0% encontró este documento útil (0 votos)
1K vistas16 páginas

Jodi Ellen Malpas Trilogia Mi Hombre 3 7 Esperando para Casarse

Cargado por

Fefee
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
1K vistas16 páginas

Jodi Ellen Malpas Trilogia Mi Hombre 3 7 Esperando para Casarse

Cargado por

Fefee
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 16

La Mansión Literaria

“ESPERANDO PARA CASARSE”


por Jodi Ellen Malpas

Copyright © 2016 Ellen Jodi Malpas


El derecho moral de Jodi Ellen Malpas a ser identificado como el autor
de este trabajo se ha afirmado, de acuerdo con los Derechos de Autor, Diseños
y Patentes de 1988. Todos los derechos reservados.
La Mansión Literaria

♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥
Escena extra de la Trilogía Mi Hombre.
Desde el punto de vista de “el Señor” Jesse Ward.

Estoy agitado. Ella no está más que a unos metros de distancia, arriba, en nuestra
suite preparándose para casarse conmigo, pero ella no está al alcance de mi mano
y demasiado lejos de mi contacto. Contacto constante. No me jodas, esto es una
tortura.
Mi cabeza cae hacia atrás y miro hacia el techo, tratando de encontrar algunos
pensamientos tranquilizantes. No funciona. Tengo problemas graves. Al mirar hacia
abajo en mi Rolex, noto que solo hace cinco minutos desde la última vez que
comprobé la hora. ¿El tiempo pasa tan jodidamente lento? Me levanto de la silla y
camino por mi oficina... por enésima vez.
— Por el amor de Dios. Me agarro el pelo, como si estuviera tratando de dar un
tirón por alguna razón en mi mente estresada.

Diez horas – eso es todo lo que ha pasado desde que la madre —dolor-en-el-
culo— de Ava me ha desalojado de la suite por una tradición estúpida como
excusa.
¿Y si le ha hablado a Ava de no casarse conmigo? ¿Y si ella señaló mi edad o el
poco tiempo que tenemos de conocernos?
— ¡Jodido infierno! Cojo mi ritmo y hago otro círculo en mi oficina. Voy a darme
una puta mareada.

Un golpe en la puerta me detiene.


— ¿Qué? Ladro, colapsando en mi silla, mi culo golpeando el asiento duro.
Entonces mi frente golpea el escritorio.
Una y otra y otra vez.
— Estúpido hijo de puta. -John se ríe y yo levanto mi cara. Él cierra la puerta y da
unos pasos a mi escritorio, la diversión azota su rostro cuando escanea mi torso en
La Mansión Literaria
camiseta.
— ¿Has estado corriendo?
— Podría ser
— ¿Nervioso?
— No estoy nervioso. Me burlo recogiendo una pluma y haciéndola girar entre los
dedos de una manera muy nerviosa. —Estoy impaciente.
John sonríe, una jodida sonrisa blanca, rara. — ¿Qué estás comiendo?
— ¡Nada!
Él empieza a reír -un profundo y retumbante sonido que hace temblar la casa, algo
aún más raro que la sonrisa. Soy una puta broma.
—Jesse, toma el jodido control. ¿Cuántas horas has dormido? Te vez como una
mierda.
— Lo siento, me quejo, arrojando la pluma sobre el escritorio y deslizo mis manos
sobre mi cara áspera. — No he dormido.
— ¿Nada?
Revelo mi cara a John y él comienza señalando cuidadosamente.
—Hubiese dormido muy bien, si no hubieran arrastrado a mi chica lejos de mí.
— ¿Elizabeth?
— Si, la jodida Elizabeth, confirmo. Me recuesto en la silla y estiro los pies sobre el
escritorio, cerrando los ojos y jalando aire a mis pulmones. Mi corazón tiene un
maldito traqueteo y amenaza con salirse de mi agitado pecho.
—Jodido dolor de culo.
—Ella es su madre. John se ríe. —No puedes alejarla de su madre, aunque sé lo
mucho que te gustaría.
—Lo sé, admito, deseando poder hacerlo. Me gustaría poder hacer que todos
desaparezcan, tomar a Ava y alejarla de cualquier cosa que interfiera en nuestro
privado mundo de felicidad y contacto constante. Yo podría hacerlo. El Paraíso
viene a mi mente de inmediato, pero rápidamente hago caso omiso, dado el
potencial de lo que podría encontrar allí.

