Libro de Filosofia Oficial Arandu
Libro de Filosofia Oficial Arandu
Facultad de Filosofía
Cursillo Probatorio de Ingreso
Material de
Filosofía
Autor
Prof. Miguel Ángel Fernández M.
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FILOSOFÍA
Compilación hecha por el Prof. Miguel Ángel Fernández M. para el curso de Filosofía del ciclo preparatorio de ingreso de la Facultad de
Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción
1. INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
UNIDAD I
El estudiante que comienza a leer estas
líneas ha de tener presente una cosa: que
CONTENIDO
está iniciando un tipo de estudio de
peculiarísimas características, que muy poco
1. INTRODUCCIÓN A LA o nada tiene que ver con las materias que
FILOSOFÍA han venido estudiando hasta ahora. Ha de
tomar un primer contacto con un concepto y
2. EL CONOCIMIENTO un quehacer venerables como pocos en la
FILOSÓFICO historia del saber humano y ha de adoptar
las providencias necesarias para que ese
3. DEFINICIÓN ETIMOLÓGICA contacto resulte lo más provechoso posible;
queremos decir que deberá llevar al más alto
grado su capacidad de atención, de reflexión,
4. PSICOGÉNESIS
de prudencia y de honestidad intelectual.
5. TIPOS DE CONOCIMIENTOS Estrictamente hablando, en los estudios de
este curso de ingreso, el estudiante no hará
7. LA CIENCIA filosofía, sino que comenzará a tomar
noticias de la filosofía que otros ya han
8. LOS PROBLEMAS DE LA hecho y configura un inmenso y grave orden
FILOSOFÍA del saber, del cual hasta ahora sólo ha
recibido escasas, imprecisas y hasta
deformadas referencias.
Es frecuente decir que nada se gana con
dar de entrada una definición de Filosofía; y así es en efecto. Cualquier definición que
diéramos resultaría casi ininteligible para quienes se inician en la materia; aunque
entendiera su significado literal no aprehendería su sustancia.
Tampoco ganaremos demasiado con intentar una caracterización del objeto del filosofar
pues, para alcanzarlo suficientemente, habría que utilizar algunos términos cuyas exactas
connotaciones sólo podrán comprenderse justamente después de haber estado un cierto
tiempo en contacto con los mismos. Con plena conciencia de estas cosas intentaremos, no
obstante, una caracterización del objeto de la filosofía.
2. EL CONOCIMIENTO FILOSÓFICO
Cada una de las llamadas ciencias particulares (Física, Matemáticas, Biología, Historia,
etc.) se halla abocada a un sector de la realidad, es decir, al estudio de un grupo de objetos
semejantes que configuran una zona claramente diferenciada de la totalidad de los objetos.
Estas ciencias están, pues, limitadas, particularizadas a un sector; no se asoman al sector
de al lado y carecen, naturalmente, de una visión o perspectiva de conjunto. Nada tiene que
ver el biólogo con los triángulos, el físico con Julio César, ni el matemático con los seres
vivientes. Pero además de particularizadas, estas ciencias se caracterizan por explicar tan
solo las causas inmediatas de los fenómenos, por no adentrarse en la investigación de los
primeros principios que es propio del conocimiento filosófico. Decía Maritain que “la ciencia
va de lo visible a visible, el filósofo va de lo visible a lo invisible”.
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¿Qué es el ser? ¿Qué es el número? ¿Qué es el espacio? ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es la vida?
¿Qué es la historia?, no son preguntas que se hagan (al menos hasta sus últimas
consecuencias) el matemático, el biólogo, el historiador, sino justamente el filósofo, que no
se interesa específicamente por la trigonometría, ni por la luz, ni por los vertebrados, ni por
Carlomagno, sino que lleva su preocupación por lo que está más allá de los hechos
particulares y por lo que es soporte y marco de esos hechos en cada una de la esfera del
conocimiento.
La filosofía, es, pues, la ciencia de los primeros principios o de las primeras causas;
así precisamente la han definido Aristóteles (“Ciencia de los primeros principios y de las
primera causas”), Santo Tomás (“Ciencia de las cosas por las causas superiores”) y
Descartes (“El conocimiento de la verdad por las causas primeras”). Y por ser la ciencia
de los primeros principios es un saber sin supuestos. En este carácter de la filosofía ha
insistido el pensador alemán Edmund Husserl (1859-1938), para quien la filosofía es “la
más elevada y estricta de todas las ciencias.......e indeclinable aspiración de la
humanidad a un conocimiento puro y absoluto”, debe ser precisamente una ciencia
estricta y carente de supuestos. Las ciencias particulares son – según hemos señalado –
un saber sobre supuestos; al geógrafo no se le ocurre pensar si el universo que con tanto
detalle está describiendo, existe realmente, como – según dijimos – al físico no le interesa la
naturaleza esencial del espacio y del tiempo, ni al historiador la esencia de la historia. Los
científicos aceptan y manejan estos conceptos sin un previo análisis de los mismos, lo
suponen, es decir, son los supuestos de su ciencia. El filósofo, en cambio, nunca parte de
la mitad del camino, sino desde sus orígenes, sin admitir concepto alguno que haya
sido previa y exhaustivamente analizado.
Y a tal punto la Filosofía nunca parte de la mitad del camino, que ha llegado a hacer
cuestión de la más radical de las cuestiones; pregunta, en efecto, como se efectúa ese hecho
tan importante que es el conocimiento y aún, en última instancia, si el hombre puede
conocer efectivamente. Más el objeto de la filosofía no se agota con lo expuesto. Las ciencias
particulares nos enseñan muchas cosas en su largo y maravilloso recorrido por el mundo de
la naturaleza y del espíritu, más guardan un absoluto silencio del uso que corresponde
hacer con esas cosas, o sea que no nos dan normas de conducta.
El como debo actuar es un problema del cual se ocupa la Ética, una de las ramas de la
Filosofía. Y no sólo la dilucidación de este problema es objeto de la Filosofía, sino que ha
habido autores que definieron a ésta como la ciencia del obrar, o como el arte de saber
vivir.
Y puesto que la filosofía es la ciencia de los primeros principios, del conocimiento y de las
normas éticas, resulta – como consecuencia – la disciplina que se ocupa de los grandes y
radicales problemas del mundo y de la vida: el alma, la materia, el universo, el ser, la
belleza, Dios, motivos todos que, desde antiguo, se han comportado como objeto del
filosofar.
De lo expuesto, surge clara la diferencia entre la Filosofía y las ciencias particulares;
mientras éstas permanecen limitadas en su sector, la Filosofía nos ofrece una visión
universal de la realidad, pues es de suyo inquirir por la totalidad de los objetos,
universalidad o totalidad propia del saber filosófico que nada tiene que ver con el
enciclopedismo (sentido puramente cuantitativo de acumulación de conocimiento) sino que
hace referencia a la visión “integral y profunda”, a esa penetración más honda de la
realidad que se intenta lograr mediante el esfuerzo natural de las potencias del espíritu,
tendiente a proporcionar una interpretación del mundo y de la vida como resultante de una
suprema proeza del conocimiento.
Por ello no podemos eludir en este momento el recuerdo de aquella genial afirmación de
Aristóteles: “Con mucha razón se llama a la Filosofía la ciencia teórica de la verdad”
(Metafísica II, I), expresión que nos está señalando con una sola palabra el verdadero objeto
del filosofar: la Verdad, es decir, la verdad única, total, indivisible y permanente.
Aunque las solas fuerzas de nuestro espíritu no pueden agotar la Verdad, ella constituye
la aspiración ineludible de todo auténtico filósofo.
En fin, ante el uso, frecuentemente desvirtuado, del término filosofía, queremos
enfatizar el claro sentido y la indeclinable especificidad de la faena filosófica. Durante dos
mil seiscientos años ha sido la búsqueda de un saber último y totalizador, y diríamos que
basta la lectura de dos líneas de un texto cualquiera para determinar si es o no es un texto
filosófico. Digamos, asimismo, que desde sus orígenes la filosofía ha exhibido una nítida e
implacable presencia, pues, de un modo u otro, nunca ha dejado de hacerse. Y como decía
Ortega y Gasset. “visto de la altura filosófica todo otro saber tiene un carácter de
ingenuidad y de relativa falsedad, es decir, se vuelve otra vez problemático”
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La filosofía, pues, está ahí, tan viva y vigente como en tiempos de los antiguos griegos,
esperando muchas inteligencias que la asuman y prosigan indeclinables en la búsqueda de
la verdad.
3. DEFINICIÓN ETIMOLÓGICA
El origen del vocablo filosofía se atribuye a Pitágoras que colocó antes de la palabra sofía
(sabiduría) la palabra filos (amor). De esta forma filosofía significa amor a la sabiduría.
(Según Cicerón, Pitágoras no quiso llamarse sabio y modestamente prefirió considerarse
amante de la sabiduría.)
4. PSICOGÉNESIS
Psicogénesis nos informa sobre la motivación psicológica fundamental que incita al hombre
a filosofar, es decir, ¿por qué se pone el hombre a filosofar? Aquí mencionaremos tres
razones fundamentales, las más nombradas de todas, por lo menos en la tradición de este
“cursillo”, a saber: el asombro o la admiración, la duda y las situaciones límites.
El asombro o la admiración
La duda
Una vez que he satisfecho mi asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe,
pronto se anuncia la duda: Los conocimientos se acumulan, pero ante el examen crítico no
hay nada cierto. Las percepciones están condicionadas por nuestros órganos sensoriales y
son engañosas o, en todo caso, no concordante con lo que existe fuera de mí. Nuestras
formas mentales son la de nuestro humano intelecto: se enredan en contradicciones
insolubles; por todas se alzan unas afirmaciones frente a otras. Existen dos formas de
dudas que se han dado históricamente:
Según Karl Jaspers el hombre puede mirar hacia afuera – al mundo –, o hacia adentro – a
sí mismo –, cuando su mirada se vuelve hacia sí mismo, entonces toma conciencia de su
situación en el mundo: no puede saberlo todo, no puede tenerlo todo, no vivirá
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indefinidamente, etc. Esto le provoca angustia, que no es sino una “conmoción interior” y lo
lleva a formularse nuevas preguntas. En las palabras de Jaspers:
“Estamos siempre en situaciones: Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si no se
la aprovechan, no vuelve más. Puedo trabajar para hacer que cambien determinadas
situaciones: Pero hay otras cosas que son, por su esencia, permanente aún cuando se altere
su apariencia momentánea: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de luchar; estoy
sometido al azar; me hundo inevitablemente en la culpa. A estas situaciones fundamentales
de nuestra existencia las llamamos situaciones límites. Quiere decir que son situaciones de
las que no podemos salir y que no podemos alterar. La conciencia de estas situaciones límites
es, después del asombro y de la duda, el origen, más profundo aún, de la Filosofía” (Karl
Jaspers, La filosofía)
5. TIPOS DE CONOCIMIENTOS
El hombre necesita, para saber en rigor a que atenerse, una certeza radical y universal,
desde la cual pueda vivir y ordenar en una perspectiva jerárquica las otras certidumbres
parciales. La religión, el arte, y la filosofía dan al hombre una convicción total acerca del
sentido de la realidad; pero no sin esenciales diferencias. El conocimiento religioso es una
certeza recibida por los hombres, dada por Dios gratuitamente en la verdad
revelada; el hombre no alcanaza por sí mismo esa certidumbre, no la conquista ni es obra
suya. El arte significa una cierta convicción en que el hombre se encuentra y desde el
cual interpreta la totalidad de su vida; pero esta creencia, de origen ciertamente
humano, no se justifica a sí misma, no puede dar razón de sí; no tiene evidencia propia, y
es, en suma, irresponsable. Al conocimiento mítico podemos darle tres direcciones: como
forma atenuada de intelectualidad, como forma autónoma de pensamiento o de vida y como
instrumento de control social. (Estas tres vertientes del conocimiento mítico no tienen
sentido explicarlos, ya que por su complejidad y extensión escapa con holgura del nivel
pretendido por este “cursillo”)
6. LA CIENCIA
Ciencia (del lat. scientia, scire: conocer) es sinónimo de conocimiento. Sin embargo, en la
acepción más estricta, ciencia no es todo conocimiento, sino aquel que reúne ciertas
condiciones. De ahí surge una distinción fundamental entre el conocimiento vulgar y el
conocimiento científico o crítico.
7. EL CONOCIMIENTO FILOSÓFICO
Del tipo de conocimiento que resulta la filosofía ya hemos hablado en la introducción de este
trabajo, pero no está demás repetirlo (vamos a llamarlo retroalimentación). De la simple
caracterización del objeto del filosofar, se desprende las notas propias del conocimiento
filosófico. Se trata de un conocimiento:
Riguroso, es decir, racional y metódico.
Total o universal, es decir, que comprende la realidad íntegra, la totalidad de los
objetos, buscando una interpretación totalizadora del mundo y de la vida.
Último, es decir, orientado hacia la dilucidación de los primeros principios, sin dejar
nunca un más allá sin explicar (o, como decíamos anteriormente, sin supuestos).
De acuerdo con las notas apuntadas, hallamos una definición de Filosofía que puede no
sonar ya tan incomprensible a oídos de quienes se inician. Pertenece a Maritain (muy
similar a las definiciones dadas por Aristóteles y Santo Tomás) y dice: “La filosofía es el
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conocimiento científico que mediante la luz natural de la razón considera las
primeras causas o las razones más elevadas de todas las cosas”
Estos grupos a su vez admiten otras tantas divisiones y subdivisiones que lo desglosamos a
continuación de la siguiente manera:
b) Los problemas metafísicos (en gr. metafísica: meta: más allá; phýsis: naturaleza),
es la disciplina que estudia el ser o, también, la ciencia que indaga los objetos
suprasensibles. Se puede dividir en:
1) Metafísica general u ontología: que tiene por objeto de análisis al ser en
cuanto ser, el ser como tal, el ser en general, es decir, el ente en cuanto ente.
2) Metafísica especial: se encarga de los problemas metafísicos particulares y se
subdivide, a su vez, en tres partes:
Cosmología: ciencia de los problemas filosóficos que
surgen del mundo corpóreo, como el movimiento, el origen,
estructuras del universo, etc.
Antropología filosófica: ciencia del hombre como
totalidad.
Teodicea: ciencia de Dios o del ser incausado desde el
punto de vista de la razón
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b) La estética: es la disciplina filosófica que investiga acerca de la
belleza y orienta el juicio y la producción de obras de arte.
FILOSOFÍA
Compilación hecha por el Prof. Miguel Ángel Fernández M. para el curso de Filosofía del ciclo preparatorio de ingreso de la Facultad de
Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción
Características y representantes.
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La Escuela de Elea o eleática (Parménides, Zenón, Meliso),
Heráclito de Efeso
Empédocles de Acragas,
Jenófanes de Colofón,
Anaxágoras de Clazomene,
Arquelao de Atenas
La Escuela atomista (Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera).
Como características generales comunes a todos los filósofos presocráticos podemos señalar
las siguientes:
1) Casi todos ellos provenían de la periferia del mundo helénico (es decir de sus
colonias), predominantemente de las costas del Asia Menor (la costa oriental de la
hoy Turquía, sobre el Egeo) y de las colonias de la Magna Grecia (la parte sur de la
actual Italia)
2) Sabemos, en la mayor parte de los casos, cual es su localidad de origen, pero nos
resultan imprecisas las fechas de su nacimiento y de su muerte.
3) Se han perdido casi la totalidad de su obra escrita, de tal modo que sus opiniones y
realizaciones nos han llegado, con grandes lagunas, a través de fuente indirectas
citadas por diversos autores del siglo IV a. C. entre los que se destacan Platón y
Aristóteles y los doxógrafos Sexto Empírico, Diógenes de Laercio, Simplicio, etc.
Si bien aquí hemos brindado las escuelas y los pensadores más importantes de la etapa
cosmológica, el programa de estudio este “cursillo” sólo contempla algunos de ellos, a saber:
la Escuela jónica, la Escuela eleática y Heráclito de Efeso, y a los cuales son los que
nosotros vamos a ceñirnos.
El problema principal planteado por los pensadores presocráticos o cosmológicos fue el del
“arjé”, es decir, se trataba de investigar el principio fundamental de la realidad,
aquello de lo que todo brota y a lo que todo vuelve. De la nada puede surgir, en
consecuencia, tiene que existir una realidad primera, “arjé”, de la cual se deriven
todas las demás. En este sentido los filósofos presocráticos entendieron por “arjé”:
A. Escuela Jónica
Con esta escuela se inicia la filosofía. Pertenecen a esta escuela, conocida también como la
Escuela de Mileto, tres pensadores con los cuales se origina el quehacer filosófico. Son ellos
Thales, Anaximandro y Anaxímenes
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THALES (640-547)
ANAXIMANDRO. (610-547)
Sucedió a Thales a mediado del siglo VI en la escuela de Mileto. De su vida poco o casi nada
se conoce. Escribió una obra, que se ha perdido, conocida con el título Sobre la
naturaleza. A la pregunta sobre el principio de las cosas responde diciendo que es el
ápeiron Esta palabra significa literalmente infinito, pero no en sentido matemático, sino
más bien en el sentido de ilimitación o indeterminación. Y conviene entender esto como
grandioso, ilimitado en su magnificencia, que provoca el asombro. Es la maravillosa
totalidad del mundo en que el hombre se encuentra con sorpresa. Este “ápeiron” es,
además, principio: de él surgen todas las cosas; unas llegan a ser, otras dejan de ser,
partiendo de ese “arjé”, pero el “ápeiron” permanece independiente y superior a los cambios
individuales de las cosas. Las cosas se engendran por una segregación, se van separando
del conjunto de la naturaleza por un movimiento como de criba, primero lo frío y lo caliente,
y luego las demás cosas. Este engendrarse y perecer es una injusticia, un predominio
injusto de un contrario sobre otro (lo caliente sobre lo frío, lo húmedo sobre lo seco, etc.). Por
esta injusticia existe el predominio de las cosas individuales. Pero hay una necesidad que
hará volver a las cosas a ese fondo último, sin injusticia, el “ápeiron”, inmortal e
incorruptible donde no existe el predominio de unos contrarios sobre otros. La forma en que
ha de ejecutarse esa necesidad es el tiempo. El tiempo hará que las cosas vuelvan a esa
unidad, a esa quietud e indeterminación del “ápeiron”, de donde han salido injustamente.
ANAXÍMENES (550-480)
Discípulo de Anaximandro, también de Mileto, en la segunda mitad del siglo VI. Es el último
milesio importante. Añade dos cosas importantes a la doctrina de su maestro. En primer
lugar, una indicación concreta de cuál es el principio de la naturaleza: el aire, que pone en
relación con la respiración y el aliento. Del aire nacen todas las cosas, y a él vuelve cuando
se corrompen. Esto parece más bien una vuelta al punto de vista de Thales, sustituyendo el
agua por el aire; pero Anaxímenes agrega una segunda precisión: el modo concreto de
formación de las cosas, partiendo del aire, es la condensación y la rarefacción. El aire
enrarecido es fuego, más condensado, nubes, tierra, rocas, según el grado de densidad. A la
sustancia primera, soporte de la variedad cambiante de las cosas, se añade un principio del
movimiento. Con Anaxímenes finaliza la Escuela de Mileto, conocida también como la
Escuela Jónica. En este momento, el dominio persa en Jonia va impulsar la filosofía hacia el
Oeste.
Era de Efeso, en el Asia menor, no muy lejos de Mileto. Vivió entre los siglos VI y V a.C. Es
aproximadamente contemporáneo de Parménides y como se mueve dentro de la dialéctica
parmenídea del ser y el no ser, se le puede considerar filosóficamente sucesor de
Parménides, aunque no perteneció a ninguna escuela. Heráclito despreciaba a la
muchedumbre y condenaba los cultos y los ritos de la religión popular. Teofrasto lo llama
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“melancólico”. Los griegos le dieron, por su estilo un tanto confuso, el sobrenombre de
“Heráclito el oscuro”.
Lo que más importa es caracterizar la metafísica de Heráclito y situarla dentro de la
evolución de la filosofía posterior a Parménides. Heráclito es conocido por ser el filósofo del
movimiento. Afirma taxativamente la variación o movimientos de las cosas: todo corre, todo
fluye. Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Porque el río permanece, pero el agua
ya no es la misma. La realidad es cambiante y mudable. Por esto la sustancia primordial es
el fuego, la menos consistente de todas, la que más fácilmente se transforma. Además – dice
– la guerra (entiéndase como oposición) es el padre de todas las cosas. Es decir, la
discordia, la contrariedad, es el origen de todo el mundo. Todo es un permanente devenir de
los contrarios. Una cosa nunca es porque está en permanente cambio. Todo deviene, es
decir, toda la realidad se encuentra en perpetuo cambio y oposición. El mundo es un eterno
fuego que se transforma incesantemente sin detenerse jamás. En este mundo de mutaciones
y contradicciones permanente, Heráclito introduce el Logos, el gran Logos universal
(entiéndase como una gran inteligencia cósmica) que da un orden, una medida, una
armonía, a la continua variación de de la realidad, pues todo sucede de acuerdo con el
Logos. El Logos se constituye, así, en la ley del cambio.
Parménides y Heráclito influyeron de un modo notable en la orientación que los
filósofos posteriores dieron a sus teorías. De Parménides quedó asentado su principio según
el cual de la nada nada puede surgir (del no-ser no puede surgir el ser); por consiguiente,
si algo existe ha debido existir siempre algo.
Por otra parte, Heráclito había puesto de relieve la realidad del cambio y la
transformación: todo fluye, todo deviene. La filosofía de Heráclito muy posteriormente va
tener un influjo decisivo en la filosofía de Hegel.
La escuela eleática
PARMÉNIDES (515-440)
1. La primera vía es la vía de la verdad. La vía del que es y que es imposible que no
sea.
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2. La segunda es la vía imposible. Es la vía del que no es y que resulta imposible
que sea; esta vía es impracticable, pues lo que no es no se puede conocer ni
expresar. Es decir de la nada podemos decir.
______________ ______ de la opinión o del absurdo (vía del “que es y no es”) (3)
La sensación Las
(los sentidos) cosas
Este principio que descubre Parménides y que los lógicos actuales llaman “principio de
identidad” le sirvió de base para su construcción metafísica. Parménides dice: en virtud de
ese principio de identidad, “de que el ser, es, y no ser, no es”, podemos predicar del ser
ciertas características esenciales. Del Ser podemos decir que es:
Primero: único. No puede haber más que un sólo ser. Porque supongamos que haya dos
seres ¿que es lo que separaría un ser de otro? Fuera del ser no existe nada, por lo tanto lo
que le separaría a ambos sería el no-ser o sea la nada. Con esto caemos en un absurdo
lógico porque el no-ser no existe, por lo tanto sólo nos cabe proclamar la unidad del ser. El
ser es único, uno. Afirmar lo contrario sería sostener el absurdo de conferirle ser al no-ser.
Segundo: eterno. Si no lo fuera tendría principio y tendrá fin. Si tiene principio es que antes
de principiar el ser, había el no ser. “¿pero como podemos admitir que haya el no ser?”.
Admitir que hay no ser es admitir que el no ser es. Y admitir que el no ser, es, es tan
absurdo como admitir que este cristal es verde y no verde. El ser, es, y el no ser, no es. Por
consiguiente, antes de que el ser fuese, había también el ser; es decir, el ser no tiene
principio. Por la misma razón no tiene fin; porque si tiene fin, es que llega un momento
en que el ser deja de ser. Y después de haber dejado de ser ¿qué hay? El no ser. Pero
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entonces tenemos que afirmar el ser del no ser, y esto es absurdo. Por consiguiente, el ser
es, además de único, eterno.
Tercero: inmutable. El ser no puede cambiar, porque todo cambio del ser implica el ser del
no ser, puesto que todo cambio es dejar de ser lo que era, para ser lo que no era; y tanto en
el dejar de ser como en el llegar a ser, va implícito el ser del no ser, el cual es contradictorio.
Cuarto: ilimitado, no tiene límites, es infinito, o dicho de otro modo, no está en ninguna
parte. Estar en una parte es encontrarse en algo más extenso, y por consiguiente, tener
límites. Pero el ser no puede tener límites, porque si tiene límites, llegamos hasta esos
límites, y supongamos en esos límites, ¿qué hay más allá de esos límites? El no ser. Pero
entonces tenemos que suponer el ser del no ser más allá del ser. Por consiguiente, el ser no
puede tener límites; y si no puede tener límites, no está en ninguna parte y es ilimitado.
Quinto: inmóvil. El ser no puede moverse, porque moverse es dejar de estar en un lugar
para estar en otro ¿Pero cómo puede ser esto, si el ser es ilimitado e inmutable como
acabamos de ver? ¿Cómo puede predicarse del ser el estar en un lugar? Estar en un lugar
supone que el lugar en donde está, es más amplio, más extenso que aquello que está en el
lugar. Por consiguiente, el ser, que es lo más extenso, lo más amplio que hay, no puede
estar en ningún lugar; y si no puede estar en ningún lugar, no puede dejar de estar en un
lugar; ahora bien el movimiento consiste en estar estando, en dejar de estar en un lugar,
para estar en otro lugar. Luego el ser es inmóvil.
