FERDINAND DE SAUSSURE
CURSODE
LINGÜÍSTICA GENERAL
Traducción, prólogo y notas de AMADO ALONSO
VIGESIMACUARTA EDICIÓN
EDITORIAL LOSAD A
L i b e r a l o s L i b r os
PRIMERA PARTE
PRINCIPIOS GENERALES
CAPÍTULO I
NATURALEZA DEL SIGNO LINGÜISTICO
§ 1. SIGNO, SIGNIFICADO, SIGNIFICANTE
Para ciertas personas, la lengua, reducida a su principio esencial, es
una nomenclatura, esto es, una lista de términos que corresponden a
otras tantas cosas. Por ejemplo:
: ARBOR : EQUOS
Esta concepción es criticable por muchos conceptos. Supone ideas
completamente hechas preexistentes a las palabras (ver sobre esto pág.
166; no nos dice si el nombre es de naturaleza vocal o psíquica, pues arbor
puede considerarse en uno u otro aspecto; por último, hace suponer que el
vínculo que une un nombre a una cosa es una operación muy simple, lo
cual está bien lejos de ser verdad. Sin embargo, esta perspectiva simplista
puede acercarnos a la verdad al mostrarnos que la unidad lingüística es
una cosa doble, hecha con la unión de dos términos.
Hemos visto en la pág. 40, a propósito del circuito del habla, que los
términos implicados en el signo lingüístico son ambos psíquicos y están
unidos en nuestro cerebro por un vínculo de asociación. Insistimos en
este punto.
Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un
concepto y una imagen acústica 1 . La imagen acústica no es el sonido
1
El término de imagen acústica parecerá quizá demasiado estrecho, pues junto a la
representación de los sonidos de una palabra está también la de su articulación, la imagen
muscular del acto fonatorio. Pero para F. de Saussure la lengua es esencialmente un depó-
sito, una cosa recibida de fuera (ver pág. 41). La imagen acústica es, por excelencia, la
representación natural de la palabra, en cuanto hecho de lengua virtual, fuera de toda reali-
zación por el habla. El aspecto motor puede, pues, quedar sobreentendido o en todo caso no
ocupar más que un lugar subordinado con relación a la imagen acústica. (B. y S.)
92
material, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la represen-
tación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es
sensorial, y si llegamos a llamarla «material» es solamente en este sentido
y por oposición al otro término de la asociación, el concepto, generalmente
más abstracto.
El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas aparece clara-
mente cuando observamos nuestra lengua materna. Sin mover los labios
ni la lengua, podemos hablarnos a nosotros mismos o recitarnos mental-
mente un poema. Y porque las palabras de la lengua materna son para
nosotros imágenes acústicas, hay que evitar el hablar de los «fonemas» de
que están compuestas. Este término, que implica una idea de acción vo-
cal, no puede convenir más que a las palabras habladas, a la realización de
la imagen interior en el discurso. Hablando de sonidos y de sílabas de una
palabra, evitaremos el equívoco, con tal que nos acordemos de que se
trata de la imagen acústica.
El signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de dos caras, que
puede representarse por la siguiente figura:
Estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman recí-
procamente. Ya sea que busquemos el sentido de la palabra latina arbor o
la palabra con que el latín designa el concepto de 'árbol', es evidente que
las vinculaciones consagradas por la lengua son las únicas que nos apare-
cen conformes con la realidad, y descartamos cualquier otra que se pudie-
ra imaginar.
Esta definición plantea una importante cuestión de terminolo-
gía. Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen
acústica: pero en el uso corriente este término designa generalmente la
imagen acústica sola, por ejemplo una palabra (arbor, etc.). Se olvida que
si llamamos signo a arbor no es más que gracias a que conlleva el concepto
El signo es arbitrario 93
'árbol', de tal manera que la idea de la parte sensorial implica la del con-
junto.
La ambigüedad desaparecería si designáramos las tres nociones aquí
presentes por medio de nombres que se relacionen recíprocamente al mis-
mo tiempo que se opongan. Y proponemos conservar la palabra signo
para designar el conjunto, y reemplazar concepto e imagen acústica res-
pectivamente con significado y significante; estos dos últimos términos
tienen la ventaja de señalar la oposición que los separa, sea entre ellos
dos, sea del total de que forman parte. En cuanto al término signo, si nos
contentamos con él es porque, no sugiriéndonos la lengua usual cualquier
otro, no sabemos con qué reemplazarlo.
