OSBGT62
OSBGT62
2º Bach. Inmunología
62.3.2. Linfocitos T.
62.3.3 Linfocitos B
62.5.3. Autoinmunidad
62.5.4. Inmunideficiencia
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En 1789, Jenner publicó sus observaciones de cómo la "vacunación" protegía contra la viruela sin los
riesgos de la variolización. Se basaba en la utilización de la vaccinia (viruela bovina), enfermedad leve que
presentaban los campesinos ingleses que trataban con ganado vacuno y que resultaban inmunes a las
infecciones de viruela. Aunque aceptado con reticencias, en poco tiempo la vacunación sustituyó
totalmente a la variolización.
Casi un siglo después, las aportaciones de Louis Pasteur en el campo de la Inmunología marcan
prácticamente el nacimiento de esta rama de la ciencia como tal. Pasteur encontró que algunos procesos
marcaban de forma importante la capacidad infecciosa de los microbios, de los que también se le considera
descubridor. En 1880 observó que un cultivo de cólera aviar había perdido su capacidad infecciosa. Si
posteriormente se inoculaban a las gallinas bacterias activas, se observaba que éstas se encontraban
inmunizadas contra la enfermedad. Pasteur, en honor a Jenner, utilizó el término de vacunación para
nombrar este fenómeno.
Un año después, Pasteur también comprobó que con el calor se atenuaba la acción patógena de los
bacilos del antrax, con los que inmunizó a ovejas, vacas y cabras. En 1885 salvó la vida de un niño que
había sido mordido por un perro rabioso, al que inocula extractos secos de médula espinal de animales
rabiosos. Aprobado por la Academia de Ciencias, se aplicó con éxito, desde entonces, a las personas que
padecían la enfermedad.
El bacteriólogo español Jaime Ferrán y sus colaboradores (Valencia, 1885), aplicaron la vacuna
anticolérica utilizando gérmenes vivos en lugar de gérmenes atenuados (Koch ya había demostrado que la
bacteria del cólera producía inmunidad, una vez superada la infección). Tan convencido estaba de la
utilidad de su vacuna de microbios vivos, que se la inoculó a él mismo y a su familia y colaboradores, sin
observar ningún efecto
En 1890 Von Bëhring y Kitasato (Instituto Koch de Berlín) descubren el suero antitetánico (a las
antitoxinas se les llamó anticuerpos). Von Bëhring extendió sus estudios a la toxina diftérica.
Buchner, Pfeiffer y Bordet de 1893 a 1895, por separado descubrieron que en los sueros inmunes con
actividad bacteriana existían dos elementos, uno termolábil (complemento) y otro termoestable y específico
para la bacteria con la que se había obtenido el antisuero y en que se hallaban los anticuerpos.
El alemán Paul Ehrlich (Nobel en 1908) postuló su teoría sobre la formación de anticuerpos y observó el
carácter hereditario de la inmunidad.
El ruso Elie Metchnikoff propuso que la actividad de las células móviles, linfoides, participaban en la
inmunidad. Inició lo que sería la gran polémica de las teorías humoral y celular.
La mayor parte de los actuales investigadores se encuentran habitualmente en una de estas dos líneas, ya
sea estudiando los factores solubles con actividad inmunológica, o las células que producen estos
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factores. Esta frontera nos parece artificial, ya que los fenómenos inmunológicos exigen tanto elementos
solubles como elementos celulares.
El medio ácido del estómago, vagina y, en, menor grado, en la piel inhibe el crecimiento de patógenos en
estas localizaciones.
La flora bacteriana autóctona (piel, intestino grueso) es responsable de ciertos tipos de infecciones (caries,
infecciones oportunistas) cuando descienden las defensas del organismo. Pero, pese a esto, constituyen
una eficaz barrera defensiva mediante la secreción de sustancias de carácter antibiótico que impiden el
asentamiento de otras bacterias.
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la fagocitosis puede activarse mediante mecanismos inmunológicos que se explican después.
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conjunto de células que eliminan la infección y regeneran los tejidos dañados; para ello liberan interleucina
1 (IL1), que se comporta como un mensajero inmunitario y ejerce su acción sobre la totalidad del
organismo 2.