Si resumimos todos estos predicados que Parménides pone al ser, nos encontramos con
que el ser es único, eterno, inmutable, ilimitado e inmóvil. Además le podríamos agregar que
es presente. El ser no puede dejar de ser o llegar a ser porque estos son atributos del no-ser
lo cual es imposible que sea. Estas son las características fundamentales del ser de
Parménides.
B. PERIODO ANTROPOLÓGICO
Igual que otros movimientos filosóficos griegos, los sofistas también surgieron en la periferia
del mundo helénico, pero adquirieron verdadero sentido cuando se establecieron en Atenas.
Inicialmente el término sofista, sophistés, tuvo un valor positivo de amplio alcance,
significando sabio, experto o entendido en las cuestiones de la vida, de la sociedad, o en
alguna actividad artística y práctica (en administración, en retórica, en poesía, en música,
etc.).
Pero, a partir del siglo V, dicha palabra adquirió un fuerte tono peyorativo, pasando a
tener el significado de sabiondo o falso sabio, embaucador y constructor de sofismas. ¿Por
qué surgió este matiz negativo? A ello contribuyeron varios hechos, entre los que podemos
considerar los más revelantes los siguientes: las agrias críticas que sufrieron de
determinados filósofos como Platón y Aristóteles y otros escritores griegos, y el desarrollo de
ciertas ideas y actitudes que incidían notablemente en las creencias de los griegos.
Los sofistas no formaron escuela, sino que constituyeron un grupo relativamente numeroso
de “humanistas” griegos con rasgos comunes, entre los cabe destacar los siguientes.
a) Adopción de una postura escéptica y relativista con respecto a las capacidades
del conocimiento humano.
b) Preocupación predominante por los asuntos humanos de carácter práctico y por la
educación.
c) Valoración de la retórica y de la dialéctica.
d) Críticas de las instituciones, o la oposición entre phýsis y nómos.
a) Escepticismo y relativismo.
Los sofistas insistían que sólo podemos conocer aspectos o fenómenos de las cosas
(fenomenismo), pues no existe una verdad objetiva y universal (escepticismo), ni nada en sí
es verdadero o falso (relativismo). Todos nuestros conocimientos dependen de las
sensaciones, pero el estado de las facultades sensitivas varía de acuerdo con las
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circunstancias, la situación y los propios estados afectivos de la persona de cada persona.
Así pues, cada individuo posee una opinión particular de acuerdo con los aspectos de la
realidad que se le brindan, la situación en que se encuentra y las experiencias por él vividas.
En este sentido, señalaba Protágoras, el sofista más importante, que “el hombre es la
medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en
cuanto que no son” (homomensura; homo: hombre; mensura: medida).
Esta posición les llevaba a afirmar la relatividad de las valoraciones en el campo del
conocimiento, de la ética, de la estética, y, en consecuencia, aseguraban que los mismos
objetos (y al mismo tiempo) son y no son, la misma cosa puede ser buena y mala, bella y fea,
y en último término, la realidad, la verdad, y la belleza dependen del gusto de cada persona
(relativismo).
La afirmación que “el hombre es la medida de todas las cosas” supone situar a todos los
seres humanos (a cada ser humano) como centro o referencia de todas las cuestiones
filosóficas. Desde esta posición, los sofistas se desentendieron, casi por completo, de los
temas cosmológicos y teológicos, y se inclinaron hacia los asuntos prácticos, esto es, hacia
las cuestiones morales y políticas: las costumbres y las creencias, la justicia y el Estado, las
instituciones y las clases sociales, etc.
En ese sentido se llevó una tarea desmitificadora y, de acuerdo con su postura escéptica y
relativista, se puso en duda la existencia de los dioses y se inclinaron hacia un abierto
agnosticismo.
Protágoras, por ejemplo, aseguraba “nada podemos saber de los dioses, ni si existen o
no existen, pues son muchas las razones que impiden que lo sepamos; por ejemplo, la
dificultad del problema y la brevedad de la vida humana”
Reaccionando contra el carácter teológico, aristocrático y elitista de la enseñanza
tradicional, se produjo una tendencia a la secularización y la democratización de la cultura.
Las participación del pueblo en las tareas políticas y judiciales implicaban la conveniencia
de un nuevo tipo de educación más acorde con la particular organización de la nueva forma
de gobierno, pues debido a la importancia concedida a la asamblea pública dentro de la
administración ateniense, los ciudadanos no debían limitarse al cumplimiento de las leyes,
sino que habían de ser capaces, también de participar en su elaboración. Los nuevos
ideales pedagógicos, por lo tanto, se orientaron hacia una educación humanista;
igualdad de los seres humanos, conciencia de sus limitaciones y de sus debilidades y
preparación para la vida pública.
Ahora bien, si tanto las capacidades del conocimiento, como los valores éticos, estéticos,
jurídicos, etc., fuesen relativos; si no se puede distinguir los objetos verdaderos de los falsos,
las cosas bellas de las feas, las conductas justas de las injustas, lo bueno de lo malo, ¿qué
sentido puede poseer la educación?
Las respuestas de los sofistas se inclinaban hacia el utilitarismo: hacer ver que objetos,
que instituciones, que costumbres y que comportamientos resultan más útiles y, de este
modo, la función del sabio, (del orador, del político) habría de consistir en hacer parecer
como justos los objetos, las instituciones, etc., cuando resulten beneficiosos (útiles) para la
ciudad (para la polis).
Pero, ¿qué objetos o instituciones resultan útiles para la ciudad? Útiles a la ciudad
son aquellos objetos, instituciones, comportamientos, etc., que el conjunto o la
mayoría de los ciudadanos juzgan convenientes para ella.
Los criterios humanos adquieren preeminencia y, de esta manera, se pone de relieve el
carácter formal de la educación, destinadas a proporcionar al educando no contenidos, sino
habilidades y procedimientos para defender (o para hacer triunfar) su voluntad e intereses, y
para “convertir en fuertes las razones débiles”.
Los sofistas instruían a sus discípulos de modo especial en las aptitudes retóricas y
dialécticas. El hecho que en Atenas la dirección de los asuntos de gobierno descansara de
modo decisivo en las asambleas públicas y de que en éstas podía intervenir todos los
ciudadanos, favorecía el desarrollo de la oratoria y del debate y, en consecuencia la
exaltación de la palabra. Desde la perspectiva de la política, la utilidad de la palabra se pone
de manifiesto en la defensa de los propios puntos de vista, pretendiendo “hacer que las
razones débiles parezcan fuertes o las fuertes débiles (o que la causa peor parezca la
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mejor y viceversa) de acuerdo a nuestros intereses”, se trata, en definitiva, de utilizar la
palabra como mero medio para manejarse en los asuntos públicos. La dialéctica y la
retórica, pues, lejos de ser concebidas como ciencia o artes destinadas a mostrar la verdad,
eran consideradas como medios de persuasión y sugestión orientadas a la defensa de
intereses particulares y subjetivos.
La postura escéptica y relativista de los sofistas se refleja también en sus críticas a las
instituciones: la polis, el derecho, la justicia, etc. En la tradición griega se consideraba como
natural (phýsis) aquello que poseía en sí mismo la razón de su propia existencia, lo que no
había sido creado por la voluntad humana, las entidades que existían por sí mismas de una
manera lógica y de acuerdo con determinados principios naturales y, en este sentido, la
polis, el derecho, la justicia y cualquier institución, al igual que la razón y la lógica eran y
surgían por naturaleza, por phýsis.
Los sofistas, en cambio, sostenían que todas las instituciones y normas morales,
jurídicas y políticas son frutos de acuerdos y convenciones humanas (nómos), esto es,
dependen de la voluntad de los hombres. Los hombres son quienes establecen lapolis y la
obligación de cumplir las leyes. Lo justo o lo injusto, consiste, por tanto, en mera opinión o
convención (nómos). De este modo, defendían que una cosa es la naturaleza (phýsis) y otra
distinta las instituciones, las leyes y los valores (nomos). En el desarrollo de estas ideas se
dieron dos corrientes de signo contrapuesto, a saber:
Todos los tratadistas de la filosofía griega coinciden en señalar como “el padre de la
sofística” a Protágoras de Abdera (480-410), que vivió en Atenas, fue amigo de Pericles y al
final de su vida se vio obligado a huir de esta ciudad, muriendo cuando viajaba a Sicilia.
Es posible afirmar que Protágoras se ocupo de cuestiones relativas al conocimiento y a la
sociedad. Protágoras partió de una concepción epistemológica de carácter fenomenista que lo
condujo al escepticismo y el relativismo: “el hombre es la medida de todas las cosas….” Y
a la luz de estas posiciones procuró obtener las consecuencias pertinentes en el plano
práctico, esto es, a nivel ético, social y político: convención y relatividad de los valores,
de las organizaciones sociales y de la justicia o el derecho.
Llegó a Atenas hacia el año 425 a .C. Radicalizó aún más el escepticismo de Protágoras. En
su obra principal, titulada Sobre el no Ser o Sobre la Naturaleza, reaccionó contra los
filósofos eleatas (Parménides, Zenón) y su pretensión de encontrar la verdad por la vía de la
razón, y en oposición a ellos, asentó las tres proposiciones siguientes: “nada existe”, “si
algo existiera sería incognoscible” y “si fuera cognoscible no lo podríamos
comunicar”. Esto supone:
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a) Negar la posibilidad de admitir la existencia de una realidad en sí.
b) La separación del ser y del conocer.
c) La separación del conocimiento y el lenguaje.
Estas ideas equivalen a afirmar que el mundo por sí mismo no posee ningún sentido y que,
por consiguiente, la interpretación de la realidad depende de los deseos o de la libre
disposición de los hombres.
Protágoras, Gorgias y Hippias son los sofistas más importantes de la “primera
generación”. Posteriormente, con los sofistas de la “segunda generación”, Antifonte,
Trasímaco, Calicles, Critias…las doctrinas tendieron a desentenderse de su fundamentación
epistemológica y se centraron de manera casi directa en las cuestiones prácticas,
produciéndose a veces, posiciones contradictorias entre las opiniones de unos y otros.
SÓCRATES (470-399)
Sócrates nació y murió en Atenas, ciudad de la que, según parece, tan solo salió en tres
ocasiones, y su vida y su obra constituyen problemas difíciles de analizar con precisión.
Sócrates no escribió nada, de tal modo que las noticias acerca de sus actividades y de sus
doctrinas nos han llegado a través de los escritos de sus discípulos y de otros escritores
contemporáneos suyos. Ahora bien, los primeros, además de diferir en muchos puntos
importantes, nos han trasmitido su pensamiento mezclado con sus propias opiniones, de tal
modo que resulta casi imposible distinguir las ideas del maestro de las de sus discípulos; los
segundos, por su parte, nos han ofrecido versiones contradictorias.
No obstante, podemos asegurar que Sócrates hizo de la enseñanza la misión de su vida;
el repetía que a esta tarea lo había empujado su daimon (¿la conciencia?, ¿la iluminación
divina?); debatía en cualquier lugar y con cualquier persona sobre “lo que cada cosa
realmente es”, sobre la esencia de cada cosa. Utilizaba como método el diálogo y centraba
sus actividades en las cuestiones humanas: la actividad del conocimiento, la virtud, la
felicidad, etc.
Finalmente, fue acusado de impiedad, de introducir nuevos dioses y de corromper la
juventud. En el juicio seguido contra él apenas se defendió de dichas acusaciones, fue
declarado culpable y condenado a muerte (fue condenado a beber un poderoso veneno
llamado cicuta).
Aunque pudo evitar el cumplimiento de la condena y huir, prefirió acatar la sentencia a
desobedecer las leyes de la ciudad. Su discípulo Platón narró los últimos momentos del
filósofo en el diálogo llamado Fedón.
La actitud y el pensamiento de Sócrates ejercieron una enorme influencia es su tiempo,
convirtiéndose casi del mismo momento de su muerte en un símbolo, dejando detrás de sí
un amplio número de discípulos, escuelas y seguidores y, posteriormente, en el transcurso
de la historia, se ha vuelto a resaltar permanentemente su figura.
A. En sus métodos
Los sofistas:
Cobraban por enseñar.
Se dirigían a sus discípulos mediante monólogos, utilizando largos discursos.
Buscaban la reacción afectiva, sus discursos se orientaban a persuadir, a seducir por la
ingeniosidad, la belleza de estilo o la grandilocuencia de sus expresiones.
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Llevaba a cabo sus enseñanzas mediante el diálogo, hablando con sus interlocutores,
discutiendo con ellos sirviéndose de preguntas y respuestas.
Perseguía el rigor racional, esto es, convencer por medio de razones. (Ver cuadro)
La actitud y el pensamiento de Sócrates ejercieron una enorme influencia es su tiempo,
convirtiéndose casi del mismo momento de su muerte en un símbolo, dejando detrás de sí
un amplio número de discípulos, escuelas y seguidores y, posteriormente, en el transcurso
de la historia, se ha vuelto a resaltar permanentemente su figura.
B. En sus teorías
Los sofistas mantenían posiciones escépticas y relativistas y predicaban el éxito
y la utilidad, el triunfo en la vida.
Sócrates, sin embargo, enseñaba que existía la verdad universal, una y la misma
para todos los seres, que se expresa en el concepto universal.
Sofistas Sócrates
Cobraban por enseñar. Enseñaba gratuitamente.
Se expresaban mediante Utilizaba el diálogo. Es decir, el
monólogos. debate y la conversación reflexiva
Perseguían la reacción afectiva. Perseguía el rigor racional.
Eran escépticos y relativistas. Enseñaba la verdad universal.
Temas políticos. Temas sobre la virtud.
Enseñaba para triunfar en la vida. Buscaba la honestidad y la honradez
moral.
Sócrates afirmaba el carácter innato del conocimiento: según él, los seres humanos
poseen ideas innatas, de la que, sin embargo, no son conscientes, no se dan cuenta; por
consiguiente, para investigar la verdad debemos examinar los contenidos que se encuentran
en nosotros, en nuestra alma, como indicaba la inscripción del templo de Delfos, el principio
de la sabiduría radica en el conocimiento de uno mismo: “conócete a ti mismo”.
El método adecuado para llevar a cabo esta tarea consiste e n un proceso inductivo que
por medio del diálogo (método dialéctico), partiendo de los conocimientos aparentes, de las
opiniones ingenuas y comunes, de los juicios cotidianos logra descubrir la verdad. En este
proceso podemos distinguir dos momentos bien definidos: 1) negativo o refutación 2) el
positivo o mayeútica.
1. El negativo o refutación: (llamase también ironía. Del griego “ironeia” que significa
hacerse del desentendido) consiste en hacer ver a nuestros interlocutores que los
conocimientos que creían ciertos e indudables no son tales. Sócrates salía del ágora y
allí interrogaba al artista, al maestro, al general y sirviéndose de ciertas preguntas
atinadas les hacia cobrar conciencia de su ignorancia. La refutación, pues, ponía de
manifiesto que aquellas opiniones que parecían ciertas e indudables eran
problemáticas, falsas o carecían de fundamento. De este modo, conducía al
interlocutor a una situación sin salida aparente en la que todos los conocimientos se
tornaban problemáticos: “Sólo sé que no sé nada” (ironía socrática).
Sócrates afirmaba que él no enseñaba nada, sino que se limitaba a orientar a sus discípulos
para que ellos encontraran las verdades que, con anterioridad, residían en ellos mismos, en
su interior, en su alma (a esta teoría se la conoce como innatismo, muy presente en Platón
y Descartes); esto es, en opinión de Sócrates el autentico conocimiento consiste en traer
a la conciencia los contenidos – las ideas – que previamente se encuentran en el
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alma (intelecto) de modo inconsciente (este mismo innatismo vamos hallarlo en la
epistemología de Platón, discípulo suyo, y lo va llamar “reminiscencia” o “recuerdo”)
C. PERIODO SISTEMÁTICO
PLATÓN (427-347)
Su verdadero nombre era Aristocles. Nació en Atenas en el año 427 a.C. y murió en la
plenitud de su vida intelectual, en el 347. Pertenecía a una noble y antigua familia, cuyos
orígenes pretendían remontarse a Codro y Solón. Su nacimiento y su vocación personal lo
llamaban a la política, a la vez que la atracción de Sócrates lo llevo a dedicarse a la filosofía.
Después de dos intentos de intervención en la vida pública ateniense, la muerte de Sócrates
lo apartó totalmente de ella; sólo permaneció para él el interés de los temas políticos, que le
hizo dar un puesto tan principal en su sistema a la teoría del Estado o intentar por varias
veces, aún con graves riesgos, que su discípulo Dion, cuñado del tirano Dionisio de
Siracusa, realizara, durante el reinado de este y el de su sobrino Dionisio el joven, el ideal
del Estado platónico. Estos proyectos se frustraron, y la actividad de Platón se ciñó a su
genial meditación filosófica, a su gran labor de escritor y a la enseñanza viva en la escuela
de filosofía que fundó, hacia el año 387, en una finca con arboleda, próxima al Cefiso, en el
camino de Eleusis, dedicada al héroe Academos, y que por eso se llamó la Academia. Esta
escuela perduró, aunque con profundas alteraciones, hasta el año 529 de nuestra era, en
que la mando clausurar el emperador Justiniano. Platón ejerció en ella su magisterio hasta
su muerte, en colaboración estrecha y profunda con su máximo discípulo, Aristóteles.
Sus obras
En la actualidad, se atribuyen a Platón 42 diálogos; pero por una parte, este número es
dudoso y, por otra resulta, muy difícil establecer la secuencia cronológica correcta entre
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ellos; de manera general, siguiendo a los tratadistas principales, podemos diferenciar cuatro
periodos:
Primeros diálogos o diálogos socráticos. Contiene de modo predominante
preocupaciones éticas. Se destacan Apología de Sócrates, Critón, Protágoras,
Cármides y Eutifron.
Época de transición. Continúan las cuestiones éticas, pero cobran también
necesidad los problemas políticos, así como temas relacionados con la preexistencia
e inmortalidad del alma. Las obras más importantes de este periodo son Gorgias,
Menón, Cratilo, Menéxeno….
Época de madurez o diálogos doctrinales. En éstos formuló la doctrina de las
ideas como fundamento de las teorías éticas y políticas; se destacan Banquete,
Fedón, República y Fedro.
Diálogos de vejez o diálogos críticos. En ellos Platón sometió a revisión sus ideas
anteriores; señalamos como las más importantes de este periodo a Teeteto,
Parménides, Sofista, Político, Filebo. Timeo y Leyes.
Aquí hemos abarcado todas las obras platónicas, no para que el estudiante las memorice en
su totalidad, sino simplemente para tenga idea de la gran producción intelectual de nuestro
filósofo. Al alumno de este “cursillo” le bastaría con nombrar algunas de las más
importantes, como la República, el Fedro, el Fedon o el Banquete
La teoría de las ideas (la expone en el Mito de la caverna). Según Platón, existen dos
mundos o dos clases de realidades, a saber:
b) El mundo sensible: se encuentra integrado por las sombras, por las cosas
que vemos en este mundo, las cosas cambiantes, que nacen y mueren y que
están sometidas a continuo devenir, esto es, que son contingentes y, por
tanto, son y no son (Aquí notamos la influencia de dos pensadores. De
Heráclito, el mundo sensible platónico es el mundo del devenir heraclitano,
del permanente fluir; de Parménides, al identificar el mundo sensible con el
mundo de los sentidos, de la simple “opinión de los mortales” (acuérdense de
la tercera vía).
Como hemos indicado anteriormente, las ideas son el auténtico ser, la verdadera realidad,
de tal modo frente a ellas toda otra realidad es degradada y deficiente; las ideas son
inengendradas, imperecederas e inmutables (eternas), independientes y separadas de
todos los objetos materiales, su lugar propio y adecuado es el mundo inteligible, que
se encuentra más allá del cielo visible (en el topos uranós o hiperuranius (lugar celestial).
19
Significados de las ideas
Si las ideas son la auténtica realidad, el verdadero ser, poseerán en primer lugar un sentido
ontológico y de modo derivado un significado lógico.
a) Esencia, lo que las cosas son en sí mismas, esto es, el auténtico ser de las cosas se
encuentran en las ideas de las cosas; por ejemplo el verdadero caballo no es el que
tenemos a nuestra vista, sino el contenido en la idea caballo.
b) Causa ejemplar, paradigma o modelos de todas las cosas, pues todas las cosas
imitan o participan de las ideas; el caballo que tenemos a nuestra vista es caballo en
la misma medida en que se aproxima a la idea de caballo.
c) Causa final, pues todas las cosas tienden hacia las ideas (teleología); todos los
caballos se hacen mejores cuanto más se asemejan a la idea de caballo, al caballo
ideal.
El mundo de las ideas posee una estructura piramidal, de acuerdo con los diferentes
estratos o niveles del ser, según la cual unas ideas son inferiores y su existencia y entidad
dependen de otras superiores; éstas, a su vez, de otras más elevadas, y así sucesivamente
hasta llegar a la idea suprema, la idea del Bien, que constituye la cúspide de la pirámide y
que, por tanto, es la realidad superior de la que en último término depende toda otra
realidad.
Según esta configuración, pues, existe una comunidad de ideas, en el sentido que unas
ideas dependen y se relacionan con otras, y, en último término, todas se encuentran bajo la
unidad de la idea suprema, que es la idea del Bien.
Como dijimos, el mundo de las ideas culmina en la idea del Bien (agazón). Pero, ¿que es la
idea del Bien? La idea del Bien es la suprema realidad, gracias a la cual existen y son
verdaderas todas las demás realidades, o sea, gracias a la idea del Bien existen las otras
ideas y, en último término, también les debe su existencia las cosas del mundo sensible.
De acuerdo a esta concepción, el mundo sensible, el mundo físico y material, el mundo
nuestro real, donde nos movemos y actuamos y nos relacionamos con las cosas, son meros
reflejos, simples sombras de las ideas del mundo inteligible, una copia deformada del
mundo de las ideas. En ese sentido, el mundo sensible existe por participación (mézexis) o
imitación (mímesis) del mundo de las ideas. (Aquí se nota la influencia pitagórica. Pitágoras
afirmaba que la realidad es imitación de los números).
La metafísica platónica
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Teoría del conocimiento
Cosmología platónica
Platón explicó el surgimiento del mundo sensible en su diálogo Timeo: este mundo ha sido
realizado por el Demiurgo (artífice o constructor), quien teniendo en cuenta la realidad del
cosmos inteligible, proporcionó la forma adecuada a una materia (jóra) preexistente.
Según esta teoría, en el nacimiento del mundo intervinieron tres realidades: el Demiurgo,
las ideas y, la materia indeterminada. El Demiurgo viene a ser como un Dios, pero no
como el Dios cristiano, omnipotente y creador de todas las cosas de la nada (ex nihilo), sino
un Dios hacedor o artífice, que en su obra se sirvió de otras realidades que ya existían
antes, de esa manera, utilizando la materia preexistente e imitando las ideas, formó el
mundo y las cosas de éste.
Antropología platónica
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El lugar propio y adecuado de las almas es el mundo inteligible. Pero, a causa de un error
que cometieron, cayeron en este mundo, al mundo sensible y se unieron a un cuerpo (vean
la semejanza con el relato bíblico de la “caída” de Adan y Eva y de su expulsión del paraíso).
Ésta unión de cuerpo y el alma es puramente accidental, el alma se encuentra en el cuerpo
por puro accidente, así como se encontraría el navegante en el velero o el jinete en el caballo;
pero, además, es antinatural y forzada: es decir, en esta unión el alma sufre una notable
merma de sus facultades intelectuales y volitivas: el cuerpo viene a ser, pues, como una
cárcel, una tumba para el alma (sóma-séma)
En la teoría platónica sobre el alma existen fuertes influencias procedentes de los
misterios órficos y los pitagóricos, entre lo que se destacan, quizá, las de la purificación y la
metempsicosis (o transmigración de las almas o reencarnación).
El alma, en su unión con el cuerpo, posee la misión de purificarse. ¿De qué? De las
inclinaciones negativas del cuerpo, de la multitud de deseos, afectos, pasiones, etcétera, que
la acompañan mientras se encuentra unidas al cuerpo. Pero, ¿como se consigue este
objetivo? La respuesta, en principio, parece fácil: comportándonos adecuadamente. En este
caso, si el alma logra purificarse, una vez muerto el cuerpo, volverá a su lugar propio: el
mundo inteligible, en donde permanecerá feliz contemplando la verdad de las ideas (noten la
similitud con la concepción del cristianismo, de que el cuerpo una vez muerto, el alma
purificada del pecado se elevará al cielo para vivir la felicidad de la gloria eterna). Más, en
caso contrario, tras la desaparición de su cuerpo, “vagará extraviada”, reencarnándose en
otros cuerpos, y así sucesivamente, en múltiples ocasiones (metempsicosis)
Platón diferenció entre tres clases o partes del alma, y a cada una de ellas le hace
corresponder una virtud, a saber: racional, irascible y concupiscible.