— ¿Qué hora es?


La Mansión Literaria
— Apenas las diez, dice John, cuando su teléfono empieza a gritar del bolsillo
interior. Él lo saca mientras se pone de pié y responde con un gruñido.
—En camino.
— ¿Quién?, pregunto.
—Nada de qué preocuparse, triste hijo de puta. contesta mientras camina hacia la
puerta.

—Hey, John, le llamo mientras pregunta con los ojos puestos en mí. — ¿Escribiste
tu discurso? Sonrío a medias, al pensar en ello y lo veo como mi padrino de bodas.
Él va a odiar cada momento. No me dice lo que quiero, solo demuestra sus nervios,
cualquier cosa que me haga sentir mejor. El pendejo.
Él asiente con la cabeza ligeramente y mete la mano al bolsillo.
— ¿Quieres escucharlo?
Mi sonrisa se ensancha.
—Va entonces. Me pongo cómodo, pero frunzo el ceño cuando veo que él saca
una nota de post-it.
Se pone su enorme puño en la boca y tose profundamente.
—Jesse Ward es realmente un jodido, jodido, jodido dolor en el culo. Felicidades,
Ava, te has llevado a un irracional cabeza de mierda.
Mi ceño se convierte en una mueca mientras se mete limpiamente su discurso al
bolsillo.
—Vete a la mierda, gruño recogiendo mi pluma y arrojándola al otro lado de mi
oficina. Expulsa un pequeño movimiento de su enorme mano y se ríe. Pero luego
su rostro se pone muy serio.
— ¿Un poco diferente de la última vez, eh?

La sola mención a mi oscuro pasado hace que mi corazón lata más rápido y se me
vaya a los pies más agitado que nunca.
— ¿Quieres decir, por qué no voy al pasillo y lucho? Pregunto mientras me dirijo a
la puerta, y decido otra carrera, es la única opción con Elizabeth haciéndole guardia
a mi chica. Paso por delante de John, que sabiamente se mueve para dejarme pasar
La Mansión Literaria
y correr por el pasillo, apareciendo en la sala de verano, y que apenas veo que luce
espectacular. Necesito un poco de aire.
— Cálmate, estúpido hijo de puta. El tono de John toma un toque de preocupación.
—Estoy bien, gruño, saliendo completamente antes de llegar a la entrada de
“La Mansión” y resistiendo el impulso de mirar por las escaleras. Escucho el grito
de nuestra organizadora de bodas, llamándome, pero yo mantengo mi ritmo, con
mis piernas como pistones golpeando el camino de grava.

El sol es cálido en mi cara, el aire del campo es fresco, pero mi maldita mente
todavía está corriendo inundada de recuerdos de mi doloroso pasado. Carmichael.
Beber. Lauren...Una hermosa niña rubia.
Me detengo deslizándome frente a un árbol y tiro hacia atrás el puño.
— ¡Mierda! Rujo ante el hecho de abstenerme de enterrar mi mano en el tronco del
árbol. Apoyo mi frente en la corteza y en la parte posterior de mis ojos hormiguean
viejas lágrimas.
Respiro. Respiro. Respiro.
La necesito cerca, ahora más que nunca.
—Mierda.

Acelero pasando muchos carros que se dirigen hacia “La Mansión”, algunos
miembros del personal estiran sus cuellos al ver que corro en la dirección opuesta,

ni siquiera los reconozco o les hago un movimiento de cabeza. Estoy centrado


firmemente hacia adelante, ahuyentando los pensamientos no deseados, mis
piernas me llevan tan rápido que casi no pueden sentir. Mi zigzag de un lado de la
calzada al otro, tratando de alargar el viaje que me llevará a las puertas, golpeando
y aplastando la grava con dureza bajo mis pies.

