re sus pensamientos antes de ser despertada por punzadas de hambre en mitad de la noche.
Se tumbó en la cama, escuchó el ruido de su barriga y se la tocó con cuidado. «Me lo merez
co por no comer más antes». Era una sensación horrible, después de debatir consigo misma
durante varios segundos, Ivonne al final cedió a su hambre.
Miró la hora. Los sirvientes de la mansión ya estaban durmiendo, bajó las escaleras, en sus
dormitorios, Ivonne estaba muy familiarizada con todo, ya que, durante los últimos tres año
s, casi había tocado todos los rincones de la mansión.
Encontró pasta en un rincón de la cocina, tomates cherry y varios huevos en la nevera, Ivon
ne reunió los ingredientes y se dispuso a prepararse una pasta.
De repente, el teléfono del salón empezó a sonar, resultaba inquietante escuchar el teléfono
sonar incesante en mitad de la noche. Ivonne dejó caer los ingredientes y corrió a contestar
el teléfono.
-
Hola, ¿podría molestarle para localizar a Jonathan? Lo estoy buscando urgente. La mujer so
naba como si estuviera sollozando, entonces Ivonne sintió que se le ponía la piel de gallina
al escuchar la voz, pues la reconoció enseguida como la de Ximena.
Capítulo 42 Fingiendo lástima
«¡Es media noche! ¿Por qué no llama al celular de Jonathan? ¿Por qué debe llamar a este n
úmero? Está llamando a la Residencia Landeros a media noche, para afirmar su dominio, ¿o
no? Luce igual a alguien que haría algo así»>.
Por desgracia, Ximena estaba hablando con Ivonne.
-
No puedo comunicarme con él en su teléfono. ¿Me podrías ayudar? Es algo urgente le rogó,
mientras
sollozaba.
Al escuchar esto, Ivonne frunció el ceño porque recordo lo que Ximena había hecho.
-Si un hombre no quiere responder a tus llamadas, deberías saber lo que significa, ¿cierto? -
dijo Ivonne.
-¿Con quién habló? -Ximena sonaba sorprendida.
Ivonne levantó la mirada en respuesta, ella quería que Ximena entrara en pánico, así que co
lgó el teléfono después de esto. De pronto, escuchó algunos pasos detrás de ella y se dio la
vuelta. Vio a Jonathan en pijama por un segundo, antes de que el teléfono comenzara a sona
r de nuevo; él lucía desanimado, aunque su mirada era fría.
Antes de dirigirse a la cocina, una vez más lo miró. Como el
teléfono continuaba sonando, Jonathan lo contestó. Después de escuchar la voz de Ximena,
le preguntó:
-¿Cómo conseguiste este número?
-Yo… Jonny, ¡José me lo dio! Tu teléfono está apagado, y he estado preocupada por ti. -
Ella no se atrevió a decirle la verdad, así que terminó arrastrando a José en esto.
En realidad, ella había obtenido el número en secreto, aquella vez que Jonathan la llevó a la
residencia Landeros por primera vez. Para su desgracia, Guillermo la expulsó de la mansió
n y no le permitió permanecer por más tiempo. A juzgar por la
Cacción de este, ella comprendió que no le agradaba.
Desde que Ximena fue hospitalizada, Jonathan no le llamó ni una vez. Ella sabía lo resuelta
que era Ivonne, así que tenía miedo de que sus sueños fueran hechos pedazos. Por eso, entr
ó en pánico y llamá a Jonathan en incontables ocasiones.
Sin embargo, él no contestó. Había apagado su teléfono cuando cayó la noche. Entonces, Xi
mena llamó a José para preguntarle por el paradero de Jonathan, pero este no estaba dispues
to a decirle mucho, así que lo buscó por sí misma.
Ella lo buscó en su oficina y en su casa, pero no estaba ahí. Tampoco había salido por algún
viaje de negocios. Poco después, comprendió que era muy probable que Jonathan estuviera
en la residencia Landeros. Así que llamó a ese lugar, con la esperanza de lograr que alguna
persona del servicio le informara a Guillermo que ella aún estaba con Jonathan.
Nunca esperó que este último le contestara el teléfono. Un ensordecedor trueno resonó en el
cielo, Ximena sujetó con más fuerza el teléfono y dijo en un tono lastimero:
-Jonny, el trueno me asustó. Estoy sola en el hospital, ¿podrías venir para acompañarme? -
Muchos hombres caerían ante una mujer que finge desamparo y debilidad, para poder
protegerlas. Pero cuando Jonathan la escuchó, su expresión se tornó severa-
. Jonny, dijiste que me cuidarías. ¿Vas a romper tu promesa? -
Ximena sujetaba con ansiedad su teléfono porque tenía miedo de que él la rechazara.
-No tienes que seguir probándome. Ya que te hice una promesa, voy a respetarla.
-
No te estoy probando. Es solo que siento, que te estás distanciando de mi. Me preocupa que
puedas estar
molesto conmigo. Ya me siento mucho mejor, así que puedo ayudarte con la Señora Renata
en el
futuro.
Al escuchar esto, él frunció el ceño. «No convivo mucho con las mujeres, pero creo que ell
a es la única que me da dolores de cabeza con su incesante parloteo>>.
-Se hace tarde. Duérmete temprano.
Dicho esto, terminó la llamada sin preocuparse. Entonces, se sirvió un vaso con agua y escu
chó movimientos en la cocina. Al entrar ahí, vio a la persona que usaba un delantal rosa cor
tando tomates y al instante, todo su fastidio se esfumó. «Es un sentimiento tan extraño».
De pronto, Ivonne resopló. Ella estaba cortando demasiado rápido y por accidente se cortó l
a uña. Después de meter el
dedo bajo el agua corriente, quiso alcanzar una servilleta. En ese momento, apareció una pe
rsona junto a ella.