El sistema del complemento (Ver apartado 62.4.2., página 7) también constituye una defensa inespecífica.
a) Respuesta celular, mediante los linfocitos T, que destruyen los microorganismos portadores de
dichos antígeno, y las células propias en el caso de estar infectadas por ellos (sobre todo si la
infección es vírica).
Las defensas específicas tiene capacidad de memorización del antígeno. No sólo induce una respuesta
específica inmediata, sino que elabora una "memoria" que le permite reconocer al antígeno en el supuesto
de una invasión posterior, lo que permite una acción rápida e intensa que garantiza la protección del
organismo, impidiendo la proliferación de los gérmenes.
TIMO
Es un orgánulo linfoide aplanado que se localiza en la parte alta del mediastino anterior y parte baja del
cuello. Es más activo durante la infancia, tras la que va sufriendo una lenta involución.
2
La IL1 actúa sobre el hipotálamo y produce fiebre que activa a los leucocitos y disminuye la cantidad de
Fe en la sangre, elemento indispensable para el crecimiento bacteriano.
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Su estructura es esponjosa con multitud de espacios interconectados ocupados por linfocitos T, donde
se diferencian y terminan de madurar, produciendo dos tipos (T auxiliares o helpers (Ta o T4) y Tc o T8
citotóxicos-supresores). Otras funciones que desempeñan son las de: desarrollo de autotolerancia
inmunológica, secreción de hormonas y factores solubles para la maduración de los linfocitos y de otros
órganos linfoides (timulina, timopoyetina, etc.), hematopoyesis durante el desarrollo fetal, etc.
GANGLIOS LINFÁTICOS
La mayoría de los linfocitos se localizan en estas pequeñas estructuras encapsuladas con forma de
habichuela, que se sitúan a lo largo de los vasos linfáticos. estos ganglios se agrupan en las zonas donde
se agrupan vasos linfáticos (troncos), como en el cuello, axila, región púbica, hilios pulmonares, etc. La
estructura del ganglio favorece el contacto entre la linfa y las células linfoides.
Entre las células que los componen están: linfocitos procedentes de la médula ósea roja, células
inmunológicas accesorias (macrófagos y otras células capaces de presentar antígenos), células del
estroma (endotelios de los vasos, fibroblastos, etc.). Entre sus actividades destacan:
A lo largo de todo el tubo digestivo aparece tejido linfoide difuso o como acúmulos grandes no
encapsulados (amígdalas y placas intestinales de Peyer); también los podemos encontrar en el tracto
genitourinario y en el árbol traqueobronqial. Los acúmulos grandes son anatómica y funcionalmente
parecidos a los ganglios linfáticos. La cantidad de tejido linfoide asociado a mucosas es máxima en la
infancia y sufre atrofia progresiva en los adultos.
La mayoría de los linfocitos que aparecen de modo difuso en el árbol respiratorio y en el intestino suelen
ser B; los del intestino delgado y grueso son casi exclusivamente de la estirpe T citotóxico-supresor.
Las placas de Peyer son grandes acúmulos linfoides que se encuentran dispersos en la mucosa del
intestino delgado proyectándose hacia la luz a modo de cúpula. Sus centros germinales contienen
linfocitos B, y entre los centros germinales se localizan los linfocitos T.
BAZO
Es un gran órgano linfoide situado en el cuadrante superior izquierdo del abdomen; recibe un gran aporte
sanguíneo (arteria esplénica), y drena su sangre (vena esplénica) hasta el sistema portahepático. Sus
funciones son:
• Elaboración de respuesta inmune ante antígenos transportados en la sangre.
• Retirada de las partículas y células sanguíneas viejas o alteradas, sobre todo de eritrocitos.
• Función hematopoyética en el feto.
Se puede considerar al bazo análogo a un ganglio linfático, pero con la circulación sanguínea sustituyendo
a la linfática. La estructura del bazo favorece el contacto entre la sangre y las células inmunológicamente
activas. Los acumúlos de tejido linfoide esplénico (pulpa blanca) constituye entre un 5 y un 20 % de toda
la masa esplénica (el resto el pulpa roja). Los acumúlos de linfocitos T se localizan entorno a las arteriolas,
mientras que los folículos constituidos por células B se sitúan también próximas a las arteriolas pero sin
adoptar forma de vaina.
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62.3.2. Linfocitos T.