La bocina de un coche comienza un coro de bocinazos cortos y largos en la


distancia, y fuerzo mis ojos para ver que el Porsche de Sam se dirige hacia mí. No
reduzco la velocidad, pero él sí, hasta que llega frente a mí.
— ¡Mi Hombre! Ruidosamente pone marcha atrás para emparejarme.
La Mansión Literaria
— ¿Convirtiéndote en atleta? Se ríe moviendo los ojos entre el espejo retrovisor y
yo.
—No seas estúpido, le digo manteniendo mi velocidad.
—Ah, los malditos puntos de vista tradicionales de la suegra. Él golpea su cabeza
con un dedo.
—Jodido dolor en el culo, murmuro. Yo debería pisotear su remilgado culo. Pensé
que podía hacer esto, para apaciguar a Ava y su necesidad de tranquilizar a su
madre. Pero, joder, siento que mi corazón está a punto de detenerse o explotar.
Sam se ríe de nuevo y frena de golpe, levantando una nube de polvo antes retomar
su camino dando la espalda a “La Mansión”. Llego al final del camino de entrada
y giro a la derecha para completar tres vueltas a los jardines —cualquier cosa para
matar el jodido tiempo—. Casi nunca sudo cuando corro, pero mi camiseta está
empapada, así que me la quito, la tiro al suelo sin cuidado y continúo con mi
carrera, fraguando mi suicido por agotamiento. Tal vez dormiré durante la última
hora de esta tortuosa espera.

Estoy solamente en el punto medio de mi segunda vuelta, mi cuerpo empapado,


mis piernas entumecidas, cuando me rindo y empiezo a correr hacia “La
Mansión”.
Lo he intentado, lo he intentado tan jodidamente duro, pero tengo que verla. No
me puedo quitar el sonido de la aguda voz de Elizabeth tratando de convencer a
Ava de que espere un tiempo ó que reconsidere su decisión. Y eso me impulsa
como un loco de mierda.

Rápidamente subo los escalones de la entrada, casi tirando a Mario mientras lo


arrastro a través de las puertas.
—'¡Mamma mía! Se tambalea hacia atrás, gritando obscenidades en italiano y en
inglés mientras tomo los escalones de cuatro en cuatro.
— ¡Lo siento! Le digo, volando alrededor de la galería y aterrizando en la puerta de
la suite.
Voy a agarrar la manija, pero considero rápidamente la respuesta que voy a recibir
de su madre. Necesito jugar bien mis cartas. Así que toco lo más suavemente que
puedo, lo que no es suavemente en absoluto.
La Mansión Literaria
— ¡Solo un minuto! Elizabeth grita y confirmo su presencia.
La puerta se abre y sus ojos sobresalen inmediatamente. Y entonces ella grita,
haciendo que me tambalee un poco hacia atrás con mis orejas a punto de sangrar.

— ¡Puta madre, Elizabeth! Me tapo los oídos mientras ella grita algunas palabras de
pánico y luego cierra la puerta en mi cara.
Mis brazos caen y lo mismo ocurre con mi mandíbula.
— ¿Qué demonios? Tomo la manija y empujo todo mi peso contra ella, sabiendo
que ella está empujando desde el otro lado tratando de obstaculizar mis intentos
para poder entrar. Ella va a tratar en vano.
— ¡Abre la puerta, Elizabeth!
— ¡Jesse, tu y yo vamos a pelearnos si no haces lo que te digo!
— ¡No nos vamos a pelear, mamá, si me dejas entrar. Sonrío imaginando su cara
agria. No puedo evitarlo. Ella es maravillosa, pero sería aún mejor si se olvida de la
incesante necesidad de interferir y bloquearme de su hija.
— ¡Jesse Ward, no me llames mamá cuando solo tengo nueve años más que tú!
Ella resopla, recordándome con claridad que piensa que mi edad es un problema. Y
empuja con el codo con más fuerza contra la puerta.
— ¡Ahora vete! La verás dentro de media hora.
— ¡Ava! Le grito. Si oye que estoy aquí no va a ser capaz de resistirse a verme. Lo
sé. Puta madre de tradición.
— ¡Jesse, no! Elizabeth grita, con sorprendente fuerza ya que me mantiene a raya.
— ¡Oh no! Es de mala suerte, ¿qué no tienes respeto por la tradición, hombre
terco?'
— ¡Déjame entrar, Elizabeth!
— ¡No! Ella replica corto y agudo. Si tenía alguna duda de dónde viene la
terquedad de mi niña hermosa, no me lo preguntaré más.
— ¡Él no es...oh!..Jesse Ward!
Estoy firme pero cuidadoso, ya que supero su agarre y empuje de la puerta de la
suite, escaneo de inmediato el espacio para encontrar a mi ángel.
El mundo deja de girar por un momento mientras bebo de ella, como si fuese la
primera vez que la veo.
La Mansión Literaria

— ¡Bien! Elizabeth escupe. — ¡Ava, dile que se marche!