Capítulo 43 Huracán
¿Por qué aún no estás dormido? ¿Qué haces ahí parado en silencio a mitad de la noche? ¡Es
o es escalofriante!».
-También estás despierta, ¿o no? -Por alguna razón, el emanaba un aura fría.
Jonathan continuó viendo la uña de la joven y no encontró ni un rastro de imperfección en s
us delicados dedos. «He estado tan distraído por sus encantos hoy. Ya que es una mujer tan
intrigante, es posible que sepa que estaba detrás de ella todo
este tiempo, y solo finge para llamar mi atención».
Ivonne agregó los tomates a su pasta y caminó hacia la mesa. Sin embargo, Jonathan contin
uaba viendo el platillo como si quisiera un poco. Ella escondió su comida y dijo:
-¡Es mía!
-No me importa. -Él miro a la joven, antes de darse la vuelta y alejarse.
Ivonne estaba furiosa. «Aunque quiera mi comida, ino la voy a compartir! ¡Debo terminar t
odo más tarde!».
Ella se sentó en la mesa y se terminó dos tazones de pasta. Por alguna razón, aún no se sentí
a satisfecha. «¿Es posible que tenga tanta hambre?».
Entonces, lavó los platos y subió las escaleras. Mientras estaba en la cama, le preocuparon a
suntos concernientes a Ximena durante toda la noche. A la siguiente mañana, María le dijo
a Ivonne que el camino estaba bloqueado. Aunque los hombres estuvieron trabajando duran
te toda la noche, necesitarían otro día para arreglarlo.
<<¿Otro día? ¿Debo permanecer aquí otra noche? ¡No! Debo irme hoy. No quiero pasar otr
a noche con ese hombre tan molesto». Al ver que Guillermo
aún dormía, ella tomó un paraguas y dijo:
-
Señora López, tengo una cita con un amigo. Se trata de un asunto urgente, así que debo irm
e. Si Don Landeros pregunta por mí más tarde, solo dígale que me fui anoche.
-¡Pero está lloviendo afuera!
-
Está bien, ya revisé el pronóstico el tiempo y dice que la lluvia se detendrá en media hora.
Además, mis amigos pasarán por mí. -
Aunque el camino estaba bloqueado, Ivonne pensó que podría caminar.
Entonces, ignorando a María se alejó con su paraguas.
-¡Señorita Landeros!
María quiso ir tras ella, pero no hubo forma en que pudiera alcanzar a Ivonne. Entre más le
gritaba, más rápido corría la otra. «¡Esta joven hace que los otros sigan preocupándose por
ella!».
Cuando Jonathan bajó las escaleras, vio que Ivonne se iba.
-¿Por qué se va? -preguntó,
–
La Señorita Landeros dijo que tenía una cita con un amigo. Estaba muy determinada a irse
y yo no pude detenerla. -
María vio el clima y se dio cuenta que la lluvia se hacía más fuerte-
. ¡Habrá una tormenta hoy! Si continúa lloviendo así, creo que será peor que ayer.
En el cielo las nubes negras se acumulaban y el sonido de un trueno retumbó.
-
ila mansión está rodeada por árboles y el área es muy propensa a los rayos!». María le dio u
n golpe al piso con ansiedad y dijo:
-
Señor Landeros, tenemos árboles en el área y los rayos son bastante comunes aquí. La Seño
rita Landeros no conoce el camino, ¿o sí? ¿Y si algo malo le sucede? ¿Qué debemos hacer?
Jonathan frunció el ceño. Después de echarle otro vistazo al clima afuera de
la mansión, tomó un paraguas y salió corriendo.
-¡Señor Landeros! —
gritó María. «¿Por qué también salió corriendo? ¿Qué se supone que debo hacer?»,
La mansión tenía poco personal de servicio porque Guillermo disfrutaba del silencio. Ya qu
e la tormenta había destruido partes de la mansión, otros trabajadores salieron para hacer tra
bajo de reparación. Con Jonathan fuera, solo María y algunas otras mujeres se quedaron par
a resguardar el lugar.
Mientras tanto, el viento fuerte y la lluvia torrencial habían arrebatado el paraguas a las ma
nos de Ivonne.
-¡Mi paraguas! -
gritó Ivonne. «¿Dónde quedó mi suerte? ¡Mi paraguas está roto y no puedo usarlo más!».
Ese viento fue tan fuerte que ella ni siquiera podía abrir los ojos. No era su primera experie
ncia con un huracán, pero era el más feroz al que se había enfrentado.
La lluvia continuaba cayendo, así que Ivonne con rapidez miró a su alrededor en busca de u
n refugio. Sin embargo, no encontró ninguno. Como no quería regresar a la mansión, no tuv
o más alternativa que acelerar el paso.
Capítulo 44 Un amigo.
Para ese momento, su blusa estaba empapada por completo, “Ahí va mi espalda. ¡Este tiene
que ser el peor momento de mi vida!..
Muy pronto, Ivonne llegó al punto donde el camino estaba bloqueado, “La Señora López no
estaba mintiendo. Además, estaba usando una falda, lo cual empeoró la situación para ella.
Por alguna razón, parecía que incluso los árboles estaban en su contra. Su falda quedó desg
arrada porque se atoraba entre las ramas. «Mi falda estaba bien, ipero ahora la parte de abaj
o está rota!».
-¡Maldito scas Jonathan! -murmuró.
Tan pronto como dijo esto, ella resbáló y cayó en el suelo. Estaba tan furiosa que casi llora,
«¡Incluso los árboles están de su lado!». En ese momento, sintió náuseas y quiso vomitar. E
ntonces, un hombre apareció de pronto frente a ella.