El signo lingüístico así definido posee dos caracteres primordiales. Al
enunciarlos vamos a proponer los principios mismos de todo estudio de
este orden.
§ 2. PRIMER PRINCIPIO: LO ARBITRARIO DEL SIGNO
El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien,
puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un
significante con un significado, podemos decir más simplemente: el signo
lingüistico es arbitrario.
Así, la idea de sur no está ligada por relación alguna interior con la
secuencia de sonidos s-u-r que le sirve de significante; podría estar repre-
sentada tan perfectamente por cualquier otra secuencia de sonidos. Sir-
van de prueba las diferencias entre las lenguas y la existencia misma de
lenguas diferentes: el significado 'buey' tiene por significante bwéi a un
lado de la frontera franco-española y böf (boeuf) al otro, y al otro lado de
la frontera francogermana es oks (Ochs).
El principio de lo arbitrario del signo no está contradicho por nadie;
pero suele ser más fácil descubrir una verdad que asignarle el puesto que
le toca. El principio arriba enunciado domina toda la lingüística de la len-
gua; sus consecuencias son innumerables. Es verdad que no todas apa-
recen a la primera ojeada con igual evidencia; hay que darles muchas
vueltas para descubrir esas consecuencias y, con ellas, la importancia pri-
mordial del principio.
Una observación de paso: cuando la semiología esté organizada se
tendrá que averiguar si los modos de expresión que se basan en signos
enteramente naturales —como la pantomima— le pertenecen de dere-
cho. Suponiendo que la semiología los acoja, su principal objetivo no
por eso dejará de ser el conjunto de sistemas fundados en lo arbitrario del
CAPÍTULO V
RELACIONES SINTAGMÁTICAS Y RELACIONES
ASOCIATIVAS
§ 1. DEFINICIONES
Así, pues, en un estado de lengua todo se basa en relaciones; ¿y cómo
funcionan esas relaciones?
Las relaciones y las diferencias entre términos se despliegan en dos
esferas distintas, cada una generadora de cierto orden de valores; la opo-
sición entre esos dos órdenes nos hace comprender mejor la naturaleza de
cada uno. Ellos corresponden a dos formas de nuestra actividad mental,
ambos indispensables a la vida de la lengua.
De un lado, en el discurso, las palabras contraen entre sí, en virtud
de su encadenamiento, relaciones fundadas en el carácter lineal de la len-
gua, que excluye la posibilidad de pronunciar dos elementos a la vez (ver
pág. 95). Los elementos se alinean uno tras otro en la cadena del habla.
Estas combinaciones que se apoyan en la extensión se pueden llamar sin-
tagmas1. El sintagma se compone siempre, pues, de dos o más uni-
dades consecutivas (por ejemplo: re-leer; contra todos; la vida humana;
Dios es bueno; si hace buen tiempo, saldremos, etc.). Colocado en un
sintagma, un término sólo adquiere su valor porque se opone al que le
precede o al que le sigue o a ambos.
Por otra parte, fuera del discurso, las palabras que ofrecen algo de
común se asocian en la memoria, y así se forman grupos en el seno de los
cuales reinan relaciones muy diversas. Así la palabra francesa enseigne-
ment, o la española enseñanza, hará surgir inconscientemente en el espí-
ritu un montón de otras palabras (enseigner, renseigner, etc., o bien ar-
mement, changement, etc., o bien éducation, apprentisage)2 ; por un
lado o por otro, todas tienen algo de común.
Ya se ve que estas coordinaciones son de muy distinta especie que las
primeras. Ya no se basan en la extensión; su sede está en el cerebro, y for-
1
Casi es inútil hacer observar que el estudio de los sintagmas no se confunde con
la
sintaxis; la sintaxis, como se verá luego (pág. 158 y sigs.) no es más que una parte de este
estudio. (B. y S.)
2
[Si se toma la palabra española enseñanza, las palabras asociadas serán enseñar, o
bien templanza, esperanza, etc., o bien educación, aprendizaje, etc. A. A.]
148 Relaciones sintagmáticas
man parte de ese tesoro interior que constituye la lengua de cada indivi-
duo. Las llamaremos relaciones asociativas.
