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Imagología en Literatura Comparada

Este documento trata sobre los orígenes y definición de la imagología. Brevemente: 1) Dos escuelas principales de imagología surgieron en Europa en los años 1960-1970 que se distanciaron del enfoque positivista tradicional; 2) La imagología estudia las representaciones literarias del "otro" formando parte del imaginario social más amplio; 3) La literatura juega un papel importante en la formación de imaginarios sobre países y personas extranjeras.
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Imagología en Literatura Comparada

Este documento trata sobre los orígenes y definición de la imagología. Brevemente: 1) Dos escuelas principales de imagología surgieron en Europa en los años 1960-1970 que se distanciaron del enfoque positivista tradicional; 2) La imagología estudia las representaciones literarias del "otro" formando parte del imaginario social más amplio; 3) La literatura juega un papel importante en la formación de imaginarios sobre países y personas extranjeras.
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Luis Martínez-Falero.
Principios y métodos de Literatura Comparada.
Grado en Literatura General y Comparada, UCM.

UNIDAD 4. Imagología y Literatura y Artes.

MOLL, Nora: “Imágenes del «otro». La literatura y los estudios interculturales”, en A.


Gnisci (coord.), Introducción a la literatura comparada, Barcelona, Crítica, 2002
[1999], pp. 347-389.
PAGEAUX, Daniel-Henri: “De la imaginería cultural al imaginario”, en P. Brunel e Y.
Chevrel (dirs.), Compendio de Literatura Comparada, México DF, Siglo XXI, 1994
[1989], pp. 101-131.
PROIETTI, Paolo: Specchi del letterario: l’imagologia, Palermo, Sellerio Editore,
2008.

Los orígenes de la imagología

Las principales corrientes imagológicas europeas que, por su esfuerzo por crear
una herramienta metodológica específica y por instaurar programas universitarios de
larga duración, podemos designar como de auténticas «escuelas», son dos: la que se
desarrolló entre los años sesenta y setenta alrededor de Hugo Dyserinck (comparatista
de origen belga que enseñó muchos años en Alemania), conocida como «escuela de
Aquisgrán»; y la que nació en los años setenta por el impulso del comparatista francés
Daniel-Henri Pageaux. Para ambas es fundamental distanciarse de los presupuestos
teóricos de la imagología positivista tradicional. Tal distanciamiento se hizo necesario
sobre todo por el descrédito en que había caído dicha rama de comparatismo a finales de
los años cincuenta, coincidiendo con la crítica general y sustancial que René Wellek
dirigió en 1958 a la «escuela francesa» del comparatismo literario.
De hecho, sobre la imagología tradicional que se desarrolló entre el último
decenio del siglo XIX y la mitad del XX, pesaba particularmente la herencia positivista:
el interés de comparatistas como Fernand Baldensperger y Paul Hazard, que se
ocuparon de las representaciones recíprocas de los pueblos a través de la literatura,
todavía estaba guiado por una concepción determinista de los «caracteres nacionales».
En ella resonaba el pensamiento de H. Tayne sobre el influjo ejercido por race, milieu y
moment sobre el desarrollo moral de un pueblo, entendiendo por «raza» la disposición
genética, el verdadero «espíritu»; por «medio», las condiciones materiales en que éste
vivía; y por «momento», el resultado de su desarrollo histórico. Como demostró
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Manfred Fischer, de la «escuela de Aquisgrán», en sus Imágenes nacionales como


objeto de la historia comparada de la literatura (1981). A esta primera fase (en la que
destaca como teórico Jean-Marie Carré) es posible adscribirle el mérito de haber
dirigido gradualmente la investigación imagológica hacia el estudio de las recepciones
literarias, o sea hacia la indagación de cómo la fortuna de un autor podía verse influida
por la imagen de su nación de procedencia, aunque todavía no se había llegado al
distanciamiento crítico de las mismas images. Además, la perspectiva supranacional y la
mentalidad cosmopolita que aquellos comparatistas acababan de plantear fueron las
primeras bases —frágiles— que permitirían injertar en la investigación imagológica
finalidades ético-políticas, como la cada vez más repetida necesidad de contribuir al
mejor entendimiento entre los pueblos.

