SEMINARIO MAYOR NACIONAL DE LA ASUNCIÓN
NOMBRE:
PEDRO MAURICIO PEDRO SEBASTIÁN
CURSO:
SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
FACILITADOR:
FRAY LOBOS
TEMA:
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL SACRAMENTUM CARITATIS DEL
SANTO PADRE BENEDICTO XVI AL EPISCOPADO, AL CLERO, A LAS PERSONAS
CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS SOBRE LA EUCARISTÍA
OCTUBRE 2023
INTRODUCCIÓN
La Eucaristía es uno de los siete sacramentos de la Iglesia Católica y ostenta una posición
central en la liturgia y en la vida espiritual de los fieles. Este sacramento, también conocido como
la Santa Cena o la Misa, es considerado por los cristianos como un don y un memorial del
sacrificio de Jesús en la cruz. En este ensayo, exploraremos el significado de la Eucaristía como
Sacramento, comprendiendo el valor y la importancia que tiene para los creyentes.
Significado de la Eucaristía como Sacramento
La Eucaristía es considerada uno de los sacramentos más importantes de la Iglesia Católica, ya
que en ella se encuentra la presencia real de Jesús. Según la enseñanza católica, durante la
Consagración, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Al recibir la
comunión, los fieles experimentan una profunda unión con Cristo y con la comunidad de
creyentes.
El Sacramento de la Eucaristía nos permite tener un encuentro íntimo con Jesús, quien se nos
da como alimento espiritual. A través de este sacramento, Cristo se hace presente en nuestra vida,
fortaleciéndonos y renovándonos interiormente. La Eucaristía nos ayuda a crecer en nuestro amor
a Dios y al prójimo, y es un medio de gracia para alcanzar la salvación.
El Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía
La Eucaristía es el sacramento en el cual, mediante las palabras de consagración pronunciadas
por el sacerdote, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta creencia
se basa en las palabras de Jesús durante la Última Cena, cuando dijo a sus discípulos: "Tomad y
comed, esto es mi cuerpo... Tomad y bebed, esta es mi sangre" (Mateo 26:26-28).
La presencia real de Jesús en la Eucaristía es un misterio que va más allá de nuestra
comprensión humana. Creemos que el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, manteniendo las apariencias físicas de pan y vino. Es en este pan y vino consagrado que
encontramos la presencia viva de Jesús, dispuesto a alimentar nuestra alma y hacernos participar
de su sacrificio redentor.
La Eucaristía como memorial del sacrificio de Jesús
En la Eucaristía, participamos del memorial del sacrificio de Jesús en la cruz. Esta celebración
litúrgica nos permite hacer presente en nuestra vida el sacrificio de amor que Cristo ofreció por
nosotros. Jesús se entregó libremente en la cruz para liberarnos del pecado y de la muerte, y en la
Eucaristía, recordamos y actualizamos este acto redentor.
La Eucaristía nos invita a vivir el amor de Jesús en nuestra vida diaria. Al contemplar su
entrega total en el altar, somos llamados a entregarnos totalmente a Dios y a los demás. La
Eucaristía nos anima a vivir la caridad, el perdón y la fraternidad, siguiendo el ejemplo de Jesús
que se hizo pan partido por nosotros.
La Eucaristía como fuente de unidad y comunión
La Eucaristía es también un sacramento de unidad y comunión. En la celebración eucarística,
los fieles se reúnen como comunidad para recibir a Cristo y fortalecer los lazos fraternos. En este
sacramento, todos los creyentes son llamados a formar un solo cuerpo, unidos en el amor y en la
fe. La participación en la Eucaristía nos lleva a ser conscientes de la importancia de la comunidad
y de la responsabilidad que tenemos hacia los demás. Nos impulsa a buscar la paz, la justicia y la
solidaridad. En la Eucaristía, encontramos la fuerza y el alimento para comprometernos con el
bien común y construir un mundo más justo y fraterno.
Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo,
revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se
manifiesta el amor «más grande», aquel que impulsa a «dar la vida por los propios amigos» (cf.
Jn 15,13). En efecto, Jesús «los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Con esta expresión, el
evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz,
ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos.
Alimento de la verdad
Desde las diversas modalidades de los primeros siglos, que resplandecen aún en los ritos de
las antiguas Iglesias de Oriente, hasta la difusión del rito romano; desde las indicaciones claras
del Concilio de Trento y del Misal de san Pío V hasta la renovación litúrgica establecida por el
Concilio Vaticano II: en cada etapa de la historia de la Iglesia, la celebración eucarística, como
fuente y culmen de su vida y misión, resplandece en el rito litúrgico con toda su riqueza
multiforme. La XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, celebrada del 2 al 23
de octubre de 2005 en el Vaticano, ha manifestado un profundo agradecimiento a Dios por esta
historia, reconociendo en ella la guía del Espíritu Santo.