El hombre sostenía un paraguas y estaba sorprendido porque no esperaba ver a Ivonne ahí.
«¿Podría ser el destino?». Ella levantó la mirada y notó que el hombre le cra familiar.
-¿Por qué estás aquí?
-Solo estaba de paso.
Sebastián había terminado una autopsia y estaba conduciendo por ahí. Fue entonces que vio
una figura familiar. Aunque él no sabía que se trataba de ella, de cualquier forma, detuvo s
u auto. No obstante, no esperaba que la persona, en realidad, fuera Ivonne.
Con su paraguas roto, ella estaba toda empapada y se sentó en el
suelo con su cabello despeinado. Entonces, él le dio a ella su paraguas y se quitó su chaquet
a antes de ofrecérsela.
-Gracias.
Después de eso, Sebastián se puso en cuclillas frente a ella y le dijo:
-Sube. Te llevaré en mi espalda.
Ellos estaban bastante lejos de dónde él dejo su auto estacionado. Ya que los árboles estaba
n bloqueando el camino, no pudo estacionarlo más cerca.
Estoy bien, puedo caminar -dijo ella.
¡Bum! ¡Bum!
Resonaron unos truenos ahogados.
Por instinto, ella se cubrió los oídos, mientras trataba de levantarse, pero de nuevo se resbal
ó. Sebastián la sujeto, justo a tiempo.
-
El camino está cubierto por ramas, así que te será dificil caminar. Sube, ide acuerdo? Puedo
llevarte en mi espalda.
-¡Pero estoy mojada! -
le respondió ella. Estoy toda empapada, no puedo permitir que le suceda lo
mismo»,
-Si continúas así, ambos terminaremos peor.
Ivonne levantó su mirada y le echó un vistazo a la tormenta implacable. Sabía que no había
otra alternativa, asi que dijo:
-Entonces, igracias!
A lo lejos, Jonathan estaba observándolos. «¿Así que se refería a Sebastián, cuando dijo qu
e se reuniría con un amigo? No me extraña que saliera a pesar de que está lloviendo».
Bajo el paraguas, el hermoso rostro de Jonathan se llenó de ira. «¿Qué he hecho? Ya estam
os divorciados. ¿Por qué me preocupo todavía por ella? Me estoy emocionando por nada».
Ivonne pudo sentir que alguien la miraba, pero no esperaba que alguien más estuviera ahí.
-Sostente con fuerza, ¿de acuerdo? No te vayas a caer–dijo Sebastián.
-Está bien.
La espalda de Sebastián era amplia y le recordó a la de su padre.
-A propósito, creo que hay algo que necesito aclarar contigo. Yo no soy Ana. Fui a
la cita contigo porque ella tuvo un problema. Por supuesto, no es que haya algo malo
contigo -le explicó.
Ivonne quería decirle la verdad a él, pero nunca tuvo la oportunidad de hacerlo.
-¡Ya lo sabía! -Sebastián estaba feliz con su honestidad.
—¿Lo sabías? —ella estaba un poco desconcertada.
-Ese día, tu mamá me dijo muchas cosas acerca de ti. Sé que tu nombre es
Ivonne, en lugar de Ana.
La joven guardó silencio.
«Como desearía poder llevarte así por el resto de mi vida». Sebastián miró hacia el frente, c
on la esperanza de nunca llegar al final.
-
No necesitas sentirte agobiada por interactuar conmigo. Para ser sincero, solo quiero ser tu
amigo. ¿Ni siquiera quieres que lo seamos?
Capítulo 45 Ladrona
Al principio, ella se sintió mal por él. Sin embargo, de pronto se sintió feliz al escuchar lo q
ue él dijo.
-Claro que no. Creo que eres una persona agradable.
«¿Una persona agradable? ¿Es todo lo que soy para ella? Me acaba de encasillar en la zona
de amigos?
Como estaban compartiendo el paraguas, cuando llegaron al auto, ambos estaban mojados.
Ivonne vio su lujoso auto y le preguntó:
-Estoy mojada, ¿está bien si entro a tu auto así?
Ella se sintió mal porque asumió que Sebastián era muy protector con su auto.
-No me importa. -
Para su sorpresa, él no se alteró. Tomó una toalla seca y se la entregó a ella-
. Sécate para que no te resfries.
-Gracias
Entonces, encendió la calefacción y arrancó el auto. Él se había comportado como todo un
caballero, así que la impresión que Ivonne tuvo de él fue bastante agradable. De pronto, Seb
astián le preguntó:
¿Por qué estabas en esta área?
Ivonne se quedó pasmada por un momento y después le dijo:
—Vine a ver a una adivina para averiguar más acerca de mi expectativa de casarme.
Había una famosa adivina en el área.
-¿Estás buscando casarte? -Sebastián se sintió nervioso por un momento.
-
Bueno, durante el fin de semana me sentí aburrida. Sin embargo, nunca esperé encontrarme
con un huracán. Y, al parecer, el clima no mejorará pronto.
En ese momento, el viento comenzó a soplar aún más fuerte. Ivonne también notó que la llu
via había empeorado.
-Parece que no dejará de llover hoy. -
Sebastián condujo más rápido, pero el sistema de navegación le indicó que más adelante, el
camino aún se encontraba en una reparación de emergencia, por los árboles caídos.
Ya que el único camino en dirección
a la casa de Ivonne estaba bloqueado, no tuvieron más alternativa que visitar un centro com
ercial cercano. Después de todo, tenían que buscar un juego de ropa nueva para ella, antes d
e resolver cualquier otra cosa.
-
Te compraré una taza de bebida caliente. Ve a buscar algo de ropa nueva para ti, ¿de acuerd
o? -le dijo
-él
-Está bien.