Definición y ámbito de estudio

De acuerdo con la breve y esclarecedora definición de Yves Chevrel, el


encuentro con el «otro», con los textos literarios extranjeros y con las culturas distintas
de la nuestra y distintas entre sí, es el punto de partida y el interés esencial de la
literatura comparada. La literatura comparada, en cuanto estudio de los distintos puntos
de vista que dicho encuentro produce, arraiga en ese antiguo debate sobre las diferencias
entre las comunidades y los grupos humanos que todos los grupos y comunidades
siempre han practicado. Remontándose a este objetivo central de la literatura
comparada, la imagología literaria puede entenderse como una de las formas de
indagación más «concretas» de la aproximación a la alteridad. Otra modalidad de
investigación muy vinculada a la imagológica, se halla en un campo de estudios
desarrollado muy recientemente: se trata de los estudios interculturales, que se ocupan
de las analogías, las diferencias y las relaciones entre los distintos grandes sistemas
culturales (Europa y Extremo Oriente, o el mundo árabe). La imagología y los estudios
interculturales, por su capacidad de centrarse en cuestiones histórico-culturales,
políticas y sociales relacionadas con el contacto entre distintos pueblos y culturas,
pueden revestir hoy una gran importancia y tener interesantes aplicaciones también en la
práctica educativa, porque ayudan a interpretar de manera más «útil y deleitable» el
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alcance cívico de los textos literarios, y también a ampliar todo lo posible nuestra visión
del mundo.
Imaginar otros países, formular juicios sobre sus habitantes, compararse a sí
mismo con los compatriotas y con los demás, los extranjeros: éstas son actividades y
reacciones frecuentes y «normales» producidas por los encuentros con el turista o el
inmigrado, por los viajes, por impresiones causadas por las imágenes de cine y
televisión, por las noticias leídas o escuchadas. También la literatura desempeña un
papel importante en la formación de ese «imaginario» que tiene por objeto los países y
las personas extranjeras.
(D.-H. Pageaux) La imagen "literaria" se entiende como conjunto de ideas
acerca del extranjero insertas en un proceso de literaturización a la vez que de
socialización. Esta nueva perspectiva obliga al investigador a tener en cuenta no sólo
textos literarios, sus condiciones de producción y de difusión, sino también cualquier
material cultural con el que se ha escrito, pero también pensado e incluso vivido. Este
tipo de trabajo conduce al investigador hacia encrucijadas problemáticas en las que la
imagen tiende a convertirse en un revelador particularmente sensible de los
funcionamientos de una ideología (racismo, exotismo, por ejemplo, para atenernos a
cuestiones referentes "al extranjero tal como lo vemos"). Por tanto, es impensable que el
investigador comparatista niegue la especificidad del hecho literario (relatos de viajes,
ensayos, novelas, ficciones, teatro, por lo general; poesía con menor frecuencia). Pero
esta doble exigencia y este cambio de horizonte repercuten sin duda en los estudios de
imágenes y llevan una redefinición de nuestro campo de investigación (la imagología) y
de nuestra disciplina.
La imagen del extranjero se ha de estudiar como parte de un conjunto vasto y
complejo: el imaginario. Más concretamente: el imaginario social (palabra tomada en
préstamo a los historiadores [Cornelio Castoriadis]) en una de sus manifestaciones
particulares, la representación del Otro. En estas condiciones, importa precisar qué se
entiende, en literatura comparada, por "imagen". Algunos elementos de definición
permitirán luego formular principios para el estudio de esta imagen y conferir un
contenido metodológico a la imagología. Con todo, no se trata de conferirle autonomía a
este campo de investigación. Los principios metodológicos expuestos son de orden muy
general y lo que interesa son los diversos ámbitos en los que reaparece la problemática
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de la imagen. El examen de esta problemática nos permitirá precisar, al final del