Desarrollo del rito eucarístico
Al observar la historia bimilenaria de la Iglesia de Dios, guiada por la sabia acción del
Espíritu
Santo, admiramos llenos de gratitud cómo se han desarrollado ordenadamente en el tiempo las
formas rituales con que conmemoramos el acontecimiento de nuestra salvación. Desde las
diversas modalidades de los primeros siglos, que resplandecen aún en los ritos de las antiguas
Iglesias de Oriente, hasta la difusión del rito romano; desde las indicaciones claras del Concilio
de
Trento y del Misal de san Pío V hasta la renovación litúrgica establecida por el Concilio Vaticano
II: en cada etapa de la historia de la Iglesia, la celebración eucarística, como fuente y culmen de
su vida y misión, resplandece en el rito litúrgico con toda su riqueza multiforme.
Sínodo de los Obispos y Año de la Eucaristía
Además, se ha de poner de relieve la relación del reciente Sínodo de los Obispos sobre la
Eucaristía con lo ocurrido en los últimos años en la vida de la Iglesia. Ante todo, hemos de pensar
en el Gran Jubileo de 2000, con el cual mi querido Predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo II,
ha
introducido la Iglesia en el tercer milenio cristiano.
Objeto de la presente Exhortación
Consciente del vasto patrimonio doctrinal y disciplinar acumulado a través de los siglos
sobre este Sacramento, en el presente documento deseo sobre todo recomendar, teniendo en
cuenta el voto de los Padres sinodales, que el pueblo cristiano profundice en la relación entre
el Misterio eucarístico, el acto litúrgico y el nuevo culto espiritual que se deriva de la Eucaristía
como sacramento de la caridad. En esta perspectiva, deseo relacionar la presente Exhortación
con mi primera Carta encíclica Deus caritas est, en la que he hablado varias veces del
sacramento de la Eucaristía para subrayar su relación con el amor cristiano, tanto respecto a Dios
como al prójimo.
PRIMERA PARTE
EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE CREER
«Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6,29)
La fe eucarística de la Iglesia
En efecto, la Eucaristía es «misterio de la fe» por excelencia: «es el compendio y la suma de
nuestra fe». La fe de la Iglesia es esencialmente fe eucarística y se alimenta de modo particular en
la mesa de la Eucaristía.
Santísima Trinidad y Eucaristía
El pan que baja del cielo
Porque Dios no mandó a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él» (Jn 3,16-17). Estas palabras muestran la raíz última del don de Dios. En la
Eucaristía, Jesús no da «algo», sino a sí mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre.
Don gratuito de la Santísima Trinidad
Ya en la creación, el hombre fue llamado a compartir en cierta medida el aliento vital de Dios
(cf. Gn 2,7). Pero es en Cristo muerto y resucitado, y en la efusión del Espíritu Santo que se nos
da sin medida (cf. Jn 3,34), donde nos convertimos en verdaderos partícipes de la intimidad
divina.
Eucaristía: Jesús, el verdadero Cordero inmolado
La nueva y eterna alianza en la sangre del Cordero
Como he tenido ya oportunidad de decir: «En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios
contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es el amor en su
forma más radical». En el Misterio pascual se ha realizado verdaderamente nuestra liberación del
mal y de la muerte.
Institución de la Eucaristía
Sucedió en el contexto de una cena ritual con la que se conmemoraba el acontecimiento
fundamental del pueblo de Israel: la liberación de la esclavitud de Egipto. Esta cena ritual,
relacionada con la inmolación de los corderos (Ex 12,1- 28.43-51), era conmemoración del
pasado, pero, al mismo tiempo, también memoria profética, es decir, anuncio de una liberación
futura.
En la oración de alabanza, la Berakah, da gracias al Padre no sólo por los grandes
acontecimientos de la historia pasada, sino también por la propia «exaltación».
Figura transit in veritatem
El alimento de la verdad, Cristo inmolado por nosotros, dat... figuris terminum. Con el
mandato «Haced esto en conmemoración mía» (cf. Lc 22,19; 1 Co 11,25), nos pide corresponder
a su don y representarlo sacramentalmente.
El Espíritu Santo y la Eucaristía Jesús y el Espíritu Santo
El Paráclito, primer don para los creyentes, que actúa ya en la creación (cf. Gn 1,2), está
plenamente presente en toda la vida del Verbo encarnado; en efecto, Jesucristo fue concebido por
la Virgen María por obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1,18; Lc 1,35)
En el relato de los Hechos, el Espíritu desciende sobre los Apóstoles reunidos en oración con
María el día de Pentecostés (cf. 2,1-4), y los anima a la misión de anunciar a todos los pueblos la
buena noticia.
