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Diócesis de Calahorra en la Edad Media

La diócesis de Calahorra se consolidó en la Edad Media bajo el poder de Castilla. Los primeros indicios de una comunidad cristiana en Calahorra datan del siglo IV, cuando un obispo de Calahorra asistió al Concilio de Elvira. En el siglo V, el poeta Prudencio proporcionó más evidencia de la existencia de un obispo y baptisterio en Calahorra. Sin embargo, la diócesis no adquirió su territorio definitivo hasta el siglo XI bajo el rey Alfonso VI de
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Diócesis de Calahorra en la Edad Media

La diócesis de Calahorra se consolidó en la Edad Media bajo el poder de Castilla. Los primeros indicios de una comunidad cristiana en Calahorra datan del siglo IV, cuando un obispo de Calahorra asistió al Concilio de Elvira. En el siglo V, el poeta Prudencio proporcionó más evidencia de la existencia de un obispo y baptisterio en Calahorra. Sin embargo, la diócesis no adquirió su territorio definitivo hasta el siglo XI bajo el rey Alfonso VI de
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LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA

Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

Pablo Díaz Bodegas


Instituto de Ciencias Religiosas a Distancia
"San Agustín". Logroño

La diócesis de Calahorra, Calahorra y La Calzada a partir de 1231, desde el


siglo XI hasta el siglo XIX comprendió una amplia franja de territorio al norte
peninsular de unos 11.250 lcms. cuadrados, aproximadamente, siendo sus límites
más al septentrión el mar Cantábrico, los ríos Deva y Nervión al Este y al Oeste, y
el río Alhama, con la cadena montañosa de Cebollera, al Sur.

Siete provincias actuales, aunque no en su totalidad, componían su territorio;


concretamente Guipúzcoa, Burgos, La Rioja, Soria, Navarra, Álava, y Vizcaya. De
Guipúzcoa, la margen izquierda del Deva, con su arciprestazgo de Léniz; en
Navarra el arciprestazgo de Viana, que llegaba hasta el actual Sansol; en Soria el de
Yanguas; en Burgos, Ibrillos y alrededores, con Miranda de Ebro que altemamente
pertenecía a Burgos y Calahorra; Álava prácticamente estaba integrada en su tota-
lidad; y Vizcaya hasta la margen derecha del Nervión, incluyendo Orduña. Tal deli-
mitación data de tiempos del rey castellano Alfonso VI, una vez acaecida la con-
quista de La Rioja y anexionada ésta a Castilla, queriendo reunir así, bajo una sola
Sede, otras nacidas en tiempos de la invasión árabe o en los momentos inmediata-
mente posteriores a la reconquista del norte peninsular.

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PABLO DÍAZ BODEGAS

Una particularidad más concurría en la Sede calagurritana: en lo político per-


tenecía a Castilla, y en lo eclesiástico a la Provincia de Tarragona, circunstancia que
le confería una peculiaridad especial, un estatus diferente y una problemática sin-
gular.
Un sucinto recorrido por su historia en arios anteriores nos hará comprender
mejor la importe decisión de ampliar la Sede, tomada por el rey Alfonso VI de
Castilla.

1. LOS ALBORES DE LA SEDE


Siempre es difícil conocer los inicios de una institución, pero más aún cuando
se habla de la Iglesia Católica, debido a las circunstancias de su nacimiento y el
desarrollo de sus primeros acontecimientos.
La vida en la clandestinidad de la primitiva Iglesia y los repetidos esfuerzos de
los primeros cristianos por aparecer como anónimos, dado que en ello les iba la
vida, dificulta hoy la posibilidad de conocer sus movimientos y seguir con certeza
sus pasos.
Sin embargo contamos con vestigios, no muchos por cierto, que pueden ayu-
darnos a advertir la presencia de comunidades y miembros cristianos en los lugares•
más diversos y alejados de sus focos centrales, Jerusalén o Roma, a los pocos arios
de la fundación de la Iglesia.
En lo referente a la Diócesis calagurritana, tempranamente se encuentran ya
vestigios de su vida y actividad en Calahorra, y la presencia de una comunidad cris-
tiana, además de un prelado que la atiende espiritualmente.

El concilio de Elvira (300-306)


Las primeras noticias conocidas sobre la Sede se encuentran en el concilio
celebrado en Elvira, lugar ubicado en la Bética, pero aún hoy sin precisar geográfi-
camente.

La jerarquía de la Península advierte ciertos-desajustes en la vida cristiana de


los fieles debido a las circunstancias en que viven y al sincretismo que practican, y
decide reunirse en Elvira para reflexionar sobre tales incoherencias y subsanarlas.

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LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

Son un total de 19 obispos y 26 presbíteros, entre los que se encuentra un tal


Eucharius Municipio, al cual los autores identifican como el prelado de Calahorra'.
La noticia, a pesar de ser escueta y no aportar más datos, indicaría ya la presencia
de un prelado en la ciudad, y por tanto de una comunidad cristiana ya constituida a
comienzos del siglo IV.

El poeta calagurritano Prudencio y sus escritos

A reforzar un poco más estos comienzos de la vida de la Sede viene el poeta


Prudencio, natural de Calahorra, nacido el año 385, quien gozó de la protección del
emperador Honorio y pasó un cierto tiempo en Roma, capital del Imperio. Allí pudo
admirar los monumentos de los mártires, recordándole el que de niño contempló en
Calahorra levantado en memoria de los santos Emeterio y Celedonio. El poema
VIII de su Peristephanon es un canto al lugar en el que estos jóvenes soldados
padecieron martirio, junto al Cidacos, y que en la época en la que él escribe su obra
estaba ya convertido en un baptisterium? , prueba irrefutable de que allí residía un
prelado, pues éste era el ministro principal del sacramento del bautismo, al estar
ligado al de la Confirmación.

Poco tiempo después, en tomo al ario 404, y de vuelta a Calahorra, tras caer en
desgracia ante el emperador y perder su protección, Prudencio aporta otro testimo-
nio que da más solidez y certeza a la Sede calagurritana. Decide escribir una obra
admirado de los símbolos de la fe, los monumentos martiriales, y especialmente los

La práctica habitual es que junto a la firma de los prelados aparezca la Diócesis a la que perte-
necen y según esto hubiese sido lo normal que la firma fuera "Eucharius (episcopus) calagurri-
tanus". Esto no es así en el caso de Eucharius, pues aparece "Municipius". Para identificarlo
como Obispo de Calahorra, dos circunstancias apuntan tal posibilidad, y son: la proximidad a
la Sede de quien transmite las actas conciliares, ya que las actuales están contenidas en el códi-
ce Vigilanus, y por tanto escrito en Albelda, y que sólo cuatro localidades ostentan este título
en la época del concilio: Ambracia, en la Lusitania, Arjona y Elvira en la Bética, y Calahorra.
(Cfr. TEJADA Y RAMIRO, Juan, Colección de cánones de la Iglesia española, Madrid 1850,
p. 28).
[Poema] VIII. Hymnus de loco in quo martyres passi sunt, nunc Baptisterium est. (Pl. (=
Patrología Latina), vol. 60, col. 430). Según José Vives, ésta sería la primera noticia literaria de
un baptisterio en la Península, aunque no queden testimonios monumentales del mismo (Cfr.
VIVES, José, "Veracidad histórica de Prudencio", en Analecta Sacra Tarraconensia 17 (1944)
199-204).