estudio, los contornos de este "imaginario" del que venimos hablando, como un
conjunto coherente de imágenes compartido por una comunidad en un lugar y un
momento dado, de cuyo conjunto forma parte la imagen del otro.
Aunque no actúe directamente sobre todo el mundo, la literatura es una fuente de
«información» que nos sugestiona e influye en nuestro pensamiento a través de distintos
canales de mediación y la reelaboración de «segunda mano» de sus contenidos. Y, sobre
todo, se adelanta a las otras fuentes: al proceder del pasado, la literatura nos transmite
imágenes, pensamientos y juicios expresados en todos los tiempos y todas las culturas, y
sin embargo no ha dejado de prender en nuestras conciencias en la época de los medios
de comunicación de masas y de internet.
Las representaciones de países extranjeros son tan antiguas precisamente porque
satisfacen la necesidad de toda sociedad humana de trazar una frontera entre lo familiar
y lo desconocido. En la antigua Grecia, con el término βάρβαροϛ se designaba a todos
los pueblos alófonos incapaces de entender la κοινή de los atenienses o de las gentes
jónicas, y que, por lo tanto, desde el punto de vista de éstos, eran dignos de desprecio.
Sin embargo, con el nacimiento y el desarrollo de la historiografía antigua, iba
creciendo el interés por los pueblos extranjeros con los que la comunidad griega, y más
tarde la romana, mantenían contactos comerciales o enfrentamientos bélicos. Basta
pensar en Heródoto, quien en su obra se dedicó precisamente a la descripción de otros
pueblos, o en la Germania de Tácito, obra que contribuyó significativamente a fundar el
mito duradero de la simplicidad primigenia, el ardor guerrero y la incorruptibilidad de
los pueblos germánicos. No siempre —y, en el caso de los antiguos, muy raramente—
juicios emitidos sobre las comunidades étnicas o nacionales se fundaban en la
experiencia y el contacto directo. Pero incluso en los casos en que dichos contactos
existieron, por ejemplo gracias a los viajes que nobles y literatos empezaron a realizar
cada vez más a menudo a partir del siglo XVII (el llamado Grand Tour), tales juicios no
resultaban ser por ello más auténticos, ni carecían de la tendencia a devaluar o idealizar
a los pueblos extranjeros.
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Definiciones de imagología.

Por imagología se entiende, pues, el estudio de las imágenes, de los


prejuicios, de los clichés, de los estereotipos y, en general, de las opiniones sobre
otros pueblos y culturas que la literatura transmite, desde el convencimiento de
que estas imágenes, tal y como se definen comúnmente, tienen una importancia
que va más allá del puro dato literario o del estudio de las ideas y de la
imaginación artística de un autor. El objetivo principal de las investigaciones
imagológicas es el de revelar el valor ideológico y político que puedan tener ciertos
aspectos de una obra literaria precisamente porque en ellos se condensan las ideas
que un autor comparte con el medio social y cultural en que vive. Al mismo tiempo,
la descripción de un país extranjero y de sus habitantes cuestiona la visión que un autor
tiene de su propia cultura y la manera en que él mismo se coloca en ella, es decir su
propia identidad cultural. Como veremos, toda imagen se constituye a través de una
comparación continua que va de la identidad a la alteridad, porque siempre hablar de los
otros es también una forma de revelar algo de sí. Finalmente, en muchos casos existe un
vínculo de dependencia directa o indirecta entre los textos imagotípicos (o sea, textos
que contienen imágenes) más recientes y los que ya han adquirido cierta canonicidad
en la tradición literaria de un determinado país. Tales textos «canónicos», pueden por un
lado, dar lugar a interpretaciones idealizantes (basta pensar en el impacto que ha tenido
el Viaje a Italia de Goethe en las sucesivas generaciones de escritores y viajeros, sean o
no alemanes), y por otro, alimentar opiniones negativas y visiones distorsionadas del
«otro», denominadas habitualmente mirages, que a menudo determinan la valoración de
otra cultura como «inferior» (y ésta es la característica principal de la literatura teñida
de alguna forma por el «discurso» exótico y el colonial, ambos típicamente —aunque no
exclusivamente- europeos) .
Puede resultar igualmente interesante seguir el desarrollo diacrónico de una
determinada image o esbozar las visiones de otro país o cultura elaboradas por autores
contemporáneos nuestros. Por ejemplo, si consideramos la imagen de Italia que se
deriva de la literatura alemana de la segunda mitad del siglo XX, nos percatamos
inmediatamente de que (por lo menos por parte de los autores más destacados) se
intenta mostrar lo inadecuado del tópico de Italia como «jardín de Europa» que se había
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consolidado en la estela de la literatura de viajes de los siglos XVIII y XIX. En algunos