Ivonne estaba usando la chaqueta de él, mientras que Sebastián solo tenía una camisa blanc
a. Desde atrás, lucía tan empapado como ella. De pronto, alguien entre la multitud gritó:
–¡Detengan a esa ladrona!
Mucha gente estaba en el centro comercial ese día porque estaban evitando la lluvia. Al esc
uchar eso, todos vicron hacia dónde provenía la voz y se acercaron. Ivonne escuchó a algui
en hablando Astoriano, así que también caminó hacia allá.
–
Al ver que estaba cubierta con ropa de marca, ipensé que se trataba de un ama de casa rica!
¿Quién hubiera pensado que era una ladrona? -
La cajera sujeto la blusa de la mujer y dijo: Te atrapé in fraganti y llamé a la policía. No te
escaparás de esta.
-Señorita, no tengo la menor idea de lo que está hablando.
Ivonne vio a una mujer de mediana edad en la multitud, llevaba puesto un vestido de edició
n limitada y el cabello recogido con mucho cuidado detrás de su cabeza. Ella
tenía un bolso negro y una presencia elegante.
Aunque estaba rodeada por muchos espectadores, no parecía sentir miedo. De hecho, estaba
bastante tranquila. Sin embargo, las personas de Colinas del Valle no comprendían su idio
ma.
La cajera sujetó con fuerza a la mujer de mediana edad por el hombro y dijo furiosa:
-
¡No comprendo ni una sola palabra de lo que dices! No hay forma en que salgas librada de
esto. Los artículos en tus manos valen más de quinientos mil. ¡Irás a la cárcel por esto! ¿Ac
aso no sabes en dónde estás? ¿Cómo te atreves a robar aquí?
La tienda era una boutique de marcas de
lujo, toda su ropa era bastante cara. Ivonne vio lo que estaba sucediendo y quiso ayudar. «C
onozco el Astoriano. Además, creo que solo se trata de un malentendido».
-Disculpe, señora. ¿Puedo saber si usted pagó por los artículos en sus manos? -
le preguntó Ivonne.
Renata la miró sorprendida.
-De hecho, realicé el pago con mi tarjeta.
-¡Ah! ¿Tiene el recibo?
-
No. Sin embargo, el banco ya me notificó, diciendo que la cantidad había sido deducida de
mi cuenta. Aquí, mire.
Renata sacó de repente su teléfono. Aunque
la notificación que recibió también estaba en Astoriano, Ivonne vio la verificación del banc
o y la compra, diciendo que la cantidad había sido deducida.
Capítulo 46 Despedidas
Además, Renata era una VIP en la boutique, después de haber gastado decenas de miles ahí.
Ivonne vio a la asistente de ventas parada al lado de ella y le dijo:
-Ella afirma haber pasado su tarjeta. ¿Hay algún malentendido?
—
¿Quién la atendió? Esta mujer es una estafadora. Si de hecho ha pagado por los artículos, ¿p
or qué la alarma sonaría cuando trató de salir de la boutique? Señorita, no se involucre en es
to. Ya he reportado a la mujer con la policía.
Ivonne pudo comprender la tenacidad de la asistente de ventas. Después de todo, era una pi
eza de ropa muy cara. Si de hecho había un problema, aquellos que estaban trabajando sería
n responsables y tendrían que compensar la pérdida.
-
Creo que sería mejor revisar las cámaras de seguridad primero. Aunque ella no tenga un rec
ibo, nos mostró la cantidad deducida de su tarjeta en su teléfono. ¿Es posible que hayan co
metido ustedes un error? -dijo Ivonne.
-
Señorita, somos una boutique de primera calidad. ¿Por qué cometeríamos ese tipo de error?
¿Acaso usted es su cómplice? ¿Por qué sigue de su lado? Nosotros emitimos recibos por ca
da comprador. ¡Es imposible que una transacción de venta haya sido realizada sin emitir un
recibo!
Entonces, la asistente de ventas empujó a Ivonne, ella perdió el balance y tropezó hacia un l
ado, ya que no esperaba que la mujer la empujara.
-Señorita, ¿se encuentra bien?
Renata se las arregló para sujetarla a tiempo, e Ivonne se lo agradeció:
-Estoy bien, gracias.
-¿Por qué está toda mojada? ¿Estuvo en la lluvia?
Ivonne asintió, ella no esperaba que la mujer se diera cuenta por el traje.
-
¡Miren a esas dos murmurando entre ellas! ¡Están confabulando! ¡No es de extrañar que la j
oven esté de su lado! -La asistente de ventas señaló con su dedo a Ivonne acusándola.
-¡No estamos confabulando! -afirmó Ivonne.
-No interrumpas. ¡Cualquiera puede darse cuenta de que
qué lo haces? ¿Acaso fuiste tentada por las mercancías lies su cómplice! Oye, pareces muy
joven. ¿Por
está bajo vigilancia.
que están aquí en exhibición? Toda la tienda
>¡Ninguna de las dos saldrá libre de esto! Miren ese hermoso rostro. ¿Por qué no mejor lo u
sas para seducir a un sugardaddy y pedirle que pague por esto? Qué p*rra! -
le reprendió la asistente de ventas,
-¿A quién estás llamando p*rra?
Ivonne pensó que la forma tan grosera de actuar de la asistente de ventas estaba fuera de lu
gar. De hecho, estaba furiosa.
-¡Te estoy hablando a ti, p*rra! -Los otros que estaban observando, estallaron en risas–
. ¿Te da miedo
que te llamen p*rra, cuando eres una ladrona?
de
-Ya he dado una explicación bastante clara. Hay un registro de una transacción en el
teléfono de la señora a las dicz cincuenta. Por favor, verifiquen antes de insultar a las perso
nas–replicó Ivonne.
