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La Virgen Maria y La Cuestion Ecumenica

Este documento resume el capítulo VIII de la constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II sobre la Virgen María. Explica que el Concilio abordó la cuestión mariana de manera ecuménica, presentando a María dentro del misterio de Cristo y de la Iglesia. También destaca los esfuerzos del Concilio por no enfatizar demasiado la mediación de María para no disminuir la única mediación de Cristo.

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La Virgen Maria y La Cuestion Ecumenica

Este documento resume el capítulo VIII de la constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II sobre la Virgen María. Explica que el Concilio abordó la cuestión mariana de manera ecuménica, presentando a María dentro del misterio de Cristo y de la Iglesia. También destaca los esfuerzos del Concilio por no enfatizar demasiado la mediación de María para no disminuir la única mediación de Cristo.

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Ecclesia, XXXIII, n. 2, 2019 - pp.

193-202

La Virgen María y la cuestión ecuménica entre


católicos y protestantes
Cecilio Ismael González Huerta, L.C.
Licenciado en filosofía, diplomado en bioética y bachiller en teología por el Ateneo Pontificio
Regina Apostolorum.

Introducción

H ace cuatro años me tocó trabajar pastoralmente en Caracas, Venezuela.


Conversaba una vez con una señora catequista, bienintencionada, que
se lamentaba del hecho de que la Virgen María era un gran obstáculo
en nuestras relaciones con los protestantes y evangélicos. En parte le di la ra-
zón, pero también reflexionaba en que eso no podía ser posible. Tendríamos
que encontrar la manera de entendernos y de hacer ver que un cristiano no
puede prescindir de María según lo que predicaba el papa san Pablo VI: «Si
queremos ser cristianos, debemos ser marianos, es decir, debemos recono-
cer la relación esencial, vital, providencial que une a la Virgen con Jesús y que
nos abre la vía que conduce a Él»1.
En ese contexto latinoamericano, con la proliferación de diversas sec-
tas evangélicas como fruto más bien de la ignorancia, no me fue difícil ar-
gumentar y reconducir a los católicos vacilantes. Cuatro años después, en
el ambiente romano, eclesiástico y universitario, descubro que la cuestión
ecuménica mariana ha sido y sigue siendo un desafío teológico profundo.
Algunos se preguntan si acaso la mariología pueda ser ecuménica, como si
ambos términos fueran antitéticos. Conocidas son las expresiones fuertes del
teólogo protestante Karl Barth, para el que la mariología era «una formación
malsana del pensamiento teológico», «una especie de engranaje mortal que
atenta contra la fe católica y en la que se han concentrado todas las herejías
del cristianismo»2. Por su parte, el mismo Jean Daniélou, gran teólogo cató-

1
PaBlo Vi, Homilía del 24 de abril de 1970 en la Misa en el Santuario de Bonaria,
Cagliari, en https://w2.vatican.va/content/paul-vi/it/homilies/1970/documents/hf_p-vi_
hom_19700424.html [27-10-2018] (traducción personal).
2
Cf. s. dE FiorEs, Maria nel mistero di Cristo e della Chiesa, Edizioni Monfortane,
Roma 19954, 224.
194 Cecilio Ismael González Huerta, L.C.

lico del siglo XX, descubría en la mariología «el corazón mismo del problema
ecuménico y el punto en que el espíritu católico y el protestante son más
divergentes»3.
Por ello me he propuesto en este trabajo indagar en la mariología desde
el punto de vista ecuménico. Sé que la cuestión es amplia, por lo que so-
lamente pretendo ofrecer una aproximación. Y consciente de que hay una
diversidad de posiciones (católicos, ortodoxos, protestantes, anglicanos), me
ceñiré al campo delimitado de las relaciones entre la Iglesia Católica y las
comunidades eclesiales surgidas de la Reforma protestante, por ser la más
problemática. Partiré del contexto católico del Concilio Vaticano II y después
expondré las raíces del problema mariano en el mundo luterano así como
su reciente redescubrimiento de María.