Como ya hemos señalado antes, sus células precursoras, aunque proceden de la médula ósea roja,
maduran en el timo. Se localizan tanto en el torrente sanguíneo y linfático como en los ganglios linfáticos.
Poseen numerosos receptores en su superficie que reconocen específicamente a los antígenos y las
proteínas CMH (complejo mayor o antígenos de histocompatibilidad)3.
Existen dos tipos de linfocitos T: los auxiliares o de ayuda (Ta o T4), los citotóxicos (Tc o T8) y los
linfocitos T de hipersensibilidad retardada.
Los Linfocitos Ta son activados cuando contactan simultáneamente con el antígeno y una proteína CMH
de la clase II presentes en la superficie de los macrófagos. Al mismo tiempo, el linfocito Ta toma contacto
con otra proteína (B7) producida por los macrófagos que han contactado con el antígeno. Si no se produce
este segundo contacto, la célula T permanece inactiva. Como consecuencia de su actividad:
a) Los linfocitos Ta así activados se multiplican4 y sintetizan mensajeros que estimulan la acción de las
células inmunitarias que han contactado con el mismo antígeno (macrófagos y otros fagocitos)
haciendo más eficaz la fagocitosis (opsonización).
Los linfocitos Ta actúan primero y, por tanto, son los responsables de la respuesta inmunitaria, aunque
no se activan hasta que, por ejemplo, un macrófago "les muestra" el antígeno procedente del agente
infeccioso. El macrófago, tras fagocitar el germen, dispone de sus fragmentos con actividad antigénica
sobre la superficie de su membrana, junto a sus CMH II.
b) Estimulan la proliferación y fabricación de anticuerpos por parte de los linfocitos B específicos para el
antígeno reconocido. Esta acción se lleva a cabo mediante la secreción, por parte del linfocito Ta, de
linfocinas que regulan la proliferación de linfocitos B y su transformación en células plasmáticas.
c) Estimulan la proliferación y acción de los linfocitos Tc mediante la secreción de interleucinas (IL 2).
La función de los linfocitos Tc es unirse a las células del organismo portadoras del mismo antígeno y
proteína CMH de tipo I que a ellos les ha estimulado (las células que han sido invadidas por bacterias o
virus) y destruirlas, al tiempo que también toma contacto con la proteína B7, consiguiendo así paralizar la
proliferación de los microorganismos. Esta acción consiste en la liberación de citoninas que producen la
muerte celular, e interferón que estimula la lucha contra las células infectadas de virus. El interferón
también puede ser sintetizado por células no inmunitarias que padecen una infección vírica, generando en
las células vecinas una resistencia contra dicha infección.
Existe otro grupo de linfocitos "asesinos", denominados células NK (Natural Killer), cuya actividad
citotóxica es menos específica, pues no precisan de la cooperación con los macrófagos ni reconocen
proteínas CMH; suelen actuar preferentemente sobre células tumorales y otras células infectadas por
agentes no víricos. Para algunos son los propios linfocitos Tc
Representan las defensas naturales contra el cáncer y, al igual que los fagocitos, resultan más eficaces
sobre las células cuya superficie está marcada con anticuerpos.
3
Proteínas de la membrana celular propias de cada individuo y de cada tejido. Son los antígenos
responsables de los rechazos. Las CMH del tipo II sólo están presentes en la superficie de las células
inmunitarias; las CMH del tipo I están presentes en todas las células del organismo
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clon de linfocitos Ta o helpers
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62.3.3 Linfocitos B
Como ya sabemos también se forman en la médula ósea roja y maduran en órganos diferentes del timo.
Según la hipótesis de la selección clonal (Jerne, Lederberg y McFarlane), los linfocitos B constituyen una
población de células formadas por clones diferentes, cada uno de los cuales tiene en su membrana un
receptor antigénico distinto, de manera que el antígeno se une con el clon de linfocitos que presente en su
membrana el receptor adecuado; esta unión los sensibiliza y capacita para responder a la señales de la
interleucina 2 (IL 2) y otras IL producidas por los linfocitos Ta, que inducen la proliferación y diferencian
en células plasmáticas productoras de anticuerpos.
Los receptores de los linfocitos B son moléculas de inmunoglobulinas de superficie, y los anticuerpos son
moléculas de idéntica estructura, excepto en un pequeño fragmento terminal (aminoácidos hidrófobos), del
que carecen los anticuerpos circulantes. Estos aminoácidos son los que sirven de unión con los lípidos de
la membrana.
