Diócesis de Calahorra en la Edad Media
Diócesis de Calahorra en la Edad Media
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Poco tiempo después, en tomo al ario 404, y de vuelta a Calahorra, tras caer en
desgracia ante el emperador y perder su protección, Prudencio aporta otro testimo-
nio que da más solidez y certeza a la Sede calagurritana. Decide escribir una obra
admirado de los símbolos de la fe, los monumentos martiriales, y especialmente los
La práctica habitual es que junto a la firma de los prelados aparezca la Diócesis a la que perte-
necen y según esto hubiese sido lo normal que la firma fuera "Eucharius (episcopus) calagurri-
tanus". Esto no es así en el caso de Eucharius, pues aparece "Municipius". Para identificarlo
como Obispo de Calahorra, dos circunstancias apuntan tal posibilidad, y son: la proximidad a
la Sede de quien transmite las actas conciliares, ya que las actuales están contenidas en el códi-
ce Vigilanus, y por tanto escrito en Albelda, y que sólo cuatro localidades ostentan este título
en la época del concilio: Ambracia, en la Lusitania, Arjona y Elvira en la Bética, y Calahorra.
(Cfr. TEJADA Y RAMIRO, Juan, Colección de cánones de la Iglesia española, Madrid 1850,
p. 28).
[Poema] VIII. Hymnus de loco in quo martyres passi sunt, nunc Baptisterium est. (Pl. (=
Patrología Latina), vol. 60, col. 430). Según José Vives, ésta sería la primera noticia literaria de
un baptisterio en la Península, aunque no queden testimonios monumentales del mismo (Cfr.
VIVES, José, "Veracidad histórica de Prudencio", en Analecta Sacra Tarraconensia 17 (1944)
199-204).
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de un mártir que le llena de entusiasmo: San Hipólito. La obra está dedicada al pre-
lado calagurritano, Valeriano3.
En La Rioja actual se conocen lugares con vestigios de esta época que indica-
rían la presencia cristiana en ellos y quizá también el cuidado espiritual sobre ellas
por parte del prelado'. Pero intentar sacar más conclusiones sería aventurado y con-
trario a la práctica de los primeros siglos de la Iglesia.
Incipit ad Valerianum episcopum de passigne sancti Hippolyti martyri (P.L., vol. 60, col. 530)
° Pasó a la literatura en tiempos medievales y de él tan sólo se reseña que fue gran escritor y ense-
ñó la fe católica. No debe confundirse .con Valero de Zaragoza (año 380). (Cfr. SÁINZ RIPA,
Eliseo, Sedes Episcopales de La Rioja. Siglos IV-XIII, Logroño, Diócesis de Calahorra y La
Calzada-Logroño, 1994, pp. 72-73).
Vestigios anteriores al siglo IV se conservan de Alfaro un crismón cristiano, de Fuenmayor una
moneda romana con crismón, de Ortigosa una inscripción alusiva a Cristo y de San Millán un
sarcófago cristiano; restos arqueológicos se hallan en el curso del Cidacos, en Rute y en Santa
Coloma (martyrium).
Cfr. GARCÍA Y GARCÍA, Antonio, Historia del Derecho Canónico. I. El primer Milenio,
Salamanca 1967, p. 217.
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donde vivir y espacios fértiles que cultivar; de ahí que en menos de sesenta años
lograron recomponer la maltrecha Península y que pronto se acostumbraran, y ade-
más no tuvieron ningún inconveniente en ello, a convivir con los autóctonos, dando
lugar a una simbiosis enriquecida por las dos culturas.
El caso de Silvano
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9 Según la normativa de la Iglesia primitiva, la elección debía hacer con el concurso y aproba-
ción del pueblo, el clero de las parroquias donde estaba ubicada la Sede y el arzobispo de la
Provincia a la que pertenecía, necesitándose para la consagración la concurrencia de al menos
tres de los prelados de la misma Provincia, más la aprobación del resto del episcopado y la pre-
sencia del arzobispo. (Cfr. GARCÍA GARCÍA, Antonio, Historia del Derecho..., pp. 207-211).
10
Para todo el tema relacionado con Silvano, cfr. Documentación vaticana sobre la Diócesis de
Calahorra y La Calzada-Logroño (463-1342), estudio transcripción y notas de Saturnino RUIZ
DE LOIZAGA, Pablo DÍAZ BODEGAS, Eliseo SÁINZ RIPA, Logroño, Instituto de Estudios
Riojanos, 1995, pp. 31-37.