1. Contexto del Concilio Vaticano II


El Concilio Vaticano II (1962-1965) ha sido claramente un punto de in-
flexión en la vida de la Iglesia Católica y por ende de su teología. El Concilio
fue precisamente «ecuménico» y uno de sus principales objetivos era impul-
sar la tan deseada unidad entre todos los cristianos. A pesar de la dificultad,
de ninguna manera se quiso soslayar la doctrina y el culto marianos. Una
minoría había deseado que no se tratara este tema y que se concentrasen en
otros problemas más urgentes. Pero no me fue así, de acuerdo con lo que
el mismo Concilio afirmaría en el decreto sobre el ecumenismo: «Es total-
mente necesario que se exponga con claridad toda la doctrina. Nada es tan
ajeno al ecumenismo como el falso irenismo, que pretendiera desvirtuar la
pureza de la doctrina católica y obscurecer su genuino y verdadero sentido»4.
Por lo demás, es providencial que la Virgen María haya estado presente en el
gran evento conciliar desde su inauguración (11 de octubre de 1962) hasta
su clausura (8 de diciembre de 1965): esta en la fiesta de la Inmaculada
Concepción y aquella en el aniversario de la proclamación de la Virgen María
como «Theotokos» (Madre de Dios) por parte del Concilio de Éfeso (431).
En casi todos los documentos conciliares se mencionó a la Santísima Virgen
María: únicamente cuatro documentos de los dieciséis no tienen referencias
marianas5. Y de modo especial se le dedicó el capítulo VIII de la constitu-
ción dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia: es muy revelador que sea

3
Cf. s. C. naPiórkowski, «Ecumenismo» en Nuevo diccionario de mariología, Ediciones
Paulinas, Madrid 1988, 644.
4
ConCilio VatiCano ii, Unitatis redintegratio, n. 11.
5
Cf. s. dE FiorEs, Maria nel mistero…, 21.
La Virgen María y la cuestión ecuménica entre católicos y protestantes 195

el capítulo más largo de uno de los documentos conciliares más vastos e


importantes.
Mucho se ha escrito sobre este capítulo VIII, denominado con razón «una
carta magna de la mariología para nuestra época»6. El camino para su dis-
cusión y aprobación fue tortuoso. Es necesario considerar dos elementos
para tratar de entender este camino: la contraposición de dos tendencias
mariológicas intraeclesiales y la sensibilidad por el ecumenismo. Las dos
tendencias mariológicas ya se habían delineado y enfrentado en el Congreso
Mariológico Internacional de 1958 en Lourdes y continuaron naturalmente
en el Concilio: la primera optaba por una mariología cristotípica y quería que
se dedicase un texto específico al papel de María; la segunda, una mariología
eclesiotípica, prefería presentar a María dentro del misterio de la Iglesia y,
por tanto, insertar su esquema dentro de la constitución sobre la Iglesia.
La decisión de dedicar a María un texto específico o de anexarlo al tratado
sobre la Iglesia se dictaminó finalmente por medio de una votación: venció la
segunda opción por una mínima diferencia de 40 votos de un total de 2188,
siendo la votación más ajustada del Concilio7. A nivel teológico esta decisión
no significó la victoria de una tendencia sobre otra: el texto se caracterizó
más bien por una neutralidad que dejaba la cuestión abierta a la espera
de una síntesis superior. Por otro lado, la aparente victoria eclesiotípica de
la votación fue contrapesada con la proclamación personal, por parte del
papa Pablo VI, de María como Madre de la Iglesia. El 21 de noviembre de
1964, fiesta de la Presentación de María en el templo, el santo papa Montini
cerraba la tercera sesión del Concilio y, entre otras disposiciones, aprobaba
la constitución sobre la Iglesia y proclamaba la maternidad espiritual de la
Virgen María con estas palabras:
Así pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos proclamamos a
María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de
Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa,
y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el
pueblo cristiano con este gratísimo título8.

6
juan PaBlo ii, Audiencia general del 2 de mayo de 1979, en http://w2.vatican.
va/content/john-paul-ii/es/audiences/1979/documents/hf_jp-ii_aud_19790502.html
[28-10-2018].
7
Cf. M. gagliardi, La verità è sintetica. Teologia dogmatica cattolica, Cantagalli, Siena
2017, 450, nota 2.
8
PaBlo Vi, Discurso de clausura de la III sesión del Concilio Vaticano II, 21 de noviem-
bre de 1964, en https://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/speeches/1964/documents/ hf_p-
vi_spe_19641121_conclusions-iii-sessions.html [28-10-2018].
196 Cecilio Ismael González Huerta, L.C.

