OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
Fuente: www.noticias3d.com
Introducción:
La vida de los productos que compramos es corta. Lo es si tenemos en
cuenta los recursos que se han invertido en su elaboración y el costoso
marketing empresarial que nos ha inducido a su compra. ¿Quién no tiene
un aparato que, al cabo de poco de adquirirlo, ya parece desfasado? La
insistencia de la publicidad en que eso que acabamos de comprar ya no
sirve nos plantea una serie de dudas: ¿hasta qué punto es necesario un
cambio de tecnología con tan poco margen de tiempo? ¿Realmente los
productos que compramos envejecen tan pronto?
Si nos paramos a pensar un poco, lo que compramos tiene una vida cada
vez más corta. ¿Cuántas veces hemos oído aquello de que “las cosas de
ahora no son como las de antes”? Eso está basado en hechos reales:
muchos de los productos que adquirimos, sobre todo los tecnológicos,
están concebidos para que su vida sea corta. A esta planificación, que se
desarrolla desde la concepción del producto hasta su deshecho, se le llama
obsolescencia programada.
Fabricados para que no duren mucho
Éste es un término que existe desde hace mucho tiempo, pero que se ha
dado a conocer en los últimos años como una realidad escalofriante.
Muchas veces se ha argüido que la obsolescencia programada era una
leyenda urbana, que no era cierta. Pero no hay que ser un lince para darse
cuenta de la realidad: los productos que compramos tienen una vida útil
premeditada en su gran mayoría, y el sector que más acusa esta
planificación previa es precisamente el tecnológico.
La carrera imparable de los diferentes productos que pueblan escaparates
y estanterías obedecen, por un lado, al rápido avance de la tecnología,
pero, por otro, a la necesidad de la industria de vender productos nuevos
como si fueran grandes saltos tecnológicos, cuando muchas veces no lo
son.
En este artículo vamos a hablar de este fenómeno, y analizaremos sus
elementos, hablando del concepto mismo de obsolescencia programada y
cómo ésta se ve y se entiende en la sociedad actual, todo ello adaptado al
sector de la informática, que es el que nos interesa. Os recomiendo el
visionado del reportaje “comprar, tirar, comprar”, emitido por TVE y que ha
sido la inspiración a la hora de realizar este artículo, además de la
experiencia personal y compartida durante muchos años como
consumidor.
El origen de la obsolescencia programada:
Sin ánimo de resultar aburrido, investiguemos brevemente de dónde surge
la idea de obsolescencia programada. Como cualquier fenómeno que se
precie suele tener un pasado que se remonta años atrás, en este caso en el
período entre 1920 y 1930. Y todo por una bombilla, una que había sido
diseñada para durar mucho, en concreto 2.500 horas. Fue ideada en 1924,
y ante ese hecho se planteó una pregunta: cuando los consumidores
tuviesen bombillas de larga duración, ¿qué comprarían? Un artículo en una
influyente revista sentenciaba que algo que no se estropeara era una
verdadera tragedia para los negocios.
Un lobby llamado Phoebus presionó para que la vida de las bombillas fuera
más corta, y así poder vender más unidades. De hecho, en los años cuarenta
se limitó su vida útil a 1.000 horas, y aunque esta práctica se revocó en una
sentencia judicial en 1953, lo cierto es que de nada sirvió porque desde
entonces se ha venido sucediendo sin remedio. Ése es el punto de inicio de
la obsolescencia programada: un lobby que presiona para que la vida de los
productos sea deliberadamente más breve, y así poder vender de forma
continuada. Se controla la concepción, el diseño y la producción para un fin:
menos vida para el producto, lo que incentiva el consumo.
¡Una novedad! ¡¡Viva!!
La obsolescencia programada surgía en una época en la que se pensaba
que los recursos naturales eran ilimitados, y que el planeta podía seguir
absorbiendo el constante impacto en la fabricación y en el descarte
posterior de los productos inservibles de forma indefinida. Con el tiempo,
ha quedado claro que sólo tenemos un planeta, que los niveles de
producción de las fábricas son insostenibles, y que la generación de
residuos es, a día de hoy, un problema de dimensiones mayúsculas.
Inventar, incentivar y mantener la obsolescencia programada se convirtió,
desde los años treinta, en algo habitual. Porque ya no sólo se trataba de
controlar los procesos de fabricación para reducir la vida útil de los
productos, sino de seducir a los consumidores para que los compraran
incluso si no les hacían falta. ¿Y de qué forma podían hacer esto? Pues con
grandes campañas de marketing, intentando convencer al usuario final de
que compraran un nuevo producto antes de que el que ya tenían fuera
realmente inservible. Es otro tipo de obsolescencia programada, pero que
va dirigida directamente al consumidor.
Donde más se nota este fenómeno es, como ya hemos adelantado, en el
sector tecnológico. No en pocas ocasiones nos hemos encontrado con
opiniones directas de los servicios técnicos que nos recomendaban
comprar una impresora, un reproductor MP3 o un DVD nuevo en lugar de
reparar el que enviábamos al SAT bajo la premisa “sale más a cuenta uno
nuevo que liarse en reparaciones”. Esto se ha acentuado con el paso de los
años, y actualmente se considera un hecho de lo más habitual. ¿Para qué
liarse en arreglar nada si, por mucho menos, tenemos un aparato nuevo, de
última hornada, y probablemente mejor que el que mandamos reparar?
Ante eso, el consumidor pocos argumentos puede tener en contra.
Estuve trabajando en un servicio técnico durante un tiempo, y realmente
la solución más fácil era el cambio del producto estropeado por uno nuevo.
Al final, el SAT (SERVICIO ASISTENCIA TÉCNICA) quedaba como un lugar
para tramitar los RMA*, y sólo se reparaban las cosas más evidentes, ya que
en pocas ocasiones se disponía del instrumental y el material adecuado
para reparar el estropicio en cuestión. Es algo de lo más natural, y ya no
paramos a pensar en que el producto que se descarta muy probablemente
se tire a la basura. Sólo cabe cruzar los dedos para que se recicle
correctamente.
*RMA (Return Merchandise Authorization) - Autorización de
devolución de mercancía: El Fabricante proporcionará un RMA, que
autoriza la devolución del equipo, siempre que se haya facilitado la
información básica al equipo de soporte técnico y se haya comunicado
también cualquier prueba solicitada