El alma racional: se encuentra en la cabeza y posee las facultades intelectuales:
pensar y querer. Su virtud es la prudencia.
El alma irascible: se la ubica en el pecho y tiene como misión regular nuestros
impulsos violentos, relacionados con nuestra inclinaciones de indignación, venganza,
valentía o cobardía, etc. Su virtud es la fortaleza.
El alma concupiscible: situada en el vientre, se refiere a los apetitos e impulsos
relacionados con los placeres de comer y beber y otras inclinaciones sensuales. Su
virtud es la templanza
La ética
a) La prudencia como virtud propia del intelecto y de la razón, tiene como misión
descubrir la verdad y el bien, y, de acuerdo con ellos, dirigir el alma a la consecución de
su propio fin.
d) La justicia. A este propósito, en el diálogo Fedro comparaba las distintas almas con un
carro conducido por un auriga y estirado por dos caballos (El mito del carro alado). El
auriga representa el alma racional, el caballo bueno y hermoso la irascible, mientras
que el otro caballo simboliza la concupiscible. Para evitar que dichos caballos se
desmanden y vayan por caminos extraños, el auriga debe regir, dominando los caballos
del modo adecuado (justicia); sólo si lo logra podrá llegar a la meta debida. De modo
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análogo, sólo el buen orden y las buenas armonías entre las virtudes de la
prudencia, fortaleza y templanza podrán conducir al surgimiento de la justicia.
Tenemos así formuladas por primera vez en la Historia las cuatro virtudes morales
fundamentales: prudencia, fortaleza, templanza y justicia.
La concepción política
A este respecto, Platón distinguió en la pólis tres clases sociales, asignando a cada una
función, a saber:
Sabios o filósofos: la misión de esta clase es la de gobernar.
Guerreros: su función la de proveer defensa a la sociedad.
Productores: aportar alimentos y utensilios necesarios para la sociedad.
Platón pensaba que la sociedad era similar a un organismo humano donde cada órgano
actuaba en forma complementada con otro. Si cada clase cumple su deber reinará el buen
orden y la armonía, esto es, la justicia. Como vemos, Platón destinó la tarea principal a los
sabios, pues creía quien sólo conoce la verdad, el bien y la justicia puede dirigir justamente
una sociedad. Desde el punto de vista político, los sabios, pues, poseen dos tareas
fundamentales: gobernar la pólis y educar a los futuros gobernantes.
Platón, a cada clase social le hace corresponder una virtud, que son las mismas virtudes
que le señaló al alma humana
como es posible deducir de cuanto llevamos analizado, para Platón el régimen correcto es la
aristocracia (áristos: el mejor; kratos: poder. El gobierno de los mejores), una aristocracia en
la que el gobierno se halle en manos de sabios o filósofos; mientras que considera regímenes
deficientes la oligarquía, la timocracia, la democracia y la tiranía.
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Tiranía: (gobierno autoritario de un solo). Según Platón la misma exaltación de la
libertad termina por destruir la democracia, que degenera en anarquía y ésta, a su
vez, propende el surgimiento de algún hombre destacado que termina convirtiéndose
en tirano.
ARISTÓTELES (384-322)
Aristóteles nació en Estagira, ciudad de Macedonia.De ahí que se lo conozca también como
“el estagirita”. Su padre era médico del rey Amintas, el cual, a su vez, fue el padre de
Filipo II. A los 17 años vino a Atenas y entró como discípulo en la Academia de Platón, en
donde permanecerá hasta la muerte de éste, tras lo cual abandonó la capital griega y residió
algún tiempo en Aros y luego en Mitilene en el mar Egeo. En el año 343 a. C. Filipo II lo
designó educador de su hijo Alejandro y durante siete años residió en la corte macedónica.
En el 336 Alejandro subió al trono y Aristóteles volvió a Atenas, en donde fundó su escuela.
En las afuera de la ciudad, en un bosquecillo consagrado a Apolo Licio y a las Musas alquiló
varias casas que habían de constituir el Liceo, centro en el que impartió la docencia
prácticamente hasta su muerte. Allí trataba con sus discípulos, paseando, las cuestiones
filosóficas más profundas; por eso se llamaban peripatéticos (paseantes).
En al año 323 a.C., murió Alejandro y el partido antimacedonio accedió al poder en
Atenas, Aristóteles, acusado de impiedad, huyo de la ciudad (para “evitar que los atenienses
cometieran un segundo crimen contra la filosofía”, en alusión al primero que fue el de
Sócrates) refugiándose en Calcis, localidad natal de su madre, en donde murió al año
siguiente, 322 a.C.
Sus obras
Se cree que Aristóteles escribió más de mil tratados; pero, como en el caso de la mayoría
de los autores antiguos, una gran parte se perdió durante los primeros siglos de la era
cristiana. Se puede clasificar el conjunto de las obras legadas por Aristóteles del modo
siguiente:
Tratado de Lógica. A su conjunto se lo conoce como Órganon (o instrumento de
investigación), estos son: Categorías, Sobre la Interpretación, Primeros analíticos,
Segundos analíticos, Tópicos y Refutaciones sofísticas.
Tratado de Física. En estos se incluyen también trabajos relacionados con la
Biología, Astronomía y Psicología, entre los que se destacan los ocho libros de Física,
Sobre el cielo, sobre la generación y la corrupción, Sobre las partes de los animales,
Sobre el alma y otros varios de Biología.
Tratado de Metafísica. Un conjunto de catorce libros.
Tratados de Ética, Política, Economía y Retórica. Entre los que cabe destacar
Ética a Nicómano, Ética a Eudemo y ocho libros dedicados a la Política (tratados sobre
familia, el Estado, la constitución, la democracia, etc.) y La Constitución de Atenas.
Aquí, al igual que con Platón, resulta innecesario que el alumno conozca la totalidad de
la producción aristotélica, sino aquellas más conocidas, y las más conocidas en nuestro
medio y en la tradición de este “cursillo” son, el tratado de Metafísica ( Un conjunto de 14
libros) y el tratado moral Ética a Nicómano.
La Lógica
Esta parte del programa la vamos a estudiar cuando lleguemos a la Unidad IV junto a Teoría
del conocimiento, hacerlo aquí no tendría ningún sentido y sería una innecesaria pérdida de
tiempo.
De todos modos, algo vamos a agregar al respecto. Como hemos estudiado en los temas
anteriores, los filósofos milesios dieron el salto del mito al logos; los pensadores posteriores,
Parménides, Anaxágoras, etc., procuraron razonar de acuerdo con las exigencias lógicas;
más tarde, reaccionando contra el relativismo y el escepticismo de los sofistas, Sócrates con
la mayeútica aportó el concepto universal y la definición esencial, y Platón utilizó
ampliamente el método dialéctico. Con Aristóteles tuvo lugar un paso más, a saber,
Aristóteles fue el primer filósofo que consideró científicamente, en sí, como un contenido
propio y aparte el orden lógico del pensamiento; es decir, fue el primero que se ocupó del
estudio de la Lógica. La lógica tiene para Aristóteles un carácter eminentemente
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instrumental (Órganon), es su método de investigación. Así como Sócrates tuvo a la
mayeútica como método, Platón la dialéctica, Aristóteles tuvo la lógica. Fue el
arquitecto y el gran sistematizador de la Lógica, una Lógica que llega hoy a nosotros, aún
teniendo en cuenta las aportaciones de diversas escuelas medievales, con sus estructuras
intactas.
Frente a Platón, que situaba la auténtica realidad en el mundo trascendente de las ideas,
para Aristóteles, la verdadera realidad viene constituida por las naturalezas de las cosas, es
decir, las cosas son lo que son en su propia naturaleza, que, en cuanto tal, constituye el
principio de su ser y movimiento: el árbol, el animal, nacen, crecen, y se mueven en virtud (y
de acuerdo con) de su propia naturaleza inmanente. Lo que hace Aristóteles con esto es
bajar ese mundo ideal platónico al mundo de la naturaleza, al mundo real, al mundo
sensible, al mundo aparente, al mundo nuestro. En el primer libro de su Metafísica, brinda
nueve objeciones al sentido ontológico de las ideas platónicas. No está en nuestro ánimo, y,
creo, mucho menos en el espíritu de quienes confeccionaron el programa de este curso de
ingreso, tratar de abarcar la totalidad de la crítica aristotélica al platonismo, pues resultaría
una dispersión completamente estéril de los fines más inmediatos de este curso de ingreso.
Sólo vamos a resaltar dos aspectos de la crítica aristotélica, por nombrar los más conocidos,
para que no queden tan huérfanos de argumentos en el caso de que llegue la exigencia de
exponerlos. Una de ellas es:
La otra es:
La cosmología aristotélica
En el mundo antiguo encontramos distintas opiniones sobre el origen del mundo pero todas
ellas eran totalmente ajenas al concepto de creación, esto vendría recién con el cristianismo.
El pensamiento mítico explicaba de diferentes modos su surgimiento; para los filósofos
eleatas (Parménides, Zenón) el mundo era eterno; Demócrito defendió que era fruto del azar;
según Platón es obra del Demiurgo inspirado en la perfección de las ideas del mundo
inteligible; Aristóteles, por su parte, sostenía, que el mundo no tuvo principio ni tendrá fin,
afirmando la eternidad de la materia y el movimiento. Señalamos, el movimiento supone un
punto de partida, otro de llegada y un sustrato (la materia) en el que se realiza. Por ejemplo:
construir una silla supone un inicio: punto de partida; terminar la labor: punto de llegada y
la madera (sustrato) sobre el cual se realizó la operación, es decir, el movimiento, para que
la silla sea posible. Dado el ejemplo del caso, consecuente con el intento de una explicación
que les resulte más clara, resulta evidente que el mundo nunca puede comenzar ni nunca
puede acabar; pues, si el mundo nunca puede comenzar, carecería de punto de partida, y si
nunca puede acabar carecería de punto de llegada, lo cual resulta contradictorio. Por tanto
el movimiento ha existido siempre. Más, si el movimiento ha existido siempre, también
habrá existido siempre la materia en tanto sustrato de los cambios, y, finalmente, también
las formas y las sustancias naturales.
El estudio del movimiento culmina en al teoría del motor inmóvil (también se la conoce
como la del primer motor). Según Aristóteles, si el movimiento es eterno, debe existir un
motor que también lo sea (entiéndase esto no como un motor mecánico sino como “lo que
mueve”; motor es lo que mueve); todo lo que se mueve se mueve por otro, ahora bien, en las
series de seres que se mueven y que, a su vez, son movidos por otro, no podemos proceder
25
al infinito, pues en ese caso quedaría sin justificar el movimiento, ya que lo que se puede
mover, el ser en potencia, sólo podría moverse en virtud de algo que poseyera el ser en acto,
más como todos los seres que nos rodean (minerales, plantas, animales) se encuentran en
potencia tiene que existir algún ser en acto, pues en caso contrario ¿de donde surgiría el
movimiento? Es necesario, pues, llegar a un primer motor (a un ser primero) que posea en sí
mismo el movimiento en acto y sea la causa de todo movimiento, y éste el Motor Inmóvil, ser
perfecto, inmaterial, eterno; acto puro sin mezcla de potencialidad que, en última instancia,
es la causa del movimiento.
Tal vez les resulte muy densa esta explicación, y es natural y comprensible que así
suceda. Todo lo expuesto vamos a tratar de hacerlo más sencillo. La cuestión es así:
ninguna cosa lleva en sí mismo el movimiento, es decir, no se mueve por sí mismo; toda
cosa, cualquier cosa, para que se mueva, necesariamente tiene que ser movida por otra,
pero ésta otra cosa a la vez tiene que ser movida por otra, y ésta otra por otra, y ésta otra
por otra…….Pues bien, esto no puede seguir hasta el infinito, ésta serie tiene alguna vez que
acabar y tiene que haber un principio, un origen, una causa, un “arjé” de donde proviene el
movimiento y a ese principio, a ese origen, a esa causa, a ese “arjé”, es lo que Aristóteles
llama el Motor Inmóvil o Primer Motor. Tengan muy en cuenta esta teoría, porque la
vamos a volver a encontrar cuando vayamos ascendiendo y estudiemos a Santo Tomás; de
ella se va servir el santo para sus conocidas “cinco vías” e identificar al Dios cristiano con el
Motor Inmóvil aristotélico.
El movimiento
Las causas
Para Aristóteles la Ciencia consiste en el conocimiento de las causas de las cosas, pues las
causas explican el movimiento (y el reposo) de los seres. En este sentido, podemos definir la
causa como el principio positivo que influye de alguna forma en el ser. Distingue cuatro
causas por las cuales las cosas llegan a ser, a saber: material, formal (causas intrínsecas,
es decir, dentro del objeto), eficiente y final (causas extrínsecas, es decir, fuera del objeto).
Vamos a un ejemplo para que puedan comprender mejor lo expuesto. En el caso de una
estatua, la causa material sería el mármol o el metal en que ha sido realizada, la causa
formal es el cuerpo que en dicha estatua aparece representado, la causa eficiente es el
escultor y su actividad, y la causa final el fin que orienta hasta su término el trabajo del
escultor. Resumiendo, causa material es de lo que está hecha una cosa, la formal es lo que
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hace que esa cosa sea lo que es, la eficiente es el ejecutante de la cosa, y la final es el fin
para el cual fue hecho esa cosa.
El hilemorfismo
La antropología aristotélica
El concepto de justicia
La ética
Al estudiar la ética, Aristóteles, siguiendo sus propios principios, atendió a las exigencias de
la naturaleza humana y de acuerdo con ésta constató que todos los seres humanos tienden
por naturaleza a la felicidad (eudaimonía). Nos dice Aristóteles.…. “respecto a lo que es la
felicidad ya no se hallan todos de acuerdo y el vulgo no la define de la misma manera que los
sabios, porque el vulgo juzga la felicidad consiste en cosas como el negocio o en las riquezas o
en los honores” (Ética a Nicómano, 1, 4, 1095)
Por tanto, ¿en que consiste la felicidad? y ¿cómo alcanzarla? La felicidad de los seres
humanos guarda una estrecha relación con las actividades propias de los seres humanos.
Más, ¿cuáles son las actividades propias de los seres humanos? La actividad de estos
depende de sus facultades propias y esenciales. Por tanto, para averiguar cuáles deben ser
aquéllas debemos determinar, de modo previo éstas. A este respecto, vemos que los seres
humanos poseen multitud de facultades, de las cuales unas (correr, sentir, recordar, comer,
etc.) las poseen en común con los restos de los animales, mientras que otras (pensar,
27
querer) son propias y exclusivas de ellos. Por tanto, a éstas habrá que atender. Las
facultades propias de los seres humanos son el entendimiento y la voluntad y, en
consecuencia, la auténtica felicidad de los seres humanos habrá de consistir en el
ejercicio correcto de dichas facultades. Pero, ¿en qué estriba el ejercicio correcto de éstas
facultades? Primeramente, en averiguar que es el bien (esfuerzo intelectual) y, en segundo
lugar, tratar de alcanzarlo (esfuerzo volitivo); o, expresado de otro modo, en averiguar que
debemos hacer y en hacerlo correctamente, esto es, comportarnos adecuadamente.
Así pues, cumpliendo con nuestro deber alcanzamos la felicidad, pero ¿en qué consiste la
felicidad? Aristóteles nos responde que es conseguir el fin más alto que al ser humano le es
posible, Y ¿cuál es ese fin? La contemplación. La felicidad, pues, consiste en contemplación.
Para Aristóteles la facultad más alta de los seres humanos es el intelecto, y su actividad
propia es la contemplación (entender), de ahí que concluya afirmando que la felicidad ha
de consistir en contemplar (en griego contemplar es teoría, es actitud teorética, es
contemplación intelectual, no contemplación visual); pero ¿contemplar qué? La belleza y el
orden el cosmos, la auténtica realidad de las cosas.
Resulta evidente, por una parte, que éste filósofo permanece en el intelectualismo y el
elitismo griego: sólo los sabios pueden ser felices, pues sólo éstos tienen acceso a cierta
comprensión del cosmos y, en consecuencia, se excluye de la felicidad a la persona corriente
y común, es decir, a la inmensa mayoría de los seres humanos, pues éstos ni suelen ser
sabios ni pueden dedicar su tiempo a la contemplación (ejercicio intelectual), ya que la tarea
cotidiana de lograr el sustento, el vestido y la vivienda suele llevarles casi todo su tiempo.
Pero, por otra parte, dicha concepción, en manera alguna, posee un carácter ascético, pues
si la felicidad depende de modo fundamental de la contemplación, ésta por sí sola no basta y
debe venir acompañada de la amistad de ciertas personas, del placer proporcionado por el
sexo y la compañía de los hijos, de cierta disponibilidad de bienes materiales, una aceptable
salud, etc. En este aspecto, Aristóteles parece más sensible a los sentimientos y las
necesidades comunes de las personas que la mayoría de los filósofos de su tiempo
La virtud
Su concepción política
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condujera a su perfección, Aristóteles, en cambio, pretendió adaptar el Estado a las
circunstancias concretas, a las condiciones sociales e históricas particulares de la sociedad
en que se realiza.
Según este filósofo, a diferencias de las bestias y de los dioses, el ser humano es social
por naturaleza (zoon politikón), de tal modo que sólo puede llegar a alcanzar su calidad de
ser humano viviendo en sociedad; por tanto, la ciudad (pólis) es anterior al individuo.
La forma de organización social es la pólis o ciudad-Estado, compuesta de un núcleo
urbano y de varias aldeas próximas. En cuanto a la organización de gobierno, distinguió
entre formas puras o correctas y formas corruptas o degeneradas. Entre las formas
correctas de gobierno señaló, la monarquía o gobierno de una persona, la aristocracia o
gobiernos de los mejores y la democracia o gobierno del pueblo, y como formas
degeneradas, la tiranía, la oligarquía y la demagogia.
De acuerdo con su tendencia a considerar las particularidades y las circunstancias
concretas, no estableció ninguna preferencia por una determinada forma política, sino que
vino a concluir que la mejor forma de gobierno esta dada en cada caso concreto por las
necesidades, el grado de desarrollo y la idiosincrasia de los pueblos.
FILOSOFÍA
Compilación hecha por el Prof. Miguel Ángel Fernández M. para el curso de Filosofía del ciclo preparatorio de ingreso de la Facultad de
Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción
1. EL CRISTIANISMO
UNIDAD III
La división más profunda de la historia de
la filosofía la marca el cristianismo; las dos
CONTENIDO grandes etapas del pensamiento occidental
están separadas por él. Pero sería un error
CRISTIANISMO Y FILOSOFÍA creer que el cristianismo es una filosofía; es
una religión, cosa muy distinta: ni siquiera
LA PATRÍSTICA se puede hablar con rigor de filosofía
Definición y características, cristiana, si el adjetivo cristiana ha de
su problemática y su definir un carácter de la filosofía,
únicamente podemos llamar filosofía
desarrollo cristiana a la filosofía de los cristianos en
San Agustín cuanto tales, es decir, la que está
determinada por la situación cristiana de
EDAD MEDIA que el filósofo parte. En este sentido. En
Reseña breve este sentido el cristianismo tiene un papel
decisivo en la historia de la metafísica,
LA ESCOLÁSTICA porque ha modificado esencialmente los
Definición y características supuestos sobre los que se mueve el
hombre, y, por tanto, la situación desde la
San Anselmo
cual tiene que filosofar. Es el hombre
Santo Tomás de Aquino cristiano el que es otro, y por eso es otra su
filosofía, distinta, por ejemplo, de la griega.
El cristianismo trae una idea totalmente nueva, que da su sentido a la existencia del mundo
y del hombre: la creación. En principio Dios creo el cielo y la tierra. De esta frase inicial del
Génesis arranca la filosofía moderna. Vimos como el problema del griego era el movimiento:
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las cosas son problemáticas porque se mueven, porque cambian, porque llegan a ser y dejan
de ser lo que son. Lo que se opone al ser es el no ser, el no ser lo que se es. Desde el
cristianismo, lo que amenaza al ser es la nada. Para un griego no era cuestión la existencia
de las cosas todas, y para un cristiano eso era lo extraño que hay que explicar. Las cosas
podrían no ser; es su propia existencia lo que requiere justificación, no el qué sean. “El
griego se siente extraño al mundo por la variabilidad de este. El cristiano, por su nulidad o
mejor nihilidad.” “Para el griego el mundo es algo que varía; para el cristiano es una nada
que pretende ser.” “En este cambio de horizonte ser va significar algo toto coelo diferente de
lo que significo para Grecia: para un griego ser es estar ahí, para el cristiano ser es, por lo
pronto, no ser una nada.” “En cierto sentido, pues, el griego filosofa ya desde ser, y el
cristiano desde la nada.”(Xavier Zubiri. Sobre el problema de la filosofía.)
Esta diferencia radical separa las dos grandes etapas filosóficas. El problema queda
planteado de dos modos esencialmente distintos: es otro problema. Así como hay dos
mundos, este mundo y el otro, en la vida del cristiano va ver dos sentidos distinto de la
palabra ser, si es que se puede aplicar en ambos casos: el ser de Dios y el del mundo. El
concepto que permite interpretar al ser del mundo desde el de Dios es el de creación.
Tenemos, por una parte, a Dios, el verdadero ser, creador; por otra parte, el ser creado, la
criatura, cuyo ser es recibido. La verdad religiosa de la creación es quien obliga a interpretar
ese ser, y plantea el problema filosófico del ser creador y del creado, de Dios y la criatura. De
este modo, el cristianismo, que no es filosofía, la afecta de un modo decisivo, y esta filosofía
que surge de situación radical del hombre cristiano en la que puede llamarse, en este
sentido concreto, filosofía cristiana. No se trata, pues, de una consagración por el
cristianismo de ninguna filosofía, ni de la adscripción imposible de la religión cristiana a
ninguna de ellas, sino de la filosofía que emerge de la cuestión capital en que el cristianismo
se encuentra: la de su propia realidad ante Dios. En un sentido amplio, esto sucede en toda
la filosofía europea posterior a Grecia, y de modo eminente en la de los primeros siglos de
nuestra era y en la filosofía medieval.
2. LA PATRÍSTICA
Definición y características
Se da este nombre a la filosofía cristiana de los primeros siglos hasta el siglo VII
aproximadamente. Es decir, abarca el periodo antiguo y termina en los inicios de la Edad
Media. La Patrística consiste en la elaboración doctrinal de las creencias religiosas del
cristianismo (la dogmática) y en su defensa contra los ataques de los paganos y contra la
herejía. La Patrística se caracteriza por no distinguir entre religión y filosofía. La religión
cristiana es, para los Padres de la Iglesia, la expresión cumplida y definitiva de la verdad
que la filosofía griega había logrado sólo imperfecta y parcialmente. Como consecuencia de
ello, podemos definir la Patrística como el conjunto de obras cristianas que datan del tiempo
de los Padres de la Iglesia. A la especulación más bien de orden teológico y a la defensa de la
pureza doctrinal de los contenidos cristianos de aquellos hombres, conocidos como Padres
de la Iglesia, es lo que se dio a conocer como Patrística (del latín, pater: padre). Sus
propósitos se orientaron preferentemente a dar respuestas a dos problemas muy
inquietantes durante los primeros siglos del cristianismo: las herejías y la reacción
intelectual de los paganos.
30
La problemática de la Patrística
1) En primer lugar los problemas filosóficos están impuestos siempre por una
verdad religiosa revelada que exige una interpretación racional. La creación, la
relación de Dios con el mundo, el mal, el alma, el destino de la existencia, el sentido
de la redención y otros de la misma índole son los problemas que tratan de
interpretar y explicar los Padres de la Iglesia desde un punto de vista religioso.
3) En tercer lugar aparecen los moralistas cristianos que establecerán las bases de
una nueva concepción ética fundada en la idea del pecado, en la gracia, la relación
del hombre con su creador, culminando en la idea de la salvación. Éstas eran ideas
totalmente ajenas al pensamiento griego.
El desarrollo de la Patrística
Origen
Se inicia con el cristianismo mismo y se prolonga hasta el concilio de Nicea en el año 325.
Corresponden a esta periodo los Padres apostólicos, los Padres apologistas y las Primeras
escuelas cristianas.
Apogeo
Desde el concilio de Nicea en el año 325 hasta el concilio de Calcedonia (451) o hasta la
muerte de San León Magno en le año 461.
Decadencia
a) Ortodoxia doctrinal.
b) Santidad de vida.
c) Aprobación por parte de la Iglesia.
d) Antigüedad relativa (debía corresponder a esa época)
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Principales representantes de la Patrística
El problema de la fe
Esto ha creado planteamientos muy diversos según la posición que se adopte en relación a
la creencia o no en Dios.