El segundo elemento que había enunciado para entender el proceso del


texto mariológico era la sensibilidad ecuménica. También por este motivo se
quiso presentar el papel de María dentro del misterio de la Iglesia, aunque
también se subrayó su relación con Jesucristo. Reitero que el resultado final
fue neutral y en este sentido el título del capítulo octavo fue muy indicativo.
Es muy pertinente la siguiente anotación de don Mauro Gagliardi en su sín-
tesis reciente de teología dogmática:
Añadamos que el capítulo de la Lumen gentium que trata de la Virgen se
titula «La Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y
de la Iglesia»: primero se llama a la Virgen Madre de Dios, título cristotípico
y no eclesiotípico; en segundo lugar, la consideración de ella en el misterio
de Cristo precede a su consideración en el misterio de la Iglesia9.
Desde la perspectiva ecuménica la colocación final del capítulo maria-
no en la constitución eclesiológica fue para algunos un «giro providencial»,
«una etapa importante». Un texto aparte y específico hubiese dado a los pro-
testantes la impresión que siempre habían tenido sobre los católicos: María
es un fin en sí mismo, un ser que se exalta en detrimento de la única media-
ción de Cristo10. Además de la colocación, los padres conciliares tuvieron una
gran consideración ecuménica en los siguientes aspectos11:
1) Cuestión de la mediación de María. Es uno de los temas más con-
trovertidos, pues nuestros hermanos evangélicos no quieren ver disminuida
en nada la única mediación de Cristo (cf. 1 Tim 2, 5-6). El Concilio lo tuvo
en cuenta y por ello trató de no acentuar demasiado la mediación de María,
pero de ninguna manera renunció a la doctrina y ni siquiera al término, que
al menos usó explícitamente una vez12. El texto dedica tres números a ha-
blar de la cooperación materna y especial de María en el orden de la gracia,
dejando claro que este papel se encuentra subordinado al de Cristo, único
Mediador entre Dios y los hombres13. Me parecen meridianas y conciliadoras
las siguientes afirmaciones:
Sin embargo, la misión maternal de María para con los hombres no oscure-
ce ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien
sirve para demostrar su poder […]. Por este motivo, la Santísima Virgen
es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro,
Mediadora. Lo cual, embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste
9
M. gagliardi, La verità è sintetica…, 450, nota 2 (traducción personal).
10
Cf. s. dE FiorEs, Maria nel mistero…, 232-233.
11
Cf. s. dE FiorEs, Maria nel mistero…, 233-234.
12
Cf. ConCilio VatiCano ii, Lumen gentium, n. 62.
13
Cf. ConCilio VatiCano ii, Lumen gentium, nn. 60-62.
La Virgen María y la cuestión ecuménica entre católicos y protestantes 197

ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador […]. La Iglesia


no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta
continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que, apoyados
en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y
Salvador14.
2) Empleo de un lenguaje bíblico y patrístico. Se prefirió dar más pre-
valencia a este lenguaje para retornar a las fuentes de la Revelación y a los
textos sólidos de los primeros siglos aceptados por ambas partes. La Sagrada
Escritura fue citada 26 veces y los padres de la Iglesia 40 veces (16 los padres
latinos y 24 los padres griegos), mientras que la enseñanza mariana de los
papas solamente fue citada 13 veces.
3) Preocupación por eliminar prejuicios y falsas interpretaciones. En
una atenta lectura de todo el capítulo, se nota el esfuerzo de los padres con-
ciliares por tener en cuenta la mentalidad de los cristianos de otras confe-
siones: tanto en el contenido, con una sólida base cristológica15 y trinitaria16,
como en la ya aludida forma terminológica. Así mismo, el Concilio pide a los
teólogos y predicadores:
Y exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la pala-
bra divina a que se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración
cuanto de una excesiva mezquindad de alma al tratar de la singular digni-
dad de la Madre de Dios […]. En las expresiones o en las palabras eviten
cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a error a los hermanos
separados17.