Las células plasmáticas, que se forman en los órganos linfoides y abundan en el plasma intersticial,
comienzan a segregar anticuerpos específicos contra el antígeno reconocido. La producción de
anticuerpos cesa cuando las células plasmáticas dejan de recibir el mensajero de inmunidad (IL) que
induce dicha producción. Algunos autores asocian la interrupción de la producción de anticuerpos a la
acción de los linfocitos T supresores.
La mayoría de las proteínas tienen carácter antigénico, éste lo pierden si se desnaturalizan. Sus
determinantes antigénicos suelen ser cuatro o cinco aminoácidos.
Aunque no abundan los antígenos de naturaleza glucídica (polisacáridos de la cápsula de algunos
neumococos), de la combinación de polisacáridos y proteínas son los isoantígenos de los grupos
sanguíneos (ABO), de alto poder antigénico.
Algunos heterolípidos de ciertos tejidos (cerebrósidos y gagliósidos) y de los glóbulos rojos poseen
poder antigénico.
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es que la reacción antígeno - anticuerpo da origen a una malla tridimensional proteica insoluble, que
precipita y se degrada metabólicamente.
CLASES: Inmunoglobulina G, A, M, D y E.
Existen cinco tipo de inmunoglobulina (Ig), conocidas con las iniciales G, A, M, D y E. Las más
representativas son las Ig G. Las otras cuatro son semejantes; la A y la M son oligómeros, en los que la
estructura fundamental se repite varias veces.
Las Ig G constan de cuatro cadenas polipeptídicas, iguales dos a dos; dos cadenas ligeras (L) y dos
pesadas (H), es decir L2H2. A diferencia de otras proteínas con estructura cuaternaria, en las Ig las uniones
entre las distintas cadenas incluyen siempre puentes disulfuro, lo que proporciona a las moléculas una
especial resistencia a la disociación. En las cadenas ligeras se distinguen dos dominios o zonas globulares,
y, en las pesadas, cuatro. Como cada dominio tiene una masa molecular de unos 12'5 kdal, las cadenas
ligeras tienen una masa de 25 kdal, y las pesadas, de 50 kdal (la masa total de la Ig G es de 150 kdal).
Los dominios situados en la región N-terminal, tanto en la cadena ligera (Vl) como en la pesada (Vh),
constituyen el centro activo de la Ig, que le permite reconocer y enlazar un antígeno específico. Estos
dominios N-terminales presentan una gran variabilidad estructural (región variable), lo que permite hacer
frente a la inmensa cantidad de posibles antígenos. El resto de la mo lécula presenta escasa variabilidad
(región constante). En la región constante de las cadenas pesadas hay un grupo prostético de
oligosacárido.
Las regiones variables (Vl y Vh) comprenden la mitad de las cadenas ligeras (Vl) y la cuarta parte de las
pesadas (Vh), y se localizan en la parte superior de la Y; pero además, dentro de cada región variable
existen ciertas zonas (hipervaribles), cuya capacidad de modificación de las secuencias de aminoácidos
determina la enorme diversidad de anticuerpos. Como ya dijimos estos extremos hipervariables
constituyen los centros, de los que cada molécula de Ig G posee dos.
La región constante también pertenece a la mitad de la cadena ligera (Cl) así como a las tres cuartas partes
de la cadena pesada (Ch), formando el pie de la Y. Es la zona de la molécula que dirige su actividad
biológica, es decir, regula las funciones que desempeñan las IG dentro del sistema inmunitario, entre las
que destacan las siguientes:
• Ig G. Es un monómero cuya cadena pesada es de tipo γ (forma de Y). Es la más abundante; aparece tras
las Ig M en la respuesta humoral y permanece aún cuando ha desaparecido el antígeno. Atraviesa la
placenta y proporciona defensas al recién nacido en las primeras semanas, neutraliza las toxinas, fija el
complemento y opsoniza los microorganismos patógenos. Antibacterianas y antivirales.
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• Ig D. Monómeros (una Y) con cadena tipo δ. Permanecen unidas a la membrana de los linfocitos B,
donde probablemente desempeñan la función de receptores antigénicos, junto con las Ig M. Su
función no es bien conocida.