Había un aire noble en la mujer e Ivonne no pensaba que fuera capaz de recurrir al robo. Ell
a
confiaba en su intuición. Sin embargo, la asistente de ventas no desistía. Renata, quien esta
ba parada a su lado dijo:
-¿Nos acaba de llamar p*rras?
-Sí, lo hizo.
-
¿Qué car jos? ¡Esta es la primera vez que he sido insultada en una boutique de primera cali
dad! No te preocupes. La destruiré después.
Ivonne miró como Renata maldijo en voz alta. Era como si ella se hubiera convertido en un
a persona diferente. En ese momento, otra asistente de ventas uniformada llegó corriendo.
-¿Qué sucede?
-Señora, iella robó una pieza de ropa de nuestra tienda!
-¿Robar? ¡Han cometido un error! Yo misma atendí a esta persona. -
Los ojos de la asistente de ventas uniformada se abrieron de manera exagerada, al compren
der algo-. ¡Ah! Olvidé quitar el broche antirrobo de la pieza. Fue mi culpa.
La asistente de ventas uniformada atendió a Renata, cuando vio que esta usaba ropa cara de
diseñador. Sin embargo, ya que había pasado algo de tiempo desde que ella había atendido
a los clientes, por torpeza,
olvidó quitar el broche antirrobo, dando lugar al malente atendido a los clientes, por torpeza
,
En ese momento, el asistente de Renata corrió a su lado,
-Señora Renata.
-El servicio en esta tienda es terrible. ¡Cambien al personal en este instante!
-¡Sí, de inmediato!
Muy pronto, el asistente de Renata contactó a la dueña de la tienda por teléfono y le dijo:
-La Señora Renata está comprando en su tienda
en este momento. Ella exige que su tienda sea cerrada. Apresúrese y contacte a nuestro dep
artamento legal. Vamos a tomar toda la ropa de aquí.
La dueña de la tienda casi se desmaya, ya que ella había agotado todos sus recursos para as
egurar
una licencia de franquicia como una boutique de primera calidad. Por ello, corrió a prisa ha
cia la tienda para ofrecer sus disculpas.
-
Le pido que me perdone por no tener cuidado en este asunto. No tenía idea de que había fav
orecido a nuestra tienda con
su presencia, Señora Renata. Despediré a estas empleadas de inmediato. Por favor, consider
e el darme otra oportunidad.
Capítulo 47 Un favor
Solo entonces las dos asistentes de ventas comprendieron la identidad de la mujer parada
frente a ellas, y lamentaron su insolencia, deseando con fervor el poder arrodillarse y rogar
el perdón de Renata.
Esta última no comprendió lo que ellas estaban diciendo. Llamó a su asistente y le ordenó
hacer un seguimiento de este asunto. Ivonne miró a Renata; aún no podía creer que la mujer
fuera un pez gordo, que podía cerrar una tienda con una simple llamada.
-Oye, estás aquí para comprar ropa? -le preguntó Renata.
-Sí-contestó ella.
-Entonces, ¿viste algo en esta tienda que sea de tu agrado? -le preguntó la mujer.
Cualquier pieza de ropa en la boutique de primera calidad costaría al menos cien mil.
Cuando ella todavía estaba con los Landero, Ivonne recibía lotes de ropa de edición
limitada de última moda y esta marca de ropa, estaba entre las que ella recibía en aquel
entonces.
No puedo permitirme esta ropa -dijo con claridad Ivonne.
Ella quería dirigirse a niveles más bajos y comprar algo de ropa casual para cambiarse.
Señorita, la Señora Renata no se refiere a que usted pague por ellos. Está diciendo que
puede tomar lo que le guste y llevárselo a casa -le explicó el asistente de Renata.
El sabía que, a Renata, por lo general, no le gustaba interactuar con otras mujeres. Por eso,
le sorprendió que la joven de alguna manera consiguiera caerle bien a la mujer, en tan solo
unos minutos.
-Oh, está bien. No puedo aceptar esta clase de regalos -dijo Ivonne, mientras movía sus
manos con desdén.
El precio de cualquier pieza en la tienda equivalía con facilidad al ingreso anual de
cualquier persona ordinaria. Ivonne no creía que fuera apropiado, el solo tomar cualquier
cosa que le gustara.
Justo en ese momento, Sebastián llegó y reconoció al instante a Renata, entonces la llamó:
-¡Tía Renata!
Ivonne inclinó su cabeza hacia un lado y notó que Sebastián había comprado una taza de
chocolate caliente. Él se enfrascó en una conversación con la mujer de mediana edad y
parecía ser muy cercano a
ella.
-¿No vas a presentarme? -dijo Renata, mientras le lanzaba una mirada a Ivonne.
Ella comprendía lo que era ser joven y estar enamorada. Por eso, sabía a qué estaba jugando
Sebastián. Una cita en un día lluvioso le recordó a Renata sus días de juventud.
-Sebastián se acercó más a Renata y le dijo algo. La mujer sonrió mientras miraba a Ivonne.
Entonces,
volvió a mirar a Sebastián, había pasado algo de tiempo desde la última vez que se vieron y
no pudo evitar notar que ya no era un niño y que ya era tiempo para que tuviera novia.
-Comprendo. Ya no voy a molestarlos más. Apresúrense y cámbiense, de lo contrario, van a
pescar un resfriado. Siempre has sido del tipo que se enferma con facilidad -dijo Renata.
-Está bien-contestó Sebastián.
Señora Renata, tenemos que darnos prisa. De lo contrario, alguien más hará una oferta y
ganará el brazalete de esmeraldas en el que posó sus ojos, la última vez.
Renata solo había venido de compras aquí por el brazalete de esmeraldas. Al final, el
desvío había sido una bendición.
-Sebas, me voy. Apresúrate y lleva a tu novia a que se cambic. Hablaremos más, cuando
nos encontremos la próxima vez. Dales mis saludos a tus padres.