casos, la intención de librarse de una retórica que idealizaba su objeto se vuelca incluso
en el uso exclusivo de tópicos negativos: así, Rolf Dieter Brinkmann, en su relato
autobiográfico de 1979 titulado Rom. Blicke, dirige su mirada hacia todo lo que le
parece sucio, banal, falso y enajenado en Roma, ciudad símbolo de una Italia rebajada a
basurero. Él conjuga el objetivo de desmitificar la imagen principalmente positiva del
Bel paese, difundida por los media y las guías «culturales», con un procedimiento de
naturaleza puramente literaria: la evocación polémica del Viaje a Italia y la presentación
de sí mismo como un anti-Goethe que rechaza todos los valores de la tradición de la que
Goethe fue adalid. Sin embargo, para muchos autores Italia sigue siendo un lugar
propicio para el despliegue de su propia individualidad, en el que se respira una libertad
que en su patria se les niega: ésta es la imagen que se halla en Auslóschung, Ein Zerfall
(Extinción) de Thomas Bernhard, donde se representa a Roma como una ciudad caótica,
pero al mismo tiempo como el actual «centro del mundo» en que el protagonista
encuentra su propio centro interior. Italia y su capital toman la semblanza de un «punto
de fuga» desde donde es posible analizar, con un rigor que se va revelando poco a poco
como destructivo, el país natal de uno, y aparecen como una especie de polo positivo
que sirve principalmente para que el protagonista se enfrente a su propio «origen». La
novela de Bernhard nos muestra de manera ejemplar que la constitución y la
problematización de la propia identidad cultural pasa a través de la confrontación con la
alteridad, de la que Italia puede ser considerada como o cifra por parte de los «vecinos»
europeos.
(D.-H. Pageaux) Antes que una definición, la noción sumamente vaga de
imagen pide una hipótesis de trabajo. Ésta podría formularse de la siguiente manera:
toda imagen procede de una toma de conciencia, por mínima que sea, de un Yo con
respecto al Otro, de un Aquí con respecto a un Allá. La imagen es, así pues, la
expresión, literaria o no, de una separación significativa entre dos órdenes de
realidad cultural. En otros términos: la imagen es la representación de una
realidad cultural mediante la cual el individuo o el grupo que la han elaborado (o
que la comparten, o que la propagan) revelan y traducen el espacio cultural e
ideológico en el que se sitúan. El imaginario social al que nos referiremos se
caracteriza por tanto por una profunda bipolaridad: identidad versus alteridad. Se
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considera la alteridad como término opuesto y complementario con respecto a la