La conexión sintagmática es in praesentia; se apoya en dos o más
términos igualmente presentes en una serie efectiva. Por el contrario, la
conexión asociativa une términos in absentia en una serie mnemónica
virtual.
Desde este doble punto de vista una unidad lingüística es comparable
a una parte determinada de un edificio, una columna por ejemplo; la co-
lumna se halla, por un lado, en cierta relación con el arquitrabe que sos-
tiene; esta disposición de dos unidades igualmente presentes en el espacio
hace pensar en la relación sintagmática; por otro lado, si la columna es de
orden dórico, evoca la comparación mental con los otros órdenes (jónico,
corintio, etc.), que son elementos no presentes en el espacio: la relación es
asociativa.
Cada uno de estos dos órdenes de coordinación exige ciertas obser-
vaciones particulares.
§ 2. RELACIONES SINTAGMÁTICAS
Nuestros ejemplos de la página 147 ya dan a entender que la noción
de sintagma no sólo se aplica a las palabras, sino también a los grupos de
palabras, a las unidades complejas de toda dimensión y especie (palabras
compuestas, derivadas, miembros de oración, oraciones enteras).
No basta considerar la relación que une las diversas partes de un
sintagma (por ejemplo contra y todos en contra todos, contra y maestre
en contramaestre; hace falta también tener en cuenta la relación que
enlaza la totalidad con sus partes (por ejemplo contra todos opuesto de un
lado a contra y de otro a todos, o contramaestre opuesto a contra y a
maestre).
Aquí se podría hacer una objeción. La oración es el tipo del sintagma
por excelencia. Pero la oración pertenece al habla, no a la lengua (ver pág.
41); ¿no se sigue de aquí que el sintagma pertenece al habla? No lo cree-
mos así. Lo propio del habla es la libertad de combinaciones; hay, pues,
que preguntarse si todos los sintagmas son igualmente libres.
Hay, primero, un gran número de expresiones que pertenecen a la
lengua; son las frases hechas, en las que el uso veda cambiar nada, aun
cuando sea posible dintinguir, por la reflexión, diferentes partes significa-
tivas (cfr. francés à quoi bon?, allons donc!, etc.)1. Y, aunque en menor
1
[En español tienen esta condición frases como ¡Vamos, hombre!, arg. ¡salí de ahí'
como negativa en oposición al interlocutor; ¿y a ti qué?, etc. A. A.]
Relaciones asociativas 149
grado, lo mismo se puede decir de expresiones como prendre la mouche,
forcer la main à quelqu'un, rompre une lance, o también avoir mal à (la
tête, etc.), à force de (soins, etc.), que vous en semble?, pas n'est besoin
de..., etc. 1, cuyo carácter usual depende de las particularidades de su
significación o de su sintaxis.
Estos giros no se pueden improvisar; la tradición los suministra. Se
pueden también citar las palabras que, aun prestándose perfectamente al
análisis, se caracterizan por alguna anomalía morfológica mantenida por
la sola fuerza del uso (cfr. en francés difficulté frente a facilité, etc., mour-
rai frente a dormirai, etc.) 2 .
Y no es todo esto: hay que atribuir a la lengua, no al habla, todos los
tipos de sintagmas construidos sobre formas regulares. En efecto, como
nada hay de abstracto en la lengua, esos tipos sólo existen cuando la len-
gua ha registrado un número suficientemente grande de sus especímenes.
Cuando una palabra como fr. indécorable o esp. ingraduable surge en el
habla (ver pág. 147 y sig.), supone un tipo determinado, y este tipo a su
vez sólo es posible por el recuerdo de un número suficiente de palabras
similares que pertenecen a la lengua (imperdonable, intolerable, infati-
gable, etc.). Exactamente lo mismo pasa con las oraciones y grupos de
palabras establecidos sobre patrones regulares; combinaciones como la
tierra gira, ¿qué te ha dicho?, responden a tipos generales que a su vez
tienen su base en la lengua en forma de recuerdos concretos.
Pero hay que reconocer que en el dominio del sintagma no hay límite
señalado entre el hecho de lengua, testimonio del uso colectivo, y el hecho
de habla, que depende de la libertad individual. En muchos casos es difícil
clasificar una combinación de unidades, porque un factor y otro han con-
currido para producirlo y en una proporción imposible de determinar.