(OPCIONAL)
Si el sistema fuera un gen = anticuerpo, no habría espacio en el genoma humano para acoger a todos
los genes que codifican los distintos anticuerpos posibles. Las experiencias del japonés Susumu
Tonegawa (premio Nobel 1987) del Instituto de Inmunología de Basilea, condujeron a la descripción
del proceso mediante el cual el sistema inmunitario produce tantos tipos de anticuerpos.
Los genes que codifican los anticuerpos pertenecen a cuatro familias de minigenes: 100 tipos de genes
V (variables), 12 genes D (diversidad) y 4 genes J (unión) y genes constantes C que afectan a la función
del anticuerpo pero no a su afinidad antigénica. Durante el desarrollo de una célula B, un miembro de
cada uno de los conjuntos de minigenes salta de su posición original y se liga a otro hasta formar un
gen V-D-J-C completo, pudiéndose ensamblar en muchos millones de maneras diferentes.
Tonegawa comparó la secuencia de nucleótidos de los linfocitos maduros con los de células
embrionales y demostró que los segmentos que codifican las regiones variables de una molécula de
anticuerpos se han movido en realidad a un nuevo lugar durante la diferenciación de un linfocito. Esta
es la primera diferencia con los genes comunes, mientras que los genes que van a codificar la mayoría
de las proteínas de un organismo adulto se encuentran ya en el óvulo fecundado, los minigenes se
organizan en los núcleos celulares de los linfocitos B ante el estímulo de un determinado antígeno. Se
calcula que estas posibles combinaciones, en el ser humano, son unos 18.000 millones.
En la vida extrauterina (infantil y adulta) cada linfocito lleva adheridas a su superficie algunas moléculas de
su Ig específica. En contacto con el antígeno adecuado, se forma una malla antígeno-anticuerpo en la
membrana del linfocito, dando lugar al llamado casquete. El linfocito fagocita el casquete y "rejuvenece"
transformándose en inmunoblasto. Esta célula se multiplica, originando toda una descendencia de células
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idénticas (un clon de células), que sintetizan grandes cantidades de la misma Ig. Este clon no desaparece,
sino que persiste durante toda la vida del individuo. Un segundo contacto con el mismo antígeno induce
una respuesta mayor y más rápida (memoria inmunitaria).
Finalmente, señalaremos que un antígeno no suele estimular un solo linfocito, sino a varios, con lo que se
forman varias Ig distintas, todas ellas capaces de reaccionar con el antígeno, de manera parecida pero no
idéntica.
El primer contacto con el antígeno provoca la respuesta primaria; tras la inoculación o primer contacto con
el antígeno se observa un periodo de latencia (de dos a tres días), en el cual no hay producción de
anticuerpos; una fase de crecimiento rápido en la producción de anticuerpos hasta alcanzar un máximo y
un periodo de decrecimiento. Un nuevo contacto con el mismo antígeno da lugar a la respuesta
secundaria. En este caso, el tiempo de latencia es mínimo, el crecimiento es mayor y el decrecimiento es
más sostenido.
Las tres características fundamentales del sistema inmunitario: memoria, especificidad y reconocimiento de
lo no propio se ponen de manifiesto en la respuesta humoral. El primer contacto con el antígeno da lugar a
una respuesta primaria, por lo general insuficiente para impedir la infección, pero en la cual se imprime la
"memoria". Si al cabo de un tiempo se produce un segundo contacto con el mismo antígeno, tiene lugar la
respuesta secundaria, y la cantidad de anticuerpos liberada a la sangre es tan elevada que impide la
infección.
Hay casos en los que cuando los anticuerpos, unidos al complemento, se unen a los determinantes
antigénicos de bacterias y demás gérmenes, éstos quedan opsonizados, es decir recubiertos de
anticuerpos y listos para ser engullidos por fagocitosis por los macrófagos y neutrófilos; además
estimulan la secreción por los fagocitos de peróxidos y otros productos tóxicos que contribuyen a la
destrucción de los microorganismos opsonizados.
Como dijimos (ver página7) Cuando el complemento se une al anticuerpo también puede producir la lisis de
las células infecciosas.
Algunos anticuerpos neutralizan los efectos nocivos de las toxinas segregadas por algunas bacterias, en
cuyo caso se comportan como antitoxinas que provocan la precipitación de las toxinas (en general, de
cualquier antígeno soluble), y el precipitado se elimina por filtración renal o bien es fagocitado por un
macrófago.