Espíritu Santo y Celebración eucarística
San Cirilo de Jerusalén, en sus Catequesis, recuerda que nosotros invocamos a Dios
misericordioso para que mande su Santo Espíritu sobre las ofrendas que están ante nosotros, para
que Él convierta el pan en cuerpo de Cristo y el vino en sangre de Cristo.
Eucaristía y sacramentos
Sacramentalidad de la Iglesia
Así, los hombres son invitados y llevados a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las
cosas creadas junto con Cristo. Esta relación íntima de la Eucaristía con los otros sacramentos y
con la existencia cristiana se comprende en su raíz cuando se contempla el misterio de la Iglesia
como sacramento. A este propósito, el Concilio Vaticano II afirma que «La Iglesia es en Cristo
como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el
género humano»
Iniciación, comunidad eclesial y familia
En la acción pastoral se tiene que asociar siempre la familia cristiana al itinerario de
iniciación. Recibir el Bautismo, la Confirmación y acercarse por primera vez a la Eucaristía, son
momentos decisivos no sólo para la persona que los recibe sino también para toda la familia, la
cual ha de ser ayudada en su tarea educativa por la comunidad eclesial, con la participación de
sus diversos miembros
Eucaristía y sacramento de la Reconciliación Su relación intrínseca. Los Padres sinodales han
afirmado que el amor a la Eucaristía lleva también a apreciar cada vez más el sacramento de la
Reconciliación
Eucaristía y Unción de los enfermos
Jesús no solamente envió a sus discípulos a curar a los enfermos (cf. Mt 10,8; Lc 9,2; 10,9),
sino que instituyó también para ellos un sacramento específico: la Unción de los enfermos[66].
La Carta de Santiago atestigua ya la existencia de este gesto sacramental en la primera
comunidad cristiana (cf. St 5,14-16).
Eucaristía y sacramento del Orden
In persona Christi capitis
La relación intrínseca entre Eucaristía y sacramento del Orden se desprende de las mismas
palabras de Jesús en el Cenáculo: «haced esto en conmemoración mía» (Lc 22,19). Todo intento
de ponerse a sí mismos como protagonistas de la acción litúrgica contradice la identidad
sacerdotal. Antes que nada, el sacerdote es servidor y tiene que esforzarse continuamente en ser
signo que, como dócil instrumento en sus manos, se refiere a Cristo.
Eucaristía y celibato sacerdotal
Hecho de que Cristo mismo, sacerdote para siempre, viviera su misión hasta el sacrificio de la
cruz en estado de virginidad es el punto de referencia seguro para entender el sentido de la
tradición de la Iglesia latina a este respecto.
Escasez de clero y pastoral vocacional
A propósito del vínculo entre el sacramento del Orden y la Eucaristía, el Sínodo reflexionó
sobre la preocupación que ocasiona en muchas diócesis la escasez de sacerdotes. Esto no sólo
ocurre en algunas zonas de primera evangelización, sino también en muchos países de larga
tradición cristiana.
Eucaristía, sacramento esponsal
La Eucaristía, sacramento de la caridad, muestra una relación particular con el amor entre el
hombre y la mujer unidos en matrimonio. Profundizar en esta relación es una necesidad propia de
nuestro tiempo. El Papa Juan Pablo II afirmó en numerosas ocasiones el carácter esponsal de
la Eucaristía y su relación peculiar con el sacramento del Matrimonio: «La Eucaristía es el
sacramento de nuestra redención. Es el sacramento del Esposo, de la Esposa»
Eucaristía y escatología
Eucaristía: don al hombre en camino
Si es cierto que los sacramentos son una realidad propia de la Iglesia peregrina en el tiempo
hacia la plena manifestación de la victoria de Cristo resucitado, también es igualmente cierto que,
especialmente en la liturgia eucarística, se nos da a pregustar el cumplimiento escatológico hacia
el cual se encamina todo hombre y toda la creación (cf. Rm 8,19 ss.)
Eucaristía y la Virgen María
La relación entre la Eucaristía y cada sacramento, y el significado escatológico de los santos
Misterios, ofrecen en su conjunto el perfil de la vida cristiana, llamada a ser en todo momento
culto espiritual, ofrenda de sí misma agradable a Dios.
En María Santísima vemos también perfectamente realizado el modo sacramental con que
Dios, en su iniciativa salvadora, se acerca e implica a la criatura humana. María de Nazaret,
desde la Anunciación a Pentecostés, aparece como la persona cuya libertad está totalmente
disponible a la voluntad de Dios.
SEGUNDA PARTE
EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE CELEBRAR
«Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo, sino que es mi Padre el que os
da el verdadero pan del cielo» (Jn 6,32) Lex orandi y lex credendi. El Sínodo de los Obispos ha
reflexionado mucho sobre la relación intrínseca entre fe eucarística y celebración, poniendo de
relieve el nexo entre lex orandi y lex credendi, y subrayando la primacía de la acción litúrgica.