Agnosticismo: rechaza la posibilidad racional de demostrar la existencia de Dios,
como conocer su esencia y sus atributos.
Panteísmo: la doctrina que identifica a Dios con la totalidad de la naturaleza. Es la
posición Heráclito, Spinoza y Hegel.
Fideísmo: posición fundada en la fe más absoluta en Dios. “Creo en el absurdo
porque el absurdo existe” (Tertuliano). La fe es algo inexplicable y donde nada
tiene que ver la razón.
Ateísmo: es la posición que niega en forma tajante la existencia de Dios
Deísmo: es la postura que sostiene la existencia no de un Dios personal, sino la de
un Dios racional que explicaría el fundamento del mundo. Es el Dios del
racionalismo moderno.
Sus obras
La producción intelectual de San Agustín es extraordinaria. Aquí sólo les brindamos algunas
de las más conocidas como De civita Dei; Confesiones; Contra académicos; De beata
vita; Soliloquio.
Etapas de su vida
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Numidia, perteneciente al África romanizada. Corresponde al territorio que actualmente
ocupa Túnez.
Agustín se inicia en el círculo de los maniqueos a los 17 años y sigue en él hasta los 28. El
maniqueísmo es una doctrina traída de Persia (actual Irán) al imperio romano, y se hizo
pasar como secta cristiana cuando en realidad era religión pagana. Las ideas centrales del
maniqueísmo era que toda realidad era la oposición de dos principios cósmicos: Dios-
materia; Luz-tinieblas; El bien-el mal.
Agustín al terminar sus estudios se establece en Tagaste, su ciudad natal y luego en Cartago
como profesor de retórica (375-383). Fue en este tiempo que empezó a tomar distancia del
maniqueísmo aunque no en forma definitiva. Más bien lo que lo cautivo fue el escepticismo
formulado en la Nueva Academia (platónica) y en Cicerón. Luego se traslada a Roma donde
también enseñó retórica para posteriormente establecerse en Milán (384) donde conoció los
escritos platónicos, escritos que se descubre como una revelación el hecho que más allá del
mundo físico se da un mundo ideal, y concibió entonces, contra los maniqueos, que Dios
tenía que ser incorpóreo, que tiene que ser realidad puramente espiritual. Paralelo a ese
tiempo escucha los discursos de San Ambrosio y se pone totalmente en afinidad con el
cristianismo, experimenta una fundamental transformación en su vida y en su pensamiento.
Casi en los treinta años se convierte al cristianismo, confesión que nunca abandonará. Se
sumerge en su mundo de ideas, deja plasmado en unos breves escritos sus pensamientos,
pone en orden su vida y se bautiza por manos de San Ambrosio a los treinta y tres años
(387). A los treinta y siete años es consagrado sacerdote y a los cuarenta y un años es
ordenado obispo de Hipona.
La verdad es el punto de partida del pensamiento de San Agustín. ¿se da la verdad? ¿Cómo
llegamos a la verdad? ¿Qué es la verdad? Agustín se da cuenta que estuvo en un error
cuando abrazó el maniqueísmo, y el darse cuenta de ello también se le ocurre la duda sobre
si se da la verdad absoluta, si verdaderamente es posible la verdad necesaria e inmutable, Y
si no existen verdades universales, absolutas y necesarias, entonces existen solamente
verdades relativas, con lo que tendremos que conformarnos con opiniones probables. Así es
formulado el escepticismo en la Nueva Academia y en Cicerón. Éste es el escepticismo que
Agustín tratará de superar.
Acuérdense de ésta formulación (“si yerro existo”), porque la volveremos a encontrar cuando
arribemos a Descartes, que de la duda agustiniana sacará su primera verdad evidente y
sobre la cual fundará toda la arquitectura de su filosofía racionalista: si dudo pienso y si
“Pienso, luego existo”.
El interiorismo
Con lo que hemos dicho anteriormente toca muy de cerca el origen y la fuente del
conocimiento, aquello que es fundamento de la verdad. Para Agustín no habría que poner la
fuente del conocimiento en la experiencia sensible, en los datos proporcionados por los
sentidos. El mundo de los sentidos no es fiable porque responde al mundo de la realidad
material, del mundo en donde las cosas cambian y varían, donde nada permanece igual y
sólo podemos concluir en verdades relativas. El mundo de los cuerpos no nos puede ofrecer
la idea de unidad en sentido verdadero, ya que todo cuerpo es divisible hasta el infinito. Por
33
eso el valor de necesidad e inmutabilidad de la verdad no puede tener su fuente ni su
garantía en la experiencia sensible. (Es elocuente la influencia platónica).
Agustín tiene una originalísima y peculiar posición en este punto, conocida como Teoría de
la iluminación, también se la conoce como la de la irradiación. Ahora bien, ¿en que
consiste esta teoría? Agustín concibe esta teoría como una iluminación mediante la cual la
verdad se irradia desde Dios sobre el espíritu del hombre. Dios ilumina en su infinita
potestad el interior del hombre. De ahí la razón de porque el hombre debe buscar la verdad
en su propio interior, en su propio espíritu. No se trata de una iluminación sobrenatural, de
una revelación, sino de algo natural. Con ésta luz (que se encuentra originariamente en
nuestro espíritu, es decir, en forma innata) se produce nuestro encuentro con el mundo.
Con esta luz vemos, pensamos y entendemos el mundo. Esta luz son las razones e ideas
eternas que el hombre lleva dentro de su espíritu. Pero estas ideas que el hombre tiene no
les pertenecen a la mente humana como propia, sino estas ideas que el hombre tiene
pertenecen al espíritu de Dios. Estas ideas están en la mente de Dios. Esto constituye
ahora el “mundo inteligible” que en la concepción agustiniana en lugar de hallarse en el
“topos uranós” platónico se encuentra en la mente de Dios. Desde este mundo (de la mente
de Dios) se irradia aquellos principios y razones al espíritu por una inmediata “iluminación”.
(Fíjense la orientación eminentemente platónica del pensamiento agustiniano)
Igualmente para llegar a Dios sólo es posible por la interiorización. Dios ilumina el
interior del hombre. El hombre interior es aquel que profundiza tanto en sí mismo que
encuentra en el fondo de sí mismo, a quien es realmente fondo de sí mismo, es decir, en el
fondo de sí mismo se encuentra Dios.
El orden moral
Dios ha puesto una ley eterna que manda conservar el orden natural y prohíbe destruirlo.
La Ley Eterna es fundamento de la Ley Natural, que es a la vez el reflejo del orden de Dios
en la naturaleza entera. Y, a su vez, la Ley Positiva de los hombres será recomendable sólo
si refleja el orden natural. Gracias a la Ley Eterna el mundo se ordenará para que sea lo
mejor posible a pesar del mal en el mundo.
El mal
San Agustín interpretó el mal como privación del bien debido, o sea, el mal es lo que le falta
al bien para que sea bien. El mal no tendría realidad positiva, simplemente es una falta, una
carencia. Lo malo sería simplemente algo “que debería ser bueno”.
Clases de males
Mal físico: está fundado en la naturaleza material del hombre, o sea, en lo físico,
que muchas veces son causas de sufrimientos. Ejemplos de males físicos son la
enfermedad, el dolor, los sufrimientos.
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Antropología
Para Agustín el hombre es una unidad y esta unidad consiste que el alma posea al cuerpo,
usa de él y lo gobierna. “El alma es cierta sustancia dotada de razón que está allí
para dominar y regir los cuerpos”. El hombre tiene una naturaleza eminentemente
espiritual y es por consiguiente sólo alma, el cuerpo no es una constitución esencial.
La sustancialidad del alma se funda en la conciencia del “Yo” que tiene tres momentos por
sus actos, aunque éste “Yo” permanece inalterable. Estos tres momentos son: memoria,
inteligencia, voluntad (amor). Estas tres facultades forman la unidad de la persona,
constituyen al “Yo” que recuerda, entiende y ama. Agustín afirma que la esencia íntima
del “Yo” está fuera de toda duda, de todo engaño, el “Yo” existe verdaderamente. “¿Y si me
engaño? Pues si me engaño, soy. Pues el que no existe, en verdad, ni engañarse
puede; y por esto existo si me engaño” (De civita Dei”)
En el alma también encontramos:
a) una razón natural o inferior: para conocer las cosas sensibles del mundo, para
conocerse a sí misma y conocer indirectamente a Dios reflejado en su creación.
b) una razón superior: es la razón inferior que se eleva a la razón superior al recibir la
iluminación de Dios. Es la razón humana iluminada por la Razón Divina con lo que
se eleva al conocimiento de las cosas eternas.
La interpretación de la historia
EDAD MEDIA
Reseña breve
Edad media, término utilizado para referirse a un periodo de la historia europea que
transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta el
siglo XV con la toma de Constantinopla por los turcos. No obstante, las fechas anteriores no
han de ser tomadas como referencias fijas: nunca ha existido una brusca ruptura en el
desarrollo cultural del continente. Parece que el término lo empleó por vez primera el
historiador Flavio Biondo de Forlì, en su obra Historiarum ab inclinatione romanorun imperii
decades (Décadas de historia desde la decadencia del Imperio romano), publicada en 1438
aunque fue escrita treinta años antes. El término implicó en su origen una parálisis del
progreso, considerando que la edad media fue un periodo de estancamiento cultural,
ubicado cronológicamente entre la gloria de la antigüedad clásica y el renacimiento. La
investigación actual tiende, no obstante, a reconocer este periodo como uno más de los que
constituyen la evolución histórica europea, con sus propios procesos críticos y de desarrollo.
LA ESCOLÁSTICA
Desde el siglo V, tiempo en que se termina el mundo antiguo, hasta el siglo IX prácticamente
no existe actividad filosófica. La misión de los intelectuales de esta época era salvar del
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naufragio lo que resta de la cultura antigua. La labor de estos hombres fue la de
recopilación.
Este movimiento espiritual se ve impulsado aún más por tres nuevos factores que vienen a
confluir simultáneamente y que actúan como nuevos resortes. Estos factores, los que
determinan decisivamente la orientación intelectual del escolastismo son:
a) El conocimiento de Aristóteles
b) El auge de las universidades
c) La actividad científica de las nuevas ordenes religiosas.
Con esto se llega al punto de máximo esplendor del pensamiento medieval y que
acostumbramos designarla como la Alta Escolástica. El problema principal de la Escolástica
es la de llevar al hombre hacia la comprensión de la verdad revelada. La Escolástica ejerció
una actividad racional (en la práctica, el uso de una filosofía determinada, ya sea
neoplatónica o aristotélica) con la finalidad de llegar a la verdad religiosa, demostrarla y
aclararla en los límites de lo posible y dotarla de un arsenal defensivo contra la incredulidad
y las herejías. La Escolástica, por lo tanto, no es una filosofía autónoma, como fue la griega
por ejemplo, y su dato o límite es la doctrina religiosa, el dogma.
La Escolástica se extiende desde el siglo IX hasta finales del siglo XIV, y su momento de
mayor esplendor fue durante los siglos XII y XIII.
Su obra: Proslogium.
El argumento ontológico
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Argumento. Vamos a explicarlo de una manera más sencilla para que resulte una
comprensión menos complicada para el alumno.
Perteneció a la orden de los dominicos a la que ingreso a los 20 años. Con Santo Tomás
alcanzó su máximo esplendor el pensamiento escolástico, es decir, el pensamiento que hizo
“escuela” en torno a Aristóteles, comentado, actualizado y corregido es sus dos obras más
importantes como fueron la Suma Teológica y la Suma contra Gentiles.
De las obras de Aristóteles se conocía sólo algunas partes de su Lógica. Pero el impulso
decisivo para la implantación del aristotelismo vino primero y principalmente por medio del
“comentador” Averroes. (Filósofo árabe nacido en Córdoba en 1126 y muerto 1198 y que
fuera uno de los más importantes estudiosos de Aristóteles)
El fondo del pensamiento tomista es, pues, el de la dogmática cristiana, de los Padres de la
Iglesia, de la tradición medieval anterior y, sobre todo, de Aristóteles.
Sus obras
Como hemos señalado anteriormente las obras principales de Santo Tomás pueden
concentrarse en dos: la Suma Teológica y la Suma contra Gentiles (a ésta se la conoce
también como Suma Filosófica).
Fe y razón
Según Santo Tomás, la fe consiste en un acto del entendimiento movido por la voluntad a la
que a su vez, Dios asiste mediante la gracia, siendo capaz de aceptar las verdades reveladas
que no comprenden por superar las posibilidades de comprensión de dicho entendimiento.
Razón y fe son dos facultades propiamente humanas. La razón es una facultad de conocer;
la fe es una facultad de creer. Por otra parte Filosofía y Teología son dos ciencias. La filosofía
es ciencia del o de las cosas naturales y la teología es ciencia de las cosas sobrenaturales.
En cuanto al servicio que la razón y la Filosofía pueden brindar a la Teología, señalemos, por
una parte, tiene un carácter instrumental, la Teología utiliza la forma científica de la
Filosofía (Silogismo, dialéctica, etc.) y, por otra, la filosofía tiene un carácter subordinado
frente a la Teología, es “sierva de la Teología” (ancilla Theologiae).
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Antropología tomista
Alma vegetativa: que pertenece a la vida en su nivel más bajo: las plantas.
Alma sensitiva: es la que proporciona la sensación y aparece en las formas más
elevadas de vida y a ella se refiere los cinco sentidos: los animales.
Alma apetitiva: comprende las tendencias instintivas del hombre y los animales.
Alma locomotiva: abarca todo lo relativo al movimiento.
Alma intelectiva: es la potencia puramente espiritual del pensar y la voluntad libre.
Sólo pertenece al hombre.
El conocimiento
Punto de partida: parte de algo que todo el mundo puede comprobar, datos
empíricos, reales, que se presentan de modo manifiesto a los sentidos.
Principio de causalidad eficiente: aquello de lo que se parte (los datos de la
experiencia) tiene siempre una causa para que ocurra, ya que las cosas no suceden
sin causas que las produzcan.
Principio de imposibilidad de la serie causal: por mucho que pretendamos
alargar la cadena de causalidad, al final tendríamos que aceptar una causa primera.
Punto de llegada: al final de la cadena de causalidades está Dios como causa
primera (o última), luego Dios existe.
De este modo, las pruebas “a posteriori” de Santo Tomás, es un movimiento de los efectos a
la causa. Como ustedes recordarán, cuando hemos estudiado a Aristóteles, les sugerí que
pongan atención en la teoría del Primer Motor (o Motor Inmóvil) porque la volveríamos a
encontrar cuando desarrollemos las cinco vías de Santo Tomás. Pues, así es, vinculen y
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cotejen ambas teorías y hallaran el fondo eminentemente aristotélico de la demostración
tomista.
5ta. Vía del orden del mundo o vía de la finalidad (vía teleológica)
En el mundo existen seres carentes de conocimientos, como los cuerpos naturales, que
obran por un fin, pues siempre actúan de la misma manera para alcanzar lo mejor, lo cual
no puede ser por azar, pero los seres carentes de conocimientos tienden a un fin porque es
dirigido y ordenado por algún ser inteligente, luego, debe existir ese ser inteligente. Pero en
la cadena de seres inteligentes que dirigen y ordenan, que a su vez son dirigidos y
ordenados por otros, no se puede proceder al infinito, luego existe necesariamente un ser
inteligente por la cual todas las cosas naturales se ordenan a un fin, y ese ser es Dios.
Para santo Tomás, Dios es evidente por sí mismo, pero no para nosotros en forma directa. Al
conocimiento de Dios nosotros podemos llegar por medio de la analogía, esto es,
comparando con lo que conocemos a partir de los datos de la experiencia sensible, negando
de Dios todas las imperfecciones que encontramos en las criaturas y elevando las
perfecciones que en éstas encontramos hasta el infinito. De Dios sólo podemos saber “que
es” pero no “lo que es”; es decir, sabemos de su existencia pero ignoramos su esencia.
La ética tomista
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hombre es Dios y esto se alcanza por el conocimiento, por la contemplación (acuérdense del
visión aristotélica de la suprema felicidad).
Sostiene, al igual que San Agustín, la existencia de una Ley Eterna que es la ley de Dios.
El hombre como criatura racional, entre todas las demás, está sometido a la divina
providencia de una manera muy especial, ya que se hace partícipe de esa providencia, y esa
participación de la ley eterna en el hombre se llama Ley Natural, y las leyes humanas (la ley
positiva, códigos, leyes, normas etc.), deben de estar de acuerdo con la Ley Natural. Vamos a
decirlo de una forma más clara: la Ley Eterna es la razón de Dios, el hombre participa de
ella, esta participación de la Ley Eterna en el hombre se llama Ley Natural, y las leyes
establecidas por los hombres, (la Ley Positiva), deben de estar en armonía con la Ley
Natural
Mediante el respeto a las leyes de la naturaleza y la realización de nuestros deberes, los
seres humanos conseguimos la felicidad. Ahora bien, en Santo Tomás el cumplimiento de la
Ley Natural conduce, por decirlo así, a la felicidad natural, pero además, dado el carácter
espiritual del alma humana, sobre la felicidad natural se alza la posibilidad de una felicidad
sobrenatural, que no es propia de esta vida, sino de la otra y que le es dada gratuitamente
por Dios. Así pues, en último término, la felicidad del alma no puede ser otra cosa que la de
volver a Dios. La perfecta felicidad ha de residir, de este modo, en la perfecta contemplación
de Dios.
Su filosofía política
La filosofía del Estado de Santo Tomás tiene inspiración aristotélica. El hombre es por
naturaleza un animal social (el zoon politikón aristotélico) y la sociedad es para los
individuos y no el individuo para la sociedad. El poder deriva de Dios y considera la
monarquía moderada como la mejor forma de gobierno y la peor a la tiranía. En todo caso la
potestad superior le corresponde a la Iglesia y todo gobierno debe estar subordinado al
poder de ella. El fin del gobernante debe ser brindar la garantía del bien común, y cuando el
gobernante no cumple con el fin asignado, el pueblo tiene el derecho a deponerlo, inclusive
usando la violencia.
1. LA EDAD MODERNA
UNIDAD IV
Con respecto a la Historia europea, se
denomina Edad Moderna al periodo
LA EDAD MODERNA comprendido entre el año 1453, fecha de
la caída de Constantinopla en poder de
EL RENACIMIENTO los turcos (o, lo que es lo mismo, la
desaparición del Imperio Romano de
EL RACIONALISMO Oriente) hasta finales del siglo XVIII con
René Descartes el triunfo de Revolución Francesa.
Baruch Spinoza
Por lo que se refiere al desarrollo de la
Godofredo Guillermo Leibniz Filosofía de esa época, podemos señalar
una serie de notas características, entre
EL EMPIRISMO las que cabe destacar las siguientes:
Francis Bacon
Tomás Hobbes 1. La progresiva laicización de la
John Locke Filosofía.
David Hume Tanto la actividad filosófica como la
científica, en general, durante la Edad
Media, habían sido llevadas a cabo de
EL IDEALISMO manera directa por la Iglesia romana, de
Inmanuel Kant ella dependían las Universidades, ella
Jorge Guillermo Federico Hegel dictaba y controlaba la doctrina y la
enseñanza que se impartían, y los
científicos y filósofos eran prácticamente
es su totalidad, religioso sometido a su autoridad. Sin embargo, en la Edad moderna, a
medida que la nueva clase burguesa iba adquiriendo importancia iba adentrándose
40
también en los campos culturales y elaborando una concepción filosófica diferente y, en
gran medida, opuesta a la realizada en los ámbitos religioso.
EL RENACIMIENTO
Breve reseña
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d) La ruptura de la unidad religiosa de Europa; Lutero en Alemania, Zuinglio y
Calvino en Suiza y Enrique VIII en Inglaterra, rompieron con la autoridad del papa de
roma y plantearon una serie de problemas teológicos y jurisdiccionales.
f) Los nuevos métodos científicos: partiendo de algunas realizaciones del siglo XIV, en
el siglo XV tuvo un amplio despliegue de la “Filosofía natural”, fundada sobre la
observación de los fenómenos. En este campo destacaron los estudios médicos de
Paracelso y las concepciones panteístas (o naturalista) de Nicolás de Cusa y Giordano
Bruno, así como los trabajos de Copérnico, Bacon, y posteriormente de Kepler y
Galileo.
EL RACIONALISMO
Breve reseña
Racionalismo (del latín, ratio, razón), en filosofía, es el sistema de pensamiento que acentúa
el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que
resalta el papel de la experiencia, sobre todo el sentido de la percepción. El racionalismo ha
aparecido de distintas formas desde las primeras etapas de la filosofía occidental, pero se
identifica ante todo con la tradición que proviene del filósofo y científico francés del siglo
XVII René Descartes, el cual creía que el método matemático representaba el ideal de todas
las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían
descubrir ciertos universales, verdades evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto
de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en
sí eran innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado
por otros filósofos europeos, como el holandés Baruch Spinoza y el pensador y matemático
alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Se opusieron a ella los empiristas británicos, como John
Locke y David Hume, que creían que todas las ideas procedían de los sentidos.
El racionalismo epistemológico ha sido aplicado a otros campos de la investigación
filosófica. En ética el racionalismo es la afirmación de que ciertas ideas morales primarias
son innatas en la especie humana y que tales principios morales son evidentes en sí a la
facultad racional. El racionalismo en la filosofía de la religión afirma que los principios
fundamentales de la religión son innatos o evidentes en sí y que la revelación no es
necesaria, como en el deísmo. Desde finales del año 1800, el racionalismo ha jugado sobre
todo un papel antirreligioso en la teología.
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filosofía, a los que dedicó el resto de su vida. Tras realizar numerosos viajes residió en París
desde 1625 a 1628. Durante este periodo se dedicó al estudio de la filosofía y también
realizó experimentos de óptica. En 1628, después de vender las propiedades que poseía en
Francia, se trasladó a las Provincias Unidas y vivió en diferentes ciudades (Amsterdam,
Deventer, Utrecht y Leiden). Fue quizá durante los primeros años que pasó en Holanda
cuando escribió su primera obra importante, Ensayos filosóficos, publicada en 1637 y que
estaba integrada por tres ensayos (Dióptrica, Geometría y Meteoros), a los que servía de
prefacio el que luego sería su escrito más famoso, Discurso del método, en el que exponía
sus especulaciones filosóficas. Ésta fue seguida de otras obras, entre ellas Meditaciones
metafísicas (1641) y Los principios de la filosofía (1644). Sus últimos escritos estuvieron
dedicados a Isabel Estuardo, reina de Bohemia que vivía en las Provincias Unidas y con
quien Descartes había entablado una profunda amistad. En 1649 fue invitado a acudir a
Estocolmo para impartir clases de filosofía a la reina Cristina de Suecia. Los rigores del
invierno le provocaron una neumonía, a consecuencia de la cual falleció, en la capital sueca,
el 11 de febrero de 1650.
Sus obras
Sus obras más importantes fueron Reglas para la dirección de la razón, Discurso del método,
Meditaciones metafísicas, Principio de Filosofía y Tratado de las pasiones del alma.
Motivos de la duda
Se trata, pues, de rechazar como falsas todas las cosas en las que pueda existir el menor
asomo, la menor sospecha, de duda. De lo único que no se podía dudar era de las verdades
matemáticas. Ahora bien, como resulta imposible examinar uno por uno los diferentes
objetos o realidades existentes, Descartes recurrió a establecer motivos o criterios que
sirvieran de norma negativa de dicha verdad, de tal modo que sólo las realidades capaces de
superar cada uno de dichos criterios podrán ser establecidas de modo indudable como
verdaderas, estos motivos o criterios son los siguiente:
b) El mal uso de la razón: las razones que creemos rigurosas y verdaderas pueden ser
erróneas y falsas.
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d) La hipótesis del genio maligno. Con los anteriores motivos quedan a salvo las
verdades de la matemática; pues, aunque los sentidos nos engañen y tanto si
soñamos como si estamos despiertos, tres y dos son cinco, la recta es la línea más
corta entre dos puntos, los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos, etc. Ahora
bien, para establecer una duda universal y absoluta y llevarla hasta el extremo,
Descartes recurrió a la hipótesis del genio maligno y de esta manera las mismas
proposiciones matemáticas quedarían sometidas a ella. Por otra parte, los anteriores
motivos de la duda, pueden ser considerados naturales (aunque el relativo a la no
distinción del sueño y la vigilia parezca un tanto artificioso), Descartes no se
conforma con ellos, recurre también a razones artificiales, y así, nos dice que
supongamos la existencia de un genio maligno muy poderoso que constantemente
nos engaña y que no nos permite distinguir ningún conocimiento cierto.
En este caso ¿qué podremos admitir como verdadero? Absolutamente nada. Con la hipótesis
del genio maligno se hunde todo el mundo del conocimiento ¿De qué puedo estar seguro? De
nada, pues puede ser que dicho genio me engañe continuamente. (Vean como Descartes
llega a un escepticismo total, a una “desconstrucción” extrema, a una “nihilización” absoluta
del conocimiento).
