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Concentración Infantil y Repetición

La autora observó a una niña de 3 años que repetía un ejercicio con cilindros de encaje de forma interminable, contando 42 repeticiones sin distraerse a pesar de los estímulos externos. Esto mostró una concentración extraordinaria en una edad en la que normalmente la atención no es estable. Igualmente, otros niños repetían el ejercicio de lavarse las manos de forma pasional aunque estuvieran limpias, mostrando una necesidad interior de repetir el ejercicio. La autora concluyó que los niños

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Concentración Infantil y Repetición

La autora observó a una niña de 3 años que repetía un ejercicio con cilindros de encaje de forma interminable, contando 42 repeticiones sin distraerse a pesar de los estímulos externos. Esto mostró una concentración extraordinaria en una edad en la que normalmente la atención no es estable. Igualmente, otros niños repetían el ejercicio de lavarse las manos de forma pasional aunque estuvieran limpias, mostrando una necesidad interior de repetir el ejercicio. La autora concluyó que los niños

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LA REPETICIÓN DEL EJERCICIO

El primer fenómeno digno de atención fue el siguiente: una niña de tres años se ejercitaba con los
pequeños cilindros de encaje sólido que se manejan como los tapones de las botellas; son cilindros
de diámetros escalonados, cada uno de los cuales tiene su posición perfectamente determinada.
Me sorprendió que una niña tan jovencita mostrara tanto interés en repetir el ejercicio
interminablemente. No había progreso alguno en rapidez ni en habilidad de ejecución: era una
especie de movimiento continuo.

Acostumbrada a la medición comencé a contar el número de veces que repetía el ejercicio y


después quise comprobar la resistencia de la extraña concentración que mostraba aquella niña, y
dije a la maestra que hiciera cantar y caminar a los demás niños. La niña no se distrajo de su
trabajo. Entonces cogí con suavidad la sillita sobre la que se hallaba sentada y la coloqué sobre una
mesa. Con un movimiento rápido la pequeña había apretado el objeto entre sus rodillas y continuó
su ejercicio sin distraerse.

Desde el instante en que comencé a contar, la niña había repetido el ejercicio 42 veces. Se paró,
como si se despertara de un sueño y sonrió feliz: sus ojos brillaban intensamente mirando a su
alrededor. Parecía que no se había dado cuenta de las maniobras realizadas a su lado y que no le
habían perturbado para nada. Y de repente, sin causa aparente, cesó en su trabajo. ¿Qué es lo que
terminó? ¿Y por qué?

Fue la primera grieta que se abrió en las profundidades inexploradas de su alma infantil. Era una
niña pequeña, de una edad en que la atención carece de estabilidad, pasando de una cosa a otra,
sin detenerse. Y, sin embargo, había hecho prueba de una concentración extraordinaria, el ego se
había sustraído a todos los estímulos exteriores: aquella concentración iba acompañada de un
movimiento rítmico de las manos, alrededor de un objeto exacto, graduado científicamente.

Semejantes concentraciones se repitieron. Los niños salían de las mismas como personas
reposadas, llenas de vida, con la aparición del que ha experimentado un goce inmenso. Aunque
estos fenómenos de concentración que hacen casi insensibles al mundo exterior, no son muy
corrientes, se caracterizan por la extraña manera de comportarse, común a todos, y constante en
todas sus acciones. Es el carácter propio del trabajo infantil que más tarde llamé la repetición del
ejercicio.

Viendo trabajar todas aquellas manos pequeñitas tan sucias, pensé que convenía enseñarles a los
niños a lavarse las manos. Observé que los niños, después de lavarse completamente las manos
continuaban lavándoselas con pasión. Salían de la escuela para ir a lavarse las manos.
Algunas madres contaban que los niños habían desaparecido de casa a primeras horas de la
mañana y los habían encontrado en el lavadero lavándose las manos: estaban orgullosos de
enseñar sus manos limpias a todo el mundo, tanto, que en cierta ocasión les tomaron por
mendicantes.

El ejercicio se repetía sin finalidad exterior alguna: era por una necesidad interior que se lavaban
las manos limpias. Lo mismo ocurría con otras operaciones: cuanto mejor se enseñaba un
ejercicio, más estimulante parecía para ser repetido incansablemente.

MONTESSORI, María. 2013, El niño. El secreto de la infancia, Ámsterdam, Montessori-Pierson


Publishing Company.

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