En otros casos, los anticuerpos establecen uniones con los antígenos de superficie de diferentes células y
producen aglutinación, como sucede con las hemoglutininas liberadas contra los eritrocitos de otro grupo
sanguíneo. Un anticuerpo puede unirse a la vez a dos antígenos, asimismo, cada antígeno puede unirse a
varios anticuerpos formando un entramado de complejos antígeno-anticuerpo.
(OPCIONAL)
La exquisita afinidad de los anticuerpos por sus antígenos respectivos ha permitido desarrollar un
método analítico extraordinariamente sensible y específico: el radioinmunoensayo (RIA). Mediante
esta técnica se pueden determinar sustancias bioquímicas en concentraciones ínfimas, sin ninguna
purificación previa, por ejemplo en suero o en orina. La sustancia que se pretende determinar se
inocula a un cobaya, para que actúe en él como antígeno y a sí obtener los anticuerpos específicos (Ig),
también se requiere disponer de la sustancia a medir marcada radiactivamente.
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Hay especies que no pueden ser infectadas por determinados microorganismos que producen
enfermedades en otras especies; así, por ejemplo, el hombre no puede padecer algunas enfermedades
propias de animales (peste porcina, peste aviar, etc.).
En otras ocasiones una raza no padece enfermedades propias de otras razas (la raza blanca es más
suceptible a la tuberculosis que las demás). En ocasiones son determinados individuos los que
demuestran una resistencia especial a adquirir enfermedades propias de su especie y raza.
Todo estos son ejemplos de inmunidad congénita, y se debe a que existe una especificidad entre un
microorganismo y su hospedador.
La especificidad del micoorganismo se debe en ocasiones a su capacidad de fijarse en la superficie de la
célula hospedadora, ya que ésta es la primera fase de una infección celular.
En otras ocasiones, la incompatibilidad entre microorganismos y hospedador se debe a la facilidad que
presenta éste último para sintetizar anticuerpos eficaces contra el primero.
Es la que contrae un organismo contra una enfermedad infecciosa después de haber padecido esa misma
enfermedad. El segundo contacto activa la memoria inmunitaria. Según la enfermedad de que se trate, la
inmunidad adquirida puede durar toda la vida del individuo, o unos años, o período corto de tiempo.
A veces se recurre, para tratar enfermedades infecciosas, particularmente las víricas, a la inyección de
sueros (γ-globulinas) que contienen anticuerpos contra este agente patógeno (antitetánica, antiparotiditis,
etc.). Estos sueros se obtienen inmunizando animales (caballo, oveja) con el virus deseado, y purificando
parcialmente los anticuerpos a partir de su plasma. Los anticuerpos (inmunoglobulinas) de estos animales
son muy similares a las humanas, y no actúan, a su vez, como antígenos. Es otro de los métodos utilizados
parta reforzar las defensas o combatir enfermedades infecciosas.
Las quimioterapia es el tercero de los métodos utilizados parta reforzar las defensas o combatir
enfermedades infecciosas.
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En la difteria y tétanos se inyectan toxoides no las bacterias atenuadas.
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Una reacción alérgica es una reacción inflamatoria generalizada por todo el organismo, como consecuencia
de una hipersensibilación del sistema inmunitario a algún antígeno (alérgeno) que en sí es inofensivo para
el organismo.
La causa de las alergias es discutida. Algunos postulan que se debe a la carencia de linfocitos Ts que
deberían bloquear la respuesta inmunitaria contra una sustancia inocua.
Otros opinan que los mecanismos alérgicos son idénticos a las defensas contra parásitos (insectos,
ácaros, lombrices,..); en ausencia de contactos habituales con parásitos, el mecanismo inmunitario se
especializa en actuar contra sustancias inocuas. Se argumenta, en esta línea, que las alergias son más
abundantes en los países occidentales por la erradicación de muchos parásitos; además, la alergia al polvo
está causada por la reacción inmunitaria frente a los excrementos de ácaros.
Las sustancias volátiles, el polvo, polen, etc. se introducen en el torrente circulatorio tras su inhalación,
hipersensibilizando el sistema inmunitario del individuo, ya que debido al primer encuentro con el antígeno
se produjo una gran cantidad de anticuerpos Ig E, con lo cual hay mu chos mastocitos sensibilizados.