De este modo me encuentro abocado a una duda absoluta: dudo de todo y no puedo estar
seguro de nada. Ahora bien, en medio de esta duda absoluta va a nacer la primera verdad
indudable, a saber: yo que dudo, que me equivoco, que soy engañado por el genio maligno,
es necesario que exista; si dudo existo, si me equivoco existo, si me engaña el genio maligno
existo, y por más que me engañe jamás podrá hacer que no exista. Dudo de todo, pero al
dudar pienso, y al pensar existo. “Pienso, luego existo”. (Fíjense la analogía con el “Si
fallor, sum” de San Agustín).
Tenemos, pues, la primera verdad evidente, indubitable: pienso, luego existo (Cogito, ergo
sum), pero ¿porque esta verdad es indudable? Porque esta afirmación manifiesta en sí
misma, de manera inmediata, su propia realidad: pueden ser que no existan las realidades
en que pienso, pude que me equivoque al pensar, pero del propio hecho de pensar surge la
evidencia de mi existencia; si dudo, si me equivoco, si temo (o creo) ser engañado, es decir, si
llevo a cabo una actividad intelectual del signo que sea, dicha actividad pone en evidencia
mi propia existencia; de ese modo, Descartes concluirá que no hay nada “más fácil que
conocer mi propio espíritu”, es decir, mi propia razón se pone en evidencia en su propia
actividad y, al mismo tiempo, pone también en evidencia la existencia de un sujeto racional
o, lo que es lo mismo, de un sujeto pensante.
“Pienso, luego existo” no sólo va constituir la primera verdad de Descartes, sino que en ella
encontrará los tres factores determinantes en la construcción de toda su filosofía, a saber:
a) En primer lugar, el criterio de toda otra verdad, es decir, el criterio que le permitirá
distinguir lo verdadero de lo falso, el acierto del error. (Claro y distinto)
c) en tercer lugar, las ideas en que se manifiesta dicha verdad. (Adventicias, facticias,
innatas)
Descartes ha encontrado una primera verdad: “pienso, luego existo”. Que esta verdad es
indudable es evidente. Ahora bien, ¿Por qué resulta evidente esta verdad? Averiguar las
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razones de dicha evidencia posee suma importancia para nuestro filósofo, pues, según
su opinión, las razones que pongan de manifiesto su evidencia nos servirán como criterio
todas las restantes verdades. Tenemos, pues, que dicha verdad resulta evidente porque
la concebimos clara y distinta; luego todo lo que concibamos de ese modo será
evidentemente verdadero. De esta manera, se nos presenta el criterio que nos permite
distinguir lo verdadero de lo dudoso, a saber, la claridad y la distinción y, en
consecuencia, que todo aquello que se nos muestre de manera clara y distinta será
verdadero.
En ese sentido, la primera verdad que surge en medio de la duda universal: “pienso,
luego existo”, pone de manifiesto la evidencia del entendimiento para sí mismo o, lo que
es igual, del espíritu, o de la propia razón. (Para Descartes espíritu, entendimiento o
razón viene a significar lo mismo). El método cartesiano no es un procedimiento
elaborado artificialmente, sino todo lo contrario, el método parte de la conciencia de sí
del propio sujeto y consiste en un examen de la marcha natural de la propia razón; la
razón encuentra el método científico en sí misma y, en último término, el método sirve
para vigilar el funcionamiento de razón.
“No admitir como verdadera cosa alguna que no se reconozca evidentemente como tal,
evitar toda precipitación y prejuicios, y no comprender en mis juicios sino lo que tan clara
y distintamente se presentara a mi espíritu que no hubiese ocasión alguna de ponerlo en
duda” (Discurso del método, segunda parte).
“Dividir cada una de las dificultades que examine en tantas partes como sea posible y
necesaria para resolverla mejor” (Discurso del método, segunda parte).
Sintetizar (del gr. sun tithemi: yo compongo) es reconstruir el todo con sus partes. La
Síntesis recompone el objeto que previamente ha sido analizado o constituye un nuevo
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objeto con notas abstraídas de objetos diferentes; se trata, pues, de un proceso inverso
al análisis.
“Hacer en todos los casos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,
que llegase a estar seguro de no omitir nada” (ibidem).
Esta regla constituye un repaso de la dos anteriores, los recuentos comprueban el
análisis y las revisiones la síntesis.
Como ustedes están tomando contacto con una materia que puede resultarles un tanto
compleja, vamos a tratar de facilitarles la comprensión remitiéndonos a un ejemplo.
Supongamos, tengo aquí un reloj despertador, lo reconozco como reloj despertador, esto
es claro e indudable (evidencia), lo descompongo es sus partes simples, es decir,
extiendo sobre la mesa todas las partes de su mecanismo: las manecillas, los
engranajes, las agujas, etc. (análisis); luego, esas pequeñas piezas extendidas sobre la
mesa las vuelvo armar, a recomponerlas como se encontraba originalmente (síntesis);
una vez hecho esto, registro todas las piezas presentadas en el análisis y la operación
llevada a cabo en la síntesis sin omitir absolutamente nada (enumeración). Creo que
ahora está mas claro.
Las ideas
a) Ideas adventicias: son aquellas que “proceden de afuera” y se refieren a las cosas
que las percibimos a través de los sentidos. Estas ideas no nos suministran
conocimientos ciertos, pues dependiendo de nuestros sentidos siempre pueden ser
puestas en duda.
b) Ideas facticias: son “hechas e inventadas por uno mismo”, por ejemplo, la idea de
centauro o la de sirena. Estas ideas pueden ser manejadas arbitrariamente por mi
imaginación y mi libre albedrío, y por lo tanto, nada evidente se puede mostrar.
Tampoco sirve para el conocimiento.
c) Ideas innatas: estas ideas se imponen por sí misma de modo evidente, esto es, que
en ellas mismas se nos muestra su verdad. Estas ideas son las únicas que nos
pueden proporcionar conocimientos verdaderos. De estas ideas surgen las verdades
matemáticas, razón por cual son consideradas las únicas de valor científico.
El auténtico conocimiento, nos dice Descartes, no surge ni del testimonio fluctuante de los
sentidos (ideas adventicias), ni del juicio falaz de la imaginación (ideas facticias); sino
solamente de la mente pura y atenta que mirando en sí misma logra descubrir sus
verdaderos contenidos (ideas innatas). El auténtico conocimiento, pues, tiene lugar por medio
de las ideas innatas, es decir, mediante las ideas que la razón encuentra en sí misma y, en
consecuencia, el contenido objetivo que dichas ideas se nos presenta de modo claro y distinto
coincidente con la realidad.
La existencia de Dios
Acabamos de decir que el contenido objetivo que se me muestra de manera clara y distinta
en las ideas innatas es verdadero y, por tanto, se corresponde con la realidad. Ahora bien, la
hipótesis del genio maligno (el cuarto motivo de la duda) torna dudoso este principio; pues
puede ser que dicho genio me engañe y me haga tomar lo falso como verdadero. La evidencia
de mi propia realidad (“pienso, luego existo”) se me impone de manera absoluta por sí
misma; más para que el criterio (lo claro y distinto de nuestras ideas) adquiera su pleno
valor y nos sirva de garantía para el resto de las verdades, es necesario, previamente, echar
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por tierra la hipótesis del genio maligno, esto es, es necesario demostrar que dicho genio
maligno no puede existir.
Esto lo llevará a cabo Descartes demostrando la existencia de Dios; pues si Dios es bueno
y omnipotente y, al mismo tiempo, autor de todos los seres y de mi razón; el mismo
garantizará que razonando de manera correcta mis conocimientos serán correctos y mis
ideas se corresponderán con la realidad; pues Dios garantiza que el orden y la conexión de
las ideas es el mismo que el orden y la conexión de las cosas.
1ra. demostración
Encuentro en mi mente la idea de Dios. Ahora bien, esta idea no puede surgir de las cosas
que me rodean y tampoco de mi mismo. ¿Por qué? Porque tanto yo como las cosas que me
rodean somos finitos y, en cambio, la idea de Dios posee un contenido infinito y no puede
haber más realidad en el efecto (idea de Dios) que en la causa (las cosas que me rodean o
yo); por lo tanto, dicha idea sólo puede haber sido puesta en mi mente por un ser infinito, es
decir, por Dios.
2da. demostración
Esta prueba consiste en lo siguiente: tengo en mi mente la idea de Dios, luego es evidente
que no me he dado la existencia a mí mismo, pues en ese caso me hubiera dado todas las
perfecciones contenidas en dichas ideas; tampoco puede deberse mi existencia a mis padres
o a otras causas imperfectas, porque en ese caso ¿de dónde hubiera surgido la idea de
perfección surgida en mi mente? Luego yo he tenido que ser causado por Dios. A esta
demostración se la conoce como argumento ontológico por ser similar al de San Anselmo,
por eso les sugiero que retrocedan hasta la Escolástica y vuelvan a leer la explicación del
argumento anselmiano.
3ra. demostración
Esta prueba consiste en la aplicación del criterio a la idea de Dios, y se sintetiza en las
siguientes razones: todo aquello que concibo clara y distintamente existe; ahora bien,
cuando examinamos qué es Dios, vemos clara y distintamente que a su esencia le
corresponde su existencia; luego Dios tiene que existir. (Esta es una inferencia
eminentemente tomista; es notable la influencia escolástica en Descartes pese a haberla
rechazado. Igual sucede con la sustancia que es un concepto aristotélico heredada por la
Escolástica).
La estructura de la realidad
Descartes posee certeza plena de su propia realidad (soy una cosa que piensa), de la
existencia de Dios y ¿de qué más? Una vez que Descartes posee la garantía absoluta de su
criterio, puede tener plena certeza de todo lo que dicho criterio le muestra. En este sentido,
ante nuestro entendimiento aparece también claro y distinto el mundo exterior, Con esto
tenemos la certeza de tres realidades diferentes: el yo pienso, Dios y el mundo que me
trasciende. Tenemos, pues, que en la realidad total se estructura en tres clases de cosas o
sustancias como el las va a llamar:
a) Sustancia infinita (res infinita): Dios, ser creador de todas las cosas y en quien, en
último término, reside la garantía de nuestro conocimiento.
b) Sustancia pensante (res cogitans): la naturaleza más íntima del ser humano; el yo,
en tanto y en cuanto constituye el sujeto del pensamiento.
c) Sustancia extensa (res extensa) el mundo exterior, el mundo de los cuerpos, el lugar
de las dimensiones geométricas
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La antropología cartesiana
Ahora bien, Descartes siguiendo la tradición cristiana nos dice que el ser humano es cuerpo
y alma; pero, en ese caso, ¿cómo es posible la relación entre cuerpo y alma? Descartes,
indudablemente encuentra enormes dificultades para solucionar este problema y, a este
respecto en el artículo 34 de Las pasiones del alma nos viene a decir “que el alma tiene su
sede principal en la pequeña glándula que se encuentra en el medio del cerebro, la glándula
pineal; desde dicho centro controla los humores, los nervios y hasta la sangre de la máquina
corporal.
Su metafísica
El filósofo holandés Baruch Spinoza elaboró un sistema filosófico monista claro y riguroso
que aportaba nuevas soluciones al problema mente-cuerpo, al conflicto entre ciencia y
religión, y a la eliminación mecanicista de los valores éticos del mundo natural. Como
Descartes, afirmó que toda la estructura de la naturaleza puede deducirse de unas cuantas
definiciones básicas y axio-
máticas, conforme al modelo de la geometría de Euclides. Advirtió que la teoría cartesiana de
las dos sustancias creaba un problema insoluble sobre cómo interactúan la mente y el
cuerpo; pensamiento y extensión; llegó a la conclusión que el único sujeto último de
conocimiento ha de ser la sustancia en sí. Al intentar demostrar que Dios, la sustancia y la
naturaleza son idénticos, llegó a la conclusión panteísta de que todas las cosas son aspectos
o modos de Dios (Sustancia Infinita).
Vamos explicar esto para que les resulten más accesibles. Como ustedes ya saben,
Descartes había establecido que toda la realidad se hallaba estructurada por tres
sustancias creándose un serio problema respecto a la relación entre ellas. Si entendemos
que una sustancia es única y autónoma, en sí y por sí, (“per se”), e irreductible a cualquier
otra sustancia, ¿como puede existir comunicación entre las sustancias? Pues bien, lo que
Spinoza hace es mantener la sustancia Infinita de Descartes y conferirle a las dos
sustancias finitas, la extensión y el pensamiento, la condición de atributos o modos. De
esta forma, existe una sola la sustancia, la Infinita, de infinitos atributos, de los cuales, de
esos infinitos atributos que posee la sustancia infinita nosotros conocemos solamente dos:
el pensamiento y la extensión; y entre los dos atributos conocidos de la sustancia infinita
existen una perfecta correspondencia, es decir, el orden de las ideas (pensamiento) se
corresponde con el orden de la realidad (extensión). Esta única sustancia, la infinita,
decididamente Spinoza la identifica con la naturaleza, identifica a Dios con el todo, de ahí
que su concepción metafísica va a desembocar en un panteísmo.
Su ética
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GODOFREDO GUILLERMO LEIBNIZ (1646-1716)
El innatismo
Leibniz defiende la posición innatista al sostener que todo conocimiento procede del
mundo interior del sujeto. Es decir, la mente humana por su propia naturaleza posee en sí
misma determinados principios a partir de los cuales puede conocer. (Se dice que estos
principios son innatos porque ya vienen con nosotros desde que nacemos. Son innatos
porque la razón partiendo de sí misma, de sus propios principios y sin recibir
contenidos algunos de la experiencia, en virtud de su propia naturaleza, posee la
capacidad para llevar a cabo sus conocimientos).
La armonía preestablecida
Como las monadas carecen de puertas y ventanas (Es decir son cerradas en sí misma), no
les permite tener comunicación con el mundo exterior o, lo que es lo mismo, las mónadas no
pueden relacionarse entre sí ni con el mundo exterior. Parece que resulta imposible toda
comunicación entre ellas. Pero si, cada monada es una unidad sellada, encerrada en sí
misma, sin comunicación con ninguna otra realidad que no fuera ella misma, entonces
¿Como se explica el conocimiento? ¿Como es posible que cada mónada refleje en sí la
totalidad del universo? ¿En virtud de que propiedad o mecanismo pueden las mónadas
conocer los estados y afecciones de las otras mónadas? Según Leibniz, las sustancias
simples o mónadas se encuentran en concordancia entre sí mediante la armonía
preestablecida. Según esta teoría, Leibniz sostiene, que Dios, en el momento de la creación,
creó todas las mónadas de tal modo que las puso de acuerdo entre sí y, de esta manera, cada
mónada, a partir de sus propios principios, cobrando conciencia, según su capacidad
(percepciones y apercepciones) de los diversos acontecimientos que tienen lugar en la realidad
y en las otras mónadas, puede conocer los objetos del universo. Leibniz nos da como ejemplo
la imagen de los relojes: las distintas mónadas serían como relojes perfectos, puesto en hora
por un relojero también perfecto, de tal forma que sin ningún tipo de relaciones entre sí,
cada reloj en perfecta armonía con los demás, marque la hora exacta.
En relación con los contenidos cognoscitivos a los que puede arribar el conocimiento
humano, Leibniz distingue entre verdades de razón y verdades de hecho.
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verdades de razón son propias de las ciencias exactas, es decir, de las matemáticas.
(No olviden que los más grandes representantes del racionalismo fueron grandes
matemáticos y manifestaron una preferencia excluyente por el método lógico-
matemático) Estas verdades de razón de Leibniz se identifican con las ideas innatas
de Descartes. El producto de ambas son verdades a priori, universales, absolutas y
necesarias. Ejemplos de verdades de razón son “la suma del cuadrado de los catetos
es igual al cuadrado de la hipotenusa” o, “la suma de números positivos dan
resultados positivos” o, “todo número es divisible por la unidad y por sí mismo”. Estos
juicios no están experiencia, por lo tanto, no necesitan de la experiencia para
establecer su certeza (¿quién vio alguna vez una tangente o una raíz cuadrada, o un
número primo en la realidad? Estos juicios son siempre verdaderos y su contrario es
imposible. A estos juicios se los conocen también como analíticos o juicios "a priori",
porque son verdades que no son extraídas de la experiencia. Todas las verdades
matemáticas se fundan en juicios analíticos, o lo que es lo mismo, en verdades de
razón en el lenguaje de Leibniz. Sobre estos tipos de juicios insistiremos
continuamente durante el transcurso de este “cursillo”.
Leibniz distingue tres clases de males, a saber: mal metafísico, mal físico y mal moral.
Leibniz considera que vivimos en el mejor de los mundos posibles y la justifica basándose en
el principio de razón suficiente, en la suprema sabiduría divina y en el principio de
composibilidad o principio de lo mejor. En resumen, lo que Leibniz sostiene es que nuestro
universo es semejante a un inmenso sistema del cual cada persona, desde su particular
punto de vista, únicamente es capaz de captar algunos detalles, ¿como juzgar sobre su
completo significado y valor cuando nosotros sólo captamos una parte muy ínfima de la
realidad total? La respuesta correcta sólo puede venir dada por la razón y ésta,
indefectiblemente nos obliga a concluir que, puesto que Dios ha creado este mundo, este
será necesariamente el mejor de los mundos posibles, pues Dios, como supremo ser racional
siempre obrará de acuerdo con los supremos principios racionales.
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EL EMPIRISMO
Breve referencia
Empirismo, en filosofía occidental, doctrina que afirma que todo conocimiento se basa en la
experiencia, mientras que niega la posibilidad de ideas innatas o del pensamiento a priori.
Hasta el siglo XX, el término empirismo se aplicaba a la idea defendida sobre todo por los
filósofos ingleses de los siglos XVII, XVIII y XIX. De estos filósofos ingleses, John Locke fue el
primero en dotarlo de una expresión sistemática, aunque su compatriota, el filósofo Francis
Bacon, había anticipado algunas de sus conclusiones. Entre otros empiristas también se
cuentan David Hume y George Berkeley. Opuesto al empirismo es el racionalismo,
representado por pensadores como el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza y
el alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Los racionalistas afirman que la mente es capaz de
reconocer la realidad mediante su capacidad para razonar, una facultad que existe
independiente de la experiencia. El pensador alemán Immanuel Kant intentó lograr un
compromiso entre el empirismo y el racionalismo, restringiendo el conocimiento al terreno
de la experiencia, y por ello coincidía con los empiristas, pero atribuía a la mente categorías
que podían ser conocidas a priori sin recurrir a métodos empíricos, y en este sentido Kant
coincidía con los racionalistas.
Ídola specus (errores de la caverna): son los errores propios de cada individuo, ya
que cada hombre vive en una caverna particular que refracta la luz de la naturaleza.
Se deben tales ídolos a la particular constitución, corporal o mental, de cada
individuo, a la educación, a los hábitos, o a los accidente individuales. Como hay
muchos hombres hay muchas clases de ídolos de la caverna.
Ídola fori (errores del foro): son los que se originan en el trato de unos hombres con
otros. Consiste sobre todo en los significados erróneos dados a términos o en la
suposición de que una vez que se tiene un término o una expresión (como el
concepto del primer motor o la teoría de ideas) ya se tiene las realidades
correspondientes.
Ídola theatri (del teatro): son los prejuicios que se han instalados en el espíritu
humano procedente de los varios dogmas filosóficos y las leyes equivocadas de
51
demostración. Se llama así porque al entender de Bacon los sistemas recibidos son
como escenarios que representan un mundo ficticio.
En medio de los violentos acontecimientos del siglo XVII, el inglés Hobbes, tanto en la teoría
como en la práctica, tomó una posición favorable a la monarquía absoluta; este filósofo
creyó que los intereses particulares, las pasiones religiosas y políticas y las aspiraciones
individualistas tanto en materia económica como social llevan a un estado de desorden
generalizado y que la única manera de evitar estas situaciones consiste en el
establecimiento de un gobernante o un príncipe absoluto.
Según él, en un principio los individuos humanos vivían alejados de toda clase de
organización social y en constante guerra de todos contra todos. Ahora bien, en esta
situación dos principios de sentido contrapuestos actuaban en la conducta de cada hombre,
a saber:
Para terminar con el estado de zozobra producido por esta situación y poder vivir en paz,
llegado un determinado momento, decidieron fundar la sociedad y con este fin renunciaron
a su libertad.
Según esta opinión, la sociedad humana surge como fruto de una renuncia de todos los
individuos a su libertad y mediante el establecimiento de un contrato en cuya virtud se
dotaba a un jefe o gobernante de todo poder. En este sentido, Hobbes afirmaba que el
gobernante debía poseer un poder absoluto y omnímodo y, de este modo, tantos los asuntos
políticos como los religiosos y morales debían caer bajo su poder: el gobernante se erige en
legislador supremo en todos los órdenes de la vida, tanto las cuestiones religiosas como
morales se encuentran sometida a su voluntad y él posee el criterio último sobre lo que se
debe hacer y lo que se debe evitar, sobre lo bueno y lo malo, sobre lo legal y lo ilegal, etc.
Nació cerca de Briston, hijo de un funcionario judicial, hizo sus estudios superiores en la
Universidad de Oxford, en donde posteriormente fue profesor; interesándose ahí por la
filosofía cartesiana, así como por la física, la química y la medicina, hasta tal punto que
llegó a ser médico. En esta Universidad reaccionó contra la filosofía tradicional.
En 1667 entró como secretario del conde de Shaftesbury y se vio mezclado en ciertos
avatares de la vida política inglesa, de tal manera que se exilió en Holanda, en donde
permaneció hasta la revolución de 1688, año que se nombrara rey de Gran Bretaña a
Guillermo de Orange. De regreso a su país se le quiso otorgar un alto cargo diplomático,
pero él lo rechazó, prefiriendo conformarse con otro más secundario; de todos modos, a
partir de este momento Locke permaneció ocupado en los asuntos políticos y económicos de
su país hasta el fin de sus días.
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Sus obras principales
Ensayo sobre el entendimiento humano; Pensamiento sobre la educación; Dos tratados sobre
el gobierno civil; Carta sobre la tolerancia.
Pero ¿que entiende Locke por ideas? Por ideas entiende todo lo que ocurre en nuestra mente
cuando pensamos, todo lo que constituye en nuestra mente el objeto de pensamiento, es
decir, pensar consiste en pensar ideas, el objeto de nuestro pensamiento son las ideas.
Para el pensamiento anterior, para Aristóteles, Santo Tomás, etc. hasta Descartes, se
pensaba que el objeto del conocimiento lo constituía la propia realidad, la intención de la
actividad intelectual apuntaba de manera directa y primaria a los objetos de la realidad, es
decir, con las ideas representábamos de modo directo las cosas externas (realismo), en
cambio, para Locke nuestro conocimiento se queda de manera inmediata en las propias
ideas. No tenemos conocimiento inmediato de nada, sólo tenemos conocimiento de nuestras
propias ideas y éstas nos son suministradas por los sentidos. El problema, por tanto,
consistirá en justificar a que corresponden dichas ideas, o, dicho de otro modo, como se
corresponden dichas ideas con la realidad, como la representa.
Sensación y reflexión
Locke distinguió ideas simples e ideas complejas. Las ideas simples son los datos inmediatos
que adquirimos por los sentidos y constituyen todo el material del conocimiento; las ideas
complejas, proceden de las ideas simples. Ahora bien, ¿de dónde surgen las ideas simples?
Locke señaló dos fuentes, la sensación y la reflexión:
2. La reflexión o experiencia interna: las ideas que se originan en la reflexión son las que
entendimiento descubre por la percepción de su propia actividad (por ejemplo, la idea de
pensamiento, de volición); existen otras ideas simples que proceden a la vez de la sensación
y la reflexión, como el placer, el dolor, la fuerza, etc.
Ahora bien, de acuerdo con el principio de que todo conocimiento comienza por los sentidos,
debemos señalar que la sensación es previa a la reflexión, y ésta sólo puede venir después de
aquella.
¿Qué nos suministran las ideas, nuestras ideas? ¿Qué conocemos de ellas? Nos suministran
y conocemos de ellas cualidades. Como hemos visto ya, por medio de los sentidos recibimos
diversas cualidades: colores, olores, idea de extensión, etc.; pero ¿a qué corresponden estas
cualidades? O, lo que es lo mismo, ¿se corresponden nuestras ideas simples con la realidad
o, únicamente, consisten en estado subjetivo nuestro?
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cualquier estado que se halle; de suerte que las conserva siempre, sea
cualquiera las alteraciones que sufra”. Es decir, no se puede concebir un
cuerpo sin dichas cualidades, Así pues, las ideas de cualidades primarias son
objetivas y nos muestran la realidad, se corresponden con la realidad. Por
ejemplo, si afirmo, esta pared tiene extensión (cualidad primaria) todos estamos
de acuerdo y asentimos tal afirmación, porque la extensión se halla en forma
incuestionable en la pared, le pertenece a la pared (es objetiva).