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PABLO DÍAZ BODEGAS

de un mártir que le llena de entusiasmo: San Hipólito. La obra está dedicada al pre-
lado calagurritano, Valeriano3.

Sería, por tanto, el primer testimonio claro y concreto de un prelado, aunque


poco más que su nombre puede conocerse de él4.

Según estas noticias, ¿qué territorio comprendía la Sede de


Calahorra en los primeros siglos?

A pesar, de lo dicho sobre la existencia de la Sede episcopal de Calahorra, no


puede hablarse aún de una Diócesis tal y como hoy la entendemos, es decir, de un
territorio compuesto por diversas parroquias sobre el que el prelado ejerce su potes-
tad y sobre el que decide y legisla para sus parroquianos. Habrá que esperar aún
unos cuantos arios para que ésto llegue a cobrar realidad.

En La Rioja actual se conocen lugares con vestigios de esta época que indica-
rían la presencia cristiana en ellos y quizá también el cuidado espiritual sobre ellas
por parte del prelado'. Pero intentar sacar más conclusiones sería aventurado y con-
trario a la práctica de los primeros siglos de la Iglesia.

La Sede en esta época no deja de ser, a imitación de las iglesias domésticas de


Roma, un centro de vida litúrgica y espiritual. Los cristianos se concentran en tomo
a la iglesia local y en ella reciben la liturgia y los sacramentos. Son los fieles quie-
nes van a celebrar el culto a la Sede y no ésta la que facilite, al menos de momen-
to, la práctica sacramental a los fieles en sus lugares de origen. Es cierto que la
legislación de los primeros siglos alienta a los prelados a que visiten sus parroquias
y se les pide que no ordenen dentro de otros territorios 6, pero se refiere a las parro-

Incipit ad Valerianum episcopum de passigne sancti Hippolyti martyri (P.L., vol. 60, col. 530)
° Pasó a la literatura en tiempos medievales y de él tan sólo se reseña que fue gran escritor y ense-
ñó la fe católica. No debe confundirse .con Valero de Zaragoza (año 380). (Cfr. SÁINZ RIPA,
Eliseo, Sedes Episcopales de La Rioja. Siglos IV-XIII, Logroño, Diócesis de Calahorra y La
Calzada-Logroño, 1994, pp. 72-73).
Vestigios anteriores al siglo IV se conservan de Alfaro un crismón cristiano, de Fuenmayor una
moneda romana con crismón, de Ortigosa una inscripción alusiva a Cristo y de San Millán un
sarcófago cristiano; restos arqueológicos se hallan en el curso del Cidacos, en Rute y en Santa
Coloma (martyrium).
Cfr. GARCÍA Y GARCÍA, Antonio, Historia del Derecho Canónico. I. El primer Milenio,
Salamanca 1967, p. 217.

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LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

quias cercanas a la principal, la mayoría de las veces dentro de la misma ciudad, y


no al mundo rural alejado de la Sede o fuera del núcleo urbano.
Si se ha de hablar de alguna "potestad" territorial en estos momentos, hemos
de acudir a la figura de la Provincia eclesiástica y del arzobispo, donde éstos ejer-
cían su jurisdicción sobre las Diócesis dependientes de ellos. Al margen de entrar
en el tema, aún hoy discutido, de si la presencia de un arzobispo en una ciudad
dependía de la importancia del lugar o si coincidía con la población más preponde-
rante, lo cierto es que ellos consagran a los obispos en sus Sedes sufragáneas, los
confirman o deponen y convocan y presiden los sínodos provinciales'.

2. LA SEDE EN LOS TIEMPOS VISIGODOS

El fin de la dominación romana en la Península tuvo lugar con el asentamien-


to de los llamados pueblos bárbaros -vándalos, suevos y alanos- quienes poblaron
la mayor parte del suelo peninsular entre los arios 409 y 411. El hecho proporcionó
un nuevo clima social y otras costumbres para la población, que empalidecieron los
vestigios romanizantes utilizados en Hispania en el ocaso del siglo IV.
Posteriormente, los antiguos colonizadores, los romanos, pactaron con un nuevo
pueblo emergente, los visigodos, con el fin de restaurar el dominio perdido, pero
éstos acabaron definitivamente eclipsando a los romanos, convirtiéndose ensegui-
da en dueños de todo el territorio de la Península y dando origen, así, a un nuevo
reino, esta vez más amplio y de mayores proporciones que los surgidos a comien-
zos del siglo V. Además, enriquecieron el orden y el estilo de vida romanos con su
propia aportación cultural, e implantaron un original orden teocrático que hizo
impronta durante muchos arios en la vida y costumbres peninsulares. También dis-
pusieron una nueva ordenación territorial, a imagen del extinto imperio romano,
dando origen así a una reordenación del territorio peninsulars.

Su eficacia fue fructífera, pues entre sus objetivos no entraba la destrucción de


lugares o el arruinamiento de las poblaciones, sino descubrir emplazamientos

' Ibid., pp. 108-109.


Para la vida de la Iglesia en este período, es interesante el trabajo de Justo FERNÁNDEZ
ALONSO, La cura pastoral en la España romanovisigoda, Roma, Iglesia Nacional Española,
1955.

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PABLO DÍAZ BODEGAS

donde vivir y espacios fértiles que cultivar; de ahí que en menos de sesenta años
lograron recomponer la maltrecha Península y que pronto se acostumbraran, y ade-
más no tuvieron ningún inconveniente en ello, a convivir con los autóctonos, dando
lugar a una simbiosis enriquecida por las dos culturas.

La bonanza gubernamental y económica, propiciada por una monarquía fuerte


y estable, facilitó también la bonanza espiritual y, como no, la intelectual. Los visi-
godos, a diferencia de los otros pueblos invasores anteriores a ellos, ya conocían el
cristianismo, aunque tocados de una herejía correosa y dificil de combatir, el arria-
nismo. Este conocimiento de la Iglesia, facilitó aún más el desarrollo de la misma,
y así fue posible el surgimiento de importantes eventos, además de escritores y teó-
logos cristianos. Entre ellos pueden citarse los concilios de Toledo, ejemplo per-
fecto de convivencia entre la Iglesia y el Estado, sin riesgos de confusión entre una
y otra institución; Isidoro de Sevilla, Ildefonso y Julián de Toledo, Leandro o Tajón,
y otros autores más, aglutinantes del saber y expansores del mismo al orbe conoci-
do; el rito hispánico, producción peculiar de una expresión litúrgica y de un creer y
un sentir particulares, extendido también enseguida por la Península formando lo
que luego se dará en llamar rito hispano-mozárabe; un fuerte movimiento monásti-
co surgido en esta época en el suelo hispano, convirtiéndose, alguno de estos ceno-
bios, posteriormente, en foco cultural y espiritual, difícilmente superable hasta cen-
turias posteriores. Los nombres de los monarcas Leovigildo y Recaredo, por fin,
quienes han quedado unidos a este florecimiento y sus reinados identificados con
el esplendor y la prosperidad visigoda.