Los ojos de Ava se encuentran con los míos y hay una comprensión silenciosa entre
nosotros. Ella sabe lo que necesito. —Está bien, mamá. Sólo serán cinco minutos.'
Sonrío en mi interior, tratando de mantener el último pedacito de respeto que
tengo por Elizabeth, lo que me detiene de pasarle por encima antes de que nos
deje solos.
Kate se mueve. — ¡Vamos Elizabeth, unos pocos minutos no le harán daño.
— ¡Es una tradición! Ella grita de nuevo, mientras pasa por delante de mí, sus ojos
capturan la marca en mi pectoral. — ¿Qué es esa contusión en tu pecho?

Mis hombros se relajan mientras oigo cerrarse la puerta, pero estoy demasiado
ocupado perdiéndome en los ojos color chocolate de Ava para comprobar si
estamos realmente solos. Su mirada se desplaza por todo mi cuerpo sudoroso, casi
como si estuviera acordándose de cada plano, curva y músculo, antes de que su
mirada se reúna conmigo otra vez. Ahora tengo un recordatorio en mente.
—No quiero dejar de mirarte la cara. -Susurro.- Mi pene empieza a temblar
incesantemente imaginando el encaje. Sé lo que voy a ver si echo la mirada hacia
abajo. No me jodas, la confirmación hará que mis shorts salgan volando.

— ¿No?
— Veré encaje si miro a otra parte, ¿verdad?
Ella asiente con la cabeza.
— ¿Encaje blanco?
— Marfil.'
¡Oh Jesús, jodido Cristo!
— Y estás más alta, ¿llevas los tacones puestos?
Ella todavía no dice nada, simplemente confirma con esos guiños sutiles de su
exquisita cabeza.
Trato jodidamente duro, de recordarme a mí mismo que nos vamos a casar en sólo
media hora y ella está hermosa y maravillosa, no es que necesite toda esa basura
de cosméticos. Pero no puedo aguantar más y...
La Mansión Literaria
Jodido infierno.
Tomo una respiración profunda. Encaje. Montones y montones de encaje.

— ¿Acabas de pasar por encima de mi madre? Puedo escuchar la cruda y pura


lujuria en su voz, y me sorprende dirigiéndose hacia mí y quedando bien cerca de
mi pecho sudoroso con su encaje perfecto.
—Estaba en mi camino. Le hablo bajo, observando que ella llega a casa cuando sus
ojos chocolate miran mis labios.
—Es de mala suerte. Se supone que no debes verme antes de nuestra boda.
—Impídemelo. No puedo resistirme, no cuando la tengo tan cerca. Pongo mi boca
sobre la de ella, manteniendo mi cuerpo alejado. De lo contrario todo acabaría.
— Te he echado de menos.
— Solo han pasado doce horas.
— Demasiado tiempo. Perezosamente lamo sus labios amando su gemido y sus
brazos vuelan hacia mis bíceps, pero odiando el sabor persistente del alcohol.
— ¿Has bebido?
—Solo un sorbo. Ella no miente, sorprendiéndome. —No deberíamos hacer esto.
—No puedes tener este aspecto y decir cosas como esa, Ava. Presiono para un
beso completo sabiendo que no me lo negará. Y no lo hace. Nuestras lenguas se
encuentran y entran en un ritmo perfecto ondulando, retirándose, tentándose, cada
uno sintiendo la satisfacción con gemidos y quejidos continuos.
—Jesse, vamos a llegar tarde a nuestra boda.
—No me digas que deje de besarte, Ava. Mordisqueo su labio inferior y tiro
suavemente. —Nunca me digas que deje de besarte.
Caigo de rodillas llevándome a Ava conmigo, y paso un rato tranquilo sintiéndola,
preguntándome cómo un jodido pendejo como yo, puede ser bendecido con una
mujer tan maravillosa. Estoy increíblemente feliz, pero aterrado al mismo tiempo.
A ella todavía le falta mucho por saber, y soy un tonto al pensar que llevándola al
altar, hará que ella no se aleje.