11
"Lectis ergo in conventu fratrum, quos natalis mei festivitas congregarat, litteris vestris, quae
de ordinandis episcopis...". Ibid., p. 36.
12
El concilio de Nicea en su canon 4 prescribe que el obispo sea elegido y consagrado por los
demás obispos de la Provincia, y confirmado por el metropolitano. Si no pueden acudir todos,
basta que estén tres presentes y el consentimiento de los demás se manifieste por escrito.
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Otro caso que evidencia la, todavía, tenue cohesión de las parroquias rurales
con la Sede y la libertad de los fieles para acudir a una u otra para recibir los sacra-
mentos, se muestra en el caso de la ordenación presbiteral de san Millán de la
Cogolla. Según narra san Braulio de Zaragoza en su "Vida de san Millán", éste reci-
bió las órdenes sagradas de manos del obispo Dídimo de Tarazona, y no de las del
prelado de Calahorra", circunstancia que hubiese sido la más lógica por encontrar-
se más cercana la localidad de Berceo a Calahorra que a Tarazona. Pudiera ser que
en estos momentos no hubiera prelado en Calahorra, es decir se encontraría en Sede
vacante, pero una situación así hubiese quedado reflejada y nada se dice de esta
eventualidad; lo más lógico, por tanto, es pensar lo anteriormente dicho y no con-
cluir, como lo hace el glosador del Migne' 5 , que en aquellos momentos la Diócesis
de Tarazona se extendía hasta la localidad de San Millán.
'3 El concilio de Nicea en su canon 15 prohíbe la traslación de un prelado de una Sede a otra dis-
tinta para la que fue ordenado.
"Didymo etiam, qui tunc pontifícatus gerebat in Tyrassona, ministerium, cum hoc quoque fuis-
set delatum, insequitur hominem, ordini ecclesiastico volens inserere, ejus quippe erat in dioe-
cesi." (P.L. 80, col. 706)
15 "Locus in quo S. Aemiliani coenobium conditum est, ohm dioecesi Turiasonensi, Tarazone,
nunc Calaguritanae subest" (P.L. 80, col. 706, nota a). Si realmente hubiese sido así, en la época
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Visto lo hasta ahora expuesto, se puede concluir que en esta época aún no es
posible aventurar una extensión cierta para la Diócesis calagurritana ni perfilar sus
límites, pues algunos de los lugares citados en el documento del Papa Hilario nunca
pertenecieron a la Sede de Calahorra, como por ejemplo, Briviesca. La conclusión
más lógica es pensar que el prelado calagurritano era conocido en esos lugares, pero
de ahí no se puede asegurar que llegara hasta allí su jurisdicción'6.
El esplendor y la notoriedad con el que la Iglesia visigoda llegó al siglo VII fue
patente y parejo al político. Su vida interna se organizó y, a la sombra del poder
estatal, consolidó sus propias estructuras, cada vez más semejantes a la organiza-
ción administrativa romana. Parroquias, diócesis, provincias eclesiásticas, cargos
administrativos y disciplinares fueron conformando las Sedes, llegando a ser répli-
ca burocrática semejante a la de las cortes reales.
La estrecha conexión entre ambas instituciones fue beneficiosa para las Sedes,
mientras el poder establecido tuvo su fortaleza, pero éstas también fueron eclip-
sándose cuando fue disolviéndose el reino visigodo, enfrascado en luchas e intrigas
gestadas en el propio seno de un reino que se iba escindiendo por los conflictos de
la nobleza, causa, a su vez, del desquiciamiento económico y social.
A comienzos del siglo VIII, la lucha fratricida entre dos familias —las de
Chindasvinto y Wamba— por el dominio del territorio peninsular, propiciaron un
nuevo acontecimiento en la Península, de trascendentales consecuencias, que per-
duraría a lo largo de muchas décadas: la venida de los árabes a la Península.
de la reconstrucción del espacio peninsular Tarazona hubiese reclamado este espacio y nunca
lo hizo a lo largo de su historia, como lo realizó con otros lugares fronterizos, como es el caso
del monasterio de Fitero y el lugar de Corella, que al final queda anexionado a la Sede de
Tarazona en detrimento de la de Calahorra (Cfr. Archivo Catedral de Calahorra (= ACC), per-
gaminos, sig. 94, año 1185-1187)
16
Sáinz Ripa presupone ya para estos momentos una extensión diocesana que llegue hasta el mar
Cantábrico, pues incluiría Álava y Vizcaya (Cfr. SÁINZ RIPA , Eliseo, "Atlas sumario de la
historia diocesana", en La Rioja. Tierra abierta, edición en CD-Rom, Calahorra 2000, p.34).