-Claro, lo haré.
-¿Novia?».
-Usted no ha entendido bien. No soy su novia -le explicó Ivonne.
-Bueno, solo es cuestión de tiempo, ¿o no? -Renata sonrió y le entregó una tarjeta con su
nombre-. Te debo un favor. Llama a este número si necesitas ayuda en el futuro.
Ivonne tomó la tarjeta y dijo dudando:
-Mmmm…
-Tia Renata no va por ahí ofreciendo su ayuda. ¡Debes haberle agradado! -se burló
Sebastián.
Ivonne apenas y lo miró sin decir nada. Entre más conocía al hombre, más comprendía que
no sabía nada de él.
“No creo que solo sea un profesor universitario».
Muy pronto, el asistente de Renata la escoltó, mientras dejaba la boutique. Mientras tanto,
Sebastián le dio el chocolate caliente a Ivonne y dijo:
-Aún está caliente. Bebe un poco para que entres en calor.
-Gracias-murmuró la joven.
Ella no pensó mucho en la oferta de Renata. Al final, no tomó nada de la boutique y
compró un juego de playera y pantalón de mezclilla por tan solo cien. Sebastián la llevó a
su casa y se fue a prisa, al recibir una llamada.
Después de tomar sus llaves, Ivonne tomó todas sus cosas y se mudó de nuevo a la pequeña
casa. Llamó a un cerrajero, quien cambió al instante el cerrojo, mientras ella se preguntaba,
cómo había obtenido sus llaves Ximena en primer lugar.
Al siguiente día, cuando el huracán había pasado, Ivonne se presentó al trabajo. Ximena
había llegado desde temprano, y se puso furiosa al ver a Ivonne. Nunca había sido del tipo
que reprimiera sus sentimientos. Por eso, irrumpió en el lugar de la otra.
Capítulo 48 La negociación fracasa
Ivonne ni siquiera se molestó en levantar la mirada, cuando Ximena apareció.
-¿Ahora qué? ¿Conseguiste solucionar el problema con la casa?
Ximena sacó la llave de su bolso a regañadientes y la arrojó sobre la mesa. Había pagado
tres millones para comprar de nuevo la casa que había vendido por cien mil. Esa mujer
demandó diez veces más que el precio de venta de la casa.
-¡Es mejor que no pase de nuevo! -Su voz se endureció con sutileza-. Solo es una vieja
casa. ¡No comprendo por qué la valoras tanto!
Ximena estaba furiosa, pero al pensarlo dos veces, pareció recordar que las casas en esa
área pronto serían demolidas.
-Te he dado la llave. ¡Debes darme lo que quiero!
Ivonne sacó un pendrive de su bolso y la lanzó sobre la mesa. Ximena la tomó y dijo:
-¿Cómo puedo estar segura de que no hiciste una copia?
-¿Por qué necesitaría una copia de esto? ¿Para admirar tu cuerpo? ¡Preferiría estar ciega! -
exclamó Ivonne.
-¡Tú! -explotó de ira la otra.
De pronto, José se acercó. De inmediato, Ximena contuvo su ira y plasmó una expresión
tranquila en su
rostro.
-Señorita Garduño, al Señor Landeros le gustaría hacer una cita con la Señora Renata.
-Entiendo.
A pesar de estar hospitalizada, Ximena consiguió conocer a una cuidadora que podía
conversar en Astoriano. Ella gastó una gran suma para convencerla de volverse su
intérprete. Por eso estaba confiada en que nada malo sucedería. Después de regresar a su
oficina, Ximena le llamó y le dijo lo hiciera y le dio a la mujer el número telefónico de
Renata.
que
necesitaba que
-Haz una cita con ella a las siete de la noche. Dile que vaya a Aldo’s.
Después de terminar la llamada, Ximena se tumbó sobre el sofá, pensando que la suerte
estaba de su lado. Sus labios dibujaron una sonrisa cuando vio lo ocupada que Ivonne
estaba fuera de la oficina. «Ella nunca será capaz de competir conmigo».
Sin embargo, unos minutos después, José entró con un rostro serio.
Señorita Garduño, ¿qué fue lo que le dijo a la Señora Renata? ¡Ahora ella quiere cancelar la
colaboración con nuestro grupo!
Como la comerciante mejor establecida en Astoria, Renata se encargaba de manejar todos
los puertos en el país. El valor comercial de los bienes entre Astoria y el grupo, había
alcanzado los miles de millones, pero debido a los altos costos de envío y la frecuencia de
la transportación, las reservas habían sobrepasado à todos los almacenes. Los comerciantes
no pudieron evitar comenzar a quejarse por los costos que se habían disparado.
Si ellos podian trabajar más de cerca con el grupo con el que Renata había planeado
colaborar, podrían reducir los gastos e incrementar su producción. Sin embargo, Renata era
una persona temperamental. En el pasado, los comerciantes trataron de llegar a ella a través
de correos electrónicos, pero fue inútil.
que
Ahora Astoria había expresado su interés en negociar un trato con ellos, el país, de alguna
manera, afirmó que no podía encontrar un candidato adecuado en Colinas del Valle.
Después de comunicarse en diferentes ocasiones con ella, los comerciantes comprendieron
que Renata se encontraba en Colinas del Valle. Ellos querían aprovechar la oportunidad
para ponerse en contacto con ella. Es por eso que le confiaron esta tarea a Ximena.
Sin embargo, todo fracasó cuando Renata le ordenó a su asistente que los llamara para
terminar todas las negociaciones. Los comerciantes no tenían la menor idea de lo que
Ximena le había dicho.
Ella hizo una mueca al escuchar la noticia. «¿Cómo es que las cosas resultaron así? ¡Ya le
había enseñado como debería de hablarle a Renata, sin embargo, lo arruinó todo! ¡Qué
idiota!».