identidad. El imaginario que nos planteamos como término de nuestra investigación es
la expresión, en el plano de una sociedad, de una colectividad, de un conjunto social y
cultural, de esta bipolaridad fundamental. El imaginario que estudiamos es el teatro, el
lugar en el que se expresan, de manera "imaginada" (asumamos el juego de palabras), es
decir, con la ayuda de imágenes y de representaciones, las maneras (la literatura entre
otras) en las que una sociedad se ve, se define, se sueña a sí misma.
 DEFINICIÓN DE PAOLO PROIETTI: “La imagología literaria encuentra su
legitimación en el cuadro más amplio de los estudios de literatura comparada, por
la especificidad de su enfoque intelectual respecto del análisis y de la
interpretación de todas aquellas manifestaciones literarias a través de las cuales se
realiza una representación del Otro. Como se ha observado hasta el momento, las
imágenes del Otro se configuran en este sentido como uno de los espacios literarios
que responde mejor para satisfacer otras necesidades, ya que, por la naturaleza
proteica que las caracteriza, así como por el modo de elaboración y de enunciación
de los contenidos que convergen en ellas, las imágenes literarias surgen de manera
natural en el punto de encuentro de intereses múltiples en el área de las ciencias
humanas. Puesto que cada representación propiamente literaria [...] se dispone en
una vasta red de relaciones –históricas, filosóficas, sociales, psicológicas, políticas,
culturales– la imagologia se ha caracterizado desde sus primeras manifestaciones
como una práctica de la comparación literaria fundamentada en la
interdisciplinariedad” (p. 133).
Al inicio de cualquier estudio, la imagen es un vocabulario fundamental al
servicio de la representación y de la comunicación. Con todo, preciso señalar que los
análisis lexicales o los llamados de contenido limitan a descripciones de superficie, a
recuentos o a observaciones de orden semántico que, por interesantes que sean,
necesitan estar apuntalados por una lectura que dé cuenta de la organización global del
texto, de la arquitectura de una secuencia en su articulación con otras, de la
identificación de algunos temas fundamentales en su relación con las estructuras propias
del texto que se estudia. Se trata de pasar de un inventario que puede valerse de los
método del análisis serial (auxiliar inseparable, por lo demás, de la historia de las
mentalidades) al examen de la producción del texto. El estudio de la relación entre el
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Otro y Yo se transforma en búsquedas en torno a la "conciencia enunciativa" (el Yo que


dice el Otro), para recurrir a las palabras de Michel Foucault en su Histoire de la folie á
l'áge classique. Seguir los meandros de la escritura de este Yo enunciado es identificar,
más allá de los motivos, de las secuencias, de los temas, de los rostros y las imágenes
que dicen lo Otro, cómo se articulan en el seno de un texto los principios organizadores,
los principios distributivos (serie del Yo versus serie del Otro), las lógicas y las derivas
de lo imaginario. El texto, proyecto de definición más o menos exhaustiva del Otro,
descubre el universo fantasmático del Yo que lo ha elaborado, enunciado. Pero el paso
de la palabra al campo sintagmático, a las secuencias narrativas, supone la adopción de
nuevo de un método de investigación que se inspira ampliamente en el análisis
estructural que Claude Lévi-Strauss estableció para la lectura de los mitos.
Es bastante obvio que el comparatista, llamado a reflexionar sobre los
intercambios literarios y culturales, no podía dejar de interesarse por los trabajos del
antropólogo que habló también de los viajes y del exotismo en Tristes tropiques, de la
confrontación de las culturas con escritura y sin escritura, del pensamiento "salvaje" y
del pensamiento llamado moderno. Los métodos descriptivos utilizados por Lévi-
Strauss para dar cuenta del funcionamiento de los mitos son de particular interés. Dicho
análisis llamado "estructural" pretende ante todo poner de manifiesto, en la textura de
los mitos, "haces de relaciones". La fórmula puede aplicarse provechosamente a la
imagen. Pero precisemos enseguida: de relaciones jerarquizadas.