Las Diócesis, mientras tanto, seguirán un crecimiento y desarrollo paralelos,


llegando posteriormente. a su propia maduración y alcanzando su pleno desarrollo.
A comienzos de esta época, sin embargo, aún es prematuro hablar de extensión
territorial diocesana, siendo elemento común a la mayoría de las Sedes la pugna de
los obispos por no depender tan estrictamente de sus arzobispos respectivos, por
reivindicar éstos sus derechos territoriales ante Roma.

El caso de Silvano

Un caso ilustrativo de lo que se acaba de comentar se encontraría en Silvano,


obispo de Calahorra, al parecer hombre no muy dado a ceñirse a las normas que
regían en su Provincia Eclesiástica, la Tarraconense.

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LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

Según narra Ascanio, arzobispo de Tarragona, en la carta dirigida al Papa


Hilario en el año 463-464, en tomo al ario 456 Silvano habría consagrado obispo a
un clérigo para una Sede vecina (posiblemente Tarazona) sin contar con nadie: ni
pueblo, ni clero, ni obispos vecinos, ni, menos aún, con el propio arzobispo'. Por
esta causa escribía a la Santa Sede a fin de que se tomaran cartas en el asunto y se
amonestara a Silvano para que no volviera a ocurrir un caso similar. Además exige
al Papa que declare la consagración nula. La respuesta de Roma, sin embargo,
nunca Ilegó'°.

Un año después, 464-465, Ascanio plantea un nuevo caso a Roma: Ireneo,


obispo ya consagrado en una Sede que no especifica, es propuesto para cubrir la de
Barcelona, ahora vacante por fallecimiento de su titular. Pide, por tanto que se escu-
che tal petición por ser aceptado por el clero y el pueblo de la ciudad, a la vez que
se recuerda que queda pendiente la respuesta del caso del obispo de Calahorra,
Silvano. Éste por su parte, había enviado cartas testimoniales de varias poblaciones
a Roma, concretamente de Tarazona, Cascante, Calahorra, Varea, Tricio, Livia
(Herramélluri) y Briviesca, certificando que la consagración se hizo con consenti-
miento del pueblo y del clero.
A finales del ario 465 Ascanio recibe, por fin, respuesta del Papa Hilario. El día
de su cumpleaños" se reunieron varios obispos en el palacio papal para celebrarlo
y allí trataron sobre los casos propuestos por el arzobispo de Tarragona. El Papa
admite en el caso de Silvano que no puede irse contra los antiguos cánones, pre-
ceptos apostólicos y concilio de Nicea' 2, pero no le da más importancia. Más grave,

9 Según la normativa de la Iglesia primitiva, la elección debía hacer con el concurso y aproba-
ción del pueblo, el clero de las parroquias donde estaba ubicada la Sede y el arzobispo de la
Provincia a la que pertenecía, necesitándose para la consagración la concurrencia de al menos
tres de los prelados de la misma Provincia, más la aprobación del resto del episcopado y la pre-
sencia del arzobispo. (Cfr. GARCÍA GARCÍA, Antonio, Historia del Derecho..., pp. 207-211).
10
Para todo el tema relacionado con Silvano, cfr. Documentación vaticana sobre la Diócesis de
Calahorra y La Calzada-Logroño (463-1342), estudio transcripción y notas de Saturnino RUIZ
DE LOIZAGA, Pablo DÍAZ BODEGAS, Eliseo SÁINZ RIPA, Logroño, Instituto de Estudios
Riojanos, 1995, pp. 31-37.
11
"Lectis ergo in conventu fratrum, quos natalis mei festivitas congregarat, litteris vestris, quae
de ordinandis episcopis...". Ibid., p. 36.
12
El concilio de Nicea en su canon 4 prescribe que el obispo sea elegido y consagrado por los
demás obispos de la Provincia, y confirmado por el metropolitano. Si no pueden acudir todos,
basta que estén tres presentes y el consentimiento de los demás se manifieste por escrito.

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PABLO DÍAZ BODEGAS

sin embargo, es para él el intento de trasladar a Ireneo de su Sede a Barcelona, lo


cual va contra lo establecido en la Iglesia". Así, pues, manda a Tarragona a un sub-
diácono, Trajano, que lleve lo resuelto y compruebe que Ireneo ha vuelto a la Sede
de donde fue trasladado.

En noviembre del mismo año 465, y aprovechando la celebración de un Sínodo


en Roma, el Papa insiste sobre el caso propuesto por el arzobispo tarraconense
sobre la sede de Barcelona, mientras que nada dice del caso de Silvano ni la suerte
del prelado por él consagrado. La asamblea de prelados ratifica lo expuesto por
Hilario, dejando clara la gravedad del traslado de un prelado de una Sede a otra, ya
que vulnera lo expuesto en los antiguos cánones. Barcelona, por tanto, deberá ele-
gir su obispo de entre su propio clero. Los sacerdotes ya ordenados por Ireneo para
la Sede de Barcelona, a pesar de todo, pueden seguir en sus menesteres, pues están
ordenados válidamente.

La ordenación de san Millán de la Cogolla

Otro caso que evidencia la, todavía, tenue cohesión de las parroquias rurales
con la Sede y la libertad de los fieles para acudir a una u otra para recibir los sacra-
mentos, se muestra en el caso de la ordenación presbiteral de san Millán de la
Cogolla. Según narra san Braulio de Zaragoza en su "Vida de san Millán", éste reci-
bió las órdenes sagradas de manos del obispo Dídimo de Tarazona, y no de las del
prelado de Calahorra", circunstancia que hubiese sido la más lógica por encontrar-
se más cercana la localidad de Berceo a Calahorra que a Tarazona. Pudiera ser que
en estos momentos no hubiera prelado en Calahorra, es decir se encontraría en Sede
vacante, pero una situación así hubiese quedado reflejada y nada se dice de esta
eventualidad; lo más lógico, por tanto, es pensar lo anteriormente dicho y no con-
cluir, como lo hace el glosador del Migne' 5 , que en aquellos momentos la Diócesis
de Tarazona se extendía hasta la localidad de San Millán.