2. La Virgen María en el mundo protestante


La percepción mutua entre el protestantismo y el catolicismo era de re-
celo y en general solía ser la siguiente: los católicos la exaltan indebidamente
y los protestantes guardan un silencio casi total e incomprensible. Así se ha
llegado a hablar de un maximalismo católico y de un minimalismo –por
no decir ausencia– protestante. Dentro del catolicismo algunos han queri-
do allanar esta divergencia, elaborando manuales mariológicos meramente
simbólico-narrativos que evitan el tratado fuerte de los dogmas marianos. Ya
hemos visto que el Concilio sí ha allanado este camino sin caer en ningún
tipo de concesión minimalista o mezquina. Ahora quisiera aclarar mejor esta
percepción indagando en las raíces del problema ecuménico de la mano del
14
Ibid.
15
Cf. ConCilio VatiCano ii, Lumen gentium, nn. 60-62.
16
Cf. ConCilio VatiCano ii, Lumen gentium, n. 69.
17
ConCilio VatiCano ii, Lumen gentium, n. 67.
198 Cecilio Ismael González Huerta, L.C.

análisis del mariólogo polaco S. C. Napiórkowski. Finalmente expondré un


triple camino que algunos hermanos de la Reforma están transitando para
redescubrir la figura de la Virgen María.

a. Raíces del problema ecuménico18


Napiórkowski agrupa en tres las raíces de este problema: metodológi-
co-teológicas, teológicas y metateológicas.
1) Raíces metodológico-teológicas. La antropología protestante es fun-
damentalmente pesimista a causa de su concepción del pecado original y
contrasta con el optimismo católico. De allí que los cristianos evangélicos
postulen «una radical antinomia entre Dios y el hombre» e interpreten de
modo exclusivista sus principios basilares: «solus Christus, sola gratia y
sola fides». Por ello ni María ni los santos pueden ejercer función alguna de
mediadores.
2) Raíces teológicas. Nos encontramos aquí con «ciertos conceptos ma-
riológicos y prácticas de devoción mariana» que los protestantes impugnan
a los católicos: a) Hipertrofia de especulación y psicologismo: un exce-
so de especulación sobre los privilegios y títulos marianos («engarzar una
nueva joya en la corona de María», «De Maria numquam satis»); predica-
ciones psicologistas y sentimentales sobre el corazón maternal que termi-
naban «sugiriendo recurrir a María mejor que a ningún otro, aunque fuera
el mismo Cristo». b) Olvido del principio de jerarquía en las verdades: a
veces parece que se ha dado este olvido en la predicación y en la literatura
devocional, al hablar más de María y de los santos que de Cristo; en algunas
regiones las procesiones marianas atraen más a la gente que las procesiones
eucarísticas; y en muchas iglesias la gente reza más «ante el altar del santo
predilecto o de la Madre de Dios que ante el tabernáculo». c) Monoideísmo
mariológico: una insistencia unilateral y desmedida en ciertas formas de de-
voción mariana, que ensombrecen un poco a Cristo como si fuera un punto
lejano de llegada; «en la práctica, el centro lo ocupa María» y se tranquiliza
a los que se preocupan «con la máxima de María lleva a Jesús». d) Modelo
jerarquizado de la mediación de salvación: san Bernardo «formuló sobre
la mediación de Cristo un triple pero» para fundar la mediación de María. La
figura de Cristo –«hombre, Dios, juez»– se complementa con la de María –
mujer, solamente humana y madre de misercordia–; por tanto, es razonable
refugiarnos en María, «nuestra segura esperanza». Esta teología ha sido re-
petida durante siglos y «también a muchos teólogos católicos les preocupa».

18
Cf. s. C. naPiórkowski, «Ecumenismo» en Nuevo diccionario de mariología, 644-648.
La Virgen María y la cuestión ecuménica entre católicos y protestantes 199

3) Raíces metateológicas. a) Falta de conocimiento y de comprensión


recíprocos: por parte católica se simplifica la verdad «enseñando que los
protestantes no veneran a María»; también falta sensibilidad para compren-
der sus objeciones a veces justificadas sobre algunas exageraciones maria-
nas. Por su parte, es difícil observar en los teólogos protestantes una correcta
comprensión de la postura católica: quizás han adquirido la información
«de los mismos protestantes o de escritos de católicos maximalistas y no
de teólogos católicos equilibrados». b) La postura «anti»: la actitud polé-
mica sigue viva. Algunos protestantes se dan cuenta de caracterizarse más
por su anticatolicismo que por su protestantismo. La historia de divisiones
e injurias ha levantado barreras psicológicas más difíciles de superar que
las doctrinales. c) «Usus-abusus»: los primeros reformadores optaron por
abstenerse del culto mariano (usus) como remedio al abuso (abusus) y a
las exageraciones del catolicismo. Muchos teólogos protestantes «admiten
que podrían hablar de María de modo más positivo, pero los excesos de la
mariología católica se lo impiden».