Las ideas complejas son la articulación y combinación de ideas simples. Todos nuestros
conocimientos se fundan en las ideas simples. En la percepción de las ideas simples
nuestro entendimiento se comporta de una manera pasiva y, en esta sentido, carece
absolutamente de capacidad para hacer surgir una sola idea. Sin embargo es activo en la
elaboración de ideas complejas y, de este modo puede manipular de una u otra forma,
una y otra vez, las ideas simples para hacer surgir las ideas complejas o éstas a su vez
para combinarlas de formas nuevas y diferentes.
A este respecto Locke distinguió tres clases de ideas complejas: modos, relaciones y
sustancias.
Relaciones: se tratan de las ideas que expresan referencias o vínculo de una cosa
con otra. Por ejemplo, padre,
hermano, hijo, joven, viejo etc. Ejemplo. María es menor que Ana; Pedro es hermano
de Luís; Juana tuvo mejores calificaciones que Susana; Este material es muy
superior al anterior; como verán, en todos los casos se predica en función a
referencias, se coteja una o varias cosas con otra u otras. Existe un vínculo, una
“relación”, una “comparación” entre dos sustancias. (Toda comparación lleva
implícita relación o referencia)
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Todas corresponden a las categorías aristotélicas de la sustancia. Tampoco Locke, al igual
que Descartes, pudo ser tan radical en su emancipación del escolasticismo. Siguen vigentes
en ellos nociones fundamentales de la filosofía tradicional.
Tanto en materia ética como en política, Locke rechaza las posiciones de Hobbes, y
mantiene:
En tercer lugar, que la religión debe quedar más allá de la intervención de los gobernantes,
los cuales deben permitir y apoyar la libertad de culto.
Su posición ética
Su concepción política
En los textos de Locke encontramos las primeras afirmaciones del pensamiento político
liberal. En sus obras asume:
Según Locke la sociedad humana surgió en virtud de un pacto social, mediante el cual los
seres humanos decidieron constituir una sociedad para el provecho común. Constituida esta
sociedad civil, en ella todos los individuos continúan siendo iguales; no obstante con el fin
de mantener un orden determinado, se estableció la organización política encargada de
gobernar dicha sociedad. A este respecto, en contra de Hobbes, Locke mantiene la distinción
entre la sociedad civil y su gobierno y, en consecuencia, los seres humanos, no pierden en
manera alguna su libertad natural, sino que por el contrario, los gobernados, el pueblo o la
sociedad civil continua siendo dueño del poder, de tal modo que los gobernantes son
responsables de sus actos ante ellos. En ese sentido, mientras que en el caso de Hobbes, la
unidad de la sociedad se debía y se fundamentaba en la persona del príncipe (gobernante),
en Locke es al revés, la unidad de la sociedad es previa a su organización política y ésta se
fundamenta y se justifica en aquella, es decir, la sociedad civil funda y sostiene la
organización política (la sociedad política). De este modo, Locke rechazó la monarquía
absoluta; la monarquía absoluta es incompatible con la sociedad civil y con la igualdad de
todos los seres humanos en la misma medida en que en ella se excluyen las libertades
naturales.
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La división de poderes
Según estas consideraciones, el poder supremo reside en el pueblo y éste debe ser el
encargado de establecer las condiciones en que se han de organizar los distintos poderes
que dirijan la sociedad civil. A este respecto, Locke nos indica que en una sociedad bien
organizada deben existir poderes distintos, es decir, separación de poderes.
Así pues, Locke distingue tres clases de poderes: legislativo, ejecutivo y federativo. Como
vemos la división lockiana no se corresponde con la actual división de poderes de los
Estados democráticos modernos (legislativo, ejecutivo y judicial) pero sin duda alguna
nuestra división actual hunde sus raíces en la distinción establecida por Locke.
La libertad religiosa
Ahora bien, además de la distinción de los poderes del Estado, podemos considerar como
otra gran aportación su deseo de establecer la libertad religiosa y de separar el ámbito
religioso del político. A este respecto, señala que la tarea del Estado debe limitarse a las
cuestiones relacionadas con los intereses civiles de la sociedad sin inmiscuirse el las
creencias religiosas de los ciudadanos. Las asociaciones religiosa deben ser libres y la
pertenencia a ella voluntaria, sin que ninguna de estas sociedades pueda gozar de
preeminencia ante los poderes políticos; por otra parte, las actividades de estas sociedades
deben limitarse a su esfera propia, la religiosa.
Su epistemología
Para Hume, para llevar a cabo el proceso del conocimiento, debemos partir de los
materiales que se encuentran al alcance del entendimiento. ¿Qué materiales son éstos? Las
impresiones y las ideas. Todo conocimiento tiene su origen en las impresiones y las ideas.
56
Las impresiones: son las percepciones vivas, actuales y me son
proporcionadas por los sentidos; bien por los sentidos externos: sensación; bien
por los sentidos internos: emociones pasiones.
Las ideas: son las percepciones débiles, que consisten en copias o recuerdos
de impresiones anteriores.
Para que ustedes puedan distinguir la diferencia entre impresiones e ideas, vamos a
remitirnos a un ejemplo. Tengo ante mí un libro, lo estoy viendo, lo toco, lo leo, etc. esta
acción es una captación directa y viva por medio de los sentidos, estas son las impresiones.
Ahora bien, cierro los ojos o me alejo del lugar donde se encontraba el libro, lo pierdo de
vista, ya no lo puedo tocar ni leer, esta fuera de la influencia de mis sentidos, pero tengo la
imagen de ese libro y la imagen de ese libro que llevo conmigo es la idea. En síntesis, las
ideas no son más que las percepciones atenuadas, almacenas, en la memoria. Es evidente
que las impresiones son anteriores a las ideas y éstas son consecuencia de aquellas.
De este modo, podemos decir que un concepto o una idea posee significado cuando podemos
referirla a la impresión de que procede (o, lo que es lo mismo, de que impresiones hemos
obtenido las ideas o, ideas de que impresiones tengo). En consecuencia, el primer paso de
un proceso científico adecuado consistirá en averiguar las impresiones de las que se derivan
nuestras ideas, de tal modo que si encontramos una idea que no se deriva de impresión, en
ese caso, dicha idea no poseerá significado alguno, no tendrá ningún sentido. En este caso,
las ideas de las categorías metafísicas, como sustancia y causa, al carecer de impresiones,
también carecerían de sustento científico (el empirismo lógico de Wittgenstein sostenía, que
una proposición al no figurar una realidad (impresiones) son proposiciones asignificativas o
carente de sentido).
La combinación de ideas simples da lugar a ideas complejas. Ahora bien, ¿cómo se forman
las ideas complejas es partir de las ideas simples? Hume responde que mediante las leyes de
asociación. Estas leyes son tres: semejanza, contigüidad y causalidad (causa y efecto).
57
Crítica a la idea de sustancia
El escepticismo
1) En primer lugar rechazó, al mismo tiempo, las doctrinas que defendían el origen
divino del poder (pues ninguna evidencia tenemos de ello y, además está claro que la
divinidad admite tanto los gobiernos justos como los crueles y despóticos) y la del pacto
social (pues cree que únicamente dentro de una sociedad previamente establecida,
pueden tener sentido los pactos y, por otra parte, cuesta mucho suponer en los seres
primitivos capacidades intelectuales para establecer pactos consistentes)
Ahora bien, dado que en las relaciones sociales surgen problemas y conflictos, es necesario
establecer un gobierno que oriente la convivencia, intente reducir las diversas tensiones que
surgen cotidianamente y procure conseguir la utilidad común; es decir, el fin del gobierno
es la utilidad común y esta misma utilidad influye en el esfuerzo del propio gobierno y de
sus ordenes y mandatos, sin los cuales la sociedad no podría subsistir. Ahora bien, Hume es
un decidido defensor de la libertad y señala que el derecho y la libertad deben defenderse
siempre y, en este sentido, reconoce el derecho del pueblo a la sublevación contra un
régimen tiránico e insoportable. Pero, al mismo tiempo, propende recomendar a los pueblos
moderación y paciencia con las injusticias de sus gobernantes, pues, a veces, la rebelión
puede ser peor que soportar ciertas injusticias. De cualquier manera, cree conveniente que
los gobiernos sean tolerantes y respeten la libertad de pensamiento, de creencias y
de manifestaciones religiosas.
En cuanto a la dimensión ética de su pensamiento, Hume pensaba que los conceptos del
bien y el mal no son racionales, sino que nacen de una preocupación por la felicidad propia.
El supremo bien moral, según su punto de vista, es la benevolencia, un interés generoso por
el bienestar general de la sociedad que definía como la felicidad individual.
58
IDEALISMO
Idealismo, teoría de la realidad y del conocimiento que atribuye un papel clave a la mente en
la estructura del mundo percibido. A lo largo de la historia de la filosofía se pueden
distinguir diferentes aplicaciones y definiciones. En su forma más radical y, muchas veces
rechazada, es equivalente al solipsismo, un punto de vista que afirma que la realidad se
deriva de la actividad de la propia mente y que nada existe fuera de uno mismo. Sin
embargo, de una forma habitual, el idealista reconoce por completo el mundo externo o
natural, y evita afirmar que éste puede reducirse al mero hecho de pensar. Para los
idealistas, por otro lado, la mente actúa y es, de hecho, capaz de hacer existir cosas que de
otro modo no serían posibles como la ley, la religión, el arte o las matemáticas y sus
afirmaciones son más radicales al afirmar que los objetos percibidos por una persona se ven
afectados hasta cierto punto por la actividad mental: si un estudio sobre el mundo real
pretende ser científico es básico tener en cuenta este hecho.
IDEALISMO ALEMÁN
Se conoce como idealismo alemán, a la corriente de pensamiento que se inicia con Kant
denominado idealismo trascendental y, continuo con Fichte, Schelling y Hegel, al que se va
a designar idealismo romántico. Nosotros, por indicación del programa, sólo vamos a tomar
contacto con Kant y Hegel.
INMANUEL KANT
Sus obras
Las más importantes son: “Crítica de la razón pura”, “Crítica de la razón práctica”,
“Prolegómenos a toda metafísica futura”, “Crítica del juicio”.
59
filosofía kantiana.
El fracaso de la metafísica
Kant puso de relieve que mientras las restantes ciencias, la Lógica, las Matemáticas y la
Física progresaban, sus afirmaciones se nos mostraban como evidentes y respecto a sus
contenidos nos poníamos de acuerdo; sin embargo en el dominio de la Metafísica reinaba el
más profundo desorden y confusión. ¿A qué se debe dicha situación? Según Kant la
situación se debe a que la metafísica tradicional (o dogmática) no es una ciencia, pues las
proposiciones en las que se expresan sus contenidos no son científicas y, por tanto, carecen
de sentido, pues con frecuencia traspasan los límites de las capacidades humanas. La
metafísica tradicional ha pretendido responder a cuestiones como la existencia de Dios, la
inmortalidad del alma, el origen del mundo, etcétera, pero aunque estos contenidos interesen
más que ningunos otros a todas las personas, sin embargo, nos dice Kant, las facultades
humanas no pueden conocerlos, pues estas cuestiones están más allá de sus capacidades;
por tanto, cuanto digamos sobre ellos se reducen a meras opiniones personales, que carecen
absolutamente de todo rigor científico.
¿A qué sueño se refería Kant? Se refería a la creencia de que el conocimiento podía limitarse
a avanzar derivando unos conceptos de otros de acuerdo con los principios racionales tal y
como eran utilizados por la tradición filosófica. En ese sentido el “sueño dogmático” consistía
en confiar ciegamente en las facultades cognoscitivas sin someterlas a una “previa crítica de
su propia capacidad”. En este sentido se impone cambiar de dirección, y en lugar de
dedicarnos a razonar alegremente y sin prudencia, es necesario, como tarea previa, someter
a examen dichas facultades cognoscitivas con el fin de determinar el origen, el valor y el
alcance de nuestros conocimientos y rechazar sus pretensiones ilegítimas. De este modo,
siendo la actividad cognoscitiva humana de modo primordial racional, debemos, en primer
lugar, establecer el alcance y los límites de la razón.
Ahora bien, ¿cómo podemos establecer los límites de la razón? Tradicionalmente venía
siendo habitual situar la frontera de la razón en los contenidos de lo sobrenatural: la fe y los
misterios de la revelación constituían los límites de aquella. Kant rechazó estas fronteras, él,
de manera inversa a la tradición, mantuvo que la religión (la fe y la revelación) debían ser
justificadas por la propia razón, es decir, la religión debía permanecer dentro de los límites
de la razón. En consecuencia, afirmará que los límites de la razón sólo pueden ser
establecidos por la propia razón.
Pero ¿dónde encuentra la razón sus propios límites? La razón humana encuentra sus
límites, imposible de sobrepasar, en la experiencia; por tanto, la experiencia constituye el
campo en cuyos límites ha de desenvolverse el conocimiento y únicamente dentro de dicho
campo puede tener validez el conocimiento racional.
Kant escribe su Crítica como una preparación a la metafísica, entendida como conocimiento
filosófico a priori. Tiene que determinar las posibilidades del conocimiento y su validez. Este
es el problema general. Aquí se percibe también las influencias recibidas por Kant y que se
constituyen en los pilares de su filosofía gnoseológica:
el racionalismo de Leibniz,
el empirismo de Hume
la física teórica de Newton.
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I. Teoría elemental trascendental.
2. Lógica trascendental.
a. Analítica trascendental: análisis de la posibilidad de la física pura.
b. Dialéctica trascendental: aborda el problema de la posibilidad de la metafísica.
LA ESTÉTICA TRASCENDENTAL
Cuando Kant habla del conocimiento, habla de una ciencia físico-matemática ya establecida.
Cuando habla del conocimiento, se refiere al conocimiento científico matemático de la
naturaleza, tal como Newton lo ha establecido definitivamente. Pues bien, para Kant esa
ciencia físico-matemática de la Naturaleza se compone de juicios; es decir de tesis, de
afirmaciones, de proposiciones; en donde, en resumidas cuentas, algo se dice de algo; en
donde hay un sujeto del cual se habla, algo del cual se habla, y acerca del cual se emiten
afirmaciones, se predican
afirmaciones o negaciones; se dice esto es esto, lo otro o los demás.
Estos juicios son el punto de partida de todo el pensamiento de Kant; sobre estos juicios se
va asentar toda su teoría del conocimiento. Toma, pues, Kant estos juicios, cuya textura o
contextura constituye la totalidad del saber científico-matemático, y los considera como
enunciados lógicos, como tesis objetivas, afirmaciones acerca de objetos, no como vivencia
psicológica, no como hecho psíquico. Y entonces encuentra que estos juicios lógicamente
considerados pueden todos ellos dividirse en dos grandes grupos: los juicios que él llama
analíticos y los juicios que él llama sintéticos.
Juicios analíticos
Llama Kant juicios analíticos a aquellos juicios en los cuales el predicado del juicio está
contenido en el concepto del sujeto. Todo juicio consiste en un sujeto lógico del cual se dice
algo y en un predicado que es lo que se dice del sujeto. Todo juicio, pues, es reductible a la
formula “S es P”. Pues bien; si analizamos mentalmente el concepto del sujeto y
dividiéndolo en sus elementos conceptuales, encontramos, como unos de los elementos del
concepto predicado ya encuentra comprendido en el concepto sujeto. A esta clase de juicio
los llama Kant juicios analíticos.
Ejemplo de juicio analítico: “El triángulo tiene tres ángulos”. ¿Por qué es analítico? Pues
porque si yo tomo mentalmente el concepto de triángulo y lógicamente lo analizo, me
encuentro con que dentro del concepto sujeto triángulo está el de tener tres ángulos; en el
concepto “triángulo” ya se encuentra sobrentendido, implícito, el concepto predicado “tres
ángulos”; entonces formulo el juicio: el triángulo tiene tres ángulos. A este tipo juicio llama
Kant juicio analítico
Los juicios analíticos son siempre verdaderos y es imposible que sea falso, universales,
necesarios, evidentes en sí mismo, y por lo tanto no necesitan demostración.
Ahora bien, vamos a explicar esto. ¿Cuál es el fundamento de legitimidad de los juicios
analíticos? O dicho de otro modo: ¿Porqué los juicios analíticos son siempre verdaderos?
¿Cuál es el fundamento de su validez? El fundamento de su legitimidad, de su validez,
61
estriba en el principio de identidad. Como quiera que el sujeto contenga en su seno el
predicado, el juicio que ha establecido este predicado, que contenido en el sujeto, no hará
más que repetir en el predicado lo que ya está en el sujeto. Es un juicio idéntico, es un juicio
de identidad. Decir “triángulo” es igual que decir “tres ángulos”. Es decir, sujeto y predicado
son idénticos (triángulo = tres ángulos). El juicio analítico está fundado en el principio de
identidad y no es más que una tautología (tauto: lo mismo; logos: decir), es un decir lo
mismo, un repetir lo mismo, repite en el predicado lo que ya está enunciado en el sujeto. Un
juicio analítico no añade nada al concepto del sujeto, sino que se limita a desarrollarlo o,
dicho de otro modo, el predicado no añade nada que previamente no estuviera ya expresado
en el sujeto. Todos los juicios lógico-matemáticos son de este tipo. Sus contenidos son
ideales, juicios que no se fundan en la experiencia. Son “a priori” de toda experiencia.
Juicios sintéticos
Al otro grupo lo llama Kant juicios sintéticos ¿Qué son juicios sintéticos? Pues juicios
sintéticos son aquellos en los cuales el concepto predicado no está contenido, no está
sobrentendido en el concepto sujeto; de suerte que por mucho analicemos el concepto del
sujeto no encontraremos nunca dentro de él el concepto del predicado. Por ejemplo, cuando
emitimos el juicio “El calor dilata los cuerpos”, por mucho que analicemos el concepto de
calor no encontraremos en él, dentro de él, el concepto de dilatación de los cuerpos, como
encontramos en el ejemplo anterior en que en el concepto de triángulo ya se encuentra
comprendido el concepto de tener tres ángulos. Un juicio es sintético cuando el predicado
añade un contenido nuevo al sujeto, es decir, cuando el predicado nos brinda elementos
imposible de descubrir por el mero análisis del sujeto tal como sucede en el juicio analítico.
Veamos otro ejemplo de juicio analítico: “Pedro tiene una mesa redonda”. Para saber de la
verdad de este juicio tenemos que apelar a la experiencia; el predicado tener una mesa
redonda nos informa un contenido que no está comprendido previamente en la noción del
sujeto Pedro. Y como no está comprendido en el sujeto, para saber si es falso o verdadero,
tengo que acudir a la verificación empírica. Son juicios particulares, contingentes, relativos,
y su falsedad o verdad dependen expresamente de la experiencia; ya que en este caso sólo la
experiencia nos puede certificar si realmente Pedro tiene o no tiene una mesa redonda.
Según la distinción que hemos establecido, los juicios analíticos se basa en el principio de
identidad, son a priori de toda experiencia y poseen un carácter universal y necesario; es
decir, se refieren a todos los sujetos que caen bajo dicho sujeto y no puede tener excepción:
según el ejemplo propuesto: es imposible que exista “un triángulo que no tenga tres lados”;
no son extensivos, o, lo que es lo mismo, no aumentan nuestro conocimiento: el predicado
no nos dice nada que no supiéramos con anterioridad, y por ello, no sirven para la ciencia.
Por el contrario, los juicios sintéticos, como el ejemplo propuesto, sí son extensivos, es decir,
“tener una mesa redonda” añade una información nueva al concepto sujeto “Pedro”, pero a
su conocimiento sólo llegamos mediante la experiencia, son a posteriori de la experiencia, y,
en
consecuencia, dicho juicio es particular y contingente, se refiere a casos puntuales y nunca
podemos estar seguros de la verdad que en él se enuncia (Pedro puede vender la mesa
mañana, con lo cual, lo que hoy es verdadero mañana puede ser falso) y, por lo tanto, los
juicios de este tipo tampoco sirve para ciencia, porque no son juicios seguros, dependen de
la contingencia de una situación dada.
De este modo tenemos que ni los juicios analíticos (por no ser extensivos y ser
tautológico, repetitivo) ni los sintéticos (por ser particulares y contingente) tienen
valor para la ciencia. Entonces ¿será posible encontrar otro tipo de juicio que sirvan para
la ciencia? Kant busca una clase de juicios que siendo universales y necesarios sea, al
mismo tiempo, sintéticos (es decir, extensivos). ¿Podrá encontrarlo? Sí, se trata de los
juicios sintéticos a priori.
Dichos juicios, en tanto en cuanto sintéticos, son extensivos, es decir, el predicado nos da
una noticia nueva, no contenida previamente en el sujeto y en tanto y en cuanto a priori,
son universales y necesarios. Ejemplos de juicios sintéticos a priori serían, según Kant,
las siguientes formulaciones: “la línea recta es la más corta entre dos puntos”; “en toda
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modificación de un cuerpo permanece invariable la cantidad de materia”, “a toda acción le
sigue una reacción”. En estas proposiciones el concepto del predicado (“la más corta entre
dos puntos”, “permanece invariable la cantidad de materia”, “le sigue una reacción”) añade
algo nuevo al contenido expresado por concepto sujeto (“línea recta”, “en toda
modificaciones de un cuerpo”, “toda acción”).
Desde este punto de vista, los juicios sintéticos a priori constituyen los principios de
todas las ciencias teóricas y, en consecuencia, una actividad del conocimiento que
pretenda ser una ciencia lo será en la misma medida en que contenga dicha clase de
juicios. A este respecto, podemos hacernos las siguientes preguntas: ¿son posibles los
juicios sintéticos a priori en Matemáticas? La respuesta de Kant será positiva: los juicios
matemáticos son todos sintéticos a priori y, por tanto, las matemáticas constituirán
una ciencia; ¿Son posibles dichos juicios en Física? La respuesta es igualmente afirmativa:
la ciencia física contiene juicios sintéticos a priori como principios. De esta manera
tenemos que los juicios sintéticos a priori sólo pueden ser aplicados a dos tipos de ciencias:
la Física y las Matemáticas.
El conocimiento
De acuerdo con los principios que estamos analizando, parece como si Kant quisiera
establecer un acuerdo entre el racionalismo y el empirismo. El racionalismo se creía capaz
de derivar todos nuestros conocimientos a partir de la de la razón, prescindiendo de toda
experiencia y de este modo cayó en el dogmatismo; el empirismo, a la inversa, sostenía que
la única fuente de conocimiento es la experiencia y termino cayendo en el escepticismo.
Kant, por su parte, mantuvo que para que hubiera conocimiento era condición
necesaria que el intelecto aportara ciertas formas a priori que brotaban en forma
espontánea de él; ahora bien, si dichas condiciones son necesarias, no obstante, no son
suficientes, sino que se encuentran destinados a ordenar los datos proporcionados por la
experiencia.
Tenemos, pues, según estas condiciones, que el conocimiento humano resulta una síntesis
de dos elementos, uno “a priori” y otro empírico. El a priori constituye la forma que
“sintetiza” (que unifica y da sentido), el empírico constituye la materia, plural y amorfa
(que es unificada y recibe el sentido de la forma); es decir, el conocimiento es la síntesis de
lo puesto por las formas a priori del sujeto que conoce y los datos múltiples
suministrados por la experiencia. En este proceso el objeto del conocimiento no es el ser,
ni la “cosa en sí”, sino el fenómeno (fenómeno es un concepto que proviene del griego y
significa “lo que aparece”. Kant llamará fenómeno a la experiencia).
El espacio y el tiempo.
Lo que yo conozco está integrado por dos elementos: lo dado, o sea la experiencia, el
fenómeno, y lo puesto, es decir, lo que pongo yo: el espacio y el tiempo y las categorías
del entendimiento. Vamos explicar esto.
Lo dado, la experiencia, se me da como un caos de sensaciones; yo hago algo con ese caos
de sensaciones. ¿Qué hago? Los ordeno; en primer lugar, en el tiempo y en el espacio; luego –
ya veremos esto – según las categorías del entendimiento. Entonces, con el caos de
sensaciones, al ordenarlos yo he hecho cosas; no son cosas en sí, sino fenómenos, sujetos al
tiempo y al espacio. Ahora bien, el espacio y el tiempo, ¿son ellos cosas? No, no son cosas.
¿Qué son pues?
Kant dice que el tiempo y el espacio no son cosas, son intuiciones puras. Son formas a priori
de la sensibilidad. La sensibilidad tiene sus formas a priori. Estas formas que la sensibilidad
da a las cosas que le vienen de afuera son el espacio y el tiempo; son las condiciones
necesarias para que yo perciba, y estas condiciones las pongo yo. El espacio y el tiempo son
algo a priori, que no
conozco por la experiencia, sino al contrario: el espacio y el tiempo son las condiciones
indispensables para que yo tenga experiencia. Son las formas, el“molde”, donde alojo mi
percepción El espacio y el tiempo son, pues, en la concepción de Kant, algo anterior a las
cosas, perteneciente a la subjetividad pura.