'3 El concilio de Nicea en su canon 15 prohíbe la traslación de un prelado de una Sede a otra dis-
tinta para la que fue ordenado.
"Didymo etiam, qui tunc pontifícatus gerebat in Tyrassona, ministerium, cum hoc quoque fuis-
set delatum, insequitur hominem, ordini ecclesiastico volens inserere, ejus quippe erat in dioe-
cesi." (P.L. 80, col. 706)
15 "Locus in quo S. Aemiliani coenobium conditum est, ohm dioecesi Turiasonensi, Tarazone,
nunc Calaguritanae subest" (P.L. 80, col. 706, nota a). Si realmente hubiese sido así, en la época

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LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

Visto lo hasta ahora expuesto, se puede concluir que en esta época aún no es
posible aventurar una extensión cierta para la Diócesis calagurritana ni perfilar sus
límites, pues algunos de los lugares citados en el documento del Papa Hilario nunca
pertenecieron a la Sede de Calahorra, como por ejemplo, Briviesca. La conclusión
más lógica es pensar que el prelado calagurritano era conocido en esos lugares, pero
de ahí no se puede asegurar que llegara hasta allí su jurisdicción'6.

3. LA SEDE ERRANTE: LAS INVASIONES ÁRABES

El esplendor y la notoriedad con el que la Iglesia visigoda llegó al siglo VII fue
patente y parejo al político. Su vida interna se organizó y, a la sombra del poder
estatal, consolidó sus propias estructuras, cada vez más semejantes a la organiza-
ción administrativa romana. Parroquias, diócesis, provincias eclesiásticas, cargos
administrativos y disciplinares fueron conformando las Sedes, llegando a ser répli-
ca burocrática semejante a la de las cortes reales.

La estrecha conexión entre ambas instituciones fue beneficiosa para las Sedes,
mientras el poder establecido tuvo su fortaleza, pero éstas también fueron eclip-
sándose cuando fue disolviéndose el reino visigodo, enfrascado en luchas e intrigas
gestadas en el propio seno de un reino que se iba escindiendo por los conflictos de
la nobleza, causa, a su vez, del desquiciamiento económico y social.

A comienzos del siglo VIII, la lucha fratricida entre dos familias —las de
Chindasvinto y Wamba— por el dominio del territorio peninsular, propiciaron un
nuevo acontecimiento en la Península, de trascendentales consecuencias, que per-
duraría a lo largo de muchas décadas: la venida de los árabes a la Península.

de la reconstrucción del espacio peninsular Tarazona hubiese reclamado este espacio y nunca
lo hizo a lo largo de su historia, como lo realizó con otros lugares fronterizos, como es el caso
del monasterio de Fitero y el lugar de Corella, que al final queda anexionado a la Sede de
Tarazona en detrimento de la de Calahorra (Cfr. Archivo Catedral de Calahorra (= ACC), per-
gaminos, sig. 94, año 1185-1187)
16
Sáinz Ripa presupone ya para estos momentos una extensión diocesana que llegue hasta el mar
Cantábrico, pues incluiría Álava y Vizcaya (Cfr. SÁINZ RIPA , Eliseo, "Atlas sumario de la
historia diocesana", en La Rioja. Tierra abierta, edición en CD-Rom, Calahorra 2000, p.34).
Es, sin duda, prematuro afirmar esto, dada la existencia de las Sedes de Oña y Pamplona por el
norte diocesano.

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PABLO DÍAZ BODEGAS

Invitados por los descendientes de Wamba para derrotar a sus adversarios, el


ario 711 los ejércitos árabes a cuyo frente se encontraba Tarik (Jebel al-Tarik) pasa-
ron desde Ceuta a la Península y en corto período de tiempo destronaron sin nin-
guna dificultad al rey Rodrigo, descendiente de Chindasvinto. La facilidad con la
que los árabes conquistaron el sur ibérico y la escasa oposición que encontraron en
su ascenso hacia el norte, favoreció la invasión y el descalabro del mundo visigo-
do, con el consiguiente ocaso de su cultura, bienestar y poderío, y arrastrando con
él la vida y organización de las Sedes hispanas''.

La ocupación musulmana tuvo lugar siguiendo las vías que los romanos habí-
an utilizado para la romanización de la península, apoyando el avance hacia el norte
en dos pilares principales: desocupar de nobles las plazas conocidas y avanzar por
zonas fértiles para poder alimentar, así, el numeroso ejército de choque que condu-
cían. De esta forma puede explicarse que lugares con una cierta celebridad, fuera
de estas vías de comunicación, no sintieran la presencia de los árabes.

Calahorra, prestigiosa localidad y estratégica por su posición geográfica, cono-


ció pronto la visita de los nuevos conquistadores, ario 714, provocando con su pre-
sencia el abandono de la Sede del obispo y su cabildo, situación que durará por un
período superior a 300 arios".

La marcha del obispo Félix y su cabildo de la iglesia catedral dio paso en


Calahorra al protagonismo de las parroquias de San Andrés y San Cristóbal quie-
nes recogieron en su seno las prerrogativas de impartir el sacramento del bautismo
y las exequias, a falta de obispo y canónigos. El culto cristiano, por tanto, a pesar
de la ocupación árabe, siguió existiendo en las parroquias y la vida y actividad cris-
tianas continuaron su curso a pesar de la lejanía de su pastor'9.

' En el esquema visigodo, el obispo y su cabildo, consejero y rector de la Sede junto con el pre-
lado, pertenecía a la clase noble y constituía parte de la corte regia, complementada con los
nobles laicos; éste era el modo de indicar, también plásticamente, el origen divino de la monar-
quía. Rey, nobleza y alto clero, con el obispo a la cabeza, constituía el poder completo, espiri-
tual y temporal.
Aunque en algunos lugares la jerarquía parece que, en principio, permaneció a pesar del domi-
nio árabe, en otros, y concretamente en Calahorra no fue así. Cfr. DÍAZ BODEGAS, Pablo, La
Diócesis de Calahorra y La Calzada en el siglo XIII. La Sede sus obispos e Instituciones,
Logroño, Obispado de Calahorra y La Calzada-Logroño, 1995, pp. 121-125.
'9 En un texto del Libro de las Homilías se dice "Era DCCCC LXX, dextruxit Almundus eccle-
siam calagurritanae Sedis..." (Cfr. ACC, Libro de las Homilías, carta 20 (A)). Almanzor, menos

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LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

En su huida hacia el norte, el prelado fue pernoctando en distintas poblaciones,


origen quizá del nacimientos de tradiciones de diversas Sedes en La Rioja, tales
como Matute, Alesanco y otras. Pero lo cierto es que el silencio documental no
presta fundamento para trazar un itinerario del prelado y su séquito hasta Asturias,
donde en el año 812 aparece un tal Recaredo con el título de obispo de Calahorra
entre las firmas de los prelados que asisten a la fundación y dotación de San
Salvador de Oviedo por el rey astur Alfonso I el Casto".