b. Triple camino del redescubrimiento de María19


Poco después de la clausura del Concilio, el Santo Padre Pablo VI recono-
cía los avances y dificultades del problema mariano:
Es consolador observar cómo muchos hermanos cristianos todavía separa-
dos de nosotros miren con mayor serenidad y objetividad la doctrina católi-
ca sobre la Virgen María; no es más para ellos la «herejía católica», aunque
para ellos el dogma mariano constituye todavía uno de los mayores obstácu-
los para la unión en la única fe con la Iglesia Católica. En estos últimos años
la controversia mariana se ha hecho más calmada en el tono, más doctrinal
en el contenido20.
Veamos enseguida el triple camino por el que algunos eximios represen-
tantes de nuestros hermanos de la Reforma han ido moderando la polémica
mariana.
1) Retorno a las fuentes del pensamiento protestante. El estudio serio
de las obras de los padres de la Reforma ha llegado a la conclusión de que
ellos no fueron adversarios de la Virgen María. Al contrario, estos reformado-
res celebraron sus grandezas y virtudes y le tributaron una profunda venera-
ción, aunque protestaron fuertemente contra los abusos del culto mariano.

19
Cf. s. dE FiorEs, Maria nel mistero…, 226-231.
20
PaBlo Vi, Audiencia general del 10 de mayo de 1967, en https://w2.vatican.va/ con-
tent/paul-vi/it/audiences/1967/documents/hf_p-vi_aud_19670510.html [28-10-2018].
200 Cecilio Ismael González Huerta, L.C.

Lutero escribió en 1521 un comentario al Magnificat en el que expre-


sa su fe en la maternidad divina de María. También defendió la virginidad
perpetua de María, su plenitud de gracia e inmunidad del pecado y sobre
todo su ejemplaridad en las virtudes cristianas. Admitió en cierto sentido la
maternidad y la intercesión de la Virgen, aunque negó su participación en la
obra salvífica de Cristo en nombre de la radical incapacidad del hombre para
colaborar con Dios. Por su parte, Zuinglio y Calvino siguieron las huellas de
Lutero: aunque prohibieron la oración a María, el culto de las imágenes y
toda especie de mediación mariana, concordaron en la admisión de la ma-
ternidad virginal de María y de su santidad.
Por consiguiente, una verificación seria y honesta de las fuentes protes-
tantes puede afirmar que una actitud fundamentalmente antimariana es
contraria al pensamiento de los mismos reformadores del siglo XVI.
2) Estudio sincero y sereno de la Biblia. El amor por la Sagrada Escritura
distingue a los evangélicos. No obstante, la controversia con los católicos les
ha impedido valorar los textos bíblicos que se refieren a la Virgen María.
Recientemente, en un clima más objetivo y sereno, han podido descubrir
la imagen bíblica de María. Ejemplos significativos son el libro del obis-
po luterano Hans Asmussen, María Madre de Dios21, donde propone de
nuevo las principales verdades mariológicas sobre bases bíblicas, o el libro
María, Madre del Señor, figura de la Iglesia22, del teólogo calvinista de la
Comunidad de Taizé, Max Thurian, donde ofrece un testimonio eminente de
la santidad de María como resultado de la exégesis bíblica y de la reflexión
dogmática. Coherente con los principios de la Reforma, Max Thurian no se
dirigía jamás a María con una oración o una invocación, pero retenía bíbli-
camente fundada la presencia de María en la liturgia y en la Iglesia, llegando
a sostener que el temor de los excesos no debía conducir a una ausencia de
María que sería igualmente una infidelidad al evangelio de Cristo. Por demás,
es conocida la conversión posterior al catolicismo de Max Thurian, quien
también fue ordenado sacerdote católico.
3) Contacto personal y vital con María. La figura de la Virgen no dejó
de fascinar a algunos poetas y artistas, a pesar del silencio protestante en sus
templos y en su teología: Bach, Hölderin, Novalis o Goethe son algunos ejem-
plos. Algunos sentían cierta nostalgia de María: «María, la Madre de nuestro
Señor, es para nosotros evangélicos una extranjera… Su amor y su culto han