La respuesta de éstos es la causa de las alergias: el exceso de histamina provoca hinchazones y pústulas
en el cuerpo y secreción excesiva de mucosidad en las vías respiratorias debido a la disminución de la
permeabilidad de los capilares sanguíneos, y trastornos digestivos y dificultades respiratorias debidas a la
relajación de los músculos de fibra lisa; la interleucina segregada por los macrófagos, atraídos por los
factores liberadores por los mastocitos, provoca fiebre, y muchos de los factores liberados por los
mastocitos en reacción con el plasma, provocan pruritos y picores.
Hay reacciones alérgicas en las que el antígeno se une a anticuerpos Ig M o Ig G, entrando en juego la
acción del complemento. Esto puede provocar la hemolisis (rotura de los glóbulos rojos), que
accidentalmente se unan al punto de aglutinación antígeno-anticuerpo, o que se unan por afinidad al
antígeno (caso de algunas alergias contra medicamentos), y esto provoca erupciones cutáneas de color
púrpura y fatiga similar al estado de anemia.
Cuando la reacción alérgica alcanza elevada intensidad, se dice que el individuo padece un shock
anafiláctico, que puede desencadenar la muerte del individuo.
El primer contacto con el alérgeno induce la formación de Ig E, que se fijan en la superficie de las células
cebadas (mastocitos) del tejido conjuntivo y de los basófilos.
En un segundo contacto, la inhalación del polen estimula la secreción de anticuerpos por las células
plasmáticas sensibilizadas de las vías nasales: el alérgeno reacciona con la Ig E formando enlaces puente
entre las Ig E adyacentes y estimulando la secreción en los mastocitos.
La histamina y demás mediadores provocan una dilatación y un aumento de la permeabilidad vascular, lo
que ocasiona edemas, por acumulación de líquido en el espacio intersticial y enrojecimiento. Estas
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reacciones provocan la inflamación e irritación de las vías nasales y la producción excesiva de moco; por
ello, el afectado estornuda, sus ojos lagrimean y se produce malestar.
Asimismo, los mastocitos liberan una sustancia anafilática de acción lenta (SRS-A, Slow-Reacting
Sustance of Anaphylaxis) que provoca la contracción de la musculatura lisa de los bronquios,
ocasionando dificultades respiratorias de tipo asmático (respiración jadeante), muy característica de la
alergia al polen.
62.5.3. Autoinmunidad
El hecho de que los componentes moleculares propios no desencadenen la respuesta inmunitaria se
explica, según la hipótesis de la selección clonal, porque, durante la etapa embrionaria, todos los linfocitos
que produjeran anticuerpos frente a antígenos propios serían destruidos por la proteína B7 producida por
los macrófagos, y sólo sobrevivirían los que no reconocen los antígenos presentes en esta etapa del
desarrollo. Una alteración del sis tema de reconocimiento ocasionada por una mutación da lugar a la
aparición de la enfermedad autoinmune.
La autoinmunidad consiste en que el sistema inmunitario toma como cuerpo extraño a algún tipo celular o
alguna proteína propios del organismo, ejerciendo contra él todas las acciones propias del rechazo de una
infección. Algunos creen que la causa de la autoinmunidad es la ausencia de linfocitos Ts que deberían
bloquear la respuesta inmune contra los tipos celulares y proteínas propios.
El mecanismo que desencadena la autoinmunidad puede ser un fenómeno de mimetismo de algunos
agentes patógenos. Es decir, antígenos foráneos pueden ser tan similares a algunas proteínas del
organismo que los linfocitos activados contra el microorganismo infeccioso reaccionan también contra
células del propio cuerpo.
Entre las principales enfermedades autoinmunes citamos: enfermedad de Addison (glándulas adrenales),
Enfermedad de Graves (tiroides), Diabetes mellitus insulinodependiente, esclerosis múltiple (cerebro y
médula espinal); anemia perniciosa (células parietales gástricas), Psoriasis (piel), artritis reumatoide (tejido
conjuntivo), esterilidad espontánea, etc.
La autotolerancia con las propias proteínas permite trasplantar los tejidos de un lugar a otro del mismo
organismo, como en el caso de los autoinjertos de piel. Al tener también las mismas proteínas se pueden
trasplantar órganos entre gemelos univitelinos, sin problemas de rechazo.