Poco más se puede aportar de esta época al conocimiento de la Sede, pues


muchos de los nombres que pudieran atribuirse a obispos de Calahorra carecen de
base documental y están sacados de atribuciones en ocasiones oscuras y sin base
sólida2'.

4. SANTA MARÍA LA REAL, CONTINUADORA DE CALAHORRA


El año 920 se iniciaba una tímida recuperación de suelo al dominio árabe en el
valle del Ebro con la toma de Nájera y Viguera, plazas importantes y estratégicas.
Estas primeras escaramuzas contra el dominio musulmán de Sancho Garcés I de
Pamplona (905-926), fueron continuadas por García Sánchez de Navarra y la pre-
paración de la gran ofensiva que vendría de parte de Sancho el Mayor de Navarra
(1000-1035), afanoso por restaurar la antigua provincia y dominio tarraconense.

Junto a la idea de la conquista de los territorios de la antigua tarraconense,


-que a punto estuvo de conseguir, tan sólo algunas plazas fuertes se le resistieron,
entre ellas Calahorra-, Sancho entendía recoger el testigo del mundo visigodo y su
concepción teocéntrica. Su proyecto no llegó a efecto a causa de su muerte, pero la
idea quedó en germen en sus sucesores y éstos lucharon por llevarla a cabo en los
territorios heredados de su padre".

complaciente con la Iglesia en sus incursiones hacia el norte, castiga de esta forma las insu-
rrecciones de los "herejes" de Córdoba y otras ciudades bajo el dominio árabe.
2° Cfr. Documentación vaticana..., estudio, transcripción y notas de: Saturnino RUIZ DE LOIZA-
GA,..., pp. 38-41.
2 Para más información sobre esta época, es interesante el reciente estudio de Eliseo SÁINZ
RIPA Sedes Episcopales.... Siglos IV-XIII, pp. 133-166).
" A la muerte de Sancho, año 1035, sus hijos heredan el reino, que queda dividido en tres partes:
Fernando I regirá Castilla (y luego también León), Ramiro lo hará en Aragón y García en
Navarra.

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PABLO DÍAZ BODEGAS

Quien mejor asumió el pensamiento de Sancho fue su continuador en Navarra,


García el de Nájera (1035-1054); en su idea por evidenciar la herencia visigoda,
abandonó su residencia navarra para iniciar una nueva corte en Nájera. García quiso
para su naciente morada las mismas prerrogativas que los visigodos utilizaron, y
dado que el poder regio provenía directamente de Dios, visibilizar la unión del
poder político y espiritual, incluso físicamente, era importante. De ahí que su deseo
fuera: que el palacio real, la catedral y el palacio episcopal estuvieran el uno junto
al otro, siendo así signo visible de la unidad y potestad temporal y espiritual.

Por esta causa, y a pesar de haber sido ya reconquistada Calahorra (lo fue en
el ario 1045) y de haber dotado a la catedral calagurritana de cierto prestigio y poder
sobre el resto de las parroquias de la ciudad, fundó en el ario 1052 Santa María la
Real de Nájera, dotándola de abundantes beneficios, a la vez que instituyendo un
grupo de clérigos (cabildo) para que estuviera al servicio de Dios y de la Iglesia,
orando por el rey, sus intenciones, su familia y sus súbditos23 ; una vez previsto esto,
la entregó a Gomesano 24, prelado en estos momentos de Calahorra, aunque resi-
dente ya en Nájera25 , para Sede episcopal, donde se estableció , definitivamente un
continuador de la sede calagurritana; el título pasó a ser, desde entonces "episcopus
calagurritanus et nayarensis". La dotación a favor de Santa María fue ciertamente
generosa, superando incluso la entregada a la catedral de Calahorra'.

Sólo un elemento perturbará el sosiego de los prelados y su estrenado poder


temporal: los monasterios. Los problemas que habían arrastrado los cenobios por
las ambiciones de los nobles y el deseo de controlar sus bienes y posesiones ponien-

2' Cfr. ACC, Signatura 1, copia del siglo XII; pergamino de 295 x 425 mm.
" Gomesano, abad de San Millán y prelado calagurritano, rige la Diócesis del año 1046 al año
1065.
" Sáinz Ripa ubica la morada del prelado junto a la cueva y torre del rey, junto al río y entre tie-
rras, viñas y huertas (cfr. SÁINZ RIPA, Eliseo, Sedes Episcopales... Siglos p. 229),
mientras que Tejada lo hace en la Iglesia de Santiago, junto al castillo de Nájera (cfr.
GONZÁLEZ DE TEJADA, J., Historia de Santo Domingo de la Calzada, Abrahán de La
Rioja, Logroño 1985 (edición facsímil según la de Madrid del año 1702), p. 365).
" En esta época es cuando se advierte un incremento del poder temporal de los obispos y el
comienzo de éstos a gozar de paridad con los nobles y terratenientes de los reinos. El prelado,
a partir de ahora, se convertirá en un noble más, gozando de la doble potestad espiritual y tem-
poral. Esta constatación, sin embargo, no implica la afirmación de que sea ahora también cuan-
do los prelados adquieran la jurisdicción espiritual sobre sus parroquianos.

470
LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

do al frente de su dirección un abad de familia noble e influyente, quedó truncado


con la nueva figura jurídica aplicada por Roma a buena parte de los mismos: el pri-
vilegio de "exención". El monasterio que recibía este documento papal pasaba a
depender directamente de Roma y nadie, ni prelado ni noble, podía ingerirse en sus
asuntos -elección de superiores, administración de bienes, disciplina interna-, ni
menos aún considerarlos como elementos patrimoniales y por tanto hereditables.

El obispo de Calahorra contaba en su territorio con un monasterio, San Martín


de Albelda, que gozaba de esta prerrogativa, lo cual fue beneficioso para ambas ins-
tituciones. El cenobio, alcanzó su cénit bajo insignes abades y su elevado nivel cul-
tural con su célebre scriptorium; al ser tierras de paso y punto de encuentro de cul-
turas diversas, los monjes residentes en Albelda elevaron la erudición del espacio
diocesano, copiando y reproduciendo obras de incalculable valor, entre las que
podemos encontrar la célebre Crónica albeldense, las obras de San Ildefonso o el
códice mozárabe, aún hoy conservado, donde se recogen los antiguos ritos hispáni-
cos, anteriores a la invasión musulmana. Algunos de sus copistas son conocidos
gracias a quedar reflejados en los códices, a componer ocurrentes colofones con
noticias de su tiempo o por reflejar anécdotas de sus largas tardes de trabajo ro-
deados de su candela de cera, su estilete, su pluma, su tintero y su rollo de perga-
minos apostado a sus pies".
Otros monasterios fueron sumándose a San Martín y adquirieron importancia
en su andadura. Entre ellos cabe citarse a San Andrés de Cirueria, Santa Coloma,
San Prudencio de Monte Laturce, y especialmente quien tomará el testigo de San
Martín de Albelda, San Millán de la Cogolla.