-Pero cuando hablamos con ella, antes, parecía muy entusiasmada. ¿Por qué cancelaría la
colaboración? -Entrecerrando los ojos, miró a Ivonne y dijo: Parte de la traducción fue
hecha por Ivonne, como estaba ocupada con otro trabajo, no pude revisar la segunda parte
del contenido. ¿Acaso tuvo un ataque por una mala traducción? -De inmediato, Ximena
inventó un pretexto.
Ya que la cantidad involucrada era bastante, ella solo tradujo una pequeña porción. Ximena
no confió solo en la traducción de la cuidadora porque el vocabulario de esta última era
limitado.
José levantó sus cejas. Él no quería enfrentarla, aunque sabía lo que había sucedido. Nunca
pensó que Ximena culparía a Ivonne.
-Señorita Garduño, el Señor Landeros investigará esto, así que, por favor, manténgase al
margen.
Capítulo 49 No estoy ciega
Ximena se sintió feliz al escuchar esto, pero aun así fingió preocupación.
-José, ¿le causé algún problema a Jonathan?
A José le empezó a doler la cabeza al ver la mirada falsa en el rostro de la joven. Quería
decirle que desistiera de lo que estaba haciendo, pues sabía que éra una alborotadora, pero
no estaba en posición de expresar ese señalamiento.
-El Señor Landeros se encargará de esto, no se preocupe.
Ximena respiró aliviada, ya que no quería tratar más, con esa difícil mujer. Cuando estaba a
punto de terminar la jornada laboral, se fue a la oficina de Jonathan y comprendió que aún
estaba en un dilema por la situación con Renata.
Ella no se quedó más tiempo porque tenía miedo de que Jonathan pudiera pedirle que fuera
la intérprete. Si la cuidadora no hubiera llegado a tiempo, todos sabrían que ella no podía
hablar Astoriano. Después de decirle a Jonathan que tenía que cuidar a su madre, Ximena
se fue a prisa.
-Señor Landeros, ahora que la Señorita Garduño se fue, ¿tendremos que llevar a la Señorita
Landeros para que se encargue de la traducción? También usted necesita llevar a una
acompañante al banquete -le sugirió José, ya que no podía esperar a que Ximena se fuera.
Mientras tanto, Ivonne recibió una llamada de José, cuando estaba recogiendo sus cosas.
Casi colapsa cuando se enteró de que tendría que trabajar horas extra. Ella se resignó a su
destino y accedió porque pensó que asistiría al evento con José.
Sin embargo, cuando vio a Jonathan parado frente al ascensor, compendió que José la había
engañado. Los ojos de este último saltaban de un lado a otro.
-Señorita Ivonne, ¿está lista?
Ella se negaba a entrar al ascensor. «¿Será posible que pueda negarme?».
Sin embargo, Jonathan permaneció indiferente y la ignoró, era como si ella no existiera. En
respuesta, Ivonne se aferró a su bolso y le dio la espalda. José se sintió atrapado entre la
espada y la pared, cuando un silencio sepulcral se produjo.
Después de salir del ascensor, Ivonne le dijo a José:
-Pediré un taxi y llegaré al banquete ya que sé en donde es,
Como el banquete comenzaría a las ocho de la noche, aún tenía tiempo para cenar, antes de
asistir al lugar. Lo que ella no quería, era estar con Jonathan.
-Señorita Landeros, quedará atrapada en el tráfico, ya que es la hora de mayor afluencia
vehicular. Además, ino hay un subsidio para el pago del transporte que pide! El banquete es
en los suburbios. ¿Qué tal si tropieza con algunos tipos malos mientras llama un taxi? Eso
sería…
Antes de que José pudiera terminar su oración, Jonathan dijo con voz profunda:
-¡Entra al auto!
Ivonne recordó que José le había dicho lo importante que era el banquete. Sería un desastre
para la compañía si ella estropeaba las cosas. Además, el incidente de la trata de personas le
hizo sentir un
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escalofrio en la columna vertebral, así que no pudo evitar sujetar con más fuerza su bolso.
Tuve mucha suerte la última vez, pero eso no significa que la suerte siempre estará de mi
lado».
Ella odiaba a Jonathan, pero en este punto, no tuvo más alternativa que viajar con él. Sin
dudarlo, se sentó en la parte delantera del auto, al lado del conductor. Mientras José miraba
a la mujer, Jonathan había tomado la llave del auto de su mano.
Ivonne miró al hombre que se sentó en el asiento del conductor. «¿Es demasiado tarde para
negarme?».
A pesar de tener una expresión seria,,aún trató de contener su ira. Entonces, miró a José con
el ceño fruncido. «El sabía que esto iba a pasar. ¡Lo sabía! ¡Argh!».
De pronto, Jonathan se inclinó hacia ella después de mirarla. Ella se hizo a un lado con
rapidez y le preguntó:
-¿Qué estás haciendo?
-¿Tú qué crees? -se burló con indiferencia el hombre, a pesar de que su corazón comenzó a
latir a prisa, cuando Ivonne lo miró de cerca.
-Solo Dios sabe si estás caliente o…
Cuando ella estaba a punto de hacerlo a un lado, el hombre extendió su largo brazo y con
rapidez le puso el cinturón de seguridad.
-¡No estoy ciego! —dijo él.
-¡Cómo te atreves! -De inmediato, Ivonne recuperó la compostura-. ¡Tienes razón, apuesto
a que solo te gusta alguien como Ximena!
Después de ver el rostro de suficiencia de ella, él encendió el motor del auto y condujo
hacia la boutique de moda. Media hora después, ellos llegaron a la mansión de estilo
gótico.