Principales corrientes de la imagología actual

Una nueva formulación y una revisión teórica significativa de la imagología se


produjo en 1966 con el artículo de Hugo Dyserinck «Sobre el problema de «images» y
«mirages» en el ámbito de la literatura comparada», un texto densamente teórico que se
propuso como una especie de manifiesto de la nueva investigación imagológica. En él,
el estudioso belga aborda por un lado la tarea de definir la imagología en relación a la
interpretación elaborada por la «escuela francesa», y por el otro, la de justificar su
misma existencia dentro de los programas universitarios de literatura comparada, una
cuestión que no se daba por descontada tras la intervención de Wellek. En lugar de dejar
caer en saco roto las propuestas de Carré y Guyard, Dyserinck reivindica ante todo la
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necesidad de aclarar aquellos planteamientos. Por lo que se refiere al interés de Carré


por el influjo de images o mirages sobre la opinión pública, Dyserinck destaca el
tratamiento superficial de uno de los aspectos más específicamente literarios de la
noción de influjo, o sea del papel desempeñado por images y mirages en la difusión y
recepción de determinadas obras fuera de su propio contexto. Con ello, la atención se
desplaza desde consideraciones más propiamente sociológicas hacia temas conectados
con los estudios sobre las traducciones literarias. De hecho, si podemos definir la
traducción como una actividad en la que influyen fuertemente las ideologías
individuales y colectivas, no es difícil imaginar que también es particularmente
susceptible de ser orientada por prejuicios por idées reçues del traductor sobre el país de
procedencia del autor del texto original. Por otra parte, contestando a la crítica de
Wellek, Dyserinck se esfuerza por adoptar el argumento de la importancia del estudio
«intrínseco» de la literatura para sus propios fines, subrayando que muchas veces las
images literarias asumen una posición central para la estructura del texto, y así llegan a
ser un elemento que ningún análisis crítico en sentido estricto debería pasar por alto.
Finalmente, encuentra en el estudio del papel de images y mirages dentro de la crítica y
la teoría literarias un campo en que la imagología podría emplear provechosamente su
propia vocación por la desmitificación de las ideas preconcebidas sobre el «otro».
Reconoce sobre todo en los manuales escolares un medio privilegiado para la
propagación de tales ideas (que a veces son incluso expresiones de racismo: piénsese en
los libros de texto de la Alemania nazi, manipuladores en sentido racista de las ideas
sobre otros pueblos, o también en la manera estereotipada con que los manuales
escolares europeos presentan África).
Indudablemente, la argumentación de Dyserinck acentúa el carácter
intrínsecamente literario del campo de estudio que él defiende y renueva. Esta opción
estratégica lo lleva, sin embargo, a poner entre paréntesis otros objetivos de naturaleza
esencialmente «extraliteraria», que ha desarrollado en mayor medida en sus siguientes
trabajos teórico-metodológicos. Se trata sobre todo del significado ético-político que tal
estudio puede adquirir precisamente gracias a la tendencia al ir más allá del análisis
estético de la obra literaria. Una tendencia que, de todas formas, ya no necesitaría ser
justificada ante una concepción más limitada del estudio literario. Al contrario, el
análisis de las images literarias, así como de las relaciones «intelectuales»
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internacionales en general, debería considerarse a todos los efectos como perteneciente