" Entre los personajes célebres que aparecen en los escritos cabe destacar a Gomesano (Gomes),
paciente copista, clérigo, que nos recuerda el emplazamiento del lugar donde escribía cuando
comenta que la celda donde se encuentra realizando estos menesteres está sobre el atrio, espa-
cio donde se guardan las reliquias de san Martín; o Salvo de Albelda (Salvuus), abad del monas-
terio, de quien se dice no ser muy alto de estatura pero locuaz, grande en inteligencia y sabi-
duría, aunque no muy bien parecido pero ornado de otras virtudes intelectuales; o el humilde
clérigo Abrahán que, sintiéndose indigno de cantar las excelencias de la Virgen María, lo hace
con una sencilla oración de acción de gracias.

471
PABLO DÍAZ BODEGAS

5. LA CONSOLIDACIÓN DE LA DIÓCESIS BAJO EL REINADO DE


ALFONSO VI DE CASTILLA

El culmen de la extensión territorial de la Diócesis, llegará de la mano del rey


castellano Alfonso VI, monarca con una visión distinta a sus antepasados navarros.
Ya su padre, Fernando I, admirador del monasterio francés de Cluny -y gran mece-
nas del mismo al contribuir a su edificación, mantenimiento y esplendor-, había
suspirado por las nuevas ideas de unidad europea, según la espiritualidad ofrecida
por el cenobio y la doctrina propuesta por los pontífices romanos.

La idea de Roma era la de una Europa unida por el cristianismo, haciendo blo-
que uniforme contra las ideas y filosofía del mundo hostil a la fe católica, especial-
mente contra turcos y árabes. Tal ofrecimiento cautivó a los monarcas europeos, a
pesar de la lucha mantenida con ellos por parte del papado en el asunto de las inves-
tiduras y en el deseo de los pontífices de que los clérigos quedaran libres de atadu-
ras con respecto al poder temporal. La nueva concepción del poder, por tanto, poco
o nada tenía que ver con las vetustas teorías visigodas. Ahora, en el nuevo orden
piramidal, sería el Papa el vértice y el orden político el segundo estadio con supre-
macía total del uno sobre el otro.

En la Península, dos trabas fundamentalmente encontraba la nueva concepción


social adoptada por el rey castellano Alfonso: el rito hispano-mozárabe, aún en
práctica a comienzos del siglo XI, -testigo vivo del régimen y concepción anterior-,
y la proliferación de Sedes episcopales, una vez recuperados los territorios a los
árabes.

El cambio del rito mozárabe al romano: los cluniacenses y el Camino


de Santiago

Para extirpar lo primero, Alfonso enseguida distribuyó por su reino, estratégi-


camente, a monjes cluniacenses que se hicieran cargo de los centros espirituales
más importantes, y en ellos fue estableciendo comunidades que practicaran el rito
romano, sustituyendo al mozárabe. Desde ahí irradiarían el nuevo rito y facilitarí-
an el cambio pacífico del uno al otro sin violencias.

Entre los lugares emblemáticos elegidos por Alfonso, Nájera lo era indudable-
mente, por ser plaza de residencia de la monarquía navarra. Implantar en ella a los

472
LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

cluniacenses era como una victoria moral sobre el viejo concepto político y social,
que Alfonso entendió bien, realizándolo sin demora, una vez pacificada la región y
tomado posesión de Santa María.

Pero, además, Nájera era punto importante de su reforma por . ser Sede dioce-
sana y gobernar la misma en estos momentos un obispo, D. Munio, que había sido
paladín de la lucha en favor del rito mozárabe". El cambio quiso que fuera, tam-
bién, desmedido y ostentoso, y así lo realizó expulsando de Santa María, incluso
físicamente, al prelado y dejándole desposeído de su Sede y de todas las abundan-
tes posesiones que los reyes navarros habían unido a Santa María". El hecho no
pasó desapercibido y cuenta un cronista, casi cincuenta años después, que el hecho
fue de tal magnitud, que fue motivo de comentario en toda la Península y que su
memoria perduraba como hecho insólito aún en aquella época".

Una vez conseguido esto, Alfonso centró todos sus esfuerzos en otro objetivo
que facilitaría aún más su proyecto.

Se trataba de hacer fructificar un hecho usual en el medioevo: las peregrina-


ciones. ¿Cómo hacer cambiar sin rupturas traumáticas las costumbres de un pueblo

" Ante la insistencia por parte de los pontífices de suprimir el rito mozárabe por el riesgo de here-
jía que pudiera entrañar el rito, D. Munio con otros dos obispos viajó a Roma en 1065 para mos-
trar al Papa un espléndido códice compuesto en Albelda con el fin de que fuera examinado por
entendidos. A pesar de sus esfuerzos, el Papa Alejandro II no atendió a los requerimientos del
prelado calagurritano. (Cfr. DÍAZ BODEGAS, Pablo, La Diócesis de Calahorra y La
Calzada..., p. 90).
" El prelado no abandonó Nájera y siguió residiendo en ella, aunque fuera de Santa María, a pesar
de recibir en compensación Albelda y su señorío, que en estos momentos quedó como Sede
alternativa. El hecho marca el inicio de graves y continuos enfrentamientos entre Santa María
y el prelado, que se extenderán por más de setecientos años (Cfr. DÍAZ BODEGAS, Pablo, "La
disputa cluniacense-obispado de Calahorra por la posesión de Santa María la Real de Nájera
(1079-1223)", en Berceo 49 (1994) 89-119; LERENA GUINEA, Tomás, La Real Capilla y
Parroquia de Santa Cruz de Nájera (1052-1900). Setecientos años de conflicto jurisdiccional,
Nájera, [Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño], 2000). Asimismo el momento marca el
declive del cenobio albeldense, ya que al tener que compartir su sede con un Cabildo secular y
pasar las posesiones a señorío episcopal fue asfixiando su vida y economía (cfr. DÍAZ
BODEGAS, Pablo, La Diócesis de Calahorra y La Calzada..., pp. 85-86).
" "Quod factum tam enorme ita universis Hispaniorum finibus insonuit, quod fama hec nulla
poterat temporum vetustate deleri" (cfr. ACC, pergaminos, signatura. 7). Año 1115, momento
en el cual un delegado papal viene a la Diócesis para mediar en la causa que los obispos siguie-
ron contra los cluniacenses por la posesión de Santa María.