Aunque Ivonne nació y creció en Colinas del Valle, nunca había visitado el lugar o visto
esa clase de edificio antes.
Capitulo 50 Rosa
Nunca hubiera esperado que existiera esa clase de lugar en una zona céntrica y tan
concurrida como Colinas del Valle.
-iSal del auto!
Ella no tenía ni la menor idea de cómo había logrado poner así a Jonathan. Además de
ordenarle que entrara y saliera del’auto, él no le dirigió la palabra en todo el camino. Era
como sí el fuera una marioneta insensible. «Para ser precisos, iciego e insensible!», pensó.
No obstante, ella permaneció imperturbable, cuando este último le dio la espalda.
«Bien, si él no quiere hablar conmigo, me importa un car*jo».
-Señorita, los vestidos están listos. Por favor, sígame para que se los pruebe -le dijo una
asistente de
ventas.
“¿Vestidos? ¿No vamos a asistir a un simple banquete?».
-i¿Qué demonios estás tratando de hacer de nuevo?! -le preguntó Ivonne.
Jonathan entrecerró sus ojos.
-¿Vas a asistir con esa ropa al banquete?
-¿Hay algo de malo con mi atuendo? -Ivonne bajó la mirada y le echó un vistazo a su
atuendo formal. “Solo soy una humilde intérprete junto a él. ¿Por qué necesito usar vestidos
hermosos? De cualquier forma, no tengo la intención de ser la protagonista».
-Señorita, debería estar consciente de que acompañará al Señor Landeros a una reunión con
una señora que es conocida por ser muy irritable y tener un mal genio. Si usted va y se
reúne con ella con este atuendo formal, me temo que no le prestará ninguna atención. Creo
que lo mejor será que nos siga y se cambie de ropa. La asistente de ventas trató de calmar la
situación.
«Bien, entonces me cambiaré. ¡No es la gran cosa!». Ivonne siguió a la asistente de ventas
hasta el segundo piso.
Varios tipos de vestidos, con diferentes diseños, estaban colgados en una habitación de
alrededor de quinientos metros cuadrados. Nunca se le ocurrió a Ivonne que existiría una
habitación así en esa mansión. Era evidente que este no era un edificio residencial común.
Un vestido de gasa justo a la mitad atrapó su mirada al instante. Bajo la luz que lo
iluminaba, los pétalos de las flores de varios tamaños llamaron su atención. Era como si
estuvieran grabados en el vestido blanco. Era un vestido de diseño único, al que apenas y se
le podría quitar la mirada
La madre de Ivonne era una diseñadora. Por eso, había sido más o menos expuesta al
mundo de la moda junto con ella, desde que era joven. «Si mi mamá se cruzara con este
vestido, apuesto a que también sería de su agrado de inmediato».
-Señorita, en definitiva, tiene buen gusto. Este vestido fue diseñado por el Señor Rodolfo y
es conocido como «Rosa”. De hecho, es una pieza única en todo el mundo. ¿Qué tal si lo
bajo para que se lo pruebe?
-No se moleste. No me gusta tanto. Creo que en su lugar prefiero ese.
Ivonne señaló un vestido negro a lo lejos. Era un típico vestido sencillo, que hacía mucho
contraste con el
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vestido blanco de gasa.
-Pero… -La asistente de ventas dudó un poco.
-¡Deja que bajen el vestido blanco y pruebatelo! -Una voz sonó de manera abrupta, desde
atrás. Ivonne se dio la vuelta y se dio cuenta que Jonathan avanzaba hacia ella.
-¡Sí, Señor Landeros! -La asistente bajó el vestido como le ordenaron.
Ivonne solo tuvo tiempo de lanzarle una mirada a Jonathan, antes de que otras dos
asistentes la arrastraran hacia el probador. En ese momento, se sintió como si fuera una
marioneta. No le tomó mucho tiempo cambiarse. Además, el vestido le quedaba perfecto,
como si hubiera sido hecho a su medida.
-Si no fuera porque sabemos que este vestido fue diseñado por el Señor Rodolfo hace
algunos años, ¡hubiera pensado que había sido diseñado para usted! -dijo una de las
asistentes con admiración.
Ivonne sujetó su cabello de manera casual. Mientras tanto, otras mujeres la miraban con
mucha atención, como unas bestias que babean por un pedazo de carne. Como rara vez
usaba tacones, dio un paso en falso al salir del probador. Justo cuando estaba a punto de
caer, una mano la sujetó por el talle a tiempo.
-Señorita, ¿está usted bien? -La asistente de ventas se precipitó hacia Ivonne y agradeció
que no se
cayera.
Mientras tanto, el hombre soltó con rapidez la cintura de Ivonne.
-Traiga un par de zapatos bajos para que se los cambie,
-Por supuesto.
Muy pronto, la asistente de ventas le trajo a Ivonne un par de zapatos. El hombre entrecerró
sus ojos, mientras miraba con intensidad el vestido. Nadie podía saber lo que estaba
pensando en ese momento.
De pronto, él recordó que Rodolfo le había prometido, hace muchos años, que diseñaría un
vestido como regalo de bodas para su futura esposa. -¡Rosa!-.
Así fue como se diseñó «Rosa». Era el único vestido de ese tipo en todo el mundo,
denotando la devoción inquebrantable hacia el único amor de su vida. Nunca pasó por la
mente de Jonathan, que Ivonne estaría usándolo. Sin mencionar que el vestido lucía como si
hubiera sido hecho para ella.
-Dile a Rodolfo que he tomado el vestido le dijo Jonathan, a la asistente de ventas.
-Está bien, Señor Landeros. Les deseo buen viaje.
En ese momento, de pronto el teléfono en su bolsillo sonó. El cortó la llamada, sin siquiera
molestarse en
echarle una mirada.