al estudio comparado de la literatura. Al colocar la imagología «más allá de toda
discusión sobre la prioridad del estudio literario "inmanente" contra el "trascendente"»,
él insiste en la centralidad de esta disciplina para el comparatismo. Si es cierto que la
literatura comparada se centra en la cuestión de la alteridad, la imagología puede
reivindicar con todo derecho su «ortodoxia», en cuanto representaría una forma
«concreta» de investigación del fenómeno de la alteridad fuera de las fronteras
nacionales.
Otro punto que el artículo de 1966 dejaba sin resolver es la cuestión de cómo
situarse respecto a la etnopsicología, disciplina que, en el pasado, se tendía a asimilar a
la imagología. Al destacar que el verdadero objeto del estudio imagológico es la image
y no su enunciado, Dyserinck no se cansaría más tarde de repetir su oposición al
concepto irracional de «carácter nacional» o «espíritu de un pueblo» y de declarar
infundada la acusación de que la imagología es una rama de la etnopsicología: no se
trataría, pues, de contraponer una imagen equivocada de un país a otra «justa», sino de
evidenciar la complejidad inherente a tales ideas. La suya es una perspectiva que por un
lado se propone la desmitificación de images y mirages, es decir, la identificación de las
estructuras ideológicas en que éstas se asientan y, por otro, asume como fundamental
una actitud de «neutralidad cultural» que impediría al estudioso poner en juego sus
propias ideas y también su propia identidad nacional y cultural.
El diálogo entre la imagología y las modernas ciencias histórico-sociales abre
una serie de perspectivas nuevas, capaces de contextualizar el discurso literario de
manera más decidida, y también de esclarecer la historia y los sucesos políticos pasados
y actuales a través de la lectura imagológica de los textos. De ahí el significado político
que Dyserinck reivindica para la imagología, conectándose sustancialmente al
compromiso de Carré y Guyard de contribuir con su disciplina al entendimiento
recíproco de las naciones europeas. Y, tal y como hicieron los dos estudiosos franceses,
también el comparatista belga identifica en el contexto europeo el lugar designado para
las investigaciones imagológicas y subraya que la misma literatura comparada es ante
todo una «disciplina europea», dedicada preferentemente y casi por su misma
naturaleza, al estudio de las literaturas europeas. A su juicio, este enfoque de los
estudios, al ocuparse en cierto sentido del significado de la convivencia europea en la
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conciencia de los autores, es capaz, más que cualquier otro, de contribuir a la


comprensión y la solución de las cuestiones derivadas de la configuración multinacional
de Europa, cuestiones que la literatura ha subrayado en gran medida. Sin embargo, ésta
es una posición que, ante la aparición de escuelas comparatistas extra-europeas, ya no
parece tan fácilmente sostenible y corre el riesgo de invalidar en el plano internacional
el interés por una investigación que ha elaborado instrumentos metodológicos que
podrían producir buenos frutos en el campo intercultural.
A partir de principios hermenéuticos, Daniel-Henri Pageaux ha elaborado un
procedimiento semiótico-estructural (y, añadiríamos, también analítico-didáctico)
que se articula en distintas fases y que tiene como objetivo el explicitar los materiales
y las formas con que se construye una image1. Cada una de estas etapas es la expresión
de la aportación metodológica de disciplinas diversas. La primera consiste en el
análisis semiótico del texto: se trata del examen de las recurrencias de determinadas
palabras-clave y expresiones que constituyen el material léxico de las images (para la
imagen de los alemanes se podrían dar términos como «precisión», «eficiencia»,
«frialdad», «determinación», etc.; para los españoles, «pasión», «orgullo», «fiesta»,
«fandango», etc.). La image en este nivel sería aún poco compleja y coincidiría
sustancialmente con el estereotipo. Con la segunda fase se pasa a un examen
semántico-estructural encaminado a evidenciar los mecanismos por los que el escritor
ha efectuado determinadas elecciones lingüísticas. El material léxico empleado
respondería a dos principios: el de la «diferenciación» del «otro» y el de su
«asimilación», que corresponden respectivamente al proceso de «emarginación» y al de
«integración cultural». Sin embargo, esta segunda fase no puede detenerse en el
examen textual, sino que se complementa con el análisis histórico, útil para relacionar la
image literaria con el contexto cultural. Para la tercera etapa, Pageaux se inspira en los
métodos de la antropología cultural, en particular en la versión estructuralista de Claude
Lévi-Strauss. A la luz de la antropología, la aproximación imagológica al texto se
propone como análisis del «sistema de calificación diferencial» que está en la base de la
formulación de la alteridad. En síntesis, tal procedimiento incluye: el análisis de las
«grandes oposiciones» que estructuran el texto y las principales unidades temáticas; el
examen del «marco espacio-temporal», de la «reorganización» del espacio realizada por