Mis ojos se pasean lentamente a través de su estómago plano, pero ella en esta
ocasión no se da cuenta. Yo sé que ella sabe lo que he hecho, he sido deshonesto y
mentiroso...y ella todavía está aquí. Eso tiene que significar algo, ¿verdad? Entonces
La Mansión Literaria

¿por qué diablos no puedo hablar de ello? ¿Por qué no? Porque tengo miedo, es
por eso. No sé que jodidos haré de un momento a otro. Todo es desesperación.
Soy una verdadera mierda.
Busco sus ojos y lloro en mi interior por esta mujer que me ama tan
profundamente y me pregunto cómo puedo sentir tan profundamente también.
Estoy agradecido con el pasado, pero continúa siendo perplejo para ella.

— ¿Estás lista para hacer esto?


Su hermosa frente se surca por completo.
— ¿Me estás preguntando si todavía me quiero casar contigo?
— No, no tienes elección. Solo te pregunto si estás lista.
— ¿Y si te digo que no? Ella está jugando conmigo, su pequeña sonrisa me lo
confirma.
—No lo harás.
—Entonces, ¿por qué preguntas?
Mis hombros se levantan un poco.
—Estás nerviosa, no quiero que estés nerviosa. Esa es una petición ridícula después
de mi mañana alrededor de los jardines de “La Mansión”.
—Jesse, estoy nerviosa por el lugar en donde voy a casarme. Mi contención al tener
contacto disminuye con el recuerdo de sus reservas.
—Ava, lo tengo todo controlado. Te dije que no te preocuparas y no deberías
preocuparte, y punto.
—No puedo creer que me hayas convencido para hacer esto. Ella hace sonidos de
derrota, de duda y deja caer la cabeza y rompe nuestro contacto visual.
Sus palabras y acciones duelen. Yo quiero que tenga fe en mí, que nunca dude.
Sé que es un deseo absurdo, dado mis acciones y comportamiento desde que la
conocí. Estoy pidiendo demasiado de ella, sin embargo, eso no me impide
preguntarle.
Dirijo rápidamente su cara a la mía de nuevo, desesperado por verla y que me vea.
Para que vea cuánto la amo. Es mi única arma.
—Oye, detente, ordeno en voz baja.
—Lo siento.
La Mansión Literaria
—Ava, cielo, quiero que disfrutes de este día, no que te agobies por algo que no va
a pasar. Nunca. No se enterarán jamás, te lo prometo. He levantado barreras en la
sala común y me aseguré de que no haya ninguna evidencia que pueda sugerir lo
que pasa aquí. Su familia nunca lo sabrá.
Puedo ver que mis palabras han tenido un impacto visible porque ella se tumba,
mirándome un poco culpable, lo que me hace sentir como una mierda total. Ella no
tiene nada de qué sentirse culpable.
—Está bien. Dice ella con firmeza, con confianza, intensificando mi amor por ella
aún más.
No he hecho nada para merecer esta confianza.

Dejándola en el suelo, me voy a la cómoda y cojo una toalla antes de volver a


ponerme de rodillas delante de ella. Me quito un poco el sudor de la cara y el pelo
y con un golpe rápido me pongo la toalla sobre mi pecho sudoroso.

—Ven aquí. Tengo mis brazos abiertos y el amor en su falta de vacilación mientras
se sube a mi regazo y se instala en mi pecho.
— ¿Mejor? Aprieto con fuerza y su cuerpo se relaja al estar donde pertenece.
—Mucho mejor. Te amo mi Señor.
Me río, ver la felicidad a través de mi cuerpo cansado, me trae de vuelta a la vida
por completo.
—Pensé que era tu «Dios».
—Eso también.
—Tú eres mi seductora. O podrías ser mi Señora de La Mansión.
Ella me empuja y rápidamente se aleja de mí.
— ¡No voy a ser la señora de La Mansión del Sexo! Me río y la llevo de vuelta a mi
pecho, con mis manos en un frenesí de sentimientos, mi nariz inhalando
profundamente su dulce aroma.
—Lo que tú quieras, señorita.
—Solo seré tu señorita. Ella respira y seguimos el ritmo. —Estoy tan enamorada de
La Mansión Literaria
ti.
—Lo sé, Ava. Mi culpa se hincha.
—Necesito estar lista. Me voy a casar, ¿sabes?'
Estoy sonriendo de nuevo.
—¿De verdad? ¿Quién es el cabrón afortunado?
Se aparta de nuevo, me observa de cerca.
—Es un hombre controlador, neurótico e imposible. Su pequeña palma acaricia mi
áspera cara.
—Es muy guapo. Su voz baja y el dolor de mi ingle surge de nuevo.
—Este hombre me deja sin aliento sólo con tocarme y me folla hasta hacerme
delirar.
Me resisto a reñirle por su vocabulario, dispuesto a que me diga lo que tanto le
gusta de mí. Nada será mejor, excepto sus besos, lo que ella me hace, comenzando
por la barbilla y siguiendo su camino a mis labios.
—No puedo esperar a casarme con él. Deberías irte, para no tener que hacerlo
esperar.
— ¿Qué diría ese hombre si te pillara con otro? Siento su sonrisa.
— ¡Oh!, él probablemente primero lo castraría y a continuación le preguntaría si
prefiere que lo entierren o que lo incineren, ese tipo de cosas.
Finjo estar en shock.
—Suena posesivo. No me gustaría vérmelas con él.
—Mejor que no lo hagas. Te arrollaría. Sus hombros se encogen, preciosos,
haciéndome reír con deleite. Ella me conoce tan bien.
— ¿Feliz? Pregunta.
—No, estoy cagado de miedo. La llevo conmigo cuando me recargo. —Pero hoy
me siento valiente. Bésame.
Ella no me hace esperar y lo hace. Ella es todo para mí, lo que demuestra cuán