21
H. asMussEn, Maria, die Mutter Gottes, Evangelisches Verlagswerk, Stuttgar 1950.
22
M. tHurian, Marie, Mère du Seigneur, figure de l’Eglise, Presses de Taizé,
Taizé 1962. Traducción española: María, Madre del Señor, figura de Ia Iglesia,
Hechos y Dichos, Zaragoza 1966.
La Virgen María y la cuestión ecuménica entre católicos y protestantes 201

sido vistos como una herejía»23. Algunos han querido inspirar su vida en el
propio ejemplo de María, como es el caso de la Hermandad Evangélica de
María, fundadas en Darmstadt, Alemania, en 1947. Y otros han recuperado
algunas celebraciones litúrgicas marianas: en Taizé celebran las fiestas de la
Anunciación, la Visitación, la Presentación de Jesús y la «memoria» de María
el 15 de agosto.

Conclusión
Concluyo esta aproximación general a la mariología desde la perspectiva
ecuménica entre católicos y protestantes. El Concilio Vaticano II ha ayudado
providencialmente a superar la barrera de incomprensión que se había pro-
longado por más de cuatro siglos. Aunque siguen existiendo discrepancias
y dificultades, en general se puede decir que ya existe un clima de diálogo
sereno y distendido. Hay que observar que la Iglesia Católica ha entablado
diálogos y acuerdos oficiales con otras asociaciones o confesiones cristianas
sobre otros temas24, pero todavía no sobre la mariología. En cambio, a ni-
vel particular sí han existido congresos, encuentros o publicaciones con la
voluntad conciliadora sobre la figura y el papel de la Virgen María: algunos
teólogos protestantes son invitados como profesores en los centros católicos
de estudios marianos; la Pontificia Academia Mariana Internacional (PAMI),
creada en 1946, ha organizado desde 1950 un total de 24 congresos marioló-
gicos o marianos internacionales, en los que también han participado teólo-
gos protestantes y ortodoxos y así se han podido emitir algunas declaraciones
ecuménicas sobre la Virgen María25.
He encontrado interesante y orientativo el documento del grupo ecu-
ménico de «Les Dombes»26 sobre María en el designio y la comunión de

23
k. sCHlink, Marie die Mutter unseres Herrn, Darmstadt 1953, 3. Citado por s. dE
FiorEs, Maria nel mistero di Cristo e della Chiesa, Edizioni Monfortane, Roma 19954, 230,
nota 56 (traducción personal).
24
Ejemplo emblemático de la «Declaración conjunta sobre la doctrina de la justifi-
cación», firmada por representantes de la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial,
el 31 de octubre de 1999.
25
Cf. s. C. naPiórkowski, «Ecumenismo» en Nuevo diccionario de mariología, 648-650.
26
Desde 1937 se reúne este grupo en la abadía trapense de Notre Dame des Dombes,
en las cercanías de Lyon (Francia). Es un grupo que de modo privado reúnes a protestantes
y católicos para rezar y reflexionar juntos sobre la doctrina de María. Aunque no es oficial,
ha tenido cierto influjo en el movimiento ecuménico.
202 Cecilio Ismael González Huerta, L.C.

los santos27. Este documento (1997-1998) es una declaración privada de


cuarenta teólogos católicos y protestantes, que sintetiza y valora las grandes
cuestiones de la mariología desde el punto de vista católico y luterano. No
cabe duda de que es un esfuerzo positivo que no deja de poner de manifiesto
las dificultades subsistentes, incluso con la presencia de algunas incompren-
siones. En ello veo su principal valor, dado que un presupuesto insoslayable
para alcanzar la unidad en la verdad es reconocer las diversas posiciones. Así
pues, he querido referir este documento ya que me sirve para concluir con el
elenco de las cuestiones controvertidas que son motivo de separación y que
se tienen que seguir reflexionando: 1) La cooperación de María a la salva-
ción. 2) La virginidad perpetua de María. 3) Los dos dogmas marianos
de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de la Virgen María a los
cielos. 4) La invocación de María en la comunión de los santos.

27
Cf. E. llaMas, «Mariología y ecumenismo. En torno al documento mariano de Les
Dombes», Diálogo Ecuménico, t. XXXVII, n. 118 (2002), 191-225.

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