Es, sin duda, prematuro afirmar esto, dada la existencia de las Sedes de Oña y Pamplona por el
norte diocesano.
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La ocupación musulmana tuvo lugar siguiendo las vías que los romanos habí-
an utilizado para la romanización de la península, apoyando el avance hacia el norte
en dos pilares principales: desocupar de nobles las plazas conocidas y avanzar por
zonas fértiles para poder alimentar, así, el numeroso ejército de choque que condu-
cían. De esta forma puede explicarse que lugares con una cierta celebridad, fuera
de estas vías de comunicación, no sintieran la presencia de los árabes.
' En el esquema visigodo, el obispo y su cabildo, consejero y rector de la Sede junto con el pre-
lado, pertenecía a la clase noble y constituía parte de la corte regia, complementada con los
nobles laicos; éste era el modo de indicar, también plásticamente, el origen divino de la monar-
quía. Rey, nobleza y alto clero, con el obispo a la cabeza, constituía el poder completo, espiri-
tual y temporal.
Aunque en algunos lugares la jerarquía parece que, en principio, permaneció a pesar del domi-
nio árabe, en otros, y concretamente en Calahorra no fue así. Cfr. DÍAZ BODEGAS, Pablo, La
Diócesis de Calahorra y La Calzada en el siglo XIII. La Sede sus obispos e Instituciones,
Logroño, Obispado de Calahorra y La Calzada-Logroño, 1995, pp. 121-125.
'9 En un texto del Libro de las Homilías se dice "Era DCCCC LXX, dextruxit Almundus eccle-
siam calagurritanae Sedis..." (Cfr. ACC, Libro de las Homilías, carta 20 (A)). Almanzor, menos
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complaciente con la Iglesia en sus incursiones hacia el norte, castiga de esta forma las insu-
rrecciones de los "herejes" de Córdoba y otras ciudades bajo el dominio árabe.
2° Cfr. Documentación vaticana..., estudio, transcripción y notas de: Saturnino RUIZ DE LOIZA-
GA,..., pp. 38-41.
2 Para más información sobre esta época, es interesante el reciente estudio de Eliseo SÁINZ
RIPA Sedes Episcopales.... Siglos IV-XIII, pp. 133-166).
" A la muerte de Sancho, año 1035, sus hijos heredan el reino, que queda dividido en tres partes:
Fernando I regirá Castilla (y luego también León), Ramiro lo hará en Aragón y García en
Navarra.
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Por esta causa, y a pesar de haber sido ya reconquistada Calahorra (lo fue en
el ario 1045) y de haber dotado a la catedral calagurritana de cierto prestigio y poder
sobre el resto de las parroquias de la ciudad, fundó en el ario 1052 Santa María la
Real de Nájera, dotándola de abundantes beneficios, a la vez que instituyendo un
grupo de clérigos (cabildo) para que estuviera al servicio de Dios y de la Iglesia,
orando por el rey, sus intenciones, su familia y sus súbditos23 ; una vez previsto esto,
la entregó a Gomesano 24, prelado en estos momentos de Calahorra, aunque resi-
dente ya en Nájera25 , para Sede episcopal, donde se estableció , definitivamente un
continuador de la sede calagurritana; el título pasó a ser, desde entonces "episcopus
calagurritanus et nayarensis". La dotación a favor de Santa María fue ciertamente
generosa, superando incluso la entregada a la catedral de Calahorra'.
2' Cfr. ACC, Signatura 1, copia del siglo XII; pergamino de 295 x 425 mm.
" Gomesano, abad de San Millán y prelado calagurritano, rige la Diócesis del año 1046 al año
1065.
" Sáinz Ripa ubica la morada del prelado junto a la cueva y torre del rey, junto al río y entre tie-
rras, viñas y huertas (cfr. SÁINZ RIPA, Eliseo, Sedes Episcopales... Siglos p. 229),
mientras que Tejada lo hace en la Iglesia de Santiago, junto al castillo de Nájera (cfr.