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La Matemática. – Según Kant, los juicios (los conocimientos) matemáticos son sintéticos a
priori; ahora bien, entonces no puede derivarse meramente de la experiencia, pues, en este
caso, sería sintético a posteriori, tampoco pueden ser analíticos, pues en este caso no serían
sintéticos. En consecuencia, gracias a que existe en nosotros el espacio y el tiempo como
formas a priori de la sensibilidad resultan posibles las Matemáticas. En ese sentido, puesto
que gracias al espacio y el tiempo es posible la experiencia (el conocimiento empírico), los
objetos de la experiencia necesariamente tendrán que encontrarse determinados por las
propiedades de las formas a priori de la sensibilidad. Dicho de otro modo, por una parte, las
matemáticas se refieren al espacio y el tiempo y, por otra, espacio y tiempo (formas a priori
de la sensibilidad), constituyen las condiciones universales y necesarias de la sensibilidad.
Luego todos los objetos de nuestro mundo sensible (todos los contenidos de la experiencia)
tienen que concordar universal y necesariamente con los enunciados matemáticos, es decir,
nuestra experiencia habrá que caer bajo la determinación de la matemática:
Por ejemplo, considerando determinada característica del espacio podemos concluir que “la
línea recta es la más corta entre dos puntos”; ahora bien, cuando aplicamos esta proposición
al examen empírico, comprobamos que ésta proposición está en perfecto acuerdo con la
realidad y, que, efectivamente, en los objetos reales, ineludiblemente, se cumple dicha
proposición. Los juicios sintéticos a priori sólo pueden ser aplicados a las Matemáticas y la
Física pura (la física teórica).
LA ANALÍTICA TRASCENDENTAL
La intuición sensible del tiempo y el espacio (las formas a priori de la sensibilidad) que son
los que posibilitan la experiencia y consecuentemente nos dan los contenidos del
conocimiento, pero la comprensión de esa realidad dada que se nos presenta como un “caos
de sensaciones” adquiere un orden, un sentido, una armonía, a través de las categorías del
entendimiento (los conceptos puros). Es decir entendemos cuando los datos que nos
suministran nuestros sentidos (nuestras impresiones) pueden ser agrupados en un
concepto. Ahora bien, ¿En qué consisten las categorías del entendimiento? Vamos explicar
esto.
Kant busca los elementos fundamentales del conocimiento científico en el
entendimiento; dichos elementos serán conceptos puros o categorías mediante los cuales
resulta la comprensión de los objetos (conceptos puros = “a priori”). Dichos conceptos son
dados, pues, “a priori” y en su búsqueda y descubrimiento la va servir de guía el juicio. ¿Por
qué el juicio? Porque juzgar es unificar y los conceptos puros o categorías serán las formas
supremas de unificación; por tanto habrá tantos modos posibles de unificar las impresiones
como modo de juzgar. Siguiendo dicho procedimiento establecerá los siguientes juicios, de
los cuales derivará las categorías del entendimiento.
Clasificación de los juicios Categorías
Según la Cantidad
Universal Unidad
Particular Pluralidad
Singular Totalidad
Según la Cualidad
Afirmativo Realidad
Negativo Negación
Indeterminado Limitación
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Según la Modalidad
Asertórico Existencia
Problemático Posibilidad
Apodíctico Necesidad
Según la Relación
Categórico Sustancia
Hipotético Causalidad
Disyuntivo Comunidad
b. Las “formas a priori del entendimiento” constituida por las doce categorías del
entendimiento, proveniente de la clasificación de los juicios, por las cuales yo
ordeno ese “caos de sensaciones”, le doy unidad y sentido. A través de las categorías
del entendimiento de Unidad, Pluralidad, Totalidad, Realidad, Negación, Limitación,
Existencia, Posibilidad, Necesidad, Sustancia, Causalidad, Comunidad, el fenómeno,
la realidad de las cosas, ese “caos de sensaciones” que se me presenta en las formas
a priori de la sensibilidad del espacio y el tiempo, adquiere un orden, una armonía,
una comprensibilidad, un sentido, una significación.
Lo que el hombre puede conocer es simplemente el fenómeno, “lo que aparece” ante sus
sentidos. El conocimiento humano sólo puede llegar hasta el fenómeno, es decir, hasta la
experiencia, de lo cual resulta que la experiencia es el límite de la razón. Más allá de la
experiencia o del fenómeno está el noúmeno, la “cosa en sí”, de lo cual nada podemos
conocer, por ser una entidad metafísica que se encuentra más allá del fenómeno. Ninguna
categoría de la razón pura puede conocer una realidad que se encuentra más allá del
fenómeno; a esa entidad metafísica que se encuentra más allá del fenómeno Kant lo
denomina noúmeno, y como el noúmeno no se da en el tiempo y en el espacio, no puede ser
conocido. Yo sólo puedo conocer aquello que se me da en el espacio y el tiempo, y en el
espacio y en el tiempo sólo se me da el fenómeno, la experiencia, la realidad empírica. Esta
imposibilidad de conocer la realidad del noúmeno a través de las formas a priori del sujeto
hará que Kant proclame que la metafísica tradicional como ciencia sea un fracaso.
La ética kantiana
Kant la desarrolla en la Crítica de la razón práctica. La idea principal consiste que para
juzgar el valor moral de una acción o de una obra humana únicamente se debe atender a la
voluntad que la anima. Según dicha idea, nada existe bueno ni malo en el mundo salvo
una buena o una mala voluntad.
En la Crítica de la razón práctica nos enseña que el único medio para salvar la moral
humana es afirmar su autonomía. A este respecto, Kant vendría a razonar del modo
siguiente: puesto que el ser humano es racional, debe guiarse por la razón y, por
tanto, ésta debe ser la fuente de la norma moral o, lo que es lo mismo, el ser humano
debe encontrar en su propia razón las normas de su conducta: la razón humana,
pues, tiene que ser, a la vez, la fuente y el sujeto de la ley moral.
Kant rechazó todas las éticas anteriores, porque eran heterónomas, materiales y fundaban
sus mandatos en imperativos hipotéticos (ética condicionada). Por el contrario, Kant
sostenía una ética basada en imperativos categóricos (ética no condicionada) autónoma y
formal, según el cual nuestros deberes no se nos imponen desde ningún fin real ni ideal.
Tampoco es una ética derivada de las costumbres ni de cualquier otro contenido, sino que
tiene su origen en nuestra voluntad racional.
65
Desde el punto de vista moral, sólo existe una buena voluntad, es decir, las intenciones de
la voluntad son buenas o malas, los contenidos y las consecuencias no cuentan, sólo
cuenta la intención de la voluntad. ¿Y cuando una voluntad es buena? Una voluntad es
buena cuando intenta cumplir el deber por el puro respeto al deber. Toda acción moral es
buena cuando intentamos cumplir el deber por el puro respeto al deber. Es decir,
cumplir con el deber por el deber mismo, independientemente de toda condición y fin
último.
Para Kant todo acto moral debe obrar por principio racionales, es decir, todo acto moral
para que sea válido, tiene que estar fundados en imperativos categóricos (no condicionado),
es decir, deben ser:
a) Absolutos: no varían por las circunstancias.
b) Universales: válidos para todos.
c) Formales: decidir de acuerdo a la razón.
“Obra de tal manera que la máxima de tu conciencia puede valer siempre como ley
universal”. En esto consiste el imperativo categórico. La diferencia existente entre el
imperativo categórico y el imperativo hipotético, es que el hipotético no se funda en los
principios de la razón. De esta forma todo acto moral asentado sobre imperativos
hipotéticos
(condicionados) carecen de validez moral por ser:
Así pues, según Kant, la moral conduce a postular las grandes realidades metafísicas que
resultaban problemáticas en la Crítica de la razón pura: la libertad, la inmortalidad del alma
y la existencia de Dios.
EL IDEALISMO ABSOLUTO
Sus obras
El filósofo alemán del siglo XIX Georg Wilhelm Friedrich Hegel consideraba incorrecta la
teoría de Kant que presenta como inevitable la ignorancia humana sobre la verdadera
naturaleza de las cosas. Hegel defendía la inteligibilidad última de todo lo que existe.
También pensaba que los mayores logros del espíritu humano (la cultura, la ciencia, la
religión y el Estado) no son resultado de procesos mentales determinados por una vía
natural, sino que son concebidos y mantenidos por la dialéctica, la actividad del intelecto
libre y reflexivo. Otras variantes del pensamiento idealista pueden encontrarse en las obras
de los alemanes del siglo XIX Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph von
Schelling, del inglés del siglo XIX Francis Herbert Bradley, de los estadounidenses del siglo
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XIX Charles Sanders Peirce y Josiah Royce y del filósofo italiano del siglo XX Benedetto
Croce.
La realidad para Hegel es el despliegue del Espíritu Absoluto que se materializa y actualiza a
través de una dialéctica de tesis, antítesis y síntesis. Este movimiento dialéctico es proceso
y el proceso es progreso porque cada síntesis es superior a la anterior. Este proceso es un
movimiento lógico, racional e infinito. Es un proceso del ser; de esta manera, “Todo lo
racional es real y todo real es racional”. Es decir, las leyes del ser coinciden con las leyes del
pensar. Por este motivo se ha llamado a la filosofía hegeliana panlogismo (todo es lógica).
Lógica (tesis),
Filosofía de la naturaleza (antítesis)
Filosofía del Espíritu (síntesis)
Ser (tesis)
LÓGICA Esencia (antítesis)
(TESIS) Concepto (síntesis)
Mecanismo (tesis)
FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA Quimismo (antítesis)
(ANTÍTESIS) Teleología (síntesis)
Antropología (tesis)
ESPÍRITU SUBJETIVO Fenomenología (antítesis)
(Tesis) Psicología (síntesis)
Derecho (tesis)
ESPÍRITU OBJETIVO Moralidad (antítesis)
(Antítesis) Eticidad (síntesis)
Arte (tesis)
ESPÍRITU ABSOLUTO Religión (antítesis)
(Síntesis) Filosofía (Síntesis)
Como verán, todo el sistema filosófico de Hegel es un gran movimiento dialéctico, donde la
contradicción se establece entre la Lógica como tesis y la Filosofía de la Naturaleza
como antítesis, para culminar con la Filosofía del Espíritu como síntesis. Esta
síntesis dada en la Filosofía del Espíritu a la vez contiene tres momentos dialécticos que son
el Espíritu subjetivo como tesis, el Espíritu Objetivo como antítesis, culminando con el
Espíritu Absoluto como síntesis final. Pero cada división del sistema admite a la vez otras
67
oposiciones dialécticas, como por ejemplo, en la Lógica vemos, al Ser como tesis, a la
Esencia como antítesis, cuya síntesis es el Concepto y, a la vez, cada categoría
correspondiente a una división del sistema es igualmente la síntesis de contradicciones
anteriores, como vemos en las subdivisiones de la Filosofía de la Naturaleza y de la Filosofía
del Espíritu. Y a la vez, cada momento de la dialéctica en las categorías subdivididas, lleva
en sí otro movimiento dialéctico, que dará lugar a una nueva síntesis. Por ejemplo, (en el
cuadro ya no figura porque lo creemos innecesario para este cursillo) en la categoría del Ser,
correspondiente a la Lógica se distingue tres momentos dialécticos: Cualidad (tesis),
Cantidad (antítesis) y Medida (síntesis), y cada una de ellas es, a la vez, la síntesis de un
proceso dialéctico, y así, cada categoría de cada una de las categorías divididas mantiene un
movimiento tripartito de carácter dialéctico, característica fundamental del idealismo
absoluto de Hegel.
Su filosofía de la historia
El post-hegelianismo
El desacuerdo
La armonía que Hegel presentaba como síntesis iluminadora no era más que oscura
mixtificación. El desacuerdo surgió fundamentalmente:
68
b) Las cuestiones religiosas se derivarían a la doctrina social y del estado
Pero la izquierda hegeliana, en sus críticas, más que una ruptura con el sistema, guardaba
una fidelidad al mismo, llevando los principios de la filosofía hegeliana hasta las últimas
consecuencias. Conclusión obligada era el panteísmo de Hegel, que después se
transformaría en un neto ateísmo materialista. La filosofía hegeliana alcanzó también el
planteamiento de los temas sociales y políticos. Para la izquierda, la dialéctica del espíritu se
transforma en dialéctica de la naturaleza, y finalmente en materialismo dialéctico.
Cabe decir que la derecha fue fiel al espíritu del autor, la izquierda fue fiel al espíritu de la
doctrina.
FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA
EL MATERIALISMO
Breve reseña
El materialismo antirreligioso nace del espíritu de hostilidad hacia los dogmas teológicos de
la religión organizada, en concreto los del cristianismo. Entre los más notables exponentes
del materialismo antirreligioso se encuentran los filósofos franceses del siglo XVIII Denis
Diderot, Paul Henri d'Holbach y Julien Offroy de la Mettrie. De acuerdo con el materialismo
histórico, formulado en los escritos de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladímir Ilich Lenin, en
cada época histórica el sistema económico imperante determina las necesidades de la
existencia, la forma de organización social y política, así como los aspectos religiosos, éticos,
intelectuales y artísticos de cada época.
En los tiempos modernos el materialismo filosófico estuvo muy influido por la doctrina de la
evolución e incluso puede decirse que ha sido asimilado con la más amplia teoría de la
evolución. Los evolucionistas trascienden el simple antiteísmo o ateísmo materialista y
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pretenden mostrar cómo las diversidades y las diferencias en el universo son el resultado de
procesos naturales en oposición a los fenómenos sobrenaturales.
KARL MARX
Nació en 1818 y murió en 1883. Perteneció a la izquierda hegeliana, como hemos expuesto
anteriormente. Fue fundador del socialismo científico. De familia judía su vida transcurrió
en Alemania e Inglaterra, adonde se vio obligado a emigrar a causa de sus diversas
actividades políticas. En Londres escribió, con la ayuda de Engels, su obra más influyente:
El capital. Se puede decir que su actividad literaria la realizó principalmente como
periodista, aunque dicha actividad casi siempre se encuentra inspirada por sus aspiraciones
políticas revolucionarias.
Sus obras
El Capital; La miseria de la filosofía; El manifiesto del partido comunista; Trabajo, salario y
capital.
El materialismo marxista
El marxismo (sin el beneplácito de Marx, pero con la insistencia de Engels) distingue entre el
materialismo dialéctico y el materialismo histórico.
El materialismo dialéctico
Engels, coincidiendo con las obras de Darwin en la que defendían la evolución de las
especies, aprovechó para lanzar la hipótesis de que toda la naturaleza evoluciona desde el
reino mineral al vegetal y del vegetal al animal, llegando, finalmente, hasta el surgimiento de
los seres humanos. Esta evolución, para el marxismo tiene una interpretación dialéctica,
como movimiento de brusca oposición entre tesis y antítesis y de acuerdo a ella elaboró una
serie de leyes dialécticas propias, a saber:
El materialismo histórico
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definitiva e insuperable de la sociedad.
La alienación
Pero, si la ideología depende de la economía, si ésta está alienada, también aquella lo será
y, consecuentemente, la alienación consistirá en determinadas creencias y formas de
conciencias no subjetivas, sino deformadas, que no reflejan y explican la realidad,
sino, al contrario, que la deforman y ocultan; en ese sentido, Marx nos viene a decir
que en la sociedad capitalista todos los productos culturales, Filosofía, Religión, Arte, Teoría
Política, Derecho, Literatura, etc., no constituyen más que diversas manifestaciones de una
ideología unitaria (la ideología capitalista) cuyo único objetivo será justificar su mundo
económico y perpetuar la dominación de la burguesía sobre lo proletarios.
Formas de alineación
Resumiendo las ideas que hemos señalado, podemos distinguir las siguientes formas de
alienación:
1. ECONÓMICA.
2. IDEOLÓGICA.
En ésta se distingue, a su vez, otras tres formas de alienación, a saber:
No es dueño de su actividad
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2. LA ALIENACIÓN IDEOLÓGICA
La idea de traer la felicidad a la tierra constituyó la filosofía compartida por todos los
comunistas, primero por los mal llamados “socialistas utópicos”, luego por los llamados
“socialdemócratas” y finalmente por Marx; convicción a la que puso letra el poeta Heine:
“Queremos el cielo aquí, en la tierra; el otro cielo se lo dejamos a los ángeles y a los gorriones”
EL POSITIVISMO
El término “positivismo” fue adoptado por primera vez por Saint-Simon para designar el
método exacto de las ciencias y su extensión a la filosofía. Auguste Comte tituló así su
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filosofía y por obra suya pasó a designar una gran dirección filosófica que, en la segunda
mitad del siglo XIX, tuvo numerosas y variadas manifestaciones en el mundo occidental. La
característica del positivismo es la exaltación del conocimiento científico, de su método, de
la búsqueda de las leyes que determinan los fenómenos. Es una filosofía cientificista, que no
busca el origen o el principio de las cosas, sino las leyes que se manifiestan en el orden
natural de los fenómenos.
La vida de Auguste Comte fue difícil y desgraciada. En su vida privada fue infeliz y nunca
logró la menor holgura económica, a pesar de su indiscutible genialidad y de su esfuerzo. En
sus últimos años vivía sostenido por sus amigos y partidarios, sobre todo franceses e
ingleses. Auguste Comte tiene carácter de desequilibrio mental, que en algún momento se
acentuaron mucho. Al final de su vida tuvo un profundo amor por Clotilde de Vaux, que
murió poco después, y esta pena contribuyó a abatirlo aún más.
Sus obras: Curso de Filosofía positiva, Discurso sobre el espíritu positivo, Catecismo
positivista, Sistema de política positiva.
La ley de los tres estadios (o estados): según Comte, los conocimientos pasan por tres
estadios teóricos distintos, tanto en el individuo como en la especie humana. La ley de los
tres estadios, fundamento de la filosofía positiva, es la vez una teoría del conocimiento y una
filosofía de la historia. Estos tres estadios se llaman teológico, metafísico y positivo,
asimilándolos a las etapas de vida humana.
En este estadio, el teológico (que bien podríamos llamarlo también religioso o mítico)
predomina la imaginación, y corresponde, dice Comte, a la infancia de la humanidad.
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El saber tiene que aproximarse incesantemente al límite ideal fijado por nuestras
necesidades. Y el fin del saber es la previsión racional: “ver para prever y prever para
proveer”, es uno los lemas de Comte.
La sociología
Comte es el fundador de la ciencia de la sociedad, que llamo primero física social y luego
sociología. La sociedad cuenta como la física con leyes que determinan su movimiento. La
reforma social (el movimiento social) exige la constitución de una ciencia que tenga por
objeto el mismo fenómeno social: la sociología. Esta ciencia se sitúa en la sima de todo el
sistema positivista de las ciencias. Representa el último escalón del desarrollo sucesivo de
las diversas ciencias, a lo largo del cual cada una de las ciencias sienta los fundamentos y
condiciones de posibilidad de la siguiente. Esta ciencia terminal, así alcanzada, constituye el
sólido cimiento y el principio rector del cuerpo social y, por tanto, elimina el aleatorio
sistema parlamentario. Comte, que es enemigo de la ideología liberal, niega al pueblo la
soberanía, para concederla a la ciencia.
EL VITALISMO
Sus representantes más notorios son Nietzsche y Bergson. Bajo el nombre de vitalismo se
reúne una serie de orientaciones cuyo denominador común será una reacción contra el
racionalismo y el idealismo que culminan en Hegel y la absolutización de la ciencia llevada a
cabo por el positivismo como única forma de entender el mundo. Por exigencia del programa
vamos a atenernos únicamente a Nietzsche.
Sus obras: las más conocidas son: Así hablaba Zaratustra, La voluntad de poder, Ecce
homo, El origen de la tragedia, La gaya ciencia.
Lo apolíneo y lo dionisiaco
Nietzsche consideraba que la cultura griega había sido conducida por dos fuerzas estéticas
que combaten mutuamente pero que no pueden existir una sin la otra.
Lo dionisiaco: es el símbolo del flujo profundo de la vida misma e ignora todas las
limitaciones. Encarna el dominio de la voluntad, de las emociones. Representa aquello que
constituye lo instintivo, lo impulsivo y lo pasional de la vida.
Rechazo de la metafísica
Para Nietzsche la metafísica es el mundo al revés, pues había que partir no de conceptos,
sino de intuiciones de lo sensible, del mudo real y cambiante. Los conceptos filosóficos son
el último himno de la realidad que se evapora.
Rechaza igualmente la contraposición entre “mundo verdadero” y “mundo aparente” que
hace la filosofía, pues considera una duplicación errónea de lo existente. El único mundo es
nuestro mundo terrenal espacio-temporal. Nietzsche se propone la inversión de la metafísica y
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de la valoración que se la ha hecho en la filosofía hasta ahora. El mundo aparente es lo real,
y el “mundo verdadero” es pura invención del pensamiento.
La crítica a la moral
El nihilismo
La decadencia de los valores griegos, de los auténticos valores de la vida, esta perdida de
sentido de la existencia es lo que Nietzsche llama nihilismo (nihil=nada). Y acusa a la
religión, en particular a la cristiana, como responsable de ello. Tanto en el orden de la moral
como en el orden del conocimiento. Así pues, términos como “Dios”, “más allá”,”salvación”
“vida verdadera”, “bienaventuranza” son sinónimo de nada.
El superhombre
Es superhombre es el ser que anuncia la muerte de Dios y que renuncia a los sueños
ultramundanos, se vuelve a la tierra. El superhombre es una meta del hombre y se presenta
como una decisión de los hombres más fuertes, de los más lúcidos que son los que han de
preparar su venida. Con la metáfora del superhombre apunta al héroe futuro, que será el
filósofo venidero, el que comprenderá las grandes verdades de la muerte de Dios y de la
esencia de vida “la voluntad de poder”. A través de él se manifestará la vida. Se trata de
preparar el mundo para la venida del superhombre y para ello habrá que crear valores
nuevos y formas de vivir que lo hagan posible. Pero antes de crear nuevos valores hay que
destruir los existentes.
EL EXISTENCIALISMO
Sus representantes: Sorën Kierkegaarg, Martín Heidegger, Albert Camus, Jean Paul
Sastre, Gabriel Marcel, Karl Jaspers. (El programa sólo contempla a los tres nombres
escritos en negritas).
Su obra
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El análisis existencial
La existencia auténtica
Sólo cuando el ser humano se sabe como lo que es, como un ser ante la vida y la muerte, es
decir, cuando acepta su finitud y la vive en la angustia constante sin disimulos que produce
la amenaza insuperable de la muerte (de la nada), lleva una existencia auténtica.
Cuando el hombre pretende ocultar el auténtico ser, su ser para la muerte, se abandona
ala rutina, a las creencias cotidianas, a lo que se decide y se hace se sitúa en una existencia
inauténtica
El problema y el misterio
El problema es aquello que nos presenta ante nosotros, que podemos limitar y definir, y que
admite una respuesta objetiva e impersonal, ajena por completo por completo a nuestro ser
y a nuestro vivir. El problema pertenece siempre a la esfera del tener, que circundan la
esfera del ser, pero no lo penetra ni lo determina.
A diferencia del “problema”, el “misterio” no está ante mí, sino yo en él: el misterio se
cierne sobre el sujeto, lo envuelve, el sujeto se encuentra implicado y comprometido en él. El
misterio no puede ser conocido objetivamente, pero eso no significa que no pueda ser
conocido. Puedo captarlo en la esfera del ser, no en la del tener, es decir, el misterio puedo
captarlo existencialmente. La pregunta por el cuestiona implícitamente mi propio ser. El ser
no es un problema sino un misterio: no es algo que está ante mi ser, sino que yo soy en y
por el ser.
La existencia humana se hace plenamente humana a través de las relaciones con los
demás, a través del amor. En el amor el hombre no tiene algo, sino que es con alguien: no
tengo, somos. Y junto con el amor aparece la esperanza y la fe. La vida es esperanza. La
esperanza pertenece a la estructura misma del ser de la existencia humana. Vivir implica
confiar en una instancia trascendente. La existencia es tal en cuanto es apertura a la
trascendencia. En la fe abrazo esa trascendencia, ese TU que es Dios.
En el ser humano la existencia precede a la esencia. Es decir, el ser humano no posee una
esencia o naturaleza común a toda la especie, y en tal sentido no son, sino existen. La
esencia del ser humano es lo que hace en su existencia, el hombre es un hacerse
permanente y este hacerse constituye su verdadera esencia.
Para Sartre el ser humano carece de naturaleza, su vida se torna en un problema sin
solución, carece de sentido y orientación y, en última instancia se encuentra destinada al
fracaso.