473
PABLO DÍAZ BODEGAS

con vivencias y tradiciones ancestrales profundamente arraigas en él? Con la con-


vivencia de otras personas que, dentro de la misma fe, vivieran otro tipo de hábi-
tos, cristianos también, pero impregnados de nuevos modos.
Así, pues, Alfonso potenció en toda su extensión el Camino de Santiago, y éste
nunca, a pesar del apoyo y protección de los reyes navarros, tuvo tanto esplendor
como el que mostró en el reinado de Alfonso VI. Desde Logroño a Belorado, y
siguiendo luego en dirección a Burgos y León, el Camino se pobló de hospitales,
posadas, refugios y puentes' que facilitaron el recorrido de quienes dirigían sus
pasos hacia la tumba del Apóstol, sembrando a su paso, en la convivencia con los
autóctonos, nuevas experiencias y vivencias de fe, además de múltiples manifesta-
ciones y modos de vida, plasmadas y perdurantes aún hoy en la iconografía, cate-
cismos de piedra de las iglesias, y en los retablos, exhibición de simbolismo y de
instrucción visual.

Concentración de Sedes recientes a favor de las históricas

Todavía quedaba un elemento importante en los propósitos gubernamentales


de Alfonso: el restablecimiento de las antiguas Sedes, anteriores a las invasiones
árabes, insinuado por el Papa Gregorio VII para evitar la proliferación de las

31
Este afán de facilitar el discurrir de peregrinos dio origen a una localidad que luego sería clave
en la Sede calagurritana. Pasando Alfonso VI por La Rioja, en uno de sus recorridos por los
lugares cercanos a las fronteras de su reino, conoció a Domingo, hombre inquieto y a la bús-
queda de nuevas experiencias religiosas. Su intento de querer tomar hábito en los monasterios
de San Millán y Valvanera y el rechazo de éstos a su pretensión, benefició a san Gregorio
Ostiense que, a su paso por Castilla en la predicación de la Palabra de Dios, aprovechó la com-
pañía de Domingo para trasladarse de un lugar a otro. Acabado este menester, Domingo se
dedicó a facilitar el paso de peregrinos por un paraje inseguro e inhóspito junto al río Glera u
Oja. El lugar, un bosque propicio a ocultar salteadores de caminos, y frecuentemente anegado
por los desbordamientos del Oja, albergaba las ruinas de un antiguo castillo, ya abandonado,
aprovechado por el santo calceatense como hospedaje y refugio de las inclemencias climáticas.
Con el tiempo, y tras sus contactos con Alfonso, el lugar pasó a ser propiedad episcopal y allí
surgió un hospital, un puente, un albergue de peregrinos y una pequeña capilla dedicada a Santa
María. Un paraje con nacimiento tan humilde, llegó a convertirse en enclave estratégico que
luego se disputarán los señores de Vizcaya y el obispo de Calahorra, con el fin de ejercer su
autoridad y poder beneficiarse de los favores de un lugar tan privilegiado a la vera del camino
de Santiago. No muchos años después de su fundación, el lugar había crecido de tal manera que
se vio complementado desbordado, naciendo otro barrio denominado Burguete, luego conoci-
do como Malburguete.

474
LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

Diócesis y, sobre todo, para evitar los falsos "pastores" asentados en Sedes inexis-
tentes.

Alfonso, según este plan, forzó la remodelación del espacio diocesano, e impu-
so la federación de monasterios bajo la dirección de los más importantes. Con estas
disposiciones, San Millán perdió sus prerrogativas, Álava malogró su título de
Sede, cuyo centro era Armentia, Oca cedió sus derechos episcopales a Burgos,
Valpuesta, pequeña Sede en el oeste alavés, quedó asumida parte en Calahorra,
parte en Burgos; aplicando el mismo sistema al resto del territorio castellano, gran
parte del norte peninsular quedó reducido a pocas Diócesis.

Pero, al menos es esta ocasión, la diplomacia de Alfonso se impuso para evi-


tar las protestas y levantamientos por la supresión de algunas Sedes en favor de las
históricas. En muchas ocasiones la muerte del prelado de una y la Sede vacante con
competencias del prelado colindante, era suficiente para ir dejando sin efecto las
Sedes más recientes". Como fruto de esta estrategia, a partir de estos momentos el
obispo de Nájera-Calahorra vio incrementada su jurisdicción, y su influencia se
extendió hasta el mar Cantábrico, incluyendo zonas importantes de los actuales
territorios de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. A partir de ahora se encontrarán en un
mismo suelo 5 Sedes diocesanas (Armentia, Nájera, San Millán, Albelda y la pro-
pia Calahorra) y 3 cabildos constituidos (es decir, Armentia, Nájera-Albelda y
Calahorra).

La decisión real, no sólo fue apoyada y sancionada por la Santa Sede desde el
principio y sino que quedó reafirmada abundantemente por los Papas en posterio-
res documentos queriendo evitar, con ello, una nueva multiplicación de Sedes. Así,
Pascual 11(1099-1118), el primero de ellos, mandará respetar la decisión en una

32
Este es el caso de la de Armentia, que a la muerte de su titular, Fortunio o Fortún, el prelado
Calagurritano asume y gobierna sin ningún problema. Los primeros momentos de esta nueva
situación no fue violento ni hubo voces de protesta, como algunos autores hoy pretenden. La
idea de unidad y de vinculación del monarca castellano, atraía para las tierras de su reino más
beneficios que menoscabos. De ahí que hasta que una familia fuerte no surgió en el plano polí-
tico en la zona del Duranguesado, nadie protestó por la unión de estas tierras a la silla de
Calahorra. Las primeras voces discordantes llegaron por dos hechos bien delimitados: la intro-
misión de los señores temporales, los López de Haro, en los asuntos eclesiásticos, y, la entre-
ga, por imposición de Alfonso, de gran parte de las parroquias diocesanas a los cluniacenses,
asentados en Nájera desde 1079, en las instalaciones que García de Nájera dispuso para el obis-
po de Nájera-Calahorra.

475
PABLO DÍAZ BODEGAS

bula el 3 de noviembre de 1109, pocos días después de la muerte de Alfonso:


"decretamos que permanezcan unidas a dicha Sede y sometidas a ella los arcedia-
natos que en los tiempos presentes la dicha iglesia (de Calahorra) posee, es decir
lava, Vizcaya, Nájera y ambos Cameros con todos sus términos"'"y. En el mismo
sentido se pronunciaron el Papa Lucio 11 (1144-1145) en la visita efectuada a Roma
por el obispo Xancius (Sancho), el 20 de marzo de 1144 34 ; Eugenio III (1145-1153),
7 de abril de 1148, Adriano IV (1154-1159), Alejandro III (1159-1181), 8 de junio
de 1163, Urbano III (1185-1187) y Clemente III (1187-1191), 17 de marzo de 1188,
lo confirmaron a D. Rodrigo de Cascante 35 ; y, por fin, Celestino III (1191-1198) lo
hará a D. García el 22 de abril de 119236.