irresistible me encuentra. Decido que voy a ir mañana a la iglesia para dar gracias a
Dios por esta chica especial, especial.
La Mansión Literaria
— ¡Jesse Ward! Aparta tu sudoroso cuerpo de mi hija.
Pongo mis ojos en blanco ante el chillido familiar, mientras Ava bendice mis oídos
con sus risas, aún sofocando mi cara con sus labios. No la detengo. Su madre
puede esperar.
— ¡Ava!, ¡Vas a oler a sobaco! ¡Levántate! Tessa, ayúdame aquí, ¿quieres?
Las uñas de Ava se clavan en mis bíceps cuando su madre trata de separarla de mi.
Ella no se da por vencida fácilmente, mi pequeña seductora desafiante. Sonrío
como un tonto.
— ¡Mamá! Grita y lucha con sus manos. — ¡Para, me levanto!
— ¡Levántate, entonces! Te vas a casar dentro de media hora, tu pelo es un
desastre y han roto una tradición muy antigua, rodando por el suelo con el futuro
marido. ¡Tessa, dile!
Nuestra aterradora organizadora de bodas camina hacia adelante y me envía una
mirada de desaprobación, mezclada con un poco de lujuria.
— Si, vamos Ava.
— Está bien, está bien. Ava finalmente cede, levantándose y dejándome tirado en el
suelo.
— ¡Oh, mírate! Elizabeth comienza a picar y empujar a mi chica mientras ella me
mira, con sus ojos cafés brillantes, sus exuberantes labios curvados con malicia.
Me levanto con los codos queriendo dar una mejor vista.
— Son un par de niños. Entonces sus ojos se endurecen, lo que me reduce un poco.
— ¡Fuera!
—Está bien. Cedo antes de destruir la relación con mi futura suegra, sonriendo
cuando veo a Ava lanzar una mirada de advertencia a nuestra organizadora de
bodas que está prácticamente babeando por todo mi cuerpo. Joder, amo lo
posesiva que es mi novia.
—Voy a cuidar del novio. Dice Tessa espantándome hacia la puerta. —Jesse, vamos.
Algo me llama la atención, o mejor dicho, algo no lo hace.
—Espera. Mi mano registra el hueco de la garganta de Ava.
— ¿Dónde está el diamante?
— ¡Mierda! Su pánico se manifiesta, su mano tienta cuidadosamente por todo su
pecho desnudo, donde el diamante descansó alguna vez.
La Mansión Literaria
— ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Mamá!
Pude aceptar una maldición, pero ¿cuatro?
— ¡Ava! ¡Por favor cuida tu lenguaje!
—No se asusten. Elizabeth está de rodillas en un segundo, tentando alrededor de la
alfombra mientras mis ojos se mueven por todo el lugar, buscando el diamante.
— ¡Aquí está! Tessa lo recupera y cuelga en el aire, observándolo con placer. Lo
tomo con más dureza de lo que quiero, arrancándolo de su agarre.
— Date la vuelta, ordeno. Ava se gira y rápidamente lo fijo firmemente alrededor
de su cuello.
'

—No. No puedo evitar saborear su cuello. Mis caderas la empujan de forma


automática. ¡Cojones! No debería haber hecho eso. Soy un puto masoquista.
Elizabeth bloquea mi momento.
— ¡Eso les enseñará a no retozar en el suelo. Ahora, fuera! Me aprovecho pero
pienso que es mejor pisotearla, pero sonrío cuando Ava descaradamente hace olas
y reverencias. Veinte minutos -tengo veinte minutos para ducharme, afeitarme,
vestirme y bajar a la sala de verano a esperar a mi niña hermosa.
Y, Puta, no puedo esperar.