GONZÁLEZ DE TEJADA, J., Historia de Santo Domingo de la Calzada, Abrahán de La
Rioja, Logroño 1985 (edición facsímil según la de Madrid del año 1702), p. 365).
" En esta época es cuando se advierte un incremento del poder temporal de los obispos y el
comienzo de éstos a gozar de paridad con los nobles y terratenientes de los reinos. El prelado,
a partir de ahora, se convertirá en un noble más, gozando de la doble potestad espiritual y tem-
poral. Esta constatación, sin embargo, no implica la afirmación de que sea ahora también cuan-
do los prelados adquieran la jurisdicción espiritual sobre sus parroquianos.
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" Entre los personajes célebres que aparecen en los escritos cabe destacar a Gomesano (Gomes),
paciente copista, clérigo, que nos recuerda el emplazamiento del lugar donde escribía cuando
comenta que la celda donde se encuentra realizando estos menesteres está sobre el atrio, espa-
cio donde se guardan las reliquias de san Martín; o Salvo de Albelda (Salvuus), abad del monas-
terio, de quien se dice no ser muy alto de estatura pero locuaz, grande en inteligencia y sabi-
duría, aunque no muy bien parecido pero ornado de otras virtudes intelectuales; o el humilde
clérigo Abrahán que, sintiéndose indigno de cantar las excelencias de la Virgen María, lo hace
con una sencilla oración de acción de gracias.
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La idea de Roma era la de una Europa unida por el cristianismo, haciendo blo-
que uniforme contra las ideas y filosofía del mundo hostil a la fe católica, especial-
mente contra turcos y árabes. Tal ofrecimiento cautivó a los monarcas europeos, a
pesar de la lucha mantenida con ellos por parte del papado en el asunto de las inves-
tiduras y en el deseo de los pontífices de que los clérigos quedaran libres de atadu-
ras con respecto al poder temporal. La nueva concepción del poder, por tanto, poco
o nada tenía que ver con las vetustas teorías visigodas. Ahora, en el nuevo orden
piramidal, sería el Papa el vértice y el orden político el segundo estadio con supre-
macía total del uno sobre el otro.
Entre los lugares emblemáticos elegidos por Alfonso, Nájera lo era indudable-
mente, por ser plaza de residencia de la monarquía navarra. Implantar en ella a los
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cluniacenses era como una victoria moral sobre el viejo concepto político y social,
que Alfonso entendió bien, realizándolo sin demora, una vez pacificada la región y
tomado posesión de Santa María.
Pero, además, Nájera era punto importante de su reforma por . ser Sede dioce-
sana y gobernar la misma en estos momentos un obispo, D. Munio, que había sido
paladín de la lucha en favor del rito mozárabe". El cambio quiso que fuera, tam-
bién, desmedido y ostentoso, y así lo realizó expulsando de Santa María, incluso
físicamente, al prelado y dejándole desposeído de su Sede y de todas las abundan-
tes posesiones que los reyes navarros habían unido a Santa María". El hecho no
pasó desapercibido y cuenta un cronista, casi cincuenta años después, que el hecho
fue de tal magnitud, que fue motivo de comentario en toda la Península y que su
memoria perduraba como hecho insólito aún en aquella época".
Una vez conseguido esto, Alfonso centró todos sus esfuerzos en otro objetivo
que facilitaría aún más su proyecto.
" Ante la insistencia por parte de los pontífices de suprimir el rito mozárabe por el riesgo de here-
jía que pudiera entrañar el rito, D. Munio con otros dos obispos viajó a Roma en 1065 para mos-
trar al Papa un espléndido códice compuesto en Albelda con el fin de que fuera examinado por
entendidos. A pesar de sus esfuerzos, el Papa Alejandro II no atendió a los requerimientos del
prelado calagurritano. (Cfr. DÍAZ BODEGAS, Pablo, La Diócesis de Calahorra y La
Calzada..., p. 90).