Tal circunstancia, en contra de lo que pudiera parecer, más que disensiones


aportó paz y quietud a un amplio territorio, que tuvo como producto un fenómeno
ya experimentado en otros tiempos, pues los grandes monasterios comenzaron su
febril tarea de acumulación del saber y sus scriptoriums realizaron importantes
obras de trascripción, producciones del saber clásico. En estos momentos no era ya
solamente San Martín de Albelda; a partir del reinado de Alfonso, San Prudencio
del Monte Laturce, Santa María la Real de Nájera, Valvanera y el propio San Millán
de la Cogolla fueron importantes focos del saber, exportando cultura a otros luga-
res y enriqueciendo las tierras en las que influían.

Al calor de la prosperidad, otros lugares fueron repoblándose y muchos núcle-


os de población acogieron familias de otros ámbitos, las cuales se asentaban a lo

" "[...] parroquiam quam nostris temporibus eadem ecclesia [Calagurritana] possidet, videlicet,
Alavam, Biscaiam, Nazaream et utrumque Camberium cum terminis suis eidem sedi adherere
et subdita esse censemus" (ACC., pergaminos, signatura 12). El documento se concede para
justificar las exigencias del prelado frente a Nájera.
34 Cfr. ACC., pergaminos, signatura 39. En estos momentos ocupa la Sede D. Sancho IV de Funes
o de Aragón (1118-1146). (Cfr. BUJANDA, Fernando, Episcopologio calagurritano desde la
conquista de la Sede en 1045, Logroño 1944, pp. 8-9).
35 D. Rodrigo de Cascante ocupó la Sede entre 1146 y 1190 (BUJANDA, F., Episcopologio..., p.
9), recibiendo confirmaciones de los papas citados. (Cfr. ACC., pergaminos, signaturas 47, 76
y 117). Las de Adriano IV, Alejandro III, Urbano III y Clemente III se conocen solamente por
la enumeración que trae la emanada por Celestino III en 1192.
36 Es el documento, sin duda, de mayor importancia por enumerar las colegiatas de Santo
Domingo de la Calzada, San Martín de Albelda y San Andrés de Armentia, así como la lista de
los anteriores papas que se pronunciaron anteriormente sobre el mismo tema. (Cfr. ACC., per-
gaminos, signatura 134). D. García gobernó la Sede desde 1190 hasta 1195, año en que fue tras-
ladado a Pamplona. (Cfr. BUJANDA, F, Episcopologio..., p. 9-10).

476
LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

largo de la rica vega del Ebro; allí formaron villas, burgos o simples núcleos de
población, beneficiados económica y culturalmente por los monasterios enclavados
en el suelo riojano.

6. EL AFIANZAMIENTO DE LA SEDE A COSTA DE


LOS MONASTERIOS

La media centuria que separa el reinado de Alfonso VI de su sucesor Alfonso


VIII en Castilla, fue lo suficiente para un cambio de rumbo tanto en la política real
como en la pontificia.

Alfonso VIII tuvo que recuperar por la fuerza lo que poco a poco le fueron res-
tando a su reino los colindantes durante su minoría de edad, especialmente Navarra
y Aragón empeñados en recuperar parte de La Rioja, Álava y Guipúzcoa como ele-
mentos desgajado del reino navarro. Un apoyo fundamental vendría de parte de los
obispos calagurritanos, a los que debía agasajar para mantenerlos fieles a la corona
de Castilla.

Por otra parte, el ideal de Gregorio VII se había ido desvaneciendo y los
monasterios, pieza fundamental en su reforma, ahora más preocupados en el
gobierno de sus abundantes bienes habían perdido su vitalidad y constituían un pro-
blema frente a las Sedes, por el llamado privilegio de "exención". El nuevo ele-
mento de reforma y fortalecimiento vendría por las Diócesis y Roma apostaba por
los prelados como elemento de unidad y de reforma".

Así, poco a poco, el prelado calagurritano irá recuperando la potestad episco-


pal en los territorios que hasta ahora habían ejercido los monasterios y éstos poco
a poco irán perdiendo esos derechos a favor del prelado.

Quien lo llevaría a pleno cumplimiento y conseguiría la unidad territorial fue


D. Juan Pérez, recuperando incluso los derechos ancestrales de la capilla de la Santa
Cruz de Nájera y siendo el primer gobernador de la Sede calagurritana con plenos
poderes en todo el amplio territorio diocesano.

" Esta nueva política de Roma queda perfectamente reflejada y expresada en el conflicto de los
cluniacenses de Nájera con el prelado calagurritano, ya que el prelado recibe el apoyo moral
para ir arrebatando poco a poco el poder jurisdiccional al monasterio en favor de la Sede.

477
PABLO DÍAZ BODEGAS

Conscientes lo reyes castellano de la importancia de la Sede calagurritana, evi-


taron por todos los medios que ésta se desgajara e influyeron para que en su gobier-
no hubiera siempre hombres adeptos a la monarquía castellana, a pesar de las pro-
testas del arzobispo tarraconense que veía en ello una vejación a su derecho de elec-
ción, como arzobispo de la Provincia eclesiástica".

7. CONCLUSIÓN

Tras lo expuesto en estas líneas, algunas conclusiones pueden extraerse como


ciertas y probadas.

En primer lugar la dificultad de conocer con certeza y seguridad cuándo se


puede considerar el paso de Sede (potestad episcopal sin conllevar territorialidad)
a Diócesis (potestad unida a territorio).

La oscuridad de la época visigoda que, carente de vestigios y documentación,


no deja centrar la actividad de la Sede y su vida interna.

La inseguridad de las noticias en los arios aún más difíciles, por la carencia de
toda referencia a la invasión árabe, donde muy pocas referencias y muchas tradi-
ciones o leyendas presentan prelados en diversos lugares de la actual Rioja, pero sin
base documental, aunque en algunas ocasiones sí vestigios (aunque escasos) ar-
queológicos.

El empeño de Castilla en incentivar la Sede calagurritana, como defensa con-


tra Navarra y Aragón y así asegurarse una frontera pacífica y leal.

El crecimiento y consolidación de la Sede calagurritana en tiempos de la


monarquía castellana, en detrimento de los monasterios, principal objetivo de la
monarquía navarra.

Y por último, el cuidado extremo de la monarquía castellana y del primado de


Toledo, por asentar en la Sede calagurritana hombres de probada valía y decididos

" Como nota curiosa puede decirse que a partir del siglo XI casi todos los prelados salieron de la
Sede de Toledo o de la influencia del prelado toledano y no de la tarraconense.

478
LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

gobernantes que condujeran la Diócesis con mano firme y leal, ante los problemas
generados por los reinos colindantes y el Señorío de Vizcaya, con sus señores, unas
veces leales y otras desnaturados de la Corona de Castilla.

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479
PABLO DÍAZ BODEGAS

480

LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER

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PABLO DÍAZ BODEGAS

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