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La pasión inútil
Sartre explica el triste resultado para el hombre de esa impotencia para poder comunicarse
con otro ser humano y eso produce en él la angustia vital, la sensación de vacío y de la
nada. Todo proyecto humano está destinado al fracaso, con la muerte acaba toda
posibilidad, el hombre queda reducido a la nada. La existencia es un fracaso y un absurdo,
“el hombre es una pasión inútil”.
LA EDAD POSMODERNA
La crisis de la modernidad
El abandono de las grandes cosmovisiones quiere decir dejar de lado las grandes
construcciones metafísicas. Simplificando al máximo, se tiene por posmoderno la
incredulidad con respecto a las grandes teorías metafísicas que legitimaban toda la realidad.
La orientación se ha orientado contra ese macrorrelato por excelencia que es la religión y los
grandes sistemas filosóficos fundacionales de la realidad.
Este descreimiento en las grandes soluciones metafísicas tanto en el orden religioso como
filosófico, producto del avance científico, deriva en un nihilismo, en una desorientación. Con
el abandono de la metafísica, lo que cobra vigencia es lo efímero, el pensamiento débil, el
ocaso del dolor y del sacrificio y la ética indolora, es decir, una ética exenta del sentimiento
de culpa pero también sin propuesta fuerte.
Otra característica del nihilismo posmodernista es el exacerbado individualismo, fundada
en la filosofía del caracol. Todos mis bienes van conmigo. La individualidad, es decir, mi
propiedad es toda mi existencia y mi esencia soy yo mismo. (Es lo que llama ética de
náufragos, ética de supervivientes).
Las teorías del positivismo cientificista, es decir, las teorías tal y como lo conciben los
positivista, los empirista lógico, los filósofos de la ciencia, la tradición analítica, etc.,
pretenden reducir los contenidos científicos exclusivamente a las ciencias físicas y
matemáticas, y en ese sentido, por una parte, consideran las ciencias positivas como
objetivas y neutrales (es decir en ellas se prescinde de toda clase de valores e intereses), y
por otra parte, afirman que fuera de estas ciencias no existe ninguna clase de
conocimientos.
Habermas, por su parte, considera insuficiente la reflexión epistemológica llevada a cabo
por los positivistas y, en su lugar, exige una “reflexión crítica” que no olvide las diferentes
realidades humanas, es decir, una reflexión que atienda a las necesidades vitales, a los
intereses sociales y considere las situaciones histórico-sociales en virtud a su propia
realidad. Para Habermas no existen ciencias neutrales, todo está subordinado a los
intereses del científico.
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La teoría de la acción comunicativa
Habermas entiende el habla como una “interacción simbólicamente mediada”, es decir una
serie de comunicaciones mediante símbolos lingüísticos que hacen entre la realidad y los
discursos utilizados. En ese aspecto, los actos de habla constituyen el medio a través del
cual una sociedad plantea los diferentes problemas que le presenta su realidad. En ese
sentido el lenguaje viene a ser el sustrato de nuestras actuaciones, pues mediante el habla
llevamos a cabo una doble tarea: por un lado, nos comunicamos, y por otro lado, conferimos
sentidos al mundo de la realidad, como al mundo práctico de la moral, del derecho y la
política. Puesto que la comunicación intersubjetiva tiende hacia el entendimiento,
Habermas propone investigar las condiciones universales que hacen posible ese
entendimiento, le interesa excluir deformaciones e imposiciones y que confiera a los
hablantes la experiencia de la libertad de intercambio de argumentos. Sólo de ese modo se
descubre cual es el mejor argumento: “aquel que nadie impone, pero se impone a todos”
UNIDAD IV
1) ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
Dualismo: es la doctrina que afirma que el hombre es un compuesto de alma y cuerpo como
sustancias distintas y separables, como sustancias unidas accidentalmente. Dentro de esta
concepción se establecen Platón y Descartes.
Monismo: doctrina según la cual, toda la realidad es un solo ser y toda la diversidad de los
seres depende de un solo y único principio. En el podemos distinguir tres tipos de monismo:
Traducianismo: La doctrina que sostiene que el alma de los hijos nace, (como una rama
(tradux) del árbol), de las de los padres. A esta doctrina se la ha llamado también a veces
generacionismo. Esta doctrina aparece ya en los estoicos, fue aceptada por Tertuliano y otros
escritores de la Patrística.
Homo symbólicum: el hombre es el único ser viviente capaz de simbolizar, es decir, capaz
de asociar a una figura perceptible por los sentidos, un significado comprensible sólo por el
intelecto. La palabra – por ejemplo – es el vehículo más importante de un significado. El
lenguaje es el distintivo principal de la capacidad humana de simbolizar. El símbolo es
presencia sensible del fundamento que da sentido a las cosas.
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Zoom politikon: es la concepción antropológica de Aristóteles. Según este filósofo, a
diferencia de las bestias y de los dioses, el ser humano es social por naturaleza, de tal modo
que sólo puede llegar a alcanzar su calidad de ser humano conviviendo en sociedad.
Homo faber: (hombre que hace) definición dada por Bergson del hombre, en cuanto vio en la
inteligencia, que es la característica fundamental del hombre, la facultad de fabricar
instrumentos.
Homo economicus: cuando se trata de entender al ser humano desde el punto de vista de
los sistemas y relaciones de producción. Comprende la historia humana desde una visión
fundamentalmente economicista y como una permanente lucha de clases sociales a partir
de las fuerzas productivas y relaciones de producción. Es la posición del materialismo
histórico.
Homo ludens: (hombre que juega) considera que la cultura en sus fases primarias es un
juego. La cultura como manifestación del espíritu, no surge del juego, sino que se desarrolla
en el juego y como juego. Realidades culturales como el derecho, la guerra, la poesía, la
filosofía, la economía y el arte se desarrollan a partir del juego.
El problema de la libertad
2. AXIOLOGÍA
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contrapone malo; a generoso se contrapone mezquino; a lo bello se contrapone feo; No hay,
no puede haber, un solo valor que sea solo, sino que todo valor tiene su contravalor negativo
o positivo. Y esta polaridad constituye la tercera categoría de los valores. Llegamos con esto a
la cuarta categoría de los valores, y la cuarta categoría de los valores es la jerarquía. Los
valores tienen jerarquía. ¿Qué quiere decir esto? Pues bien, todos los valores se hallan
insertos en una escala de prioridad, de importancia, damos más valor a unos que a otros, y
lo ubicamos en un orden jerárquico de significación y trascendencia. Sintetizando:
1ra. el valer: la no-indiferencia es la esencia del valer. Está muy relacionada con la jerarquía.
2da. la cualidad pura: el valor no es un ente sino algo que se adhiere a la cosa.
3ra. la polaridad: todo valor tiene su contravalor positivo o negativo.
4ta. la jerarquía: todos los valores están insertos en un rango de prioridades.
Para la clasificación de los valores vamos a tomar la hecha por Max Scheler, generalmente la
más aceptada de todas hasta ahora. Según ésta clasificación se podrán reunir los valores en
los
siguientes grupos o clases:
1) valores útiles: por ejemplo, adecuado, inadecuado, conveniente, inconveniente
2) valores vitales: por ejemplo, fuerte, débil, sano, enfermo.
3) valores lógicos: como verdad, falsedad, coherente, incoherente.
4) valores estéticos: como bello, sublime, ridículo.
5) valores éticos: como justo, injusto, misericordioso, despiadado,
6) valores religiosos: como santo, profano.
De esta forma Max Scheler clasifica los valores en útiles, vitales, lógicos, estéticos, éticos y
religiosos.
La ética (del gr. ethos: costumbre) o moral (del lat. more: costumbre) puede definirse como el
estudio de la conducta humana en relación al bien y el mal. Los actos morales o éticos es
una facultad totalmente humana. Existen dos concepciones fundamentales respecto a la
ciencia de la conducta humana, saber:
a) La que considera a la ética como ciencia del fin al que debe dirigirse la conducta de
los hombres y de los medios para lograr tal fin y derivar, tanto el fin como los medios
de la naturaleza humana. Esta formulación habla el lenguaje del ideal al que el
hombre se dirige por su naturaleza, y en consecuencia habla de la “naturaleza”,
“esencia” o “sustancia” del hombre. Esta formulación es la mayoritaria, considera a
la ética como una disciplina normativa, es decir, cuyo fin es dar normas para la
acción, en función de lo bueno y lo malo
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a) La ética aristotélica
Aristóteles es primer gran sistematizador de la ética. Su doctrina se conoce con el
nombre de
Eudemonismo racional, y puede sintetizarse como una búsqueda de la felicidad mediante el
cumplimiento de los actos orientados por la razón. (Eudaimonía es un término griego que
significa dicha, felicidad). Para ser feliz hay que ser virtuoso y la virtud consiste en cumplir
con lo que nuestra razón nos indica, según un orden cósmico que la misma razón puede
desentrañar.
c) El epicureísmo
Para Epicuro, la filosofía posee una función útil: liberarnos de nuestras pasiones y de los
dolores que turban nuestra alma para conseguir la felicidad. En este sentido, la ética intenta
decirnos en qué consiste nuestro bien, que camino es conveniente seguir, que
comportamiento debemos evitar y, al mismo tiempo, establecer las adecuadas normas de
conducta.
d) La ética estoica
La moral estoica es muy parecida a la de Aristóteles, sólo que los estoicos ponen el
acento, más que en la felicidad, en la virtud.
El hombre en cuanto animal, como el resto de los animales, la tendencia propia de los
seres humanos no puede consistir sino en procurar conservar la vida (instinto de
conservación).
Pero, encima de su ser animal, el ser humano es, también, racional, y en tanto que racional
se mueve en otro plano, a saber: posee la tendencia natural a conocer la verdad y a vivir de
acuerdo con las exigencias propias de la razón (es decir, de la propia naturaleza racional).
Por tanto, puesto que para los estoicos la naturaleza no hace nada en vano, si el ser
humano posee por naturaleza dichas tendencias, el ejercicio de éstas le conducirán a su fin,
su bien y su perfección.; en consecuencia: el bien de los seres humanos vendrá dado por el
conocimiento de la verdad y por el comportamiento racional.
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C) La ética en la actualidad
Como la exigencia del programa no es clara al respecto, vamos a dar un panorama general
de las diferentes posturas éticas que se han venido formulando desde el siglo XVIII hasta la
actualidad, y, que, en muchos pensadores actuales, con diferencias de matices, siguen
cobrando vigencia.
a) El empirismo ético
El empirismo tiene sus antecedentes griegos, en los sofistas, en los escépticos, y
también en el hedonismo. Básicamente niega la distinción entre el bien y el mal y reduce la
conciencia moral a un producto de hábitos históricos-sociales. Entre los teóricos más
importantes de esta posición se cuentan a Hume, Stuart Mill, Spencer, Comte. Citamos a
dos autores ya conocidos por los alumnos que son el empirista David Hume y el positivista
Auguste Comte.
c) La moral de la simpatía
Esta posición también puede encuadrarse dentro del empirismo. Es sostenida por Adam
Smith (1723-1790) que propone la simpatía como principio de moralidad. Acto bueno es
aquel que provoca simpatías y malo lo que ocasiona antipatías.
d) El utilitarismo
Si bien todas las éticas empiristas pueden ser consideradas utilitarias, estrictamente se
da este nombre a la posición de Stuart Mill. Repite a Epicuro y a Benthan; frente a éste
exalta la calidad del placer más que la cantidad y pone el interés general sobre el particular
o personal.
e) La ética formal
Llamase así a la concepción moral sostenida por Kant, y que ya lo hemos estudiado en los
contenidos de la unidad 3.2.4.1., cuando hemos tocado la ética en el idealismo
trascendental. Pero, de todas formas, y a fuerza de ser reiterativo (para denominarlo de
alguna forma y por resultar más académico, vamos a llamarlo retroalimentación)
brindaremos una visión sucinta y rápida de lo ya expuesto anteriormente.
Frente a las teorías anteriores que Kant llama materiales porque tienden a bienes
objetivos previamente elegidos como tales, esta ética es formal, porque se ciñe a la forma del
acto prescindiendo de bienes externos; frente a las éticas anteriores que obedecen – según
Kant – a un imperativo hipotético (hago tal cosa si alcanzo tal otra. El acto moral está
fundado en un juicio hipotético o condicional), la ética kantiana se distingue por sustentar
un imperativo categórico (formulado en juicios categóricos), no condicionado a ningún fin
distinto del acto mismo, es decir, del deber de cumplirlo; y frente a aquellas morales que
hacen depender la norma ética de una voluntad exterior (heterónomas), esta proclama la
voluntad autónoma.
Hay que actuar, pues, por respeto a la ley, y esa ley la impone nuestra propia razón en su
“uso práctico”. ¿Y que dice esa ley? “Obra de tal manera que la máxima de tu conciencia
pueda valer siempre como ley universal”. A esta ley Kant agrega otra muy importante: “Obra
de manera que la humanidad en ti y en otros jamás se convierta en puro medio, sino que sea
un fin”.
La ética de los valores o ética axiológica es la expuesta por Max Scheler (1875-1928), autor
que ya conoce el alumno por haberlo tratado anteriormente. La ética de Scheler se basa en
una jerarquía objetiva de valores que debe respetarse.
Ya hemos visto lo que son los valores. Pues bien, para Scheler ellos poseen una existencia
objetiva y jerárquica independientemente del sujeto, el cual puede conocerlo mediante lo que
hemos llamado intuición afectiva o emocional. Esta jerarquía es independiente de los bienes,
en que los valores se encarnan; si elegimos entre dos bienes (un cuadro y un sándwich)
realizamos una elección “a posteriori”, pero si elegimos entre dos valores (belleza y salud)
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efectuamos una elección “a priori”. Scheler sostiene, pues, una moral “a priori” como Kant,
pero mientras éste es formal, la de Scheler es material, pues los valores son algo distinto de
una pura ley lógica y tienen realidad más allá del sujeto; por eso la moral de Scheler se
llama ética material de los valores.
El orden jerárquico consiste en una escala que va de los valores inferiores - sensibles y
vitales - hasta los superiores – los religiosos – pasando por los espirituales – estéticos,
intelectuales – . Los valores éticos y morales no están en la escala, sino que se dan en el
cumplimiento de esa jerarquía, es decir, se procede bien cuando se prefiere un valor
superior a un inferior y mal en caso contrario.
Otros nombres
Para terminar este panorama haremos la simple mención de otros nombres importantes en
el campo de la ética, pero nos detendremos posteriormente con más tiempo a considerar la
ética discursiva o de consenso. Nicolás Hartmann (1882-1950) es, quizá, junto con Scheler
el teórico más significativo de los valores morales; sigue básicamente la ética scheleriana, e
introduce algunas modificaciones. Dentro de axiología también deben citarse a los franceses
René de Le Senne (1883-1969) y Luís Lavelle (1884-1951) y todas las figuras del
existencialismo que han otorgado a la cuestión ética gran importancia.
3) GNOSEOLOGÍA
Los problemas gnoseológico son los problemas del conocimientos (en griego gnosis es
conocimiento). La gnoseología no atiende ya al funcionamiento del pensamiento como tal,
que es función de la Lógica, sino a las relaciones del sujeto que conoce y el objeto conocido,
y al conjunto de interrogantes que surgen de esta relación: ¿Puede el sujeto conocer?
¿Cuántas formas de conocimientos existen? ¿Existe realmente el conocimiento? Etc. El
grupo gnoseológico se encuentra integrado por dos disciplinas: la Lógica y la Teoría del
conocimiento.
1) Lógica
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referencia a objetos sino a los mecanismos legales a que está sometida la razón. El objeto de
la lógica es establecer la forma de pensar correcta y coherentemente.
Los principio lógicos.- Cada una de las ciencias particulares tiene ciertos puntos de apoyo,
primarios y fundamentales, que constituyen los principios (llamados también axiomas) de
esas ciencias. Pues bien, además de los principios de cada ciencia, existen los principios del
pensamiento como tales, leyes fundamentales, generales y anteriores a las demás, conocidos
como primeros principios lógicos o principios de razón. Estos principios son cuatro, a saber:
a) Principio de identidad “Todo cosa es idéntica a sí mismo”
b) Principio de contradicción “Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”.
c) Principio de tercero excluido “Toda cosa es esa cosa o su contrario”
d) Principio de razón suficiente “Toda cosa tiene su razón de ser”
La lógica tiene tres estructuras fundamentales llamadas estructuras lógicas. Ellas son el
Concepto, el Juicio y el Razonamiento.
A) EL CONCEPTO
El concepto, llamado también idea o noción es la representación intelectual de un objeto.
El concepto no afirma ni niega nada, simplemente nombra. La expresión del concepto se
llama término, como proposición es la expresión del juicio.
B) EL JUICIO
El juicio es considerado como la estructura lógica fundamental y a ella quedan referidas
las demás. El juicio es la relación enunciativa entre dos o más conceptos. El juicio siempre
afirma o niega algo sobre algo. La expresión del juicio se llama proposición.
Tipos de juicios según la cantidad y la cualidad combinadas.
Por la cantidad un juicio puede ser universal (todos, ningún o ninguno) o particular (algunos)
Por la cualidad puede ser afirmativo o negativo.
La combinación de estas dos categorías nos brinda cuatro tipos de juicios: dos universales y
dos particulares, y a cada juicio a la vez le corresponde una nomenclatura identificada con
la letra A, E, I, O. (Estas van entre paréntesis)
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b) Universal negativo. Ningún triángulo es paralelogramo (Juicio E)
c) Particular afirmativo. Algunos triángulos son equiláteros (Juicio I )
d) Particular negativo. Algunos triángulos no son equiláteros (Juicio O)
C) EL RAZONAMIENTO O RACIOCINIO
El razonamiento es la tercera de las tres estructuras lógicas: así como el juicio es la
relación entre conceptos, el razonamiento es la relación entre juicios, más como la primera
no es la simple relación sino la relación enunciativa, el razonamiento no es tampoco la
simple relación entre juicios sino aquella en la que obtenemos una conclusión. Razonar es,
pues concluir.
Razonamiento o raciocinio es la estructura lógica constituida por varios juicios (premisas),
uno de los cuales se concluye de los demás (conclusión).
Inferencias.
Inferencias inmediatas. Los raciocinios pueden ser simples o compuestos. Los simples son
razonamientos de una sola premisa. Es la conclusión directa de un juicio de otro. Los
razonamientos simples son inferencias inmediata, inmediata porque no existe mediación
entre la premisa y la conclusión.
Ejemplo de inferencia inmediata: tengo el juicio o la premisa “ningún mineral es animal” y de
ahí concluyo inmediatamente de que “ningún animal es mineral” (existen cinco formas de
inferencias inmediatas. La del ejemplo se denomina por conversión, por convertir el sujeto en
predicado y el predicado en sujeto, manteniéndose intacta la cantidad y la cualidad del
juicio).
Razonamiento por analogía. El razonamiento por analogía, llamado también por semejanza
es una inducción parcial o imperfecta que conduce de lo particular a lo particular, en virtud
de cierta semejanza, proporcionando un conocimiento probable.
Ejemplo de razonamiento por analogía.
Pedro es rubio…………………………………………………………….particular
Luís es rubio……………………………………………………………...particular
Ana es rubia…………………………………………………………….. particular
María es hermana de Pedro, Luís y Ana; luego,
es probable que María sea rubia. Concluye en un…………….. particular
85
2) Teoría del conocimiento
Las soluciones
a) El dogmatismo
El dogmatismo (del gr. dogma: doctrina) señala una posición ingenua y optimista ante el
conocimiento. Podría decirse que para el dogmatismo no existe el problema y da por supuesto
que el conocimiento es posible.
b) El escepticismo
86
ordenamientos. Podríamos, por oposición al absoluto, hablar de un “relativismo relativo”
(pero esto ya requiere una exploración más amplia, que por las razones expuestas
anteriormente no la vamos hacer).
c) El relativismo
d) El criticismo
El criticismo (del gr. krisis: elección, juicio) señala una posición donde la crítica ocupa un
lugar destacado. El criticismo por antonomasia sería, entonces, el de Kant, que coloca el
problema del conocimiento en primer plano. Lo que Kant menciona es que la posibilidad del
conocimiento sólo puede darse en el fenómeno mediante las formas “a priori” aportadas por
el sujeto: la de la sensibilidad y la del entendimiento, “formas” con las cuales ustedes ya
están familiarizado por haberlas tratado en la unidad 3.2.4.1. Pero en un sentido amplio, el
criticismo no podríamos ceñirlo solamente a la filosofía de Kant. El nombre de criticismo
ofrece una gran elasticidad y puede ser usado libremente.
a) El racionalismo
El racionalismo, indica, obviamente, la primacía de esa facultad humana que es la razón
(también llamada intelecto por algunos autores). Conocer por la razón implica logicidad y
universalidad, es decir que los conocimientos válidos son aquellos que surgen por necesidad
lógica y se imponen a todos los seres humanos.
El conocimiento tiene – para los racionalistas – su origen y su sede en la razón y en su
mecanismo natural, al margen de toda experiencia sensible y de toda afectividad; su modelo
sería el conocimiento matemático, predominantemente conceptual y deductivo. Al prescindir
de toda experiencia sensible y afirmar la razón como única fuente del conocimiento, los
racionalistas sostienen la existencias de verdades innatas, es decir, anterior a toda
participación de los sentidos. El racionalismo se manifestó de diferentes formas en el
transcurso del quehacer de la Filosofía, pero es en la Edad Moderna donde se inaugura el
pensamiento racionalista por alguien conocido de ustedes: Descartes, uno de los clásicos del
innatismo. Los representantes principales del racionalismo son: Descartes, el iniciador,
Spinoza, Leibniz (nombres que ya no puede sorprender al alumno, puesto que ya lo han
estudiado en unidades anteriores)
b) El empirismo
El empirismo (del gr. empeiría: experiencia) es la posición contraria al racionalismo. Niega
categóricamente la existencia de ideas innatas y considera la experiencia sensible como la
fuente de todo conocimiento. Locke (ya lo conocen), refutador de Descartes y gran teórico del
empirismo, reitera el viejo principio de Aristóteles: “Nada hay en el intelecto que no haya
estado antes por los sentidos”, declara: El alma, previo al conocimiento sensorial es un
“white paper”, una “tabula rasa”, donde nada hay escrito; todo conocimiento proviene de la
experiencia. Niega así el innatismo y reduce la razón a un papel dependiente de los datos
sensibles.
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c) El intelectualismo
El intelectualismo es una solución al problema del origen del conocimiento que ofrece un
aspecto común con el racionalismo y otro con el empirismo, representando una síntesis o
posición intermedia entre ambos, lo cual no significa que históricamente derive de ellos, ya
que los precede en sus formulaciones más acabadas.
Tanto los sentidos como la razón son necesarios para el conocimiento – dicen los
intelectualistas – aunque la razón lleva la primacía; pero sin datos previos de la experiencia,
aquella no puede funcionar. Como los más altos exponentes de esta posición son Aristóteles
y Santo Tomás, se le suele llamar solución aristotélico-tomista.
d) El apriorismo
El apriorismo (de “a priori”) es la solución al problema del conocimiento sostenida por Kant
en su Crítica de la razón pura, y se la puede juzgar como al intelectualismo como una
posición intermedia entre el racionalismo y el empirismo.
También el apriorismo estima que la experiencia y la razón son necesarias al
conocimiento, pero estos conceptos en Kant presentan un significado muy especial. (Para no
ser reiterativo, sugiero al alumno volver a la unidad 3.2.4.1).
Bajo este título se cobija un grupo de interrogantes que constituye el tercer gran problema
del conocimiento. ¿Qué conocemos efectivamente? ¿Priva el sujeto sobre el objeto, o este
sobre aquel? ¿Cuál es la verdadera realidad? También aquí las respuestas son diversas y el
ordenamiento es tan difícil como en las demás. Nosotros les brindaremos en forma muy
ligera sólo dos posiciones gnoseológicas: la del realismo y el idealismo.
a) El realismo
El realismo (del lat. res: cosa) menciona posiciones diferentes, pero unidas por un común
denominador; la existencia de objetos reales independientemente del sujeto que conoce. El
realismo admite a la vez ciertas distinciones; de esta forma tenemos el realismo ingenuo
(propio del hombre de la calle); el realismo natural (Aristóteles, los escolásticos) el realismo
crítico (Locke), también los neoescolásticos se autodenominan realistas críticos.
b) El idealismo
Idealismo, al igual que realismo puede significar muchas cosas. En general, el idealismo
sostiene que no hay objetos independientes del sujeto, es decir, que no existen cosas fuera de
la conciencia que conoce. También el idealismo presenta modalidades diferentes: tenemos el
idealismo subjetivo o psicológico (Berkeley, Hume); el idealismo objetivo-lógico o idealismo
crítico (Kant); idealismo objetivo-metafísico (Hegel).
Todo este material fue compilado por el Prof. Miguel Ángel Samuel Fernández de los
siguientes textos:
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Todo el contenido de este trabajo fue extractado de las siguientes
obras:
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