Me empujan fuera antes de que la puerta se cierre detrás de mí, y paseo por el
pasillo, sonriendo como si me acabara de ganar la lotería y descubrir la fórmula de
la eterna juventud a la vez.
Entro a mi suite y escucho el timbre de mi teléfono móvil. Todavía estoy sonriendo
mientras recojo mi teléfono y miro la pantalla.
Mi sonrisa se desvanece inmediatamente.
Rechazar, eso es lo que debería hacer, pero no quiero enemistarme con ella, sobre
todo hoy. Me bloqueo durante unos segundos, apretando los dientes. Por el amor
de Dios. Contesto. — ¿Coral?
—Pensé que no contestarías.
— ¿Entonces para qué llamas? Sueno cortante y no me importa. Pero no puedo
arriesgarme por su culo delirante y trastornar a Ava. Respiro profundamente y
camino hacia el baño.
La Mansión Literaria
—No es demasiado tarde, ¿sabes? Ella se está agarrando a un clavo ardiendo
nuevamente.
No sé cuántas veces puedo decir lo mismo con diferentes palabras.
—Coral, hazte un favor y sigue adelante. Doy un golpecito rápido en la ducha.
—No puedo.
Pongo mis ojos en blanco, pero ella continúa antes de que pueda seguir adelante.
Estoy perdiendo la paciencia.
— ¿Puedo quedarme en La Mansión?
— ¿Qué? Pregunto abruptamente.
— No tengo a donde ir, Jesse. Mi marido me ha echado. ¡No tengo nada!
Tú accediste a ayudarme.
Casi me pongo a reír.
— ¡De ninguna manera! Joder, Coral. Debes tener familia. Ve con ellos.
— ¡Pero dijiste que me ayudarías! Esto es tú culpa. Sus palabras y su tono acusador,
pinchan mi mal genio.
— ¿Cómo diablos es mi culpa? Lo pusiste en la solicitud se cumplió. Nunca estuve
de acuerdo con nada más.
—Pero tú tomaste lo que te ofrecí todas esas veces.
—Yo estaba molesto. Le machaco las palabras lentamente, tirando de una toalla del
estante.
—Estoy enamorado de Ava, Coral. Este es el jodido día de mi boda.
—No me voy a dar por vencida, Jesse. Sé que sientes algo por mí.
— ¡Tienes razón! Grito. —Tengo sentimientos por ti. ¡Siento que te quiero aplastar!

—No hay necesidad de eso.


—Escúchame. Estoy empezando a temblar, mi estado anterior de satisfacción se ha
ido de largo. —Hay una mujer en una habitación al final del pasillo que tiene mi
corazón. Ella es mi dueña, Coral. No puedo pensar más allá que en su cara y en el
sonido de su voz. Ella consume hasta la última gota de mi espacio de pensamiento,
incluso cuando tengo tu voz en mi oído lloriqueando. No hay una puta persona en
la tierra de Dios que alguna vez podría romper o influir en lo que siento por ella, y
menos por ti. Respiro profundo. —Yo ya no te veo, Coral. No veo a nadie, excepto a
La Mansión Literaria
ella y en veinte minutos lo haré oficial ante los ojos de Dios. Lo único que nos
puede separar es la muerte, ¿me escuchas?

Ella no dice nada, pero oigo un lloriqueo bajo. Ni siquiera me siento culpable.
No siento nada, salvo la necesidad de reunirme con mi amor. Cuelgo. No tengo
tiempo para esto y desde luego, no voy a hacer esperar a mi ángel.
Me ducho y afeito en quince minutos exactos. Me pongo el traje y me lanzo hacia
la puerta.
Pero pienso en algo.
La solución perfecta.
Ya que hemos estado separados demasiado. Ya no. Ella no saldrá de mi vista el
resto del día. Contacto constante.
Agarro las esposas y salgo de la habitación para ir a buscar a mi chica.

También podría gustarte