Belleza y liturgia
La relación entre el misterio creído y celebrado se manifiesta de modo peculiar en el valor
teológico y litúrgico de la belleza. En efecto, la liturgia, como también la Revelación cristiana,
está vinculada intrínsecamente con la belleza: es veritatis splendor.
En la glorificación del Hijo resplandece y se comunica la gloria del Padre (cf. Jn 1,14; 8,54;
12,28; 17,1). Sin embargo, esta belleza no es una simple armonía de formas; «el más bello de los
hombres» (Sal 45,33) es también, misteriosamente, quien no tiene «aspecto atrayente,
despreciado y evitado por los hombres, ante el cual se ocultan los rostros» (Is 53, 2).
La celebración eucarística, obra del «Christus totus» Christus totus in capite et in corpore
La belleza intrínseca de la liturgia tiene como sujeto propio a Cristo resucitado y glorificado
en el Espíritu Santo que, en su actuación, incluye a la Iglesia. En efecto, no se ha de creer que
Cristo esté en la cabeza sin estar también en el cuerpo, sino que está enteramente en la cabeza y
en el cuerpo»
Ars celebrandi
En los trabajos sinodales se ha insistido varias veces en la necesidad de superar cualquier
posible separación entre el ars celebrandi, es decir, el arte de celebrar rectamente, y la
participación plena, activa y fructuosa de todos los fieles.
El Obispo, liturgo por excelencia
Si bien es cierto que todo el Pueblo de Dios participa en la Liturgia eucarística, en el correcto
ars celebrandi desempeñan un papel imprescindible los que han recibido el sacramento del
Orden. Obispos, sacerdotes y diáconos, cada uno según su propio grado, han de considerar la
celebración como su deber principal.
Homilía
La necesidad de mejorar la calidad de la homilía está en relación con la importancia de la
Palabra de Dios. En efecto, ésta «es parte de la acción litúrgica»; tiene como finalidad
favorecer una mejor comprensión y eficacia de la Palabra de Dios en la vida de los fieles. Por eso
los ministros ordenados han de «preparar la homilía con esmero, basándose en un conocimiento
adecuado de la Sagrada Escritura».
Plegaria eucarística
La Plegaria eucarística es «el centro y la cumbre de toda la celebración». Su importancia
merece ser subrayada adecuadamente. Las diversas Plegarias eucarísticas que hay en el Misal nos
han sido transmitidas por la tradición viva de la Iglesia y se caracterizan por una riqueza
teológica y espiritual inagotable. Se ha de procurar que los fieles las aprecien. La Ordenación
General del Misal Romano nos ayuda en esto, recordándonos los elementos fundamentales de
toda Plegaria eucarística: acción de gracias, aclamación, epíclesis, relato de la institución y
consagración, anámnesis, oblación, intercesión y doxología conclusiva. En particular, la
espiritualidad eucarística y la reflexión teológica se iluminan al contemplar la profunda unidad de
la anáfora, entre la invocación del Espíritu Santo y el relato de la institución, en la que «se realiza
el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena».
Actuosa participatio
Auténtica participación
El Concilio Vaticano II puso un énfasis particular en la participación activa, plena y fructuosa de
todo el Pueblo de Dios en la celebración eucarística. El Concilio prosigue la reflexión: los fieles,
«instruidos por la Palabra de Dios, reparen sus fuerzas en el banquete del Cuerpo del Señor, den
gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por
manos del sacerdote, sino también juntamente con él, y se perfeccionen día a día, por Cristo
Mediador, en la unidad con Dios y entre sí»
Condiciones personales para una «actuosa participatio»
Al considerar el tema de la actuosa participatio de los fieles en el rito sagrado, los Padres
sinodales han resaltado también las condiciones personales de cada uno para una fructuosa
participación. Una de ellas es ciertamente el espíritu de conversión continua que ha de
caracterizar la vida de cada fiel. No se puede esperar una participación activa en la liturgia
eucarística cuando se asiste superficialmente, sin antes examinar la propia vida.
No obstante, se ha de poner atención para que esta afirmación correcta no induzca a un cierto
automatismo entre los fieles, como si por el solo hecho de encontrarse en la iglesia durante la
liturgia se tenga ya el derecho o quizás incluso el deber de acercarse a la Mesa eucarística.
Participación de los cristianos no católicos
Nos lleva a desear ardientemente, por un lado, el día en que podamos celebrar junto con todos
los creyentes en Cristo la divina Eucaristía y expresar así visiblemente la plenitud de la unidad
que Cristo ha querido para sus discípulos (cf. Jn 17,21). Por otro lado, el respeto que debemos al
sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo nos impide hacer de él un simple «medio» que se usa
indiscriminadamente para alcanzar esta misma unidad.