No ocurre lo mismo cuando se trasplantan órganos de personas extrañas (trasplantes de corazón, riñón,
hígado, etc.), en cuyo caso hay que acudir a fármacos supresores de la respuesta inmunitaria.
Así, pues, existen cuatro tipos de trasplantes y tres tipos de rechazo. Los trasplantes pueden ser:
1. alogénicos: entre individuos de la mis ma especie.
2. Autólogos: de un individuo a sí mismo (injertos de piel, por ejemplo);
3. isotrasplantes: entre gemelos idénticos, y
4. xenotrasplantes: entre especies diferentes, inviables por el momento, aunque con fundadas esperanzas
en los avances biotecnológicos.
62.5.4. Inmunideficiencia
Se debe a la carencia de alguno de los factores del sistema inmunitario, lo cual produce una excesiva
facilidad para adquirir enfermedades infecciosas.
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La inmunodeficiencia puede ser congénita, debido a la falta de maduración de alguno de los elementos
celulares implicados en el sistema inmunitario, o adquirida, por enfermedad o desnutrición que impida la
maduración de los elementos celulares de la inmunidad.
A los pacientes que han sufrido trasplantes de órganos, se les ha de provocar una inmunodeficiencia para
impedir que su sistema inmunitario ataque a las células del nuevo órgano.
Tiene especial actualidad el S.I.D.A., provocado por la infección de un virus que se fija selectivamente en
receptores de antígenos de los linfocitos Ta, con lo que si estos linfocitos no toman contacto al mismo
tiempo con la proteína B7, quedan inactivados aun antes de sucumbir frente al virus.
Difteria, Tétanos y tos ferina. Se preparan a partir de bacterias muertas que se administran juntas en una
sola inyección (vacuna triple). La primera dosis se suministra a los tres meses. Después de seis a ocho
semanas, se administra una segunda dosis para reforzar la respuesta de anticuerpos y finalmente una
tercera dosis se administra de cuatro a seis semanas después, de forma que se completen tres inyecciones
en el primer año de vida. La vacuna triple se repite a lo seis años, y se aconseja otra dosis a los 18 años.
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Los CMH de clase I se distinguen de los de clase II tanto por su estructura como por su función. Se dan
en todo tipo de células y sirven para poder ser identificadas por los receptores de los linfocitos T
citotóxicos.
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Polio. Esta vacuna contra la poliomielitis se administra por la boca y es una combinación de tres tipos de
virus vivos atenuados, dado que los virus están vivos, aunque atenuados, pueden ocasionalmente
producir leves molestias como dolor abdominal, fiebre y diarrea leve. La vacuna se suele administrar en un
terrón de azúcar. A la edad de seis años, junto con la triple, se suele administrar una segunda dosis.
Rubéola. La rubéola, padecida durante los tres primeros meses de embarazo produce con frecuencia
anomalías en el feto. Se debe vacunar a todas las niñas que no hayan contraído la enfermedad antes de
que puedan quedar embarazadas. Esta vacuna produce inmunidad de por vida.
Tuberculosis. A la vacuna se la conoce como la BCG (se inyecta extracto de la pared celular del bacilo que
la produce, siendo eficaz en un 70 %). Sólo es preciso administrarla en las personas cuyos test cutáneos
para la tuberculosis sean negativos (mantous negativo), ya que, en este caso, nunca han estado
expuestas al bacilo y pueden ser suceptibles de padecer la infección.
Sarampión. Si no se ha padecido la enfermedad, se suele vacunar durante el segundo año de vida, como
mínimo tres meses después de otra vacuna activa.
Gripe. Las personas que se vacunan contra ella parece que son menos propensas a contraerla; pero dada
la alta tasa de mutación del virus no parece eficaz del todo. No obstante se aconseja para personas
mayores, sobre todo las que puedan tener bronquitis crónicas o severas.
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Toxinas y sustancias
Neutrófilos liberadas por mastocito Fagocitos
y eosinófilos
Los macrófagos liberan Proceso Proliferación de
Interleucina (ILI) inflamatorio granulocitos Basófilos Liberan sustancias Inflamación
Liberan sustancias
Eosinófilos antagónicas a las de Fin inflamación
los basófilos
Lisis
Liberación de gránulos
Mastocitos
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