" El prelado no abandonó Nájera y siguió residiendo en ella, aunque fuera de Santa María, a pesar
de recibir en compensación Albelda y su señorío, que en estos momentos quedó como Sede
alternativa. El hecho marca el inicio de graves y continuos enfrentamientos entre Santa María
y el prelado, que se extenderán por más de setecientos años (Cfr. DÍAZ BODEGAS, Pablo, "La
disputa cluniacense-obispado de Calahorra por la posesión de Santa María la Real de Nájera
(1079-1223)", en Berceo 49 (1994) 89-119; LERENA GUINEA, Tomás, La Real Capilla y
Parroquia de Santa Cruz de Nájera (1052-1900). Setecientos años de conflicto jurisdiccional,
Nájera, [Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño], 2000). Asimismo el momento marca el
declive del cenobio albeldense, ya que al tener que compartir su sede con un Cabildo secular y
pasar las posesiones a señorío episcopal fue asfixiando su vida y economía (cfr. DÍAZ
BODEGAS, Pablo, La Diócesis de Calahorra y La Calzada..., pp. 85-86).
" "Quod factum tam enorme ita universis Hispaniorum finibus insonuit, quod fama hec nulla
poterat temporum vetustate deleri" (cfr. ACC, pergaminos, signatura. 7). Año 1115, momento
en el cual un delegado papal viene a la Diócesis para mediar en la causa que los obispos siguie-
ron contra los cluniacenses por la posesión de Santa María.
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Este afán de facilitar el discurrir de peregrinos dio origen a una localidad que luego sería clave
en la Sede calagurritana. Pasando Alfonso VI por La Rioja, en uno de sus recorridos por los
lugares cercanos a las fronteras de su reino, conoció a Domingo, hombre inquieto y a la bús-
queda de nuevas experiencias religiosas. Su intento de querer tomar hábito en los monasterios
de San Millán y Valvanera y el rechazo de éstos a su pretensión, benefició a san Gregorio
Ostiense que, a su paso por Castilla en la predicación de la Palabra de Dios, aprovechó la com-
pañía de Domingo para trasladarse de un lugar a otro. Acabado este menester, Domingo se
dedicó a facilitar el paso de peregrinos por un paraje inseguro e inhóspito junto al río Glera u
Oja. El lugar, un bosque propicio a ocultar salteadores de caminos, y frecuentemente anegado
por los desbordamientos del Oja, albergaba las ruinas de un antiguo castillo, ya abandonado,
aprovechado por el santo calceatense como hospedaje y refugio de las inclemencias climáticas.
Con el tiempo, y tras sus contactos con Alfonso, el lugar pasó a ser propiedad episcopal y allí
surgió un hospital, un puente, un albergue de peregrinos y una pequeña capilla dedicada a Santa
María. Un paraje con nacimiento tan humilde, llegó a convertirse en enclave estratégico que
luego se disputarán los señores de Vizcaya y el obispo de Calahorra, con el fin de ejercer su
autoridad y poder beneficiarse de los favores de un lugar tan privilegiado a la vera del camino
de Santiago. No muchos años después de su fundación, el lugar había crecido de tal manera que
se vio complementado desbordado, naciendo otro barrio denominado Burguete, luego conoci-
do como Malburguete.
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Diócesis y, sobre todo, para evitar los falsos "pastores" asentados en Sedes inexis-
tentes.
Alfonso, según este plan, forzó la remodelación del espacio diocesano, e impu-
so la federación de monasterios bajo la dirección de los más importantes. Con estas
disposiciones, San Millán perdió sus prerrogativas, Álava malogró su título de
Sede, cuyo centro era Armentia, Oca cedió sus derechos episcopales a Burgos,
Valpuesta, pequeña Sede en el oeste alavés, quedó asumida parte en Calahorra,
parte en Burgos; aplicando el mismo sistema al resto del territorio castellano, gran
parte del norte peninsular quedó reducido a pocas Diócesis.
La decisión real, no sólo fue apoyada y sancionada por la Santa Sede desde el
principio y sino que quedó reafirmada abundantemente por los Papas en posterio-
res documentos queriendo evitar, con ello, una nueva multiplicación de Sedes. Así,
Pascual 11(1099-1118), el primero de ellos, mandará respetar la decisión en una
32
Este es el caso de la de Armentia, que a la muerte de su titular, Fortunio o Fortún, el prelado
Calagurritano asume y gobierna sin ningún problema. Los primeros momentos de esta nueva
situación no fue violento ni hubo voces de protesta, como algunos autores hoy pretenden. La
idea de unidad y de vinculación del monarca castellano, atraía para las tierras de su reino más
beneficios que menoscabos. De ahí que hasta que una familia fuerte no surgió en el plano polí-
tico en la zona del Duranguesado, nadie protestó por la unión de estas tierras a la silla de
Calahorra. Las primeras voces discordantes llegaron por dos hechos bien delimitados: la intro-
misión de los señores temporales, los López de Haro, en los asuntos eclesiásticos, y, la entre-
ga, por imposición de Alfonso, de gran parte de las parroquias diocesanas a los cluniacenses,
asentados en Nájera desde 1079, en las instalaciones que García de Nájera dispuso para el obis-
po de Nájera-Calahorra.