8 3. RELACIONES ASOCIATIVAS
Los grupos formados por asociación mental no se limitan a relacionar
los dominios que presentan algo de común; el espíritu capta también la
naturaleza de las relaciones que los atan en cada caso y crea con ello
tantas series asociativas como relaciones diversas haya. Así en enseigne-
fnent, enseigner, enseignons, etc. (enseñanza, enseñar, enseñemos), hay
un elemento común a todos los términos, el radical; pero la palabraensei-
1
[Frases de carácter equivalente en español: ganar de mano, arg. pisar el poncho,
romper una lanza, a fuerza de (cuidados, etc.), no hay por qué (hacer tal cosa), soltar la
mosca ('dar el dinero a pesar de la resistencia o repugnancia'). A. A.]
2
[En español querré frente a moriré, dificultad frente a facilidad. A. A.]
150 Relaciones asociativas
gnement (o enseñanza) se puede hallar implicada en una serie basada en
otro elemento común, el sufijo (cfr. enseignement, armement, change-
ment, etc.; enseñanza, templanza, esperanza, tardanza, etc.); la asocia-
ción puede basarse también en la mera analogía de los significados (ense-
ñanza, instrucción, aprendizaje, educación, etc.), o, al contrario, en la
simple comunidad de las imágenes acústicas (por ejemplo, enseignement
y justement, o bien enseñanza y lanza) 1. Por consiguiente, tan pronto
hay comunidad doble del sentido y de la forma, como comunidad de forma
o de sentido solamente. Una palabra cualquiera puede siempre evocar
todo lo que sea susceptible de estarle asociado de un modo o de otro.
Mientras que un sintagma evoca en seguida la idea de un orden de
sucesión y de un número determinado de elementos, los términos de una
familia asociativa no se presentan ni en número definido ni en un orden
determinado. Si asociamos dese-oso, calur-oso, temer-oso, etc., nos sería
imposible decir de antemano cuál será el número de palabras sugeridas
por la memoria ni en qué orden aparecerán. Un término dado es como el
centro de una constelación, el punto donde convergen otros términos
coordinados cuya suma es indefinida.
1
Este último caso es raro y puede pasar por anormal, pues el espíritu descarta naturalmente
las asociaciones capaces de turbar la inteligencia del discurso; pero su existencia está probada por
una categoría inferior de juegos de palabras que reposa en las confusiones absurdas que pueden
resultar de la homonimia pura y simple, como cuando se dice en francés: -Les musiciens
produisent les sons et les grainetiers les vendent» [o cuando el niño`sor-prendido en viña ajena
suplica para evitar el castigo: «No me pegue usted, que tengo la barriga llena degranos»]. Este
caso debe distinguirse bien del otro en que una asociación, aunque sea fortuita, se pueda apoyar
en un contacto de ideas (cfr. francés ergot : ergoter, alem. blau : durchbläuen, 'moler a palos',
[esp. señor : señero, migaja : miaja (*medalia), terror : aterrar)]; se trata aquí de una
interpretación nueva de uno de los términos de la
Relaciones asociativas 151
Sin embargo, de estos dos caracteres de la serie asociativa, orden
indeterminado y número indefinido, sólo el primero se cumple siempre; el
segundo puede faltar. Es lo que ocurre en un tipo característico de este
género de agrupaciones, los paradigmas de la flexión. En latín, en domi-
nus, domin , domin , etc., tenemos ciertamente un grupo asociativo for-
mado por un elemento común, el tema nominal domin-; pero la serie no es
indefinida como la de enseignement, changement, etc.; el número de casos
es determinado; por el contrario, su sucesión no está ordenada espacial-
mente, y si los gramáticos los agrupan de un modo y no de otro es por un
acto puramente arbitrario; para la conciencia de los sujetos hablantes el
nominativo no es de modo alguno el primer caso de la declinación, y los
términos podrán surgir, según la ocasión, en tal o cual orden.
Pareja; éstos son casos de etimología popular (ver pág. 199); el hecho es interesante para la
evolución semántica, pero desde el punto de vista sincrónico cae simplemente en la categoría
enseigner : enseignement, arriba mencionados. (B. y S.)