1
D.-H. Pageaux, La littérature génerale et comparée, cap. IV, «Images», Armand Colin, París, 1994, pp.
59-76.
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el escritor y de su «simbolización», de la «mitificación» del tiempo; finalmente, el


estudio de los personajes representados y de la organización de sus relaciones según
determinadas categorías. En este nivel, aún más complejo pero inseparable de los
demás, la image tomaría la forma de un «escenario», presentándose como el resultado
de un desarrollo temático-narrativo definido como una secuencia de escenas que, en
determinados casos, puede coincidir con todo el texto imagotípico. Se trata de escenas a
las que se recurre casi obligatoriamente para representar e imaginar el país extranjero y
sus habitantes, escenas reproducidas «programáticamente» en los textos literarios o
culturales. La imagen-escenario delineada de tal manera puede coincidir a veces con el
mito: basta pensar en Fausto o en Don Juan, figuras míticas cuya narración está
vinculada a la imaginación de «otro» país, o sea de Alemania y de España.
Por este breve resumen vemos que las herramientas metodológicas de la escuela
de Pageaux son extremadamente sofisticadas y requieren un buen conocimiento de
muchas otras disciplinas. Dichas herramientas han sido aplicadas por él y por su grupo
de investigación a literaturas de varios ámbitos geográfico-nacionales. Tras concentrarse
durante varios años en las relaciones imagológicas entre la literatura y cultura francesa y
las española y portuguesa —como en su Images du Portugal dans les lettres francaises
(1700-1755), de 1971— estudios que podemos definir como intraculturales, Pageaux se
ha dedicado a las relaciones literarias interculturales, en particular a las que se dan entre
la cultura latinoamericana y la francesa. Obviamente, estas «relaciones» no son
entendidas como contactos «materiales», ya que para Pageaux se trata en primer lugar
de investigar las modalidades según las cuales una cultura imagina a otra, e indagar
cómo cada una define su propia identidad en relación a la alteridad. Asimismo, parece
crecer el interés por los problemas imagológicos planteados por el colonialismo: serían
tales, por ejemplo, los anacronismos, es decir la permanencia de viejos esquemas
ideológicos tanto en la representación de la cultura africana por parte de las literaturas
europeas (argumento estudiado recientemente por Jean-Marc Moura), como, al
contrario, en el imaginario africano, en el que circularían imágenes sedimentadas de la
época colonial. A través de esta perspectiva, la imagología aparece, tal y como Pageaux
repite con razón, como un instrumenta excelente para la adquisición crítica de las
prácticas culturales y de los procesos mentales de «nosotros los europeos», permitiendo
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así que el estudioso reconsidere su propia cultura y vuelva a colocarse conscientemente


en ella.
Con este último paso nos hallamos ante una especie de bifurcación que conecta
la imagología actual con los estudios poscoloniales y con los interculturales. Antes de
continuar, sin embargo, es oportuno subrayar que el panorama de estos estudios no se
agota con las escuelas imagológicas que hemos presentado. Existen, de hecho, muchos
comparatistas que cultivan intereses imagológicos: desde Manfred Beller (que ha
estudiado sobre todo las relaciones entre Italia y Alemania), Alexandr Duṭu (que vincula
la imagología a la historia de las mentalidades), a Peter Edgerly Firchow (que se
interesa por la imagen estadounidense de la cultura alemana). Un panorama que también
se enriquece con las investigaciones, en parte análogas, llevadas a cabo dentro de
distintas filologías nacionales, sobre todo en la anglística y en la llamada ‘germanística
intercultural’ (interkulturellen Germanistik).

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