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" "[...] parroquiam quam nostris temporibus eadem ecclesia [Calagurritana] possidet, videlicet,
Alavam, Biscaiam, Nazaream et utrumque Camberium cum terminis suis eidem sedi adherere
et subdita esse censemus" (ACC., pergaminos, signatura 12). El documento se concede para
justificar las exigencias del prelado frente a Nájera.
34 Cfr. ACC., pergaminos, signatura 39. En estos momentos ocupa la Sede D. Sancho IV de Funes
o de Aragón (1118-1146). (Cfr. BUJANDA, Fernando, Episcopologio calagurritano desde la
conquista de la Sede en 1045, Logroño 1944, pp. 8-9).
35 D. Rodrigo de Cascante ocupó la Sede entre 1146 y 1190 (BUJANDA, F., Episcopologio..., p.
9), recibiendo confirmaciones de los papas citados. (Cfr. ACC., pergaminos, signaturas 47, 76
y 117). Las de Adriano IV, Alejandro III, Urbano III y Clemente III se conocen solamente por
la enumeración que trae la emanada por Celestino III en 1192.
36 Es el documento, sin duda, de mayor importancia por enumerar las colegiatas de Santo
Domingo de la Calzada, San Martín de Albelda y San Andrés de Armentia, así como la lista de
los anteriores papas que se pronunciaron anteriormente sobre el mismo tema. (Cfr. ACC., per-
gaminos, signatura 134). D. García gobernó la Sede desde 1190 hasta 1195, año en que fue tras-
ladado a Pamplona. (Cfr. BUJANDA, F, Episcopologio..., p. 9-10).
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largo de la rica vega del Ebro; allí formaron villas, burgos o simples núcleos de
población, beneficiados económica y culturalmente por los monasterios enclavados
en el suelo riojano.
Alfonso VIII tuvo que recuperar por la fuerza lo que poco a poco le fueron res-
tando a su reino los colindantes durante su minoría de edad, especialmente Navarra
y Aragón empeñados en recuperar parte de La Rioja, Álava y Guipúzcoa como ele-
mentos desgajado del reino navarro. Un apoyo fundamental vendría de parte de los
obispos calagurritanos, a los que debía agasajar para mantenerlos fieles a la corona
de Castilla.
Por otra parte, el ideal de Gregorio VII se había ido desvaneciendo y los
monasterios, pieza fundamental en su reforma, ahora más preocupados en el
gobierno de sus abundantes bienes habían perdido su vitalidad y constituían un pro-
blema frente a las Sedes, por el llamado privilegio de "exención". El nuevo ele-
mento de reforma y fortalecimiento vendría por las Diócesis y Roma apostaba por
los prelados como elemento de unidad y de reforma".
" Esta nueva política de Roma queda perfectamente reflejada y expresada en el conflicto de los
cluniacenses de Nájera con el prelado calagurritano, ya que el prelado recibe el apoyo moral
para ir arrebatando poco a poco el poder jurisdiccional al monasterio en favor de la Sede.
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7. CONCLUSIÓN
La inseguridad de las noticias en los arios aún más difíciles, por la carencia de
toda referencia a la invasión árabe, donde muy pocas referencias y muchas tradi-
ciones o leyendas presentan prelados en diversos lugares de la actual Rioja, pero sin
base documental, aunque en algunas ocasiones sí vestigios (aunque escasos) ar-
queológicos.
" Como nota curiosa puede decirse que a partir del siglo XI casi todos los prelados salieron de la
Sede de Toledo o de la influencia del prelado toledano y no de la tarraconense.
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LA DIÓCESIS DE CALAHORRA EN LA EDAD MEDIA Y SU CONSOLIDACIÓN A LA SOMBRA DEL PODER
gobernantes que condujeran la Diócesis con mano firme y leal, ante los problemas
generados por los reinos colindantes y el Señorío de Vizcaya, con sus señores, unas
veces leales y otras desnaturados de la Corona de Castilla.
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